AÑO4//NÚM24/JUL16
fanzine poético
F L O R E S E N L A B A S U R A_
SUMARi0
* DOS CRÍTICAS Y UNA EDITORIAL «Warken: Un desierto en flor» por Flora Acracia * KRÓNICAPUNK «Lobos con piel de oveja negra» Por Punkróniko * POIÉSIS FUTBOL «Entrevista bifurcativa» Por Nylon Silva * Cuento «Hijos de la mierda»
Por Alcidez Barrankha * POEMAS varios x poetas varias
PRIMERA CRÍTICA: Posibilitar la floración del desierto ciertamente es un noble gesto. Pero debe hacerse desde la humanidad y no desde la imbecilidad. Estos conceptos, humanidad-imbecilidad, son bastante confundibles, en el último tiempo, aun así debe tenerse cuidado en usar uno cuando se quiere usar el otro y viceversa. Su imbecilidad W la estriba en los enfoques de sus entrevistas. A tal enfoque bien podría decírsele sesgo y funciona igual. Hay dos puntos cumbres al respecto. El primer caso cronológico es la entrevista realizada al poeta Jorge Teillier el año de su muerte. Entonces el enfoque-sesgo que W utilizó fue el del poeta bendito en contraposición al poeta maldito. El segundo caso lo constituye la entrevista realizada dos años después al también poeta Roberto Bolaño, donde el enfoque de W era el del escritor a la deriva y sus personajes náufragos. En ambos casos los enfoques fueron graves y serias equivocaciones de un entrevistador desorientado, y obtuso, puesto que los entrevistados al darse como aludidos en tales enfoques-sesgos, fueron enfáticos en aclararle a W su falta de tino, sin embargo W no se dio por aludido, a su vez, e insistió tronco en mantener sus respectivos enfoques-sesgos, provocando la visible molestia de ambos poetas. Si W hubiera reconocido su imbecilidad como tal, entonces le hubiera abierto el paso a la humanidad, y desde ésta las entrevistas en cuestión hubieran fulgurado completamente por sí mismas para la posteridad, y no, como ahora, que son valoradas solamente por constituir de los últimos registros audiovisuales de los poetas entrevistados, puesto que los dos estaban bien próximos a sus muertes. Esto último W tampoco lo tenía claro, aunque ciertamente si hubiera investigado a sus entrevistados fuera de su enfoque-sesgo, lo habría sabido, y desde ahí haber planteado enfoques verdaderamente enfoques y no sesgos. W se plantea en contra del nihilismo, el desierto que avanza, y esto, ya lo dije, es una noble causa. No obstante, en tal causa, debe procurarse no pisar el palito y posibilitar lo que se ataca, o presume atacar, en el acto de atacarlo. Es como pisarse la cola también. O la capa, dicho de otro modo, o del mismo modo más bien, de poeta, en el acto de envestir contra la nada. Puesto que, a la postre, resultaría un acto más ridículo que heroico. Y que los remilgos de siutiquería con que W intenta pasar como quijote intelectual agravan aún más. El desierto. Posibilitar su florecimiento. La poesía en pleno, se engrupe W cuando por puro engrupirse el desierto es él mismo, y en flor, brotando aquí y allá, sesgando sus actos, desertificando sus entrevistas, negando las posibilidades de su accionar. Triste es su figura, al final del día, cuando por todo esto su gesto es menos que nada, es la negación de la negación. A W le falta humildad en la medida que le sobra imbecilidad, así falla la ecuación requerida para obtener humanidad, ese único y hermoso brote que merma al desierto y su avance voraz.
SEGUNDA CRÍTICA: W blandió su voz con la firmeza que estar del lado de la razón siempre da, cuando los mandamases de la televisión chilena cancelaron su programa de entrevistas, por largo tiempo boicoteado en la programación y con el presupuesto. W tuvo que aliarse con la minería dulzona y por este medio venderle –o arrendarle al menos- su alma al cola de flecha, pero todo valía para W y su cruzada de culturizar la televisión chilena o a los televidentes chilenos y extranjeros residentes en $hile. A W no le importó gran cosa hacer tamaño sacrificio espiritual y mantuvo al aire su programa, contra el viento del nihilismo y la marea de la estupidez (la farandulización de la televisión estatal y privada). W resistió los cambios de estación televisiva. W soportaba los embates del fascismo corporativo con notable temperamento. Pero luego de una larga lucha los mandamases de la televisión chilena pesaron más y le vencieron. Entonces W blandió su voz con la firmeza que estar del lado de la razón siempre da, y en un artículo publicado por El Mercurio disparó con profundidad y certeza sus descargos. En paralelo a esto, por el sitio web de su programa se dispuso del libre acceso a todo, o casi todo, el material del programa, esto significa que podíamos encontrar casi todas las entrevistas en formato audiovisual y en pdf-transcritas para su escrutinio. W no sólo sacaba la voz si no que abría un punto de fuga para agudizar su lucha contra el desierto que avanza. W aguantaba estoico el embate de los poderosos y contraatacaba desde la denuncia y la difusión libre de los registros de su programa. Sus golpes de respuesta atentaban contra la superficialidad de los poderosos y en su lógica y práctica (su política de mierda). W nos demostraba que no era el imbécil siútico que lo creímos por largos años. Se ganaba un poroto nuestro, y con nuestro y al hablar en plural me refiero al difuso gremio de poetas pobres y anónimos que desde los márgenes de la realidad pretendemos con más entusiasmo que otra cosa, blandir nuestras voces, más individuales que colectivas, con la firmeza que estar del lado de la razón siempre da. Dicho más claramente: W nos tapaba el Ozzy Osborne. Y hubo una ola virtual de comentarios a favor de W y su noble causa, y todo parecía rebosar de buena fe y altas esperanzas, desmesuradas esperanzas, porque en $hile todo lo hacemos desde la desmesura… y al final del día todo ese todo se precipita antes de haberlo sopesado verdaderamente. Así ocurrió con el revuelo provocado por W. En menos de veinticuatro horas éste firmaba un contrato con una nueva estación televisiva y en la página web de su programa en reemplazo de los enlaces libres, es decir gratuitos, para ver los registros de casi todas las entrevistas de W, figuraba el catálogo de las copias en DVD para encargar, y pagar quince mil pesos por, los registros de casi todas las entrevistas de W. Esa misma semana en horario premier era presentado el programa de W, en formato de late show, con público pagado y todo el bochinche. W caía por su propio peso, a las fauces de la bestia. El pate cabra recibía de vuelta dichoso al pate vaca: TV matadero podía continuar el show intensivo para que los teledolientes continúen sumisos haciendo más espacio en sus vacíos-almas y, así, rellenarlos con basura comprada.
LA EDITORIAL DE ESTA SEDICIÓN
W no es un tipo noble pero intenta serlo a través de la poesía. En tal sentido W constituye un bastión de lo que es un tipo dedicado a la poesía en la actualidad. En primer lugar se trata-trataría del alguien con notables y abultados capitales: cultural, social y económico. La poesía es una labor que requiere tiempo, una mente despejada y un piso de solvencia. Así las cosas los pobres pelagatos, apremiados por la necesidad a laburar apatronados y posibilitando así los vicios y con deudas que pagar hasta el fin de los tiempos, no pueden-no podrían dedicarse a una labor como la poesía. W, en tal sentido, encarna a quiénes sí pueden hacerlo. Gente pulcra y seria, que lo mismo da si se dedican a alguna ingeniería como a la poesía, gente que dispone de sendos acerbos culturales y hasta académicos para dilucidar-dilucidarnos la realidad, con las siutiquerías de rigor, y enaltecer así toda la pompa poética. En segundo lugar, además de culto, sociable y solvente, W es serio, y por eso tiene un programa de radio, un programa de televisión, una revista, una página web, un blog. Es decir, lo que hace lo hace en serio, no por hobby ni porque sí. Por eso da conferencias, lecturas y hasta escribe sus propios versos. W no es un tipo noble pero intenta serlo, dice que con la poesía y por la poesía y para la poesía, y tanto, que ya viene sonando como politiquillo prometiendo y cumpliendo, en la medida de lo posible, y hasta plantea una lucha, una causa propia, contra el desierto que avanza. Hay gente que le cree a W, era que no. Lo figuran el bastión de la causa poética, de la cosa poética. Y es triste eso. Vale, el tipo tiene sus recursos y más o menos no los despilfarra como los demás tipos con recursos, algo devuelve, algo hace como quien no quiere la cosa, y por eso, por ahí, podemos los legos, a través de su labor, enterarnos de Carla Cordua, Hugo Mujica, Armando Uribe, Bernard Pivot, etcétera, lo que significa, enterarnos de asuntos realmente muy serios y concretos y que apremian nuestra atención. Eso está bien. Pero sólo eso, tan sólo eso, y más nada. Lo demás de W no importa gran cosa porque no trasciende, no trastoca, no está vivo. Es un desierto en flor porque insta a que lo rieguen, a que lo vean, escuchen y lean, asiduo de atención, de atención etérea y estéril, esterilizante y esterilizada. Es peligrosa, la atención y pompa hacia W, porque es peligroso erguir a quién sea sobre nuestras cabezas, peor si es un siútico imbécil. W no vale la pena ni la dicha. W ni siquiera está bien en lo que más hace: entrevistar. Pero W tiene los recursos y por eso hace y deshace. Podría colectivizar sus acopios de conocimientos, aunque sin él como intermediario, entonces, sólo entonces, tal vez, a lo mejor, por ahí, algo de fulgor propio emitiría. W es una causa perdida. Nómades del pensamiento, no feligreses del pensamiento, requerimos para ennoblecernos y hacer pie frente al envilecimiento generalizado, al desierto que avanza a pasos de gigante, estupidizando aquí y allá, a las gentes, las ideas, las acciones, vaciando interiores, basureando exteriores, desde cualquier lugar, aquí o allá, nodos de resistencia y bifurcaciones varias que propagar, como se propaga la lectura y su hábito que es el pensar. Somos las flores en la basura, y estamos en el desierto mismo, literal y libertariamente, sumamos veinticuatro sediciones con nuestros cantos, reclamos y declamaciones varias, háganse flor antes que ser los W de turno, les instamos e invitamos a acompañarse-acompañarnos en ésta, nuestra noble causa. Salud y poesí(A)!
Siete de la mañana, el cielo aclaraba pero no en la esquina de Vivar con Thomson. Ahí una nube en principio tímida, erguía su masa en bocanadas al cielo. Era humo manando desde una de las antiguas edificaciones del centro de Iquique. Y, era que no, también comenzaron a asomarse las llamas. Vagas y tenues. Pero llamas. A las siete y media ya era incendio declarado. Las bombas del casco viejo apresuraban su bullicio para alcanzar prestas el evento que ya congregaba a algunos curiosos. A las ocho de la mañana, al doblar de las campanas escolares, el incendio era controlado y el inmueble cercado para la pesquisa de rigor, que arrojaría como resultado que el fuego fue provocado apropósito, mediante un artefacto incendiario. Se trataba de un atentado. El objetivo: una carnicería. Pero ¿Quién perpetraría un delito así? Las policías sorteaban diversas hipótesis. La tómbola la animaban grupos anarquistas y vegetarianos. Sin descartar algún ajuste de cuentas contra los dueños del negocio. Pasadas dos semanas la brecha se acotaba un poco, ante un nuevo incidente. Otra vez fuego en una tienda de carnes. Ahora en una del sector La puntilla. El mismo procedimiento, pero esta vez encontraron propaganda en el perímetro. Era contra la industria de la carne y a favor del veganismo. Los diarios locales tenían a quiénes apuntarle sus dardos. Para las policías aún quedaba dilucidar a los individuos responsables, sin embargo. Alrededor de las nueve de la mañana en plena playa Cavancha un grupo de no más de cinco personas compartían un poco de mariguana, se reían y bromeaban. Estaban sudorosos. Excitados por la acción del día. Bebían agua embotellada. ¿Podía alguien sospechar? Seguro que no, pero me atreví a unir cabos. El azar, la casualidad, me tenían aquella mañana en el paseo de la costanera, esperando a que amaneciera. Mi labor eran los fumones de la noche. A ellos quería indagar. Era lo que estipulaban mis servicios. No obstante, me enteré por la radio del tercer atentado en el mes. Una carnicería nuevamente, y ésta gente que llegó de improviso desde el lado norte, presurosos en sus bicicletas, todos vestidos de negro, ansiosos, sentados en círculo cerca de una de las islas, parecían esperar algo. Estuvieron cerca de una hora así, hasta que uno se puso de pie e indicó algo a los lejos. Yo estaba a distancia así que supuse no podían verme, cuando me volví a ver qué contemplaban, ahora todos, absortos, hasta que estallaron en carcajadas y vítores.
Era humo ¿qué otra cosa si no? Y entonces los miré otra vez. Estaban sentados, devuelta al suelo todos. Felices, comenzando a echar humo por sus bocas y narices. Humo aromático. Visto así, me pareció obvio. Aun así no me puse en contacto con nadie del cuartel. Mantuve mi posición y esperé. Nada más fácil que infiltrar a los anarcos. De creerse tan diferentes, es bien poco, la verdad, lo que se desmarcan del resto. Sus cabecitas siguen programadas plan macho alfa, por ser, y eso poco los diferencia de los demás hombres de la gran manada humana. Y es que en el puro diario vivir, sobre todo si tienes un discurso y una pará que al menos quiere-pretende ser contestaría, y con dos dedos de frente al menos, te puedes dar cuenta que hay gente, ni siquiera infiltrados, que están remando para un lado bien distinto al tuyo. Cabros que no salieron de ninguna comisaría ni cuartel de rati. Cabros que ni de cuéa son postulantes para sapos de la yuta. Cabros piolas. Pero aunque piolas, pollos. Pollísimos. Que no diferencian entre negro y rojo. Todo lo confunden, y apropósito, para facilitarse las cosas. Las toman y meten a un mismo saco. Y el saco lo cargan por ahí luciéndolo. Cabros sin ton ni son. Que dicen y dicen autogestión pero que se cagan de miedo con la sola idea de vivir sin trabajar. De trabajar sin patronal. De crear en vez de producir. De pensar al contrario de reproducir. Cabros lerdos, que se dicen anarcos por descarte, por no ser otra cosa, otra cosa que les requiere compromiso. Atacan, así, a algo que ellos llaman sistema, y que, claramente, no es el sistema. Algo que ni siquiera está fuera de ellos. Algo que es bastante generalizado y por eso, por ahí, pareciera que está fuera de ellos y se confunde, se les confunde, con el sistema. Algo que se llama acedia. La acedia es lo que los obstruye por dentro y les caga los sentidos para aprehender lo de afuera. Y así convulsos y asqueados y retorcidos no entienden qué les pasa. Pero tampoco se les hace insoportable la cuestión y, por ende, necesario librarse de la acedia. La rechazan pero no la enfrentan, así las cosas, paulatinamente, la aceptan. Se la toman como un trago amargo, por sorbitos cortos. Les da repulsión pero como las más cruentas resacas, se les hace pasable, soportable, digerible, y se dejan tragar, a su vez, por la acedia, al final de las finales.
Más que personas, hechas y derechas, parecen embriones, apenas. Ahora la cuestión es: ¿embriones de qué? Y sobre eso no sé qué decir. A mí me da igual, de todos modos, el caso es que pude entrar en sus círculos, estrechar confianzas, y todo se me hizo la mar de fácil, pues no me topé con nada que fuera más allá de la superficialidad común para todos los humanos. Me bastó repetir, en principio, lo mismo que me iban diciendo, citando y recitando, para que me creyeran uno de ellos. Dándole más entusiasmo que profundidad a mis palabras. Luego, tuve que leer una que otra cosa. Algunos libros: a Zerzan, Bob Block, Thoreau, Bonano,Debord. Cosas así. Muchos fanzines. Pero no demasiados. No era necesario. Al final por un partido de futbol o por una noche de carrete todo volvía a lo mismo. Daba igual que estuvieras escuchando a Romeo Santos o a Sin dios. Daba exactamente igual. Las mismas convenciones, concesiones, cahuines varios. Pinché como en el liceo, cuando era pendejo, pero con pendejas aun menores que entonces. Parecía tan fácil, sólo se trataba de parecer una o cual cosa, y ya. Por eso me parecía increíble que algunos, pudiendo pasarse la vida en una impostura tal que les rendía garantías sexuales, sociales y, en algunos casos, hasta materiales, extremaran recursos hasta llegar a lo de los atentados. Y debo sentirme orgulloso, pues sólo basté yo para desbaratarlos. Y ni siquiera apelando al entrenamiento. Insisto. Bastó que, una vez me ganara la confianza de los responsables en cuestión, de los más radicalizados, los más engrupidos, les propusiera hacer otra cosa. Eso fue todo. Y lo que les propuse fue hacer algo más grande, con proyecciones infinitas. Les expuse que seguir atacando pequeños negocios sólo nos llevaría al desgaste y a la colisión final, por el mal uso de recursos y tiempo. Les dije: ¡explotemos el reloj de la plaza! Fue lo más radical que se me ocurrió. A final de cuentas, yo no tuve que engrupirme como ellos. No tuve que cambiar gran cosa. De hecho, no cambié nada. Sólo mi forma de vestir y mis gustos musicales y de lectura. Eso fue todo. En lo demás seguía opinando del mismo modo, y a nadie parecían preocuparle mis opiniones sobre las compañeras o los inmigrantes. No siempre hubo gente cómoda con mis comentarios, pero nunca me lo hicieron saber. Ni siquiera una mala cara me hicieron. Ni las feministas. Así que era fácil todo. Nunca había tenido tanto éxito socialmente, como entonces. Y, cuando dije lo del reloj, me fue todavía mejor. Pasé a ser el punky Mauri local. Y ganado tal escalón, infiltré a más gente. Pasa que no los creía capaces de algo así. Por eso los relacioné con gente que podía hacer algo de tal envergadura. Los instamos, la verdad de las cosas. Los implicamos de tal modo, que cuando teníamos todo el recurso necesario, ellos ya tenían por su parte toda una explicación teórica justificando el atentado.
Apelando a la historia, era que no, el reloj de la plaza parecía erguirse como la cola de flecha del capitalismo, rompiendo el suelo, la pachamama, amenazando el cielo, con su fálica forma. Todo cuadraba entonces, en la cabeza de estos cabros. El momento histórico era el pertinente, la razón de sus vidas era éste aquí y ahora, y nos incitaban a todos a sumarnos a la gran explosión que prometía, si bien no la proclamación del comunismo libertario, sí, una buena bocanada de anarquía, para trastocarnos las conciencias y los corazones. Toda esa fiesta sería hermosa, decían, el placer armado hasta los dientes, con petróleo y dinamita, toda clase de gobierno combatir y destruir, recitaban ebrios de emoción. Y aquel veintiuno de mayo sería la fecha que los marcaría con fuego y humo en la memoria de todos los demás. ¿Han visto lo bonito que se sigue viendo el reloj de la plaza? Ahí sigue, firme y raudo, la marcha del tiempo. De la operación detuvieron a cuatro. Los más revoltosos de cabeza. Se los llevaron a Santiago. Acá hemos organizado algunas marchas en su nombre. Una que otra tokata y mucha propa. Esto lo hago con quienes eran parte de la operación pero alcanzaron a librar. Están emocionados por tener santos mártires locales, los chiquillos de acá. A mí me sigue causando gracia la cuestión. Y sí, sigo en esto, gracias a los movimientos de droga en que se implica ésta gente con tal de pegarse en la pera de cuando en vez. Así pude justificar mi permanencia ante mis superiores, y es que no quería perder mis garantías por ser parte de un movimiento que es cada vez más masivo y extenso.
¿Tú crees que a mí me tienen en la tele por ser diferente?, ¿y que en base a esa diferencia yo puedo abrir nuevos surcos? No, compadre, si a mí me tienen acá es porque me ven como un títere más. Yo no soy un títere, eso que quede claro, pero si me dan tribuna, si me permiten hablar frente a las cámaras no es porque me teman como tú y muchas otras personas creen, sino por lo contrario, es porque me quieren farandulizar, mezclarme con toda su basura televisiva y de ese modo encasillar mi discurso, modelar mi práctica, en algo predefinido, precocido más re bien, como si fuera un simulacro y no la bomba misma, ¿me entiendes? Si los poderosos no le temen a nadie por lo mismo, porque son poderosos y por lo que son, porque controlan los medios, las mentes, los fines, los para qué y los cómo. Tienen el poder y lo amasan y se agasajan con eso. No se van a asustar de mí, un pelagatos que vino a decir lo que, al menos si no lo sabe todo el mundo ya, todo el mundo lo sospecha. Si las cosas están podridas en el futbol no es por invención mía, es por la acción de los jefes de tus jefes, Fernando, si todo esto está super cocinado, compadre, aquí si permiten que esto salga al aire es porque se hacen un abanico con mis argumentos, y se echan aire por mero gusto, yo no los acaloro, nadie los acalora, si con la sociedades anónimos amarraron muchas cosas, cuestiones que con la intromisión de los militares en los tiempos de la dictadura cívico militar ya se estaban perfilando, ya se estaban pronunciando para estallar en los tiempos de la fraudulencia total, los tiempos de la estupidez generalizada, que son estos, los tiempos de la alegría, como dice el eufemismo local. Pero tu tomaste un equipo de los potreros, un equipo de la nada, les diste una identidad y tras ganar la copa chile y clasificarse a la sudamericana, donde todos creíamos que serían eliminados en primera ronda y con sendas goleadas, al final revirtieron los papeles, y la ganaron con qué categoría, o sea, a lo que voy, Alberto, es que tú no sólo tienes un discurso crítico, ácido y corrosivo inclusive, sino que una base en triunfos, en logros deportivos sin parangón, y que te dan un soporte, y hasta un escudo inclusive, diría yo, para avalar lo que dices, y que es cierto, el futbol es un negociado tal, que está diseñado de tal manera, que equipos de los potreros como el tuyo, deben ser socavados, sofocados, predeterminados a la sempiterna derrota, y a la pobreza que eso acarrea. Sí, mira Fernando, si eso lo entiendo, pero yo no puedo hacer ninguna revolución con esto, ni si quiera un cambio de paradigma. Yo le agradezco, y lo he dicho innumerables veces, a la dirigencia del club por confiar los destinos del mismo en un loco, un idealista como yo, en eso fueron unos valientes de primer escalafón, unos líderes de verdad, y me aceptaron todo el proyecto que les propuse en la medida que en la cancha íbamos reflejando un cambio total del juego, porque no sólo ganábamos sino que goleábamos a medio mundo, lo dijeron los periodistas argentinos cuando fue el siete a cero en la bombonera, que lo nuestro no era futbol, que el futbol era como la pichanga del juego, del otro deporte, que nosotros estábamos practicando, así de exagerados y tajantes fueron, los periodistas argentinos, y en eso tu argumento es válido, porque en el club, los dirigentes, así lo percibieron, se dieron cuenta que la locura cobraba frutos, entonces aceptaron mis otras propuestas, las extra deportivas si quieres decirle así, tú, y que tienen que ver con perder los auspiciadores, y autofinanciar al club, autogestionarlo, mediante logros deportivos, porque son pagados los logros deportivos, no es sólo un premio simbólico, digamos la gloria, sino que hay
plata en esto, te pagan sumas exorbitantes por conseguir logros deportivos, y esos dineros, yo les propuse, invertirlos netamente en el club, en todo el club, infraestructura, personal, inferiores, sobre todo inferiores, y nos ha resultado excelente, sólo tenemos gente formada por nosotros mismos, en nuestro club, todos jóvenes, con un hambre tremendo por comerse al mundo, pero no para hacerse millonarios, sino que para cooperar con el club, que es una manera de cooperar con su comunidad, con sus familias, con los destinos de todos sus seres queridos, y eso, ciertamente, es bifurcarse de la lógica imperante, de la lógica tradicional, que es bastante ilógica, la verdad sea dicha, e inútil y macabra también. Pero, como sea, a los poderosos, esto le trae sin cuidado, no los amedrenta en nada. Aunque un club que demuestra que la autogestión es posible, que se niega a ser sociedad anónima, y por eso mantenerse en segunda división por siempre, pero jugando campeonatos internacionales a granel, y por puro mérito propio. Es cierto, no podemos subir al futbol grande del propio país en que estamos, pero nos invitan a Europa, a otros lugares de América, y eso nos hace muy felices. ¿Tú lo ves como una extorsión lo de las sociedades anónimas, no, una obligación para abandonar las corporaciones sin fines de lucro, que es la personalidad, la figura de la personalidad jurídica de los clubes sociales y deportivos, y según el reglamento, sabemos, de la ANFP, sólo sociedades anónimas, totales, o parciales, porque está el caso de Colo Colo, que es una corporación social y SA a la vez, pueden jugar en primera A y primera B, por eso tú lo ves como una extorsión entonces? Cualquiera con dos dedos de frente sabe que eso es. Hay paradojas tremendas además, por citar una, el caso del Vialito, que hay dos, o hubo dos, equipos en algún momento, con el mismo nombre, porque estaba el club, el de los socios que no quisieron volverse SA, aunque eso significara nunca ascender a primera B ni primera A, lo prefirieron, lo votaron, lo decidieron entre todos, ser fieles a los valores de su club, pero una parte, una parte mínima, ínfima, sin el consentimiento total, porque el consentimiento total era la lealtad a sí mismos, formaron una SA, y la ANFP aun sabiendo la fraudulencia de la formación de esa SA, les permitió jugar con el nombre del Vial, el insigne marino ese, e insigne no porque clavara la bandera a la Esmeralda, cuando la rendición parecía lo más pertinente, sino por su conciencia humana, su no cooperación con el Estado asesino, cuando debió mediar entre trabajadores ferroviarios y la patronal mezquina, por eso el club se llama como se llama, y los socios, teniendo claro eso, prefirieron cuidarlo y mantenerlo a salvo de las SA y su macabro juego. No así esa ínfima parte de mafiosos que infiltraron la corporación del Vial para convertirlo en SA. Porque acá además hay toda una parentela, si esto es prácticamente de gánster y mafiosos de esa calaña. Una basura, la verdad sea dicha. Y la ANFP les dio el favor a ¿quién crees tú? Bueno por este modo que tienes de decir las cosas es que se te ha dado cierta tribuna, aunque tú digas que no, que no asustas a nadie, y que te dejan hablar porque les das lo mismo, yo no creo que sea así, Alberto, yo creo que lo de tu club, el ejemplo de tu club, o mejor dicho, la hazaña deportiva general de tu club resulta en un ejemplo, un ejemplo de que las cosas se pueden hacer de otro modo, fuera del negociado, o más o menos fuera del negociado, más o menos controlando
el negociado, sin caer en perder la cabeza o volverse loco con la plata, que es mucha, que gira en torno del futbol. Porque te han intentado comprar, ¿no es cierto? Mira Fernando yo te respeto bastante, pero yo no quiero venir a jugar a hacer el rol del mártir, yo no quiero ser el che Guevara del asunto. Lo mío son las bifurcaciones, en eso me siento cómodo, me siento bien y me siento libre. Si me dan tribuna en la tele o en los diarios y en la radio es porque me quieren sacar de mi bifurcación y meterme en su ramaje de poder y personalismos y todo eso que yo no comparto y que de hecho ataco. El asunto es que si otras personas quieren bifurcarse, a mí me parece bien, aunque a mí sólo lo mío, lo que yo hago, lo que yo puedo ir haciendo es lo que me mueve. Me puedo pasar cincuenta años en esto, y los cincuenta años solo yo en esto y me sentiré bien, libre y sano. Si otras personas se quieren sumar o hacer sus propias bifurcaciones, seguro que me entusiasmaré, me dará una alegría extra, pero mi propósito no es ser el bastión de una lucha específica, no es ser ni el portavoz ni el guaripola, ni nada de nada. Eso también cabe dentro de la categoría que tú señalas en tu pregunta: me quieren comprar. Sí, me quieren comprar como el salvador de turno, como el santo mártir de una revolución desconocida, de una revolución que se plantea desordenadamente desde hace mucho tiempo, una suerte de evocación más que revolución, pero el caso es que me quieren sumar a eso, y yo les digo, sinceramente se los digo, que no me interesa. Esa es la verdad, no me interesan sus procesos ni sus masas ni sus momentos históricos. No. Me refería a los del otro lado… Lo sé, sé a quiénes te refieres, y sí, seguro, me han puesto plata arriba y por debajo de la mesa, también. Les interesa que sea como todos, esa es la máxima de la sociedad ésta, uniformarnos, homogenizarnos. Y a mis jugadores yo les digo, compadre, yo les digo que la plata no mueve al mundo, la plata mueve a los weónes, y los weónes están engrupidísimos que mueven al mundo, pero se equivocan, están equivocadísimos. Son muchos eso sí, los weónes son bastantes, estamos atiborrados de weónes, están casi por todos lados, sin embargo podemos bifurcarnos, insisto en eso, podemos hacer otra cosa, se requiere voluntad y valentía, lo que tuvieron, y de sobra, los dirigentes de mi club, estoy muy orgulloso de ellos, y porque se han mantenido leales a nuestro proyecto, a nuestra propuesta, que aunque nos tiene pegados en segunda división, nuestras repisas suman varias, ya, copas internacionales, y reflejan muchas sonrisas, innumerables, porque nuestro club es una comunidad fuerte y robusta y crece y se alimenta de felicidad. Somos muy felices nosotros, Fernando, y no por la plata, sino que por nosotros mismos, porque hacemos lo que queremos, y no nos hemos dejado envilecer por el resto, por el entorno que es malicioso, hay mucha droga, violencia y mentiras, pero hemos sido fuertes, somos fuertes, nos atrincheramos, y tal como lo hacemos en la cancha, defendemos todos y atacamos todos, y por eso hacemos tantos goles y nos reímos, siempre, tanto de la vida. Y ¿qué más puedo decirte, Fernando? Sólo cosas técnicas, tal vez, de tu juego. Y ahí sí que no puedes negar que hay una revolución en marcha, un cambio de paradigma total. Los periodistas argentinos estaban muy furiosos con nosotros, con el mundo. Porque dicen que practicamos un deporte en que el futbol es el mero entrenamiento de eso otro sin nombre aún. Y
yo creo, que de algún modo, dieron en el clavo. O estuvieron muy cerca de darle al clavo. Son los que han estado más cerca, por eso que dijeron. ¿Te parece a ti, entonces, que inventaron ustedes algo que es otro deporte?, ¿eso me estás diciendo?, ¿Que, a la postre, inventaste algo nuevo? Sólo digo que es posible. No puedo responderte afirmativamente. Categóricamente no puedo decirte que sí, que eso creo. Me parece, no más, que tensamos la táctica hasta quizá dispararla a otra cosa, a otra forma, otra manera de concebir las cosas. A lo mejor el futbol en su práctica deportiva ha pasado por momentos así. Pequeñas revoluciones, si te gusta tanto ese término, que lo van haciendo progresar, o simplemente avanzar, o tan sólo variar en sus aspectos. Digo, lo que hoy se practica es diferente a lo de hace cien años. La formación de jugadores es algo, al menos, que ha cambiado drásticamente con el correr de los años. A veces pasa que la conversación al respecto se tiñe y va tiñendo tan sólo en relación a los costes y movimientos de plata y las triquiñuelas varias que tienen relación con las contrataciones de jugadores, movimientos de capitales, grandes capitales que controlan a más de un equipo, o a más de un torneo, incluso, y por ahí se diluye el tema netamente deportivo, porque nos entrampamos en lo de la plata, las ganancias, etcétera. Un poco más pasa cuando relacionamos el futbol con política, el futbol con la movilidad social, el futbol como embrión del fascismo, el futbol como homosexualidad camuflada, el futbol como motor cultural, etcétera otra vez, el campo es inmenso para hablar del fútbol, pero si queremos hablar de lo deportivo, de lo táctico más re bien, excluyendo todo lo demás, tenemos que hay estas vueltas de tuerca, también, que van curtiendo nuestro deporte. Y en eso, creo yo, que lo que hemos propuesto ha derivado en que tensamos tanto la táctica que hasta se rompió y salió otra cosa, o quedó otra cosa, y que, ciertamente, nos está siendo de mucha ayuda para nuestro club, en específico, para ir sumando muchas y muchas victorias, a pesar de no tener grandes inversores, o acciones en la bolsa, o una sociedad anónima como administración. Su administración es en base a la corporación social, de hecho. Los socios son quienes deciden, votan y financian al club. O más bien administran los dineros que han ido sumando con sus brillantes campañas afuera. Porque aquí han sumado las copas Chile, la Super copa de Chile y para de contar. Claro, porque no podemos ascender a pimera B ni primera A porque en los estatutos de la ANFP tal privilegio sólo lo tienen las SA. Pero al menos rompimos el privilegio que estaba instituido en las cabezas de todos de que sólo pueden ganar siempre los que mueven más plata. En eso fuimos categóricos y dejamos las cosas patas para arriba. Hicimos más que un cambio de mentalidad. Y nos quedamos, a pesar de ser pobres, con todas las copas que podemos disputar.
**Entrevista jamás emitida, prohibida su reproducción total o parcial, grabado en los estudios de radio Vila, para el canal virtual Matas TV, en septiembril del dos mil veintitrece; expropiación desde el sitio web de Fernando P. Transcripción de Nylon Silva, especialmente para ésta sedición.
Todas las mañanas corría para irse a la escuela. No le gustaba la escuela. No le gustaba levantarse temprano. Pero, sobre todo, no le gustaban los perros. Y estos se congregaban en la esquina de su pasaje, todas las mañanas, a esperarlo. A penas lo veían salir, después de haberse despedido de su mamá, se paraban y movían sus colas, todas, a la vez. Era un bonito espectáculo de sincronización. Él, nuestro protagonista, intuía que toda la escena vista a distancia, seguro que podía interpretarse como un bonito espectáculo de sincronización. Pero siendo parte uno de aquella escena, era difícil hallar lo bonito y espectacular del asunto. Llegado al segundo poste, sus piernas se volvían súbitamente de gelatina, y la fatiga lo invadía como un solo gran mareo, una única y fuerte nausea que lo asqueaba en cada respiro. Se sentía terrible y verdaderamente mal, nuestro amigo, y, peor, porque era entonces cuando debía iniciar su carrera. Pues lo perros no lo esperaban precisamente para jugar. Se perfilaban en una columna de ataque, mordaz y le precisaban como objetivo. La carrera requería de todas sus fuerzas, debía mover sus pies como si le diera patadas a la nada, que delante de él iba abriéndose, como un mar invisible pero obtuso, pues lo cansaba, o lo cansaba no haber precalentado o haberse estirado mal y poco después de levantarse de su cama. Es que todas las mañanas, sagrado, deseaba que al mirar a la esquina ésta estuviera desierta. No perdía la fe en ello. Y para no perder la fe era que no que no se preparaba de antemano para la carrera. Aunque ya estando en ella se reprendía la porfía, la ingenuidad, la torpeza de su fe, de sus deseos de, al menos, por una mañana, no correr con toda una jauría lunática detrás. Lo todavía más terrorífico, sin embargo, era que la escuela a la que iba no estaba dentro del radio urbano, si no que a las afueras del poblado, luego de medio kilómetro de pampa abierta y desértica. ¿Por qué habían dispuesto las cosas de tal modo? No podía entenderlo. Y puesto que la escuela estaba enclavada en medio del desierto, fuera del pueblo en que vivían todos sus estudiantes y trabajadores, la cercaba una reja de fierro y alambre, en todo su perímetro. Tres metros de alambrada, desde el suelo al cielo inclemente y caluroso. Ahí concluía la carrera. Así concluía la carrera. Calculando a cierta distancia el tiempo y el espacio necesarios para de un brinco saltar la cerca, puesto que nuestro protagonista nunca pudo correr a la velocidad pertinente para llegar antes de las ocho de la mañana. Las piedras le entorpecían el paso. La chusca se le adhería al sudor de la cara y las manos. El sol se asomaba tremendo y fogoso. La humedad crecía en sus sobacos, entrepierna y las plantas de los pies. Le picaba el uniforme. La vista se le convertía en un único y pérfido espejismo. La locura de que sólo se tratara de un día más le fundía el coco. No había cómo.
Y a veces un solo brinco no bastaba. A veces el cálculo fallaba. Entonces lo salvaba la ventaja que lo había distanciado de las narices y hocicos feroces de sus perseguidores. Debía seguir intentando, no tenía tiempo para recapacitar, para rendirse, para morirse de miedo, para cagarse del susto. Saltaba, se agarraba de la reja como una fiera enloquecida, como un simio sicótico, aullando de cansancio, de pura desesperación, y se dejaba caer, al llegar arriba, se dejaba caer al otro lado, suicida, victorioso y vencido a la vez, sin más fuerzas para nada. A continuación los perros se iban disgregando en el espacio baldío que había entre la escuela y el pueblo, cansados pero dichosos por su ejercicio matutino. Sentían sus mentes más lúcidas, sus cuerpos más agiles, y, entonces, sólo entonces, preparados para comer, para saciar su sed, y enfrentar el resto del día. Después de sacudirse el polvo de los pantalones y el chaleco, nuestro protagonista volvía a sentir las piernas como gelatina, las constataba tan suyas, otra vez, diferentes a cuando corría, y parecían, sus piernas, no ser suyas, pero es que entonces, ni siquiera su cabeza parecía la propia, ni sus brazos moviéndose en paralelo al resto de su cuerpo. En la carrera siempre le ocurría que se pensaba fuera de la realidad más próxima, es decir la carrera misma. Se percibía fuera de sí, como contemplando la escena desde cierta distancia, desde donde podía interpretarse como un bonito espectáculo de sincronización. Tal vez era su manera de defenderse del miedo, desprendiéndose de todo, de sí mismo, del apuro total y la locura de correr por su vida. Al final, entraba en silencio a la sala de clases, se sentaba atrás, cansado y sudoroso, importándole un rábano, que lo vieran llegar así. La verdad de las cosas, luego de tanto tiempo llegando así, ya no asombraba a nadie, a nadie le importaba gran cosa. Incluso si le sangraban los dedos, por haberse cortado con el alambre de la reja, y manchara, por esto, las paredes o su propia mesa. Estas circunstancias fueron decisivas para nuestro protagonista. Lo curtieron de modo diferente al resto de individuos que asistían a la misma escuela o que vivían en el mismo pueblo. Lo distanciaron, es cierto, pero le fueron de ayuda, pues su vida, después, se trató, más o menos, en seguir marcando distancias del resto. Distancias necesarias, para cuidarse del envilecimiento generalizado de estos tiempos y para mantener su libertad sincera, siempre sincera. Lo que más lo marcó, no obstante, fue un hecho puntual que ocurrió un día próximo al momento, en que el protagonista de estos acontecimientos, debía abandonar el extraño lugar que habitó entonces, para encaminar sus pasos hacia la ciudad puerto donde quedó atrapado por largos años, mucho tiempo después. Lo que lo marcó ocurrió una mañana, mientras corría delante de la jauría enloquecida.
Antes de llegar al terreno baldío que separaba al pueblo de la escuela, debía cruzar el cordón de chalets, donde vivían los supervisores de la oficina salitrera, todos extranjeros, por tanto rubios y altos, y con costumbres extrañas y propias. También con perros extraños y propios, que mantenían encerrados hasta recién entrada la noche, que era cuando los dejaban salir para que hicieran sus necesidades y sintieran nostalgia por su norte, ubicado mucho más al norte de donde estaban. Esos perros eran de raza. Y parecían gigantes como sus amos, también de raza. Nuestro protagonista era mestizo, tan mestizo como la jauría que lo seguía, y la mayoría de los habitantes del pueblo enclavado en medio del desierto donde vivía. Nunca había visto un perro de esos, hasta esa mañana, en que delante de él, a cierta distancia, una distancia que cada vez se iba acortando menos, vislumbró a uno. Era como una visión. La visión de un animal salido de un libro de cuentos o de una revista del national geographic. No podía en la realidad existir un animal como ese, un ser así. Sin pensarlo detuvo su carrera. El perro era hermoso, gigante y reluciente. Una bestia melenuda atípica totalmente en tal escenario. Los cerros pelados de la pampa debían ser teñidos de blanco polar para que cobrara sentido la presencia de tal animal, ahí. Nuestro protagonista estaba embobado ante la presencia de la bestia melenuda, sintiéndose transportado a otro mundo, a otro estadio de existencia, hasta, que de pronto, volvió a la realidad, y tan de improviso que le dolió, y tanto como si la bestia lo hubiera descubierto espiándola, y sintiéndose amenazada lo haya atacado, atenazándolo con toda su carne peluda, con todo su cuerpo de oso polar despeinado. La visión del ataque lo previno del ataque real, de la verdadera amenaza que se cernía entorno suyo. Olvidando la jauría de todos los días quiso correr de vuelta por donde vino, pero entonces se supo atrapado. A un lado la gran bestia de otro mundo. Al otro la jauría diaria. ¿Qué hacer, entonces, qué hacer? Sólo atinó a llorar. La bestia albina lo miraba fijamente y se disponía a saltarle encima al menor descuido. Las lágrimas se le escurrían desatadas y no le dejaban contemplar bien la cuestión, pues debía resolver qué hacer de manera urgente, pero el miedo era inmenso y acuoso, y lo inundaba desde dentro de sí mismo. No había cómo. Y no quería darse vuelta a contemplar la jauría. Le daba terror constatarse en una peor situación. Sus piernas gelatinosas extendieron un único gran temblor en las demás extremidades de su cuerpo, que era un puro atado de ropas y caudales de sudor y lágrimas.
Nunca había sentido tantas ganas de no existir, de morir de repente, como las mariposas arrinconadas por infantes maldadosos. Tenía miedo, él era el miedo encarnado, y la bestia albina lo sabía, y por eso ya estaba presta, se sentía lista para atacarlo y comérselo. Lo podía adivinar en sus ojos, sus oscuros y redondos ojos, en cuyo fondo podía distinguirse una luz, la luz de un fuego lejano y recóndito, la sempiterna fogata que en las tierras nórdicas les indica a sus hijos que siguen siendo parte de ese terreno gélido e indómito. El perro se le abalanzó como una bola de nieve tremenda y horrorosa. Moriría atropellado, no le cabía duda, por aquella masa de pelos blanquecinos. Moriría y no había reparo ni queja alguna, así sería, no había nada qué hacer. Pero no murió. No murió y eso lo desencajó totalmente, porque estaba seguro que moriría, que la bestia se lo comería y él no haría nada para defenderse. Pero no murió. La jauría, la fatídica jauría que lo seguía todos los días, se interpuso como una muralla entre la bestia y él, y aun sabiéndose más pequeños, más mundanos, más mestizos, más irreales, pelearon con la bestia, la atacaron, sin dejarse intimidar, y sin tregua, aunque la bestia los mordiera, les hiciera daño, los perros de la jauría no dieron rienda atrás, y atacaron y atacaron sin rendirse, sin miedo, como si la vida se les fuera en ello. Y vencieron. Ya no parecían perros, si no que lobos, lobos contra un oso polar, que aunque fiero, ya, a esas alturas, temeroso, oliendo la muerte no en la piel de un pequeño niño, si no que en sus propios pelajes, ahora abiertos, sangrantes, tiñendo sus blancos cabellos, de roja sangre. El sonido era fatal, unos rugidos y gruñidos del infierno. Gentes desde los chalets insultaban a diestra y siniestra a todo el pueblo en desgracia, también. Ladraban los gringos porque no entendían porque una jauría de mestizos osaba ingresar a su territorio a atacar a uno de los suyos. A nuestro protagonista también le ladraban, culpándolo de todo el hecho, apuntándolo con todos sus dedos de miedo, cargándole sus jinetas. La escuela ya no importaba, nunca había importado realmente, y aun temeroso y llorando, nuestro amigo se levantó y encaminó sus pasos hacia el oeste, no hacia la escuela, el sur, ni al pueblo, el norte, si no que al oeste, hacia la pampa misma, partió a empamparse, los humanos para qué, se dijo, hijos de la mierda, palurdos todos, caminó fatigoso, aun temblando, y poco a poco, los perros de la jauría se le fueron sumando, lo fueron siguiendo, acompañándolo, en su retirada.
EL SECRETO DEL MAL
Leve sospecha tengo de que a lo mejor el mal es el estado común de los seres, los existentes, incluso, y más aún, luego del cambio de estadio vida-muerte, leve sospecha es ésta especie de molestia o presentimiento o delirio que me carcome los sentidos y las buenas emociones cuando por ejemplo tomo sol y al absorber el calor voy sintiendo paz, una hermosa paz interior y exterior, una suerte de bienestar, que sin embargo claudica cuando imágenes incongruentes me asaltan de improviso, la desnudes de las carnes, fluidos corporales sobreviniéndoles por los surcos y zanjas que entre las pieles y cabellos se abren y cierran como bocas, decenas de bocas con sus respectivas lenguas, babeándose, sorbiéndose la sangre y el semen, esa sangre blanca que los hombres solitarios usan para estucar sus sueños más tórridos, y así, entonces, en eso, en esa abstracción corporal y viscosa de imágenes fraudulentas, pienso y siento, que a lo mejor el mal es el estado común de los seres, los existentes, y más aún, luego del cambio de estadio vida-muerte. Será tal vez el rojo resplandor de mis párpados cerrados, tenue vitral de mi cuerpo enclaustrado, lo que facilite o instigue o signifique que tales visiones me ataquen, cuando más re bien me interesa alejarme del mal que me circunda, y que es bastante, y porque es bastante, ya que el envilecimiento es la doctrina común impuesta por los otros, y la imbecilidad, esa inútil y generalizada comodidad, la respuesta aceptación de los necios, conjurados ante el miedo, o después del miedo, grandote, que tenemos en común, porque nos vaciamos del alma, o de la idea del alma, y entonces como botellas rotas nos quedamos sin un por qué, un para qué, seguir estándonos acá en medio del desierto, sin el frío confort de la cerveza que nos navegaba por dentro, y nos embriagaba por fuera, haciéndonos creer poderosos e ingeniosos, y la mar de inteligentes. Tal fue nuestra soberbia de entonces, que ahora no somos ni la sombra de la sombra del delirio aquel que nos construimos para inventarnos un destino y unos dioses más o menos acordes a nuestros medios y fines. Hoy, vacíos, hastiados, asqueados, no sorbemos más que polvo, y por eso son tantos los que se rinden y aceptan el envilecimiento como única salida, única carta para interpretar el azar que nos sucumbe en estampidas de indecisiones y malas opciones que suponer o ya, de plano, implementar como planeamientos de vida, y se esnifan su aburrimiento, se lo inyectan, se lo fuman, así, de pura angustia. Será tal vez el deseo grande de ser y otra cosa, lo que me insta a camuflarme en el jardín, de jardín, de planta, y hacer fotosíntesis cuando el sol más brilla, y alzando mis manos hacia el astro rey librarme de la pesada carga de ser humano, ser idiota, necio, egoísta y cruel. Leve sospecha tengo, sin embargo, que tal intento mío es un fallido canto de estrella ya hecha aerolito en picada al suelo desértico que me ampara cadáver y tieso, tullido de espanto, costra de chusca, seco de no haberme llorado lo necesario, lo urgente que se volvió en algún minuto, por el descuido de nuestras conciencias ante la escisión en que estuvimos inmiscuidos, haciendo en paralelo lo que en la naturaleza misma ya se nos tenía permitido hacer.
BREVE DESGLOSE: El doctor Destouches dio en todos los clavos. Silban a los perros a lo lejos. Si la paz no está ni dentro ni fuera, ¿el intermedio es la respuesta? A lo lejos silban los perros. Como el flato del sueño, nos mantenemos al borde del abismo, sin enterarnos de qué pasa en la verdad, puesto que la realidad nos engendra sin saber qué diantres nada. El sol proyector de realidades, anula verdades que en la noche, sólo de noche, son certezas absolutas. Si tan sólo se trata de dejarse ir, si tan sólo esto que llamamos vida es menos que nada: una ilusión, la muerte resulta eso, dejarse ir, salir de la ilusión, lo contrario a la vida, sin contradecirla, no existir y aun así ser, pero no esto que creemos somos como unidad, como individuo, si no esoesto otro, que fuimos desde siempre. Somos la creación de la creación, el residuo imaginativo de lo imaginado. La paranoia de Sábato en algo le dio a los clavos, no a todos, y metafísicamente más re bien, que certeramente, aunque más todavía difusa y hasta inconclusamente. Leve sospecha tengo de que a lo mejor el mal es el estado común de los seres, los existentes, incluso, y más aún, luego del cambio de estadio vida-muerte, leve sospecha es ésta especie de molestia o presentimiento o delirio que me carcome los sentidos y las buenas emociones cuando por ejemplo pienso en los animales, el horrible trato que los humanos les damos, todos somos nazis para los animales, industrializada la matanza, la corrupción de la carne, violentando sus cuerpos oprimidos, y los nuestros qué decir, el cáncer creen que de dónde vino, si no. Comer carne nos insensibiliza de tal manera que ya después, ahora, nadie entiende un carajo de qué hacemos en éste planeta, es decir, desconexión total, por mucho wi fi que se pondere. El sol no es más que un incendio perpetuo, casi perpetuo, perpetuándonos en sempiternas sombras en ninguna caverna. No confundir concavidad con caverna. Sí, pasividad con complicidad. El secreto del mal gravita entorno nuestro, y, tal vez, sólo tal vez, tiende, por eso, a confundirse con lo nuestro mismo. Eso quiero creerlo, al menos, hoy. Por Belial
POEMA FIJACIONES DEL ALMA I Por esas fijaciones de estar y no estar Escribo vuelto torrente Vuelco las palabras pocas y pobres Con que me descifro Aunque más ignoro que fijo Me estrello en el papel Revuelvo Sus dudas con las mías Sin pactos Ni mediación certera Entre ceja y ceja Remuevo esperas Afligidas Cansadas del cansancio de cansarse Calma Clamo Una tregua que el papel Me valga Nulidad circular Que me abraza ¿Dónde, dónde, estar y no estar? ¡Malditas fijaciones del alma! II Mustios sonidos brotan Alerta el silencio Se escurre Por las manos Que clavadas al cuerpo Lo instigan a levantar cabeza No ingerir el veneno No asegura la vida Así Como así Porque sí Si la canción Sigue Siendo la misma. III Y del sol ¿Qué hacer con el sol? Una bomba Pero eso ya es Y la llave Del no estar Que gravita dentro de todas las cosas.
IV Implosión al final del vértigo Precioso Preciado Prestado Por unos empeñado Por otros naufragado Vértigo cual Que de arcadas Deviene en muecas Como la risa O contorsiones precisas Como el llanto Canto de pájaro muerto Vértigo tal El paño sobre ojos arrancados De cuajo Por un pájaro ferviente de no morir –sí estarPájaro en fin Sobre un vértigo que se aniquila A sí Como último canto tal de su vida En no estar. V Fijaciones del alma Cerebro constreñido De peros y cuestionamientos Sin resolver Cuestiones la mar de imprecisas Tejido de una araña imaginaria Que inventándose un interior Conforma un cuerpo Órgano por órgano Distanciándose del exterior Y una vez definido Esto de lo otro La arañan nos imagina idénticos A como somos Y eso nos precipita los sentidos Y el saber
La araña por años Nos mantiene con su imaginación Activos Embutidos Inmiscuidos Entre la frontera (interior/exterior) que se ha inventado Hasta que de improviso Se le antoja Implosionar de azul Su círculo transparente Y entonces Sólo entonces Ya es tarde para todo Menos para nuestro fin. VI Estar y no estar Torrentes de tejidos De un ser Arácnido (E imaginario) Llamado alma (Y por imaginario, imaginativo) Brote de poiésis Cósmica (Cómica excusa del existir –y lo otro-).
VII Un trazo tenue sobre la palestra Blanca mortecina Que es la vida (Un trazo tenue) La levedad del absoluto El no freno de la energía Hecha materia Revuelco cósmico Del delirar metafísico De los dioses Imaginación desbordad En sí misma De sí misma Un trazo tenue Dirigido por el azar A veces firme A veces no Y con grandes expectativas De significar algo (No ser simple garabato) Y dignificar tanto Como nos sea Imposible
Un trazo tenue Soy yo Eres tú Nosotres Vosotres Ellas Ellos.
Por KarmenARvale
EDICIÓN, REDACCIÓN Y DISEÑO POR:
EDITORIAL FLORES EN LA BASURA Editorial flores en la basura Iquique - $hile, Julio del 2016 *** Todas las imágenes de ésta sedición son originales de Taller Patioteka, Iqq - $hile, 2015 – 2016.
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