fanzine flores en la basura núm 27 noviembre 2016

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fan zine poético

FLO RES EN LA BA SU RA AÑO 4 NÚM27 NO VIEM 2 BRE 0

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SUMARi0 * EDITORIAL «No llueve pero gotea» por Alcídez Barrankha * Cuento «De cada pájaro se obtiene una cascada» por Flora Acracia * Tocuen «Necromancy» por Pizka Rin * POEMAS VARIOS / POETAS VARIAS


“EN REALIDAD, EL CUENTO PROPIAMENTE TAL, YO NO LO CONCIBO, COMO TAMPOCO CONCIBO LA NOVELA PROPIAMENTE TAL. ME INTERESAN MÁS BIEN EN SU ESTADO DE BOCETOS, O DE BICHOS MÁS O MENOS INFORMES; ME INTERESA MÁS UN RENACUAJO QUE LA RANA COMPLETA: ME INTERESA MÁS EL INSECTO A MEDIO CAMINO, QUE EL INSECTO PERFECTO.” NICANOR PARRA

“LA FELICIDAD NO RESIDE EN LA POSESIÓN DEL OBJETO CREADO, SI NO EN EL ACTO DE CREARLO.” HERBERT READ


- La ventaja del formato revista es que la lectora, o lector, libra del tedio, pues lo textos son cortos y variados. Por ahí no se cansan tanto si la calidad no es muy buena. La calidad propia y de lo que tienen por delante. - Lo importante no es tragarse las cosas tal cual. Hay que pensar. Hay que sentir. Hay que reflexionar. Luego decir las cosas en un modo propio: bailar con tu canción y no con la que te tocan. - Poesía como subconciente colectivo, campo común de acción, creación y recreación. Humberto Maturana ahonda al respecto. - Me sé malo y poco, mas no sigo la fama ni el reconocimiento, menos aún la plata, que en esto es algo mucho más ilusorio. Es que es una empresa idealista. Quienes la asumimos sabemos el riesgo que se corre, todo el mundo lo sabe, en todo caso, por eso en general nos tildan de locos. Es que no entienden, no pueden ver el campo completo, apenas si vislumbran el reflejo de lo que vemos en nuestros ojos, la espiral de la caracola de los dioses, la concha de los dioses, seguro has visto eso tú también en los ojos de los locos. Así, al menos, es como dibujan los ojos de las enloquecidas y enloquecidos. - Igual no quiero echarle flores al oficio. Eso es fácil pero no corresponde. Yo me refiero a la gente honesta consigo misma, la que no se hace en la impostura. Digamos la cierta, la que se arriesga y afronta, vive y sucumbe, a cambio de ser ellos mismos, ellas mismas, en la aventura de vivir – morir. - He publicado por razones técnicas, más que por otra cosa que se pueda suponer, porque me han confundido con los otros, suele pasar, con los de mentira, los pantalla, en fin, si no publico me lleno de hojas y hojas y hojas y hojas, como las plantas, y como las plantas que deben ser podadas para seguir siendo - creciendo, me podo, si no me estanco, me marchito, se me escabulle la luz, el agua se pudre, no lo hago para alimentar a mi ego, aunque ciertamente a éste lo cultivo, lo curto, lo mejoro o, al menos, eso intento, ennoblecer mi alma, no envilecer mi mente ni mi cuerpo. Sé que esto no es flor común, con que sé también, por esto, cual es mi posición y ruta. - Sueno muy discursivo a veces, muy pomposo y exagerado. Sin embargo así es como afronto la vida. Esto, la verdad sea dicha, no resulta conveniente la mayoría de las veces. No lo recomiendo. No hablo para que me sigan. Cada cual a lo suyo. Mientras me dejen tranquilo todo bien. Lo digo por mí mismo. A veces no me resulta conveniente ser yo. Trato de mejorarme. Hago lo que puedo. No me verán nunca en La Estrella anunciando nada, menos lo que aún no escribo. Eso me resulta vergonzoso, sé que a otros no. Tienen amigos ahí, que les ayudan a hacerse un nombre, con estrategias de esa calaña. Es triste más bien. A mí no me invitan a nada. Mis amigos no me entienden así que no les preocupa hacerme un nombre. Y está bien, prefiero eso. El anonimato. Que no me molesten, ya te dije ya. Necesito publicar de todos modos. A veces he escrito algo bien, pero en general balbuceo a penas lo que me traigo entre pecho y espalda. Hago lo mejor que puedo, al menos quien me lea no dará con recursos baratos y fuegos de artificio, palabritas encelofadas. Si quieren leer algo mejor, la lista es larga, denle bastante de su tiempo a Borges, es primordial, eso sí.


- Parece brujería todo lo que está haciendo la tecnología hoy en día, con internet a la cabeza, pero no hay que olvidar que esto que parece tan sencillo: escribir y leer, leer y escribir, también es algo mágico. Descifrar a simple vista dibujos codificados que transmiten – que contienen diversas informaciones, emociones y vivencias, incluso imágenes y sonidos. Todo eso bastando sólo una hoja y un papel y, lo más importante, la imaginación de cada cual. Consideremos a la gente que ha sido perseguida y asesinada por esta brujería. Aún hoy esto sigue pasando: persecuciones y asesinatos. Ciertamente lo de las últimas tecnologías es notable, no obstante mucho de lo que hacen ya era posible de hacer sin toda la parafernalia con que se masifican y venden. - ¿Cómo me voy a sentar a conversar con alguien que confunde a los pederastas con los homosexuales, y que por eso, a partir de ahí, esgrimen opiniones bien funestas sobre políticas de Estado y moralidad; gente, en fin, que no tiene ninguna disposición por mejorar en la vida? - Una cosa es la lucha feminista de las mujeres, desde sus cuerpas hasta otros territorios que tienen todo el derecho de cultivar para ser y crecer. Y otra cosa es que los hombres se enfrenten a sí mismos y de tal modo a las estructuras que constriñen a toda la humanidad. A los hombres no nos corresponde inmiscuirnos en las luchas de las mujeres pero debemos, ciertamente, luchar contra todo sistema de dominación, particularmente el patriarcado. Cuando los ingeniosos hidalgos dicen solidarizar con las mujeres y abrazar sus causas lo único que están haciendo es extender los tentáculos del patriarcado a un campo libre, a un campo de enfrentamiento, pero sin la intensión ni de enfrentarse ni menos de vencer, si no que para envilecer ese campo, porque los sujetos estos lo que siguen pensando, y buscando, es poseer, dominar, las cuerpas de las mujeres ¿me entiendes? Siguen en plan conquista, en plan de satisfacer sus deseos voyeristas y de machos alfa. Y las mujeres no tienen ninguna obligación ni por qué perder su tiempo educando a estos sujetos, abriéndoles los ojos y el corazón. Suponer tal cosa es una patudez, es, nuevamente, extender los tentáculos del patriarcado, del sistema de dominación, a campos llanos, abiertos y libres. Si los hombrecitos no están dispuestos a enfrentarse a sí mismos, modificando drásticamente sus prácticas cotidianas, sus pensamientos y sentires, todo lo que digan o hagan no es más que fraude, impostura, burla y perversión. Y no se trata sólo que cambien en tanto sus relaciones con las mujeres, que comprendan que ser mujer no es algo denigrante, si no también consigo mismos, sus proyecciones en el mundo, las dinámicas con sus pares hombres, etcétera, con todo y todos, un cambio radical, un cambio verdadero. - ¿Cuando eso pase viviremos mejor?, es que esto debe pasar ya, ahora. Hoy es cuando decidimos si ser flores en la basura o basura entre las flores.


Me guardaba no sé qué rencor en la mirada, y tanto que me hacía daño cuando me clavaba los ojos, literalmente. Se diría que yo algo le había hecho, mas apenas si le había dirigido la palabra alguna vez para devolverle tímidamente un saludo. Nos habíamos visto contadas veces, casi siempre cuando ella iba llegando y yo iba saliendo. Usualmente sólo la saludaba con la cabeza. Otras, porque ella me saludó verbalmente primero, yo le devolví el gesto. Nunca he sido muy sociable, la verdad sea dicha, y en aquella pensión no tenía la menor intensión en hacerme compinche de nadie. Contaba los días para ir reduciendo los meses de mi estada en la ciudad puerto. Quería y debía imperiosamente largarme de ahí. Pero entonces la paga era mejor que en cualquier otro lado, así que me resignaba a aguantar no más. Apretaba el cigarrillo con los labios y disimulaba el hastío que me provocaba aquel lugar y su gente. Me pasaba todas las tardes, después de comer, echado en la cama, fumando e imaginando mi futuro lejos de ahí. También lo hacía para mantener la cordura que el trabajo nocturno siempre se las apaña por hacer tambalear. En ocasiones re leía alguno de mis libros favoritos, los que ni por hambre me atrevería a vender. Pero mi máxima entretención era mirar las vigas del techo. Grandes vigas barnizadas y viejas. La casa olía a una podredumbre generalizada, mezcla de vejez y caldos recocidos. Había un par de perros en el patio que ladraban histéricos la mayor parte del día. Me hubiera gustado tener acceso a ellos, seguro los hubiera calmado con algún juego de manos y algunas caricias varias. Me hubiera sido de ayuda a su vez para sobrellevar mi aislamiento. Y es que aunque prefería estar solo, la soledad puede volverse una nata gruesa y bien pesada. Una carga abultada que te constriñe desde bien adentro, primero el estómago y el pecho, luego los ojos, la cabeza, la espalda, los pies, también los muebles, la cama, la silla, la mesa, los libros, la cocinilla, el gas, la radio, hasta las paredes y la ventana. En fin, todo el mundo significaba esa carga y uno se volvía huraño y más bien triste en todos los sentidos. Tal vez ella esperaba más que un gesto de saludo con la cabeza o un tímido hola buenas tardes, cada vez que nos encontrábamos. Pero cuando se está solo tanto tiempo uno ya no sabe tratarse con la gente. Pierde la capacidad de socializar hasta en los detalles más ínfimos. Porque los detalles guardan más que la mera apariencia de detalle. Tienen profundidades. Cuando ella me saludó la primera vez, antes hizo una pausa, una pausa que yo no supe interpretar, así que me hice el desentendido y apurando el paso le devolví el saludo rápidamente sin voltear la cara. Ahí en ese detalle hubo algo que yo rompí. Sin saberlo, claro. Y lo que rompí la hizo enojar. Por ese detalle es que me llevo todas las tardes pensando en ella, además, como si me fuera un asunto de lo más importante. Ese detalle en particular me conduce a muchos otros detalles. Los de su rostro, por ejemplo. La exageración en el pintado de sus ojos. Sendos sombreados sobre sus párpados hasta más allá de las cejas. Éstas naturales y finas, enmarcándole un rostro pálido que por medio de pequeños tics se contrae en varias expresiones involuntarias pero que le dan cierta gracia. Cierta prestancia y singularidad. Nada desentona en su cara, mas hay que detenerse para contemplar en pleno su belleza. Físicamente es muy atractiva pero yo prefiero su eventualidad metafísica. Se me hace que está en la edad precisa para apreciar la metafísica complementaria de su gestualidad difusa. No sé cómo explicarla, no obstante me paso tardes enteras intentando dar con una descripción lo más exhaustiva y precisa de toda ella. Si bien la tarea es compleja si no imposible.


Ella guarda más que un mundo y está al tanto que yo lo sé. Hay un no sé qué que nos vincula. No puedo precisar qué sea, empero es fuerte y le gana terreno a mi soledad. No creo que esté enamorado de ella. Tampoco se trata de una perversión. No sé qué es, eso es todo. Hay una complicidad, ciertamente. A ella le sincera su rencor hacia mí, ésta complicidad. La transparenta sobre manera y eso la turba, la pone nerviosa. A mí me encanta porque soy un tipo solo y aburrido. Pero ella tiene una vida que no es una fuga o un simulacro. Tiene sus amistades. Creo que hasta un novio. Rutinas y horarios que sigue fielmente. Yo le represento una molestia. Lo que nos vincula, a ella le desagrada profundamente. Se le nota en la cara, vez que nos encontramos. Me guardaba no sé qué rencor en la mirada, y tanto que me hacía daño al mirarme. Un día, eso sí, no pude contenerme y le hablé, le explayé atropelladamente todas mis teorías sobre ambos. Ya llevaba ocho meses como vigilante nocturno. Mi vida social era prácticamente nula. Casi ya no me alimentaba. Para vencer al férreo insomnio me bebía sendas cantidades de cerveza o de vino, los cuales iba alternando en la medida que, a su vez, me iban enfermando. Me sentía atrapado por la ciudad puerto. Me sentía enjaulado por mi tozudez y locura, y por todo eso le hablé torrencialmente. Le hablé hasta que ya no pude decir más nada. Le hablé como si la vida se me fuera en ello. Le hablé porque estaba asustado de desaparecer antes de hacerlo. Y ella me escuchó. Me soportó en silencio y sin mostrar desinterés. Era cierto que teníamos un vínculo. Ella me lo hizo saber. Lo compartía, aunque no lo detestaba tanto como yo pensaba. Al final de cuentas lo fue aceptando hasta asimilarlo. Igual quería hablarlo conmigo. No era rencor lo que me guardaba, sino que curiosidad. Una curiosidad infantil, me dijo. Algo que le recordaba su sed de conocimiento por los insectos y otros bichitos de su jardín, cuando era niña. Esa sed de otrora, ahora yo se la estimulaba. Y sin saber, con mis silencios y torpezas varias. Expresó cierto sentimiento de culpa por haberme causado daño cuando me miraba, yo creía que con rencor, le dije, y ella me dijo que no, y me dio unas disculpas que no me esperaba. En fin, hablamos más de tres horas. Tal vez cuatro, inclusive. Y tanto que no fui a trabajar. Por lo que prolongamos la charla. En cierto momento le invité un té en mi pieza, al que ella accedió con total normalidad. Y lo bebimos. Bebimos mucho té y comimos algunas galletas de soda que guardaba. Al cabo de un rato todo se volvió azul. Era la amanecida. Lo dijimos al unísono y eso nos causó risa, pero haberlo dicho nos hizo, también, saberlo cierto, y notamos que bajaba la helada. Primero ella se metió bajo las tapas de la cama, luego me conminó a que yo también lo hiciera. Realmente hacía frío, por lo que nos tumbamos abrazados. De apoco fuimos entrando en calor. Todo acontecía de manera natural, sin forcejeos e incomodidades. Así que nos besamos, un beso cálido. El primero de tantos. Hubo caricias además, entre otros agasajos varios.


Los detalles guardan más que la mera apariencia de detalle. Tienen profundidades. Nunca había tenido un novio, fue lo que de improviso me contó. De hecho, nunca nadie la había visto totalmente desnuda. Sus senos sí que se los habían visto y hasta tocado, pero de la cintura para abajo nunca nadie, hasta esa, nuestra, primera mañana juntos. Me mostró su secreto, el secreto más grande y tierno que una mujer podía guardarle a alguien a manera de premio por quererla sinceramente, apreciándola cierta en sus detalles y abrazarla trémula y llenos de risa, alegría desbordada. Nuestro vínculo le permitió explayarse conmigo, compartirse en pleno con mi existencia. Me mostró lo que nunca le había mostrado a nadie. Eso que sólo supo su abuela madre, quien la crió, y uno que otro médico de su infancia. La razón por la que su adolescencia fuese un calvario y la adultez primera una especie de vida clandestina y paralela. No tenía un novio, sólo amigas y amigos, algunos con ventaja para besos y agarrones sueltos, pero nunca nadie vio lo que me mostró entonces. Bajo su vello púbico en vez de vulva una bolsa escrotal me esperaba, aguardándome con un testículo superfluo, coronado por un pequeño pene mutilado. Así nació, me dijo, mitad hombre, mitad mujer, suerte de sirena moderna y urbana. Esos detalles suyos siempre le produjeron asco, sobre todo cuando se excitaba aunque nunca eyacularía como un hombre, ella para ella era una mujer a pesar de todo. Eres hermosa, le dije, y la besé porque besándola me reconciliaba con el mundo y le compartía, sentía, esa reconciliación. Hicimos cucharita e instaló segura mi pene entre sus nalgas, comenzó a mecernos y más detalles nos fueron uniendo a la inmanencia eterna de nuestro amor. Luego de un rato se dio vuelta y me dijo en tono triste, soy una anormalidad. Y yo le repuse, estás de suerte, porque yo también. Su sonrisa fue el destello del sol roto destronado por la noche, e hizo, por eso, amanecer nuestros ojos titilantes de placer. Bajé, contento, dichoso, a zambullirme en el secreto que debía ser liberado totalmente, para que nunca más la atormentase, y le sumergí todo mi rostro en la entrepierna, lamiendo todas las raíces de sus vellos, sus hendiduras y protuberancias, la besé tierna y francamente, porque me sentía vivo y loco y capaz de más y más y más.



En el primer y gran disco de Quorthon descubrí aquella palabra: necromancy, y pensé, tan sólo lo pensé, puesto que no sé nada de inglés, que había ahí algo más, por debajo, por detrás, de aquella palabra, y por eso me puse a investigar. La investigación fue más bien escueta. Me limité a revisar tres diccionarios, tres versiones de un mismo diccionario, más bien: el Larousse. Las tres definiciones no variaban gran cosa pero me dejaron bastante conforme. La idea de conversar con los ya idos me pareció bien atractiva. Igual me pensaba prontamente como parte de tal gremio, por lo cual indagar sobre el terreno en que me hallaría, me pareció más que recomendable. La variedad en tiendas de libro es bastante pobre en la ciudad puerto que habito, por lo que terminé leyendo desde diccionarios del sueño hasta literatura nazi, pasando por el libro de San Cipriano y el Necronomicón. En aquel entonces el internet no estaba tan masificado como ahora, por lo cual mis búsquedas de huraño no prosperaron gran cosa. Al final, asumí el nuevo fracaso y me emborraché por unos tres o cuatro días seguidos escuchando a la banda de la cabrita, como consuelo. Luego de sobrevivir a la caña de semana y media que me contraje, decidí rastrear la palabra más categórica del disco de Quorthon. De éste modo di con “La princesa sangrienta”. La edición era bien artesanal, la verdad sea dicha. Pero me salvó. Leer a la Pizarnik era cosa seria. Me daba miedo leerla. La letra muerta de una muerta. Era como de conjuro. Volví a darle vueltas a la canción. Pensaba si acaso ya no estaba en ello. Si acaso los libros no fueran ya el medio en que unos, los de antes, los ya idos, se mantenían en contacto con nosotros, los de ahora, para sobrevivirse a la muerte, o burlarla en parte, de algún modo, y mantenerse en un puente. Me puse, casi de inmediato, en contacto con otros ya idos. La lectura es una manera de conversación mucho más agradable para mí. Y las buenas escrituras significan, por ende, mejores conversaciones. Aprendí y disfruté bastante en tales momentos. Me hice de buenas amistades y maestros. Hasta me enamoré. También asimilé que la lectura es la necromancia por excelencia, puesto que al imbricarse uno en lo escrito, reviviendo lo que el escritor dejó hecho, volviéndolo, en cierto modo, a practicar, a vivir, a través de nuestra imaginación, aquella otrora imaginación ya ida, significa ya no estar solo. Y no sólo sentirse, si no estarlo, verdaderamente, acompañado.


poemas varios

poetas varias


De esa sensación de pesadez del tiempo intento infructuosamente escabullirme ya se sabe ese sentimiento de martillo que te tañe y agarra y amarra y te sabes atrapada sin posibilidad de huir dónde sea como cuando te tienen arrinconada a una esquina mal oliente de un local de mala muerte tu cara contra el cemento y el semen mugroso de un mugroso contra tus nalgas heladas pues tienes la falda alzada mientras el alzado de turno con sus gruesas manos te tira los cabellos de la nuca y te apretuja una teta la izquierda entonces sientes cada gramo de la pesadez del tiempo ese incansable escombro que apenas si hace avanzar las manecillas del reloj o mucho menos porque se detenga que todo pare llegue a su fin porque y cuando el presente es más ruin y el miedo una nebulosa que va coartando todos tus pensamientos de esa sensación hablo escribo si bien sé que no a todo el mundo le ha pasado esto recién descrito sobre todo si sois hombres machitos bien preparados para ser ustedes los abusivos y no los abusados eso lo tengo bien presente y por sentado pero es una imagen clara cierta y sincera y por eso por tanto y no porque sí la planteo cual ejemplo de la sensación de pesadez del tiempo y una en su intento infructuoso de escabullírsele


tal vez un ejemplo menos ofensivo para el gremio masculino sea de cuando una cocina venga una labor del rol de ser mujer menos grotesca que la de dejarse someter a los designios sexuales de un hombre personificando el rol de E L H O M B R E y entonces estás en la cocina y los cuatro platos a fuegos distintos pues distintas ollas cocinan diversas maneritas de comida bien rica que sólo a usté mamita le quedan tan bien pero también debes otras cosas qué hacer entonces sientes cada gramo de la pesadez del tiempo ese incansable escombro que apenas si hace avanzar las manecillas del reloj o mucho menos porque se detenga que todo pare llegue a su fin porque y cuando el presente es más ruin y el miedo una nebulosa que va coartando todos tus pensamientos todos tus sentimientos la memoria estalla en lágrimas por el recuerdo del hecho tal más antes descrito p u e s , no se puede ser recatada señoritos míos y hacer de tripas corazón como si el abuso fuera un designio y una la pobre designada a sufrirlo aceptarlo y después cargarlo y callarlo por toda la vida


¡ M E N O S ! en la cocina si no mamita la comida no sabe bien porque se nota en la mano que el cariño fue enturbiado por cosas que ya pasaron y que por ende debemos dejar atrás si yo ya me disculpé M U J E R ya te dije que así no soy yo que fue un desliz un error algo, en fin, que no volverá a pasar aunque qué tanto igual si tampoco te resististe tanto igual no la pasaste tan mal si te gusta la weá que vení a hacerte tan la santa acá w e o n a m a r a c a c u l i á y bien culiá la culiá. . . De esa sensación de pesadez del tiempo intento infructuosamente escabullirme ya se sabe ese sentimiento de martillo que te tañe y agarra y atrapa y te sabes amarrada sin posibilidad alguna de huir D Ó N D E S E A.

IRis AnarkíA


Dama Alba La dama perdió a su hijo, su esposo, a sus padres, setenta años ya, pero aún se siente una madre, La dama nunca lloraba: Distintiva dama, Elena Alba Grietas y líneas en sus manos, acarician ahora el ataúd de su hermano, Olas de hierro lo mataron, y se le despide como buen cristiano. Elena Alba, el último de su sangre ahora enterraba. La dama nunca lloraba, sin mirar los ojos de Jesús, sin escuchar al sacristán, salió de la iglesia y se sentó en una banca frente al mar, deseando que no hubiera gente que la mirase al pasar. Elena Ruiz recordó como su hijo corría por la tierra, perseguía gaviotas, vivía en un mundo sin odio, sin guerras, a los cuatro años El Señor se lo llevó, para Elena Ruiz nunca hubo consuelo, no encontró calma en su corazón, maldijo a los ángeles, a la Virgen del Carmen, y a Dios nunca perdonó. Aún siente a su niño en sus piernas, besando sus manitos, aún siente los abrazos de sorpresa, contar sus deditos, apretar sus mejillas, besar sus piecitos. La dama recordó la última caricia de su niño, antes que el viento se lo llevara, el dolor que puede a cualquier madre desquiciar, y la dama, por primera vez, quiso llorar. No frente a la gente. No. La dama nunca lloraba, eso debían recordar. Fue a su casa, afloraban recuerdos, mas no lágrimas, “aquí fui feliz” pensó, no pudo llorar, este no era espacio para lamentos, sólo para recordar. Visitó el cementerio, su hijo, su esposo en su cama, esperando su visita diaria. No. No frente a ellos: La dama, su madre, su amor, nunca lloraba, eso debían recordar. Su corazón explotaba con cada paso que daba, sentía a su niño que siempre la acompañaba, Sin notarlo al principio un milagro ocurrió, en un callejón a pasos de su casa se encontró sin ninguna alma alrededor, “Sola, sola al fin” pensó “Sola, mi roto corazón y yo” Antes que cayera su primera lágrima empezó a llover, y por su hermosa carita corrían lágrimas y gotitas. Dios le debía más de un favor, y le dio una última satisfacción: La dama Alba nunca lloraba, y la gente lo recordará, porque eso no es un llanto, es sólo la lluvia pasar, son gotitas de lluvia, gotitas y nada más. Lacónico Glass


Yim quería participar con las chiquillas Ir a sus marchas, por ejemplo, a sus talleres Ya se sabe, Pasar la mar de tiempo junto a ellas Pero no No podía Yim no era una chiquilla Pensó en sus amigos, entonces En incentivarlos a hacer actividades Como tan bien lo hacían las chiquillas Desde sus cuerpos ir a la expropiación de otros Territorios de lucha Pero a sus amigos Sólo les iba una cosa Fifiarse al mundo Fifiarse todo lo que se moviera Yim se sintió solo Yim se sintió mal Luego hubo un gran fulgor social Miles de chiquillas alzaron la voz Una voz de muchas y variadas voces Yim se sintió mejor Pero se mantuvo al margen Comprendiendo que su vivencia era De los que contempla y aprende mediante la observación Y no porque la acción no fuera lo suyo Si no porque el estallido era sólo de las chiquillas De sus propios procesos, penas y alegrías Porque Yim también sabía que el cargaba, Aunque se resistiera y luchara por cuenta propia, Con la estructura que las constreñía Por eso su aporte era hacerse a un lado sin indiferencia Ni apatía Los amigos de Yim, sin embargo No perdieron tiempo y se subieron a todos los trenes Sumándose al fulgor generalizado Jurándose todos los más feministas Y conscientes con el malestar de las chiquillas Hicieron pancartas, lienzos y vítores Pero Yim les cerró el paso, Esa sería su acción, Y les dijo: “Los hombres que quieren ser feministas No necesitan tener espacio en el feminismo Necesitan tomar el espacio que tienen en la sociedad Y hacerlo feminista” Mas no lo escucharon Ni trataron de comprenderlo Pues, sólo les iba una cosa Fifiarse al mundo Fifiarse todo lo que se moviera. Mar Tazâle


Playa Brava

En una playa brava, con vodka en mano y Virginia Wood a mi lado, en un ataúd de vidrio estaba acostado. Golpeé el cristal, grité al cristal, Se tiñó de rojo y llovió carmesí, mi rostro tomó color, mis lágrimas se tiñeron rojas, me bañé en bermellón y me sentí vivo, le grité al cristal, le grité al cristal. Abrí el ataúd a golpes, puños rotos, vestido de rojo. No era difícil, pero no lo vi, no lo sentí. Caminé hacia el mar, por la tierra helada, vodka en mano, piedras en bolsillos, manchas rojas en cada pisada. Entré al mar, y las olas no me quisieron recibir, no me acogieron en su dulce manto, me golpearon como otros, (los que más he querido, los que más me han herido) Mi celular suena en la costa, pero ya no importa, estoy en el mar, ola tras ola acariciando, saboreando la sal, el vodka, las pastillas, y la sangre, saboreando la despedida. No me salvó un ángel, no me salvó la picada de una medusa, no me salvaron los gritos de madre ni hermanas, no me salvó el mar, ni los autos y personas que se veían pasar, no me salvó el brillo de la luna, ni un gran pez de buen corazón. Volví a la costa porque supe que ya no era nadie en ese momento, ni una sola mano tendida, ni una señal de vida, ni una epifanía de El Señor. Ya estaba muerto, y el mar lo sabía. Me bañé en bermellón y me supe ausente.

Rai Musa


“DUCASSE EN LA CIUDAD MUERTO PUERTO Las calles son un desolado vacío donde los ecos son roces perdidos el frío cala desde los huesos y el olor a meado es la camanchaca desperdigándose Naranjas son las luces de los postes y un acantilado de rocío el resplandor con que siembran las esquinas de las callejuelas apretadas del barrio el morro en donde las casas huelen a la podredumbre de la madera que las conforma hendiduras en la noche asimilan o barcos huérfanos hundiéndose de aburrimiento. Destellos tenues sobre las aceras se distinguen desde lejos la constelación de la pasta base en pleno orientando a los navegantes en sus naufragios que buscan atravesar como la misma noche se deja traspasar por hombres tristes y solos. Bares clandestinos son las casas de los vecinos que de solidaridad sospechosa abren sus puertas para compartir el espacio a cambio del vino de visitantes sin nombre conformando así islas ebrias en medio de un mar ídem y los escondites también para los crímenes que el macho humano ultraja siempre que puede contra la ternura.


Hay olor a muerto en esta ciudad harina de pescado reza el eufemismo local progreso pesticida la materia fecal con que los manoseadores de la poesía cantan en vano porque el futre les canjeó el alma nada más y nada menos que por cien palabras. El otro olor que palpita no sé si es cloro o semen tal vez sólo se trate del miedo acumulado año tras año bajo los railes de la sempiterna promesa el olvido desempereza jamás vencido tal triquiñuela. Posas de un agua viscosa fluidos corporales macerados con pena viene el vil trabajador caliente de injusticia a saciar su hambre cruel con mentiras y prepotencia pisando tales posas salpicándole a las niñas risas de rompientes filosas que dejan sangrantes las comisuras de sus párvulas bocas. Miedo para qué dicen los travestidos mirándose en la luna difusa guiñándole un rezo cómplice plegaria al ningún dios que las venera en secreto venérea es su alianza más bien con las calles céntricas concentradas por pérfidas máquinas conducidas por el vaho oscuro del tránsfugo humano sediento de poder barato.

La sangre es el asfalto de un camino hecho pedazos a pedazos carne molida roída año tras año apretujada concisamente por leyes marciales decretadas al fragor de la inmundicia generalizada como el cementerio dos perdido perdidas también las fosas sin dirección fija donde la violación curtió el espanto al espasmo adobado asistiendo al camino actual la cosecha de los diablos. Así la prostitución más que un karma es la calma irremediable del engaño y el mal pago de los daños con que al simple mortal se le juzga de antemano por el contrabando mortal de sus sueños y alegrías triste al fin es la agonía común y prosaica en la ciudad puerto y su plagada anarquía.”

Por Aldo R. Mor


VUELTA A LA TUERCA Tomo distancia para exorcizar mis propios demonios A la tonada de la soledad Primero los incito Y me revuelco con ellos En ellos Ya luego los venzo Vencemos Y los derroto Nos derrotamos Para no confundirlos con una tregua Me salpico al agua La dejo me escurra por todos lados Ellos lo entienden Lo aceptan Y se marchan con las colas entre las piernas Yo Limpio y sanado celebro con una manzana Y su dulzor natural Que sabe a victoria infantil Pero por ello Cierta MĂĄs cierta Que el poco decoro de nuestra lucha Nuestros enfrentamientos soterrados Y violentos Ya pacificada la calma Nos aleja Tomamos distancia Y nos exorciza de toda pertenencia comĂşn Permanencia total Inmanencia de lo eterno Vuelta pura Dicha Del nicho al hecho hay mucho trecho Y aquĂ­ voy Firme y tranquilo.

Erizio Batrazio


toNada de un rediMido

Les estaba dando mi sangre, a la luz mi sangre les estaba dando, mientras leía desde el suelo, ido y temblando, temblando como una hoja, la misma hoja que leía temblaba y era sangre mi lectura, quería dárselas, pero en la oscuridad sólo escurría blanca mi sangre, esa sangre blanca del orgasmo, ese como pegamento con que me frotaba las manos, en la oscuridad, cuando solo la dejaba escurrirse, me dejaba escurrir, porque no quería dárselas, y también temblaba como una hoja, mientras escribía desde el suelo. Y el cielo era todo sol o todo camanchaca, dependiendo de la hora, y el suelo siempre terroso soportándome cuando nadie más lo hacía, porque solía volverme más y más pesado, bajo un cielo que era todo el peso de lo demás, y el silencio lo que se escabullía y dejaba escabullir, y a veces me dejaba también escurrir a mí, ahí en su río de esperas, que a la larga siempre desespera, porque no podía ver las cosas de otro modo, entonces, sólo entonces, cuando la huida contemplaba el escurrir de la sangre, temblando, temblando, desde el suelo, de día o de noche, temblando como una hoja, en las hojas que me retenían un poco en la miseria, de ser y solo, y a contra corriente del río general generalizado generalmente por todos y todo lo demás. Hoy, sin embargo hoy, debo dejarles el cauce libre, delirios, cahuines mentales y de los otros, a sus anchas, que escurran desde y hacia los otros, lo demás, porque llegué a un mar, o una laguna, que me es totalmente común y sana, y ahí, aquí, es donde hoy me libero y dejo de cansarme del cansancio general, bajo todos los cielos y sobre todos los suelos, me dejo correr no más desesperado, ni esperando qué, si no contento, riéndome a todas mis anchas y verdades. Mi sangre, a la luz es agua común con la marea tibia que mi propio sol, mi propia luna, me inocula y engendra, mi sangre roja y mi sangre blanca, nos baña y limpia, cuando abrazamos el mismo suelo terroso que nos abraza, a su vez, para cultivarnos ahí, aquí, y dejarnos crecer, y ser, así, a todas nuestras anchas.

Por Musgaño


E P Í L O G O Zaratustra descendió solo de la montaña y no encontró a nadie en su camino, había estado ya bastante tiempo en su ruco evitando a los hombres y creyó ya era tiempo de ver en qué perdían su tiempo estos ahora. Pero no encontró a nadie. Buscó en la plaza sin éxito, lo mismo en la playa y el parque. Luego pasó a una botica a comprarse una baltiloca, y fue a ganarse bajo una palmera exigua, sobre la que un pato yeco acicalaba sus negras alas. Zaratustra diestro en las conversaciones con toda clase de animales, le consultó al ave por la situación de la chusma ausente. Entonces, el volátil ser le contó porqué era que no había nadie salvo expendedores de alcohol barato en la ciudad puerto. Y lo que pasaba era que todos los humanos perdían su tiempo conectados a máquinas que les exprimían el cerebro, atrapados por voluntad propia en redes llamadas sociales. Allí se desarrollaban sendos debates más bien escasos en argumentos, rascas y pusilánimes, el caldo de cultivo perfecto, ya se sabe, de fascismos varios y otros malos entendidos. Algunas mujeres, sin embargo, utilizaban tales medios para funar las actitudes de ciertos individuos, sucios y aprovechadores, confiados todos, en los designios protectores del alero patriarcal, para ser sin crecer y vivir haciendo sucumbir a costa de su egoísmo a sus congéneres más aledaños, sin premeditar los daños, así causados. Por esto Zaratustra se dirigió al ciber más cercano y se internó en las redes, por la chusma llamada, sociales, y escribió su reclamación declamada, aquí, ahora, citada: La amistad no es ceguera/ De ser así/ No habría diferencia alguna/ Entre ayudar y perjudicar/ Y lo mismo daría/ Hacer el bien que hacer peor/ Si 1 amigo es acusado de pervertido o maltratador/ Tenderle la mano/ Es ayudarlo a mejorar/ No a seguir siendo lo que es/ Los otros –los ciegos- dirán:/Pero si tú sabes cómo es/ Y tú les contestarás:/ Por eso, porque sé es que mi hombro/ Lo que le ofrezco/ Es para que no siga siendo un pervertido un maltratador/ Mientras, los ciegos defensores del gremio/ No dudarán ni perderán la oportunidad/ Para apuntar con todos sus dedos y resentimientos/ A las mujeres/ Declarándolas culpables de todo/ “porque a los amigos se les defiende a toda costa”/ Concluirán sentenciosos/ ¡Imbéciles!/ Eso es lo que son/ Ciegos de remate/ No hay peor necio que quien a nombre de la “amistad”/ Arremete contra lo humano/ Ultrajando el sentido de los conceptos/ Porque la amistad/ En el verdadero sentido de los conceptos/ No es ceguera/ Tampoco tirar el poto pa las moras/ Es aceptación (de los hechos)/ Y transformación (de los individuos)/ Es crítica y buena fe/ En la vida/ Pues, pervertidos y maltratadores/ No son nuestros amigos/ Si no los individuos así inmiscuidos por sus imbecilidades/ Y cegueras personales/ Ayúdenles, ¡Sí!/ Pero a ser de otro modo/ A hacer de otra manera/ A rectificarse/ Porque/ Justificando y alegando inocencias gratuitas/ No hay más fruto que la podredumbre total de nuestros lazos/ De nuestros sentidos/ De nuestros conceptos/ ¡La vida!/ No sean giles cabros. Zaratustra nada supo sobre la ola de comentarios a su declamación reclamada, ni que fue tratado de maricón y resentido, entre otros improperios baratos. Pues se dirigió de vuelta a la montaña, acompañado de cerca por el vuelo amistoso de un pato yeco. Así posteó Zaratustra. Por Karmen ARvale


EDICIÓN, REDACCIÓN Y DISEÑO POR:

Editorial

FLORES EN LA BASURA

Iquique - $hile, Noviembre del 2016 *** Todas las imágenes de ésta sedición son originales de Taller Patioteka, Iqq - $hile, 2015 – 2016.

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