Sediciรณn treintAbril 2017
Congelado en el frío de un momento. Pausa del tiempo. Como mirando a un horizonte, firmamento. Pienso. Requiero de nuevas acciones legales que limpien mi imagen. Pero la ley es un invento de terno y corbata, que coarta toda acción legal que uno tome para lavarse la cara propia ante el mundo ajeno. Y no es por justicia que la justicia se hace, sino que es por conveniencia de los que hacen esa justicia, de los que la ordenan y de los que la ejecutan que la justicia se ha vuelto con el correr de los años en una cosa injusta, que casi todo el mundo justifica y aún más se apropia como en un acto casi idiota y casi mediocre, pero también casi eterno. Así todos los días se pare un monstruo, una cosa que en teoría dice: aquí tenemos un caos el cual lo ordenamos con barreras invisibles de respeto a las normas, y las normas éstas se vuelven (con el caminar de los meses) en la vida misma y la disciplina es el pan de cada día, entonces, el miedo manda a toda hora. La norma es control y el pequeño monstruo pone cara de hereje, por ende de necesidad, ¿o iba al revés? En teoría no puedes hacer esto o lo otro porque atenta contra ti y el resto de tíes que conforman la sociedad toda, sin embargo en la practica el NO tiene que ver con mantener vigente al pequeño monstruo con su cara de hereje necesitado más que con proteger a algunos de los tristes tipos y tristes tipas que conviven apretujados en la sociedad nula. Imaginemos, hagamos el esfuerzo sobrehumano de volver a imaginar como cuando teníamos edad para imaginar como suelen decir los que ya perdieron tal facultad. Imaginemos que somos parte de una instantánea, ¿una instantánea?... una foto, una fotografía, una radiografía, una imagen tiesa como quien no sabe cómo sumarse a una protesta muda, actual. Imaginemos y ahí está, el monstruo clavándonos sus garras que se llaman derechos (eso que nuestros reabuelos llamaban libertades), clavándonos sus colmillos, que se llaman beneficios (eso que nuestras reabuelas llamaban bienestar, que es algo así como estar bien pero casi eterno, o sea no más que hasta morirnos solamente). Y además de todo eso, el monstruo va haciéndonos creer y sentir la gran cosa porque nos come, ¡Vaya privilegio, señores! Nos come nuestra propia creación dirían sarcásticamente fingido los liberales y los otros que creen en ese mito del contrato social, JÀ. Congelados por un momento frío que nos aleja de toda movilización, movilidad, movimiento. Pausa del tiempo espeso, coagulado por tanta patraña. Como mirando a un horizonte carente de sentido, bajo un firmamento cubierto de humo, polvo y niebla de ácido. Qué lindo. Tocemos. Requerimos de nuevos métodos violentos que limpien nuestras almas ya quebradas de tanto trabajar, dormir mal y malgastar nuestras ínfimas vidas. Pero las ideologías, planes insurrectos, religiones varias, partidos políticos, movimientos sociales, frentes de choque, escuelas de cuadros, células, grupos afínes, colectivos, frentes amplios, bloques y pedazos de algo son un invento del miedo mal enfocado que coartan toda acción real que tomemos desde la ficción e intentemos volver cierta sobre la incertidumbre que la vida precaria nos invade en nuestros actos, lavándonos la cara y lo que nos queda de conciencia, en fin volviendo ajeno lo propio.
Y no es porque sí que todo se hace o deshace, sino que es por conveniencia de los que hacen y deshacen a su antojo, con sus inventos como el Estado o el Mercado, todo con mayúscula dicen ellos, y nosotros por acá abajo y a la izquierda (A)catamos. En teoría no puedes hacer esto o lo otro porque atenta contra ti y el resto de tíes que conforman la sociedad toda, sin embargo en la practica el NO tiene que ver más con mantener vigente al pequeño monstruo eSTATAL o del mERCADO, y no tanto con lo que nos promete la tele, o sea con proteger a algunos de los tristes tipos y tristes tipas que convivimos apretujados/das en la sociedad nula. ¿Que votaron la reforma ocho mil quinientos treinta y nada ayer o anteayer o el otro año?, ¿Que te bajaron el sueldo otra vez en la pega y no dijiste nada y nadie dijo nada, otra y otra y otra y otra y otra y otra y por otra vez?¿Que sigue subiendo el consumo de pasta, el precio de la vida, del petróleo, del pan, de la cerveza, del cigarro, del limón, del agua, de la luz y de los demás productos de consumo básico, mientras baja el y la ser humano, directo y de picada al fondo de algo así como su existencia?¿que metieron preso a otro compañera por querer vivir mejor, sin mierda tapándonos los oídos? …y es qué antes de esto hubo un tiempo en que todo era desorden, decías tú. Decías que todo iba mal, y que se debía a que no había pequeños monstruos protegiéndose, o sea protegiéndonos de unos y otros, de los unos y de los otros. Y porque había un caos tal se creó éste eSTADO de orden y paz. ¡Que afortunados somos! Congelado en el frío de un momento. Pausa del tiempo. Como mirando a un horizonte, firmamento. Pienso. Requiero de nuevas acciones legales que limpien mi imagen. Pero la ley es un invento de terno y corbata, que coarta toda acción legal que uno tome para lavarse la cara ante el mundo.
Nunca hasta hoy me había parecido tan ilícito, tan improbable y trémulo, el hecho de tener, como se dice, “la pluma en la mano”. Y, en definitiva, tan imperdonable. Parece una historia fantástica, borgiana: la historia de un escritor que tras trabajar como un negro por ubicarse en los límites de la historia, que no de la “gloria”, descubre al cabo de los años, poco antes de morir, que no ha escrito jamás, porque no ha sido leído. Y es que, para transgredir de una vez los bordes del resentimiento, hay que insistir en aquello de la condesa provenzal, que decía que la única remuneración de la poesía era ser comprendida; no se trata de fama, no, sino de algo mucho más modesto. Algo tan modesto como saber que la literatura no sirve más que para ser leída. Johannes de Silentio
Hay personas a las que la cabeza sencillamente no nos da para este mundo. Para entenderlo, captar el cómo funciona, el modo en las cosas y sus secuencias que lo mueven. La forma en que transcurre se nos escapa. No tenemos para retener los sucesos que lo acontecen y así beneficiarnos con el mismo. No sabemos por qué nos pesa el mundo, lo sentimos tanto, calibramos cada instante. No hay manera de que nos haga sentido habitar un mundo así, tan ajeno, distinto y distante al accionar de nuestras cabezas. Personas así, inevitablemente vamos a parar a la calle. Pues no nos da para tener casa, ni familias, ni trabajos, es decir, rutinas. Se nos escabullen tales nociones, nos desproporcionan la capacidad intelectual e imaginativa. Las estructuras lejos de absorbernos, nos chocan y casi nos destruyen. O digamos que sí, que nos destruyen total pero no tan fulminantemente. El fulminantemente no resulta tan instantáneo, deviene en algunos años entre el primero de todos los choques con que se nos exige vivir bajo el dominio del mundo y el último. Yo lo sé, esto me cansa, nos cansa a todos y todas, pues no absorbimos a las estructuras tampoco, aunque mucho, estas se la apañen porque las empecemos o terminemos de absorber. Y ver entonces podamos, y poder, al mundo cómo es, nos dicen los que dicen cómo todo es. Y sin guías ni pautas sólo nos queda, si hemos de vivir, hacerlo, sin timón y en el delirio de cada cual. Su faceta imaginativo intelectual proveerá los cómo, cuándo y dónde. Así las cosas, los sin casa apropósito, es decir por cuenta propia, somos gente loca. Es un sitio helado la vida, sólo es cálida cuando acalora el sol a deshoras de la resaca y el asfalto te tuesta la piel descubierta de tus ropas. Te sabes despierto pero no te animas aún a abrir los ojos. Oyes la risa, no sabes si lejana o próxima, de niñas niños pequeños y mujeres hombres jóvenes reprimiéndoles. Obviamente rodaste de la parte del pasto de la plaza en que duermes de cuando en vez, porque los pasos no te alcanzaron a llevarte al refugio donde te proteges del frío con que la naturaleza hace su aporte al sitio helado que la vida es. El viejo Benjamín te prestó sitio tantas veces para pernoctar. Disfrutaba de tu compañía, poder contarte sus andanzas, alardear con su edad, pues parecía mucho menor de lo que era, o de lo que decía que era. El viejo Benjamín no tenía patrón y ese era su mayor orgullo, por eso cuando lo recriminaste por ser rutinario fue tanto que se molestó pero ni una chuchadita te echó, y después de pensarlo hasta se rió. Y te dijo: mi patrón es el hambre, Fidel. No, mi patrón es el tiempo, Fidel. No, tampoco, mi patrón es la costumbre, Fidel. Menos. Mi patrón soy yo mismo y punto, Fidel.
El viejo Benjamín que se levantaba al alba, todos los días, a recorrer la ciudad puerto, o a dejarse recorrer por la ciudad como bien decía él mismo, yendo a la busca de fierros para vender, y así tener algo que echarle al buche y al sueño, cuando ya era de noche y se volvía para su ruco. Ahí lo esperaste tantas veces, cuidándole el cuchitril de los marinos de mierda que se lo querían quemar, por eso ahí te dejaba de punto fijo, para que no fuera a ser que perdiera sus pocas pero precisas cositas. El viejo Benjamín que te enseñó re tantas papas pa tus primeras andanzas con la lleca. Un día desapareció, sin embargo, o lo desaparecieron o te desapareciste vos mismo Fidel. En su mayoría eran gente buena, gente que te decía: voh cabro no serví pa la calle, la calle hace mal, ándate pa tu casa, no hay nada acá pa voh, devuélvete pa los tuyo, la calle te va a hacerte mal. Y como no te ibas se reían, te aguachaban y se dejaban aguachar, los inundaba a ellos y a ti, a todas y todos, esa inmundicia humana que se confunde con la ingenuidad infantil, una suerte de bondad pero ultrajada porque en la calle las cosas y las personas no son lo que parecen, lo que manda, lo que sigue mandando, es lo mismo que al otro extremo y la gravita la misma perversión. Así es el poder como dinero o desquicio, y aunque, sí, la mayoría de las primeras personas que conociste, que te conocieron, eran buenas, sus almas y cuerpos sorteaban el envilecimiento con la misma ceguera que los del extremo inferior o exterior del orbe. Lo que te decían era cierto. La única bondad sincera que les brotaba sólo les alcanzaba para decirte eso. Todo lo demás era aprovechamiento, egoísmos desbordados por los límites carcomidos de la desesperación y el odio. En la calle, luego lo sabrías, hacen nata las lacras más tóxicas y humanas, y se confunden, lo confunden todo. Aun así en su mayoría eran gente buena a su modo o al modo no bueno o gangrenoso del gentío generalizado. Por aquel entonces ni siquiera intuías el desborde de las desesperaciones humana, los deseos de propiedad del espíritu y la carne flagelados. Eras un mero pichón jugando a ser palomita. Por eso, se reían de ti, se burlaban, a la par que te deseaban. Te salvaba no obstante, no estar a la intemperie como todos ellos. Pero ya después, cuando te supieron cierto y abandonado, es decir, sin hogar, ¿qué te hicieron, Fidel, lo recuerdas?, cuando te torcieron el brazo aquella noche informe que tus sueños nunca pudieron alterar del todo, para salvarte. Te obligaron a comer arena, ¿no? Te torturaban porque te sabían cierto en su mundo, en la intemperie, uno dentro de uno con la lleca, por eso, siguiendo aquel siniestro rezo te bajaron el pantalón, ¿recueras cómo se volvió todo tan helado, entonces?, el frío que de improviso te pareció amigable, porque lo cálido era desagradable y húmedo, y se acercaba a ti por la espalda, y pudiste palparlo con tus nalgas heladas, ¿recuerdas cómo te introdujeron el miedo que te alejó de la ciudad puerto?, tuviste que escabullirte de polizón en un camión por la madrugada.
Te fuiste de vuelta a la pampa. Allá comiste piedras y ripio para sobrevivir. Y para no dormir te obligabas a caminar durante toda la noche cual sereno de ningún cuartel. Conviviste con todos los fantasmas del desierto. Supiste que la pampa es en verdad una selva metafísica, Fidel. Pasaste meses largos y míseros huyendo de ti mismo y tus miedos. Hasta que te encontraron medio muerto unos tipos mineros. Así volviste a la ciudad puerto, otra vez. Al área psiquiátrica del hospital del cerro, donde viste el espectáculo de los locos escapándose desnudos cerro arriba hacia la nada creadora, robándose sábanas tendidas al paso, jugando, así, a que volaban cual grandes mariposas albas, aunque demasiado pesadas para sus finas y limpias alas. Espectáculo de aquel lado de la ciudad puerto, nicho de veteranos y pasteros, entes, en fin, que quedaron debajo de la mesa donde otros se festinan la vida. Era triste espectáculo, parte del paisaje ignorado apropósito, pero tu Fidel, por miedo a los crápulas te mantuviste ahí, loco y sincero. Ignorado apropósito, también. Vino otra tanda de meses a librarte a la calle. Te reubicaron en una casa de acogida. Aceptaste creyéndote a salvo por no ser ya parte de la lleca. Sus huestes, ya lo sabías, o creías saber, no atentan fuera de sus dominios. Rara vez lo hacen, pues las consecuencias si no nulas, son menores en campo propio. No dudaste de tu suposición. No convenía, la verdad, poner en duda algunas cosas. Por eso te trataste de amoldar. Seguir rutinas. Sopesar la inercia de la costumbre. Jugar a que crecías y formabas parte de protocolos. Asumías, así, las convenciones sociales. Todo fue en vano. Tus cahuines mentales fueron más fuertes. Una triste báltica de vez en cuando, se volvió un botellón y luego una petaca. La desesperación se desperezó y el rezo volvió fuerte a tu cabeza, abriste la senda, y la lleca volvió a resignar tu dulzura. Eras un muchacho romántico, Fidel. Con alma de poeta, esos bien cursis y maricones. Tal vez por eso te enyuntaste con el Caszely. Suerte de Withman en la desgracia total. Tú supiste de sus versos inventados al calor del alcohol barato y de sus besos que sabían a neumático seco, ya quemado. Ese era otro romántico. Muy niño para sus sesenta años. Muy ingenuo para el envilecimiento generalizado. Nunca te culió porque se dormía antes. Puro arrumaco era lo suyo. Un delirio de dramón mexicano pero sin damas mujeres. Cuando lo mataron no pudiste llegar a tiempo. A tu viejo, Fidel, te lo apuñalaron y no pudiste estar con él para evitar el desangramiento de sus vísceras. Y qué fue, ¿un asalto?, ¿quién sería tan cabrón o canalla?, pensaste entonces, Fidel, ¿lo recuerdas?, e hiciste una lista larga que te aburrió el hacerlo, por lo larga, con todos los sospechosos, tú y el propio Caszely entre los primeros lugares.
Y te pasó porque ya andabas con el Yimi, fumando turri por la plaza del Likos, ¿te acuerdas, Fidel, de esa? De ese infierno no se vuelve, te había dicho don Manuel, el que limpiaba autos altefren mismo del Likos, cuando después te invitaba al hogar de cristo. Te veía como a un hijo, don Manuel, pero tú no te ibas a juntarte con él. La vida se te iba por cinco minutos más con el Yimi, ese triste fumón que también apuñalaron, tú mismo lo apuñalaste, porque el perquinazo se quiso pasar a caca con un niñito perdido en Cavancha, tú lo defendiste, lo rescataste y se lo llevaste a los pacos, les dijiste que lo encontraste llorando solo en la calle, omitiendo que el desgraciado del Yimi se lo había robado, entero de aluscináo, del coche mismo a la despistada mamá. A pesar de todo le fuiste leal al Yimi, ¿o era que te estabas cuidando el rabo propio no más? En la lleca nunca se sabe, pues nada es lo que parece. A la Mirna después se lo confesaste porque no dabas más con la culpa, pero ella cayó enamorada al instante, por tu heroísmo. Hicieron el amor, te dijo ella luego, porque culiar era un coso feo, lo que hizo contigo fue el amor, entonces. Tú le creíste admirado y también caíste lelo. Te volviste su pareja y no sólo para estacionar y limpiar autos por los deptos del Morro. Te invitó a su ruco, bajo los mismos estacionamientos. Ahí te asustabas del mar, el ruido violento de las olas y las historias que la Mirna te contaba sobre salidas y subidas de mareas y hasta de olas gigantes. Te le apretabas asustado, la cuchariabas re tanto, así la mar de veces terminaban o empezaban haciendo el amor, a su decir, otra vez. Recordarás que aunque no la encontrabas muy atractiva a la vista, cuando se encaramaba a los vehículos para lavarlos mejor, decía ella, igual te palpitaban los celos porque la Mirna dejaba a vista de todo el orbe sus nalgas y pechos desinflados. Es que no sólo te daba calor por las noches, por eso cuando salían a pasear la guagua, en otras, y se colgaba de tu brazo contándote sus incongruencias, tú te preguntabas que qué hacías con esa mujer del gancho, si tan enamorado no estabas y mucho no te gustaba siquiera, pero era un buen refugio ante la lleca, porque si algo era la Mirna, la Mirna era chora, choriza de rial, te protegía de perros y pelafustanes varios, te quería re mucho la Mirna weón y voh qué le diste weón, cómo le retribuiste: ¡Dejándola tirá cuando quedó preñá! Hay que ser muy desgraciado, Fidel. Ni siquiera mediste la posibilidad de que abortara, de que se descompensara, de que las garras de la pasta base la volvieran a enjaular y que volviera a prostituirse por nah. Tú sólo huiste, otra vez, para la pampa, la recorriste mil veces, de Huara a Trinchera, chupando piedras y rumiando ripio. Así, cuando nació tu crío no supiste que la Mirna lo parió en pleno centro de la ciudad puerto, en Vivar con Mejillones, a las cuatro de la mañana. Ni que la Mirna, la santa Mirna de los perros flacos, se te murió a las seis A.M. en el hospital regional, sola y triste. Ignoraste el desarrollo de tu washo peláo, nunca adoptado, pasado de hogares a casas de acogida, como tirado a la
chuña cual perro flaco de la jauría que su madre lideraba y que formó para salvaguardarse de la lleca cuando voh, el papito del año, decidió dejarla sola porque tuviste miedo de pisar el palito. Sí, así te lo planteaste el problema: yo no sirvo para pater familia, para familia alguna, mi cabeza no anda bien, yo no soy como otros. Y tu cabeza hizo paf!, y apretaste con viento fresco hacia la nada creadora. Mi mamita alcanzó a decir, antes de partir, exhalando su último aliento: Fidel. Así que lo primero que me chantaron en este mundo ajeno y mezquino que nunca me quiso, fue el nombre de mi progenitor, quien me hizo nacer en plena calle, una calle que jamás me abandonaría ni perdonaría. Te encontré, luego de años, todo viejo y cagado, papito Fidel. Viviendo en un colchón apolillado frente al super de Manuel Rodriguez. Claro que al principio no supe que eras tú. Te busqué conversa y tu desconfianza curtida por años duros, te mantuvo alerta. Nos conversamos dos bálticas aquella tarde. Y por lo que me contaste te descubrí y supe cierto. En la calle muchas cosas se saben porque las recuerda el aire pestilente que surge de remover algunas cosas. Basuras para la mayoría de la gente. Vidas, más bien, para otras, muy pocas. Así, sin saber que te rastreaba, seguí tus pasos papito Fidel, pero yo empecé más cabro y no revelándome contra una familia normal, porque nunca la tuve y ni siquiera por cuotas, normalidad. No obstante, tampoco quise ser ampón o bandido, mechero sólo como hormiga para comer y no andar en pelota, ni me tragué el cuento del lindo. Tal cual mis madres y padres me bifurqué de todo, aunque más vivaldi. Aprendí a malabariar. Unos mochileros me enseñaron a leer con ¿Qué es la propiedad?, y por ahí supe de linyeras y crotos, porque los acompañé más al norte, salí de esta región penosa, fui al sur después, estuve en okupas y la mar de faros propiciaron mi conquista del pan. Borré mi nombre tantas veces. A veces me llamaron Juanito, otras Roberto, Emilio, Manuel. Hasta Amanda y Sofía quise ser y lo fui y feliz. Canté, bailé, escribí. Probé personas de todo el orbe. Hice el amor y el odio. Me hice punk. Me drogué con todo. Hice las de Kiko y Kako. Conocí la comprensión, la empatía, la fraternidad. Abracé la vida, la quise, sin poseerla. Corrí, caminé, me deslicé. Jugué a ser y hacer y nunca tener. En fin, ya había empezado peor como para terminar del mismo modo. Me sentí libre, liberado, esperanzado. No más que todo vuelve. Volví yo también, aquí a la ciudad puerto. Y sin buscarte, te encontré, papito Fidel. Supe entonces que nunca te perdonaría, no hay cómo, si ni siquiera te sabes cierto. Eres un fantasma.
Una de aquellas últimas tardes que estuviste despierto, me miraste y me dijiste: esta paz silente, esta calma repentina y efímera es como les tributo a mis amigos muertos, sus enseñanzas y experiencias compartidas, yo también morí un día, un hoy que aún no llega y que, no obstante, ya fue; cuando esta calma te toque sentirla, entonces pensarás en mí y sabrás la epifanía común de la gente loca, la que vino sin saber servir a un mundo que, de cualquier manera, poca importancia les dio. Para mis amigos muertos.
Serán procesados quienes intenten encontrar una finalidad a este relato; serán desterrados quienes intenten sacar del mismo una enseñanza moral; serán fusilados quienes intenten descubrir en él una intriga novelesca. Por orden del autor Per G.G. El jefe de órdenes* (*en: La casona, de Juan Carlos Onetti)
Mientras escribo me siento justificado; pienso: estoy cumpliendo con mi destino de escritor, más allá de lo que mi escritura pueda valer. Y si me dijeran que todo lo que yo escribo será olvidado, no creo que recibiría esa noticia con alegría, con satisfacción, pero seguiría escribiendo, ¿para quién?, para nadie, para mí mismo. Jorge Luis Borges
LA CORROSIÓN DEL CARACTER Los hijos de los que trabajaron, los hijos éstos crecieron sin trabajar, sin ver el trabajo, se fueron por un atajo, acortaron camino, quisieron tomar, y pudieron, incluso, el camino más corto, más ligero, con menos curvas y piedras con las cuales poder tropezar. Nadie se convierte en un testigo de por vida de la historia de otra persona, así es como sus padres, los padres de estos niños privilegiados, se fueron muriendo en su propia historia, en su propio día a día, se fueron quedando sin aire sus palabras, sus lamentos fueron puntos suspensivos, y su vida ningún relato, sus hijos, privilegiados niños de clase media, les asesinaron. La inestabilidad es algo normal entonces, las condiciones de la nueva vida se alimentan de las experiencias de los hijos de los trabajadores, los niños de clase media, qua a la deriva van por el tiempo. Sus rostros huelen a whisky, su miedo corroe sus ratos libres, viven en saltos, asustados de las sombras de su jardín, ya los castigarán piensan, ya los castigarán creen, por jugar piensan, por jugar creen… que los juzgarán ante sus propios sentimientos. Los corroe por dentro la velocidad de los días, sus propios calendarios se vuelven viudas de los soles y de las lunas, que ya no divierten. Muere la afirmación de los valores, muere en el gran ronquido de sus padres al dormir el gran sueño, después del gran siglo del trabajo, del sacrificio, del bienestar, de lo acumulativamente seguro, de la sagrada movilidad, ¿qué digo? Si no es por sus padres que sería el asesinato, que sería el suicidio de sus propios hijos ante el crepúsculo del relato lineal, la vida más o menos segura, que aseguraba una cama tibia, una garrafa de vino, un par de amigos, un tren para surcar el gran desierto y partirlo en dos mitades de naranja seca, y ser compañero de una señora más señora y más mujer que cualquier mujer sobre la tierra, y ser ejemplo de un par de hijos con una hija para seguir en la tierra aún después de muerto. A largo plazo, el pequeño trazo de un par de vidas humanas. A pequeño plazo, el corto segundo, el cuarto de grano de arena que con otros cien forma la lagaña en el ojo izquierdo del gigante tiempo que duerme sus horas, sus horas luego de haber conversado una java de vino con el gran dios Pan. Los hijos de los que trabajaron en este recóndito tiempo apenas vislumbran lo poco que apenas alcanzaron a vislumbrar sus padres, y se contentan, se contentan idiotas, ni siquiera idiotizados por el alcohol o el amor, idiotizados más bien por mérito propio. Y así a la deriva su barca que cursa el mar ebrio, sin razón o motivo claro, se pierde, tras los tumbos, se pierde y se asesina por segundos tras cada tumbo, tras cada segundo de añoranza de un sueño en que trabajan, en que trabajan como sus padres, y sí, odian tanto aquello, que el sueño no se vuelve a tiempo real.
Por Nylon Silva
El silencio emparenta Imbecilidad e inteligencia Si callo paso por la segunda Siendo que hago nata con la primera Y por eso Cuando quiero salir de mi letargo Y rompo lo que no digo Diciéndolo Queda al descubierto sólo la primera Sin rastro alguno de la segunda. Igual pasan cosas que yo ignora Esa ignorancia también emparenta Con inteligencia Como la letra i en todas ellas Incluso indiferencia
Soy dique de mi propia espesura Que me define y que a su vez Ignoro No la entiendo Y a veces dejo sobrepasarme Entonces, la cago Dejo de ser el otro De fraude paso a sentirme yo Imbécil Y caigo por mi propia tranca Dejando al descubierto Ignorancia Sin rastro alguno de Inteligencia.
Pero yo hace las cosas de otro modo Hace y deshace sin saber Ignorando indiferencia Imbecilidad e inteligencia Es de un modo impreciso Y eso le da mucho más bonos Pues su impericia pasa por ingenuidad E instrucción en deberes más altos. O sea que el quedarme calladito Lejos de anularme Me anuda Con las situaciones que buscando adrede No encuentro Pues, apropósito no paso de un imbécil Siempre que me contenga Dándole anchura al silencio Inteligencia hará lo suyo De un modo que –era que noNo comprendo Aun así, más allá de los bonos, Me siento fraude No yo Si no otro en mi lugar Encausando mí destino.
Por Archun Díaz
Noches enteras de interrogatorios al espejo negro que es la tele apagada frente a la cama Donde me recuesto las horas y me re rasco los espacios sinuosos de nada Que me gravitan desde adentro para afuera Al modo de signos interrogatorios por la alergia esa que es mi vida Porque se me hace tanto re difícil asumirla y hacerla a mi modo Son muchos los factores que agravan la situación fortuita de estarme a este lado del suelo Considerando de entrada que no hay voluntad propia en el hecho primero de estar acá Me nacieron y sí me mantuvieron por largos quince años Hasta que el sol me desbordó con su perpetuo incendio de amanecidas y atardeceres Y me supe en franca molestia con los tonos Todos Con que la vida te la pintan y cantan Para que la bailes de tal y cual modo Me enrabié claro me dije esto no es lo mío Y aunque no supiera qué sí era lo mío me desacaté Le dije al mundo Dimito Y si bien me paso Noches enteras de interrogatorios al espejo negro que es la tele apagada frente a la cama Donde me recuesto las horas y me re rasco los espacios sinuosos de nada Que me gravitan desde afuera para adentro No lamento mi resolución Al contrario la festejo Invitándome a cordiales borracheras y comiditas varias Donde cuando y como Me reintegro al fluir propio de mis sentires y razonamientos Contemplo al cosmos desde la humildad de mis huellas temporales Y al viento lo abrazo fraternalmente Cubriéndome con todas sus hojas Dudo y escarbo Y me encuentro sobre mucho en las preguntas Que en las respuestas Que difusamente me informan Sobre esto y lo otro.
Por Iris Anarquía
Estamos en el futuro Miren por las ventanas hacia afuera ¿Ven algún árbol? Pues no, para qué si el progreso es de concreto Cerámicas y rejas Por eso no hay suciedad, así, de hojas caídas Esparcidas por el piso Ni la repetitiva urgencia de regar ¡Un gasto más! Y peor se arma barro Y los perros se ensucian para luego Ensuciarlo todo Los muebles La alfombra El auto Estamos en el futuro Miren por las ventanas hacia afuera ¿Ven a alguien? Pues no, pero aunque no hay nadie en el exterior Todos y todas estamos conectados A través de la red virtual ¡Eso es desarrollo! Las máquinas nos guían los pasos Computadoras cada vez más sofisticadas Mejorando nuestra calidad de vida Estamos en el futuro Miren por las ventanas hacia adentro ¿Ven algún libro? Pues no, leer para qué si el pensamiento es cosa del pasado Del siglo de las luces más o menos Hoy por hoy Que, ciertamente, ya es mañana Lo importante es sólo actuar Porque todo ya está pensado Pre configurado Pre cocido Para sólo disfrutar A partir del consumo La compra y venta es el ejercicio primordial Acción más básica que respirar Estamos en el futuro Siéntete feliz Acepta las cadenas No Nos compliques.
Por 0rweLiana
ELLA DIJO: Quizás las mariposas De tu estómago quieren salir I Yo Apoyado en la cocina sonreí Luego Vine a anotarlo al baño Y mucho antes Cavilé sobre el asunto Al calor de un cigarro Las volutas de humo Acaso me insinuaron mariposas A la imaginación O el nerviosismo La angustia Del veneno Vinieron a alertarme sobre la posible Derrota Que en todo acto humano Pervive Asolapada. Yo No sé Y eso es todo Apuro el vaso Cuando Amaso el recuerdo Y el difuso lugar En que se agrupa Al final Sólo es miedo Lo que me hierve por dentro Como un caldo.
II Piedra Fría piedra A mis espaldas Faldas Y autos veo precipitarse En mi vista Paralela Al perfil del último barco En huida De esta triste Ciudad puerto.
III Respirando Como un martillo Clavando A lo lejos Espío El suave vuelo De pájaros negros Desafío La nostalgia de no estar acá Acurrucándome.
IIII Lentejuelas sebosas escarbo Sobre el lomo del perro Que vino a hacerme compañía Me lamió las canillas Y contempló mi existencia Con cara de no fingida Ligereza.
Por Ymiloe Torreba
VIERNES VEINTICUATRO De escritura atolondrada Mi existencia se ahoga en el último sorbo Que doy sobre el primero Apurando todos los pasos Me estrello de cara contra el piso Ahí amontono mis lamentos Precipitadamente Los apilo sobre la hoja En la que me siento al fallar pararme Desequilibrado mi andar Me caigo sobre mi sombra Y toda la tarde me la paso Despegándome las letras del pantalón A ver qué dicen hoy A lo mejor por ahí me acerco más Al menos un poquito A eso otro Con que los otros Tan seguro parece que caminan Por sus calles de escarcha Y calamina.
Por Erizio Batrazio
CADA VER FELIZ Cadáver feliz es una cosa así como un ser humano pero sin vida o sea tiene una vida pero esta privado de vivirla de disfrutarla aun así es feliz porque le dicen los mismos que le quitan su vida que sin ella puede ser feliz puede ser feliz sin educación pero con títulos universitarios puede ser feliz sin compromisos pero con leyes puede ser feliz sin tiempo para sí mismo pero con trabajo sin recursos pero con crédito sin recreación pero con alcohol y otras drogas hasta puede libertarse sin hacer grandes sacrificios sólo los de la caña al otro día puede reírse pero siempre que sea de la desgracia de otros o del otro en general total sólo es el otro puede llorar pero escondido y exclusivamente de depresión de desesperación silenciosa como dicen los pinfloi puede gritar pero siempre que sea insultando a su prójima más cercana puede reclamar pero solo entre otros cadáveres felices para no parecer un anarquista putópico puede creer pero solo en lo que TVMatadero le dicte puede expresarse pero no mucho y siempre cuidando las apariencias puede disfrutar pero sólo cuando sea pagando puede amar siempre que esto implique cosificar lo amado para así volverlo propiedad privada puede participar pero solo por medio del voto y sintiendo el espíritu de viejos cadáveres felices dentro de sí o sea conformando partidos políticos derechistas o izquierdecistas puede quejarse pero siempre que cumpla con las cuotas anuales de compras y votos. Si no los otros cadáveres felices le hacen la ley del hielo y le inventan cuentos, como que es loco o putópico. El cadáver feliz confunde la justicia y la política con la corrupción y la descomposición de la sociedad, confunde el orden con el robo de sus vidas y sueños, confunde lo sano con la esquizofrenia que le vomitan a diario y todos los días y todas las noches, confunde trabajar con embrutecerse, vivirse con morirse, libertad con alcoholizarse o drogarse, rebeldía con estupidez, organización con control y manipulación de intereses, ciencia con poder elegir o decidir por otros. El cadáver feliz se niega a verse como vivo, como animal, como planta, como parte del todo, se niega incluso cuando trata de liberarse. Se niega a ver en la anarquía la vida, en el trabajo la autogestión, en lo cotidiano la confianza y el apoyo mutuo, y en sí y en lxs otrxs al amor.
Por Raiskara Musa
Fuego de atardeceres rotos Por el ultraje de estar sin ser Ni saber que lo que es Hoy No lo eres Por mucho que lo repitas Repitas Repitas Y repitas Hasta que un buen día Te dé por destruirlo todo Los atardeceres por ser Con su fuego Que te expandirá los deseos De estar ahí Aquí Nunca antes más antes que nunca Saltando junto al fuego en el agua Vitrales de la mar océano Si Te cortaste alguna vez con los vidrios de una botella Sabrás de lo que digo Y viste la sangre a contraluz del amanecer Mezclándose con el alcohol Tus dedos pareciendo de mentira Sobre todo ese Fuego de atardeceres rotos Por el ultraje de estar sin ser Ni saber que lo que eres fuiste serás Entonces No hoy Cuando ya es el crepúsculo de tu alma Sin alarmas Ni repeticiones Repeticiones Y repeticiones Pega tu nariz al vitral de la mar océano Y 100 te el Fuego de atardeceres rotos Mezclándose al sudor del tiempo Al vaho que es este espacio que nos gravita Y escucha Porque no hay otro sentido Disponible para tu ser y estar Más vital Que siempre. Por Musgaño
La falacia que es todo Nos oprime cual mentira Apresa a la realidad En un querer vivir Sin ganas Aullamos un rato Y pateamos nuestras esperanzas contra La pared Nos fumamos el silencio con Una excusa que parece calma Aunque, por supuesto, no lo es Gozamos el triunfo del trabajo Desvaneciéndonos como el humo De un cigarrillo colándose entre enredaderas Medias verdes, medias secas Buscando la cara que el sol Se niega a mostrarnos Solo nos alcanzan los movimientos para Escribir algo Para pensar algo No mucho Y luego de estas horas de ocio Viene el famoso trabajo, que Nos brindará todo esto ¡Vaya sacrificio de la vida! Someterse en la espera Transformarse en una espera Esperar por un descanso Esperar para ya dejarlo La arena se ríe Perfecta, Sin figurarla en una playa Optamos por encender los ojos negros Del televisor.
Por Ninfauno
Qué lenguaje el de las estrellas Es cuando titilan a lo lejos Un lejos que se Nos hace tan cercano, sin embargo Por añadidura De nuestras cabezas Y nos dicen, las estrellas, Mediante qué códigos y escaramuzas Lo tan tanto necesario Para vivir sin preocupaciones ni espantos Qué lenguaje será aquel Que se descifra a sí mismo Cual piezas de un rompecabezas Tetradimensional Metasugestivo Imperativo y yuxtapuesto Grito y grieta Piedra Papel Y tijera Del espacio sideral. Qué lengua lo bate Al ese abecedario luminoso De eses rotundas Y coloridas El alfabeto de les dioses Sonoridad multicolor del tiempo Lengua inmanente de lo infinito Alarido de soles rotundos y exagerados Quebrados Y repuestos Besos al aire negro Lluvia invisible Viento celestial sin rumbo fijo Señales de humo a ningún lado Puente entre siglos sin rostros Tibio manto de una espera Con forma de esfera Vista desde lo dentro de adentro
Blanco, rojo y azul Estrella Rojo, blanco y azul Estrella Azul, blanco y rojo Estrella Infinito ha sido tu recorrido Hasta mí Chasqui de luz. Por eso Toma descanso en el negro De mis ojos Reposa ahí tu fatiga Y calma tu respiración agitada Hasta reincorporarte Imaginación Y flor común con mis palabras Estrella Tu luminosidad En mi mente Y espíritu Haciendo de mi rezo Inspiración De tu tonada Canta en mí Tu brillo E ilumina así El tenue signo Con que la mecánica celeste Nos conmina A la armonía natural Del todo Y la nada Jugando A inventarse Palabras.
Por Karmen ARvale
DE CANCIONES PAMPINAS Cielos que van Cielos que sí No es caminar Para el sol Su ir y venir Es otra flor Ajeno son De este lar Se mueve así Sin caminar Sus pasos no son De ésta luz Que confundes tú Con el mirar Triste y ajeno Del avestruz Tú eres sí Y no eres no Eres esto que soy yo Mientras los cielos van Los cielos sí No es caminar Lo que ves tú Para el sol Tú ir y venir Son apenas Destello de fina luz Es otra flor Ajeno son Tu triste mirar Para éste sol.
Por Flora Acracia
EDICIÓN, REDACCIÓN Y DISEÑO POR:
Iquique - $hile, Abril del 2017 *** Todas las imágenes de ésta sedición son originales de Taller Patioteka, Iqq - $hile, 2015 – 2017.
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