Textil de la colecci贸n del Gran Museo del Mundo Maya en M茅rida.
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Rasgos de México: nociones sobre cultura popular
por: Santiago Oria Probert fotos: Fernanda Carrasco
Para entender a México hay que conocer la magia de sus tradiciones ancestrales, hay que participar de sus fiestas y experimentar, sin nociones de terceros, la inteligencia, calidez y respeto de su gente. Es en cada uno de los mexicanos que podemos descubrir territorios y palpar artesanías, es en la cultura popular donde nos podemos descubrir como parte de una comunidad. Un recorrido por la identidad de México es un proceso de autoconocimiento humano.
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Uno de los grandes valores de México, quizá el más importante de todos, es su gente. Las personas que día a día forman y transforman espacios, que rescatan cosmovisiones y piensan el mundo aproximándose a la magia. México es de aquellos que aún profesan un tremendo respeto por lo sagrado, marchando como lo hacen los huicholes hacia Wirikuta para agradecer y ponerse en contacto con sus seres espirituales, de aquellos que confían en sus tradiciones y en las prácticas heredadas para dar continuidad a su vida, como las tejedoras de Zinacantán. Entre todos, como si se tratara de un gran lienzo, dibujan el gran mapa de la cultura popular mexicana. La cultura popular, en su representación, es la fuente de los sabores, las texturas y los colores que nos significan. Entenderla es una cuestión de orgullo para los mexicanos y para el visitante, aquel que desea saber qué es México, representa la simbiosis entre una puerta de entrada y el paraíso al descubierto.
El individuo
Si la queremos entender a partir de sus elementos más fundamentales, la cultura tiene que empezar por el individuo. No puede existir una cultura sin sus hacedores, esta fórmula es tan estrecha como entender que no puede existir la charrería sin la figura del charro. Estos personajes creadores van formando comunidades a su alrededor, grupos sociales en los cuales pueden sentirse identificados y 90 | la revista
en los cuales pueden explotar sus capacidades; la comunidad funciona como un elemento catalizador del potencial humano. Son los individuos quienes poseen oficios, creencias, experiencias y talentos únicos, que aunados a su carácter los hacen desempeñar funciones muy específicas dentro de su entorno; cada una de las personalidades se hace única e irrepetible. Sin embargo, para poder reconocerse necesitan encontrar en otro algo que les recuerde a ellos mismos. Esas similitudes, sean por necesidad o elección, van formando el sentido de comunidad. Los hombres, sin importar mucho su situación son, en palabras de Aldous Huxley, “universos isla”, pero son incapaces de descubrir quienes son realmente hasta el momento en que no encuentran a un igual capaz de reflejar en ellos, como un espejo de infinitos rostros, detalles específicos que los identifiquen, que definan su cultura, su personalidad, su relación con ellos mismos y con el mundo que los rodea. El artesano zapoteca que talla en madera hermosos animales grabados con los significados de su historia; el músico huasteco que con cuero, ixtle y madera crea su tambor ceremonial; el carpintero mixteco hacedor de máscaras; el curandero danzante que se transporta fuera de este mundo para comunicarse con los antepasados; todos ellos
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son los creadores de las historias que nos definen, aquellos que perpetúan el conocimiento recordando mitos y leyendas, que encaminan su fe de acuerdo a sus creencias más profundas, más íntimas. Así, cada persona debe ser considerada un personaje importante en la creación de la cultura, sin importar si es una figura reconocida o un héroe desconocido, cada mexicano vive en sus anécdotas, experiencias y relaciones con lo demás; cada uno es una voz que merece ser escuchada.
La comunidad
No hay comunidad sin individuos, pero un individuo no puede reconocerse si no es a través de una comunidad. Estos dos elementos están unidos irremediablemente y es tanta su coexistencia que el menor cambio en cada una de las partes influye, aunque sea de manera imperceptible, en la otra. Esta realidad es innegable en cualquier parte del mundo y México no es la excepción: los individuos desarrollan su personalidad apoyados por sus muy particulares circunstancias, mezclan una gran variedad de influencias en su carácter hasta definirse como personas, con todos los aspectos buenos y malos que involucra dicha definición. De igual manera, es imposible reconocer a una comunidad sin la presencia de otras comunidades, otros grupos de gente con los cuales cohabitar, generar relaciones, aprender, enseñar, utilizar las fortalezas y cubrir las necesidades. México es un gran cúmulo de comunidades que se entrelazan, comunidades definidas por oficio, región, gusto, edad, etcétera, y en esta unión conciben identidades plenamente identificables. Mé-
xico posee una cultura incluyente, de amplia representación, en la cual todas las voces son importantes y, gracias a ello, ha logrado trascender más allá de sí misma hasta posicionarse como un referente internacional.
Las prácticas
Es importante mencionar que la sola presencia de estos individuos y comunidades no hace cultura, para que ésta exista debe ser expresada, necesita ser parte de un diálogo y experimentada por medio de prácticas culturales definidas. Dichas prácticas, para completar su ciclo de vida, necesitan ser representadas en elementos tangibles (pinturas, tejidos, bailes, juguetes, etc.), deben circular y ser comunicadas al exterior y finalmente, encontrar un consumidor. Si se quiere ser tosco en una división, las prácticas culturales pueden ser fácilmente diferenciadas entre aquellas que tienen una intención laboral, relacionada con los oficios, mercados y usos producidos, y otras que están ligadas a la formación del pensamiento: prácticas que alteran nuestro lenguaje, nuestra forma de comunicarnos y representar el mundo que nos rodea, así como la forma de interpretar en busca de significados. Las prácticas culturales, así como sus practicantes o grupos de practicantes, se encuentran diferenciados en los límites del tiempo y el espacio. Cada individuo está cargado con una serie de tradiciones y costumbres que bien podrían ser catalogadas como ancestrales, formas que se transmiten de generación en generación sufriendo mínimas alteraciones y manteniendo siempre su esencia viva.
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México es de aquellos que aún profesan un gran respeto por lo sagrado, de aquellos que confían en sus tradiciones y en las prácticas heredadas para dar continuidad a su vida.
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El mexicano ayuda a entender la noción del hombre en su totalidad y en sus conceptualizaciones más profundas, más íntimas, es capaz de identificarse como igual ante cualquier persona, sin importar su origen o creencias. En contraparte existen nuevas maneras, híbridos y mutaciones modernas en transformación constante, mezcla de las necesidades actuales con las creencias más arraigadas. Deseos de renovación. Por último, pensando a futuro, hablamos de tendencias, de entender nuestro presente para poder definir hacia dónde nos dirigimos, así como las repercusiones que van a derivar de nuestros actos vigentes. El juego de la cultura está basado en causas y consecuencias, para poder jugarlo hay que estar atento a sus variaciones y ser participativo. El flujo que tiene la cultura a través de sus poblaciones no se puede limitar ni controlar. Los territorios no definen una cultura, sino que son los elementos y prácticas culturales aquellos que delimitan los territorios.
El mapa cultural
Una vez puestos en perspectiva, estos elementos trazan el mapa de la vida cultural de México, el cual es esencialmente cambiante, incluyente y adaptable a formas muy particulares de entender el mundo. La importancia de esta cartografía radica en la capacidad de identificarnos como parte de una comunidad para así poder reconocernos, entrar en un proceso de autoconocimiento que nos dé claridad sobre nues92 | la revista
tra persona. Reconocer los elementos y prácticas que nos involucran nos lleva, necesariamente, a valorarlos, a generar un deseo por protegerlos, aprovecharlos y disfrutarlos, para finalmente, motivados por las situaciones que nos hacen seres únicos, transformarlos y enriquecerlos, haciéndonos parte de un ciclo que nace constantemente y que sólo puede ser visto a partir de la perspectiva de nuestro presente. El mexicano ayuda a entender la noción del hombre en su totalidad y en sus conceptualizaciones más profundas, más íntimas, como son la capacidad de arraigo, la satisfacción de las necesidades o la generación de ideas y su forma de expresión, es capaz de identificarse como igual ante cualquier persona, sin importar su origen o creencias.
La realidad cambiante
Ahora bien, pretender encasillar la identidad de los mexicanos dentro de un perfil único es un esfuerzo imposible. Si bien un estereotipo que entrelaza al mariachi, al volador de Papantla, al huichol, al tequila y al mezcal se ha permeado fuertemente en la conciencia internacional, al grado de que este “ser” puede ser reconocido como el mexicano por excelencia, no es más que una parte, impor-
tante tal vez, pero tan sólo una parte de la gran serie representaciones culturales que nos incluyen. Por lo tanto, la mejor forma de hablar sobre la identidad que resulta inherente a México nace a partir del concepto de diversidad, ya que los detalles mejor arraigados entre sus habitantes, aquellos que les generan un sentido de pertenencia, encuentran formas de representación y expresión únicas que van ligadas a su muy particular historia. Es inobjetable decir que estamos sumergidos en una realidad sumamente cambiante, por lo que resulta difícil, tal vez imposible, crear un esquema permanente de la vida cultural en México, el cual incluya desde sus tradiciones y costumbres más ancestrales hasta sus movimientos y tendencias más presentes, sin embargo esa capacidad de mutación es a su vez un factor importante que merece ser estudiado y que por naturaleza sólo puede ser entendido a partir del presente. La perspectiva de nuestra actualidad nos permite descifrar las causas y consecuencias que forman el gran tapiz de la cultura, mismo que se sigue bordando con las historias que surgen de los oficios, creencias, situaciones, objetos, sonidos y muchos otros elementos con un único factor en común: las personas.
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La herencia cultural
La riqueza cultural y humana de México es identificable para cada una de las personas que se involucren con su historia, con aquellos que la conozcan y que aprendan a valorarla. No importa si no se tiene relación alguna con el país, en los habitantes de México se encuentran reflejados los elementos más importantes de la naturaleza humana y en su apreciación, es nuestro deseo, cada individuo podrá descubrir un poco más sobre su propia persona. Por necesidad, el ciclo del autoconocimiento termina en el territorio de las experiencias: ¿Cómo saber lo que es la birria si nunca se ha comido en taco? ¿Cómo saber lo que es literatura si nunca se ha leído Pedro Páramo? No mentimos al decir que somos lo que experimentamos. Este experimentar incluye hacer, pensar, tener, escuchar, ver, estar, decir, comer o creer. Al conocer México, estos son algunos detalles a los que hay que poner atención.
Los elementos de reconocimiento
Somos lo que creemos: Mitos, leyendas, religiones o simple apreciación de la condición humana. Nuestras ideas y la forma en que estructuramos, por medio del pensamiento, nuestro entorno, nos definen. Somos lo que decimos: Más allá de la lengua o lenguaje establecido que nos es propio, la forma de utilizar este recurso es indicativo de nuestra forma de ser. No sólo decimos lo que pensamos, sino que nuestra forma de hablar es capaz de alterar nuestros pensamientos. Somos lo que hacemos: Ya sea por necesidad o vocación, el entorno nos exige actuar. De esta forma se han desarrollado múltiples oficios que involucran valores, conocimientos y habilidades diferentes. Cada uno de ellos viene acompañado de sus historias. Somos lo que vemos: Toda historia se puede contar con imágenes. Visiones que no sólo dibujan
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la realidad circundante, sino que presentan un punto de vista, una postura en la cual se reflejan los intereses, preocupaciones, sentimientos y emociones de las personas. Somos lo que tenemos: La vida hace de cada individuo un coleccionista particular, el cual acumula sólo aquello que es relevante para su situación. Objetos con valor práctico, sentimental o cultural. Objetos que hablan por nosotros. Somos lo que escuchamos: Los sonidos y silencios que nos rodean pueden ser una decisión o una imposición, en cualquier caso son consecuencia de lo que hemos creado a nuestro alrededor y una muestra de lo que queremos reproducir. Somos lo que comemos: Pocos placeres son tan íntimos y definitorios como el paladar. La cocina revela nuestras más dulces aficiones, explota la creatividad y es un muestrario de los recursos que nuestra tierra nos ofrece. Somos lo que creamos: Desde el origen, la primera forma de comunicación, buscaba representar al mundo que lo rodeaba. El tiempo simplemente ha modificado nuestros recursos más no la intención. Somos seres creadores por excelencia. Somos cómo nos divertimos: Humor, entretenimiento, gozo, juego, son todos elementos fundamentales de la condición humana, sellos distintivos de identidad, espacios de apropiación y depósito de ideales. Somos donde estamos: Nacemos con amor a nuestra tierra y sobre ella nos movemos constantemente, transformándola. Consciente e inconscientemente estructuramos el espacio que nos rodea y mantenemos nuestra vida a escala.
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