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Alondra de la Parra, una atmósfera por: Santiago Oria Probert fotos: Cortesía
Alondra de la Parra es una de las personalidades más sobresalientes de la música en México, como directora de orquesta alcanzó un reconocimiento internacional que pocos en el mundo comparten y su camino para lograr este éxito la eleva, como persona, todavía más alto. 37
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Mi conversación con Alondra de la Parra comenzó con nervios, quizá por la emoción de conocerla tras varios meses buscando esta entrevista —sus compromisos la obligan a viajar constantemente—, tal vez por la poca capacidad que tengo para entender los matices exquisitos de su profesión como directora de orquesta —no sé tocar ni el timbre— y seguramente impactado por su belleza, tranquilidad, seguridad al momento de conversar. Sin embargo estos nervios desaparecieron muy rápido: el amor que tiene por su trabajo, por su industria en general, y su cordialidad para atender mis despistes y responder con lucidez a cada pregunta me obligaron a pensar en los músicos de su orquesta, exponenciados por su presencia. Dicho esto, mi primera pregunta fue simple, ¿cuál es la ruta para convertirse en director de orquesta? Tras una pequeña risa de su parte y acomodarse bien en un pequeño sillón azul —anticipando una larga respuesta que a la postre me llevaría a pensar en ella como una atmósfera— comenzó: “toco piano desde los siete, cello desde los trece e iba a muchos conciertos con mis papás, desde entonces la dirección de orquesta ya me hacía ojitos. Me encantaba ver grandes conjuntos, eran los que más me emocionaban. Músicos emitiendo sonido juntos, acompañándose, yo quería estar con ellos”. Esta convicción, tan difícil de encontrar en personas de cualquier edad, fue definitiva en su toma de decisiones los siguientes años. Aún más, lo sigue siendo hasta ahora. 38 | la revista
Sin embargo, la convicción y el talento muchas veces no son suficientes. Se necesita de algo o alguien que te ayude a desarrollarlos y en el caso de la dirección orquestal no es fácil, “yo no tenía amigos que estudiaran esto, no era una carrera que se ofreciera en muchas universidades y tampoco tenía un modelo a seguir, eso lo hacía muy difícil”. Así que ella decidió trazar su propia ruta, “las bases del piano son las más sólidas que tengo para dirigir, el cello me dio un conocimiento de las cuerdas, que es fundamental para un director, luego me metí al Centro de Investigación y Estudios de la Música (ciem) a estudiar Composición Musical, pero entré realmente para entender el punto de vista del compositor cuando se es director”. En estos momentos Alondra ya tenía las bases para ser intérprete, compositora y posiblemente muchos otros oficios tangenciales a la industria musical, pero en verdad era una coleccionista de herramientas, “para ser director tienes que ser el mejor músico que puedes ser, explorar todos los campos de la música y aprender. Saber las capacidades y limitaciones de todos los instrumentos para saber qué pedirles”. Así, se fue a Nueva York, a la Manhattan School of Music para hacer una Licenciatura en piano. Al mismo tiempo se ofreció como voluntaria para acomodar bancos y partituras en una orquesta, para
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“Si no pudiera s escuchar, con v e r a l dir ec tor s e rí a s c a pa z de s a be r qu é pie z a e s tá dirigie n do.” montar escenarios y asistir directores —“hay una parte que no se puede enseñar, sólo aprendes observando”. En ese periodo, antes de cumplir 25 años, fundó la Orquesta Filarmónica de las Américas. Pero de ésta hablaremos más adelante. Al terminar la Licenciatura, dispuesta a alcanzar definitivamente su objetivo y apoyada por su Maestro, Kenneth Kiesler, pidió ante el comité académico de su universidad que le aprobaran un currículum de cursos que mezclaba composición, interpretación orquestal y otras materias que sumaban para su causa, y que con ellas le otorgaran una Maestría en Dirección de Orquestas. El proyecto trascendió con una beca de dos años, dos generaciones más con ese programa de materias, que más tarde creció y se estableció definitivamente, y sus pininos como educadora, pues para ese entonces ya
entrenaba a las tres orquestas de la universidad. Nuevos logros, nuevas herramientas, nuevos oficios. Ahora bien, en algún momento preparando la entrevista leí que los directores de orquesta en cierta forma crean covers de las canciones, ya que su manejo de tiempos y sonoridades es distinto, además de que la forma de contagiar su personalidad a los músicos es por demás única. En ese sentido, Alondra de la Parra reconoce no conocer su estilo o matiz personal, “eso es algo que se definirá con el tiempo y con la gente que lo aprecie o analice. Yo no lo conozco por ahora. Interpreto obras diferentes, de muchos estilos y épocas e intento siempre apegarme a la partitura, entender de donde viene la obra y la idea del compositor, busco que las obras, cuando cobren vida, vengan con un esfuerzo del 300% de los músicos con los que trabajo. Las diferencias entre 39
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“ Pa r a e n t e n de r s e con los m úsi cos u n ge s to, u n mo v imie n to, p u e de s e r s u f i c i e n t e . Y h ay c o s a s q u e s e r e s u e lv e n sol a s, por complicidad.”
directores tienen que ver con la personalidad, que se impregna nada más pararse en el podio”. Personalidad por contagio. Una gran arma cuando trabajas con personas, talentos, idiomas y músicas de todo el mundo, “cuando viajas te encuentras orquestas con personalidades e idiosincrasias distintas y te tienes que adaptar a lo que está sucediendo, hacer que todos se suscriban a tu idea para trabajar de manera armónica. Tienes que saber si están cansados, contentos, la situación de la orquesta, incluso si les caíste mal o bien. Esa es una parte muy interesante. Somos humanos y no pianos a los que siempre que le das un La va a sonar un La. Somos momentos”. Regresando a la Filarmónica de las Américas. Ahí es donde ella recuerda muchos de sus momentos más especiales, 40 | la revista
“con ellos aprendí, crecí, tuve retos importantes y arranqué desde muy chiquita con muchas responsabilidades. Siempre conté con el apoyo de esos músicos, combinando disciplina, respeto, relajo y responsabilidades”. La Philharmonic Orchestra of the Americas (poa) fue fundada en Nueva York y arrancó como un proyecto para un único concierto, pero su éxito los convenció de hacerla permanente, “nunca imaginé el impacto que iba a tener hasta que ya estábamos haciendo giras y discos, su importancia está en promover música y músicos de las Américas y en la frescura de sus integrantes, jóvenes con un rigor y profesionalismo muy alto”. Esta Orquesta, hoy en día sólo se junta por proyecto. El año pasado tocaron para celebrar su primera década de vida y en julio próximo, el día primero
para ser exactos, vuelven a presentarse para interpretar, en un evento extraordinario, la música de Leonard Bernstein para la película Amor sin barreras (West Side Story), en un espectáculo audiovisual que incluye los diálogos y escenas completas de la película clásica de 1961, pero musicalizada en vivo. La sede para este evento será, nada más y nada menos, que el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Ya hemos hablando antes de las múltiples herramientas y competencias que posee nuestra entrevistada; ahora hay que sumarle productora. Este proyecto ella lo conoció con la London Symphony Orchestra y por su cariño con la obra decidió que sería bueno traerlo a México: “cuando me enteré de que ya habían logrado separar las imágenes del audio para poder musicalizarse en vivo dije ¡lo quiero hacer! Conseguí los derechos y empecé a preparar el proyecto”. Ya muy cerca de finalizar la entrevista, asombrado por su dominio de una gran inmensidad dentro del espectro de la industria musical, mi curiosidad me obligó a preguntar ¿hasta dónde? “Siempre hay algo que te falta, trabajar con más compositores, conocer más obras a fondo. No hay un zona de confort, los grandes directores, los más capaces se mueren sintiendo que no sabían suficiente”. Claridad y contundencia. La imaginé hablando con los músicos como habló conmigo, comunicándose incluso sin palabras, anunciando los sonidos e interpretaciones emocionales de la música con su cuerpo, con una batuta, siendo ellos. Y los imaginé a todos entendiendo, empáticos en su totalidad, leyendo cada gesto de su directora quien sin acciones aleatorios aparece como una gran atmósfera que todo lo abarca, que crea, que comparte.
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Educación musical “El aprendizaje musical es fundamental para poder apreciar la música —y tener una vida con música, que es mejor—, pero con ella un niño aprende a abstraer, conoce de disciplina, respeto, puntualidad, aprende a ser parte de algo más que lo individual, descubre la generosidad de sublimar al otro, de hacer cosas para hacer feliz al otro.”
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