Nunca entendí a los acumuladores compulsivos: la manía de guardar cada objeto como una reliquia a la que rezan para conservar el pasado inalterable. ¿Cómo mudar tantos años, en cuántas cajas?, tirar ropa, zapatos, botellas, cacerolas, libros, hojas es idéntico a arrancar de raíz órganos vitales. ¡Qué hazaña convertir cada paso en encuentro!, cuando se levantan en la mañana y tropiezan con los muebles apelmazados como gatos cuando tienen frío. No hay mayor virtud que saber acomodar el espacio vacío; mientras un cuadro, la estufa y la cama tienen su lugar desde la concepción de las paredes, las personas se buscan un lugar en la nostalgia de lo que aún no pierden.
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