Mas que sobre el deseo, la enfermedad o Africa, la nueva novela de Ernesto Santana es sobre los muertos. Los muertos que determinada ideología ha producido. Sus personajes, sombras chinescas manoteando contra un vacío, se convierten en personajes casi a contrapelo de sí mismos. Son flacos, alcohólicos, duros; hijos de madres peleonas o sonámbulos de guerra. Van a ninguna parte y vienen de ninguna parte, como si la vida (ese lugar donde todo es derrota) los hubiera enseñado a nadar para que precisamente se ahogaran. Y de este ahogo, que a la vez es puro goce y extrema cotidianidad, se alimenta El carnaval y los muertos, su historia. Lo demás sería hablar de sus diferentes voces, sus paisajes geográficos, su veracidad. Pero nada de esto es tan importante como saber que El carnaval y los muertos es una “danza macabra”, una danza donde nada nos resulta más vivo que lo muerto.Carlos A. Aguilera