Unidad 4 Caracterización general del clima en España
I. Los condicionantes básicos. II. Los elementos climáticos y su distribución espacial. III.Los factores climáticos.
IES Emilio Muñoz Cogollos Vega (Granada)
Unidad 4: Caracterización general del clima en España
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Unidad 4: Caracterización general del clima en España. 1. Los condicionantes básicos. 2. Los elementos climáticos y su distribución espacial. 3. Los factores climáticos. Antes de iniciar el análisis de los climas españoles y de su gran variedad, es necesario que nos detengamos un momento en una pequeña aclaración. Así, en ocasiones, utilizamos los conceptos de tiempo atmosférico y clima indistintamente como si fuesen dos conceptos sinónimos. Sin embargo, aunque guardan relación entre sí, son objeto de estudio por distintas ramas de la ciencia y no definen las mismas circunstancias. Así, entendemos por tiempo atmosférico el estado de la atmósfera en un lugar y en un momento determinado. Para determinar el tipo de tiempo se tienen en cuenta los mismos elementos que para determinar el tipo de clima de una zona, es decir, la temperatura, la humedad, las precipitaciones, el viento y la presión atmosférica, fundamentalmente. La meteorología se ocupa de su estudio. Sin embargo, el clima es el conjunto de tipos de tiempo atmosférico que se dan en un lugar determinado y que se repiten de forma cíclica, al menos durante 30 años. La Climatología se ocupa de analizar los climas.
I.
Los condicionantes básicos.
Aunque el clima español se caracteriza sobre todo por su extrema variedad, sin embargo, en líneas generales responde, con matizaciones, al ámbito latitudinal en el que se encuentran enclavadas, tanto la Península Ibérica y las Islas Baleares como las Islas Canarias. Es, por tanto, la posición latitudinal que ocupa el territorio hispano el condicionante básico y fundamental, es decir, el principal rasgo definitorio que explica las características de su clima. Así, la gran parte del territorio de nuestro país, salvo las Islas Canarias, se sitúa en las latitudes medias del Hemisferio Norte, entre los 36º y los 43º de latitud Norte. Por tanto, goza de un clima de tipo templado y estacionalizado claramente, matizado por su situación periférica y meridional con respecto a la circulación general del Oeste (corriente en chorro o jet stream). Esta posición periférica y meridional implica varias consecuencias: 1. Gran parte del territorio se encuentra aislado de la incidencia de las corrientes en chorro de la zona templada, que son las que articulan las borrascas atlánticas. Las zonas de influencia de estas corrientes en la Península son las que pertenecen a la España húmeda, que analizaremos en profundidad más adelante. El resto del territorio aparece afectado por la escasez y concentración de las lluvias. 2. La cercanía de las altas presiones subtropicales que son las que provocan la profunda sequía estival, de influencia en la España seca y en la árida, que veremos más adelante. Ello provocará un verano más caluroso que el del resto de Europa y un invierno mucho más suave.
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3. La influencia de masas de aire de diferente carácter: el aire polar continental, proveniente de Europa central y Siberia, que sólo afecta en algunas épocas del invierno y, sobre todo, a las tierras septentrionales; el aire tropical continental sahariano, auténtico culpable de la sequía estival; por último, el aire tropical marítimo provocado por el anticiclón de las Azores. Más adelante incidiremos más en profundidad en estos aspectos. Sólo las Islas Canarias, dentro del territorio hispano, escapan a esta caracterización, ya que se encuentran a una latitud mucho más baja, entre los 27º y los 29º de latitud Norte. Por ello, su clima es mucho más cálido y la estacionalidad aparece menos marcada. Estas circunstancias aparecen atemperadas por su carácter insular que aumenta la influencia del Océano Atlántico y de la corriente fría de las Canarias, que hace que la temperatura media anual sea más baja de lo que correspondería por latitud. Estos rasgos generales o condicionantes básicos serán matizados a lo largo de la unidad, ya que, si algo caracteriza al territorio español desde el punto de vista climático es su enorme variedad y matización de tipos de climas. Estas matizaciones vendrán dadas por las diferencias de latitud a medida que avanzamos hacia el norte, pero, también, por la altitud y la situación interior o litoral del territorio y otra serie de factores de tipo geográfico.
II.
Los elementos climáticos y su distribución espacial.
Existen una serie de elementos que componen y determinan el clima. Deben ser siempre mensurables (medibles) y registrables para su análisis. Entre ellos destacamos la precipitación y la temperatura como elementos esenciales y, por ello, nos centraremos en ellos.
II.1. Las precipitaciones. Distribución espacial. Es un elemento fundamental, pues de la cantidad de agua caída depende el paisaje vegetal y la organización de la estructura económica del país. Debido a la escasez de agua que hay en España, los recursos hídricos se cuentan como parte de los desequilibrios regionales. La pluviosidad española depende de varios factores:
La posición respecto a la circulación general atmosférica.
La altitud.
Los vientos húmedos.
La topografía.
La pluviometría española muestra valores muy desiguales a lo largo del territorio y es, en general, baja. A partir del mapa pluviométrico medio, se pueden distinguir tres grandes franjas, que corresponden a la España húmeda, la seca y la árida.
La España húmeda. Es la única que recibe precipitaciones anuales abundantes, siempre superiores a los 800 litros, aunque existen puntos que superan los 2.000 litros. Comprende las
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vertientes noroeste y norte peninsulares, desarrollándose sobre una franja continua que va desde Galicia hasta Cataluña, incluyendo también las zonas montañosas de esa vertiente norte: el Macizo Galaico, la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Las causas de la elevada pluviometría de estas áreas hay que buscarlas en su disposición septentrional, con la consiguiente influencia de las borrascas y de los frentes atlánticos, y en el relieve. Fuera de estas áreas, sólo algunos núcleos aislados de la Península reciben precipitaciones totales anuales similares, conformando auténticos islotes de humedad en medio de zonas más secas. En este caso, la altitud es la causa fundamental de las abundantes precipitaciones, de ahí que su distribución esté estrechamente relacionada con las áreas montañosas de la Península: sectores de la Penibética, zonas más elevadas de la Cordillera Ibérica, las Sierras de Cazorla y Segura, y puntos muy localizados de los Montes de Toledo y Sierra Morena. Dentro de esta área merece destacarse la Sierra de Grazalema, la más lluviosa de España, que recibe más de 2.000 litros anuales, explicables por el efecto orográfico que provoca la Cordillera Subbética, la escasa distancia al mar, y su disposición a barlovento de los vientos húmedos que llegan del Atlántico. También presenta similitudes la Sierra de Gredos, que supera ampliamente los 1.500 litros.
La España seca. Corresponde a un área muy amplia, delimitada por las isoyetas de 300 y 800 mm anuales, y abarca el 72% del territorio peninsular. Incluye las dos submesetas, los valles del Ebro y del Guadalquivir, zonas de Levante y Cataluña, y la mayor parte de los archipiélagos. Las causas de la disminución de las precipitaciones son, por un lado, el debilitamiento de los flujos atlánticos a medida que penetramos hacia el interior de la Península. Por otro lado, cuanto más al sur, mayor es la influencia del mundo tropical. El paso de la España húmeda a la España seca se realiza a través de una zona de transición, delimitada por las isoyetas de 600 a 800 litros anuales, que se extiende formando una aureola por la vertiente meridional de los Pirineos, de la Cordillera Cantábrica y el sector occidental de ambas mesetas.
La España árida. Se corresponde con aquellos lugares que reciben menos de 300 litros de precipitaciones totales anuales. Se localiza en su mayor parte en el sureste peninsular y en el flanco levantino y la cuenca del río Segura, e incluye también algunas comarcas dispersas del interior peninsular como Zamora, así como las altiplanicies granadinas y el bajo Ebro. La atonía de las precipitaciones se explica, en unos casos, por el efecto de pantalla que ejercen los relieves cercanos de las Cordilleras Béticas, frente a la dirección predominante de los flujos lluviosos. En los casos aislados se explican por su posición interior.
Carácter y reparto estacional de las precipitaciones. El carácter de las precipitaciones cambia también de un lugar a otro. Así, en la España húmeda las precipitaciones caen durante muchos días a lo largo de todo el año (unos 150 días) y por eso son, por lo general, finas y persistentes. En cambio, en las zonas secas y áridas, el número de días de lluvia desciende de
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manera considerable (75 y 25 días al año respectivamente), por lo que las precipitaciones caen en forma de violentos aguaceros. Tan importante como el número de días de precipitación es su régimen estacional, es decir, su reparto a lo largo de las estaciones del año. Los principales regímenes pluviométricos son tres:
El máximo de invierno se corresponde con la franja más próxima al océano abierto, esto es, todo el sector occidental de la Península.
El interior y la mitad oriental se caracterizan por la existencia de dos máximos, uno en otoño y otro en primavera.
Por último, en zonas muy localizadas del interior, algunas áreas presentan precipitaciones estivales superiores a las de invierno.
También tenemos que referirnos a la nieve ya que se constituye como una reserva hídrica importante. Los espacios de ocio suponen un aprovechamiento económico importante a pesar del daño que generan al medio ambiente. Sus precipitaciones disminuyen de Norte a Sur. Es importante en las sierras del Norte, donde nieva más de 20 días al año. En las costas levantinas y meridionales son desconocidas. Otro fenómeno importante dentro de las precipitaciones es el granizo. Se incrementa de Sur a Norte y de Este a Oeste y con la altitud. Los máximos son 10 días al año en sierras montañosas y los mínimos en las costas levantinas y meridionales.
II.2. Las temperaturas. Distribución espacial. Entendemos por temperatura de la atmósfera el grado de calentamiento del aire que la compone por la acción de los rayos solares. Su estudio permite caracterizar los climas. Se ve condicionada por los siguientes factores:
La latitud.
La altitud, tanto por el descenso de temperaturas debido al gradiente de altitud1, como por las distintas vertientes, ya sean de solana o de umbría2.
La influencia marina.
Una primera aproximación a la diversidad de las temperaturas que se dan en la Península Ibérica y las Islas, puede venir del estudio de las temperaturas medias anuales, en las que se aprecian una serie de contrastes que hay que destacar: o
La latitud es la principal responsable de que las temperaturas medias aumenten de Norte hacia el Sur. La costa cantábrica es la más fresca, con medias térmicas inferiores a los 15º C. En el resto de la Península, las temperaturas medias superan los 15º C y en el valle bajo de Guadalquivir se aproxima a los 20º C. En una situación intermedia se situarían las dos
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El gradiente de altitud o gradiente térmico es el descenso de la temperatura que se produce al ascender en altitud por la ladera de una montaña. Ese descenso se produce a un ritmo regular de 0.65ºC cada 100 metros de altura que subamos, o 6.5ºC cada 1.000 metros. También podemos decir que la temperatura desciende un grado centígrado cada 154 metros que ascendemos en altitud. 2 Ver los términos geográficos de esta unidad.
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submesetas y las tierras extremeñas. La isoterma más alta es la 18.5º, correspondiente a Córdoba y Sevilla. o
La influencia marítima se aprecia en la mitad occidental de la Península, donde las temperaturas son más frescas que en las áreas cercanas al Mediterráneo, donde se dan elevadas temperaturas debido a las diferentes características de este mar cerrado con respecto al Atlántico. El poder atemperante del mar, la acción termorreguladora que éste provoca, da lugar a la diferencia entre el centro y la periferia.
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La altitud y la disposición del relieve hacen que, en el interior peninsular, las isotermas se ajusten a las curvas de nivel con bastante fidelidad, de tal modo que los puntos más fríos coinciden con las áreas más elevadas de Península. La orientación de las pendientes también influye en las temperaturas. Así, la pendiente Sur se corresponde con la solana, mientras que la Norte, es umbría. Por tanto, dependiendo de la orientación de la pendiente, un punto situado a la misma altitud puede tener distinta temperatura.
En cuanto a las temperaturas extremas diremos que tienen incidencia sobre los ecosistemas y la economía. Al hablar de estas temperaturas trabajamos con valores absolutos, que establecemos de la siguiente manera:
Máximas más elevadas: valle del Guadalquivir, valle medio del Guadiana, Badajoz, Cáceres, Ciudad Real y mitad sur del Ebro.
Mínimas absolutas: La Meseta, La Mancha, zonas del Sistema Ibérico como Molina de Aragón (-30º), Albacete, Ávila, León, Soria, Burgos, Teruel, Cuenca,…
Cuando la temperatura mínima es igual o inferior a 0ºC, encontramos las heladas, que se distribuyen así:
En el Interior: se dan en la submeseta Norte (más de 80 días de heladas); en la Mancha (entre 60 y 80 días); y en puntos de los Pirineos (hasta 100 días).
En la Costa: son muy raras. Excepcionalmente se dan en la costa del Norte y Noroeste y casi nunca en la Costa del Sol o del sur y levante.
Por último, tenemos que hablar de la amplitud térmica, que es la diferencia entre la temperatura del mes más cálido y la del mes más frío. En líneas generales presenta un fuerte contraste centro-periferia, es decir, hay mayor amplitud térmica en el centro y menor en la periferia. Si analizamos el mapa con las amplitudes térmicas, podrían añadirse nuevos matices y quedarían así patentes las modificaciones que sufren las temperaturas a causa de la continentalidad. Aunque las temperaturas medias anuales de la costa y las del interior no difieren en exceso, sí que lo hacen las amplitudes térmicas, a medida que nos alejamos del litoral. Los valores más altos se corresponden con las Submesetas Norte y Sur, donde encontramos de 20 a 21ºC y de 17 a 21ºC, respectivamente. A estos valores les siguen los del valle del Ebro y de las campiñas béticas. Las causas habría que buscarlas en la escasa influencia marítima de estas zonas. El resultado será un fuerte enfriamiento del aire en invierno y un notable recalentamiento en la estación estival. Los inviernos del interior son fríos y
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largos. En la periferia son suaves y cortos. En las costas meridionales y orientales la amplitud térmica anual está entre 13 y 15º. Sin embargo, en la costa septentrional se rebaja hasta los 10ºC, y el interior entre 17 y 18ºC.
III.
Los factores climáticos.
Desde el punto de vista geográfico, existen una serie de circunstancias y elementos que hacen variar el clima. A estas circunstancias les llamamos factores climáticos y son de variada procedencia. Así, pueden ser de origen astronómico, meteorológico y geográfico.
III.1. Factores de tipo astronómico. Estos vienen dados por la situación de España en la superficie del planeta y tienen que ver con la latitud, que ya apuntamos en el primer apartado, y los movimientos de la Tierra:
La Latitud. Dependiendo de que estemos más cerca o más lejos del Ecuador, variarán los valores térmicos, ya que más al sur hay mayor incidencia de los rayos solares y viceversa. También varía la duración de los días y las noches. Además, cuando ascendemos en latitud, las estaciones aparecen más marcadas o caracterizadas. Por todo ello, el clima de la Península no puede ser entendido sin tener en cuenta su situación astronómica. El territorio español peninsular se extiende entre los 43º y 36º de latitud Norte, es decir, en el borde meridional de la zona templada, una zona de transición sobre la que actúan los mecanismos de los climas templados y tropicales, como ya indicamos en el primer apartado de esta unidad.
Los movimientos de la Tierra, sobre todo el de traslación. Causan la sucesión de las estaciones, que serán más caracterizadas, como hemos dicho, cuanto más alejados del Ecuador nos encontremos, es decir, más al norte.
III.2. Factores meteorológicos. Son muy decisivos para los climas peninsulares, derivan de la posición latitudinal de la Península, pero, sobre todo, están relacionados con la circulación general atmosférica del planeta. En España intervienen de forma interdependiente tres tipos de factores meteorológicos: las masas de aire; los centros de acción; y los frentes. Veámoslos uno a uno.
Las masas de aire3. A España llegan varios tipos de masas de aire impulsadas en su deambular por los centros de acción que vamos a ver más abajo. Vamos a destacar hasta cinco tipos:
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Introducido por Bergeron en 1.929, el concepto de masa de aire define a “una porción de la atmósfera cuyas propiedades físicas de temperatura, humedad y estabilidad son más o menos uniformes y se derivan del lugar de origen de la masa de aire”. Van adquiriendo, estas masas de aire, las características de las zonas que recorren.
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El primero de ellos es el aire ártico marítimo, formado en el Océano Ártico, es muy frío y seco, trae tiempo frío pero estable a las zonas del norte peninsular.
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El aire polar marítimo, generado en el norte del Atlántico, es frío y poco húmedo. Sin embargo, al desplazarse sobre el océano hacia el sur, se calienta y se carga de humedad. Trae tiempo fresco y húmedo.
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El aire polar continental es de origen ártico o polar marítimo. Sin embargo, al detenerse largo tiempo sobre amplias áreas continentales europeas, se enfría y pierde humedad, dando aquí tiempo frío, seco y estable.
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El aire tropical marítimo, se forma en las zonas que domina el anticiclón de las Azores. Es el dominante en el clima de verano peninsular, por ello es cálido y húmedo, aunque da tiempo estable.
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Por último, el aire tropical continental es originario del Sáhara, por tanto muy cálido y seco. Da tiempo estable con temperaturas muy altas.
Los centros de acción4. Como hemos señalado, los centros de acción son los que impulsan en un sentido u otro a las masas de aire. Son de dos tipos: anticiclones y depresiones o borrascas. Estos tipos de masas de aire pueden ser estables o inestables, o bien permanentes o estacionales, según su origen y su periodo de actividad. En España no se dan las condiciones necesarias para la formación de masas de aire propias debido a sus dimensiones. Por lo tanto, los climas españoles dependen de las aportaciones de masas de aire de otras regiones. Los grandes centros de acción que afectan a la Península son dos:
La depresión semipermanente de Islandia. Se encuentra en el Atlántico Norte. Es una baja presión permanente que empuja hacia nuestras costas vientos fríos y húmedos del Atlántico. En invierno se desplaza hacia el Sur y se suaviza por la influencia de la corriente marina cálida procedente del golfo de México (la Corriente del Golfo). Provoca numerosas precipitaciones, sobre todo, en la cornisa cantábrica.
El anticiclón de las Azores, responsable del tiempo seco y soleado. Se trata de aire tropical marítimo, estable y permanente. Se desplaza siguiendo el movimiento “aparente” del Sol, así en verano está sobre la Península, aunque también se puede provocar una baja presión de origen térmico muy localizada. En invierno el anticiclón de las Azores se desplaza al Sur permitiendo la entrada de borrascas atlánticas.
Los frentes. El tipo de clima se acaba configurando con la creación de frentes. Un frente es una zona de contacto entre masas de aire diferentes, normalmente de tipo cálido y frío. España queda bajo la influencia del frente polar atlántico. Este frente no es
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Un centro de acción es un sistema de alta o baja presión (anticiclón o borrasca) de gran tamaño, que se desplaza lentamente. Suelen bascular a norte o sur según las estaciones.
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sino el reflejo del Jet Stream (o Corriente en Chorro) correspondiente en altura. En su seno se originan borrascas que dan lugar a intensas precipitaciones. Al seguir el desplazamiento de las demás masas de aire, de Norte a Sur, la península queda bajo la influencia del aire tropical cálido en verano y la del aire polar frío en invierno. Durante los equinoccios, los desplazamientos ondulatorios del jet stream y del frente polar barren la Península de Norte a Sur y de Oeste a Este.
III.3. Factores geográficos. Por último, todos estos factores se van a ver matizados por otra serie de factores de tipo geográfico, que van a tener como consecuencia la vasta variedad de tipos de clima que se originan en la Península Ibérica. Éstos factores, a veces con cierta intensidad, van a cambiar los presupuestos teóricos nacidos de la circulación atmosférica y de la localización de la Península en la fachada occidental de las latitudes medias, que ya hemos visto. Los factores geográficos que habrá que tener en cuenta en España son los siguientes:
1. El relieve. Afecta de distintas formas. En primer lugar debido a la altitud media elevada del conjunto peninsular que matiza los valores medios del clima, sobre todo las temperaturas. Como norma general tenemos que decir que a mayor altura, menor temperatura y mayores precipitaciones. Esto es especialmente significativo ya que España posee mucho territorio por encima de los 1.000 m de altitud. Ello implica que estos territorios presentan 6.5ºC menos que si estuviesen al nivel de mar, debido al efecto del gradiente de altitud, que hace bajar la temperatura 0.65ºC cada 100 metros que ascendemos. En segundo lugar, también es importante la elevada compartimentación de las formas de relieve, tan variadas y ricas, que establece una serie de contrastes entre las llanuras y la montaña. Además, la orientación de las montañas, en general, y de las laderas, en particular, se traduce en regímenes térmicos o pluviométricos muy diferenciados. Así, las cadenas dispuestas de forma paralela, represan el aire frío continental procedente de Europa o dificultan el paso de los flujos atlánticos procedentes del norte. Las que se disponen de manera perpendicular a los vientos dominantes provocan diferencias entre las vertientes de solana y de umbría. Esta disposición facilita la entrada de vientos húmedos atlánticos y evita que el centro sea un desierto. Las barreras montañosas provocan el ascenso y descenso de los flujos de viento. Si una masa de aire cargada de humedad choca con la cordillera, ascenderá por la ladera de barlovento. Al elevarse el aire se irá enfriando debido al gradiente de altitud. Este descenso de la temperatura hará que la humedad que transforma se condense y llueva. A este tipo de lluvia se le conoce como lluvia orográfica o efecto Föehn o Föhn5, y es habitual en la cornisa cantábrica. El efecto que se genera en la ladera de sotavento es el contrario. Al descender, el aire se calienta dando origen a un viento cálido y seco, que irá resecando y absorbiendo la humedad de esta ladera, haciendo descender la cobertura vegetal, entre otras consecuencias. Sin embargo, en otros casos, la disposición periférica del relieve impide la entrada de la influencia del mar y complica las características climáticas, al 5
Nombre tomado de un tipo de viento muy característico del norte de los Alpes, que reproduce este tipo de funcionamiento.
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introducir nuevos matices regionales e, incluso, locales, provocando una clara diferencia entre el centro y la periferia. A ello también se suma la forma maciza y compacta de la Península, con pocos entrantes, que no facilita la influencia termorreguladora del mar.
2. El gran desarrollo longitudinal y latitudinal de la Península. Al ser tan importante hace que las masas de aire que llegan a nuestras tierras, al atravesarlas, se van degradando, llegando con características muy distintas al final de su trayectoria sobre el suelo peninsular, que las que tenían al inicio.
3. Influencia de las corrientes marinas. Ya hemos señalado la importancia de la Corriente Cálida del Golfo en las costas bañadas por el Océano Atlántico. A ella tenemos que unirle la importancia que tiene para el clima de las Islas Canarias la Corriente Fría de las Canarias. Esta corriente influye de una manera muy notable, atemperando los valores térmicos y haciendo que estas islas puedan gozar de un clima relativamente agradable durante todo el año, factor importantísimo para la industria turística.
4. Situación entre mares. La situación de la Península entre dos mares de características tan contrapuestas como el Atlántico y el Mediterráneo, aporta al clima nuevos matices, como la suavización de las temperaturas, característica de los climas marítimos. En el Atlántico la temperatura está modificada por la deriva Nor-Atlántica o Corriente Cálida del Golfo, haciendo que el Norte sea menos frío de lo que sería si no existiera esta corriente. Sin embargo, en el caso del Mediterráneo, al ser cerrado y no tener corrientes marinas que modifiquen el clima y al estar rodeado de montañas, ve algo limitada su influencia meteorológica.
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