UNIDAD 7 Las regiones biogeográficas de España
I. Factores de la diversidad biogeográfica. II. Características de las regiones biogeográficas. III. Formaciones vegetales en la España peninsular e insular. IV. La intervención humana y sus consecuencias geográficas.
IES Emilio Muñoz Cogollos Vega (Granada)
Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España
Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España. 1. Factores de la diversidad biogeográfica. 2. Características de las regiones biogeográficas. 3. Formaciones vegetales en la España peninsular e insular. 4. La intervención humana y sus consecuencias geográficas. La Biogeografía es una rama de la Geografía que describe y explica la distribución del mundo viviente a partir de los datos del clima, suelo y vegetación. Se ocupa de las relaciones de los seres vivos con el medio ambiente. En la vegetación incide, pues, el relieve, la litología y el clima con todas sus variantes. Todos estos condicionantes generan un contraste espacial que se manifiesta en una división zonal de la vegetación con modificaciones locales que constituyen las regiones biogeográficas. En España encontramos tres: eurosiberiana, mediterránea y macaronésica.
I.
Factores de la diversidad biogeográfica.
Antes de adentrarnos en el estudio de la cobertura vegetal de la Península, es necesaria una introductoria aclaración. Con frecuencia, aludimos a la cubierta vegetal en términos poco diferenciados, hablando indistintamente de flora y de vegetación. La flora, sin embargo, es el conjunto de especies vegetales diferentes existentes en un espacio geográfico. Cuantas más especies haya, más rica será la flora del territorio a estudiar. La vegetación, por su parte, es la disposición de los individuos de estas especies sobre la superficie terrestre, así como su porte y su fisonomía. Así, un país como España puede tener abundante flora pero escasa vegetación y viceversa. Ambas, flora y vegetación, son fruto de la adaptación al medio de las especies, siempre que se preserve su estado natural. Por ello, la diferencia entre la cubierta vegetal existente y la potencial la marca la acción del hombre. La Península Ibérica y las Islas Canarias se caracterizan por una extraordinaria diversidad en lo que a flora y formaciones vegetales se refiere. La riqueza de especies existentes, a la que hay que añadir la propia del archipiélago canario, es consecuencia de su condición de encrucijada y lugar de convergencia de las influencias atlántica y mediterránea, sahariana y europea. Esto es más claro si tenemos en cuenta que, a lo largo de su historia geológica, los territorios de la península Ibérica se encontraban unidos a los territorios africanos. Todo ello está realzado a su vez por factores como: 1. El clima de la Península Ibérica pertenece a los dominios atlántico y mediterráneo, bien diferenciados por el régimen climático y por el distinto valor de sus elementos. El clima mediterráneo es el más extendido y un importantísimo factor de diversidad biogeográfica, tanto por los contrastes estacionales como por las gradaciones espaciales, que permiten la aparición de biotopos1 diversos. Además, es necesario tener en cuenta que, a lo largo de la historia geológica de nuestra península, el clima ha sufrido vaivenes entre periodos de glaciación y periodos interglaciares. Esto es especialmente significativo si tenemos en cuenta que la Península Ibérica se convirtió en el 1
Ver ecotopo más adelante. Es un ecosistema de extensión local.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España territorio límite de los glaciares, con lo que esto tiene de repercusión en la vegetación. 2. La configuración de los bordes de la península contrapone y aísla el interior del litoral, y crea una diferenciación climática de claras repercusiones en la vegetación y en la fauna, así como su carácter peninsular y su relativo aislamiento del resto del continente. Ello explica el relativo desarrollo autónomo de muchas de las especies peninsulares y la gran cantidad de endemismos. 3. El relieve propicia la aparición de un amplísimo hábitat pues, independientemente de la variedad tipológica de éste que propicia la existencia de montañas, depresiones, llanuras, etc., cada una con sus particulares condiciones biogeográficas, el relieve introduce efectos derivados de la altitud y de la orientación, que influyen en las temperaturas, en las precipitaciones, en la insolación, etc., y que vienen a contrarrestar los efectos de la latitud con la altura. A ello hay que unir su disposición, que no deja que la influencia marina perturbe las formaciones vegetales interiores. 4. La propia historia geológica de la Península ha influido en dos aspectos fundamentales. El hecho de encontrarse entre África y Europa y haber estado unida a ambas, eliminando el Estrecho de Gibraltar en algunos periodos geológicos ha dado a nuestro territorio un gran protagonismo, al convertirse en el puente de trasiego de especies. A la vez, esta historia geológica ha propiciado grandes contrastes litológicos y diversidad de los suelos que han repercutido de manera fundamental en la distribución geográfica de las comunidades vegetales y animales, al tener que adaptarse éstas a las condiciones del sustrato. En consecuencia, la vegetación y la fauna ofrecen una considerable diversidad y, si bien representan en mayor medida a los ecosistemas mediterráneos, también se hallan presentes en nuestras tierras las comunidades de la Europa atlántica. Lo mismo puede decirse de Canarias, cuya privilegiada situación geográfica permite la existencia de un elevado número de endemismos.
II.
Características de las regiones biogeográficas.
La jerarquía para clasificar los dominios biogeográficos que se establece en Biogeografía es Reino, Región y Provincia. España forma parte del Reino holártico boreal que se extiende sobre los continentes al norte del trópico de Cáncer. Éste comprende once regiones, de las cuales tres están presentes en España: 1. Región eurosiberiana. Se corresponde con la cornisa Cantábrica, los Pirineos y las cumbres de los Sistemas Central e Ibérico. Se encuentra dividida en dos provincias: a. Provincia atlántica peninsular.
que
comprende
el
norte
y
el
noroeste
b. Provincia submediterránea que se extiende desde los límites de la provincia atlántica hacia el este, ocupando la vertiente oriental y meridional del Pirineo. 2. Región mediterránea. Comprende el resto de la Península y las Islas Baleares.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España 3. Región macaronésica. Se corresponde con el archipiélago canario.
II.1. La Región Eurosiberiana. Localización. Ocupa la fachada atlántica, el macizo pirenaico y las cumbres de los sistemas Central e Ibérico. Se caracteriza por una vegetación exuberante, como corresponde a un clima de temperaturas suaves y humedad abundante y bien distribuida a lo largo del año. Estas condiciones, unidas a las características del suelo, permiten el desarrollo de un bosque caducifolio que alcanza de 25 a 30 metros de altura y cuya frondosidad reduce considerablemente el acceso de la luz solar hasta el suelo, dificultando el desarrollo de los estratos arbustivo y herbáceo. Más adelante incidiremos detenidamente en las características de estas formaciones vegetales. Como hemos visto, pueden distinguirse, dentro de la región eurosiberiana, dos provincias: a) La provincia atlántica, que comprende el norte y el noroeste peninsular y está representada por los hayedos y los robledales. El haya es el árbol por excelencia de las montañas fresco-húmedas. Se adapta a los suelos silíceos y calizos y se extiende desde Galicia hasta el Pirineo. Su madera, de excelente calidad, se utilizaba antiguamente para la obtención de carbón. Hoy se dedica a la fabricación de muebles, para lo cual se corta en turnos madereros de 80 a 100 años. A menor altitud que el haya, por lo general a menos de 1.000 metros, se sitúa el roble, que manifiesta cierta predilección por los suelos silíceos. La destrucción parcial de los bosques de hayas y de robles dio paso a la introducción del castaño y, después, a su sustitución por el pino, en un claro intento de orientar el bosque hacia la explotación maderera. La degradación de los bosques caducifolios atlánticos origina la aparición de un matorral muy tupido, compuesto por una amplia familia de brezos y otras especies arbustivas, a las que denominamos landas. La eliminación de bosques y landas ha dado lugar a los prados en las zonas mejor dotadas de suelos. Actualmente, el bosque atlántico está reducido a una extensión equivalente al 10% de la superficie potencial. b) La provincia submediterránea, que se extiende desde la provincia atlántica hacia el este, ocupando la vertiente meridional del Pirineo. Su orientación a solana y su situación a resguardo de los vientos atlánticos modifican las condiciones atlánticas propiamente dichas y permiten la aparición de unas especies vegetales que son propias tanto de la región eurosiberiana como de la mediterránea, aunque predominan las pertenecientes a la primera, entre las que destacan el roble, el pino y el quejigo.
II.2. La Región Mediterránea. Localización. Ocupa el resto de la Península y el archipiélago balear. El principal rasgo de la vegetación es su carácter perennifolio, que deriva de las exigencias de adaptación al medio que impone el clima. El clima mediterráneo presenta una sequía estival muy acusada a la que se han adaptado las plantas desarrollando mecanismos para reducir la evapotranspiración y alcanzar la humedad del suelo. Por eso, la vegetación mediterránea tiene hojas pequeñas y de IES Emilio Muñoz (Cogollos Vega)
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España color cobre, y una raíz extensa y profunda que se hunde vigorosamente en el sustrato. Debido a las difíciles condiciones ambientales en las que se desenvuelve la vegetación mediterránea, su crecimiento es muy lento, alcanzando su techo al cabo de siglos. En su fase clímax2, el bosque mediterráneo tiene como especie más representativa la encina. La gran extensión ocupada por la encina obedece a su carácter acomodaticio, que le permite ocupar suelos y climas diversos, y alcanzar altitudes de hasta 1.000 metros en la meseta septentrional y de 2.000 metros en Sierra Nevada, gracias a su capacidad para resistir las frías temperaturas invernales. Al abrigo de la encina, aprovechando el microclima creado por ella, surgen multitud de especies arbustivas, como el madroño, la coscoja, el lentisco, la jara, y una gran variedad de plantas aromáticas de tanto significado en el bosque mediterráneo e implantación en nuestra cultura. Pese a que la encina es la especie más extendida y adaptable a la diversidad de ecotopos3, en ocasiones es desplazada por otras especies. Así, es sustituida por el alcornoque, cuya singular corteza, el corcho, es objeto de explotación industrial. Antaño este bosque fue la base de la actividad colmenera que aprovecha, hoy como entonces, el rico y variado polen de la flora mediterránea como base de una miel de excelente calidad.
II.3. La Región Macaronésica. El archipiélago canario pertenece a esta región biogeográfica diferente, bautizada con el nombre de macaronésica. Entre los factores que la configuran encontramos la insularidad, la variedad litológica y la antigüedad de la flora. Esto hace que entre sus principales rasgos encontremos la variedad florística y la elevada proporción de endemismos4. Esta diversidad procede de la unión en el archipiélago de las influencias del mundo holártico y mediterráneo con las características africanas, mientras que la insularidad ha fortalecido los caracteres autóctonos. Teniendo en cuenta la constitución volcánica de las islas y la presencia de la montaña, particularmente el Teide, que es la elevación más importante de España, la vegetación tiene una clara tendencia a estratificarse por pisos altitudinales, lo cual, a su vez, se explica por las condiciones climáticas de las islas. El piso bajo tiene muy poca humedad y, por ello, carece de vegetación arbórea. Su lugar lo ocupa un matorral cuyas especies más representativas son el cardón y la tabaiba. Le sigue un piso intermedio de tránsito hacia el bosque de laurisilva, que aparece por encima de los 500 metros de altitud, coincidiendo con el “mar de nubes” donde se condensa la humedad que transportan los vientos alisios. Por encima aparecen los bosques de coníferas, particularmente el pino canario y algunos cedros dispersos. A partir de aquí la degradación es muy rápida y surge un desierto rocoso en el cual todavía perviven algunas especies florísticas endémicas.
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Se llama así al tipo de vegetación que se ha establecido por sí misma en un determinado sitio, en determinadas condiciones climáticas, en ausencia de acciones e influencia humana por un largo tiempo. 3 Ecosistema de extensión local, que tiene determinadas características homogéneas en cuando a flora, fisonomía y de formas de vida en general. Es sinónimo de biotopo. 4 Con este concepto nos referimos a especies vegetales cuya distribución geográfica está limitada a un ámbito reducido, no encontrándose de forma natural en ninguna otra parte del mundo. Por ello, cuando se indica que una especie es endémica de cierta región, significa que sólo es posible encontrarla de forma natural en ese lugar.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España También son propias de Canarias especies como el drago, palmeras, cardonales, tabaibales, etc….
III.
Formaciones vegetales en la España peninsular e insular.
En su estado natural, es decir, sin que haya mediado la actuación humana, la vegetación y la flora representan una adaptación a las condiciones del medio. La mayor parte de la superficie está desprovista de la vegetación originaria. Por ello, cuando nos referimos a la vegetación debemos distinguir entre la cubierta vegetal realmente existente, y la vegetación potencial, es decir, aquella que existiría en condiciones naturales sin intervención humana. La diferencia entre una y otra es una huella palpable de la acción humana sobre el medio y tiene notables repercusiones en la fauna y en otros aspectos del medio natural, que analizaremos en el apartado siguiente. Aun así, por su situación en el extremo del suroeste de Europa y como puente entre Eurasia y África, la flora de España es de gran riqueza, con más de 5.500 especies distintas. Algunas especies se han visto favorecidas por el aislamiento que marca el relieve en la figura de los Pirineos y Cordilleras internas que aíslan la Meseta. Además, la última glaciación afectó poco a España, preservándose la naturaleza y dando lugar a gran cantidad de endemismos que se encuentran en zonas localizadas como por ejemplo la Sierra de Grazalema. Los geógrafos suelen asociar las distintas especies en formaciones vegetales, o agrupaciones de plantas que tienen el mismo porte y aspecto y que reciben los siguientes nombres: bosques, matorrales y praderas. El bosque es una formación natural de árboles, al que, en consonancia con el clima, se le une un sotobosque específico con matorral. Los bosques naturales se consideran vegetación clímax.
III.1. El bosque caducifolio. También llamado de frondosas, es propio de la región eurosiberiana, de clima oceánico o atlántico con lluvias abundantes y regulares todo el año. Es un bosque de hoja caduca, que pierde a la entrada del invierno. Las especies características son roble y haya, y también castaño y avellano. Menos frecuente es el tilo, el arce. El roble vive a menos altura que el haya con el que se mezcla a veces. Su techo son los 1.000 metros pues tolera menos el frío. Es un árbol de suelos silíceos. La especie principal de roble es el Carballo, que se instala en suelos pocos ácidos y llega a alcanzar los 40 metros de altura y un tronco de más de 1 metro de diámetro en algunos ejemplares centenarios. El haya se encuentra en masas monoespecíficas y también mezclado con el roble. Necesita humedad, le resultan favorables las nieblas y rocíos de las montañas. Se adapta a suelos calizos y silíceos, desde la cordillera cantábrica al Pirineo navarro, disminuyendo en el Pirineo central y oriental. Su madera es buena y densa, con gran interés económico, apta para celulosa, construcción, muebles utensilios o para leña. Crece con bastante rapidez por lo que los turnos madereros son de ochenta o cien años. Los árboles que acompañan a los hayedos son arces, mostajos, sauces, tejos y alisos. Entre los arbustos tenemos acebos, avellanos o boj, en el Noreste, o los arándanos y brezos al Oeste de la Cordillera Cantábrica, Ibérica y Central. IES Emilio Muñoz (Cogollos Vega)
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Las formaciones arbustivas se desarrollan en aquellos lugares en los que el clima, el suelo o la degradación del bosque por la acción del hombre impiden el crecimiento de árboles. Surge así la landa, matorral formado por brezos, que se da en suelos ácidos. La formación herbácea típica de esta zona es la pradera, base de la actividad ganadera del norte de España. El bosque caducifolio no ocupa hoy ni el 10% de su área potencial. Su pervivencia se enfrenta a: o o o
Reducción de ingresos en los municipios con bosque comunales. Aumento de la presión ganadera para establecer nuevos espacios de pastos en el norte de España. Pérdida de usos tradicionales de la madera.
III.2. El Bosque esclerófilo mediterráneo. La formación más extensa y general de España es el encinar (Quercus Ilex). Junto a las asociaciones vegetales que le son propias forma el bosque esclerófilo, de hojas duras y resistentes adaptadas a la vida en lugares secos. Abarca todo el territorio peninsular, desde el SE de Galicia a Almería y desde Girona a Cádiz, además de las Islas Baleares. El Sistema Central y Sierra Morena. Entre sus características encontramos:
Crecimiento lento: tarda siglos en llegar a su techo de altura (20 m). Hojas de colores mates, que van del gris al verde oscuro, pequeñas y coriáceas, tienen una espesa cutícula para impedir la evaporación por la radiación solar. Sus raíces son muy potentes para aprovechar al máximo las precipitaciones, soportan sin dificultad largos períodos de aridez. Así se explica su adaptación a distintos paisajes, a distintas temperaturas y precipitación, a distintos suelos, silíceos o margosos. Presenta moderada producción de biomasa, cuya materia forma un manto que se descompone lentamente en el suelo.
El uso de la encina ha sido aprovechar la bellota para alimentar el ganado, el carbón vegetal, el uso de la madera para carpintería. Donde hay más humedad aparece el alcornoque (Quercus suber) que resiste peor que la encina las heladas y la sequía, por lo que se sitúa en zonas de inviernos suaves. Tiene hojas parecidas a las de la encina, aunque de tonos más pálidos, y sus copas son menos densas, por lo que la luz penetra hasta el suelo. Su tronco es muy grueso y ramificado a pocos metros del suelo. No crece más de 20 m. y no se encuentra en suelos calizos. Su corteza se utiliza para corcho, su madera para hacer toneles y construcción naval. Como especies secundarias tenemos algunas especies de pinos. El pinsapo, especie endémica, muy protegida, se encuentra en la Sierra de Grazalema (Cádiz), en la Sierra de las Nieves en Ronda (Málaga) y en el Monte de los Reales (Estepona). Necesita abundantes lluvias (más de 1.000 mm), dentro de un régimen térmico fresco tolerando la aridez estival, por lo que se sitúa entre los 900 y 1.800 m de altura.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España El matorral del bosque mediterráneo lo componen especies como la jara, acebuche, olivo silvestre, el lentisco, coscoja, romero. Dentro del matorral hay que destacar tres formaciones arbustivas: o
El maquis, rico en especies, denso y alto. Se encuentra en el área del alcornoque con especies como la jara, la retama, el madroño y el tojo.
o
La garriga, más baja y densa, es considerada una etapa inferior al maquis. Se encuentra en el área de la encina, cuyas especies más representativas son el romero, el tomillo, espliego, la aliaga.
o
En las zonas más secas, caso del sureste peninsular, se desarrolla la estepa, una formación herbácea en la que predomina el esparto, espárrago, el palmito...
El bosque mediterráneo es el que más ha retrocedido, por su enorme extensión. El encinar y gran parte de los alcornocales se aprovechan para dehesa.
III.3. El Bosque de coníferas. Las coníferas son plantas de frutos cónicos y ramas de contorno también cónico. El reparto de las especies pináceas de este bosque es desigual. La disparidad de las coníferas no se debe al dominio climático o suelo, sino que se adaptan, según especies, a condiciones extremas de frío, calor, humedad y aridez. Presentan una copa cónica, pequeñas hojas o acículas y escaso sotobosque. Entre sus especies destacamos:
Abeto. Necesita mucha agua. Lo encontramos en los Pirineos y no en la Cordillera Cantábrica pues no soporta la humedad. Pino negro. Se encuentra en los Pirineos, resiste bien el frío y la altura. Pino silvestre. Se encuentra en zonas montañosas del norte y el interior. Su madera es de gran calidad. Pino carrasco. Necesita menos agua, se adapta a suelos calizos y a laderas, en torno a los 600 m. Pino laricio. En suelos calizos de poco agua, bueno para producir madera y repoblar. Especies como el Pinsapo o los sabinares. Se encuentran entre la Cordillera Cantábrica a las Subbéticas. Se adaptan a medios difíciles. Comparten su espacio con el quejigo y arbustos como espliego y tomillo. Los sabinares se asocian a los bosques de frondosas y al esclerófilo mediterráneo.
III.4. La laurisilva canaria. Las Islas Canarias son geológicamente homogéneas pero presentan diferencias en cuanto a la naturaleza química de las rocas, el clima y la historia de su poblamiento vegetal. Los endemismos superan el 50% de la flora. El bosque de laurisilva se encuentra favorecido por el “mar de nubes” de los alisios que tropiezan con la montaña, en torno a los 500 m. Los barrancos están ocupados por helechos. El fayal y el brezal, de porte arbustivo y arbóreo, se encuentran en las crestas. Por encima de los 1.000 m comienza el pinar canario. La falta de nieblas favorece el desarrollo del pinar típico que llega hasta los 2.000 m. Por encima se encuentran los retamales. En los primeros pisos de la montaña se sitúan palmeras y dragos.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España El pino canario tiene gran tolerancia térmica y forma grandes masas forestales, llegando en el sur a ponerse en contacto con los cardonales. Su sotobosque es pobre, a veces aparecen retamas, jaras,… El piso basal más árido está representado por los tabaibales. Fuerteventura y Lanzarote, por su relieve poco acusado, marcan un cambio en la vegetación. Su litología fundamental son los basaltos. La falta de montañas elevadas hace que los alisios no provoquen los mares de nubes, por lo que hay ausencia total de laurisilva. El pino canario no existe aquí.
III.5. La vegetación de montaña. La altitud genera estratificación en pisos. Son varios los hechos que explican la estratificación:
La vinculación de la precipitación con la altitud, así como el valor especial de la precipitación en forma de niebla o rocío. El descenso de las temperaturas con la altitud. La orientación de las vertientes al sol según la procedencia del viento. El barlovento recibe más precipitación por lo que tiene vegetación más abundante. Exposición de las vertientes al sol. Las orientadas al sur, solana, más afectadas por la acción solar y las orientadas al norte que retienen más la humedad. La vegetación tendrá un desarrollo desigual.
En la estratificación, por lo general encontramos: 1. 2. 3. 4. 5.
un piso basal protagonizado por el encinar. piso montano con hayas y robles. piso subalpino con pino negral y después herbazales y prados. las montañas más altas tendrían, también, un piso nival.
III.6. La vegetación de ribera. Es la existente en los lechos mayores de los cursos fluviales. Sus características fundamentales son:
Desarrollo condicionado por la abundante humedad Disposición simétrica en bandas por las márgenes.
Existe gran variedad de árboles y arbustos, como abedul, olmo, fresno, sauce,…en posición más marginal, y más altos, los alisos, que toleran mal la inundación. En el exterior dominan los chopos y álamos, además de fresnos y olmos, que forman la faja más ancha y externa de la vegetación de ribera, hasta rebasar el lecho mayor. Los arbustos de las riberas son arraclanes, laureles, majuelos, rosales silvestres, zarzamoras, además de hiedras, madreselvas y lúpulo, junto a otras trepadoras. Hoy se observa gran retroceso de esta vegetación espontánea reduciéndose a sendas líneas de sauces en las márgenes. El descenso está en relación a la potencialidad de estas tierras para el cultivo, con el avance de las explotaciones de chopos para embalaje y con la enfermedad de la grafiosis en los olmos. IES Emilio Muñoz (Cogollos Vega)
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IV.
La intervención geográficas.
humana
y
sus
consecuencias
Hasta ahora hemos intentado ofrecer la situación, desde el punto de vista biogeográfico, de la Península Ibérica. Sin embargo, hemos omitido conscientemente la acción humana como factor de modulación de la plasticidad de los ecosistemas peninsulares. Sin embargo es, posiblemente, el factor más relevante a la hora de analizar la realidad actual de la situación de las formaciones biogeográficas y vegetales de España. Además, hemos de dejar claro desde el principio que vamos a señalar sólo las consecuencias directas que tienen las actividades humanas sobre la vegetación. No nos vamos a detener en todas aquellas actividades que transforman los elementos del medio natural, como los suelos o el clima, y que influyen directamente en la cobertura vegetal. La posición de nuestro territorio como encrucijada de caminos, su forma y sus características interiores, han provocado que la Península se convierta en lugar de convergencia de las más variadas influencias, tanto físicas como humanas y culturales. Por sus costas han aparecido en el suelo hispano, siguiendo las más variadas rutas desde el Paleolítico, una variada gama de pueblos. Ocupan un lugar predominante en este aspecto los fenicios, griegos y romanos, que han aportado la flora mediterránea, preponderante en todo el territorio. El istmo pirenaico, a su vez, sirvió de paso a migraciones indoeuropeas y germánicas que representan las influencias centroeuropeas que se han traducido en los bosques caducifolios y en las plantas medioeuropeas que se encuentran en la Península. Por el Atlántico llegaron aportaciones de los pueblos americanos. Por último, el estrecho de Gibraltar nos ha deparado la influencia africana y, sobre todo, musulmana, que podríamos representar en la figura del palmito como planta más señera. Aparte del aporte florístico, no son menos importantes las influencias étnicas y culturales en cuanto al tratamiento y a la relación de los asentamientos humanos con la flora y la vegetación se refiere. Lo anteriormente citado no hace nada más que incidir en la importancia de las modificaciones que llevan a cabo las agrupaciones humanas sobre los ecosistemas. Para estudiarlas de manera sistemática, vamos a hacer un repaso histórico de la desigual relación entre las actividades humanas y los dominios biogeográficos de la Península Ibérica, siguiendo a J.M. Rubio Recio y V. Bielza de Ory5. Si iniciamos nuestra andadura en el Paleolítico, tenemos que decir que, en este punto de partida, sólo el 4% de la superficie de la Península se hallaba cubierta de vegetación no arbórea. El resto eran bosques. Hoy día sólo el 13% del territorio es superficie de bosque. Nuestros antepasados de aquella época llevaban a cabo prácticas depredatorias para obtener su sustento. Las técnicas utilizadas eran muy rudimentarias y los efectivos demográficos muy escasos. Ello hacía que los grupos humanos formasen parte del equilibrio del ecosistema, como un elemento más. Sin embargo, esta situación va a cambiar con la difusión de las prácticas agrícolas y ganaderas propias del Neolítico. Así, la intervención humana sobre el medio y, sobre todo, sus consecuencias, son significativas a partir de la “Revolución Neolítica” que, en la Península, se data a finales del V Milenio a.C. A medida que estas actividades se fueron generalizando sobre el solar de la peninsular, se fueron 5
Rubio Recio, J.M.: Vegetación y fauna, y La degradación del cuadro natural: problemas ambientales, artículos incluidos en la obra de Bielza de Ory, V. y otros Territorio y sociedad en España, Volumen I (Geografía Física). Editorial Taurus. Madrid, 1.989.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España acrecentando las consecuencias sobre el medio. De todas formas, el hecho de la que la población peninsular no fuese muy significativa todavía, limitó sus consecuencias. Sin embargo, sí podemos señalar algunas de ellas. Así, el espacio destinado tanto a las actividades agrícolas como ganaderas “expulsó” de su territorio a aquellas especies que lo ocupaban de forma natural. Esta desaparición de la cobertura vegetal original provocó, a su vez, el desarrollo y la precipitación de los procesos de erosión o empobrecimiento del suelo. Por ello, podemos decir que el Neolítico significó la primera gran revolución en las relaciones hombre/medio, produjo la transformación del medio natural y su sustitución por un medio o ecosistema antrópico. Avanzando el tiempo, podemos encontrarnos con un segundo momento que marca un hito importante en la modificación de los ecosistemas hispanos. Nos referimos, ya en la Edad Antigua, a los fenómenos de las colonizaciones mediterráneas y, sobre todo, a la romanización de la Península. Las colonizaciones se inician en el siglo VII a.C y el proceso de romanización se completa en el primer siglo de nuestra era, con el emperador Augusto. La romanización, en relación con la situación de los ecosistemas peninsulares, se tradujo en cuatro aspectos o consecuencias fundamentales. El primero de ellos es la intensificación de las explotaciones agrarias, toda vez que la economía romana descansaba en la explotación de extensos latifundios agrícolas. Ello obligó a la completa adaptación del medio a los intereses de la población, en pleno auge. El segundo aspecto está relacionado con la extensificación o extensión de las prácticas agrícolas. Es decir, la romanización supuso la roturación y puesta en valor agrícola de extensos territorios del interior peninsular, transformando el saltus en ager6 lo que supuso la pérdida de su cobertura vegetal original. El tercer aspecto importante fue la creciente necesidad de madera que demandó una población en aumento, tanto como combustible (era el principal, sino el único) como materia prima fundamental para la construcción y los navíos. Por último, las colonizaciones y la presencia romana se volcaron, en una relación asimétrica, hacia el Mediterráneo, implicando una mayor explotación y transformación de los dominios mediterráneos, mucho más frágiles, por su constitución, que los oceánicos. Todo ello supuso el primer golpe serio al equilibrio de los ecosistemas del bosque mediterráneo. A partir de la caída del Imperio Romano, durante la Edad Media, se producen algunos acontecimientos dignos de reseña. Así, la presencia musulmana a partir del siglo VIII va a confinar en las montañas norteñas a un nutrido grupo de cristianos. Ello aumentó la presión demográfica en una zona ajena a ella hasta ahora. A esto hay que unir el aumento, a lo largo de la Edad Media de la ganadería trashumante, lo que implicó el uso y abuso del monte, haciendo retroceder al bosque y a sus elementos naturales. A la vez, en territorio musulmán se inicia un proceso de transformación de los elementos naturales de la vegetación para su adaptación a las prácticas agrícolas puestas en práctica por los musulmanes. Sin embargo, la expulsión de los moriscos, ya en la Edad Moderna en los siglos XVI y XVII va a tener como consecuencia el abandono del regadío y el desarrollo de explotaciones de secano en las laderas del monte, en detrimento del bosque. A ello habrá que sumarle el creciente aumento de las cantidades de madera utilizadas en la construcción naval, en auge debido a las necesidades de la primera armada de la época.
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El saltus es el espacio que no está cultivado. Se diferencia entre Saltus Permanente, que es aquel que no permite su aprovechamiento agrícola tal como rocas, etc y saltus temporal, que es aquel que, aunque no está cultiuvado en este momento si hubiera podido estarlo en el pasado o ser cultivado en el futuro, como als zonas de matorral o pastos. El ager, por su parte, es el territorio adaptado en su totalidad a la explotación agraria y/o ganadera.
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Unidad 7: Las regiones biogeográficas de España Sin embargo, el prácticamente nulo crecimiento demográfico entre la Edad Media y Moderna (sólo significativo en el siglo XVIII) hará que el desequilibrio no sea todavía muy notable. Así, el otro gran hito en la relación entre el hombre y el medio natural se produce a lo largo del siglo XIX. En este siglo podemos señalar dos acontecimientos históricos que van a influir de manera importante en la situación de los ecosistemas peninsulares. Nos estamos refiriendo a los fenómenos de la industrialización y la Desamortización. En cuanto a la industrialización, unido al tímido incremento de la población, tenemos que decir que, aunque no tuvo la entidad del fenómeno en el continente europeo, sí que influyó en la biogeografía peninsular. Lo hizo dando una nueva aceleración en la roturación de tierras que sirvió para incrementar la producción agrícola que tenía que satisfacer las necesidades de una población en crecimiento, por tímido que éste fuese. A ello ayudaron las renovadas técnicas de cultivo que permitieron laborear tierras hasta entonces imposibles. También se hizo necesaria una mayor explotación forestal para satisfacer las demandas de la naciente industria, como prueba el aumento de la demanda de celulosa. La Desamortización actuó en la misma dirección con unos resultados, si cabe, todavía más nefastos, toda vez que significó la roturación de nuevas tierras (sobre todo las comunales y los territorios agrestes de las órdenes religiosas) poco aptas para la explotación agrícola, especialmente las zonas de bosque mediterráneo. Al no ser rentables, estas tierras tardaron poco tiempo en ser abandonadas. Sin embargo, este tiempo no fue suficiente para que se pudiesen recuperar la vegetación y las especies naturales que habitaban estos espacios. Ello facilitó la erosión progresiva del suelo y aumentó la posibilidad de inundaciones. Es necesario señalar que es a finales del siglo XIX cuando empieza a configurarse la primera toma de conciencia de la degradación y pérdida del bosque, y de las consecuencias que ello puede acarrear. Esta primera preocupación surge de la mano de los Regeneracionistas, con Joaquín Costa a la cabeza, y cristalizará a lo largo del siglo XX con la repoblación forestal por parte de los poderes públicos. El problema fundamental será que primarán más los objetivos económicos que los ecológicos. Ello llevará a la repoblación con especies de crecimiento rápido, como los pinos o los eucaliptos, dejando al margen las frondosas. Por último, vamos a cerrar este capítulo analizando la relación del medio biogeográfico con el hombre en la sociedad posindustrial. En esta época de principios del siglo XXI, el bosque ha dejado de ser un bien económico para convertirse en un espacio de ocio. Ello se debe a que ha dejado de utilizarse como fuente de energía y como materia prima para la construcción. A su vez, ha disminuido la presión ganadera con el éxodo rural masivo de la segunda mitad del siglo XX. Todo esto ha significado incluso la repoblación natural en aquellas zonas donde el clima es favorable para ello, como en la España atlántica. Por el contrario, sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI se han intensificado los incendios forestales a lomos de la especulación, la introducción de especies foráneas y el abandono de las funciones y actividades tradicionales del bosque.
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