Cuadernillo semana de oración 2016

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Provincia Eclesiástica de Guadalajara Pastoral Vocacional Presentación

Saludo con estimación a todos mis hermanos Obispos, Sacerdotes, Consagrados y fieles Laicos de nuestra Provincia Eclesiástica de Guadalajara. El presente subsidio fue elaborado para impulsar la 53° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de especial consagración, a realizarse el cuarto domingo de pascua, conocido como domingo del Buen Pastor, el 17 de abril del 2016. En esta ocasión el Papa Francisco, nos invita a todo el pueblo de Dios a reflexionar: “Todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia, ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares nacen en el seno del pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la <<tierra>> donde la vocación germina, crece y da fruto”. “La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la oración perseverante por las vocaciones. Finalmente es Madre de las Vocaciones al sostener continuamente a aquellos que han consagrado su vida al servicio de los demás”. Esperamos que este subsidio impulse nuestro trabajo pastoral en nuestra provincia y ofrezca una preciosa oportunidad al “pueblo de Dios, pueblo sacerdotal”, para reflexionar sobre su vocación, entregándose a ella con sencillez, confianza y disponibilidad. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, custodie hasta el más pequeño germen de vocación en el corazón de quienes el Señor llama a seguirle más de cerca.

+Felipe Salazar Villagrana Obispo de San Juan de los Lagos Coordinador de la Pastoral Vocacional en la Provincia Eclesiástica de Guadalajara


53° Jornada Mundial de oración por las vocaciones. MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 53 JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES La Iglesia, madre de vocaciones Queridos hermanos y hermanas: Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto. Por eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, a contemplar la comunidad apostólica y a agradecer la mediación de la comunidad en su propio camino vocacional. En la Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia recordaba las palabras de san Beda el Venerable referentes a la vocación de san Mateo: misereando atque eligendo (Misericordiae vultus, 8). La acción misericordiosa del Señor perdona nuestros pecados y nos abre a la vida nueva que se concreta en la llamada al seguimiento y a la misión. Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero. El beato Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, describió los pasos del proceso evangelizador. Uno de ellos es la adhesión a la comunidad cristiana (cf. n. 23), esa comunidad de la cual el discípulo del Señor ha recibido el testimonio de la fe y el anuncio explícito de la misericordia del Señor. Esta incorporación comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial, especialmente los Sacramentos. La Iglesia no es sólo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia». La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con-vocación. El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo. En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento veinte hermanos (Hch. 1,15); para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los discípulos (Hch. 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para seleccionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia de las vocaciones (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107).


La vocación nace en la Iglesia. Desde el nacimiento de una vocación es necesario un adecuado «sentido» de Iglesia. Nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos (ibíd., 130). Respondiendo a la llamada de Dios, el joven ve cómo se amplía el horizonte eclesial, puede considerar los diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el hogar y la familia en la que nace la vocación. El candidato contempla agradecido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable para su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y hermanas que recorren diversos caminos; y estos vínculos fortalecen en todos la comunión. La vocación crece en la Iglesia. Durante el proceso formativo, los candidatos a las distintas vocaciones necesitan conocer mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al principio. Para ello, es oportuno realizar experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejemplo: comunicar el mensaje evangélico junto a un buen catequista; experimentar la evangelización de las periferias con una comunidad religiosa; descubrir y apreciar el tesoro de la contemplación compartiendo la vida de clausura; conocer mejor la misión ad gentes por el contacto con los misioneros; profundizar en la experiencia de la pastoral en la parroquia y en la diócesis con los sacerdotes diocesanos. Para quienes ya están en formación, la comunidad cristiana permanece siempre como el ámbito educativo fundamental, ante la cual experimentan gratitud. La vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite. La misión de Pablo y Bernabé es un ejemplo de esta disponibilidad eclesial. Enviados por el Espíritu Santo desde la comunidad de Antioquía a una misión (Hch 13,1-4), volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor había realizado por medio de ellos (Hch 14,27). Los misioneros están acompañados y sostenidos por la comunidad cristiana, que continúa siendo para ellos un referente vital, como la patria visible que da seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna. Entre los agentes pastorales tienen una importancia especial los sacerdotes. A través de su ministerio se hace presente la palabra de Jesús que ha declarado: Yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy el buen pastor (Jn 10, 7.11). El cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral. Los sacerdotes acompañan a quienes están en buscan de la propia vocación y a los que ya han entregado su vida al servicio de Dios y de la comunidad. Todos los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo eclesial de la vocación, para que las comunidades de fe lleguen a ser, a ejemplo de la Virgen María, seno materno que acoge el don del Espíritu Santo (cf Lc 1,35-38). La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de Dios. También lo hace a través de una cuidadosa selección de los candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada. Finalmente es madre de las vocaciones al sostener continuamente a aquellos que han consagrado su vida al servicio de los demás.


53° Jornada Mundial de oración por las vocaciones.

Pidamos al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo refuerce en los Pastores y en todos los fieles la comunión eclesial, el discernimiento y la paternidad y maternidad espirituales: Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización. Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.

Vaticano, 29 de noviembre de 2015 Primer Domingo de Adviento Francisco.


ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

¡Oh Jesús, Buen Pastor, dígnate mirar con ojos de misericordia, a esta porción de tu grey amada! Señor, suscita en tu Iglesia vocaciones sacerdotales, consagradas y laicales para extender tu Reino. Te lo pedimos, por la Inmaculada Virgen María de Guadalupe, tu dulce y Santa Madre. ¡Oh Jesús, danos vocaciones según tu corazón! Amén.


53° Jornada Mundial de oración por las vocaciones. HORA SANTA VOCACIONAL

Canto y Exposición del Santísimo Sacramento (Breve pausa para una reflexión y adoración en silencio) Guía: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Todos: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Guía: Señor Jesús, presente en el Sacramento de la Eucaristía, sabemos que sólo tú tienes palabras de vida eterna: habla y nosotros escucharemos. Todos: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Guía: Señor Jesús atráenos a ti y ayúdanos a poner atención a tu palabra. Tú deseas que busquemos tiempo y lugar para escuchar tu palabra. Todos: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Guía: Señor Jesús, queremos que Tú seas el centro de nuestra vida. Queremos elegirte, amarte sobre todas las cosas y darte la bienvenida como el único que da la vida entre nosotros. Todos: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.


Guía: Señor Jesús, danos perseverancia para escuchar tu palabra, para que iluminados, atraídos y guiados por Ti podamos entrar en la casa del Padre. Todos: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Guía: Señor Jesús, imploramos fervientemente tu ayuda para nuestros jóvenes para que puedan escuchar tu palabra, ser atraídos por tu gloria y seguirte generosamente en tu llamado especial al sacerdocio o a la vida consagrada. Todos: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

Texto bíblico (Mc. 3, 13-15) “En aquel tiempo Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se acercaron a él. Constituyó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios”. Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN Tiene lugar aquí la llamada primera separación de los estados de vida. El Señor llama, entre los discípulos, a algunos para que vivan con él, y les pide que cambien de manera radical su modo de vivir. Ir a vivir con el Señor significaba para este grupo, antes que nada, dejar su oficio, la familia, su proyecto personal de vida. El oficio se lo dará el Señor; la familia será la de los discípulos; el futuro se lo confían a él. Nace aquí un nuevo modo de organizar la existencia, reservado a “ los que quiso”. Nace lo que podríamos llamar el seguimiento especial del Señor, un seguimiento que va más allá del requerido ya a todos los discípulos, pidiendo al discípulo “estar con él”. Estamos aquí en presencia de una llamada especial, una llamada que depende sólo de él. Esa llamada que fija una modalidad estable de vida, será repensada más tarde por la reflexión de la fe como una “consagración nueva y especial”. Una consagración nueva y especial como sello para una llamada nueva y especial, que introduce en un estado de vida nueva y especial. Ese es el grupo de los discípulos que puede decir: Mira, lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Es el grupo de los que “están con él”, de los que le siguen “de más cerca”, como dice el Concilio, de los que asumen sus actitudes hasta el punto de ser llamados a reproducir su forma de vida en el tiempo. Se da, por tanto, en el


53° Jornada Mundial de oración por las vocaciones. caso de las personas consagradas, la exigencia a atender a una fidelidad a un doble seguimiento: el discípulo que regula e inspira sus actos, sus sentimientos y sus pensamientos sobre la enseñanza del Maestro, y el del discípulo “llamado a estar con él”, con la exigencia de estar dedicado en exclusiva a él y sus cosas. Ambos tipos de seguimiento deben ser cultivados por el que ha sido llamado a una tensión conformadora, propia de aquel o aquella que ha sido llamado a una vida centrada por completo en Jesús, Maestro y Señor: Cultivar sólo el seguimiento “especial” olvidando tal vez el normal, significa ser personas consagradas sin ser cristianas. Cultivar la primera sin la segunda, significa olvidar la separación especial llevada a cabo por el Señor. Aquí se impone un buen examen de ambos seguimientos a fin de evaluar nuestro grado de pertenencia al Señor, hoy, aquí y ahora. Oración comunitaria Guía: Nuestro Señor Jesucristo nos dice: “una cosa que te hace falta: ve y vende todo lo que tienes, reparte el dinero a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme”. Nuestras vidas dependen de ciertos “sí” o de tristes “no” dichos por amor a Cristo o por miedo. Pidamos por las comunidades cristianas: que sean para toda la gente una señal del deseo de Cristo, de que libres de preocupaciones materiales, puedan entregarse al anuncio de la fe y al servicio de todos. Todos: Cristo, escúchanos. Guía: Que nuestro compromiso de seguir a Cristo y de construir su reino nos ayude a desprendernos de las cosas materiales que parecen ofrecernos un éxito seguro en la vida, pero que a fin de cuentas nos desilusionarán. Todos: Cristo, escúchanos. Guía: Que podamos tener fortaleza para dar testimonio de Cristo por una vida de verdadera pobreza de espíritu, renunciar a nuestras comodidades para poder vivir en solidaridad con los más pequeños de nuestros hermanos y alcanzar la verdadera libertad de espíritu a la que Cristo nos llama. Todos: Cristo, escúchanos. Guía: Por los que encerrados en sí mismos no se sienten libres para amar la entrega al servicio de los demás, que encuentren al Cristo liberador y apasionado que promueve la libertad para todos y abre nuestras vidas a la más grande dimensión del amor. Todos: Cristo, escúchanos. Guía: Por los jóvenes que se preparan para el matrimonio, que puedan por la gracia de los sacramentos, saber cultivar la virtud de la pureza que es libertad del dominio de las pasiones y control de sí mismo. Todos: Cristo, escúchanos. Todos: Cristo, escúchanos.


Guía: Por los “ jóvenes ricos” de hoy, también amados por Cristo para que puedan abrir sus corazones y recibir la palabra delicada e insistente de Cristo que los llama. Todos: Cristo, escúchanos. Guía: Para que muchos se animen a vivir la vida consagrada, señal de total apertura a Dios, a la Iglesia y a nuestros hermanos y hermanas. Todos: Cristo, escúchanos. Guía: Padre, muéstranos tus caminos, guíanos en la senda de la verdad e instrúyenos porque tú eres el Dios de nuestra salvación. Por Cristo nuestro Señor. Todos: Amén. Canto “El Pescador” Oración comunitaria Guía: Escuchar a Jesús significa seguirlo y seguirlo significa entregar nuestras vidas al servicio desinteresado del Evangelio. Oremos juntos y digamos: Todos: Jesús Buen Pastor, escucha nuestra oración. Guía: Por la Iglesia, para que pueda cumplir su misión de servicio y apoyo de la dignidad y derechos de todo ser humano, oremos. Todos: Jesús Buen Pastor, escucha nuestra oración. Guía: Por los que ejercen el ministerio en la Iglesia, para que puedan reconocer los signos de los tiempos y llevar a todos a una auténtica y efectiva salvación, oremos. Todos: Jesús Buen Pastor, escucha nuestra oración. Guía: Por los jóvenes que consideran la posibilidad de consagrar sus vidas en la Iglesia al servicio de sus hermanos y hermanas, que no teman las oposiciones e incertidumbres, sino que perseveren en su compromiso, oremos. Todos: Jesús Buen Pastor, escucha nuestra oración. Guía: Por las familias cristianas para que animen a sus hijos a considerar el valor de una vida de servicio, practicando la apertura y la entrega de sí mismos, oremos.


53° Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Todos: Jesús Buen Pastor, escucha nuestra oración. Guía: Padre, consérvanos jóvenes en el Espíritu. Que sepamos ser arriesgados en nuestra entrega a ti y a nuestros hermanos y hermanas. Ponemos nuestra confianza en tu amor fiel; enséñanos a aceptar las dificultades en nuestra vida para que permanezcamos siempre y en todas partes, humildes servidores de tu Evangelio. Todos: Amén. ORACIÓN POR LAS VOCACIONES ¡Oh Jesús, Buen Pastor, dígnate mirar con ojos de misericordia, a esta porción de tu grey amada! Señor, suscita en tu Iglesia vocaciones sacerdotales, consagradas y laicales para extender tu Reino. Te lo pedimos, por la Inmaculada Virgen María de Guadalupe, tu dulce y Santa Madre. ¡Oh Jesús, danos vocaciones según tu corazón! Amén. BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO Sacerdote: Les diste Señor el pan del cielo. Todos: Que contiene en sí todo deleite. Sacerdote: Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Todos: Amén. ALABANZAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO DESPUÉS DE LA BENDICIÓN Bendito sea Dios. Bendito sea su Santo Nombre. Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre. Bendito sea el Nombre de Jesús. Bendito sea su Sacratísimo Corazón. Bendito sea su Preciosísima Sangre. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Bendito sea el Espíritu Santo Consolador. Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su gloriosa Asunción. Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre. Bendito sea San José su casto esposo. Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.


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