N1 el surfer

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Nº1 EL SURFER

Director: Nacho Acebal

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[ YO SOY ]

SOY…UN SURFER Si, surfer. Eso es lo que soy. Ni soy más ni soy menos; creo que nací siéndolo aunque mi entorno y circunstancias no hacían presagiar que lo fuera. Tal vez por eso sin embargo, el peso de mi ser, es más fuerte que el que brindan las cirucunstancias. Ya no recuerdo cuándo comencé a manifestar mi ser, pero lo que sí recuerdo es que fue antes de cabalgar mi primera hora, hecho que se produjo bastante tarde, la verdad sea dicha. Nací en una familia normal, de esas que antaño se llamaban burguesas acomodadas, con padre trabajando y madre en casa, a sus labores, cuidando de tres criaturas de edades razonablemente escalonadas, dos chicos y una chica. Vivíamos en una localidad costera de Vizcaya llamada Las Arenas, con una playa de olas aceptables llamada Ereaga; una zona muy surfera, dicho sea de paso, en la que los devotos de la tabla cogían olas en aguas de dudosa salubridad. Pero por unas u otras circunstancias no fue hasta los 14 años cuando logré hacerme con una vieja tabla Eukaliptus e iniciar mis primeras escaramuzas con las olas cantábricas. Acaso porque había nacido surfer no me fue difícil ir domeñando las caprichosas olas y conocer las corrientes, la fuerza de las resacas y en fin, cualquier secreto que ofreciera el concurrido spot. Por aquellos entonces, el mar rompía con un metro de swell, con una fantástica ola de izquierda pegada a los bloques, y también de derecha, mucho más corta pero con potencia. Eran olas muy tuberas… y también marrones. Sí. Recuerdo esos primeros tubos que me hice casi enfrente del Igeretxe, en marea media-alta, a base de una orillera potente y un poco cerrona.

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Aquel era mi mundo y me costó todo un triunfo atreverme a explorar rompientes que no fueran las de Ereaga, aunque fueran aledañas, como Sopelana, Arrigunaga o Larrabasterra. También es cierto que mi transporte era una vieja bicicleta BH, desprovista de frenos en la que había que sustituir los mismos por la suela de la zapatilla dispuesta entre el neumático trasero y el cuadro rojo oxidado. Al fin, a mi amigo Lucas Eugui sus padres le regalaron una flamante Vespino, y fue entonces cuando comenzamos a hacer las primeras incursiones en Arrigunaga y, sobre todo en Sopelana. Sopelana era otra cosa. Lo digo porque la diferencia entre mi mundo y aquel nuevo, aunque tan cercano, era a mi parecer enorme. En primer lugar, en Sopelana, Sope para los locales, entra mucho más mar y te puedes batir el cobre con olas de 4 metros, de mucha calidad, es cierto, pero que requieren de cierto nivel. En la playa central, más grande, podemos surfear las olas de Atxabiribil y Arrietara, y pegada a la misma se puede surfear una derecha larga y muy molona con el nombre de La Triangular. Y si quieres demostrar tus redaños, entonces la opción es Meñakoz que olo rompe en invierno pero puede superar los 5 metros de altura. Lucas, la Vespino y yo, a base de insistencia y tenacidad, conquistamos los spots de Sopelana y a más de una gruppi surfera, pero en aquellos tiempos, si a una chica lograbas robarle un beso o tocarle el culo, ya eras un fenómeno total. El surf iba absorbiendo mis sesos y dejaba poco


espacio para mis estudios, y solo a trancas y barrancas, y repitiendo dos cursos logré terminar la abominable EGB y luego el BUP y aún el COU. Suspendí la selectividad, como era de esperar, cosa que me importó bien poco ya que no tenía pensado seguir estudiando, para desesperción de mis padres. Así que con casi 20 primaveras, el verano después de terminar mi docencia, comencé a trabajar en un supermercado de Algorta como reponedor y chico de los recados. Estaba feliz porque ganaba un modesto sueldo y tenía tiempo para surfear por la mañana o por la tarde, según la semana y el turno que me tocase. Por aquellos tiempos recuerdo que sentí

mucho que mi amigo Lucas, buen estudiante y listo como el conejo de un pretidigitador, se fuera a estudiar periodismo a Navarra, con el consuelo de la relativa proximidad a las costas guipuzcoanas y el hecho de que la Vespino se había convertido ahora en un SEAT Ibiza, lo que le falicitaba los desplazamientos hacia el mar y sus olas. Yo no tarde mucho en dar la entrada para mi surfer-buga y me hice con un flamante Renault 8 que le compré a una viuda que aún estaba de buen ver y me inició en el sexo con gran ternura inicial y abrumadora fogosidad después. Fueron buenos tiempos con mucho surf y muchas chicas (lo de tener coche era un imán para atraer potrillas de cabello rubio y culitos apre-

El Surfer

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[ YO SOY ]

VW T2 - Kombi Paz y amor. tados). Después de aquellos maravillosos años mi situación laboral fue cambiando y llegué a ser encargado primero, y supervisor después de la gran cadena de supermercados que compró la mía. Comencé entonces a ganar pasta de verdad, pero eso sí, a costa de renunciar a muchos baños y algún escarceo amoroso. Pero los sacrificios laborales me permitieron dar un cambio a mi vida cuando adquirí una VW T2 (también conocida como Volkswagen Bus o Kombi) de segunda mano pero en muy buen estado, con motor 1.6 de 47 CV, que se había convertido en la imagen mítica de la generación hippie que exportó el lema Peace & Love por todo el mundo durante los años 70. Con mi Kombi, aprovechaba las vacaciones para resarcirme de mi falta de surf y desaparecía de “mis spots de barrio” para surfear más lejos; Mundaka, Zarautz, Hosegor… Y por supuesto, Rodiles, Salinas, Tapia, Pantín, Doniños, Montalvo, Razo, y Peniche. Vida nómada de verdad, durmiendo en la furgo y surfeando todo el santo día. Aprendí mucho y de muchos, incluso

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de muchas… y en unas de esas vacaciones me enamoré como un lerdo de una francesa que vivía en San Juan de Luz. Surfera entregada y fotógrafa, diseñadora gráfica y editora, Louise, cuatro años mayor que yo y más kilómetros que el Apolo XIII, me enganchó hasta tal punto que dejé mi trabajo estable, y me fui a vivir con ella a la localidad francesa, donde encontré trabajo como camarero en un restaurante pijo frente al mar. ya que chapurreaba francés y euskera, además de español. Buen sueldo y surf a tope en las playas de Erromardie, Lafiténia y alguna más. No tardó la francesa en cambiarme por un importante propietario de escuelas de surf y restaurantes y volví a España con la cabeza baja y el corazón roto, sin trabajo y pocas ganas de hacer nada. Gracias a Dios no me duró mucho la depre y para rematarla definitivamente decidí cambiar de domicilio y así, un buen día cogí mis bártulos, los subí a la furgo y me mudé a Asturias. Pero eso, ya es otra historia.


[ REFLEXIONES… ]

buscando

la ola perfecta Alguien escribió alguna vez…

Es tarde, pero el cansancio aún no te vence. En las turbulentas aguas de la vigilia esperas esa ondulación que te devuelva a la orilla. Mas miras a tu alrededor y sólo ves el horizonte por doquier… ¿Estas perdido? El sol ya no calienta tus extremidades, reflejando de forma molesta su claridad en la superficie cristalina del agua. Pero no transmite calor.Y eso que estamos en verano. A veces piensas que la vida es como una sesión de surf: pasas mucho tiempo esperando la ola perfecta, y mientras tanto pierdes buenas olas. Léase oportunidades. Aún recuerdas cuando entrabas al agua con apenas medio metro, y ese día se convertía en “la sesión”. Daba igual si cogías diez olas que diez mil. Simplemente disfrutabas con cada caída, volada, despegue… cada remada era la última remada, en la que se mezcla la vida y la muerte… O llegas o mueres.

olas que puedes contar con los dedos de una mano. La búsqueda de la perfección… esa locura te hace olvidar lo importante.Y precisamente uno como tú, como tú hace tanto tiempo, uno que ahora esta aprendiendo, te devuelve a la realidad: porque mientras esperas esa ola perfecta, la que va a dar sentido a este baño, oyes una y otra vez voces de júbilo en la orilla. De repente te giras molesto, miras y ves a alguien que esta aprendiendo. Te recuerda a alguien, pero no terminas de recordarlo. Miras al horizonte y ves otra ola irregular, otra mala ola. La dejas pasar, pero miras a la orilla.Y ése que está aprendiendo, rema como si la vida le fuera en ello. Rema, rema, rema… hasta que consigue coger la ola que has despreciado… y ves, más bien oyes, su júbilo por poder surfear otra ola, otra ola “perfecta”. Y desgraciadamente, asi descubres tu error… no hay una ola perfecta… TODAS SON PERFECTAS.

Con el tiempo, vas dejando pasar las olas pequeñas, o las mal formadas (curioso argumento… una ola “mal formada”); tan solo importan las grandes, las que tienen tubo, o una pantalla perfecta. Buscas solo las de izquierdas, o las de derechas… evitas las que parten en barra… te obsesionas con encontrar la perfección en la ola, la perfección de la ola…

La siguiente la remas como si la vida te fuera en ello, en realidad es así.Y al ponerte en pie, descubres que eres de nuevo aquel jovencito que estaba aprendiendo, y vuelves a disfrutar con cada ola, sin importar su tamaño, tubo o dirección; sin importar si el viento la afea o simplemente la decora… una ola es una ola, y tu tienes que surfearla.

Vas progresando. Cada día lo haces un poco mejor.Y de repente, un buen día, estás en el agua; llevas más de una hora metido, y apenas has cogido un puñado de

Vuelves a la vida, y todo gracias al novato que, aunque no lo creyeras esta misma mañana, hoy te ha enseñado… felicidades.

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[ SURFERS DEL MUNDO ]

Historias mínimas del surf

relatos autobiográficos de un surfista veterano MAR DEL PLATA,Verano del 2014. Mi nombre es Ricardo Bastida, soy Biólogo Marino dedicado a la investigación científica y también un entusiasta surfista marplatense que aún surfea durante todo el año.

A decir verdad nunca pensé que podría llegar a interesar una nota sobre mi actividad en el campo del surf. Sin embargo, Andrea Sosa tuvo la gentileza de convocarme para que escribiera una nota autobiográfica, pensando que muchos de los aspectos a incluir ya constituyen referencias históricas del surf argentino. Es cierto que el tiempo transcurre más rápidamente de lo que uno imagina y ya han pasado muchas décadas desde que me subí por primera vez a una tabla de surf y pude conocer la magia de deslizarme sobre una pared líquida. Sin embargo, este debut surfístico no tuvo lugar en la Argentina. Ocurrió en el año 1964 cuando fui a perfeccionarme al Instituto Oceanográfico Scripps de La Jolla (California). Mi permanencia en dicha Institución, una de las dos más importantes del mundo, fue con la finalidad de incrementar mi conocimiento sobre la aplicación de las técnicas del buceo autónomo en la investigación científica del mar. En Argentina había podido aplicar esta técnica a comienzos de la década del 60, desarrollando el primer trabajo latinoamericano de Ecología Marina con aplicación del buceo en la Península de Valdés (Chubut). Cabe mencionar que a fines de la década

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del 50, siendo yo muy joven, iniciamos el buceo en nuestro país junto a un grupo de amigos, orientados por dos grandes del buceo mundial: Jules Rossi, francés pionero del buceo en el Mediterráneo junto a Jaques Cousteau y su equipo, y a Alberico Faedo hombre rana de la Marina Italiana que actuó durante la Segunda Guerra Mundial (19391945). Ambos se habían radicado en nuestro país después de finalizada la guerra. Para ubicarnos en la realidad de ese momento debemos tener presente que la Península de Valdés era un lugar totalmente desconocido para el mundo e incluso para los argentinos. La falta de caminos apropiados, el estado calamitoso de la Ruta 3 -sin asfalto en territorio patagónico- y las precarias sendas para transitar en la Península hacía muy difícil adentrarse en ella. Otro aspecto importante a tener en cuenta es que en los primeros años buceábamos sin trajes para protegernos de las frías aguas patagónicas, pues aún no se conocían en Argentina los trajes de neoprene, que recién unos pocos años antes habían sido inventados en el Hemisferio Norte. De tal forma que el buceo en nuestro país tuvo que afrontar varias dificultades y grandes sacrificios en sus inicios, de la misma forma que ocurrió con el surf de Argentina du-


La Jolla Beach. C.A rante sus comienzos en la década del 60. Entre mis compañeros del Scripps había varios que practicaban surf en la playa frente al Instituto. Por lo tanto, un día me propusieron que lo intentara. En esa época, 1964, todos eran long-boards, de tal manera que esto sumado a mi buen estado físico, juventud (24 años) y al conocimiento adquirido desde mi niñez en barrenar grandes olas con aletas (sobre lo que hablaremos más adelante), pude rápidamente tomarle la mano y disfrutar las lindas olas de La Jolla. A partir de ese momento, y durante toda mi estadía, pude disfrutar del surf en distintos points de California, cuando el buceo y

mis estudios me lo permitían. Casualmente en el pueblo de La Jolla es donde los hermanos Aguerre (Reef, Quiksilver; Ala Moana) varias décadas después, decidieron construir sus casas y disfrutar de ese excelente lugar que, actualmente, es muy distinto a La Jolla que yo conocí. Para ese entonces se trataba de un pequeño pueblo costero, con ciertos rasgos latinos y caracterizado por gente muy amigable. Terminado mi perfeccionamiento en el Scripps tuve que despedirme de mis colegas y del surf, pues seguí rumbo a México para asistir a un Congreso Internacional sobre aplicación del buceo en

“A partir de ese momento, y durante toda mi estadía, pude disfrutar del surf en distintos points de California, cuando el buceo y mis estudios me lo permitían”

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[ SURFERS DEL MUNDO ]

“Todo fue muy casual… Recuerdo que un día de mar peligroso y prohibición de baño en Playa Grande, con olas gigantescas, quedamos sorprendidos porque vimos a dos tipos que se animaron a entrar y barrenaban olas con un estilo que nunca habíamos visto antes”

la investigación del mar. Pero la estadía de un mes que tenía planificada -sin esperarlo- se convirtió en un año, pues fui “adoptado” por familias de buzos mexicanos con los que conocí los mejores lugares del buceo de ese fabuloso país y con ellos realizamos las primeras exploraciones de lo que para entonces eran lugares desconocidos del Caribe mexicano. Además, los mismos estaban habitados fundamentalmente por descendientes mayas (muchos de ellos ni siquiera sabían el español). Sin embargo, toda esa zona de una cultura ancestral que alcanzó niveles insospechados, con el correr de los años se convertiría en los centros turísticos y de buceo internacional más importantes de México, como Cancún, Isla Mujeres y Cozumel, Playa del Carmen, etc. Durante ese período no volví a tener contacto con el surf y tampoco llegué a ver una tabla en los numerosos puntos costeros que visité de México. Sin embargo, pude retomar el body-surf en un lugar conocido como El Revolcadero, cerca de Acapulco, en el Estado de Guerrero, donde los nativos con gran maestría barrenan olas gigantescas desde épocas remotas. Ahí pude remontarme a mi niñez pues, en 1954, junto a mi primo Rafael, fuimos los primeros en barrenar grandes olas con aletas.Yo tenía sólo 12 años y él 15. Todo fue muy casual… Recuerdo que un día de

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mar peligroso y prohibición de baño en Playa Grande, con olas gigantescas, quedamos sorprendidos porque vimos a dos tipos que se animaron a entrar y barrenaban olas con un estilo que nunca habíamos visto antes. Su secreto era que usaban patas de rana o aletas de goma. Nos acercamos a ellos y resultaron ser marineros europeos. Muy bien no nos entendimos porque hablaban un inglés muy elemental y tampoco supimos de qué país eran, pero finalmente nos arreglamos para comprarles las patas de rana, dado que al día siguiente partían con su barco a Europa. Con ello agotamos todos nuestros ahorros en esta “importante transacción comercial”, pero ninguno de los dos nos arrepentimos. Cabe mencionar que para esa época no se fabricaban en Argentina patas de rana y las que compramos eran inglesas, como la que usaban los hombres rana británicos y semejantes a las que se emplean actualmente para la práctica del bodyboard. Pero desgraciadamente yo era chico y me quedaban enormes, así que tuve que adaptarlas atando en la banda que sujeta el pié grandes carreteles de hilo que, en esa época, eran de madera. A partir de ahí esperábamos ansiosos las grandes olas de Playa Grande y fuimos adquiriendo un gran conocimiento de cómo correr las olas con el tradicional estilo body-surf, colocando los brazos por detrás de la cintura o de los glúteos, o también al


costado del cuerpo una vez que, gracias a la remada de brazos y fuerte pataleo con las aletas agarrábamos las olas. De esa forma el deslizamiento sobre la pared se hacía fundamentalmente con el vientre y la pelvis, mientras que las aletas brindan velocidad para poder mantenerse en la pared; una mecánica parecida a la que se aplica en el bodyboard. Luego, después de unos años, fuimos perfeccionándonos en la técnica y además incorporamos en una de las manos un disco de madera que nos permitía apoyarnos sobre la pared y así lograr más sustentación y a la vez velocidad, lo que nos posibilitaba correr la ola en una buena diagonal como para que la rompiente no nos “chupara”. Como suele ocurrir con muchas cosas nuevas que surgen, lo primero es tratar de prohibirlo (como luego también ocurrió con el surf). Los bañeros (actualmente llamados guardavidas) inmediatamente intentaron prohibirnos esta práctica, pero finalmente se convencieron que era casi imposible ahogarse usando patas de rana. Además, tanto mi primo como yo, éramos buenos nadadores desde los 5 años y entrenados por José, un bañero muy conocido de la Playa Bristol, lo que nos permitió llegar a un buen acuerdo con sus colegas de Playa Grande. Terminados los conflictos iniciales, los bañeros terminaron pidiéndonos prestadas las patas de rana y quedaron asombrados por cómo se facilitaba la natación. Así que esta visita a la playa de El Revolcadero, corriendo esas enormes olas junto a los diestros nativos, me hicieron revivir etapas de mi niñez que fueron realmente pioneras en Argentina. A partir de 1970, por intermedio de la UNESCO, comencé a trabajar en ecología de arrecifes coralinos aplicando buceo, uno de mis grandes sueños de juventud. En esta oportunidad fue en la pequeña isla tropical de Cubagua, frente a la Isla Margarita (Venezuela) donde los conquistadores españoles explotaron los primeros bancos de ostras perlíferas del Nuevo Mundo; actualmente Margarita es muy popular turísticamente, pero para esa época era una isla prácticamente desconocida del Caribe Sur. Si bien para entonces no se practicaba surf en la Isla Margarita, un día caminando por una de sus playas me encontré con unos norteamericanos que, para mi sorpresa, estaban con unas tablas

mucho más pequeñas que los long-boards que yo había conocido en California. Evidentemente ya se había iniciado la evolución del diseño de tablas de surf, pues ahora eran mucho más cortas (alrededor de 2 metros), livianas y de extremo agudo. Me ofrecieron probarlas por primera vez con las pequeñas olas de la isla. Sin duda que surfear con estas nuevas tablas me resultó más difícil que hacerlo con los long-boards que había usado en 1964. Después de vivir durante tres años en Isla Margarita y ser Profesor de la Universidad de Oriente volví a radicarme a la Argentina en julio de 1973, pues había ingresado a la Carrera de Investigador Científico del CONICET. Fue entonces que en el verano de 1974 comencé a practicar con gran fanatismo el surf en la ciudad de Mar del Plata. Si bien la década del 70 no eran los inicios del surf en Argentina, aún éramos muy pocos los que practicábamos con frecuencia y a lo largo de todo el año esta actividad. Para esa época no existían escuelas de surf como en la actualidad y aquellos surfistas con mayor experiencia tampoco se preocupaban por enseñarte. Cada uno tenía que seguir su propio camino mirando e imitando. Al menos eso es lo que me tocó vivir. Pero a los golpes dicen que aprende el hombre… Por mi actividad docente, una vez que le fui tomando la mano al surf, analicé cuál sería la mejor forma de enseñarle a los que se iniciaban. En base a ello, con muy buenos resultados enseñé los aspectos básicos para pararse sobre una tabla y correr las primeras olas. Lo hice tanto con hombres, mujeres y niños; tanto amigos como gente que no conocía, pues veía que les iba a ser imposible avanzar con la forma en que se movían, así que creo que este fue un modesto aporte al surf argentino y saber que personas amigas y desconocidos habrán tenido gran satisfacción al poder surfear olas. Casualmente las técnicas de enseñanza que yo usaba eran muy parecidas a las que afortunadamente se usan actualmente en las numerosas escuelas de surf de Mar del Plata. Mi primera tabla fue una Ángel de 2,20 m y de una sola quilla, como eran todas las tablas en ese entonces. Además bastante pesadas, fuertes, gordas y remadoras. Casualmente Angelito Antífora, junto con José Galindo (el padre de los hermanos Galindo de Camarón Brujo), fueron con quienes fre-

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cuentemente salíamos a surfear recorriendo la costa hasta Miramar en el Falcon de Angelito, también algunas veces nos acompañaba Nino, su hermano, y otros surfistas de la época. Ángel vivía a una cuadra de mi casa, en la calle Falucho y donde después de algunos años instaló el surfshop en un local que tenía su viejo en el frente de la casa. Más adelante, se trasladó a un taller grande donde comenzó la producción de tablas a mayor escala, en la medida que el surf se iba difundiendo. De tal forma que Angelito fue uno de los pocos fabricantes iniciales de tablas y continuó siéndolo hasta hace pocos meses en que se produjo su inesperado fallecimiento. Acontecimiento que nos afectó notablemente a todos los que lo conocíamos y habíamos compartido con él tantas horas en el mar. Sin duda su aporte fue my valioso para el surf local y siempre lo recordaremos con gran afecto y reconocimiento. Para esas épocas cuando comencé a surfear con Angelito, José y algunos más, la costa marplatense estaba poco alterada. Los points más frecuentes eran los que estaban cerca del centro de la ciudad. Uno de los lugares emblemáticos era La Popular, donde en uno de los costados de su escollera se formaba una ola muy buena y alcanzaba gran tamaño después de las sudestadas. Realmente, era uno de los lugares más cómodos para surfear porque se ingresaba caminando por la escollera hasta la punta. La ola la esperábamos pegados a la escollera, era fácil de remarla y tenía buena pared y forma. El otro point donde se realizaron varios de los primeros campeonatos era El Torreón. Pero antes de que se modificara la costa y desapareciera una de las muy buenas olas marplatenses. Después de las grandes sudestadas se producía el swell que entraba tanto por La Popular, El Torreón como Cabo Corrientes. El Torreón en esos años no tenía la actual escollera, ni tampoco había playa de arena. La zona costera era rocosa, formada por una plataforma de tosca y sobre ella se apoyaban rocas cuarcíticas. Cuando el swell era muy grande el ingreso al agua era bastante complicado, pues había que hacerlo sobre los pilotes que sostenían El Torreón. Muchas veces las olas golpeaban fuertemente sobre ellos produciendo una ruidosa y atemorizante explosión

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y había que ser muy cuidadoso para no tener un accidente. En algunas oportunidades las olas del Torreón podían ser de gran altura y convocaba a mucha gente mirando a los surfistas como “bichos raros”. Sin embargo, las grandes olas del Torreón lucían muy distintas si se observaban desde la costa que remando la ola. Pese al gran tamaño que podía alcanzar era una ola fácil; posicionado desde su pico la visión era como la de una gran montaña con una suave pendiente. En cambio, la ola de Cabo Corrientes, probablemente una de las mejores que tuvo nuestro país, sólo era para surfistas con bastante experiencia. El ingreso resultaba bastante complicado y peligroso, motivo por el cual hubo varios accidentes, tanto al ingreso como corriendo la ola. Recuerdo que Bollini, un surfista de esa época, se fracturó la cadera. La ola era perfecta, a tal punto que todo surfista lucía con un estilo excelente sobre ella. La perfección de la ola te alentaba y te ayudaba a correrla


Cabo Corrientes

con muy buen estilo. El recorrido podía ser muy extenso, llegando casi hasta el extremo de donde está actualmente el muelle norte de Playa Varese. Pese a la excelencia de este point surfístico, corrido y valorado tanto por surfistas locales y profesionales extranjeros, incomprensiblemente fue destruido de manera repentina e inconsulta por una construcción costera que no consideró el valor patrimonial de la mejor ola de nuestro país. Es cierto que se ganó la Playa Varese, pero se podría haber conseguido el mismo resultado si el muelle del cabo se hubiera realizado unos metros más cerca de la costa (ver Anexo NOTA 1). Otros dos lugares fácilmente accesibles y bastante concurridos por los pocos surfistas de la época era La Flecha, al Norte de La Perla, y Playa Grande al sur. Para entonces en esta última sólo había una escollera, la típica Escollera Norte, si bien hubo otra en la década de los 40 que luego se destruyó y que protegía al Instituto de Biología Marina (ver Anexo

NOTA 2). Al reconstruirse dicho edificio, actualmente conocido como La Normandina, fue necesaria la construcción de un nuevo muelle que creó un nuevo point muy valorado actualmente por los surfistas. Por lo cual no siempre las construcciones costeras atentan contra las olas, muchas veces las promueven. Lo importante, como en tantos otros aspectos, es saber dónde, cuándo y cómo hacer construcciones costeras. Todo puede ser bueno o malo dependiendo de las circunstancias… Más al Sur estaba el point de Punta Cantera, luego designado como Waikiki con motivo del nacimiento del surf en Argentina durante la década del 60, lugar desde siempre muy concurrido, principalmente por los amantes del long-board. Otro point que ya no existe como tal, era California, nombre coincidente con el del último balneario ubicado al Sur de la Bahía de Punta Mogotes y también desaparecido. En California, en los días que entraba un swell importante, se formaban grandes olas que se diferenciaban por su tamaño y fuerza de la ola que se generaba a partir de la punta de Waikiki. Por su parte, el ámbito de Waikiki en décadas pasadas era muy distinto al actual. La punta estaba coronada por una serie de médanos que habían sido asentamientos de grupos de cazadoresrecolectores que se remontaba a miles de años de antigüedad. Posteriormente surgieron diversas construcciones, lamentablemente sin tener en cuenta la preservación de este Patrimonio Arqueológico y sin que se realizara ninguna tarea de rescate de este sitio (ver Anexo NOTA 3). Otro aspecto en esas épocas fue que Waikiki siempre tuvo rocas y no era invadido periódicamente por las arenas como ocurre en la actualidad. A su vez, había menos acumulación de sedimentos en el fondo, por lo cual para pasar de las rocas al fondo de arena había que sortear un escalón de bastante altura. Esas características del fondo hacían que a todo lo largo del roquedal se presentara, además de la rompiente de la punta, una pequeña ola, bastante entubada, en la cual uno se deslizaba en marea alta por encima de las rocas y podía correr observando las mismas por la transparencia del agua. Después de los edificios realizados en Waikiki por los diversos concesionarios de dicho sector se ter-

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minó construyendo un primer muelle en el extremo del balneario y luego un segundo para formar una playa, aunque sin éxito alguno. En virtud de ello se construyó un tercero más pequeño.Todo esto sin ningún estudio previo ni autorización de la Municipalidad o de la Dirección de Hidráulica de la Pcia. de Buenos Aires (ver Anexo NOTA 4 y 5). Posteriormente, y ya pasados varios años de desmanes constructivos, la autoridad municipal obligó a eliminar el primero de ellos, pero esta eliminación fue parcial y el daño ocasionado a la estructura natural de la vieja Punta Cantera ya estaba producido. Aunque alejado, el point de La Paloma, Lobos y otros también eran concurridos por surfistas, pero en menor medida. La Paloma en la década de los 70-80 contaba con una gran ventaja: una excelente escalera para acceder con gran facilidad a la playa, lamentablemente hoy totalmente destruida. A su vez, al pie del acantilado había playas arenosas más anchas que las actuales. Siempre fue el lugar de las grandes olas después de la sudestada, como también lo eran las playas de Chapadmalal y algunos de los points de Miramar. Ya con el paso de los años yo mismo me sorprendo el haberme animado a correr las grandes olas de La Paloma, que en la actualidad son muchos los que se le animan y sin duda lo hacen con mayor eficiencia y con mucho mejores tablas que en el pasado. Sin embargo, los points más al sur eran poco frecuentados debido a que la mayor parte de los surfistas eran jóvenes, no tenían auto, y accedían hasta donde les permitían sus bicicletas. Quienes practicábamos surf durante todo el año éramos realmente pocos y, sin duda, tanto tablas como el estilo surfístico eran muy diferentes al actual. Como toda actividad que se inicia, el surf tuvo sus aspectos buenos y también malos. Entre los buenos puede citarse el entusiasmo de quienes inician algo poco conocido en su país, poder usar todo el espacio costero sin problemas de alta densidad de surfistas, etc. Afortunadamente para aquellas épocas no se vivía el nivel de inseguridad actual, por lo cual uno podía dejar sus autos estacionados en cualquier lugar de la costa e incluso tener acceso a gran parte de ella durante todo el año, dado que no existían las tranqueras actuales que impiden el

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normal acceso a gran parte de los points de surf fuera de la temporada de verano (ver Anexo NOTA 6). En cuanto a los aspectos malos que tuvo el surf en sus comienzos, sabemos que todo lo nuevo es mirado con temor o con recelo, por lo cual el prohibirlo suele ser uno de los comportamientos más frecuentes y, en virtud de la idiosincrasia de nuestra sociedad, lamentablemente eso fue lo que ocurrió. Fue así que durante algunas de las temporadas de turismo, los inspectores municipales tuvieron como tarea evitar la práctica del surf, llegándose al punto de confiscar las tablas, especialmente las de surfistas adolecentes. En estos casos, por yo tener varios años más que el resto de los surfistas, me sirvió para que actuara ante los inspectores simulando ser el padre de alguno de ellos para que les devolvieran las tablas ante mi amenaza de iniciarles una causa judicial ante el municipio. Afortunadamente esta estrategia sirvió para recuperar varias de las pocas tablas que estaban en danza para esas épocas. En los años 70, una característica destacable era el gran entusiasmo de los surfistas y el respecto que se tenían entre ellos. Había una ética establecida y quien no la respetaba no le iba muy bien… (ver Anexo NOTA 7). Creo que no tiene sentido tratar de recordar los nombres de los surfistas locales de aquellas épocas, pues si bien los recuerdo a casi todos, correría el riego de olvidarme de alguno de ellos. Tuve la fortuna recientemente de encontrarme con muchos viejos surfistas en la reinauguración de Ala Moana de los hermanos Aguerre, el emblemático surfshop que comenzó en la Galería Sao del centro marplatense. Lo que es cierto es que en aquellos años había una decena de surfistas que se destacaban claramente del resto (yo no estaba entre ellos…). Por eso prefiero limitarme a mencionar a dos surfistas que, personalmente, creo que han dejado una impronta muy importante en el surf argentino: César Colombo y Leo García. A mi modesto entender César Colombo era el surfista de mejor estilo de la época de los 70-80, si bien como ya dije había otros buenos, pero no en vano César Colombo resultó ser campeón Argentino en varias oportunidades. Para su fortuna estuvo muchos años viviendo en el paraíso de Bali y fue un


gran gusto volver a verlo recientemente en el nuevo Ala Moana de la Avenida Juan B. Justo. En los años 70/80 los campeonatos nacionales tenían un desarrollo más sencillo que en la actualidad y participaban casi todos los surfistas. En lo personal lo hacía más por promover la actividad que por el hecho de competir, ya que mi naturaleza no es la de competir con otro sino siempre conmigo mismo. Sin embargo, y supongo por cuestiones del azar, salí cuarto en uno de los campeonatos nacionales y estuve durante dos años en el Ranking Nacional de surfistas. En cuanto a Leo García creo que a través de él pude concretar mi mayor aporte al surf nacional y sin duda de una manera muy indirecta. Cuando conocí a Leo era prácticamente un niño y yo un tipo casado y con hijos. Por nuestro amor compartido por el surf le tomé gran afecto y durante un tiempo me consideré como el padre de un hijo adoptivo surfista. A Leo esta relación de “tipo paternal” le permitió surfear en diversos lugares y con distintos tipos de olas a las cuales nunca hubiera podido acceder por su cuenta. Así que con Leo nos subíamos al auto y corríamos juntos en muchos points e incluso en las grandes olas de La Paloma. Siempre me sorprendió que Leo se animara a todo tipo de olas pese a que era muy chiquito y, debo ser sincero, también me atemorizaba que pudiera tener un accidente. Pese a ser un niño aun, ya mostraba claras habilidades para el surf, pero a su vez uno podía vislumbrar que era un tipo muy creativo y a medida que iba pasando el tiempo incorporaba con gran facilidad nuevas maniobras que me asombraban. Pero no todo fueron rosas con Leo. En una de nuestras salidas al Torreón tuvimos un accidente que le produjo un fuerte impacto y una enorme herida cortante cerca de su oído, pero gracias a Dios no pasó a mayores pues afortunadamente un cirujano amigo pudo intervenirlo de urgencia en la Clínica 25 de Mayo. Los avances de Leo en su estilo de surf no sólo me asombraban a mí sino a otros surfistas más experimentados. Era un estilo totalmente personal y que no imitaba al estilo que se practicaba en otras partes del mundo. Hay que tener en cuenta que para esas épocas había muy poco acceso, o nin-


[ SURFERS DEL MUNDO ]

“Casualmente Ricardo Mandojana fue nuestro representante del surf en el emblemático Hawaii en los inicios de los 70”

guno, a filmaciones y documentales de surf. La aparición de Leo García fue sin duda un punto de inflexión en el surf argentino. Hay un surf antes de Leo García y otro revolucionario después de este brillante surfista que, desgraciadamente, abandonó la práctica del surf aun siendo muy joven, más aun si se tiene en cuenta que yo ya tengo 72 años y sigo, gracias a Dios, surfeando durante todo el año(ver Anexo NOTA 8). Por lo que vengo relatando es claro que pese a mis años no pertenezco al grupo de quienes iniciaron el surf en nuestro país, pero he estado muy cerca de uno de ellos: el Dr. Ricardo Mandojana con quien compartimos colegio en Buenos Aires y también iniciamos juntos el buceo en Argentina. Ricardo era uno del grupo inicial del surf, cuyo representante actual y en vigencia surfística es Daniel Gil; él y su familia sabemos que son personajes emblemáticos de esta actividad en Mar del Plata. Con Ricardo, sin embargo, pudimos compartir el surf en 1974 cuando él vivía en Puerto Rico y esta fue mi primera experiencia importante de surf en el Caribe. Luego volví a la costa de California y finalmente pude llegar varias veces al sueño de todo surfista: las olas de Hawaii y su espiritual entorno. Casualmente Ricardo Mandojana fue nuestro representante del surf en el emblemático Hawaii en los inicios de los 70. Él era un conocido dermatólogo que ingresó a la Armada de EE.UU. con la finalidad de poder instalarse en lugares donde pudiera surfear y bucear, ya que estas eran sus dos grandes pasiones. En Hawaii se conectó e hizo amistad con los surfers de fama internacional como el caso de Ricky Grigg, uno de los primeros surfistas especializados en correr grandes olas. Desgraciadamente Ricardo murió hace más de una

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década, pero su aporte también fue importante para el surf y el buceo de Argentina. Llegó al grado de Teniente Coronel en la Armada de EE.UU. y sus restos fueron despedidos con todos los honores militares en el Cementerio de Arlington. Un importante personaje del surf y la ciencia médica que la mayor parte de los surfistas seguramente desconocen (ver Anexo NOTA 9). En uno de mis viajes a Hawaii también tuve otro tipo de satisfacción. En mi primer viaje llevé una tabla Renato trifin de, creo, 6 pies de largo que le había comprado a José Galindo. Estaba impecable. Un día fui a un surfshop de Maui para comprar una pita y parafina, ahí precisamente trabajaba uno de los shapers locales más conocidos y cuando vio la tabla me preguntó si era californiana. Le dije que no, que la había hecho un shaper argentino amigo. El tipo no lo podía creer, no sólo por el buen diseño sino por la excelente terminación que Renato Tiribelli suele otorgarle a sus obras surfísticas. Creo que si algo pude aportar al surf argentino fue en forma indirecta a través de otras personas, como el caso que les relaté de Leo García o a través de las notas que desde hace muchos años escribo para la revista Surfista -gracias a la amistosa convocatoria de Freddy Tórtora- , algunas de las cuales agrego a esta nota como un complemento de mi relato. Sin duda, en el ámbito del surf argentino actualmente hay cientos de historias y cada una de ellas seguramente puede tener distintas versiones. Lo importante es conocerlas antes que queden en el olvido y no podamos sacar una enseñanza positiva de todas ellas. En estas historias se esconde la clave de lo que actualmente somos como el país surfista más austral del mundo. También lo importante, especialmente para las nuevas generaciones, es tener en cuenta que el surf es mucho más que un deporte. Se trata de un estilo de vida que debe basarse en el respeto por el prójimo, lograr nuestra superación física y espiritual, y jugar el rol de protectores de nuestro ambiente costero (ver Anexo NOTA 10, 11 y 12, proximamente iremos subiendo ). Mientras podamos usar sana y libremente nuestras playas y seguir gozando de las olas, la sociedad humana seguramente podrá perdurar en el tiempo.

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[ GRACIAS A... ]

PAPÁ DUKE [SIN TÍ NO SERÍAMOS LO MISMO] O TAL VEZ SI, PERO... Al fin y al cabo cada cosa, cada invento, cada hito, tiene, o suele tener un padre (o una madre, claro está) y Duke Paoa Kahinu Mokoe Hulikohola Kahanamoku, llamado también"Gran Kahuna" o "The Big Kahuna", se le considera el padre del surf moderno. Y por eso, algo le deberemos, ¿o no? Al padre de nuestro Duke le pusieron el nombre en honor Duque de Edimburgo, que visitó Hawai cuando nació en 1869. El joven Duke heredó el nombre, pues era el primogénito. El hawaiano olímpico El 11 de agosto de 1911, en un enfrentamiento amateur de natación, Kahanamoku hizo un tiempo de 55,4 segundos en los 100 yardas estilo libre, batiendo el récord mundial vigente por 4,6 segundos, en las aguas del Puerto de Honolulú. Batió también el registro de los 200 metros e igualando el de los 50 metros, pero los responsables del Amateur Athletic Union, que no daban crédito a su hazaña, no lo reconocerían hasta muchos años después. A pesar de todo, Kahanamoku se clasificó para el equipo de natación olímpico de EEUU de 1912, batiendo el récord de los 200 metros libres en su eliminatoria de clasificación para el relevo de 4x200. Siguió así hasta ganar la medalla de oro en los 100 metros libres de las Olimpiadas de 1912 en Estocolmo y una de plata con el equipo de relevos. En las Olimpiadas de Amberes en 1920, obtuvo el oro tanto en los 100 metros como en el relevo. Terminó los 100 metros con una medalla de plata en las Olimpiadas de 1924 de París, en las

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aún en el “Freshwater Surf Club” y en algunas ocasiones se puede ver. Existe una estatua suya al comienzo de la playa. Pero también se conoce a Duke por promover la expansión del surf dentro y más allá de Hawai y EEUU.

que el oro sería para el mítico Tarzán; Johnny Weissmüller, y el bronce fue a parar a su propio hermano, Samuel Kahanamoku. La revolución del surf Entre sus participaciones en las Olimpiadas y tras retirarse de la competición olímpica, Kahanamoku viajó por distintos lugares del mundo, en especial Australia y los Estados Unidos, ofreciendo exhibiciones de natación. En esta época popularizó el surf, que hasta entonces sólo se conocía en Hawai, al incluir también exhibiciones de surf en sus visitas. La demostración de surf que realizó en “Freshwater Beach” de Sydney el 23 de diciembre de 1914 se considera de forma universal como el día más importante dentro del desarrollo del surf en Australia. La tabla en que surfeó Kahanamoku aquel día mítico se conserva

Periplo californiano Durante el tiempo que vivió en el Sur de California, Kahanamoku también actuó como extra de Hollywood y como actor en varias películas. De este modo, estableció contactos con gente que después daría publicidad al surf. Kahanamoku formó también parte del 'Los Angeles Athletic Club', en calidad de socorrista además de competir con equipos tanto de natación como de waterpolo. El 14 de junio de 1925, mientras vivía en Newport Beach, California, Kahanamoku rescató a ocho hombres de un barco pesquero que volcó ante el fuerte oleaje al intentar acceder al puerto de la ciudad.Veintinueve pescadores cayeron al agua, diecisiete de los cuales fallecieron. Con la ayuda de su tabla de surf, fue capaz de ir y volver rápidamente a la orilla, aumentando el número de víctimas rescatadas. Otros dos surfistas salvaron a cuatro pescadores más. El jefe de policía de Newport en aquel momento, calificó los esfuerzos de Duke como "el rescate más sobrehumano con una tabla de surf jamás contemplado por el mundo". De este modo nació la tradición por la que los socorristas siempre tienen listas tablas de surf para sus rescates. Duke Kahanamoku fue la primera persona en ser reconocida tanto en el Salón de la Fama de la Natación como en el Salón de la Fama del Surf. Los campeonatos de surf Duke Kahanamoku Invitational Surfing Championships llevan ese nombre en su honor. Fue también sheriff de Honolulú de 1932 a 1961. En la playa de Waikiki de Honolulú, se honra su recuerdo con un monumento, que muestra a Duke Kahanamoku con su tabla de surf. Muchas personas le rinden tributo colocando lei (collar floral hawaiano) en su estatua.

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[ VISIONES SALINAS ]

esta ola no se rompe...

Por Pedro Ubertone Cada vez que cerraba los ojos, veía una ola –que era siempre distinta– formándose en un horizonte de mar calmo. La sensación era tan vívida y tan cercana, que en un primer momento me asustó. –¿Estaré loco? –me preguntaba. Pese a la sorpresa que me causaba la aparición de esta imagen, tengo que reconocer que

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me producía una sensación bastante agradable contemplarla. –Quedate tranquilo, no estás loco por eso. A mí a veces me pasa lo mismo. Ojo, no te hagás el vivo: dije que no estabas loco por eso, pero hay otras cosas tuyas que… Cuando comenté esta impresión con mis


“En este continuo formarse de la ola mental , fui descubriendo algunas semejanzas con cosas que me venían pasando con el surf, y con otras ideas que venía teniendo más en general .”

amigos y compañeros de este último Ferrugem, me sentí un poco más aliviado: compartíamos la misma clase de locura –y tal vez por eso nos llevamos bien–. A medida que lo fui hablando con más gente ese verano, me encontré con que algunos hasta llegaban a ver olas con gente surfeándolas –no era mi caso–, después de haber estado mucho tiempo en el mar. En este continuo formarse de la ola mental, fui descubriendo algunas semejanzas con cosas que me venían pasando con el surf, y con otras ideas que venía teniendo más en general. Este año, mucho más que otros, empecé a disfrutar muchísimo del momento posterior a haber pasado la rompiente. (¿Me estaré poniendo viejo, y ya me cuesta remar? –Eso puede ser, pero acá no sé si viene tan al caso: en Ferrugem es muy fácil entrar por los canales). Contemplar ese horizonte infinito de agua y cielo, siempre cambiante, me resultaba fascinante. Elegir la ola, acertar, o ser engañado por una que promete a lo lejos, y termina por achatarse más cerca de la rompiente… Descubrir una ola que parecía chiquita pero que, dentro de la pared, descubrimos que es fuerte… Pero yo hablaba de contemplar las olas, verlas formarse, mirar algunas pasar… Empecé a sentir que ese momento casi contemplativo era tan lindo como estar en la ola –y eso que este año agarré algunas bastante buenas–, que lo hermoso del surf –me tomo la licencia, de aquí en más, de decir surf y no body board– no es solamente estar arriba –o, en mi caso, acostado sobre– la ola.También me fui figurando que las olas tenían cierta identidad diferencial cuando se estaban formando, que las espumas eran mucho más parecidas todas entre sí. Comencé a pensar en que el momento en que la ola se estaba haciendo era el que teníamos para actuar: era allí cuando debíamos decidir remar en su búsqueda, o bien movernos para pasarla por arriba y evitar el golpe aplastante de la espuma. Ese momento me parece casi el de mayor decisión del surfista, o en donde

habría que poner muchas pilas. Y esto me retrotrajo, como en el vaivén de las mareas, a mi vida personal. Se me figuraba –y se me figura– que muchas veces pasa lo mismo con los proyectos que tenemos o nos surgen: nuestra mayor intervención se da cuando los mismos están formándose. Una vez que las cosas se encaminan, casi van solas (para bien o para mal). – No sé si coincidirán conmigo en que uno puede hacer maniobras en la pared de la ola, pero una vez que rompió (sobre todo si la ola es muy grande), la espuma nos lleva, en un tramo, casi derecho, y ahí es bastante difícil moverse por voluntad propia. De todas formas, yo hablaba más bien del lado de afuera de la ola.Yo pensaba en mis proyectos para este año y decía que tal vez uno puede orientar o apuntar sus cosas hacia un lugar, mover las fichas de una determinada manera, pero que el resultado de todo es imposible de asegurar. ¿Cómo estar seguro de que esa ola que se está formando no se va a achatar, si hasta los locales a veces reman mal o buscan olas finalmente poco dignas de ser surfeadas? ¿Cómo poder controlar perfectamente la tabla en la espuma de una ola de tres metros, una vez que bajamos? (Y esto de bajar se podría emparentar con la famosa frase de “bajar” nuestras ideas, deseos, o lo que imaginamos, a la realidad. ¿Quién nos asegura que se realicen tal cual lo soñamos, pese a que hicimos todo lo posible para que así fuera?). En todo caso, creo que el mar me enseñó a tratar de dirigirme hacia una zona, no hacia un punto, a trazar bosquejos más que pinturas completas, a tomar cierto gusto por lo imprevisible: el día que haya piletas con olas –todas igualmente perfectas– por todos lados, espero poder seguir eligiendo el mar.

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[ GRABADO A FUEGO ]

habitación 307 Por Nacho Acebal

y mi carácter dependerían del diagnóstico que el médico me diera de él. Es decir, su diagnóstico sería también el mío.

La habitación 307, tan importante y llena de recuerdos y sentimientos para mí, que me es imposible olvidarme de ella. Sus paredes estaban repletas de pósters, las sábanas eran de colores y Pero como en cada historia, todo final tiene su tenía una “preciosa” vista al aparcamiento. Él llegó principio... a esa habitación el mismo día que entró en coma y no la abandonó hasta el día de su recuperación, Recuerdo sobre todo aquellas tardes haciendo que fue bastante tiempo después. Probablemente, surf hasta las tantas. ¡Aquellos chistes! Tan malos durante ese período, pasé más tiempo en aquella que no podías dejar de reírte. Después, la broma habitación que en mi propia casa. Había conse- volvía en momentos tontos, y parecían tener guido una mesa y un bomucha más gracia; son ese nito sofá, en los cuales solía tipos de cosas que solo me hacer los deberes, pintaba atrevería a hacer con él. de vez en cuando y escriPor lo visto, él prefería per“Las olas eran perfectas, quizá bía alguna cosa que otra, der su tiempo conmigo enpero, fundamentalmente, señándome matemáticas; a demasiado grandes para reflexionaba. Por desgraaprovecharlo mejor en nosotros, pero como jóvenes cualquier otra cosa de las cia, no todo era así de bonito. Aún conservo ese que solo se pueden hacer suicidas entramos cuaderno en el que escrien verano. Él y yo pasábasin pensarlo.” bía todas mis penas, y en el mos todo el día juntos, que encuentro un enorme porque él era el único en parecido con el diario de quien yo podía confiar. un viudo. La pared, si no la Siempre nos lo contábahan cambiado, seguirá mos todo: la vergüenza no siendo testigo de mi furia. Pero lo peor sucedió en existía entre nosotros. Simplemente, me comprenmi mente. Esa lucha interior, esa batalla que libraba día a la perfección y me parecía imposible que, dicada día en aquella habitación que me llevaba a jera lo que dijera, pudiera hacerme sentir mal. hacer cosas impensables. Esos múltiples arrebatos de pensar en cortarme las venas. La ventana, hecha Ya hace dos años del accidente, pero recuerdo añicos una vez porque le arrojé una silla. Solo en perfectamente (porque me sigue ocurriendo lo esos momentos entendí por qué hay gente que se mismo) que ese día me desperté con ansía de ir al suicida. En fin, a esa habitación la llamaba “la habi- mar con él, a comernos el mundo. Las olas eran tación blanca y negra”, porque mi estado de ánimo perfectas, quizá demasiado grandes para nosotros,

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“Lo primero que hizo fue coger a su hijo de mis brazos y después entró corriendo en la casa. Lo tumbó en el jardín y le tomó el pulso, le intentó reanimar, pero no había ninguna respuesta.”.

pero como jóvenes suicidas entramos sin pensarlo. Cogimos todo tipo de olas, e hicimos todo tipo de trucos que nunca antes habíamos hecho. Sin duda era nuestro mejor día de surf. Cuando estábamos en el pico sentados en nuestras tablas, esperando una buena ola, divisamos una bastante grande, y le dije que la cogiera, que se la dejaba. Yo, satisfecho por mi buena obra, me eché a un lado para ver cómo la tomaba. Desde mi punto de vista, la cogió de miedo, se levantó rapidísimo y acto seguido giró el cuerpo para poder hacer una pared. En ese momento sentí envidia, pero al ver su cara de felicidad, me alegré por él. De pronto, el pie colocado en la parte de atrás de la tabla se le resbaló, tal vez por falta de parafina, y se fue al agua de cabeza.Yo me empecé a reír con ganas, pero cuando me fijé en las olas que venían a continuación, me preocupé. A decir verdad, se fue a caer en un mal momento. Cuando estaba sumergido en el agua, dos olas igual de grandes que la anterior le cayeron encima e hicieron que su vuelta a la superficie fuera imposible. Yo empecé a remar todo lo rápido que pude en su auxilio, pero al igual que le pasaba a él, las olas seriadas me eran demasiado grandes y también a mí me fue completamente imposible avanzar. Cuando la serie finalizó subí a mi tabla y me puse a remar a su encuentro. En ese momento, mi cabeza parecía el escenario de una batalla, las ideas iban y venían sin sentido alguno. Me estaba volviendo loco. Todo tipo de voces a un volumen altísimo daban tumbos por mi cabeza y me empezaron a rondar todo tipo de ideas, sobre lo mal

amigo que era, que cómo me podía haber reído de él, y por supuesto, que el accidente había sido por mi culpa. Su cuerpo flotaba al lado de su tabla y con solo pensar lo que le podía haber pasado, me quise morir. Al llegar a su lado le puse la mano en el cuello y al ver que tenía pulsaciones, respiré un poco más tranquilo. Salí corriendo del agua, dejando las tablas en el mar y con el traje de neopreno todavía puesto. En el camino, (yo lo llevaba en brazos a duras penas), no dejaba de mirarle la cara pálida y sentirme totalmente culpable. Yo iba llorando. Las miradas de los turistas me hacían sentir un asesino y por si fuera poco, alguno de esos indecentes se atrevió a hacerme preguntas, las cuales claro, solo respondí con insultos. Mis pies descalzos empezaron a sangrar debido al camino pedregoso, pero esa fue la menor de mis preocupaciones. Mis fuerzas se empezaron a desvanecer poco a poco, pero al ver su cuerpo tendido en mis brazos, se reponían de inmediato. Por fin divisé su casa. Empecé a gritar el nombre de su padre y este salió enseguida. Lo primero que hizo fue coger a su hijo de mis brazos y después entró corriendo en la casa. Lo tumbó en el jardín y le tomó el pulso, le intentó reanimar, pero no había ninguna respuesta. Entonces salió su madre y viendo la situación tuvo el tiempo justo de llamar a la ambulancia, que llegó al instante, antes de ponerse a llorar. Y así, con el ruido de la sirena de la ambulancia perdiéndose a lo lejos por la carretera, comenzó su pequeña gran historia.

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[ NUESTROS SPOTS ]

Comentando el baño

ASTURIAS SALVAJE SURF PLENO Con casi 400 kilómetros de litoral, y una costa muy especial, ya que está batida por el correoso Cantábrico, la sidrera y surfera Asturias es una joya a la hora de surfear durante todo el año. Algunas de sus playas son míticas en cuestión de ambiente y posibilidades para disfrutar del surf y su contexto, de modo pleno; Tapia, Frexulfe, Salinas, Xagó, Rodiles, Playa España… Pero, ¿qué ola escoger? Asturias es surf en plena esencia, y cada vez más, lo que puede considerarse incómodo para los que somos puristas y surfers en cuerpo y alma. Así, en busca de los vientos propicios, raramente terrales del sur, nuestras furgos ruedan en una dirección u otra; si sopla Oeste, buscaremos la ola en el litoral oriental, y si lo hace procedente del Este, habremos de inclinarnos a coger los bártulos y buscar las olas en el lado occidental.

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Más o menos. El mar de fondo; el swell de marras, que admite cada spot y condiciona el tamaño de la ola está también en nuestro periplo nómada. Probablemente la playa más equilibrada a nivel de swell sea Xagó, que nos permite entrar con poco mar de fondo pero no aguanta grandes olas. Todos sabemos que en general, las playas astures son más surfeables con marea alta o baja, en Xagó por ejemplo (la playa de “cuando no hay nada que hacer en otras”), abierta y donde siempre entra mar, se puede surfear con marea baja en su parte este y en su parte oeste cuando la marea es alta. Muchos monos ha quitado la playa gozona. Por norma general las playas de invierno más querenciosas si hablamos de las célebres, como San Lorenzo y El Mongol, en Gijón; Rodiles y playa España en Villaviciosa suelen estar petadas y


en algunas el localismo es exhacerbado. Locales tranquilos los de San Lorenzo permiten a los foráneos surfear “sus olas”con esos picos que vienen de izquierdas y de derechas que funcionan a partir de un metro de mar. San Lorenzo se caracteriza también por ser “fácil” para comenzar en el surf. Si entra mucho mar, y aumenta el tamaño de la ola los locales suelen desplazarse a El Mongol, una zona no apta para principiantes ya que tiene fondo de roca y aguanta 3 y 4 metros de mar de fondo pero, eso sí, solo practicable con marea alta. Pero como lo es Mundaka a Vizcaya, Rodiles es la ola perfecta en Asturias si se dan todas las condiciones, cosa que ocurre no más de una quinta parte de los días en todo un año, pues necesita un mar de fondo superior a dos metros y condiciones de bajamar. Cuando logramos que se den las circunstancias óptimas se forma esa fantástica ola; larga y con un buen tubo que siempre sale

“Tiene la llanisca playa la ventaja de que funciona con poco viento de cualquier dirección y con un mar de fondo de metro y medio, con picos variables y contraolas y muy divertida para los colegas del corcho”

Olas veraniegas de Salinas Ciudad del Surf

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[ NUESTROS SPOTS ]

en el mismo sitio. Una gozada total. Rodiles es considerada la cuarta mejor ola de Europa. He sacado jugo a otras playas menos ambienteras en cuestiones surfísticas, como la de Adrín en Llanes. Tiene la llanisca playa la ventaja de que funciona con poco viento de cualquier dirección y con un mar de fondo de metro y medio, con picos variables y contraolas y muy divertida para los colegas del corcho. También soy bastante asiduo a playa La Grande en Tapia. La Grande nos regala su super-olacon viento del sur, mar de fondo de más de metro y medio y media marea. Además, mi pasión por Tapia es una cuestión nostalgica como cuna del surf en asturiano de mano de los hermanos Peter y Robert Gulley que llegaron a Tapia en 1968 y se quedaron. Ellos introdujeron el surf y su cultura en la vieja Asturias.

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Asturias es el lugar perfecto para practicar surf y para iniciarse. Tanto Salinas como San Lorenzo son buenas opciones para aprender pero es importante tomar precauciones como “conocer la playa, y si no la conoces analizarla antes de entrar al mar”, subraya Joaquín; sobre todo al principio, añade el surfista, “es fundamental no ir solo y ser consciente de tus propias limitaciones”. Seguir las reglas de prioridad de ola y respetar a los locales de las playas son otras dos cosas importantes a tener en cuenta al iniciarse en el mundo del surf. El viento, la marea y el mar de fondo harán el resto. Un truco, cuanto más cerca del cabo Peñas más te asegurarás las condiciones venga de donde venga el viento….Y a surfear


[ LAPIDARIO ]

FRASES MÍTICAS La historia está plagada de frases míticas que salen de la boca o la pluma de gente con talento, surfers o guionistas de cine, da lo mismo, que sienten cosas especiales que les hacen llegar a reflexiones formidables, a veces puede que expontáneas.

“No es trágico morir haciendo algo que quieres” Mark Foo

“Me he comprometido a surfear por el resto de mi vida” Lance Armstrong

El mundo del surf no se sustrae a la mitología frasológica lapidaria. Para solaz de nuestros lectores, mostramos aquí algunos ejemplos que no solo deberían leerse sino pensarse… o surfearse mentalmente.

“La mejor persona que practica surf es la que es más divertida”

“Si tratas de cambiar mi surf, es lo peor que puedes hacer. Cada uno surfea a su manera. Si trato de surfear como otra persona parezco un idiota” Andy Irons

“Las olas no se miden en pies y pulgadas, se miden en incrementos de miedo”

“Fuera del agua, no soy nada”

Buzzy Trent

Duke Kahanamoku

“El surf es muy parecido a hacer el amor. Siempre te se sientes bien , no importa cuántas veces lo has hecho”

“El surf es uno de los pocos deportes en que hay que mirar hacia adelante para ver lo que hay detrás” “El mayor pecado en el mundo sería saber que he perdido mi amor por el mar” Laird Hamilton

“Es como la mafia Una vez que estás dentro no hay manera de salir” “Todo es cuestión de donde tu mente esté”

Paul Strauch

“El surf es para toda la vida” Bruce Jenkins

“El océano es tan magnífico, tranquilo y impresionante… El resto del mundo desaparece para mí cuando estoy en una ola” Paul Walker

“Una de las mejores cosas sobre el deporte del surf es que se necesitan sólo tres cosas: tu cuerpo, una tabla de surf, y una ola” Naima Verde

“La alegría de surf es tal que muchas cosas se combinan , por el esfuerzo físico de la misma, al desafío de la misma, con el aspecto mental del deporte” “Creo que cuando un individuo se convierte en una persona que practica surf, es casi como una obligación ser un ecologista al mismo tiempo”

“El surf es la fuente. Puede cambiar tu vida. Te lo juro por dios” “El miedo provoca vacilación y la indecisión hará que tus peores temores se hagan realidad” Patrick Swayze

“surfear es bailar con las olas” Gerry López

Kelly Slater

“En caso de duda, remar” Nat Young

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[ ESPIRI TUALIDAD ]

EL SURF Y EL ESPÍRITU DEL MAR Existen muchas opciones para los deportistas que dis- ciendo demostraciones sobre la tabla. Poco a poco, la frutan del peligro pero quizás sólo una para aquellos fascinación se fue propagando por todo el planeta. que sienten una profunda y mística conexión con el Es- Desde entonces, la búsqueda de la ola perfecta es una píritu del Océano: el surf, más que un deporte, un estilo ritual cotidiano para muchos, una devoción capaz de generar viajes para probar distintos mares. Las tablas han de vida. La costumbre de deslizarse sobre las olas remite a épo- variado y los estilos, evolucionado, pero su esencia es cas remotas y su origen suele señalar a las islas del Pa- la misma desde el principio. El surf es un deporte pero cífico Sur y el Norte de Perú. El surf nació con algún no es sólo eso: es mucho más; un modo de vida.Vincuignoto fin religioso, y se cree que también era una forma lados por un sentimiento de pertenencia, sus seguidores son como fans de de batirse a duelo: un club. Mientras los oponentes deque para el turista bían demostrar su el surf es un roosadía y destreza mance de realizando audaces verano,para el vermaniobras en el dadero surfer caagua. balgar las olas es Siglos más tarde, una suerte de relilos polinesios imgión de tiempo portaron la práccompleto. tica a otras costas, como las de HaEl principio fundawaii, en cuya culmental de esta tura fue un tribu es la libertad. elemento fundaPor eso, el estilo mental. Lo practiDuke Kahanamoku de vida del surfista caba toda la es sumamente essociedad, desde los reyes hasta el pueblo. Este hábito ancestral terminó partano; sus preocupaciones se limitan a comer, dormir, cuando los conquistadores occidentales descubrieron escuchar reagge y a los míticos Beach Boys, un símbolo Big Island, en 1778. La tradición fue rescatada del olvido indeleble de la cultura californiana, y remontar olas. Un alrededor de 1910 por un grupo de descendientes de pionero del surf como ideología fue Bob Simons, que la antigua nobleza. Entre ellos se encontraba Duke Ka- pasaba las noches en la playa esperando el momento hanamoku, universalmente conocido como padre del oportuno para remar hasta la rompiente. Simons ensurf moderno. Campeón olímpico y fundador del Hui carnó leyenda en el surf de California, muy especialNalu —primer club de surf de la historia, que todavía mente cuando a mediados de los 80 desapareció para funciona—, Kahanamoku viajaba por el mundo ha- siempre entre las olas.

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“…en todo caso los destinos y las fronteras sean por completo irrelevantes en esta disciplina, ya que para un surfer, el mar es la única patria”

La adrenalina, el vértigo, el riesgo, la velocidad y el placer de las endorfinas constituyen una combinación que despierta adicciones. Sin embargo, el surf se fundamenta en una filosofía contemplativa. La sabiduría del océano exige paciencia, esperando la llegada de la ola propicia para la gran aventura. Es necesario estar atento para verla formarse allá en el horizonte y preparado para treparse a ella cuando se acerque. Embriagados por la belleza de los atardeceres en la playa, por la sensación de la arena húmeda bajo los pies descalzos y por el arrullo del agua, los surfers hacen culto de la naturaleza. El Viajero Ilustrado no olvida que uno de los escenarios privilegiados para este deporte sigue siendo Hawaii: cielo azul intenso, nubes blancas, montañas verdes, palmeras ondulantes en el viento y miles de colores en el arrecife de coral. Esta percepción agudizada del entorno despierta una ética del paisaje: elegir el surf es de algún modo elegir la ecología, amar el medio ambiente, respetarlo y además cuidarlo. En tanto lo esencial permanece, como la comunión con el espíritu del mar, lo formal fue modificándose con el correr del tiempo. La forma de las tablas -en un principio simples listones de madera- se dinamizó notablemente. En 1935, a Tom Blake se le ocurrió una idea brillante: agregarle quillas que faciliten el dominio en los giros. Actualmente existen tablas para todos los gustos y niveles de aprendizaje. Las más comunes son la shortboard, la longboard y sus híbridos: La tabla corta o shortboard es de gran maniobrabilidad pero resulta relativamente inestable, por lo que no es la más indicada para principiantes. La longboard es, como su nombre lo indica, un tablón grande que puede llegar a medir más de 3 metros. Esta clase de tabla facilita el momento de pararse y es ideal para olas chicas, de rompimiento lento y progresivo como las de Mar del Plata. Por último, tenemos la funboard, la minimalibú y la chanchita, que son las recomendadas para empezar, ya que com-

Jack O’Neill

binan la estabilidad de las tablas grandes con la buena capacidad de maniobra de las tablas más chicas. Otro hallazgo memorable en la evolución del surf fue la invención del traje de neoprene. Por sus propiedades aislantes, el neoprene es una eficaz barrera contra el frío. Gracias a su creador, Jack O'Neill, se puede surfear en todas las épocas del año y casi en cualquier destino playero. Sin embargo, para disfrutar de esta experiencia y empaparse de la cultura surf no hace falta ir muy muy lejos. En el vecino Brasil hacen furor las playas de Santa Catarina por la consistencia y variedad de su oleaje. Los conocedores destacan Praia do Rosa y Ferrugen, que últimamente se puso muy de moda. En nuestro país, Mar del Plata continúa siendo el hit insuperable, con campeones incluidos. Aunque en todo caso los destinos y las fronteras sean por completo irrelevantes en esta disciplina, ya que para un surfer, el mar es la única patria.

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