(...) vergüenza y sinvergüenza se cruzan en la city como dos perfectos extraños culo criollo que brotas en los barrios pobres de la pobre patria deformado por asientos derruidos de transportes públicos que superan la velocidad del sonido cuando el día aún es noche la saña municipal dibuja estrías en el papel grasiento de tu piel un maldito cualquiera planta un polo petroquímico en la puerta de tu casa y después se seca las manos en el baño del shopping donde sus niños juegan para siempre
Ro d o l f o E d w a r d s "Culo criollo" (fragmento), en Culo criollo 1999
Juan Lecuona, Sin título, 2011
equipo
dirección general Tomás Amílcar Rodrigo Sánchez de Bustamante dirección ejecutiva Omar Bagnoli dirección editorial Florencia Badaracco jefe de edición Guillermo Fernández secretaria de redacción María Isabel Menéndez equipo de edición Yanina Costa Pablo Schroder Lucas Van Rey corrección Andrés Monteagudo concepto visual Estudio Lo Bianco dirección de arte y edición gráfica Juan Lo Bianco diseño gráfico Theo Contestin Catalina Ruiz Luque Clarisa Chervin
colaboran en este número Marco Enríquez-Ominami Omar Rincón Fabiana Luci de Oliveira Agustina Schijman Paolo Sosa Villagarcia Emmanuelle Barozet Vivian Martínez Tabares Julia Ariza Roger Koza Juan Lima Juan Diego Incardona Mariana Bernd José María Fanelli Thomas Piketty artistas invitados Delfina Bourse Tulio de Sagastizábal Catalina Schliebener Jorge Panchoaga José Muñoz Carlos Sampayo Juan Lecuona traducción Teresa Arijón
directora editorial 2002-2013 Liliana Cattáneo propietario Fundación osde número 33 Primer semestre 2015 Mayo 2015
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agradecimientos Juan Carlos Torre
tipografías Abril Display, Abril Text y Adelle Sans (TypeTogether de José Scaglione y Veronika Burian) Median (Tipo de Eduardo Rodríguez Tunni) Montserrat de Julieta Ulanovsky tratamiento de imágenes Edge Pre_media impresión Ferraro Gráfica Osvaldo Cruz 2677 - caba
ta pa Catalina Schliebener, Serie Sommer und ferienhauser der woche, 2012 c o n t r ata pa Jorge Panchoaga, La Casa Grande, 2013
sumario
P Política. Crisis institucional, movimientos juveniles y recambio político en Chile. Ominami. p.4 | PoliTICs: del polinizar al politizar. Rincón. p.10 | X Brasil: la heterogeneidad en debate. De Oliveira. p.18 | El caso argentino: el fenómeno de la volatilidad. Schijman. p.26 | Las paradojas que atraviesa Perú. Sosa Villagarcia. p.34 | Chile en la encrucijada. Barozet. p.42 X Fotografía. La casa grande. Panchoaga. p.49 X Teatro. De la escena cubana de hoy. Martínez Tabares. p.62 X Historia. Las revistas ilustradas entre 1 9 1 0 y 1 9 8 0 . Ariza. p.70 Cine. La indistinción. Koza. p.80 X Historieta. Flor africana. Muñoz / Sampayo. p.88 X Lecturas. Ectoplasma. Incardona. p.96 X Ciudades. El sampler visual amazónico. Bernd. p.104 X Conferencias. Piketty. p.113 X
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política
crisis institucional, movimientos juveniles y recambio político en chile
¿Qué rol ocupan los jóvenes en la administración y organización del Estado? La reforma educativa, las demandas de salud y una mayor transparencia en la función pública son solo algunos de los reclamos de esa juventud que busca ocupar su lugar en el escenario político actual.
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acia fines del verano de 2015 tres escándalos financieros pusieron de manifiesto una crisis de representación y credibilidad que ya estaba latente en la ciudadanía chilena. Los casos penta y Soquimich, actualmente en Tribunales, que vinculan a un enorme grupo económico con un partido conservador por un lado y a una fracción de la clase política con financiamiento ilegal de la actividad por otro, ponen al desnudo una práctica instalada pero jamás asumida: la emisión de boletas falsas para justificar el financiamiento de campañas. El tercer disparador fue el estallido del caso caval, tal vez el de mayor resonancia en la prensa internacional por implicar al hijo de la Presidenta de la República en la obtención de un millonario préstamo bancario destinado a la especulación inmobiliaria.
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Estas prácticas no son nuevas; lo novedoso es que tomen estado público y develen la relación incestuosa entre la política y los negocios incubada durante la dictadura de Augusto Pinochet. Nuestros países –Chile, Argentina y tantos otros de la región– han recorrido espinosos caminos de transición hacia la democracia, cada uno con sus matices y determinantes. En Chile, un elemento significativo de este derrotero ha sido la preservación de elementos esenciales de la Constitución de 1980, que conlleva implícitas las trampas políticas impuestas por Pinochet y mantiene vigentes distintos dispositivos pergeñados para consolidar el poder político y económico de ciertos sectores. Así, por ejemplo, el grupo penta es uno de los holdings surgidos gracias a las privatizaciones realizadas por la dictadura
N P o r M a rc o E n r í q u e z - Om i n a m i Profesor honoris causa de la Universidad de Aquino (Bolivia) y Pro-
fesor invitado en la Universidad Nacional de Rosario (Argentina) N A R T I S T A I N V I T A D a D e l f i n a b o u r s e
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Marco Enríquez-Ominami
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cívico-militar. Fue adquirido por una irrisoria suma de dinero por parte de adeptos a la derecha política y convertido en la “caja pagadora” de los candidatos de la Unión Demócrata Independiente (udi). De sus dos socios principales se sospecha que han cometido una serie de delitos, entre ellos, evasión de impuestos y fraude al fisco, además de operaciones financieras ilegales que les permitían reunir fondos para costear campañas políticas de importantes dirigentes de los partidos de derecha –udi, Renovación Nacional y el nuevo referente Fuerza Pública– y justificarlas con boletas falsas emitidas por terceros o bien por los mismos implicados. El caso involucra a connotados dirigentes e incluso a dos senadores de la Nación. Los ejemplos señalados cuestionan los cimientos de las principales instituciones republicanas en tiempos en que la vida política del país no goza de la mejor salud. El apoyo ciudadano a instituciones como el Parlamento fue cayendo por debajo del 10% en sondeos recientes; a su vez, en las últimas elecciones de ambas Cámaras, celebradas en diciembre de 2014, no votó más del 50% de la ciudadanía. A esta pérdida de prestigio y credibilidad del Congreso, se agrega la del Poder Ejecutivo, al verse involucrado el hijo de la Presidenta Bachelet en un caso de presumible tráfico de influencias. El ex director del área sociocultural de La Moneda confirmó haber participado en una reunión en la que su esposa obtuvo un crédito por unos 10 millones de dólares por parte del Banco de Chile –aparentemente sin otro aval que el que le otorgaba su parentesco– con el objeto de comprar terrenos para especulación inmobiliaria. Ante el desgaste del sistema político del duopolio reinante, y rememorando otras crisis de dominación oligárquica en Chile, muchos se preguntan por el papel de los movimientos y organizaciones juveniles y añoran un mayor protagonismo de ellas, no solo en cuanto a asumir una posición crítica, sino también en cuanto a abocarse a la tarea de repensar la República, seriamente dañada por la colusión entre negocios y política y el consecuente debilitamiento del sistema de partidos políticos históricos. Pocos se
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plantean que estas juventudes a su vez son hijas de este mismo sistema que transmitió el mensaje de que la mejor carta de presentación en sociedad eran los vínculos con el poder. La expectativa con respecto a los jóvenes, a menudo desbalanceada, se asocia con el papel histórico que estos han tenido al encabezar procesos transformadores. Chile no ha sido una excepción en este sentido, como lo refleja una breve mirada sobre el siglo xx. Hacia 1920, Chile sufría una crisis de dominación oligárquica. La juventud, representada especialmente por la Federación de Estudiantes de Chile, fundada en 1907, fue capaz de liderar una generación que, inspirada en la reforma universitaria de Córdoba y en ideales anarquistas, pacifistas y de radicales laicos, supo denunciar públicamente el derrumbe moral del régimen plutocrático-oligárquico que estaba en sus estertores. En 1967, en pleno gobierno de Eduardo Frei Montalva, la juventud de la Universidad Católica de Valparaíso dio inicio al proceso de una reforma universitaria, seguido luego por las demás universidades del país, con la idea de insertar a las instituciones de educación superior en el cambio social y, al mismo tiempo, incorporar a los alumnos, profesores y funcionarios al gobierno de las mismas. Este grupo pionero de estudiantes se anticipó un año al gran movimiento de protesta conocido como el Mayo Francés. En el año 2006, los estudiantes de educación secundaria de Chile iniciaron el movimiento llamado “revolución pingüina”, que en un comienzo luchó por reivindicaciones cotidianas –mejora de la infraestructura de los edificios escolares, rebaja del transporte escolar durante todo el año y otros– para luego radicalizarse y llegar a pedir el fin de la vigencia de la Ley Orgánica Constitucional de Educación (loce) promulgada por Pinochet en sus últimos días de mandato, en 1990. Los “pingüinos” fueron capaces de resistir durante meses, recurriendo a diversas formas de lucha –marchas, tomas de liceos, paros, huelgas de hambre, debates académicos– de esta manera, lograron el beneplácito y apoyo de la mayoría ciudadana. Pero el primer mandato de Michelle Bachelet les dio la espalda al
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entenderse con la derecha política y lograr la aprobación de la Ley General de Educación (lege). Este proceso culminó en una foto en donde figuras del gobierno y parlamentarios de la oposición y del oficialismo alzaron sus manos, sellando un compromiso nefasto para la educación (al cual me opuse desde mi cargo parlamentario de entonces). A este tipo de acuerdos me refiero cuando hablo del “duopolio político” que se debe superar: en esa batalla he puesto mi empeño y pasión. En 2009 encabecé una candidatura inspirada en la urgente necesidad de superar la fatiga de recursos que sufría la vida política del país. Fuimos capaces de canalizar parte del agotamiento de la ciudadanía con respecto a la llamada “democracia de los acuerdos” a través de propuestas dirigidas a llevar a cabo reformas estructurales tan sentidas y necesarias como
el derecho a una educación pública de calidad, una salud pública y un sistema de pensiones digno que pusiera fin al abusivo sistema de afp (administradoras de pensiones chilenas, modelo exportado a varios países, Argentina incluido, debido a su supuesto éxito). También planteamos reformas políticas urgentes, como el fin de la cuasi monarquía presidencial y su reemplazo por un sistema de equilibrio entre los poderes, además de la creación de instituciones de democracia directa, como el plebiscito revocatorio, una Asamblea Constituyente y un federalismo atenuado, capaz de poner fin al centralismo santiaguino. En aquella oportunidad mi candidatura logró una votación del 20% del universo electoral, demostrando que la ciudadanía abría las puertas no solo a cambios estructurales sino también a una nueva generación. No obstante, jamás planteamos un quiebre entre jóvenes
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y viejos –tan propio de los movimientos del siglo xx–, ni nos atribuimos la representación de una nueva generación; más bien creemos en las alianzas intergeneracionales y en potenciar el coraje y las propuestas de unos y otros en un proyecto para Chile todo. En 2011, con un gobierno que mezclaba sin pudor negocios y política, compuesto fundamentalmente por empresarios, dilectos amigos del presidente Sebastián Piñera, comenzó uno de los movimientos sociales más poderosos de nuestra historia política que logró aglutinar a estudiantes de todos los niveles de educación, a sus padres, profesores, a numerosas organizaciones políticas y sociales de todo el país y a la ciudadanía en general. Este movimiento estudiantil de 2011 fue más lejos que el iniciado por los “pingüinos” de 2006, centrándose en los principales cambios que Chile requería, es decir, una educación pública gratuita, de calidad, laica y universal; una reforma tributaria que asegurara el financiamiento de la educación y redistribuyera las cargas públicas. En este segundo mandato de Michelle Bachelet, se ha emprendido una reforma educacional basada en algunas de sus demandas. Aunque todavía nos separa una enorme distancia de una educación pública de calidad, igualitaria, laica y universal, las reformas de 2014 son, desde mi perspectiva, un primer avance en la dirección correcta. Ahora bien, los reclamos ciudadanos de 2011 no se limitaron al tema educativo y las manifestaciones masivas de una ciudadanía cada vez más empoderada inspiraron una frase muy reiterada en estos
últimos años: “Chile cambió”. Sin embargo, recién atinamos a dar nuestros primeros pasos en algunas de las asignaturas pendientes del país, no solo en educación, sino también en otras áreas medulares. Dado que esto implica afectar intereses hasta ahora intocables, el destape de los escándalos mencionados resulta un arma de doble filo: puede ser tanto el impulso faltante para delinear relaciones más sanas y transparentes entre dinero y política, como la excusa que justifique un mayor alejamiento de la población de la vida política. ¿Qué papel les compete a las juventudes frente a este escenario? Más allá de roles supuestos o debidos, creo que el gran desafío para las nuevas generaciones será no sucumbir frente al desencanto o la frustración paralizantes. Muchos consideran que ellas son las responsables de crear las nuevas reglas de juego que Chile tanto reclama, puesto que son el futuro. En mi opinión, los jóvenes no son solo el futuro, tal como los viejos no son solo pasado: todos somos, ante todo, presente. Y hoy, nuestro desafío es generar sinergias entre voluntades transformadoras. Tengo plena convicción de que estamos ante una oportunidad excepcional para construir un país más justo, libre e igualitario en sus múltiples dimensiones. Desde este punto de vista, el paradigma de “en la medida de lo posible” reinante durante más de veinte años ha caducado. Chile requiere audacia y, más que nunca, una Asamblea Constituyente para darse una nueva Constitución. Sueño con un futuro en el que pueda decir cabalmente y con orgullo: “Chile cambió”. •
¿Qué papel les compete a las juventudes frente a este escenario? Más allá de roles supuestos o debidos, creo que el gran desafío para las nuevas generaciones será no sucumbir frente al desencanto o la frustración paralizantes.
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política
PoliTICs:
del polinizar al politizar
Las tecnologías de la información han provocado cambios radicales en la política contemporánea que implican a todos los actores. Las redes sociales, los dispositivos móviles, las empresas virtuales, han logrado poner en contacto aquello que ni las ideologías ni los dogmas pudieron aunar.
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a emoción es grande. La posibilidad es infinita. Internet, twitter y facebook derrotan represiones, liberan espíritus, ganan libertades. Es tal el optimismo que el Ministro de Tics de Colombia (los min-tics de derecha e izquierda por igual ponen toda su fe en el determinismo tecnológico) afirmó que “el mundo digital ha hecho que seamos un país
moderno y próspero. De ahora en adelante, la forma de arreglar los problemas de educación, justicia, agricultura, salud pública, pobreza y corrupción será con las Tics”. ¿Será así de fácil, simple e higiénico? Esta transparencia tecnológica que no se ensucia de ideologías es coherente con el cielo liberal, capitalista y del mercado: ese que dice “cada uno a
N p o r Om a r R i n c ó n P ro fe s o r A s o c i a d o , U n i ve r s i d a d d e l o s A n d e s , D i re c t o r d e l C e n t ro d e C o m p e t e n c i a e n C o m u n i c a c i ó n , F u n d a c i ó n F r i e d r i c h E b e r t N A R T I S T A I N V I T A D o t u l i o de s ag a s t i z á b a l Nada ocurre dos veces n°8, 2003
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su felicidad”, porque la felicidad está en ser un individuo único: autor, performer, político, periodista. Lo que las Tics permiten: un individuo, un medio. Y cuando una individualidad se junta con otra, crean red, y las redes aparecen como enjambres de abejas para picar, politizar y divertirse en simultáneo. Y a esos instantes colectivos se les llama la nueva política. Existen ejemplos fascinantes como la primavera árabe (Túnez, Egipto, Libia, Siria), Occupy (Nueva York), M-15 (Madrid), #yosoy132 (México), me pongo la ruana (Colombia), #leyPulpin (contra la ley para un nuevo régimen laboral juvenil en Perú), redesfrenteamplistas (Uruguay), Media Ninja (Brasil), Movimiento estudiantil (Chile), Junho: das ruas e das redes (Brasil). Incluso hay más experiencias y emociones. Somos millonarios en casos de éxito de y en las redes. Y está Obama “yes we can” 2008, Mockus “ola verde” en Colombia 2010 o Nayib Bukele, el nuevo alcalde de San Salvador 2014, a punta de redes. Y hay más. Los expertos y asesores ahora le llaman a esto política 2.0 o 3.0. Afirman que no se puede existir en democracia o hacer política al margen de las redes, tics, celulares, apps, youtube, instagram, facebook, twitter; y que los viejos medios (prensa, radio y tv) mueren por jurásicos; y que la vieja política (esa de partidos, ideologías y asuntos) ha muerto.
y es verdad: hay algo nuevo
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Las formas de hacer política en el siglo xxi se juegan a lo digital. Los partidos y las viejas organizaciones como el sindicalismo ya no funcionan, no convocan, no seducen. Los medios tradicionales se han convertido en actores políticos, han dejado de velar por la calidad informativa y del entretenimiento y se han convertido en máquinas del dinero y la política. Y por eso es que los jóvenes tienen bronca con este mundo, con los modos cínicos del capital y la democracia; no creen en nada pero tampoco saben qué quieren. Y esa rabia se convierte en grito digital: cada uno saca a relucir su máxima ironía y, desde ahí, politiza a otros. Pinchar en la red es politizar para los habitantes de lo digital.
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La política se renueva con lo digital (redes, internet, celulares, apps) y surge “un movimiento juvenil” que se supone es horizontal, diverso, coproducido, descentralizado, fluido, interactivo, territorializado y cool. Se instituye una democracia presentista, experimental y creativa. Aparece un nuevo sujeto político: innovador, transparente, gozoso y con modos inéditos de vínculo entre lo personal y lo colectivo. Otros Méxicos, Colombias, Perús, Argentinas, Chiles, Brasiles aparecen, están en las redes y a veces se encabronan y van a la calle: y producen el quilombo como política.
y se vive, se siente, se politiza… pero nada Llega la desazón, y como toda ilusión se diluye en la realidad. El malestar es terrible. Se esperaba tanto de estos movimientos, que lo mucho que lograron hacer no se ve porque se quería todo, y no se sabía cuál o qué era ese todo. La política mutó, se movió, se experimentó, pero nada cambió, dicen los desilusionados. Los políticos son cada vez más trogloditas y corruptos y gracias a twitter han convertido el bullying en la retórica de la democracia; jueces y fiscales en emoción mediática gozan de una impunidad cínica; los gobernantes se nutren histéricamente de estos espejos digitales que tanto los aman; los viejos medios siguen reinando en lo político, la cultura y el negocio; la educación compra aparatos y nuevos conceptos para seguir en lo mismo de siempre. A la primavera árabe, Ocuppy (Nueva York), #yosoy132, Junho: das ruas e das redes, el movimiento estudiantil… les llegó el invierno: todo se diluyó, el frío se llevó el alma y solo quedó la frustración. Nada cambió, todo fue peor porque revivió el mundo que pensábamos muerto. El capitalismo financiero alcanzó su máxima: “solo importa el dinero, no los seres humanos”. A los políticos y jueces no los cambia nadie y cada vez son peores. A los monopolios nada los enternece, menos los pobres, por eso cada vez muere más gente de hambre. A los académicos no les interesa la realidad, día a día están más enfrascados en la interna de su último concepto. A los medios no
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les importa la gente, cada vez quieren ser más pornomiseria. Y para colmo, a los jóvenes no los entusiasma nada, cada vez se emocionan más con boludeces como ser hipster o lumber o el último video viral que con el mundo real. Por ahora los jóvenes y las redes no van a figurar en la historia, afirman los desencantados, porque mientras ocurre algo significativo ellos están ocupados en whatsapp, facebook o viendo videos irónicos en youtube o pinchando likes en instagram. La crítica continúa diciendo que la poliTICs es una política de habitación, íntima, en pijama, ya que los ciberactivistas no salen a la calle, no se mojan en las ideologías, no le ponen el cuerpo a la política. Y el sistema viejo,
de calle y viejas instituciones (legislativo, judicial y ejecutivo), se ríe, y dice "jodan en la red, en la realidad los que hacemos y decidimos los cambios somos nosotros, los jurásicos". Lo cierto es que tanta desazón no es adecuada. Es verdad que se creyó que la política iba a cambiar, que la revolución pacífica hecha en lo digital era posible, que los valores de red-solidaridad-coproducción instituirían el nuevo mundo… pero no se logró. Hay que asumir que habitamos una mutación, que el mar que navegamos ya no es el mismo, que hay un nuevo aire de tiempo y que la democracia ya no volverá a ser lo que era. No se logró cambiar el mundo, pero se transformaron sus condiciones: y eso es muy político.
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Los jóvenes están desencantados (de nuestro mundo) pero tienen algo que hay que rescatar para la política: mucho saber pop y mucha práctica digital. Y el saber pop y la práctica digital son, dicen “los que saben”, más boludez al palo (no es político porque pertenecen al mercado). Lo cual no es cierto, pues el saber pop y la práctica digital son referentes comunes de sentido, experiencia y acción; luego, son saberes, formas y estéticas que deben ser recuperadas para la política. En el movimiento estudiantil chileno, por ejemplo, fue más político bailar Thriller de Michael Jackson que cantar juntos “el pueblo unido jamás será vencido” (lo cual es, además, una mentira, al pueblo siempre lo vencen).
redes, no movimientos… Lo que hay que saber es que la política en las redes y los celulares no es “un movimiento” (no tienen objetivo de transformación social), tampoco “un partido” (una institución que lucha por el poder). Son redes, comunidades que se activan con una misión y luego se van al vacío para reaparecer con otro llamado. Por eso es que la política de redes requiere y exige nuevas emociones cada día para existir; y como no hay nada que permanezca, las redes se quedan jugando en la ironía de alcoba. Si se quiere hacer política en las redes hay que luchar contra los que viven de “la buena imagen en el consumo”, y esas son las marcas del mercado. A Coca-Cola le duele más una manifestación en red que a un gobierno, a un canal de televisión o medio como Clarín le daña más muchas resistencias creativas de red que un discurso k. Y esto es así porque los discursos de red digital pierden la solemnidad y las palabras gordas para ganar el humor y lo pop como modos de politizar. El humor, la ironía y el juego dañan las imágenes de las marcas que viven en el consumo, pero apenas afectan a las instituciones cuya poca legitimidad está en lo legal. También hay que comprender que se ha instaurado una temporalidad distinta que indica que mientras las redes quieren el cambio en tiempo real, las avejentadas instituciones solo pueden operar con los tiempos lentos. Esta diferencia de tiempos es la
que produce el malestar. En este contexto es que se entiende que los jóvenes se sientan vitales politizando mensajes, frustrados ante el mundo de los políticos jurásicos. Y que cause bronca que el que usa bien las redes digitales sea el mercado, que ha logrado hacer sentir vivos y activistas a los jóvenes en el consumo.
politizar es polinizar Para entender la política en las redes digitales y los aparatos celulares podemos recurrir a la metáfora de las abejas. Su función en el mundo es ir “polinizando” de flor en flor. Mezclando, picando, chupando, virusiando, las abejas encantan, emocionan y enriquecen el ecosistema. En cada flor van dejando algo de otras y así construyen un medioambiente vital y potente. Hoy las abejas están desapareciendo porque pican y hacen doler (y por lo tanto se las evita), y porque las intoxican los químicos que se les pone a las plantas. Luego, no polinizan, se envenenan y mueren. El ecosistema muere. Lo mismo pasa con la política en las redes digitales, su acción de “polinizar” (picar, mezclar, emocionar, conectar) es su manera de politizar. El acto de polinizar es lo que hace que la sociedad se “politice” (interrelacione, se interese, se colectivice, se emocione). En este marco, hacer política en la red es como polinizar en el mundo de las abejas, politizar a cada sujeto-red para que transforme el sistema. Por ahora se poliniza-politiza muy poco, porque su accionar duele (y los políticos y su sistema institucional lo evitan). Su capacidad de mezclar y juntar en misiones está envenenado porque lleva a la frustración, el desencanto y la huida en el consumo (¿para qué activar si siempre nos envenenan de burocracia, cinismo y corrupción?). Pero hay ejemplos de otra polinización: uno, el Tejido de Comunicación de la Asociación de Cabildos Indígenas del norte del Cauca-acin (www. nasaacin.org) que afirma que lo que hacen es “caminar la palabra” y “tejer con palabras y experiencias”;
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por lo tanto, no es solo crear redes, sino tejer con colectivos dentro del territorio que usan los medios y las estrategias para hacer vibrar la red. Y todo se hace y desarrolla como proyecto político con uso intensivo de las redes digitales. En otra lógica, que nace de las músicas y las culturas populares, emerge Fora do Eixo en Brasil (www. foradoeixo.org.br) para producir una organización cultural-política de base popular que, desde y en el espacio digital, habitando el territorio, confronta las narrativas mediáticas y las formas clásicas de hacer política. Los miembros de la red viven en casas colectivas donde comparten en realidad sus vidas: una vida más allá de la red. En estos dos casos, el tejer comunidad no es un invento de lo digital sino que se construye en el territorio y en lo digital.
La cultura pop y las redes digitales son un escenario de disputa política. Por ahora, le hemos regalado los jóvenes, sus saberes y sus prácticas (o los han tomado) al mercado, al capital y a los políticos. Tal vez llegó el momento de asumir que en las redes digitales, entre los jóvenes y el activismo entretenido-cool hay otros mundos posibles para la política: no solo son mercado y entretenimiento, son eso y más cosas. Tienen bronca y quieren “ser parte”, activar algo: solo faltan ideas sobre qué hacer (¿alguien las tiene?). La pregunta final es: ¿polinizamos-politizamos las redes digitales o dejamos de existir como los llamados “nuevos sujetos políticos” de la democracia? Polinizar en las redes digitales y politizar en la sociedad: hay que picar más y juntarse más. Polinizar en la red y politizar en la calle. •
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El saber pop y la práctica digital son referentes comunes de sentido, experiencia y acción; luego, son saberes, formas y estéticas que deben ser recuperadas para la política.
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CLASES MEDIAS R
X j ua n c a r l o s t o r r e i n v i ta da X CATAL I NA SC H L I E B ENER
c o o r d i na d o r a rt i s ta
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BRASIL: LA HETEROGENEIDAD EN DEBATE R
P o r Fa bi a na L u c i d e O l i v e i r a P r o f e s o r a e n e l D e pa rta m e n t o d e S o c i o l o g í a d e l a U n i v e r s i da d F e d e r a l d e Sa n C a r l o s ( U FS C a r)
Serie Souvenir, 2012
Fabiana Luci de Oliveira
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Indicadores objetivos como el ingreso, el consumo, la escolaridad, aspectos subjetivos como la identidad y las aspiraciones son utilizados para medir el crecimiento de la clase media. Sin embargo la combinación de estos criterios puede revelar tensiones y generar debates en torno a qué significa pertenecer a ese sector.
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El debate sobre el surgimiento de una nueva clase media en Brasil fue impulsado por la constatación de mejorías en las condiciones de vida de la población hacia la segunda mitad de la década de 2000, sobre todo a partir del desempeño de indicadores sociales como el idh (Índice de Desarrollo Humano) y el Índice de Gini (principal indicador de la iniquidad de la renta), que desde los años noventa vienen mostrando una tendencia a la disminución de la desigualdad socioeconómica en el país, con un escenario de movilidad ascendente. Durante este período, amplios grupos de población de renta baja se incorporaron al mercado de consumo de bienes duraderos y servicios. El índice de Gini, que en la década de 1990 estaba en 0,609, cayó a 0,501 en 2013. Y el idh pasó de 0.723 en 1990 a 0.744 en 2013. La variación puede parecer ínfima, pero según el pnud (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), entre 1980 y 2010, Brasil fue el país latinoamericano en el que más creció el idh al registrar un aumento acumulado del 36,4%. Tampoco es un dato menor que, entre los años 2000 y 2013, más de 40 millones de brasileños hayan ascendido hasta la mitad de la pirámide socioeconómica en la condición de “nueva clase media” –específicamente la clase C– de acuerdo con el Critério Brasil de la Associação Brasileira de Empresas de Pesquisa (abep), criterio que se basa en el patrón de consumo y en el nivel educativo del jefe o jefa de hogar para clasificar a las familias en ocho estratos (clases A1, A2, B1, B2, C1, C2, D y E). Pero, ¿es posible deducir a partir de este escenario de movilidad socioeconómica la conformación de una nueva clase media? En ese caso, ¿Brasil se habría transformado de hecho en un país de clase media? Existen dos respuestas posibles a estos interrogantes, expresadas por dos vertientes principales: una que afirma el surgimiento de la nueva clase media y define a Brasil como un país de clase media, dado que más de la mitad de su población habría alcanzado la mitad de la pirámide socioeconómica; y otra que caracteriza esa movilidad como una simple mejoría en las condiciones de vida de los trabajadores brasileños, pero argumenta que no corresponde hablar de clase media.
clases medias
D i s t i nt a s p o s i c i o n e s , u n s o l o d e b at e La primera postura recurre a dos criterios centrales para afirmar la “medianización” de la sociedad brasileña: el aumento real de la renta y los cambios en el patrón de consumo de las familias. El reconocido economista Marcelo Neri, uno de los principales entusiastas del concepto, define al brasileño de esa franja como un individuo que tiene empleo formal, acceso al crédito y un coche o una motocicleta. En términos económicos, eso abarcaría a los hogares con una renta mensual entre 1,064 y 4,561 reales. De acuerdo con esa definición, en el año 2008, el 52% de los brasileños podían ser clasificados como pertenecientes a esa nueva clase media. La Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República clasifica como nueva clase media a las familias que viven con una renta per capita entre 291 y 1,019 reales mensuales, subdividiéndola en tres segmentos: clase media “baja” (renta familiar per capita entre 291 y 441 reales), clase media “media” (más de 441 hasta 641 reales) y clase media “alta” (más de 641 hasta 1019 reales). Basándose en ese criterio, y a partir de los datos del Censo Demográfico de 2010, es posible afirmar que el 53% de los brasileños son de clase media. E incluso podría decirse que poco más de la mitad de los hogares localizados en favelas en todo el país (en rigor el 51,2% del total de hogares localizados en favelas) podrían ser considerados de clase media por encontrarse dentro de esta franja de renta per capita. A partir de estas definiciones se advierte que este nuevo segmento medio difiere del concepto clásico o tradicional de clase media, compuesta por la pequeña burguesía y los propietarios de pequeñas empresas, y también de la clase media de los profesionales liberales, gerentes y empleados de oficina. La nueva clase media brasileña es aquella que obtiene la renta media de la sociedad y, por lo tanto, remite a un concepto estadístico, no sociológico. Y dado que ese concepto está exclusivamente fundado en los patrones de renta y de consumo, la vertiente que lo critica sostiene que hablar de nueva clase media en Brasil es, en el mejor de los casos, un error. El economista Márcio Pochmann considera que la nueva clase media no es sino un “voluntarismo teórico” ya que no se fundamenta en condiciones reales de la base material de clase. Por eso cree más apropiado hablar de “incorporación tardía de los trabajadores de renta baja al patrón de consumo fordista”. En esta misma línea, el sociólogo Jessé Souza clasifica como “batallador” al segmento que consiguió mayor movilidad económica en ese período y como "residual" al que permaneció en la base de la pirámide, cuestionando el concepto de nueva clase media por la imposibilidad de identificar en esos segmentos el capital social y cultural que los define. Este investigador no ve un acesso privilegiado al capital cultural en ese grupo y, por lo tanto, tampoco ve posibilidad alguna de definirlo como clase media. Otros especialistas (Dawid Bartelt, por ejemplo) indican que se trata de un proyecto político –marca de los gobiernos de Lula y Dilma y del Partido de los Trabajadores– antes que de un fenómeno social con base empírica. El cuestionamiento de la nueva clase media brasileña se inserta en un debate más amplio, que critica la posibilidad de afirmar la medianización de las sociedades latino21
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americanas. El analista peruano Rolando Arellano es uno de los autores que reprueban la adopción de criterios socioeconómicos para hablar de un “boom” de la clase media en la región. Según Arellano, no existe una especificación clara de lo que significa el concepto de clase media en América Latina, dado que la región carece de una estandarización o definición uniforme para ese concepto. El autor también critica la ausencia de un proyecto aspiracional en lo que se denomina “nueva clase media latinoamericana”. Para este investigador esa nueva clase media creó sus propios modelos sociales y económicos. Y por eso la clasifica como clase media divergente, en oposición a la clase media tradicional. Arellano afirma que este nuevo sector divergente, a diferencia de las clases medias tradicionales urbanas, habría sido el resultado de procesos recientes de migración hacia las grandes ciudades.
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¿ M e d i a n i z a c i ó n o n o?
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En este punto cabe señalar que hablar de nueva clase media en Brasil equivale a hablar de un grupo diferente del que menciona Arellano. El panorama económico, político y cultural brasileño es diverso y por eso resulta sumamente difícil aplicarle un concepto generalizador como “clase media latinoamericana”. La nueva clase media brasileña presenta semejanzas actitudinales con la clase media divergente que describe Arellano, pero los aspectos centrales de aspiracionalidad, valorización de la educación como estatus y seguridad, priorización del consumo diferenciado y de marcas están presentes en parte de la nueva clase media brasileña. El debate debe leerse, por lo tanto, a partir de la constatación de que no existe consenso en torno al concepto de clase media y de que
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puede haber variaciones en la combinación de los criterios utilizados para su definición: tanto los objetivos (renta, escolaridad, ocupación, patrón de consumo, etc.) cuanto los subjetivos (valores, aspiraciones, identidad, etc.). Mientras tanto, el aspecto valorativo y aspiracional es común a la gran mayoría de las definiciones: ser de clase media es ambicionar un mejor estándar de vida para el futuro y buscar distinguirse a través del consumo y la escolaridad para garantizarse una posición. Teniendo en cuenta este criterio aspiracional podemos afirmar que parte de la clase C brasileña –o segmentos del conjunto aglutinado bajo el rótulo “nueva clase media”– actúa con valores de clase media. Un escenario económico bastante positivo de crecimiento del PBI nacional, mejora del valor del salario mínimo, control de la inflación y aumento del empleo formal –sumado a la recuperación de los niveles de escolaridad de la población y a la expansión y el abaratamiento del crédito–, contribuyó a una clara optimización en las condiciones generales de vida de la población e hizo posible que ese sector de clase media ascendente se comportara de acuerdo con valores de la clase media. Mi posición es que aquello que se viene designando como nueva clase media brasileña correspondería a sectores de la clase media “media” y de la clase media “baja”(o segmentos de las clases C1 y C2) que se diferencian de la clase media tradicional (clase media alta o AB) por tener menor escolaridad, menor renta y acceso más restringido a los bienes culturales; pero se aproximan a ella por apropiación simbólica e incorporación de los valores aspiracionales de búsqueda de ascenso y diferenciación social a través de la educación y del consumo. Por lo tanto, no se trataría exactamente de una nueva clase media, sino de clases medias “populares” y “aspirantes”. 23
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Hoy resulta difícil hablar de clase media en singular, puesto que no se trata de un grupo homogéneo de personas. Existe una segmentación en las clases medias brasileñas según los diferentes niveles de expectativas. La que hasta el momento llamamos “nueva clase media” –o, en términos materiales, clase de consumo C– es bastante heterogénea internamente en lo que respecta a sus valores y actitudes. E incluso a su patrón de consumo. Si consideramos como clase media solo a aquellos individuos que poseen un empleo formal, un plan de salud, están bancarizados y tienen acceso a líneas de crédito que posibilitan el consumo y financiamiento de bienes como la propiedad inmueble, la computadora y el automóvil, menos de la mitad de las familias de la clase C podrían ser consideradas de clase media.
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Hoy resulta difícil hablar de clase media en singular, puesto que no se trata de un grupo homogéneo de personas. Existe una segmentación en las clases medias brasileñas según los diferentes niveles de expectativas.
Todavía falta evaluar las desigualdades regionales verificadas en el país porque los habitantes de las regiones sur y sudeste tienden a ser menos vulnerables en aspectos socioeconómicos que los de las regiones norte y nordeste; por eso mismo, el perfil de la nueva clase media será diferente según la zona donde residan las personas incluidas en ella. Otro factor diferencial es la aspiración de ascenso social a través del trabajo no manual. Uno de los criterios más valorizados es el ocupacional. De esta manera, antes que aspirar a la posesión de un automóvil cero kilómetro o de aparatos electrónicos de última generación, que permea todo el segmento de consumo C, la posesión o búsqueda del diploma de enseñanza superior resultará decisiva para clasificar a aquellos segmentos de la clase C que se comportan como clase media popular y aspirante. Es importante notar que, en virtud de la extensión y el alcance de los programas gubernamentales de redistribución de la renta, debe excluirse de la clasificación de “clase media aspirante” a aquellos sectores que dependen de políticas sociales como el subsidio familiar, puesto que esos segmentos no gozan de autonomía de consumo suficiente como para formar parte de ella. Esto quiere decir que cerca del 18% de los hogares de clase C no podrían ser clasificados como clase media popular y aspirante. El fuerte apoyo al crédito para propiciar cambios en el patrón de consumo e inclusive para fomentar el acceso a la educación superior explicitan la fragilidad y vulnerabilidad del ascenso de la “clase media popular”. Como argumenté en otra oportunidad, si el ascenso social de estos segmentos fue artificial, no se sostendrá en el futuro próximo. Mientras tanto, continuamos observando a partir de las estadísticas nacionales más recientes, la expansión de la clase C en términos de estándar de vida y hábitos de consumo. Pero para que estos segmentos populares y aspirantes puedan consolidarse como clase media es necesario que haya no solo continuidad en las políticas de inclusión económica, de expansión y democratización del acceso a la enseñanza superior, sino también una clara mejoría en la calidad de la escolarización formal y la educación cultural, como asimismo una mayor incorporación de esos sectores al mundo de los derechos más amplios de ciudadanía, independientemente de su ingreso al mundo del consumo. Estos aspectos dejan mucho que desear en las políticas públicas actualmente en curso, lo cual sugiere un futuro todavía incierto para los brasileños de las nuevas clases medias. X 25
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el caso argentino: el fen贸meno de la volatilidad R
p o r Agus t i na S c hi j m a n u n i v e r s i da d d e h a rva r d
Arreglos Florales, 2011
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¿Cómo es, en la actualidad, la clase media de un país que se destacó históricamente por incorporar de manera sostenida amplios grupos de población a ese sector? ¿Qué la caracteriza? ¿Qué la acerca y qué la aleja de la realidad de los otros países de la región?
En los últimos años, un fenómeno social ha llamado la atención de los observadores de la estructura social de América Latina. La década de crecimiento y estabilidad que, en líneas generales, ha caracterizado a los países de la región en los comienzos del nuevo siglo, ha permitido que amplios contingentes ubicados en la base de la pirámide social hayan accedido a posiciones de clase media. Según el Banco Mundial, la clase media en la región creció un 50% durante la última década, hasta representar el 30% de la población total. El análisis sobre las clases medias emergentes o las nuevas clases medias está hoy en el centro de los debates, tanto en los ámbitos académicos como en los medios periodísticos. Sin embargo, los términos de esa discusión parecerían ser menos apropiados para la Argentina, donde la formación y consolidación de los estratos medios fue un proceso más temprano en el tiempo y constituyó un signo distintivo de su estructura social en comparación con la mayoría de los países de la región. En el caso de la Argentina, más que la entrada de nuevos contingentes a las clases medias, el hecho que debemos destacar es la creciente volatilidad de las clases medias. A fin de poner esta afirmación en contexto, repasaremos brevemente las transformaciones de la sociedad argentina.
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Un p o c o d e h i s t o r i a
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La Argentina experimentó profundos cambios en su estructura social en el período de consolidación como Estado Nación y durante los inicios de su desarrollo económico. Entre los años 1860 y 1930, las altas tasas de crecimiento asociado al modelo agroexportador, el flujo migratorio europeo y la expansión de la educación pública impulsaron un proceso de movilidad social ascendente que dio nacimiento a una sociedad más moderna, dinámica y urbana. Un componente principal del nuevo escenario fue la presencia de los estratos medios, formados típicamente por familias de inmigrantes europeos y sus hijos que se transformaron en pequeños industriales, comerciantes y arrendatarios. A partir de datos censales, Gino Germani, el fundador de la sociología moderna en el país, estimó que el tamaño de esos sectores
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medios pasó entre 1895 y comienzos de la Primera Guerra Mundial del 14% al 30% de la población. Este cambio social ubicó a la Argentina, ya en las primeras décadas del siglo xx, en la categoría de países de clases medias cuyo umbral convencional se situaba precisamente en el 30% de la población. La temprana constitución de una amplia clase media, en el marco de una sociedad que ofrecía oportunidades de movilidad ascendente, prácticamente no tuvo equivalentes en el resto de la región. El bajo nivel de desigualdad del ingreso (medido por el coeficiente de Gini) también fue casi inédito en el contexto latinoamericano: la Argentina siempre ha tenido –junto con Uruguay– niveles de desigualdad más bajos que los demás países, que contribuyen a la formación de una estructura social menos polarizada. Esto es consistente con la visión de varios académicos del desarrollo, como William Easterly, según la cual lo opuesto a una sociedad de clase media es una sociedad desigual. En las décadas siguientes a 1930, el universo de las clases medias continuó expandiéndose. Durante el período de industrialización por sustitución de importaciones (1930-1970), la migración de poblaciones del interior del país hacia los grandes centros urbanos generó un efecto “empuje”: los recién llegados se incorporaron a los estratos bajos de la pirámide social, empujando a buena parte de los que hasta entonces los ocupaban hacia posiciones de clase media. En 1960, Germani hizo una encuesta en el área metropolitana de Buenos Aires y comprobó que la mitad de los que 20 años antes estaban en las clases trabajadoras habían dado un salto a los estratos medios y que el 40% había pasado de tener ocupaciones de baja calificación a realizar tareas de alta calificación. Solo una de cada diez personas no había 29
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experimentado ningún tipo de movilidad social. Visto en perspectiva, este proceso de ascenso social, que marcó la experiencia de los años peronistas para tantos argentinos, puede ser leído como un anticipo de lo que actualmente está en el centro de las transformaciones de América Latina: la emergencia de nuevas clases medias a partir de estratos socialmente más bajos. Durante la década de 1970 comenzó a debilitarse la capacidad de la sociedad argentina de incorporar sucesivos contingentes de la población al trabajo, la educación, el bienestar. Las políticas de ajuste implementadas a partir de mediados de los setenta afectaron las oportunidades de progreso individual y colectivo y dieron lugar a procesos de movilidad social descendente. En ese contexto, cientos de miles de hogares de clase media, muchos de ellos profesionales, cayeron debajo de la línea de pobreza. Estos ex integrantes de ese sector en proceso de pauperización, conformaron “los nuevos pobres”, como los llamaron los sociólogos Gabriel Kessler y María Mercedes de Virgilio. Caracterizados por tener un stock de capital cultural acumulado junto con un deterioro de su bienestar material, serían una de las principales víctimas de los procesos inflacionarios por los que atravesaría el país y que tendrían en la hiperinflación de 1989 su pico más alto. A la pérdida del poder adquisitivo se sumó el aumento del desempleo, un fenómeno que afectó a toda la década del noventa. La creciente inestabilidad de los puestos de trabajo, sobre todo a partir de 1995 –que perjudicó primero a los menos calificados y se extendió luego a los más calificados–, dio un renovado impulso a la declinación del estatus social y material de amplios sectores medios. Vo l at i l i d a d y v u l n e r a b i l i d a d En un trabajo hecho junto con Guadalupe Dorna sobre cambios en la estructura social del país en tiempos más recientes, emergieron nuevas evidencias del carácter oscilante de la condición de clase media. En aquella investigación estimamos que entre mediados de la década de 1990 y del 2000, un promedio del 43% de los hogares argentinos se encontraba en ese sector, lo que equivale a cerca de cinco millones de hogares. Siguiendo la tendencia insinuada a mediados de la década de 1970, la consistencia de estos estratos medios varió notablemente en períodos cortos de tiempo. Con la crisis de la convertibilidad del 2001-2002 y la creciente tasa de desocupación y precarización del mercado laboral (evidenciada principalmente por el aumento del empleo informal), la clase media se derrumbó cerca de 18 puntos porcentuales, lo que ocasionó que la proporción de sus hogares descendiera al 25% del total. En esos años, los hogares debajo de la línea de pobreza superaron a los de clase media y por cada familia de esta franja había cerca de 2,5 familias pobres. A partir del año 2003 ese proceso de declinación se revirtió. Como contrapartida de la recuperación económica en curso, la clase media comenzó de nuevo a expandirse y a mediados de 2005 superó el tamaño de los años noventa, que por entonces abarcaba al 42% de hogares argentinos. La volatilidad de la clase media argentina pone de manifiesto la existencia de una parte importante de hogares de ese sector que carece de mecanismos para amorti31
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Si la recurrente volatilidad de los estratos medios es un fenómeno distintivo de la Argentina en América Latina –donde, en cambio, en la última década, sobresale la expansión de la clase media formada por grupos en ascenso–, esta singularidad lo es menos cuando se considera la evolución de países desarrollados como Estados Unidos, España o Francia.
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guar los efectos de episodios económicos negativos y es altamente susceptible a caer debajo de la línea de pobreza frente a shocks contingentes. En nuestra investigación denominamos a dicha porción de la clase media como “vulnerable” y encontramos que la probabilidad de pertenecer a ese grupo aumenta en los hogares de clase media en los que el jefe de hogar es un trabajador informal o autónomo, con nivel educativo inferior al universitario, y que no es propietario de la vivienda que habita. También calculamos que durante la crisis de la convertibilidad la clase media vulnerable superó el 45% (lo que equivale aproximadamente al 20% de los hogares argentinos). En este lapso, ocho de cada diez hogares de clase media vulnerable cayeron en la clase baja, mientras que casi ninguno de los no vulnerables experimentó esa transición. Como ya anticipamos, con el paso de la década del 2000, se produjo una nueva vuelta de tuerca en la trayectoria de los sectores medios: la porción de hogares de clase media vulnerable descendió fuertemente y, hacia la segunda mitad de la década, se redujo a un quinto del total de los hogares de clase media argentina. Como era de esperarse, la marcada volatilidad ha tenido su reflejo en los cambios experimentados por la desigualdad social. Entre mediados de las décadas de 1970 y 2000, la Argentina pasó de un nivel de desigualdad comparable con el de un país desarrollado como Suiza al de un país pobre como Lesoto. De hecho, durante la crisis de la convertibilidad, la desigualdad medida por el índice de Gini alcanzó un pico de 0,52, una cifra similar a la que tenía el país africano en esos años. Estos vaivenes a lo largo del tiempo nos indican la necesidad de ampliar el foco de observación. Si la recurrente volatilidad de los estratos medios es un fenómeno distintivo de la Argentina en América Latina –donde, en cambio, en la última década, sobresale la expansión de la clase media formada por grupos en ascenso–, esta singularidad lo es menos cuando se considera la evolución de países desarrollados como Estados Unidos, España o Francia. En ellos, el freno a la expansión económica de la posguerra
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y, en algunos casos, la implementación de ciertas políticas tributarias, se tradujo en una tendencia al empobrecimiento de los sectores medios y, en forma paralela, a una disminución de su peso relativo en la estructura social. En tales sociedades desarrolladas también se ha dado un proceso que parece conducir la distribución del ingreso hacia aquella propia de los tiempos previos al Estado de Bienestar. En ese sentido, las fluctuaciones de los estratos medios pueden ser vistas como características de la trayectoria de clases medias maduras. En otros términos, las oscilaciones económicas, que no son privativas de la Argentina, pueden tanto expandir como contraer capas de población de antigua formación, siguiendo evoluciones análogas a las de las sociedades desarrolladas. Sin embargo, hay que destacar que, si bien son procesos similares, el carácter episódico e intenso de las vicisitudes económicas en la Argentina configura una diferencia. Una muestra de ello es el riesgo permanente de los componentes más débiles de la clase media argentina a experimentar procesos de movilidad social descendente, en una región en la que muchos países ofrecen hoy a sectores ubicados en los escalones más bajos de la pirámide, un lugar en el universo de la clase media. X 33
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las paradojas que atraviesa perĂş R
P o r Pao l o S o sa Vi l l ag a r c i a I n s t i t u t o d e E s t ud i o s P e r ua n o s
Serie Sommer und ferienhauser der woche ii, 2013
Paolo Sosa Villagarcia
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Una nueva clase emprendedora, arriesgada, urbana, migrante e informal, que realza el consumo como modo de pertenencia y que a la vez desdeña todo involucramiento político parece completar el mapa actual de la sociedad peruana.
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Veinte años después del inicio de las reformas de mercado, el rostro del país parece completamente diferente. Una catastrófica crisis hiperinflacionaria y la no menos ruinosa insurgencia terrorista de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (mrta) habían arrojado al país hacia un futuro incierto, cuando no imposible. Desde hace una década, sin embargo, contemplamos un escenario absolutamente distinto que promueve lecturas menos fatales y hasta compulsivamente optimistas. Por un lado, la inversión extranjera en el país y el importante incremento en el precio de minerales han generado una dinámica económica propicia para el crecimiento. Se trata de un fenómeno que no tiene precedentes tanto por su intensidad como por su sostenimiento en el tiempo y también por lo extensivo a nivel territorial de las actividades económicas. Del mismo modo, los diferentes niveles de gobierno del Estado han logrado invertir, de manera desigual y poco articulada, en infraestructura. Estas decisiones contribuyeron a solucionar en forma parcial los problemas de conectividad y, de esta manera, a mejorar la articulación de mercados y propiciar el crecimiento de algunas provincias intermedias. El desarrollo de actividades económicas medianamente descentralizadas (minería, agroindustria, turismo, etc.) ha favorecido la expansión de un sector con mejores ingresos económicos tanto en Lima como en diferentes regiones. A decir verdad, el consumo a nivel subnacional es inédito y la inversión privada es también importante en algunas capitales de provincia donde grandes centros comerciales han empezado a brotar. Asimismo, el país ha atravesado una especie de “boom” inmobiliario y automotor que, como venimos señalando, no se ha concentrado solo en la capital. Por otro lado, la caída del gobierno autoritario de Alberto Fujimori impulsó el restablecimiento de las condiciones mínimas del régimen democrático como la libertad de asociación, prensa y expresión, y el desarrollo de elecciones limpias y competitivas. Desde ese momento, han transcurrido casi quince años ininterrumpidos de sucesión democrática de autoridades y también se han llevado adelante reformas para la descentralización y regionalización del país. Otro contexto inédito para el llamado “péndulo” democrático autoritario peruano, que ha contribuido exponencialmente en el desarrollo continuo de ciertas prácticas democráticas, como
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las elecciones y la competencia electoral. Al mismo tiempo, esta coyuntura favoreció el ejercicio de la protesta social –a pesar de los intentos de represión gubernamental– y ha estimulado el acceso a información alternativa a la oficial, además de reavivar una constante, aunque empobrecida, discusión sobre los temas de interés público en plena era global. Estos son, en opinión del politólogo Alberto Vergara, signos centrales de la nueva época peruana: estabilidad económica y política como pocas veces se ha visto en nuestra historia; y es a la luz de esta perspectiva que quisiera discutir cómo se ha desarrollado la nueva clase media en el caso peruano. Advierto que esta mirada no solo se centra en el proceso económico y de consumo sino que procura resaltar otros componentes y recuperar una visión “clásica”. La nueva clase media no es tan abundante como el sector de ingresos medios, pero tampoco tan estrecha como el grupo social que comparte características típicamente urbanas y mesocráticas. Esta situación complica el acercamiento teórico, pero también constituye un reto político para el Perú en los próximos años. Podríamos decir que, a diferencia de otros países, este sector de ingresos medios tiene fuertes deficiencias en educación y entrenamiento profesional, así como también adolece de un precario sistema de salud. Ambas falencias están determinadas por el limitado acceso público a estos servicios. 37
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Como hemos señalado, Perú es visto como un país de ingreso medio y esto ha tenido un impacto impresionante tanto en la reducción de la pobreza monetaria como en las características del consumo. La desigualdad, producto del desarrollo, es atacada a través de una serie de programas sociales y de inversión en infraestructura que han favorecido la inserción del mundo rural en la dinámica auspiciosa del comercio. Esta relación, sin embargo, es vulnerable a los ciclos económicos pues, según los datos del pnud (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), un porcentaje importante de los estratos sociales que han mejorado económicamente en la última década podrían volver a la pobreza ante una crisis.
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La ciudadanía informal es un oxímoron, la clase media informal es una entelequia. La relación entre estos sectores, aun aquellos “formalizados”, y el Estado, es precisamente la marca de nacimiento de un grupo poblacional que se ha forjado como un emprendedor pero no como un ciudadano.
Lo que es cierto es que las formas de consumo han sido transformadas por diferentes factores económicos y sociales. Para explicar esta situación, el investigador Rolando Arellano destaca el papel que tuvo la crisis inflacionaria en el quiebre de la espina dorsal de la vieja clase media asalariada. La lógica en este razonamiento es más o menos sencilla: en este tipo de crisis, los asalariados, empleados formales del sector privado o público, siguen ganando prácticamente lo mismo cuando la economía se resiente; mientras que los informales pueden redefinir el precio de sus productos o su trabajo puesto que no dependen de un contrato formal. Esta condición hace que este segundo grupo no solo tenga mayor posibilidad de resistir la crisis, sino que incluso puede llegar a beneficiarse. El resultado final, dentro de esta misma lógica, es que los conservadores y pacatos sectores mesocráticos tradicionales hayan sido reemplazados por los nuevos sectores medios emprendedores y arriesgados. Un nuevo estrato de carácter urbano, en su mayoría migrante e informal; una propuesta intrépida e interesante que resalta precisamente al consumo como una de las claves para entender la dinámica que mueve al Perú posterior al ajuste económico estructural. Es decir, una sociedad diversificada en la capacidad de gasto, pero dentro de la cual existe un sector significativo que sigue comportándose según sus pautas tradicionales, con independencia de las limitaciones monetarias. La mala noticia es que este modelo no funciona para darnos señas importantes sobre el comportamiento político de la población, esto es, cuando se sostiene que el nivel de acumulación económica en estos grupos constituidos por consumidores relativamente similares determina una nueva dinámica social que revitaliza una especie de “burguesía chola”. Esta épica del informal emprendedor esconde precisamente la perversa arista política del fenómeno. La ciudadanía informal es un oxímoron, la clase media informal es una entelequia. La relación entre estos sectores, aun aquellos “formalizados”, y el Estado, es precisamente la marca de nacimiento de un grupo poblacional que se ha forjado como un emprendedor pero no como un ciudadano. 39
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Si un individuo adquiere tal condición en su relación práctica con las instituciones políticas lo que tenemos es una dinámica en la que estas instituciones y el Estado mismo son evadidas y hasta repudiadas cotidianamente. Y, en este sentido, los datos de lapop (del inglés: Proyecto de Opinión Pública de América Latina) arrojan una interesante paradoja: los peruanos queremos más presencia del Estado, pero no queremos que este intervenga en nuestra vida cotidiana y, mucho menos, que nos extraiga rentas. Estos grupos poblacionales, diversos en su composición, son impensables al momento de establecer preferencias respecto de las políticas estatales y, por supuesto, mucho menos útiles para entender la configuración (o precisamente la carencia) de un sistema político peruano en el que los intereses de los ciudadanos sean agregados y canalizados de manera institucional. En términos socioeconómicos, el consumo se ha disparado sobre todo entre los jóvenes que, cada vez más, acceden al mercado laboral –formal e informal– y al sistema crediticio en una especie de versión peruana de la llamada generación del milenio (millennials). Este contexto potencia la idea feliz de que todo es posible, que el sistema premia el esfuerzo y que las cosas funcionan bien con la sola dinámica del mercado. Ningún otro país en América Latina tiene tan internalizada esta idea y, por lo tanto, es tan adverso al involucramiento en la política y la posibilidad de modelos alternativos. El carácter estabilizador del sistema no es represor, sino seductor (el filósofo Byung-Chul Han dixit). Esto ayuda a que la estabilidad política también resalte, aun cuando los índices de desaprobación de los últimos gobiernos se hayan disparado. El sector de nuestro interés es poco proclive a involucrarse en política y sin poseer una identidad partidaria parece deshojar margaritas en épocas electorales. Sus preferencias se ubican en un “centro político” que puede ser representado por personajes muy dispares y propuestas programáticas –cuando las hay– también diferentes. Luego de las elecciones, el desprestigio de las instituciones y la clase política es abrumador y, no obstante, el país sigue adelante. ¿Qué conclusión se puede sacar de esta situación? Somos muy jóvenes para ser pesimistas, pero nuestro país es muy viejo para el optimismo. Nuestra historia reciente está repleta de ensayos teleológicos sobre el desarrollo de las clases sociales. Ya sea mediante la imagen de un “desborde popular” o de una “plebe urbana” encaminada a un proyecto alternativo de desarrollo, e incluso de un contingente liberal popular para enmarcar “otro sendero” –en oposición a Sendero Luminoso–. Sin embargo, el Perú contemporáneo revela que, entre estas dinámicas de progresistas y emprendedores, persiste el bicho clientelar, pragmático y plebiscitario que nos acecha, aunque dormido en estos tiempos de “boom” y prosperidad. De todas maneras, algunos cambios son relevantes y vienen de la mano de cierta actitud crítica en algunos sectores de la clase media. A pesar de las grandes limitaciones de acción y los intentos de ocultamiento o represión gubernamental, los actos de corrupción y las decisiones arbitrarias son cada vez más contestadas por la opinión pública y el descontento social. Algunos episodios recientes, como la “repartija” de puestos clave en órganos autónomos, y la aprobación de un nuevo régimen de flexibilización laboral juvenil, han hecho evidentes las diferentes aristas de precariedad en esta dinámica feliz que ha provocado una serie de marchas nacionales en contra del gobierno, pero también del sector empresarial. X
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p o r Emm a n u e l l e B a r o z e t U n i v e r s i da d d e Ch i l e y C e n t r o d e E s t ud i o s d e C o n f l i c t o y Cohesi贸n Social
Naturalia, 2011
Emmanuelle Barozet
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Desde el comienzo de la democracia las nuevas clases medias han buscado beneficiarse con un mayor acceso a la educación universitaria mientras el modelo económico continúa basándose en materias primas y exigiendo mano de obra poco calificada. Límites y contradicciones de un modelo de desarrollo latinoamericano.
Mucha esperanza pesa sobre nuevos contingentes de clases medias en América Latina y su relación con la elusiva promesa de desarrollo en el continente. Los debates en torno a las consecuencias del crecimiento económico y sus limitaciones en nuestra región, que despiertan ecos de 1930 y 1950, se pueden observar con especial fuerza en Chile, donde después de casi treinta años de mantener alrededor de un 5% de crecimiento anual, muchos se preguntan quiénes componen las nuevas clases medias y qué desean como modelo económico y social. La elección a la Presidencia de la socialista Michelle Bachelet a fines del 2013, junto con una fuerte mayoría en el Congreso, parece haber abierto nuevos horizontes. Sin embargo, en un presente de deseos de reformas profundas, pero de límites claros en cuanto a la posibilidad de alterar las reglas del juego, en un momento de fuerte rechazo a la clase política y desaceleración económica, ¿cuál es el panorama para los nuevos sectores medios en Chile?
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¿ H e m o s l l e g a d o a l u m b r a l d e l a r i q u e z a?
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A diferencia de varios de sus vecinos de la región, Chile, altamente urbanizado, con sus 17 millones de habitantes, ha vivido un sostenido crecimiento económico en las tres últimas décadas, en parte por la apertura a la economía internacional y el giro experimentado en los años ochenta, a pesar de sus consecuencias humanas y sociales, pero también debido a la demanda internacional de cobre, cuyo precio se mantiene alto por la demanda china. Si bien el país se encuentra hoy en fase de notoria desaceleración, ha conocido una excepcional baja de la pobreza. Hoy, está por debajo del 20%, mientras que al final de la dictadura de Pinochet casi la mitad de la población era pobre. Esto nos lleva a la pregunta sobre quiénes son estos contingentes que salieron de la pobreza. En la actualidad, con un pib per cápita de 15.000 dólares, es decir, casi en el umbral de los países “ricos”, ¿pasaron estos grupos realmente a formar parte de la clase media como lo pregonan los organismos internacionales, en particular el Banco Mundial? ¿Puede Chile salir de la trampa de los “países de ingresos medios” y pretender el desarrollo
clases medias
Cuentos para la Infancia y el Hogar, 2010
manteniendo las recetas de los últimos treinta años? Con las tasas de desigualdad socioeconómica que exhibe, aparentemente, se habrán de necesitar muchas décadas. La clase media: un blanco móvil Se sabe que la clase media es un “blanco móvil”: definirlo o medirlo siempre depende de lo que se quiere mirar y de las variables que se tomen en cuenta. No son ni ricos ni pobres, por cierto, pero eso deja un gran espacio en blanco en la parte central de la pirámide social, alrededor del 80% de la población. En realidad, existen múltiples grupos de clase media, según su grado de consolidación en el tiempo y definiciones más restrictivas basadas en el tipo de empleo (manual calificado y no manual), el nivel de educación (media y superior) y los tramos de ingresos o de consumo. Estas mediciones muestran que, en Chile, las clases medias no conforman más del 45% de la población. Además, poco tienen que ver las familias de profesionales que llevan varias generaciones con acceso a buenas universidades –las clases medias antiguas o tradicionales– y las familias que recién emergen de la pobreza o acceden por primera vez a la educación técnica o superior en universidades con poca certificación. Para simplificar, podemos distinguir varios grupos de clase media: primero, una acomodada que proviene en parte de los grupos ya consolidados antes de los años setenta; segundo, una clase media también acomodada pero que procede de quienes se beneficiaron con el cambio de modelo y lograron obtener buenos puestos en los nuevos sectores económicos, en especial el financiero, el retail, o los sectores extractivos como la minería. Luego existen precarios sectores emergentes o en movilidad descendente, mucho menos calificados, que viven con cerca de 2000 dólares mensuales por hogar. Debajo de eso, conviven segmentos 45
Emmanuelle Barozet
vulnerables y poco calificados, que según criterios económicos internacionales pertenecen a la nueva clase media, pero que según criterios sociológicos, son más bien sectores populares. En este panorama diverso, muchos no saben cómo definirse ya que no comparten la posición que tuvieron sus padres y aún se sienten en proceso de transición. Si les cuesta definir quiénes son, ¿cómo saber qué es lo que quieren? Esto ha sido un rompecabezas para los últimos gobiernos, tanto de derecha como de izquierda. No a la hora de apelar a estos nuevos grupos para las campañas, sino en el momento de implementar vagas propuestas de mayor justicia social en políticas sociales concretas, en ámbitos fundamentales de la convivencia como los impuestos, la educación y la salud. Finalmente, es importante recordar que el promedio de ingresos de los sectores de clase media en América Latina y en Chile en particular (alrededor de 1000 dólares), es mucho más bajo que en América del Norte y Europa, además de que esta es mucho más vulnerable debido a la restringida red de protección social de la región. N u e v o s m o v i m i e nt o s s o c i a l e s d e c l a s e m e d i a Al igual que en otros países de la región, en especial Brasil, recientemente en Chile se ha asociado con la clase media una serie de movimientos sociales que defienden los intereses de los nuevos sectores, por oposición, por ejemplo, a los movimientos indígenas, de pobladores o sindicales. El emblemático movimiento de los Pingüinos –estudiantes secundarios en 2006–, amplificado por el movimiento estudiantil de 2011, que le valió la derrota política a la derecha en las elecciones de 2013, pero también agrupaciones ambientalistas, de usuarios de servicios privados y públicos, son considerados como la punta de lanza de deseos de redistribución de los frutos del crecimiento económico. En términos de contenidos, las propuestas han sido desde plantear una transformación global de la sociedad chilena mediante un giro a la izquierda, con renacionalización del cobre incluida –posición que no ha tenido mucho asidero en el conjunto de la población–, hasta otras más acotadas que apuntan a asegurar posiciones con cierta estabilidad en el mercado laboral para los nuevos contingentes de jóvenes que acceden a la educación superior. En efecto, entre 1990 (final de la dictadura) y 2012, la matrícula total de la educación superior en Chile, incluyendo la técnico profesional, pasa en términos de cobertura para el tramo 18-24 años de edad, de 14,4% a 54,9%. Esto se puede calificar como un aumento explosivo, pues el 60% de los matriculados corresponde a las universidades. Sin embargo, en un ambiente de desregulación y de casi nula certificación de la calidad, ¿qué futuro les espera a estas nuevas generaciones que aspiran a ser parte de una clase media consolidada cuando el modelo económico es rentista y extractivista de materias primas y, por lo tanto, necesitado de mano de obra poco calificada?
Todavía
L o s n u d o s d e l p r e s e nt e : ¿ q u é q u i e r e n l a s n u e va s c l a s e s m e d i a s ?
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Las clases medias tienen intereses divergentes entre los diferentes grupos que las componen, pero también tienen expectativas cambiantes según la coyuntura. Por supuesto que la aspiración común es tener mejores condiciones de vida pero, en general, los integrantes de las nuevas clases medias pretenden una mejoría más para sus hijos que para
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Muchos piensan que asegurar una mejor posición, paradójicamente en un momento de masificación, pasa por acceder a la educación y a una educación superior de buena calidad, coto reservado de la clase media consolidada y de la elite.
ellos mismos, y están preocupados por no perder lo poco ganado o asegurado en los últimos años. Como ocurre actualmente, las posibilidades de desaceleración siempre están a la vuelta de la esquina, al igual que el desempleo, la enfermedad o la vejez. Por lo tanto, las esperanzas de prosperidad, como las de acceder al desarrollo en tanto sociedad, reflejan más un deseo para el futuro que una posibilidad tangible en el presente. Dentro de estos nuevos grupos, muchos piensan que asegurar una mejor posición, paradójicamente en un momento de masificación, pasa por acceder a la educación y a una educación superior de buena calidad, coto reservado de la clase media consolidada y de la elite. Por un lado, esto los coloca frente a un dilema, cuando el movimiento estudiantil pide educación gratuita y de calidad, pero la mejora efectiva del sector público tomará años, pues requiere formar profesores, optimizar la infraestructura y transformar en profundidad uno de los sistemas escolares más segregados de la región. Por otro lado, los servicios públicos en Chile nunca han sido de buena calidad para grandes sectores de la población. Por este motivo, vemos emerger e incluso manifestarse en las calles a un movimiento conservador de familias de clase media emergente, que sienten que obligarlas a colocar a sus hijos en el sistema público sería limitar no solamente su libertad de decisión sino también reducir las posibilidades de movilidad de sus hijos. Para muchos miembros de estos nuevos grupos, mantener la distancia con los sectores populares es la marca de su precario éxito. Otros consideran que este es el momento para lanzar reformas estructurales que limiten las desigualdades y permitan al final del camino el paso al ansiado desarrollo. Asistimos nuevamente a una forma de polarización alrededor de proyectos de sociedad reflejados en las posiciones de los diversos sectores medios en Chile. Quienes sienten que pueden ascender todavía un poco, desconfían de las reformas del gobierno de Bachelet y denuncian que tales cambios supondrían una nivelación hacia abajo. Estas ambigüedades en las posiciones de las nuevas clases medias son difíciles de captar para la clase política, que no ha encontrado aún una fórmula para satisfacer la diversidad de demandas. Los más jóvenes parecen querer más intervención del Estado para regular el mercado y proveer servicios sociales, mientras que las generaciones mayores no creen que en el día a día el Estado o lo público puedan solucionar sus problemas, convencidos, luego de treinta años de un sistema neoliberal, que son emprendedores de sí mismos. X 47
R CATAL I NA SC H L I E B ENER e s A rt i s ta v i s ua l y Li c e n c i a da e n F i l o s o f í a d e l a U n i v e r s i da d d e A rt e y Ci e n c i a s S o c i a l e s a r c i s d e Sa n t i ag o d e Chi l e . P o s t e r i o r m e n t e e s t u d i a B e l l a s A rt e s e n l a mi s m a U n i v e r s i da d. D e s d e e l a ñ o 2 0 0 2 a l 2 0 0 8 pa rt i c ipa c o m o d o c e n t e e n e l á r e a d e F i l o s o f í a y T e o r í a d e l A rt e e n d i s t i n ta s u n i v e r s i da d e s c hi l e na s . C o m o A rt i s ta v i s ua l h a e x p u e s to s u t r a ba j o ta n to i n d i v i dua l c o m o c o l e c t i va m e n t e e n Ga l e r í a s , M us e o s y F e r i a s d e A rt e d e Sa n t i ag o d e Chi l e , Bu e n o s Ai r e s , São Pau l o, B o g otá , B e l fa s t, L o n d r e s , M i a mi y N ew Yo r k . h a o bt e n i d o b e c a s y r e s i d e n c i a s oto r ga da s p o r e l fo n da rt ( Fo n d o d e D e sa r r o l l o d e l a C u lt u r a y l a s A rt e s d e l G o bi e r n o d e Chi l e ) , d i r ac ( Di r e c c i ó n d e a s u n to s C u lt u r a l e s , M i n i s t e r i o d e R e l ac i o n e s E xt e r i o r e s d e l G o bi e r n o d e Chi l e ) y d e Th e H e n ry M o o r e Fo u n dat i o n ( R e i n o U n i d o ) . E n e l a ñ o 2 0 14 s e t r a s l a da a l a c i u da d d e N ew Yo r k pa r a r e a l i z a r u na pa sa n t í a d e t r a ba j o d e t r e s m e s e s c o n l a A rt i s ta Li l i a na P o rt e r . Vi v e y t r a ba ja e n Bu e n o s Ai r e s , A r g e n t i na . w w w. c at a l i n a s c h l i e b e n e r. c o m
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jorge panchoaga la casa grande
Desde hace algunos a帽os, el trabajo que realizo se ha enfocado en la exploraci贸n y reflexi贸n de mi historia familiar y personal y en la forma en que estas historias se relacionan con la sociedad en la que vivo.
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Sin darme cuenta, un día empecé a preguntarme constantemente por mi crianza y mi familia, me preguntaba a mí mismo: ¿qué habría pasado si mi nacimiento y crianza hubiesen ocurrido en Lame, Cauca, el resguardo indígena donde nació mi abuelo Rosendo Panchoaga y no en Popayán, una ciudad pequeña ubicada al sur occidente de Colombia? ¿qué hubiese aprendido? ¿quién sería ahora? La búsqueda interna por responder estas preguntas me llevó a un nuevo camino. Poco a poco construí un proyecto que se convirtió en el eje central de mi trabajo de los últimos años. En este proceso profundicé en estas y en nuevas preguntas que complementaban esa inquietud inicial sobre la crianza. Así, cada tema o interrogante se cristalizó en un capítulo de mi proyecto: el papel del lenguaje en la constitución de la identidad, la migración, entre otros. La casa grande es el tercero y en él busco reflexionar sobre la importancia de la cotidianidad en la resistencia histórica que llevan adelante los pueblos indígenas de esta zona del país. En La casa grande encontramos un recorrido que relaciona el territorio como escenario social indispensable para desarrollar una identidad cultural y a la vez pervivir en el tiempo a pesar de los embates del conflicto armado, la estigmatización y el ritmo de vida moderna que desea Colombia. La construcción en imágenes remarca la importancia de la unión para la pervivencia y resistencia al mismo tiempo que reflexiona sobre grandes pilares de la constitución de la identidad indígena: la comunidad, la casa, la familia, la herencia cultural y la necesidad sentida de un territorio para vivir. Los resguardos indígenas donde han sido tomadas estas fotografías muestran un país en paz y calma, deseo de todos los que habitamos Colombia; este panorama contrasta con la idea que hoy tenemos del Cauca como uno de los departamentos con mayor conflicto armado y mayor desplazamiento forzado en el país. Al observar la intimidad de cada imagen reconocemos el valor que tienen para la vida estas historias que transcurren en la casa, un lugar que ha sido arrebatado por la guerra. La luz es usada en este trabajo como un elemento para develar otros mundos posibles a través de la cámara oscura realizada en cada una de las viviendas. Cada imagen transforma el afuera cotidiano y nos permite pensar que, con la capacidad que tenemos todos de imaginar, un Cauca y un país en paz es posible. a 51
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Antropólogo y fotógrafo. Su trabajo guarda relación con problemáticas socio-culturales de identidad, memoria, lenguaje, cambio cultural por conflicto y de las relaciones del ser humano con su entorno. Director del proyecto Dulce y salada, ganador de la beca de coproducción de proyectos Cross y Transmedia del Ministerio de las Tecnologías, la Información y las Comunicaciones (mintic). También ha sido reconocido con el segundo premio iberoamericano de fotografía nexofoto; el ix Premio Nacional Colombo Suizo de Fotografía del Ministerio de Cultura, del Sexto Salón de Arte Joven del Club el Nogal; el iii Premio Nacional de Fotografía del Patrimonio Cultural de la Nación. Fue becario de la Fundación Pedro Meyer y el World Press Photo, que le dio la posibilidad de cursar el Diplomado de Fotonarrativa y Nuevos Medios. Ha sido seleccionado para participar en el Third Annual New York Portfolio Review del New York Times y la Universidad de New York. Es docente invitado del programa de la especialización en Fotografía de la Universidad Nacional de Colombia, X-Photographer de Fujifilm y forma parte del Colectivo de Fotografía +1.
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De la escena cubana de hoy
N p o r V i v i a n M a r t í n e z Ta b a r e s Crítica e investigadora teatral cubana de la Casa de las Américas, Profesora del Instituto Superior de Arte
Tras la apertura institucional de los años ochenta, el arte dramático de Cuba se destaca por la diversidad de ofertas y un carácter esencialmente político que actualiza las problemáticas centrales del debate en torno al individuo y la sociedad en la isla.
Gracias a la cada vez más intensa actividad de casi doscientos grupos, compañías y nuevos proyectos teatrales a lo largo de toda la Isla, con buena cantidad en la capital, la escena cubana actual se destaca por su diversidad –también en la calidad de sus resultados artísticos–, aunque estas afirmaciones parezcan un lugar común. Para cualquier amante de la escena, hoy en La Habana cuesta trabajo mantenerse al día frente a los frecuentes estrenos, con programación regular de martes a domingo, en dos ciclos no siempre bien jerarquizados. Aun así los espacios son insuficientes para tantos artistas que se empeñan en crear nuevas obras y confrontarlas con el público, lo que se agudiza porque varias agrupaciones no tienen
sede propia para sus procesos de montaje y ensayos. Coexisten grupos y compañías tradicionales –y hago la necesaria distinción entre unos y otros– creados a partir de fines de los ochenta e inicios de los noventa, cuando la estructura organizativa del teatro cubano se abrió desde la institución para facilitar cambios importantes y dar paso a generaciones jóvenes con necesidades expresivas emergentes –a pesar de las condiciones económicas adversas en el llamado “período especial”–, y grupos nuevos que pujan por encontrar un espacio, así como proyectos temporales, algunos de los cuales no se plantean un futuro estable, poco dispuestos a compromisos organizativos. Por eso, si antes y muchas veces se habló de variedad, para hacer
referencia a la coexistencia de un amplio diapasón de temas, estilos y lenguajes artísticos, con un sentido bastante generalizado por parte de los artistas de permanecer a largo plazo como colectivos que conformaran una línea y proyectaran cierta perspectiva de futuro –percibidas como un movimiento, con tensiones y confluencias–, ahora la diversidad se expresa también en términos de dispersión. De esa manera, se configura un panorama donde conviven desde trabajos de laboratorio e investigación que conducen a derroteros diversos, pasando por agrupaciones que defienden un repertorio consecuente con determinados propósitos estéticos y conceptuales, hasta coproducciones con equipos foráneos –incluso alguno procedente de esa meca comer63
Vivian Martínez Tabares
cial que es Broadway–. A esto se suman acciones efímeras como respuesta pragmática a fondos que ofrecen embajadas europeas a cambio de introducir en las tablas cubanas sus respectivas dramaturgias. Esta última vertiente puede dar como resultado tanto aproximaciones coyunturales y de corto aliento con calidad variable o nula, como puestas de calidad no circunstanciales, en relación directa con el talento y alcance de quienes las asuman, si son parte orgánica de sus propias poéticas. El panorama no es ajeno, en la superestructura, a la complejidad raigal de una época en la que nos hemos insertado mucho más en el mundo, signada por el advenimiento forzoso de bruscos reajustes económicos que acusaron precariedad material y cambios en las condiciones de vida y que han impactado sobre lo social en muy diversos órdenes. En medio de tal profusión escénica, elijo dos experiencias artísticas diferentes entre lo más valioso que, si bien no son sino solo una pequeña muestra abarcable en este espacio, pueden revelar algunos caminos vitales del teatro cubano actual.
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Dos momentos esenciales
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Carlos Díaz recibió el Premio Nacional de Teatro 2015 por su
obra de vida, gracias a la labor de veinticinco años al frente del Teatro El Público, la compañía que creó con una trilogía de dramaturgia estadounidense y a partir de la cual pautó, por medio de la parodia, una poética esteticista y carnavalesca y una postura crítica frente a tensiones y tabúes sociales y morales. El trabajo con el cuerpo, muchas veces desnudo, la intervención de la música y la danza, complementan la solidez de textos emblemáticos del repertorio universal y cubano de todos los tiempos, con fuerte apego a la tradición, para reivindicarla y subvertirla, y homenajear a importantes referentes, entre ellos al maestro Roberto Blanco, con quien Carlos Díaz se formó. Una de sus puestas más recientes es Antigonón, un contingente épico, que encargó escribir al joven Rogelio Orizondo a partir del texto de Sófocles, pero conscientemente alejado de él, para fundirlo con referentes cercanos como dos poemas de José Martí, el apóstol independentista cubano, y documentos históricos ligados a otros héroes. Por medio de un largo proceso de entrenamiento y creación, que superó con creces las expectativas académicas originales –pues se trataba de un espectáculo de graduación del Instituto Superior de Arte– la puesta en escena fue primero un trabajo en proceso que se abrió
en distintas etapas al público, con mallas negras y sin escenografía, y luego participó en 2012 del Festival de Teatro de Camagüey, la cita más importante de la escena nacional hasta su estreno oficial en 2013, cuando recibió el Premio Villanueva de la Crítica a los mejores espectáculos del año. Con la crudeza que caracteriza la escritura de Orizondo –soez y apegada a las tensiones de la realidad inmediata, vista a través del prisma de una generación para la cual la gesta revolucionaria es sobre todo historia–, la puesta lanza al público un singular cuestionamiento a partir de problematizar algunas de las contradicciones apremiantes de la sociedad cubana: la migración, mayormente de jóvenes; la precariedad material que ocasiona desajustes en la conducta social y crisis de valores, junto con lecturas simplistas de la historia a través de aprendizajes mecánicos. Todo visto desde un discurso en extremo transgresor, anacrónico, enrarecido por una visualidad de escenografía austera –con diseño de Roberto Ramos Mori–, pero profusa en el vestuario –de Celia Ledón–, con llamativa belleza, a pesar de haberse construido con materiales de reciclaje, que deja ver más que lo que cubre, y con frecuentes cambios. El vestuario propone una suerte de desfile de modas que contrasta con la gravedad de los temas.
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El tío Vania
A primera vista, Antigonón, un contingente épico es una dura reflexión sobre el pasado y el presente de la Isla, un llamado de alerta a la vez que una manifestación de amor y pertenencia, de compromiso político, por medio de una teatralidad fragmentada en la que el teatro se funde con la danza y la performatividad contemporánea. El título alude a formas de agrupación emergente que constituyen parte del imaginario nacional, idea resumida en el cartel de enormes proporciones que, como parte del intento
de promover la obra, recibe a los espectadores en la entrada del Teatro Trianón, sede de El Público. El uso del cuerpo desnudo, la música popular con efecto paródico, la voluntad de enmascaramiento y develación de las máscaras sociales y el sentido ambiguo que los espectadores completan han sido parte de la poética de Carlos Díaz y Teatro El Público, con obras de Lorca, Chéjov, Camus, Fernando de Rojas y Abilio Estévez, entre otros.
Antigonón… también marcó el debut de dos jóvenes actrices, Daysi Forcade y Giselda Calero, como parte de la labor también pedagógica que lidera Carlos Díaz. Esta práctica se repitió en dos graduaciones grupales del Instituto Superior de Arte y la Escuela Nacional de Teatro, con La ronda, de Schnitzler, y El Decamerón –en versión de Héctor Quintero–, respectivamente, en la actualidad en temporada con un elenco mixto de graduados y actores de experiencia, con notables desempeños. 65
Antigon贸n
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Antigonón
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El panorama no es ajeno, en la superestructura, a la complejidad raigal de una época en la que nos hemos insertado mucho más en el mundo, signada por el advenimiento forzoso de bruscos reajustes económicos que acusaron precariedad material y cambios en las condiciones de vida y que han impactado sobre lo social en muy diversos órdenes.
Argos Teatro fue creado en 1996 por Carlos Celdrán, luego de abandonar el emblemático Teatro Buendía, donde bajo la guía de la maestra Flora Lauten había debutado como director y había sido parte de una poética signada por la profusa espectacularidad gestada de improvisaciones por medio de analogías y homologías, que conformaban una hermosa y metafórica trama visual. La madurez le llevó a plantearse otros derroteros, empeñado en el rescate de una vertiente de teatro psicológico que también había alimentado nuestra escena y en especial el trabajo con el actor. Así, durante casi dos décadas, por su mirada han pasado Brecht, Koltés, Virgilio Piñera y muchos más, obras a través de las cuales el director propone al público experiencias artísticas que examinan la conciencia cívica y la conducta del individuo. El tío Vania de Chéjov es la puesta más reciente de Celdrán,
mientras crece el montaje de Mecánica, de Abel González Melo –una suerte de Casa de muñecas de Ibsen a la cubana, con los roles invertidos– y, al mismo tiempo, dos de sus discípulos presentan Locos de amor, de Sam Shepard. Estrenado en abril de 2014, El tío Vania plantea una discusión ética sobre la felicidad y el precio del sacrificio al enfrentar actitudes diferentes ante la vida, que pueden servir como catalizador para que los espectadores pasen revista a su propia experiencia humana desde el aquí y ahora de nuestro arduo proceso. Sin actualizaciones ni localismos superficiales, la trama reflexiona sobre el hombre, la mujer y la sociedad contemporánea, aspiraciones y sueños, el arraigo a un ideal y el valor del trabajo y su sentido esencial en función del bienestar humano. En un ámbito creado por el equipo de Argos –Manolo Garriga en las luces, Alain Ortiz en la escenografía
y Vladimir Cuenca en el vestuario–, el elenco integrado por José Luis Hidalgo y Yuliet Cruz, entre otros prestigiosos actores, alcanza notables interpretaciones dentro de la mejor escuela realista y nos insta a mirarnos por dentro, a repasar trayectorias desde ópticas personales y públicas. Ambos montajes fueron reconocidos con el Premio Villanueva de la Crítica y obtuvieron otros galardones. Ambos artistas, de distintas generaciones, son resultado de la formación académica en el Instituto Superior de Arte –uno como teatrólogo y el otro como dramaturgo– y de activos procesos de creación y estudio que resultan en vertientes polares. Están abiertos al mundo y al contacto regular con tendencias contemporáneas en importantes festivales y giras. Ambos crean y comparten con los espectadores cubanos –en salas repletas– miradas agudas y hermosas, pensantes y seductoras sobre quiénes somos. • 69
historia
Saber Vivir, n°29, diciembre de 1942
L Las revistas ilustradas entre 1910 y 1980 El periodismo moderno del Centenario supuso un importante impulso a la tirada de publicaciones gráficas con diversas técnicas y formatos de la imagen. Al mismo tiempo, la colaboración en varios de esos medios les facilitó a muchos artistas una vía de profesionalización.
N p o r j u l i a a r i z a Historiadora de arte (uba)
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historia
Ideas y Figuras, n°1 y 2, mayo de 1909 La Campana de Palo, n°6, diciembre de 1925 ∙ Los Pensadores, n°101, diciembre de 1924 ∙ Metrópolis, n°8, diciembre de 1931 De Mar a Mar, n°1, diciembre de 1942 ∙ Boa, n°1, mayo de 1958
A principios del siglo xx, los esfuerzos estatales de alfabetización y modernización en la Argentina tuvieron un impacto visible en la expansión de la prensa periódica ilustrada que, hacia el Centenario, alcanzó un rol insoslayable como mediadora y testigo de la vida moderna. En efecto, en 1913 la Guía periodística argentina de Lerose y Montmasson informaba que la suma de las tiradas semanales de las principales revistas publicadas en la Capital Federal, donde vivían un millón y medio de personas, alcanzaba (sin contar los diarios) casi medio millón de ejemplares, es decir, un tercio de la población total. La Guía afirmaba, por otro lado, que “la tendencia del periodismo moderno es de síntesis, y se acentúa tanto que se ha recurrido a extremar la nota gráfica que condensa, al exhibir el hecho o la cosa misma en el fotograbado, en forma elocuente, todo lo que no podría explicarse en media columna o más de información”. Estos dos datos –la expansión del público lector y la importancia creciente de la información gráfica en los medios impresos– signarían el desarrollo de la prensa argentina a lo largo del siglo xx. Sin embargo, articular un panorama de la prensa ilustrada del siglo impone la selección de algunas líneas argumentales que permitan trazar relaciones entre publicaciones que aun en su diversidad material y temporal asumieron estrategias comparables, ya que los números empañan la enorme diversificación tanto en el nivel temático como en el formal, técnico y material. Por un lado, la variedad de contenidos, precios y frecuencia deriva de las diferentes formaciones culturales que originaron ese heterogéneo conjunto de publicaciones; por otro, se traduce en distintas configuraciones formales y materiales en las que las imágenes cumplieron, a su vez, funciones disímiles. Un extremo de este complejo entramado lo constituyen las revistas culturales fundadas por intelectuales y artistas con el objetivo de sentar posiciones
políticas, abrir debates acerca de la función del arte e implícitamente posicionar sus producciones en un lugar visible del campo cultural. En estos proyectos, en general breves, las imágenes fueron parte del discurso crítico y, al mismo tiempo, visibilizaron nuevas propuestas estéticas que sirvieron para atraer lectores. Con Ideas y Figuras (1909), el escritor anarquista Alberto Ghiraldo alcanzó una síntesis efectiva –perseguida desde principios de siglo– entre pensamiento libertario, gráfica política y atractivo visual, lograda a través de la convocatoria de artistas contemporáneos que realizaron series de ilustraciones originales de varias páginas en las que daban a conocer sus obras, satirizaban a sectores del poder o denunciaban la pobreza y el delito. Desde otras veredas estéticas y políticas, las revistas de vanguardia de los años veinte y treinta también convocaron artistas plásticos para otorgar identidad a sus proyectos desde las mismas portadas: Norah Borges para la primera Proa (1922), Ballester Peña para La Campana de Palo (1925), Abraham Vigo para Los Pensadores (1922) y Claridad (1926) o Adolfo Bellocq para Metrópolis (1931). Aunque no fuera excluyente, el privilegio del grabado contribuyó a articular visualmente la voluntad de estas revistas de distanciarse de otras más comerciales, despertar la conciencia crítica y afirmar la utilidad social del arte y su necesaria divulgación. Siguieron este mismo principio las revistas culturales creadas por intelectuales y artistas españoles emigrados a la Argentina, como De Mar a Mar (1942) y Correo Literario (1943), en las que intervino Luis Seoane. Estas publicaciones reprodujeron también obras de arte con el fin de promover la idea de un patrimonio cultural “universal”. En cambio, una actitud más enfocada en el presente mantuvieron los jóvenes artistas de los años cuarenta y cincuenta que fundaron publicaciones muy breves como Arturo (de un solo número, 1944), Arte Concreto (1946), Arte Madí Universal (1947) y luego Boa (1958), 73
Julia Ariza
Lyra, n°12, junio de 1944
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El Escarabajo de Oro, n°23 y 24, septiembre de 1964 ∙ El Escarabajo de Oro, n°15, octubre y noviembre de 1962
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en las que encontraron una vía para reproducir sus obras y disputaron a través de las imágenes un espacio novedoso para el arte abstracto y la no figuración. Aunque más conservadoras, mención aparte merecen, por sus reproducciones, revistas de arte como Lyra (1943) y Ars (1940). Finalmente, en los años sesenta y setenta, la ilustración volvió a ocupar un lugar relevante en revistas literarias como El Escarabajo de Oro (1961), que retomaron las preguntas por la función social del arte y el rol de los intelectuales desde posiciones quizás menos dogmáticas pero sí “comprometidas”.
Una utilización muy diferente de las imágenes ocurre en las revistas comerciales a lo largo de esas mismas décadas. Inspiradas muchas de ellas –sobre todo a partir del Centenario– en el exitoso ejemplo de Caras y Caretas (1898), las revistas ilustradas de interés general instalaron en la vida cotidiana una manera de informar, criticar, educar y vender mediada inextricablemente por imágenes, desde originales, preparadas para cada edición, hasta fotografías y viñetas importadas. Esta omnipresencia –habilitada por la renovación finisecular del sistema técnico– y el viraje hacia un modelo de supervivencia depen-
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Saber Vivir, n°10, mayo de 1941 ∙ La Vida Moderna, n°161, mayo de 1910 ∙ Tit Bits, n°212, julio de 1913
Vida Porteña, n°182, mayo de 1917 ∙ Leoplán, n°1, noviembre de 1934 ∙ Vea y Lea, n°1, noviembre de 1946
diente de la publicidad diferenciaron a estas revistas de aquellas culturales mencionadas arriba. Aunque la alianza con la publicidad ocasionó algunas tensiones (la migración de una parte de la redacción de Caras y Caretas a Fray Mocho en 1912 es un ejemplo de ello), esta no debería entenderse como un elemento ajeno a la visualidad de las publicaciones, que reproducían ilustraciones y publicidades ilustradas por los mismos artistas. Más aún, en ocasiones, estas últimas otorgaron a las revistas su carácter atractivo y moderno, como demuestra la exquisita Plus Ultra (1916), de gran formato y muchos avisos
a color y página completa firmados por Juan Carlos Huergo o Málaga Grenet, o en los años cuarenta y cincuenta Saber Vivir (1940), ejemplo virtuoso de la feliz convivencia de los anunciantes con artistas, escritores y gourmands. Pero también los semanarios populares más baratos y rústicos como La Vida Moderna (1907) y Tit Bits (1909), o las revistas que publicaban ficción, como Vida Porteña (1912) y más tarde Leoplán (1934) y Vea y Lea (1946), hicieron de la yuxtaposición de imágenes heterogéneas su verdadera identidad discursiva. Allí confluían la sátira política, 75
El Escarabajo de Oro, n째23 y 24, septiembre de 1964
TodavĂa
Julia Ariza
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historia
En los años sesenta y setenta, la ilustración volvió a ocupar un lugar relevante en revistas literarias como El Escarabajo de Oro (1961), que retomaron las preguntas por la función social del arte y el rol de los intelectuales desde posiciones quizás menos dogmáticas pero sí “comprometidas”.
Páginas de Columba, n°19, febrero de 1924 ∙ Tía Vicenta, n°3, 1957 ∙ Primera Plana, n°135, junio de 1965 Rico Tipo, n°22, abril de 1945 ∙ Rico Tipo, n°11, febrero de 1945 Satiricón, n°10, agosto de 1973 ∙ Chaupinela, n°2, noviembre de 1974 ∙ Humor, n°1, junio de 1978
la página de arte y las ilustraciones de ficción en puestas en página dinámicas y fragmentarias que reproducían y acompañaban el propio dinamismo de la vida moderna, un desafío que reformularon en los años cincuenta, sesenta y setenta revistas de actualidad política de gran tirada como Qué! (1955, segunda época), Primera Plana (1962) y Crisis (1973). Estas últimas privilegiaron la fotografía pero convocaron también la lucidez crítica de dibujantes como Quino, Lino Palacio y Hermenegildo Sábat. Estas publicaciones funcionaron como verdaderos ámbitos de profesionalización al mismo tiempo que proporcionaron medios de vida a sucesivas generaciones de periodistas y dibujantes que colaboraban en varias de ellas a la vez. Estos son, más allá de los cambios en la diagramación y la impresión, los eslabones que guían la comprensión de las transformaciones del periodismo gráfico a lo largo del siglo xx. En ningún otro conjunto de revistas como las de humor gráfico es tan claro este fenómeno de deslizamientos entre una publicación y otra, sincrónica y diacrónicamente. Cercanas a las comerciales pero diferentes en tanto que privilegiaban las imágenes satíricas, ya fuera de figuras políticas, de tipos populares o de situaciones cotidianas, las revistas
de humor gráfico tienen en la Argentina una tradición notable. Iniciada en el siglo xix, esta tradición se consolidó en los años veinte y treinta con Páginas de Columba (1923) y Patoruzú (1936). En los años cuarenta Divito dejó Patoruzú para fundar Rico Tipo (1944), una exitosísima edición de humor costumbrista en la que colaboró Landrú, vinculado a dos revistas centrales de humor político, Cascabel (1941) y Tía Vicenta (1957), fundada por él mismo. Pasarían por allí dibujantes como Faruk, Oski, Garaycochea, entre otros, que luego de clausurada la publicación de Landrú en 1966 se reunirían en Satiricón (1972) bajo la dirección de Oskar Blotta y Andrés Cascioli, artífice a su vez de Chaupinela (1974) y Hum® (1978). Con caricaturas y viñetas de gran calidad artística y enorme potencia crítica, estas revistas eran también accesibles, provocadoras e inteligentes, lo que les valió censuras y clausuras. Por ello quedaron en la memoria como instrumentos de resistencia y también de distensión durante sucesivos gobiernos de facto, una época negra para el periodismo gráfico, cuyas reglas se modificarían con la apertura democrática y sus nuevas y diferentes exigencias de información, entretenimiento y pensamiento crítico. • 79
cine
la indistinci贸n
N p o r ro g e r k o z a C r 铆 t i c o d e c i n e y P ro g r a m a d o r d e l Fe s t i v a l I n t e r n a c i o n a l d e C i n e u n a m y d e F i l m Fe s t H a m b u rg
En los últimos años muchas películas entremezclan la ficción y lo documental. ¿Qué es lo que lleva a esta mixtura? ¿Qué producen estos híbridos en quien los mira? ¿Por qué sorprenden?
No hace falta rastrear en la historia de ese género (que no es género) llamado documental para encontrar el instante en el que allí en donde se creía que había pureza en el registro, en realidad, ya estaba actuando la voluntad de dirección. La llegada del tren a la famosa estación francesa no comportó grandes problemas. Bastaba con elegir un encuadre para que el movimiento de la locomotora ocasionara el efecto de desborde. El lugar de registro podría haber sido otro, pero se pensó en el resultado. No obstante, los hermanos Lumière, en su otra mítica película titulada Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir (1895) (que también se concibe como un documental, acaso el primero de naturaleza política), habían cometido un acto de indiscreción poética. Los obreros, efectivamente, salían de la fábrica, y todo estaba previsto para registrar ese momento. La primera imagen cinematográfica del trabajo estaba circunscripta al final de una jornada laboral, cuando el empleo del tiempo alcanza su derecho a la improductividad. Pero esa toma no conformó y más tarde la película se volvió a filmar. En esta ocasión, la repetición llevaba un pedido de naturalidad. He aquí la ficción en estado primitivo, irrumpiendo en el registro mecánico de forma tal que la conducta se adecue a un resultado que se tiene en mente antes de filmar. En el seno de lo documental ya estaba latente la ficción.
Un siglo más tarde, en una época en la que no queda absolutamente nada de la original inocencia representacional de los hombres frente a una cámara, esa intersección entre el orden mecánico, que capta lo fenoménico frente a su lente, y la decisión de alguien que dispone, ordena y secuencia todo aquello que aparece frente a la cámara (es decir, entre lo que aún se insiste en llamar documental y lo que en contraposición se define como ficción) se enuncia como cine híbrido. Categoría biológica y en ocasiones mitológica, también propia de la reciente agricultura moderna de explotación infinita de la tierra, lo híbrido en el cine se aplica acríticamente a películas que entremezclan la ficción y lo documental, en ocasiones haciendo indistinguible la naturaleza del film. Los ejemplos son muchos, pues se trata de una tendencia general del cine contemporáneo, una mutación que se puede verificar en cinematografías bien diversas: hay híbridos tailandeses, chinos, peruanos, brasileños, argentinos. Lo híbrido se impone como nunca y ya no solamente se trata de una voluntad de ficcionalizar el registro de lo real. Podemos decir que el descubrimiento es el siguiente: en toda ficción hay un remanente de no ficción y viceversa; en lo documental existe un indicio de ficción. Unos años atrás, José Luis Guerín decía, respecto de su extraordinaria película En construcción 81
Roger Koza
Todavía
Es que los cineastas se han dado cuenta de que el imperativo de ficción está en lo real como forma de espectáculo.
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(2001), que se trataba de un documental de naturaleza ficcional. Esto no es nuevo, desde ya, pues hubo a lo largo de la historia del cine varias voces que entendieron de inmediato que había en la misma naturaleza de la imagen un problema de demarcación y que esa distinción entre lo documental y lo ficcional respondía a un requerimiento teórico y práctico conveniente, pero no por ello del todo evidente. Sucede que el dispositivo es tan poderoso que la sola posibilidad de capturar un evento en su duración y luego poder repetirlo, como si volviera a ocurrir, sigue pareciendo –aunque cada vez menos– un acto misterioso de almacenamiento de lo real en el que se conjura el engaño. Es el argumento que el lúcido Gilberto Pérez, en su monumental libro The Material Ghost, utiliza para explicar la ridícula pero eficiente puesta en escena de los noticieros: el reportero nos informa desde el lugar mismo de las noticias, como si sus palabras tuvieran un mayor peso de verdad por el solo hecho de que él o ella está en el lugar del acontecimiento. Este veredicto tenía cierto asidero hasta hace algún tiempo. Tras la metamorfosis reciente de la imagen y su entrada insoslayable en un nuevo estadio de su naturaleza, es decir, la sustitución de lo analógico
por lo digital, la confianza en ella como entidad ha cambiado. No solamente se ha perdido el contacto discreto entre el referente y la imagen sino que también el devenir digital habilita una manipulación absoluta. Esta deriva de la imagen conlleva una apreciación negativa sobre la legitimidad de todo registro. El documental, en este sentido, se problematiza en su propia fuerza de asir y documentar. El otro fenómeno que en cierta medida empuja a la mixtura del documental y la ficción es una suerte de radicalización de la percepción de la vida cotidiana como espectáculo permanente. Todo se filma y se comparte, todo es materia de publicación. Hace unos años atrás se perfilaba esta modalidad del yo como relato, o la vida como un relato-espectáculo, con toda la precariedad que la técnica imponía. Es la genealogía del triunfo de la vida como espectáculo. Por ejemplo, a veces, en los colegios secundarios, los padres de los egresados proyectan un conjunto de fotos que pretende ser una secuencia narrativa de la vida de sus hijos (siempre acompañada por música de películas), en la que se ve toda la curva de crecimiento: el nacimiento, los días de la primaria, el paso a la secundaria, actividades que indicaran algo de la personalidad y los gustos del retratado. Tal deseo de relato y de expo-
cine
sición se ha universalizado. En la propia cotidianidad palpita el espectáculo. Tal vez en estas coordenadas técnicas y simbólicas hay que pensar la genealogía de la hibridez. Es que los cineastas se han dado cuenta de que el imperativo de ficción está en lo real como forma de espectáculo, han encontrado una manera de aprovechar y perfeccionar los elementos ficcionales que hoy organizan los actos cotidianos.
híbridos vernáculos y latinoamericanos La magnífica Papirosen (2011) es quizás una de las películas paradigmáticas de la tendencia híbrida. Luego de su notable debut con Süden (2008), película que focalizaba sus esfuerzos en seguir el regreso del compositor Mauricio Kagel a la Argentina, el director argentino Gastón Solnicki decide incursionar en una película familiar sostenida en registros diversos que realizó durante más de una década. En Papirosen, Solnicki construye un relato de su familia en un tiempo específico. El inicio es definitivamente genial: el padre de Solnicki y su nieto están sentados en una aerosilla en un complejo de esquí. El fulgor de la nieve transmite Branco sai, preto fica, 2014
tanta belleza como inhospitalidad, pero lo que importa en ese momento es sobre todo el sonido, que tiene una presencia narrativa precisa: hay algo en la sonoridad de la aerosilla que remite a otro espacio y tiempo. Cuando la voz de la abuela de Solnicki empieza a contar su historia se produce un pasaje directo de estas vacaciones familiares a uno de los elementos constitutivos de las sociedades del siglo pasado: la inmigración forzada provocada por formas de fascismo. En efecto, la familia de Solnicki es una típica familia judía de emigrantes y lo relevante de Papirosen consiste en su elegante combinación de tres órdenes históricos que definen los vínculos y el universo simbólico del film: el Holocausto, la historia económica argentina de los años noventa y la propia biografía doméstica, signada por los eventos históricos y políticos. En esta película la poética de la hibridez alcanza su máxima complejidad debido a un montaje virtuoso por el cual el registro de la cotidianidad adopta una forma de continuidad que se asemeja enteramente a la ficción. ¿Existe un guión? ¿Los padres y los hermanos están repitiendo algún parlamento? Si Solnicki hubiera dicho que su película era enteramente una ficción, a nadie le hubiera surgido ninguna 83
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duda: el seguimiento de los conflictos, los viajes de la familia, el nacimiento del sobrino del director y los dilemas identitarios del padre de Solnicki parecen ajustarse a un plan preconcebido. Pero se trata de un documental, y de uno que aprovecha al máximo la naturalización de estar expuesto al registro de una cámara. No hay pudor alguno; los personajes exhiben sus miserias, angustias y anhelos, como si toda la historia familiar estuviera predestinada a ser mostrada en una película. El resultado es notable además por otros motivos: el propio registro del film constituye un documental indirecto acerca de la transición y el perfeccionamiento de la propia imagen digital. Solnicki emplea distintas cámaras a lo largo de los años, incluso incorpora material de video magnético en el que se ven ciertos períodos de su infancia y adolescencia. En la textura del film hay una breve historia de los cambios de la naturaleza de la imagen que tienen lugar entre fines de la década del ochenta, pasando por toda la década siguiente, hasta llegar al nuevo siglo, en el que lo digital se constituye como ontología y norma. El talento de Solnicki resulta ostensible. La lógica del registro y la elección de encuadres se distancian de una mera
estética del home movie o film casero y amateur. Detrás de cámara hay un cineasta. Un procedimiento diferente es el que adopta Adirley Queirós en su magistral y rabiosa Branco sai, preto fica (2014). El 5 de marzo de 1986, en un local bailable de la periferia de Brasilia, con el pretexto de una investigación sobre venta de drogas, un grupo de policías apaleó a varios de los presentes, todos ellos negros. “Los blancos afuera, los negros adentro”, gritaban los uniformados. Dos víctimas de aquel episodio, Marquim y Sartana, recuerdan aquel día fatal: el primero perdió una pierna, el segundo quedó paralítico. Pero ellos no quieren solamente recordar. Siguiendo un poco el deseo de sus protagonistas, Queirós, más que reconstruir el pasado, registra la misteriosa cotidianidad de sus personajes en la actualidad y les permite poner en escena una suerte de fantasía para conjurar aquel episodio, que incluye desde viajes en el tiempo hasta un ataque imaginario a la capital del Distrito Federal. Lo que podría haber sido un documental histórico y político deviene en una ficción rebelde y terapéutica. En El palacio (2013), el mexicano Nicolás Pereda consigue filmar literalmente la indistinción. Branco sai, preto fica, 2014
cine
Diríase que el descubrimiento es el siguiente: en toda ficción hay un remanente de no ficción y viceversa; en lo documental existe un indicio de ficción.
El inolvidable plano inicial en que se observa una cantidad de mujeres cepillándose los dientes en un patio con varios piletones de agua, seguido por un conjunto de actividades domésticas, da la impresión de que se trataría de un documental que se empeña en seguir detalladamente las actividades diarias. Pero ¿en dónde están? Quizás en un centro de capacitación y convivencia; las mujeres parecen vivir junta s sin fines precisos, aunque a medida que la película avanza se habrá de inferir que todas (algunas niñas, otras jóvenes y también mujeres maduras) están en una especie de casa de entrenamiento en donde se aprende tanto a servir como a mejorar las condiciones discursivas para conseguir un empleo. En un determinado momento habrá una simulación (o no) de algunas entrevistas de trabajo. Quien pregunta, que vendría a representar la voz de la patrona, interroga y corrige en algunos casos las respuestas de las aspirantes. Pereda jamás lo muestra sino que sostiene siempre el foco en las “siervas” y no en los “amos”. Los patrones y el poder permanecen siempre fuera de campo, y de esa forma el ejercicio de dominio es todavía más ubicuo y tenebroso.
Estos procedimientos formales y poéticos profundizan la indistinción y producen en la recepción una incomodidad deliberada. El no saber si es una ficción o un documental coloca a quien mira entre dos modalidades de acercamiento a lo real que, al no estar delimitadas, se neutralizan en una zona desdibujada que descentra al receptor y, por consiguiente, desacomoda el lugar desde el que puede interpretarse cada escena. Gran película sobre el poder, sin duda, cuya fuerza proviene de sostenerse en una indefinición programática de su sistema de representación. Al no saber si se trata de una ficción o un documental, El palacio hace de su hibridez una poética política. Tres películas representativas de lo híbrido, tres películas correspondiente a las tres cinematografías más importantes de la región. Se podrían haber encontrado más ejemplos en el cine colombiano, chileno, boliviano y peruano; títulos no faltan, incluso, si se quiere, la precursora en el tema es la excepcional Agarrando pueblo (1978) del colombiano Carlos Mayolo. Allí se enunciaba el problema, incluso se advertía que la miseria habría de convertirse en espectáculo. • 87
h i s to r i e ta
U flor africana j o s é m u ñ o z / c a r l o s s a m pay o balada El lunes 17 de septiembre de 1962 Duke Ellington sale del hotel en el que vive, 242 West 44th Street, Nueva York, toma un taxi rumbo a la Sound Makers Studios. El baterista Max Roach ha llegado un par de horas antes al estudio, plagado de incertidumbres. Charles Mingus, dudando entre ir o no ir a la sesión de grabación, se apoya con desaliento en el estuche de su contrabajo. Músicos insomnes por la ventolera del desasosiego. Duke Ellington tiene 63 años, Charles tiene 40 y Max 38. Nunca tocaron juntos, no han ensayado antes y ahora van a grabar “Money Jungle”. Uno de los temas será “Fleurette Africaine (African Flower)”, aún no lo saben. Dos generaciones, un abismo musical, se encuentran y se desencuentran. Tres hombres unidos por una suntuosa mujer negra, una flor lírica, desnuda e implacable. No siempre comprenden qué va a pasar pero cuando asumen el riesgo de tocar (o no tocar) eso es una composición. Y es un juego feroz. Es el otoño de 1987 en Barcelona, Carlos Sampayo tiene 42 años. José Muñoz, en Milán, tiene 43. Ensayan contrapuntos y respuestas, prenden y apagan sus ideas, pulsan al límite las cuerdas creativas, inventan otra polirritmia gráfica. Viajan muy poco en taxi, comparten algunas noches a esa mujer bella que los acecha. Una historia dentro de una historia. Una historieta de 30 cuadros en 6 páginas. Una historia en blanco y negro abierta a detalles que ya no sabremos. Algo brilla resonante desde el corazón de una flor africana y eso alcanza. Imágenes tensas y rotas de silencio y tinta china, duran lo que dura el último acorde de esta melodía.
Carlos Sampayo y José Muñoz, un narrador y un dibujante, han creado a lo largo de más de cuatro décadas una suerte de historieta total. Un estilo que ha ido haciendo camino para los que vinieron por esa dirección (y por otras), un horizonte más lejos y un cielo más alto. Se pueden encontrar en sus páginas la rara riqueza de los futuros lenguajes y los vestigios del artesanato de la historieta clásica. Además de las aventuras iniciales de Alack Sinner, publicaron Sudor sudaca, El bar de Joe, Europa en llamas, Juegos de luces, Tenochtitlán, Billie Holiday, Una teoría del desplazamiento, Por unos dibujos, Encuentros y reencuentros, Final de viaje, Gardel, la voz del Río de La Plata. Desde el principio la musa de todas sus historias gráficas surge en unos apuntes, bocetada en un tablero de dibujo, pixelada en una pantalla, esperándolos en un bar. Es lo que se ve y lo que no se ve de la página, lo que se escucha y lo que no se escucha de este relato en una ciudad visualmente exacerbada. La cortejan, no es una mujer previsible, desconoce reglas de causa y efecto, tiempo y espacio, es poco más que una idea o un signo de pregunta. La representación se estiliza y explosiona, los trazos se vuelven signos. Una mujer apenas vislumbrada, siempre elusiva, siempre presente, a la que Muñoz y Sampayo convocan en esta balada expresionista y metafórica. Experimentamos aquella música y esta historieta como otras formas de poesía. •
N p o r j ua n l i m a I l u s t r a d o r , p o e t a y e d i t o r
juan diego incardona
Ectoplasma
El fenómeno se produjo en 1989 sobre el sector sudoeste del Conurbano, desde Villa Madero hasta Puente La Noria y aledaños. Desde mediados de septiembre, los días fueron calcados durante tres meses: por las mañanas, cielo nublado; entre la una y las tres de la tarde, sol; entre las tres y las cuatro, nubes; entre las cuatro y las cinco menos cuarto, lluvia; entre las cinco menos cuarto y las cinco y media, sol; a partir de las cinco y media, cielo nublado otra vez hasta el día siguiente, al mediodía, cuando todo volvía a empezar. No se sabe si las semillas ya estaban esparcidas desde antes o si el viento matancero las levantó en aquellos días, desenterrándolas del campito y de la Chacra de los Tapiales, la cuestión es que las condiciones de luz y humedad resultantes de aquel insólito clima fueron óptimas para las poinsettias que, en plaga, cubrieron por completo la zona de Villa Celina con un rojo furioso, alfombrando potreros, banquinas a los costados de las autopistas, jardines, plazas, parques de los monoblocks e incluso canteros y macetas de balcones y patios.
Todavía
La General Paz empezó a ser cruzada por curiosos, primero de localidades cercanas como Lugano, Soldati y Mataderos, luego por gente que venía del centro, arriba del 86, el 36 y el 143, para ver con sus propios ojos el milagro, el barrio sepultado en flores, el barrio bañado en sangre. La mayoría de la gente decía que era una bendición, la alfombra de Dios o de un santo popular, quizás el poncho colorado del Gauchito Gil, pero las mujeres de Giribone lideradas por la
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lecturas
Porota entraron en pánico. A principios de diciembre, empezaron a juntarse en la calle para rezar y leer el Apocalipsis, mientras repartían unos volantes escritos a mano en los que anunciaban el principio del fin, la destrucción de La Matanza y del país entero, al que, según ellas, le había llegado la hora del juicio. Ya fueran optimistas o pesimistas, los vecinos asistían compulsivamente a las misas del Sagrado Corazón y de las Capillas de San Martín de Porres y Santa Teresita. Como en los templos no había espacio, las ceremonias se realizaban en la vía pública, que, además de estar cubierta de hojas punzó, se fue reduciendo debido a los puestos de los vendedores callejeros, donde había toda clase de mercadería, desde estampitas y biyouterie religiosa hasta comidas, bebidas y ropa. El 8 de diciembre, el barrio era un hervidero. Ricky, Tuta y yo veíamos el espectáculo en la esquina del viejo Tanque de agua, convertido ahora en una alta torre roja. Comparsas argentinas, paraguayas y bolivianas desfilaban por la avenida Olavarría levantando cruces e imágenes de santos y de distintas advocaciones de la Virgen, vestidos algunos con túnicas cristianas y otros con disfraces paganos de animales, arlequines y diablos. A su paso, arrojaban semillas por el aire: maíz, lentejas, porotos. Era un carnaval a doble mano, porque las formaciones, desorganizadas, entraban desde una y otra punta, ya por Puente 7, ya por la calle muerta del Banco Hipotecario. Los bailarines, al cruzarse, se amenazaban y se tiraban patadas, disputándose metros de la calle. Entre ellos, camionetas y carrozas cubiertas de platos, copas y vasijas transportaban a las princesas, cholitas vestidas con mantas y polleras adornadas con plumas de gallos, cascabeles y lentejuelas cosidas que brillaban colores en todas direcciones, dando a Villa Celina el aspecto de un gran caleidoscopio. Bum, bum, bum bum búm, murgueros, batucadas y caporales competían tocando más fuerte y entonces los vidrios de las ventanas y las chapas de los techos retumbaban ecos a todo volumen, dando la sensación de una inminente explosión. Yo me tapaba los oídos y entrecerraba los ojos para jugar con la vista, buscando entre los galpones y las casas la aparición del hongo nuclear. Sus vientos huracanados levantarían el barrio de raíz y lo transplantarían, intacto, en campitos espaciales. Después, volvía a mirar normalmente y otra vez ponía los pies en la tierra, que se movía, que se movía. ¡Ioja...! ¡Ioja...! Vienen los congos... ¡Chiquichi...! Brindando salud... ¡Ioja...! ¡Ioja...! Esta es la Juana... ¡Chiquichi...! Más linda del Sur...
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Juan Diego Incardona
—¡De las orillas del Riachuelo, el Matanza y el Reconquista, las criaturas más fantásticas del mundo! ¡Ver para creer! Una avalancha cruzó la calle y me dejó tirado en el piso. Quise levantarme rápido pero no pude, porque varios vecinos me aplastaban, caídos sobre mí, hasta que, por suerte, Tuta me agarró de los pelos y me puso de pie. Alrededor, los demás también se reincorporaban. Miré hacia adelante. Personajes de fantasía se abrían paso por Martín Ugarte, detrás de un estandarte de “El Circo de las Mutaciones”, que desde hacía pocos días acampaba en una de las canchas de la Sociedad de Fomento. Flanqueados por payasos y malabaristas, las atracciones eran anunciadas por el Presentador del circo, altoparlante en mano. —¡Damas y caballeros! ¡De Laferrere, la Mujer Lagartija! ¡Miren, miren su cola larga y puntiaguda! ¡Mueva la cola, doña, mueva la cola Mujer Lagartija! —¡De La Tablada, El Hombre Regenerativo! ¡Se corta un dedo, se corta una oreja, se arranca la lengua y vuelve a crecerle! —¡De los potreros de González Catán, los Infracaballos! ¡Dos equinos del tamaño de hormigas! ¡Pero cuidado, buen señor, no me los pise! La gente se rompía las manos aplaudiendo. El Presentador seguía, ahora, anunciando a los personajes disfrazados: —¡De la Guerra de la Independencia, el fantasma de un soldado argentino! ¡Peleó con Güemes, peleó con Belgrano, peleó con San Martín! —¡De los conventillos de Zona Sur, un enfermo desconocido! ¡Vuela de temperatura, vomita bilis y escupe sangre desde la Presidencia de Sarmiento! —¡De la Cárcel del Fin del Mundo, el famoso Petiso Orejudo! ¡Incendia casas, mata niños y tortura animales! ¡Vecinos, tengan cuidado! Las mujeres de Giribone, arrodilladas, ignoraban lo que sucedía alrededor y seguían rezando, ensimismadas, un rosario atrás del otro. —Dios te salve María, llena eres de gracia…
Todavía
De pronto, ¡paff!, un borracho salió de la nada y me pegó una trompada en la cabeza. Me caí de nuevo. Mis amigos me levantaron pero yo seguía mareado por el golpe. El paisaje cambiaba de color y ahora las poinsettias no eran rojas
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sino azules, después grises, después negras igual que todo lo demás y así pasé un rato, ciego, hasta que volvieron los grises, otra vez los azules y finalmente, al despabilarme, los rojos de la realidad. El borracho se había derrumbado sobre un árbol, que lo sostenía mientras balbuceaba, enojado. —Flor de piña te comiste —me dijo Tuta, riéndose. —¿Estás bien? —se preocupó Ricky. —Sí, todo bien. Entonces, una ola de silencio empezó a crecer por Olavarría, inundando voces, cuerdas y percusiones. A medida que el público se fue callando, los caporales y las murgas dejaron de bailar. Todos tenían caras de asustados. Yo no entendía qué estaba pasando. La gente miraba a todas partes, a lo lejos o cerca de ellos, cómo buscando algo. Los principales se sacaban las capas; los paraguayos las máscaras de barro, para ver mejor. —¿Qué pasa? —le pregunté a mis amigos. Ninguno contestó. Igual que los demás, se habían puesto pálidos. La multitud, por completo silenciosa, ahora perdía, además, el movimiento. Me encontraba en el medio de un gran baile paralizado. Intenté moverme pero la gente, convertida en un bosque cerrado de piedras, no me dejaba avanzar ni retroceder. Me dolía el medio del pecho y respirar me costaba trabajo. Tal vez mi cuerpo también había comenzado el proceso de petrificación. Tomé una bocanada profunda de aire, pensando que quizás era la última, y saboreé cada gota de oxígeno, inhalando despacio y aprovechando la mayor circulación de la sangre para recordar cosas felices antes de que todo se apagara. Una sonrisa me abrió la boca y después lo largué todo, el aire de los pulmones, las personas, los hechos y lugares que se me habían ocurrido. Colorín, colorado, pero no, porque el pecho se me infló de nuevo, la caja toráxica se abrió, los músculos se estiraron, el corazón se dilató y después se contrajo, y otra vez, y otra vez, diástole, sístole, chorros de sangre fluyeron por las arterias y las venas y cada órgano recibió su parte. Entonces, fui capaz de levantar la cabeza. No era el único. Palomas y gorriones cabeceaban por los rincones, buscando migas y semillas. Enseguida, llegaron más. Cientos de pájaros aterrizaron, en bandadas, sobre los
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postes y los cables del alumbrado. Nunca había visto tantos. Si alguien me dijera que eran todas las aves de la historia de Villa Celina, podría creerle. Tal vez aquel gorrión fue testigo cuando me caí de la escalera, a los dos años; quizás a esa torcaza le robé los huevos, trepándome a los árboles de la General Paz con la barra del cabezón; seguro aquellos, entonces, cardenales de crestas rojas como las plantas, eran los mismos de las jaulas de la Feria. Ahora, por fin, disfrutaban de la libertad, revoloteando a sus antojos distintas esquinas y distintas infancias. —¿Alberto? ¿Alberto, sos vos? —gritó llorando una de las mujeres de Giribone. Alrededor de ella, la Porota y sus compañeras también volvían en sí. A medida que lo hacían, se ponían a gritar desaforadas, diciendo nombres, llamando a no sé quiénes. Los pájaros, espantados, salieron todos volando hacia el campito. El aleteo dejó una estela de plumas flotando en el aire que, de a poco, empezó a caer, como si nevara, sobre Olavarría y el Tanque de agua. —¿Mi hermana? ¿Mi hermana está viva? —dijo una. —¿Mi padre? ¿Mi padre está muerto? —dijo otra. El bullicio despertó al resto de la gente y ahora las piedras, sacudiéndose del polvo de sus introspecciones, recobraron sus antiguos gestos humanos, echando miedo y sorpresa a diestra y siniestra. Rayos, electricidades, ectoplasmas a los ojos de la comunidad. —¡Ha llegado el día! —la Porota abrió los brazos—. ¡Se abre el cielo! ¡Se abre la tierra! Todo el mundo empezó a correr, presos de sus visiones. Las carrozas caían sobre los caporales; los bombos de la murga rodaban hacia el bajo de Ugarte, en dirección al Barrio Urquiza; las máscaras de barro de los paraguayos quedaban hechas trizas, pisadas una y otra vez; los mástiles de las banderas, lanzados a cualquier parte, se incrustaban sobre el barrio como si fueran la lluvia de lanzas de una montonera. Los pinchazos sobre las plantas, que todo lo recubrían, abrían los cuerpos gruesos de las hojas, y estas empezaban a sangrar hemorragias de savia, en partes roja, en partes ámbar, sobre el asfalto de la calle.
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—Y vi a los que habían muerto —dijo Porota, que seguía en el mismo lugar, poseída—, grandes y pequeños, delante del trono.
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Tuta y Ricky también se habían ido, corriendo detrás de sus propias apariciones. Ahora me encontraba solo, bajo la gran sombra proyectada por el Tanque, buscando entre la turba para ver si reconocía a alguno de mis abuelos, o a mi amiga Marina, que había muerto tan joven aquella tarde en el edificio 65, pero no lograba identificarlos, quizás los tapaba tanta gente corriendo y gritando, golpeando las puertas y las persianas como en los saqueos de mayo de aquel mismo año. Traté de cruzar y caminar por Ugarte hacia mi casa, porque quería ver si mi familia estaba bien, pero la gente, descontrolada, empezó a tirar piedrazos a todas partes y se me hizo imposible avanzar. Quizás le apuntaban a fantasmas que no querían ver, porque además los insultaban y les recordaban cosas de antes, infidelidades, deudas y toda clase de viejos rencores. Preferí salir de ahí. Seguí por Olavarría hasta el campito, alejándome de las casas. Crucé San Pedrito y me interné en las canchas de la Sociedad de Fomento. Junto al potrero del 9 pescador, la gente de “El Circo de las Mutaciones” volvía tranquila y se metía en la carpa, que temblaba por el viento. Una vez que entraron, me acerqué. Al lado de la carpa, había más de una docena de jaulas vacías, salvo cuatro: a la derecha, cinco monos, separados en dos jaulas; a la izquierda, un león muy viejo, que dormía; en la punta, un animal raro de gran tamaño, parecido a un escarabajo. Jamás había visto algo parecido. Cuando avancé, los monos empezaron a gritar, y salió de nuevo un señor, rubio, alto y atlético, que miraba profundamente. Enseguida lo reconocí: era El Hombre Regenerativo de La Tablada. —¿Venís escapando? —me dijo—. Podés entrar si querés. Me metí en la carpa. Nadie me prestó demasiada atención. Arriba, cerca del techo, dos chicos practicaban acrobacias, volando en los trapecios. Los personajes charlaban entre ellos, en grupos, de pie o sentados sobre troncos cortados de eucaliptos. En un rincón, los actores hacían distintas tareas. El Soldado de la Independencia afilaba su sable con una piedra; el Enfermo desconocido doblaba pañuelos; el Petiso Orejudo martillaba hormigas del piso. Por momentos, podía oír los gritos que llegaban desde el casco del barrio, pero pronto uno de los payasos puso música en un viejo tocadiscos, tangos
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con guitarras de Gardel, Corsini y Rivero. Yo los conocía bien, por la colección que me había prestado mi papá. Al acordarme de él, quise salir de nuevo hacia mi casa, pero El Hombre Regenerativo me detuvo y me dijo que no me preocupara, que iban a estar bien, que era cuestión de tiempo. Nos acercamos a una ronda y me invitaron a tomar mate y a comer pochoclos. Hablaban de temas del circo, de nuevos números que podían mejorar el espectáculo. El Presentador dijo que “El hombre de las Pampas”, al que también llamaban “El Yeti de pasto”, podía abrir las funciones prendiéndose fuego en la pileta de nafta, pero los payasos se enojaban y decían que la apertura siempre había sido de ellos, que no podían hacerles eso, que, en todo caso, podían incluir nuevas bromas, como una que estaban preparando que se llamaba “Las narices de brasas ardientes”. El Hombre Regenerativo opinaba que lo mejor era ir de menor a mayor, que una buena opción era arrancar con El Mago de Aldo Bonzi y su truco de “La paloma del Espíritu Santo”, pero los payasos no querían saber nada. De pronto, el Presentador me ofreció la mano. Me quedé un momento paralizado, al notar que tenía muchos más dedos de lo habitual. Primero pensé que debía ser una malformación de nacimiento; después supuse que tal vez era otra de las mutaciones que se veían en aquel circo. Le di la mano. Sus numerosos y largos dedos me tomaban hasta la muñeca y parecía que crecían a lo largo de mi brazo, como si fueran ramas de una enredadera. —¿Cómo se llama? —me preguntó. —Juan Diego. —¿Le interesa trabajar con el Mago? Porque anda necesitando un asistente. No es nada del otro mundo, tiene que abrirle y cerrarle las cajas, pasarle los bichos, los pañuelos, lo básico. Me soltó la mano y se quedó mirándome, al igual que los demás. Yo me sentí descolocado.
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—Y… la verdad que no sé, porque todavía me falta un año para terminar el colegio. —¿Y de qué se recibe? —De Técnico Mecánico.
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—Bueno, piénselo. Tiene tiempo hasta el domingo, después nos vamos, no sabemos bien para dónde, si a Lomas de Zamora o a Monte Grande. —Gracias —dije, y me puse de pie. Me voy yendo. —Un gusto, pibe —saludaron los demás. El Hombre Regenerativo insistió para que me quedara, pero yo estaba decidido y encaré hacia la salida. —Bueno, que tengas suerte —me deseó. —Gracias, igualmente para usted. —Cuando entres al barrio —me aconsejó después—, caminá mirando el piso, no levantes la vista para nada, y metete en tu casa y no salgas hasta mañana. Nos despedimos de nuevo y atravesé la cancha. En el este, sobre los monoblocks de la General Paz, el cielo ya estaba oscuro. Crucé San Pedrito y, aunque no entendía el consejo del Hombre Regenerativo, le hice caso y bajé la cabeza. Entré por Giribone y enfilé hacia la calle Ugarte, en dirección a mi casa. Cerca de mí, piedras y latas estallaban sobre los autos y las paredes. En el suelo, las poinsettias crujían cuando las pisaba y me daba la sensación de que decían palabras, que pronunciaban mi nombre y el de otras personas que conocía. Cada paso era un nombre distinto, salvo cuando las plantas se callaban las hojas, al apoyar los pies en un escombro o bandera, en una prenda de ropa o en cualquiera de los estandartes tirados, cuyas imágenes de santos y escudos de las colectividades se borroneaban por el polvo, la ceniza y el rojo vegetal de las estrellas. V
Juan Diego Incardona. Buenos Aires, 1971. Fundador de la revista el interpretador, publicó Objetos maravillosos (2007), Villa Celina (2008), El campito (2009), Rock barrial (2010) y Amor bajo cero (2013). Actualmente, trabaja en el programa “Memoria en Movimiento” de la Secretaría de Comunicación Pública, coordina ciclos de cine en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ecunhi), dicta talleres literarios y es columnista radial de literatura en el programa “Viaje al centro de la noche” (Radio América am 1190). Administra el blog días que se empujan en desorden.
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el sampler visual amazónico
Mi interés por las pinturas amazónicas surgió en 2007, cuando hice mi primer viaje a la Amazonia, más específicamente al Lago Mamori, para participar de un taller práctico de diseño. De camino pasé por Manaos, ubicada en el centro mismo de la selva amazónica, sobre las márgenes de los ríos Negro y Solimões. Ni bien llegué a la ciudad me produjeron mucha curiosidad las pinturas populares del paisaje amazónico, que adornaban paredes interiores y fachadas de restaurantes y hoteles ubicados en la zona céntrica. Me llamaban la atención dos cuestiones principales: el aspecto estético (la calidad técnica, la atención al detalle, las grandes dimensiones que abarcaban y su colorido intenso y vibrante) y el contenido iconográfico (estas obras recurren reiteradamente al repertorio de imágenes amazónicas,
mezclando la mitología local con los símbolos universales de las ciudades contemporáneas). Ya en San Pablo, la imagen de la hamburguesa boyando en un río amazónico sobre un nenúfar (o victoria amazónica) no abandonaba mi cabeza. En aquella época buscaba, para mi investigación, algo relacionado con una supuesta “identidad gráfica brasileña” y por fin lo había encontrado: las pinturas paisajísticas amazónicas que se utilizan en la comunicación visual y en la decoración de establecimientos comerciales y residencias privadas en la ciudad de Manaos. Y así empecé a pensar que esas imágenes podían considerarse como una posible traducción visual del “guiso cultural” (término acuñado por el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro): “Brasil se trasladó a la Amazonia.
N p o r m a r i a n a b e r n d D i s e ñ a d o r a g r á f i c a e n S ã o Pa u l o
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Teatro Amazonas
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Todo ocurre allí, el tráfico de drogas pasa por allí, los intereses económicos están allí, los grandes capitales fluyen hacia allí, las cuestiones ecológicas, la mirada del mundo, la paranoia y la ilusión del paraíso, todo está allí o mira hacia allí. Para bien o para mal, la Amazonia se ha convertido en el ‘Lugar de los lugares’; es allí donde se cuece el gigantesco guiso cultural, y aquí no tenemos la menor idea de lo que está ocurriendo”. Fui tres veces a Manaos, me encontré con los pintores y con sus clientes e intenté documentar –mediante fotografías y entrevistas– el trabajo, el día a día, los encargos y el proceso creativo de los artistas. En suma, intenté revelar cómo se gesta la construcción de un vocabulario iconográfico en ese centro urbano amazónico.
manaos y el teatro amazonas Manaos fue fundada en la segunda mitad del siglo xvii por colonizadores portugueses que exploraban la región en busca de esclavos indígenas. A fines del siglo xix la región amazónica vivió un auge económico con la explotación del caucho, extraído de los seringales. En 1890, cuando Brasil se transforma en República, el primer gobernador del estado de Amazonas, Eduardo Ribeiro, sube al poder con el propósito de transformar la pequeña aldea que por entonces era Manaos en una ciudad moderna y cosmopolita: “una París de los Trópicos”, según decía. Patrocinado por el dinero del caucho, el gobernador construyó el Teatro Amazonas: símbolo de la elevación cultural de la ciudad y de su inserción en el circuito artístico europeo. Eduardo Ribeiro le encargó a Crispin do Amaral (artista pernambucano que había estudiado en la Academia de San Luca, en Roma) una arquitectura y una decoración “de estilo clásico europeo, trabajada sobre motivos regionales amazónicos” (hojas de palmera, victorias regias, ríos, pájaros, entre otros). La utilización del paisaje local en la pintura decorativa fue considerada como un instrumento cultural, y la construcción del Teatro Amazonas estuvo directamente relacionada con los discursos sobre la formación de una identidad nacional y regional, objetivo común de los políticos republicanos de fines del siglo xix.
Hasta hoy el Teatro Amazonas es un importante símbolo y referencia de cómo puede ser representada la Amazonia por su naturaleza exuberante y de cómo la representación del paisaje dialoga tanto con el público extranjero que visita el teatro cuanto con la población local que lo admira, pintores populares incluidos. Manaos tiene actualmente dos millones de habitantes, es la octava ciudad más poblada del país y uno de los principales destinos de los turistas que visitan la selva, aproximadamente 570 mil por año. Es caótica y calurosa, la propaganda visual y el comercio invaden veredas y fachadas. El sonido de la música que sale de las tiendas es ensordecedor, la ropa se usa ajustadísima, se ven barrigas al aire, stilettos y plataformas… Todo muy alto y muy fuerte. Y en este ambiente se insertan las pinturas del paisaje amazónico.
las pinturas Las pinturas paisajísticas amazónicas constituyen las representaciones pictóricas de los elementos naturales amazónicos que perciben los artistas locales; componen el ambiente mismo en el que esos artistas están insertos y ayudan a construir un modelo de naturaleza idealizada. La apropiación de componentes amazónicos en los diseños de los logotipos de hoteles y restaurantes, en los avisos publicitarios de revistas y periódicos, comenzó con la inauguración del Teatro Amazonas y perduró durante todo el siglo xx. Pero la aplicación de las pinturas paisajísticas a la comunicación visual aparece en las calles de Manaos a partir de la década de 1960, más conocida como “arte de pescadería” (en alusión a los restaurantes que sirven pescado). También se utiliza el paisaje en la tipografía de estilo victoriano que aparece en los nombres de los barcos amazónicos. Este estilo tipográfico llegó al puerto de la Amazonia en los embalajes y rótulos de los productos importados durante el ciclo del caucho debido a la intensificación de las relaciones comerciales con Europa. Una de las principales características comunes a estas pinturas, presente en el discurso de compradores y pintores, es la intención de atraer al turismo. Pero muchas veces, contradiciendo ese discurso, aparecen en lugares frecuentados por la población 107
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local y regional, por ejemplo en el Hotel Lisboa, situado en el área del puerto, donde hay hileras de prostíbulos y se alquilan habitaciones por hora. El señor Antônio, uno de los artistas entrevistados, me contó que busca llevar la selva a la ciudad para encantar y atraer al turista. Sus pinturas proyectan un mundo mejor (para el turista y para los habitantes de la ciudad), aluden al paraíso, un rasgo común a otros pintores que proponen una imagen edénica. Tal vez podamos aventurar que se trata de una representación visual contemporánea de aquel mítico El Dorado que buscaban los viajeros europeos que exploraron la Amazonia entre los siglos xvi y xx. Por lo tanto, la escena típica de estas pinturas, el edén, se refiere más a las representaciones construidas en los últimos 500 años sobre ese territorio que a la realidad de la selva misma.
Otro aspecto frecuente en estas pinturas es su “ajardinamiento”: se trata de imágenes que resultan familiares para los turistas, muestran una selva bajo control, una selva que el extranjero puede digerir, con la cual puede dialogar y convivir, exenta de los peligros que lo asustan. En aquella imagen que me cautivó (la hamburguesa sobre una victoria regia), los elementos amazónicos (la victoria regia, la guaraná, la selva, el río) aparecen junto a una hamburguesa, lo que otorga un carácter cosmopolita a la escena amazónica y al mismo tiempo inserta a Manaos en el circuito mundial: ya no es una ciudad aislada en la selva, ahora es parte del vértigo de las grandes metrópolis. No obstante, aunque la mezcla iconográfica me parece sumamente compleja, el razonamiento de Gilson –el autor de esa imagen– es simple y objetivo: los puestos de la calle y los bares venden sándwi-
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ches, el de hamburguesa es el más vendido de todos en Manaos y la legibilidad de su representación visual es universal, dialoga con lugareños y extranjeros por igual. Los pintores transforman la selva en embalaje para el comercio local y valiéndose de la guaraná, la victoria regia y la selva trasladan el regionalismo a lo universal. Hay una convivencia pacífica, una aceptación mutua entre los elementos locales y universales en estas pinturas: ninguno toma el lugar del otro; por el contrario, se aceptan y se respetan. En estas imágenes también aparece la cuestión de la copia y el original. Durante una de nuestras conversaciones, el señor Antônio dijo: “Dentro de la ética profesional tenemos que hacer las cosas como son. No debemos hacer una cosa abstracta. Eso de hacer un tucán con el pico muy grande, un tucán de ojos demasiado grandes, es ridículo, no es mi área.
Mi área es hacerlos como son”. El discurso de los pintores, en líneas generales, habla de “retratar la realidad tal como es, fielmente”. Según la opinión de Antônio, lo abstracto es sinónimo de antiético y, para él, su pintura es un fiel retrato de la naturaleza que lo rodea. Un caso curioso de apropiación y reelaboración de referencias culturales tuvo lugar en el Hotel Araiú Towers, con el pintor Sales. En la entrevista que mantuvimos le preguntamos sobre el banco de madera pintado (ilustrado) con dibujos de cortezas de árboles y sobre las columnas de troncos revestidas de isopor y fibra de vidrio y pintadas símil madera. El artista respondió así: “Las pinto de madera para que queden más reales”. Para él y su cliente la representación ilustrativa de la madera es más real que la madera misma, en plena selva amazónica. 109
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jaqueline el mar, la piscina y el río
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Jaqueline es oriunda de Manaos; Robério, de Epatinga (interior del estado de Amazonas). Viven en Campos Elíseos, un barrio residencial a unos treinta minutos en automóvil del centro comercial de Manaos, apartado de la zona turística. Jaqueline y Robério contrataron al señor Antônio para que decorara los muros internos del área de la piscina y los muros externos del frente de su casa. Cuando encargaron el trabajo, le pidieron al pintor que retratara el tema “mar” alrededor de la piscina, con el consabido tiburón, los ubicuos delfines y los caracoles que Jaqueline había traído de Ceará (la tierra de Antônio) para pegar en la pared. “Es un paisaje atlántico. Ahora, de aquel otro lado [alude a la pared del fondo] haremos un paisaje amazónico: las creatividades regionales. Claro, al lado de la piscina queda mejor el mar, tiene más sentido, corresponde más”.
maria alves el teléfono público y el baño Manaense, dueña de una tienda localizada cerca del Teatro Amazonas, en el año 2005 contrató al pintor peruano Chauly para que pintara el teléfono. Sobre los motivos que la llevaron a encargar la pintura del teléfono con temática amazónica Maria dijo: “Viajando por el nordeste de Brasil vi que en Aracajú los teléfonos tenían forma de cajú, en Bahía forma de cocos. Nosotros necesitábamos uno que reflejara nuestra personalidad, así que pedí los motivos amazónicos”. Maria estaba tan orgullosa de la pintura del teléfono que le pidió a Chauly la misma pintura “con personalidad amazónica” para uno de los baños de su establecimiento, localizado en un pasillo que comunica la tienda con la casa donde vive, en el fondo. Esta historia testimonia cómo la pintura paisajística amazónica migra de la situación de atractivo turístico a la representatividad personal: tiene un significado para los propios manaenses.
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comentarios finales
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En líneas generales, el proceso actual de producción de cultura popular y urbana en la Amazonia se genera a partir del collage, o, más específicamente, del sampler. Esto inunda como vimos las artes gráficas aunque también se da en la música. Tomemos como ejemplo el sampler visual de Antônio. Sus cuadernos de dibujos y estudios contienen imágenes y copias de Botticelli, Michelangelo, Da Vinci, Picasso, Tarsila. Son sus referencias del ideal de belleza y perfección. Y mientras Antônio relata su proceso creativo –se interna en la selva, observa el paisaje y a partir de esa experiencia crea sus obras–, encontramos en su bolso imágenes impresas bajadas de Google, plataforma que también utiliza como referencia. En una tela encontrada en un bar, la Banda local Calypso aparece inserta en la selva, al lado del Teatro Amazonas: otra representación clarísima del sampler visual de lo erudito con lo popular. •
conferencias 2015 V auditorio fundación osde
THOMAS PIKETTY el capital en el siglo xxi El 16 de enero de 2015, invitado por la Fundación OSDE, el Fondo de Cultura Económica y el Centro Franco Argentino de Altos Estudios, se presentó en el auditorio de la Fundación el economista francés Thomas Piketty, Director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales y autor de El capital en el siglo xxi. En esta conferencia Piketty analizó los resultados de una extensa investigación sobre la distribución de la riqueza. La charla fue coordinada por el economista argentino José María Fanelli. A continuación reproducimos algunas de las preguntas que el público presente realizó ese día.
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l tema central de los trabajos de Thomas Piketty es la distribución de la riqueza en la sociedad y los mecanismos a través de los cuales las desigualdades pueden perpetuarse. El foco está puesto sobre el uno por ciento más rico en las sociedades más desarrolladas y en los efectos patrimoniales de la herencia. De acuerdo con los resultados que muestra en su libro, El capital en el siglo xxi, ha habido un incremento en la desigualdad y, según la visión del autor, las consecuencias podrían trascender lo académico y lo meramente económico: si los recursos se concentran en el tope de la pirámide, ello podría afectar la vida democrática y la sustentabilidad de conquistas sociales conseguidas sobre todo en la posguerra. Esto podría ocurrir, por ejemplo, si se consolida la actual tendencia a una disminución de la presión tributaria sobre los súper ricos, que tienen la posibilidad de colocar parte de su riqueza en paraísos fiscales. Con su énfasis en los aspectos distributivos y en la forma que la economía se articula con la política, Piketty ha vuelto a darle protagonismo a un enfoque teórico que tiene una larga tradición en la teoría económica: el enfoque del período clásico de la disciplina, que comienza con Adam Smith y se cierra con Karl Marx. En esa etapa la economía recibía el nombre de economía política justamente porque las cuestiones que estudiaba nunca aparecían divorciadas de su contexto político; lo que a su vez hacía imposible dejar de lado el papel de la distribución de la riqueza y de las instituciones. La razón es simple: la riqueza y las instituciones son determinantes clave de la distribución del poder político. Luego de la decadencia de la escuela clásica desde aproximadamente 1870 en adelante,
la teoría económica pasó a focalizarse de manera casi obsesiva en las cuestiones de eficiencia. Como consecuencia, la equidad, la desigualdad y las instituciones hibernaron durante más de un siglo. La situación comenzó a cambiar de manera acelerada con la caída del muro de Berlín. Cuando apareció el problema de organizar el capitalismo desde la nada, los fracasos hicieron evidente que la economía debía ocuparse de mucho más que de la noción de eficiencia. Lo primero que se reconstituyó fue la economía de las instituciones. Hoy contamos con un marco analítico sólido que muestra los vínculos entre instituciones, política y economía. No se ha avanzado tanto, en cambio, en integrar las cuestiones distributivas. En particular, hubo más interés en estudiar la relación entre instituciones y eficiencia que los vínculos entre distribución de la riqueza y características de las instituciones. Los aportes de Piketty son una contribución importante para llenar este vacío. En economía usualmente se invierte en generar datos cuando se dan dos condiciones: cuando se producen desarrollos teóricos que no disponen de evidencia para ser testeados; y cuando los problemas que se discuten llegan a la opinión pública de forma que se valide la inversión de recursos para generar los datos. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con las instituciones, la demografía y el medio ambiente. Hoy contamos con datos que hace muy poco no existían gracias a los avances teóricos y la mayor conciencia sobre esos problemas. Piketty está haciendo una contribución enorme en esta línea: no solo ha escrito un libro analíticamente sólido para mostrar la necesidad de medir la riqueza del uno por ciento más rico; también ha explorado la historia
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en busca de datos que no existían utilizando evidencia sobre sucesiones. Cuando se analizan estas contribuciones desde una perspectiva latinoamericana, la aproximación de Piketty a la economía resulta bastante natural debido a que en la región es fuerte la tradición inspirada en Prebisch y el estructuralismo. Esta tradición pone en primer plano la cuestión distributiva y recurre a la evidencia histórica para echar luz sobre fenómenos actuales. Hay tres aspectos, no obstante, que deberían integrarse en un análisis que pretendiera seguir la línea marcada por Piketty en el sentido de incorporar la cuestión distributiva en el análisis económico. En primer lugar, la estructura de las economías latinoamericanas es dual. Esto es, existe un sector formal y otro informal, y la acumulación de capital físico, humano y, por lo tanto, la productividad, es muy superior en el primero. El sector informal siempre representa bastante más de un tercio de la población y, debido a su baja productividad, una buena parte no logra superar la línea de pobreza o está muy cerca de ella. Por lo tanto, en América Latina el problema de cómo eliminar la pobreza tiene entidad de por sí, más allá de la cuestión distributiva. Este no es el caso de las sociedades analizadas por Piketty donde gracias a las instituciones del Estado de bienestar la pobreza es mucho menos relevante. Por otra parte, la utilización de instrumentos fiscales para corregir la desigualdad y la pobreza es más difícil de precisar porque las instituciones del Estado son más ineficientes y pasibles de ser manipuladas. En segundo lugar, la demografía de la región es diferente. Las sociedades analizadas por Piketty están en la etapa de envejecimiento.
Son sociedades ricas y viejas. Las latinoamericanas, en cambio, están, o bien en la etapa de “juventud” (las más pobres), o en la del “bono demográfico” (todas las más ricas y más grandes). En las transiciones demográficas, en que la mano de obra joven es más abundante, es vital crecer rápido para acumular riqueza. Así, siendo más jóvenes y más pobres, si no crecen ahora, los países de la región corren el riesgo de envejecer sin enriquecerse. De esta forma, el desafío no es tanto cómo diseñar un sistema tributario para mejorar la distribución en un país que ya es rico y viejo sino cómo crecer de forma tal de hacerse rico antes de hacerse viejo. En tercer lugar, los países de la región son ricos en recursos naturales. Por lo tanto, para crecer, buena parte de los recursos deberían ser aportados por la renta de ese sector. Pero no hay mucho lugar para el optimismo. Acabamos de pasar la mejor década en mucho tiempo en lo que hace a términos de intercambio y, sin embargo, la región no lo ha aprovechado para diversificar su estructura productiva, aun cuando sí hubo algunos avances en lo referido a la pobreza. En ciertos países los recursos naturales están en posesión del Estado –como en Chile y Venezuela– y en otros se cobran impuestos y regalías importantes –como es el caso de las retenciones en la Argentina–. Y si buena parte de la riqueza nacional pertenece al Estado o este se apropia de sus frutos, está claro que el uso que hace el sector público de esos recursos es muy importante para la equidad y la distribución. Las rentas de los recursos juegan en contra de la distribución y a favor de la pobreza cuando sirven para financiar la corrupción o el capitalismo de amigos. 115
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En suma, está claro que la forma de hacer economía que propone Piketty no solo se enraíza de manera natural con las mejores tradiciones sino que, además, puede ser muy inspiradora para ayudarnos a pensar nuestros problemas.
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¿Cuál fue la inquietud académica y personal que dio origen a su investigación?
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t h o m a s p i k e t t y Yo nací en 1971, me convertí en adulto con la caída del muro de Berlín y después en 1989 y 1991 quedé impresionado por la forma en que los países occidentales de repente enviaron un millón de tropas a Irak para derrocar al emir de Kuwait. En este contexto histórico me formé; el tema de la desigualdad y el capitalismo fue algo que me interesó mucho, me di cuenta de que había muchos datos históricos que nunca habían sido recopilados. Fui profesor asistente en el mit trabajando en teoremas y teoría y no quería pasarme la vida haciendo eso y así fue que empecé a recopilar esos datos históricos. Volví a Francia en parte porque quería estar más cerca de la tradición de investigación de las ciencias sociales, de la historia, la sociología; mirar la historia de los salarios, de las clases y grupos sociales y sentía que si me quedaba en un departamento de ciencias económicas de los Estados Unidos no iba a poder hacerlo. Me interesaba la historia y la política en cierto modo más que la economía. Entonces comencé a trabajar sobre la historia de los ingresos y la riqueza porque fue una forma natural de acercarme a estos intereses.
Creo que el éxito del libro refleja el hecho de que hay una demanda muy fuerte de algún tipo de democratización del conocimiento económico. Hay mucha gente que está cansada de oír que la economía es algo demasiado complicado para ellos. Por supuesto, eso es un chiste. Me parece que la repercusión del libro tiene que ver con que es muy accesible, un poquito largo –lamento que sea tan largo– pero no es un libro técnico. Me alegra reunirme con gente que no es economista, personas que no leen este tipo de libros, y que me dicen que entendieron todo. Usted se refiere a la desigualdad en el interior de cada nación. A nivel internacional, ¿se reduce o se amplía esta desigualdad? ¿Hay relación entre la desigualdad mundial y las amenazas a la paz (guerras, terrorismo, entre otras)? t h o m a s p i k e t t y En primer lugar, la desigualdad internacional aumenta y disminuye, hay fuerzas contradictorias en juego. Existe un proceso de convergencia entre los países emergentes y los países más ricos, o entre parte de estos últimos. Esto tiende a reducir la desigualdad a nivel internacional; al mismo tiempo, creo que la desigualdad de la riqueza, en particular, sigue siendo extremadamente alta. Por otra parte, las relaciones internacionales de propiedad pueden adoptar formas violentas y extremas. En mi libro trato de comparar, por ejemplo, específicamente el tamaño de los activos
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extranjeros en el momento del colonialismo a principios del siglo xx con las nuevas formas de activos que tenemos actualmente. Creo que hoy podemos tener un gran desequilibrio, una gran desigualdad, que pueden conducir a conflictos muy violentos. A pesar de esto, en este momento, no hay grandes posesiones de activos extranjeros como cuando Gran Bretaña o Francia eran dueños de buena parte del mundo y recibían grandes flujos en ingresos de capital de esos territorios, difíciles de imaginar en el presente. Ambos países hasta la Primera Guerra Mundial estaban en una situación de déficit comercial permanente y aun así podían imponerse porque los ingresos que recibían eran enormes. Es como si uno le pagara una renta al dueño del departamento y con ese alquiler el dueño comprara el resto del edificio. La relación con las guerras y el terrorismo es muy compleja, ciertamente, la desigualdad extrema, cuando no encontramos una solución pacífica o democrática para ella, a menudo conduce a soluciones como el nacionalismo, las divisiones étnicas. ¿Qué experiencias existen en el mundo en cuanto a cooperación internacional para reducir la desigualdad y qué rol juegan los paraísos fiscales en este nuevo capitalismo? t h o m a s p i k e t t y Como ustedes saben, los paraísos fiscales son muy difíciles de encontrar, en definitiva, son territorios muy pequeños, pero es posible progresar. Si se toman sanciones comerciales
correctas y las aplicamos podemos saber cuáles son, se necesita más cooperación internacional. El problema es que muchas veces existe una brecha grande entre lo que dicen los líderes políticos sobre lo que han hecho con respecto a esos paraísos y lo que realmente hicieron, y esto es peligroso para la democracia porque la gente siente que no se le dice la verdad. En mi país, hubo un Ministro de Presupuesto del presidente Hollande que tenía una cuenta bancaria en Suiza y supuestamente se tenía que ocupar del sistema tributario en Francia, pero tenía la cuenta en Suiza y no pagaba impuestos y era un ministro de un gobierno progresista.La transmisión automática de información transfronteriza –los activos financieros– no está todavía en implementación, hacia allá vamos. Es triste decir esto, pero me gustaría que los países europeos solucionaran solos este tema; sin embargo lo que resolvió el problema fue la sanción de Estados Unidos contra los bancos suizos. El gobierno de ese país impuso sanciones estrictas, a veces lo hace sobre varios países en forma rara. Las decisiones del sistema legal de Estados Unidos suelen ser arbitrarias pero en este caso fueron útiles. Ellos dijeron “si no cambian el secreto bancario, no van a tener licencia para operar en los Estados Unidos”. Entonces los bancos suizos cambiaron su ley. No podemos pedirles con educación a los paraísos fiscales que dejen de serlo. Tenemos que implementar sanciones contra los beneficios que algunas personas y algunos países obtienen de la opacidad financiera. 117
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La desigualdad conlleva incentivos para el desarrollo ¿en qué grado es aceptable? ¿Cómo se define su nivel ideal? Si todos tienen asegurado un bienestar social suficiente para desarrollarse, ¿cuál es el problema de que haya desigualdad?
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t h o m a s p i k e t t y El asunto es que nosotros podríamos estar mejor, podríamos mejorar el bienestar de todo el mundo aún más. La elite siempre quiso presentar la desigualdad como algo que se justifica por la consideración del crecimiento. Pero a veces esto se aplica, y a veces no. Empiezo mi libro con una cita del artículo 1º de la Declaración de los Derechos de la Revolución Francesa de 1789. Este artículo dice dos cosas: en primer lugar, tenemos la proclamación del principio de igualdad: los hombres nacen iguales con iguales derechos. La segunda oración introduce la posibilidad de la desigualdad y dice que la distinción social debe estar basada en la comunidad, en el bien común. Podemos tener diferencia social pero siempre si el beneficio es para toda la sociedad. Yo lo interpreto así: que tiene que beneficiar también a los sectores más pobres de la sociedad. El discurso de la elite para promover o justificar la desigualdad no es convincente, tiene un montón de hipocresía. La elite francesa antes de 1914 creía básicamente que, con la protección de los derechos de la propiedad y de las personas, había igualdad. Entonces se podía crear una sociedad de iguales sin importar cuál es la concentración de riqueza. Esto es hipócrita.
El nivel de desigualdad que nosotros teníamos en Europa hasta 1914 no servía para el crecimiento. Se redujo enormemente por shocks violentos: la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, las nuevas políticas fiscales sociales que fueron aceptadas por la elite después de estos shocks; finalmente en los años cincuenta y sesenta volvió a incrementarse la desigualdad y esto siguió e indujo a una mayor movilidad. El problema con la desigualdad extrema es que conlleva a una alta perpetuación en el tiempo. Si analizamos América Latina hoy es posible que el nivel de desigualdad sea más alto que cualquier nivel justificable para que el incentivo de crecimiento esté por encima de ella. En Brasil se paga un 30% de impuesto sobre la factura de luz y un 4% sobre el impuesto a la herencia. No creo que sea útil para el crecimiento. Lo que es interesante es que los muy ricos nunca justifican públicamente la desigualdad diciendo: “Esto es bueno para mí, esto es malo para los pobres”; dicen: “la desigualdad es buena para los pobres porque es buena para el crecimiento”. Esto demuestra que en el dominio del discurso público todos aceptamos ciertas normas y la visión de que la desigualdad tiene que ser justificada. ¿Qué nuevo tipo de elites económicas y sociales le parece que podrían surgir si la tendencia actual al capitalismo patrimonial continuara?
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t h o m a s p i k e t t y Creo que sería una combinación de elites patrimoniales y gerenciales. Se pondrían en juego distintos aspectos. No sería exactamente como la del siglo xix, la elite patrimonial de aquella época con sus grandes herencias. En cierta forma, podría ser incluso peor porque se podría combinar una gran desigualdad de riqueza con una gran desigualdad de ingresos por trabajo, y también un fuerte discurso estigmatizante contra las personas de menores ingresos o ingresos medios. Por lo menos, en las sociedades patrimoniales antiguas, como leemos en una novela de Jane Austen, nadie culpaba al sirviente por su falta de riqueza. Eran pobres porque habían nacido sin riqueza y los ricos habían nacido ricos. Y esto les permitía a este grupo de ricos justificarse y hacer otras cosas como dedicarse a la ciencia o actividades culturales más allá de la supervivencia. No digo que esto sea lo ideal pero por lo menos el discurso de aquella época no ponía tanta presión sobre los perdedores. Mientras que en la desigualdad moderna, las elites tienden a conjugar una concentración de la riqueza muy extrema –en parte, heredada– con un discurso moralizante muy fuerte, meritocrático, que culpa a los pobres o a los sectores medios por su falta de productividad. La desigualdad moderna ejerce aún más presión que la desigualdad tradicional sobre los más pobres. Puede existir este tipo de mixtura en el futuro.
¿Cuáles críticas que se hicieron al libro incorporarías en el futuro? t h o m a s p i k e t t y ¡Hay tantos comentarios interesantes! Sobre todo cuando uno va a distintos países a hablar sobre el libro y obtiene nuevas ideas. Para darles un ejemplo, el tema de los recursos naturales en América Latina, que surgió aquí, es muy importante y claramente en mi libro no aparece lo suficiente. Hablo un poquito sobre el petróleo pero como pueden ver estaba más influenciado por Medio Oriente y la guerra en Irak. Por supuesto, en América Latina el uso de los recursos naturales de este tipo es distinto. Cuando me refiero a los recursos naturales hablo solo de los países con poca población que acumulan gran cantidad de riqueza soberana. Aquí, en este continente, el asunto pareciera ser otro: cómo utilizarlos, si los vamos a invertir en nuevas formas de capital. Tampoco analizo lo suficiente los sindicatos. Menciono los sindicatos, las negociaciones colectivas, los salarios mínimos pero muy poco. Así que la próxima vez voy a escribir un libro más largo, ya que este es muy corto. ○
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X Juan Lecuona, Sin tĂtulo, 2011