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Bandera, Cuentas, Democracia

BANDERA, CUENTAS, DEMOCRACIA

Hace apenas tres años, el culto a la bandera nacional, oficialmente fue considerado delictuoso. Nadie olvidará la circular aquella por la que uno de los más divertidos ministros de todos los ramos del sexenalismo, ordenó perseguir y castigar a quienes, frente a la mafia internacionalista adueñada del poder, alzaban los valores nacionales –tradiciones, estilo de vida y deducciones sociales, cultura, religión– y su símbolo, la bandera de la Patria.

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El movimiento de opinión fue tan vigoroso, que los directores de la mafia quisieron apaciguarlos mezclando a sus propias insignias nuestra bandera. Luego como el sacrilegio fuera notorio, se lanzaron al extremo contrario se instituyeron un “día de la bandera”, declarándolo feriado para acentuar la manifestación de su recién nacido amor por el lábaro nacional. Muy bien, en cuanto significa muestra del poder de la opinión pública. Pero no es posible dejar de pensar que la creación de estos días especiales, tiene mucho de táctica para conducir a la misma opinión pública a un estado de ánimo en cierto modo equivalente al que no pudo crearse con la torpe persecución ni con la sustitución,

* Revista La Nación. Año I, No. 20. 28 de febrero de 1942. Pág. 2. Firmado como Manuel Castillo.

1942

jamás lograda, de la bandera nacional y de los sentimientos que ella simboliza, por los signos del internacionalismo explorador.

En la táctica de reemplazar la constante presencia interior de la Patria, de sus símbolos, de sus esencias, de sus necesidades, de su destino, por un acto externo, aislado, “oficializado”, impuesto, con la precisa duración de un día determinado del año. No, el deber personal, gozosamente aceptado día a día; ni la gloria de un culto infatigable y constante; no la Patria que vive en nosotros; que nosotros se hace momento a momento y que así, también, nos obliga y no sostiene con cada latido, sino el acto regulado, transitorio, que una vez cumplido, desliga y fomenta olvidos y abandonos.

Día de la Bandera. Todos los días deben serlo porque si no lo son, pronto llegará el tiempo, otra vez, de que tampoco sea posible siquiera, la celebración de este día.

Cuentas

En estas mismas columnas, en todos los diarios y revistas de la República, libros y folletos, en asambleas públicas desde 1934, se vienen pidiendo cuentas, sencillas cuentas de los dineros nacionales, de las empresas que con ellos se han acometido. Cuentas directas de ingresos y egresos fiscales. Cuentas de pensiones. Cuentas del petróleo, de los ferrocarriles, de las instituciones oficiales de crédito, de Zacatepec, de Yucatán, de la Laguna, de los contratos de caminos y de nuevas vías férreas. Datos sobre nuevos proyectos que se dicen en realización inminente; empresas siderúrgicas, plantas de energía eléctrica, subsidios y participaciones con fondos públicos en diversos negocios.

La demanda inobjetable, resultado hasta hoy inútil. El deber ineludible de quienes deben rendir esas cuentas y proporcionar a tiempo esos datos, permanecen incumplido. Ello falsea la esencia misma del sistema jurídico–político en que decidimos vivir. Y cuando se extiende esta hostilidad a informar

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

sobre los dineros ajenos a las organizaciones sociales –sindicatos, centrales de trabajo– crea fermentos y ocasiones de corrupción y de muerte.

La gran demanda nacional, la exigencia primera y capital para la renovación de nuestra vida pública, la garantía mínima –pero esencial–, de limpieza de esa vida pública en el futuro, es ésta a la que nada puede objetarse, contra la que no existe argumento posible: cuentas, cuentas claras y comprobadas. ¿Cuánto tiempo más podrá seguir el silencio desdeñoso de quienes no pueden eludir la obligación de rendirlas? ¿Cuánto más podrá soportar la Nación ese silencio?

Democracia

México, dijo en un discurso de Guadalajara el Presidente de la República, se ha colocado francamente del lado de las democracias. Esta fue la más reciente reiteración de la afirmación repetida centenares de veces en nuestra política internacional e interior. La afirmación qué es justificación y base de una posición difícil, peligrosa, preñada de esfuerzos y de sacrificios. ¿no es tiempo ya de que la propia afirmación se vuelva base también, de nuestra vida pública y que, si tan frecuentemente es repetida en los discursos, comienza también a tener valor práctico? ¿No es tiempo siquiera, de que el sufragio, es expresión elemental de la democracia a cuyo lado “nos hemos colocado francamente”, se ha ordenado y garantizado por lo menos en una ley electoral prudente, eficaz, que sustituye el régimen de fraude y de violencia qué es la ley electoral ahora vigente?

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