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Elecciones, Doscientos millones, 14 de julio

ELECCIONES, DOSCIENTOS MILLONES, 14 DE JULIO

Elecciones

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El tópico de las elecciones y de la pasada campaña electoral, sigue siendo asunto principal de comentario para la opinión pública y ha de serlo, por poco sentido de responsabilidad que exista todavía, de inquietud y de remordimiento para el Gobierno.

El comentario ha perdido gradualmente la ligereza o el pesimismo que tuvo en los días anteriores a la elección y en los inmediatos posteriores a ella; empieza, inclusive, a perder el tono de asco que inevitablemente producen el fraude y la inepta desvergüenza. Los comentaristas y la opinión gradualmente advierten la extrema gravedad de lo ocurrido el pasado 4 de julio. México no puede seguir viviendo sobre la falsificación, y en estos días cruciales, la tonta y sucia repetición de los viejos fraudes, resta a la Nación valiosísimas posibilidades internacionales e internas.

En cuanto al Gobierno, su incapacidad de entender a tiempo no sólo su responsabilidad sino la trascendencia de la ocasión para reformar el sistema

* Revista La Nación. Año II No. 92, 17 de julio de 1943. Pág. 6. Firmado como Manuel Castillo.

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electoral, para acabar con la mentira insostenible del partido oficial o, por lo menos, para procurar dentro del absurdo sistema electoral vigente, el proceso más limpio y respetado posible del sufragio, lo coloca en una posición lamentable, de contradicciones manifiestas y de indudable debilidad frente a los peores y más descalificados elementos de la vida pública. Una contradicción que mermará enormemente todas sus posibilidades y frustrará todas sus posibles buenas intenciones. Una debilidad que tendrá que parar en nuevas tolerancias, en impunidades y en abusos nuevos.

Y para hacer frente a estas circunstancias, hace falta un auténtico gobierno nacional, una genuina y constante vinculación del Estado a la Nación, una Administración Pública eficaz, firmemente apoyada por la opinión, sin otro propósito que el Bien Común.

El Congreso nuevo, integrado sin el menor respeto ni siquiera formal, a su principio de legitimación; las recientes elecciones efectuadas con una burla tan transparente, con métodos tan repugnantes, no ya desde el punto de vista moral, sino aun desde el punto de vista de la simple inteligencia, parecen como resultado bien planeado de una conspiración para restar al Gobierno posibilidades de acción en la situación presente, para privarlo de su fuerza principal que es el apoyo de la opinión nacional verdadera.

En ningún cado hechos como los ocurridos el 4 de julio dejan de tener importancia para la vida nacional; pero en el caso presente, bajo la tempestad que sacude al mundo, esos hechos tienen trascendencia inmensa, que todos debemos advertir y hacer base de una decisión urgente para obtener la indispensable renovación de una vida pública que no puede continuar como ha sido hasta ahora, sin causar daños irremediables para la Patria.

Doscientos millones

Ha sido también un tópico de conversación y comentario, el anuncio de un empréstito público por doscientos millones de pesos que el Gobierno

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se propone flotar con el propósito declarado de reducir la circulación monetaria en esa cantidad y de aliviar, así, una de las razones principales del alza de los precios y de la intolerable elevación del costo de la vida.

Sobre el empréstito mismo, sus condiciones, las técnicas de su realización y sus resultados, este comentario tiene que esperarse hasta que se den a conocer en detalle de los datos de la operación. Pero hay un aspecto del asunto que debe ser subrayado desde luego. Es el del propósito oficial que al empréstito se asigna: el de reducir, como antes se ha dicho, el monto de la moneda circulante para aligerar la presión económica que ha determinado el aumento del costo de vida.

Es ahora, en julio de 1943, ya que los precios han subido a niveles insoportables, que se han causado ya daños incalculables, cuando los que infortunadamente manejan nuestra economía, empiezan a querer poner en práctica, como remedios heroicos, costosos y tal vez ya sin mayor eficacia, medidas que debieron haber adoptado desde hace varios años como fáciles medios de precaución, de eficacia indudable.

Desde octubre de 1936 –tal vez desde antes–, reiteradamente, y muchas veces con positiva angustia, siempre con clara fundamentación técnica, ha habido voces firmes llamando a la razón a las autoridades económicas. Voces que advirtieron contra el peligro de la inflación, que señalaron el riesgo de los presupuestos desequilibrados, desproporcionados y de despilfarro, que previnieron contra los sobregiros y la emisión subrepticia e irregular de dinero nuevo, que señalaron el error de una política de desquiciamiento del sistema de crédito, que indicaron la puerilidad de una intervención parcial, descabezada, en la distribución y en los precios, que reclamaron contra la continuación de una falsa política agraria igualmente hostil a la reforma agraria verdadera y a la producción nacional.

Contra esas voces se levantó no sólo la sordera socarrona de los economistas oficiales, de los responsables de la situación actual, sino también, a veces, la

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voz de los ujieres de los Ministros y, en contadas y pomposas ocasiones, la voz de los Ministros mismos, pretendiendo inclusive hacer escarnio de los principios y de las ideas razonables y de quienes los hacían valer. Densas cortinas de humo de propaganda y de falacias, han sido inútiles para ocultar los hechos. Infortunadamente, lo que hace años era sólo visible para quienes por su vocación podían ver un poco más lejos, empiezan ahora a ser evidente para todos. Y estamos apenas al principio de la crisis que la ignorancia o la mala fe y el olvido del Bien Común, han preparado y fomentado en todos estos años.

Mientras duraron los efectos de la morfina, mientras la droga de la inflación se hizo sentir, todo fue alegre desparpajo de los responsables. ¿No llegó a decirse que ojalá subiera más los precios, porque eso “demostraría que había aumentado la capacidad de compra del pueblo mexicano”? ¿No llegó a expresarse oficialmente el absurdo de que “el alza de los precios tenía la ventaja de ser un proceso de racionamiento en los consumados”? ¿No se habló, inclusive, por bocas pegadas al presupuesto, de la “quiebra” de las viejas económicas?

Ahora, se lanza un empréstito para reducir la circulación que no debió haberse aumentado indebidamente, como impericia y con imprevisión criminales; y esta medida correctiva de errores anteriores va a ser puesta en práctica por los mismos que cometieron deliberadamente esos errores, por los mismos que se mueven en un sistema de pensamiento y de normas morales, del que la inflación no es sino una parte. Es decir, el correctivo va a ser puesto en práctica por quienes están radicalmente incapacitados para poderle dar eficacia.

Hay exceso de dinero en circulación y por la simple acción de la dinámica económica, ese hecho fomenta y multiplica las tendencias de otros anteriores y está ligado en trabazón infeliz con otros muchos que cooperan a esa alza en el costo de la vida y a una falsificación de las bases mismas de nuestra economía. No basta, pues, con recoger –si se recogen verdaderamente–, doscientos millones de pesos de una circulación que es, en cantidad mucho mayor que esa, superior a la debida y adecuada para nuestra situación económica sana. Hay que ir más

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allá. Hay que reconocer plenamente los errores cometidos y hay que enfrentarse con valor a las circunstancias nuevas creadas por esos errores, y hay que ver, sin telarañas de ineptitud, de falso optimismo o de interés, el futuro preñado de amenazas. Y hay que hacerlo con urgencia, con extrema urgencia –van en ello interese inmensos de México–, un verdadero programa económico nacional, y hay que adoptar la firme decisión de cumplirlo con limpieza absoluta. Todavía es tiempo quizá; pero apenas hay tiempo para hacerlo.

14 de julio

Otra vez, en la sucesión de los días abrumados de pena y de amargura, ha pasado Francia en su vía dolorosa por esta estación del 4 de julio.

La pena mayor, la que corona las de la derrota y de la ocupación, de la opresión y del hambre, sigue siendo la del interno desgarramiento, que causó las otras y que retardará y alejará el día de la recuperación.

Francia, amada Francia maestra, en tu propia y noble carne, has dado al Bien Común se oponen mezquina bienes personales o de grupo, cuando se tira el rico patrimonio de tradiciones propias para tomar las cuentas de vidrio de ideologías ajenas, cuando el accidente prevalece sobre la substancia y la moda sobre el principio, cuando la componenda o la falsificación reemplazan o bastardean las instituciones auténticas, cuando el mundo oficial se aleja y desvincula del País real, cuando la propaganda suplanta a la opinión vienen el derrumbamiento y la derrota. Tú, Francia, nos das sobre tu propio cuerpo la lección definitiva. Con amor visceral, como decía nuestro don Vasco. Y esta caridad te será recompensada. Y tu esperanza, nuestra esperanza –la esperanza es la fe que más quiero, dijo Dios–, te dará de nuevo vida y días de gloria.

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