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Alza de precios

ALZA DE PRECIOS

Desde la angustiosa contemplación de las cosas por venir en un futuro próximo a consecuencia de la guerra, hasta los asuntos domésticos en los que también se puede recorrer toda una escala de motivos de zozobra respecto del futuro o de malestar e indignación actuales, abundan ahora los temas para el comentario.

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Para el público, sin embargo, el asunto del día es el alza en el costo de la vida. Y con razón, pues no es tópico de disquisición abstracta, sino hechos ante y actual, realidad física inocultable.

Desgraciadamente el tema no es nuevo. Cómo previsión oportuna, fue tratado en esta columnas desde que La Nación inició su vida; cómo probación de una realidad cada vez más inquietante, a ocupado amplio espacio en casi todos los números de esta revista y ha sido objeto del comentario de toda la prensa. No es nuevo pues; y lo que es peor: no parece que valga la pena ocuparse de él en los órganos de opinión, listo el desdén con que se ha ignorado las fundadas prevenciones que anunciando la carestía y la escasez se hicieron hace tiempo y las críticas y las recomendaciones, ya justificadas por la experiencia, que más tarde se han formulado en relación con la política seguida frente al problema.

* Revista La Nación. Año II No. 96, 14 de agosto de 1943. Págs. 3. Firmado como Manuel Castillo.

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¿No ha llegado a decirse que estos tópicos de la desvalorización monetaria, de la escasez de la producción, del alza de precios, no tenían sino el valor de armas políticas de la oposición? ¿No ha habido voces oficiales u oficiosas entonando himnos a la abundancia de moneda, al alza misma de los precios? ¿Se han olvidado ya los discursos dichos para justificar la sabia política económica que habría de producir una elevación en el nivel de vida de los mexicanos aunque aparentemente fuera contraria no sólo a los principios de la técnica, sino al modesto y reaccionario sentido común? Y más recientemente, ¿No se sigue contestando con cifras estadísticas, a quienes reclaman contra el hecho concreto de que la producción no es bastante y los precios son prohibitivos?

La falta de novedad se compensa, infortunadamente, con la intensidad creciente del fenómeno y con cierta lamentables derivaciones que ha tenido en los últimos días respecto a la opinión pública. La más grave de estas derivaciones, fue la consistente en hacer estallar el asunto, informa de escándalo político, mediante una acusación concreta que señaló como directo responsable de la escasez y de la carestía –con cargos no sólo de ineptitud, sino de deshonestidad–, al Secretario de Economía, Lic. Gaxiola.

El escándalo se ha producido; con él se ha dado ocasión para que se cree o se acentúe la confusión de la opinión pública sobre las causas reales del problema y sobre los caminos positivos de solución. Pero no se ha avanzado un paso en esos caminos ni se ha logrado el supuesto efecto de saneamiento político que la denuncia pudo perseguir. Se ha acrecentado, solamente, la sensación pública de una ola de fango que invade, sin que nada eficaz se haga por detenerla, todos los rumbos de la vida pública. ¿No va a producir o afirmar esa sensación el hecho de que un miembro del gabinete sea acusado así, tan gravemente? ¿Y cómo no va a causar estupor la conducta, posterior a esa acusación, que nada define ni enmienda?

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

Llaga; no herida

Este énfasis puesto sobre la sensación de una corrupción administrativa creciente, en el caso concreto y en las circunstancias específicas actuales, es extraordinariamente peligroso, porque no tiende a promover una reacción vital de saneamiento, sino al contrario, la depresión de un apaciguamiento superficial; porque inclusive esa reacción de saneamiento verdadero no podría encontrar manera de expresarse en actos, ya que todos los puentes jurídicos entre la opinión pública y el Estado están rotos.

Por lo demás, es obvio que la ejemplaridad de la sanción sólo existe cuando ésta se aplica justamente en un proceso abierto, exhaustivo de responsabilidades y de responsables. De otro modo la sanción no sólo no ejemplariza, sino que les toca una injusticia y con ello promueve, inclusive, la simpatía para quién, en virtud de esa injusticia, se convierte en víctima.

Conviene recordar, por otra parte, cuanto más hondo es el problema de lo que supone o tiende a hacer creer el caso concreto denunciado. No están en juicio el Secretario de Economía, sus agentes, sus medidas administrativas o de legislación, su conducta personal o como funcionario; no se trata de iniciarlo a él ni, personalmente, a cualquier otro de los miembros del Gobierno. Esa puede ser tarea necesaria; pero en todo caso menor y de más limitado alcance. Lo que está sujeto a juicio, es todo un régimen, todo un sistema del que el Gobierno y la conducta de quienes lo forman y el clima social que existe en México, son fruto y consecuencia ineludibles.

Venalidad, concusión, favoritismo, cobardía, abstencionismo, indiferencia, no son sino manifestaciones más generalmente visibles y repugnantes, de causas, de procesos de descomposición mayores y más corrosivos y perjudiciales, aunque menos ostensibles. Una ideología materialista que deliberadamente se ha querido infiltrar en la Nación; una abierta deserción del sistema de normas morales que hacen posible y digna la convivencia social; un reiterado desprecio de la persona humana y de sus prerrogativas esenciales, acompañado de un

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constante esfuerzo de quebrantamiento para la formación de esa cosa amorfa, infamemente inhumana, qué es la masa; una concepción de la vida pública como tenencia del poder por el poder, y de los principios y programas como mera decoración verbal de la lucha concreta por el poder mismo; una falsificación desde sus cimientos, de toda la vida jurídica del Estado; la suplantacion continua de la opinión por la propaganda; todo esto que ha encontrado sus más visibles expresiones en el artículo tercero, en el PRM, en las burlas electorales, en la ideología hasta hace poco proclamada como oficial del régimen, en la abierta contradicción entre la posición internacional y la política interna, en la desviación de las organizaciones de trabajo, en la gramática inmortalidad del agrarismo político, en el desquiciamiento de nuestra economía, es lo que por fuerza produce estos frutos de irresponsabilidad.

Perseguir y castigar la corrupción administrativa sería objeto de la labor de los Tribunales si ella fuera fenómeno excepcional en la vida sana de la Nación, cómo sería obvio y eficaz desinfectar Y cerrar una herida abierta desde el exterior en el cuerpo sano de un hombre; pero no es ni puede ser asunto de Tribunales, de pruebas y procesos ordinarios, la deshonestidad que no es sino expresión de un sistema completo de responsabilidad y de desmoralización, cómo de nada servirían la desinfección y el vendaje no de una herida causada por medio externo en el cuerpo de un hombre, sino de una llaga reventada en la piel a consecuencia de una interna infección general.

Por eso el escándalo de estos días, es doblemente peligroso y lamentable. En sí mismo, y en cuanto provoca la confusión del mal verdadero con uno de sus síntomas y con ello conduce al engañoso tratamiento de fugaces cicatrizaciones con olvidó de la curación real. Lo es por cuánto no sólo deja intactas las causas ondas del mal, sino que pone en peligro la posibilidad misma de aplicar eficazmente la sanción en cada uno de los casos concretos de responsabilidad; por qué evita el esfuerzo positivo de solución, Y por qué vuelve sospechoso e inoperante el propósito de rectificación y de depuración.

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Curación verdadera

Sería muy interesante ahondar en el análisis de este caso de escándalo tanto para estudiar un hecho patológico de nuestra sociología política, cuánto para revisar métodos y procedimientos de actuación social qué copiados de fuera se aplican aquí con resultado nulo o contraproducente.

En otras partes, se dice y es cierto, la revelación de hechos escandalosos produce reacciones inmediatas y normalmente benéficas. El caso Stavinsky en Francia, el caso Fall en los Estados Unidos, entre tantos otros, dieron lugar a procesos inmediato de depuración, a rectificaciones a fondo del gobierno y a movimientos incontenibles de la opinión. Verdad; pero también es cierto que cuando no se producen esas rectificaciones ni los movimientos de opinión tienen eficacia, la exhibición vergonzosa que empieza por provocar náuseas, acaba por formar hábitos, por crear el ambiente de habitualidad, de rurina inevitable qué es precisamente contrario a todo afán de rectificación y de limpieza. Se pretende juzgar de responsabilidades nacionales exigiendo pruebas que constan en escritura pública. El ciclo del arbitrario, de lo antinacional, de lo más profundamente ilegítimo porque va contra la raíz misma de todo derecho, se cierra así como una apelación a la formalidad legitimista que obstruye definitivamente el paso a la obra concreta de justicia y se extiende más allá, imposibilitando la obra general, más urgente y necesaria, de una renovación política y moral auténtica.

Pero este examen del escándalo, excedería los límites estrechos del comentario. El poco espacio que queda debe ser aprovechado para recordar que el problema de la escasez y de la carestía subsiste y que es manifiesta no sólo la improcedencia técnica, sino la inutilidad práctica de las medidas que se han adoptado hasta ahora para resolverlo. A pesar de ello, se sigue en el programa de “consorcios” y de “controles”; se ha insistido en la equivocación del empréstito (del que el público y los Bancos suscribieron ya más de la mitad con ardiente entusiasmo para retirar de la circulación moneda redundante

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o medios de pago congelados, según declaración jubilosa del Secretario de Hacienda). ¿Estas medidas conducen a algo? ¿Tienen sentido? ¿Forman parte del programa económico general indispensable para que México haga frente a la situación actual y a los riesgos y amenazas del futuro?

La acción ahora necesaria, no es de ningún modo está guerra de guerrillas, este tratamiento con calmantes. El expediente, no reemplaza la solución. Y México necesita urgentemente soluciones.

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