EL TIBURÓN LIMÓN (NEGAPRION BREVIROSTRIS) ROQUES: (1) PRESENTACIÓN DEL ESTUDIO
DEL
PARQUE NACIONAL ARCHIPIÉLAGO LOS
Resumen de la Investigación de Rafael Tavares - IVIC (19 de julio de 2018)
A partir del presente boletín, iniciamos la exploración del trabajo realizado por el Biólogo Rafael Tavares Viscaya para su Tesis de Doctoral en Ciencias, Mención Ecología, titulada “Distribución, Área de Cría y Variables Demográficas y Espaciales del Tiburón Limón, Negaprion brevirostris (Poey, 1868), en el Parque Nacional Archipiélago Los Roques”, realizada en el Centro de Estudios Avanzados del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). El trabajo estuvo enfocado en evaluar varios aspectos biológicos y ecológicos del Tiburón Limón en el Archipiélago Los Roques, con énfasis en la población juvenil, los cuales abarcaron tres componentes de investigación principales: (Grupo 1) la distribución espacial, el área de cría, su estructura de tallas; (Grupo 2) la edad, el crecimiento y la sobrevivencia de los juveniles; (Grupo 3) el patrón de actividad espacial y su relación con la distribución de las presas potenciales. Cada grupo será motivo de artículos sucesivos que entreguen los detalles de tan relevante información. En esta primera entrega de la exploración, de dicho trabajo, centraremos la atención en la relevancia del estudio y en una presentación formal del Tiburón Limón (Negaprion brevirostris) a los efectos de su identificación biológica completa.
INTRODUCCIÓN Los tiburones, junto con las rayas y las quimeras, pertenecen al grupo de peces cartilaginosos y se ubican taxonómicamente en la Clase Chondrichthyes (Nelson y col., 2016). Hasta la fecha se conocen poco más de 1.250 especies que habitan en los océanos, aguas costeras y sistemas de agua dulce de todo el mundo (Weigmann, 2016). La mayoría de los tiburones son depredadores que se encuentran en el ápice de la cadena trófica, desempeñando una función vital para el mantenimiento del equilibrio ecológico de los ecosistemas marinos (Wetherbee y Cortés, 2004). Por otra parte, este grupo de peces también constituye un recurso pesquero importante y fuente de alimento en diversas naciones
costeras distribuidas alrededor del mundo (FAO, 2005a). A pesar de la importancia ecológica y comercial de los tiburones, existe gran incertidumbre con relación a los datos biológicos (distribución, abundancia, reproducción, mortalidad natural, etc.) y pesqueros (desembarques anuales, esfuerzo pesquero, biomasa disponible, etc.) de la mayoría de las especies comerciales capturadas en las pesquerías. Consecuentemente, este desconocimiento ha dificultado llevar a cabo la evaluación cuantitativa de las poblaciones de tiburones más importantes que están sujetas a explotación pesquera. Existe actualmente una preocupación internacional por el incremento sostenido de las capturas comerciales de tiburones registradas durante las últimas décadas. Estudios realizados en el Océano Atlántico, incluyendo el Golfo de México y Mar Caribe, han aportado evidencia sobre la reducción drástica de la abundancia y pérdida de diversidad de varias especies de tiburones (Baum y col., 2003; Baum y Myers, 2004; Cortes y col., 2007; Tavares y Arocha, 2008; Ferretti y col., 2010). Los tiburones están considerados actualmente como uno de los grupos de vertebrados marinos más amenazados a nivel global (Lucifora y col., 2012), y la presión que ejerce el comercio internacional sobre estas especies está haciendo incrementar su riesgo de extinción (McClenachan y col., 2016). Es necesario destacar que en contraste con los peces óseos, los tiburones son extremadamente sensibles a niveles elevados de mortalidad por pesca, y ello se debe a sus propias características biológicas como crecimiento lento, baja fecundidad y madurez sexual tardía (Holden, 1974; Hoenig y Gruber, 1990; Stevens y col., 2000). Además desde el punto de vista ecológico, los tiburones representan uno de los grupos de depredadores con más individuos y especies situados en la cima de las diferentes cadenas tróficas acuáticas (Dulvy y col., 2017). La remoción o eliminación de estos máximos depredadores conllevaría a perturbar el control topdown, lo cual tendría implicaciones negativas e irreversibles para los ecosistemas (Myers y col., 2007; Dulvy y col., 2014). 5