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EL CRECIMIENTO DEL PAPEL DE LA MUJER EN LA PESCA ARTESANAL EN EL NORORIENTE VENEZOLANO
Luis Briceño-Cerró - 15 de Diciembre de 2021
INTRODUCCIÓN
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AI referirnos a la pesca como actividad laboral tendemos a imaginar a un grupo de hombres luchando contra el mar para lograr su propósito y es que, en nuestra cultura, ésta ha sido considerada como una ocupación exclusivamente masculina. Sin embargo, se estima que las mujeres constituyen la mitad de la fuerza laboral en el sector de la pesca. No obstante, en la generalidad de los casos, su trabajo no está reconocido ni se valora adecuadamente; por lo que su acceso a oportunidades y recursos sigue siendo limitado, lo cual incide en que su representación en puestos de liderazgo esté rezagada en relación a otros sectores (FAO, 2015). La pesca de captura, la acuicultura y las actividades conexas ofrecen sustento a más de 120 millones de personas en el mundo; muchas de las cuales trabajan en el sector artesanal tradicional (FAO, 2015). En este último, la mano de obra femenina desempeña un papel fundamental en la cadena pesquera de pequeña escala (artesanal). De acuerdo con la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO, 2016), las mujeres representaron más del 19% de la población involucrada directamente en el sector primario de la pesca y la acuicultura; participando en tareas preliminares a la captura y en los diferentes procesos posteriores a la descarga del producto, además de colaborar en el mantenimiento y reparación de las artes de pesca.
Como puede concluirse de las afirmaciones anteriores, la participación femenina en la pesca es de suma importancia; no obstante, su labor tiende a ser subestimada aunque ambos desempeñen labores similares, por lo que ésta usualmente vale menos que la del hombre. Para tratar de solucionar tal situación la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) adoptó una serie de medidas entre las cuales se incluyeron las “Directrices voluntarias sobre la Gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad alimentaria nacional” (FAO, 2012) y “Directrices voluntarias para lograr la sostenibilidad de la pesca en pequeña escala en el contexto de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza”(FAO, 2015), priorizando la equidad de género, para la participación en las políticas y en la práctica, destinada a reducir la dependencia de las mujeres hacia sus compañeros de labor y sus parejas en las familias, facilitar su acceso a otros recursos y servicios productivos, incrementar su poder en la negociación de bienes y productos, así como estimular sus emprendimientos en el sector. Posteriormente, la Organización de Naciones Unidas también lo enfatizó entre las metas claves de su Agenda 2030, en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) Nº 5: “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas”; ya que la integración de una perspectiva de género en la gestión de la actividad pesquera y acuícola contribuye también a erradicar la pobreza y el hambre.
No obstante, para entender la perspectiva de género en la pesca artesanal, previamente debe comprenderse que la percepción de sexo apunta hacia aquellas características morfológicas y fisiológicas con las que nacemos; mientras que género se refiere a aquellos atributos culturales, sociales y normativos de ser hombre o mujer (Torre-Castro, 2019). De igual manera, Rojas Marín (2005) considera que el género se refiere a las diferencias determinadas socialmente entre hombres y mujeres tales como sus roles, actitudes, comportamientos y valores; coincidiendo con Rodríguez (2011); opinando que ser mujer u hombre, aparte de representar una condición biológica, es un constructo sociocultural. Es por ello por lo que, a pesar de los esfuerzos emprendidos para tratar de disminuir la brecha entre hombres y mujeres en el mundo de la pesca, el anclaje sociocultural ha constituido una barrera muchas veces infranqueable. Entonces, la igualdad de género es el proceso a través del cual se otorga igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades a las personas, más allá del género con el que se identifican. El presente artículo pretende mostrar las particularidades que reviste la participación de la mujer en la pesca artesanal de Venezuela; asimismo, busca identificar algunas iniciativas emprendidas a nivel regional en pro de lograr la igualdad de género en Latinoamérica y el Caribe (LAC).
PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LA PESCA A NIVEL REGIONAL
En Latinoamérica y el Caribe se estima unos 2,3 millones de personas vinculadas directa e indirectamente con la pesca (Chuenpagdee y col. 2019, citado por Rodríguez y col., 2019); de éstas poco más de 417.000 estarían empleadas en la región caribeña (Turbout, 2019).
Según Rojas Marín (2005), la actual incorporación de la mujer al sector pesquero tradicional, evidencia una segregación en el mercado laboral que expresa su carácter complejo, en lo que se refiere a la condición de mujer. Entonces, es necesario desarrollar estrategias para conectar estos esfuerzos y compartir experiencias durante la incorporación de la perspectiva de género.
En virtud de ello, organizaciones regionales y gobiernos locales en la región también han hecho esfuerzos en pro de enmendar esta discriminación, desarrollando instrumentos tales como leyes, políticas, planes y programas dirigidos a homologar el trabajo femenino al de su contraparte masculino, entre los que se pueden mencionar:
➢ Las políticas dirigidas a promover la inclusión de género, en el sector agropecuario costarricense (Rivera, 2011) al igual que las de Nicaragua.
➢ Estados miembros de la Comunidad del Caribe (CARICOM, de sus acrónimo en inglés), como Jamaica, Dominica, Barbados, Antigua y Bermuda, que adicionalmente cuentan con organizaciones como el Mecanismo Regional de Pesca del Caribe (CFRM, por sus siglas en inglés), han implementado políticas comunes de acción de género para promover la igualdad de género en las pesquerías de pequeña escala en el área (Nembhard y col, sin fecha; Lovell, 2018).
➢ Instituciones oficiales locales del sector, apoyadas por organizaciones como la FAO, han propiciado el intercambio de experiencias a fin de reforzar el proceso de empoderamiento personal, económico y organizativo de las mujeres en la pesca; tal es el caso de las representantes de Belice, Barbados, St. Kitts and Nevis y Granada, quienes visitaron a sus homólogas costarricenses para intercambiar experiencias y saberes (Ospesca, 2017).
➢ Agencias de desarrollo, como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), han apoyado emprendimientos en los que la participación femenina en la pesca fortalece los resultados en materia de género; tal es el caso de la cooperativa de mujeres El Rosario en Nicaragua, donde sus miembros han incrementado su productividad mediante la gestión sostenible de los recursos asignados a su administración (moluscos-bivalvos) (Siles y otros, 2021).
➢ Recientemente, la red mundial de investigación que se centra en resolver problemas y preocupaciones que afectan la viabilidad y sostenibilidad de la pesca en pequeña escala “Too Big To Ignore” (TBTI Global), en el marco de la semana mundial de los océanos 2021, realizó las jornadas virtuales a puertas abiertas “Enfoque mundial sobre la vida y los medios de subsistencia de la pesca en pequeña escala”, en donde se destacó lo referente a la equidad de género en la sesión del segundo día (3 de junio: Género y dignidad).
➢ A nivel regional, diversas Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s) también han hecho lo propio para impulsar la igualdad de género en Latinoamérica y el Caribe (LAC), en los que las mujeres que laboran en el sector pesquero y acuícola han expuesto logros, retos y aprendizajes; mientras otras ONG´s se han dedicado a detectar iniciativas que buscan disminuir la brecha de género en esta misma región. (Siles Calvo y col., 2021).
➢ Por su parte, Venezuela ha estructurado un marco jurídico acorde, elaborando una ley a objeto de contribuir a garantizar la igualdad de oportunidades; en especial, las de la mujer rural, pescadora e indígena (Rivera, 2011). De igual manera, ha incorporado a la mujer en diversas instancias de su normativa, desde la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) hasta el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley de Pesca y Acuicultura (2014). En esta última, se promueve la participación femenina en los denominados Consejos del Poder Popular de Pescadores, Pescadoras, Acuicultores y Acuicultoras (CONPPAS); formas de organización promovidas por el Estado en los que, teóricamente, permite a sus integrantes participar en la toma de decisiones que afectan a este sector, así como la supervisión y control de las medidas tomadas por las autoridades competentes.
LA MUJER EN EL SUBSECTOR PESQUERO VENEZOLANO
En Venezuela, hasta hace relativamente poco tiempo, el número de personas empleadas en el subsector pesquero fue muy superior al de la región, debido a que nuestro país fue (o sigue siendo) el de mayor desarrollo pesquero del Caribe (Turbout, 2019); gracias al elevado volumen de sus capturas (Cervigón y col., 1992). Según cifras oficiales (MPPPA, 2019), para el año 2016 se contaba con 3.950 establecimientos dedicados al procesamiento, almacenamiento, enlatado, venta al mayor y detal de productos pesqueros; para el año 2017 se registró la cifra de 75.123 pescadores ejerciendo la actividad y un total de 18.982 trabajadores ligados al sector pesquero y acuícola de carácter privado; para el año 2019, el Ministerio del Poder Popular para la Pesca y Acuicultura reportó que la flota nacional estaba constituida por más de 90.000 embarcaciones, siendo que las de pequeña escala representaban alrededor del 55% de esta flota. Entre empleos directos e indirectos, se estima que la participación de las mujeres ya podría haber superado el 50 % (cálculos propios).
Si bien es cierto que hubo un considerable desarrollo pesquero, tanto a nivel industrial como a nivel artesanal, el papel de la mujer en las comunidades pesqueras permaneció prácticamente rezagado y es que, al igual que la pesca artesanal, ésta evolucionó muy poco; por ser un legado cultural transmitido de padres a hijos. Solo a finales del siglo pasado se comenzaron a notar indicios de cambio de actitud, quizá por la misma dinámica de la actividad pesquera.
En la mayoría de las comunidades, la mujer seguía apegada férreamente a la tradición ancestral al servicio de su marido, como era entendido su deber sagrado; inicialmente como su compañera sentimental, a veces participaba esporádicamente en las campañas de pesca (excluyendo las faenas de captura, porque se creía que éstas abordo eran de mal agüero), o bien asumía permanecer en casa y hacerse cargo del hogar, mientras el hombre se ausentaba por prolongadas temporadas. En aquellas faenas diarias en aguas cercanas y aunque el pescador pernocta en casa, faena desde horas de la madrugada y, lógicamente, debe descansar al regresar del mar; así que la esposa sigue al frente de la casa de hecho. No obstante, frecuentemente ayuda a descargar la pesca, clasificarla y procesarla (limpiarla, eviscerarla y/o escalarla para salazón) si fuese el caso; también lo apoya en desembarcar las artes de pesca, repararlas (si fuese necesario), y luego estivarlas nuevamente a bordo. Lógicamente asumen la multiplicación de sus responsabilidades con la llegada de los hijos, al igual que la carga laboral; por lo que en ocasiones, dado que el hombre estaba ausente, no era extraño ver a la madre tomar un bote para ir a pescar en las cercanías en procura del pescado, para así gestionar el alimento diario en una comunidad con carencias de energía eléctrica para la refrigeración o conservación del alimento. Igualmente, cuando arribaba los pescadores con el producto de la pesca, la mujer colaboraba activamente en su comercialización y distribución; pero siempre en el ámbito de su comunidad.
Estas tareas fueron o todavía parecen ser algo cotidiano en algunas comunidades donde hay mujeres vinculadas a la pesca artesanal, al menos en Latinoamérica y el Caribe; no obstante, actualmente se perciben cambios y, aunque éstos parecen ser producto de las necesidades económicas del entorno y de la globalización, también podrían obedecer a una nueva percepción de la realidad. En esto tiene que ver la introducción de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC´s); las cuales han contribuido a mostrar el mundo a las mujeres de aquellas comunidades que habían permanecido aisladas geográfica y económicamente. Álvarez y col. (2017) concuerdan con lo antes mencionado y argumentan que, aunque la mujer en la pesca artesanal ha sido un actor históricamente invisibilizado que ha desarrollado su quehacer desde una cotidianeidad paralela a los grandes modelos de desarrollo, se ha incorporado en los últimos tiempos de manera importante; debido a las tensiones y crisis mismas del modelo reinante. El aumento de su participación formal, en la cadena productiva de la pesca artesanal, está en reconocer las nuevas realidades que se abren en este proceso de cambio.
Quizá el reconocimiento de la mujer en la pesca ha sido muy lento, casi desapercibido, pero parece ser indetenible; es así que en un reporte, sobre igualdad de género en la pesca, acuacultura y conservación marina en Latinoamérica y el Caribe, se indica que se habían detectado 46 iniciativas en procura de disminuir las brechas de género en 9 países de la región sólo durante el 2020; lo que representa un avance para justicia social (Solano y Fernández, 2021). Adicionalmente, en algunas organizaciones locales la participación femenina ha se ha destacado; como en la Organización de la Unión Nacional de Pescadores de Barbados (BARNUFO, por sus siglas en inglés), donde las mujeres ocupan posiciones de liderazgo. (Nembhard y col., sin fecha).
En Venezuela, actualmente las mujeres constituyen el 24 % de los 50.000 miembros que constituyen los Consejos del Poder Popular de Pescadores, Pescadoras, Acuicultores y Acuicultoras (CONPPAS); organizaciones establecidas a partir del 2008. En ciertas localidades de la región nororiental de Venezuela, llaman la atención el particular predominio de la mujer como fuerza laboral; como en aquellas dedicadas casi exclusivamente al procesamiento artesanal de la sardina y de los moluscos bivalvos, ambos rubros destinados principalmente a la industria conservera. En el caso del rubro sardina, las mujeres y los jóvenes se encargan prácticamente de todo el proceso de postcaptura; desde la descarga hasta el posterior eviscerado y descabezado del pescado; mientras que en el caso de los moluscos bivalvos, la mayor parte de las familias (mujeres y niñas) laboran despulpando pepitonas y concha de perlas. En ambos casos la mujer ha modificado su tradicional comportamiento y se ha incorporado al aparato productivo impuesto en esas comunidades, buscando mejorar su condición; por lo que ahora ejerce su labor como algo rutinario, sin temor a ser señalada por la sociedad.
Más recientemente, la participación femenina se ha destacado de manera excepcional, debido a su habilidad como negociantes, fungiendo como representante del grupo familiar y/o de sus maridos; pues éstos reconocen su desempeño en las gestiones para lograr las más ventajosas condiciones de comercialización para su grupo y a la hora de decidir lo que es más conveniente a sus intereses. Este es el caso de las mujeres encargadas de la pesca, a quienes se les confía el producto para su venta y bajo su supervisión éste va al mercado, donde es negociado. De igual manera actúan como apoderadas de sus esposos, o de su grupo familiar, ante las instituciones oficiales; ya sea para solicitar zarpes o inspección de embarcaciones, consignar documentación para poder acceder al combustible, presentarse ante las autoridades, denunciar cualquier irregularidad ante la administración pesquera, gestionar cualquier permisería o participar de cualquier novedad que los pudiese afectar. Asimismo, representan los intereses de sus maridos para tramitar el pago de facturas a las empresas a quienes éstos les han acreditado pescado. Lógicamente también participan en todo lo referente al avituallamiento de la embarcación, adquiriendo en el comercio lo necesario para armar las campañas de pesca. Estas mujeres se constituyen en un invalorable apoyo logístico y administrativo para la actividad.
Mientras que las anteriormente mencionadas formas de participación femenina han sido las más recurrentes, en los últimos años y en la costa nororiental se ha notado la creciente incorporación directa de las mujeres en las actividades de captura; ya sea como parte de los grupos de pesca que faenan rutinariamente en embarcaciones pesqueras, como parte del colectivo que labora con chinchorros playeros y/o, de igual manera, como pescadoras individuales. El origen de tal fenómeno se debe mayormente a una profunda crisis económica en que se ha sumido el país, cuya caída del Producto Interno Bruto (PIB) del período 2013 y 2020 se ubicó en 79,4 %, de acuerdo con cálculos de Ecoanalítica (García, 2020); lo que se ha traducido en no solo una falta de oportunidades de trabajo e hiperinflación, sino que ha traído como consecuencia que hayan emigrado un estimado de 6 millones de personas hasta el momento, incluyendo buena parte de la fuerza laboral masculina. Con la pandemia se ha agravado la situación, lo que ha propiciado que muchas mujeres hayan aprovechado esta coyuntura para incursionar en mayor número en alternativas laborales no tradicionales; como en esta oportunidad convirtiéndose en trabajadoras de la pesca, por lo que ya no es extraño observar tripulaciones mixtas en la región nororiental.
Así que, a pesar de las vicisitudes que viven los venezolanos, la crisis ha sido una oportunidad para aquellas mujeres que, ante la ausencia de parte de la mano de obra calificada masculina en el sector pesquero y la acuciante necesidad de generar dinero o algún modo de conseguirlo, han ocupado estos espacios. Su desempeño eficiente, finalmente ha permitido que se esté reconociendo su trabajo, al valorarlo en igualdad de condiciones que al de sus compañeros.
LITERATURA RECOMENDADA:
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