Siete. Des-tiempos
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Siete. Des-tiempos Ediciones La Palabrota Primera Edición Santiago de Chile 2014. Inscripción: N242084 ISBN 978-956-353-884-7 © Diseño & diagramación: Gerardo Orellana A. / geordso@gmail.com © Ilustración de portada: Pablo Vicencio Impreso en AMIGRAF / amigraf1@gmail.com Impreso en Chile © Todos los derechos reservados 5
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Siete Des-tiempos Antología de poesía y microficción Alumnos del Taller Literario de Astrid Fugellie Gezan
Ediciones La Palabrota
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Colectivo La Palabrota
Silvia Carradori Mariela Fu Rodríguez Jannis López Tatiana Orellana Ada Pérez Berti Gonzalo Robles Fantini Pablo Vicencio Pérez
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Siete. Des-tiempos Prólogo SIETE. DES-TIEMPOS En rigor, me resulta fascinante prologar, en mi calidad de creadora y tallerista, a siete talentosas y emergentes voces del quehacer nacional, en un des-tiempo, vale decir, desde un fuera-del-tiempo que no responde necesariamente a una imagen antojadiza sino, real. Asumiendo-nos en una economía liberal, donde la oferta y demanda lo permea todo, escribir no rinde necesariamente buenos frutos no obstante, el oficio de estos siete creadores, que conllevan y convocan, ¡qué duda cabe!, a su envés, dicho de otra manera, al ocio activo, al ocio activo que es, a mi juicio, el más productivo de todos los negocios. Si no me creen, los invito a leer a todos y a cada uno de mis alumnos, leer y re-leer a estas siete esferas esenciales, a estas siete estrellas de siete puntas que me prueban con largura este canto-fuera, este canto-cantándose en una sola alegría y/o en un solo dolor estético porque, ¿qué es lo bello-feo y su verdad en relación a la-el mujer-hombre, y al mundo?. Ya largo tiempo se ha mantenido la lógica que verdad y belleza han de procurar una relación recíproca ya que tomadas en sí mismas, y sin el apoyo que la una encuentra en la otra, no pasan de ser unos valores inestables.
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Pues bien, estas voces se dicen, se narran, bajo los mismos parámetros que se dice e indaga un sistema metafísico, aquel que al mirarlo nos asombra, nos alegra, nos contenta, porque nos hace ver cuan desbordada y espiritualmente se organiza la vida, el mundo, las galaxias, aquel más acá, y su recíproco más allá. El placer-dis-placer es siempre de naturaleza estética sino, lean a Silvia: con esa impronta lúdica, aquel traveseo triste cierta vez, a Mariela: con su síntesis anecdótica, con aquella profunda historietahistoria blanca o negra…, a Ada: con la ironía en la ironía, aquella abismando esa ironía, abismando-la…, a Tatiana: con su desnudo des-bordado, aquel yo-profundo, eso salido, a Pablo: con aquella esfera mítica-onírica oracular desgarro, lo 11
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místico, a Gonzalo: en su leit motiv sujeto narrador i-lustrando, perfil de otra cara, la misma… a Jannis: con aquel salirse fueradel, desenfrenado aquel-largoaliento, su mudez… Estas siete voces, a mi entender, nos proponen en esta nacida y bella Antología, un matiz, un aire, una forma, una acción, un orden, un ser-estar en esta mínima-minimísima tienda de campaña, nuestro mundo, que hará, en definitiva, más transparente y abarcable con la mirada-lectura, el acopio, la complejidad de la vida. ASTRID FUGELLIE Poeta y La Mami
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Siete. Des-tiempos Introducción De Astrid Fugellie han escrito que es mujer de pactos secretos. En lo personal, no tengo dudas que los estableció con cada uno de nosotros, los siete que hoy llegamos al final, o al principio, de un proceso profundamente íntimo y gratificantemente colectivo. Nosotros, que llegamos a las letras como cuentagotas, muy tarde o precozmente, puntuales o a destiempo, con timidez u osadía, un grupo que coincide en sus diferencias, convocados quizás y sin saberlo por esa magia envolvente de su espíritu indómito, un tanto misterioso, otro tanto lúdico, intensamente provocador. Y la mami, como gustosamente la apodamos, nos acogió con brazos envolventes. Nos invitó a jugar una ronda veleidosa, con oleadas de creatividad en las que compartimos embrujos y desentrañamos acertijos. Para responder a ese pacto, intentamos exprimirle savia a las palabras, hasta encontrarnos con esta publicación que presentamos hoy con cierta cuota de nostalgia. Escojo esta palabra con mucha conciencia, mirando hacia atrás sin miedo a convertirme en una estatua de arena, por el contrario, como una niña a quien aún le despierta curiosidad un destello irrepetible. “Lo dicho sucedió en un abrir y cerrar de ojos porque la vida es fugaz”.1 1Astrid Fugellie. Reloj de pared. Poema inédito
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Y sin embargo, con este libro pretendemos atesorar ese momento único. Porque si bien en el grupo algunos hicieron una elección temprana con la estética de las letras, otros sentimos que llegamos un poco atrasados, quizás despistados, con palabras ya dichas, como pidiendo permiso para rellenar papeles con lo que cargamos hace buen rato. Mientras nosotros queríamos liberarnos de nuestros fantasmas, Astrid supo cómo dejarlos entrar a la fiesta. Nuestra compañera Ada, con la asertividad que la caracteriza, describe estas sesiones como el espacio donde la poeta “soplaba en el sótano personal de cada uno, partiendo por el de ella misma…Astrid nos llevaba al descubrimiento con honestidad, de eso llamado el uno mismo, ese tan escurridizo, que en su taller se hacía presente”. “Astrid me enseñó la técnica del encabalgamiento como forma de disponer la extensión de los versos. Pero por sobre todo, y en esto abarco las lecturas de poesía chilena y las profundas y explayadas conversaciones sobre literatura, me hizo adquirir la conciencia del valor de la ambigüedad en la creación poética”, cuenta Gonzalo. Pablo describe visceralmente su propia motivación para participar de los encuentros. “Todo parte por el hambre, ganas de comerse el miedo con la boca ancha, incendiando de espasmos al yo que lloraba”.
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La mayoría de los textos que encontrarán a continuación nacieron al alero del Taller de Microcuentos del Sur de Chile, dirigido por Astrid en el Café Literario Parque Bustamante durante marzo, abril y mayo de 2013. En él participamos Ada Pérez, Silvia Carradori, Pablo Vicencio y la que escribe. La poesía llegó de la mano de nuevos talleres, donde se sumaron Tatiana Orellana y Gonzalo Robles. Finalmente invitamos a participar del colectivo a Jannis Paredes, joven estudiante al que Astrid bautizó “largo aliento”, responsable de los cuentos que integran la Antología. Siete. Des-tiempos es nuestra primera publicación, fruto de un trabajo a pulso individual y colectivo. Una especie de principio que no es más que una continuación, de algo que pudiera juzgarse temprano o tardío según quien lo mire, oportuno para nosotros que lo escribimos. Mariela Fu Rodríguez
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Silvia Carradori Silvia Carradori nace el 20 febrero 1984 en Florencia, Italia. Siempre atraída por el uso del idioma como forma de comunicación, explora varios de sus ámbitos, desde la literatura a la lingüística, desde el estudio de las lenguas extranjeras a la radio y el canto. Enamorada del español y de los sonidos de los idiomas en general, llega a Santiago movida por la aventura, elección que se revela como fuente de encuentros y experiencias que hacen bien al alma. Adora oler los libros que lee, el mar, la música cálida, su familia ‘de sangre y de corazón’, viajar por el mundo y con los pensamientos, comer en compañía, la grande Viola. Luego de algunos años de dedicarse a otras cotidianeidades, como ganarse el pan, ahora retoma en Chile su pasión por la escritura, en la que se re-encuentra con su vida interior y con un espacio-tiempo para abrir los ojos hacia nuevos mundos y acercarse a su antigua diversión.
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El pan de cada dĂa Tomad y comed esta cena coged las migajas que el cuerpo se sacie de estas carencias. SeĂąor mira de la tela pasmada. Te sorprende la blasfemia el rito empapado de gente. MaĂąana un plato a la espera paredes colgando en el cuadro de comidas anheladas protectoras.
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Entre animales no nos entendemos Usted quiere saber, Profesor, dónde está el alma. Pues, esa me parece una de las preguntas retóricas en las que la primera respuesta nunca es exacta. Es como la pregunta sobre el peso de un vaso de agua. Uno empieza a pensar en decilitros para convertirlos en gramos, pero al final se está hablando solo de relatividad. Porque el peso del vaso depende del tiempo que uno lo lleva en la mano. También el alma tiene un peso, ¿sabe? Alguien dice que son 21 gramos. Pero también aquí depende de cómo uno se la lleva esta alma. ¡Y sobre todo dónde la tiene! Esta no es simple filosofía, Profesor, ¡es la vida misma! Hay personas que llevan el alma en la cabeza o en el corazón, otras la llevan colgada con un hilo como un farolillo, otras la llevan debajo de la suela de los zapatos para pisarla mejor. Al fin, el alma se queda donde la colocas. Además es un soplo, un respiro, como decían los griegos: ánemos, psyché. Y fue por esto que un día me fui donde un psicólogo. Le dije que me pesaba el alma, aunque no pudiera encontrarla. ¿Y quién habría podido ayudarme si no él? Él, que, en la definición literal de su nombre, contenía el conocimiento del alma. No supo ayudarme. ¿Sabe qué me dijo el psicólogo? Que tenía que hacer un viaje dentro de mí para buscar mis raíces. ¿Qué viaje? ¿Qué raíces? Yo tengo que hacer una investigación meticulosa. Punto uno: ¿tengo un alma? Punto dos: ¿cómo encontrarla? Punto tres: ¿dónde llevarla? A veces parece que los psicólogos tienen la misma frase para cualquier problema. ¡Como si todas las almas fueran iguales! O quizás lo sean… ¿Usted, Profesor, qué tipo de alma lleva? ¿No le parece una pregunta apropiada? ¡Pero también esta es filosofía! Usted me dice que no entendí nada de filosofía, que soy un animal Pues, gracias, Profesor, por lo menos ahora puedo pasar al punto dos de mi investigación. 21
Siete. Des-tiempos Happy Hour Vengan, señores, acérquense. Vengan y admiren la naturaleza y sus poderes. No es verdad que el incesto hace daño. Miren que ojos tan lindos, que hombros más hermosos, tensos, delineados. Que no los engañen, están algo torcidos, pero mantienen intacto su encanto anatómico. Claro, el codo podría estar más recto, tiene una convergencia rara, pero, si lo piensan un momento, es esto lo que ha captado su atención. Si fuera un chico como los demás, no recorrería el mundo atrayendo las miradas. Se lo repito, el incesto no es tan malo. Produce frutos insólitos, pero destacados y entonces, amigos míos, adinerados. Perdonen la rima poco elegante, pero todo es un juego. ¿Acaso no jugaban el padre cuando tocó y la hija cuando lloró? Aquí se necesita apertura mental. Y sus ojos la tienen, lo puedo ver. Este es el lugar justo, señores míos. Este es el circo del señor Morales. Aquí las extrañezas son bienvenidas, los cuidados son descuidados, los juicios están exiliados y el tiempo ya se habrá ido cuando miren el reloj y, una hora más viejos, se recojan anhelando la cena.
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Mediterráneo Agua mía placenta nutritiva de peces y árboles, olas salpican los pinos dormidos, bochorno que inhibe. Las cigarras cantan atronadoras, canción de cuna caliente de viento africano. El cuerpo despierta pensando en ciruelas, las cigarras cantan y mueren en el gozar, por el jugo ácido y dulce de tierra. Se encrespa el horizonte azul, origami silencioso entre sexo y sopor, mas las cigarras cantan y las cigarras mueren y las cigarras cantan.
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Siete. Des-tiempos Regreso Son nuevos los abrazos. Los días cambiaron de cara, dejan huellas. ¿Dónde estabas mientras crecían los vientres? ¿Dónde estabas mientras maduraban los sueños? Preguntas en-ojos de niña, la mirada seria no admite distancias. Las burbujas de jabón llenan los meses, quedan esos ojos severos quedan. Ella juega dichosa. Sola me demoro en las horas sin sus carcajadas.
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Siete. Des-tiempos Morituri Hoy morí. Saludé a la inocencia, me despedí de la inmortalidad, le dije adiós a la mano que me tocaba en lo profundo. Una nueva esperanza llena los instantes, ahora que cada paso me lleva a otra arruga, huella sangrienta y viva. Paseo con los recuerdos: me miran riéndose del morir lento, de las resurrecciones cotidianas. Yo río con ellos, no hubo momento más verdadero. II Sentada en el terraplén de este río familiar, el alma no descansa. Mira los rápidos y piensa en dejarse penetrar por el agua. Hoy que me fui tres veces, como ayer que vivía en la mentira, como de pequeña cuando morí y no lo sabía, miro este líquido sucio y no puedo dejar la imagen de subir a aquel puente y brincar. La necesidad de controlar aun cuál será el último día. O solo saldar las cuentas, apresurar el fin. Mi alma dispensada de la tarea de llevar en sí la pena infinita, libre de viajar a la búsqueda de un cuerpo que no se despierte asustado en el medio de la noche: un día su cama será una caja sin luz. III No lo haré. Seguiré caminando con esta esperanza, con las risas de los recuerdos a mi lado, con una presencia extrema que no ríe en absoluto, inmune a los sentimientos, natural, justa. Mis ojos dan vuelta para mirarla, a veces la ignoran. Tal vez pasará toda la vida en este juego: la tocaré un rato para sentir su olor, huiré para que no coja mi mano. O, quizás, después de un tiempo, cansada de atormentarme, dejaré que me acompañe.
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Siete. Des-tiempos Santa María del Desierto Ruinas de un mudo cuento de lunas negras, felicidad en la casa vacía. En el suelo recibos de otras existencias. Ingenuas en el engaño doloroso, cobarde, cobardes sombras de polvo sulfúreo. Las paredes sabias guardianas de los cuerpos podridos. Del norte, solo el viento del norte, solo el
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Mariela Fu Rodríguez Mariela Fu Rodríguez nace el 19 de febrero de 1978 en Santiago de Chile. Su interés por las letras la lleva a estudiar Periodismo en la Universidad de Chile, buscando una profesión desde donde contar historias. Durante su trayectoria profesional, se ha especializado en el monitoreo de medios de comunicación masiva, emprendiendo y fundando su propia microempresa dedicada al seguimiento y clasificación de noticias. Actualmente, busca lugares desde donde retomar su creatividad, tanto en lo profesional como en la cotidianidad del tiempo libre, atraída especialmente por el mundo del microcuento.
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Votos Lo pasaban chancho. Se apareaban como conejos, jugaban como tortolitos, dormían como lirones, hacían perro muerto en los boliches. Todo aquello en lo próspero. Pero llegó lo adverso. Y criaron cuervos, se aburrieron como ostras, pasaron gato por liebre y olvidaron ser felices como lombrices en salud o enfermedad. Ahora, cada oveja busca otra pareja, preguntándose si el amor es más que una cuestión animal.
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Instinto maternal En mi refrigerador conservo un dinosaurio que dice ser inofensivo. Trata de convencerme de que es vegetariano, pero soy precavida y de un bofetรณn le he quitado su dentadura. Como lo imaginaba, y muy a mi pesar, esta noche su instinto lo ha traicionado. Ha entrado sigiloso a mi pieza. Puedo sentir su ansiedad respirando en mi nuca. Pero estรก fregado. Hoy la luna estรก a mi favor y sin querer queriendo clavo mis colmillos en su cuello, mientras mi reloj biolรณgico le dice adiรณs a lo que pudo ser una conveniente descendencia.
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El arca Corrían tiempos agitados. Contra reloj, mi señora y yo construimos un arca. La bautizamos “barquito de papel”, porque tenía la esperanza de los niños que juegan en los charcos sin importar su forma o color. Cuando llegó el momento, llenamos el arca con todos los que pudimos, y arrancamos, conscientes de que atrás quedaban varios de los nuestros, que no eran pocos, algo así como medio Chile. Pero no fue suficiente. La ola tomó tanta altura que el barquito sucumbió. No pude salvar a nadie. Todavía me pregunto si fue mi fe la que falló o solo pequé de ingenuo.
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Ilustración de Marco Santibáñez Fu 8 años
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Mala infancia I Al padre por tu culpa tú y yo, gusano sedoso. Abrazándote yo, alas de murciélago. Dos cucharadas y fue la papa. Un dos tres y tu momia fui. Las migas del pan que no me comí las dejé adrede. Otros las barrieron bajo la alfombra. Fue así como nunca pude ser mariposa. II A la madre qué sabes tú de mis fantasmas acaso no era posible que mis gritos retumbaran tu sordera. Como defensa propia, puedes alegar que la leche nunca te bajó, que canciones infantiles apenas te cantaron y que otros instintos superaron al natural. Pero mamita Ud. sí sabe cómo alterar las cartas que juegan mis fantasmas, que invariablemente piden permiso antes de pisar tu jardín.
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III A la hija derechos
dicen que cuando nacen todos los niĂąos saben nadar. QuizĂĄs eso explica que tiraras la cadena apenas lo viste salir.
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Sin título Me guardaron al margen. Me despojaron. Me exiliaron de todo lo que pudieron. Y yo ahogué un grito sin alma. Subí la cresta de una ola seca, tomándome de un extremo de otra periferia. Y dejaron de preguntarme, de tironearme de esquina a esquina. La amortajada se instaló en mi espalda, deteniéndome justo al borde del abismo. Aún no les agradezco el favor que me hicieron.
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Orígenes El pueblo indígena los picunches se encontraba en franca extinción. De los mil doscientos que se calcularon en el censo del 92, se proyectaba que solo sumarían los setecientos para el 2015. Su alimentación, basada en espuma sintética y no en algodón orgánico como dictaba la tradición, provocó una intoxicación masiva que terminó con la mayoría de los padres de familia. Se desconoce el motivo por el cual esta indigestión afectó únicamente a los especímenes masculinos, lo cierto es que desde hace algunos años las mujeres buscan su descendencia apareándose con sujetos de otras tribus, conocidos como los piluchos. Los antropólogos creen que esta cruza es la responsable del origen de los peluches, especie pequeña que promete expandirse con rapidez.
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Cuando la ciudad cambió de nombre Cuando la ciudad cambió de nombre, yo fui el penúltimo en enterarme. Como un chiste sin gracia, le quitaron la L a mi pasaporte. Tomé el primer vuelo a Santiago, pero me quedé volando en el limbo, porque la ciudad cambió de nombre. Tú te enteraste al día siguiente, cuando te levantaste en una ciudad sitiada, en la que ya no hacías falta y en la que a ti también te cambiaron el nombre.
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Jannis López Me pidieron escribir una breve biografía, aquí va. Tengo 17 años al momento de redactar esto. Los cuentos que escribí, y tenía escritos para esta antología, fueron la primera instancia, el primer roce que tuve con la creación, un gesto completamente inocente y, sin darme cuenta, conté de tres maneras distintas las mismas carencias y dificultades que, gracias al taller, se pudieron unir en un solo capítulo de esta antología.
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Fuego Fatuo A Manuela Había corrido más de lo que esperaba. Los perros casi tocaron mis tobillos, pero mi cuerpo nutrido en la Amazonia era más que los cachorros de Ichym. Los dejé de escuchar hace muy poco, pero sigo corriendo. Tengo que alcanzar la tumba antes que me capturen y devuelvan a la ceremonia. Me habían obligado a vestir ropajes de cuero y huesos, festivos, como si estuviera celebrando. Me acomodé bajo unas hojas de otoño casi muertas y rajé mis vestidos, exponiendo a la noche lo que acomodaba mis pechos y sostenía mis nalgas. Ranas, ramas y serpientes me miraban. Vi el Fuego Fatuo huyendo discretamente y caí en que estaba pronta a llegar. Volví a correr, el aire había atajado una esencia propia de mis hermanos. ¿Y si era yo? Inspeccioné mi cuerpo y aún tenía ese olor a flores muertas. Paré, pero ahora sí me detuve. Olí un empalagoso olor a sudor y deseo, a mis pies las raíces comenzaban a sobar mis dedos, las llagas del camino. Subían lentamente por mis piernas, mordían mis muslos, y al mismo tiempo unas hojas amordazan mi boca. Era un juego sucio de iniciación, el tronco gigante reemplazó la tierra húmeda a mis pies y suspendida en la niebla empecé a sentir el verdadero placer. La raíz, ahora caliente como si el alma de los fuegos se hubieran incorporado en ellas, entraba lenta y suave por mí sexo. Las raíces templadas por la noche del Gran Río hacían un contraste ambivalente de muerte y culpa y gemidos. Mis sentidos despertaron, estuvieron dormidos tanto tiempo.
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Escuché todo, raíces resbalando por dentro, quebrándose en mis huesos, mientras las hojas suaves, casi un cuero humano, lamían mi cuello. Mis ojos se abrieron: pupilas de la noche que veían todo apreciaron la oscuridad llena de vida, sustanciosa y amante. La hoja que seguía en mi cuello ahora estaba buscando, lengua del pecado. Bebí delicioso néctar de sus entrañas, afrodisíaca y febril leche. Desperté en una cama de hojas y huevos de animal. Mi piel se erizó, sentí las sombras, acechando, aproximadas a mi reposo. Corrí como si hubiera tenido alas de mariposa en mi cuerpo. Esquivaba con gracia y femineidad las flechas que intentaban en vano apaciguar mi trote de felina. Nada me detenía ni podía preocupar más que solo el llegar a tiempo. Tenía los pies llenos de barro, estaba en la ribera del Gran Río. Me lancé como uno de esos pececillos plateados que me encantaba mirar de noche. Nadaba acuosa entre las tumultuosas corrientes; nunca antes me había sentido tan incorporada al río. Pude sentir el chapuzón tosco de mis hermanos y con un cabezazo llegué a la otra ribera. Quedaba poco, demasiado poco. Veía Fuegos Fatuos rondando cerca del suelo. ¿Habrán estado ansiosos de mi encuentro? Corrí a ojos cerrados por una llanura de la selva. Me dejé tomar por el viento y corría como una gacela, aunque no las conocía; Piratas de río colgaban siempre una en la fachada de su barco. Decían que eran rápidas y nerviosas. ¿Cómo me pude haber sentido algo que desconocía en su forma, tacto y olor? Me sentía extra-corporal. Los que me perseguían eran guerreros de los mejores.
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Aún no se cansaban de seguir mi huella, quizá por cuantas horas, pero no se demoró en mostrarse, veía mi destino, ahí estaba, brillando con luz propia. La tumba de mi madre, rodeada de rojas almas abandonadas a su suerte, vidas de cientos. Hombres y mujeres unidos en falso amor, murieron con el que nunca desearon. Ellos decidieron ayudarme, liberarme. A cambio, yo sería una de ellos. Me lancé a la tumba, con mi sien haciendo punta de lanza. Mi antiguo cuerpo resplandeció como un incendio en la noche: los huesos se hicieron muerte y la muerte se hizo fuego, pues la vida era la chispa. Me metaforicé como antigua leyenda. Los guardias de Ichym se miraban confundidos, vieron una luz gigante recorrer la selva y ya está, no hubo más. No pudieron explicarle a su líder que la bella Muleaan desapareció en la selva, para siempre.
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Camorra A lxs muertxs en acción
Anita entró amablemente con una taza de té. -Señora, el desayuno. No podía responder. Ella también me quería quemar, apedrear, repudiar. Como todos en ese infierno grande, inmenso, sumido en un bosque de eucaliptos que fue olvidado hasta por las leyes. Acaparé valor y respondí, con un seco “gracias”. -Señora, usted sabe que siempre podrá contar conmigo. -¡Mentirosa!, ¡tú eres peor que esas ratas, tú me condenaste igual que ellos! Pero pagarán igual que yo. Grité despavorida y a garganta cruda. Quería dejar caer la hilera de lágrimas que hacían fila en mis ojos, esperando su turno, impacientes. Antes que me viera, volteé. Volteé y ella salió corriendo, espantada pero complacida con el espectáculo que le brindé. Podría contarlo después de mi bulliciosa muerte. Llorando, cerré mis ojos por un momento, agotada. Soñé, soñé con mi amado. Los dos corriendo por un bosque, una pradera, el desierto o a través de los ríos. Frotando e inhalando nuestros cuerpos, sintiendo la naturaleza fluir como nuestra nueva sangre, una sangre verde y pura. Abrí los ojos con una piedra en mi cuello, cansada, confundida. Tenía el pecho agitado, había estado corriendo demasiado tiempo de mis miedos.
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Fui a la cama, pero antes me miré los ojos en un espejito carmesí de mano. Qué agrietados estaban, qué caídos y tristes por la partida de mi amado. Me recosté en mi cama y aprecié lo suave que era. ¡Cómo no había aprovechado lo banal, común y diario de esta vida! Oh, esta vida que me arrebatan como si hubieran concebido toda moral, cuando no son más que carneros buscando a quién penetrar con esos cuernos podridos y envenenados. Sedientos de víctimas a quiénes juzgar, con sus voces vacías, sin reflexión ni conciencia. Si hubiesen tan solo conocido la vida con mi amado, estarían desesperados por saber si de verdad han vivido tan intensamente como yo lo he hecho, y juzgarían hasta lo que comen por buscar la vida pasional que sentí. No viví, sentí. La mañana agitó los visillos. Mis párpados solo se habían reunido para refrescar mi vista, recordarme el horrible crimen cometido a vista de conservadores y pueblerinos. ¿Qué podía hacer? De mi alma, de mi esencia brotó el amor prohibido, de conventillo, rumor que hacía persignarse a todo el pueblo. Lo comentaban como piedra caliente, de labio en labio. Recuerdo a mi amado con esa palabra, mágica palabra: labios. Fina y áspera comisura que junto a mi oído hicieron zarpar ideas locas, ideas revolucionarias sobre el amor y mi cuerpo. El misterio que me invadió cuando tocó los míos por primera vez.
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Dejé de poner recuerdos en mi cabeza; debía tomar rumbo a la plaza, al Asty de mi pequeño infierno, lugar que repudiaba, que repudiaba como Dios al hombre. Decidí que tenía que ir, pero como ameritaba la situación. Corté un vestido borgoña a la altura de mi desarrollado muslo y con una navaja afilé mi piel, blanca y tersa piel que con poco amor cuidé. Era mi pobre cuerpo, tal y como nosotros mismos lo llevamos a la perdición. Las medias daban color a mis piernas a la vez que me calzaba unos bellos zapatos negros de novillo, que con tan solo cargar mi humanidad al centro habrían cumplido su misión. Me ceñí el corsé más ajustado, rellené lo que no tenía. Hasta los hombres se sentirán sucios al recordar con lujuria y pecado el último trote de la Carmen Camorra. Coloqué mi sombrero de funeral con el que velé a mi Zaida, acomodé el velo y, con suavidad y fineza propias de una reina, salí por la puerta de mi fortaleza. Mi hogar, que daba camino directo a mi sentencia, estaba frío, y no por el clima, sino porque no había alma que no convidase calor a la escena: todos en el punto de fulgor. Caminé pausada por la piedrilla y el polvo, decidida a hacer temblar la tierra… Pero ahí estaba. Ahí estaba Él, la única persona que podría haber entendido lo que pasaba por mi cabeza: mi Amado. Alto como un roble y espeso como una Lechuza. Nadie podía equipararlo en belleza, era un Dios, un Dios antiguo que reverdecía lo que tocaba. Como hizo conmigo. - Carmen, Carmen, amada mía, ¿qué te han hecho estas bestias?
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- Nada que tú hubieras podido evitar. Pero ya no estás, querido, ya no estás, y me convencí a mí misma de que te fuiste para siempre. - ¿Tan crueles eran las palabras de tu boca? No te recuerdo así. - Ellos me fundieron y forjaron a su antojo, Fernando. Cómo dolía decir su nombre, era evocar todo un paraje de recuerdos y sensaciones. Recordaba la vida tal y como era: austera y dolorosa. El dolor se apaciguaba con su presencia. Su cola de caballo y su sombrero parecían protegerme de la lluvia que me azotaba: una lluvia gris y áspera que me decía que ya no estaba. No vivía. - Vuelve a casa, no te sacrifiques por el placer de algunos. Tú sabes que no irrumpirían en casa, no tienen ese valor. - El más allá te ablandó, Amado. Antes me hubieras tomado de la mano, acabando juntos esta mísera travesía. Tomó mi mano y dijo que era el mismo de antes. Pero no la podía sostener, no tenía la materia: ya no pertenecía a este mundo. Le guiñé un ojo, como en los viejos tiempos, y seguí caminando. - No me dejes morir, Carmen, ¡vuelve y llévame contigo! ¡Vuelve! Su grito desgarrador hizo flamear una lágrima en mi cara. Seguí rauda y con la vista al frente: no merecía mi vuelta atrás. Caminé unos cientos de pasos. El ácido de sus intenciones se olía al llegar.
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Cuando me vieron se abrió un largo comedor, ancho. Me adentré, las mujeres me miraban con envidia y odio, odio por cómo podía ser más bella que ellas, si a mí no me correspondía. Pero los hombres, en cambio: boquiabiertos y con las manos en los bolsillos. Pareciera que nunca habían visto brillar la piel femenina al temple duro y dorado del sol. Seguí avanzando, podía sentir la brisa y oír cómo una niña curiosa preguntaba quién era eso. Al centro del corredor nadie decía nada, pero todos habrían estado dispuestos a hacerlo cuando, más nada, alguien gritara en nombre de Dios y sacara su rifle, o lanzara una piedra divinamente hacia mí. No quise reír, hubiera sido malvado. Ni quería llorar, hubiera sido lastimoso, patético. Entonces, una mujer me gritó “pecador”, y solamente la pude mirar, recordándole sus propios pecados con la mirada. Me detuve. El leve tic-tac de mis zapatos me hartó y no pude avanzar más: quería que todo pasara rápido. Con miradas cómplices, juegos de boca fugaces y un click, así fue. Llama viva. La sentí por un segundo en la geometría de mi nuca: una bola de metal tosco que era mi boleto al deseado eterno. Fue como si nunca hubiera pasado nada, como si nadie hubiera existido. Mi tirador fue el Mesías que me llevó al lugar prometido. Sentí apagarse la fuerza de mi cuerpo, de mis rodillas camino al piso mientras caía lentamente. Debería haber dolido, pero estaba liberada de todo eso. No sabían nada. Creían que me habían asesinado, pero no tenían idea: estaba en mi hogar. Un vacío oscuro y abrumador, lleno de vida, sin tiempo que me persiga. Ese lugar que había esperado siempre: ahí estaba, frente a mis ojos. 53
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Ilustraci贸n de Nicol谩s Guajardo
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Reo Yo lo deseaba tanto, tanto que mi cuerpo caía de rodillas en sueños. Siempre soñaba con él, despierto o dormido. Era una sucia celda húmeda, escondida en lentos y profundos pasillos de una cárcel gigantesca. Entraba de todo, estafadores, asesinos y ladrones. No recuerdo el año en que llegué, aunque sí sé que fue en uno bisiesto y que luego de dos años llegó él, Mateo, un hombre joven y moreno que se mimetizaba con el frío grisáceo de las murallas. Hablábamos muy poco, me preguntó por qué estaba allí y yo le dije que con el tiempo podría saberlo. Él había robado dinero de los impuestos en la empresa que trabajaba. Tenía una mujer afuera, no recuerdo su nombre. Mi memoria fue fiel a sus principios y olvidó su nombre en la medida que pasaron los años. Me causaba fascinación y entusiasmo saber más de él, pero no hablamos nada hasta el segundo año cuando las miradas esquivas se transformaron en palabras. Comenzó a contarme sobre su vida, hablábamos bastante, él desde su litera y yo desde la mía. Muchas veces me sentía importante para él hasta que salíamos al aire libre, ahí mientras hablaba sobre cigarrillos, mujeres y un ingrediente que faltaba para el semanal pajarete con los reos de otras celdas, solo me regalaba una mirada insignificante. En la celda era tan distinto, hablábamos sobre lo que le gustaba hacer y lo que solíamos hacer en libertad, cosas triviales: el clima, la asquerosa comida o los años que nos quedaban dentro del bloque de concreto.
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Decía que le gustaba el deporte, no tenía un hermoso cuerpo pero sus ojos marrones, desde el pelo mal cortado que abrían unas pequeñas orejas, su cuello largo capaz de mirar directo a mi esencia, todo eso me descomponía. Los hombros eran como dos balanzas pero, lo que más me magnetizaba de su cuerpo, eran sus piernas. Cómo me encantaban esas piernas largas cubiertas por suaves vellos, duras como una piedra. Eran como para no caer nunca. Pasó el tiempo y seguí en ese limbo, el mundo fuera y dentro de la celda era una tortura, un cambio brusco. Me hacía desearlo más, pero al mismo tiempo hacía que sopesara lo que está verdaderamente pasando. En el último año comenzó a visitarlo su mujer. Nunca la quise ver: me causaba una sensación amarga cuando partía a su encuentro. Fui tan egoísta conmigo, y con él, y conmigo. Ese año también fuimos cambiados de celda, a otra mucha más fría, pero seca. Daba a un horizonte verde. Los barrotes brillaban cada mañana cuando el sol los calentaba a la hora del desayuno, o lo que pretendiera ser esa sopa desabrida. Una noche yo tiritaba de frio. Él bajó de la litera y, conmovido, me abrazó. Puso su pecho en mi espalda, a mis pulmones, que se encarnó en la carótida de mi corazón haciéndola latir con dolor. Su compañía, el tierno acto de abrazarme, me hicieron descubrir porqué aún seguía en esa prisión: lo quería, el teatro de mi corazón le dio el protagónico. Era mi cable al cielo, pero no al cielo que todos imaginan, sino a mi cielo: él y yo unidos por fuerzas magnéticas que solo se explicaban en la tierra y sus fenómenos naturales.
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Su sonrisa pasa a ser una careta de misterio y nula expresión. El cuidado y protección que me daba me hacían sentir indestructible. Sus palabras como navajas y panaceas, me dañaban o reconstituían, aunque debo admitir que todo esto me ayudo a sobrellevar los peores años de mi vida. Las siguientes mañanas fueron terribles, era un martirio despertar y sentir el frío de mi cama vacía: había alcanzado la cumbre solo una vez. Comencé a sentirme solo, abandonado, descuidado. Las visitas aumentaron, no entendía cómo ella venía todos los días, la odiaba. Estaba todo mal, él no era lo que yo creía, lo que mis sueños me daban. Me ahogaba en mi celda, solo, nadie entraba, nadie salía. Por los pasillos ya no rondaban los convictos que me acompañaban, ninguno, todos se habían ido a medida que pasaban los años y la condena se alargaba, quedándome solo. En una posición fetal forzada, desesperado, grité: -Guardia, quiero salir de acá, quiero salir de acá. -¿Tú sabes cuál es el precio de salir?, ¿tan difícil es? La salida me torturaba, cómo iba a hacerlo si yo lo quería demasiado. Pero no podía con la naturaleza, simplemente era un mortal perecedero: un alma pasional que, como todas, acaba su vida en negro, y aún debía luchar por no acabar desangrado, el corazón que latía demasiado sin fuente que recibiera la sangre. Había tomado una decisión y, si no podía con ella, aceleraría el proceso. Acabaría antes con el dolor que enfriaba mi alma, frío que se encarnó esa noche de martes. Habíamos comido carne, tenía los servicios en la vajilla. Mientras reposábamos me contaba:
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Siete. Des-tiempos
-Saldré pronto, por conducta me dejarían salir un tiempo antes, unos cuantos meses. -…Podrás verla pronto. Como si se tratara de una prueba de orgullo, seguí mirando mi plato, absorto en lo que venía. Me había puesto de pie para dejar mis utensilios en la reja. Estaba de espaldas a él y, mientras recitaba sí, estoy feliz, saldré de aquí. Dejaré todo esto atrás, siempre seremos amigos, pero por fin seré libre… con el cuchillo en mi mano, apreté su cabeza y atravesé su garganta de lado a lado. Su cuerpo cayó, con los ojos abiertos miraba hacia el techo, su pecho manchado y la boca rebosando de sangre. Estaba fuera de la prisión, el pasto era verde y los pájaros saltaban de las brisas con dulces aleteos. La ciudad estaba cerca y el autobús no demoraría en pasar. Me miré en un reflejo de vidrio: ya estaba listo, era hora de seguir viviendo. Cada día recuerdo, mientras miro tu rostro en mi cabeza, que el amor no es sino la prisión que construimos en el ser amado.
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Tatiana Orellana Araneda
Soledad, ¿ya no te acuerdas? yo fui tu amiga. te buscaba en las noches estrelladas, te llamaba en las tardes encendidas. Hoy, en cambio, me asusta tu presencia, y en los días grises de neblina vago por las calles, extraviada, en busca de caras conocidas. Cecilia Casanova “Como lo más solo”. Editorial Morales Ramos, Santiago, 1949.
Tatiana Orellana Araneda, estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura, ha participado, entre otros talleres, en el “Laboratorio de Escritura de las Américas” con Tamym Maulén, en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, 2012”. “Escuelas de la poesía: Leer, Escribir ¿La misma cosa?”, Soledad Fariña; “Lectura Desintoxicante de Algunos Poemas de Amarillo Crepúsculo de Andrés Anwandter”, Elvira Hernández; “Poesía y ciudad”, José Ángel Cuevas; “Ciudad Nezahuacoyotl: Poéticas Indoamericanas”, Jaime Huenún; “Hasta Romper las Notas Musicales de la Escritura”, Óscar Saavedra Villarroel, en la Biblioteca de Santiago, 2013. “Taller Arte Poética” con Astrid Fugellie, en el Café Literario Bustamante, 2013. Actualmente participa en el “Taller de Poesía” de la Fundación Pablo Neruda.
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Desahuciado Pena encogida, amor desahuciado amante de los miedos. Calcinados por el fuego la falta de luz mata tu último aliento en mi boca moribunda. Bebes mis lágrimas pero me bebo el vino que fue testigo del encuentro. Dejé de ser fiel y ahora, tu in-fidelidad tortura mis recuerdos. Infiel soledad carcomida a la espera del cadáver al final de la estación de ese, aquel tren. Los años despellejados pasan como viejo y antaño tiempo putrefacto. 62
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Olvido Sabores amables ellos se pierden en el tacto, pero este dolor se desvanece en mi sonrisa borracha. Bebo la sangre pura el llanto violento sacio toda amargura. Bebo y olvido los desechos de la orfandad del alma.
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Siete. Des-tiempos
Desnuda Aumenta mi nerviosismo muerdo mis labios, y ellos sangran mientras pienso en todo lo que deseo. Enjuta, desnuda con los senos ausentes hambrienta de risas agonizo frente a la almendra que me hiri贸 en esa danza inconclusa.
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Siete. Des-tiempos
TĂş El brillo de tus ojos, las estrellas de una noche de verano. Lejos de la reminiscencia tu mano me toma sacia la infancia agonizante esas sobras humanas. Fuerza protectora ÂĄescucha! la memoria acribilla.
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Vacía Me angustia ver el papel en blanco siento el vacío cómo entorpece la voz muda. Tras varios intentos para vomitar algún verso y satisfacer el hambre poética, me desvelo. Noche de verano tendida en el suelo se desnudan sentimientos obstruidos por la tinta marginal. Mi corazón enjuicia el desahogo el desamor: prisión desolada los recuerdos azotan la-azotea de los miedos. Necesito el aliento amable que calle mis verdades. Noche tras noche se revuelcan los miedos penetran en mi debilidad como parásitos enajenados.
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Estoy seca vacía como la copa borracha ¡olvidando desaires!. Un verso más, pero lo fugaz me recuerda la dependencia vuelvo a ser la niña-tiza ebria identidad-fracturada. ¡Me desangro en el silencio! Miro el reloj pasan las horas y la hoja sigue sin una línea.
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Antídoto A veces deseo la muerte como antídoto paso los días sobreviviendo tartamudeo símbolos para consolar el hambre. Pero, no mujer-niña-sujeto-parasito-poético cansancio de lucha vuelvo a tropezar con los males. La herida calcinó la esperanza violó-violó en un devaneo mis senos-virginales.
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Cuerpo Me desnudo frente al mundo comienzo a despertar bajo la sombra de la hipocresía dentro y fuera del vacío. ¡Ay, de mí, cuando el cuerpo habla, ya no quedan respuestas!.
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Ada Pérez Berti Ada Pérez Berti nace un 8 de agosto de 1964 en Santiago de Chile. Desde la temprana edad de los ocho años muestra su gusto por escribir. Llegada la adolescencia y enfrentada a las elecciones vocacionales, explora posibilidades de expresión en estudios de literatura y lenguaje audiovisual, para luego, sin embargo, decidirse por la carrera de psicología. A través de diecisiete años del ejercicio profesional, se encanta con lo profundo de lo humano. Luego, a partir de sus especializaciones en Psicodrama y Psicología Junguiana, en los tres últimos años, retoma su placer de crear con las letras.
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Cuestión de significados Caridad se llamaba mi abuela y era una gorda infame y egoísta, que no movió ni un pelo de sí misma y le caían a chorros los billetes por sus negocios turbios. Esperanza se llamaba mi madre y era una mujer violenta y oscura, que terminó con su vida cuando me dio a luz. No sé con qué cara me vienen a decir que tengo que tener fe, que todo va a salir bien, que me van a sacar de la cana, que no voy a tener que seguir aguantando la cara de la gendarme, que no entiende que prefiera a los papis, que no me gusten las pelás, como ella quiere. Igual pienso que si un día tengo una hija, está claro que no voy a llamarla Consuelo ni Libertad, mejor Dolores, a ver si pasa algo distinto.
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Enfermera de colores La primera celda se llenó de violetas, por eso la llaman la jaula de las locas. Yo trabajo de enfermera y tengo que cuidar a esos cabros, como a cualquiera, de las noches cargadas de cortes y cariños malos, mientras los guardias ven tele. Cuando el chiquillo nuevo, el bailarín, se viste de plumas para jugar ping pong en el patio, nadie duerme siesta en la unidad de alto riesgo. Los mantiene despiertos el aletear de nalgas rosadas sobre el cemento gris violento, mientras rebota la pelota en la madera pintada de verde. Yo abro distraída la puerta de la unidad, entonces veo los penes que escapan a través de las rejas, huyendo de los cuerpos, tan erguidos como si fuesen las mejores armas de los peores de Chile. Entonces grito, grito, grito enojada y de miedo y a nadie le importa mi chillido. El metal de los barrotes recibe silencioso el amarillo biológico, entre quejidos, y lentamente lo deja fluir sobre el cemento, augurio de una noche relajada para los gendarmes y una mañana de gasas y medicinas para mí.
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Confesión Cuando lo conocí, supe que iba a ser mi amor platónico, por eso lo asesiné, para librarme totalmente de la tentación de probar su carne.
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Margarita y Chagall Su cabellera ondulada destella llamaradas. Su vestido platinado, hecho por sus propias manos, envuelve su esbelto cuerpo, elegante desde la cuna. Sus altos zapatos rojos, pintados con el pincel que traza sus obras, dejan sentir burbujas de vida que envuelven su caminar. Chagall, ya canoso y como siempre a su lado, cuida a Margarita, mientras ella como una reina compra pinturas y pinceles para su próximo cuadro, dejando a todos extasiados con sus 82 años de belleza. Ella vuela y ríe pensando en su próxima fiesta, mientras él espera alegre el evento, con la certeza de que algún hueso carnoso le caerá.
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El Viejito Pascuero me reconoció Iba caminando frente a la heladería de Manuel Montt, cuando vi que en una mesa estaba almorzando el Viejito Pascuero. Me reconoció y sonrió con sus ojos celestes. Luego, agitando la mano, me invitó a sentar a su lado. Me ofreció de su Coca-Cola, pero no quise por vergüenza. Dijo que estaba contento porque esa mañana había ganado buen dinero. Gonzalo, porque ese es su verdadero nombre, trabaja repartiendo juguetes solo en Navidad y el resto del año nos vigila a todos haciéndose pasar por mendigo. A veces también usa el nombre de David, para confundirnos. Me gusta que me reconozca.
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Salvación Corriendo embriagada por prados floridos, gorjeando letras hermosas y vacías, tropecé al ver con terror un acantilado persiguiéndome, haciendo un ruido sordo, amenazando con llenar mis tardes reposadas, mis amaneceres brillantes. Quise voltear hacia otro lado, huir del vacío, pero no pude moverme, mis piernas ya no dieron paso seguro. La mente, corrupta con el miedo, cayó en una soledad sin asideros. Grité, grité y grité, pero nadie escuchó. Caí. Sombras, muerte y soledad maltrecha. En la urgencia de lo oscuro, comencé a tejer a ciegas el alma, con verbos fuertes, a diseñar un columpio firme de sustantivos, anudando adjetivos, escapando de los que matan. Hilé palabras, construyendo cuerdas, y las amarré a un lápiz y a las cuatro esquinas de mi mejor papel. Dejé que el viento oscuro soplara y soplara. Me senté, me columpié, me dejé mecer en la cadencia del verso. Cuando mi esencia se hizo más pura y sutil, comencé a volar por claros y oscuros, cayendo a ratos, en mis fosas más profundas, para luego con lentitud, remontar en una corriente tibia, hasta las praderas de mis sueños. Allí, luego de tocar tierra, guardé mi nave en el regazo y, con una nueva certeza, retomé el rumbo hacia mis violetas de Persia.
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La bella durmiente Quiero abrir los ojos y comer la fruta que carnosa luce ante mis pupilas, oler las flores y bañarme en el polen de la primavera pendiente. Quiero dejar la cuna de Morfeo y abandonar al príncipe onírico, para reunirme con Baco. Quiero volver a sentir el dolor en la dermis y ese leve palpitar de vida, cuando tus ojos me vean despierta, una tarde corriente, una tarde como ésta.
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Gonzalo Robles Fantini Gonzalo Robles Fantini nació el año 1975. Luego de egresar del colegio, estudió periodismo, debiendo interrumpir sus estudios por motivos personales. Manifestó sus inquietudes literarias desde muy temprano, pero su actividad formal la inició el año 2003, cuando participa del Taller de Narrativa impartido por el escritor Poli Délano en la Sociedad de Escritores de Chile (Sech). Sin embrago, en el desarrollo de su escritura descubre que se siente más a gusto con la creación poética. El año 2007 retoma sus estudios de periodismo en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Paralelamente, colabora con artículos y entrevistas sobre literatura para una revista digital de cultura. El año 2013 comienza el Taller de Poesía con Astrid Fugellie y reafirma sus preferencias en el género lírico. Actualmente se encuentra redactando su tesis de grado sobre el periodismo literario.
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Inmortales En un principio era el Verbo, soplo divino que inventa mundos (Huidobro duerme una siesta). Imágenes en movimiento, la película de mi vida. Fotogramas que se repiten: somos escupidos a la sala oscura, nacemos. Cambio de piel, rutina incesante de sastre. Aunque la mona se vista de seda sigo siendo idéntico en el reverso del espejo. Pedro Lastra reescribe cada año el mismo libro. Y somos inmortales, (Borges dixit),
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las modas son pasajeras, los atuendos mudables, los versĂculos se reinventan en espiral infinito. Nietzsche descansa en paz.
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Marginal Los orfeones del circo resuenan estridentes melodías; payasos y bestias desfilan enhiestos y los pueblerinos se encandilan. Tras bambalinas, sombrío, Edgar Allan Poe recita un poema. La prensa imprime frenética palabras y fotografías. El glamur se solaza, acicala sus cabellos con peine de oro. Pero nosotros preferimos acudir al tugurio que advierte a la entrada: Solo para locos. (Harry Haller comparte una sidra con el viejo Bukowski a medianoche en un callejón maloliente) La musiquilla de las pobres esferas no es un bien transable en el mercado. ¿Asistir a la liturgia del establishment para ser leído en los hogares decentes y señalado con el índice en la calle?
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La poesía no se tasa en Wall Street, y hace más de dos mil años Jesucristo lo estableció en su Arte Poética a las afueras del Templo, ante el horror de los apóstoles.
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Sobre lo arcano Calles estrechas e interminables, trastabillar de pies e ideas. A cada esquina una ciudad nueva y desconocida. Los árboles no dejan ver el bosque.
Si la existencia no fuera un misterio, la vida es una película de Hollywood. El sentido es caprichoso e inasible, como abrazar una nebulosa (Cortázar se remece en su tumba). El final de la rayuela es el cielo, pero ignoramos qué hay tras el velo de la muerte.
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Por eso Jean-Paul Sartre se encierra por días en su biblioteca de París, y Albert Camus fuma angustiado un cigarrillo en Argel. Para ellos vencer la muerte es besarse bajo el Puente de los Suspiros, y que los gondoleros ciegos comprendan a sus colegas para no estrellarse entre sí. Pero yo desconozco Europa y jamás he pisado Venecia. Solo junto monedas para comprarle rosas a mi amada durante mis paseos por La Vega.
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Insensato Habla el mismo idioma que sus compatriotas, mas nadie entiende. Sus palabras son pompas de jabón, ingrávidas en el aire, y la gente sonríe al escuchar, con sorna. Es el bufón del circo pobre, un espantapájaros que a nadie asusta. Gregorio Samsa reclama airado contra el jefe. El ángel Cassiel pulula por las calles de Berlín, en blanco y negro. Nadie advierte su presencia. Semáforo inválido, fantasma de Canterville, la ciencia desconoce el motivo, pero desentona entre humanos.
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Transantiago Colonia de hormigas, movimiento incesante, sin rumbo. Aire espeso, Plaza Egaña se derrite bajo la canícula estival. El cielo encapotado una bóveda parece. Sombra mezquina. El recorrido 513 se acerca. Tumulto, aglomeración, codazos, olor a axila. - déjame pasar, huevón. El validador indica saldo insuficiente: - señor, tiene que bajarse. ¡suéltame, conchetumadre! Niños que chillan, sudor en la frente. El aire genera espejismos. El pavimento es un horno, claxon inflamando los tímpanos. - hay helado, heladito. Para la sed, para el calor.
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La cefalea es el Ăşnico bajativo. Otro empujĂłn, carmĂn en los ojos. Una muchacha vestida de negro, en la vereda, colgando sus piernas, lee a Teillier.
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Circo El pecado fue desafiar las alturas. Humanidad que yace atrapada en la red. La contenci贸n fue el castigo, trapecista insolente: hebras que prolongan sus miembros, concentrados bur贸cratas: vigilan, registran, archivan cada movimiento en amarillos legajos. Payasos se burlan con sorna parodia grotesca, bur贸cratas bizarros expelen naftalina. Empalagosa venganza amenaza con soltar a las bestias.
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Trampa sin origen ni fin, cĂrculo infernal insoslayable. Nadie acude, se desentienden. Los funcionarios del circo estĂĄn muy ocupados en sus asuntos.
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Alejandro el viejo y don Enrique A mi abuelo, Alejandro Robles Jiménez, y a Enrique Lihn
Alejandro despertó temprano esa mañana. Pidió el desayuno a Elena, se levantó en pijamas. Comió tostadas y una taza de té. Sufría por su reciente operación. Repitió el plato, desayunó otra vez. Luego se acostó a dormir, Elena a su lado. No despertó más. Entrecruzadas vidas, hombres que jamás se miraron a los ojos. Elena pasaría sus últimos días en un departamento de calle Passy. Geografía idéntica del refugio de don Enrique, escribiendo “Diario de muerte”. El cáncer tocó a su puerta. Existencia malograda, atardeceres mustios bebiendo té.
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La tinta registraba bellos versos de su amargura, mas la necedad parió con él, la necedad de asumir al enemigo la necedad de vivir sin tener precio. Escritorcillos fracasados se codearon con poderes oscuros. Conjura contra don Enrique, murió sin pena ni gloria recibió el Pago de Chile. Alejandro fue empleado público, siete hijos a su haber largas tertulias de sobremesa, Elena lo apremiaba cuando con placer distendía la palabra. Pero a veces el mundo se viene encima, como ola que estalla sobre la cabeza,
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y no hay mĂĄs remedio que la costumbre resignada. Alejandro y don Enrique nunca se conocieron, mas compartieron esa desazĂłn: expirar sintiĂŠndose enojados con la vida.
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Pablo Vicencio Pérez Nace el 23 de noviembre de 1989. Desde pequeño mostró interés por las distintas formas de Arte. Con facilidad para el dibujo, siempre sintió la necesidad de darle vida a sus fantasías, casi tan reales como para buscar la manera de sacarlas del papel. Entre lápices de color, clases de violín y poemas de Baudelaire vivió gran parte de su adolescencia, siendo esta última su primer gran referente. Su Fe en Dios es el punto crucial del cambio y crecimiento artístico. Llegó la adultez y este traductor de profesión comenzó a tomarse “La Palabra”.
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Nam Angeli Se alinean mis sueños con tu imagen lumínea que retórica converge con mis versos. Y veo nuestras almas encontrarse, como amigos, como amantes. Esas pequeñas fiestas… ¡Por Dios! Era feliz, jugando al ciego, pero ya no. Y te mantuve ajeno a mi palabra ahora…-¡Sé libre!Nam Angeli.
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Amor Spectro Ya que falleció amando, su imagen vívida apareció en sueños. Ah! Tan dulce grial angélico -maldito réquiem de asfixiante spalla-. Ya sin aire los recuerdos descuartizaron letras en su prosa aflicta. Pernoctó su miel en devaneo y le cantó al oído; -muerte roja a tu yo suicida-.
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Christus fracti Mi cristo se rompe destrozado, mutilado me asusta. Sin el rostro Ya no odiaba Sin sus brazos No mataba Sin nada entre las pierna Simplemente No violaba. Yo lo amé aun así perdón Mejor así Deforme Inválido. Está roto El descuartizado Como yo existe reflejo en masacre dolor.
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Sponsa Dei Desde la hoguera cantaba ella solo sus rezos le contentaban manos fluyendo en verso fuiste la Eva de las calladas el fuego mostró su fortuna regocijándola entre las llamas reflejos de un amor sacro guiaban sus letras, enclaustrada silenció sus pasiones ocultas, cual Magdalena mancillada, -ahora me acusas y dices al cielo, que mi alma se ha vuelto pagana-. ¿Quién devolverá lo perdido? como una virgen misogenada pues le negaron el amor real -tu eres del mundo, la nada-No necesito reyes, cual Juana de arco glorificada ¡Estoy toda engolfada de DIOS! Aunque me quemen-, iluminada.
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Devorantis timore En estos pequeños espacios mudos, sacros y siniestros se abre un paréntesis y callo por terror a lo que yace dentro. Atisbé de reojo un crucifijo, seguido del caudal del Leteo y admiré su cuerpo Alabastro, óbito y sin aliento. Con Miedo de mirarle a la cara por su belleza de esperpento -¡Deus, propitius amoris mali! Salvum me fac ex inferno-. Sentí envidia de la muerte y de su parecido al Dios Erebo, -Tengo hambre y comeré, Quiero que seas mío, perpetuoMientras tragaba sus entrañas. y los gusanos de su sexo, mire el banquete y declamé -¡Potum dedi terrorem meum!-
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Flamas Gemelas …Y ahora permanecen en la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1 Corintios 13:13. Querida Lírica, Al haber alcanzado el nivel cósmico, repartiendo nuestro amor a toda la humanidad, por fin llegó el momento de bajar del Cielo para seguir una nueva dirección, sabes que estamos conectadas por el corazón y siendo flamas gemelas es un lazo que no se puede romper. Escuche a Dios mientras redactaba nuestro destino, me conoces, siempre he sido curiosa así que a hurtadillas me escondí en la luna para espiarle, Eso sí, ya sabes que no soy muy buena con el lenguaje subjetivo, pero interprete lo que pude (como si no fuese suficiente la complejidad del alma). Aquel que te recibirá habla en Oda, ese idioma que tanto te gusta, tiene una actitud carminica y siempre está reflexionando acerca de sus sensibilidades, Fue elegido para ti ya que es portador de canticos y salmos, de una manera celestial y hermosa. Sabes querida, tu humano traduce las palabras al lenguaje de los ángeles; sí que eres afortunada Lírica. Con respecto a mí, escogió un humano que representa nuevas formas ante la cotidianidad y el realismo, Sabiendo conceptuar el mundo interior del hombre con sus problemáticas existenciales; también mencionó que viviría gobernada por la interioridad del sueño, quebrando toda lógica terrenal; como ves ¿perfecto para mí no crees? 107
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Eso sí, hay algo que me preocupa mucho, ¿tú crees que podremos reconocernos en la tierra?, con eso de que solo se puede mantener la afinidad verdadera en planos de luz y ambas sabemos que el solo hecho de que el hombre crea en nuestra existencia ya es todo un reto; Pero bueno, sabes que nuestro creador nos ama, así que confiemos, creer para ver. Y así querida, Mañana parte nuestra hermosa travesía, Asegúrate de encontrarme cuando lleguemos a la tierra. Siempre tuya, Onírica. PD: Se me olvidaba, como soy amiga de las estrellas, la más cercana a Dios me dijo que nos reencontraremos a mediados de julio, nevará de noche en Santiago de Chile; pero no se mas, Sabes que siempre te han tenido celos. Juré no contarte nada pero me conoces, soy tu Flama gemela.
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El Soñador Enamorado. ...y dijo el Enamorado -Amar, nací para soñar el amor, no para sentirloEl Soñador respondió -cuando sentí el amor, me di cuenta que todo era un sueño-...
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Siete. Des-tiempos Índice Prólogo Introducción
9 13
Antología de poesía y microficción Silvia Carradori Pan de cada día Entre animales no nos entendemos Happy Hour Mediterráneo Regreso Morituri Santa María del Desierto
17 19 20 21 22 25 26 27
Mariela Fu Rodríguez Votos Instinto maternal El arca Mala infancia Sin título Orígenes Cuando la ciudad cambió de nombre
29 31 32 33 36 37 39 40
Jannis López Fuego Fatuo Camorra Reo
43 45 48 54
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Siete. Des-tiempos
Tatiana Orellana Desahuciado Olvido Desnuda Tú Vacía Antídoto Cuerpo
59 61 62 63 64 65 67 68
Ada Pérez Berti Cuestión de significados Enfermera de colores Confesión Margarita y Chagall El Viejito Pascuero me reconoció Salvación La bella durmiente
71 73 74 75 76 77 78 79
Gonzalo Robles Fantini Inmortales Marginal Sobre lo arcano Insensato Transantiago Circo Alejandro el viejo y don Enrique
81 83 85 87 89 90 92 94
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Siete. Des-tiempos
Pablo Vicencio PĂŠrez 99 Nam Angeli 101 Amor Spectro 102 Christus fracti 103 Sponsa Dei 104 Devorantis timore 105 El SoĂąador Enamorado 108
114
Ediciones