Juicios en torno al suicidio

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Juicios en torno al suicidio Por Eduardo Vázquez Reyes Me es indiferente si lo que he pensado ha sido o no pensado antes por otro (Ludwig Wittegenstein, tractatus lógico-philosophicus)

En la presente disertación me he puesto la tarea de analizar algunas aseveraciones en contra del tema del suicidio, pues creo que es importante, antes de opinar al respecto, ponderar de la manera más atenta nuestros propios juicios y, a la vez, saber cómo están fundamentados. En esta misma línea intento responder a la pregunta ¿tienen, la mayor parte de los juicios en contra del suicidio, un buen fundamento? A lo cual respondo, categóricamente, que no; ya que, principalmente, su solidez lógica-epistémica es endeble. Es decir, que en la mayor parte de los casos, no son correctamente precisados los conceptos con los cuales se trabaja. Es decir, se prestan para la ambigüedad y de la misma forma llegan, en algún caso, a cometer sofismas. Otra cuestión que debo aclarar es que no me adentro en la problemática acerca de si debe ser tolerado el suicidio, estimulado, etc. Tal vez, se pudiesen desprender algunas implicaciones, pero para el fin de este trabajo prefiero situarme en lo acordado. Logos en sentido estricto es pensamiento, razón, palabra, discurso. Delimitando más la cuestión, he de elegir, para esta disertación, la noción de logos como pensamiento. Ya que mediante este término podríamos definir la característica principal del hombre; es decir, un ser pensante, un sujeto capaz de racionalizar el material que la naturaleza le proporciona. Haciendo hincapié en esta característica- puedo decir- que el hombre, mediante su bagaje conceptual, crea una realidad, la determina y se expresa mediante un lenguaje particular. Dado que como hombres debemos entender el sitio en el que nos encontramos, así, nos es necesario, para tal propósito, servirnos de una herramienta, un órganon. Este instrumento es nuestro arsenal conceptual.


Ahora bien, tenemos ante nuestros sentidos la palabra concepto. Este término lo he de entender como una forma lógica, una estructura mental. Ésta nos permite capturar una partícula de la realidad, un objeto en especial; es decir, que si centramos, de la manera más solemne, nuestra óptica hacia un integrante de la realidad, podremos determinarlo. Para nutrir mejor este punto he recogido la noción de forma, estructura, función, de la analítica trascendental. Sin embargo, sólo es esa idea la que rescato de Kant1. Esto es, que la mente tiene en sí las funciones capaces de abstraer una unidad de la pluralidad que se encuentra en el mundo. En otras palabras, nuestras formas tienden a buscar su respectiva materia, creando así un complemento y a la vez nutriéndose de conocimientos. ahora bien, el problema se encuentra en lo establecido por la sociedad, es decir, en el convenio. ¿Cómo evitar el relativismo, por ejemplo en los conceptos axiológicos? Una respuesta sería el de adecuarnos a ese paradigma establecido. Creo que si no es posible subsumir la realidad en estos conceptos, no hay cabida para un progreso. Ahora, en este momento podemos especializar la cuestión del concepto y centrarnos en un punto fijo. Pues bien, este punto fijo es el concepto de suicidio, ésta es una noción que debe ser esgrimida der la manera más atenta posible. Ya que, como sostengo, la mayor parte de los juicios en contra de éste son formulados sin un buen fundamento. ¿Qué es el suicidio? Algunos han contestado que es, categóricamente, un crimen; otros, por su parte, han dicho que es hacer uso de su libertad, de su libre albedrío; y por último, suicidio se puede entender como el acto de terminar con la propia vida. En lo correspondiente a la segunda definición podríamos decir, de una manera tal vez demasiado burda, sin delimitar tal definición, que si el suicidio es hacer uso del libre albedrío, y libre albedrío se entiende como el tomar la libre decisión, entonces, fumarse un cigarro es suicidarse, ya que la decisión fue realizada. Sin embargo, esta opinión carece de sustento, pues del hecho de comprarse un cigarro no implica el tener que morir a causa de ello, puesto que se pudo haber comprado tal

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Emanuel Kant, critica de la razón pura, pp. 81-82, ed. porrua


cigarro y, sin embargo, haberlo regalado. Entonces, no es convincente que el suicidio radica en el acto del libre albedrío. Por otra parte, la primera definición nos dice que el suicidio es un crimen. Sin embargo, un crimen es salirse de cierto cúmulo de normas establecidas cabalmente. Entonces, se dice, que el suicidio cumple esas características, esto es, se adecua a ello. Si esto es así, muchas cosas serían suicidio; por ejemplo, transgredir una señal de tránsito, pues quien lo hace se sale de lo establecido, es decir, no respeta cierta norma. Por tanto, creo convincente apegarme a la tercera definición, a saber, suicidio como el acto de terminar con su propia vida. Pero debo hacer una aclaración, ya que como se podrá ver, cuando digo el acto de terminar con la propia vida caigo en una ambigüedad, una anfibología. Pues se puede prestar a ciertas interpretaciones. Se puede preguntar, desde aquí, ¿terminar con la propia vida de quién? Otra interpretación, tal vez demasiado superflua, sería decir que terminar se puede entender como finalidad y, entonces, estoy en mi derecho de decir: “he llegado al final junto con aquella persona”: mi vida junto con la suya. No obstante este no es el significado que quiero dar a entender. Ahora bien, haciendo énfasis, de nuevo, en la definición nos encontramos con el término “vida”. Pero vida ¿en qué sentido? Es decir, ¿vida mental o vida física? Pues bien, para mi sí hay distinción entre vida mental y vida física, sin embargo, creo que al final de cuentas la vida mental depende de la física, ya que, desde mi perspectiva, cuando muere el cuerpo muere la mente; por consiguiente, acabar con la vida física es acabar, a la vez, con la mental. Por tanto, mi definición, ya reestructurada sería, y me veo limitado a dar una mejor, el acto de poner fin tanto a la vida mental como a la física. Ahora daré paso a unas cuantas aseveraciones en contra del suicidio. Pues como ya lo he dicho, primero debemos poner la mayor atención a cierto cúmulo de aseveraciones antes de emitir la nuestra para desacreditar. Tenemos la proposición “la persona que se suicida es un cobarde”. ahora bien, como se puede ver este juicio contiene en sí un término universal, a saber, cobardía. Pero quien emite esta aseveración ¿desde dónde se está basando? Se puede llegar a pensar que mantiene un trasfondo platónico y que para él esta persona es cobarde puesto que participa de la cobardía,


de esa forma inteligible, de ese prototipo. Pero, por otro lado, en qué nos basamos nosotros para suponer eso. También se logra ver el concepto de persona. Este término es muy problemático, adquiere muchos significado según el contexto en el cual se esté hablando; entre muchos otros , podríamos decir que persona es aquel que tiene en sí un conjunto de pensamientos elaborados sistemáticamente; también, otra definición es persona como el sujeto arrojado en una cultura determinada. No obstante, el desarrollo de este punto tomaría mucho tiempo. La idea que quiero rescatar es que creo que una aseveración de tal calidad es emitida sin un fundamento lógico-epistémico apropiado. Otra aseveración es la que nos dice “un suicida es aquella persona que no tiene el valor para afrontar sus problemas”. Este juicio es aún más problemático, pues está suponiendo que la persona que se suicida, necesariamente, tiene que tener problemas que lo estimulen para hacerlo. Además, afrontar problemas y enfrentarlos ¿son lo mismo? Y por último, más que patente es el concepto universal “el valor”. En esta proposición sucede lo mismo que con la anterior, es decir carece de sustento. Como se pudo ver en los dos juicios analizados anteriormente, habría que establecer bien nuestra base conceptual. Esto es la función del concepto en general, su fundamento, pues es él la base para emitir juicios, ya sean de valor, como en este caso, o de cualquier otro tipo. Lo importante es dirimir con meticulosidad nuestros conceptos para no caer en sinsentidos o sofismas. Por ende, pienso que la mayor parte de las aseveraciones en contra del suicidio no tienen una base solida y, por consiguiente, no tiene una buena fundamentación lógica-epistémica.

Bibliografía Larroyo Francisco, Cevallos Miguel Angel, la lógica de las ciencias, ed. porrua Kant, Imanuel, critica de la razón pura, ed. porrua Wittgenstein Ludwig, tratactus lógico-philosophicus, ed. alianza


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