Una consideración sobre el ateísmo

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UNA CONSIDERACIÓN SOBRE EL ATEÍSMO

Juan Adán Alarcón Méndez Facultad de Filosofía UV juan_alarcon_mendez@yahoo.com.mx

"No se profanará más con juramentos el nombre del Creador, pero se le insultará con blasfemias, sin que nuestros escrupulosos oídos se sientan ofendidos"

Jean Jacques Rousseau

Introducción La caracterización de la presente época histórica de la humanidad no es una cuestión sencilla; sin embargo, nos atreveríamos a afirmar que un rasgo predominante es la proliferación de diferentes y diversas propuestas que convergen entre sí, y que se presentan ante el individuo contemporáneo para otorgarle, en algunos casos, herramientas –por decirlo así- para situarse en el mundo, pero sobre todo, para otorgarle sentido a su existencia. Una de las diversas situaciones a las que se ha aludido como motivos o condiciones sobre dicho estado, es la denominada crisis de la razón o fracaso de todo discurso metafísico que imperaba en la tradición y que era utilizado para ofrecer una explicación de la realidad, es decir, la caducidad, o calificar como obsoletas a todo tipo de pretensiones de construir, por medio de la reflexión, cualquier sistema que pueda ser considerado una ontoteología.

La filosofía se ve inclinada a renunciar a dichas pretensiones absolutas y universales para encararse con la realidad y ofrecer una comprensión de ella. El objetivo ahora es el sentido, más no la verdad; la atención a las diferencias, más no la identidad; la reconciliación de los contrarios y no


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su negación. Por tanto, surge una renuncia a apostar por cualquier fundamento ontológico que se erija con pretensiones de verdad. Sólo es válido considerarlo a manera que proporcione sentido para aquél que lo adopte, y a la vez, tal individuo se encuentra descalificado para ofrecerlo como un discurso verdadero.

Concuerda así, que en las condiciones actuales del pensamiento antes caracterizadas, el discurso religioso, -discurso que se compromete con la existencia de un fundamento entitativo de lo real, con una moral que se encuentra inscrita en la naturaleza y con un fin al que todo hombre se encuentra llamado- se encuentra descalificado o caduco, y a la vez el ateísmo, se presenta como una de las posturas sensatas y viables para encararse con lo real y con la existencia propia.

El estado de la religión y las objeciones ateas Uno de los discursos que sufre este desprestigio en tales situaciones, y que se caracteriza como obsoleto, es el religioso. Tal fenómeno religioso se puede encontrar a lo largo de casi toda la historia de la humanidad, casi no existe cultura en la que no exista una expresión religiosa, ante esto podría llegarse a pensar que es un rasgo esencial del ser humano practicar una fe. Sin embargo, ante la orientación general y actual de la filosofía, que ya hemos caracterizado, si bien existe un predominio, -mas no toda reflexión filosófica contemporánea se caracteriza de tal modo-, es verdad que el nihilismo es una cuestión con la que la reflexión se encuentra de algún modo comprometida, y que podría llevar a pensar al estudiante que se encuentra apenas incursionando en el vasto horizonte filosófico que es una condición necesaria adoptar tal postura para construir una reflexión sobre el mundo contemporáneo

De algún modo, el nihilismo es una postura sana y favorable, pues evita caer en los excesos de la razón de los que fue víctima la llamada época moderna; sin embargo, la pretensión por evitar caer en cualquier pensamiento universalista, de carácter metafísico, es decir, una ontoteología, lleva a desacreditar la validez, también de cualquier discurso religioso por equipararlo con aquel discurso universalista y dogmático

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Por el momento, nos basta con mencionar que resulta errónea esta descalificación a la religión en sentido estricto, porque –introduciéndonos en el trasfondo mismo de una religión- una doctrina religiosa afirma no ser producto de la reflexión humana, una religión afirma erigirse y sustentarse en una revelación que tiene su origen en un acontecimiento histórico concreto. Tal acontecimiento es a la vez relatado en forma de mito. Ténganse en cuenta el llamado de Dios a Abraham, El Evangelio predicado por el profeta Jesús de Nazaret o la revelación del Corán a Mahoma –de los cuales, de los dos últimos se tiene certificación histórica tanto de la existencia de Jesús como del profeta Mahoma. Lo que queremos decir, es que una religión, -por lo menos, la tres religiones monoteístas aludidas indirectamente: judaísmo, cristianismo, islamismo- afirma haber nacido por la gracia y por el don de Dios, por un misterio que se ha revelado, y se otorgó para el conocimiento del hombre. La naturaleza del ser y de Dios se donó al hombre y a la humanidad. Aquí concuerdan las palabras del apóstol dentro de la tradición cristiana: “Les predicamos acerca de lo que hemos visto y oído”.

El problema con la religión, y el mismo donde nace el conflicto con el pensamiento filosófico laico o ateo, es en el momento en que una religión se presenta a sí misma con carácter de verdad, es decir, como portadora del conocimiento auténtico de lo real. En esta categoría se encuentra el cristianismo que en el momento de su madurez, -la escolástica- se presentaba a sí mismo como la religio vera.

Con justa razón el pensamiento ateo entra en conflicto con un discurso religioso con estas pretensiones, y la objeción atea versa de tal modo: en el momento en que el cristianismo se presenta como verdadero, y caracteriza su contenido doctrinal, ya como un contenido racional o ya como una superación de la razón, al mismo tiempo se discrimina y se deja fuera a todo aquél que no comparte la fe, pues tal conocimiento sólo es adquirido por el creyente; mientras que para el ateo, tal conocimiento se encuentra inalcanzable por no participar de la fe. En resumen, el ateo, -con justa razón- objeta haber sido relegado por la pretensión de no poseer jamás el contenido de lo real, y de no llegar a conocer la verdad por el simple hecho de no participar de la fe. 1

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Cfr. Paolo Flores D´Arcais. “Ateísmo y Verdad” en ¿Dios existe?, Espasa, México, 2009

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Otra objeción que se inscriben en el pensamiento ateo en contra de la religión, es la acusación a las consecuencias violentas que se han efectuado y de las cuales fueron responsables los creyentes. Y es congruente pensar que cuando se considere poseedor de la verdad, se pretenda a la vez eliminar, en este caso, a los que no compartan o no participen de la fe. Como puede observarse esta objeción tiene cierta relación con la anterior. Nuevamente aquí aparece el ateo en una postura que acusa el status del creyente al presentarse como poseedor de la verdad; aunque en esta segunda objeción, lo que se acusa son las consecuencias de dicha pretensión. Y derivada de esta acusación, -con atención a las consecuencias o actos de los creyentes- podría caber relacionar las acusaciones que se dirigen a señalar las inmoralidades, vicios y abusos, principalmente cometidos por los responsables de la fe hacia los derechos o dignidad de los individuos –particularmente los no creyentes. De tales actos de violencia, en nombre de acabar con los “insensatos” no creyentes, así como de los abusos deliberados de los creyentes, se tienen registros históricos y algunos se siguen cometiendo hasta el día de hoy.

Otra de las críticas del pensamiento ateo que se acerca más a considerar los planteamientos del contenido de la fe, es cuando ésta señala la existencia del mal. ¿Por qué existe el mal?, el pensamiento creyente responde, que se debe a la libertad del hombre. A lo que la crítica atea replica planteando la cuestión de si Dios no podría crear al hombre de otra manera, incapaz de cometer el mal, pues si Dios creó al hombre con libertad, Dios es de algún modo responsable del mal. Pero si Dios creara al hombre sin libertad, anularía la dignidad máxima del hombre. Por tanto, esta crítica concluye que Dios estuvo de algún modo obligado a crear al hombre con libertad, y si Dios estuvo obligado, Dios no es infinitamente libre como anuncia la doctrina religiosa, y un Dios limitado en su libertad, contradice la doctrina de fe que lo anuncia. Por lo tanto, esta crítica, concluye que este pensamiento religioso se contradice, y por tanto es erróneo y falaz. 2 Por último, consideremos otra crítica que pudiera realizar el pensamiento ateo, pero ahora cargado con un trasfondo, -en cierto sentido-, analítico. Ésta se constituiría, sosteniendo que no es posible siquiera hablar de Dios, porque es un término sin una referencia empírica, a lo mucho posee sólo un sentido o significado, y que incluso cada creyente posee su propia concepción sobre Dios, por lo cual es irrelevante incluso plantear tal problemática. Esta postura se restringiría a hablar sólo de cuestiones de las cuales se tenga referencia y datos de la experiencia.

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Cfr: op. cit. Pág. 102

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Una consideración sobre el ateísmo Siguiendo ahora con las tentativas respuestas que daría o que ha dado el pensamiento religioso ante tales cuestiones, veamos ahora, la que se acaba de enunciar. Ante ésta se respondería que en el mismo concepto de Dios, está implicado que sea algo de lo cual no se pueda obtener plena experiencia. Es decir, Dios no es algo cósico que se encuentra en un lugar y en un tiempo, esto se entiende cuando mentamos el término Dios o lo hacemos desde el trasfondo de una religión monoteísta que incluso en la misma tradición cristiana se encuentran referencias bíblicas que aluden a esta cuestión. San Juan dice: “A Dios nadie lo ha visto” y San Pablo afirma: “Cristo es la imagen visible del Dios invisible”. Es decir, el mismo pensamiento creyente está convencido de que de Dios no se puede obtener cada vez que se desee una experiencia sensible, -y decimos cada vez que se desee considerando la cuestión del misticismo, en donde sí existen experiencias divinas.

Lo que pretendemos decir es que, desde el trasfondo doctrinal, se sabe de antemano, tal limitación empírica sobre Dios, -si se quiere ver como limitación- y tal cuestión se presupone de antemano cuando se habla desde la doctrina. Sin embargo, tal cuestión, no es un obstáculo para la fe. El creyente está consciente de ello y lo asume al adherirse a una fe. Pretender refutar la veracidad del contenido doctrinal o pretender derivar con esta crítica la aseveración de la inexistencia de Dios, es quizá ignorar o hacer caso omiso de este detalle que es esencial en una doctrina religiosa. Concluimos sobre esto que la crítica es digna de considerarse, pero no suficiente para inferir la inexistencia de Dios sólo teniendo en cuenta la incapacidad humana de poseer experiencia de él o de la naturaleza divina de ser inaccesible a la experiencia humana.

Sobre las dos primeras objeciones del pensamiento ateo que se plantearon arriba, cabría decir sobre la primera que ciertamente es una objeción pertinente el acusar el dejar fuera, -según el pensamiento creyente-, del conocimiento de la verdad al individuo no creyente. Sin embargo, es congruente pensar, siguiendo la doctrina religiosa, especialmente la cristiana, que si parte del supuesto de que Dios se ha revelado y ha dado un conocimiento nuevo al hombre, -que de hecho, recuérdese que el advenimiento del cristianismo ocasionó conflictos en el pensamiento griego, y trajo al tratamiento dentro del terreno de la filosofía cuestiones que nunca se habían planteado- el individuo que no comparta la fe, sea capaz a la vez de llegar a poseer tal conocimiento y, por ejemplo, al ser parte de ese conocimiento una doctrina moral, a todos los actos de aquél que no

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comparta la fe y vayan en contra de ésta, se le consideren inmorales, y anti nátura, pues van en contra de ese conocimiento revelado desde el seno de la naturaleza. Sin embargo, es evidente el conflicto existente, ¿qué podríamos decir?, en primer lugar y de una manera general, que tal conflicto tendría que resolverse desde un horizonte de diálogo, un diálogo orientado a una búsqueda de valores comunes entre creyentes y ateos. Al creyente en ningún momento le es lícito condenar al ateo por su postura, -incluso desde su propia fe-, pues el cristiano tiene que ser congruente con la sentencia evangélica “No juzguéis o seréis juzgados; no condenéis o seréis condenados” y quizá con mayor razón, por ser congruente con sus principios, es el mayor comprometido en la búsqueda de este horizonte de diálogo que hemos aludido. En segundo lugar, y de manera particular –obteniéndose la particularidad por ser el asunto mismo que incumbe en el presente texto- no se podría inferir con esta pertinente objeción atea la inexistencia de Dios. Observamos la crítica a las pretensiones que en algún momento tuvo el pensamiento creyente, y los actos inmorales de algunos de los responsables de la fe; sin embargo de estas cuestiones no se sigue que Dios no exista. Ciertamente los creyentes se hayan comprometidos a ser congruentes con la doctrina que predican, y cuando mencionamos doctrina, nos referimos a esa moral propia de la fe, sin embargo su incongruencia no es un dato suficiente para aseverar la inexistencia de Dios, -que pareciera ser la pretensión de la objeción atea. O la cuestión de que la fe se erija como la portadora de la verdad, -religio vera-, y cayera por tal motivo en una postura de imposición y de discriminación al no creyente, tal estado en que pudiera encontrarse la institución religiosa, -que al fin y al cabo, esa pretensión de atentado al no creyente es producto de la conducta de los individuos que participan de la fe, no de la fe misma, pues desde sus bases, el contenido de la fe proclama “La voluntad de Dios es que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad”no es una razón suficiente nuevamente para afirmar que Dios no existe. Por último, consideremos ahora la objeción atea que de alguna forma, ha tenido la atención de considerar por un momento el contenido doctrinal de la religión, y por tanto pretende desmantelarla desde dentro. Es un hecho que en sus términos, demuestra la contradicción en que cae la doctrina religiosa, y parece plausible inferir ante tal contradicción del contenido doctrinal, la inexistencia de Dios. Pero ciertamente, contestar a la cuestión de sí Dios pudo crear al hombre de otra manera, es un misterio, que en cierta medida escapa a nuestra capacidad de imaginar al hombre constituido de otra forma, pues el hecho de que el hombre sea capaz del mal, nos parece algo tan inherente a él y ciertamente lo es. La contradicción surge cuando pensamos a Dios responsable del mal, siendo que esto es contradictorio a su naturaleza, por lo menos a la que predica la fe cristiana. Sin embargo, desde la misma fe, encontramos la preocupación de Dios por eliminarlo Juan Adán Alarcón Méndez

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del mundo. Sentencias como “toda la creación está en expectación a la manifestación gloriosa de Dios” y el texto apocalíptico en donde manifiesta la promesa en el plan divino del exterminio del mal: “Ahora todo lo hago nuevo, (…) enjuagará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas, porque todo lo anterior ha pasado”. Estos ejemplos nos muestran cómo desde la misma doctrina podemos encontrar el interés por parte Dios de eliminar la presencia del mal. El hecho de que Dios haya creado al hombre capaz del mal, y que pudiera decirse en cierto sentido que es el primer responsable del mal, es no considerar otras cuestiones que convergen en el contenido de la fe, particularmente en lo concerniente a la promesa divina de eliminar el mal del mundo en la parusía.

Conclusión En resumen y a manera de conclusión lo que aseveramos es que las objeciones del pensamiento ateo, que poseen el objeto de demostrar la inexistencia de Dios, no son razones suficientes para sostener la veracidad de la afirmación de tal inexistencia. Porque estas objeciones, en su mayoría han tenido por objeto criticar los errores, las pretensiones injustas del discurso religioso mismo, más no por descalificarlo y demostrar contradicciones en tal discurso se sigue que Dios no existe. Puede ser cierto que el cristianismo sea insostenible o que por ningún motivo pueda erigirse como la religio vera, pero eso está muy lejos de ser una prueba para la inexistencia de Dios.

Un trabajo de reflexión de carácter ontológica es la que consideramos una posible vía si lo que se pretende es demostrar la inexistencia de Dios; sin embargo existen propuestas actuales caracterizadas así mismas como una metafísica-hermenéutica, que postulan un Dios implicado por el mundo, un Dios en el que convergen los contrarios, un Dios postulado, proyecto del hombre, un Dios democrático, en donde habita el no-ser y en donde el amor es vía para llegar a él, un amor entendido como justo medio entre el ágape-divino, y el eros-humano. Como se ve, es una propuesta con intenciones en donde habiten las diferencias. Nos referimos particularmente al trabajo del filósofo español Andrés Ortiz-Osés 3. Nos atrevemos a afirmar que el Dios que se presenta en su propuesta filosófica está muy lejos de parecerse al Dios cristiano, pero postula un Dios al fin y al cabo, un Dios posible en las condiciones del pensamiento actuales, que hacemos alocución para mencionar que el simple hecho de pensar a Dios en las condiciones del presente, exime la 3

Véase: Andrés Ortiz-Osés, “Lo que puede decirse de Dios: sobre el ser y el alma, el amor y lo divino” en Cuestiones Metafísicas, Trotta, Madrid, 2003.

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posibilidad que pudiera inferirse de que estas condiciones fueran suficientes para no pensar a Dios, y por tanto, pretender inferir nuevamente su inexistencia. No pretendemos, tampoco inferir que Dios existe, simplemente que el tema de la existencia de Dios es un tema abierto, y en cuanto a su relevancia podríamos aludir a la existencia personal del individuo, su inevitable tendencia hacia la muerte; la cuestión de la pertinencia de los innumerables conflictos sobre religión a lo largo de la historia; y por último, y derivada de ésta y como ya se mencionó, la posibilidad de un diálogo común entre creyentes y no creyentes. Este ha sido el motivo principal de mi ensayo, afirmar que las objeciones del ateísmo, -por lo menos las analizadas aquí, y es que el autor en su breve investigación no encontró más- son insuficientes para que partiendo de éstas se infiera que Dios no existe. Estoy consciente de la generalidad con la que el tema se ha tratado, sin embargo, creemos que conseguimos uno de los objetivos principales que es, por lo menos, generar una comprensión general al lector.

Bibliografía consultada: 1. Paolo Flores D´Arcais, “Ateísmo y Verdad”, en ¿Dios existe? Espasa, México, 2009. 2. Joseph Ratzinger, “La pretensión de la verdad puesta en duda” en ¿Dios existe?, Espasa, México, 2009. 3. Juan Pablo II, Fides et Ratio, Ed. Basilio Núñez, México, 1998. 4. Andrés Ortiz-Osés, “Lo que puede decirse de Dios: sobre el ser y el alma, el amor y lo divino” en Cuestiones Metafísicas, Trotta, Madrid, 2003. 5. E. Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo III. Herder, 2002. 6. Roger Verneaux, Epistemología general o Crítica del conocimiento, Herder, Barcelona, 1967

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