El desarrollo de la razón instrumental en la ciencia

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El desarrollo de la razón instrumental en la ciencia El hombre es racional en el sentido de poseer entre otras facultades, la habilidad de establecer relaciones entre los objetos, formular ideas abstractas, elaborar símbolos y enunciar ideas que cuestionen, expliquen y así mismo refuten todo aquello que va conociendo y aprendiendo de la realidad en la que se mueve. Paso a paso, los hombres van construyendo estructuras que les permiten tener un modo de vida más sistematizado y ordenado; aumentando tanto el conocimiento como la comprensión de ellos mismos y del medio en que se desenvuelven; es el hombre el único capaz de tener una conciencia de su medio y de sí mismo1, la cual le permite, junto con la voluntad y la libertad, encontrar y depositar en las cosas y en sí mismo un significado, un propósito que va más allá de lo inmediato y evidente, tratando de establecer y buscar la finalidad o el sentido en las actividades que realiza. La interacción del hombre con el medio es necesaria para que puedan desarrollarse tanto los instintos como la inteligencia; y con ello la experiencia se vuelva la base del conocimiento y del significado que éste le aplicará a sus actos. Siendo el conocimiento científico uno de los tipos de conocimiento que desarrollará para averiguar sobre los fenómenos que acontecen a su alrededor. La ciencia será el grupo de conocimientos ordenados, veraces, cotejados y verificables que permiten establecer en y por ella: principios, leyes y axiomas que brinden respaldo a lo que se afirma; pues a diferencia de la opinión o de la creencia, el saber científico posee una garantía de validez, la cual le proporciona una cierta estabilidad, objetividad y fiabilidad. El concepto tradicional de la ciencia es aquel en el que (se) incluye una garantía absoluta de validez y es, por lo tanto, como conocimiento, el grado máximo de la certeza2. El vínculo establecido entre la razón y la ciencia también es un aspecto que ha variado a través de la historia, en relación a la perspectiva que se tenga de la tan a veces enaltecida facultad racional, resultando de esto propuestas y críticas al desarrollo del sujeto de la ciencia. La propuesta sobre la cual nos enfocaremos en este ensayo es la que 1

La explicación biológico-materialista indica que el instinto explorador de los humanos los orilla a encontrar un conocimiento, lo más completo posible, en la realidad en que habitan. Para muchas especies de animales […] no hay exploración como finalidad en sí. En cambio, en los mamíferos superiores y, sobre todo, en nosotros, se ha emancipado como impulso distinto y separado. Su función es proporcionarnos un conocimiento lo más sutil y completo del mundo que nos rodea y, si es posible, de nuestras propias facultades en relación a él […] Lo que adquirimos de esta manera puede ser aplicado en todas partes, en todo momento y en toda ocasión. Savater, Fernando, El valor de elegir, Ariel, México, 2003, p. 152. 2 “Ciencia” en Abbagnano, Nicola, Diccionario de Filosofía, Fondo de cultura económica, México, 1992, p. 163.


surge de la crítica a la razón instrumental de Max Horkheimer, sobre la cual situados en el mito, que para él es la Ilustración, observa cómo la razón se convierte en un instrumento, en una mera herramienta al servicio de la voluntad de dominio, empujado por las promesas de progreso del pensamiento ilustrado y el desequilibrio que surge en este periodo, entre la razón subjetiva y la razón objetiva. Desarrollando una perspectiva científica instrumental también, centrada en la unificación de todas las áreas, desconociendo implicaciones éticas y de razón práctica. Para describir tal desarrollo y observar con ello las consecuencias que analiza Horkheimer partamos de la antigüedad griega. Las primeras manifestaciones científicas ocurridas en Grecia estuvieron a cargo de los estudios realizados por los pitagóricos acerca de la naturaleza del número, presentando una concepción ontológica que los distanciaba del mero conocimiento pragmático y utilitario realizado por las demás civilizaciones que los utilizaban en un sentido más técnico. Los pitagóricos, al ser herederos de la doctrina de la trasmigración de las almas por parte de los órficos, afirmaban que el alma procede de otro mundo y se volvía corrupta al entrar en los cuerpos, por lo que debía purificarse de los placeres sensuales para conseguir un máximo conocimiento; para lograrlo debían llevar una vida ascética, trabajando sobre filosofía y matemáticas, las cuales los llevarían a abstraerse de lo sensible. Encontrando también en el estudio de la aritmética y la geometría, las bases sobre las cuales se cifraba la estructura del universo; y en los números, el origen y la armonía del cosmos. La ciencia versaba sobre el conocimiento de las esencias de los seres, había que averiguar sus primeros principios y últimas causas, es por ello que la Filosofía era considerada una ciencia, la más alta de todas por indagar sobre las causas de todas las cosas en general. En este contexto, el concepto era necesario para la construcción de un discurso científico, pues en él era posible encerrar la esencia del objeto en una palabra de carácter universal que dejaba de lado sus aspectos particulares o accidentales (que para este caso eran las características sensibles); el objeto es definido y a su vez recordado y mentado gracias a la universalidad de su concepto. […] lo decisivo es que, por medio de la palabra se designa un objeto universal que omite los rasgos individuales. Dicho de otra manera, debemos a Sócrates el invento del concepto, la palabra de orden universal; mejor, acaso el invento del mecanismo por el que se vuelve sistemático el uso de la definición.3 3

Labastida, Jaime, El edificio de la razón, Universidad Nacional Autónoma de México/Siglo XXI, México, 2007, p. 12.


Por su parte, para la doctrina aristotélica la ciencia es un conocimiento demostrativo que busca conocer la causa de los objetos; llegar a su esencia, a saber por qué son de determinada manera y no de otra. La ciencia versa sobre lo necesario, sobre aquello que no cambia; por lo que no puede existir ciencia de lo contingente, de la sensación y de lo accidental que carece de la estabilidad y objetividad necesaria para ser un conocimiento universal. Aristóteles insistió en que toda explicación científica de una correlación o proceso debe de dar cuenta de su causa final o telos. Las explicaciones teleológicas son las que usan la expresión “con el fin de”, o alguna equivalente. Aristóteles exigía explicaciones teleológicas no sólo del crecimiento y del desarrollo de los organismos vivos, sino también de los movimientos de los objetos inanimados. Por ejemplo, mantenía que el fuego se elevaba con el fin de alcanzar su “lugar natural” (una concha esférica justamente dentro de la órbita de la Luna). […] Sin embargo, las interpretaciones teleológicas presuponen que un estado de cosas futuro determina el modo en que se desarrolla un estado de cosas presente. Una bellota se desarrolla del modo que lo hace porque debe de llevar a cabo su fin natural como roble; una piedra cae porque debe de conseguir su fin natural, un estado de reposo lo más cerca posible del centro de la Tierra; y así sucesivamente. En cada caso, el estado futuro “tira”, por decirlo así, de la sucesión de estados que conducen hacia él.4

Para el estagirita, la auténtica demostración científica es siempre una demostración basada en la esencia es decir, una penetración intelectual en el por qué dado con la esencia; y no sólo responder al qué de los hechos. Para ello, parte de que el conocimiento se da primero de lo particular a lo general, es decir de forma inductiva, pues: […] consideraba la investigación científica como una progresión de las observaciones hasta los principios generales, para volver a las observaciones. Mantenía que el científico debe inducir principios explicativos a partir de los fenómenos que se han de explicar, y después deducir enunciados acerca de los fenómenos a partir de premisas que incluyan estos principios.5

El concepto que abstrae el alma, brota de la misma esencia del objeto, así la percepción toma un carácter universal en el momento en que esta esencia se devela. La esencia universal brilla de pronto bajo el efecto iluminador de la actividad del nous, como el color al ser iluminado por los rayos del sol.6 La lógica, y en particular el silogismo aristotélico permiten estructurar los razonamientos brindando coherencia y evitando las falacias que disfrazan el error de los argumentos haciéndolos pasar por verdaderos. La metodología para la ciencia tenía que hacerse más precisa y eficaz pues a la par de que la realidad se manifestaba cada vez más sensible, los hombres buscaban exploraban más esta capacidad perceptiva.

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Kuhn, Thomas, ¿Qué son las revoluciones científicas? Y otros ensayos, Paidós, Barcelona, 1989. p. 23. Ibíd. p. 16. 6 Hirschberger, Johannes, Historia de la Filosofía, Tomo 1, Herder, Barcelona, 1981, p.167. 5


El análisis de la naturaleza, la comprensión de sus fenómenos, dio paso tanto a la experimentación como a la confianza en los procedimientos racionales que desplazaron a los preceptos sobrenaturales, místicos o espirituales que proliferaban desde la antigüedad hasta la Edad Media. La ciencia en el Renacimiento posee una esencia metodológica que busca encontrar certezas tangibles en la física del universo, desarrollándose así un nuevo lenguaje tanto matemático como científico. El hombre ya no sólo se asombra de la composición de sustancias, formas y cualidades contenidas en la naturaleza, ahora las descifra con un lenguaje matemático, que es un instrumento, un método para el análisis de fenómenos, de objetos tangibles que proporcionan certezas y evidencias manipulables. Esta comprensión de las matemáticas como disciplina clave para el desarrollo científico, supone el abandono del carácter metafísico que tenía con los pitagóricos, vinculándose así con el método y la comprensión moderna de la naturaleza. La comprensión de la verdad se transforma llevando a que los esfuerzos de la ciencia no pretendan revelar la esencia de la naturaleza como causa primera, sino a buscar las causas eficientes; pues al tener conocimiento sobre ellas, se tiene poder sobre la naturaleza. El conocimiento da la posibilidad de tener a la mano elementos necesarios para trasformar la realidad, y la razón es la encargada de organizar y prescribir las reglas de esta nueva percepción, teniendo que dar cuenta de las evidencias empíricas descritas en este nuevo lenguaje de la naturaleza que desarrollarán dos personajes fundamentales: Galileo Galilei e Issac Newton. Para Galileo la naturaleza está escrita en el lenguaje de los triángulos y los círculos, entendiendo a las matemáticas como un instrumento que permite leer este lenguaje natural: La filosofía está escrita en este gran libro —me refiero al universo— que permanece continuamente abierto a nuestra contemplación, pero que no puede ser comprendido a menos que se aprenda primero a comprender el lenguaje y a interpretar los caracteres en los que está escrito. Está escrito en el lenguaje de las matemáticas, y sus caracteres son los triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin los cuales es humanamente imposible comprender una sola palabra de él.7

Newton por su parte cree en la existencia de cualidades primarias preexistentes en el objeto, y cualidades secundarias que son impresas en dicho objeto por el sujeto. Por esta razón, buscaba restringir el ámbito de la física a afirmaciones sobre “cualidades primarias”. […] Galileo creía que las cualidades primarias como forma, tamaño, número, posición y “cantidad de movimiento” son propiedades objetivas de los cuerpos, y que las 7

Galileo, Galilei, The Assayer apud Antonio Beltrán en Kuhn, ¿Qué son las revoluciones científicas?, p. 27.


cualidades secundarias, son los colores, sabores, olores y sonidos existen sólo en la mente del sujeto perceptor. 8

En esta nueva percepción de la ciencia empírica no se pretende llegar a la esencia de los fenómenos, sino examinar el modo de proceder de cada cosa para establecer así una norma general prescindiendo de la naturaleza ontológica. Ni a Galileo le interesa la naturaleza de la bola que rueda, ni a Kepler la esencia de Marte. Ambos se limitan a establecer las leyes matemáticas de sus movimientos9. Así se suprime cualquier influencia teológica o explicación supranatural; toda causa debe de ser evidente y comprobable. Esto lleva al uso de la inducción como el método que logra establecer leyes físico-matemáticas a todo aquello que investiga. En estos momentos y lo que seguirá al siglo XVII, lo importante será establecer una ciencia matemática exacta, verificable y práctica, con la que se pueda experimentar, por lo que la geometría analítica, la teoría de las probabilidades, y el cálculo diferencial no pudieron tener ambiente más próspero. Las relaciones que se descubren entre los fenómenos estarán siempre bajo un continuo cuestionamiento, no pudiéndose hablar de verdades absolutas, pues lo necesario ya no tiene cabida; De acuerdo con Newton, el filósofo natural puede establecer que los fenómenos se relacionan de cierto modo, pero no puede establecer que la relación no podría ser diferente10. No resultaba necesario para el conocimiento de la ciencia natural, que se analizaran cuestiones metafísicas, pues dentro de un pensamiento en donde todo es percibido como cambiante, no hay lugar para planteamientos apodícticos. Es cierto que Newton sugirió que, si se pudieran conocer las fuerzas que operan en las partículas diminutas de la materia, se podría entender por qué los procesos microcósmicos suceden del modo en que lo hacen. Pero Newton no mantuvo que tal conocimiento constituyese un conocimiento necesario de la naturaleza. Por el contrario, mantenía que todas las interpretaciones de los procesos naturales son contingentes y están sujetas a revisión a la luz de los elementos de juicio posteriores11.

El desarrollo de la ciencia moderna mostró un cambio de perspectiva con respecto a la posición del hombre frente a la naturaleza, dejando a un lado la búsqueda del origen ontológico de la realidad para darle un sentido práctico. La revolución científica del siglo XVII continuó lo ya previsto en el Renacimiento: la eliminación de oscurantismos propios del medioevo como también del interés hacia una metafísica en la naturaleza; 8

Kuhn, Op. Cit. p.62. Dóriga, Enrique L. El universo de Newton y de Einstein. Introducción a la filosofía de la naturaleza, Herder, Barcelona, 1985, p. 43. 10 Kuhn, Op. Cit. p.103. 11 Ibidem. 9


pues en la medida en que la concepción científica se hacia más independiente de la metafísica, se buscaban nuevas bases para explicar la realidad. Los instrumentos que permiten el acercamiento con la nueva forma de percibir la naturaleza son capaces de brindar respuestas verificables, la capacidad de la razón para concebir, comprender y significar cada una de ellas hace que su papel cree mayor expectación y al mismo tiempo mayor compromiso, es decir, se espera más de ella, mayor precisión, efectividad y simplificación para resolver cuestiones. Francis Bacon dirá que el propósito de las ciencias es proporcionar a la vida humana nuevos inventos y satisfactores12; mientras que el método, con este científico, es apreciado más como un instrumento que como una dirección a seguir, pues en tanto que la naturaleza es objeto de manipulación, el método será el medio para transformarla. En lo que respecta a la filosofía René Descartes13 contribuye a la nueva forma de apreciar la realidad; empeñado en obtener verdades claras y evidentes, divide la realidad en dos planos: la res extensa y la res cogitans; la naturaleza forma parte de la primera al ser contable, medible pero sobre todo transformable; mientras que la segunda explica el funcionamiento de los seres semejante al de un mecanicismo, alejado de las esencias y substancias que permeaban las elucidaciones griegas y medievales. La res cogitans hace uso de la res extensa por ser superior a ella; la razón es la que domina, manipula y transforma lo puesto en la naturaleza. Ahora bien, es evidente que Descartes, al separar de manera tan tajante el universo en dos grandes segmentos (la res cogitans, por un lado; la res extensa, por el otro), ha sentado las bases para desarrollar la razón instrumental, fundamento del mundo moderno. En efecto, la res extensa carece de los atributos superiores que son propios de la res cogitans. Según Descartes, la totalidad de la res extensa, esto que llamamos los reinos vegetal y animal incluidos, se reduce a la mecánica: el gato maúlla por la sola disposición de sus órganos, como si fuera un instrumento músico. […] Hay dos cosas (dos substancias, si así se obstina alguien en llamarlas): la cosa pensante y la cosa extensa: ya no las esencias ni las substancias perro, caballo, mesa, cera. Así, la res extensa se subordina a la res cogitans, que puede hacer uso de ella como si de material moldeable se tratara, de manera que el hombre se pueda convertir, como ya se dijo, en el amo y señor de la naturaleza.14

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[…] dotar al hombre de inventos útiles y bienes materiales: he allí el propósito real y legítimo de las ciencias, que sólo se logra si se unen de modo indisoluble la ciencia y la tecnología. […] Nada del sufrimiento cristiano; nada de penitencias que lleven al gozo de una vida eterna después de la muerte. La naturaleza debe quedar al servicio del hombre y sometida a él. Labastida, Op. cit. p. 54. 13 En términos filosóficos la Modernidad comenzó con la obra de René Descartes. Él fue el responsable del doble cambio fundamental que dio forma a esta nueva época. De un lado, el cambio interior que buscaba en la conciencia individual, esa piedra de toque que habría de liberar a los hombres de sus dudas y querellas, la certeza del conocimiento o, en otras palabras, el comienzo definitivo del saber verdadero. De otro lado, una mutación dramática en el dominio exterior del mundo, de la naturaleza, que habría de colocar al hombre por encima de todo otro ser y especie, y llevarlo con ello a la apropiación de todo lo visible para su propio bienestar y derroche. Suárez Molano, Crítica a la razón en el siglo XX, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2006, pp. 1- 2. 14 Labastida, Op. cit. p. 81-82.


Horkheimer dirá al respecto que a partir de Descartes, la filosofía burguesa ha consistido en un único intento de poner el conocimiento al servicio de los medios de producción dominantes […]15, pues al separar la res cogitans de la res extensa, la prioridad brindada a la razón científica auspició el auge de la modernidad centrada en el poder del método y la comprobación. Esta mutación cultural propugnó decididamente por la construcción y representación del mundo a partir de nuevos paradigmas tales como el heliocentrismo, la individualidad, la libertad de conciencia religiosa y la racionalidad científica. El paradigma propio de este periodo histórico puede encarnarse muy bien en la perspectiva de búsqueda de un método único y exclusivo que pudiese dar al hombre la verdad de la naturaleza y de sí mismo. 16

El mito que trajo consigo la Ilustración17 se hace presente para Horkheimer, el cual consiste en la promesa de una realidad en constante progreso, pues una vez que todo fuese coordinado y controlado por la razón, la humanidad saldría avante en todas las áreas. Pero lo que al final observa el filósofo alemán es que tal promesa, tal mito, si bien construye, transforma y moderniza, no es porque tal proyecto se fundamente en la verdad o el conocimiento per se, sino porque tiene su origen y visión en el dominio y el poder, lo que trae consigo una despersonalización de las ciencias, un cambio de objetivo vinculado más a los medios que a los fines, dirigido por una razón, que lejos de proporcionar objetividad y sentido, se encuentra desarraigada y perdida entre lo fáctico y las relaciones de poder18. El ímpetu de dominio sobre el conocimiento, aunado a la erradicación de los mitos y supersticiones religiosas es lo que fomentará esta búsqueda por lo 15

Jay, Martin, La imaginación dialéctica. Una historia de la escuela de Frankfurt y el Instituto de investigación social (1923-1950), Taurus, Madrid, 1973. p. 416. 16 Suárez Molano, Op. cit. pp. 2-3. 17 Símbolo de esta naciente racionalidad era Ulises: su viaje a Ítaca representaba, para Adorno y Horkheimer, el símbolo de las etapas superadas por la humanidad para poder llegar, desde el mito, al despliegue victorioso de la razón. El encuentro entre Ulises y las sirenas manifestaba la idea de una racionalidad basada en la represión de los instintos, en el auto-control, en el dominio de la naturaleza. Desde esta perspectiva, del ejercicio de la “razón” del dominio, surgía la paradójica dialéctica entre “mito” e “iluminismo”, donde éste último era llevado a convertirse en ese mito del cual creía haberse emancipado para siempre. De esta forma, la racionalidad, afirmada como poder absoluto, hacía brotar de sí misma una ciega irracionalidad que provocaba la regresión a estados que la razón, calificándolos de “bárbaros”, creía haber superado triunfalmente. En el iluminismo, la confianza del hombre en su dominio sobre la naturaleza, posible gracias al despliegue triunfal de la ciencia- técnica, era mitología onírica. Waldman, Gilda, “Max Horkheimer: un diálogo inconcluso” en Gina Zabludovsky (coord), Teoría Sociológica y modernidad, Plaza y Valdes/UNAM, México, 1998, p. 238-239. 18 […] los sueños redencionales de la razón iluminista —sueños de libertad y felicidad, quimera de una sociedad liberada del oscurantismo y la magia y fundada en el libre hacer y pensar de los individuos— invertían sus presupuestos fundacionales. Un mundo enteramente racionalizado se entrelazaba directamente con una sociedad administrada. El proyecto civilizatorio del Iluminismo se transformaba en una forma de sojuzgamiento asentado en la desarticulación de la dimensión cultural como ámbito de la creatividad y autonomía. La reflexión de Horkheimer consistía, en este sentido, el más vigoroso cuestionamiento sobre el precio que Occidente ha pagado por su progreso. […] La crisis del Iluminismo, de la razón, de la libertad, del hombre y del arte concluían, así, en la configuración de un santuario autoclausurado en el cual todas las alternativas se colapsaban y todo lo diferente se excluía Ibid. p. 240-241.


experimentable, pues lo que hasta ese momento parecía oculto e indescifrable se convierte en objeto de investigación; desde el cielo estrellado junto con el movimiento de la tierra, hasta el funcionamiento del cuerpo humano Y es que al abandonarse tanto la búsqueda metafísica por los primeros principios como de una autoridad trascendente que justifiquen el origen y causa de los fenómenos, las condiciones de verdad, falsedad, correcto o incorrecto, quedan subordinadas al juego mismo de la ciencia, establecidas por medio del debate, de la opinión o del acuerdo científico, resultando de esto una ciencia que a la luz de la razón instrumental no es más que una herramienta útil para conseguir mejores medios La razón manipulativa, subjetiva, instrumental, […] era la asistenta de la dominación tecnológica. Sin objetivos racionales, toda interacción se reducía eventualmente a relaciones de poder. El desencanto del mundo había ido demasiado lejos, y la misma razón había sido despojada de su contenido original.19

La Modernidad trasformó la realidad, la razón se vuelve no sólo la protagonista de la Historia, sino también […] facultad totalizadora capaz de determinar los fines y los medios de la acción humana universal. [Por lo que] […] La razón ilustrada, la Modernidad de Occidente, consideró que todo lo que no pudiese medirse por sus criterios debía ser rechazado, sometido o en último término anulado.20 Y con ello, la naturaleza se vio sometida también al proceso de manipulación y transformación, pues en la medida en que ésta pudo ser estudiada de manera objetiva y empirista, el papel del hombre pasó de ser un integrante de la realidad natural al de percibirse por encima del universo, teniendo el poder de la razón en sus manos para transformar todo. La voluntad de dominio, definida por Horkheimer como la necesidad social de controlar la naturaleza ha condicionado siempre la estructura y las formas del pensamiento humano, confiriendo el primado a la razón subjetiva21; configurando un concepto de ciencia que, así como la razón que la maneja, carece de límites y legitima todo discurso y acción particular. La naturaleza es percibida como un objeto más; que el hombre fuera la medida de todas las cosas, inherentemente significaba que el hombre era el amo de la naturaleza.22 He aquí toda la grandeza de la Modernidad: el poder de la razón asociado a la autonomía subjetiva del espíritu humano potenció, de manera espectacular, el deseo humano de organizar y controlar el medio natural, al igual que de legitimar todo discurso sobre las relaciones humanas cada vez más sometidas a una supuesta liberación del mal político. La invención moderna se encarnó, entonces, en el hombre, que es objeto intencional de sí 19

Jay, Martin, Op. cit. p. 438. Suárez Molano, Op. cit. p.XII 21 Horkheimer, Max, Critica de la razón instrumental, Trotta, Madrid, 2002, p.179. 22 Jay, Martin, Op. cit. p. 428. 20


mismo y que bajo su propia luz puede manipularse y manipular a los demás y a su entorno23.

El devenir de la ciencia, vislumbrado por Horkheimer también en el positivismo de Augusto Comte, colaboró para que la técnica, la sociología y el método experimental aumentaran el auge de la idea de progreso que llevaría a las sociedades a un nivel más alto, tanto económico como social24. Así, el desarrollo industrial conjunta a la ciencia y a la tecnología para crear una nueva sociedad, una nueva mentalidad, que permite toda intervención activa del hombre sobre su medio natural para desarrollarse; haciéndolo afirmar que una vez disipado de la mentalidad de los hombres cualquier rasgo metafísico y/o teológico, el orden, la ciencia y el progreso conducen a la sociedad a un mejor fin. El sujeto de la ciencia que propone Comte posee rasgos nítidos: es el amo y señor de la naturaleza. Las ciencias han despejado el camino para obtener un gobierno científico de la sociedad. Si la ciencia ha hecho posible que dominemos la naturaleza, los mismos principios científicos, aplicados a la sociedad, harán que nazcan en el mundo entero, gobiernos sabios y prudentes. 25

Pero paradójicamente, el énfasis excesivo en la autonomía humana, en el poder de la razón sobre todas las cosas, fue lo que llevó a la propia sumisión de los hombres, cuando la misma idea de progreso, transformación y dominio se convirtió en el destino propio del hombre, pues una vez Llevada a su extremo lógico, la racionalidad formal, instrumental y calculadora, conducía a los horrores de la barbarie del siglo XX.26 La ciencia durante la Modernidad entremezcló las relaciones de poder y los intereses particulares; un ejemplo de esto lo brinda Jean-François Lyotard27, para el cual las relaciones económicas influyeron arduamente en la transformación de la ciencia; él afirma que después de la primera revolución industrial, la técnica se vinculó con la riqueza; los intereses cambiaron para el quehacer científico, siendo lo prioritario la facilitación del trabajo, el aumento de la producción, el perfeccionamiento de las técnicas, la obtención de mayores ganancias y para ello la inversión industrial se volvió la principal fuente para auspiciar la investigación científica. La ciencia se convierte en una fuerza de producción que ayuda al incremento de las ganancias y al perfeccionamiento de los medios y de la infraestructura, dejando atrás cualquier vestigio metafísico y ético. 23

Suárez Molano, Op. cit. p. XIII El ser humano ya no es criatura hecha por Dios a su imagen; es un actor social definido por los papeles que cumple, es decir, por la conducta asignada a su posición y que debe contribuir al buen funcionamiento del sistema social. Porque el ser humano es lo que hace, ya no debe mirar más allá de la sociedad, hacia Dios, para encontrar su propia individualidad y sus orígenes, sino que debe buscar la definición del bien y del mal en lo que es útil o dañoso para la supervivencia y el funcionamiento del cuerpo social. Touraine, Op. cit. p. 25 25 Labastida, Op. cit. p. 190. 26 Ibid. p. 427. 27 J. Suárez Molano, Op. cit. p. 70-88. 24


Lo que se produce a fines del siglo XVIII, […] es el descubrimiento de la recíproca: no hay técnica sin riqueza, pero tampoco riqueza sin técnica. Un dispositivo técnico exige una inversión, pero, dado que optimiza la actuación a la que se aplica, puede optimizar también la plusvalía que resulta de esta mejor actuación. Basta con que esta plusvalía se realice, es decir, que el producto de la actuación se venda. Y se puede cerrar el sistema de la manera siguiente: una parte del producto de esta venta es absorbido por el fondo de investigación destinado a mejorar todavía más la actuación. Es en ese momento preciso en el que la ciencia se convierte en una fuerza de producción, es decir, en un momento de circulación del capital. 28

La prioridad en la técnica vincula la novedad con el poder, y el poder con el incremento de las ganancias29; los criterios de la razón científica están supeditados a los medios de producción y ya no a principios ontológicos, con lo que términos como la verdad, la falsedad, lo correcto y lo incorrecto, que antes eran parámetros objetivos para establecer límites se desvanecen dentro de la perspectiva de la razón moderna de Lyotard y la razón instrumental de Horkheimer. De este modo la ciencia30 queda sujeta a cuestiones pragmáticas y de ganancia. La razón científica no es cuestionada de acuerdo con el criterio de lo verdadero o de lo falso (cognoscitivo), sobre el eje mensaje/referente, sino en virtud de la conformidad de sus enunciados, sobre el eje destinador/destinatario (pragmático). Lo que yo digo es más verdadero que lo que tú dices porque con lo que yo digo puedo “hacer más” (ganar más tiempo, llegar más lejos) que tú con lo que dices31

Para Lyotard, al igual que para Horkheimer la crisis de la razón parte también en el periodo Ilustrado, con la propuesta de utilizar a la razón de manera autónoma, libre de cualquier prejuicio, y la promesa de liberación del hombre de todo sometimiento cultural, social y moral, bajo el proyecto de progreso social que traería como resultado una sociedad unida, autónoma, libre, dirigida por principios racionales justos. Es por ello que afirma el filósofo francés, que la ciencia cumple el papel de ser una herramienta adecuada para alcanzar la emancipación humana32. Pero a cambio de esto, encuentra que la Modernidad entra en crisis gracias al mismo sentido de progreso racional con el que llegaría al éxito. La crisis del saber científico, cuyos signos se multiplican desde finales del siglo XIX, no provienen de una proliferación fortuita de las ciencias que en sí misma sería el efecto del progreso de las técnicas y de la expansión del capitalismo. Procede de la erosión interna del principio de legitimidad del saber.33

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Lyotard, Jean-François, La condición posmoderna, Cátedra, Madrid, 1989, p. 84. Lyotard plantea frente a tal panorama una cuestión: Si lo nuevo, no sólo es lo poderoso sino también el parámetro de la razón, no parecería absurdo pensar que el laboratorio mejor equipado tiene mejores posibilidades de tener la razón; entonces: ¿La razón verdadera es entonces la razón más fuerte? Ibid, p. 84 30 Cfr. Ibid. p.p. 76-78. 31 Lyotard, Jean- François, La posmodernidad (explicada a los niños), Gedisa, Barcelona, 1999, p. 75. 32 Suárez Molano, Op. cit. p. 78. 33 Lyotard, La condición posmoderna, p. 75. 29


La ciencia sobrevino a categorizar como criterios de racionalidad el beneficio, la eficacia, el éxito, la fuerza, dejando atrás conceptos como la verdad y el valor. Su tendencia legitimadora, en este momento, está basada en la fuerza y el provecho, por lo que sin valores objetivos y sin fundamentos, el terror maneja a una sociedad que se ofrece como una finalidad sin necesidad34. Teniendo así que una ciencia que no ha encontrado su legitimidad no es una ciencia auténtica, [la cual] desciende al rango más bajo, el de la ideología o el de instrumento del poder.35 Ya no se habla de ciencia sino de metodología, es decir, del conjunto de normas o sistemas técnicos que ayudan a expresar e investigar los descubrimientos o rectificaciones de la ciencia, procurando tener en ellos una cierta coherencia y orden. Con esto se ha dejado atrás una investigación en donde la razón procura dar los fundamentos a los conocimientos obtenidos, todo ha quedado en interpretaciones históricas o sociológicas que muestran los adelantos para el progreso de la ciencia; así, tenemos que, para el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, la ciencia se mueve estableciendo y sustituyendo violentamente paradigmas según lo requiera la etapa histórica. No hay continuidad, pues, sino ruptura; no hay transición sino crisis. Nada se conserva de la antigua ciencia (o del paradigma añejo): se pasa de un estado de cosas a otro estado de cosas.36 Mientras que la verdad será percibida como aquello que se apruebe de manera consensual entre un grupo de científicos. Tenemos así, una ciencia que se vuelve un útil, un proceso metodológico; un instrumento sujeto a que sus contenidos sean interpretados de distintas maneras, basados en el convenio, los intereses o los medios más que en los fines. […] si se considera su metáfora evolucionista: el desarrollo de la ciencia no tiende a ningún fin y, por tanto, deberá admitirse que las teorías científicas son, en definitiva sólo herramientas útiles para conseguir determinados objetivos prácticos. 37

Finalmente, la crítica que realiza Horkheirmer a la ciencia a partir del concepto de razón instrumental lo lleva a afirmar que el objetivo esencial de ésta ha desaparecido. En el mundo moderno, donde reina la razón instrumental, la ciencia misma no tiene ninguna conciencia de sí; es un instrumento38. Terminando por perder el rumbo de la humanidad. La ciencia moderna ha devenido, entonces, en un poderoso sistema unificador que tiende a la primacía de la identidad y desconoce dentro de sus intereses todo tipo de 34

Cfr. Suárez Molano, Op. cit. p.80 Ibid. p. 74. 36 Labastida, Jaime, Op. cit. p. 215. 37 Artigas, Mariano, Op. Cit. p. 82. 38 Horkheimer, Max y Adorno Theodor W, Dialéctica del la Ilustración, Madrid, Trotta, 1998, p. 132. 35


preocupaciones éticas o de la razón práctica; en suma, es el reino de la razón instrumental.39 Lejos de una visión apocalíptica como también de una recriminación a los procesos científicos, lo que pretendo al rescatar la critica que realiza Max Horkheimer a la razón instrumental es mostrar las consecuencias que devienen de llevar a la razón a una exaltación total, pasar de ser una facultad como muchas otras del ser humano a convertirla en parámetro unificarte de cualquier hecho. A transformarla como Horkheimer diría, en ídolo al que todo se sacrifica40, pues una vez que se ha alejado de ella una perspectiva objetiva sobre la cual conducirse, la ciencia y todo lo que con ella deviene invierte los fines por los medios y como apunta Lyotard, la ciencia al convertirse en un instrumento es manejada más por las ganancias que por los descubrimientos. Es necesario redefinir los fines, los propósitos y los objetivos en el quehacer científico, dando mayor peso a cuestiones objetivas que ayuden al desarrollo de la humanidad, no sólo de manera pragmática haciendo uso indiscriminado de todo lo que se encuentra a nuestro alrededor, sino de manera conciente y libre, pues si bien en el proceso, este hombre de ciencia ha descubierto, creado y explicado innumerables fenómenos, en el transcurso también se ha descubierto y creado a sí mismo, por lo que qué mejor que si la ciencia y la tecnología caminan de la mano, lo hagan también acompañadas de un punto de vista crítico y reflexivo.

39 40

Suárez Molano, Op. Cit. p. 46. Horkheimer, Crítica a la razón instrumental, p. 125.


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