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OPENING: 18 de mayo 2022
It’s impossible for me to think about Rafaela Tellaeche’s work without thinking about the letter M. That letter that accompanies her in a tautology disguise, like a Times New Roman typo, apparently harmless, the beginning of any one of a million coincidences. Hand (Mano), manufacture, mania, manoseo (the act of travelling an area with one’s hand), to tear by hand (mangoneo), to have no hand (manco), to have the bad habit (maña) of reading into a piece the meaning of our convenience; of giving every thread in the tissue the direction of our preference. Don’t we all have that craving for aiming at the correct meaning, even if sometimes the arrow falls very far away from the original intention.
With Tellaeche’s work we’re out of danger, she is the first one to play with other people’s interpretations. She winks at all our twisted hypothesis, since her hand is our hand and her language is, finally, the same one we all use. I see the same M, muted and hidden in a name that is not Rafaela’s… A letter amongst 27 others that keeps a secret within the artist’s enclosure. A secret that isn’t for us to discover, but that we can glimpse. Or else, I am wrong and the secret M is Mine.
Gypsies use our hands as the page over which are embodied our future, tragical destinies and our past.
Me es imposible pensar en el trabajo de Rafaela Tellaeche sin pensar en la letra M, esa que la acompaña disfrazada de tautología, de error en Times New Roman, aparentemente inofensiva, como un inicio cualquiera de un millón de coincidencias. Mano, manufactura, manía, manoseo, mangoneo, manco, mañas que tenemos todos de leer en una pieza lo que se nos antoja, de darle a cada hilo la orientación de nuestra preferencia. Ese antojo en el que a veces le atinamos y otras veces nos alejamos por completo de la intención original. Con la obra de Tellaeche no corremos riesgo, ella misma juega a la interpretación de los otros, nos hace un guiño a todas nuestras hipótesis retorcidas, ya que su mano es la nuestra y su lenguaje es, finalmente, el mismo que usamos todos. Yo veo la M muda y escondida en un nombre que no es el de Rafaela... Una letra entre 27 otras que guarda un secreto en el recinto de la artista. Un secreto suyo que no es para nosotros pero que podemos entrever. O tal vez me equivoco y esa M es secreto mío.
Las gitanas usan nuestras manos como página sobre la que se plasma nuestro futuro, nuestros destinos trágicos y nuestro pasado. Las matronas usan sus manos para bordar hasta el cansancio cuando el duelo las nubla, para sacar a los niños de las entrañas de las nuevas
Matrons use their hands to exhaustingly knit when their grief is too much. They use them to take babies out of the new Mothers’ bowels. Airports’ sensors use the lines on our fingers to know who we are, where we’ve been and how many times. Blind people use their hands to perceive the colors of the world… Rafaela, nevertheless, doesn’t use her hands for an end other than the hand it self. The hand is vehicle and message, symbol and meaning. Rafaela’s obsessions are as precise as every thread knitted in her work, as every stroke in her pieces. An unrepeatable fingerprint, the unique genetics of her D-Em-A.
The artist’s hand, handcrafted by her hand. A “manument”, a moment, a minute it takes us to see the portrayed figure, to read the written word or touch the secret braille… Rafaela’s hand tells us the story of deep frivolities or light philosophies. Her hand in a gallery that transforms the “Look don’t touch” into a “Look and let me touch you”, Rafaela’s fingers behind and over the canvas ripping and caressing our eyes, our memory and our own dictionaries.
Danae Reynaud
madres. Los sensores de los aeropuertos usan las líneas de nuestros dedos para saber quiénes somos, a dónde hemos ido y cuántas veces. Los ciegos usan las manos para percibir los colores del mundo... Rafaela, sin embargo, no usa las manos para un fin más que el de la mano misma. La mano es vehículo y mensaje, símbolo y significado. Las obsesiones de Rafaela son precisas como cada hilo tejido en su obra, como cada trazo de sus piezas. Una huella digital irrepetible, la genética única de su propio A-D- Eme.
La mano de la artista hecha por su mano. Un manumento, un momento, un minuto que nos toma ver la figura retratada, leer la palabra escrita o tocar el braille secreto... La mano de Rafaela que nos cuenta banalidades profundas, o filosofías ligeras. Su mano en una galería que transforma el “mírame y no me toques” en “mírame y yo te toco”, los dedos de Rafaela detrás y delante del lienzo rasgando y acariciando nuestros ojos, nuestra memoria y nuestros propios diccionarios.
Danae Reynaud
Me interesan las manos como medida del individuo, metafísica, corpórea y creativa. La mano como símbolo y como signo, también como significado y a la vez cómo la constructora de signos y significados.
La mano alcanza decisivamente porque toca al espíritu, la mano entiende cómo tocar y qué tocar desde el espíritu, desde una convicción que no ha sido pensada: la mano alcanza desde el ser sin ser entendida por el sujeto. Existen emociones que viven en la piel, que viven sólo con el tacto y que extrañan en la memoria; la sensorialidad está encarnada en la conciencia y la esencia de la experiencia se internaliza desde el cuerpo a la conciencia, al ser.
Mis manías tienden a ser repetitivas, inquietas, táctiles, agitadoras, tienden a revolver dentro de sí mismas, definiéndose entre ellas y retroalimentándose. En el intento de escapar de la autorreferencialidad me encontré. Caí en cuenta de que no puedo escapar de ella porque es mi lente con el cual veo la realidad.
Me gusta pensar que a veces –siempre– mi producción es un juego; me gusta jugar a ser artista. Me gusta jugar con diferentes formas de lenguaje. Encontrar bemoles en las formas de comunicación. Me interesa explorar los márgenes de error del lenguaje, que dan apertura a las diferentes interpretaciones, a malentendidos, a la sensibilidad. La apertura a diferentes interpretaciones en un lenguaje, a los errores a propósito y la manipulación de ellos, es la poiesis. La pieza es autónoma.
Me siento manoseada por mi obra, invadida por sentidos de piezas que tengo que hacer. De vez en cuando todo
tiene sentido: cuando tengo un ritmo de producción constante, cuando mantengo a mis manos ocupadas, haciendo pura necedad necesariamente innecesaria, pero completamente imprescindible que me hace sentir cerca de algo que es mío y que desconozco, algo que me acompaña pero siempre me tiene abandonada: en el hacerme.
Mis dedos recitan poemas que no entiendo pero que busco dibujar. Mis brazos danzan un ritmo que me hacen descubrir en cada gubiazo. Mis ojos siguen el paso del hilo, buscando el nudo que todo tropezó. Me lleno en el hacer de mis manos, en el repetir, en la manía, en la textura y en la maraña. El movimiento de mi cuerpo está en busca de esa tranquilidad satisfactoria en donde lo único que hay es sentir.
Hay veces que tengo que hacer algo. Un dibujo, un bordado, ésta tesis. Es algo raro, porque cuando surge la necesidad, no veo un camino semiótico que tenga una lógica respecto a nada. A nada, ni respecto a mí o mi vida –que es irrelevante pero no-. Es algo raro, porque empiezo a ceder a esto que tengo que hacer porque sí, porque no sé; empiezo a pensar en un proceso material que se me antoje y que se le antoje también a eso que tiene que ser. Y ya que empiezo a materializar aquello que acecha mis momentos prematuros al sueño profundo, a eso que está pendiente, empiezo a entender un poco. Pero muy poco, porque sigo cediendo, algo me sigue intentando convencer, y como que soy yo, entonces me siento muy ridícula, pero más bien absurda que me estoy convenciendo de algo raro, y más absurda e irrelevante me siento escribiendo al respecto -pero ves, justo lo tengo que hacer-. Entonces, cuando ya empiezo a materializar esa idea rara que
a nadie le interesa -y en muy primera instancia, ni a mí-, se comienza a vislumbrar algo que está chistoso, porque tiene que ver con eso, y se burla de aquello pero está fuerte porque también refleja lo otro… y de esa manera lo que tenía que ser no cobra autonomía, porque ya la tenía, pero se devela de alguna manera, muy estructuradamente, como si hubiera existido desde siempre. Y eso, se vuelve una de mis piezas favoritas, que no tiene nada que ver conmigo, pero en donde quepo, en donde cabes tú, y no te conozco. Eso es el proceso artístico para mí, es una necedad ajena, porque hay algo que exige existir, que exige sentido. Y creo, que eso que exige sentido es por lo que hay sensibilidad, porque no se puede escupir así nada más, sería muy fuerte –pero no sé de qué estoy hablando-. Por lo que existe sentido, el verdadero, el que se esconde atrás de todas las metáforas y figuras de estilo que se categorizan para perseguirlo, eso que se siente: bonito, feo y triste, y vergüenza, y soledad, y desauce. Eso que se siente, no siente. Eso que se siente, que es presente pero intangible, que es más y que englobaría todo. Por eso existe el arte según yo. Por este texto mal escrito que parece que no habla de nada pero que pretende describir algo que lo es todo, algo que no entiendo y que me hace sentir. Es algo así como a lo que Levinas llama la totalidad, pero mi maestra me diría que no me comprometa teóricamente escribiendo autores así con suposiciones como éstas en textos tales. Hay veces. Hay veces que tengo que tener un cigarro en la mano para esto, porque hay veces que Ay.