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En la página anterior,. el HP Spectre x360 14 ha sido concebido con la máxima funcionalidad y agilidad para seguir al usuario por toda la casa. Sobre estas líneas, el HP ENVY x360 13 es el dispositivo ideal para plasmar ideas y proyectos creativos en una pantalla con imágenes llenas de color y realistas.

LA DIFÍCIL ELECCIÓN

HP lanza dos ordenadores portátiles premium: el ENVY x360 13, para los usuarios más creativos, y el Spectre x360 14, capaz de adaptarse a cualquier lugar y situación. La última tecnología, característica de la marca, está garantizada.

TEXTO MARÍA ROSA

AMBOS SON HP. Y ESO DEBERÍA BASTAR. Pertenecen, además, a su gama premium, la que aúna la mejor tecnología con un elegante diseño y prestaciones incomparables. Pero cada uno tiene unas características propias para adaptarse a las necesidades de cualquier usuario y eso será, al final, lo que decante la balanza por uno u otro. Hablamos de los ordenadores portátiles HP ENVY X360 13 y del HP Spectre x360 14. Por resumir, en un intento de ayudar en esta difícil elección: el primero está concebido para que la creatividad, la realización de proyectos y el entretenimiento sean tareas especialmente sencillas; el segundo, para adaptarse a las necesidades de cualquier hogar, sean estas profesionales o personales.

Vayamos por partes. El ENVY presume de contar con la tecnología capaz de satisfacer las expectativas de los usuarios más exigentes. Con una pantalla movible 360º, se puede utilizar en cuatro posiciones distintas y, entre las novedades, incluye una cámara con un campo de visión de 88 grados y ángulo ancho que eleva las videollamadas a un nivel superior. Una opción para ocultar la dirección IP por motivos de seguridad; dos altavoces HP para lograr un sonido de alta calidad y una carga rápida que pasa del 0 al 50% en media hora son otros de los atractivos de un portátil diseñado en metal, con acentos pulidos y materiales de gran calidad.

El Spectre, por su parte, comparte con el anterior el procesador Intel Core de 11ª generación. Concebido para quienes trabajan en casa, y no siempre en una estancia propia, la versatilidad es una de sus señas de identidad. Así, incluye atajos para ejecutar con facilidad el ahorro de energía; un modo enfoque para oscurecer las aplicaciones que no se utilizan; eliminación de ruido; hasta 17 horas de duración de la batería y una pantalla de 3:2 que optimiza la visualización vertical.

EL UNIVERSO FORTUNY

PINTOR, MAESTRO EN EL ESTAMPADO DE TEJIDOS, DISEÑADOR DE ICÓNICAS LÁMPARAS... REPASAMOS, EN EL 150 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO, LA VIDA Y OBRA DEL CREADOR GRANADINO.

TEXTO ABRAHAM DE AMÉZAGA

Impresionante modelo de lámpara de inspiración oriental ideada por Mariano Fortuny a principios del siglo XX.

A la izquierda, el artista trabajando en su despacho del palacio Pesaro degli Orfei, de Venecia, hoy convertido en el museo Palazzo Fortuny. Actualmente, en proceso de restauración, su reapertura está prevista para octubre de este año. En la página siguiente, parte de su producción artística, entre las que destacan tejidos estampados, modelos de lámparas y algunos de sus cuadros, que alberga el museo veneciano.

CUANDO SE HABLA DE GRANDES PERSONALIDADES de eco internacional nacidas en España, surge inmediatamente el nombre de Mariano Fortuny y Madrazo (Granada, 1871-Venecia, 1949): los diferentes campos en los que desarrolló su arte y creatividad –siempre con lucidez y maestría–, hacen único e irrepetible a este andaluz que llegó con escasos tres años a Roma, se formó más tarde en París y se asentó definitivamente en Venecia, desde donde desarrolló su polifacética genialidad. Con gran dominio del pincel –“Si tuviera que definirme, lo haría como pintor”, decía–, del estampado de ricos tejidos, cuya composición continúa siendo un secreto; creó también diferentes lámparas, así como un sistema ilumino-técnico, y algo que conocen muy bien los amantes de la moda, el vestido Delphos, que además de contribuir a la liberación de la mujer a principios del siglo XX, se convertiría en una de las grandes creaciones del vestir moderno. Hasta Marcel Proust, que nacía el mismo año que nuestro protagonista, con escasos dos meses de diferencia, lo realzaría ensu obra cumbre En busca del tiempo perdido, y uno de los referentes literarios de la pasada centuria.

Ser multidisciplinar y libre, tuvo la suerte de venir al mundo en el seno de una familia acomodada, hijo del pintor Mariano Fortuny y Marsal (1838-1874), que falleciera muy joven, a los 36 años, habiendo alcanzado sumo éxito. La obra de Mariano padre, considerado uno de los grandes del XIX, contaba con prestigio y valor, y había conseguido encandilar a los millonarios coleccionistas de la época. Por las venas de su hijo corre, por tanto, sangre de artista, aunque no solo por parte paterna: su madre, Cecilia Madrazo, desciende de varias generaciones de maestros de la pintura. Y será precisamente un hermano de ella, Raimundo, el que ayudará a formarse al joven Mariano, quien va a hallar la inspiración curiosamente en la música: será en los temas y la estética de Wagner, cuyas composiciones había descubierto a temprana edad, con nueve años, comenzando a desarrollar su técnica, a caballo entre la tradición y la modernidad.

En 1889 su madre decide fijar la residencia familiar en Venecia. Con ella se instalarán Mariano y su hermana María Luisa. Una ciudad inspiradora y bella, a la que arriba el amor del joven artista, Henriette Negrin, a quien había conocido tiempo atrás en la capital del Sena. A doña Cecilia no le gusta la prometida, por aquello de que estuvo anteriormente casada. A pesar de ello, la pareja se afincará en el palazzo Pesaro degli Orfei, una construcción del siglo XV en la que el joven Fortuny ya reside y crea.

Desde el primer momento, Henriette se implica en el trabajo de su pareja, quien se convertirá en su esposo en 1924. Le estimula, ayuda y aporta ideas, hasta tal punto que el invento del vestido-túnica Delphos, creado en 1907, se le atribuye también a ella. Un modelo cuya inspiración bebe de la Grecia antigua, y en concreto de la escultura del Auriga; lanzado en seda plisada, que por tanto no se arruga, y que podía perfectamente guardarse en una pequeña caja. Una prenda que en un primer momento sus portadoras la reservarían para lucir en el interior de su vivienda, pero que al poco tiempo tomaría también las calles, gracias a Isadora Duncan, Sarah Bernhardt o Peggy Guggenheim.

Al Delphos le había precedido un amplio pañuelo o fular, en gasa de seda, el Knossos (1906), igualmente de inspiración griega. Eso sí, si alguien cree que Mariano Fortuny se siente diseñador de moda o couturier, anda mal encaminado, a pesar de que muchos lo descubrieran por ese oficio, gracias a exposiciones en el mundo, como la que acogió el Galliera de París, en 2017. La comisaria de aquella muestra, Sophie Grossiord, recordaba entonces “el papel esencial de la luz en el conjunto de su trabajo”.

Espíritu del Renacimiento Hombre ajeno a modas, vivía de algún modo aislado, “por voluntad propia y por un cierto recelo del mundo”, en palabras de Guillermo de Osma, su gran especialista, autor del libro Fortuny (Nerea, 2016). Su inteligencia creativa le llevará a adentrarse además en los textiles estampados, con técnicas mantenidas en secreto, a la hora de combinar pigmentos y dosis, que aún hoy continúan. La pasión por el universo textil le vendría de su padre, coleccionista de ricas telas, que heredará, ampliando su número con el tiempo. Los motivos que le cautivan son los históricos. Estampará sobre seda y terciopelo, abriendo en la isla veneciana de Giudecca una fábrica, en 1919, que aún perdura.

Otros campos en los que se adentró Mariano Fortuny fueron la fotografía, primero por afición, y luego como profesional,

Sobre estas líneas, una de las propuestas de indumentaria en seda que creara Mariano Fortuny y que recuerdan al chal Knossos, de 1906, inspirado en la cultura griega; como su vestido Delphos, creado al año siguiente. En la página anterior, una de las salas de su casa-museo.

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