Revista Origen

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Origen Revista liter literaria

CONSEJO EDITORIAL Pedro Kumamoto Claire Masar Miriam Moreno Raúl Solís Jorge Tulteca

PUBLICIDAD Y DISEÑO Paradoja7.com ILUSTRACIONES Livier Cuéllar Ruvalcaba

Origen es una publicación bimestral y gratuita. Certificado de Reserva de Derechos en Trámite. Año 1, no. 1, Abril 2010

2 www.revistaorigen.com


Presentación

Sean estas palabras el origen de Origen; manifiesto de nuestros sueños sembrados en hojas, que han de echar letras. Explorando el placer de compartir, en un espacio de encuentro y creación: entregados, fascinados, con pronta disposición, pero nunca como únicos elegidos por el lenguaje. Cada hombre es creado por él, y nosotros somos un atrevimiento en las palabras. Que quede claro: Origen es la suma de voluntad, decisión y esfuerzo cuyo fin es tocar el impulso creativo de todo ser humano que se envuelva en este deseo. Deseo que nos lleva al Origen.

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Miriana Moro


R

eencuentro

Inalcanzable se nos devela toda la eternidad. El mar estalla en ritmo y la vuelve presente por un instante. BLANCA JIMÉNEZ

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Los Artistas del Helado

6 JORGE TULTECA LEDESMA


C

reí ser la única persona a la que le había ocurrido algo similar, pero me equivoqué. Comenzó una tarde cuando conducía rumbo a casa y pasé por la zona de restaurantes. Una vistosa tienda de helados italianos atrajo a mi paladar, así que me apeé del vehículo y fui a ver qué variedad de sabores ofrecía el lugar. Un indigente sentado en la banqueta me pidió una limosna al tiempo que extendía la mano, y de mala gana le grité: -¡No me quiebro la espalda para mantenerlo! –y el hombre, con indiferencia, se limitó a voltear la mirada a otro lado. Al entrar en el local, un empleado me saludó con cortesía y dijo: -Puede probar el sabor que guste.

Asentí y me deleité con más de diez sabores, ya que no decidía por uno. Finalmente el helado de

noce1 fue el que más me gustó y lo pedí en vaso grande.

Con mucha destreza, el joven sirvió el postre, blanquecino y con trozos reales de nuez en el recipiente. Después de llenarlo agregó una pequeña galleta tubular de color marrón claro junto con una cucharita y una servilleta. Pagué al empleado el importe, y éste tecleó los códigos del producto en la computadora. El tícket salió y me iba a ser entregado con el cambio cuando dije: -Quédate el recibo, no me quiero llenar de basura. -Bueno –contestó quien me atendió mientras lo tiraba en un bote de basura.

Elegí un lugar en uno de los rincones del

1 Helado de nuez. En italiano, noce se pronuncia “noche”.

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establecimiento y me senté a comer mi helado. ¡Qué delicia! Había pasado un tiempo sin darme la oportunidad de saborear algo así, pensé. En un momento mis párpados se sintieron cansados y bostecé. -He tenido días más pesados en el trabajo y no me había dado este sueño –me dije.

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Cerraba y abría mis ojos una y otra vez, perezosamente, cada vez con movimientos más lentos hasta que me dormí, con los brazos y el rostro sobre la mesa; al menos tuve esa sensación. Aquella agradable tarde parecía haberse tornado de un momento a otro en una densa noche que me cubría por completo. Recobré la conciencia y me sentí descansado, aunque extrañamente con hambre. Recuerdo que estaba sentado en el piso de algún lugar que no pude reconocer al instante, pues lo primero que mis ojos captaron fueron los rayos cegadores del sol, que iluminaban mi rostro de manera frontal. El

astro rey se despedía así de ese día, y de alguna manera sentí que de mí también. Escuché los pasos de alguien a mi lado y mi primera reacción fue extender la mano con la palma hacia arriba, como si recibir algo en ella fuera cotidiano. Una moneda cayó y apreté fuertemente el puño para que no escapara de ahí. Cuando mi vista fue más clara, me asusté porque descubrí que estaba a las afueras de la tienda de helados donde momentos antes disfruté del postre sabor noce. El indigente al cual le grité minutos antes continuaba sentado donde lo dejé la primera vez. Percibí un olor desagradable y me moví lo más que pude con tal de alejarme de él, pero apenas caí en cuenta que provenía de mi persona. ¿Por qué? Mi corazón latió rápidamente, y un frío me corrió la espina. Quedé frente a un ventanal de la tienda y miré mi reflejo. Vi que era yo, pero a la vez no era. Mis facciones cambiaron del mestizo común y corriente para resaltar mi origen prehispánico. Mi cuerpo estaba sucio, incluyendo mis ropas. Mi cabello, antes ondulado, ahora


era lacio y lleno de nudos. Percibí nuevamente el olor desagradable que antes mencioné, pero con más intensidad. Era un hecho que provenía de mí mismo. No lo pensé dos veces y corrí dentro de la tienda para hablar con el empleado que me había atendido. Era la última persona con la que había tenido contacto antes de quedarme dormido y necesitaba saber qué había pasado. No pude hacer nada; el dueño de la franquicia se encontraba dentro y al verme, me echó del local a palazos. -¡No puede entrar aquí, ahuyenta a los clientes!

Con el dolor causado en mi espalda me acerqué como pude al otro indigente, que siquiera se inmutó al ver lo que me habían hecho. Quería que por lo menos una persona me dijera que no estaba alucinando, que me había visto bajar del auto, que le había negado una moneda, que me vio entrar en la tienda para comprar un maldito helado. Antes de que lograra dirigirle una pala-

bra, tomó la iniciativa:

-Comiste helado de noce, ¿verdad? -¿Me viste? ¡Me viste! -Sólo cuando entraste a la tienda. -¿Y cómo sabes que comí de ese helado? -Me sucedió lo mismo que a ti hace más de dos años. Pasé un día por aquí y tuve antojo. Me encantó el de nuez, de noce pues. La noche me cubrió y aquí me ves. -No es cierto. -Lo es, ¿qué no estás aquí junto a mí? -Sí, pero debe haber una explicación. -Por mucho tiempo me pregunté eso, y la única respuesta me la dio una anciana que vagaba por estos lugares. Me dijo alguna vez que ella había corrido la misma suerte que nosotros tenemos ahora. Estaba segura de que para recobrar nuestras vidas debíamos volver a comer el mismo helado, en las mismas condiciones en las que lo hicimos por primera vez. Esto es, la misma presentación del producto, en la misma fecha. Sólo

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se tiene la oportunidad una vez por año. -Mientes. –y al mismo tiempo volteé hacia donde había dejado mi auto. El vehículo continuaba tal como lo estacioné. –Ahí está mi coche –dije con desesperación. –Me subo, me voy a casa y asunto terminado. -No hagas eso.

Indispuesto a quedarme con la duda, corrí tan rápido como pude hasta mi auto. Las llaves no estaban en las bolsas de mi ropa, perdí la cabeza y terminé por romper el cristal del lado del conductor con un puñetazo. Alcancé a meter medio cuerpo por la ventana, pero en ese momento salió el mismo hombre que me había golpeado antes y volvió a hacerlo hasta que caí al piso.

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-¡Idiota! ¿Cómo cree que va a pagar lo que le hizo a mi coche? -¿Suyo? ¡Es mío! Acabo de comprar uno de los helados de su tienda y por culpa de eso estoy así.

-¡Le rompió el cristal, maldita sea! –y aprovechó que me encontraba en el piso para darme unas patadas. Consiguió sacarme el aire.

Unos policías que andaban por el rumbo vieron lo que pasaba y salieron de inmediato para poner orden. Como supuse desde que los vi, terminé dando un paseo dentro de su patrulla. Me golpearon, insultaron, escupieron y no recuerdo qué sarta de cosas más me hicieron. Un par de horas más tarde me soltaron, a unas cuantas calles del lugar donde me habían encontrado. Ya era de noche, noche que me cubría por segunda vez en ese día. Apenas y podía moverme, pero hice el esfuerzo y regresé a la tienda de helados donde me encontré nuevamente con el otro indigente. Noté al mismo tiempo que mi auto había sido retirado del lugar. Con una sonrisa de lástima en el rostro, mi acompañante dijo: -Sobre advertencia no hay engaño. El dueño de este lugar se queda con las pertenencias de quie-


nes hemos comido helado de noce. Con nuestras cosas en prenda hacen dinero estos señores, no es porque su tienda venda mucho.

Lloré y fingí inútilmente que no lo hacía. Tenía muchas preguntas, y lo único que se me ocurrió fue: -¿Dónde está la señora que dice saber la forma de volver a la normalidad? -Murió de frío el invierno pasado. Esa respuesta fue tan áspera que no tuve tiempo de pensar si reír o continuar con mi llanto. Negaba resignarme a pensar que sufriría un destino parecido al de aquella mujer. Cerré los ojos y me concentré en despertar del mal sueño que padecía. Fue en vano; ésta era la realidad, donde mi amigos y familiares siquiera imaginarían lo que me había ocurrido. Ojalá y pudiera haber caminado a casa desde el lugar donde me encontraba, pero al igual que lo sucedido con mis pertenencias, la mayor parte de mis memo-

rias serían ya de alguien más.

-¿Dónde rayos vivo? –me pregunté con un grito ensordecedor que se perdió en la oscuridad de la calle. El único que se molestó en contestar mi pregunta fue un gato que se encontraba a lo lejos. Me hubiera gustado entenderle porque, ¿y si en ese momento maullaba la dirección de mi casa? Desde entonces mi única compañía y desahogo fue Paco, el otro indigente que conocí el día que comí helado de noce. Pasaron días, semanas y meses; tan negativos como mi propia suerte. En ocasiones quise morir, desaparecer o no estar consciente de que algún día tuve una mejor vida. Conté los días hasta que cumplí un año como indigente, y ese día tuve el dinero suficiente para comprar el helado de noce que me salvaría. Decidí entrar a la tienda de helados y hacer lo que dijo Paco al respecto de las palabras de

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la anciana para volver a la normalidad. Al poner el primer pie sobre el establecimiento le dije al empleado que estaba ahí: -Tengo con qué pagar, no me echen. -Bien, ¿qué quiere? -Un helado de noce en vaso grande.

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Fue natural que por desconfianza a mi apariencia, me cobraran anticipadamente, pero no me importó. El helado me fue servido con la misma galleta tubular de color marrón claro, la cucharita y la servilleta. En esta ocasión no pensé en el tícket, tampoco me lo ofrecieron. Corrí a sentarme en la misma mesa donde había comido ese maldito antojo por primera vez. La gente alrededor de mí me observaba con desprecio, unos tantos se taparon la nariz por el olor que despedía mi persona, y algunos decidieron retirarse del lugar. No me importó y me enfoqué en lo que tenía qué hacer. El sabor del helado me volvió a deleitar y renacieron las esperanzas

de que todo volvería a la normalidad. Mi cuerpo temblaba de la emoción mientras una risa nerviosa e incontenible quería salir y volar. No sentí los párpados pesados, mucho menos sueño. Aquella risa nerviosa e incontenible resultó muda y así mudó en angustia. El joven que me atendió se acercó a mi mesa con la clara intención de echarme del lugar decentemente y me dijo: -Olvidé darle su tícket –a la vez lo colocó sobre la mesa.

Agarré el papelito con intención de aventárselo, pues conocí de inmediato lo que quiso decirme con eso, pero no sé cómo en ese instante mis ojos se fijaron en la leyenda final del recibo: No se aceptan reclamaciones sin el tícket de compra. Dejé el postre sobre la mesa y salí corriendo del lugar con el comprobante en mano para buscar a Paco. Lo encontré pepenando en el bote de basura de un restaurante, lo sujeté


con agresividad y exclamé:

-Dime que lo que dicen los recibos al final no tiene qué ver con lo que nos sucedió. -Cálmate, ¿por qué preguntas eso? ¿Es que no te quedaste con el comprobante la primera vez que comiste el helado? -No –contesté temerosamente a la vez que lo soltaba. -Tonto, ya no puedes hacer nada para salvarte. –dijo seriamente y volvió a agacharse para seguir buscando comida. -¿Tú tampoco tienes tícket, verdad? Si no, hace mucho tiempo habrías hecho lo que dijo la anciana. -Sí tengo mi recibo. -¿Y por qué no has vuelto a ser quien eras antes? Entonces lo que dijo esa señora no es cierto. ¿De dónde sacó el cuento de que así se puede volver a la normalidad? ¿Cómo y cuándo surgió esta maldición, ella sabía? -Te equivocas, conocí a otros antes de ti que lo

consiguieron. No sé quién descubrió la manera, pero alguien se lo dijo a la anciana también; ella no lo inventó. Por mi parte ya olvidé quién era antes. Tengo miedo de saberlo y como sea, ya no me importa. -Sálvate, tienes la oportunidad. -¿Qué tal si mi vida anterior era peor? No insistas. -No lo creo, al menos tenías dinero para comprar un mugroso helado. -Cállate, no me molestes.

No volví a tocar el tema con él. Fue difícil pensar en la resignación a la que debería someterme, pero en algún momento reflexioné que al igual que él, había olvidado quién fui antes. Un día, Paco estuvo muy extraño, como si meditara. Fue el día en el que cumplió 4 años como indigente. Discretamente entró a la tienda de helados con su tícket en mano y no lo volví a ver.

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Miriam Moreno


DiAlogo con la Soledad 16

Tú, soledad, que me besas todo el cuello con caricias blancas que los sacos y las barbas de pescado no me pudieron enseñar. Tú me deleitas con voces sosegadas ahuyentando a los ecos y a las mariposas que se golpean en el rostro de la gente. Te busqué entre sábanas y vapores de humillación -te encontré como muerta sobre la cama con los labios azules de sapo y con una mirada de cal ardiente que me enseñó a dormir.

Y aquí estoy yo con un espejo vivo y sin rostro (con tu mano sin puño tu costilla sin filo tu ojo verde y nervioso) con mi cuerpo aferrándose a mí. Estoy entre mil barrotes de sal y reboto eternamente en las paredes impalpables -que toco con los pies estirados.

Tus dedos flacos brotaron del pasto y estas uñas se enterraron en mi garganta. Tus párpados filosos extraviaron mis huesos y los colgaron de las ramas torcidas que marcan los segundos (chuecos troncos de ese reloj dislocado que ya no me pinta seis de la tarde)


¿Y esta rodilla que se rompe? ¿Estos hombros de insecto? ¿Este tallo callado? ¿Esta sonrisa frágil, de porcelana? todos son míos. Porque me has empapado en un tono rubio me has metido en un anillo perfecto de oro me has atorado con mis palabras en la tráquea de algún tigre moribundo cuando mis brazos jalaron alas y picos de gorriones absurdos.

Tú, soledad, que no eres nada nada más que las ropas sucias de otro grito sin eco nada más que estos labios fríos que siento besándome toda estos ojos callando mi delirio estos cabellos de color picándome la espalda frondosa

Tu aliento derritió la soldadura de mi edificio hueco con estrellas rojas con pinceles que cantan los pájaros sin cabeza que me guardo en el pecho aves que tienen miedo de estrellarse y pintarse como sangre en algún lienzo vigoroso.

Claire Masar


18 Ésta era su última tarea en ese lugar. Revisó los cajones que tenía asignados, el lado derecho del armario, y el izquierdo sólo por si las dudas. Su sombrero favorito encima de todo dentro del veliz… no, ese lo llevaría puesto, tal vez haría las cosas un poco más sencillas… tal vez no. Cerró la maleta y la colocó en el suelo, junto a sus pies, frente a la puerta, con la cama a sus espaldas. Dio una última mirada a lo que ahora sería su antigua habitación. Vio

UNA MALETA ABIERTA SOBRE LA CAMA


CHINA GONZÁLEZ.

las corbatas en la puerta del armario, los ornamentos, todos en su lugar, las sábanas dobladas en una silla, las marcas de dedos en el espejo y las fotografías sobre el tocador; los dedos indicaban todas las caricias a través de reflejos, cada vez más por ese medio que en la piel real, y junto a ellas, un beso, pensado de despedida por el día, sin idea alguna de que en realidad sería el último. Una brisa entró por la ventana y le recorrió el cuerpo, dando paso a un escalofrío. Con los ojos cerrados recordó cuánto solía amar esas brisas, porque siempre les seguía un abrazo, lleno de amor y calor, ahora la entristecían pues sólo le recordaban lo sola que en realidad estaba. Entonces recordó todos esos abrazos, abrazos que habían llenado su vida. Innumerables al principio, y ahora contados, llenos de amor y cariño, solidaridad y respeto, pero contados, contados y reservados para ocasiones especiales. Quiso despedirse de cada objeto en la habitación, pues alguna vez los había apreciado tanto como a su vida misma, vida que ahora, después de tanto tiempo había decidido apreciar de nuevo, lo que la había llevado a tomar esta decisión. Recordando eso, no quiso decirle adiós a nada en particular, pero quiso querer hacerlo. A sus pies, debajo de la cama, vio un sostén que se asomaba, no había necesidad de llevarlo, pensó, algo para ser recordada, después de todo, alguna vez éste también había sido su recinto. Vio los rincones, vacíos y oscuros, vio la cama hecha y vio la nota sobre una almohada, la almohada a la derecha, con ese círculo perfecto y dorado que dejaría su dedo para siempre. Levantó la maleta con una mano y la sostuvo con fuerza. Una lágrima bajó por su mejilla, la dejó caer, no pensaba hacerse la fuerte, no fingiría que no había dolor. Dio un paso al frente y se sorprendió cómo sus pies siguieron moviéndose sin la menor dificultad. Atravesó la puerta y no se molestó en cerrarla, pero la había dejado atrás, no atrás en el olvido, sino atrás en las memorias, atrás en el pasado, atrás en el ayer.

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ESTE

ES


ESPACIO

TUYO


Hay la frase que regresa tal como venía antes de tragársela el papel blanco acuático.

Esos animales sepultados confundidos con la arena tan pronto se mueven dejan de ser sólidos dejan de ser sedimento vuelven a su vuelo brillantes neblinosos. Hay caminos que vuelven también .

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Una hoja doblada sigue el blanco extremo al blanco camino que aprieta se llena de arena se vuelve pesado.

ORI


GEN DaNÍIVIR KENT

Hay arrugas que acarician la reiteración. Errar es reiterar el recuerdo del vino se restriega.

Ida y vuelta un mar de retrocesos me vuelve a sus costas.

Pero mi madre también con un sólo dedo suyo por mi cuerpo del tamaño de su antebrazo trazó un limpio indeleble camino cuando mis ojos eran nubes grises.

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BREVE

Ficcion

Anochece y esa mujer avanza sola, buscando en el centro de algún lugar el desencanto. Es un sol su rostro y camina como la gente después de hacer el amor. Tiene todo por delante, busca. Es una mujer hermosa que mientras avanza, anochece mirando en el afuera de la vida y en el aire, los recuerdos y el tiempo de alguna persona a la distancia. También busca los recuerdos y el tiempo del anochecer dentro de sus ojos, solitaria mujer que hizo el amor en el afuera de la vida, en el aire, mientras llega al centro de algún lugar del desencanto.

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Adalberto de Terralba


Mirar Nunca había sentido miedo verdadero a los monstruos, pero te conocí y en tus ojos vi mil mundos y en cada mundo había mil monstruos y en sus ojos, mil mundos y en cada uno de ellos estabas tú, mirándome y luego desviando la mirada, como si algo de mí te asustara.

a los Ojos David González

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MarĂ­a Ana Tapia


Matinal Las gotas acariciaron la ventana. Entre sus roces, la brillantez del cielo traspasaba íntimamente entre las cortinas para acobijarme junto a la pared. No abrí los ojos ante la clara luz blanca de la mañana, pero mi cuerpo me levantó, fue a la cocina, tomó un vaso de leche, cuatro galletas rellenas de chocolate y mi mano las remojó para mi boca adormilada. Volvimos a la cama mi cuerpo y yo. Los pies sin calcetines, se enrollaron con las sabanas tibias, como en un vientre que reposa. Miré a la calle con mis oídos y perdido abrí la ventana. Penetró el olor de la tierra mojada y junto con la suavidad de la franela, mi cuerpo entero se puso a vibrar por el tamborífico latir de mi corazón hasta llegar la mañana siguiente, que esperábamos, también fuera lluviosa. Abidán Salinas

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PEDRO KUMAMOTO

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Rápido y silenciosamente. Tizanas de Luna. Cargando bien dátiles, o figuras de cristal matusalénico, resentimientos enfundados en plomo, pero nunca viendo atrás. Mirando al frente, como al vacío, como al Mediterráneo, como a la resignación. Nunca viendo atrás. Ella era un copo, sin embargo, muchas veces en su infancia manifestó escuchar la brisa dorada de ese lugar, prohibido y enterrado para ese entonces, del que fue fruto exiliado, a causa de creer en cruces y no en lunas. Su madre: devota poeta, un ser de fe, su padre: determinación con los ojos más verdes del Líbano. La crearon libre y generosa. En los veranos contaba estrellas fugaces, en los inviernos jugaba a las bengalas y en las nostalgias… Escribía.


2. Epifanía/ Territorio de la adolescente. Pronto (¿Importa cuándo?) sintió el llamado, Epifanía /verbena suntuosa de lo humano/. Se consumió al sentimiento, se dejó, se abandonó, voló incauta, le hizo el amor a Dios/ le hizo el amor a Dios/ le hizo el amor a Dios, convirtiéndolo en auténtica deidad purificadora. ¿Por qué habría de temer? Estaba siendo guiada por el abrazo cálido que nacía del filo puro de infinito en donde se encontraba. Y fue siempre suya. Hizo cánticos que sólo entendían mariposas y prostitutas, rezó manantiales, tejió mirra, dignificó las más altas alabanzas. No por su Dios (bueno, en parte un poco), sino por la gratitud de haber encontrado ese todo complementador, unificador, disipador de todo misterio; al fin entendió el abrupto éxodo que protagonizó tan pequeña. Dios todo lo valía. Cada barco, tizana, visa, dátil, lengua. Su destierro no fue en vano. Dejar su Líbano, árido por el reproche y lucha de credos.

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3. Plástico/ Y el mundo cambió y ella con él. Firmemente, sus días fueron, pasaron y se fundieron. Cambiaron las perspectivas (todas a lo sintético), se definió que el cangrejo sí es mortal y las mediciones alcanzaron a los chamanes, a la palabra, al viento, a las mismas mediciones. Ella seguía afable, convencida aún de esa chispa carmesí de fe-incendio místico unificador. Así como sus tótems y templos, todo se cubrió de polvo resignado.

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4. Transición/ De cuando sintió sus arrugas. Éste No Es

Más El

Éste Que

Comenzó La

Oración.

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5. Luminosa/ Muerte aùorada. Hoy‌ Ella: yace nacarada, luminosa, plena, esboza una leve sonrisa, como de satisfacción.

Yo: No me persigno, salgo del funeral, y no me persigno, mientras escucho arder los templos de vida.

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Lycée Français de Guadalajara Francisco Villa 235. Colonia El Bajío. CP 45019. Zapopan, Jalisco. Tel: +52 (33) 3682.2221 +52 (33) 3682.2229 +52 (33) 3682.1227 Fax:+52 (33) 3165.1106 http://www.cfm.edu.mx/

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BROTE Un colibrí se sueña rosa roja sobre la tierra. Ya no hay nada que resta, sólo un rastro de plumas. BLANCA JIMÉNEZ

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S

i Dios te hizo Mujer ADRIAN FILPIO.

Respuesta al poema de Gioconda Belli, Dios me hizo mujer.

“Gracias a la vida, que me ha dado tanto…” cantaba Violeta Parra en esa bella, nostálgica y fuerte canción que lleva el mismo nombre: “Gracias a la vida”. Gioconda Belli hace algo parecido; un agradecimiento, una profunda inspiración que la hace confesarse, saberse mujer, saberse hecha por Dios. El papel es el espejo donde ella se descubre, se da cuenta que es mujer, que es todas las mujeres; el poema asume ese importante rol, hablar por todas, esculpirlas a todas a cincelazo de tinta; Belli sólo le agradece a Dios, y el simple agradecimiento, sin querer se vuelve poesía, esa que le brota a la mujer por todo su ser.

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Es esto un agradecimiento; lo justo sería que también mi agradecimiento se volviera poesía, pero me conformo con decirle esta vez sinceramente gracias a la mujer y no el acostumbrado y fiel cómplice “Perdón”.


De antemano agradezco tu pereza Dios, por no tomarte tú solo, todo el trabajo de dar vida; créeme que yo no te juzgo como seguro lo hacen varios, yo sí puedo imaginarme lo difícil que es eso, como para cargarte a ti toda esa labor; necesitabas ayuda y la mujer lo hace muy bien, claro, también nosotros debemos poner nuestra semilla, tú sí sabes Dios, lo que es trabajo en equipo. Esto te lo digo porque la veo en este momento; no físicamente pero sí en todo y en lo demás también. Qué bella eres mujer, te lo digo con la sinceridad en la cara, no para sacar un provecho ni para llevarte a la cama; te lo digo porque hoy me nace decírtelo así nomás, sin disfraces. Eres bella de principio y no tienes fin, eres odiosamente necesaria, tanto que hasta llego a odiarte; eres fruta que se da todo el año y créeme, te como y te como y no me empacho. ¿Qué no eres tú? Madre, hija, amiga, asesina que da vida, amor escrito a besos, a caricias, eres un dolor de cabeza… tú eres, a ti te debo toda mi existencia. Qué modesta eres Gioconda, Dios ya te amaba antes de hacerte, antes de hacerte tú ya eras mujer. Si Dios te hizo mujer, me queda amarte mujer, me queda darte lo que soy; si Dios te hizo mujer, bendigamos juntos tu sexo, recémosle todas las noches, juntos, juntos, ¡oh complemento mío! Si Dios te hizo mujer…sí, Dios te hizo.

Mujer, porque cuando me tocas, cuando me ves, cuando me das tú, mujer, siento cómo Dios mueve mi mano, mis labios, para besarte, para que él pueda tocarte, para que podamos amarte, amarnos, Dios, yo, tú, mujer.

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LA DIGESTION DEL ALMA A propósito del cuento Macario, de Juan Rulfo. “…Porque yo siempre tengo hambre y no me lleno nunca, aunque digan que uno se llena comiendo yo sé bien que no me lleno por más que coma todo lo que me den…”

¿Hambre de qué tiene Macario? Si aun comiendo no alcanza a llenar esa panza que no es sólo tripas crujiendo, es ansia de comerlo todo, lo incomible, tragarse a la vida, pues el alma también hace su digestión.

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Creo que el primer símbolo o el más central de todos los que visten a Macario, es la insistencia, la confesión llena de culpa, la de siempre tener

hambre. ¿Pero por qué Rulfo insistió tanto en que Macario le hablara al lector así con esa confidencialidad, con esa hambre?

Macario es huérfano, dejado al cuidado de su madrina y de Felipa, relegado a un cuarto donde pasa los días inmóvil, “quietecito”, fuera del tiempo, no vaya a ser que se le metan los demonios, no vaya a ser que no se vaya al cielo, que ni el purgatorio alcance. Su desquite son las cucarachas, esas que truenan, y que se oyen como las pedradas que le acomodan en el pueblo porque Macario está loco, loco porque no se sabe estar quieto, loco porque se pregunta qué hay fuera del templo, loco porque en su pecho pesan menos los rezos que el profundo golpe del tambor, loco porque tiene hambre. Macario nos habla desde adentro, íntimo dialogo del alma. Hambre de amor, de que sepan que


existe, que está vivo más que otros, vivo aunque choque la cabeza con el suelo.

Sentado está, hablándonos, esperando que las ranas salgan, lamiendo sus labios deseosos de leche, de madre, así como sus labios maman las tetas de Felipa, así quieren mamar la vida.

JULIO GERMI

DON MOSTRO www.myspace.com/donmostros facebook: donmostro surf metal género: surf metal core MEXKLA www.myspace.com/mexkla facebook: mexkla género: fusión jazz experimental TOURETTE www.myspace.com/tourettedisorder facebook: tourette género: rock progresivo mathcore LOST KABOOM www.myspace.com/lostkaboom facebook: lost kaboom género: fusión jam band blues contacto: Víctor Valerio - 3312739876 a-u-d-i-o-s-l-a-v-e@hotmail.com Fabián Santana - 33132187519 fabiansantana@live.com


Invitación AGRADECIMIENTOS:

Alberto Manuel Rivial, Familia Moreno Sánchez, René Rivial, Dirección de Literatura del Estado de Jalisco, Jorge Souza, Caroline Perrée, Lluvia Soto, Edgar Robles, a los asistentes del evento pro-Origen. A nuestras familias, amigos y todo lo que nos originó.

A

toda la comunidad interesada, Revista Origen invita a participar con una composición inédita, ya sea cuento, poema, ensayo, crónica, etc., con el tema: Espacios El texto o textos se recibirá(n) en documento de Word bajo las siguientes características: Espacio sencillo, tipografía Times New Roman a 12 puntos y márgenes de 2x2x2x2 cms. Longitud no mayor a 1700 palabras.

La convocatoria para la conformación del número 2 cierra el día 5 de mayo del presente año. Mándanos tu bebé a:

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contacto@revistaorigen.com




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