La soberanía política:una conquista para todos y todas

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Tres banderas, una gran Argentina

La soberanía política: una conquista para todos y todas

E

n la convergencia entre soberanía política, independencia económica y justicia social, el primer gobierno de Juan Domingo Perón fijó y viabilizó su postura ante el resto de los países del mundo. Internamente, las medidas adoptadas en pos de alcanzar la justicia social tan cara al peronismo –salarios dignos, ampliación de los derechos de los trabajadores, las mujeres y los niños, acceso a viviendas y a una educación de calidad–, moldearon la llamada Tercera Posición. Se trataba de respetar y fortalecer aquellos componentes más genuinos de la identidad nacional y, como correlato, sostener las maneras de producir y de trabajar en las que millones de trabajadores argentinos, que habían recuperado la noción de futuro gracias al peronismo, desarrollaban sus vidas. ¿Qué implicaba la soberanía política impulsada por el peronismo? En primer término, un Estado fuerte. Llevada al plano político y económico, significaba contar con instrumentos para apuntalar la situación de la Argentina en el contexto internacional: se imponía protegerlo de las potencias externas que, en tiempos de la Guerra Fría, buscaban aliados para salir de las crisis que atravesaban, producto de los conflictos bélicos. Para que el país asumiera y protagonizara su soberanía, era necesario, entonces, construir un Estado capaz de controlar los recursos productivos estratégicos y defender ante el mundo su independencia. El desarrollo de la industria

nacional, la ampliación de la actividad tecnológica y de investigación científica, y la independencia económica de organismos como el FMI (Fondo Monetario Internacional) marcaron la marcha del peronismo en la Argentina. Con el proyecto conducido por el presidente Néstor Kirchner a partir de 2003, renació la voluntad por la soberanía política y económica como fundantes de un modelo que contenga a todos y a todas, con dignidad y esperanzas. Buscando superar las “relaciones carnales” que habían guiado la política exterior en la década del ‘90, durante la gestión de Néstor Kirchner se apuntó a configurar un escenario político y económico común con los países hermanos: Brasil, Venezuela, Ecuador y Uruguay, entre otros. La búsqueda de soluciones comunes para los intereses de la región apuntaba a fortalecer la autonomía nacional en el contexto internacional y a reposicionar las naciones sudamericanas en el escenario global. A su vez, guiada por Cristina Fernández de Kirchner desde 2007, la Argentina –que ya mostraba claros índices de crecimiento y reactivación económica– sostuvo su estratégica presencia internacional, que se materializó no sólo en sus acciones económicas y políticas, sino también en gestos simbólicos que apuntaron a fortalecer la integración con los países


Soberanía política

“Deseamos vivir en paz, con todas las naciones de buena voluntad del globo.” Juan Domingo Perón, discurso pronunciado en la inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata, 10 de junio de 1944

“En nuestro proyecto, ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación.” Néstor Kirchner, discurso de toma de posesión de la Presidencia, 25 de mayo de 2003

“Pretender soberanía a 14.000 kilómetros de distancia no es sostenible por el derecho, la geografía ni por el sentido común. Es un ejercicio de colonialismo. El doble estándar del derecho internacional tiene que ser revisado.” Cristina Fernández de Kirchner, discurso pronunciado en Ushuaia, a 28 años del desembarco argentino en las islas Malvinas, 2 de abril de 2010

de América Latina, para instalar ese espacio más amplio, la Patria Grande. Las relaciones del país con sus hermanos, viabilizadas en la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), presidida por Néstor Kirchner, y la activa participación en el Mercosur (Mercado Común del Sur), forjaron una política de unión que permite soñar con una región hermanada. Una acción destacada en el terreno de la política internacional fue la reafirmación de la soberanía política de Malvinas, que, por las gestiones de la primera mandataria, contó con el apoyo de los 33 presidentes que integran la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC), quienes rechazaron abiertamente las intenciones del Reino Unido de concretar la exploración de hidrocarburos en las islas. Igual de decisivas fueron las intervenciones de la Argentina en las reuniones del truncado proyecto del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), el G20, el G77, la OMC (Organización Mundial del Comercio) y la ONU (Organización de las Naciones Unidas), en las que exhibió la voluntad de ampliar su presencia en el mundo desde la defensa irrestricta de sus intereses nacionales. Con todos los argentinos y argentinas, se busca concretar un Estado dinámico, que trabaje en pos de un país diverso e inclusivo. Las leyes de Servicios de Comunicación Audiovisual y de

Matrimonio Civil Igualitario ampliaron el debate y la representación de sectores sociales históricamente postergados. Nuevas voces, nuevos derechos y un Estado transparente que libra la batalla por la profundización de la democracia se pusieron de manifiesto con la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y los juicios a los represores de la última dictadura militar. También marca el rumbo de las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner la construcción de memoria y de conciencia histórica, y la revalorización de las identidades. En este sentido, la recuperación para el pueblo de los feriados de Carnaval, anulados por la dictadura militar en 1976, es otra de las conquistas alcanzadas. Y en el marco de un proyecto político que propone releer los relatos que construyen la historia argentina, se fijó el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración del Combate de la Vuelta de Obligado, de 1845, que consolidó nuestra independencia. Para siempre en la memoria de los argentinos, los festejos populares por el Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810, a los que se sumaron, con efervescencia cívica, cerca de 6.000.000 de personas, exhibieron, en un memorable 2010, la concreción del sueño de una Argentina soberana, de todos y todas.


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