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MARIÚPOL

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LA GUERRA CULTURAL

LA GUERRA CULTURAL

MARIÚPOL

Ángel Pérez Mora, Fundador de Deciudades

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Por las noticias sabemos que existe una ciudad. Los analistas de catástrofes que dicen guerras nos hablan de ella y escriben su nombre junto a un mar que llaman Azov. En ese mapa leemos Ucrania y unas cuantas palabras más, difíciles de pronunciar, que dicen ser también ciudades cuando, en realidad, hoy solo son fantasmas.

Fantasmas de ciudades protagonizan nuestros telediarios. Ciudades que fueron y ya no son. Que nunca podremos conocer pues ya solo existen en el pensamiento de los que allí vivieron. Un ejército de maldad destruye sistemáticamente una ciudad tras otra. Solo quedan palabras huecas en un mapa. Un país está convirtiendo a otro en una sombra. Todo nombre de ciudad provoca imágenes en quien lo pronuncia. No existe nombre que no nos traiga un recuerdo, al menos una pregu nta. ¿Quién no espera encontrar flores al llegar a Florencia? ¿Quién no piensa en un castillo al pronunciar Transilvania? ¿A quién no le ha chocado decir Puertollano al llegar a un pueblo, lejos del mar, bien adentro de Castilla?

Ante nosotros, toda nueva ciudad, abre ventanas a nuevos paisajes y gentes. Hoy, Mariúpol nos abre un mirador al abismo de la devastación. Pero Mariúpol suena a ciudad, como Sebastopol o Leópolis. Todos aprendimos en las páginas de la Historia Interminable que un niño puede impedir que la Fantasía muera, si decide nombrarla y soñar. Mariúpol es nombre de ciudad mujer. Hay que soñarla para borrar su destrucción, hay que nombrarla para que perviva.

Tony Garnier soñó y proyectó Une cité Industrielle, cuando surgió la máquina de vapor. Le Corbusier, se atrevió a redibujar París, a partir del automóvil. Quizá debamos poner en la destrucción de Mariúpol el principio de una idea que la lleve a su renacimiento. Esta columna trata de ser ventana desde donde asomarse a una Málaga mejor. Lo que aquí se escribe surge de la pasión de un urbanita por las ciudades. Desde aquí propongo que en las escuelas de arquitectura del mundo libre se reestudie Mariúpol. Que sus alumnos se planteen ejercicios primero para soñarla, después para rehacer su tejido devastado. En vez de llorar la ciudad perdida, podemos recrearla desde las escuelas y los concursos de arquitectura. Trabajar desde los colegios profesionales con proyectos urbanos. Si recordando, guardamos en vida a los que se fueron, redibujando ciudades podemos recrear lo vivido por otros y proyectarlo para un futuro próximo. Hacer renacer Mariúpol desde nuestros dibujos, como el Ave Fénix, desde sus cenizas.

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