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Graciela Girรกldez
El tren de abril
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Graciela Giráldez, El tren de abril, primera edición. © Graciela Giráldez, 2014 Todos los derechos reservados Edita: Bubok Publishing S.L. ISBN: 978-1-291-77019-3 Impreso en España (printed in U.E.)
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El tren de abril
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A mis seres queridos.
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I ESTACIÓN Eterna quietud mis pies fríos, descalzos sobre las vías.
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EL COMIENZO Comenzó el viaje, y una cascada de marionetas vigilantes se desprenden desde tu recuerdo. Hacen que resbale en la órbita andante de aquel tiempo, hacen diáfana mi figura en la línea que engendran en tu mirar. Hacen que desconfíe hasta del viento que sopla en la superficie. Hacen borroso el diseño de este ropaje que me enreda a ti, hacen rígida la vibración de mi cuerpo que palmo a palmo se ahoga en el deshielo del alma. Hacen inmóvil la plegaria, hacen que mis lágrimas sean roídas por la escoria que cruza los cajones de la paciencia. ¿Y qué es tu pasado. Una mano depositada en un pliegue de las sábanas convertidas en polvo, una imagen que sólo vive cuando te cierras a la noche y caminas por el tablón que te aleja del futuro? Aquí tienes tus recuerdos, en un ovillo de fechas y nombres en una mano de piedra, en el jardín que reposa junto a tu cabeza, en una sombra que por veces se aparta de mis demonios y se eleva en la niebla. Describe la medida aproximada 10
para que yo pueda refugiarme en el filo del anillo que llevo hace a帽os y pueda volver a tu mundo, a ese recinto donde mi tierra es tu primera visi贸n y el alimento de tu garganta. Comenz贸 el viaje y el coraz贸n espera el furtivo paso de su piel por la muralla de tu espalda.
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DÉJAME SER Deja que me arranque la piel y pueda sentir el frío de los senderos que acariciaron tus manos. Deja que me ahueque la carne y lime mis huesos para entender el dolor del cariño que te retiene en el pasado. Deja que me olvide de todo y pueda morir para entrar en tu alma. Quiero abandonar este ser egoísta que me cubre cuando esos fantasmas penetran en nuestra congruencia. Quiero ser la lluvia que azote el cristal de tu ausencia, el idioma de la noche donde sumerges la sonrisa, la señal del calendario que te observa desde un rincón de tu voz. Déjame ser algo más que el mutismo que hilvana tu vida. Déjame ser el galope salvaje que te conduce al grito del sueño, el continuo vapor de tu sangre y dame la posibilidad de comenzar a comprenderte en el glorioso viaje, que nos lleva al exilio del presente.
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II ESTACIÓN Posiblemente yo te empuje al repaso de esos días. Posiblemente tú me conviertas en silencio.
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VOZ INTERIOR El acero contra las v铆as perfora la raz贸n, poda las preguntas, el aire, y las ideas penden de un hilo sobre los pensamientos. Quieres extirpar el nervio de ese algo que grita en el delirio de la velocidad, como quien desclava los recuerdos de los mapas. Y entonces, en ese instante, es cuando la claridad escapa de tu mente y esa voz se encarna en la sombra.
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IRREMEDIABLE Las ciudades cuelgan sangrientos sones de campana mientras el coraz贸n lame la herida que reinventas.
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BÚSQUEDA DEL SUEÑO
Se mezclan los contornos del alma y el griterío marea la estrategia del ánimo, la noche abraza a esta confusión que no acepta la crítica de la distancia. Una lámpara empalidece por momentos, jugando con la aureola que hay entre lo que dejamos y lo que vendrá. El tiempo está sólo. Navega en el interior de un cristal en busca de los sueños. La mirada siente cómo la realidad contempla a la memoria descender de la corriente de un grito, deteniéndose a orillas de esta cama para convertirla en infierno. No hay nada peor que el ruido con unas décimas de alcohol y, si bien los lazos de la vida son inalcanzables, todo asoma al firmamento en una mezcla paradójica del destino.
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AUSENCIA El viento detenido en los huesos del pasado hace que te reveles al instinto de olvidar. Te arrastra y secuestra ese enjambre de ruidos que escarban el alma del carril y desequilibra la oscuridad del paisaje. Ese viento, el mismo viento que te hace libre separa tu mar de mi tierra, mis ganas de tus caprichos. Hace que escondas ese ruego de amar en la cumbre de la conciencia, en tanto yo tiemblo en la ausencia de tu mano.
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HECHIZO MUSICAL Un pasillo de pisadas revueltas despega al tren de las vías. Se filtra el aire enredado con acordes, te envuelve, como quien cubre la verdad con quimeras. La inquietud se descuelga de tus dedos, atrae a mi mano, se agita la sorpresa y el aliento crece insaciable. La resonancia rompe todas las reglas. La gente se desplaza a otro vagón, nos mira con desconcierto, no sé percatan de que nuestros sentidos están atentos a la visión de ese hechizo musical, —a nuestra canción— Ellos no saben que despertamos a un abismo en donde una piedra recita los secretos del monte. Ellos no se dan cuenta de que la melodía nos aferra al asiento hasta el punto de convertimos en reflejo el uno del otro. Cadencia liberada en busca de ese abrazo que promete el horizonte. 18
LEJOS DE AQUÍ… LA GLORIA Sientes miedo, de qué. De la soledad, de la noche que nace entre los raíles, de la muerte que persigue al tren, del fantasma que con su intensa pupila te paraliza entre el límite de la nada y del infinito. Sientes miedo, de qué. Del sueño de seguir cuando te mira con asombro, al verte remolcado por la corriente de un destello disuelto, en el umbral de una garganta incapaz de gritar palabras. Sientes miedo, de qué. Avanza. Das el paso y en el camino queda la huella, queda todo, hasta la separación del cielo y la tierra, donde el tiempo… es un clavo que sangra, en mitad del vacío. Sientes miedo, de qué. Lejos de aquí… la gloria. 19
SOMBRAS El camino suelta reflejos, hilos que se enredan en las sombras y tallan el perfil de esta huida, se clavan en el óxido de la hierba bajo la mirada de un grafiti, que acumula la sustancia leprosa del presente. Sangra el reflejo, se hace sombra y la gravedad del silencio absorbe el último trazo de abril que no pudo refugiarse en mayo. Lo visible del mundo se fragua tras la máscara de ese espejismo donde abro tormenta haciendo difusa tu memoria, de donde sustraigo el tiempo de los años y convierto en polvo las leyendas que marcan tu frente. El camino sueltas imágenes que se sumergen en esa carrera donde un instante, puede detener a la noche.
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GIRO EN ESPIRAL Por la ventana pasa la montaña y viene el mar, como pasa el día y llega la noche, como pasa sorda la cabeza de la nieve y tras su manto blanco se va. Así, por la ventana pasan ante nuestros ojos las múltiples moradas de este viaje, donde dejamos retales de nuestra vida: colgados en los árboles, recostados en el bosque, ocultos en el viento. Por la ventana buscamos el sueño que vive bajo la piel del fuego, giramos en espiral, nos dejamos abrasar, golpear el rostro. Nos dejamos seducir por esa llamarada que nos reencuentra con una boca desnuda, urgente, que nada entre la locura y la razón cuando quema el ácido que cae desde aquel recuerdo, nos transforma en ironía, no existen las palabras, solo señales, revelando el obstinado escaparate de nuestra historia. 21
EL TREN DE ABRIL La niebla acurrucada en los caminos deja paso al eco circular de una luz que se hunde en el soplo fugitivo de tu boca. Esa luz bucea por mi cuerpo y descubre los rincones donde se esconden los hechizos gobernantes del amor. Se transforma en aliento, se conjuga en diferentes tiempos y acorta la distancia de tus manos y mi cuerpo. Desentierra de mi margen la costumbre de extrañarte y observa cómo se abren camino las caricia entre sueños. Cómo tu perfume entra en mi espacio y vigila a las sábanas de su despertar del vacío, mientras los sentidos se aglomeran en el extremo del día que nace, congelando el silencio.
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ARENA
Nudos, aire que levanta vuelo a travĂŠs del verde y besa (negĂĄndose a morir) las alas de una roca. Nudos, salpicados de piel, rompen esa figura de arena que viaja a mi lado. Nudos, aturde el sordo latido del tren que atrinchera inĂştilmente la vida que brota de mis labios.
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TRAUMA
Del miedo que palpita en tus ojos. De mis ojos cuando ven tus manos traspasar el l铆mite de mi cuerpo. De mis manos cuando escuchan tus pasos por el corredor del tren. De mis pasos cuando sienten tu voz retumbar en las paredes olvidadas de mi cuello. De mi voz cuando encuentra tu respiraci贸n aferrada al cristal que divide al mundo. De mi respiraci贸n cuando presiente la muerte celosa de ese perfume que bebiste a giros de mala sed. De tu muerte porque me mata.
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III ESTACIÓN El alba bebe los sueños que olvidaste en la almohada del recuerdo.
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ASIENTO 48 En los brazos del asiento número cuarenta y ocho hay un tiempo que se agrieta en morado y gris. Él me mira y te observa; te obsesiona y me distrae con su pregunta tan descarada: -¿por qué estás a su lado?-
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RESERVA Cuando los poros de la tarde cicatrizan la herida y el tren abandona su marcha en las yemas del paisaje, escribo. Patinan palabras por el camino que anduvieron tus manos, toman mi cuerpo, haciendo de él un segmento roto, inerte, que solamente vive cuando lo amas tú. El cielo se reserva su brisa y extraño el soplo de tu sed en la almohada. Sueño, te encuentro en los acantilados del deseo y te veo jugar con la cortina del delirio que resguarda mi vientre de esas noches que no estás. No estás, y se escapan las caricias de mis manos. El viento las lleva, viajeras besan las ramas que conducen a esa noche en la que duermes lejos de mi boca. Mi voz viaja en el ojo de una estrella y el cielo la funde en tu almohada. Me acerco a tus sueños, regalándome la gloria de tus días, 27
la reconquista de ese ángel rebelde que se aferra al pasado. Y así creeré que, por lo menos hoy, nuestros sueños dormirán juntos.
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CERTEZA DEL ALBA Sonrisas en el gesto inerte de las horas que atan el copo espeso de mi cuerpo al peligro de tu calma. Ruedan por el aire bordando las curvas de la entrega, sellando con sal la herida lejana que me denuncia por invadir su espacio. Sonrisas que se estiran, ensanchan y juegan con la luz que tiembla desde el sótano de tus ojos, cuando dejo mi vientre olvidado bajo tu piel vestida de alegría. Sonrisas que se pegan a la superficie de un fuego que aprende a volver de la cima de los decires gastados, quemados como los mapas de búsqueda de grietas. Grietas que conocemos y que este mar de fiebre guarda en un instante. Sonrisas que se cuajan como lava espesa sobre los labios de un pasado que quiere ignorar los ciclos de la realidad. Sonrisas que dejan de ser esclavas de un ayer que se hidrata ante la esperanza de dos cuerpos, ya ausentes de palabras. Sonrisas en la dulcísima certeza del alba que liberó a la noche del recuerdo. 29
MORDISCO DE UN SUEÑO La humedad de la tierra descifra el escalofrío que hace sumergir la espalda en el asiento, arranca el silbido de tu boca y desclava los alambres del recuerdo. El tiempo no perdona, ni la nostalgia ni el descuido, y sólo puede ver desde esta ventana, árboles que huyen hacia ese ciclo de segundos donde se esconden las distintas secuencias de la vida. Humedad de la tierra. Desnuda la fuerza del aliento del tren que se entrega a ese mordisco terrenal a su paso por la frontera. Quizá la tierra absorba la pena y equilibre los sueños, cuando llegue el olvido.
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IMPACIENCIA MOVEDIZA ¿Qué tiempo nos divide? ¿Qué pasado nos reinventa? Te vuelves mendigo entre los escombros de la vida, y sólo quieres reconocerte entre las zarzas ocultas en lo desconocido. ¿Qué agonía consume la existencia? ¿Por qué mana de ti otro tiempo? Mira tus manos desamparadas de la luz del paisaje, quieren adelantarse al gesto, pero otra vez las come la impaciencia. Y nuevamente el tiempo reinventa nuestro silencio en las membranas del cansancio.
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NUBE QUEBRADIZA Tal vez aprender a vivir o a convivir con las ramas quebradizas que brotan de tus ojos sería lo justo. Tal vez escuchar el gemido invariable del tren arrasando a las sombras sería la señal necesaria para despertar la mente y escribir nuestra historia. Tal vez trazar un cerco entre tu imagen y la mía sería la manera de que el amor tome la distancia que a veces necesita. Tal vez bastaría una palabra para que saliera al aire ese óvalo envejecido del “yo” para poder ahogarse en la voluntad de otro. Tal vez nada sea tan importante como la nube que absorbe el cielo.
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SILENCIO DE LA MEMORIA Todo se refleja, todos somos laberinto dentro del olvido, bordes de alguna circunstancia o camino‌ de alguna apariencia nerviosa del viento, en el apresurado viaje de llegar. Queremos aprender el atajo de regreso. Queremos volver, pero nuestros pies se van rumbo a los gestos continuos del cambio, edificando en el aire ese silencio de la memoria que escribe en el espacio los absurdos del destino.
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SUSURROS DE COMPLICIDAD Un susurro se mece en el viento, ahueca el cristal que divide el camarote del resto del mundo. Hay gente al otro lado de la puerta. Golpea la insistencia de una vida menos común que la mía. Tu boca roza todo lo vulnerable al cambio. Es la hora para amarse. Otra vez la música traspasa el oído del dolor, armonía alborotada que supura en una esquina de la noche haciéndose cómplice de la situación, de tus ojos, que se vuelven para mirarme en un susurro de complicidad.
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LA VOZ DEL RUIDO ¿Cómo es el ruido que brota de las vías? Roza la frente del cielo y a veces adoba el alma de los árboles. ¿Cómo es el ruido? Tantas ciudades enhebradas al suicidio estallan como medallones secos y caen a su paso. Tiembla el muro de la escarcha y el escaparate de la inocencia rodea los ojos de la lejana mirada que eleva a las estrellas. Llora la tormenta un hilo de su temple y el vacío sumerge los auxilios de la tierra en una cuerda de guitarra. ¿Cómo es el ruido que brota de las vías? Suelda la libertad del pensamiento y no puede escapar el sueño. Divide a los ángeles y raya los indefensos bordes de tu cuerpo que dejas caer en ese hueco que no reconoce ni la piel que muerde los signos dispares del reflejo. ¿Cómo es el ruido? Si estuviera apenas visible el fondo gris de la ventana, diría que es un torrente que derriba nuestra gran batalla. Que su escozor es la capa de lo vivido y despierta de la oquedad de la nada. Y después, sólo después diría que la gravedad inapelable del destino alcanzó a la distancia perdida en el ángulo de algún camino. Dime… ¿Cómo es el ruido que brota de las vías? 35
IV ESTACIÓN ¡Qué extraña sensación! decir: te quiero y lo ahogue el OLVIDO.
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NO TAN CERCA No tan cerca; primero despréndete de ese viento que ata tu cintura y luego admite que mis ojos son la ráfaga que da vértigo a tu cuerpo. Entonces, seré quien resquebraje las raíces que se acumulan en los escombros de aquellas vírgenes que tienen tus manos amarradas a los tobillos de la locura. No tan cerca; deja que corra el aire entre la lluvia y la bóveda de ese amor supurado que se fuga de lo probable. Que más tarde, sólo más tarde, buscaré ese borde del día donde se pierde la luz y comenzaré a amarte.
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FRAGILIDAD La huida de las luces crece en el horizonte, goteo de un ciclo que no se niega a morir y nos ubica del otro lado del día. ¿Quién pudiera detener a las sombras? Ni el tiempo, que con su perfecta forma no puede construir un muro entre el hoy y el ayer. Se ancla la sombra en la luz, la restaura y rasca de la superficie el grito irremediable del hálito.
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DUDA ¿Dónde caer, dónde apoyarse? Si cada umbral que piso se sirve de mí para desaparecer. ¿Quién me guía, quién me ama? Si navego entre respiraciones de cansancio prolongando el final. ¿Quién me escucha? yo no hablo. Si en mis labios el silencio abre su página para ser principio de algo y buscar su forma incrustando sus ojos en mi historia.
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V ESTACIÓN ¿Dónde está el rigor del universo cuando la sombra quiebra la luz?
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NAUFRAGIO Escondida en el rinc贸n de alg煤n instante disfruto de la sabidur铆a del paisaje. No me hiere la distancia, s贸lo me duele el olvido
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DEFENSA Salté todos los obstáculos, pero aún queda algún fantasma en tu mente.
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VI ESTACIĂ“N El gesto vacĂo suicida la mirada del tren de abril.
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INQUIETUD Atravesó un rayo el todo. —¿Todo?— Todo se hunde en la nada, creí conocer su reflejo y caí en el barro de la mentira. Todo siempre es igual, se repiten las voces, se repiten las manos y corre la noche dibujada por ese ciclo del silencio que se desprende del insomnio. Todo se va haciendo pequeño, hasta el ángulo del nombre que ya ni recuerdas. Es inútil dar la espalda a ese muro de palabras gastadas por el tiempo. Te arrastra la memoria y sólo confusiones extravían los gestos circulares de tus labios. Todo pasa de largo, todo se hace pequeño. Se evaporan los sueños a largo plazo y el amor vive al ritmo que los años plantea mientras el rayo atraviesa tu mirada que comienza a inquietarse por el vicio de mis huesos.
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LA CONCLUSIÓN DEL JUEGO El agua enjuaga el espejo donde te miras mientras su sombra no puede teñir el reloj que muta en la turbulencia del aire, un avellano tirita ahí afuera y es dogma que no acierta su vibración cuando gobierna el destino.
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VII ESTACIÓN Guarda silencios, perfora la mirada la estación del tren.
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LA SUSPENSIÓN DE LOS SENTIDOS
Todos, todos excepto yo, duermen. Las piedras escriben la fábula del viento y el horizonte roba el perfume a la tierra. La frontera cruje con el peso de los raíles desgastando la cabeza del carril que se queja de los diferentes equilibrios que lleva el tren. Respiro el aire del paisaje atornillando la sirena en la parte media del oído, mientras las hojas disfrazadas de lágrimas cubren todo aquello que las ha herido durante el día. Me quiebro en ese afán del por qué y el vientre se cela buscando el rostro de la respuesta: ¿quién soy cuando estoy a tu lado?
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MORIR UN POCO CADA DÍA Olvidarte… y que llegues a ser el recuerdo del dolor que camina delante. Contemplar en las manos la razón del miedo y llenar la botella con otras sombras que no piden nada a cambio. Sería como adelantarse al follaje de tu mirada, o buscar las alas en el reverso de ese aire que el tren rompe contra las vías para callar su silencio. Sería como anclarse en la detonación de tu huella, y una manera de aceptar que la distancia es una forma de comprobar que en tu espalda nace la fila necesaria de mi espera. Sería como morir un poco cada día al descubrir que no somos dos porque el pasado te aleja del umbral de mi cuerpo y no encuentras el código de vuelta. O tal vez… Será que has tropezado con la manera de clausurar en mí la paciencia mientras juegas a esconderte en los acantilados del recuerdo y sólo un temblor del viento llora este triste final. La masacre de las voces crece en el dorso de las sustancias enemigas que brotan descalzas en mi ventana. Mala suerte. Alguien escribió en mis manos e hiciste de ellas tu morada. La morada para morir y ayudarme a morir un poco cada día. 48
VIII ESTACIÓN El silencio cae mientras el aire templado roza el vagón.
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VAGÓN 19 ¿Cuántos días dura este viaje? La tarde se traslada a la estación del olvido, mientras este vagón diecinueve traspasa las piedras del tiempo y se voltea de cabeza. Todo está al revés, hasta la penumbra del temido desconcierto de seguir tus pasos. Hasta mis silencios, que no supieron detener la insinuación de tu cuerpo. Todo está al revés, hasta el eco de aquella que fui y reposa en la conquista de este vagón.
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IX ESTACIÓN Buscó tu mano el cristal y el sol tiñó su alma dormida.
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FIN DEL VIAJE Imposible, todo el paisaje esta atestado de vapor, de polvo y nada se ve a lo lejos. El furgón inmerso en las ruinas que la distancia edificó, propuso silencios entre esta noche y las anteriores. Las señales desviaron hacia otro paisaje todos los caminos para abrir nuevas fronteras. Fueron pasando esos ritos en que sumerges la memoria y de vez en cuando, levantan esa pared en la paciencia que guarda la calma, antes de que se derrumbe la espera. El final del viaje se acerca y por un segundo el reflejo de su galope nos hace humanos, pero… ¿Cuál es la intensión del invierno al abandonar el frio en los huesos del tren? Duelen. Huesos helados surcan fronteras y toca vivir esta segunda llamada que duerme en el declive de la soledad.
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ÍNDICE
I Estación El comienzo Déjame ser II Estación Voz interior Irremediable Búsqueda del sueño Ausencia Hechizo musical Lejos de aquí…la gloria Sombras Giro en espiral El tren de abril Arena Trauma III Estación Asiento 48 Reserva Certeza del alba Mordisco de un sueño Impaciencia movediza Nube quebradiza Silencio de la memoria Susurro de complicidad La voz del ruido IV Estación No tan cerca Fragilidad Duda V Estación Naufragio Defensa VI Estación Inquietud La conclusión del juego VII Estación
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La suspensión de los sentidos Morir un poco cada día VIII Estación Vagón 19 IX Estación Fin del viaje
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