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Pensamiento sistémico, generaciones futuras y bienes comunes

PENSAMIENTO SISTÉMICO:

GENERACIONES FUTURAS Y BIENES COMUNES1

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POR GIUSEPPINA SARA DA ROS

Economista

¿Cómo definir el pensamiento sistémico? Éste es la respuesta del siglo XX al reduccionismo y mecanicismo de filósofos de la revolución científica (siglo XVII) como Descartes y Newton, quienes consideraron a la ciencia “como un cuerpo organizado de conocimientos adquiridos a través de un método particular: el método científico”.

Basado en la aplicación de las leyes de la física y la

1 Esta es una síntesis del primero de los foros de Tramandare coordinados por la organización italiana Generazioni

Future en el que participaron como panelistas Pier Luigi

Luisi (profesor emérito del Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETHZ), Michael Monterossi (profesor de Derecho

Privado IUS, Departamento de Gestión de CDS Business

Administration de la Universidad de Turín) y Sara Sessa (activista de Fridays for Future). La coordinación y síntesis del evento fue realizada por Gilda Farell (exdirectora de la

División de Cohesión Social, Investigación y Perspectivas del

Consejo de Europa). El objetivo primordial de esta iniciativa es transmitir y legar a las generaciones futuras los bienes comunes actuales, según la concepción y definición de

Stefano Rodotà, jurista y político italiano. química, el proceso racional ha conducido a lo que se denomina reduccionismo. Este método -que implica una progresión lineal e imparable del conocimiento - fue impugnado por Thomas Kuhn quien introdujo el concepto de “paradigma científico”, definido como la constelación de conceptos, valores y técnicas compartidos por la comunidad científica para definir problemas e indicar soluciones legítimas. Para Kuhn, los marcos conceptuales que delimitan la teoría científica pueden sufrir cambios radicales; el “cambio de paradigma” indica transformación.

RENÉ DESCARTES E ISAAC NEWTON

Si bien los valores estaban separados de los hechos en el siglo XVII, Kuhn desmiente esta falacia al demostrar que los hechos científicos surgen de una constelación de percepciones, valores y acciones humanas.

Por otro lado, F. Capra introduce el concepto de paradigma social para indicar el conjunto de conceptos, valores y percepciones compartidos por una comunidad humana que influyen en su organización. Para Luisi y Capra2, el enfoque sistémico cambia la visión del mundo como una máquina, concibiendo al mundo más bien como una red o como un entrelazamiento de relaciones que permiten el funcionamiento del cuerpo social.

El pensamiento sistémico propone -desde principios del siglo XX- cualidades como la auto-organización, el enfoque holístico, las propiedades emergentes y colectivas, la ausencia de linealidad. Cualidades imprescindibles para generar vida y comprender la peculiaridad de la acción y la inteligencia colectiva. Además, impulsa la idea de cualidades distribuidas, de pluralidad de centros dinámicos y, por tanto, del potencial de funcionalidad recíproca.

2 Capra F. y Luisi, P., La visión sistémica de la vida. Un visión unificadora, Cambridge University Press, 2014.

Hoy más que nunca, la interdependencia entre especies (simbiosis) es fundamental para generar vida. La vida creada alrededor de un solo recurso o especie no ofrece garantías de continuidad.

Las redes y las acciones colectivas implican complementariedad y un poder extenso, mientras que el mundo actual aliena su capacidad de actuar en la comprensión del conjunto. La pobreza, la contaminación, la inseguridad, los excesos, la explotación, la migración forzada, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático son señales de una ruptura de la capacidad de interpretar esa interconexión. Esta anomalía humana, producto de visiones mecanicistas y antropocéntricas, se refleja en soluciones puntuales, fragmentadas y en la afirmación de la competencia como reguladora de la reproducción de individuos y especies.

El enfoque sistémico ofrece una alternativa para examinar decisiones y acciones que implican una nueva ética. Es la apertura del espíritu a la complejidad lo que da forma a una ética de la interdependencia, la complementariedad y la red. El pensamiento sistémico asegura que lo específico, la acción local, tenga afinidad con lo universal. Es en este marco que el concepto de

generaciones futuras3 proyecta hacia el largo plazo las decisiones que se adoptan aquí y ahora. De hecho, no hay respuesta a la complejidad en un horizonte estrecho y cercano: existe la necesidad de un horizonte múltiple.

Esto sugiere aceptar esa parte de lo invisible, que al mismo tiempo constituye la propia esperanza. El desafío de quienes militan por los bienes comunes es preservar la capacidad generativa de los recursos.

Devolver al presente el bienestar de las generaciones futuras, a través de principios como el de la precaución en el uso de los recursos, abre debates no solo sobre la evolución de las ciencias jurídicas, sino también sobre el contenido de categorías sociales y económicas como “opciones” o “necesidades”. Conceptos como el de desarrollo sostenible carecen de sentido si ignoran la necesidad de radicalizar las opciones y necesidades, es decir, decidir cuáles son las prioritarias en una dinámica de interdependencia democrática, con la naturaleza y los derechos recíprocos.

3 Monterossi, M., El horizonte intergeneracional del derecho civil. Protección, subjetividad, acción, JURA, Temas y problemas de derecho, Ediciones ETS, 2020.

Y esto permite llegar al procesamiento del conocimiento, que en el pensamiento sistémico se sitúa en torno a dos polaridades inseparables, acción / reflexión y reflexión / acción. Denominado enaction o enactivismo por Francisco Varela4, es el rechazo del dualismo entre sujeto y objeto, mente y mundo, abriéndose a la comprensión de la adaptación de los organismos y espíritus humanos en relación con el medio. Desafío más que nunca presente hoy.

Finalmente, está la cuestión del poder. Hace unos años, durante un discurso sobre el diseño sistémico, Humberto Maturana, uno de los padres del pensamiento sistémico, habló de la “autonomía reflexiva”. Había interpretado ese concepto como el poder que fomenta la interacción. La autonomía crítica de las generaciones más jóvenes apunta a revertir modelos fragmentados de responsabilidad por la vida y los recursos naturales.

La autonomía reflexiva de los jóvenes es incompa-

4 Varela, F., y Maturana H., L’arbre de la connaissance: racines biologiques de la compréhension humaine, París,

Addison-Wesley Francia, 1994; y Varela, F., Quel savoir pour l’éthique: Action, Sagesse et Cognition, 1996.

tible con intereses coyunturales y enfoques parciales. Al contrario, esa idea invita a perseguir horizontes de largo plazo, donde la creatividad de la comunidad convive con la reflexión sobre el conjunto (¡el sistema!).

El resultado es la conciencia de la alienación basada en el credo de la ausencia de interdependencias y la urgencia de mirar hacia el futuro de la historia humana superando la noción lineal de progreso.

La visón sistémica tiene por finalidad dar respuesta a los dilemas de quienes están comprometidos con la defensa de los bienes comunes en los territorios, como es el caso del impacto de la acción específica o local en lo global; o a qué alianzas o complementariedades buscar para asegurar la evolución de un proceso; o, nuevamente, a qué nuevos elementos, conocimientos y funciones integrar en una dinámica de sostenibilidad a largo plazo y, finalmente, a cómo ampliar los poderes para actuar. Estos elementos son cruciales para comprender los mecanismos que regulan la interacción y activan la multidisciplinariedad y la inteligencia colectiva, lo que no es inmediato.

Por otra parte, el vínculo con las generaciones futuras implica una dimensión trascendente. El compromiso con los bienes comunes surge como un nuevo paradigma guiado por dos valores o conceptos: la interdependencia y protección de las generaciones futuras, y la ética que acepta lo invisible como elemento de motivación para la acción y la creación de conocimiento.

El concepto de bienes comunes tiene su origen en la idea de compartir el patrimonio natural (la tierra, el agua, etc.) en una comunidad que se reconoce como tal. Este concepto abarca el legado de generaciones anteriores que han contribuido a la mejora material, intelectual y espiritual de la vida (herencias cognitivas, hermenéuticas, estéticas y genéticas), y proyectarlo al futuro.

Ese concepto de bienes comunes supone reconocer un derecho de acceso a los activos que pueden mejorar y fortalecer la justicia social hoy, sin privar a las generaciones futuras de sus derechos5. Por tanto, constituye un deber político cuidarlos y protegerlos colectivamente.

Los bienes comunes no son un conjunto de objetos predefinidos, ni son objetos estáticos e invariables. Se basan en criterios interpretativos de los “derechos de ciudadanía” que resultan esenciales para garantizar su ejercicio efectivo.

Los bienes comunes invitan a la coherencia para estar juntos en la “polis”, diseñar lo esencial e interactuar en el tiempo, no como sumisión pasiva a reglas definidas por otros, sino como un acto de libertad. Cuestionan también la sumisión a una vida cotidiana normalizada por la ceguera del consumo, el derroche, la indiferencia o la renuncia y crean las condiciones materiales para la emancipación de toda la colectividad.

El debate sobre bienes comunes contribuye por tanto a resaltar la relación no siempre transparente entre Estado, bienes públicos y democracia, así como la urgencia de la reconquista democrática de esos bienes. Y esto para protegerlos de la privatización y del predominio del interés privado sobre el interés general.

Finalmente, los bienes comunes naturales (el agua, el aire, el ambiente, el mar), los bienes comunes sociales (el saber, la memoria histórica, los bienes culturales), los bienes comunes materiales (las plazas, los jardines públicos), los bienes comunes inmateriales (el espacio en la web) deben ser objeto de una profunda reflexión sobre todo en la coyuntura nacional actual pues podría ayudar a concebir de manera distinta un modelo de convivencia social y política, así como el sistema económico en el que este se fundamenta.

5 En economía, esa noción se cristaliza en desarrollo sostenible.

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