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Mercedes Sosa y Chavela Vargas Las voces para el alma de Latinoamérica

MERCEDES SOSA Y CHAVELA VARGAS: LAS VOCES PARA EL ALMA DE AMÉRICA LATINA

POR EDGARD “GALO” UGARTE

Licenciado en Teoría de la Música Universidad de Chile Cantautor, compositor y guitarrista.

En otros números, quien les escribe ha abordado la presencia de la mujer en distintos ámbitos musicales. Primero, la historia casi desconocida de las compositoras de música clásica, muchas de las cuales debieron enfrentarse a la invisibilización de sus respectivas épocas. En otro número, las grandes compositoras de la canción latinoamericana, que abrieron nuevos caminos para la música de nuestro continente. En esta ocasión, ha llegado el turno de las grandes intérpretes de la canción latinoamericana, aquellas que con sus voces engalanaron las melodías que otros y otras compusieron. Y hablaremos de dos de ellas, las cuales debieron enfrentarse a todos los prejuicios de sus respectivas sociedades y, pese a todo, quedaron en el recuerdo de la gente de forma imperecedera.

DE TUCUMÁN AL CORAZÓN DE LA GENTE

Es enero de 1965 en Cosquín, Argentina. Se desarrollaba la quinta edición del famoso festival folklórico de aquella ciudad y una joven cantora se encontraba entre el público. El ya reconocido compositor Jorge Cafrune, el “turco”, en un acto polémico para la época, la invita a subir al escenario. Y es que sumado al clasismo de la sociedad argentina de ese entonces, era mal visto que una mujer de rasgos indígenas, casi desconocida y, encima con una fuerte convicción política de izquierda subiera a dicho escenario. Sin embargo ella deslumbró con su potente voz y su impactante interpretación, recibiendo una ovación de parte del público. Había nacido así uno de los más grandes referentes del llamado “Movimiento del nuevo cancionero” argentino. Nos referimos a Mercedes Sosa. Nacida el 9 de julio de 1935 -bajo el nombre de Haydée Mercedes Sosa- en el seno de una humilde familia de San Miguel de Tucumán, en el noroeste de la República Argentina, de ascendencia calchaquí , francesa y española, desde muy joven había mostrado innegables dotes para el canto. A los 15 años, fue empujada por un grupo de amigas a participar en un concurso de canciones en la radio local. Lo hizo tras el seudónimo de Gladys Osorio, por miedo a su padre. Tras su actuación, se dio por finalizado el concurso: se decidió que indiscutidamente era la ganadora. El premio era un contrato por dos meses de actuación en la emisora. A partir de ello, fue una invitada asidua a programas radiales y actos peronistas (movimiento en el que tanto sus padres como ella militaban). Además de la música folklórica de su región, interpretaba boleros. Algunos años después, en 1957, se casa con el músico Oscar Matus -su marido hasta el año 1965-, y se radican en Mendoza. Allí, traba amistad con el poeta

Armando Tejada Gómez, quien se transformaría en un colaborador incansable durante su carrera. En 1962 publica su primer LP, “La voz de la zafra” y comienza a hacerse reconocida en toda Sudamérica gracias a su voz expresiva y a la letra de las canciones que interpretaba, de hondo contenido social. Ello la llevaría a fundar el año 1963 el “Movimiento del nuevo cancionero, junto a su entonces esposo y a Tejada Gómez, Tito Francia, Hamlet Lima Quintana entre otros. Dicho movimiento buscaba la integración de la música popular en la diversidad de las expresiones regionales del país, aplicar la conciencia nacional del pueblo, mediante nuevas y mejores obras que lo expresasen, promoviendo la participación de la música típica popular y popular nativa en las demás artes populares: el cine, la danza, el teatro, etc. Rechazaba todo regionalismo cerrado, todo convencionalismo tradicionalista y lo meramente mercantil, además de establecer nexos con otros movimientos similares en Latinoamérica. Dos años después, ocurre su revelación en el Festival de Cosquín, donde Cafrune la invita a subir al escenario pese a la oposición de los organizadores. El resto ya es historia: giras por Latinoamérica y el mundo, innumerables participaciones discográficas, en festivales y eventos de carácter político y social, sobre todo en solidaridad con los perseguidos por las dictaduras instauradas en nuestro continente. Graba un disco con canciones de Violeta Parra y se transformó en una de las más grandes difusoras de nuestra compatriota en el mundo. Pero en 1976 llega su negra noche con la recién instaurada dictadura militar se su país. El gobierno ingresa el nombre de Mercedes a las listas negras y sus discos son prohibidos. A pesar de ello, ella decide quedarse en Argentina, pero en 1978 militares ingresan al recinto donde se estaba presentando, deteniéndola tanto a ella como a su público. Debido a ello, en 1979 decide exiliarse en París y luego en Madrid. Es así como “La Negra”, como la llamaban, se transforma no solo en uno de los mayores referentes del exilio argentino en el mundo, sino en un verdadero emblema de las luchas sociales y políticas de nuestro continente, una verdadera portavoz de los desposeídos y de los perseguidos. En los ‘80, destacan sus colaboraciones musicales con destacadas figuras de la música cubana como Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, de la música brasileña como Milton Nascimento y Chico Buarque y de otros países de nuestro continente. Incluso con prominentes exponentes del rock-pop argentino como Charly García y Fito Paez. Pero su gran consagración musical llega en los ‘90, período en el cual se presenta en grandes escenarios a nivel mundial, como el Lincoln Center, el Carnegie Hall, el Mogador de París, el Concertgebouw de Ámsterdam, el Teatro Colón de Buenos Aires y el Coliseo de Roma, a la vez que colabora con figuras ya no solo a nivel Latinoamericano, sino de fama mundial, como Luciano Pavarotti, Sting, Andrea Bocelli, Nana Mouskouri y Joan Báez. La década siguiente fue ganadora de varios premios Grammy Latinos, lo que ayudó a acrecentar aún más su fama. El 18 de septiembre de 2009 Mercedes Sosa fue hospitalizada en Buenos Aires debido a una disfunción renal complicada por un problema hepático. El estado de salud de la artista, de 74 años, fue empeorando hasta fallecer en la madrugada del 4 de octubre. Se decretaron tres días de luto nacional en Argentina y en varios países hispanoamericanos, fue incinerada, según su propio deseo, para esparcir sus cenizas en tres lugares amados por ella: Tucumán, Mendoza, y la ciudad de Buenos Aires. Pero más importante aún que eso es que el recuerdo de su voz, de sus grandes interpretaciones y de su lucha incansable continúa esparcido en el corazón de millones en nuestro continente y su figura continúa como un símbolo de esperanza para los más vulnerables y de construcción de un mundo mejor y más justo.

DESAFIANDO TODAS LAS CONVENCIONES

Nació en Costa Rica el 19 de abril de 1919, de nombre María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano. Pero a los 17 años, cansada de la indiferencia de su familia y buscando nuevos horizontes para su vida, decide ir

a vivir a México. Y es que la joven vivía su vida al límite y a contracorriente. Allí en el país azteca encontró su lugar y se desempeñó en múltiples oficios para subsistir: fue cocinera, camarera, cuidó niños y fue chófer de familias adineradas. Pero lo que siempre le apasionó fue cantar. La vida quiso que conociera a quien sería uno de los más importantes cantautores de México, el inolvidable José Alfredo Jiménez, quien se transformaría en su compañero de parranda, su amigo inseparable. Es así como a los treinta años, la joven decide ser cantante profesional, aleccionada y apadrinada por Jiménez, quien además le daría su nombre artístico, por el cual pasaría a la posteridad de la música: Chavela Vargas. Su primera oportunidad le llegó cuando le dieron un programa de radio, el medio de comunicación con mayor alcance en el México de los años cuarenta. La voz de Chavela se hizo conocida y con el tiempo empezaron las primeras presentaciones en pequeños bares de la bohemia mexicana. Pero su vida artística no sería fácil. Luego de que en un principio fuera obligada a vestirse con vestido escotado y tacones, se dio cuenta de que eso no era lo suyo. En adelante, vistió siempre pantalones, lo cual era mal visto en una sociedad tan machista como la mexicana. Como siempre a contracorriente, además fumaba cigarrillos, bebía mucho y llevaba pistola. La trataban de marimacha y no pocas veces protagonizó alguna riña en medio de sus noches de alcohol. Aun así, mantuvo con discreción su lesbianismo. De otra forma, sencillamente la habrían crucificado. Pero por otra parte, esa arrolladora personalidad le permitió granjearse la amistad de grandes personalidades de la música y el arte: además de José Alfredo Jiménez, fue amiga entre otros de Juan Rulfo, Picasso, Neruda, Carlos Fuentes, García Márquez, Álvaro Carrillo, Tomás Méndez, Facundo Cabral. Capítulo aparte son Diego Rivera y Frida Khalo. Con ellos vivió un tiempo. Y de Frida, se terminó enamorando perdidamente, jamás la pudo olvidar, según su propio testimonio. Su vida amorosa fue intensa, no solo con mujeres del ámbito artístico, también algunas esposas de políticos y empresarios se dejaron seducir por su atractiva personalidad. Chavela en una entrevista incluso cuenta que la mismísima Ava Gardner cayó ante sus encantos. Cierto o no, sus problemas con el alcohol y el cansancio por luchar en una sociedad tan llena de prejuicios la llevaron a abandonar su vida artística a fines de los años ‘70. Sin embargo, a principios de los ‘90 regresa a la escena pública a través de presentaciones en el teatro-bar “El Hábito”, de Coyoacán. Allí es redescubierta por el editor español Manuel Arroyo Stephens, quien junto a Pedro Almodóvar, impulsaron su incursión en España. En adelante, su carrera volvería a estar en ascenso. Participó en afamadas películas como “Grito de Piedra” de Werner Herzog y “Tacones lejanos” de Almodóvar. Logra un notable éxito en España. Además de Almodóvar, se hace amiga de Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel. En 1993, se presenta en la Sala Caracol de Madrid, lo que le significó un sinnúmero de seguidores entre las nuevas generaciones. Tiempo después, actúa en el Olympia de París. En esa época también reconoce por fin su homosexualidad, cuando contaba con 81 años. El año 2000, el Consejo de Ministros español le otorga la Gran Cruz de Isabel la Católica. En 2001, vuelve a México, actuando en el famoso Zócalo de la Ciudad de México, donde fue ovacionada. Al año siguiente, aparece en la película “Frida” de Julie Taymor. Y el 2004, actúa en el prestigioso Carnegie Hall de Nueva York. El 2006 aparece en la película Babel de Alejandro González Iñárritu. El 2007, obtiene el Grammy Latino, entre muchos otros reconocimientos. Tras su muerte, ocurrida el 5 de agosto de 2012, no han cesado los reconocimientos póstumos. El más importante de ellos: la comunidad LGTB ha enarbolado su figura como uno de los mayores símbolos de sus actuales luchas. Lides en las que ella nunca participó, pero que mostró día a día con su ejemplo de no dejarse aminorar y no dejar de ser ella misma hasta el fin de sus días.

CHAVELA JUNTO A FRIDA KHALO

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