Rosas Rojas No. 6

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RosasRojas Las mujeres luchando y el mundo transformando

Órgano informativo de la agrupación Rosas Rojas

¡Luchar, Vencer!

Año IV | Número 6 | Agosto 2017 | Prensa Independiente | Coop. Voluntaria

PRIMER ENCUENTRO NACIONAL DE

ROSAS ROJAS

Editorial

Este 5 de agosto, el sector de mujeres del Grupo de Acción Revolucionaria, Rosas Rojas, celebraremos nuestro primer Encuentro Nacional para fortalecer nuestro referente que lucha por la emancipación de las mujeres y la derrota de este sistema capitalista patriarcal. En éste avanzaremos en dos niveles, primero, fortaleceremos política y organizativamente a las Rosas Rojas como sector dentro del Grupo de Acción Revolucionaria y, en segundo lugar, posicionaremos de manera integral un feminismo socialista impulsado por cada miembro militante o simpatizante que integre nuestras filas.

Esta gran convergencia es un resultado emanado del Primer Encuentro Nacional del Grupo de Acción Revolucionaria, donde definimos con mucha claridad que el GAR somos una organización que lucha contra la violencia patriarcal y cualquier tipo de violencia hacia las mujeres. Reafirmamos la posición de luchar militantemente por nuestra despatriarcalización a nivel individual y colectivo. De esta forma nos reuniremos mujeres de diferentes regiones de México así como compañeros de lucha, para discutir de manera amplia siete puntos fundamentales para la lucha por la emancipación de la mujer, los

cuales son: derechos laborales, por una maternidad libre y voluntaria, lesbianismo, violencia y feminicidio, la triple opresión de las mujeres indígenas y ecofeminismo. Construiremos una posición política unificada que responda a las problemáticas más sentidas de las mujeres de la clase trabajadora y el conjunto de las y los explotados y oprimidos. Un programa de lucha para la organización y movilización de las mujeres que nos coloque no detrás ni delante de nuestros compañeros de clase sino hombro con hombro para erradicar al sistema capitalista patriarcal.

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ENCUENTRO NACIONAL DE ROSAS ROJAS

DERECHOS LABORALES Laura Rivera y Yan María Desde la perspectiva del feminismo socialista (FS), el origen de la opresión histórica de las mujeres se debe a su explotación laboral -tiempo de trabajo- y a la apropiación por parte del sistema económico político patriarcal, actualmente capitalista, de su propio cuerpo -despojo del producto de su trabajo-. Es decir, a la explotación de su fuerza de trabajo como madre y como esposa en la fábrica hogar, expresada en el trabajo de maternidad y al trabajo doméstico. A su vez, dicha explotación intra-doméstica en el hogar (no asalariada) se proyecta y complementa con la explotación extra-doméstica en la fábrica, industria u oficina (mal pagada). Lo anterior se ve reflejado en tres ámbitos: a) En materia legislativa, el reconocimiento de los derechos y obligaciones de la mujer es muy reciente. Este proceso de lucha por los derechos de la mujer muestra contradicciones absurdas. Ejemplo de esto fue cuando Hermila Galindo presentó la demanda del sufragio femenino ante el Congreso Constituyente en el año 1916. La iniciativa prácticamente no fue discutida. La respuesta fue negativa bajo el argumento de una supuesta incapacidad y falta de preparación de las mujeres; también se le objetaba de ser sumamente influenciable. Contradictoriamente, sí se les reconocieron algunos derechos ciudadanos: el derecho a ocupar cargos o comisiones públicas, la asociación con fines políticos e incluso la posibilidad de tomar armas en defensa de la República. Este fenómeno revela la repercusión de los intereses de un grupo particular en el “avance” de los derechos de las mujeres, dándose estos como un efecto colateral y no como una prioridad para la humanidad. Por otra parte, el Artículo 4o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos menciona: “(...) el varón y la mujer son iguales ante la ley. Ésta protegerá la organización y el desarrollo de la familia.” La segunda frase la dejamos a su libre interpretación. b) En el ámbito del comportamiento social, las leyes no reflejan el actuar. El machismo es la ideología imperante en la sociedad mundial e indudablemente está basado en la explotación, 2 | ROSAS ROJAS | Agosto 2017

PARA LAS MUJERES

humillación, marginación, sexualización, de las mujeres, aunque también de otros grupos vulnerables. El patriarcado necesita mantener la sumisión, opresión e incapacidad de las mujeres violentadas. Anteriormente se advirtió que la violencia es facilitada y promovida por el capitalismo patriarcal, principalmente interiorizada por medio de la religión católica, la cual es recibida y replicada por el pueblo: hombres y mujeres. c) El ocultamiento de la superexplotación de la mujer, la cual es maquillada con la etiqueta de “super mujer” o “mama luchona”. Esta manipulación se puede dar por falsas promesas de libertad y empoderamiento, donde la mujer ya no es sólo explotada en la esfera doméstica, sino también en la laboral, es decir, una doble jornada de trabajo; otro caso es el de las madres solteras. El trabajo intra-doméstico de maternidad y labor del hogar, conforma lo que se llamaría, desde una perspectiva marxista, “trabajo de producción y de reproducción” (algunas autoras reducen a ambos inadecuadamente a “trabajo de reproducción”) realizado históricamente por las mujeres: - El trabajo de producción es la maternidad. La producción de nuevos seres encierra al cuerpo femenino como medio de producción: útero=fábrica; como desgaste de fuerza de trabajo: cuerpo productivo, como cualquier trabajo productivo. - El trabajo de reproducción es el trabajo doméstico. Labor que realizan las mujeres en 14, 16 y hasta 20 horas al día según el grado de pobreza: sin paga alguna o salario, sin horario, sin días de descanso, sin vacaciones, sin seguro médico, sin jubilación, sin realizarlo colectivamente; ejecutando multifunciones: enfermería, administración, compradora de productos del hogar, limpiadora de casa y de ropa, productora de alimentos tres veces al día, chofera de hijos, lactancia, cuidadora de bebés, cuidadora de enfermos y discapacitados, prostituta privada, etc. En síntesis, constituye un trabajo esclavo pero “realizado por amor”. La mujer ha realizado este trabajo históricamente (por lo menos los cinco mil años de patriarcado) sin paga alguna y

por tanto sin ningún reconocimiento del valor de su trabajo. Por consecuencia, las mujeres, al carecer de valor su trabajo, no son consideradas personas, sino cosas (cosificación). Esto trae como consecuencia abusos, explotación y vejaciones por parte de los hombres dentro y fuera del hogar. La mujer es convertida por el patriarcado en un ser parasitario, una mantenida, una carga para el marido o cónyuge, ocultando toda la enorme cantidad de trabajo que realiza y el enorme valor que produce. A esto el feminismo lo llama “trabajo invisible”. Todo trabajo se reconoce a través de una paga o salario; si el trabajo de la mujer no se paga, entonces parece que no es trabajo, reduciéndolo a una acción inútil, a un servicio voluntario o realizado por “amor”, borrando así la obligación de un pago a cambio. La doctrina del “amor y sacrificio” le ha funcionado muy bien al capitalismo, está tan enraizada en nuestro pensamiento desde hace mucho tiempo que es difícil no caer en sus posiciones. La carencia -despojo- de valor permite la denigración y cosificación de las mujeres hasta el grado que cualquier hombre -pareja o desconocido- pueda hostigar, acosar, abusar, explotar y violentar a cualquier mujer. De ahí que ella se encuentre sistemáticamente expuesta a la violencia intra o extra doméstica: maltrato, la violación y el femicidio. Cuando el trabajo no se reconoce a través de un salario se convierte en una “acción improductiva”, que no sirve para nada, reduciéndose a una labor esclava (al esclavo no se le paga, se le mantiene vivo para que continúe trabajando). Precisamente, el sistema patriarcal considera al trabajo de maternidad y el trabajo doméstico como labores improductivas. A su vez, una labor improductiva no tiene ningún valor social, solamente individual, porque no genera riqueza social; por ello, las mujeres han sido históricamente excluidas del ámbito público y social y encerradas en la esfera del hogar y personal. De ahí una de las consignas más importantes del feminismo: “lo personal es político”. Y por ende, un parásito social que “roba como vampiro


ENCUENTRO NACIONAL DE ROSAS ROJAS el salario que gana el esposo a través de su manutención”, de donde deriva parte del enojo histórico de los hombres contra las mujeres. Asimismo, el patriarcado no contabiliza el trabajo de las mujeres como parte del producto interno bruto de una nación (PIB). Si el trabajo de maternidad y doméstico no tienen ningún valor, son improductivos, no son de interés social, no generan riqueza social, no crean ganancia (plusvalía). Entonces, la mujer durante aproximadamente cinco mil años ha sido un parásito social mantenido por los hombres, base de la misoginia (odio a las mujeres). A partir del no reconocimiento del trabajo realizado por las mujeres en el hogar, es que la proyección de su trabajo -y su existencia mismaen la esfera pública y social fue desvalorizado, dando por resultado menor salario por el mismo trabajo que los hombres; menos “valor” que los hombres. En la esfera laboralsocial, las mujeres tenían que pedir permiso a los esposos para trabajar. Sistemáticamente se les acusaba de ser putas por salir a trabajar; se les reclamaba el quitarles el trabajo a los hombres; ganaban un salario inferior; laboraban mayor tiempo de trabajo; las condiciones laborales eran peores; las contrataban irregularmente para negarles prestaciones. Además, tenían que continuar realizando el trabajo dentro del hogar, tanto de maternidad como doméstico (12 y hasta 16 horas de trabajo mal asalariado, más, 8 y hasta 12 de trabajo no asalariado), conformando la llamada por el feminismo: doble jornada de trabajo o doble explotación, como mujer y como proletaria. Y todo esto, no fue cuestionado hasta que las feministas y las socialistas empezaron a luchar por los derechos laborales específicos de las mujeres: salario igual a trabajo igual, mismos horarios, contratación colectiva y prestaciones, cuidados maternos, tiempo de lactancia, jubilación, etc. En este año 2017, la población ocupada en trabajo doméstico remunerado en hogares es de 2 millones 480 mil 466 personas, lo que representa 4.8 por ciento de la población ocupada, de las cuales 90 de cada 100 en esta actividad son mujeres. De éstas 6 de cada 10 cumplen jornadas laborales menores a 40 horas (INEGI, 2017). Cabe mencionar que estas mujeres que laboran en un hogar ajeno tienen que hacer los mismo

en su hogar sin alguna remuneración. A todo ello se agrega el hostigamiento y el acoso sexual ejercido por los patronos, así como de los propios compañeros de trabajo; peor aún, los propios líderes sindicales se suman a tan viles prácticas. Esta situación es considerada “normal” y no violenta hacia las mujeres por la cultura patriarcal, hasta que el feminismo empezó a denunciarlo. Lo importante es dejar claro que las mujeres durante toda la historia de la humanidad han trabajado como obreras, campesinas, jornaleras, indígenas, dadoras de servicios, profesionistas, etc., pero además de ello, también continúan teniendo la responsabilidad de ser amas de casa. Sin embargo, su trabajo nunca había sido reconocido por el patriarcado, hasta que el feminismo y el socialismo principalmente de la década de los setenta empezaron a exigir que se reconociera, planteando la abolición del trabajo doméstico o pago al mismo; asimismo luchando por la maternidad libre y voluntaria (contemplando la interrupción del embarazo). Sin embargo, aún ya entrado el tercer milenio, no se valora al trabajo de maternidad y doméstico como una de las más importantes fuentes de producción de plusvalía o ganancia social de la cual dependen las naciones. Y mucho menos se ha valorado el trabajo aportado desde los países coloniales o neocoloniales, sometidos al imperialismo y desde los sectores sociales más explotados, principalmente los raciales y pueblos originarios indígenas, sustentado en la división internacional y racial del trabajo capitalista. El hecho de que las mujeres empezaran a acceder al trabajo remunerado -después del gran movimiento feminista de los 70y a ciertas posiciones de poder -después de los 90-, no significa la “liberación de las mujeres”, sino la incorporación de las mujeres al sistema capitalista y sus reglas del juego. Tampoco se puede hablar de una verdadera emancipación sólo porque un minúsculo núcleo de mujeres tenga poder, porque paralelamente hay una intensificación de la explotación de las mujeres proletarias, obreras, de servicios, campesinas, jornaleras, profesionistas, de los países sometidos al imperialismo y colonialismo, así como de las razas no blancas y urbanas. Conformándose entonces una lucha de clases entre las propias mujeres burguesas y pequeñoburguesas y las mujeres proletarias y pobres.

La Ley Federal del Trabajo (LFT) es un principal referente del avance en el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras, en ella se establecen las siguientes condiciones generales de trabajo para todo trabajador y trabajadora: la existencia de una jornada de trabajo (art. 61) y de un salario (art. 90); el respeto a sus condiciones de salud, seguridad e higiene en el trabajo (art. 132); un periodo de vacaciones con una remuneración (art. 76); el derecho a prestaciones especiales como el aguinaldo y el reparto de utilidades (arts. 87 y 117); el derecho a la seguridad social (art. 2); el derecho de la trabajadora de renunciar en cualquier momento sin consecuencia económicas para ella (art. 46); el pago de emolumentos extras en caso de despido injustificado o el derecho a la reinstalación en el empleo (art. 48); el derecho a organizarse libremente, así como a negociar colectivamente sus condiciones de trabajo (arts. 2, 354 y 357), así como el derecho a un trabajo sin violencia de género, hostigamiento y acoso sexual (art. 133). Empero, no es la realidad de las mujeres ni en México ni en el mundo, según los tratados internacionales. Por todo lo vertido, el proyecto de construcción del socialismo debe contemplar la emancipación total de la mujer, tanto de la maternidad obligatoria como del trabajo doméstico. La maternidad debe ser totalmente voluntaria y contar con el apoyo del gobierno socialista mínimamente durante un año (dos meses antes de parir y diez después) garantizando su salario completo y los alimentos adecuados para ella y su hijo. Al cumplir un año el bebé debe entrar a formar parte de la educación integral socialista comunitaria para niñas y niños. En el caso del trabajo doméstico, el gobierno tendrá que eliminar su carácter obligatorio para las mujeres por completo y sustituirlo por servicios públicos gratuitos de limpieza doméstica, lavanderías, clínicas y comedores comunitarios. La mujer es el parámetro de todas las presiones sociales. Hasta que no se libere de sus cadenas de explotación y opresión, la humanidad no se liberará de las diferentes formas de explotación opresión que ha padecido desde la instauración del patriarcado y del sistema capitalista patriarcal hoy vigente. Agosto 2017 | ROSAS ROJAS | 3


ENCUENTRO NACIONAL DE ROSAS ROJAS Jacqueline Villanueva, Sarahí Gutiérrez y Shahin Corona El aborto a nivel mundial sigue siendo un grave problema social y de salud pública. Más allá de que se trate desde una perspectiva moralista y religiosa, por parte de la sociedad, grupos religiosos y principalmente de los partidos políticos y de sus campañas pro vida, debemos reconocer que miles de mujeres al año siguen muriendo a causa de practicarse un aborto en condiciones insalubres y de clandestinidad; las mujeres que en su mayoría mueren forman parte de la clase trabajadora y del pueblo pobre, lo que evidencía que el acceso a decidir sobre nuestros cuerpos es un problema de clase. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)1, entre 2010 a 2014 se produjeron anualmente 56 millones de abortos (seguros y peligrosos) en todo el mundo, según está misma fuente se calcula que cada año se realizan aproximadamente 22 millones de abortos peligrosos en todo el mundo, casi todos ellos en países de desarrollo.

POR UNA MATERNIDAD

LIBRE Y VOLUNTARIA de México y del interior de la república acudieron alrededor de 6,514 usuarias a realizarse una interrupción. El 71% de las interrupciones se realizaron en la Ciudad y el 25% pertenecía al Estado de México. A continuación se presenta una tabla de entidad de procedencia de las usuarias que se sometieron a un ILE, la cual evidencía que no hay un solo estado que no haya viajado a la ciudad de México para ejercer un derecho que debería estar garantizado en su propia localidad, pese a que el servicio se ofrece únicamente en la CDMX, la interrupción del embarazo es una necesidad nacional.

parte del gobierno en cuanto a las cifras reales de abortos realizados, otro aspecto que reduce el acceso a este servicio de salud es que sólo la Ciudad de México ha despenalizado el aborto hasta la semana 12 de embarazo, después de que esto ocurriera hace diez años, las entidades comenzaron a blindar sus legislaciones ya que el aborto está regulado a nivel local, es decir depende del código penal de cada estado las exclusiones de responsabilidad o los casos en los que no se aplican sanciones por abortar. Actualmente 17 de los 32 estados del país han modificado sus constituciones para garantizar el derecho a la vida desde

Así mismo cada año, 5 millones de mujeres ingresan a hospitales como consecuencia de un aborto peligroso y más de 3 millones de mujeres que han sufrido complicaciones a raíz de un aborto peligroso no reciben atención médica. Por su parte en México, para 2015, las complicaciones por aborto se convirtieron en la quinta causa de muerte materna y al menos el 57 % fueron causadas por abortos clandestinos. Únicamente en la Ciudad de México desde hace 10 años se ha despenalizado la práctica del aborto. Es la única entidad que cuenta con clínicas especializadas que ofrecen este servicio y garantizan la integridad y la salud de la mujer, sin embargo, el número de clínicas en donde se puede practicar un aborto seguro no son suficientes para los cientos de mujeres que se trasladan año con año desde otros estados del país para practicarse un aborto con la seguridad que implica, tanto en su salud como en la cuestión jurídica. Las estadísticas de la Ciudad de México (CDMX) muestran que de 2007 a 2017 se han atendido a un total de 178,807 usuarias en el servicio de Interrupción Legal del Embarazo (ILE), de las cuales 128,871 se concentran en la CDMX, por otro lado 45,422 pertenecían al estado 4 | ROSAS ROJAS | Agosto 2017

Fuente: http://ile.salud.cdmx.gob.mx/directorio-clinicas-interrupcion-legal-del-embarazo/

Es importante mencionar que ninguna autoridad del sector salud tiene información sobre los abortos que se realizan en los hospitales privados, por lo que se ignora cuántas mujeres abortan, qué procedimientos se aplican, edades y cuántas han muerto durante el procedimiento. Según investigaciones académicas, en esta década se han realizado alrededor de 1.5 millones de abortos en la Ciudad de México, y de los poco más de 175 mil que dicen las autoridades sanitarias, tan solo la clínica Marie Stopes reporta 51 mil abortos en 2014 en la CDMX. Además de la falta de transparencia por

la concepción. Lo que muestra que en el resto de las entidades el único motivo de aborto legal es si se comprueba una violación, (lo cual no garantiza a las mujeres no ser encarceladas). Otras de las causales que prevalecen en las legislaciones regionales para no ser juzgada por un aborto es que la vida de la madre esté en riesgo, que el feto tenga malformaciones o que el aborto sea espontáneo. En Tamaulipas la sanción a quien decide abortar es de uno a cinco años de cárcel, la cual puede ser sustituida por un tratamiento médico integral, esto es que “el tratamiento referido tendrá como


ENCUENTRO NACIONAL DE ROSAS ROJAS objeto apoyar a las mujeres a superar los efectos causados como consecuencia del aborto provocado, así como reafirmar los valores humanos por la maternidad ayudando al fortalecimiento de la familia”, de acuerdo con el artículo 357 de la norma. En Jalisco y en Morelos ocurre la misma situación y además si la mujer abortó en ocasiones previas, ya no podrá acceder a este “beneficio”. Es una realidad que la penalización del aborto no es una herramienta que aporte elementos para la resolución de las muertes por aborto, los embarazos en adolescentes o el control natal. La penalización únicamente agrava la problemática, pues incita a la discriminación y persecución por parte de la sociedad, la iglesia y estado, en lugar de garantizar la salud física, psicológica y el derecho a la vida y al poder de decidir de las mujeres.

Sobre la concepción de la vida

A lo largo de los años el concepto de lo que definimos como “vivo” ha cambiado, reflejando así el desarrollo y los avances de la humanidad. Ha sido una construcción histórica que implica muchos aspectos, desde lo religioso y social, hasta lo que han aportado los avances y descubrimientos científicos. Gracias a los avances científicos se sabe que un óvulo fecundado por un espermatozoide no es una persona. Si bien las células están vivas como cualquier otra célula de nuestro cuerpo, no se consideran individuos unicelulares capaces de independizarse y con conciencia propia, ya que en las primeras semanas del desarrollo embrionario no se ha desarrollado como tal un sistema nervioso y mucho menos un cerebro capaz de experimentar dolor, sentimientos, ni pensamientos propios. Por lo que decir que al practicarse un aborto se está cometiendo un homicidio, carece de un sustento científico, de la misma manera si se cree que se está matando a células potenciales para el desarrollo de un individuo. Desde esta perspectiva, miles de espermatozoides en cada eyaculación y óvulos desechados en cada periodo menstrual estarían siendo privados de la vida. Es un hecho que vivimos en una sociedad que maneja la doble moral y en un Estado que no es laico, pues en las cuestiones jurídicas sigue interfiriendo la iglesia, al grado de que se llega a satanizar a la mujer que se practica un aborto, dejando de un lado las razones económicas, psicológicas, físicas y otras limitantes en las que se desarrollaría

el nuevo individuo si nace, pues una vez nacido nadie le garantiza las condiciones necesarias para el desarrollo de una vida plena, con una adecuada atención médica, nutrición y educación. El aborto es seguro cuando se realiza por personal capacitado y con el empleo de técnicas correctas. Casi todas las muertes y discapacidades derivadas del aborto se podrían prevenir mediante la educación sexual, el uso de métodos anticonceptivos eficaces, el acceso a servicios de aborto gratuito y seguro y a la atención oportuna de las complicaciones. La prohibición y penalización no reduce la necesidad ni el número de abortos; sólo aumenta los riesgos para la salud y la vida de las mujeres y las niñas que acuden a servicios inseguros e ilegales. Por eso desde Rosas Rojas consideramos que es decisión de cada mujer decidir sobre su cuerpo sin intervención de la iglesia ni del estado, apelamos por una maternidad libre y voluntaria, con soluciones tangibles e integrales que garanticen la total despenalización del aborto en México y América latina. Que esté acompañada de una adecuada educación sexual y planificación familiar en todos los niveles, con anticonceptivos gratuitos al alcance, con una atención adecuada por parte del sector salud. Que garantice la integridad física y psicológica de cada mujer.

¡Por una maternidad libre y voluntaria!

¡Por la despenalización del aborto en México, América latina y en todo el mundo! ¡Por una educación sexual para decidir, anticonceptivos gratuitos para no abortar y aborto legal, seguro y gratuito para no morir! ¡Guarderías gratuitas a cargo de la patronal y el Estado en fábricas y establecimientos laborales, durante las 24 horas!. ¡Plenos derechos para las mujeres trabajadoras embarazadas y madres!. ¡Exigimos la separación total y efectiva de la Iglesia y del Estado! ¡No a la esterilización forzada o al aborto impuesto! ¡Estar en contra del aborto no es estar a favor de la vida, sino a favor del aborto clandestino! ¡Otorgamiento de un año con goce de sueldo a mujeres embarazadas, pre y post parto! 1 OMS. 2016. Prevención del aborto peligroso. http:// www.who.int/mediacentre/factsheets/fs388/es/

EL

LESBIANISMO COMO

REBELIÓN DE LAS MUJERES

Yan María La importancia política del lesbianismo feminista para el proyecto socialista radica en que representa los siguientes grandes aspectos: - La rebelión histórica de las mujeres, la cual ha provocado su persecución y castigo hasta el punto del exterminio. - La subversión de la mitad de la humanidad contra la explotaciónopresión milenaria del patriarcado sobre las mujeres a través de los hombres. - La posición política más radical de la lucha social contra el patriarcado (actualmente capitalista) como un sistema económico, político, social y cultural inhumano y depredador. - La estrategia política más profunda para la eliminación de dicho sistema, a fin de poder edificar una nueva sociedad: el socialismo feminista o mejor dicho, el comunismo feminista. El lesbianismo no es un asunto sexual, es un asunto político, de ninguna manera se puede reducir a “una práctica sexogenital” como lo conciben las mujeres homosexuales, gays o queer. Por lo tanto, el lesbianismo no puede abordarse desde la llamada diversidad sexual, sino desde la perspectiva de la economía política, particularmente desde la visión marxista de ésta. Para definir al lesbianismo es indispensable entender previamente el desarrollo histórico de la explotaciónopresión de las mujeres por los hombres, situados como agentes del sistema económico político patriarcal. Porque antes que todo, las lesbianas son mujeres y las lesbianas feministas son mujeres conscientes y actuantes políticamente con su profunda capacidad de transformación social. El papel histórico de la mujer ha estado sometido por casi cinco mil años, reducido en la generalidad a ser madre o esposa, eufemismos que disfrazan los verdaderos roles de esclavas, siervas, vasallas, sirvientas >>>> Continúa en pág. 6

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y subordinadas, relaciones de explotación-opresión que se pueden dar gracias a la dependencia económica de las mujeres hacia los hombres, trasladando esa condición desfavorable al ámbito político, social y cultural. En todo este proceso, las instituciones del matrimonio, concubinato, maternidad, heterosexualidad, coito, monogamia, feminidad, familia, prostitución, cuidados, trabajo doméstico, doble jornada de trabajo, etc. tienen un papel importante como perpetradoras del sistema patriarcal-capitalista. En este contexto, el lesbianismo se presenta como una rebelión integral contra la imposición de todas estas instituciones. Al entender dicha opresión histórica, se puede comprender la razón de la persecución, así como la salvaje represión, de aquellas mujeres rebeldes contra su esclavitud. La forma de llevarlo a cabo se ha dado de diferentes formas: el encerramiento en el hogar, gineceo o harem; el tapamiento del cuerpo con el shador o velo; la feminidad como inhabilitación del desarrollo físico y mental; la reducción de los pies y extirpación del clítoris; el sometimiento al matrimonio arreglado, forzado o de niñas con adultos; la prostitución como única forma de vida y la trata; la violencia, hostigamiento, acoso intra y extra domésticos; la violación sexual dentro y fuera del hogar; el incesto, proxenetismo y pornografía; el botín de guerra; hasta la lapidación, el satí, la matanza de amazonas, la quema de brujas y el femicidio, etc. La manera de luchar por la abolición de dicha esclavitud es a través de “el amor entre mujeres” como alianza política (no del “sexo entre

ellas” u homosexualidad femenina). Cabe mencionar que la lucha de las lesbianas feministas de ninguna manera se dirige en contra de los hombres en particular, sino en contra del sistema patriarcal y sus fusiones con el sistema económico-político, que en conjunto crean relaciones de explotación y sometimiento de las mujeres. También existe el lesbiansmo anarquista separatista; otra corriente que considera como enemigos a los hombres en particular. En los años 70´s, las feministas radicales hablaron de “amor entre mujeres” o la lesbianización de las mujeres. Esto no se referían a “sexo entre mujeres”, sino a lograr la independencia total de las mujeres respecto a los hombres; no solo económica y política, también social, cultural, emocional, sexual y espiritual. Se advierte que desde los años 2000, el neopatriarcado ha degenerado al feminismo. Asimismo le ha sucedido al propio lesbianismo, el cual se ha visto secuestrado por las mafias mercenarias de la diversidad sexual, por agentes del gobierno y empresas capitalistas. El objetivo del lesbianismo feminista es colocar a mujeres y hombres en un nivel horizontal, democrático y no subordinado. Sólo así se podrá llegar a una relación de paridad (no de igualdad porque nunca podrán ser iguales) y de colaboración mutua que supere positivamente las relaciones de dependencia, de superioridad machistas/hembristas, de dominio, de explotación en aras de una sociedad justa y equitativa a la que nosotras llamamos socialismo o comunismo feminista antiimperialista, anticlasista, antirracista y antiecocida.

Magali Terraza Ramírez Bajo el sistema capitalista patriarcal que se apoya en la exclusión y violencia, todas las mujeres son oprimidas y explotadas. Sin embargo, la mujer indígena es quien ha sido víctima directa de un sistema que las coloca en el grado de marginación más alto; son las últimas en ser beneficiadas por algo o por alguien, son las primeras en ser discriminadas, excluidas y oprimidas, no sólo por ser mujeres, sino también por ser indígenas y en su mayoría, pobres. Cualquiera se antepone a ellas, pues estas tres condiciones las hacen más vulnerables. La indígena desde que es una niña, hasta que se convierte en adulta se enfrenta a una triple opresión, por género, clase y etnia, opresiones que la someten y la hacen vivir las violencias más crueles, en sus diferentes tipos y modalidades, que menoscaban sus capacidades, las expone a explotación sexual y laboral, y a carencias en los ámbitos educativos, laborales, familiares, de salud, entre otros. En este contexto, la mujer indígena es la más oprimida y la más explotada, porque el capitalismo en su fase neoliberal despoja y precariza la vida indígena, concentra sus recursos, sus instituciones, sus protocolos de género, sus derechos y sus oportunidades en los discursos de las grandes ciudades donde no se encuentra la mayoría de las mujeres indígenas, mientras que las que se ubican en las urbes también son excluidas, discriminadas, violentadas e ignoradas por el sistema. De manera que, las opresiones que sufren las mujeres y niñas indígenas no son naturales, son producto de un sistema que produce y reproduce violencia, exclusión, explotación, marginación y opresión; por lo que la triple opresión de la mujer indígena o de cualquier mujer no es válida ni en el campo ni en las ciudades y no deber ser eterna.

Contexto internacional

A nivel internacional, la situación de las mujeres indígenas es la misma, es el sector más oprimido y explotado; la discriminación de las poblaciones indígenas ha incluido el desalojo por la fuerza de sus tierras para pasar a ser propiedad del capital, la exclusión de las esferas medulares en el plano político, económico y social; y el genocidio (ONU,1995). La misma conferencia menciona que a las mujeres indígenas se les ha mantenido con frecuencia en una situación de dependencia, se les ha 6 | ROSAS ROJAS | Agosto 2017


ENCUENTRO NACIONAL DE ROSAS ROJAS

CONTRA LA TRIPLE OPRESIÓN DE LAS MUJERES marginalizado, o se han visto sometidas a otras formas de opresión. 45 millones de indígenas viven en América Latina y el Caribe, en esta región está presente el 8,3 por ciento de la población indígena en el mundo (CEPAL, 2014). En algunas regiones como esta, la condición social de las mujeres indígenas se vio limitada y transgredida gravemente en el momento de la colonización, principalmente con la imposición de nuevos sistemas políticos, económicos, sociales y culturales neoliberales (ONU, 1995) que precarizan y despojan cada vez más a los pueblos indígenas, los empobrece y los mira como el atraso, mientras que al sumarle la condición de género, hace más marginal a la mujer indígena. Contexto nacional De acuerdo con cifras del INEGI de 2016, en México hay 7 382 785 personas de 3 años y más de edad que hablan alguna lengua indígena, cifra que representa 6.5% del total nacional; de las cuales 51.3% son mujeres y 48.7% hombres, estas cifras indican que la mayoría de la población indígena son mujeres. Desde el contexto internacional se lee que la triple opresión es brutal para todas las mujeres indígenas, que se explica por la globalización patriarcal que ha despojado a la clase trabajadora entre la que se ubica la mujer indígena las cuales han sido víctimas directas, condenadas a un ciclo de pobreza, menos oportunidades, peor salud y la ausencia de oportunidades para tomar decisiones. En méxico, las mujeres hablantes de lengua indígena son las que presentan un mayor rezago educativo, ya que casi una de cada cuatro se encuentra sin escolaridad alguna y una de cada cinco cuenta con secundaria completa. (CONAPO, 2015). Por otro lado la mujer indígena se enfrenta al descenso del ingreso familiar en actividades agropecuarias. Las mujeres indígenas son trabajadoras, campesinas, son recolectoras de agua, leña, forraje, además poseen conocimientos sobre plantas medicinales y técnicas de conservación de suelo (Lahoz, 2011). En este sentido, aumenta su carga de trabajo no remunerado, y empeoran los niveles de nutrición y de salud de su familia. Como empleada asalariada

en el campo (en el caso de que tenga esta oportunidad, porque en la mayoría de los casos no existe) se enfrentan a patrones que las emplean porque son más explotables que el hombre: por su falta de protección legal y sindical, por su posición discriminada en el mercado de trabajo y por la “docilidad” que le impone las normas sociales de conducta, y finalmente, como mujeres se enfrentan a la responsabilidad ampliada de alimentar, cuidar y proteger a sus hijos y familiares y muchas veces sin el apoyo del esposo migrante, expuestas a violencia sexual” (Arizpe,1986). Por otro lado, la mitad de las mujeres indígenas no utilizaron método anticonceptivo en su primera relación sexual por desconocimiento, según la ENADID 2014, 32.2% de las mujeres hablantes de lengua indígena que trabajan en 2015 lo hacen por su cuenta (Citado en INEGI, 2016). A pesar de ello, cuando este grupo de mujeres tuvo la opción de usar un método anticonceptivo, seis de cada diez optó por el irreversible conocido como salpingoclasia que es la ligadura de trompas, con lo que decidieron cancelar de forma permanente un nuevo embarazo (La Jornada, 2017). En el ámbito rural, hoy todavía las leyes en favor de los derechos y de la no violencia hacia mujeres no existen en la cotidianidad, las personas viven como acostumbran vivir y se adaptan a las condiciones laborales y alimentarias porque no hay alternativas para ellas. En las zonas rurales, difícilmente existe otra fuente de ingresos, estas labores implican fuerza física, tienen un papel fundamental dentro de las familias, dentro de la generación de producción agrícola, sin embargo ésta no se valora, “la dificultad que representa para muchas mujeres de clases populares el tener que desarrollar una doble jornada” (Machuca, 1996). para poder mantener a la familia, gracias a ello, las mujeres sí se insertan en todos los campos que sean posibles, mientras que a diferencia del campesino, pocas veces se inserta en los ámbitos que tradicionalmente corresponden a las mujeres. A pesar de las actividades que realizan, y por encima de trabajar la tierra, tampoco la poseen, “la reforma agraria prioriza la posesión de tierras para los hombres, mientras que hoy día revela que el 73.7 por ciento de las mujeres rurales tienen menos de 5 hectáreas” (Las mujeres y el

INDÍGENAS

campo, 2015). Por lo cual, las mujeres indígenas al desempeñar diferentes roles y demostrar que son capaces de trabajar las tierras, todavía no tienen el reconocimiento que se merecen, muchas continúan en la pobreza extrema, por la falta de oportunidades educativas y laborales. El trabajo consiste en continuar con las actividades que les proporcionan bienes de consumo limitado y “a menudo la mujer se descubre sola frente a la sociedad y la familia” (Machuca, 1996). De acuerdo con un artículo publicado en Animal Político (2016), en materia de educación, la Encuesta Intercensal 2015, 6 de cada 100 mujeres, de 15 años y más, no saben leer ni escribir. De las mujeres que se encuentran en condición de rezago educativo, 59.69 % no han terminado la educación básica lo que impide que las mujeres conozcan, ejerzan y exijan sus derechos. Mucho menos se garantiza a las mujeres indígenas una educación que reconozca y atienda la diversidad cultural. De igual manera sostiene (Ávila, 2017) que en estados como Guerrero, Oaxaca y Chiapas “las cifras de muerte materna dan cuenta de la carga desproporcionada que enfrentan las mujeres indígenas en relación con la población no hablante de un idioma indígena. La discriminación que enfrentan las mujeres indígenas en los servicios públicos de salud, así como las condiciones de marginación en las que frecuentemente se encuentran, imposibilitan su acceso al derecho a la salud y derivan en muertes prevenibles. En este sentido, las cifras de mujeres en puestos de representación sigue siendo muy baja, a pesar de que el “derecho a la participación política es reconocido como un derecho fundamental y, por tanto, como un indicador de la calidad y el desarrollo de cualquier sistema democrático” y de que México ha contraído compromisos para impulsar la participación de las mujeres en la vida política y garantizar la paridad (Ávila, 2017). Con todo lo anterior, es un hecho que las mujeres indígenas se sitúan en el último escalón de la opresión, por ser pobres, indígenas y mujeres, éstas representan >>>> Continúa en pág. 8

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Las mujeres indígenas son las últimas en ser beneficiarias porque hoy, los beneficiarios están en las grandes ciudades donde es más fácil afiliar porque sólo es cumplir metas del programa y no a los que realmente lo necesiten como las zonas indígenas por lo lejanas (Paredes, 2014).

de la pobreza y la discriminación a que se enfrentan las mujeres indígenas y las mujeres de zonas rurales. Además, recomendó que nuestro gobierno utilice medidas especiales de carácter temporal para tratar de eliminar las disparidades a que se enfrentan las mujeres indígenas y las mujeres de zonas rurales en relación con el acceso a los servicios sociales básicos, en particular la enseñanza y la salud, y la participación en los procesos de adopción de decisiones (Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género, 2008).

ni deben ser vendidas o intercambiadas como mercancías; implica el derecho a la herencia, a poseer la tierra, a decidir sobre su cuerpo y el número de hijos e hijas, a trabajar, estudiar y recibir servicios de salud. Finalmente, las Rosas Rojas sostienen que la lucha no es contra el hombre, es contra el machismo producido y reproducido por el sistema capitalista patriarcal.

En otros escenarios, en México el 01 de enero de 1994 el Movimiento de Mujeres Zapatistas publica en el órgano informativo del EZLN “El despertar mexicano” la Ley Revolucionaria de mujeres, la cual consta de diez puntos que giran en torno a la participación de la mujer en la lucha, el derecho al trabajo y al salario justo, el derecho a la participación en asuntos comunitarios y a ocupar cargos en la organización militar, derecho a la educación, salud y alimentación para ellas y para sus hijos, a la no violencia y elegir a su pareja.

En México, el artículo cuarto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce la igualdad entre hombres y mujeres, sin embargo esto no ocurre en la realidad porque debe considerarse también la diferencia entre desiguales y aplicar políticas que enfrenten esa situación respetando la diferencia y la diversidad. A pesar de los avances en materia legal, la realidad de las mujeres indígenas sigue siendo la misma, las leyes no se aplican a su contexto, y continúa quedándose en el escalón más bajo de los oprimidos y explotados.

Las luchas en favor de las mujeres indígenas han venido de ellas mismas, de las que han tenido el privilegio de acceder a una universidad y que desde esta trinchera han impulsado la lucha, pero también de la organización que los movimientos indígenas. Sin embargo, hasta el momento existen pocos avances para transformar la realidad de la mujer indígena que habita los pueblos y ciudades.

Las Rosas Rojas nos declaramos en contra de la triple opresión de las mujeres indígenas. La situación de las mujeres indígenas en el campo es de opresión, violencia y explotación; sin embargo en las ciudades se torna peor por el hecho de ser mujeres, pobres e indígenas. Todos los derechos que exigimos en general para las mujeres deben complementarse en particular con la situación de las indígenas. Entre estos derechos destaca el relativo a la propiedad en el campo y a la herencia de esa propiedad. Este derecho debe ser igual al de los hombres y no debe excluirse del mismo a las mujeres. En la representación política, igualmente debe reconocerse el derecho a la paridad entre hombres y mujeres, más aún, en la perspectiva de lucha por la autonomía indígena.

¡Por derechos para todas las mujeres y niñas indígenas en el campo y en la ciudad! ¡Por una lucha y alianza de las mujeres indígenas! ¡Respeto a los usos y costumbres de la mujer indígena! ¡Por el derecho de las mujeres indígenas a poseer la tierra! ¡Por una lucha de las mujeres indígenas con el compañero en contra del machismo producido y reproducido por el sistema! ¡Usos y costumbres que respeten los derechos de las mujeres indígenas!

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el colectivo que históricamente ha resistido las manifestaciones más crudas de la dominación y la explotación (Moreno, 98).

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó en 1989 el Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes. La única mención que hace de las mujeres indígenas es referente a que los Estados deberán adoptar medidas para que los trabajadores pertenecientes a estos pueblos gocen de igualdad de oportunidades y de trato para hombres y mujeres en el empleo y de protección contra el hostigamiento sexual (Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género, 2008). Por otro lado, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), a través de su Comité para la Eliminación de la Violencia (COCEDAW) instó en agosto de 2006 a México a que asegure que todos los programas y políticas de erradicación de la pobreza traten de manera explícita la naturaleza estructural y las diversas dimensiones 8 | ROSAS ROJAS | Agosto 2017

Como parte de la actual lucha de los pueblos indígenas se reclama el respeto a los usos y costumbres indígenas. Esto es correcto como parte de la resistencia de los pueblos exigiendo el respeto a su cultura, su lengua, e incluso, a la autonomía de gobierno. Pero los usos y costumbres también deben respetar los derechos humanos y los derechos de las mujeres. El respeto a las mujeres debe convertirse en otro uso y costumbre indígena, como han dicho las mujeres indígenas en lucha; lo cual implica que las mujeres no deben ser excluidas de las decisiones públicas, no deben ser expuestas a situaciones violentas, no se les debe imponer parejas,

¡En contra de la triple opresión de las mujeres indígenas!

Referencias:

Arizpe, L. (1986). Las mujeres campesinas y la crisis agraria en América Latina. México: Nueva Antropología. Consultado el 28 de junio de 2017 en: http://www.juridicas.unam.mx/ publica/librev/rev/nuant/cont/30/cnt/cnt4.pdfI Ávila, A. (2017) Violencia contra las mujeres indígenas. México: Animal político, consultado el 28 de julio de 2017 en: http://www.animalpolitico.com/blogueros-bloginvitado/2016/11/28/violencia-las-mujeres-indigenas/ Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (2008) Los derechos humanos de las mujeres indígenas mexicanas: breve revisión del marco normativo. Consultado el 28 de junio de 2017 en: http:// archivos.diputados.gob.mx/Centros_Estudio/ceameg/ Inv_Finales_08/DP1/1_25.pdf CEPAL (2014). Los pueblos indígenas en América Latina: avances en el último decenio y retos pendientes para la garantía de sus derechos, consultado el 28 de julio de 2017 en: http://www.cepal.org/publicaciones/default.asp?idioma=I CONAPO (2015) Infografía población indígena. México: Consultado el 06 de junio de 2017 en: http://www.gob. mx/conapo/documentos/infografia-de-la-poblacionindigena-2015 INEGI (2016) Estadística a propósito del día internacional de los pueblos indígenas, datos nacionales. Consultado el 27 de julio de 2017 en: http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/ aproposito/2016/indigenas2016_0.pdf Lahoz, D. (2011). Mujeres campesinas y su papel en el sistema alimentario en México. México: Oxfam México. Machuca, J. A. (1996). La mujer en México, una perspectiva antropológica. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Moreno, R. (2017) De políticas etnocidas a trayectorias de investigadores indígenas mexicanos. México: Universidad de Guadalajara Organización de las Naciones Unidas (1995) La mujer indígena se hace cargo de su destino. Beijing, China: Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer. Consultado el 28 de julio de 2017 en: http://www.un.org/spanish/conferences/ mujer.htm Paredes, J. (2014) El tejido de la rebeldía ¿Qué es el feminismo comunitario? Bolivia: Comunidad Mujeres Creando Comunidad. Posada, Miriam (2017) Inegi: 70% de indígenas en la pobreza. México: La Jornada en línea, consultada el 28 de julio de 2017 en: http://www.jornada.unam.mx/ ultimas/2016/08/08/inegi-70-de-indigenas-en-la-pobreza


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ECOFEMINISMO

Frida Casas y Carolina García Sevilla Desde Rosas Rojas asumimos que nos encontramos frente a una crisis ambiental a nivel global, la cual es resultado del mantenimiento de la estructura ideológica, económica, política y social capitalista. Al ser la raíz, dicha ultraestructura es el elemento medular que hay que transformar, partiendo de que dicha transformación tiene necesariamente que ser radical, pues se encuentra internalizada hasta las relaciones intra e interpersonales existentes en la sociedad. Tanto la crisis ambiental como la opresión de las mujeres, son producto de una lógica que ha posicionado al ambiente y a la mujer, como objetos que pueden ser poseídos, explotados y sometidos, partiendo directamente bajo la lógica de los sistemas de dominación. La identificación de conexiones entre ambos sistemas de dominación, ha sido una razón para la necesaria creación de un diálogo entre el feminismo y el ambientalismo, es decir entre la lucha de las mujeres por su emancipación y la lucha por la defensa de la naturaleza.

Los procesos de neoextractivismo emprendidos por empresas trasnacionales y aceptados por cada uno de los países de gobiernos de corte imperial y desarrollista, que son dirigidos con el objetivo final de acumulación de capital, son el principal detonador de los procesos de contaminación, deterioro, saqueo y destrucción ambiental. La dinámica por la que son desarrollados, está basada en la extracción, de forma rápida y sin control alguno, de los recursos naturales del planeta, pese a las consecuencias que esto conlleva, llegando a afectar a miles de territorios que en este momento enfrentan consecuencias ambientales bastante severas. Hablamos de la exposición a contaminantes en ríos, lagos, tierras y aire; los procesos de despojo de la tierra; la precarización del trabajo; los procesos de saqueo de recursos naturales, entre otras más. Dichos procesos implican que las condiciones de vida para las personas y los demás organismos vivos se vuelven deplorables. Frente a este contexto, a nivel mundial, mujeres organizadas están respondiendo ante dichas agresiones con la conformación de frentes en diferentes países. Un ejemplo de ello fue la V Asamblea de Mujeres, en el marco de la VII Conferencia Internacional de la

Vía Campesina, en la que representantes de más de 70 países declaran de forma contundente la situación, no sólo que viven millones de campesinas a nivel mundial, sino la violencia a la que están expuestas las miles de millones de mujeres en el mundo. En América latina los asesinatos de las y los luchadores de movimientos en defensa de la Tierra han tomado una posición importante en los debates, sin embargo hasta el momento no se ha desarrollado una organización de carácter internacional que haga un llamado a las ecofeministas para asumir una agenda común. En México, la situación en la que se encuentran las mujeres y el ambiente, se caracteriza por la explotación, dominación, despojo y precarización. Esto ha empeorado a partir de la entrega de las grandes industrias energéticas nacionales a empresas trasnacionales extranjeras, la construcción de mercados artificiales y la cesión de nuestros recursos naturales. Con esto, el Estado mexicano nos demuestra que para el futuro del país, sigue construyendo una colonia dependiente, sin soberanía en ninguno de los aspectos básicos para su desarrollo. Paralela a la situación ambiental, para las mujeres se continúa dibujando un contexto en donde la violencia aumenta a niveles exacerbados, pudiendolo notar desde la violencia doméstica, laboral, sexual, obstétrica de la que millones de mujeres en el país son víctimas, y que además, se conforma por violencia que aún sigue sin ser aceptada en el ámbito de las relaciones interpersonales en todos y cada uno de los espacios en donde se desenvuelven, sus trabajos, escuelas, centros de reunión y esparcimiento, las calles e incluso dentro de sus propias casas. La respuesta que se tendría que estar gestando ante dicho panorama, aún no tiene la fuerza que nos demanda una lucha contra los sistemas de dominación y subordinación ante los que nos enfrentamos como sociedad, sin embargo, a través del ecofeminismo podemos reconocer que existe una propuesta seria para enfrentar de forma unificada estos procesos que amenazan tanto la vida de la mujer, como el mantenimiento de la integridad ambiental. Antecedentes Las primeras

conexiones

entre

el

feminismo y la ecología que dieron origen al ecofeminismo, se encuentran en las utopías literarias de las feministas de la década de 1970. Una primera voz fue la de Rachel Carson (1962), quien alertó al público e incitó a la gente a reaccionar en contra del abuso de los pesticidas químicos. Fue hasta 1974 que Françoise d’Eaubonne adoptó por primera vez el término de ecofeminismo, haciéndolo para evidenciar el potencial que tenían las mujeres para encabezar una revolución ecológica que conllevaría nuevas relaciones de género entre hombres y mujeres y una relación distinta entre los seres humanos y la naturaleza (Mellor, 2000). La relación entre el feminismo y el ecologismo se ha construído a partir del planteamiento de que ambos, tanto como movimientos sociales y posturas ideológicas, comparten objetivos en común, los cuales no pueden ser abordados y resueltos de forma separada puesto que la raíz de la que nacen es la misma, los sistemas de dominación (Warren, 1996). Es por ello que la propuesta política es asumir la necesidad de la transformación radical de las relaciones básicas, desde las económicas y sociales y personales que se dan entre los humanos y el ambiente. Principales posturas dentro del ecofeminismo Diversas mujeres y pensadoras explican que así como no existe una sola postura feminista, en el ecofeminismo se han desarrollado muy diversas concepciones, entre las cuales destacan: El ecofeminismo esencialista, en dónde una de las principales expositoras es Vandana Shiva. Ella considera que las diferencias tienen sus raíces en la propia naturaleza diferencial de hombres y mujeres, lo que sitúa a las mujeres más próximas a la naturaleza y, por lo tanto, más proclives a solucionar los problemas medioambientales. La corriente radical/cultural/espiritual destaca las conexiones históricas, biológicas y sociales entre la naturaleza y las mujeres, por lo cual considera que el dominio del orden patriarcal es el causante de la explotación y opresión tanto de la mujer como de la naturaleza. Ecofeminismo socialista, en donde una de las mujeres que lo reivindica es Ariel Salleh. Esta orientación considera que el origen de las diferencias de relación que hombres y mujeres mantienen con el entorno, está en las funciones >>>> Continúa en pág. 10

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socialmente asignadas a cada uno de los géneros: la reproducción social y el cuidado del grupo familiar condicionan que sean las mujeres las que tienen un contacto más directo con los recursos naturales; especialmente en sistemas económicos de subsistencia. Las ecofeministas socialistas proponen la construcción de una sociedad basada en una nueva relación entre los géneros y una relación distinta con la naturaleza. El feminismo liberal es coherente con los objetivos de la reforma ambientalista para alterar las relaciones humanas con la naturaleza desde dentro de las estructuras existentes de gobierno a través de la aprobación de nuevas leyes y reglamentos. El ecofeminismo cultural ha analizado los problemas ambientales desde su crítica del patriarcado, a la vez que ha ofrecido alternativas que podrían liberar tanto a la mujer como a la naturaleza. Con el objetivo de desarrollar los elementos esenciales que componen la base ideológica del ecofeminismo, se ha seguido desarrollando la filosofía del ecofeminismo, Karen Warren ha sido una de las principales expositoras. Ella sostiene que existe una necesidad urgente de unir las luchas feministas y ecologistas a través de la identificación de las conexiones existentes entre ambos. Sus aportes se han dedicado a examinar las conexiones entre las mujeres y el ambiente. Avances del ecofeminismo Respecto a los avances en el terreno legal, organizativo y político, como mencionamos anteriormente, la Vía Campesina, ha sido una de las organizaciones que a nivel internacional ha logrado levantar un espacio importante para las mujeres. Este año fue que a través de su V Asamblea

de Mujeres de La Vía Campesina, participaron cerca de 150 mujeres de todos los continentes representando a 164 organizaciones de 79 países, lo que implica un mensaje importante a nivel nacional ya que ellas sostienen una defensa que además de reivindicarse como feminista, es también por el ambientes, por los territorios, por la soberanía alimentaria. A nivel teórico podemos decir que el ecofeminismo ha tenido un gran desarrollo, sin embargo gran parte de la literatura se ha centrado en dejar a un lado el compromiso con asumir una vinculación entre la teoría y la práctica. Sin embargo, orientaciones como la de Warren (1996), sostienen la necesidad de vincularlas “Necesitamos de filosofías como el ecofeminismo porque han roto la barrera de la inacción y la contemplación para llegar a la acción, a la participación política y a la expresión de intenciones [...]” Postura política de Rosas Rojas en el ecofeminismo Hoy en día, existen distintas vertientes sobre el concepto de ecofeminismo, resultado de las polarizaciones actuales entre quienes participan en el debate de sus planteamientos esenciales. En esta mesa se construye un primer acercamiento al posicionamiento que el sector de Rosas Rojas reivindica. En principio argumentamos que para poder definir una postura desde el ecofeminismo, en primera instancia, es necesario que se asuma qué postura política se reivindica dentro del feminismo y dentro del ecologismo, ya que de esta forma se delimitan los principios y las formas en las se basan los principios ético-políticos que direccionan un plan que tenga la capacidad de abordar los objetivos de ambos, hasta el punto de llegar a establecer un diálogo de construcción entre ellos.

Nuestra organización reivindica al feminismo y ecologismo, socialista, por lo que necesariamente parte de entender que el origen del sistema de dominación patriarcal capitalista está sustentado en las relaciones económicas y sociopolíticas de la sociedad moderna industrial, lo que nos ha conducido a la crisis ambiental y al mantenimiento de la opresión de las mujeres y otros grupos sociales que históricamente han sido discriminados y sometidos. De esta forma nuestro análisis rebasa el enfoque meramente esencialista que tienen gran parte de las corrientes ecofeministas, pues sostenemos la necesidad de reconocer los vínculos reales existentes entre la división de clases y las múltiples opresiones sociales que parten de una lógica de dominación. De esta manera vemos la necesidad de movilizarnos desde una perspectiva de luchas de clases, por la reconstrucción de la lógica de las relaciones sociales, y por la reconfiguración de la relación entre sociedad-naturaleza. Decimos no a la sobrexplotación patriarcal, capitalista, neoliberal y depredadora de la mujer y la naturaleza, condenamos el androcentrismo histórico y demandamos la necesidad de la reconstrucción de la lógica por la que es guiado el desarrollo de las personas, de la reproducción de la vida, porque ambas estén fuera de la lógica de los sistemas de dominación y control. ¡Contra los sistemas de dominación y subordinación patriarcales! ¡Contra la feminización de la naturaleza y la naturalización de la mujer para mutuo perjuicio! ¡Contra la naturalización de la subordinación de las mujeres y la naturaleza! ¡Por un feminismo anti-imperialista, anti- clasista, anti-racista, anti- sexista y anti- ecocida!

LA PROSTITUCIÓN, ESCLAVITUD Y TRATA CON FINES DE

EXPLOTACIÓN SEXUAL Brenda García Hernández En México, la prostitución y la trata con fines de explotación sexual son consideradas por algunas organizaciones como dos situaciones radicalmente opuestas: mientras que la prostitución se considera como el intercambio “libre” de actos sexuales por bienes materiales, la trata de personas con fines de explotación sexual involucra la prostitución forzada. Sin embargo es de considerar que la libre elección que sostiene 10 | ROSAS ROJAS | Agosto 2017

la prostitución está definida por condiciones materiales específicas. La prostitución y el tráfico de mujeres supone la existencia de una demanda de mujeres y menores para su utilización como objeto sexual, la explotación sexual es un fenómeno específico de género ya que un alto porcentaje de las víctimas son mujeres y niñas (Figura 1) mientras que los consumidores, traficantes y proxenetas son habitualmente hombres


ENCUENTRO NACIONAL DE ROSAS ROJAS El ejercicio de esta actividad se instaura por la subordinación económica, social y legal de las mujeres y menores de edad, es decir, es un fenómeno estructural alimentado por la industria internacional del sexo que tiene sus bases en el capitalismo. Según la Organización de las Naciones Unidas, se estima que entre 4 y 5 millones de personas son víctimas de trata. Cada año, entre 600,000 y 800,000 personas atraviesan fronteras internacionales como víctimas de trata. De esta cifra casi 80% son mujeres y niñas. En el caso específico de trata con fines de explotación sexual, que compone el 58% del tráfico de personas, 98% son mujeres y niñas.

Según la organización internacional del trabajo (OIT) la trata con fines de explotación sexual representa uno de los negocios más lucrativos después del tráfico de armas y estupefacientes, con ganancias que oscilan entre 8 y 10 millones de dólares al año. La trata de mujeres con fines de explotación sexual ha aumentado impulsada por el desarrollo mundial de la industria del sexo que mueve aproximadamente entre 5 y 7 billones de dólares y se sustenta en las condiciones desiguales entre hombres y mujeres. En México hay 500 mil personas que son explotadas en la prostitución, el 90 por ciento son mujeres y niñas. El 80 por ciento de ellas no nació en la ciudad de México y fueron trasladadas de algún lugar del interior del país para ser prostituidas. De acuerdo con cifras de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina, el creciente número de esta cifra a la par del aumento en la

precarización de las condiciones laborales así como evidentes crisis económicas refuerza el argumento que la libre elección de las mujeres a ejercer esta actividad se ve coaccionada por las precarias condiciones materiales en las que se encuentran y estas componen el mayor porcentaje de las mujeres que están en situación de prostitución.

Antecedentes abolicionista

del

movimiento

En respuesta al aumento en la explotación sexual, numerosos países adoptaron sistemas que buscan contrarrestar la violencia social, sexual y política así como la violación a los derechos humanos que sufren las víctimas. El movimiento abolicionista que surge del feminismo tiene un amplio periodo de desarrollo histórico, su surgimiento se localiza en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XIX. El contexto en el que surge se caracteriza por la aparición de los primeros movimientos feministas y movilizaciones obreras desde el inicio del siglo que luchaban contra de las modificaciones en las condiciones de trabajo producto de la implementación cada vez mayor de las máquinas y la degradación laboral de los obreros, así como la implementación en 1864 de leyes sanitarias por parte del parlamento británico que buscaban atacar la propagación de enfermedades de transmisión sexual por medio del control médico-policiaco y la criminalización de las mujeres en situación de prostitución a través del encarcelamiento si se negaban a rigurosos exámenes vaginales y medidas de cuarentena en hospitales. Este modelo de reglamentación de la prostitución había sido ya implementado en Francia a principios de siglo y posteriormente adaptado por el parlamento Británico y Europa occidental y pretendía atacar a una actividad permitida para los hombres pero que consideraba a las mujeres que la ejercían como un riesgo sanitario. En contraposición con la postura reglamentarista, la feminista Josephine Butler comenzó en 1869 una campaña que proponía la derogación de la llamada “ley de enfermedades contagiosas”, iniciando el movimiento abolicionista al hacer una analogía a la lucha del movimiento por la abolición de la esclavitud surgido en Estados Unidos, argumentando que las mujeres en situación de prostitución se les sometía a la esclavitud sexual. Dentro de esta campaña se evidenció el carácter estigmatizante y opresivo de las leyes policiales y sanitarias contra las mujeres en esta situación y cuestionó la intervención del Estado en el otorgamiento de permisos y zonas de tolerancia para el ejercicio de la prostitución. En 1874 Josephine fundó la organización por la abolición de la ley de enfermedades contagiosas y que logró en 1889 la derogación de las medidas impuestas. Así en 1889 después de la fundación de la organización Ladies National Association for the Repeal of the contagious Diseases Acts

(LNA) que creó un movimiento internacional por la abolición de la prostitución, cuya herencia ha sido adoptada por los países que implementaron un modelo abolicionista para el combate a la prostitución (Suecia, Islandia, Canadá, Singapur, Sudáfrica, Corea del Sur, Irlanda del Norte y Francia), este modelo implementado por primera vez en 1999, se basa en el principio de que la prostitución es una forma de violencia contra las mujeres y se sustenta en la desigualdad de género, bajo éste, se criminaliza al cliente y se es castigado con altas multas o con la cárcel y con ello se pretende eliminar la demanda de servicios sexuales. En contraposición con el modelo abolicionista, se instauró en Holanda, Alemania y Dinamarca el modelo legalista o reglamentarista (2000) en el cual la prostitución es regulada como trabajo y se obliga a los dueños de comercios dedicados a la prostitución a pagar impuestos y la seguridad social. Bajo este modelo se busca la normalización de los servicios sexuales y de la industria internacional del sexo. Un último modelo, establecido por Hungria –modelo prohibicionista- considera que la prostitución es ilegal y se penaliza a quienes la ejercen con sanciones monetarias y la cárcel. El cliente solo se sanciona si compró sexo con menores de edad. Una de las principales discusiones entre el movimiento abolicionista y el movimiento que pretende reglamentar la prostitución versa en torno a dos argumentos: el primero por parte de las abolicionistas que consideran que esta práctica es una forma de violencia contra las mujeres porque toda la industria internacional del sexo se construye sobre la base de que un hombre puede utilizar el cuerpo de una mujer para su satisfacción, y éste debe estar disponible para ser comprado cuando se desee y utilizándolo como un objeto. El poder de la industria internacional del sexo es evidente, desde el bombardeo mediático que muestra el cuerpo de la mujer como un objeto consumible y que genera poder en el hombre. Uno de los problemas es considerar a la prostitución y todas sus formas en un mismo saco, es muy diferente considerar que existen mujeres acompañantes cuyo medio de desenvolvimiento es diferente a las mujeres sometidas por padrotes que tienen que pagar cuotas y son víctimas de explotación sexual. En este sentido, puede existir quien menciona que ejerce la prostitución por “libre elección” e incluso confirme el discurso del empoderamiento que genera esta práctica que levantan algunas organizaciones feministas, sin embargo, se debe contemplar que el más alto porcentaje de mujeres en situación de prostitución no se encuentra en este contexto y que la reglamentación que se realice a favor de una minoría puede afectar la explotación sexual y violencia que viven miles de mujeres y niñas en el mundo.

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Ciudad Juárez:

Feminicidio y Violencia Rosas Rojas Juárez El fenómeno del feminicidio en Ciudad Juárez se hizo visible en el año de 1993, cuando se publicó el hallazgo de los primeros cuerpos de mujeres asesinadas, arrojadas en terrenos baldíos y zonas desérticas, caminos de terracería o áreas deshabitadas en las orillas de la ciudad. Los casos de Lote Bravo, Camino a Electrolux, Granjas Santa Elena y Lomas de Poleo fueron los primeros crímenes de odio conocidos por una sociedad que pronto sería obligada a cerrar los ojos ante el horror de la violencia feminicida. Ortiz M. (2016), de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, nos habla precisamente de “los ciclos de la violencia feminicida”, y señala que la primera etapa va de 1993 a 1998. Ortiz hace referencia a las cifras del INEGI, las cuales indican que “en esa etapa se registraron 907 homicidios de mujeres, 891 en Ciudad Juárez y 16 más en el Valle de Juárez”. El gobierno empezó a levantar una campaña de criminalización contra estas mujeres y sus familias, culpando a las víctimas de su asesinato y justificando a los asesinos. Dicha campaña fue promovida por destacados personajes del PRI y PAN a nivel local. Constantemente se repetía que “eran malas mujeres”, “llevaban minifalda”, “caminaban por lugares oscuros”, o que “eran prostitutas”. A partir de 1998 surgieron las primeras organizaciones de familiares de víctimas en busca de la justicia para sus hijas asesinadas impunemente. “Voces sin Eco” fue el primer referente de lucha contra el feminicidio. La señora Paula Flores y su hija Guillermina comenzaron una revolución gráfica con la pinta masiva de cruces negras con fondo rosa en los postes de la luz. Hoy en día este símbolo es conocido por todo el mundo. Esta revolución gráfica es el antecedente histórico más importante para quienes años después levantamos una nueva campaña de visibilización del fenómeno, haciendo uso de la pintura y el pincel. Desde que surgió este problema en Ciudad Juárez, se ha creado y mantenido una guerra de cifras al respecto. Por ejemplo, de acuerdo con un artículo 12 | ROSAS ROJAS | Agosto 2017

contra las Mujeres

publicado en La Jornada (2011), que hace referencia a las cifras oficiales de la PGR, CONAVIM y La Fiscalía General del Estado de Chihuahua, “…entre 1993 y 2007 se cometieron 427 casos de los cuales 200 siguen sin ser aclarados y 52 cuerpos aún no han sido identificados” (Villalpando, 2011). Es decir, las cifras “oficiales” se encuentran muy por debajo de lo que indican otras fuentes y muy por debajo de la percepción de quienes mantenemos un trabajo de intervención en las calles. Cabe destacar que desde 1993 las características en más del 90% de los casos de feminicidio y desaparición de mujeres cumplen con un mismo perfil: son jóvenes, pobres, morenas, con rasgos indígenas y migrantes muchas de ellas. Por lo tanto, se puede decir que estas víctimas del feminicidio son “escogidas” no solamente por el hecho de ser mujeres, sino por ser pobres y carentes de medios que facilite invisibilizar sus asesinatos. El feminicidio en Ciudad Juárez se trata de un problema de género, raza y clase social. Nunca durante la historia del feminicidio en Ciudad Juárez, se registraron cifras tan elevadas como durante los años 2009 a 2011 y este hecho es aceptado incluso por las fuentes oficiales citadas anteriormente. “En 24 meses, 469 ultimadas en el estado, más de la mitad que en casi dos décadas, señalan. Con un saldo de 306 mujeres asesinadas durante 2010, Ciudad Juárez registró el mayor número de feminicidios

de los últimos 18 años” (Villalpando, 2011). Estos fueron años durante los cuales las fuerzas federales se hicieron presentes a gran escala en las calles de esta frontera. Para los habitantes de Ciudad Juárez resultó evidente la relación directa entre militarización y el aumento significativo en el número de crímenes de todo tipo: ejecuciones, desapariciones forzadas, secuestros, extorsiones, “car-jacking”, “House-jacking”, etcétera. El feminicidio, la trata y la desaparición forzada de mujeres no fueron la excepción. Sin embargo, el foco de la atención pública ya no estaba más en estos temas en ese año, sino en la llamada “Guerra contra el Narcotráfico”. A partir del 2013 hubo un aparente “descenso” de la violencia en general. Sin embargo, durante este 2017 hemos vivido nuevamente un repunte de los feminicidios y las desapariciones de mujeres. “Se registraron dos casos de feminicidios en Ciudad Juárez elevando a 22 muertes de mujeres este año, considerada una cifra alta, ya que en el 2016 a estas fechas no habían registrado casos de feminicidios. También se registraron en las últimas horas seis homicidios de varones en un fuerte incremento de la violencia este año que comienza a alcanzar cifras similares a las del 2008” (La Jornada, 19 de marzo 2017).


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