Voces de la Amazonía

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VOCES DE LA AMAZONĂ?A

Un viaje por el territorio de la esperanza



VOCES DE LA AMAZONÍA UN VIAJE POR EL TERRITORIO DE LA ESPERANZA


CRÉDITOS Autor: Guillermo Reaño Vargas Periodista guillermorea@soloparaviajeros.pe Edición y cuidado de edición: Grupo Viajeros

Foto de portada: Gabriel Herrera-ICAA Diagramación: Ronald H García ronald@soloparaviajeros.pe Imprenta: Tiraje: Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2014-16991 ISBN Impreso en Perú Todos los derechos reservados de acuerdo con el D. Leg 822 (Ley sobre Derechos de Autor). Prohibida su reproducción sin autorización previa de los autores. Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo del Pueblo de los Estados Unidos de América a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) bajo los Términos del Contrato No AID-EPP-I-00-04-00024-00. Las opiniones aquí expresadas son las del autor (es) y no reflejan necesariamente la opinión de USAID ni del Gobierno de los Estados Unidos. Este documental ha sido producido por encargo de Engility / International Resources Group (IRG) y sus socios Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), Corporación de Gestión y Derecho Ambiental (​ECOLEX), Social Impact (SI), Patrimonio Natural (PN) y Conservation Strategy Fund (CSF).

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ÍNDICE PRESENTACIÓN

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CAPÍTULO I: Pensando en el desarrollo de la Amazonía. La Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina CAPÍTULO II: Para que el tiempo no nos gane. Mejores prácticas productivas El turismo es nuestro fuego Construyendo un mejor futuro Oro blanco en un océano verde Doce casas en el cielo CAPÍTULO III: Nuestros bosques, nuestra tierra. Manejo de paisajes Los guardianes del bosque La verdadera revolución verde Protegiendo los bienes comunes La ciencia al servicio del hombre CAPÍTULO IV: La esperanza es verde. Gobernanza La fábrica de nubes de La Bonita El bosque nuestro de cada día Justicia ambiental en tiempos del oro fácil Sanar la tierra CAPÍTULO V: Otro mundo es posible. Incentivos Económicos para la Conservación Juntos por el agua Nuevas maneras de salvar los viejos bosques montanos La dama del desierto Madre amazonía CAPÍTULO VI: La casa de todos. Pueblos Indígenas Vivir en paz Excluidos del paraíso

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BIBLIOGRAFÍA

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PRESENTACIÓN

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a Amazonía es la máxima expresión de la naturaleza. Se extiende a través de ocho países y un territorio de ultramar a lo largo de más de 6 000 Km2 convirtiéndose en el mayor bosque tropical en el mundo. El río Amazonas, el más caudaloso y largo del planeta, nace en los Andes al sur del Perú, encima de los 5,000 m.s.n.m. y desemboca en el océano Atlántico tras recorrer más de 6 500 km. Los bosques, ríos y lagos amazónicos albergan una incomparable diversidad natural, con miles de especies de plantas y animales que solo habitan aquí, así como las más importantes reservas de agua. Asimismo, proveen servicios ambientales invalorables a escala global, como la regulación del clima

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en la Tierra. Además, la Amazonía sustenta la vida de más de 400 grupos indígenas que componen un bagaje de saberes y conocimientos sin parangón, que debemos valorar y proteger. Muchos de los principales tributarios del Amazonas nacen en los Andes y es justamente en la confluencia entre la cordillera y la Amazonía donde se concentran algunas de las mayores riquezas naturales y culturales, pero también de las amenazas a este patrimonio. La Amazonía en países como Colombia, Ecuador y Perú, enfrenta cada vez mayores y más urgentes amenazas a su existencia; desde la deforestación y la sobreexplotación de recursos a gran escala, hasta el tráfico y


extinción de especies y la contaminación por actividades extractivas mal llevadas. La Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina de USAID integra los esfuerzos de más de treinta organizaciones privadas y públicas líderes con la finalidad de generar sinergias, multiplicar esfuerzos y escalar los impactos de la conservación desde lo local hasta lo regional. En VOCES DE LA AMAZONÍA. Un viaje por el territorio de la esperanza, el reconocido periodista y viajero Guillermo Reaño recoge, bajo una mirada reflexiva y particular sus impresiones, aprendizajes y descubrimientos luego de recorrer por doce meses las diversas áreas de intervención de ICAA en la Amazonía de Colombia, Ecuador y Perú. Con un lenguaje

rico en sentimiento y sensaciones, pero a su vez ameno y cercano, Guillermo nos transmite la voz de hombres y mujeres que desde su visión como artesanos, pescadores, científicos, empresarios, autoridades o sabios conocedores del bosque, nos demuestran que algo importante está ocurriendo en la Amazonía. Un cambio para bien, uno que desde las vidas ejemplares de los propios actores locales está construyendo una visión de desarrollo regional, positiva, optimista, sostenible. VOCES DE LA AMAZONÍA. Un viaje por el territorio de la esperanza, es pues, una invitación a conocer la Amazonía Andina desde las voces múltiples de sus protagonistas.

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CAPÍTULO I

PENSANDO EN EL DESARROLLO DE LA AMAZONÍA INICIATIVA PARA LA CONSERVACIÓN EN LA AMAZONÍA ANDINA

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Atardecer sobre el río San Alejandro, Ucayali-Perú / Foto: Juan Puelles-ICAA

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ensar en el largo plazo, con audacia, vigor y tejiendo redes. Recuperar, poner de nuevo en la agenda, las iniciativas exitosas que dieron en el clavo, que contribuyeron a forjar un mejor presente para una Amazonía que mira el futuro desde otra óptica, con esperanza y consciente de su extraordinaria riqueza cultural y natural. Confiar en los habitantes que pueblan su territorio antiguo, infinito, a veces indescifrable. Construir con ellos, hombres y mujeres de todas las sangres, los caminos que se necesitan para transitar hacia el porvenir que venimos soñando y que a veces se vuelve tan esquivo.

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Enfrentar los desafíos contemporáneos –el cambio climático, uno de ellos, tal vez el más grave - con imaginación, siempre de manera colectiva y apelando a la razón para tejer la malla que nos permita defender los bienes comunes y los saberes ancestrales que persistieron en el tiempo. Esas han sido las constantes que hemos ido encontrando en cada uno de los proyectos que visitamos durante los doce meses que duró nuestro recorrido por la Amazonía de Colombia, Ecuador y Perú, tres de los nueve países (ocho y un territorio colonial) que conforman la cuenca más amenazada del planeta.


Para mí, habló en estricta primera persona por única vez, se cierra con este periplo una etapa de más de tres décadas de viajes por la Amazonía, esa región indómita que en los textos de mi niñez se solía denominar el oriente. O simplemente la montaña, un territorio exultante, una geografía distante y ajena para quienes habitamos las urbes fuera de sus contornos. La Amazonía es para gran parte de los pobladores del resto del mapa sudamericano apenas un bosque inconmensurable, perceptible muchas veces a partir de sus extremos naturales que deslumbran y los conflictos que la abaten. De extremos porque en ella habitan avecillas de mil trajes, como el colibrí maravilloso y las bulliciosas oropéndolas. Y de conflictos como el que sacudió hace unos años la provincia de Bagua, en el territorio awajún del Perú o los que enfrentan a poblaciones nativas y a los colonos que llegaron a sus bosques y meandros atraídos por fortunas fáciles. Obviamente, ese fresco citadino, irreal por antojadizo, es el que pretendemos desvirtuar con este libro donde se narran algunas de las historias que fuimos recogiendo durante nuestro recorrido por el territorio de una Amazonía llena de vida, pletórica de voces que quieren narrar sus nuevas peripecias, la encrucijada en que se encuentra.

La Amazonía insurgente de nuestros días no se puede capturar en toda su dimensión desde la seguridad y las funciones que nos brinda un Smartphone. Tampoco desde el visor exclusivo de ecoturistas y antropólogos. Con Raúl Santivañez y Gonzalo Lugon, jóvenes videastas de Camino Films, una productora muy conocida en Lima, tuvimos la suerte de iniciar un recorrido a través de la Amazonía de tres de los países de la cuenca con la intención de conocer a fondo el trabajo realizado por las organizaciones socias de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), el programa regional que auspicia la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Fuimos, por decirlo de alguna manera, los privilegiados receptores de los valiosos testimonios que un cúmulo de actores de lo que podríamos llamar la nueva Amazonía – indígenas, mestizos, investigadores, burócratas, etcétera- se animaron a contar. De eso trata este libro. De las historias de la gente, de sus sueños sobre el futuro y el cuidado de los bienes de todos. De sus planes de vida, de los logros que han ido conquistando, de las amenazas que se ciernen sobre sus territorios y anhelos más queridos. De lo mucho que se ha hecho y de lo tanto que queda por hacer. De las lecciones aprendidas, de la fiesta de vivir en una región portentosa, mágica, poblada de estrellas y seres mitológicos.

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UN ESFUERZO PARA CAMBIAR LA HISTORIA Copio de los documentos internos de ICAA lo siguiente: La Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA) es un programa regional de largo plazo que suma e integra los esfuerzos de más de treinta organizaciones locales e internacionales cuyo objetivo común es la conservación del bioma amazónico en Colombia, Ecuador y Perú. USAID ha sido un actor clave en la conservación de la biodiversidad de la región amazónica. Por más de veinte años ha apoyado la creación de nuevas áreas protegidas que cuentan con novedosos mecanismos para compartir la responsabilidad sobre la gobernanza ambiental. Ha generado también una mayor capacidad local para conservar y minimizar el daño a los recursos naturales; ha asegurado la titulación y tenencia de tierras de miles de hectáreas para los pueblos indígenas y ha proporcionado alternativas económicas reales, como la gestión sostenible de los bosques, el ecoturismo y la certificación de los productos del bosque, para sus moradores. Si bien USAID tiene una larga historia de actividades a través de sus misiones bajo acuerdos bilaterales con los gobiernos, estos esfuerzos estuvieron generalmente enfocados en zonas y áreas de conservación

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específicas. En su intento de incrementar el impacto regional respecto a las alarmantes tasas de deforestación que reportaba la Amazonía, en el 2004 el Congreso de los Estados Unidos requirió a USAID el diseño e implementación de un programa regional de conservación de la biodiversidad. Para ello, USAID condujo un proceso de consultas en toda la región con socios y actores relacionados con la conservación, incluyendo grupos indígenas, organizaciones no gubernamentales, universidades, gobiernos locales, otros donantes, expertos técnicos y otras agencias de gobierno de Estados Unidos. Como resultado, USAID creó la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), programa insignia a nivel regional de conservación de la biodiversidad que complementa la larga historia y la gran cantidad de actividades de la Misión junto a otras agencias, en favor de la conservación y el manejo sostenible de los recursos en la cuenca amazónica. La primera fase de ICAA, se desarrolló del 2006 al 2011 y tuvo como objetivo principal: construir capacidades locales y compromisos para la conservación y el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad y los servicios ambientales. Esta segunda fase de ICAA se desarrolla del 2011 al 2016, y tiene como meta: conservar el bioma amazónico en Colombia, Ecuador y Perú. Para ello, tiene como objetivos:


1. Contribuir con la reducción de la tasa de deforestación y la pérdida de biodiversidad. 2. Lograr que los aspectos clave de gobernanza de recursos naturales funcionen de manera más efectiva; y 3. Mejorar la calidad y la sostenibilidad de los medios de vida de las poblaciones amazónicas.

proponiendo soluciones integrales a las amenazas que ponen en riesgo a la Amazonía Andina. Estos son:

Para ello, ICAA concentra sus esfuerzos en el fortalecimiento de las capacidades de los gobiernos y la sociedad civil en cuatro temas principales: manejo sostenible de paisajes, gobernanza de recursos naturales, incentivos económicos para la conservación, comprensión de problemas ambientales y posibles soluciones.

Los Socios de Apoyo Técnico. Proporcionan asistencia técnica y complementan el trabajo de los Consorcios y la Unidad de Apoyo, compartiendo su vasta experiencia en el manejo y la conservación de los recursos naturales. Forman parte de este grupo el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), el Departamento del Interior de los Estados Unidos (DOI), la organización Educación Superior para el Desarrollo (HED) y el Servicio Forestal de los Estados Unidos (USFS).

También prioriza cinco temas transversales que permiten potenciar los resultados esperados: política, género, pueblos indígenas, desarrollo de capacidades y fortalecimiento de instituciones regionales. De este modo USAID, a través de ICAA, contribuye con la conservación de una de las áreas con mayor biodiversidad del mundo, reafirmando su compromiso con el desarrollo sostenible de la Amazonía Andina.

¿QUIÉNES FORMAN PARTE DE ICAA? Los Consorcios. Conducen, a escala de paisaje, los esfuerzos de conservación,

Consorcio Paisajes Indígenas. Consorcio Paisajes Sostenibles. Consorcio Loreto Manu-Tambopata Consorcio Purús – Manu. Consorcio Madre de Dios.

La Unidad de Apoyo. Conduce la implementación de tres de los cuatro Resultados Esperados, así como de los Temas Transversales, promoviendo y apoyando la articulación entre todos los socios. Además, funciona como una secretaría, brindando asistencia en la administración de la Iniciativa y del Programa de Donaciones de ICAA. Dicho lo anterior, que empiece el viaje por la Amazonía que se está construyendo a paso firme…

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CAPÍTULO II

PARA QUE EL TIEMPO NO NOS GANE MEJORES PRÁCTICAS PRODUCTIVAS

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EL TURISMO ES NUESTRO FUEGO

Doña Aurora Piaguaje, primera guía del Cuyabeno con turista, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA 14


Eso lo han tenido claro los funcionarios estatales y los técnicos de las organizaciones de la sociedad civil que fueron convocados para desarrollar un proyecto que convirtiera al Cuyabeno, un indudable santuario de vida silvestre, en un destino turístico capaz de impactar positivamente en las poblaciones indígenas que viven dentro del área protegida para con ellas, junto a ellas, salvar al bosque de su virtual destrucción.

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a Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno –590 112 hectáreas de bosques intactos y prístinos– es el primer lugar del territorio de la República del Ecuador en el que aparece el sol cada mañana. Hemos llegado al puesto de control del puente Cuyabeno, en la oriental provincia de Sucumbíos, la más extrema de este país acogedor y lleno de contrastes, después de recorrer durante casi dos horas una carretera que en todo momento se desliza al lado de los gruesos tubos del estratégico oleoducto ecuatoriano. Nos recibe con un fuerte apretón de manos David Buitrón, guía de naturaleza encargado de acompañarnos en esta aventura por uno de los ecosistemas más frágiles y biodiversos de la Amazonía del Ecuador. David debe tener poco menos de cuarenta años y se nota a leguas que conoce su

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Macrolobios en Laguna Seca de la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA

oficio. De pie sobre la proa de nuestra sólida embarcación de fibra de vidrio, va contando los detalles más increíbles de un área protegida que todavía está habitada por nutrias, delfines, manatíes, caimanes y anacondas de todos los tamaños. Lo acompaña un hombre de evidentes rasgos indígenas que le va tomando el pulso a las aguas aparentemente calmas de un río cercado por el follaje y la naturaleza indómita. David Buitrón y Witman Criollo –ese es el nombre del botero siona que conduce con habilidad la nave en la que nos transportamos– se complementan a las mil maravillas. La distancia entre nuestro punto de embarque y Laguna Grande, una de las catorce que conforman el mayor humedal de la Amazonía ecuatoriana, es la ocasión para escuchar con asombro una clase maestra de ecología de los bosques inundados, dictada por nuestros ocasionales compañeros de viaje.

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Entre 1990 y el año 2008 se perdieron en el Ecuador ochenta mil hectáreas de bosques amazónicos. La cifra es abrumadora y habla por sí sola de una equivocada ocupación humana y del mal uso de los recursos de un territorio que aún esconde riquezas de inapreciable valor. Frenar esa tragedia ha sido una de las tareas más difíciles que ha debido afrontar su Ministerio del Ambiente, el organismo encargado de gestionar, a través del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), las cincuentaiún áreas que existen en el Ecuador. “El turismo es una actividad fundamental para los ecuatorianos”, toma la palabra Luis Borbor, doctor en Biología y responsable de la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno; “y aquí en Sucumbíos, por lo menos desde 1979, cuando se estableció el área protegida, han venido operando diferentes empresas que se encargaron de recibir considerables flujos de turistas”. Obviamente, el hecho de que


lleguen pasajeros no necesariamente ha garantizado el cuidado de la naturaleza, tampoco el respeto de las culturas locales, ni mucho menos la obtención de beneficios económicos por parte de los dueños históricos de paisajes tan extraordinarios. El turismo es como el fuego, o te da el calor que se necesita para vivir mejor o te abraza con su poder capaz de destruirlo todo. Eso lo han tenido claro los funcionarios estatales y los técnicos de las organizaciones de la sociedad civil convocados para desarrollar un proyecto que convirtiera al Cuyabeno, un indudable santuario de vida silvestre, en un destino turístico capaz de impactar positivamente en las poblaciones sionas, kiwchuas, secoyas, shuares y cofanes, y así, salvar al bosque de su virtual destrucción, junto con ellas. La ambiciosa propuesta de trabajo fue asumida por el Consorcio Paisajes Sostenibles de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), el grupo de trabajo encargado de la implementación, a escala de paisaje, de esfuerzos regionales de conservación que propongan soluciones integrales a las amenazas que ponen en riesgo el bioma amazónico. En el caso del Ecuador, las actividades del consorcio fueron impulsadas por dos instituciones de alto prestigio, Rainforest Alliance y la Corporación de Gestión y Derecho Ambiental (ECOLEX). Estas organizaciones asumieron el reto de mejorar el acceso a los

medios de vida sostenibles y la resiliencia de ecosistemas, por medio del fortalecimiento de las capacidades organizativas de empresas no tradicionales, y su aplicación a mercados de pagos por servicios ambientales. De esta manera, las dos instituciones mencionadas y el Ministerio del Ambiente de Ecuador echaron a andar el proyecto “Planificando el turismo sostenible en áreas protegidas del Ecuador”, una iniciativa que no estuvo circunscrita solamente al Cuyabeno; por el contario, se extendió al territorio de dos emblemáticas áreas protegidas de la Amazonía ecuatoriana: la Reserva Biológica de Limoncocha, también en la provincia de Sucumbíos, y el Parque Nacional Yasuní, en la vecina provincia de Orellana. “Cuando iniciamos nuestro trabajo en la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno”,

Guía de naturaleza David Buitrón, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA

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explica Verónica Muñoz, responsable del equipo de turismo sostenible de Rainforest Alliance, “la actividad turística que se había impuesto por aquí era totalmente informal, espontánea, sin ninguna planificación de

por medio”. Verónica, una profesional en temas de turismo responsable, y de mucho prestigio en su país, sabe lo que dice. Especies emblemáticas de la floresta amazónica, como el delfín rosado (Inia geoffrensis) o el águila crestada (Morphnus guianensis) han sufrido severos impactos como consecuencia del turismo desorganizado, que hace caso omiso a los protocolos de visita, las regulaciones de observación y el buen comportamiento del visitante. “Esta situación había que modificarla sustancialmente… pero no por decreto, de ninguna manera; había que hacerlo tomando decisiones entre todos, en conjunto, paso a paso, ganando consensos”. La responsable de dirigir la revolución turística en Cuyabeno nos cuenta la metodología que aplicaron los técnicos al servicio del proyecto, al tiempo que observamos los juegos de turistas que llegan al sector, listos para bañarse en medio de un bosquecillo de macrolobios (Macrolobium acaciifolium) inundado momentáneamente por las aguas que trae cada tarde el río Aguarico. Los macrolobios o guarangos de agua son unos árboles inmensos y misteriosos que han logrado adaptarse al régimen hídrico de esta Venecia tropical, donde nadan los delfines y retozan las anacondas. En sus copas se agrupa un verdadero prado vegetal compuesto por bromelias, helechos, musgos, líquenes y otras criaturas de la selva. “Hemos trabajado de la mano con las poblaciones locales, el Ministerio del Ambiente y los operadores turísticos en la creación de un modelo de

Fauna Cuyabeno, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA 18


gestión capaz de garantizar el cumplimiento de tres objetivos fundamentales: la reducción de los impactos del turismo, la protección de las especies de flora y fauna únicas en la reserva, y la generación de alternativas económicas sostenibles”. Y lo notamos desde el principio de nuestra navegación de la mano de David Buitrón y Witman Criollo, nuestros solícitos cicerones. En Cuyabeno, las lanchas que transportan a los visitantes son impulsadas por motores que respetan las normas establecidas en el

“Manual de operaciones turísticas” aprobado por todos los actores en el negocio; los monos leoncillos (Callithrix pygmaea) con los que nos hemos topado repetidas veces se mueven a sus anchas, seguros del buen comportamiento de los turistas que, en todos los casos, cumplen las indicaciones definidas en el “Plan de manejo de los visitantes”, otra herramienta monitoreada por los técnicos del consorcio; finalmente, los hombres y mujeres que vamos conociendo a lo largo de nuestro recorrido, todos sin excepción, se dedican al turismo.

Paseo turístico en busca de delfines, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA

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En esta parte de nuestra plática, interviene una vez más Luis para confirmar lo que pensábamos: el turismo planificado permite incluir en los beneficios de la propia actividad a los pobladores locales, que en el caso de Cuyabeno, pertenecen a pueblos indígenas que han vivido desde siempre del bosque

Witman Criollo Botero Siona, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA

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y para el bosque. “Hechos los acuerdos, nos quedó claro a todos que el servicio de guianza, las actividades culturales, el servicio de transporte, la elaboración y venta de artesanía y todo lo que el paquete turístico podía necesitar debía ser manejado por la gente común. Sin beneficios tangibles para ellos, mejor volver a casa”. Lo dice enfáticamente un hombre que llegó a Cuyabeno desde su natal Salinas, en la costa de Ecuador, hace más de veinticinco años para cumplir un encargo de pocos meses, y se quedó para siempre. “Voy a presentarles a doña Aurora, de la parroquia de Bolívar, una anciana siona que fue nuestra primera guía capacitada… Ella sabe más que los biólogos y científicos sociales sobre las riquezas que guarda su tierra”. En efecto, doña Aurora Piaguaje nos recibe en su maloca, junto a un campo de yucas que exhiben sin pudor sus mejores productos. Ha empezado a llover, pero bajo el techo de crisnejas de su cabaña reina el mejor de los climas. Ella, su hija y su nieta preparan con esmero el cazabe, el pan de harina de yuca nativa que han de invitarnos. Nos sentamos en los bancos de madera donde suelen apostarse los turistas para escuchar los cánticos de la anciana y ser testigos excepcionales de la preparación de un platillo tan antiguo como el tiempo. “He visto con mis propios ojos al jaguar negro, es así”, y estira sus brazos para señalar la talla gigantesca del gran felino amazónico. “También serpientes tan gordas como esta casa… Pero toda esa


Foto: Walter Silvera-ICAA

vida se estaba perdiendo, esta selva se estaba muriendo… Ahora, no, ahora la cuidamos”. Doña Aurora es uno de los muchos indígenas siona que han decidido vivir del turismo. En Puerto Bolívar conocimos a la mamá de Witman, doña Eva Criollo, una matrona que no se cansa de hablar, y lo hace, además, con una claridad que nos sorprende: “Gracias a los ingresos del turismo he podido educar a todos mis hijos y sentirme orgullosa de mi raza, orgullosa de ser siona. Antes nos dedicábamos a cazar para vender las pieles de las nutrias o los tigres, pero ahora no, ahora cuidamos los animales del bosque, ahora somos boteros, artesanos, cocineros, ahora somos guardianes de estos bosques y a mucha honra”.

La ranita verde de Rainforest Alliance es un símbolo universalmente identificado con la sostenibilidad ambiental y el desarrollo de la gente que vive en los ecosistemas más frágiles del planeta. La metodología que han generado en Cuyabeno, en Limoncocha y en Yasuní, en el marco de la intervención del Consorcio Paisajes Sostenibles, se está implementando en otras siete áreas protegidas del Ecuador. El Ministerio del Ambiente –y tal vez eso sea lo fundamental– se ha comprometido decididamente con el cambio, y destina recursos y tiempo de su personal para que la herramienta que nació en las provincias de Sucumbíos y Orellana se exporte a otras regiones del país, y el turismo se convierta en una actividad responsable que dure para siempre.

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Foto: Walter Silvera-ICAA

El Consorcio Paisajes Sostenibles busca reducir la pérdida de la biodiversidad originada por la deforestación o por el cambio de uso de la tierra, fortaleciendo las capacidades de las poblaciones locales e indígenas en el manejo sostenible de recursos naturales, la gobernanza ambiental y los medios de vida sostenibles, para generar oportunidades económicas y de desarrollo.

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Ha caído la noche en el ecolodge donde nos alojamos. En la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno, los catorce albergues de este tipo en operación han hecho suyas los 120 indicadores de buenas prácticas ambientales que el proyecto implementó de manera consensual con los involucrados en la actividad turística, y que ahora todos respetan. La cena nos espera, y también un último paseo nocturno para fotografiar caimanes, otra de las especies símbolo de la reserva. Aprovechamos los últimos minutos para platicar con nuestros anfitriones; al día siguiente debemos partir para continuar nuestro trabajo. Una emocionada Verónica Muñoz comparte con nosotros su experiencia durante estos años de viajes ininterrumpidos: “He tenido la fortuna de acompañar todo el proceso y estoy segura que serán los propios actores locales –operadores y


operarios turísticos– los que garantizarán la sostenibilidad de la experiencia; en estos años he visto cómo la fauna se ha ido recuperando y las comunidades ganando en calidad de vida y oportunidades”. “No olvidemos”, la interrumpe Borbor, “que la reserva del Cuyabeno es la de mayor diversidad cultural de todas las áreas del sistema nacional”. “Y ese fue nuestro compromiso”, continua Verónica; “dotarle al Cuyabeno de una herramienta de gestión capaz de convertir el bosque, de nuevo, en un almacén de vida y oportunidades para todos”. El turismo es como el fuego, sí, y en 600 mil hectáreas de los ecosistemas más frágiles de la Amazonía ecuatoriana, ha empezado a abrigar a sus hijos, esos que ahora tienen en sus manos el manejo de una actividad económica rentable y capaz de conservar el bosque.

¿Qué es un paisaje? Para ICAA un paisaje es un área geográfica compuesta por una o más microcuencas o mosaicos interdependientes que son importantes para la conectividad de especies y la continuidad de procesos ecológicos. ICAA trabaja en ocho paisajes andino amazónicos.

El proyecto “Planificando el turismo sostenible en áreas protegidas del Ecuador” es gestionado por Rainforest Alliance con el apoyo del Ministerio de Ambiente de Ecuador (MAE), US Forestry Service y las comunidades locales de la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno. El turismo no planificado en áreas protegidas del Ecuador causa presión en sitios de alta visitación e impactos negativos en la flora y fauna del área, así como inequidad en la distribución de los beneficios de esta actividad para las poblaciones locales. Las herramientas de gestión del destino desarrollados por el Consorcio Paisajes Sostenibles para Cuyabeno han servido de base para construir un sistema nacional que permite planificar el turismo en áreas naturales bajo criterios de sostenibilidad. De esta manera, se asegura la conservación de la biodiversidad en estas áreas, se mejora la calidad del destino y se convierte la actividad turística en una alternativa económica para las poblaciones locales.

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Foto: Carmen Carrion-TNC 24


CONSTRUYENDO UN MEJOR FUTURO

En las comunidades shipibas de Callería, Nuevo Saposoa y Patria Nueva las iniciativas económicas que impulsa el Consorcio Paisajes Indígenas están creando las condiciones para que sus habitantes construyan un futuro mejor y se enfrenten a los desafíos que vienen con mejores herramientas.

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elly Rodríguez se siente orgullosa de lo que ha conseguido. En su casita de la comunidad nativa de Callería, un humilde centro poblado al norte de la ciudad de Pucallpa, la capital del departamento de Ucayali, los muebles y los enseres domésticos parecen haber sido acomodados para la ocasión. Todo luce en orden, en su sitio, siguiendo un libreto que el resto de su familia conoce a la perfección. Kelly fue una de las primeras mujeres de esta comunidad shipibo en asistir a los talleres de capacitación que el Instituto del Bien Común (IBC), uno de los socios del Consorcio Paisajes Indígenas, convocó en el año 2012 para iniciar la construcción de los Planes de Calidad de Vida que permitan disminuir la deforestación y mejorar la calidad de vida de los involucrados. Hemos llegado a su comunidad para conocer la historia de los comités productivos de paiche y aguaje que se crearon en Callería,

Nueva Saposoa y Patria Nueva, tres de las quince comunidades shipibo de la cuenca del Callería, con la intención de afrontar de mejor manera los desafíos que conlleva vivir en una región donde los recursos, lamentablemente, escasean, mientras la población se ve obligada a migrar de manera alarmante. En estas pequeñas villas que se levantan al lado de los ríos, los niños suelen jugar sobre el lodazal mientras los adultos se afanan en esperar mejores tiempos. El río Callería, uno de los tributarios más importantes del poderoso Ucayali, nace en las estribaciones de la Cordillera Sierra del Divisor, en la frontera entre Perú y Brasil, y fecunda a su paso un territorio inmenso habitado desde siempre por indígenas shipibos, asháninkas y cacataibos. En sus bosques, inundados gran parte del año por las aguas de sus ríos, la población aprendió a organizarse alrededor de la pesca, la caza y la recolección, actividades tradicionales que

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Foto: Carmen Carrion-TNC

definieron una forma de vida en armonía con la naturaleza y sus ciclos, pero que se viene perdiendo, por desgracia, a causa del crecimiento poblacional y la llegada de gente de otros lugares. “Ahora nadie respeta el bosque, los migrantes talan lo que quieren y se llevan los peces de los ríos para venderlos en Pucallpa, pescan con veneno y a veces hasta con dinamita. No respetan, no se dan cuenta de lo que están haciendo”: los socios del Comité de Paiche Tsonkiro lo han dicho tantas veces que ya parece una letanía. Por ese motivo, un resuelto grupo de pobladores de la comunidad nativa de Callería, con Kelly a la cabeza, se embarcó en el proceso de construcción de sus planes de vida, un ejercicio propuesto por el Consorcio que implicaba buscar en la memoria de

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todos, ancianos incluidos, las respuestas apropiadas para solucionar los problemas de la comunidad. Los Planes de Calidad de Vida son un instrumento de organización que se construye a partir de un proceso participativo de autodiagnóstico y visión de futuro, el cual, una vez consensuado por toda la población, se convierte en un instrumento de política y de gobierno. Es un acuerdo social que refleja los valores y la cosmovisión de una comunidad. Es el “qué queremos” construido entre todos, por medio de conversaciones y discusiones. En las comunidades de Callería, Nuevo Saposoa y Patria Nueva, las reuniones fueron intensas y sumamente productivas. Y en las tres comunidades, la reflexión dio paso a las propuestas, al “qué hacer”. En Callería


y Nueva Saposoa, comunidades dueñas de cochas muy apropiadas para la piscicultura, los comuneros decidieron volver a la crianza y manejo del paiche (Arapaima gigas), el gigante de los ríos amazónicos virtualmente extinto en toda la cuenca debido a su pesca indiscriminada. Es importante mencionar que la pesca sustenta la dieta alimenticia de aproximadamente el 90 por ciento de la población ribereña, pues el consumo per cápita de pescado oscila en un rango de 56 a 101 kg/por año. En Patria Nueva, en cambio, la actividad productiva sostenible elegida por consenso fue el aguaje (Mauritia flexuosa), el fruto de una palmera que crece en extensos manchales llamados aguajales, y que ha empezado a cobrar relevancia en los mercados del exterior por su exquisito sabor y su poder vitamínico. Desde ese momento, el proceso fue conducido por The Nature Conservancy (TNC), la institución líder del Consorcio Paisajes Indígenas de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA). Sus técnicos, advertidos de la seriedad y potencia del deseo de las comunidades, se pusieron de inmediato a trabajar. El reto era mayúsculo, ya que no solo se trataba de estimular la gestión de negocios eficientes, sino también la articulación de esfuerzos para recuperar la seguridad alimentaria de las comunidades shipibo de la cuenca del Callería, el acceso a mercados y la preservación de sus bosques. “Los técnicos shipibos que hemos capacitado para que se encarguen de transmitir las

Kelly Rodríguez, Nuevo Saposoa, Ucayali-Perú / Foto: Carmen Carrion-TNC

tecnologías que la paichicultura amazónica ha desarrollado han sido claves en el éxito del proceso”. Lo dice sin reservas el ingeniero Alfredo Salinas, especialista en temas productivos de TNC. “Ellos no solo se

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Piscigranja del comité productivo de Callería, Ucayali-Perú / Foto: Carmen Carrion-TNC

Foto: Carmen Carrion-TNC

comunican en la lengua original, sino que lo hacen utilizando un lenguaje que permite a todos ser más eficientes”. Los miembros de los comités productivos de Callería, empoderados y seguros de sus propios conocimientos, se dieron cuenta rápidamente de que las jaulas destinadas a los paiches juveniles podían ser 28

de una especie llamada lagarto, una madera local muy dura, que no se pudre fácilmente y abarata los costos. De igual manera, en Patria Nueva, como los aguajales de propiedad comunal se encontraban muy lejos del centro poblado y el traslado de los frutos, sobre todo en épocas de lluvia, era muy difícil, los propios interesados decidieron construir un camino de acceso que ahora recorren con una carreta, cuyo costo fue incluido en los planes de negocios elaborados previamente. Las mujeres desempeñan un rol decisivo en el trabajo al interior de cada comité productivo. El entusiasmo y la responsabilidad que le ponen a las tareas en común fortalecen los emprendimientos y vigorizan la vida social de la propia comunidad. Kelly es un ejemplo de


El Consorcio Paisajes Indígenas implementa, a escala de paisaje, esfuerzos regionales de conservación, proponiendo soluciones integrales a las amenazas que ponen en riesgo el bioma amazónico, con la finalidad de contribuir a la conservación de la biodiversidad en territorios indígenas y áreas aledañas, vitales para asegurar la continuidad y el funcionamiento de los ecosistemas, así como los medios de vida de estos pueblos. Foto: Carmen Carrion-TNC

ese cambio. Con los ingresos obtenidos con la venta de los primeros volúmenes de paiche, remodeló su casa para dividir los espacios del comedor y la cocina. “Ya no uso leña para preparar mis alimentos, ahora los hago en una cocina a gas. Mis ollas son otras: ya no están llenas de hollín, se ven nuevecitas y los ojos de mi familia ya no están rojos, pues el humo nos hacía mucho daño”. Lo dice con calma, segura de los aprendizajes que ha adquirido.

Y que van a ser de mucha utilidad para su comunidad cuando tengan que ponerse de acuerdo con las autoridades regionales sobre el trazo por donde habrá de pasar la vía que unirá próximamente la ciudad de Pucallpa con la de Cruzeiro do Sul, en Brasil. Uno de los convencimientos que motivó la intervención del Consorcio en la cuenca del Callería, como nos había comentado Alfredo Salinas en Lima, fueron precisamente las amenazas que sobre estos bosques supone el inicio de los trabajos

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Foto: Carmen Carrion-TNC

de construcción de la vía –férrea o terrestre, aún no se ha definido– que interconectará ambos “polos de desarrollo”, una obra faraónica que el gobierno nacional considera de necesidad impostergable. Estamos hablando de un territorio severamente presionado por proyectos de envergadura que, a la postre, más allá de lo que digan los informes oficiales, implican un uso de los recursos naturales vinculado a la extracción de madera, minerales e hidrocarburos, y a actividades agrícolas asociadas a los mercados de la palma aceitera y el cultivo ilegal de coca.

Foto: Carmen Carrion-TNC

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Los shipibos denominan onan a su propia sabiduría. Con ese término se refieren al


conjunto de saberes, teóricos y prácticos, que desarrollaron como pueblo a través del tiempo. Si las comunidades que habitan estos bosques no se aferran a esos conocimientos, no estarán suficientemente preparadas para asumir el impacto de los nuevos tiempos y la degradación ambiental, la que sin duda será mayor que la actual. Eso lo saben muy bien Kelly Rodríguez y los miembros de los comités productivos que han sido creados de acuerdo

El proyecto “Manejo sostenible de paiche y aguaje en tres comunidades nativas shipibo de Ucayali para disminuir la presión sobre los bosques” es gestionado por The Nature Conservancy (TNC) en el marco del Consorcio Paisajes Indígenas, con el apoyo del Instituto del Bien Común (IBC) y la Asociación para la Investigación y el Desarrollo Integral de la Amazonía– Aider. Los territorios en los que se ubican las comunidades de Callería, Nueva Saposa y Patria Nueva están sometidos cada vez a una mayor presión, debido a proyectos de infraestructura y a proyectos ligados especialmente a la extracción no sostenible de recursos naturales,

con los planes de vida trabajados en cada localidad. En las comunidades shipibas de Callería, Nuevo Saposoa y Patria Nueva las iniciativas económicas que impulsa el Consorcio Paisajes Indígenas están creando las condiciones para que sus habitantes construyan un futuro mejor y se enfrenten con mejores herramientas a los desafíos por venir.

tales como la madera, los minerales y los hidrocarburos. También reciben la presión de otras actividades vinculadas a la expansión agrícola asociada al crecimiento significativo de mercados, como la palma aceitera, el cultivo ilegal de coca, etcétera. A todo esto se suman las condiciones de exclusión, pobreza y bajos niveles de educación formal que obstaculizan la posibilidad de que los pueblos indígenas andino-amazónicos participen como interlocutores legítimos en las negociaciones y la toma de decisiones con el Estado, las cuales implican el uso de sus territorios. Esta participación, resulta, por lo tanto, reducida o incluso nula.

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ORO BLANCO EN UN OCÉANO VERDE

Recolección de látex vegetal de la Shiringa, Tahuamanu, Madre de Dios - Perú / Foto: Pablo Merino-ICAA 32


El proyecto “Revalorando el bosque en pie” busca fortalecer a una empresa comunal para que sus socios puedan cumplir con los innumerables requisitos que el Estado peruano exige a los concesionarios de castaña y shiringa, dos de los recursos que el Gobierno Regional de Madre de Dios ha declarado como estratégicos; además de mejorar sus procesos productivos para posibilitar la comercialización del látex en mercados más apropiados.

L

as autoridades municipales de Iberia, un pueblo fundado por el aventurero español Máximo Rodríguez durante los años postreros del boom del caucho en Madre de Dios, decidieron fundir en bronce la figura de un hombre raspando la dura madera de un árbol amazónico que todos llaman shiringa. Corre un viento templado y rumoroso en esta apacible localidad de la provincia de Tahuamanu; son las seis de la mañana y debemos empezar otra dura jornada de trabajo. Hoy vamos a conocer los campamentos shiringueros de Bella Esperanza y El Arrozal, dos sectores productivos del látex que comercializa la Empresa Comunal Jebe Natural del MAP Tahuamanu, ECOMUSA.

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Nos esperan Estanislao Alvarado, Eduardo Escompani y Juan Noa, tres veteranos socios de una empresa comunitaria que desde el año 2008 administra una concesión forestal de casi ocho mil hectáreas al lado de esta una triple frontera conformada por Perú, Bolivia y Brasil. Cualquiera de ellos pudo haber sido elegido como modelo para tallar el monumento que se luce al lado de las pomarrosas y los ficus de la plaza principal de Iberia. La shiringa (Heveas brasiliensis) es un árbol utilizado por los pueblos amazónicos desde tiempos inmemoriales, y que empezó a cobrar interés científico y comercial en occidente después de que el ilustrado Charles Marie de La Condamine disertara sobre sus asombrosas cualidades en la Academia de Ciencias de París en 1745. De acuerdo con las averiguaciones del sabio francés, el fluido lechoso del cautchouc –el “árbol que llora”, según los indios omagua del Pará– permitía la elaboración de unas jeringas muy útiles entre los regnícolas para la administración de purgantes y lavativas, y para la ingesta de plantas sagradas y otras sustancias de la farmacopea del bosque.

Foto: Pablo Merino-ICAA

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La extracción del látex de la shiringa, una de las tres variedades de Heveas sudamericanas, se incrementó después de las revelaciones de La Condamine y otros estudiosos de la resina, sin provocar mayores cambios en el territorio donde crecían los árboles. Por desgracia, la situación cambió por completo cuando el norteamericano Charles Goodyear descubrió, en 1839, el método de la vulcanización que


produce la flexibilidad característica de los objetos fabricados con este material. Esto hizo de la goma amazónica un producto de gran demanda en los países que empezaban a soñar con la fuerza de los automóviles y demás prodigios de la ciencia moderna. Hacia fines del siglo XIX y comienzos de la nueva centuria, la avalancha de aventureros sobre las extensas regiones de Perú, Colombia, Brasil y Bolivia –donde se reproducían por millones los milagrosos arbolitos– generó uno de los genocidios más espantosos que ha conocido la humanidad, y el inicio de la destrucción del ecosistema amazónico. Pero esa es otra historia. Esta que vamos a conocer es más bien generosa en solidaridades y cuidado de las criaturas del bosque. La fiebre del caucho generada a raíz de los altos precios que se pagaban en Inglaterra y los Estados Unidos por las bolas de goma embarcadas en los puertos de los principales ríos amazónicos se disipó al abaratarse el recurso. Esto se debió a la introducción a gran escala del llamado caucho sintético, un subproducto del petróleo que hacia 1925 empezó a dominar el mercado mundial de los látex utilizados principalmente en la producción de neumáticos. Los shiringueros de Iberia descienden en su mayoría de esos colonos que se afincaron en la selva de Madre de Dios y Bolivia en las primeras décadas del siglo XX con la intención de extraer la preciada goma. A diferencia de los caucheros del siglo anterior que derribaban los árboles de caucho para obtener el látex, los

padres y abuelos de los socios de ECOMUSA aprendieron a “rayar” los árboles de shiringa, haciendo pequeñas incisiones en su corteza, con el objetivo de colectar la resina sin derribar los árboles. Así lo han hecho desde que se fundó Iberia, así lo vienen transmitiendo de generación en generación. “Mi padre y también su padre”, nos lo comenta Juan Noa, 73 años, en un alto de su recorrido diario por la estrada que cuida desde hace mucho tiempo, “se han dedicado a este oficio… Ellos me lo enseñaron a mí y yo se lo voy a enseñar a los que vienen”. “Estos árboles nos van a sobrevivir”, acota Estanislao Alvarado, uno de los fundadores de la asociación. “Nosotros vivimos de los árboles en pie, no nos interesa talarlos. Si las shiringas desaparecen, no tendríamos de qué

Foto: Pablo Merino-ICAA

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El Consorcio Purús-Manu implementa, a escala de paisaje, esfuerzos regionales de conservación, proponiendo soluciones integrales a las amenazas que ponen en riesgo el bioma amazónico con el fin de contribuir a la consolidación del Corredor de Conservación Purús-Manu (CCPM) sobre la base del desarrollo y la mejora de sus herramientas de administración y de una efectiva estrategia de sostenibilidad financiera para las áreas naturales protegidas (ANP); además, busca fortalecer la gestión de las reservas territoriales, mitigar las amenazas en la zona de influencia y promover políticas que procuren la conservación del Corredor y el bienestar de sus habitantes a largo plazo.

vivir”. Fue la vocación auténtica por conservar los manchales de shiringa en estos predios amenazados por tala ilegal lo que decidió el apoyo que World Wildlife Fund (WWF) y CARE, dos instituciones que integran el Consorcio Purús-Manu, empezaron a brindar a los veintidós socios de la Empresa Comunal Jebe Natural del MAP Tahuamanu ECOMUSA en el 2010. ECOMUSA reúne a un grupo entusiasta de vecinos de Iberia que vienen resistiendo a duras penas la oleada migratoria que la provincia soporta desde la construcción de la carretera Interoceánica. Mayoritariamente jóvenes, los recién llegados se integran con facilidad al negocio de la madera y la agricultura de poco valor dañando la salud de un bosque que aún no recupera su verdadera vocación ecológica. El proyecto “Revalorando el bosque en pie” busca fortalecer a la empresa comunal para que sus socios puedan cumplir con los innumerables requisitos que el Estado peruano exige a los concesionarios de castaña y shiringa, dos de los recursos que el Gobierno Regional de Madre de Dios ha declarado como estratégicos. Otro objetivo es mejorar sus procesos productivos para posibilitar la comercialización del látex en mercados más apropiados. “Los shiringueros de Iberia”, nos lo había comentado Edith Condori Yajahuanca, responsable de la intervención de WWF Perú, “manejaban técnicas aprendidas de sus mayores que a estas alturas se habían

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Don Eduardo, patriarca de la familia y shiringuero, Tahuamanu, Madre de Dios - Perú / Foto: Pablo Merino-ICAA

convertido en obsoletas”. El consumidor del nuevo milenio ha vuelto a poner sus ojos en el látex milagroso de la floresta amazónica. Este es empleado en algunos países, como por ejemplo Brasil, para la fabricación de guantes quirúrgicos, preservativos, jeringas descartables, impermeables y otros productos de gran demanda entre la población. Para ello, sigue su relato Edith, ingeniera forestal e hija de migrantes andinos como tantos pobladores de Madre de Dios, el proyecto diseñó un modelo de casa-campamento que integra los espacios tradicionales con los necesarios para transformar el líquido de color blanco amarillento obtenido de la shiringa en delicadas láminas del látex listas para ser exportadas a Portugal.

“Ahora vivimos mejor, muy cerca a nuestras estradas”, añade don Estanislao, que esta mañana nos recibe en su casita del sector Bella Esperanza donde vive con doña Edith, su esposa. Los dos ya tienen nietos que revolotean con las gallinas mientras ellos se dedican a lo suyo. En la casa taller de los Alvarado se realiza el proceso completo de la producción del látex: el tamizado, el coagulado, el laminado, el oreado y el secado del material. “Aunque sé que todavía los ingresos que me da este negocio son complementarios, no me quejo, vivo donde trabajo y no me hace falta nada”. Como la suya, un grupo cada vez más entusiasta de familias de Iberia han empezado a generar el cambio productivo, la transformación de

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Foto: Pablo Merino-ICAA

una tradición heredada de padres y abuelos en una actividad económica alternativa a la deforestación de los bosques y la pobreza. “El reto ahora”, agrega Javier Escompani Vásquez, nieto e hijo de shiringueros y padre de un jovencito de once años que hace sus pinitos como extractor de la goma, “es generar valor agregado a nuestros productos, prepararnos para dar el salto”. Esa es la otra fase del proyecto que lidera WWF Perú en Iberia: convertir la empresa comunal en una organización capaz de reunir las competencias necesarias para tecnificar los procesos productivos y permitir así a 38

sus socios atender las necesidades de un mercado que valora las virtudes del látex y presiona para que el bosque no se altere. Gracias al impulso del Consorcio PurúsManu, los socios de ECOMUSA han logrado colocar 5300 kilos de shiringa en látex en Europa y ganar con justicia la atención de propios y extraños. Por lo pronto, sus representantes han conseguido asiento propio en la mesa de diálogo y concertación que el Gobierno Regional de Madre de Dios creó para que productores forestales y el Estado encuentren los canales adecuados para trabajar en beneficio de la población en su conjunto.


Foto: Pablo Merino-ICAA

Foto: Pablo Merino-ICAA

Alrededor del río Purús se extiende el mosaico conformado por el Parque Nacional Alto Purús y la Reserva Comunal Purús, además de cuatro reservas territoriales para Pueblos Indígenas en Aislamiento (PIA) y Pueblos Indígenas en Contacto Inicial (PICI), territorios que cubren más de 2,7 millones de hectáreas. Junto con el Parque Nacional Manu, los territorios indígenas y las concesiones

En casa de los Escompani, en El Arrozal, se respira paz y mucha tranquilidad. La remodelada cocina invita a quedarse para siempre a vivir de lo que el bosque y la pequeña cocha escondida detrás del follaje ofrecen. Don Eduardo, el patriarca de la familia y shiringuero desde que tiene uso de razón, es enfático en cerrar el círculo: “En lugar de permitir que se tale la selva día tras día, el Estado debería impulsar la reforestación de estos predios y apoyar nuestra intención de vivir de lo que la goma puede producir”. Juan Noa, su compinche de toda la vida, mueve la cabeza para afirmar lo que dice el líder histórico de los shiringueros de Iberia, y acota con una nitidez que convence: “Este oficio no tiene pierde; aquí usted mismo es el patrón y usted mismo es el obrero”. Patrones y obreros de un bosque intacto que van a entregar como herencia a los que vienen.

forestales aledañas conforman uno de los corredores de conservación más importantes de la Amazonía. La extracción indiscriminada de recursos del bosque y el desarrollo de proyectos de infraestructura sin una planificación adecuada, entre otros, representan desafíos para la conservación de sus bosques y el desarrollo de la población de la zona.

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Niño de la Comunidad Nativa, Puerto Prado, Loreto - Perú / Foto: Gabriel Herrera-ICAA 40


DOCE CASAS EN EL CIELO

La experiencia de la comunidad cocama-cocamilla de Puerto Prado ha ido ganando el aplauso de los peruanos, que reconocen en el esfuerzo de sus habitantes, un ejemplo de cuidado y ciudadanía ambiental que se debe replicar en otros lugares de la Amazonía. Por lo pronto, la comunidad nativa ese’eja de Infierno, en la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, en Madre de Dios, lograron también el reconocimiento de Área de Conservación Privada de carácter comunal.

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ué fortaleza y cuántos ánimos tienen las mujeres de Puerto Prado, la comunidad nativa cocamacocamilla al borde del río Marañón, a exactamente dos horas en bus y en peque-peque de la bulliciosa ciudad de Iquitos, la más poblada de todas las que existen en la Amazonía peruana. Nos hemos instalado al fondo del único salón de clases de la escuela unidocente de la localidad para escuchar a Rocío Manuyama Pacaya, la maestra bilingüe, que enseña a sus veinte alumnos las lecciones del día en la lengua de los mayores, un idioma que pocos hablan y que, de no mediar esfuerzos como el suyo, se perderá para siempre: “A ver chicos, repitan después de mí: Wepe – Mukuika – Mutsapirika – Irwaka – Pichka”. Los alumnos, solícitos y muy atentos, repiten. Están aprendiendo a contar. Son las diez de

la mañana y todavía hay mucho por hacer. Rocío es muy joven y ha pasado gran parte de su vida en Lima, viviendo en un barrio de las periferias donde no había árboles, ni río, ni mucho menos la calma que define la vida de esta localidad ribereña de poco más de sesenta habitantes. Felizmente para su pueblo, ella se fue a la gran ciudad hablando perfectamente el cocama. Una abuelita, así llaman en Puerto Prado a los ancianos, le había enseñado con esmero la lengua de los ancestros. Los cocama-cocamilla del Ucayali y el Marañón son un pueblo prácticamente en extinción, avasallado culturalmente por cientos de años de conquistas, desplazamientos y mala suerte. Su lengua solo es hablada en la actualidad por los abuelos, los más jóvenes no la aprendieron en su momento y ahora lo lamentan. Los kukamas y kukamiras –así los llaman los

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haber liderado la conversión de su pequeño pueblo en un ejemplo nacional de cuidado ambiental y manejo de los recursos del bosque. Ha sido tal la fama de Puerto Prado que en el año 2013 el Ministerio del Ambiente peruano le otorgó merecidamente el Premio Nacional de Ciudadanía Ambiental.

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

antropólogos– de la actualidad han iniciado un inusual proceso de revitalización étnica que los ha llevado a reclamar la titulación comunal de sus tierras y a construir una federación que los represente. Curiosamente, son el pueblo indígena de mayor crecimiento en la región, no precisamente por el aumento de la tasa de natalidad, sino porque cada vez más pobladores de Loreto asumen su identidad indígena oculta durante décadas en un mestizaje que los protegía de la marginación y el abuso. En Puerto Prado también empezaron a suceder cosas inimaginables que han hecho que las costumbres y la lengua de esta nación empiecen a cobrar vida y recuperar nuevamente su valor. La historia nos la contó Ema Tapullima, la gobernadora de la comunidad desde el año 2008, una mujer conocida en ciertos círculos académicos por

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“Nuestra historia es una historia de lucha”, inicia su relato Ema. Acabamos de dejar la escuela para instalarnos en su casa. “Es una historia sencilla, como la de otros pueblos que viven al lado del río. En los últimos cien años tuvimos que movernos hasta tres veces, siempre dejándolo todo atrás. La última vez fue en el 2000. Vivíamos a varias horas de aquí, en el Ucayali, pero el río empezó a alejarse de nuestras casas. Vivir lejos de su cauce se hizo muy difícil. Un día, una mujer muy joven que estaba a punto de dar a luz se murió en nuestras manos. No pudimos llevarla a tiempo a un hospital y se nos fue. Me enfurecí, lloré y como nunca alcé la voz para convencer a mis vecinos que debíamos partir. Lejos de un río no sabemos vivir. Buscando y buscando llegamos a este bosque, calladitos nos instalamos y empezamos a trabajarlo. Muchos se desanimaron y se fueron. No podemos seguir contigo, Ema, me decían antes de irse. Pero yo me quedé con mi familia y seis más. Ahora somos quince. Desde entonces he aprendido que lo mío es hablar poco y hacer mucho”. Debe ser cierto. El emplazamiento que los recién llegados eligieron para asentarse


Clases de cocama en la escuela primaria de Puerto Prado, Loreto - Perú / Foto: Gabriel Herrera-ICAA

se encontraba a solo treinta minutos de Nauta, el lugar en el mapa amazónico donde las aguas del poderoso Ucayali se topan con las del Marañón para formar, según el convencimiento de los peruanos, el río Amazonas. A Nauta llega la única carretera que se comunica con Iquitos, la capital del departamento de Loreto a la que solo se accede por vía aérea o navegando sus ríos. Observar el fenómeno en apariencia sobrenatural del choque de estos dos grandes colosos es uno de los atractivos más aplaudidos por los turistas que recorren estos parajes rumbo al Parque Nacional

Pacaya-Samiria, un área protegida de más de dos millones de hectáreas donde se encuentra el bosque inundado o várzea más extenso de la región. Y adonde llegan turistas de todo el mundo. “Todos los días veíamos pasar los cruceros con cantidades de turistas. Me rompía la cabeza pensando cómo convencerlos para que nos visiten. Un día fui a Nauta y con un poquito de dinero compré un par de artesanías y las llevé donde mis vecinas: Vecinas, vamos a hacer cosas más bonitas que estas, las reté. Y así empezamos, poquito a poquito, copiando

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El bosque de los niños en Puerto Prado, Loreto - Perú / Foto: Gabriel Herrera-ICAA 44


y mejorando diseños, buscando semillitas en el bosque para preparar las piezas que algún día vendrían a comprar los turistas”. Las mujeres de Ema tomaron la iniciativa y los hombres de la comunidad de Puerto Prado empezaron a seguirlas convencidos de su empuje. Al poco tiempo se convirtieron en expertas artesanas y empezaron a comercializar sus piezas, elaboradas a base de productos locales como la chambira, el huingo y las semillas de achiote, en la vecina localidad de Nauta. Ema las convenció para formar una asociación que llamaron “Karhrhuara orno”: en cocama, Victoria regia, el lirio que crece y flota en los remansos del Marañón.

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

Fue entonces cuando la comunidad conoció a los técnicos locales de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), una de las instituciones socias del Consorcio Loreto Manu-Tambopata, quienes de inmediato, conscientes de la fortaleza de esas mujeres coraje y el apoyo de sus esposos e hijos, les ofrecieron asistencia técnica a fin de potenciar lo aprendido para conservar el bosque de manera sostenible, y a partir de aquello, mejorar el nivel de vida de Puerto Prado. Un día cualquiera –así suceden las cosas cuando se confía en lo que se hace–, una empresa de cruceros turísticos les propuso un reto mayor: construir senderos para que sus pasajeros bajaran a conocer el bosque, y preparar una instalación simple para habilitar una feria artesanal. Como hormiguitas, todos

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

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Foto: Gabriel Herrera-ICAA

vecinos. En sus tierras la extracción de madera iba en aumento, amenazando los nuestros, el paraíso por el que tanto estábamos luchando”.

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

los vecinos pusieron manos a la obra y en poco tiempo construyeron un lindo mirador y miles de sueños más. El más importante: vivir del turismo para salvar los árboles y su cultura. “Nos dimos cuenta de que nuestro bosque estaba mejor conservado que el de nuestros

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Desde ese momento nadie ha podido detener el empuje de los vecinos de Puerto Prado. “Nuestro sueño es vivir del turismo y de la artesanía, y que este bosque lo hereden primero nuestros hijos y después nuestros nietos”, nos lo comentó Germán Manihuari, el esposo de Ema Tapullima, mientras nos acomodábamos en la maloca de 25 metros cuadrados que construyeron con los cinco mil soles que ganaron con el premio de Ciudadanía Ambiental del 2013. En esa confortable edificación típicamente amazónica, junto a un jardín de victorias regias flotando a sus anchas, reciben a los turistas y acomodan a los visitantes que tomaron la decisión de quedarse unos días.


Gracias a la asesoría técnica del consorcio y el apoyo del Ministerio del Ambiente, la comunidad preparó los documentos necesarios para que el Estado autorizara la creación, en 100 hectáreas de las 522 de su propiedad, de un Área de Conservación Privada (ACP) a la que llamaron, con sencillez y agradecimiento, Iwirati: en cocama, árboles. Las ACP constituyen una novedosa herramienta de lucha contra la deforestación y la degradación de los ecosistemas más frágiles, pues reconocen, a través de una resolución ministerial, el esfuerzo de los propietarios privados, particulares o comunitarios. Tal es el caso de los habitantes de Puerto Prado, que se comprometieron a manejar sus territorios de acuerdo con un plan aprobado y fiscalizado por el Ministerio del Ambiente. La primera ACP fue creada en el año 2004 por una comunidad campesina del bosque seco de Lambayeque, en el litoral costero bañado por el océano Pacífico, y desde entonces se han sumado 74 más a una red que en la actualidad protege más de 250 mil hectáreas del territorio peruano. La ACP Paraíso Iwirati fue la primera área de conservación privada comunal de toda la Amazonía peruana. El ministro del Ambiente del Perú se encargó personalmente de entregarle en noviembre del 2014 a Ema Tapullima, la primera mujer elegida gobernadora de una comunidad nativa de Loreto, la resolución ministerial que reconocía el esfuerzo de los hombres y las mujeres de Puerto Prado. “Para mí fue como sacarme un clavo: mi padre no me permitió ir a la escuela,

Ema Tapullima gobernadora de Puerto Prado, Loreto - Perú Foto: Gabriel Herrera-ICAA

para él, como para todos los de su generación, las mujeres debían ocuparse de la familia y punto”, nos lo comentó mientras repasábamos el éxito de los emprendimientos que han construido. Lo corrobora César Manihuari Tapullima, su hijo, quien actualmente se desempeña como teniente gobernador de la comunidad. “Mis padres han podido derrotar el machismo, son diferentes, se vinculan de otra manera”. César prefiere vivir en Puerto Prado y dedicarse al turismo y a la artesanía, no se acostumbra a vivir en una gran ciudad, aunque también guarda otros sueños: “Me encantaría ser locutor de radio, cuando hay concursos siempre participo… Lamentablemente en todos he quedado segundo”. El hijo de Ema y Germán no se amilana, ha aprendido de sus padres y de las mujeres que lo rodean a ser perseverante: “Admiro a mi hermano Kokito, él ha estudiado

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Foto: Gabriel Herrera-ICAA

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turismo en un instituto, habla inglés y tiene una novia extranjera; a mi mamá no le gusta mucho la idea, piensa que en Europa mi hermano va dejar de ser cocama… Pero eso es imposible”.

diseñado en el bosque primario y que permiten a los turistas conocer la fauna local, la cual luce entre sus favoritos al mono leoncito y la rana blue jean.

César vuelve a la carga para decirnos algo que nos habían comentado otras mujeres: “Nuestro sueño es que Puerto Prado sea tan conocido y visitado como Pacaya-Samiria. ¿Sería lindo, no?”. Y enseguida pasa a detallar que en el año 2014 llegaron más de 900 pasajeros de los cruceros que van y vienen de la reserva, y que 22 lo hicieron por cuenta propia, para quedarse a dormir con ellos por unos días y vivir una experiencia de turismo sostenible. Los visitantes recorren los senderos que han

El proyecto “Género y conservación: experiencia del Área de Conservación Privada Paraíso Iwirati”, que ejecuta el Consorcio Loreto ManuTambopata en la comunidad nativa Puerto Prado, ha logrado reducir ostensiblemente las actividades que amenazaban la biodiversidad en la zona, contribuyendo a la recuperación del bosque. Las capacitaciones recibidas y la participación de su lideresa en espacios de reflexión en temas de equidad de género e incentivos económicos para la conservación,


tanto en Lima, Cusco y Madre de Dios como en Lago Agrio, Ecuador, han fortalecido el trabajo de la comunidad. Hoy Puerto Prado tiene sus linderos claramente delimitados y un plan de manejo turístico que todos sus vecinos conocen y han hecho suyo. Buena parte de las ganancias que se obtienen se reinvierten en la escuela, que además de contar con el apoyo de la maestra Manuyama, recibe la visita diaria de un hablante cocamacocamilla de la ciudad de Nauta para reforzar lo aprendido. Para las mujeres de la comunidad, la educación y la salud son fundamentales. Una de ellas nos había confesado en un descanso de nuestro trabajo: “Ya no tenemos que salir a buscar trabajo a otros lugares, ahora trabajamos en casa, podemos cuidar mejor a nuestros hijos y pasar más tiempo con la familia”. El impacto del esfuerzo de todos es evidente: el uso de los recursos del bosque se hace ahora de manera sostenible y la mejora en la calidad de vida de los integrantes de la comunidad es notoria. La experiencia en esta comunidad cocamacocamilla del río Marañón ha ganado el aplauso de los peruanos, que reconocen en el esfuerzo de sus habitantes un ejemplo de cuidado y ciudadanía ambiental que se debe replicar en otros lugares de la Amazonía. Por lo pronto, la comunidad nativa ese’eja de Infierno, en la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, en Madre de Dios, viene luchando para que se les brinde también el reconocimiento de Área de Conservación Privada de carácter comunal.

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

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Foto: Gabriel Herrera-ICAA

El Consorcio Loreto ManuTambopata implementa, a escala de paisaje, esfuerzos regionales de conservación, proponiendo soluciones integrales a las amenazas que ponen en riesgo el bioma amazónico, para mejorar la calidad de vida de las poblaciones rurales, conservando la biodiversidad y los recursos naturales de dos de los paisajes ecológicamente más importantes de la Amazonía Andina ubicados dentro del Perú: Loreto y ManuTambopata, en Madre de Dios.

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En la noche de nuestro último día en Puerto Prado, encontramos a toda la comunidad viendo una película al aire libre a través de un proyector. Nosotros volvíamos de registrar delfines rosados justamente donde se juntan los dos ríos, y ellos se divertían observando un documental sobre el Bosque de los Niños, otra iniciativa de resguardo cultural y conservación de la biodiversidad, donde todos habían tenido un papel protagónico. El momento fue especial, único: el río silente, calmo, como detenido en la noche de los tiempos; la luminosidad tenue pero abrigadora de una luna en cuarto creciente, los ojos cómplices de los sesenta y seis habitantes de una comunidad que construye su futuro de manera diferente, las risas y los mohines de sus niñas y niños. Todos juntos, valorando la audacia de una mujer que asumió sus derechos con absoluta libertad y el empeño de una maestra dispuesta a trasmitir los saberes que una abuelita le mostró cuando era niña: “¿Saben cómo se cuenta en cocama? Repitan después de mí: Wepe – Mukuika – Mutsapirika – Irwaka – Pichka”. Quisimos aplaudir de pie, pero no lo hubieran permitido.


Foto: Gabriel Herrera-ICAA

En los departamentos de Madre de Dios, Cusco y Puno, el paisaje ManuTambopata alberga diversas áreas protegidas –los Parques Nacionales Manu y Bahuaja-Sonene– y la Reserva Tambopata, poseedoras de una gran diversidad biológica. Los bosques de estos dos paisajes se encuentran en buen estado de

conservación y proveen importantes servicios ambientales, como la protección de las cuencas de los ríos y la captura de carbono, indispensables para la regulación del cambio climático. Sin embargo, su integridad se encuentra amenazada debido a proyectos de infraestructura e industrias extractivas no planificadas.

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CAPÍTULO III

NUESTROS BOSQUES, NUESTRA TIERRA MANEJO DE PAISAJES

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LOS GUARDIANES DEL BOSQUE

Liderezas Cofanes de la comuinidad de Dureno, Sucumbios-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA 54


Los cofanes de Sucumbíos conservan los ecosistemas y la biodiversidad de sus territorios ancestrales como única garantía de su existencia física y cultural. Las tierras que preservan se han convertido en áreas vitales como sumideros carbono, sitios de alta concentración de biodiversidad y proveedoras de servicios ecosistémicos. Su biomasa es de alto valor para regular el clima global y es una garantía para la seguridad alimentaria y medicinal tanto de sus habitantes como de la humanidad en su conjunto.

H

a empezado a llover con insistencia sobre una de las orillas del río Aguarico. Es el momento de guarecernos bajo la protección de una ramada al lado de embarcadero que habrá de conducirnos a Dureno, la mítica comunidad cofán de Sucumbíos, en el noreste del territorio ecuatoriano. Nos acompaña Roberto Aguinda, presidente de la Nacionalidad Originaria A’I Kofán del Ecuador (NOA’IKE), la organización nativa que representa y defiende los derechos de los descendientes de un pueblo que alguna vez fue dueño de seis millones de hectáreas de la Amazonía del Ecuador y Colombia.

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Roberto es un indígena de complexión atlética y hablar claro. Conocíamos algo de su historia personal por los relatos que recogimos días atrás en La Bonita, y por las excelentes referencias que todos hacen de él en las reuniones de los socios de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA).

Roberto Aguinda, presidente de la NOA’IKE, Sucumbios-Ecuador Foto: Walter Silvera-ICAA

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La historia de la nacionalidad cofán es común a la de muchos pueblos originarios de la Amazonía. Otrora guardianes de una floresta inabarcable, dueños de un saber que les fue útil para vivir en armonía con la naturaleza exuberante de estos trópicos, los cofanes fueron también víctimas de la furia colonizadora que cayó sobre sus posesiones inmediatamente después del ingreso, en 1538, de las huestes de Gonzalo Díaz de Pineda, capitán general del Gobierno de Quito, famoso por su obsesión por descubrir el País de la Canela. Producida la ocupación de sus territorios, los cofanes desaparecieron prácticamente de la historia ecuatoriana hasta 1968, cuando se inició la explotación petrolera en la zona de Lago Agrio. Desde entonces la lucha de los cofanes por la recuperación de su identidad cultural y sus territorios no ha tenido desmayo. Roberto pertenece a una nueva generación de líderes indígenas ecuatorianos. Un día antes nos había recibido en su camioneta Chevrolet para conducirnos, río Aguarico de por medio, a la comunidad cofán de Dovuno, donde un comité de pesca compuesto únicamente por mujeres ha logrado cultivar en la piscigranja comunal nueve mil cachamas, un nutritivo pez amazónico que se ha vuelto a incluir en la dieta familiar, y que comercializan en las ciudades cercanas. Allí conocimos a Lidia Cerda, la presidenta de las piscicultoras, quien nos fue contando la manera como las cuarenta mujeres del


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comité se pusieron de acuerdo en trabajar asociativamente para generar más ingresos para cada una de sus unidades familiares. En Dovuno, las mujeres se dedican ahora a las cachamas, mientras los hombres cultivan café y cacao orgánico. Las casas de la comunidad que recorrimos con Roberto nos sorprendieron por su buen estado, por su limpieza y acceso al agua potable, que se distribuye desde utilitarios tanques elevados. “Los cofanes hemos aprendido a vivir en armonía con nuestros bosques”, nos dijo en un momento de nuestra visita.

“En las comunidades cofanes es común la agroforestería, la agroecología y el buen vivir de sus moradores”. Los cofanes de Sucumbíos conservan los ecosistemas y la biodiversidad de sus territorios ancestrales como única garantía de su existencia física y cultural. Las tierras que preservan constituyen sumideros de carbono, sitios de alta concentración de biodiversidad y proveedoras de servicios ecosistémicos. Su biomasa es de alto valor para regular el clima global y es una garantía

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para la seguridad alimentaria y medicinal, tanto de sus habitantes como de la humanidad en su conjunto. La nacionalidad cofán logró recuperar a través de un proceso de más de cuarenta años de luchas intensas parte del territorio ancestral que perdieron; se calcula que en la provincia de Sucumbíos más de 400 mil hectáreas de algunos de los bosques más ricos y mejor conservados de Ecuador les pertenecen nuevamente. Muchas de sus tierras se encuentran dentro de las tres áreas protegidas de la provincia: la Reserva Ecológica Cofán Bermejo, la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno y el Parque Nacional Cayambe Coca, lo que garantiza su adecuada conservación. “Nosotros cuidamos mejor que los guardaparques del Estado lo que nos pertenece”, comenta Roberto;

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seguimos bajo la lluvia, pero ahora nos acompaña Marcelo Guevara, responsable de los proyectos amazónicos de The Nature Conservancy (TNC), la institución que lidera el Consorcio Paisajes Indígenas de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA). Los equipos de TNC vienen trabajando con los cofanes desde hace más de trece años. Marcelo Guevara es testigo de excepción de la consolidación de cada uno de sus emprendimientos y del crecimiento personal de sus principales dirigentes. Ha desplegado un mapa satelital de la provincia amazónica para indicarnos las áreas marcadas con verde intenso, que representan las zonas donde se concentran las mayores extensiones de bosque


primario de Sucumbíos, gran parte de ellas en manos de las comunidades cofanes. “Esto no es un invento mío, ni un montaje ex profeso, se trata de la realidad. Allí donde hay presencia de la nacionalidad cofán, los bosques permanecen en pie, son manejados de manera sostenible”. Eso lo deben saber muy bien los técnicos del Ministerio del Ambiente de Ecuador, quienes acordaron con la federación cofán derechos de manejo y uso al interior de la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno, y un singular mecanismo de coadministración de la NOA’IKE y el Estado en el Parque Nacional Cayambe Coca. El proyecto “Mapeo del territorio histórico cofán” que TNC impulsa desde ICAA, continúa el esfuerzo de esta institución por recopilar toda la información posible sobre los espacios geográficos que ocupó la nacionalidad al margen de que estos ya no puedan revertirse a sus legítimos propietarios. Se trata en todo caso de una recuperación simbólica, de un acto de justicia con la historia de un pueblo antiguo que supo cuidar el bosque y sus riquezas. El trabajo que se ha venido realizando, y que ha logrado mapear el cincuenta por ciento del territorio cofán ecuatoriano, tiene el propósito de rescatar, a través de los relatos de los ancianos, la ubicación de los lugares históricos y sagrados; los antiguos asentamientos, los lugares de caza, entre otras cosas, antes de que se pierdan para siempre.

Foto: Walter Silvera-ICAA

Foto: Walter Silvera-ICAA

La lluvia ha cesado y es momento de partir. Nos subimos a una de las lanchas de fibra de vidrio y motor fuera de borda que los propios cofanes han diseñado y pretenden patentar como parte de sus saberes colectivos. En Dureno nos esperan las mujeres de un combativo y muy organizado comité de gastronomía creado

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Foto: Walter Silvera-ICAA

El Consorcio Paisajes Indígenas trabaja por la protección de territorios indígenas en la Amazonía del Norte de Ecuador y en la Selva Central Norte de Perú. Al igual que el programa ICAA en su totalidad, el Consorcio Paisajes Indígenas destaca por poseer una visión regional en cada de sus intervenciones. Su acción se concentra en “paisajes” que reúnen elementos tanto naturales como socioculturales. Asimismo, el Consorcio implementa la inclusión de la perspectiva de género de manera transversal en todas sus actividades.

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con la ilusión de atender a los futuros visitantes. Para los cofanes, el turismo es una oportunidad para generar más puestos de trabajo y seguir impulsando la artesanía local. Los olores que brotan de las ollas donde reposan las sabrosas cachamas de las piscigranjas cofanes nos indican hacia dónde debemos dirigirnos. En una provincia cuya actividad económica principal gira en torno a la explotación de hidrocarburos, resulta admirable que una de sus comunidades indígenas viva de la salud de sus bosques. De las nueve mil 600 hectáreas que posee Dureno, siete mil han sido incluidas en el Programa Nacional Socio Bosque, una iniciativa gubernamental que premia económicamente a los individuos o las comunidades que conservan sus bosques, y que hasta enero del año 2013 había logrado proteger un millón de hectáreas de la selva amazónica y los páramos ecuatorianos. Después del almuerzo, un grupo de mujeres cofanes ataviadas con sus faldas y blusas de colores intensos nos regalan unas canciones y bailes tradicionales. Se les nota auténticas, llenas de vigor y lozanía. Dos mujeres nos esperan para tomar un atajo que conduce a uno de los bordes de la comunidad. Se trata de dos integrantes del sistema de guardaparques que protege el territorio comunal de la intromisión de mineros ilegales, taladores de madera y otros infractores. La más joven de nuestras


acompañantes nos cuenta el trabajo que realizan, y habla de lo mucho que tienen que caminar para resguardar lo que es de todos. “Estamos cuidando nuestro territorio como lo hacían los abuelos; mirando y mirando, vamos caminando por todos lados. A veces nos encontramos con mineros, a veces con madereros. Es bonito lo que hacemos y más bonito todavía es encontrarse con sajinos, venados, dantas” (el nombre con que ellos conocen al tapir de montaña o Tapirus bairdii). Cae la tarde en la comunidad de Dureno, es hora de partir. Roberto Aguinda y su esposa se han apartado por un momento de nosotros para seguir la señal de radio Tsanda Jen’Fa, la emisora que la NOA’IKE activa desde su local de Lago Agrio y que emite una programación en idioma cofán y en lengua kiwchua. Ambos se entretienen escuchando el programa “Tsanda Jen´fa con la Comunidad” que dirige la conocida locutora Mayra Piaguaje Shiguango, una joven cofán que seguramente asumirá un cargo importante en la organización. ¿Qué es lo que toca ahora?, nos animamos a preguntarle a Roberto. “Seguir luchando por nuestra identidad, por el reconocimiento de nuestros derechos, por la justicia ambiental que venimos reclamando desde hace tanto tiempo”, nos responde con seguridad. “Nuestro pueblo sabe cuidar los bosques, lo ha hecho siempre; nosotros somos los verdaderos guardianes de esta tierra”.

Logros obtenidos en el Mosaico Cofán de la provincia de Sucumbíos, Ecuador: 415 mil hectáreas de territorios indígenas cofán repartidos en seis comunidades y 60 mil hectáreas de áreas de protección municipal. Tres áreas naturales dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas con apoyo indirecto por superponerse parcialmente con los territorios de la nacionalidad cofán: la Reserva Ecológica Cofán Bemejo, la Reserva de Producción de Fauna de Cuyabeno y el Parque Nacional Cayambe Coca. 1200 indígenas de seis comunidades liderados por NOA’IKE: Dureno, Dovuno, Sinagoé, Sábalo, Chandia Na’en y Río Cofanes. Bosques adyacentes que no pertenecen a la nacionalidad Cofán y que son articulados a través del Mosaico Cofán con la gestión municipal y el ordenamiento territorial de la provincia.

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Productores castañeros de la Comunidad Nativa Tres Islas, Madre de Dios-Perú / Foto: Walter Silvera-ICAA 62


LA VERDADERA REVOLUCIÓN VERDE

El manejo integral de los recursos del bosque no solo contribuye a diversificar la oferta productiva de las comunidades, también integra a la economía comunal a las mujeres. En el modelo que se quiere dejar atrás, solo había espacio para los hombres. Al incorporar productos no maderables como el aguaje, el tamshi o el ungurahui a la economía local, las mujeres ganan espacios que antes les eran negados.

Veíamos las telenovelas en el único televisor de la comunidad y viéndolas íbamos aprendiendo que los galanes no trabajan”. Quien habla ahora es Klaus Quicque Bolívar, el joven presidente harambuk de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD), la renovada organización indígena que agrupa a treintaitrés comunidades nativas de una región cercada por la minería y la tala indiscriminada del bosque. Para el dirigente nacido en la Comunidad Nativa San José de Karene, los pueblos que conforman los siete grupos lingüísticos de su organización están decididos a pasar de la reivindicación territorial que definió la agenda institucional en los últimos años a la adecuada administración de los recursos del bosque. “Para ello”, lo dice con énfasis, “tenemos que dar los pasos necesarios que permitan la planificación, la autosuficiencia y la diversificación productiva”.

En esa búsqueda, la FENAMAD y Rainforest Alliance, instituciones que participan del Consorcio Paisajes Sostenibles de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), vienen ejecutando en las comunidades nativas de Tres Islas, Palma Real, Puerto Arturo, Boca Pariaman e Infierno el proyecto “Un modelo integral para aumentar los ingresos económicos de las comunidades y conservar el bosque”, experiencia piloto sumamente novedosa en Madre de Dios que intenta fortalecer la gobernanza ambiental para impulsar el desarrollo de una serie de actividades productivas sostenibles que eviten la deforestación, y generen así ingresos a las poblaciones locales. Para conocer el esfuerzo que implica este “cambio de chip”, como lo ha llamado Klaus Quicque, hemos llegado a Tres Islas, en la provincia de Tambopata, una comunidad habitada por shipibos, ese’ejas

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Foto: Walter Silvera-ICAA

y mestizos sobre un territorio de poco más de treinta mil hectáreas. Nos reciben los entusiastas miembros del comité de madera de la comunidad. Son las doce del día y la temperatura supera los 40° Celsius. Buscando la sombra bajo los aleros de la planta, hablamos con cada uno de ellos. El más efusivo y desenvuelto es Lucio Figueroa, vicepresidente de la comunidad, quien de inmediato nos cuenta que en la unidad productiva donde nos encontramos se trabaja la madera que se ha talado del bosque a partir de un plan de manejo forestal aprobado por los órganos de control interno de la comunidad. “En Tres Islas ya no se tumban árboles a la mala”, comenta, “ni se vende a terceros la madera obtenida. Antes prácticamente la regalábamos a compradores que nos pagaban miserias; ahora no, ahora comercializamos nuestros productos con valor agregado”. 64

El modelo de desarrollo integral que se está aplicando gracias al apoyo técnico de Rainforest Alliance se basa en la gestión apropiada de los recursos del bosque, la diversificación productiva, el aumento del valor agregado de los productos, la mejora en las condiciones de financiamiento y la comercialización adecuadas. El esquema permite el incremento sostenible de los beneficios que obtienen las comunidades al mantener el bosque en pie: las comunidades, y las unidades familiares que existen dentro de ellas. “Aquí todos somos familia y el bosque es nuestra fábrica”, agrega Neptalí Villar, el presidente del comité de madera. “Trabajamos todos los días y ganamos un salario fijo. Si este sistema se empieza a aplicar en todo Madre de Dios, seguro que se salvarían sus bosques”. Del aserradero comunal pasamos a la chacra de César Racua, un productor castañero que ha dedicado toda su vida a la recolección del fruto más apreciado del bosque maternitano. La castaña o nuez de Brasil (Bertholletia excelsa) es una de las cuarenta especies de nueces que existen en el mundo. Sus árboles entran en producción en los meses de enero, febrero y marzo, y esa es la temporada de acopio de la apetecida nuececilla que ha dejado de venderse –gracias al modelo que se está implementando– en bruto y a precio de ocasión. Ahora la producción de los castañeros de la comunidad es adquirida


por el comité de castaña, que la procesa en la planta donde trabajan sus 56 socios. Juana Pacaya, la combativa expresidenta de la comunidad nativa, responsable de poner en jaque a los mineros que invadieron los predios comunales, nos dio más luces sobre esta revolución productiva: “Ya no vendemos nuestras castañas en barricas y a cualquier precio. Asociados con otras comunidades castañeras estamos comercializando nuestras producción en aceites y en snacks”.

Foto: Walter Silvera-ICAA

Dar valor agregado a los productos maderables y no maderables permite a las comunidades nativas aumentar sus ingresos económicos y diversificar su producción. Después de largas cavilaciones, los productores involucrados en el proyecto decidieron crear una marca que los distinga y posicione en el mercado local y nacional. “Ohee” es el nombre con el que han empezado a vender lo que producen. Ohee en ese’eja significa “trabajo en equipo”. En la última Expoferia Amazónica llevada a cabo en Puerto Maldonado, el aceite de ungurahui, las artesanías de tamshi, los muebles de maderas duras y los snacks de castañas confitados que se producen en las comunidades que participan del proyecto se comercializaron con la nueva marca. Quisimos ahondar un poco más en el modelo y de retorno en la capital de Madre de Dios nos reunimos con Julián Centeno, un afuerino que vive en la región desde hace 28 Foto: Walter Silvera-ICAA

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El Consorcio Paisajes Sostenibles, en el marco de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), implementa, a escala de paisaje, esfuerzos regionales de conservación proponiendo soluciones integrales a las amenazas que ponen en riesgo el bioma amazónico. Foto: Walter Silvera-ICAA

años y dirige la Asociación de Palmicultores San Juan (PALSAMAD), una organización dedicada a la promoción y comercialización de la pulpa de aguaje (Mauritia flexuosa) y ungurahui (Oenocarpus bataua), los frutos de dos palmeras muy apreciadas por sus componentes vitamínicos. Centeno nos refirió que a pesar de que los aguajales actúan como un gran depósito de materia orgánica y almacén de carbono (hasta 480 toneladas de dióxido de carbono por hectárea), están severamente amenazados por las actividades extractivas como la minería, que vierte materiales y relaves que obstruyen sus raíces y contaminan sus aguas. Para Centeno, “otra sería la situación de Madre de Dios si el Estado apoyara como se debe a los palmicultores: la palma a la larga produce mucho más 66

riqueza que el oro. De verdad, si uno suma todo lo que se obtiene año tras año de las palmeras, las ganancias son mayores que la de la minería que enferma a la gente”. Lo mismo nos comentó Martín Huaypuna, presidente de la Asociación Forestal Indígena de Madre de Dios (AFIMAD). Esta asociación agrupa a las comunidades indígenas del bajo Madre de Dios que se dedican al aprovechamiento sostenible de la castaña, y que se ha sumado al proyecto impulsado por el Consorcio Paisajes Sostenibles con mucho entusiasmo. Para el líder de los castañeros, el objetivo es reducir la tendencia de deforestación a través del manejo productivo del bosque. “Si queremos que desaparezca la tala ilegal, el camino que debemos andar es este que se ha iniciado”.


El manejo integral de los recursos del bosque no solo contribuye a diversificar la oferta productiva de las comunidades, también integra a la economía comunal a las mujeres. En el modelo que se quiere dejar atrás, solo había espacio para los hombres. Al incorporar productos no maderables como el aguaje, el tamshi o el ungurahui a la economía local, las mujeres ganan espacios que antes les eran negados. “Hemos avanzado muchísimo en la tarea”. Quien habla con nosotros al final del día es Javier Martínez, responsable del proyecto. “Las capacitaciones, el trabajo técnico, las alianzas intersectoriales, los acuerdos comerciales han servido para consolidar una propuesta que puede replicarse en otras regiones de la Amazonía”. Y tiene razón, la Amazonía estática, detenida en el certero clic del avispado cazador de postales turísticas; ese paisaje, inerte, inmóvil, debe transformarse en otro. En uno donde sus habitantes, sin distinción de raza o procedencia, vivan en armonía con el cosmos obteniendo lo que necesitan sin apelar a la destrucción, esa manida costumbre que hemos desarrollado últimamente los humanos. Como nos lo comentó Klaus Quicque, de la FENAMAD, debemos sembrar con planes de negocios sostenibles la floresta amazónica que nos legaron sus ancestros, porque como logró entender durante el tiempo feliz de su niñez en San José de Karene, solo los galanes de la tele viven sin trabajar.

Foto: Walter Silvera-ICAA

Objetivos: Promover una adecuada planificación y el uso de prácticas sostenibles para el manejo de los recursos naturales en los paisajes seleccionados. Mejorar la gobernanza ambiental fortaleciendo la participación de la sociedad civil en el manejo de los recursos naturales y apoyando la adopción de políticas, leyes, acuerdos o reglamentos que protejan la biodiversidad. Mejorar el acceso a medios de vida sostenibles y la resiliencia de ecosistemas, fortaleciendo las capacidades organizativas y empresariales de empresas no tradicionales, y su aplicación al mercado de pagos por servicios ambientales.

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PROTEGIENDO LOS BIENES COMUNES

Vista panorámica de Morro Calzada, Moyobamba, San Martín-Perú / Foto: Javier Quintana-ICAA 68


Conscientes de la presión que sus bosques venían recibiendo por parte principalmente de cazadores ilegales dispuestos a todo, la población de la cuenca de los ríos Tahuayo y Blanco empezó a organizarse desde mediados de los años ochenta con el objetivo de proteger los bienes comunes y manejarlos sosteniblemente.

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igamos que la búsqueda de esa misma ilusión, la de una Amazonía resiliente, capaz de ser gestionada por sus hijos y las organizaciones que ellos han construido, fue lo que nos motivó a cruzar esta vez la inmensa llanura verde para llegar a Iquitos, la ciudad más poblada de los tres países que conforman la Amazonía Andina que estamos recorriendo. A pesar de lo que el común de sus habitantes cree, la Amazonía peruana abarca una superficie de 78 291 316 hectáreas, lo que supone el 60.9 % de su territorio. A la luz de estas frías cifras, el Perú resulta ser un país más amazónico que andino. Sin embargo, la vasta región oriental de esta nación cuya capital mira con gran expectativa la cuenca Asia-Pacífico sigue siendo entendida por cierta burocracia estatal e inversionistas, que no conciben otro modelo de “desarrollo” que el basado en la

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Foto: Gabriel Herrera-ICAA

extracción de los recursos naturales, como un territorio infinito, abundante en maderas comerciales y suelos propicios para sembrar pastos y biocombustibles. Nada más alejado a la razón. Semanas de viajes por la región amazónica de Colombia, Ecuador y Perú nos han enseñado que sus bosques no son infinitos, ni constituyen reservas inagotables de tierras para la agroindustria. En la Amazonía contemporánea, no en la que habita el imaginario trasnochado de los buscadores de fortuna y nuevos Dorados, no existen ríos o quebradas, por más alejados que se encuentren de un centro poblado, que no exhiban la ominosa presencia de las mesnadas de cazadores profesionales y madereros destruyendo lo que es de todos. O mineros, los responsables directos del incremento exponencial de los depredadores de la naturaleza.

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Para cerrar la idea, baste decir que los informes del Grupo Regional de Manejo de Bosques de Loreto advierten que el 98 % de la madera procesada en los aserraderos de Iquitos es de procedencia ilegal. En cuanto a la caza de fauna silvestre, no hay sino que visitar una mañana cualquiera el mercado de Belén para entender esta situación: la carne y los subproductos de animales de todo tipo y procedencia extraídos ilegalmente se expenden a vista y paciencia de los adquirientes. A pesar de ello, la esperanza para las comunidades indígenas y mestizas que habitan el bosque loretano sigue siendo verde. Y permanece intacta. Para demostrarlo, visitamos algunos asentamientos humanos del Área de Conservación Regional Comunal Tamshiyacu Tahuayo (ACRCTT), un área protegida de más de 400 mil hectáreas ubicada en las proximidades del punto de encuentro de los ríos Marañón y Ucayali. En ese paraíso todavía biodiverso, de bosques de altura y zonas inundables, es posible avistar lobos de río, delfines rosados, manatíes, paiches, otorongos, catorce especies de primates –uno de ellas el huapo colorado (Cacajao calvus ucayalii) – y más variedades de aves de las que se podrían reportar en Europa o los Estados Unidos. Conscientes de la presión que sus bosques venían recibiendo, en particular por parte de cazadores ilegales dispuestos a todo, la población de la cuenca de los ríos Tahuayo y Blanco empezó a organizarse desde mediados de los años ochenta con el objetivo de proteger los bienes comunes y manejarlos


Foto: Pablo Merino-ICAA

sosteniblemente. Ya en la década siguiente, instituciones de prestigio como la Universidad de Kent, Wildlife Conservation Society (WCS), Rainforest Alliance y el Instituto Veterinario de Investigaciones Tropicales y de Altura (IVITA), expresaron públicamente la necesidad de incluir el área en el sistema nacional de áreas protegidas. En el 2007, gracias al empuje y la decisión de sus propios pobladores, el Gobierno Regional de Loreto aprobó mediante una ordenanza regional la creación del Área de Conservación Regional Comunal Tamshiyacu Tahuayo, una categoría de conservación prevista por la legislación peruana cuya administración recae en un gobierno subnacional que da cuenta de sus actos a la autoridad nacional competente en materia de áreas protegidas. Se cumplía de esta manera el viejo anhelo de una población

que, sin hacer demasiados aspavientos, se había convertido en un referente regional y nacional en materia de gestión sostenible de sus recursos. En la actualidad, pobladores de once comunidades pertenecientes al Comité de Gestión del ACRCTT participan del proyecto “Vigilancia y monitoreo comunal de los recursos naturales en el Área de Conservación Regional Comunal de Tamshiyacu Tahuayo”, una iniciativa que impulsa Wildlife Conservation Society (WCS), una de las instituciones socias del Consorcio Loreto Manu-Tambopata de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA). Los vigilantes comunales (205 hombres y mujeres de las comunidades de Buena Vista, El

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Chino, San Pedro, Diamante-7 de Julio, Nuevo Jerusalén, Nuevo Junín, Ayacucho Tipishca, San Juan de Yanayacu, Huaysi, Santa Cruz y Miraflores) se han organizado para realizar patrullajes fluviales y también terrestres que permitan advertir la presencia de invasores en el territorio, así como reportar los indicadores de biodiversidad necesarios para que la gestión de la jefatura a cargo del área sea eficiente. El control permanente de los recursos que se extraen del área protegida es otra de las funciones que realizan los vigilantes y los comités de manejo que se constituyeron precisamente para autorizar las cuotas de

caza y pesca permitida. Con una rigurosidad contagiante, los responsables anotan en los cuadernos de registro la información referida a las especies, el número de individuos cazados, el sitio donde se produjo la caza y el número de días que utilizó el poblador local para realizar la actividad. Los importes a pagar se establecen según acuerdos comunales. Toda esta información es recopilada por la jefatura del ACRCTT, WCS y el Programa de Conservación, Manejo y Uso Sustentable de la Diversidad Biológica en en Loreto (PROCREL), la dependencia del Gobierno Regional de Loreto encargada de la gestión de las Áreas de Conservación Regional, la promoción de servicios ambientales y los procesos

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

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ecológicos prioritarios para la conservación del departamento más extenso (36,9 millones de hectáreas), más boscoso (55 % de los bosques del país) y menos deforestado del Perú (menos del 3 %). El proyecto que impulsa el Consorcio Loreto Manu-Tambopata ha logrado frenar los índices de deforestación y la pérdida de biodiversidad que se venían produciendo. El control y la vigilancia comunal han impedido que los extractores ingresen a los territorios comunales y al interior del ACRC; ahora las poblaciones, en materia de uso de los recursos, se autorregulan mediante acuerdos internos que determinan las cuotas de extracción técnicamente posibles. La gobernanza ambiental mejora la calidad de vida de los involucrados –ahora hay más recursos pesqueros y de fauna silvestre– y permite generar las condiciones adecuadas para el desarrollo de actividades turísticas y la venta de artesanía en una zona conectada con la Reserva Nacional Pacaya Samiria. De vuelta en Iquitos nos enteramos de que el Gobierno Regional de Loreto, a través del PROCREL, conduce la gestión a nivel macro de un interesante mosaico de áreas de conservación de carácter regional que han empezado a dar la talla. Tomamos nota de sus nombres: ACR Comunal Tamshiyacu Tahuayo, ACR Ampiyacu Apayacu, ACR Alto NanayPintuyacu-Chambira y la recientemente creada ACR Maijuna Kichwa. Más razones para confiar en la tarea iniciada de salvar los bosques de la esplendorosa Amazonía.

El Consorcio Loreto ManuTambopata apoya la gestión de servicios ambientales y el desarrollo de incentivos económicos para la conservación. Ambos procesos promueven el acceso de las poblaciones locales a medios de vida sostenibles y a la reducción del riesgo de desastres ambientales. Promueve una gestión más eficaz que contribuye a la convivencia democrática, el desarrollo de una gestión territorial integral, la puesta en marcha de sistemas eficaces de gobernanza local necesarios para reducir los impactos negativos sobre estos paisajes, y a la conservación de los conocimientos tradicionales y la cultura indígena. Son socios del Consorcio Wildlife Conservancy Society (WCS), la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y el Fondo de las Américas (FONDAM). Instituciones asociadas: Amazon Conservation Association (ACA) y la Fundación para la Conservación de la Naturaleza (ProNaturaleza).

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Foto: Juan Puelles-ICAA 74


LA CIENCIA AL SERVICIO DEL HOMBRE

El Spatial Monitoring and Reporting Tool (SMART) es una herramienta desarrollada por un consorcio global de organizaciones para la conservación que entendieron la necesidad de fortalecer los protocolos de control frente a las dificultades cotidianas que enfrentan guardaparques y especialistas en todo el mundo a quienes sus estados les proveen de pocos recursos para defender las grandes áreas naturales.

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esde la creación del Parque Nacional de Cutervo, Cajamarca, en 1961, la primera área protegida de carácter oficial, se han establecido en el Perú 86 áreas protegidas de administración nacional, 17 de alcance subnacional y 86 privadas. La extensión supera largamente los 22 millones de hectáreas, lo que equivale a un 17,22 por ciento de la superficie total de su territorio. Se trata de un esfuerzo gigantesco en un país cuyos recursos naturales se encuentran dispersos y en abundancia por todos sus rincones. En especial los amazónicos. Según la legislación peruana, una de las más avanzadas de la región en materia de protección, las Áreas Naturales Protegidas (ANP) se establecen como tales debido a su importancia para la conservación de la diversidad biológica y demás valores asociados de interés cultural paisajístico y científico. Así tenemos que en la Amazonía

peruana se han creado algunas de tamaños incomprensibles para quien procede de otras latitudes, como los Parques Nacionales Cordillera Azul (compartido por cuatro regiones políticas sobre una superficie de 1 353 190 hectáreas), Sierra del Divisor (1 354 485), Manu (1 716 295), Pacaya Samiria (2 080 000) y Alto Purús (2 210 694) y otras significativamente más pequeñas, como el Parque Nacional Tingo María de tan solo 4777 hectáreas. Baste mencionar que la extensión de todas las áreas del sistema de protección de Costa Rica, uno de los países líderes en el mundo en conservación de la biodiversidad, apenas supera el millón de hectáreas. ¿Cómo se puede brindar seguridad a tan sensacional y casi infinito patrimonio natural y cultural? Desafortunadamente el sistema de protección nacional y los gobiernos regionales, en cuyas manos recae la gestión

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Foto: Juan Puelles-ICAA

de las áreas de conservación de carácter subnacional, poco pueden hacer frente al pernicioso avance de las actividades ilegales vinculadas principalmente a la minería y la tala del bosque. Casi todos los días, los medios de comunicación reportan las denuncias que realizan los propios guardaparques sobre invasiones y otros perjuicios en las áreas bajo su responsabilidad. Si bien es cierto que las propias poblaciones locales se están involucrando cada vez más en el control y monitoreo directo de estas zonas, la realidad derivada de su vastísima extensión y las dificultades que existen para llegar hasta el último de sus confines juegan en contra de una adecuada vigilancia ambiental. Es por eso que Wildlife Conservancy Society (WCS), institución líder del Consorcio Loreto

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Manu-Tambopata de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Peruana (ICAA) tomó la decisión de iniciar un riguroso proceso de capacitación dirigido a funcionarios del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), la dependencia del Ministerio del Ambiente encargada de las ANP, para la implementación de una Herramienta de Monitoreo y Reporte Espacial (SMART, por sus siglas en inglés), que permitirá controlar adecuadamente, y en tiempo real, el territorio protegido del Perú. Como se sabe, las instituciones que conforman el Consorcio están comprometidas a fortalecer a las instituciones que tienen en sus manos el manejo de las áreas protegidas, con el propósito de reducir la deforestación y la pérdida de la biodiversidad que se concentra


en sus interiores. El Spatial Monitoring and Reporting Tool (SMART) es una herramienta desarrollada por un consorcio global de organizaciones para la conservación que entendieron la necesidad de fortalecer los protocolos de control frente a las dificultades cotidianas enfrentadas por guardaparques y especialistas en todo el mundo, a quienes sus Estados les proveen de pocos recursos para defender las grandes áreas naturales. SMART se destaca como una herramienta de monitoreo innovadora porque aprovecha los avances tecnológicos en el manejo de información espacial y la elaboración participativa de los datos necesarios para su funcionamiento. Las tecnologías en el manejo de información permiten que los registros se sistematicen en campo, reduciendo significativamente los tiempos de compilación para ayudar a los encargados de las áreas protegidas a una mejor planificación de sus sistemas de control y vigilancia; con ello se logra además la optimización de recursos financieros y de personal, ya que el monitoreo no necesita equipos costosos y es compatible con softwares y equipos de fácil utilización como GPS, tablets y teléfonos inteligentes. Gracias al apoyo del Consorcio, los técnicos del SERNANP recibieron la apropiada capacitación en el manejo de la herramienta participando en diferentes reuniones de intercambio de experiencias en Colombia, Guatemala y Australia. En este último

Foto: Pablo Merino-ICAA

Foto: Pablo Merino-ICAA

país, en el marco del Congreso Mundial de Parques de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se anunció la implementación del SMART en los países miembros de la Red Latinoamericana de Parques Naturales y Áreas Protegidas (REDPARQUES), una alianza de carácter técnico conformada por las instituciones encargadas de la administración y manejo de las áreas protegidas de 19 países de América Latina. El gobierno peruano se ha comprometido a implementar el SMART como herramienta

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El Consorcio Loreto ManuTambopata integra como socios a Wildlife Conservation Society (WCS), a la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y al Fondo de las Américas. Son instituciones asociadas al Consorcio: Amazon Conservation Association (ACA) y la Fundación para la Conservación de la Naturaleza (ProNaturaleza).

para el ordenamiento y la sistematización de la información generada a través del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SINANPE); con esa intención, se seleccionaron como experiencias piloto diez áreas protegidas en diferentes regiones del país (Parque Nacional Huascarán, en Áncash; Reserva Nacional de Lachay, en Lima, entre otras). De las seleccionadas, WCS está apoyando la aplicación de la herramienta en tres: el Parque Nacional Manu (Cusco-Madre de Dios), la Reserva Nacional Tambopata (Madre de Dios) y la Reserva Nacional Matsés (Loreto), las que abarcan una extensión de más de dos millones cuatrocientos mil hectáreas de bosques especialmente importantes.

Foto: Juan Puelles-ICAA

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SMART, además de ser sostenible en términos económicos, también lo es en términos sociales, ya que compromete a los líderes de las instituciones relevantes y promueve la participación de los funcionarios del SERNANP en la implementación de la herramienta. Con la comunidad digital SMART que se ha generado a nivel regional, tomando como plataforma a REDPARQUES, los funcionarios del SERNANP tienen la oportunidad de contribuir al mejoramiento de la herramienta desde su propia experiencia. Un claro ejemplo del compromiso de los miembros de la institución se observó en el trabajo cumplido por David Velarde, funcionario de la Dirección General de Áreas Naturales Protegidas, quien impulsó con mucho ánimo la aplicación del programa a nivel del SINANPE, con lo que lideró la construcción de los protocolos y los documentos instructivos para su implementación a nivel del SINANPE. Se ha dicho con razón que uno de los problemas claves en la conservación de áreas naturales es la asignación de los recursos necesarios para protegerlas de las amenazas externas que las agobian, lo cual impide que se cumplan los objetivos de conservación que se definieron al establecerlas. El recojo de información y el uso de herramientas tecnológicas como el SMART constituyen medidas oportunas para seguir soñando con un mejor futuro para nuestros bosques.

La implementación de SMART permite que tomadores de decisiones tengan información sistematizada con mayor rapidez sobre sus áreas protegidas y áreas de intervención, lo cual permite una planificación mejorada de sus actividades de control y vigilancia, y otras acciones de gestión, ya que adoptan mecanismos de manejo adaptativo. Adicionalmente, SMART permite que el SERNANP genere una base de datos para el SINANPE construida por sus propios funcionarios, para responder a sus necesidades de información que ayuden a la gestión en forma escalable, a nivel de ANP y a nivel de SINANPE, e incluso para contribuir con información a un nivel regional. En lo que respecta a la Amazonía Andina, la implementación de SMART permite la generación de espacios de discusión para el intercambio de experiencias y herramientas que ofrecen un manejo coordinado de áreas protegidas, las que son parte de la misma cuenca independientemente de los límites políticos; a la vez, ayudan a dirigir esfuerzos en el monitoreo de objetos de conservación comunes entre países.

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CAPÍTULO IV

LA ESPERANZA ES VERDE GOBERNANZA

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LA FÁBRICA DE NUBES DE LA BONITA

Reserva Municipal La Bonita Cofanes-Chingual, Sucumbíos-Ecuador / Foto: Walter Silvera-ICAA 82


Las Áreas de Conservación Municipal (ACM) en el Ecuador constituyen una herramienta muy importante para la conservación y apropiado manejo de los espacios amenazados por la degradación ambiental y el uso inadecuado de sus recursos naturales. El apoyo que está brindando el Ministerio del Ambiente ha permitido que dos gobiernos locales de la provincia de Sucumbíos se involucren en el cuidado de sus recursos hídricos, el desarrollo de proyectos turísticos, la creación de espacios para la recreación, la educación ambiental y la generación de empleo local.

N

os hemos subido a la chiva del gobierno municipal de Sucumbíos para seguir conociendo las cascadas que decoran los contornos más próximos de la ciudad de La Bonita, la cabecera cantonal situada en uno de los bosques nubosos más extraordinarios de la Amazonía ecuatoriana. Nos acompañan tres guardaparques de la Reserva Municipal La Bonita Cofanes-Chingual, Narciso Narváez, Wilson Rosero y Freddy García. Son las diez de la mañana y la presencia del sol es una simple ilusión en estos trópicos extremos, acaso un recuerdo antiguo que arrastramos

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Las Áreas de Conservación Municipal (ACM) en el Ecuador constituyen una herramienta muy importante para la conservación y el manejo apropiado de los espacios amenazados por la degradación ambiental y el uso inadecuado de sus recursos naturales. El apoyo que brinda The Nature Conservancy (TNC), la institución que lidera el Consorcio Paisajes Indígenas de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), ha permitido que dos gobiernos locales de la provincia de Sucumbíos, en el noreste ecuatoriano, se involucren en el cuidado de sus recursos naturales, el desarrollo de proyectos turísticos, la creación de espacios para la recreación, la educación ambiental y la generación de empleo local. Las ACM son piezas importantes en el ordenamiento territorial y la conectividad de los ecosistemas, en especial en la Amazonía, pues cuando los gobiernos municipales participan en la gestión de las áreas protegidas, la población siente que forma parte del esfuerzo y se involucra de otra manera en la tarea de proteger lo que es de todos.

Foto: Walter Silvera-ICAA

de otras tierras. En este rincón oriental de la cordillera de los Andes, a un tris del territorio colombiano, la humedad lo define todo. Las nubes son las dueñas absolutas del paisaje.

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Eso es lo que ha ocurrido en el cantón Sucumbíos desde el momento en que sus propios pobladores se propusieron crear en el año 2009 el ACM La Bonita CofanesChingual. Por entonces, la minería ilegal avanzaba a toda prisa y la deforestación con fines agropecuarios estaba convirtiendo los bosques de gran parte de la zona que recorremos en un triste recuerdo del pasado. Estas selvas pobladas por osos de anteojos


(Tremarctos ornatus) y tapires (Tapirus pinchaque) fueron habitadas por pueblos originarios desde el inicio de los tiempos; sin embargo, durante la época del caucho, a fines del siglo XIX, la región empezó a ser ocupada por colonos dedicados principalmente a la agricultura. “Si no hacíamos lo que hicimos, esto sería un desierto”, nos lo había dicho con énfasis el alcalde del cantón Sucumbíos, Luis Armando Naranjo, al encontrarnos en una explanada al borde de la carretera interoceánica, la serpenteante vía asfaltada que recorre el páramo, el bosque de nubes y el bosque tropical de esta área protegida de 52 mil hectáreas. Él se dirigía a la ciudad de Ibarra a una reunión con autoridades de la provincia para exponer los avances obtenidos por su municipio en la lucha contra la deforestación, y nosotros acabábamos de conocer los páramos poblados de frailejones (Espeletia pycnophylla) en el sector de Laguna Negra, allí donde nace el río Chingual, uno de los tributarios principales del Aguarico. Naranjo es un funcionario decidido que ha sido tres veces electo por su pueblo –en Ecuador el período de gobierno municipal es de cinco años–, y tiene las cosas muy claras: “Para mí, la fortaleza de mi cantón es su gente. Y para su gente, lo importante es la naturaleza, ya que de ella vivimos. Saque su cuenta: el setenta por ciento de nuestro territorio provincial está resguardado en áreas de conservación”. La seguridad de la autoridad municipal y el deseo de los habitantes de su jurisdicción

Foto: Walter Silvera-ICAA

fue lo que motivó a los técnicos de TNC, a tomar contacto con los actores locales con el objetivo de fortalecer el trabajo iniciado y asegurar la sostenibilidad financiera del área bajo gestión edil. “Aquí el trabajo lo hacemos todos juntos”, no deja de repetirlo Javier Fuel, licenciado en turismo, docente y jefe de la reserva, “y eso es tal vez lo más resaltante de nuestra Área de Conservación Municipal, la primera de su tipo en el Ecuador”. “En estas cabeceras de los ríos Cofanes y Chingual”, prosigue Fuel, “encontramos hábitats conectados entre sí con rangos altitudinales que van de los 4200 m.s.n.m., en los páramos, hasta los 650 metros, en el piedemonte amazónico; hábitats que, por cierto, representan una oportunidad tremenda para el turismo de naturaleza y el de investigación científica”. Un inventario

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Foto: Walter Silvera-ICAA

El Consorcio Paisajes Indígenas ha integrado estratégicamente su trabajo en el Ecuador con los gobiernos locales de la provincia de Sucumbíos para coordinar temas de gobernanza. Con el Gobierno Provincial de Sucumbíos se ha consolidado también un trabajo para fortalecer el proceso de Ordenamiento Territorial y gestión ambiental en la provincia con la participación de los Gobiernos Municipales de Sucumbíos y Lago Agrio.

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Foto: Walter Silvera-ICAA

biológico realizado por el Museo de Chicago y la Fundación Sobrevivencia Cofán (FSC), un año antes de la creación del ACM comprobó su altísima biodiversidad: casi 500 especies de aves, 50 de mamíferos y una concentración envidiable de animales y plantas silvestres emblemáticas del Ecuador. Entre ellos, el águila arpía y el gallito de las peñas (Rupicola peruviana). “Yo he nacido y vivido en esta provincia”. El que interviene ahora es Narciso Narváez, uno de los tres guardaparques municipales del ACM capacitado por el Consorcio. Nos hemos bajado del camioncito municipal para admirar las orquídeas de todos los tonos y tamaños que invaden el camino. “Con mis compañeros hemos diseñado y construido senderos ecoturísticos como los de Laguna Negra y Las Ollas, que permiten a cualquiera tomar contacto en pocos minutos con las riquezas que tenemos. Por


esos parajes llenos de árboles nativos viven pumas, tapires, monos”. La visión del equipo de trabajo municipal, todos vecinos del cantón, es que La Bonita se convierta en un destino ecoturístico que asegure la llegada de visitantes nacionales y extranjeros y esté, además, conectado con el Parque Nacional Cayambe Coca, en territorio cofán. “Estamos convencidos que la actividad turística que estamos impulsando permitirá el surgimiento de negocios que mejoren la oferta y generen recursos para la población”, vuelve a la carga Javier Fuel. “Sería una manera de frenar la presión humana sobre nuestros bosques y de generar un corredor biológico cuidado por el municipio, en el sector norte, y por los cofanes, en el sur”, agrega. Quien piensa como él es Marcos Robles, especialista en conservación de TNC y una de las piezas claves del proceso de fortalecimiento de los gobiernos locales que lleva a cabo su institución. Marcos nos había explicado que el éxito de la intervención del Consorcio en Sucumbíos se debía al trabajo colaborativo entre las instituciones que intervienen en el proceso y la población del cantón. Gracias a esa metodología, la Reserva Municipal La Bonita CofanesChingual cuenta con un Plan de Manejo en plena implementación, y que está a un paso de ser integrada al Subsistema de Gobiernos Autónomos Descentralizados del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Por el momento, la reserva tiene un equipo técnico que trabaja en la delimitación física del área,

Foto: Walter Silvera-ICAA

su control y vigilancia, el mantenimiento de los senderos establecidos, el monitoreo de la biodiversidad y las amenazas hacia la reserva TNC trabaja de la mano con el municipio local en la promoción de alternativas productivas sostenibles. Para todos, el sueño debe ser capaz de generar los medios de vida sostenible que la gente requiere. El cantón Sucumbíos ha crecido demográficamente en los últimos años y su población ya superó los tres mil habitantes. Quisimos saber cómo afrontan la diversificación productiva anhelada, y le pedimos al chofer de la chiva –pintada de blanco y decorada con dibujos

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¿Qué es gobernanza de recursos naturales? Son herramientas de interacción entre el Estado y los actores de una sociedad para mejorar el acceso y la conservación de los recursos naturales. Pueden ser políticas, leyes, normas e instituciones. Asimismo, incluye códigos voluntarios de conducta, alianzas entre sectores, espacios para el diálogo y la participación pública en la toma de decisiones. Foto: Walter Silvera-ICAA

de la fauna local– que nos llevara a conocer alguna de las fincas agroecológicas que están remplazando a los monocultivos y a la agricultura intensiva que utiliza agroquímicos. Llegamos así a la chacra de doña Luz María Asa, una de las tantas mujeres capacitadas en agricultura orgánica por el proyecto. Su finca rodeada de árboles que soportan el peso de los bulliciosos gallitos de las peñas nos pareció, desde que empezamos a recorrerla, un homenaje a la autosuficiencia y las buenas prácticas agrícolas. “Yo soy natural, todo lo que tiene químicos me hace daño. Por eso es que mi huerta me da de todo. Tratándola con cariño, sin dañarla, la tierra me da lo que necesito para vivir. Aquí en La Bonita crecen todos los productos que se imaginan. Es cuestión de trabajar pensando en el futuro, nada más”. Del mismo parecer fue María Rosero, horticultura que viajó hasta Quito, con otras doce mujeres, para conocer el 88

modelo productivo de la finca Chaupimolino. Ella nos enseñó sus campos de acelgas y nos refirió con una emoción contagiante las bondades de la agricultura orgánica. “En nuestro municipio los campos de papa están siendo cambiados por cultivos de tomate de árbol y productos adecuados a la zona y más rentables”. El día se pasa raudo, como las nubes que se amontonan por todos lados, presagiando la llegada del chubasco. En La Bonita – el nombre se lo pusieron los caucheros que se aposentaron en la parte menos áspera de la ladera– nos espera la cena; volvemos a subir a la chiva municipal que cada mañana transporta a los escolares del colegio público; ellos también han sido parte del proceso de educación y comunicación ambiental que lleva a cabo el Municipio con el apoyo del Consorcio. Para


recoger las experiencias necesarias para consolidar un sistema novedoso y muy promisorio de manejo de áreas protegidas de carácter subnacional. Narciso Narváez es el último en bajarse de la chiva. “¿Sabe qué, amigo? He cruzado el río Chingual varias veces para llegar a Colombia, sus selvas son tan bonitas como la nuestras… Vivimos en una fábrica de nubes, ¿se dieron cuenta, compañeros?”. Foto: Walter Silvera-ICAA

Javier Fuel, sensibilizar a la población de todas las edades sobre la importancia de la conservación en la Reserva, la provincia y el país es de suma importancia, tal vez la tarea más trascendente de su gestión. Para los funcionarios que conocimos durante nuestra estancia en las proximidades de la triple frontera que comparten Ecuador, Colombia y Perú, y también para el alcalde del cantón, la gestión en común de la Reserva Municipal La Bonita Cofanes-Chingual está definiendo un escenario que, por primera vez, toma en cuenta a las poblaciones mestizas, usualmente ignoradas por los programas de conservación. Este grupo humano tiene una significativa presencia demográfica en la Amazonía ecuatoriana y el resto de la Amazonía Andina. Del mismo modo, la gestión que tiene lugar en el Área de Conservación Municipal permite al Ministerio del Ambiente

El Consorcio Paisajes Indígenas concentra sus esfuerzos en dos áreas de la Amazonía Andina: El Mosaico Cofán en Ecuador: provincia de Sucumbíos. El Mosaico Selva Central Norte en Perú: departamentos de San Martín y Ucayali. A su vez, a través de COICA, tiene incidencia a nivel regional e internacional en temas claves para las poblaciones indígenas amazónicas, entre ellos: reconocimiento de territorios indígenas, cambio climático, Convenio de Diversidad Biológica y derechos indígenas.

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Comunidad Nativa Ancashyacu de Achinamiza, San Martín-Perú / Foto: Javier Quintana-ICAA 90


EL BOSQUE NUESTRO DE CADA DÍA

Para los pueblos indígenas de la Amazonía peruana la justicia y el buen vivir están íntimamente ligados al reconocimiento que el Estado les dé al derecho que les asiste a la propiedad sobre sus tierras comunales y a la administración de los territorios que ocupan. La protección territorial indígena se encuentra amparada en el Perú por el Convenio 169 de Organización Internacional del Trabajo (OIT) así como por la Constitución Política de 1993 que reconoce la existencia legal y la personaría jurídica de las comunidades nativas.

P

az y Esperanza es una organización cristiana dedicada a defender y promover la justicia entre personas y comunidades en situación de pobreza en diferentes partes del mundo. En el departamento de San Martín, el territorio más deforestado de la Amazonía peruana, sus equipos vienen impulsando, con apoyo del Programa de Donaciones de la Unidad de Apoyo de ICAA, el programa de “Formación de Operadores Legales Indígenas en la Amazonía Peruana”, adaptación de una metodología diseñada en Ecuador por la Corporación de Gestión y Derecho Ambiental (Ecolex), una organización integrada por expertos en derecho ambiental. La experiencia desarrollada por Ecolex en la Amazonía ecuatoriana ha sido adaptada con mucho éxito a las realidades y contextos locales. En Perú, Paz y Esperanza capacita a un grupo de jóvenes kewchas del bajo Huallaga en

el manejo de los instrumentos legales que necesitan para defender los derechos de sus pueblos, en especial los referidos a la propiedad sobre los territorios que ocupan. Acabamos de dejar atrás el mágico pongo de Aguirre, y lo que vemos desafía la imaginación de cualquiera. Bosques aparentemente intactos que descienden desde lo alto de las montañas de dos de las áreas protegidas más importantes del departamento de San Martín: el Área de Conservación Regional (ACR) Cordillera Escalera, administrada por el gobierno regional desde el año 2005, y el gigantesco Parque Nacional (PN) Cordillera Azul, establecido sobre un área de más de un millón trescientos mil hectáreas, que comparten cuatro regiones de la Amazonía peruana: Huánuco, San Martín, Loreto y Ucayali. El río Huallaga, uno de los tributarios más caudalosos del Marañón, discurre entre el follaje de ambos colosos naturales. En estos bosques se desarrolla una de las paradojas

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levantan un pequeño huerto y los corrales para los cerdos y otros animales domésticos. Los Sinti Panduro tienen catorce hijos, 57 nietos y andan por los 26 bisnietos.

Operadora legal Sorámida Tapullima, San Martín-Perú / Foto: Javier Quintana-ICAA

más absurdas de nuestros tiempos: en los territorios de la biodiversidad absoluta, la pobreza de sus habitantes es tan notoria como el caudal de sus ríos milenarios. Elías Sinti Panduro, el apu de la comunidad nativa Ankashyaku, nos recibe en la casa de su familia en Achinamisa, un centro poblado de mil doscientos habitantes en la margen izquierda del río Huallaga. La casa de don Felipe Sinti y doña Hercilia Panduro, sus padres, tiene las formas y el trazo de las típicas viviendas amazónicas que venimos conociendo y en las que solemos instalarnos por unos días: un espacio central donde se reúnen los miembros de la familia y dos cuartos laterales que sirven de dormitorios y depósitos para guardar todo tipo de enseres y herramientas. El fogón donde se cuecen los alimentos y el baño se ubican fuera de la construcción principal, en un patio donde se

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Elías es un hombre recio, de rostro adusto y hablar tronante; su fama de luchador social y víctima de la violencia que sacudió al Perú –y en especial a las cuencas cocaleras de los ríos Huallaga y afluentes– lo han convertido en el líder nato de su pueblo. Él es uno de los operadores legales capacitados por el programa y presidente por derecho propio de la Federación de Pueblos Indígenas Kewchas del Bajo Huallaga, FEPIKBHSAM. “El desarrollo de nuestras comunidades está ligado a la posesión de la tierra que habitaron nuestros padres y también nuestros abuelos”, habla con pausa y decisión. “Para el pueblo kewcha del Huallaga el bosque lo es todo. Es nuestra botica, de allí obtenemos nuestras medicinas; es nuestro mercado, el bosque nos da las plantas y animales que consumimos; es la ferretería de donde sacamos los materiales para levantar nuestras casas y preparar nuestras herramientas. Sin el bosque, la vida de los kewchas no tiene sentido”. Para los pueblos indígenas de la Amazonía peruana, la justicia y el buen vivir están íntimamente ligados al reconocimiento oficial del Estado al derecho a la propiedad sobre sus tierras comunales y a la administración de los territorios que ocupan. La protección territorial indígena se encuentra amparada en el Perú por el Convenio 169 de Organización


Foto: Javier Quintana-ICAA

Internacional del Trabajo (OIT), así como por la Constitución Política de 1993, que reconoce la existencia legal y la personaría jurídica de las comunidades nativas. Sin embargo, de las más de 1200 comunidades nativas existentes en el Perú, poco más de 700 han sido reconocidas, y solo 85 % de estas cuentan con adecuados títulos de propiedad sobre sus tierras. Según cálculos del Instituto del Bien Común (IBC), una institución de merecido prestigio académico, se necesitarían 24 millones de hectáreas en total, entre tituladas y de reservas territoriales, para garantizar la protección de los derechos de los pueblos indígenas. El desconocimiento de los marcos legales existentes y la poca voluntad de los gobiernos de turno para hacer cumplir las leyes, han retrasado en el pasado –y retrasan todavía– el cumplimiento de lo que

con justicia les corresponde. Por ello es que los técnicos y abogados de Paz y Esperanza iniciaron en San Martín un largo proceso de capacitación a nivel de un grupo significativo de comunidades shawis, awajún y kewchas que permitiera a sus dirigentes conocer los derechos fundamentales de sus pueblos, sobre todo aquellos referidos al territorio, el acceso a la justicia y los servicios básicos. Como nos cuenta Rubén Ninahuanca, coordinador del programa de Pueblos Indígenas de la ONG a cargo del proceso de capacitación: “Lo que surgió de inmediato fue una transformación que convirtió la desconfianza y el hastío de la gente en propuestas y deseos de obtener justicia”. Posteriormente las propias comunidades fueron las que pusieron en la agenda su interés en saber más sobre el derecho que también les asiste a la consulta previa, los planes de vida y los programas REDD+.

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Foto: Javier Quintana-ICAA

Zorámida Tapullima, de la comunidad nativa Ricardo Palma, es otra de las operadoras legales del pueblo kewcha del bajo Huallaga. Ella lidera la recientemente fundada Federación de Mujeres de la Región San

Martín, FEMIRSAM, y en atención de sus funciones viaja regularmente por toda la cuenca. “Las mujeres hemos aprendido a defender nuestra tierra y hacer valer nuestros derechos”. Para ella, para Elías Sinti y para Guillermo Panduro, otro de los operadores legales, es necesario volver a sentarse con las autoridades regionales y nacionales para redefinir el statu quo creado al establecerse las dos áreas protegidas que decoran el paisaje que estamos conociendo. “Se nos ha quitado parte de nuestro bosque y ahora se nos castiga cuando hacemos uso, racionalmente, de los recursos que tiene”. Esta vez interviene Elías. “Al interior del ACR Cordillera Escalera y del PN Cordillera Azul

Foto: Javier Quintana-ICAA

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Foto: Javier Quintana-ICAA

se han quedado nuestras tierras, y lo que queremos es recuperarlas. Nosotros somos los guardianes naturales de esos bosques”. Conocer los derechos que tienen como ciudadanos de un país respetuoso de su carácter pluricultural es el paso previo y fundamental para negociar con el Estado en las mismas condiciones; eso lo han aprendido en los talleres a los que asistieron, y que ahora replican en sus comunidades de origen. “Antes no sabían cómo defenderse ni a dónde recurrir, las comunidades vivían a merced de abogados y políticos que no aportaban soluciones”, volvemos a escuchar a Ninahuanca. “Nuestro trabajo parte de la premisa de que la información y el conocimiento legal son fundamentales para construir gobernanza; por eso es que, como institución, nos hemos encargado también de asistir técnicamente a los funcionarios estatales para que el diálogo entre las partes sea el apropiado. Muchas veces el burócrata sabe tanto o menos que los propios indígenas”.

El programa de Operadores Legales Comunitarios es monitoreado por la Unidad de Apoyo de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA) y recibe ayuda financiera de esta misma organización a través de su Programa de Donaciones.

En Achinamisa se acaba de inaugurar el servicio eléctrico y ya funciona una discoteca. Son las seis de la tarde y el cansancio empieza a hacer lo suyo. Felizmente nos quedan fuerzas para reunirnos alrededor de la mesa de los Sinti Panduro; han llegado el tío Filiberto con su guitarra y mil historias que contar, y el chamán de la comunidad. Don Filiberto es pescador y dos de sus hijos están siendo procesados en Tarapoto por haber utilizado los recursos del área protegida. Los escucho referirse al bosque con respeto, como si fuera un ser real, tangible, de carne y hueso. “Queremos que nuestra cultura siga viva y que el bosque no desaparezca, nada más”. Lo dice con resignación: “No queremos nada más”. Para eso se prepara y lucha Elías, el mayor de los Sinti, el operador legal comunitario que no hace mucho obtuvo una beca del Estado peruano que le permitirá estudiar en una universidad

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Foto: Javier Quintana-ICAA

la carrera profesional que desee. “Soy el primer casi cuarentón en ser admitido en el Programa Beca 18; de mi comunidad solo mi hijo mayor, un muchacho más y yo hemos acabado la educación secundaria. Así son las cosas por este rincón de nuestro país”.

Elías no sabe si lo suyo es la ingeniería ambiental o el derecho. Ambas profesiones van a ser de utilidad para construir el futuro que su pueblo se ha propuesto, lo sabe bien. Su padre lo escucha con atención mientras don Filiberto afina su vieja guitarra. “Para nosotros el territorio lo es todo, sin territorio no hay vida, no hay educación, no hay salud, no hay nada. Solo si recuperamos nuestro territorio podremos alcanzar el desarrollo”. Fuera de la casa donde nació cantan los grillos y se dejan escuchar las melodías de una canción de moda. En Achinamisa, el Estado cumplió con llevar el suministro eléctrico: ahora tiene que velar por el cumplimiento de los derechos que permitan construir el desarrollo que sus hombres y mujeres anhelan.

Foto: Javier Quintana-ICAA

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La Unidad de Apoyo conduce la implementación de tres de los cuatro Resultados Esperados, así como de los Temas Transversales de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina. Para ello, promueve y apoya la articulación entre todos los socios en Colombia, Ecuador y Perú. Además, funciona como una Secretaría, brindando asistencia en la administración del Programa y servicios de apoyo a través de las áreas de Gestión del Conocimiento, Comunicaciones, Monitoreo y Evaluación. Resultados esperados: Mejora de la gobernanza de los recursos naturales. Esto contribuye a mejorar los sistemas de adjudicación de tierras, pues fortalece los conocimientos de autoridades y poblaciones locales, en legislación ambiental y en derechos de pueblos indígenas. También promueve la aplicación de mecanismos de manejo de conflictos territoriales, ya que facilita el acceso a servicios legales y de justicia. Además, desarrolla capacidades de la sociedad civil y de organizaciones indígenas para una mejor participación en la toma de decisiones ambientales,

ya que difunde y facilita el acceso a la información y la gestión de los recursos naturales. Comprensión de los problemas ambientales y sus posibles soluciones. Esto fortalece las capacidades de investigación y análisis, y financia investigacionesaplicadasentemasclaves para la conservación de la biodiversidad, el desarrollo socioeconómico y temas de infraestructura. La información científica producida es usada como base del diálogo entre actores clave a través de su difusión. Incentivos económicos para la conservación que contribuyan a la generación y el acceso a la información, a fin de fortalecer las capacidades técnicas y administrativas de instituciones locales en el diseño y la implementación de iniciativas tipo Pagos por Servicios Ambientales REDD+ y otros. Esto permite integrar los servicios ecosistémicos en la planificación para el desarrollo, fomentando la implementación de políticas y legislación favorables para la implementación de iniciativas de incentivos económicos para la conservación.

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JUSTICIA AMBIENTAL EN TIEMPOS DEL ORO FÁCIL

La Pampa, Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, Madre de Dios-Perú / Foto: Pablo Merino-ICAA 98


La propuesta del Consultorio Jurídico Gratuito consiste en brindar a la población afectada en La Pampa y otros sectores de la carretera Interoceánica el acompañamiento legal que necesitan para proteger sus derechos puestos en entredicho por la minería ilegal, una de los problemas socioambientales más dramáticos del departamento de Madre de Dios, una de las zonas más biodiversas del Perú.

L

a Pampa, kilómetro 125 de la promocionada carretera Interoceánica Sur –vía por donde debía llegar el anunciado desarrollo al departamento de Madre de Dios, la capital de la biodiversidad en el Perú–, es un territorio virtualmente devastado por la actividad minera ligada a la explotación del oro aluvial. Lo que hasta hace menos de diez años fue un territorio rebosante de vida silvestre en el interior de la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata se convirtió, en poco tiempo, en un infierno: una tierra

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Foto: Pablo Merino-ICAA

de nadie donde la única ley que tiene peso es la que impone la ilegalidad de los que lo pueden todo. Cuentan los memoriosos que fue a mediados del 2009 cuando se instalaron en La Pampa los cuatro mineros que desataron el boom extractivo que todavía se vive en este sector de las periferias de Puerto Maldonado, la capital regional. Los recién llegados fueron invitados por un concesionario forestal que vio en la maniobra una oportunidad para ganar dinero fácil. Al cabo de pocos meses, la zona hervía de invasores; algunos de ellos llegaban en buses y otros medios de transporte cargados de maquinaria e insumos para la explotación aurífera en los cauces y los bosques de una de las áreas

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naturales más extraordinarias del planeta. Se había desatado una fiebre del oro que convirtió a los nuevos inquilinos en amos y señores de un territorio donde la extorsión, el chantaje y las amenazas de muerte se volvieron pan de cada día. En el libro “Las rutas del oro ilegal”, elaborado por un grupo de investigadores asociados a la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), se señala que “el caso Madre de Dios es un claro ejemplo del modo en que la débil institucionalidad de los países en desarrollo dificulta la implementación y eficacia de las políticas adoptadas para hacer frente a las presiones generadas por la cada vez más interconectada economía global”. Durante la última década, el precio


del oro en los mercados internacionales se incrementó 360 por ciento, y alcanzó su precio más alto a fines del 2011, cuando el kilo del mineral bordeó los 61 mil dólares. La pequeña minería representa en Perú aproximadamente el 20 % de su producción nacional de oro, un volumen que alcanza las 40 toneladas anuales. Según datos obtenidos en dicha investigación, las exportaciones de la minería ilegal superaron en el 2010 a las del narcotráfico. Precisamente para frenar la situación de caos y desobediencia civil que genera la práctica de una actividad que muchas veces se superpone a los derechos adquiridos por concesionarios forestales –castaña y shiringa– y otros posesionarios fue que se creó, en noviembre del 2010, el Consultorio Jurídico Gratuito (CJG), una iniciativa del Programa de Ciudadanía y Asuntos Socioambientales de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA). Este tiene como objetivo la recuperación y promoción de la justicia ambiental en Madre de Dios. La intervención de la SPDA en esta propuesta es parte de las obligaciones asumidas por el Consorcio Loreto Manu-Tambopata de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA). La propuesta del Consultorio Jurídico Gratuito consiste en brindar a la población afectada en La Pampa y otros sectores de la carretera Interoceánica el acompañamiento legal que necesitan para proteger sus derechos

Foto: Pablo Merino-ICAA

puestos en entredicho por la minería ilegal, principalmente, debido a la falta de transparencia, capacidad institucional y marco legal de un Estado incapaz de organizar las actividades extractivas en su territorio. Se trata de la primera vez que se pone a disposición de los afectados

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una asesoría especializada y gratuita en temas ambientales en Madre de Dios, y posiblemente en el Perú. La tarea de los abogados del CGJ ha sido ardua y gracias a su asesoramiento y apoyo profesional se ha logrado frenar el irresponsable avance de la minería ilegal. De esta manera, se salvaron de la destrucción predios que habían caído en manos de la barbarie. “Cuando se abrió nuestra oficina”, según nos explica Alan Diez, responsable del CJG de Madre de Dios, “existían muchas dudas y desconfianza por parte de los pobladores, pero cuando vieron nuestra continuidad en

los casos, nos brindaron toda la confianza, y esto hizo que nos consolidemos hasta llegar a ser un referente”. Hacia el 2012, el Consultorio Jurídico Gratuito había logrado atender 200 consultas por delitos ambientales con resultados favorables por lo menos en tres casos que se consideraban perdidos. En la actualidad, el trabajo de sus especialistas se extiende hacia otras áreas de la carretera mencionada, específicamente en el tramo Puerto Maldonado-Iberia, y a la atención de consultas y casos relacionados con áreas de conservación privada, concesiones para conservación y ecoturismo.

Draga en el río Manuani, La Pampa, Madre de Dios-Perú / Foto: Pablo Merino-ICAA

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La identificación de casos emblemáticos que sienten precedentes y puedan ser utilizados en situaciones similares por las autoridades competentes es otra de las actividades que realiza el CJG. Uno de los casos resueltos y de mayor impacto en Madre de Dios fue el de los agricultores Ely Carhuarupay y Elizabeth Tuero, denunciados por un concesionario minero por haber usurpado las tierras que el Estado le había asignado. Con la asesoría del Consultorio, los denunciados hicieron prevalecer su derecho sobre el terreno donde realizaban sus actividades agropecuarias, ya que pudieron demostrar que la concesión minera se superponía al derecho de posesión, una lamentable constante que no ha sido adecuadamente solucionada. Los denunciados contaban con la respectiva constancia de posesión, y luego de un proceso legal, el caso fue archivado. Otro de los casos emblemáticos es el que involucró a la Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA) y a un grupo de mineros que intentaron desbrozar el bosque de un sector de la Estación Biológica Río Los Amigos, un prestigioso centro de investigación científica. El CJG asumió la defensa legal de la institución, y logró que la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental (FEMA) de Madre de Dios tomara cartas en el asunto y evitara la destrucción de un santuario ecológico de fama internacional. El tercer caso está referido a una concesión de castaña afectada por otro grupo de mineros que pretendían contar con las autorizaciones

Foto: Pablo Merino-ICAA

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Son instituciones socias del Consorcio Loreto Manu-Tambopata: Wildlife Conservation Society (WCS), Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y el Fondo de las Américas (FONDAM). Son asociados al Consorcio: Amazon Conservation Association (ACA) y la Fundación para la Conservación de la Naturaleza (ProNaturaleza).

legales pertinentes. El titular de la concesión castañera denunció los hechos ante la Fiscalía Especializada en Delitos Ambientales, la Dirección Regional de Agricultura, el Programa Regional de Manejo de Recursos Forestales y Fauna Silvestre, y la Dirección Regional de Energía y Minas. Gracias a ello se logró el desalojo de las seis personas que realizaban actividades mineras ilegales y el decomiso de los motores que utilizaban. El Consultorio promueve además el empoderamiento de la ciudadanía en términos de conocimiento de los mecanismos legales, pero principalmente en la defensa de sus derechos, en especial los referidos al ambiente sano, la información,

Foto: Pablo Merino-ICAA

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la participación y el acceso a la justicia sin reparos. Los avances que el CJG ha obtenido en Madre de Dios permiten que los beneficiados y la población en su conjunto reconozcan la importancia que tiene la lucha por la defensa de una serie de derechos que, en la práctica, habían sido confiscados. De la misma manera, el trabajo del Consultorio Jurídico Gratuito ha impulsado significativamente el fortalecimiento de una plataforma ciudadana que cuenta en la actualidad con mejores herramientas para ejercer la apropiada defensa del bosque maternitano. Cabe resaltar que la experiencia de la oficina de la SPDA ha sido decisiva para iniciar un proceso similar en el departamento de Loreto, un territorio de la Amazonía peruana donde otros usuarios del bosque vienen sufriendo también el recorte de sus derechos en materia ambiental como consecuencia de la misma vulnerabilidad a la que estaban sometidos los pobladores de Madre de Dios. La minería aurífera fuera del control estatal no se detendrá de un día para otro, sin embargo, es necesario, mientras se definen las soluciones integrales a un problema de carácter social, construir los marcos regulatorios que ordenen la actividad. De allí la importancia de la participación ciudadana en el control y la gestión del territorio. Sin la gente, la que vive en las ciudades y el campo, la protección del territorio amazónico y su extraordinaria biodiversidad es imposible.

El Consorcio apoya a las poblaciones locales en la consolidación de sus derechos sobre el territorio y los recursos forestales. También brinda asistencia técnica a los Gobiernos Regionales de Madre de Dios y Loreto para fortalecer los procesos de planificación en el territorio a nivel regional: complementar y mejorar los procesos de zonificación ecológica; contribuir en la solución de problemas de superposición de territorios; consolidar un sistema regional de áreas protegidas; y enfrentar, estratégicamente, las amenazas que pudieran representar los proyectos de infraestructuras. Objetivos del Consorcio: Asegurar el uso sostenible de la tierra y la conservación de la biodiversidad a nivel del paisaje. Expandir el uso de alternativas productivas sostenibles y de incentivos económicos para la conservación, a fin de mejorar y diversificar los medios de vida de las poblaciones locales. Fortalecer las capacidades locales para una adecuada gobernanza de los recursos naturales. Fortalecer las capacidades locales para desarrollar acuerdos y consensos referidos a temas ambientales.

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Vista AĂŠrea del Amazonas, La Macarena-Colombia / Foto: Walter Silvera-ICAA 106


SANAR LA TIERRA

“Nuestra tierra se ha enfermado, se está tocando lo que no se debe tocar. Lo que está en el subsuelo tiene vida propia, si se toca se alborota, se calienta. Eso que ustedes llaman calentamiento global, es rabia, es candela. La tierra se ha enfermado y los chamanes nos estamos cansando de curarla…”, quien habla es Eduardo Paki Kumimarina, sabedor del resguardo indígena Nonuya de Villa Azul, un bastión de diversidad étnica en el departamento de Amazonas, Colombia, donde conviven indígenas uitoto, muinane, andoque y nonuya.

A

cabamos de llegar a Bogotá después de sobrevolar el Parque Nacional Sierra de la Macarena, en las proximidades de San José de Guaviare, un territorio donde se intersectan los Andes colombianos, las sabanas de la Orinoquia y la Amazonía. Nos toca asistir a un evento organizado por Tropenbos International, un socio estratégico muy activo de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), donde los propios indígenas evaluarán el impacto de la minería, principalmente aurífera, sobre las poblaciones que habitan el bosque amazónico. En Colombia, la producción de oro ha sido una constante desde tiempos inmemoriales; para comprobarlo solo basta recorrer las salas del Museo del Oro de Bogotá y apreciar los trabajos que sus orfebres y expertos en metalurgia realizaron mucho antes de la llegada de los españoles.

Sin embargo, nunca como ahora se había extraído de sus entrañas tanta cantidad del apetecido metal. Nunca como ahora la extracción minera había comprometido tanto la salud de la tierra. Como lo venimos constatando en otras partes de nuestro recorrido por la Amazonía Andina, la minería informal ha crecido desproporcionadamente, y ha creado así un escenario signado por la violencia que se ejerce invariablemente sobre las poblaciones más vulnerables y por la destrucción de ecosistemas y ambientes de suma importancia para los habitantes de la aldea global. Según el índice de deforestación del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) solo en el 2013 el 57 % de las 120,933 hectáreas perdidas correspondían a la Amazonía. Para Carlos Rodríguez, el moderador del evento y directivo de Tropenbos, la

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Foto: Walter Silvera-ICAA

intervención de ICAA ha establecido un vínculo con los pobladores indígenas de la Amazonía colombiana que intenta generar información de calidad sobre la minería desarrollada en sus territorios, para así tomar decisiones efectivas que sirvan de alivio a un drama que carcome el tejido social de toda la región. Escuchar a los ancianos –a los sabedores, como los llaman en sus lugares de origen– resulta crucial. El primero en tomar el uso de la palabra es Uldarico Matapí, chamán del departamento del Putumayo y líder del pueblo matapí. Para el especialista en cartografía indígena, la minería afecta directamente el bosque, trae enfermedades desconocidas y, sobre todo, “males en el espíritu que las plantas maestras demoran en curar”. Lo mismo piensa –y dice– Eduardo Paki Kumimarina, del resguardo indígena Nonuya de Villa Azul, un bastión de diversidad étnica en el departamento de Amazonas donde conviven indígenas uitoto, muinane, andoque y nonuya. “Nuestra tierra se ha enfermado, se está tocando lo que no se debe tocar. Lo que está en el subsuelo tiene vida propia, si se toca se alborota, se calienta.

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Eso que ustedes llaman calentamiento global, es rabia, es candela. La tierra se ha enfermado y los chamanes nos estamos cansando de curarla”. “El problema de la minería ilegal, el alto número de indígenas inmersos en la actividad, tiene que ver con la falta de alternativas económicas para la gente; no como algunos creen, con un deseo nuestro de acabar con la naturaleza”, concluye Vicente Hernández, indígena de la comunidad Guacamayo Araracuara en el lejano Caquetá, una zona de Colombia donde se han vuelto cotidianos el traqueteo de las dragas, el vertido de mercurio sobre sus cauces de agua y el accionar de los grupos armados que han empezado a controlar el negocio del oro. Vicente pertenece a esa nueva legión de jóvenes amazónicos que aceptan la modernidad en todas sus formas, pero sin renunciar a la herencia cultural que recibieron de sus mayores. “No pretendo que nos miren como bichos raros, con pena; que se nos considere exóticos y punto”, nos lo comentó después del cierre del evento,


camino al tradicional cerro de Monserrate; entonces nos regaló un rap en su lengua, cuya letra relataba precisamente la fortaleza de su pueblo y los problemas que tienen que resolver para sanar la tierra de todos. El mercurio es uno de ellos. La contaminación con este elemento en la Amazonía de Colombia, Ecuador y Perú se origina en los procesos de extracción de oro, al mezclar el material recogido con mercurio metálico para formar una amalgama que, por lo general, es trabajada por los propios extractores de forma manual. Este proceso ocasiona el vertido directo de grandes cantidades de mercurio en ríos, cochas y otros cuerpos de agua. La amalgama mercurio-oro obtenida es quemada,

la mayoría de las veces, a campo abierto, para separar el oro y liberar el mercurio en forma de vapor a la atmósfera. Esto sucede muy cerca de las viviendas que habitan los mineros y sus familias. Colombia ocupa un lugar estelar, junto a China, en el ranking de los países con más alto consumo de mercurio en el mundo.

Foto: Walter Silvera-ICAA

Foto: Walter Silvera-ICAA

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Para enfrentar esta situación, Fundación Patrimonio Natural, organización integrante de la Unidad de Apoyo de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), impulsó la elaboración e implementación de una estrategia para el departamento de Amazonas que posibilite la prevención, control y manejo de las actividades mineras, en coordinación con la gobernación de Amazonas, Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN), CORPOAMAZONÍA y el Instituto Sinchi. Con el fin de obtener evidencias científicas del impacto del mercurio en la salud de las poblaciones, se realizaron tres estudios de campo en los

territorios bañados por los ríos Cahuinarí, Cotuhé y Apaporis. En ellos se tomaron muestras de cabello de la población local, básicamente indígena, y de los peces que consumen los habitantes. Los resultados, monitoreados en todo momento por el equipo científico de la Universidad de Cartagena, fueron alarmantes y exceden ampliamente los límites permitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. En las comunidades asentadas en el río Cahuinarí los niveles de mercurio superaron las 12 partes por millón (ppm): ambas instituciones recomiendan que

Foto: Walter Silvera-ICAA

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Uldarico Matapi, sabedor indigena / Foto: Walter Silvera-ICAA

Vicente Hernández, lider indigena / Foto: Walter Silvera-ICAA

estas no sean superiores a 1 parte por millón. “Hasta la publicación de nuestro estudio, los valores más altos de mercurio en Colombia habían sido los del sur de Bolívar”. La siguiente información proviene del profesor Jesús Olivero-Verbel, coordinador del único doctorado en toxicología ambiental que existe en el país y vicerrector de investigación de la Universidad de Cartagena. “En esa zona se reportaron concentraciones de 9,0 ppm en promedio entre pescadores de la ciénaga grande de Achín, cuenca del río Cauca”. El consumo de peces contaminados con mercurio es la principal fuente de exposición a este metal y es considerado como una amenaza para la salud humana. El informe del equipo científico de la Universidad de Cartagena indicaba que los peces de la muestra tenían un rango de contaminación mayor al admitido.

del país son fuente inagotable de proteínas para la población en su conjunto. Según lo informado por el Ministerio de Salud, el 32,2 por ciento del pescado que consumen los colombianos proviene de la cuenca amazónica. Tal vez hayan sido los datos del avance de la minería ilegal en la Amazonía colombiana –y su estela de degradación de los bosques y perjuicio entre sus moradores más vulnerables– lo que decidió la inmediata puesta en marcha de una estrategia nacional para combatir un flagelo mucho más rentable que el narcotráfico y que, según lo anunciado por el presidente Juan Manuel Santos, moviliza alrededor de siete billones de pesos al año.

Publicados los sorprendentes resultados del estudio, la alarma se extendió por toda Colombia. Los peces capturados en los ríos

Como lo mencionó Vicente Hernández, indígena del departamento de Caquetá, en el taller al que asistimos en Bogotá, los representantes de las organizaciones que el programa ICAA logró agrupar en este esfuerzo coinciden en que el problema de la minería ilegal avanza de manera galopante

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debido a la ausencia de oportunidades económicas, a las condiciones de aislamiento de la gente y al abandono estatal en el que viven los pueblos de la extensa Amazonía de Colombia.

Foto: Walter Silvera-ICAA

El proceso de toma de muestras realizado en el marco del proyecto de elaboración de una estrategia contra la minería ilegal en el departamento de Amazonas, implicó un compromiso con las poblaciones indígenas involucradas en la investigación. Parques Nacionales debía presentar los resultados de la investigación a las comunidades una vez se conocieran y antes de difundirlos públicamente. Por ello, se realizaron talleres de socialización de los resultados en estas comunidades antes de realizar cualquier difusión pública. Parques Nacionales, con el apoyo de las otras organizaciones involucradas en el proceso incluida la Unidad de Apoyo de ICAA, impulsó un proceso de levantamiento de fondos para asegurar la sostenibilidad de la implementación de esta estrategia. Para ello, se presentó una propuesta al Fondo Nacional de Regalías que fue aprobado, y se asignaron recursos por cerca de 2,5 millones de dólares.

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El problema es mayúsculo, nos quedó claro durante nuestros días en la Amazonía colombiana, e implementar las medidas necesarias debe comprometer ineludiblemente a los funcionarios de todas las instancias de los gobiernos subnacionales y nacionales, quienes por lo general desconocen también los marcos legales existentes y no tienen más remedio que convivir con un problema de características aberrantes. La visión parcial que tienen las instituciones involucradas en el tema minero, la poca información de referencia que manejan sus técnicos y el desgano con el que laboran muchos de ellos, agravan la situación. Teniendo en cuenta este contexto, Parques Nacionales Naturales de Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), la Universidad de la Amazonía, y otras organizaciones socias de la ICAA (Fondo Patrimonio Natural, el Departamento del Interior de los Estados Unidos, Higher Education for Development y la Universidad de Florida) diseñaron el “Plan de Formación Integral para la Conservación y Desarrollo Sostenible de la Amazonía Colombiana”, una novedosa iniciativa cuyo objetivo fue fortalecer las capacidades técnicas de los


funcionarios encargados del tema minero a través de una conjunto de diplomados presenciales y prácticos. El primero de ellos abordó la aplicación de las leyes colombianas referidas a la Amazonía y convocó a representantes de agencias estatales de Perú y Colombia. “La construcción de sinergias entre doce o más instituciones ambientales, económicas y sociales”, nos dijo en Bogotá Rodrigo Botero, coordinador técnico de Departamento del Interior de los Estados Unidos (DOI) en Colombia, “contribuye a la gobernanza ambiental y a la solución de los problemas producido por las actividades extractivas de manera intersectorial”. Uno de los diplomados que impulsó ICAA generó un intercambio de experiencias en temas comunes y de alto impacto ambiental entre funcionarios peruanos y colombianos sin precedentes en nuestra región. Como dirían los mayores, a grandes problemas, grandes soluciones. Y soluciones participativas, dialogadas, discutidas con las propias comunidades locales. Partimos de la capital colombiana con nuevas certezas: la Amazonía, nuestra Amazonía, ese territorio cuya extensión de 7,9 millones de kilómetros cuadrados representa el cinco por ciento del área continental del planeta, paisaje extraordinario habitado por el cincuenta por ciento del total de las especies vivas existentes, puede salvarse por acción de sus propios hijos.

El “Plan de Formación Integral para la Conservación y Desarrollo Sostenible de la Amazonía Colombiana”, ejecutado por DOI y HED, dos socios muy importantes de ICAA, ha sido certificado formalmente por la Pontificia Universidad Javeriana a través de su oficina de Educación continua. Esto garantiza a las personas que tomaron los diplomados certificar su experiencia en el tema tratado, y a las agencias gubernamentales y organizaciones indígenas y de la sociedad civil, tener personal cualificado que mejore las capacidades de toma de decisiones y de respuesta en temas tan importantes como aplicación de la ley. Los resultados del diplomado son visibles, en la medida que las agencias de gobierno, las organizaciones indígenas y la sociedad civil integran en su trabajo las herramientas desarrolladas. Los funcionarios proponen nuevas soluciones a los problemas identificados, y se constituyen relaciones y mecanismos interinstitucionales en los procesos de aplicación de la ley y de resolución de conflictos socioambientales derivados de industrias extractivas.

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CAPÍTULO V

OTRO MUNDO ES POSIBLE INCENTIVOS ECONÓMICOS PARA LA CONSERVACIÓN

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JUNTOS POR EL AGUA

Edgar Ramírez, agricultor quechua lamista de la comunidad nativa de Chunchiwi, San Martín-Perú / Foto: Javier Quintana-ICAA 116


En San Martín, la región de las lluvias torrenciales el agua se esfuma como consecuencia de la degradación de las coberturas boscosas de las partes altas de sus cuencas, todas intensamente presionadas por la llegada de agricultores que impusieron una costumbre ajena a las poblaciones locales: la agricultura migratoria.

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emos llegado a la chacra de Edgar Ramírez, quechua lamista, agricultor y alguna vez apu de la Comunidad Nativa de Chunchiwi, en la provincia de Lamas, departamento de San Martín. La mañana ha avanzado más de la cuenta, y a pesar del calor penetrante y las amenazas de lluvia, el grupo de vecinos que lo acompañan, todos muy jóvenes, siguen limpiando de matas y rastrojos esta parte de la ladera. Las cuatro o cinco personas que conforman el grupo saben perfectamente que están repitiendo un ritual tan antiguo como su pueblo, el choba-choba o trabajo colectivo, una expresión de la organización comunal basada en la reciprocidad y la ayuda mutua: el “hoy por ti, mañana por mí”, que en otras partes del país se conoce como minka, minga o ayni, y que todavía se utiliza en estas tierras regadas por el río Cumbaza.

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Foto: Javier Quintana-ICAA

En los campos que están removiendo se siembra mayoritariamente cacao y café, dos cultivos que se introdujeron en remplazo de los sembríos de coca, que se extendían hasta no hace mucho por las montañas intensamente deforestadas de los territorios que recorremos. La participación de Edgar, y sobre todo la de su esposa, Ruth Rojas, la profesora de la escuela unidocente, fueron decisivas para que el resto de la comunidad se animara a firmar un convenio de conservación, el cual les permitirá recibir una retribución por cuidar los bosques donde se produce

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el agua que los usuarios de la parte baja de la microcuenca utilizan para regar sus extensos campos de arroz. San Martín, el departamento de la Amazonía peruana con mayor índice de deforestación, soporta desde hace más de diez años una crisis hídrica que ha obligado a las autoridades encargadas del gobierno de sus grandes ciudades a racionar el servicio público. En la región de las lluvias torrenciales el agua se esfuma como consecuencia de la degradación de las coberturas boscosas de las partes altas de sus cuencas, todas intensamente presionadas por la


llegada de agricultores que impusieron una costumbre ajena a las poblaciones locales: la agricultura migratoria. Solo en la microcuenca del Cumbaza se ha perdido el 85 % de la superficie boscosa debido al cambio de uso del suelo y a los procesos de urbanización y construcción de infraestructuras. La historia de la tragedia del agua y la degradación de los bosques en San Martín la conocíamos por el relato de César Rengifo y Martha Del Castillo, funcionarios del Centro de Desarrollo e Investigación de la Selva Alta-Cedisa, la ONG local que impulsó la creación del Área de Conservación Regional Cordillera Escalera, la primera de esa categoría en establecerse en el país, precisamente para cuidar las zonas generadoras del recurso. Felizmente, en estas tierras indígenas que empezamos a recorrer acompañados de Tercero Salas, vicepresidente de la Federación de Pueblos Indígenas Kewchas de la Región San Martín FEPIKRESAM. Cuatro comunidades nativas (Chunchiwi, Chirikyacu, Aviación y Alto Shamboyacu), han decidido, después de un largo proceso de consulta previa, poner en funcionamiento el Mecanismo de Retribución por Servicios Hídricos que la legislación peruana prevé para facilitar el esquema de Pago por Servicios Ambientales (PSA). Se trata de un proyecto que el Consorcio Paisajes Indígenas, así como la Unidad de Apoyo de ICAA, vienen impulsando en el noreste del Perú.

Foto: Javier Quintana-ICAA

“Llegar a donde hemos llegado no ha sido fácil”, dice Edgar con seguridad mientras hace un alto en la faena. “Muchos de los comuneros no entendían los beneficios a recibir, pero uno a uno hemos idos convenciéndolos”. Martha del Castillo, del equipo técnico de CEDISA, la institución que impulsa el mecanismo de retribución ambiental en la microcuenca del Cumbaza, interviene para decirnos que, “efectivamente, se ha trabajado con decisión en toda la cuenca, no solamente con los contribuyentes –que en este caso son las cuatro comunidades quechua lamistas–, sino también con los retribuyentes, los usuarios de la parte baja de la cuenca que financian la conservación”. El Mecanismo de Retribución por Servicios Hídricos busca implementar un sistema de financiamiento para la conservación de los bosques, y funciona con los aportes económicos de

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maestra de la escuela de la comunidad que nos indicó el atajo necesario para llegar a la chacra, es una más de los tantos conservacionistas anónimos que forman legión en la Amazonía que se está construyendo. Qué bueno.

Foto: Javier Quintana-ICAA

los diferentes usuarios del agua; de esta manera se retribuye a los agricultores y las comunidades nativas ubicadas en la parte alta de la cuenca, para que adopten o mantengan prácticas forestales y agrícolas sostenibles, de manera que, a mediano o largo plazo, se estabilice e incremente la disponibilidad de agua en cantidad y calidad. “En Chunchiwi”, prosigue Edgar Ramírez, “incluso el recientemente elegido apu de la comunidad, Adán, de apenas 22 años, es conservacionista. Todos lo son, ¿y sabes por qué? Muy fácil: todos nuestros líderes han sido educados por mi señora; ella insiste desde hace más de veinte años en cuidar los bosques y las fuentes del agua”. Adán y Tercero asienten. Los demás muchachos también. Nosotros sonreímos. Ruth, la

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Con esa ilusión tomamos el camino de retorno a Tarapoto. Allí, sobre la carretera que conduce a Lamas, cerca al desvío a Cacatachi –una localidad que convirtió sus bosques en praderas para entregárselas a la actividad ganadera–, nos espera Jaime Montillo, presidente de la Junta de Usuarios de Riego de Tarapoto, el colectivo que agrupa a los 1200 productores de arroz de esta parte de la cuenca. “Nos hemos demorado un buen tiempo”, nos explica, “en demostrarles a nuestros socios lo importante del mecanismo. En San Martín, pese a lo que significa un cultivo de este tipo, ajeno a sus ecosistemas y responsable de la deforestación de muchos de sus bosques, el arroz es de gran importancia económica, y sobre todo social; miles de agricultores participan en su cadena productiva. Por eso es que somos conscientes de la necesidad de ponernos de acuerdo y cuidar las despensas de agua”. De allí la trascendencia del acuerdo tomado por los arroceros de retribuir a los agricultores de la parte alta de la cuenca con hasta el 10 % de sus ingresos anuales por la venta de arroz. Es que, sin ellos, sin su compromiso con el cuidado del agua, la agricultura en la parte baja se volvería imposible.


Los recursos obtenidos de los retribuyentes serán distribuidos de manera equitativa y bajo diferentes modalidades (asistencia técnica, capacitación, provisión de insumos, etcétera) entre los contribuyentes, con la finalidad de impulsar los planes de uso de la tierra y, lo que es más importante todavía, los Planes de Calidad de Vida que las comunidades indígenas desarrollaron como parte de la estrategia propuesta por Cedisa. La microcuenca del Cumbaza se ha convertido en un escenario clave para entender la batalla contra la deforestación en San Martín. Por lo pronto, ya se sumó al esquema desarrollado por el Consorcio Paisajes Indígenas la Asociación de Conservación y Protección Alto Ahuashiyacu, grupo que gestiona las actividades de turismo de naturaleza en un sector muy importante del ACR Cordillera Escalera. Ellos también destinarán parte de sus ingresos a compensar a las comunidades que están cuidando los bosques de todos. Volvimos a Tarapoto para tomar un reparador descanso. Los días de viajes se acumulan y las libretas de notas se llenan a un ritmo frenético. Debemos partir al día siguiente hacia Moyobamba, la capital regional fundada en 1540 con el pomposo nombre de Santiago de los Ocho Valles de Moyobamba. Allí nos esperan Rita Vilca y Rosita Vela, del equipo de la Asociación Amazónicos por la Amazonía (AMPA), una muy activa institución conservacionista que lidera con mucho éxito en la cuenca Foto: Walter Silvera-ICAA

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del río Gera, en el distrito moyobambino de Jepelacio, el proyecto “Impulsando Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos en el Alto Mayo, Región San Martín-Perú”. Se trata de un esquema de Pagos por Servicios Ambientales (PSA) que ha recibido el apoyo de la Unidad de Apoyo de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA). Foto: Javier Quintana-ICAA

Aproximadamente el 20 % de la Amazonía está formada por territorios indígenas cuyas poblaciones, durante siglos, han manejado armoniosamente sus territorios, aprovechando sosteniblemente los recursos naturales que son el sustento de sus formas ancestrales de vida. Recientes estudios han demostrado que cuando las poblaciones indígenas se comprometen con la conservación de sus territorios, sus bosques son los que menos impactos negativos reciben.

El valle del Alto Mayo es de una belleza insuperable y sus pobladores, sobre todo los más antiguos, lo saben. Las bondades del clima y el exceso de tierras en apariencia disponibles fueron los detonantes para el inicio, a fines del siglo pasado, de una avalancha migratoria sin precedentes que lamentablemente todavía no acaba. Miles de familias, principalmente de la sierra de Piura y Cajamarca, arribaron a la región atraídos por la promesa de un mejor futuro. El nombre foráneo de muchas de los centros poblados delata la procedencia de sus primeros vecinos: Nueva Cajamarca, Nueva Talara, Nueva Cutervo, Nueva Jaén, Nueva Piura, El Arenal. En muchas de las circunscripciones de San Martín las costumbres andinas van remplazando los modos de vida nativos. En Moyobamba, por ejemplo, las canciones que nos tocó escuchar a través de las emisoras radiales locales tenían el sello indiscutible de las cumbias de la costa. Con Rita Vilca y su equipo ascendimos por un camino infernal, a pie y cargando todo

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Foto: Javier Quintana-ICAA

el peso de nuestras pertenencias, hasta el centro poblado Valle Hermoso, en la parte más alta de la cuenca del río Gera, la fuente de agua de las que se nutren ciudades tan importantes como Moyobamba, Rioja y Nueva Cajamarca. A las tres de la tarde se iban a reunir en asamblea sus pobladores para seguir tomando decisiones con relación al mecanismo de retribución que AMPA ha desarrollado en el distrito. “En primer lugar”, aclara conceptos Rita, ingeniera ambiental por la Universidad Nacional de San Martín y recia caminante, “nosotros no utilizamos la denominación de servicios ecosistémicos. Eso confunde a los pobladores; para nosotros ha sido más fácil hablarles de la Madre Gera. La Madre Gera está enferma y

hay que sanarla”. Efectivamente, una de las trabas más notorias que tienen los proyectos de remediación ambiental en la Amazonía peruana, entre ellos el de los mecanismos REDD+, tiene que ver con el complicado fraseo técnico que suele envolverlos y que genera una inapropiada distancia entre la gente común y los especialistas. Rita, moyobambina, y Rosita, riojana, hablan el lenguaje que entienden los pobladores locales. Eso les permitió vencer la resistencia inicial de los ronderos de los centros poblados, a quienes fueron visitando hasta ganar su confianza. El primer poblador en firmar un acuerdo de conservación, el documento por el cual

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Los Planes de Inversión elaborados por la comunidades de Chunchiwi, Chirikyacu, Aviación y Alto Shamboyacu son documentos de gestión que permitirán delimitar el alcance de las inversiones de los fondos generados a través del Mecanismo de Retribución por Servicios Hídricos Cumbaza, y lograrán establecer acuerdos de conservación y compromisos de los retribuyentes, los contribuyentes y el Comité de Gestión de la microcuenca del Cumbaza. En los planes tienen prioridad las acciones en los ejes ambiental y agroproductivo, y su implementación tendrá repercusión directa en la conservación, la recuperación y el incremento del recurso hídrico. Los cuatro Planes de Inversión Comunal ya han sido validados y aprobados. El Comité de Gestión de la subcuenca del Cumbaza (CGSCC) está integrado por representantes de la Federación de Pueblos Indígenas Kechuas de la Región San Martín (FEPIKRESAM), el Gobierno Regional San Martín, la Mancomunidad de Municipalidades de la cuenca del río Cumbaza, la municipalidad distrital de Morales, la municipalidad distrital de La Banda de Shilcayo, la municipalidad provincial de Tarapoto, el Proyecto Especial Huallaga Central y Bajo Huallaga, entre otras organizaciones sociales.

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se asume el compromiso de cuidar las tierras que se registran en el mecanismo, fue Gilberto Vega, del centro poblado Nuevo Cutervo, un agricultor que puso al servicio de la causa cincuenta hectáreas de su propiedad. Tuvimos la suerte de conocer en Valle Hermoso a Grimaldo Bustamante, natural de Jaén, y a Wilmer Cruz, piurano, dos de los que han aportado más tierras en la cabecera de la cuenca. Wilmer, colono desde hace quince años por estas laderas, decidió aportar 26 hectáreas, justamente en el lugar preciso donde brota el agua que crea el río Gera. “Esto no es para mí, esto es para mis hijos, para ellos y para los que vienen”, nos dijo con una seguridad que asombra. El impulso de los técnicos de AMPA ha logrado hasta la fecha poner en marcha 27 acuerdos de conservación, 26 de los cuales se han hecho con propietarios particulares de predios rurales, y uno con un centro poblado. Un total de 500 hectáreas que contribuirán a frenar la agonía de un bosque intensamente impactado por la colonización y la consecuente crisis hídrica. Humberto Vásquez, cafetalero de Nueva Cutervo y presidente del Comité de Gestión creado para darle vida al mecanismo, fue extremadamente elocuente cuando visitamos su fundo: “Nos hemos dado cuenta del daño que le hemos hecho a la tierra; por eso nos estamos organizando. El cambio climático nos está golpeando muy duro. Este año ha sido la roya. El próximo, ¿qué catástrofe nos caerá encima?”.


Foto: Javier Quintana-ICAA

Efectivamente, las capacitaciones en buenas prácticas productivas destinadas a los campesinos involucrados en el proyecto han amenguado en algo la crisis que originó la deforestación en la mayoría de estas quebradas. “Antes cortábamos el bosque, sembrábamos café y un poco de guaba,

Foto: Javier Quintana-ICAA

nada más”, prosigue don Humberto. “Ahora estamos reforestando con árboles que dan sombra a nuestros cultivos y los protegen de las plagas”. Los cursos y las capacitaciones implementados por el equipo de AMPA han sido fundamentales para recobrar la fe en los grandes cambios.

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Pero, ¿quién está retribuyendo lo que los contribuyentes han hecho? En otras palabras, ¿quién paga el esfuerzo de los agricultores de la cuenca alta? Para Karina Pinasco, la directora ejecutiva de Amazónicos por la Amazonía, la cosa es clarísima: “En principio, el trabajo que venimos realizando se ha sustentado en el apoyo recibido de ICAA y Forest Trends y la conjunción de esfuerzos del Estado, la sociedad civil y la empresa privada. Este esfuerzo participativo nos ha permitido garantizar la regulación hídrica a través de

la reforestación de las franjas marginales intangibles, la restauración de zonas vulnerables a deslizamientos y erosión, la conservación de los remanentes de bosques y el desarrollo de buenas prácticas agrícolas”. Electroriente, la empresa de generación eléctrica que cubre el servicio en casi toda la provincia, se ha convertido en la primera empresa privada del país en participar como retribuyente del Mecanismo de Retribución por Servicios Hídricos puesto en práctica en la cuenca del Gera, en Moyobamba.

Foto: Javier Quintana-ICAA

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“¿Y con qué sueñas, Rita? ¿Qué futuro le espera a estos bosques que has caminado tanto?”, le preguntamos. La combativa profesional no lo piensa dos veces y nos dice. “Van a estar mejor que ahora. Este paisaje lo vamos a restaurar a como dé

Con la conformación del Comité de Gestión en la cuenca del río Gera, se ha logrado un mayor empoderamiento de la ronda campesina del distrito. Se iniciaron las primeras firmas de acuerdos de conservación, mediante los cuales las familias firmantes se comprometen a conservar sus áreas de bosque a cambio de una adecuada retribución. La ronda campesina que preside el comité de gestión es la encargada de velar por el cumplimiento de los acuerdos; por tanto, cada acuerdo de conservación es un compromiso directo entre la familia y la ronda campesina. El proyecto Madre Gera trabaja con las familias agricultoras para el

lugar, la Madre Gera necesita una tregua, un poco de cuidado y mucho cariño… Solita se va a poner a andar y nosotros, sus hijos, viviremos de ella para siempre”. Retomamos la ruta confiando en Rita. Ella sabe lo que dice.

fortalecimiento de capacidades en la utilización de buenas prácticas agrícolas en cultivos de café, a fin de brindar a los agricultores asesoramiento en el manejo integrado de plagas y enfermedades, la preparación de biofermentos (bioles), y la conservación y el manejo de los recursos naturales. Todo esto, como medio de adaptación al cambio climático, pues promueve el uso de insumos orgánicos que permitan elevar la productividad de las parcelas y evitar, de esta forma, la expansión de la frontera agrícola. Además, la interacción directa del técnico de campo con los agricultores permite orientar la producción de manera adecuada.

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Foto: Gabriel Herrera-ICAA 128


NUEVAS MANERAS DE SALVAR LOS VIEJOS BOSQUES MONTANOS Los incendios forestales producto de la vieja y extendida práctica de quemar los campos para “mejorar” la tierra antes de la nueva campaña agrícola y el sobrepastoreo empezaron a causar estragos en la salud de los ecosistemas de las zonas más altas del departamento de Amazonas, Perú. Esta dura realidad fue lo que decidió la inclusión de algunas cumbreras de sus comunidades en la red de áreas de conservación privada que felizmente va creciendo como la espuma en el interior del país.

S

i en el mundo el ícono de la conservación de la fauna silvestre ha sido el oso panda, en el Perú los primeros brotes del movimiento conservacionista, a inicios de los años ochenta, convirtieron en símbolo de ese esfuerzo inicial al mono choro de cola amarilla (Oreonax flavicauda). Este esquivo primate de los bosques amazónicos del noreste del país pertenece a una especie que sigue allí, en su hábitat, soportando la deforestación y el mal uso de las tierras producto de la avalancha migratoria que se extendió –y se extiende– sobre las regiones de Amazonas y San Martín. La histórica defensa del choro coliamarilla estuvo dirigida entonces por la Asociación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (APECO), una institución que desde el año

1982 fomenta la toma de conciencia en temas vinculados a la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sostenible en el Perú. APECO no ha dejado de trabajar, durante todos estos años, para la preservación de los ecosistemas del departamento de Amazonas. Precisamente ahí viene impulsando el proyecto “Implementación de Esquema tipo Pago por Servicios Ambientales (PSA) para el Área de Conservación Privada Comunal Tilacancha”, un esfuerzo local que ha recibido el apoyo financiero de la Unidad de Apoyo de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA). El departamento de Amazonas, en estricto sentido, es la menos selvática de las regiones amazónicas del Perú. Tanto, que para visitar su capital, la hermosa y colonial ciudad de Chachapoyas, ubicada en el flanco oriental de

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que la rodean para formar una de las más vistosas postales de la sierra del Perú–, pocos lo saben, se encuentra agobiada por el mismo estrés hídrico que sufren otras localidades que hemos visitado en este recorrido a través de Colombia, Ecuador y Perú. El agua siempre ha sido un recurso escaso en estos parajes, por lo que sus pueblos originarios se vieron obligados a construir un complejo sistema de canales todavía en uso. Conscientes de esa situación, autoridades con visión de futuro, gente del común y organizaciones de la sociedad civil, una de ellas APECO, se pusieron a trabajar palmo a palmo para establecer, en el año 2010 y sobre un área de casi siete mil hectáreas –propiedad de las comunidades campesinas de San Isidro de Maino y Levanto–, el Área de Conservación Privada Comunal Tilacancha. Querían con razón los proponentes de la iniciativa poner a salvo las fuentes donde nacen las aguas que consumen los casi treinta mil habitantes de la ciudad Chachapoyas.

Foto: Pablo Merino-ICAA

la cordillera andina sobre los 2000 metros de altura, se debe llevar el abrigo suficiente; y si se sufre de mal de altura, las imprescindibles bolsitas de mate de coca que no le dan tregua al soroche. Chachapoyas –como las ciudades

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Hay que mencionar que la economía de ambas comunidades siempre ha girado, como en la mayoría de localidades de la región, en torno a la agricultura y a la ganadería, dos actividades que, en tiempos como los nuestros y en zonas tan frágiles como las que abundan en estas montañas de ensueño, si no se realizan con cuidado, contribuyen de manera notable a la degradación de las cabeceras de cuenca. Y eso, lamentablemente, estaba ocurriendo en el páramo de Tilacancha, el último bastión


Foto: Gabriel Herrera-ICAA

de los pajonales y bosques nativos de este sector cordillerano. Los incendios forestales –producto de la vieja y extendida práctica de quemar los campos para “mejorar” la tierra antes de la nueva campaña agrícola– y el sobrepastoreo empezaron a causar estragos en la salud de sus ecosistemas. Esta dura realidad fue la que decidió la inclusión de las cumbreras de ambas comunidades en

Foto: Gabriel Herrera-ICAA

la red de áreas de conservación privada que felizmente va creciendo como la espuma en el interior del país. Precisamente, para que el esfuerzo de estos campesinos pobres que entregaron voluntariamente más de la mitad de sus tierras a la conservación no sea en vano, APECO impulsa el novedoso programa de Pago por Servicios Ambientales (PSA), el cual pretende

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vincular a los contribuyentes ambientales de la parte alta de la cuenca con los usuarios del agua, vecinos en su totalidad de la parte baja. Y vincularlos para que los primeros reciban la retribución justa por el servicio que prestan a los demás habitantes de la cuenca. Los esfuerzos de la organización conservacionista lograron que se establezca el Fondo Virtual de Tilacancha, y un Acuerdo Recíproco por Agua

(ARA), dos tipos de retribuciones ambientales que podrían darle sostenibilidad al área para siempre. Ese es el objetivo principal de todos los Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos que apoya con firmeza el programa ICAA. Los pobladores de ambas comunidades han empezado a percibir que la decisión tomada

Foto: Pablo Merino-ICAA 132


fue la correcta, y eso les da seguridad para mirar con optimismo el futuro. La creación del Grupo de Trabajo de Tilacancha, un comité de gestión presidido por la Municipalidad Provincial de Chachapoyas e integrado por representantes del Gobierno Regional de Amazonas, los consejos municipales de San Isidro de Maino y Levante, las comunidades campesinas, la empresa distribuidora del servicio de agua potable y las instituciones que participan de la iniciativa, constituye para ellos el candado más seguro para impedir que sus tierras se degraden o caigan en manos de los obstinados mineros que han empezado a tentarlos. El agua ha vuelto a discurrir como antes y el orgullo por lo que se tiene ha aumentado. En Levante, José Santos, un comunero que ahora guía a los visitantes atraídos por las buenas noticias, le contó a los activistas del colectivo Conservamos por Naturaleza que los colibríes cola de espátula o admirable (Loddigesia mirabilis), endémicos de la cuenca del río Utcubamba, una maravilla de la naturaleza que viste de tonos azules, verdes y violetas, y tiene una cola que lo ha convertido en objeto de colección para los más reputados birdwatchers del planeta, ha empezado a recolonizar espacios del ACP. “Los pájaros están más mansos, pasas por su lado y hasta los puedes fotografiar”, les dijo. “Yo se los presento a los turistas; los pájaros se han vuelto mis amigos”. Igual sucede con los osos de anteojos (Tremarctos ornatus), y los gatos del pajonal (Leopardus colocolo), las dos

otras joyas de la fauna silvestre del páramo de Tilacancha, fuente vivificante del agua que toman los herederos de los belicosos chachapoya, indómitos guerreros que, según cuenta la historia, no se amilanaron ante el paso de los ejércitos incaicos llegados para conquistar su reino entre las nubes.

El objetivo del ACP Tilacancha es conservar los pajonales, los bofedales y los relictos de bosque andino de las partes altas de Tilacancha, como fuentes de agua que abastecen a las localidades cercanas, incluida la ciudad de Chachapoyas Los Acuerdos Recíprocos por Agua (ARA) son mecanismos de retribución por servicios ecosistémicos hídricos, en los cuales la cuenca baja (ciudad de Chachapoyas), constituida por beneficiarios directos del agua, aporta a un fondo para brindar opciones alternativas o retribuciones a cambio de la conservación hecha por la cuenca alta (comunidades campesinas San Isidro de Maino y Levanto), dueña de las tierras donde se encuentran las fuentes de agua de Tilacancha.

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LA DAMA DEL DESIERTO

Sabina Valdez, presidenta de la asociación de la agricultura de Manuani, La Pampa, Madre de Dios-Perú / Foto: Pablo Merino-ICAA 134


Hemos llegado a La Pampa, distrito de Inambari, provincia de Tambopata, departamento de Madre de Dios, escenario desde el año 2007 de una ocupación salvaje. Ese año y el siguiente, miles de campesinos pobres de la sierra sur y buscadores de fortuna provenientes de los más recónditos parajes del Perú iniciaron una diáspora que todavía no acaba y que en poco tiempo transformó un bosque en una pampa, en un vulgar archipiélago de dunas y charcos de aguas pútridas y altamente contaminadas.

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l chofer de la camioneta que nos transporta ha detenido su vehículo en el infierno, kilómetro 109 de la carretera Interoceánica Sur, Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, una de las áreas protegidas más biodiversas del Perú y, seguramente, del planeta. En lugar de bosques, de vida natural, lo que se deja observar es una sucesión de construcciones de todo tipo que se amontonan al pie del asfalto y convierten la moderna autopista en una callejuela cualquiera, en un mercado

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persa definido por el ruido que brota de los altoparlantes y el trajín de cientos de hombres y mujeres venidos de todas partes, atraídos por el boom del oro, la riqueza pronta y los excesos de todo tipo. Babel en medio de la Amazonía peruana; Babilonia sin jardines y palacios que puedan resaltar sus bríos. Hemos llegado a La Pampa, distrito de Inambari, provincia de Tambopata, Madre de Dios, escenario desde el año 2007 de una ocupación salvaje. Ese año y el siguiente, miles de campesinos pobres de la sierra sur y buscadores de fortuna provenientes de los más recónditos parajes del Perú iniciaron una diáspora que todavía no acaba, y que en poco tiempo transformó un bosque en una pampa, en un vulgar archipiélago de dunas y charcos de aguas pútridas y altamente contaminadas. Desde entonces, a pesar de las interdicciones y otros operativos a cargo de las fuerzas policiales, la ley de la selva sigue predominando en esta zona donde alguna vez, no hace mucho, era posible toparse con sachavacas, ronsocos y pumas, y apreciar en lo alto de sus árboles centenarios los nidos de guacamayos. La onza de oro, antes de la crisis mundial del 2007, se cotizaba en los mercados internacionales en 250 dólares. Hace poco superó los 1300 dólares, y no hay quien se anime a vaticinar qué cifra marcará su punto de retorno. La subida del precio del oro convirtió en rentable cualquier modalidad de extracción, incluso la que significa sacarlo a como dé lugar del subsuelo de las selvas más remotas.

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Madre de Dios, paradójicamente una de las zonas con mayor riqueza biológica de la Tierra, ha perdido en los últimos seis años, por acción de una minería salvaje, 400 kilómetros cuadrados de sus mejores bosques. “Nosotros vivíamos en paz, extrayendo mineral de manera artesanal y con las debidas autorizaciones del Estado… Pero un día llegaron los informales y todo cambió”. Hemos detenido nuestro vehículo en una suerte de chabola, en un paraje próximo al kilómetro 116 de la carretera Interoceánica. Quien nos cuenta lo dramático de su historia es Sabina Valdez, una mujer de rasgos andinos que vive en el caserío de Manuani, a cincuenta minutos en motocicleta de donde estamos, y preside la Asociación de Mineros y Agricultores del río Manuani, un comité compuesto por 24 mineros artesanales que desde hace veinte años extrae el mineral de manera controlada, utilizando para ello métodos manuales o equipos básicos: lampas, carretillas, quimbaletes y bombas eléctricas de hasta 25 hp. Ellos fueron los primeros en dar alerta de la invasión que les cayó encima. De nada les sirvió las denuncias hechas ni las gestiones que realizaron ante los funcionarios del gobierno regional y los ministerios comprometidos con una posible solución; como hormiguitas, en pequeños grupos o en masa, los mineros informales fueron tomando posesión de las mejores tierras y cauces de agua para imponer un tipo de ocupación basado en la fuerza de sus potentes motosierras y la maquinaria, que fue apareciendo como por arte de magia.


Foto: Pablo Merino-ICAA

De pronto fueron mil, diez mil, muchos más. Las chozas forradas con plástico azul y calaminas se multiplicaron; los pueblos, los negocios, los bares y los prostíbulos también. Una economía paralela, boyante y muy dinámica, se instaló al lado del caserío de Manuani. La ley y el orden empezaron a correr por cuenta de los propios mineros. En este punto del relato interrumpimos a Sabina para subirnos a las motocicletas que nos esperan y acercarnos al corazón de La Pampa. Cuarenta minutos nos tomó recorrer parte de una geografía inaudita, inconcebible, indescriptible. Las dunas y la grama salada, los charcales y el páramo, la desesperanza y el olvido componen un paisaje salido del Armagedón.

Hay que tener la piel muy dura para soportar el cuadro que ha quedado del vergel de vida que hace menos de diez años caracterizaba a este sector en el interior de la llamada Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata. “Ya ve usted, no nos dejaron nada”. Sabina mira en lontananza para que tomemos un poco de aire. Los impactos de la minería informal en Madre de Dios son inmensos y han sido estudiados por el Estado y la sociedad civil. Una de sus grandes amenazas es, sin duda, el uso indiscriminado de mercurio, sustancia que termina invariablemente en los ríos. Un estudio del Proyecto Carnegie Mercurio Amazónico reveló que el 78 % de los 226 adultos analizados en Puerto Maldonado presenta en el cabello niveles de mercurio superiores a los límites permisibles (1 ppm). El nivel promedio

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informal, se hace evidente que la salud de los ecosistemas también ha sido severamente afectada. “No sabíamos qué hacer. Muchos decidieron irse, pero al final fuimos las mujeres las que decidimos cambiar, generar una nueva forma de vida”. A finales del 2012, la directiva de la Asociación de Mineros y Agricultores del río Manuani contactó por primera vez a los técnicos del Consorcio Madre de Dios, una coalición de organizaciones públicas y privadas que, en el marco de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), venía implementando esfuerzos regionales de conservación con el objetivo de buscar soluciones integrales a los problemas de la región. “Queríamos recuperar las áreas que habían destruido los invasores, pero no sabíamos cómo”, recuerda Sabina.

Foto: Pablo Merino-ICAA

hallado fue de 2,7 ppm, casi el triple del valor referencial, y llegó incluso hasta los 27,4 ppm. En Madre de Dios se producen 15 toneladas de oro cada año, de lo que se puede deducir que al menos treinta toneladas de mercurio se vierten en sus ríos. “El tema del mercurio es un asunto que afecta directamente la salud de la gente cuando la minería no trabaja adecuadamente. Es un problema impostergable”, lo ha dicho sin medias tintas Mariano Castro, Viceministro del Ministerio del Ambiente del Perú. En La Pampa, ante los estragos legados por la minería

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Gracias al apoyo del Consorcio Madre de Dios, la asociación implementó a inicios del 2013 un vivero forestal con plantones de especies nativas de rápido crecimiento: topa (Ochroma pyramidale), lupuna (Ceiba pentandra), amasisa (Erythrina ulei) y peine de mono (Apeiba membranacea), con el objetivo de reforestar un área de 262 hectáreas de tierras severamente degradadas por la minería informal. Fue un trabajo de titanes, de mucho esfuerzo y diálogo entre todos… En este punto del recorrido, mientras observamos con entusiasmo los plantones que resisten el aplastante calor de las doce del día de La Pampa, nos damos tiempo para


Foto: Pablo Merino-ICAA

escuchar a Francisco Román, limeño, científico de la Universidad de Florida –la institución que lidera el Consorcio Madre de Dios–, y decidido impulsor del sueño de los vecinos de Manuani. “Reforestar con especies nativas en terrenos tan degradados nos permite contar con información previa sobre el desempeño de las especies en los diferentes sitios en los que vamos a trabajar. Parece mentira, no existían experiencias de reforestación en áreas amazónicas degradadas por la minería aurífera informal”. Sabina y los miembros de su asociación son conscientes de la importancia que tiene su emprendimiento para afrontar con éxito la regeneración de miles de hectáreas degradadas en Madre de Dios. Los mineros y las mineras artesanales de Manuani tienen absoluta

confianza en el éxito de su trabajo. Como lo menciona una de las socias, “las mujeres de nuestra asociación sabemos lo que hacemos, cuando decimos: hay que hacer esto, lo hacemos”. Un nueva ilusión se ha instalado en este páramo al lado de lo que fue una selva exuberante y rica en recursos. Los integrantes de la asociación, la mayoría de ellos migrantes andinos, han empezado a hacer lo que parecía imposible. Sanar el ecosistema degradado, empezar a sembrar de vida lo que devastaron los que llegaron de lejos y se llevaron todo. “Si nos hubieran dado el apoyo que pedíamos”, rememora Sabina, “deteníamos la invasión. Por eso creemos que si el Estado en verdad valora nuestro trabajo y nos da una mano, estas tierras recuperadas jamás volverán a ser degradadas”.

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En el caserío de Manuani, veinte casitas alrededor de un campo de fútbol, nos reunimos con un numeroso grupo de socios de la asociación y con los técnicos del Consorcio Madre de Dios. Queremos obtener el testimonio de los implicados en esta revolución verde y sus expectativas. La más entusiasta es Sabina, una mujer de armas tomar que conoce los tejes y manejes de la burocracia regional. “Yo no me chupo, he hablado con el ministro varias veces y le he pedido lo mismo. Que nos reconozcan como guardianes de estos bosques y nos apoyen. Nosotros no vamos a parar hasta convertir el desierto en bosque, y queremos vivir de sus beneficios”. Luis Masías, uno de los técnicos del Consorcio Madre de Dios, los mira y sonríe; conoce muy bien la fuerza del colectivo con el que viene trabajando desde el 2013. “Lo que acaban de ver es un campo de investigación de primerísimo orden. Como consorcio, estamos tratando de aglutinar a todas las organizaciones de Madre de Dios para gestionar ambientalmente la región. Sin la participación de las poblaciones, no vamos cambiar nada”. “Al principio no entendíamos a los ingenieros”, toma la palabra Elizabeth Carhuaya, la tesorera de la asociación. “No entendíamos por qué nos decían que sembremos en tantas zonas”. Claro, no se trataba de sembrar por sembrar, nos lo había comentado el doctor Román durante nuestra visita al área reforestada. “Lo que estamos haciendo en La Pampa con nuestros socios de Manuani es investigación

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científica”. Y de la más útil. La actividad minera convirtió las tierras directamente afectadas y el bosque aledaño en tierra ácida, sin un ápice de materia orgánica. “Hoy conocemos, gracias a la información que genera nuestra investigación, las medidas que se deben tomar para tener éxito”. “Día a día hemos regado las plantas”, acota un hombre joven, otro de los miembros de la asociación. “Sí, fueron varias faenas. Llevamos en moto los plantones y con nuestras propias manos los fuimos sembrando en la pampa”, acota una mujer de sonrisa amplia. “Y al toque fueron llegando las hormiguitas”. “Y los bichos”. La reunión se convierte en un torbellino. Todos quieren contar sus experiencias en la reforestación, las anécdotas más resaltantes. “La minería ya no nos va a dar de comer, tenemos que buscar otras alternativas. El turismo, ¿por qué no? Todavía nos quedan bosques en pie, y en estos que vamos a sembrar va a volver la vida”, cierra el círculo Sabina. Tiene razón. Los bosques de Madre de Dios tienen que encontrar una vocación distinta a la de la minería, que todo lo convierte en oro. En oro que se esfuma dejando contaminación e infinitos problemas sociales. En La Pampa, en el infierno de la capital de la biodiversidad del Perú, una mujer lo demuestra. Una mujer y un comité de generosos defensores del bosque. Tres de la tarde. Hemos hecho el recorrido contrario, la desolación es la misma. En el arrabal del kilómetro 116 nos volvemos a subir a la camioneta que nos habrá de llevar a Puerto


Maldonado. Cierro mis notas apuntando lo siguiente: “Es posible cambiar el mundo si es que las voluntades se juntan. En el infierno de La Pampa, pobladores locales e instituciones de la sociedad y el Estado lo están demostrando. Gracias al trabajo colaborativo, gracias al esfuerzo del Consocio Madre de Dios, una alianza que reúne a la Universidad de Florida, la ONG Futuro Sostenible, la Universidad Amazónica de Madre de Dios (UNAMAD) y al Gobierno Regional de Madre de Dios, ganamos todos”.

Pienso en Sabina Valdez, presidenta de la Asociación de Mineros y Agricultores del río Manuani. Tengo grabada una última imagen suya. Sabina y tres de sus asociados, riéndose a mandíbula suelta: “Miren, miren, esas huellas que ven sobre la arena muerta son de una sachavaca. La muy viva está regresando en busca de su bosque”. A los lejos escucho el graznar de los guacamayos. La naturaleza se resiste a morir. Sabina y su comité lo saben, por eso han empezado a construir el futuro.

Foto: Pablo Merino-ICAA

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Vista Aérea de la Amazonía, La Macarena-Colombia / Foto: Walter Silvera-ICAA 142


MADRE AMAZONÍA

Se debería entender los Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos son componente estratégico para la planificación del desarrollo. No meras palabras sin sentido, jerigonza técnica de fácil comprensión solo para los entendidos. Debemos lograr que los habitantes de la extensa Amazonia que queremos gestionar estén al tanto de los pasos que hay que ir dando para construir el futuro que soñamos.

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emos vuelto a Lima. Nos toca asistir a un interesante evento convocado por la Unidad de Apoyo de ICAA para evaluar la marcha del programa en el último año de actividades. Han llegado representantes de los tres países de la Amazonía Andina de Colombia, Ecuador y Perú; a muchos de ellos los hemos conocido en los lugares donde viven o donde realizan su importante trabajo. El ambiente es el mejor, distendido, optimista, de colaboración mutua. Le toca el turno de contar las lecciones aprendidas a Bruno Sanguinetti, responsable de la Universidad de Florida en Puerto Maldonado y una de las cabezas visibles del Consorcio Madre de Dios. Bruno está convencido de que los términos que suelen utilizar muchos de los técnicos que trabajan con pueblos indígenas son tan complejos y enrevesados que a la gente del común no le suena a nada. Son como gotas de lluvia cayendo sobre el vacío.

Para demostrarlo ha traído un video preparado por su equipo. Este recoge las voces francas y potentes de un grupo de dirigentes de la principal federación indígena de Madre de Dios, y explica lo que entienden por mecanismos REDD+ y fijación de carbono. Uno de ellos confiesa que para sus representados la palabra carbono no les dice mucho, y que en las reuniones de capacitación donde les tratan de explicar qué significa el mecanismo REDD+, los asistentes se quedan pensando en una malla para pescar. “Para nosotros red significa malla. Entender otra cosa es asunto de los que han estudiado”. De inmediato se nos viene a la memoria el trabajo de Rita Vilca y sus compañeros de AMPA en la cuenca del río Gera, departamento de San Martín. Ella nos dijo lo siguiente, muy segura de lo que afirmaba: “Nosotros no le hablamos a la gente de servicios ecosistémicos

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Foto: Juan Puelles-ICAA

o Mecanismos de Compensación Ambiental, eso sería chino para ellos. Nosotros hablamos de la Madre Gera, de reparar los daños que le hacemos a la madre de todos. Entonces entienden, y se ponen la camiseta de la conservación”. Aterrizar los conceptos y hacerlos comprensibles para las distintas poblaciones del territorio amazónico es tarea de titanes: de titanes con espíritu crítico y mucha inventiva. La Ley peruana de Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos (MRSH), aprobada en el 2014, define a estos como los “beneficios económicos, sociales y ambientales, directos e indirectos, que las personas obtienen del buen funcionamiento de los ecosistemas, tales como la regulación

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hídrica en cuencas, el mantenimiento de la biodiversidad, el secuestro de carbono, la belleza paisajística, la formación de suelos y la provisión de recursos genéticos, entre otros”. Y de inmediato añade que los servicios ecosistémicos constituyen un patrimonio de la nación. Artículos similares se repiten en las diferentes legislaciones de los países de la región. Enhorabuena. La necesidad de apurar los pasos para que se apuntalen las medidas necesarias para activar estos importantes mecanismos fue, de seguro, lo que definió la decisión del programa de donaciones de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA) a convocar el concurso para la ejecución del proyecto “La Integración de


Servicios Ecosistémicos en la Planificación para el Desarrollo en la Amazonía Andina”. El concurso tuvo como ganadora a la Universidad del Pacífico de Lima, institución académica que lideró enseguida la puesta en marcha de mismo en el ámbito subnacional de Colombia, Ecuador y Perú, específicamente en los departamentos de Amazonas y Caquetá (Colombia), en las provincias de Napo y Sucumbíos (Ecuador) y en las regiones de Loreto y Madre de Dios (Perú); todas regiones que venimos recorriendo a lo largo de estos meses. El proyecto tuvo como objetivo principal facilitar la integración del valor económico de los servicios ecosistémicos en la planificación del desarrollo sostenible de los llamados gobiernos subnacionales. Para ello, se realizaron estudios de valorización económica en los servicios ecosistémicos de provisión (peces en Loreto y Amazonas, castaña en Madre de Dios y madera en Loreto); de regulación (control de enfermedades en Amazonas, Caquetá y Loreto, autopurificación del agua en Napo y Sucumbíos y mitigación del cambio climático en Caquetá); y cultural (belleza paisajística en Amazonas, Sucumbíos, Napo y Madre de Dios). Además de ello, se capacitaron funcionarios de los gobiernos subnacionales elegidos para el proyecto y a otros actores directamente involucrados en los procesos de planificación; se realizaron talleres en cada región del estudio para dar cuenta de los resultados

Foto: Juan Puelles-ICAA

preliminares y finales, y se elaboraron seis proyectos de plan de desarrollo y hojas de ruta para llevar a cabo las acciones prioritarias, orientadas a mejorar la gestión de los servicios ecosistémicos mencionados. El proyecto favoreció la participación de las autoridades subnacionales, actores claves que compartieron una perspectiva novedosa para la planificación del desarrollo. Asimismo, contribuyó a aproximar el valor económico de los servicios ecosistémicos priorizados en cada lugar, así como a plantear una serie de planes de acción para la conservación de estos, y su integración a los planes de desarrollo de las áreas geográficas estudiadas. Los países amazónicos comparten los retos de conservar el bosque, por la variedad de servicios ecosistémicos que ofrece, y comprender que el bosque es mucho más

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que madera; de igual forma, entender en qué medida el desarrollo de actividades económicas como el ecoturismo y la pesca pueden llevarse a cabo, y generar efectos multiplicadores de producción y empleo en sus localidades sobre la base del manejo eficiente de los servicios ecosistémicos. Contar con un valor económico aproximado permite orientar mejor y sustentar técnicamente la

formulación de políticas y propuestas de medidas y acciones. La idea es sencilla: que el tomador de decisiones, en el campo público o privado de los gobiernos subnacionales de la Amazonía Andina, conozca la importancia de maximizar los beneficios sociales o privados a partir del reconocimiento y el manejo eficiente

Foto: Walter Silvera-ICAA 146


de los servicios ecosistémicos. Y que se entienda que los Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos deben ser un componente estratégico para la planificación del desarrollo. No meras palabras sin sentido, jerigonza técnica de fácil comprensión solo para los entendidos. Debemos lograr que los habitantes de la extensa Amazonía que

La Amazonía Andina es una región privilegiada, con una dotación extraordinaria de ecosistemas, especies de flora y fauna, recursos genéticos y servicios ecosistémicos, que brinda apoyo al funcionamiento de actividades económicas y sociales. Este estrecho vínculo entre naturaleza y economía recibió especial atención a partir de 2008, cuando el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) impulsó la iniciativa La Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad (TEEB por sus siglas en Inglés), liderada por Pavan Sukdev y un amplio equipo de expertos de diferentes partes del mundo, comprometidos a posicionar el mensaje de las oportunidades y los beneficios que genera el considerar el aporte económico de la naturaleza,

queremos gestionar estén al tanto de los pasos que deben tomarse para construir el futuro que soñamos. Y los comprendan al margen de los nombres que pongamos a los procesos a generar, porque la Madre Amazonía –eso nos ha quedado claro después de tantos días de recorrido– requiere el concurso de todos sus hijos para salir adelante.

tratando de hacer un símil con un activo natural. En este sentido, y sobre la base de las decisiones de uso de dicho activo, este se capitaliza o se deprecia. Por tanto, es de destacar que las decisiones de producción y consumo contribuyen a conservar o depreciar el activo natural, el cual tiene usos variados. En este contexto, TEEB se constituye en un enfoque sencillo que llama la atención del tomador de decisiones, en el campo público o privado, sobre las oportunidades de maximizar beneficios sociales o privados a partir del reconocimiento y el manejo eficiente de los servicios ecosistémicos; y a su vez, los servicios ecosistémicos son un componente estratégico para la planificación del desarrollo.

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CAPÍTULO VI

LA CASA DE TODOS PUEBLOS INDÍGENAS

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VIVIR EN PAZ

Los yine llegados desde de la cuenca del río Ucayali se instalaron sobre tierras utilizadas por otras comunidades para la obtención de sus medios de vida y los conflictos entre los moradores de siempre y ellos se convirtieron en pan de cada día. Esa realidad se repite en la Amazonía peruana con excesiva frecuencia. Los procesos de ocupación del territorio amazónico se desarrollan a un ritmo inusitado sin tomar necesariamente en cuenta “derechos de posesión” anteriores.

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espués de dar vueltas por la Amazonía Andina de Colombia, Ecuador y Perú, volvemos donde empezamos: el Parque Nacional Alto Purús en Perú, el área natural protegida de mayor extensión de ese país y territorio ancestral de numerosas comunidades indígenas –cashinahuas, sharanahuas, culinas, mastanahuas, asháninkas, yines, arahuacas y piros– y grupos humanos en aislamiento voluntario. Nuestro viaje empezó al otro lado del mundo, en el extremo norte del parque, cuando llegamos a Puerto Esperanza para conocer el trabajo de la Asociación Manejo de Bosques Sin FronterasRío La Novia (MABOSINFRON), un comité de pobladores locales unidos para conservar un bosque de seis mil hectáreas que recibe el apoyo técnico de World Wildlife Fund (WWF) líder del Consorcio Purús-Manu. Ahora estamos sobre una de las orillas del río Las Piedras, en la comunidad nativa de

Santa Teresita, de apenas cien hectáreas y poblada por un grupo de indígenas yine llegados recientemente desde Ucayali. Nos acompañan los técnicos del Gobierno Regional de Madre de Dios y de la Federación de Comunidades Nativas de Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD), que impulsan junto con la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), como parte de su trabajo bajo la Unidad de Apoyo de ICAA, un novedoso y muy importante proyecto de resolución de conflictos intercomunales en Madre de Dios. Amancio Zumaeta es el apu de la comunidad. “Mi suegro”, nos cuenta, “se demoró 27 días en llegar en bote desde nuestra comunidad. ¿Y por qué lo seguí? Éramos muchos y la comida empezaba a faltarnos a todos”. Los yine del Ucayali se instalaron sobre tierras utilizadas por otras comunidades para la obtención de sus medios de vida, y los conflictos entre los moradores antiguos y

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ellos se convirtieron en pan de cada día. Esa realidad se repite en la Amazonía peruana con excesiva frecuencia. Los procesos de ocupación del territorio se desarrollan a un ritmo inusitado sin tomar en cuenta “derechos de posesión” anteriores. Por eso es que la FENAMAD se interesó en el proyecto propuesto por la SPDA, que tenía como objetivo principal mejorar las capacidades de los funcionarios subnacionales a cargo de la titulación de tierras en Madre de Dios para

resolver conflictos de este tipo y solucionar un malestar social extremadamente peligroso. Habla ahora Pepe Torres, de la Dirección Regional de Saneamiento del Gobierno Regional de Madre de Dios. “Sin títulos de propiedad, el Estado no podía invertir en educación, salud y los demás servicios. Estábamos atados de mano. Como maternitano me siento orgulloso de lo que estamos haciendo. Esta comunidad y la de Puerto Arturo, la de más allá ya las tiene”.

Foto: Juan Puelles-ICAA 152


En los últimos tres años la Unidad de Apoyo de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA) ha trabajado en el manejo de conflictos territoriales con el fin de incrementar la seguridad jurídica de las tierras indígenas en Colombia, Ecuador y Perú. La planificación del trabajo implicó una primera etapa, en la cual se elaboraron líneas de base de conflictos en las áreas a trabajar. En Madre de Dios, por ejemplo, la FENAMAD hizo un mapeo de conflictos que permitió tener una foto social muy bien definida como punto de inicio para armar esquemas de solución. En Ecuador se manejaron dos conflictos relacionados con la nacionalidad indígena cofán. El primero de ellos tuvo que ver con la presencia de un asentamiento de colonos kiwchuas dentro de los linderos de la comunidad de Dovuno. La relación entre ambos grupos se había deteriorado durante las dos últimas décadas y había generado tensiones cada vez mayores. La intervención de la Unidad de Apoyo permitió que ambas nacionalidades indígenas llegaran a un acuerdo, que resultó en la firma de un “Acta de Convivencia”, documento que estableció el área del asentamiento de los kiwchuas y de las tierras bajo su usufructúo. Asimismo, se establecieron las reglas para que sus representantes participen en las asambleas comunales de los cofán. Este acuerdo fue traducido a ambas lenguas y elevado a escritura ante notario público.

Foto: Juan Puelles-ICAA

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Foto: Juan Puelles-ICAA

El otro caso trabajado en Ecuador corresponde a un área de la comunidad cofán de Río Cofanes, sobre la cual una empresa privada, Fundación Tierra Azul, reclamaba derechos de propiedad en virtud de la supuesta posesión ejercida sobre dicha zona. La disputa ocasionó un proceso administrativo que fue patrocinado por la Unidad de Apoyo. Finalmente el proceso cayó en abandono y fue archivado, y se ratificaron los derechos de propiedad del pueblo cofán.

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de cooperación con el Gobierno Regional de Madre de Dios y con la Federación de Comunidades Nativas de Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD). En virtud de estos convenios, se estableció la figura de los “cooperantes”, que son especialistas profesionales en ramas de ingeniería forestal y derecho financiados por el proyecto para trabajar en estas instituciones y apoyar los procedimientos de adjudicación de tierras.

La resolución obtenida permitirá al pueblo cofán que 30 000 hectáreas de su territorio puedan acceder al programa Socio Bosque, programa de incentivos económicos para la conservación promovido por el Estado ecuatoriano.

Los cooperantes además, enseñan a los funcionarios de planta a “armar” los expedientes de adjudicación y legalización de tierras, y a preparar oficios y documentos legales necesarios para que el trámite cumpla con todos los requisitos formales en vistas a su aprobación final.

En el Perú, por su parte, la Unidad de Apoyo, a través de la SPDA, estableció acuerdos

En el caso de Madre de Dios, se identificaron nueve disputas territoriales que requerían


saneamiento físico-legal para lograr la seguridad jurídica. Se ha logrado la resolución de cinco de estas, identificadas en la línea base al momento de la elaboración del proyecto, e incluso se han obtenido títulos de propiedad. Se trata de un hito importante, porque representa el punto máximo alcanzable para lograr la formalización de tierras, que consiste en el reconocimiento de títulos inscritos en el Registro Público de la Propiedad. El proceso ha implicado la georreferenciación de estas cinco comunidades, lo que garantiza la

oposición jurídica del derecho de propiedad ante cualquier tercero que pudiera invadir estos territorios o reclamarlos para sí. Por otro lado, este caso ilustra la importancia de alcanzar niveles de cooperación tan cercanos con las instituciones públicas encargadas de los procesos de adjudicación y formación de tierras, ya que permite que se obtengan buenos resultados en materia de reconocimiento de derechos en favor de los pueblos indígenas relacionados con la seguridad jurídica de la tenencia de la tierra.

Foto: Juan Puelles-ICAA

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EXCLUIDOS DEL PARAÍSO

La situación de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario o Contacto Inicial (PIAVCI) en Colombia es doblemente grave por la presencia de grupos armados en sus territorios. Para los funcionarios de los gobiernos sub-nacionales y nacionales de dicho país conocer la experiencia de los demás países en el tratamiento de este dramático problema humanitario devino en una urgencia y un desafío.

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Entonces los vimos. Estaban allí, apretujados al lado de los escaparates de una tienda de ropa deportiva de San José de Guaviare, todos juntos, formando un concierto de rostros tristes, confundidos, desesperanzados. Eran ellos, los nukak makú, un pueblo trashumante, de cazadores y recolectores de la Amazonía colombiana cuyos últimos habitantes decidieron tomar contacto con occidente ingresando en tropel a la localidad de Calamar, un desangelado pueblo de la provincia del Guaviare. Corría el año de 1988 y la noticia del encuentro entre unos hombres recién salidos del bosque y los colonos instalados sobre sus tierras dio la vuelta al mundo. Se acercaba la fecha de la conmemoración del quinto centenario del “descubrimiento americano”, y había que celebrarlo. En aquel momento la población de los nukak posiblemente rozaba el millar de personas. Algunos años después, cuando el gobierno

nacional presionado por las denuncias del genocidio que había diezmado a los nukak makú se vio obligado a establecer un resguardo indígena que los protegiera, la población de este pueblo de hombres y mujeres de cabezas diminutas y piel muy oscura había disminuido un cincuenta por ciento. La violencia ejercida por la guerrilla de las FARC, la de los paramilitares, la violencia del ejército, la de los narcos, todas las violencias, también la que produjo el arribo de nuevas enfermedades, se habían ensañado con ellos. La mitad de los nukak makú murieron en el intento de contactarse con los hombres blancos y no tan blancos que se abalanzaron sobre sus territorios para imponer otra ley. Los nukak makú del Guaviare colombiano o los mashco piro, recolectores de tortugas en las proximidades del Parque Nacional Manu, Perú, son dos de los casi setenta Pueblos Indígenas en Aislamiento o Contacto Inicial (PIACI) que habitan los bosques con mayor

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empresas extractivas, gobiernos interesados en el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura, y por aventureros de todo tipo, desde madereros inescrupulosos hasta bandas armadas, pasando por turistas y religiosos en plan de evangelización. En opinión de la Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA), la protección legal de los territorios donde habitan y se desplazan los PIACI, así como la adecuada articulación del Estado, la sociedad civil, las poblaciones indígenas y los gobiernos, son fundamentales porque implican una efectiva gobernanza de los recursos naturales en la Amazonía Andina.

Foto: Walter Silvera -ICAA

biodiversidad y mejor estado de conservación de la Amazonía. Si hasta hace un tiempo se creía que el aislamiento en el que vivían se relacionaba con la inmensidad del territorio del gran ecosistema amazónico, hoy se sabe que la falta de contacto es un acto voluntario, una estrategia de sobrevivencia desarrollada después de las masacres del caucho y los otros infortunios que asolaron a sus poblaciones. Para los PIACI existen disposiciones legales que los protegen y les asignan territorios. Lamentablemente los espacios donde viven, donde han desarrollado sus actividades desde siempre, son vulnerados por

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La situación de los PIACI en Colombia es doblemente grave por la presencia de grupos armados en sus territorios. Para los funcionarios de los gobiernos subnacionales y nacional de dicho país, conocer la experiencia de los demás países en el tratamiento de este dramático problema humanitario devino en una urgencia y un desafío. Por ello es que DOI facilitó y coordinó en noviembre de 2012, en Colombia, el “Primer Encuentro Regional sobre Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI) en la Amazonía Andina”, espacio de trabajo regional que contó con la participación de representantes de agencias de gobierno del Perú, Colombia, Ecuador, las organizaciones indígenas y la sociedad civil, además del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) de Brasil y de la Unidad de Apoyo de ICAA .


Este primer encuentro dio paso a una segunda reunión en Lima, esta vez con la asistencia de la Unidad de Apoyo de ICAA, en junio del año siguiente, donde se fueron afinando agendas y se elaboraron una serie de documentos de suma importancia para el tratamiento de esta problemática. Entre ellos los desarrollados con asistencia de DOI, como por ejemplo , la Línea Base Regional sobre la situación de los Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial y los Lineamientos para la formulación del Plan de Contingencia para el Parque Natural Nacional Río Puré, en Colombia. Se cuenta a la fecha con una red de trabajo regional compuesta por gobiernos, organizaciones indígenas, sociales y de la sociedad civil. Por su parte la Unidad de Apoyo de ICAA contribuyó con los materiales de capacitación del Ministerio de Cultura del

Perú para los agentes de protección PIACI en zonas limítrofes a las Reservas Territoriales para PIACI. El proceso que impulsó ICAA para socializar las lecciones aprendidas en el camino recorrido en el afán de respetar los derechos y los modos de vida de los Pueblos Indígenas en Aislamiento o Contacto Inicial (PIACI) de la Amazonía se dio en el espacio de conjunción en el que encontraron gobiernos, indígenas y población civil de cuatro países de la cuenca. Se aprovecharon de esa manera las experticias nacionales en aras de un objetivo regional: la conservación de un grupo de pueblos transfronterizos que se siguen movilizando por el bioma amazónico sin tener en cuenta las demarcaciones políticas consolidadas en los dos últimos siglos.

Foto: Walter Silvera -ICAA

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Juan Puelles-ICAA

¿QUÉ ES ICAA? La Iniciativa para la Conservación en la Amazonía Andina (ICAA) es un programa regional de largo plazo creado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que suma e integra los esfuerzos de más de 30 organizaciones socias, locales e internacionales, para fortalecer la conservación del bioma amazónico en Colombia, Ecuador y Perú. Los objetivos de ICAA son: 1) contribuir con la reducción de la tasa de deforestación y la pérdida de biodiversidad; 2) lograr que los aspectos clave de gobernanza de recursos naturales funcionen de manera más efectiva; y 3) mejorar la calidad y la sostenibilidad de los medios de vida de las poblaciones amazónicas. A través de esta iniciativa, USAID reafirma su compromiso con la conservación y el desarrollo sostenible en la Amazonía Andina.


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