afectos
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El machi weye era central en la cultura mapuche antes de la invasión española, no obstante, su rol y comportamiento no se ajustaba a lo que sus invasores consideraban como permitido. Los weyes recorrían el espectro del género frente a la mirada escandalizada del cristiano colonizador.
Afectos Editado, creado y diseñado por: Weye, lectura y escritura creativa Reunidos en un afán por recolectar los frutos de voces olvidadas, armamos de papel esta memoria y de personas un taller. 1ª edición - Enero 2018 Santiago, Chile grupoweye@gmail.com Facebook: grupoweye
Come la manzana mi querida. Suelta baba - rojo en las dos llamas. Muérdete a la carne y haz el jugo espeso mezclándolo con sal Devórate los frutos en fuego y muéstrales el deseo a los que duermen Seduccion de los venenos (Extracto), Roxana Miranda Rupailaf
prólogo Entre encuentros y desencuentros que habitamos o deshabitamos por diferentes razones o condiciones, podemos afirmar con pequeña certeza que se manifiesta un impulso afectivo. Una fuerza o energía que habita en nuestras relaciones humanas con la materia y el espacio, lo inmaterial o lo virtual. Energía que guardamos y aguardamos en pequeños compartimientos que llamamos afectos, algo difícil de definir en teoría pero que en la práctica cada cual utiliza con libertad. El ciclo Afectos reúne este impulso energético que se erige en medio de nuestras distintas instancias de vida. Como (6)
puentes, canales o intersticios manufacturados colectivamente, estos cuentos y poemas son capaces de conectarnos, de develarnos como sujetos únicos y distintos, de afectarnos según nuestra propia subjetividad. Es así como nos encontramos o desencontramos con afectos virtuales, máquinas y desafectos, afectos y naturaleza, afectos infantiles, afectos y nación, afectos en relación con nuestras luchas políticas, con nuestros ancestros, o con la defensa de lo que somos. Todos estos impulsos nacen en un contexto particular, que determina con certeza la distribución de nuestra sensibilidad pero que es incapaz de homogenizar totalmente nuestras formas de relacionarnos.
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El centro del mundo Sin tĂtulo para Afectos Femeninos Sin tĂtulo para Afectos Infantiles Piquero Mi Rozen Maiden El bosque Desnaturalizada Misiles En la lucha libre sangraban de verdad
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Víctor Ramírez Constanza Olivares Rocío Manosalva Correa Paula González Álvarez Ariel Andrés Matías Santander Francisco Muena Felipe Jara Camilo Cárcamo Bustos
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afectos
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Ilustraciรณn: Donald McLeod @donimcleod ( 12 )
en el centro del mundo VĂctor RamĂrez
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El Centro Del Mundo vivía en mi ciudad, se mudó hace dos años desde el sur. El Centro Del Mundo cumplió veintiséis años y era hermoso. Tenía ojos oscuros, inmensos y fijos, y la piel del color de la arena mojada. Sus cabellos brillaban como si les hubiese sacado brillo uno por uno. Con solo verlo, uno sabía que amarlo era lo mismo que someterse voluntariamente a una tortura en el cepo. El Centro Del Mundo no sabe que existo. Cuando nos encontramos en la maricoteca, él decidió no verme y esa sería su política por casi toda esa noche. El Centro Del Mundo no quería entender nada, aunque siempre se comportaba como si lo entendiera todo. Y ( 14 )
resultaba muy convincente. Yo supongo que tenía sus opiniones, pero se negaba a mostrarlas. Siempre parecía no necesitar de nadie ni de nada. Y entiendo eso, por algo nunca había tenido “amigos”… ¿De qué me habrían servido? Yo estaba encantado con mi propia compañía. Pero mi encuentro con él constituyó un terrible golpe: el Centro Del Mundo estaba fuera de mí. Y yo hacía todo lo que estaba a mi alcance para acercarme a él. Descubrí que no era suficiente con estar cerca de él, también debía valerme ante él. Y lamentablemente no era el caso. Yo no le interesaba en lo más mínimo. A decir verdad, nada parecía interesarle. Parecía satisfecho de permanecer encerrado en sí mismo, no obstante, se notaba que se sentía observado y aquello le gustaba. Me tomó tiempo darme cuenta de que al Centro Del Mundo solo le importaba una cosa: ser mirado. Así, sin saberlo, lo hice feliz: me lo devoraba con la mirada. Me resultaba imposible dejar de mirarlo, pues nunca había visto algo tan hermoso. Era la primera vez que la belleza de alguien me impactaba y, por razones que se me escapan todavía, la belleza del Centro Del Mundo me obsesionaba. Lo amé desde el primer instante que lo vi y nunca había pensado en amar nada. Y fue un proceso muy lógico: era el más hermoso, luego lo amaba, luego se convertía en el Centro del Mundo. ( 15 )
Comprendí que no podía limitarme a amarlo, era necesario que él también me amara. ¿Por qué? Porque así lo decidí. En el sector apartado para fumadores me lo encontré. No era casualidad, lo había seguido atentamente y sabía que estaría ahí cuando pusieran el bloque de las niñas asiáticas, porque uno ya no está en edad de las idols orientales. Me acerqué, envalentonado por un par de tragos, y se lo comuniqué con toda sencillez pues me resultaba natural tener que informarlo: - Tienes que amarme. Se dignó a mirarme, pero se trataba de una mirada que podría haberme ahorrado. Le siguió una pequeña risa despectiva. Estaba claro que acababa de decir una tontera. Tenía que explicar y aclarar que no se trataba de ninguna tontera, que era algo en serio. - Tienes que amarme, porque yo te amo. ¿Lo entiendes? Me parecía que con aquella aclaración todo volvería a su orden natural. Pero entonces el Centro del Mundo se puso a reír con más fuerza. Sufrí una herida confusa. - ¿Por qué te ríes?
Nunca debí preguntar tanto, debí conformarme solo ( 16 )
con mirar pues descubrí la tetralogía que definiría mi vida amorosa: deslumbramiento, amor, altruismo y humillación. Con voz sobria, altiva y divertida, respondió: - Porque eres tonto.
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Ilustraciรณn: ร lvaro Castro S. @aerokawin ( 18 )
sin tĂtulo
Constanza Olivares
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— Leyton: (aparece en la sala, que es completamente blanca, sin elemento alguno sobre el escenario. Continúa su monólogo) ...Pero cuando son ellas las que nos violentan, las que nos maltratan, ahí si que nadie hace nada, ni siquiera reaccionan los hombres a actos de violencia contra su propio género, creen, al igual que las mujeres, que nosotros somos el sexo “fuerte”, que si la polola lo deja encerrado en la casa para que no salga con sus amigos y él tiene que terminar saltando de la ventana y quebrándose algo está bien o da risa… anda tu a hacerle lo mismo a una mujer, quizá a tu mamá pero ni ahí a tu polola, anda a levantarle el brazo si te fué infiel que lo más probable sea que el paco la levante contra ti después en la comisaría… ( 20 )
— Gonzalo: (aparece desde el mismo lado, hacen contacto visual y se entiende a quién iban dirigidas las palabras del leyton) uuuuf… que mala suerte si eso te ha pasado pero a mí… mi señora me corta el agua y con eso se arreglan todas las peleas de la casa (se ríe de su propio chiste) (Hay un silencio que se prolonga, llega cansadísimo un hombre más joven que los dos anteriores, el cual es también parte de su grupo. Sin embargo después de tomar un trago grotesco de agua que deja chorrear tranquilamente por sus mejillas los mira avergonzado y molesto) — Pablo: (retoma la risa de Gonzalo, como si le hiciera gracia el chiste anterior, pero lo mira fijamente, desafiante, mantiene la sonrisa hipócrita cuando habla) Nooo me diga ah, qué fácil es vivir como ustedes ¿no? Uno se hace la víctima y el otro… que se creen que las mujeres son alguna raza de extraterrestres que los vienen a esclavizar, a superar ¿a qué? Mirense un poco al espejo por favor y mejor ríanse a la buena de lo que están hablando, sobre todo tu papá. — Gonzalo: (a Leyton) A este no lo tuvimos que haber invitado… (a Pablo) Todavía eres un cabro chico hijo. (Los tres siguen caminando y salen del escenario por el otro extremo) (Llegan tres mujeres cansadas, riendo por no se sabe qué chis( 21 )
te, descansan en medio del escenario, se sientan en el suelo) — Isidora: Yaaaa, pero si al final siempre son así, se enojan con una, les dejai de hablar y vuelven llorando no te vai a hacer problema por eso tampoco. — Maida: No si no es por eso, es que ella lo sigue llamando po… primero fue la compañera de pega… piola pero después fue la “amiga”, la “amiguita” y ahora es siempre no es que ni amiga esto mi amiga quiere ir a no sé dónde, lo otro… — Cata: Estaba leyendo una cuestión el otro día de cosas que hacían las mujeres siempre que el marido no las pescaba… ná que ver el artículo po, por último le ponen de título “la única cosa que tienes que hacer si no te pesca más” y una frase gigante abajo “mandalo a la chucha” (se ríen joviales) — Maida: bueno, a lo mejor tienes razón igual, pero cuando vives con él lo vai a tener que pescar si o si (se ríe para aliviar sus palabras) — Cata: Pero no más de lo que se merece si… en todo caso más penca que tu pololo siendote infiel es la mina que lo corretea, desde hace cuando no andaba esperando el momento en el que se pelearan supongo… — Isidora: Nooo Cata, es el pololo de la Maida el que sabe en ( 22 )
lo que se mete, la loca puede coquetearle todo lo que quiera pero él es perfectamente capaz de no pescarla… y esa tontera de que la carne es débil (se ríe suavemente) pura cobardía. — Maida: Eso fue lo mismo que le dije — Cata: Tiene que ser bien bacán el Pablo para que por un lado se le anden tirando las amigas y más encima te tenga a ti preocupada de que vuelva a la casa. (Cata y Maida se alejan, conversando sin ruido, se queda Isidora y hace un aparte) — Isidora: Ay amiga, ni me gusta que ella y su pololo se peleen ni me agrada que la tenga que desilusionar… es una guerra perpetua, entre nosotras siempre hay celos de por medio, está en nuestra naturaleza, envidiar y odiar por nada. Al final cuando ella ya no se dé cuenta tendremos que venir nosotras a protegerla de él… y de mí. Él no era para ti, dejó que lo invitara al cine, tarde mal y nunca se acordaba de que tenía una polola bella como tu que lo esperaba con la cena que luego se enfriaba al igual que su enojo.
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Ilustraciรณn: Camila Ovando @camilaovando ( 24 )
sin tĂtulo
RocĂo Manosalva Correa
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Cuando era chica mi abuelita no me dejaba entrar en la cocina. Así me mantenía fuera de su reino, del mandato sobre las operaciones hogareñas en las que reafirmaba su jerarquía matriarcal. También lo hacía para que yo no aprendiera lo que a ella le parecía que una nana debería hacer por mí. Extraño pensamiento para alguien que se fue a Argentina a trabajar como empleada cuando la plata faltó en la familia. Mi mamá era chica. Debe haber tenido entre 5 y 10 años cuando mi abuelo hizo malas inversiones, confió en gente que no debía y apostó más de lo que tenía. Lo perdió todo, los negocios, la casa, el respeto de algunas personas y las ganas de seguir intentándolo. Lo que quedó, se lo tomó. ( 26 )
Me imagino yo que con la frustración y la vergüenza de haberse sabido hombre poderoso y llegar a verse hombre pobre, prefirió esconderse en ser hombre ebrio. Antes de ser comerciante de éxito era poeta, y eso fue casi lo único que no perdió. Mientras mi abuela estaba en Argentina cocinándole a familias que le deben haber recordado su propia era de esplendor, mi abuelo le escribía las cartas más románticas que he leído. “Imagínate que la brisa te acaricia la mejilla como yo lo hacía, y te trae todos los besos que yo no te puedo dar”. Cosas así. Él murió unos 10 años antes que ella. Sé que mi abuela sufrió mucho, pero creo que le hizo bien. Así como le hizo bien que yo le dejara en claro, cuando me fui a vivir con ella, que no podía tratarme con la punta del zapato como lo hacía con él. Creo que nunca le perdonó haber perdido todas las comodidades que vienen la plata, el estatus social o la calma de saber que se van a poder pagar las cuentas del mes. Todo eso se fue de la familia para no volver nunca más. Perderlo le hizo bien, porque ya no iba a tener a alguien que aceptara sin chistar su mal carácter. Yo no iba a permitírselo, nunca he sido del tipo obediente. O dulce. Cuando me fui a vivir con ella fue por necesidad, no por amor. Mi mamá ya no podía pagar el arriendo, así que tuvimos que instalarnos en una pieza que mi abuela tenía desocupada. Al principio vivir con mi abuela era como estar en un campo de batalla. Nunca dejábamos de pelear. Mi mamá me decía que le tuviera paciencia, ( 27 )
que era vieja, que ya no iba a cambiar. Pero incluso antes de que en la universidad me enseñaran sobre derechos del niño y adultocentrismo, yo sabía que no era mi culpa que ella fuera una vieja de mierda y que no tenía por qué aceptarlo. Las cosas empezaron a cambiar cierto día en que tuvimos una discusión que nos llevó a un auténtico enfrentamiento, en que ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder. Su estrategia final fue un llanto digno de cualquier culebrón mexicano. Primero se puso a llorar en el baño, a todo volumen, y como yo no la pesqué se fue a llorar al lado de mi pieza para asegurarse de que yo la escuchara. Era tan absurdo que salí a decirle que estaba arrepentida de lo que había dicho, pero sólo para que parara el show. Como no lo hizo, volví a mi pieza y nunca más la tomé muy en serio. Descubrí que esa era la clave del éxito. Ya sin importarme lo que ella me dijera, liderando mi propia revolución en las jerarquías familiares, seguí siendo como soy: desordenada, caprichosa, desafiante y con un serio problema para saber cuándo callarme. Sus tendencias conservadoras no la dejaban darme la razón, pero creo que mis pequeñas rebeliones le dieron la confianza para demostrarme algo que no había esperado. Ella era igual. Con el tiempo empezó a decir garabatos por primera vez en su vida. Mi apodo llegó a ser un cariñoso “cabra e mierda”, cuya insolencia le provocaba risa cada vez que lo decía. Resultó que ( 28 )
le gustaban las películas de acción, especialmente las que tuvieran a protagonistas mujeres bien autosuficientes, bien feministas. Hasta discutió con algunas autoridades de la iglesia a la que iba ¿Dejó de ser una vieja de mierda autoritaria? No ¿Se volvió mucho más divertida? Definitivamente sí. También me enseñó algunas cosas útiles, como a nunca hacer algo que alguien más pudiera hacer por mí; o a no demostrar el amor haciendo las cosas de la casa, porque para eso se le puede pagar alguien, pero una esposa divertida es irremplazable. Aunque no lo haya hecho conscientemente me enseñó a tratar a la persona que yo ame con respeto y admiración. Porque después de que mi abuelo murió ella se acordó de cómo era todo cuando ellos se querían y se arrepintió de haberlo tratado como lo trató. Me lo contaba mientras lavaba la ropa o en los comerciales cuando estábamos viendo Duro de Matar. Que antes de las peleas, las decepciones y las distancias, ellos bailaban tango. Él le escribía poemas y ella se burlaba de algunas de sus rimas (en honor a la verdad, cómo no burlarse de “por ti vivo, por ti muero, por ti estoy flaco como un plumero). Pero otros poemas los guardó siempre en su corazón. Mis padres no tuvieron una relación de la que yo pudiera aprender qué es el amor, pero lo pude aprender de una generación más atrás. Amor es lo que está contenido en esas ( 29 )
cartas con direcciones argentinas y lo que estรก de alguna forma escrito en mi alma. Amor fue aceptar que mi abuela era Hitler en delantal de cocina y que ella aceptara que yo era Lenin en prekinder. Amor es lo que se queda conmigo incluso ahora que ella no estรก.
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Ilustraciรณn: Cecilia Rosales @ebani_ll ( 32 )
piquero
Paula Gonzรกlez ร lvarez
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— Oye, ¿te vas a comer eso? Me gusta cuando Piquero se tira un ídem a la silla y toma sol en la mañana. Me da la certeza de que al menos hay una cosa que estoy haciendo bien. — Oye, ¿te vas a comer eso? Le alcanzo un pedacito de queso pegado en un plato de la pizza de anoche. Piquero lo huele y no lo come. Siempre hace lo mismo. — Si sabes que no te gusta, para qué me lo pides. ( 34 )
— Porque soy un gato, pelotuda, y hago lo que se me para la cola. — Cómo que pelotuda, paquete de pulgas. Yo te recogí de la calle, que no se te olvide. — Debería estar tomando sol encaramado en una pandereta, no en esta silla de casa de reposo. — ¿Sabes cuántas veces al día come un gato de pandereta? — Seguro nadie le da queso podrido. Rápidamente le agarro la cabeza con una sola mano, tapándole los ojos. Piquero se retuerce en la silla tratando de zafar. Me rasguña y resopla, logra salirse y se para en dos patas, con los brazos abiertos. — Ven ahora po. Lo miro y me parece tierno. Le cuelga una panza de gato sedentario, con los pelos medio disparados para todos lados. — No, filo. Ya sabes que soy el animal más grande en esta casa. Piquero salta atléticamente de la silla y se vuelve loco, corriendo por todo el departamento, chocando contra los pisitos y el velador. Bota el dildo y el plato con el queso pegado. ( 35 )
No se detiene y termina quebrando un vaso. Trato de atajarlo y terminamos peleando en la alfombra. Le agarro la cabeza, lo inmovilizo con la otra mano, él me tira manotazos y trata de morderme. — Te dije que soy el animal más grande. Yo mando. Se cansa de forcejear y se rinde. No me contesta, lo dejo. Me paro de la alfombra, recojo el dildo y miro el desastre del vaso. Piquero me ataca por atrás y me muerde la pierna, haciéndole un hoyo a la panty. — ¡Maletero! Te pasaste. No tengo más pantys, cómo voy a salir así. — Qué me importa -dice subiéndose a la silla otra vez-. Así te quedas en la casa.
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IlustraciĂłn: SofĂa Carrere Riveros @toti_cosas ( 38 )
mi rozen maiden
Ariel AndrĂŠs
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I A la Susana la conocí, almorzando algo chancho con la Cata, a la falda del Santa Lucía. Estaba semi desnuda entre unas enredaderas. En ese entonces se llamaba Barbie y parecía escapar de una vida burguesa llena de fiestas decadentes. La sentamos con nosotras para compartir un pito a modo de sobremesa. No hablaba nada, pero sonreía feliz de escucharnos. Se veía preciosa. Esa misma tarde, cuando noté que no tenía donde ir, la traje conmigo. Aquellos días jamás imaginé que sería por tanto tiempo: vivo en una pieza de esos cités tenebrosos que ( 40 )
perduran por Estación Central, frente a la USACh. Pensé que nos faltaría espacio o que ella no encajaría en el barrio, sin embargo, nos acomodamos muy bien y las carencias que llenaban el lugar no lograban deformar su permanente sonrisa. Era muy simple, no parecía identificarse con ningún lugar o idea, excepto ser admirablemente hermosa. Era lo único que parecía definirla. Durante esos primeros días en los que se adaptó tan fácilmente, empecé a desear que se quedara. Llevaba cuatro años tratando de hacer de mi pieza un hogar y las muñecas desbordan esa sensación casera. Disfrutábamos mucho jugar juntas: sugería que la instalara por los pocos muebles que poseo en intrépidas posiciones, logrando hacer precioso cualquier rincón. Durante esos juegos, mientras nos hacíamos amigas, fue que empezó a llamarse Susana. II Ella era una excelente compañera. Aquel año, el último de mi carrera, cuando se mudó conmigo, fue en el que me sentí más apoyada. La Susana adquirió un sorprendente interés por mis lecturas. La ponía junto a mí, en el escritorio mientras estudiaba, para que me hiciera preguntas sobre diversos temas. Desarrolló una gran curiosidad por todo lo que me parecía interesante, intelectualmente estimulante o meditativo: leer, ir a yoga, trabajar en el pequeño jardín que ( 41 )
había armado, usar la bicicleta y, por sobre todo, escribir. Me incitaba a todas esas cosas que, por el poco tiempo que dejaba estudiar, trabajar y vivir con lo justo, me apasionaban. Fue un tiempo muy bello. Mi práctica de pedagogía en artes visuales la pasé armando planificaciones y ensayándolas con ella, le explicaba la aplicación correcta de ciertas técnicas, pero más que nada historia y teoría, que era lo que más nos gustaba. Fue la estudiante perfecta y a mí me sirvió mucho. Además, era rico hablar de cosas del arte que me interesaban e inquietaban con alguien que las compartiera. Cuando tenía noches libres, y no aparecía ningún wasap prometiendo fiesta, tomábamos vino, a veces cerveza, y nos fumábamos un caño. Estábamos hasta tarde escuchando música y creyéndonos el cuento de artistas. La Susana siempre se sacó, como improvisando, las performances más ingeniosas, filosas e interesantes. Yo moría de risa, aún lo hago solo con acordarme, y mejor aún, varias continúan pareciéndome interesantes. No le costaba nada hacer y proponer lecturas sobre estética, era seca y aún lo es. Jamás había pensado que un juguete como ella se sentiría tan cómoda conmigo. La admiraba al punto de los celos, lo tenía todo, o al menos todo lo que yo no tenía. Era tan inteligente que me provocaba cierto pudor el nivel de intimidad que compartíamos.
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III Ese semestre lo aprobé sin problemas, fue después cuando de verdad vi el apoyo y el talento de la Susana. Tenía que hacer mi tesis y aún no la definía, a pesar de mi destreza en ramos pedagógicos, tenía la esperanza de poder desarrollar un proyecto artístico interesante. Una de esas noches de beber con la muñeca, celebrando las vacaciones de invierno, me propuso nuestro primer trabajo: mi tesis sería un fotomontaje de distintas escenas que cuestionaban el papel de la muñeca Barbie como productora de cánones exitistas, desde lo físico a lo profesional, en las niñas. Una propuesta novedosa para lo que siempre había mostrado a mis profesores. La obra consistió en tres sesiones, de seis a ocho fotos cada una, que contaban “historias del éxito” en las que el cliché tomaba distintas formas, algunas donde lograba pasar más desapercibido. Estas tres narraciones se proyectaban por separado, dentro de una misma habitación, al mismo tiempo y acompañadas permanentemente por una canción para niños. Ella protagonizó las fotos, también propuso dos de los guiones para las sesiones, las mejor logradas de hecho, y ayudó soberanamente en la edición de la obra. Fue modelo, productora y co-directora, pero me pidió a mí que hiciera los textos, que aparecerían como subtítulos en las imágenes, para hacerlas más comprensibles. Me dijo que el texto era lo más importante en el ( 43 )
arte y que yo redactaba excelente. Fue divino, yo estaba admirada de ella y nunca me había sentido tan segura. Jamás había volado tan alto, aunque solo se tratara de una tesis de pregrado. El montaje fue difícil, yo aún tenía que dejar de jugar los fines de semana para trabajar como vendedora de retail en el falo que se erige por Tobalaba. Tenía poco tiempo y aún menos recursos, tuve que acudir a muchas amigas que se sintieron dichosas de apoyarme en la primera, y espero no la última, labor artística de mi vida. Me prestaron proyectores, la cámara, una sala y parlantes para realizar las sesiones. También todas fueron a vernos cuando presentamos, fue pequeño y mucho más simple de lo que describo, pero estaban chochas. Mis profesores quedaron tan fascinados y sorprendidos que se lo mostraron a otros académicos, desde esos círculos llamaron a la Susana para ofrecerle un pedazo de cielo. Así se ganó el fondo para su proyecto actual, que cuenta con un presupuesto y beca de mantención absurdamente altos. Consiste hasta ahora en un libro de fotografías que buscaría, desde una lectura feminista, tensionar la relación de deseo explícito en la Barbie con el hecho de que se trate de la representación de una mujer. Apenas supo la noticia me dijo que nos mudáramos a un loft estupendo enfrente de Plaza Brasil y que participara del proyecto. Yo le dije que no porque siento que debe demandar un ritmo intelectual y ( 44 )
académico que me costaría mucho seguir, además acabo de encontrar unas buenas horas como profesora, raro para estar recién titulada, y no sé si me alcanzará el tiempo para estudiar. Lo que no le dije, pero es verdad también, es que no sé si podría llevar los gastos de su nueva vida. La noche que se mudó me dijo que siempre tendría alguna de las habitaciones libre por si cambiaba de opinión. Yo no le respondí nada, me parece imposible, aunque lo anhelo profundamente.
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Ilustraciรณn: Carolina Velรกsquez @carola.velasquez ( 46 )
el bosque MatĂas Santander
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Un simple disparo, un simple disparo y veo como llueven los cadáveres. Inercia, inercia total ante las palabras de mi padre: “Hoy me acompañaras a conseguir la cena”. En un principio no entendí nada de lo que decía, mas sólo que saldríamos al bosque esta mañana. Mi padre, un hombre tosco y cazador por naturaleza, me dijo que tenía que crecer y aprender a sobrevivir como un hombre que trae la comida a casa después de una sangrienta cacería. Sabía que era lo que hacía, pero nunca me importo, siempre y cuando hubiese comida en la mesa no me importaría su procedencia. Caminamos esa mañana por el bosque, no hacía frío, pero tampoco calor, básicamente estaba agradable, el sol se veía por allá en el horizonte vegetal que se extendía hasta ( 48 )
donde llegara la mirada, caminamos por ese mismo sendero que uso todos los días al salir por las tardes para recorrer y explorar el bosque mientras mi padre toma su siesta, que parece más hibernación, dándome tiempo para explorar el verde del ambiente, el verde por el que nos rodeamos todos los días desde que tengo memoria, desde incluso antes del fallecimiento de mi madre, hace tantos inviernos atrás. Seguí contemplando la natural belleza del lugar, las plantas, las hojas, los animales e insectos que viven en perfecta sincronía con su ambiente, provocando sinfonías de madera, de criaturas salvajes, de pájaros que siguen el viento como único guía espiritual. Esa perfecta armonía solo se ve interrumpida por nuestros pasos a través de las hojas y ramas del camino, seguimos andando y solo veo el sol alzándose entre los árboles, como si los escalara rama por rama, para que así poder, en su cúspide, hacer crecer a las flores. No intercambio ni una palabra con mi padre, tampoco es que me comunique mucho con él, prefiero a los animales que viven en este lugar, prefiero en especial a los venados, que se pasean entre las extensas hectáreas de este paraíso vegetal, y prefiero en especial a aquel venado del otro día, que deambulaba cerca de nuestra casa, con su pelaje a la naciente luz del sol y con pequeñas astas que recién les estaban creciendo. Se veía hambriento, no sé como deduje eso, sin embargo lo hice y creo que acerté, ya que al darle unas frutas que tenía dentro de casa, lo único que atinó fue a comerlas y llevárselas. Esperaba verlo alguna vez de nuevo. ( 49 )
Llegamos al fin a un punto en el cual mi padre me pidió que me agachara, no sé por qué, pero utilizó su silbato especial que siempre llevaba consigo antes de salir de caza por la mañana, apenas escuche un sonido muy agudo, casi imperceptible, luego mi padre se colocó en posición con su rifle, puso su ojo en la mira y tan sólo observó, como si siguiera algo muy importante para él. Presentía que ya estaba observando a su presa y antes de que yo pudiese divisarla, silencio, el arma disparó, humeante de tanta muerte que carga, humeante de satisfacción al haber cumplido el objetivo de su creación: Quitar vidas al antojo de su portador. Al acercarnos al cadáver del animal, sentí escalofríos por toda la espalda, de forma creciente a medida que nos acercábamos al ser inerte que yacía en el suelo: “espero que hayas tomado nota, porque con esto tenemos sólo para unos días”. Luego de esas palabras entendí su significado, al ver con detenido detalle el cadáver note su pelaje a la luz del sol naciente, sus astas que recién estaban creciendo desde su cráneo destrozado por la bala. Lo que antes era el venado que había visto hace un tiempo no muy lejano, ahora se transformaría en nuestra cena, “siempre y cuando hubiese comida en la mesa no me importaría su procedencia, verdad”.
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Ilustraciรณn: Mariela Muena
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desnaturalizada Francisco Muena
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Escalofríos suben y congelan músculos, contraen esófago y aceleran pulsaciones. Ahí están, ahí. Latido, latido, ( 54 )
latido, latido, latido, latido. Sienten, huelen esta piel sudada. Latido, latido, latido, latido, latido, latido. Deletrean mi nombre, murmuran burlas enraizadas en tierra de macho, de ellos, ellos, ellos, sรณlo ellos en posiciรณn de verdugos; y no dejo de caminar, no puedo y apuro el paso. Latido, latido, lati Asqueroso culiao, golpean; ( 55 )
maricón, maricón, maricón, maricón, maricón, maricón, hazte hombre, golpean. Yo no, yo yo no, tartamudeo; reniego mis rasgos, disimulo mi marica pigmento con lenguaje masculino mientras contengo el incendiario golpe de una lágrima. Maricón, grábatelo maricón. Y mi cuerpo cae avergonzado de su sangre, su amariconada sangre dispuesta a juicio.
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Ilustraciรณn: Fito Mellado
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misiles Felipe Jara
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Diez archivos digitalizados por hora. Esa era la cantidad que le exigían junto a sus compañeros como criterio de eficiencia. Si no se cumplía, le descontaban de su sueldo. Si los cumplía no tenía bonos. Si lograba llegar a los 15 archivos por hora recibía un incentivo. Casi nadie lo conseguía. Había uno que sí podía. Ese personaje apenas conversaba, apenas se paraba de su asiento, dejaba las idas al baño para su hora de colación, entonces comía en tiempo record, casi masticaba y tragaba sin más (pobre comida). No podía entender cómo ese ser podía hacer los 15 archivos mínimos por hora para recibir ese súper incentivo monetario. Que en realidad es bien precario. Quizás es por( 60 )
que es padre de familia. Seguramente eso hace la diferencia. Claro. Como ella es joven y soltera no necesita descrestarse por más plata. Con su sueldo podía comer, arrendar una pieza en el centro, pegarse su par de carretes con mojitos incluidos y hasta comprar una que otra prenda del mall cada cierto tiempo. Sin embargo, siempre estaba al límite, rogando no enfermarse para que no se le desordenen las cuentas. Por lo mismo se hacía la lesa con la tendinitis que la ha jodido cada cierto tiempo. — Nunca voy a ser mamá. No me conviene- Se dijo mientras tecleaba rápidamente archivo tras archivo. Y es que pensar en una familia era pensar en pobreza. A menos que se case con un loco con billete. Pero eso equivaldría a perder libertad. Una suerte de contrato tácito que por la disparidad de sueldos la obligaría a transar su cuerpo y sus intereses en abnegación a este supuesto hombre salvador. Mejor no tener hijos y seguir digitando archivos. Hasta que salga algo mejor. Recordaba a su papá y sus constantes recriminaciones. Debiste haber estudiado más. ¿Y qué más podía hacer? Fue de los mejores promedios de su generación en el Liceo, así y todo, su puntaje en la PSU no le permitió ingresar a la educación superior. Tampoco había plata para una universidad privada. En sus tiempos ni siquiera existían los créditos ( 61 )
usureros que le hubiesen permitido educarse encalillándose de por vida. Ella cumplió con esforzarse, con tener buenas notas en su Liceo de alta vulnerabilidad social. Pero algo falló y no se dieron las cosas. Quizás con sus mismas ganas debió nacer en otro lugar, en otra vida. Quizás en un barrio acomodado y haber sido una escolar del Santiago College. O quizás vivir en una realidad paralela donde podría haber sido sueca o danesa o de Canadá. En un último caso puede que mejor hubiese sido no nacer. A veces se pegaba su fantaseo. Soñando despierta que encuentra un trabajo donde puede airearse, donde puede hacer cosas distintas, donde pueda moverse y conversar aunque sea para atender público. Envidiaba profundamente a las chiquillas que califican para esos trabajos, que por lo general son más delgadas que ella. Y es que sí, estaba pasada en kilos, pero se consideraba atenta, empática, con mucha orientación al servicio…. ¿Por qué cresta no le daban la oportunidad? ¿Acaso la gente gorda tiene algún impedimento con la atención de público? A fin de mes se pondría a dieta –nuevamente-. Haría la dieta de la manzana. Probaría con ésta, luego de haber fracasado con la dieta cetogénica que escuchó en el matinal del 13, y de fracasar también con las pastillas de espirulina que le recomendó una amiga como solución mágica para bajar kilos en poco tiempo. — Marta y Joaquín a colación. ( 62 )
La supervisora le anuncia que le toca la hora de almuerzo con el raro de los 15 archivos por hora. Buena noticia para descansar los tendones. Mala por tener que compartir con ese friki. Así que se apuró. Casi que corriendo al casino a buscar una mesa bien lejos y bien invisible. Creyó encontrarla. Calentó su plato y se sentó a comer tranquilamente. Le gustaba saborear. No podía entender esa gente que tragaba todo en dos segundos. A ella le gustaba masticar, revolver la comida en su boca, sentir sus matices en la lengua. Ese día llevó charquicán. Lo preparó con mucho esmero. — Levante las patitas, mi niña.- le dijo la señora del aseo. — Sí, tía. ¿Cómo está?— Bien, mi niña ¿Qué trajo hoy día? — Charquicán. Yo lo hice. — Mmmmm. Huele rico.- dijo mientras exageraba una inhalación placentera. Y siguió su camino. Se alejó trapeando. Ella se giró un poco y la miró en su caminar destartalado y lento. Le recordaba a su abuela. Sólo que no se imaginaba a su abuela trabajando a esa edad. Por suerte, su abuela pudo vivir la vejez en casa. La pensión no era mucho pero bastaba y le permitía dedicar tiempo a sus cosas: al tejido, a las plantas, al comadreo, a regalonear a los nietos y al perro. ( 63 )
Se enderezó y se atoró con el charquicán que tenía en la boca: sentado en su mesa, frente a ella, se encontraba el friki. Ese ser raro y súper eficiente iba a compartir almuerzo con ella. De inmediato se le cortó el apetito. — Marta, viste las noticias. Parece que va a estallar la guerra. Kim Jong-un sigue probando misiles y Trump parece que ya no aguanta. – Le indicó con éxtasis la portada del diario sensacionalista que traía. — Ahm. Sí.- Comenzó a responder ella en modo automático. — Y Rusia, la ex URSS sería aliado de Corea del Norte. China también ¿Entiendes qué significa eso? — Ahmmm. — ¡La guerra! ¡El fin del mundo!- dijo con detención y los ojos muy abiertos.- Heavy cómo pasan estas cosas ¿Qué sería de nosotros los chilenos si queda la cagá? Tendríamos que aliarnos con alguien. Yo creo que mejor empezar a hablar con Merkel, porque aliarse con Alemania siempre termina bien. Aunque igual en Alemania se disparó el voto de la derecha dura así que… De pronto no lo escucho más y dejo que siguiera su monólogo. ¿Qué sería de nosotros los chilenos si queda la cagá? La pregunta del friki le quedó dando vueltas. ¿Qué sería de nosotros los chilenos si queda la cagá? Mientras le daba más vueltas a esa pregunta comenzó a sentir rabia hacia ( 64 )
ese bicho trabajólico que patudamente se sentaba con ella y le mataba el goce de su almuerzo. Sentía pena también por su charquicán que quedó a medio comer.
Él seguía transmitiendo: — ¿Y sabías que Kim Jong-un se educó en Suiza? ¿Entonces Suiza apoyaría a Corea del Norte? Pero los suizos siempre han sido neutros. Creo que hay una comunidad de coreanos en Suiza, pero de los del norte. Porque los coreanos del sur son distintos ¿los has visto? Son todos con peinados raros, maquillados, medios fletitos parece…
Ya no lo oía ¿Qué sería de nosotros los chilenos si queda la cagá? Se quedó pegá con la pregunta. ¿Acaso ser chileno no es sinónimo de vivir en la cagá? ¿En la incertidumbre? Se respondía con esos cuestionamientos. Le dio rabia porque ella misma vivía preocupada de que todo calce, de que nada altere el tóxico equilibrio de estar al día, de pagar las cuentas. No iba al dentista como hace 10 años por lo mismo, era mucho lujo. Así que ahí le quedó la muela picá como símbolo de su precariedad, y también como un recordatorio de que no necesita de una guerra entre coreanos y gringos para comenzar a preocuparse de su existencia siempre al debe. En todo caso, menos mal que era una muela picá y no un cáncer, porque ahí ya todo es catastrófico.
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Empezó a verlo en rojo al friki. Miraba cómo seguía hablando casi sin respirar y mostrándole la portada del diario ese. Sentía profundas ganas de quitarle el diario y entubárselo.
Él seguía con el monólogo: — Y viste que la Bachelet criticó a Kim Jong-un en la conferencia de la ONU…
Ella sentía como se le ponía la cabeza caliente. Creía tener mil coágulos acumulados en las venas gracias a esa conversación. Por suerte alguien prendió la tele en el casino. Era el noticiario de las dos. Por fin la tele la salvaría de semejante pelotudo. Se giró hacia ella y fingió un interés único. Por fin la pantalla comenzó a hablar y dar el adelanto del día: — Esta tarde en TeleTrece: Valparaíso prepara el festival de los mil tambores sumando medidas para evitar desorden y suciedad / Presidenta Bachelet anuncia proyecto de ley ambiental que busca prohibir el uso de bolsas plásticas en las zonas costeras del país/ Perro que robó empanada en despacho dieciochero es contratado para grabar comercial de comida canina. Y luego del avance aparece la lectora de noticias. Su salvadora. Por favor presenta algo extenso que me distraiga de este ( 66 )
tonto, pensó. Y la lectora por fin habla: — Y comenzamos la jornada de hoy destacando el conflicto en escalada entre Corea del Norte y Estados Unidos. La escalada de violencia en las amenazas de los mandatarios parece no ceder ¿Será este el inicio de una inminente guerra?
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IlustraciĂłn: MatĂas Ruz Miranda @cabropesao_ ( 68 )
en la lucha libre sangraban de verdad Camilo Cรกrcamo Bustos
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Casi toda mi generación, la nacida durante los noventa, veía a la WWF, que era la lucha libre que pasaban por Chilevisión los sábados a las 20:00, y con repetición el domingo a las 17:00. El clásico panorama que tenía durante los fines de semana de mi niñez, y que ahora intento reconstruir, me pone a mí con 12 años más o menos, y mi hermano mayor, que me ganaba por dos, formando con los sillones del comedor una suerte de ring de boxeo, con el sonido de fondo de la tele y la contienda de la WWF, y que tomaba su lugar secundario ante la verdadera pelea. Nuestra pelea. Yo solía ser “Triple C”, como humilde tributo a mi luchador favorito, y mi hermano se convertía en “Empírico-man”, un nombre que mezclaba una palabra que no en( 70 )
tendíamos, pero que nuestro papá había mencionado y que nos gustaba, con el naciente gusto por los superhéroes que teníamos. Habían otros personajes, pero estos dos eran los clásicos, aunque disfrutábamos cambiar de identidad cada ciertas semanas, pues el juego se complejizaba graciosamente. Buscábamos un nuevo nombre, una nueva historia que teníamos que memorizar para introducir el conflicto -queríamos ser lo más parecido al programa- pero, principalmente, creábamos una nueva vestimenta que no se podía repetir entre personajes. Diría que en esos momentos de creatividad estallaban la mayoría de las risas, pues mi hermano, que era más desatado que yo, creaba sus trajes con cosas que pillaba por la casa y con ropa que no era de él. Recuerdo cuando sacó un calzoncillo de mi papá del tendedero y se lo puso en la cabeza tras haberle hecho unos hoyitos para sus ojos. Lo mejor era que estas travesuras nunca se mezclaron con temor hacia la reacción de nuestro papá, pues, aun viendo lo que mi hermano había hecho, él se subía la camisa hasta taparse la cara y nos atacaba con su peluda panza al aire, inventando, como nosotros, el nombre de un monstruo que había llegado a derrotarnos, el temible Ararat. Es cierto que no entendía nuestros esfuerzos por imitar de la manera más realista posible la lucha libre de la tele, pero su gran actitud ante las jugarretas de mi hermano nos hacía olvidar la puesta en escena. Después de todo, la gracia era divertirse, y estas peleas con el monstruo siempre terminaban en besos y abrazos para nosotros, con mi papá repitiendo varias veces cuánto nos amaba. ( 71 )
En nuestras pugnas infantiles -como les digo cuando las recuerdo- solo llegamos a aceptar la intervención de Ararat; de nadie más, incluida mi madre, quien vivía con nosotros pero que no jugaba con nadie. Aunque no era de las madres que te comen a besos cuando pueden, sé que nos quería y prefería ser el pilar del orden y de la seriedad que es necesario en toda “familia bien constituida”, como ella solía decir, pero, lamentablemente, un único sábado intervino en las luchas y la convirtió en la última pelea de “Triple C”. Había encontrado las sábanas que oculté, durante la madrugada de ese día, en el fondo del tacho de la basura. Nunca había sacado la basura de la casa, así que sospechó y fue a revisar. Mientras llevábamos una media hora de juego con mi hermano, recibí el fuerte llamado de ella desde mi pieza. Fui rápido, ya que la costumbre así me lo ordenaba, y una vez allí sentenció: “ya eres una mujer. Actúa como tal”. La vergüenza hizo que mi cara, como la sábana descubierta, se tornara roja entre la confusión de sus palabras, el miedo a los cambios que sabía que iban a venir, y la llegada de una sensación que nunca he podido describir. Quedé en silencio total. Me quedé ahí, durante todo ese fin de semana, encerrada en la habitación, sin prender la tele ni abrir un cuaderno, alternando la vista entre el espejo que era de mi tamaño y la ventana que daba a la calle y al maldito tacho de la basura, delator de mis cosas, de mi intimidad.
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A pesar del dolor físico que me sobrevino y que mi mamá intentaba sanar a través de yerba mate y sopas de espárrago, mi padre no apareció. Y ni hablar de mi hermano, quien ya para el domingo estaba viendo la repetición de la WWF, a modo de enterarse qué había ocurrido con las peleas del programa, quizás por primera vez desde que empezamos a armar nuestro ring de boxeo. Ese día entendí que el dolor físico es solo una parte de la gran gama de dolores que entrega la vida. “Es parte de crecer”, me intentaba consolar mi madre, “ya te acostumbrarás”. Como suele ocurrir tras vivir un evento trascendental, como aprendí en ese momento, los días siguientes a la sentencia fluyeron como sangre escurriéndose en las manos. Fueron cinco días, hasta que llegó el nuevo sábado y el nuevo capítulo de la lucha libre. Faltaban quince minutos para que empezara el programa, y aprovechando que mi hermano aún no bajaba de su habitación, idee una historia que explicase la súbita ida de “Triple C” la semana pasada. Era algo acerca del asesinato de un hermano mellizo, y que lo iba a vengar esta noche, ya que tenía el nombre de algunos sospechosos del crimen. Mi plan era ver de quién se iba a disfrazar mi hermano, y ahí iba a nombrarlo para iniciar el nuevo combate. Cuando el reloj marcó las 20:00, fui corriendo hacia la pieza de mi hermano y le grité que se iba a perder “la pelea del siglo”, no sé por qué, y agregué que había un gran público esperándonos. Tardó unos minutos, pero llegó su respuesta ( 73 )
desde el otro lado de la puerta: “Ya no quiero jugar contigo”. En esa época no habría podido deducir que el “quiero”, que acababa de oír, era un cambio elegido por él, ante el “puedo” del discurso original que le habían obligado a aceptar. Él lo sabía, ese era el modo que tenía de intentar proteger su pobre autonomía que se estaba concibiendo gracias a la pubertad. Yo solo sabía que detrás de la voz que escuché, estaban las palabras de mi madre. De pronto llegó mi papá del trabajo, y fui corriendo a pelear con el monstruo, valientemente, yo sola. Me saludó fríamente, y como a veces usaba esa artimaña para atacarnos por sorpresa, le levanté rápido la camisa para pegarle en la panza con mis infantiles puños. Él, mi propio padre, me atajó las muñecas y dijo que no le tocase. Intentó esconder su cara de incomodidad con una rara sonrisa, y solo me revolvió el cabello de la cabeza y subió a su habitación. Ararat había sido derrotado porque no quería contacto físico conmigo, o porque estaba sola en el ring de boxeo, que se mantenía totalmente armado, y habría sido una contienda desigual. No recuerdo que conclusión saqué o qué respuesta inventé ante todos estos cambios, no recuerdo siquiera si asumí algo, pues las lágrimas que derramé cuando mi padre se fue ocuparon toda mi concentración y energía. Durante las dos horas que duraba la lucha libre, nadie bajó al comedor. Veía mi reflejo en la pantalla que cambiaba de colo( 74 )
res a cada instante, y sabía que ya nada iba a ser como antes. Sentí la piel de mis mejillas rotas por todo el llanto, y decidí ir a lavarme al baño, pero no logré concluir el recorrido. Me petrifique delante de la pieza de mis padres, desde donde salía una enojada voz dirigida a alguien que guardaba silencio. Decía algo acerca de que toda vida era empírica, y que yo me iba a acostumbrar a los cambios que empezaba a sufrir. No solo fue el acto que presencié, que no habría podido entender como lo hago ahora, acerca de la manera técnica y fría con que trataban mi propio crecimiento, sin dar espacio hacia lo que yo sentía y quería, sino el haber ido hasta el diccionario y entender de una vez lo que la dichosa palabrita quería significar y que me llevó a asumir, de una vez por todas, el fin de mi niñez. Esa noche, sola en mi habitación, deshice el traje de “Triple C” mientras conversaba con el espejo acerca de la imposibilidad de vengar el asesinato del mellizo de éste clásico luchador, de cómo el asesino había sido exterminado por un tercero, quizás por otro crimen, pero no ajusticiado por el que me importaba. Y como la conversación se estaba volviendo monólogo, decidí terminar la historia, reduciéndola a una mera palabra tal como lo habían hecho mis padres con mí, según parece, nueva Yo: “La muerte de tu hermano, “Triple C”, es solo una experiencia más en tu vida. No llores.”
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epílogo “¿Acaso podemos cerrar el corazón contra un afecto sentido profundamente? ¿Debemos cerrarlo?” James Joyce No. No, no, y no. Que el corazón se nos llene, que se expanda, que se contraiga, se desgarre y se rompa. Que se rompa de nuevo. Y de nuevo. Una y mil veces. Que la fibra se haga más grande, más fuerte, y que se nos infle el pecho con todo lo que pasa...porque pasa.
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Que no se diga más que los hombres no lloran, porque acá abajo lloramos todos, acá abajo las pieles se deslizan satinadas hasta el suelo. Acá la desnudez más pura es esta, la de los huesos. Que no se diga más que de amor no se muere, porque amar es lo único que nos hace inmortales, porque de amor podríamos morir para siempre, porque el amor nos revive. Que la lucha constante del día a día no esté libre de matices, que las pulsaciones del cuerpo nos muevan a todos lados, que cuanta emocion exista venga a nosotros, que cada piedra en el camino nos haga más fuertes, y cuanto recuerdo hermoso nos haga más grandes. No cerremos el corazón, mantengamoslo abierto de par en par, que se empape, que se arriesgue. Hagamos de cada historia un vínculo, y de cada vínculo, una hebra luminosa. Hagamos de nosotros mismos un grito de existencia pura, vivamos el éxtasis de vivirnos a nosotros mismos. Que con cada emoción venga sublevada una rebelación, una guerra interna, y ganémosla. Enrabiémonos todos, miremos con pena, con angustia, miremos con envidia, con culpa, con nostalgia, con valor, miremos con humor y apego, miremos con ganas, miremos con afecto.
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Este fanzine fue impreso durante el intenso verano de 2018, entre amigues viejos y nuevos, en Santiago de Chile. La familia tipográfica para texto y títulos es Frutiger. Todo se ha impreso en papel bond de 80 g. 1ª edición Copia / 50
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@grupoweye