A GALERAS A REMAR LA VIDA COTIDIANA EN LAS GALERAS ESPAÑOLAS DE LOS S. XVI Y XVII MARCOS SAMPER LOS ÚLTIMOS DÍAS DE NAPOLEÓN WALTER SCOTT EL ARTE DEL MAREAR ANTONIO DE GUEVARA DIFERENTES PARECIDOS CERVANTES Y SHAKESPEARE MARTÍN SACRISTÁN EL GENERAL QUE SE ALIÓ CON LAS ARAÑAS ÁNGEL S. CRESPO SI ERES GATO, SALTA DEL PLATO COMER Y BEBER EN TIEMPOS DE CERVANTES ÁNGEL S. CRESPO/ISABEL PÉREZ MIL GUADARRAMAS LA SIERRA HECHA PALABRA EQUIPO EDIT. GUADARRAMISTAS 101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA ÁNGEL S. CRESPO SU SANTIDAD PECADORA MARTÍN SACRISTÁN
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A comienzos del siglo XIV un grupo de catalanes y aragoneses asentados en el reino de Sicilia, el cual habían conseguido dominar para la corona de Aragón, decide que la isla mediterránea se ha quedado pequeña para sus aspiraciones personales. Bajo el mando de Roger de Flor acuden a la convulsa Grecia, donde el empuje turco está desmembrando lo que queda del Imperio Romano de Oriente. Encadenan una serie de rápidas victorias contra los turcos, aun siendo muy inferiores en número y armamento. ¡Desperta ferro!, ¡Aragón Aragón! eran los gritos estremecedores que al unísono y mientras golpeaban sus armas contra el suelo, lanzaban los almogávares -así se denominaba a estos catalanes y aragoneses- antes de iniciar la batalla. Sin piedad, degollaban, saqueaban, quemaban y vencían una y otra vez. Los almogávares formaron un ejército que hizo temblar a turcos y griegos, en un momento de la Historia en que tuvieron en su mano el dominio del Cercano y Medio Oriente. Algo que sólo impidieron sus luchas internas de poder. Francisco de Moncada nos narra en el año 1620 lo que ocurrió tres siglos antes, y lo hace con todo detalle, expedición a expedición, batalla tras batalla y traición tras traición. Un entramado de relaciones humanas y de aventuras con mayúsculas, que convierte en mera anécdota cualquier narración de ficción que se pueda imaginar.
CATALANES Y ARAGONESES QUE CONQUISTARON ORIENTE LOS
ALMOGÁVARES FRANCISCO DE MONCADA
Francisco de Moncada y Moncada nació en Valencia en 1586. Tercer marqués de Aytona y anteriormente, conde Osona, ejerció como diplomático en Flandes, Viena y Alemania para el rey Felipe IV y para el conde-duque de Olivares. Tras la muerte de Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países bajos, de la que había sido canciller, el propio Moncada quedó como gobernador de aquellas difíciles posesiones, después de haber ejercido como jefe de la armada y de las fuerzas terrestres. Retratado por Van Dyck, Felipe IV dijo de él que era “ministro de muchas prendas y tal que no veo hoy otro que le iguale”. Falleció en Alemania en 1635, después de una vida dedicada a la diplomacia, también a la guerra y, dada su gran cultura, a la escritura sobre una de las disciplinas que más le apasionaba, la historia. Entre su obras destacan: Expedición de los catalanes y aragoneses contra los turcos y griegos de 1620; Vida de Anicio Manlio Torquato Severino Boecio, publicada en 1642; Genealogía de la casa de los Moncada; y Antigüedad del santuario de Montserrate.
FRANCISCO DE MONCADA
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© De la Edición: Guadarramistas Editorial/ A.S.C. TÍTULO ORIGINAL: EXPEDICIÓN DE LOS CATALANES Y ARAGONESES CONTRA TURCOS Y GRIEGOS, POR FRANCISCO DE MONCADA, CONDE DE OSONA.
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ALMOGÁVARES LOS CATALANES Y ARAGONESES QUE CONQUISTARON ORIENTE
FRANCISCO DE MONCADA
ÍNDICE
Prólogo del Editor
10
Prólogo del Autor
12
1. Los reinos y reyes de la Casa de Aragón en aquellos tiempos
15
2. Elección de general
21
3. Quién fue Roger de Flor
25
4. Los capitanes suplican al rey les favorezca
29
5. Embajada de los nuestros al emperador Andrónico y su respuesta
33
6. El emperador señala sueldo a la gente de guerra
37
7. La armada parte de Sicilia ¿Qué gente y milicia fue la de los almogávares?
39
8. Roger se casa. Pelead catalanes y genoveses dentro de Constantinopla
43
9. Pasa la armada a la Anatolia y echa a la gente en el cabo de Artacio
47
10. Catalanes y aragoneses vencen a los turcos
51
11. El ejército se retira a sus alojamientos para invernar en el cabo de Artacio
55
12. Ferrán Ximénez de Arenós se aparta de los suyos
59
13. Parte el ejército a socorrer Philadelphia y vencen a Caramano
63
14. Entra en Philadelphia el ejército victorioso
67
15. Llega Berenguer de Rocafort a Constantinopla
71
16. Llegan nuestras banderas a los confines de la Anatolia y al reino de Armenia
75
17. Catalanes y aragoneses pelean contra los turcos en las faldas del monte Tauro
77
18. Llega el invierno y los nuestros vuelven a las provincias marítimas
81
19. El ejército se aloja en la Tracia Chersoneso y Roger parte a Constantinopla
87
20. Berenguer de Entenza llega a Constantinopla con nuevo socorro
89
21. Los genoveses persuaden al emperador para hacer la guerra contra los catalanes
93
22. Se paga a la gente de guerra, por orden de Andrónico, con moneda corta y nacen nuevos alborotos
97
23. El emperador Andrónico da en feudo a los capitanes catalanes y aragoneses las provincias de Asia
101
24. La gente de guerra se alborota con furia porque desconfía de Roger
103
25. Se concluye el trato de pasar al Oriente y Roger recibe las insignias de César
107
26. Parte Roger a verse con Miguel Paleólogo
109
27. Los alanos matan a Roger con gran crueldad
113
28. La gente de guerra toma las armas contra los griegos
117
29. Berenguer de Entenza, sabida la muerte de Roger, degüella a todos los vecinos de Galípoli
121
30. Siguiendo a Berenguer de Entenza, no por ser el mejor, sino por ser el más poderoso
125
31. Los embajadores de nuestro ejército son presos y muertos cruelmente en la ciudad de Rodesto
129
32. Se envían embajadores a Sicilia y sale Berenguer con su armada
133
33. Prisión de Berenguer de Entenza y notable pérdida de los suyos
137
34. Los pocos que quedaron en Galípoli dan barreno a todos los navíos de su Armada
141
35. La batalla contra los griegos. La venganza
143
36. La batalla entre Apros y Cipsela. Miguel Paleólogo vencido y herido
147
37. Estado de los griegos y de las cosas de Andrónico
153
38. Catalanes y aragoneses toman las ciudades de Rodesto y Paccia
155
39. Fernán Ximénez de Arenós llega a Galípoli
159
40. Fernán Ximénez gana Modico
161
41. Muntaner rompe a Jorge de Cristopol
163
42. Rocafort y Fernán Ximénez de Arenós toman Estañara y cobran sus galeras
165
43. Catalanes y aragoneses vencen a los masagetas en las faldas del monte Hemo
167
44. Acometen los genoveses Galípoli y se retiran con pérdida de su general
173
45. Los turcos y turcoples al servicio de los catalanes
179
46. Sucesos de Berenguer de Entenza después de su prisión y hasta su vuelta a Galípoli
183
47. Berenguer de Entenza y Berenguer de Rocafort dividen el ejército en bandos
187
48. Rocafort pone sitio a Nona, Berenguer a Megarix y Ticin Jaqueria toma Fruilla
191
49. El infante Don Fernando llega a Galípoli para gobernar el ejército
195
50. El infante es excluido del gobierno por las mañas de Rocafort
199
51. Rocafort gana Nona y el ejército deja las plazas de Tracia y pasa a Macedonia
205
52. Rocafort mata a Berenguer de Entenza y Fernán Ximénez de Arenós se pone en manos de los griegos
209
53. El infante lleva consigo a Muntaner después de entregar la Armada
213
54. Pasa el ejército a Macedonia
217
55. Prisión del infante Don Fernando en Negroponte
219
56. Rocafort jura fidelidad a Tibaldo de Sipoys, en nombre de Carlos de Francia
221
57. Muntaner vuelve a Negroponte y en Atenas se ve con el infante Don Fernando
225
58. Prisión de Berenguer y Gisbert de Rocafort
229
59. Tibaldo lleva a Nápoles a Rocafort y le da muerte
233
60. Los catalanes se ofrecen a servir al duque de Atenas
237
61. Sale el ejército de Casandria y pasa a Tesalia
239
62. Baja el ejército de los catalanes a Tesalia y pasan a Achaya
241
63. El duque de Atenas recibe a los catalanes
245
64. Despide el duque con ingratitud a los catalanes y se previenen para la guerra
247
65. Victoria de los catalanes contra el duque de Atenas
251
66. Los turcos vuelven a Galípoli
255
67. Los griegos ganan un castillo y se fortifican
259
68. Los turcos vencen a Miguel y hacen grandes daños en Tracia
261
69. Philes Paleólogo vence a los turcos
263
70. Algunos sucesos de catalanes y aragoneses en Atenas
267
Prólogo del editor
A
comienzos del siglo XIV un grupo de catalanes y aragoneses asentados en el reino de Sicilia, el cual habían conseguido dominar para la corona de Aragón, decide que la isla mediterránea se ha quedado pequeña para sus aspiraciones personales. Acostumbrados a la guerra, deciden buscar un nuevo lugar donde guerrear y obtener la riqueza que su rey, Fadrique, ya no les puede proporcionar. Bajo el mando de Roger de Flor acuden a la convulsa Grecia, donde el empuje turco está desmembrando lo que queda del Imperio Romano de Oriente. Contratados por el emperador Andrónico II Paleólogo encadenan una serie de rápidas victorias contra los turcos, aun siendo muy inferiores en número y armamento.
¡Desperta ferro!, ¡Aragón Aragón! eran los gritos estremecedores que al unísono y mientras golpeaban sus armas contra el suelo, lanzaban los almogávares -así se denominaba a estos catalanes y aragoneses- antes de iniciar la batalla. Sin piedad, degollaban, saqueaban, quemaban y vencían una y otra vez, hasta el punto de hacer temer al propio Andrónico por la seguridad de su imperio. Entiende el emperador y su hijo Miguel, que tal vez han introducido en sus tierras a un enemigo más poderoso que el propio turco. El asesinato de Roger de Flor por los mismos que lo habían contratado, hace que las armas almogávares se vuelvan en contra de los griegos, iniciándose una serie de conquistas que los llevan hasta el interior de Asia, para conseguir, más tarde, conquistar la propia ciudad de Atenas tras derrotar a su duque. Las traiciones, las luchas por el poder entre los propios almogávares Berenguer de Rocafort y Berenguer de Entenza, muerto el segundo a manos del primero, y Ferrán Ximénez de Arenós apartándose de la con-
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timación y afrenta de su nombre. Ganados por fuerza muchos pueblos y ciudades, desbaratados y rotos poderosos ejércitos, vencidos y muertos en batalla reyes y príncipes, grandes provincias destruidas y desiertas, muertos, cautivos o desterrados sus moradores; en definitiva, venganzas merecidas además de lícitas. Tracia, Macedonia, Tesalia, y Beocia penetradas y pisadas a pesar de todos los príncipes y fuerzas del Oriente, y por fin muerto a sus manos el duque de Atenas con toda la nobleza de sus vasallos y de los socorros de franceses y griegos que ocupaban su estado, y en él, fundado un nuevo señorío. En todos estos sucesos no faltaron traiciones, crueldades, robos, violencias, y sediciones, pestilencia común, no solo de un ejército colecticio y débil por el corto poder de la suprema cabeza, sino también de grandes y poderosas monarquías. Si como vencieron los catalanes a sus enemigos, hubieran vencido su ambición y codicia no excediendo los limites de lo justo, manteniéndose unidos, habrían dilatado sus armas hasta los últimos fines del Oriente. Palestina y Jerusalén, por segunda vez, hubieran visto las banderas cruzadas. Porque su valor y disciplina militar, su constancia en las adversidades, sufrimiento en los trabajos, seguridad en los peligros, presteza en las ejecuciones y otras virtudes militares, las tuvieron en sumo grado mientras que la ira no las pervirtió. Pero el mismo poder que Dios les entregó para castigar y oprimir tantas naciones, quiso que fuese el instrumento de su propio castigo. Con la soberbia de los buenos sucesos, desvanecidos con su prosperidad, llegaron a dividirse en la competencia del gobierno. Divididos a muerte, se encendió una guerra civil, tan terrible y cruel, que causó sin comparación mayores daños y muertes que las que tuvieron con los extraños.
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CAPÍTULO I
Los reinos y reyes de la Casa de Aragón en aquellos tiempos
Antes de dar principio a nuestra historia, importa para su entera noticia explicar el estado en que se hallaban las provincias y reyes de Aragón, sus ejércitos y armadas, sus amigos y enemigos. Principios necesarios para conocer dónde se funda la principal causa de esta expedición. El rey don Pedro de Aragón, a quien la grandeza de sus hechos dio renombre de Grande, hijo de don Jaime el Conquistador fue casado con Gostanza hija de Manfredo, rey de Sicilia, a quien Carlos de Anjou con ayuda del pontífice romano, enemigo de sangre del emperador Federico, quitó el reino y la vida. Quedó Carlos con su muerte príncipe y rey de las Dos Sicilias, y más después que el infeliz Coradino, último príncipe de la casa de Suevia, roto y deshecho, vino preso a sus manos, y por su orden y sentencia, se le cortó la cabeza en público cadalso, para eterna memoria de una vil venganza y ejemplo grande de la maldad humana. Don Pedro, rey de Aragón, no se hallaba entonces con fuerzas para poder tomar satisfacción de la muerte de Manfredo y Coradino, ni después de ser rey le dieron lugar las guerras civiles, porque los moros de Valencia andaban levantados, y los barones y ricos hombres de Cata-
16 ALMOGÁVARES. LOS CATALANES Y ARAGONESES QUE CONQUISTARON ORIENTE
luña estaban desavenidos y mal contentos; y también porque mostrándose enemigo declarado de Carlos, provocaba contra sí las armas de Francia y las de la Iglesia, formidables éstas por lo que tienen de divinas. Con los reinos de Sicilia y Nápoles lejos de los suyos y sus armas ocupadas en defenderse de los enemigos más vecinos, todas estas dificultades detenían el ofendido ánimo del rey, pero no de manera que borrasen la memoria del agravio. En unas vistas que tuvo con el rey de Francia Felipe, su cuñado, intervino Carlos, hijo del rey de Nápoles, y deseando el rey de Francia que fuesen amigos y se hablasen, siempre don Pedro se excusó, y mostró en el semblante el pesar y disgusto que tenía en el corazón. Así, todos quedaron mal satisfechos y desabridos, y fue entonces cuando Carlos comenzó a prevenirse y armarse, sospechando que las fuerzas del rey de Aragón podían ser igual de grandes que su ánimo y pensamiento. Pero el cielo se las dio bastantes para tomar entera y justa satisfacción de la sangre inocente de Coradino por medios tan ocultos, que no se supieron hasta que la misma ejecución los publicó. Los sicilianos, incitados de la insolencia francesa, desenfrenada en su afrenta y deshonor, tomaron las armas, y con aquel famoso hecho que comúnmente llaman Vísperas Sicilianas, sacudieron de la cerviz pública el insufrible yugo de los franceses, y de Carlos, que injustamente los oprimía, dejándoles al arbitrio y sujeción de ministros injustos; causa que las más veces produce mudanzas en los estados, y casos miserables en sus príncipes. Acudió luego Carlos con poderoso ejército a castigar el atrevimiento y rebeldía de los súbditos. Ellos viendo cerrada la puerta a toda piedad y clemencia, pusieron la esperanza de su remedio y amparo en don Pedro, rey de Aragón, que en esta sazón se hallaba en África como verdadero príncipe cristiano, con ejército victorioso y triunfante de muchos jeques y reyes de Berbería, asistido de la mayor parte de la nobleza y soldados de sus reinos. Llegaron ante su presencia los embajadores de Sicilia, tan llenos de lagrimas, de luto y sentimiento que bastarían para mover no solo el ánimo de un rey ofendido por particular agravio, sino el de cualquier otro que como hombre sintiera. Le recordaron la muerte desdichada de Manfredo y la afrentosa de Coradino, y le propusieron cumplir la venganza con ayuda de los pueblos de Sicilia, tan cercanos a él como enemigos del de Francia. También le hicieron saber la peligrosa situación en que se hallaban su libertad, vidas y haciendas, si él no les
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amparaba con su valor; porque ya Carlos estaba sobre Mesina, y amenazaba el rigor de su castigo un lastimoso fin a todo el reino. Movido de estas razones y de las que su venganza le ofrecía, acudió antes que su fama a Trapana con todo su poder, y fue con tanta presteza sobre su enemigo, que apenas supo Carlos que venía, cuando vio sus armas y se halló forzado a levantar el sitio y retirarse afrentosamente a Calabria. El pontífice como amigo y el rey de Francia como deudo, se mostraron claramente favorecedores de Carlos y enemigos de don Pedro, y tomaron contra él las armas. El rey de Castilla que por el deudo y amistad debiera ayudarle, se apartó, y se inclinó a seguir el mayor poder. Don Jaime, rey de Mallorca, su hermano, también le desamparó, dando ayuda y paso por sus estados a sus contrarios, aunque se excusó por las débiles fuerzas de su reino, desiguales a la defensa y oposición de tan poderoso enemigo; disculpa con la que muchas veces los príncipes pequeños encubren lo mal hecho, atribuyendo a la necesidad lo que es ambición. Así, don Pedro se halló sin amigos, únicamente acompañado de su valor, fortuna y razón para satisfacer el ultraje y la afrenta de su casa. Al tiempo que le juzgaron todos por perdido, venció a sus enemigos varias veces. Aun reforzados éstos de nuevas ligas y socorros, todo lo deshizo y humilló en mar y en tierra. Mantuvo el nombre de Aragón en gran reputación y fama, y fue el primer rey de España que puso sus banderas vencedoras en los reinos de Italia, sobre cuyo fundamento hoy se mira levantada su monarquía. Expulsado Carlos de Sicilia, intentó con mayor poder reducirla a su obediencia, y por ello hubo grandes y notables acontecimientos; pero siempre la casa de Aragón se aseguró en el reino con victorias, no solo contra el poder de Carlos, sino también contra todos los mayores príncipes de Europa que le ayudaban. Murieron ambos reyes competidores en la mayor furia y rigor de la guerra, y por derecho de sucesión heredó a Carlos rey de Nápoles, su hijo primogénito del mismo nombre, que en este tiempo se hallaba preso en Cataluña. A don Pedro rey de Aragón sucedieron dos de sus hijos, Alfonso mayor, en los reinos de España y Jaime en el de Sicilia. La guerra prosiguió hasta la muerte de Alfonso, que por morir sin hijos fue don Jaime llamado a la sucesión, y hubo de venir a estos reinos dejando en Sicilia a don Fadrique, su hermano, para que la gobernase y defendiese en su nombre. Don Jaime, después de su vuelta a España y recuperadas algunas fuerzas de sus reinos, renunció a Sicilia en favor de la
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Iglesia, temiendo que las armas castellanas, francesas y eclesiásticas a un mismo tiempo no le acometiesen, y persuadido de su madre Gostanza, que como mujer de singular santidad, quiso más que su hijo perdiese el reino, que alargar más tiempo el reconciliarse con la Iglesia. Para hacer efectiva la renuncia, se enviaron a Sicilia embajadores de parte de don Jaime y de Gostanza, y así entregar el reino a los legados del pontífice romano. Pero la gente de guerra y los naturales estaban indignados de la facilidad con que su rey renunciaba a lo que con tanto trabajo y sangre se había adquirido y sustentado, entregándolo tan sin piedad a sus enemigos de quienes temían servidumbre y muerte. A los sicilianos les pareció cierto el peligro, y a los catalanes y aragoneses una mengua de reputación que lo que no pudieron las armas de sus contrarios alcanzar en tantos años, se alcanzase por una resolución de un rey mal aconsejado. Así, volvieron a tomar las armas, y oponiéndose a los legados, persuadieron a don Fadrique como verdadero sucesor del padre y del hermano, para que se proclamase rey, y tomase a su cargo la defensa común. Fue fácil de persuadir un príncipe animoso en lo más florido de su juventud, porque por otro medio no habría podido dejar de ser vasallo y permanecer sujeto a las leyes de su hermano. Se proclamó rey, y como a tal le admitieron y coronaron. Se previno para la guerra cruel que le amenazaba, asistido de buenos soldados y del pueblo fiel dispuesto a mantenerlo en el trono, el cual le tenía por segundo libertador de la patria. Luego se opuso a Carlos, su mayor y más vecino enemigo, al papa que amparaba y defendía su causa, y al rey don Jaime, que de hermano se le declaró enemigo, cuyas fuerzas juntas le acometieron y vencieron en batalla naval, con que la guerra se tuvo por acabada y don Fadrique por perdido. Pero por la oculta disposición de la providencia divina, que algunas veces fuera de las comunes esperanzas muda los sucesos para que conozcamos que sola ella gobierna y rige, don Fadrique se mantuvo en su reino, con universal contento de los buenos, asombro y terror de sus enemigos, y gloria de su nombre. Poco después la liga quedó deshecha, por apartarse de ella don Jaime rey de Aragón, con gran sentimiento y quejas de sus aliados, porque sin las fuerzas de Aragón parecía cosa fatal y casi imposible vencer a un rey de su misma casa, y la experiencia lo mostró, pues apartado don Jaime de la liga, siempre los enemigos de don Fadrique fueron per-
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diendo, y él acreditándose con victorias, hasta forzarles a tratar la paz quedándose con el reino. Todo concluyó después de algunas contradicciones, que se desvanecieron con mayor firmeza con el casamiento, que luego se hizo de Leonor, hija de Carlos, con don Fadrique. El reino quedó libre y sin recelo de volver a la servidumbre antigua, y el rey como pacífico señor del estado que defendió con tanto valor. El rey don Jaime su hermano sustentaba sus reinos de Aragón, Cataluña y Valencia con suma paz y reputación, amado de los súbditos, temido de los infieles, poderoso en la mar, servido de famosos capitanes, aguardando ocasión de engrandecer su corona a imitación de sus antepasados. El rey de Mallorca príncipe el menor de la casa de Aragón, gozaba pacíficamente el señorío de Montpelier, Condados de Rosellón, Cerdaña y Conflent, difíciles de conservar por estar divididos y tener vecinos más poderosos, entre quien siempre fueron fluctuando sus pequeños reyes; pero por este tiempo vivía con reputación y con igual fortuna que los otros reyes de su casa.