Gustavo gall a medio camino capitulo 7

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“A medio camino”

un relato de

Gustavo Gall


Capítulo Siete: “El Hombre Coyote”

Una de las experiencias más curiosas y más interesantes de las que viví allí, “a medio camino”, fue la aparición de un espectro que se presentó como “El Hombre Coyote”. Era un tipo raro que andaba en cueros y que llevaba puestos una especie de shorts blancos y unas sandalias de tiras. Hasta aquí nada raro, pero lo verdaderamente peculiar era que tenía sobre la cabeza un coyote muerto. Trataré de explicarlo bien... El cráneo de un coyote era su sombrero y la piel desplegada del animal caía sobre sus hombros y sus espaldas como una capa que acababa en una larga cola que le llegaba hasta los pies. Se presentó allí ante mí , y, al igual que había hecho el Payaso Rabioso, detuvo primeramente toda su atención en el auto. En esos momentos yo ya me había recuperado del espantoso ataque de calor que me había dejado noqueado y semiinconsciente durante largo rato. Parecía muy amistoso pero por las dudas yo me aseguré de llevar puesto el sombrero sobre mi cabeza. No sé que fue lo que hablamos al principio ni que es lo que nos dijimos al presentarnos. Esa parte la tengo un poco borrosa en mi memoria, solo sé que al cabo de un rato estábamos sentados sobre dos piedras, charlando como dos viejos conocidos. 58


Me preguntó que qué hacía allí y a que me dedicaba, y yo le pregunté sobre su extraña indumentaria, que no era justamente apropiada para el tremendo calor que nos asolaba. -Hay muchos coyotes por acá...- dijo-... es una especie de perro maldito. Carnívoro, asesino, asqueroso... Miré la cabeza del animal descarnado que llevaba como sombrero. El hocico era bien largo y las orejas también. Había dos hoyos resecos allí donde alguna vez estuvieron sus ojos. Continuó hablando: -Seguramente te preguntarás porqué llevo un coyote encima mío, exhibido como si se tratase de un trofeo, si les tengo tanta repulsión.. ¿no? Asentí. -Este era Náhuati Jr, un jefe de manada. Lo maté con mis propias manos y lo vacié yo mismo arrancándole las entrañas de cuajo. Este coyote era el “Gran Coyote” y lo llevo encima para recordarles a los de su especie que yo soy “El Hombre Coyote”, el que le robó el trono al más poderoso de su especie. Me odian, pero me respetan y me temen, y ni se me acercan. -¿Hacia donde vas?- le pregunté. El tipo guardó silencio, se encogió de hombros y miró hacia ambos lados de la ruta. 59


-¿Hacia donde vas tú?- dijo, devolviéndome la pregunta. -Ya te lo dije... hay un bar llamado... -Si,si.. el Doonsday ese... eso ya me lo contaste antes... pero ¿no te parece un poco raro? -¿Qué cosa? -Eso del bar y lo del tipo que te citó en ese lugar, en medio de la nada. No sé, es un poco raro- dijo. -¿Qué cosa te resulta tan raro?-insistí. -Todo. ¡Bahh! El mundo es raro. La misma existencia es algo muy raro y sospechoso. Y sobre todo esa cosa a la que llamamos “tiempo”- y miró hacia el cielo con ojos lejanos y melancólicos. Luego continuó... -Antes me preguntaste hacia donde voy, y en realidad no supe que responder porque me di cuenta que a ti te pasa lo mismo que a mí... nos dirigimos hacia un espejismo. -¿Un espejismo? ¿Cómo es eso? -Si. Tú aseguras que te diriges a un bar llamado Doomsday Place a encontrarte con un tipo. No sabes si ese lugar realmente existe y no sabes nada sobre ese tipo. Tal vez el tipo tampoco exista. ¿No te has detenido a pensar que tal vez solo sea un espejismo?- dijo. No me gustó nada su deducción y la refuté de inmediato... -Son reales, bueno, al menos el tipo lo es porque hablé con él por teléfono. Me llamó varias veces a mi casa. 60


El Hombre Coyote me miró extrañado. -¡Uhhh, Mister! ¿Tienes un teléfono en tu casa? Pues debes ser millonario. Tienes una nave como esta y tienes teléfono en tu casa...- hizo un largo silencio-. Pero de cualquier modo, mira... supongamos que es cierto, que el tipo te llamó y que el bar existe... lo que yo pienso es que ese tipo y ese bar , y ese encuentro, son proyecciones del futuro. El encuentro todavía no sucedió, y todo lo que pertenece al futuro es siempre un espejismo. Incluso el miedo. El pasado es un lastre que cargamos y lo único real es esto...- y abrió las manos señalándome todo el alrededor- este es el presente, el momento único e irrepetible de tu vida real. Definitivamente me negaba a admitir lo que me estaba diciendo porque yo no terminaba de aceptar esa realidad en la que estaba inmerso por accidente. No quería reconocer que mi vida real fuera eso, esa situación, ese angustioso momento. -No pienso igual, Hombre Coyote, yo soy esto pero también soy mi pasado. Sé que esto que vivo ahora es lo que transcurre, pero lo que fui me condiciona a ser quien soy. -¡Eso es!- exclamó dando un aplauso espontáneo-. A eso justamente me refiero, vaquero, te condiciona. Sabes, los dos mayores males que pesan sobre la existencia humana, los frenos que nos bloquean son: la nostalgia y la esperanza. En otras palabras: apego y la preocupación... Nos pre-ocupamos demasiado en lugar de ocuparnos, y eso hace que nos perdamos de vivir plenamente el presente. Somos prisioneros de lo que fuimos. Antes tú me preguntaste hacia 61


donde voy, y ahora yo te respondo: “No importa hacia donde voy sino adonde estoy”. Tú habrás sido muchas cosas y habrás hecho muchas cosas, hasta tienes un aparato de teléfono en tu casa, pero ahora mismo estás aquí, hablando con un tipo que lleva un coyote sobre la cabeza. Tu teléfono y tus logros materiales no te sirven de nada ahora mismo para hacerte salir de esta situación y de este lugar. Esta es tu realidad y solamente cuando la asumas podrá dejar de ser un sufrimiento. Tu pasado, dices que te condiciona... yo creo que tu pasado es una herramienta para trabajar sobre tu presente. Sentarte a lamentarte por esta situación en la que estás, es absurdo. Mientras el Hombre Coyote decía estas cosas pensé en el Cosmonauta Ruso. Pensé en su desamparo y en su angustiosa agonía. Aquella era su terrible realidad. Aquel hombre habría hecho muchas cosas para alcanzar el privilegio de viajar al espacio, y allí arriba, flotando a la deriva, sin poder recibir ayuda de nadie y sin escapatoria, ni su fama ni los grandes avances científico-tecnológicos que lo habían llevado allí, podían intervenir en lo que era su realidad... su presente... su último presente. Por otro lado pensaba en lo que me había dicho la chica de los collares de huesitos y calaveras con respecto a los espectros que deambulaban por aquella ruta. “Ellos no aceptan su realidad y no están muertos ni vivos”, dijo. Si eso era así, entonces, el Hombre Coyote ¿aplicaba lo que decía a su propia realidad? Pero no se lo pregunté. No quería indagar en su historia ni en su situación, para no dejarlo en evidencia. Por las dudas yo conservaba mi sombrero de 62


cowboy bien puesto sobre mi cabeza, por protección. En tanto él seguía hablando... -La sabiduría está por encima de toda filosofía, vaquero. Allí es adonde nos dirigimos realmente... hacia la sabiduría. Para eso necesitamos aprender a vivir sin el fantasma de los miedos y las nostalgias. El miedo, como te dije, siempre es una proyección del futuro. Las nostalgias del pasado. Nosotros vivimos en dimensiones temporales que no tienen existencia real alguna. Hay que entenderlo, vaquero... no pesan ni el pasado ni el porvenir, sino el presente. Siempre. El pasado es un asunto que ya no me concierne, y el futuro aún no me concierne. -¿Y entonces qué debo hacer?- le pregunté- Aquí voy a morir de un ataque de calor o insolado. ¿Debo conformarme con eso? ¿Mi vida se resume a esto? -No, no... no entendiste nada, vaquero. Lo que debes hacer es remediar esto, aún a costa de perder en el intento. Puede que mueras insolado, como tú dices, pero será mejor que morir insolado sentado aquí, lamentándote por tu mala suerte, sin intentar nada para remediar la situación. Creo que deberías preguntarte... ¿Porqué estoy aquí? Me quedé pensativo. El Hombre Coyote sonrió. -Vaquero... A mi modo de ver... no hay Doomsday Place, no hay un tipo que te espera y no hay ninguna cita. Todo eso lo creaste en tu mente para llegar aquí. Sé porqué te lo digo. Llevo vagando por esta ruta ida y vuelta durante... no sé... ya

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perdí la cuenta. Tengo experiencia, vaquero. Créeme, aquí no hay “adonde ir”, aquí hay que resolver el presente. Esto es lo que más recuerdo de nuestra charla, y también la advertencia que me hizo antes de marcharse... -Por la tarde, cuando baja el sol, los coyotes salen de cacería porque están hambrientos. Los lagartos en cambio son testarudos y no aprenden, y aunque estén preparados con ese cuero duro que tienen, a menudo quedan calcinados en el macadam. Pero los coyotes saben esperar a que amaine el sol. Tú serás para ellos un manjar enviado del cielo. Te aconsejo que te metas dentro de tu nave y te quedes ahí a pasar la noche. Habrá coyotes y seguramente habrá lobos también. Al igual que el Payaso Rabioso y el chico negro de la bicicleta, se marchó, y lo vi alejarse hasta perderse en la bruma vaporosa del alquitranado asfalto caliente.

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© Los Tres Lobitos S.L., 2013 1ª edición Cod. Licencia Internacional: 1312199631132 Impreso en Argentina / Printed in Argentina Digitalizado por L.T.L / Reg. Int. de la Prop. Intelectual. A.R.Ress. LosTres Lobitos & Gustavo Gall copyright. 2013

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