"Notas del Inframundo" por Gustavo Gall 2006

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Notas del Inframundo

Gustavo Gall


© 2006- Gustavo Andrés Gall para la Revista Mensual “Paréntesis” Relato por entregas Impreso en España / Printed in Spain Impreso por Bubok


"Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables porque lo multiplican y lo divulgan"

El Signo Dael vagaba errático por el mundo de las desilusiones, esperando de la vida más de lo que podía encontrar, cuando se cruzó con aquel hombre de aspecto miserable, justo en la parada de autobuses. Llovía copioso. Era una de esas noches en las que el cielo parece enfermo. El tipo se le acercó y le pidió fuego. Tenía un cigarrillo armado colgando de la comisura de sus labios. Le goteaba la nariz. Con las sombras de aquella semi-oscuridad, apenas salpicada por momentos por el macilento reflejo de neón y las luces de los coches que doblaban por la esquina, alcanzó a distinguir que el extraño tenía la piel tan arrugada como un pergamino, y los ojos pequeños y claros. Sus pómulos eran puntiagudos y guarecía una cadavérica expresión inquietante. Algunos mechones de cabello gastado, que parecían pelos de acrílico de un muñeco de peluche, asomaban por debajo de una gorra marinera, en la que llevaba una inscripción de Nike en letras blancas.


Buscó el mechero en su bolsillo y lo encendió a la altura de su cara. El otro chupó de su cigarrillo y escupió de lado una densa nube de humo que le envolvió el rostro hasta disolverse en el aire, como una inspiración. -Gracias amigo- dijo con la voz ronca y taciturna, y se le quedó mirando fijamente con esos turbadores ojos que parecían taladrar los suyos hasta llegar a sus pensamientos. -De nada. Mantuvo la mirada con la misma expresión de inquirir. -¿Nos conocemos de algo?- preguntó el extraño, sin quitarse el cigarrillo de la boca. -No, creo que no. Frunció un poco la nariz y afiló la vista para estudiar a Dael detenidamente. Perfiló un poco la cara como hacen los cachorros de perro cuando descubren algo novedoso del mundo. -¿Seguro? Yo diría que nos hemos visto antes. Dael encogió los hombros. -Creo que me confunde con otro. No recuerdo haberlo visto antes- insistió. Asintió sin sentirse convencido. Volvió a escupir otra bocanada de humo, y sostuvo por primera vez el cigarrillo con aquello que asomaba de sus dedos a través de sus guantes recortados. Ahora la mirada lo recorrió de abajo hacia arriba como un scanner. -Bueno, tal vez haya sido en otra vida, tal vez haya sido el encuentro entre otras dos personas.


Calzó el cigarrillo en su boca y con la misma mano le dio una suave palmada en el costado del brazo, casi a la altura de su hombro izquierdo. El contacto no fue normal, fue algo muy extraño... Por un instante Dael sintió como si de su mano prorrumpiera una corriente eléctrica que caló su ropa, su piel y sus huesos. Se estremeció. Mientras volteaba para marcharse dijo entre dientes, y con la boca pequeña... -Manchado. Se apartó unos pasos. -¿Qué? Se dio la vuelta para mirarlo nuevamente. Ahora la mueca de su boca moldeaba una leve sonrisita contenida y sus ojos... esos ojos también sonreían. Hubo un instante de silencio en el que permanecieron mirándose. Ahora la perspectiva parecía otra, parecía que había surcado un doblez temporal de la conciencia y se había abandonado a los sentidos. Fue fugaz, tan breve como un suspiro, pero tan intenso como la agonía de una pasión. De repente aquel rostro le pareció más joven, y la misteriosa aura que lo rodeaba parecía haberse nutrido súbitamente de una vitalidad diferente. -¡Manchado!- repitió. -¿Manchado de qué? ¿Qué significa eso de "manchado"? -Significa que ahora te toca buscar a otro a quien manchar. Es así, es el juego de la mancha... yo estoy tranquilo porque la regla número uno es: "mancha con mancha no vale", así que me voy a disfrutar de mi indulto.


Que te vaya bien- concluyó y se perdió en las sombras urbanas. Según Dael aquel fue el comienzo de sus desgracias. A partir de esa noche ya nunca pudo dormir de un tirón sin que las pesadillas lo acosaran hasta dejarlo perturbado. Desde entonces todo el mundo huyó de él como de la peste. Nadie sabía concientemente porqué, en su presencia, sentían que había algo nefasto. (Este

fragmento forma parte de "Las notas del Inframundo" por Gustavo Gall. (c)-

A.R.Ress. Int. copy. Reservados todos los derechos del Autor)



Cuando la caída por el negro tobogán de la inconsciencia terminó, Dael permaneció tirado en el suelo con los ojos cerrados. Tal vez se demoró en abrirlos el tiempo necesario hasta hacer un repaso mental de todas las extremidades de su cuerpo. Parecía que todo estaba en su sitio. Es que el paso entre el Mundo y el Inframundo es algo muy traumático. Apenas encumbró un poco la cabeza para echar un vistazo al entorno cuando experimentó un fuerte dolor en el cuello, que se extendió a lo largo de toda la columna. Emitió un quejido involuntario y se aferró con ambas manos a los verdes pastos que, por cierto, le llamaron la atención por su color intenso y su espesor único. Ese esplendor arropaba toda la superficie del jardín. Reconocía el sitio, e identificaba la ubicación de la huella de pedruscos que se extendía hasta la fuente, a pesar de la ausencia de ambas cosas. Más, por detrás, le parecía percibir el frescor de la sombra de la casa, que, desde el plano del Mundo, se proyectaba sobre el césped como una colosal mancha fría. Claro que ahora era solo una intuición, porque no había tal sombra, y no había tal casa. Creyó que no iba a poder levantarse, al menos durante un par de horas, hasta que el cuerpo y sus músculos pudieran llegar a un acuerdo con los dolores, y recuperar energía y movilidad. Por allí cantaban algunos pájaros y la brisa fresca mecía un poco las ramas altas de los pinos. Parecía poco más de media mañana y el sol fulguraba con un indulgente brillo en perfecta armonía con el agudo azul del cielo. Era un cielo


límpido como el que se pinta en los libros de relatos infantiles, como el de los recuerdos peripuestos, y el aire tenía bálsamos de rico frescor. "¿Estaré muerto?...", se preguntó, "...o realmente habré conseguido cruzar el Gran Doblez*". (* "El Gran Doblez" es el nombre con el que los expertos sensibles y Onironautas del Mundo denominan al paso entre dos dimensiones que se desarrollan paralelamente compartiendo un mismo espacio) Entonces apareció aquel perro... Se movía sigiloso como la cerrazón. Sus ojos no eran ojos, eran hoyos vacíos y resecos. Se mantuvo a unos seis o siete metros de distancia, y no ostentaba de hacerle daño, al menos no de momento, al menos no en esas circunstancias. Parecía interesado en dejarlo levantarse y correr, dispuesto a ofrecerle esa ventaja que justificara, tal vez, un ataque mortal. Eso es lo que pensó Dael. En ese instante, el Mundano* (*nombre con el que identifican en Inframundo a los que llegan de visita desde el Mundo), dejó a un lado todo tipo de dolores y ñañas, para acertarse en la supervivencia. Se sintió intimidado y el miedo le heló la sangre. Levantó un poco la cabeza y tuvo la sensación de que ese animal, bestia, o "cosa", tenía en planes desayunarse con él de un momento a otro. Oyó un gruñido, pero, al cabo de unos instantes, comprendió que ese sonido carrasposo lo emitía la bestia involuntariamente, con solo respirar, cuando el tinglado de sus costillas se movía inflando y aflojando un tórax que se veía hueco y despellejado. Porque el animal no era sino una especie de esqueleto, apenas cubierto por reseca


greña. Su piel eran retazos colgantes y harapientos que parecían los sobrantes de un cuerpo ausente de carne y masa muscular. Era como un tejido nervoso de enmarañadas cepas umbrosas, que le daban una forma que eludía a cualquier tipo de ley natural vital, porque no había órganos ni sistema, solo era como un perro muerto con dinamismo, un perro zombie. Además el apestoso tufo que despedía afirmaba esta presunción. Olía como algo que llevaba largo tiempo pudriéndose, y de su jadeo brotaba un vaho nauseabundo y séptico. Ladeó un poco, con cautela, y estudió la reacción del animal. Se arrastró unos centímetros apoyando los codos en el suelo y se incorporó despacio... La bestia echó un par de olfateadas al aire, y continuó en su porte avizor. Dael miró en la distancia buscando un sitio donde poder refugiarse, pero nada prometía seguridad. Tal vez trepar un árbol, tan vez simplemente correr y confiar en la suerte... pero aún desconocía las capacidades del animal como para correr un riesgo semejante. De haber estado en el Doblez del Mundo hubiese corrido a refugiarse a la casa, pero desde este otro lado la casa era solo una figuración absurda. Palpitante, se levantó con circunspección, encogió una pierna para poder darse impulso y volvió a mirar dentro de los hoyos resecos de los ojos de la bestia. El animal enseñó los dientes en un acto reflejo que el otro malinterpretó. Entonces, sin perder un instante, se lanzó a la carrera desquiciada e impulsiva, sin dirección, hacia el corazón del jardín. El perro aligeró por detrás, conservando siempre la misma distancia, siguiéndole los pasos como dándole ventaja.


La tensión del momento se reflejó en los latidos de su corazón que martillaban en su pecho, turbándole la respiración al borde de la asfixia nerviosa. Sentía que estaba a punto de ser zampado por la inicua bestia. Así, dejando atrás la fuente imaginaria, la casa ausente, y el reflejo de luz del cristalino día, se internó en el jardín donde las inauditas sombras sembraban su dominio entre la frondosa arboleda tupida. Se detuvo un instante para recuperar el aliento, amparado inocentemente detrás del grueso tronco de un árbol. Buscó a la bestia que ahora se confundía con la apiñada espesura del entorno... Estaba allí, en el trecho, detenida como él, absorto de sus movimientos. (Este

fragmento forma parte de "Las notas del Inframundo" por Gustavo Gall. (c)-

A.R.Ress. Int. copy. Reservados todos los derechos del Autor )



El Laberinto de Cruyá en la isla Chota: El culto de las tauromaquias sagradas es antiquísimo, tal vez proveniente de las religiones prehelénicas. Aún así, el hombre mitad toro, o el toro con cabeza de hombre, es más famoso por la leyenda Cretense del Minotauro que fue reducido por Teseo. Recordemos que esta bestia, nació de los amores de Pasifae, reina de Creta, con un toro blanco que Poseidón hizo salir del mar. Dédalo, autor del artificio que permitió que se realizaran tales amores, construyó el laberinto destinado a encerrar y a ocultar al hijo monstruoso. Éste comía carne humana; para su alimento, el rey de Creta exigió anualmente de Atenas un tributo de siete mancebos y de siete doncellas. Teseo decidió salvar a su patria de aquel gravamen y se ofreció voluntariamente. Ariadna, hija del rey, le dio un hilo para que no se perdiera en los corredores; el héroe mató al minotauro y pudo salir del laberinto. En alguna parte de Inframundo existe un grupo de islas pequeñas que pertenecen al rey Soretto, único heredero de la corona de un linaje real que culmina con él. El abuelo de Michel Soretto, llamado también Michel, dio inicio a las gestas olímpicas que culminaban con la cacería del "Cabeza de Vaca", en el laberinto de Cruyá, construido en la más pequeña de las islas llamada Cruyá, que en el antiguo Chirle significa "la más pequeña de las islas". El laberinto se abría cuando daban inicio los festejos anuales de Labrys, "el doble hacha". (Labrys seguramente: Laberinto)


Por tradición, los competidores que se sometían a la cacería de la bestia, tenían que ser hombres, jóvenes y viriles, atléticos y fértiles. El vencedor era premiado con un título honorífico y con la anuencia de acceso, uso y disfrute, de las mujeres más bellas de su generación. La participación estuvo vedada a las mujeres hasta que apareció Fuxia, una campeona en todas las actividades atléticas, hija del más diestro cazador de Cabezas de Vaca. La campeona Fuxia fue sometida a todo tipo de catas antes de que fuera considerada su demanda sobre los derechos de las mujeres para participar de la pugna de Labrys. Una cofradía de insignes octogenarios, valoró su pedido, y se abrió un debate público que duró mucho tiempo. La polémica reivindicación de los derechos de las mujeres diestras en armas, causó un revuelo importante que estuvo a punto de desencadenar en conflagración civil. Finalmente el reclamo fue desestimado. La muchacha, en beligerancia con el dictamen, se coló en el concurso disfrazada de hombre. La condición de los competidores, (que en total sumaban 45) era la de presentar, ante el rey de Chota, a la bestia, el Cabeza de Vaca, sometido y doblegado, después de sobrevivir a los ataques de los otros competidores, y de las inminente trampas que se diseminaban en los desgreñados rumbos del laberinto. La cacería duraba el tiempo que fuera necesario, a veces se extendía durante largas semanas de espera. La salida triunfal del vencedor le otorgaba de inmediato el grado de campeón y era recibido con la aclamación y el respeto de todos los habitantes de Chota. Esta competencia, bárbara y desalmada, brindaba al vencedor y a su familia un grado solemne en la escala social y muchos privilegios honrosos.


El laberinto de Cruyá tenía la peculiaridad de que algunas de las intercepciones, neutralizaciones, travesías y recovecos, confluían en pasadizos totalmente remotos. Algunos aseguraban que por varias de sus callejas mágicas, se podía atravesar hureras temporales. (Esto podría entenderse con la teoría de los agujeros negros, pero distinto). El caso es que Fuxia, una vez dentro del laberinto, consiguió matar a más de quince cazadores, y logró sobrevivir a las más duras trampas hasta dar con el Cabeza de Vaca, a quien domó de raudamente, con tenacidad, en la lucha cuerpo a cuerpo. Pero de inmediato, cuando se despojó de sus vestiduras, los jueces, que observaban el desarrollo de lo que iba sucediendo dentro del laberinto mediante el circuito cerrado de televisión, comprendieron que el tozudo luchador era una chica. (Lo descubrieron porque, en la exposición de su torso desnudo se hacía más que evidente que no era un hombre). Pronto enviaron una cuadrilla de atalayas para interceptar a la chica, y suspendieron, por primera vez en años, la tradicional justa. La chica, que llevaba al Cabeza de Vaca aprehendido, se escabulló por un pasillo de hiedras donde, en una intercepción fue a parar, sin proponérselo, directamente al Fabuloso Jardín. Una vez dentro del Fabuloso Jardín ya no pudo regresar al Laberinto de Cruyá, y vagó errante, con la bestia Cabeza de Vaca como prisionero, hasta que se encontró con el expedicionario, Sorgo, que estaba reclutando gente para la misión del pozo del Cymbaline. Sorgo, el expedicionario, le prometió que dentro de ese hoyo encontraría el pasadizo secreto que podría devolverla directamente al centro del Laberinto de Cruyá. Lo cierto es


que no lo sabía, pero tampoco sabía con exactitud cual era el secreto que escondía ese agujero misterioso. El hoyo del Cymbaline Según los datos, los informes y los mapas en los que Mr. Sack ocupó gran parte de su vida, este agujero en la tierra estaba ubicado en alguna parte del Fabuloso Jardín de Liz. Mr. Sack era el abuelo paterno de Sir Sorgo, conocido también como "el expedicionario". Su obsesión por los trabajos de su abuelo lo llevó a concretar un plan estratégico para ingresar al hoyo, del que nadie había podido salir con vida hasta el momento por culpa del infernal monstruo chillón que habitaba en su interior. "Cymbaline" significa, en una lengua muerta Jabre muy antigua: "Monstruo chillón que vive dentro de un pozo". Antes de describir las características de esta bestia sería conveniente contar de donde sale Sir Sorgo y sus verdaderas pretensiones. Nadie sabe cual era su nombre verdadero, pero se hacía llamar "Sir". Al parecer fue un respetable profesor universitario en el Mundo, pero fracasó a mitad de su brillante carrera tras presentar un completo informe sobre la existencia de un universo paralelo llamado Inframundo, sobre el cual habían trabajado copiosamente su abuelo y su padre (ambos corriendo la misma desgraciada suerte). Fue tomado por loco y delirante, y finalmente, destituido de su puesto y desterrado de su entorno. Solo y errante decidió hacerle frente a las especulaciones de su abuelo y consiguió ingresar a Inframundo (no me pregunten como) donde decidió permanecer para continuar con la labor científica.


Organizó varias expediciones y fracasó en todas. El mayor problema con el que Sir Sorgo se enfrentó durante largo tiempo era el agnosticismo de los habitantes de Inframundo para creer en la existencia del Mundo. (Lo mismo le había sucedido en ambos lados). Ahora confiaba en la posibilidad de reunir a un grupo de expedicionarios con los cuales probar suerte ingresando al hoyo sobre el que tanto había escrito su abuelo. Ciertamente algunos habían oído hablar de ese hoyo que escondía un secreto Universal de gran relevancia, pero nadie estaba capacitado para dar un solo dato exacto de su ubicación. Después de muchos años de trabajo Sir Sorgo consiguió deducir la posible ubicación del hoyo en alguna parte del Fabuloso Jardín. Sir Sorgo reunía a los desorientados, a los errantes y vagabundos para cada una de sus expediciones, y así es como reclutó a Fuxia y la bestia que llevaba como prisionero, el Cabeza de Vaca que capturó dentro del Laberinto de Cruyá de la isla Chota. Sobre el monstruo del Cymbaline, o la bestia chillona, se corrieron todo tipo de rumores... Se trataba de un ser grotescamente orondo, voluminoso y deforme, que dormía todo el tiempo tan profundamente como un animal en período de hibernación. Sin embargo el sueño de la bestia sebosa se interrumpía de inmediato en el momento en que la presencia de un intruso ingresaba en el hoyo. Las vibraciones de los pasos dentro de la cueva lo despertaban de inmediato, porque su cuerpo enorme y pringoso ocupaba todo el perímetro interior del hoyo. Entonces la bestia, que todo la asustaba, porque era como un bebé desmedido y rollizo, comenzaba a gritar y a llorar con unos gimoteos agudos y


lastimosos, capaces de aturdir a todas las criaturas del Fabuloso Jardín. El peligro para cualquier intruso comenzaba en el momento en que esos chillidos despertaban a las arpías que habitaban en las ramas de los árboles, en las cercanías a la entrada del hoyo, y ya se sabe lo terrible que pueden llegar a ser las condenadas arpías. "Arpías", en griego, significa: "las que arrebatan". Al principio, fueron divinidades del viento, como los Maruts de los Vedas, que blanden los rayos y ordeñan las nubes. En el Fabuloso Jardín cumplían la función de centinelas y castigadoras. En la Teogonía, Hesíodo, describe a las arpías como divinidades aladas y de largos cabellos flamígeros. Dice que son más veloces que los pájaros y los vientos. En el tercer libro de la Eneida, se las describe como aves con rostros de doncella, garras encorvadas y vientre inmundo, pálidas, de hambre voraz. Bajan de las montañas y o de los árboles tupidos, y atacan descaradamente las mesas de los festines. Son invulnerables y fétidas; todo lo devoran, chillando, y todo lo transforman en excrementos. Algunos las confunden con las parcas. Por mandato divino, las arpías persiguieron a un rey de Tracia que descubrió a los hombres el porvenir o que compró la longevidad al precio de sus ojos y fue castigado por el sol, cuya obra había ultrajado. Se aprestaba a comer con toda su corte y las arpías devoraban o contaminaban los manjares. Todos recordamos el episodio en que los argonautas ahuyentaron a las arpías a cambio de hospitalidad e información de ruta.


Sorgo desconocía a que otros peligros podía exponerse en el caso de despertar a la bestia del hoyo de Cymbaline, pero sabía con certeza que había otros además de las Arpías. Esto venía a confirmar que la teoría de su abuelo era cierta y que, si había tantos cuidados significaba que algo bueno debía esconderse dentro de ese agujero misterioso. Se desconoce el origen del monstruo bebé que vivía y dormía en el hoyo de Cymbaline, pero las leyendas relacionan de algún modo su existencia con la de una planta mágica llamada "La mandrágora". (Notas del Inframundo - (c)-Gustavo Gall. A.R.Ress / reservados todos los derechos )



Uno de los Génesis de Inframundo: Se dice que todas las cosas y sus causas contienen el tiempo pasado con un abanico de contingencias, algunas de estas inabordables. Uno de los Génesis de Inframundo habla del "dilema de los espejos", como cimiento de la trama, lo cual explicaría a su vez la teoría de la luz eléctrica. Vayamos por partes... La luz eléctrica en Inframundo es un fenómeno natural, por tanto es gratis. No se sabe exactamente porqué, ni como sobrevino esto, aunque existan varios libros apócrifos que desbaratan varias teorías inverosímiles (más adelante citaré la teoría del dilema de los espejos). La luz eléctrica es de usufructo común en un sitio donde la oscuridad supedita, y en el que la luz del día (la luz solar), es tan inestable. Los días no duran siempre la misma cuantía de horas y los habitantes de Inframundo no pierden el tiempo contando al tiempo. Para ellos todos los días son uno y todas las mañanas son una sola mañana. Pero la luz eléctrica, que ilumina las farolas de los rincones del Fabuloso Jardín de Liz, por ejemplo, no tienen un gran voltaje, y la iluminación general es escasa y mezquina. Hay varios puntos estratégicos desde los cuales se genera la luz eléctrica de Inframundo, uno de ellos es la llamada "Ciénaga Eléctrica", que posee un ecosistema propio en perfecto equilibrio. No se sabe que es lo que hay en el insondable fondo de esta ciénaga, no se sabe de que orden es "esa-cosa" que produce la luz como fuerza natural, solo se sabe que está ahí y que vive, y que su vida tiene relación directa con el abastecimiento de la energía. Por eso es que,


cuando algo altera su estricto orden, la energía se interrumpe, a veces momentáneamente y otras veces durante largos períodos, que en las medidas del Mundo equivaldrían a semanas. Para evitar los apagones existen centinelas encargados de acudir al mínimo síntoma de descenso de la tensión eléctrica, que se encargan de recuperar el orden de la ciénaga y restablecer su ecosistema. En Inframundo todo ecosistema se denomina "Psicosistema", porque cualquier variabilidad inopinada afecta directamente a la anímica de su núcleo. Pondré un ejemplo... si un pájaro, de los que sobrevuelan comúnmente las cercanías de la Ciénaga Eléctrica, muere, su función, que es la de mantener limpio el entorno de determinadas especies parásitas, se interrumpe, y con este intervalo todo el sistema se ve afectado. Así el Psicosistema se deprime. Los centinelas acuden de inmediato a la Ciénaga Eléctrica para reemplazar el pájaro muerto por otro de la misma especie. Pero eso requiere cierto tiempo de adiestramiento y adaptación del animal. Durante ese tiempo el sistema permanece confuso y apocado, y así el abastecimiento de energía que mantiene vitalidad en las bombillas y farolas de todos los rincones de Inframundo. Podría decirse que durante la gran división de los mundos paralelos, (acontecida durante "el problema de los espejos", "el dilema de los espejos", o "el conflicto de los espejos" según los diferentes autores de los diferentes génesis), el Inframundo subyugó la luz, que fue el germen de la energía eléctrica natural. El Mundo tuvo que crear una energía eléctrica artificial para reemplazarla, y también para iluminar sus, bien fraccionadas, horas de oscuridad al final de cada día.


Convengamos en que, en algún tiempo, el mundo de los espejos y el mundo no estaban, como ahora, confinados. Eran, además, muy disímiles; no coincidían ni los seres ni los colores ni las formas. Ambos reinos, vivían en avenencia; se entraba y se salía por los espejos. Una noche, los seres del espejo invadieron el Mundo con intenciones nefastas, y hubo guerras de poderes y encarnizadas luchas sangrientas. Finalmente los espejos se cerraron para siempre dejando lo que quedara de un lado y del otro en una completa incomunicación. A uno se lo llamó "Inframundo" y al otro "Mundo". Más adelante surgirían otras subdivisiones derivadas de Inframundo. Así es que, en la concepción universal de las dimensiones que cohabitan espacios temporales fragmentados en paralelo, encontramos también al "Ultramundo", y después "El Infierno". Algunos pensadores, preocupados en este tema, aseguran que no existe semejante división, que el Inframundo es "todo", y el Mundo solo es una prolongación sensible del anterior. Los hombres suspicaces se resisten a creer que la realidad no es tal y viven en una alternativa común, en alguna región de Inframundo, convencidos de que son la única realidad. Para estos filósofos nuestro mundo cotidiano no es otra cosa que una alucinación colectiva, y que los millones de seres humanos que cohabitamos en la tierra estamos afectados por esta alucinación. Así, la felicidad es efímera, y la ambición desmedida es una utopía de la que se alimenta esta locura colectiva. ( Notas del Inframundo - (c)-Gustavo Gall. A.R.Ress / reservados todos los derechos )



Mientras Dael se debatía su suerte con aquel amenazante perro esqueleto, en el mismo momento (aunque nunca se sabe con certeza porque el tiempo en Inframundo no funciona con las mismas leyes del tiempo del Mundo), en alguna parte del Fabuloso Jardín, un hombre delgado y alto, llamado Sorgo, intentaba convencer a una joven muchacha que llevaba el torso desnudo y la cabeza rapada, que la única posibilidad para retornar al laberinto de Cruyá, estaba en el hoyo de Cymbale. A un lado el toro, (bueno, el musculoso atleta con cabeza de toro), resoplaba impaciente por retirarse a un sitio tranquilo donde poder echar una cabeceadita, al menos. Cada vez que al toro (llamémoslo "Minotauro") se le cerraban los ojos de cansancio, ella le sorteaba un puntapié entre las costillas para mantenerlo despierto. El bicho emitía un quejido y se aferraba con puños furiosos a las tiras de la mochila que llevaba cargada a sus espaldas. Llevaba horas y tal vez días enteros cargando esa mochila que estaba llena de víveres y armas pertenecientes a su ama. De repente, mientras charlaban y debatían, vieron un objeto misterioso atravesando el cielo para perderse en la frondosa arboleda. -¿Qué demonios fue eso?- gritó la muchacha empuñando firmemente su machete. -No sé, seguramente una estrella fugaz- tranquilizó Sorgo, el expedicionario. -¿Una estrella fugaz? ¿A pleno día? -Puede ser un meteorito o un... no sé... algo del Mundo, ¿qué más da? -¿Algo del Mundo? El Mundo no existe...- dijo ella, y encaró al Minotauro-. Oye cabeza de vaca... voy a alejarme


para echar un vistazo, si te mueves de aquí o te duermes ya sabes lo que haré con este machete y tus testículos. El Minotauro asintió temeroso. La chica se internó en el bosque de pinos. Sorgo la siguió por detrás aunque no podía moverse con su rapidez. Ella le encantaba. Le gustaba esa actitud masculina y esos andares de guerrera, combinados con una sensualidad innata, sus curvas pronunciadas y sus despreocupados pechos al aire que se movían como gelatinas todo el tiempo, sobre todo cuando corría. El calzado de la chica eran bolsas de plástico atadas con cuerdas, bolsas con marcas de supermercados. Y sin embargo ella seguía insistiendo en que el Mundo no existía. Sorgo sabía muy bien que sí. La chica, llamada Fuxia, se perdió entre la vegetación. Se escuchó el crujir de ramas que se iban partiendo de cuajo con el peso del cuerpo que acababa de caer desde el cielo, y finalmente un estruendo seco al desplomarse contra el suelo. Al cabo de un rato la chica reapareció empujando con la punta de su machete a un enano que llevaba traje plateado y un casco rojo con una estrella dorada pintada. El enano, confuso por el golpe de la caída, avanzaba sin poder evitar darse la vuelta a cada paso para echarle una miradita a los pechos desnudos de Fuxia. -¡Deja de mirarme las tetas y camina! -¿Quién es?- preguntó Sorgo. -Es tu estrella fugaz- respondió ella con ironía y volvió a empujar al enano hasta ubicarlo junto al Minotauro. Pero el enano prefirió correr la suerte del machete antes que permanecer junto a esa extraña criatura. El Toro bufó amenazante. El enano tembló de miedo y echó a correr.


-Vuelve aquí hombre pequeñito... Cabeza de vaca no te hará daño, es estúpido. El enano se alejó unos quince metros y cayó de bruces al suelo. Sorgo, el expedicionario, se le acercó para socorrerlo. Sonrió y sus ojos cobraron un brillo refulgente. -No se quien eres ni como llegaste hasta aquí, pero me vienes de maravillas... tengo planes para ti. La chica suspiró y, por costumbre, volvió a patear al Minotauro en las costillas. (Este fragmento forma parte de "Las notas del Inframundo" por Gustavo Gall. (c)-A.R.Ress. Int. copy. Reservados todos los derechos del Autor )


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