“A medio camino”
un relato de
Gustavo Gall
Capítulo Doce “El Circo Ambulante”
El Interventor se acomodó un poco la espalda estirando el cuello hacia los lados antes de empezar a contar... -El problema aquí siempre fueron los negocios clandestinos...- dijo. -¿Cómo es eso?- pregunté. -Pues, déjame que te lo cuente brevemente... Hace unos cuantos años atrás esta no era la Ruta 45 sino que la llamaban “El Camino del Tabaco”. Por este camino, que por entonces era de tierra, circulaba el tabaco de los Hermanos Souza y el whisky clandestino de la familia Blenz. El whisky se fabricaba en unos bañados que había más allá, hacia el Este, unos cuantos kilómetros, hectáreas dentro. Las dos familias compartían el mismo camino de la clandestinidad, pisando los límites de sus propiedades. Como te he dicho, esta ruta era un camino ancho de tierra y polvillo, y el transporte se realizaba en carros enormes. Los Souza y los Blenz se odiaban, pero no se molestaban, porque los dos linajes estaban en falta con la ley. Ambos tenían contratados negros para hacer el trabajo pesado. Los negros estaban bajo el contrato de la ley de aparcería, supuestamente para realizar tareas de campo. Los negros vivían en un lugar que se conocía como Las Barracas. Vivían todos juntos, los de unos y los de otros. A los negros 107
no les importaba para quien trabajaban, solo querían ganar dinero y tener un sitio donde establecerse. Ambas familias eran fuertes terratenientes. Pero cuando se dieron cuenta que con el asunto de la clandestinidad ganaban mucho más dinero, se dedicaron exclusivamente a ello. Cada uno en lo suyo... los Souza al tabaco y los Blenz al whisky. Llevaban el cargamento hacia la zona de Aicol, lindando con Nilven, y desde allí era transportado en camiones hacia el puerto de Queelse, donde se dirigía en barcos a diferentes destinos. Un negocio verdaderamente rentable. Nadie sabía de donde provenía el whisky y el tabaco, solo que eran buenos productos y estaban a buen precio. -¿Porqué me está contando esta historia? No entiendo que tiene esto que ver conmigo- interrumpí. El Interventor se mostró algo molesto y prosiguió... -Resulta que un día aparece un tipo llamado Constantine, un hijo de ricos también, que andaba con aires de político. Al parecer era abogado y quería convertirse en gobernador. En esos años estaba de auge andar metido en el negocio inmobiliario, y este Señor tenía planes de crear urbanizaciones por todas partes. Tenía inversores muy solventes que avalarían sus proyectos. Cuando descubrió El Camino del Tabaco pensó que era el primero en pisar la región, y se le metió en la cabeza la loca idea de que aquí mismo, en estas tierras en las que no crecen más que cactus y piedras, podía levantar unas cuantas urbanizaciones. Pero pronto se dio cuenta de que aquí se cocinaba algo raro, y así descubrió el negocio de la clandestinidad y también la villa de Las Barracas donde estaban instalados los negros. Quiso hacer un trato con los Souza y los Blenz sobre el uso de las 108
tierras y como eso no le funcionó se dedicó a convencer a los negros a que reclamasen sus derechos como trabajadores. Vamos, les comió el coco en contra de sus jefes. Los Souza y los Blenz estaban enfurecidos con el forastero ricachón. Querían liquidarlo. Entonces por allí apareció un circo ambulante... Se trataba del famoso, por entonces famoso, Circo de los Hermanos Raley. Eran tiempos raros y difíciles para todos, y en esos años los Circos Ambulantes, se decía, eran transportadores de la terrible fiebre amarilla, que estaba azotando a varias regiones del país. El Circo Raley había estado de gira y antes de llegar aquí, por casualidad, porque se habían desviado de la ruta que los llevaría a Cambriggen, pasaron por Cenetea y Disbón, dos pequeñas poblaciones del Norte. Allí tuvieron la mala suerte de que dos integrantes del elenco estable del circo, dos trompetistas de la banda, fallecieron, supuestamente por haber contraído la fiebre. Además tenían a uno de los trapecistas convaleciente. A la salida de Disbón dos de los tres payasos del elenco también enfermaron repentinamente. El circo era dirigido por un tipo llamado Agnus Mascule, y era transportado en varias carretas y dos camiones. Mascule desobedeció las normas de la cuarentena obligatoria, y prosiguieron camino. Es de suponer que ese fue el motivo del desvío por esta ruta. Aquí, es decir, en esta ruta, pero unos kilómetros adelante, por el camino que tú viniste, fueron sorprendidos en pleno viaje por una terrible tormenta. No podían detenerse. Corrieron los riesgos y se aventuraron por el barro y lodo del camino y entonces uno de los camiones se 109
rompió. Se le partió un eje delantero. No les quedó más opción que detenerse a medio camino. Reparar el camión les era imposible, y decidieron aguardar a que mejoraran las condiciones para que el segundo de los camiones pudiera ir a buscar ayuda mecánica experta. Había que conseguir un repuesto y mecánicos, y para ello tenían que esperar a que se los trajeran en el puerto, lo cual implicaba que podía demorarse tanto algunos días como varias semanas. Imagina que transportaban enormes jaulas con los animales además de todos los hierros del montaje de las carpas. Ahí reapareció Costantine, el tipo ese del que te hablé antes, y habló con Agnus Mascule para convencerlo de que montara el circo aquí mismo, en el desierto, junto al Camino del Tabaco. De cualquier modo el circo iba a quedarse aquí atascado. La pregunta que se hizo Macule y seguramente la que te harías tú y cualquiera es: ¿Quién demonios va a venir a un circo montado en medio de la nada? Pues Constantine tenía un buen plan al respecto. Invitó a los tipos más influyentes de la política local del momento, a los constructores y a los dueños de las agencias inmobiliarias más exitosas. Hizo imprimir invitaciones personales. En esos años el espectáculo circense no era solo para niños, como ahora, era para toda la familia, y hasta podría decir que acudían más adultos que niños. Constantine, que era un tipo muy astuto, los quería traer aquí, para que conocieran la región y para persuadirlos de que apoyaran su ambicioso proyecto. Junto con las invitaciones con entradas gratuitas, los sobres contenían un mapa para llegar al lugar y un folleto con un resumen de su proyecto que decía “El futuro en el Sur”, Plan de viviendas económicas. Él se encargaría de pagar el monto 110
completo de las entradas y los gastos de reparación del camión roto. El dinero no era un problema para él, y esto era un gasto publicitario muy bien invertido. Al circo le venía muy bien ese acuerdo en todos los sentidos. Ganarían dinero, repararían el camión y serían visitados por un público distinguido que les ayudaría a limpiar la mala reputación que les cayó encima con todos esos embustes sobre la fiebre amarilla. Agnus no tuvo que pensárselo mucho y aceptó de inmediato. Pero Constantine fue mucho más allá aún... El circo necesitaba más empleados para el montaje de la carpa, y acudió a Las Barracas de los negros, los empleados de Souza y Blenz, y les ofreció un empleo temporal muy bien pago. Obviamente los negros aceptaron, y esto enfureció a Souza y Blenz quienes vieron que su negocio clandestino de tabaco y whisky caía en picado. No solo se quedaban sin negros para realizar el trabajo sino que su ruta clandestina y secreta iba a ser ocupada por un circo y visitada por tipos a los que podía llegar a interesarles urbanizar la región. Si eso sucedía el negocio desaparecía por completo. Los enemigos tuvieron que unirse a la fuerza... Y sucedió lo que sucedió... una verdadera tragedia... La tarde del estreno, la primer función, el circo se incendió con el público dentro. Una lamentable tragedia. Murieron decenas de personas, incluso los animales. ¡Fue algo espantoso! -Los Souza y los Blenz quemaron el circo- deduje, pensando en voz alta. -Si, eso es lo que se sospecha. Bueno... ellos no. Ellos no se iban a ensuciar las manos. Mandaron a alguien para 111
realizar el trabajo sucio. Pero la versión oficial cuenta otra cosa. Según dijeron los testigos, un chico negro en bicicleta, se presentó en la taquilla reclamando una entrada para ver la función. Constantine les había prometido a los negros que trabajaron en el montaje, entradas gratis para ellos y sus familias. Era mentira. No querían negros mezclados entre el público con gente tan importante. El chico fue hasta Las Barracas y al cabo de un rato se presentó en la entrada del circo con sus dos tíos. Discutieron. Varios testigos declararon haber presenciado esa discusión. Al cabo de un rato uno de los negros se presentó con un balde lleno de gasolina que extrajo de uno de los tanques con los que repostaban los camiones. Esos dos negros fueron procesados, y Las Barracas fueron extinguidas de la región. Por lo tanto, si es como tú deduces, vaquero, la venganza de Souza y Blenz les salió muy mal. La noticia de la tragedia se publicó en todas partes y así su secreta ruta clandestina dejó de ser secreta. Se quedaron sin negros para realizar el trabajo y el negocio del tabaco y el whisky desapareció, junto con el circo y también junto a los proyectos de Constantine por urbanizar la región. Ese suceso acabó de un plumazo con todos a la vez. Con el tiempo alguien descubrió que este camino era un buen punto de unión entre la zona Oeste de Nilven y el Sur de Remite, y vino el asfalto, y se comenzó a llamar Ruta 45. Y una década después volvió a salir en los periódicos cuando la persecución al escurridizo Doctor Muerte. Pero eso es otra historia... Pues, ya sabes... este lugar es un lugar de tráfico, de especulaciones, de muerte, de desgracias y de espectros. Y tú estás aquí, dudando en quedarte o no. Estás loco si no firmas.
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