Gustavo gall a medio camino capitulo 20

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“A medio camino”

un relato de

Gustavo Gall


Capítulo Veinte “La cruda realidad adyacente”

«Yo soy real», dijo Alicia (en el País de las Maravillas). «Si fuese no real, no podría llorar.» «Espero que no creas que esas lágrimas son de verdad», interrumpió Tweedledum con tono despectivo.

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A medio camino... ¿A medio camino de qué? “Ese lugar”, si no fuese otra cosa que una ilusión de mi mente mortal, no lo llamaría “ese lugar” Yo fabriqué “ese lugar” Se trata de un espectro de todo lo que es creado de la misma sustancia en todo. Yo soy su creador, tal vez, pero ya no me pertenece. No pertenece a nadie que es lo que todo es. No hay nada que hacer, ya está hecho. ¿Qué nombre le darías a lo que no tiene nombre? ¿Esencia? No. No es discutible ni es indiscutible. No es siquiera misterioso, inescrutable, inexplicable. ¿Dónde está? Me preguntas... Mora en el eterno éxtasis, ahora y siempre. (Aaron Beyer- Reflexiones- Octubre de 1983)

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La mente es esa sorprende unidad que lo envasa todo junto. Toda nuestra experiencia es un remolino de información que transcurre en nuestras cabezas. Tanto en un sueño como en la vigilia, la mente colapsa las ondas de probabilidad para generar una realidad física, repleta de un cuerpo funcionando. Uno es capaz de pensar y experimentar sensaciones en un mundo en tres dimensiones. Una voz masculina repetía mi nombre una y otra vez, y otras dos voces, femeninas, hablaban entre sí de a ratos. Pero sus palabras eran deformes. El tipo estiró hacia arriba mis dolientes párpados y me pidió que lo enfocara con la vista. -Sé que puedes oírme Aaron... abre los ojos de una vez...me decía. -¡Gracias a Dios! ¡Está despierto!- exclamó una de las mujeres. Me costó un esfuerzo titánico soportar la punzante luz que me encandilaba, hasta que finalmente lo logré. No la primera vez, pasaron muchos intentos, semanas, según dijeron, y muchas desconexiones, hasta que conseguí soportar el brillo de la luz. Ensayé incorporarme pero no me lo permitieron. Sentía que mis pulmones se habían vuelto remachados y estaban a punto de aplaudir entre ellos. -Tranquilo, Aaron...- dijo el hombre-. No hagas ningún esfuerzo, solo trata de mantente despierto un poco más hoy. Comprendí que tenía las manos atadas a los lados de una cama. Repasé el confuso alrededor como si lo barriera con un scanner que contrastaba ajustar la descomposición de las 174


imágenes tangibles. Y la sed... eso era lo peor... sentía tanta sed que me lastimaba. Pero no podía expresarlo. -Aaron... tranquilo... estás en un hospital... en la unidad de cuidados intensivos... todo está bien ahora... solo mantente despierto y relajado... todo está en orden...- me decía el tipo con una voz consoladora. Y ciertamente me costaba mucho esfuerzo conservarme despierto. Sentía que en cualquier momento mis ojos girarían hacia atrás, por dentro, y volvería a caer en una abismal oscuridad. Porque en esas desconexiones, en esas semanas en las que pretendía despertar, sí había oscuridad. Tantos años después de esto que estoy contando puedo percibir vívidamente aquellos traumáticos momentos, de días, semanas, en los que volví a reintegrarme a este lado del mundo. Por suerte la memoria no nos permite recapitular el momento en que nacimos, porque supongo que debe ser algo tan traumático como lo que yo viví al regresar del coma. Tres semanas en coma, eso fue lo que transcurrió. Tres largas semanas que para mí, en el Gran Doblez, fue un día entero en una ruta solitaria. Luego, años para reponerme, regularmente, de esas tres semanas. Padecí una distaría inmediata. Insisto, no me desperté de una sola vez, me llevó varias semanas conseguir mantenerme despierto. Al principio fueron solo unos breves minutos y poco a poco fui consiguiendo extender el tiempo de conciencia. No podía expresarme ni dar a entender lo que sentía. Ni siquiera podía mover mi cuerpo voluntariamente. Sufrí, obviamente, lesiones estructurales en el sistema nervioso central. Fue por consecuencia de un fallo difuso tóxico que afectó el sistema reticular activador, un complejo 175


bosquejo nervioso ubicado a lo largo del tallo cerebral, del cual dependen el estado de alerta y la vida de relación. “Coma”... Sueño profundo... El Gran Doblez... Yo sé lo que es eso... Pero ¿qué fue lo que me pasó? Volveré atrás, a la noche en la que me reencontré con mi padre y su esposa para cenar en el restaurante del hotel... Después de aquel emotivo encuentro, en el que me devolvió el recorte con el artículo del Cosmonauta Fantasma, regresé a mi casa. Habíamos cenado lasaña con caldo de quesos, la salsa Bengalí, que le dicen. Yo no suelo comer ese tipo de comidas, y mucho menos en la cena, porque tengo la digestión muy lenta, pero lo hice igual para acompañar a mi viejo, al que sí le gustan esas comidas elaboradas. Cuando llegué a mi casa, en taxi, me dirigí a la cocina a preparar un vaso de sales digestivas. Abrí la bolsita que guardaba en el armario y eché dos cucharadas colmadas del polvillo blanco efervescente en medio vaso de agua. Entonces, mientras el polvillo y el líquido se fusionaban, me dirigí al salón para saber si había algún mensaje en el contestador. En esos tiempos yo tenía uno de esos contestadores con cinta. Tuve que rebobinar la cinta porque alguien antes que yo había estado oyendo los mensajes. “Blanca”, me dije, y sonreí. No me importaba que hiciera esas cosas, aunque en ese momento deduje como era que ese tipo, Ávila, sabía que yo había estado escribiendo las letras de “Halfway”. Lo dije antes... el tipo me había dicho que sabía que yo estaba ocupado trabajando en unas letras para una historia sobre un Cosmonauta, y yo no podía creer que él tuviera esa información. Pero claro... yo solía tocar la guitarra en el sofá del salón, y junto a la guitarra siempre dejaba mi libreta de 176


notas con ideas sueltas, canciones, poemas, etcétera... Blanca, mi ex esposa, la que siempre seguía entrando en mi casa con su propia llave y solía husmear entre mis cosas cuando yo no estaba, habría atendido alguna vez el teléfono y habría hablado con ese tipo, y le habría dado la absurda información de que yo estaba trabajando en unas letras de canciones sobre el Cosmonauta Ruso. Seguramente le habría pedido que no dijera nada de eso. Al Sr. Ávila no le importaba un pepino eso en lo que yo estaba trabajando, solo le interesaba que yo escribiera para él, pero el dato le servía para entrar en complicidad conmigo. Eso cerraba el misterio. Pues bien... Había dos mensajes, los dos de este tipo llamado Ávila, que me daba las indicaciones de cómo llegar al punto de encuentro donde debíamos vernos al día siguiente. Apunté el nombre “Remithe South” en el anotador que estaba junto al teléfono. Escribí las palabras Turell-Visconte, Pasaje Rural de Coatlekook, continuar hacia el sur, 30 kilómetros hasta un bar café llamado “Doomsday Place”. Volví a la cocina y revolví el líquido del vaso y me lo tomé de un solo trago. Supongo que debió llamarme la atención la poca efervescencia de mis sales, no lo sé, en todo caso no le di importancia. Regresé al salón y busqué en el periódico local una agencia de alquileres de autos y señalé varias encerrándolas en círculos de bolígrafo. Necesitaba una ducha. Preferí ducharme y luego continuar con la búsqueda de la agencia. Eso fue todo lo que hice. Debo haberme duchado, o no, no puedo asegurarlo, solo se sabe que en ese período, entre las 10:30 y las 11:00 PM, desconecté por completo. Allí se produjo el Blackout. 177


Un par de horas después sería ingresado en el hospital, en reanimación, y conectado a varias máquinas que fueron las que mantuvieron activas mis funciones vitales esenciales, ya que el cerebro estaba completamente colapsado. ¿Y como llegué al hospital? La voz de una mujer llamó desesperadamente a urgencias pidiendo rápida asistencia médica. Cuando la ambulancia llegó a mi casa, Blanca, los hizo pasar directamente a mi habitación donde yo yacía desplomado, víctima de una sobredosis. Le preguntaron si yo era adicto, si sabía que clase de drogas había ingerido, y ella fingió desconocer esa información por completo. Incluso dijo que habíamos estado haciendo el amor y que yo me había sentido un poco mareado y que luego se me dilataron las pupilas y empecé a delirar antes de desvanecerme. Puras mentiras. Resulta que antes de que yo regresara a mi casa ella ya había estado allí. Ya dije que ella había estado escuchando los mensajes del contestador. Como lo sabe todo sobre mí, y sabe de mis digestiones lentas y mi afición por las sales, lo primero que hizo fue verter el polvo blanco que le habían vendido en el Zotapock, el paraíso yonqui de Nilven, dentro de la bolsita de mis sales digestivas. Aquel cóctel era una bomba de ketamina, Crystal Meth, que es la reducción de la efedrina o la pseudoefedrina y la combina con un grupo metilo, Dimetiltriptamina (DMT), y algunas otras basuras de esas que provocan una panacea psicológica inmediata en tipos acostumbrados a drogarse con cosas caras. Quien le proporcionó la droga (llamada vulgarmente LETSGO) le advirtió que con solo 1 miligramo me haría despegar los pies del suelo. Aquellas dos cucharadas colmadas en un vaso de agua eran una medida letal bestial. 178


Aún así, sé que Blanca no quería matarme. Su intención era otra. Ella solo quería tumbarme y hacerme perder la entrevista del día siguiente. La parte que no contó a los médicos de emergencias fue la de las convulsiones que sufrí en cuanto ese cóctel empezó a hacer su efecto en mi cerebro imprevisor. Había entrado en mi casa con su propia llave, como de costumbre. Estaba enferma de celos porque suponía que yo me había marchado a cenar con alguna de mis “putas” (así llamaba a mis amigas) y estaba furiosa. Preparó todo el escenario y se sentó en su auto para esperar a que yo llegara y cayera en su trampa. Dejó pasar un tiempo prudencial y entró en mi casa, seguramente justo en el momento en que me estaba dando un ataque. Allí debió entrar en pánico y se dio cuenta de que las cosas se habían escapado de control. La coartada que dio inicialmente no convenció a la policía, y mucho menos a mi agente literaria que se ocupó enfáticamente a que se llevara a cabo la investigación a fondo, hasta que Blanca tuvo que confesar los hechos reales de aquella maldita noche. Así es como Blanca estuvo detenida durante todo un año, hasta que yo conseguí “recuperarme” y levanté los cargos. La perdoné, sí, pero con la condición de que no volviera a cruzarse en mi camino en toda su vida. Eso de “recuperarme” es un decir... Mi pierna izquierda quedó inutilizada para siempre. Los médicos aluden a los daños cerebrales pero yo sé que aquel policía histérico me partió la pierna con la masa antes de remolcarme por la ruta atándome a su patrullero. La otra pierna tampoco funciona bien, pero eso es por la caída durante el aterrizaje, después de que el Ángel Cosmonauta me soltara por los aires, me 179


desintegrara y mis partículas volvieran a unirse antes de tocar el suelo nuevamente. Pero cosas así solo suceden en el Gran Doblez. Ya explicaré quién le puso ese nombre. A propósito de: “el Gran Doblez”... Durante todo el tiempo que estuve haciendo terapia, hablando con profesionales, solo intentaron convencerme de que lo que había experimentado fue solo una alucinación provocada por los efectos de la droga y luego el estado de coma. Supongo que la alucinación acabó cuando me desperté y regresé al “mundo real”. Todos menosprecian los sueños porque terminan cuando nos despertamos. Sin embargo, durante la experiencia no hay nada que diga que tenga menos base que la realidad física. Ciertamente, no creemos que la vida del día a día sea menos real, porque dormimos o morimos. ¿El hecho de que los pacientes de Alzheimer puedan tener poca memoria de los acontecimientos significa que su vida sea menos real? O que las personas como Blackbird, que toman drogas psicodélicas no perciban la realidad física, aunque los acontecimientos espacio-temporales que experimentan estén distorsionados o no se acuerden de todos ellos cuando el efecto de las drogas desaparecen. Por cierto, cualquier persona que haya tenido relaciones sexuales podrá confirmar esto y estará de acuerdo conmigo. Todos descartaron mi experiencia tachándola como irreal porque está asociada con la actividad cerebral durante el coma. Pero, ¿son irreales nuestras horas de vigilia porque están asociadas con la actividad neuronal en el cerebro? Ciertamente, la lógica biofísica de la conciencia, ya sea en sueños o en vigilia, siempre se puede remontar hacia atrás, 180


tanto se trate de neuronas como del Big Bang. Pero, obviamente, la realidad es un proceso que involucra a nuestra conciencia. A diferencia de los sueños, asumimos que el mundo cotidiano es sólo lo de "ahí fuera", y que nosotros no desempeñamos ningún papel en su aparición. Creemos que son diferentes. Sin embargo, mi experiencia muestra todo lo contrario... la realidad del día a día no es más objetiva ni más independiente del observador que los sueños. Ya sea despierto o soñando, experimentamos el mismo proceso biofísico. Es cierto, son realidades cualitativamente diferentes, pero si pensamos y sentimos, es real. Pasé por todos los estadios de recuperación durante los 17 años en los que la experiencia de haber quedado “A medio camino” estuvo imperativamente prorrogada, o aplazada o diferida, por consejo profesional. Tuve que andar en silla de ruedas hasta aprender a caminar con bastón, y tuve que aprender a hablar desde cero, como un niño, para poder modular palabras más o menos entendibles. Y sobre todo tuve que aprender a olvidar y a resignarme a que nadie tuviera las herramientas intelectuales necesarias para comprender que en esas tres semanas en coma no estuve recostado en una cama vegetando, bueno, en este plano sí, pero en otro plano paralelo, donde hay una realidad alternativa, no. 17 años aguantándome el descreimiento general hasta esa mañana en la lavandería, cuando escuché mi canción por la radio... Era la segunda vez que oía esa canción y eso confirmaba que no me estaba volviendo loco, sino que realmente esa canción estaba sonando. 181


La primera vez que la oí fue en casa, una tarde en la que estaba solo, sentado en el living, esperando a que Mirna, mi agente literaria, me llamara para confirmar una cita con el editor de Towsand. La radio siempre está sonando de fondo en mi casa. Nunca le presto demasiada atención. Apenas sonaron los primeros acordes paré la oreja y volteé para escuchar... Cuando el cantante lanzó los primeros bocados de la primer estrofa, se me congeló la sangre. Esa era mi canción... Había olvidado la letra por completo durante todos estos años, hasta que ese tipo empezó a gargarearla palabra por palabra... Era mi canción. Yo la compuse. Yo la escribí, nota a nota, y la canté a los gritos allí, en medio del desierto, en aquella soledad escalofriante. La canción y sus acordes estaban escritos en mi libreta, la libreta que escondí bajo el auto, en la rueda. Esa libreta que los espectros querían robarme... mi libreta de apuntes... Se me dirá: ¿No se trata de la misma libreta en la que yo había apuntado los nombres de los poblados que tenía que pasar hasta llegar a Remite South? Obviamente esa libreta estaba allí donde la dejé, en la mesita del teléfono, en el salón de mi casa. La respuesta es “sí”, es la misma. Y yo soy el mismo, y los elementos son los mismos, pero en los Universos Paralelos las transferencias de estas aparentes duplicaciones siguen su propio destino y albedrío, independientemente de lo que sea de ellas en cada plano. ¿Difícil de comprender? Yo creo que no... creo que es fácil de comprender pero difícil de explicar. Cuando sonó el teléfono le dije a Mirna: -No vas a creer lo que acaba de pasarme...- y se lo conté. Ella fue muy amable en fingir que me creía, pero en el fondo 182


no le dio tanta importancia. Obviamente ella conocía esta historia, como todos, porque durante 17 años me he cansado de contarla a diestra y siniestra en mi círculo privado, familiares y amigos. En una oportunidad estuve en un programa de televisión, en la cadena Continental de Queelse, contando mi experiencia. El periodista que me entrevistó me anunció así: “Hoy estamos con Aaron Beyer, un escritor local, que asegura que las personas en estado de coma están activas en otro plano, en una realidad paralela a la nuestra... ¿no es así, Aaron?” Fui ridiculizado. Me sentí un estúpido contando eso, sobre todo porque en el mismo plató estaban invitados: un tipo que aseguraba haber sido abducido por un platillo volador y que había regresado a la tierra con superpoderes, una gorda que cenaba todas las noches con los espíritus de sus parientes muertos, y un chico que adivinaba lo que los demás pensaban y podía doblar cucharas con el poder de la mente. Ahí estaba yo... un escritor que estuvo tres semanas en coma y fue amenazado por un Payaso con una pistola y sacudido por un Policía histérico, ahhh, rescatado por un Cosmonauta ruso que apareció volando desde el cielo como un ángel o como un santo de estampita. Bajo esta exposición... ¿porqué mi historia iba a ser más verídica que la de los demás? Pues porque yo sé lo que pasé y lo que viví, y no me importa quien esté capacitado para creerlo o no. Solo hubo un muchacho llamado Andrew Cussac que se sintió atrapado por mi testimonio... Él fue quien bautizó con el nombre de “El Gran Doblez” al plano de esa realidad donde estuve durante el coma. Ya hablaré de eso a su debido tiempo...

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Un par de días después Mirna viajó a Nilven para verme y para darme los detalles de la entrevista con el editor. Le pedí que me acompañara a la lavandería porque se me había acumulado ropa sucia. Yo soy un discapacitado, ando con bastón y fajas de tensión muscular, siempre necesito ayuda. Luego nos sentaríamos a tomar un café y a hablar de nuestras cosas. Pero allí en la lavandería volvió a suceder... La canción volvió a sonar en la radio, y yo corrí hasta el mostrador para pedirle a la encargada que subiera el volumen de la radio. La mujer se asustó. Alguien amenazó con llamar a la policía, Mirna tuvo que detenerme y sacarme de allí... Bueno, ya conté todo esto al comienzo de mi relato, no hace falta que lo repita. Esto cierra la parte inicial de mi testimonio. Pero no concluye aquí... Todo lo que sucedió después corresponde a mi dedicación por desvelar el secreto del Gran Doblez, mi experiencia de haber abierto una puerta a un universo paralelo tras haberme quedado allí...a medio camino.

-FIN DE LA PRIMERA PARTE-

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© Los Tres Lobitos S.L., 2013 1ª edición Cod. Licencia Internacional: 1312199631132 Impreso en Argentina / Printed in Argentina Digitalizado por L.T.L / Reg. Int. de la Prop. Intelectual. A.R.Ress. LosTres Lobitos & Gustavo Gall copyright. 2013

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