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“El resto” –un relato de Gustavo Gall Episodio 6 Poco después del mediodía, cuando la oscuridad de las cenizas ya lo había cubierto todo, Telli sufrió un ataque de pánico. No era la primera vez que le sucedía. Generalmente después de las alucinaciones que lo llevaban a buscar a sus dos hijos, atravesaba un episodio de pánico y luego de depresión. Pero esta vez fue distinto. No tuvo alucinaciones. Tan solo la idea del futuro inmediato lo sumía en la desesperación. Su compañero, mejor amigo y único superviviente de confianza, podía estar infectado de SSD, lo cual garantizaba su muerte, por más que se ocultara la herida y los síntomas. Si Enzo moría, él, por sí solo, no tenía muchas chances de supervivencia. Si continuaron con vida hasta ahí era porque Enzo había construido el refugio, la Madriguera, y su sistema de energía y el de aislamiento, sus estrategia de almacenaje de alimentos y agua. Hasta la ropa era parte de sus mañas. Para que todo aquello funcionara correctamente había que llevar a cabo un mantenimiento constante. Después de Enzo, todas aquellas cosas que garantizaban la vida se irían deteriorando, y tarde o temprano Telli tendría que unirse a un Grupo o sentarse a morir. Ahora se sumaba una nueva preocupación... tenían a un zombie en la casa, un infectado, un pobre animal-humano 1
que llevaba un brazo amputado por él. Enzo le aseguró a su compañero que el zombie no lo reconocería como el agresor que le cortó el brazo. -No pueden pensar, Telli, ni siquiera debe ser consciente de que le falta un brazo. Son solo bestias humanas animadas, una especie aparte. Creéme, Telli, sé lo que hago. -¿Porqué no intentamos comunicarnos con Lucy y lo discutimos con ella? -¡No metas a mi hermana en esto!- gritó Enzo, usando las mismas palabras que usó tantas veces en la adolescencia-. No creo que ella vuelva a encender el walkie, pero en el caso de que volvamos a saber de ella, no quiero que le cuentes nada sobre la captura del zombie, ni de la herida de mi pierna. Telli permaneció en silencio... Algo le hacía ruido... Las palabras de su amigo no eran convincentes. Nada de lo que sucedía era convincente y esa inseguridad existencial justificaba su nuevo ataque de pánico. A veces Enzo parecía que lo tenía todo resuelto y que tenía el control de las cosas que hacía, pero dentro de su mundo de orden y lógica, de prevenciones y de efectividad, se había olvidado de un detalle importante... tal vez el más importante... compartir sus conocimientos y brindarle a su compañero sus mismas herramientas para sobrevivir. -Quiero que subamos porque quiero que lo veas de frente y que comprendas que ese animal, aislado de la Horda, es menos peligroso de lo que te imaginás. -No pienso subir. No quiero verlo- respondió Telli, temblando de miedo. 2
-Tenés que hacerlo, Telli, hay que vencer ese miedo. Te aseguro que no corremos ningún riesgo. Los habían visto moverse por las calles dando tumbos como borrachos. Gimiendo, gritando, aullando. Los vieron rompiéndolo todo, descuartizando personas, lastimándose y golpeándose entre ellos, babeando espuma por la boca como perros rabiosos. La idea de que, individualmente fueran inofensivos era poco creíble. Finalmente Telli guardó silencio y agachó la cabeza. Enzo dispuso la ropa y se vistieron como si fueran a salir a la calle, incluso con las máscaras antigases. -Aunque no sobrevivirá mucho, tendremos que darle algo de comer. Hay que tratar de mantenerlo vivo lo que más podamos- dijo Enzo. -¿Y qué comen? Se miraron y quedaron quietos como si algo hubiese oprimido el botón de “pause” en sus vidas. -Supongo que comerá de todo, como cualquier cristianodijo Enzo sin mucha convicción. Los habían visto matando y desmembrando, pero nunca comiéndose la carne de sus víctimas. Telli extendió la mano y agarró el paquete de Palmeritas que estaba sobre la mesa, junto al mate. El otro hizo un gesto de aprobación y juntos marcharon, escaleras arriba, a la casa. Enzo había dispuesto con anterioridad dos enormes focos frente a la puerta enrejada de la habitación que era la celda donde contenía al zombie. Telli empuñó un arma que nunca había disparado, una pistola que perteneció al padre de Enzo. 3
-¿Todo listo?- preguntó Enzo, y en cuanto Telli levantó el dedo pulgar, le dio al interruptor. Aquello era muy peligroso porque ya había oscurecido y jamás encendían luces en la casa cuando el vecindario entero estaba a oscuras por falta de energía eléctrica. Solo usaban luces dentro de la Madriguera. Pero ésta era una ocasión especial que merecía correr el riesgo. En un apodaron) Telli, pero al exterior tiempo.
primer momento no vieron al “bicho” (así lo por ninguna parte, y eso puso muy nervioso a la reja estaba intacta, y la única ventana que daba estaba perfectamente sellada desde hacía mucho
Entonces hubo un gruñido... -¡Ahí está!- exclamó Enzo y perfiló el foco en dirección a la pared que tenía un placard empotrado, hacia la derecha de la habitación. La bestia malherida yacía derrotada y débil en el suelo. Acurrucada y con la cara apoyada en la pared. Había rastros de sangre, fluidos y excrementos por toda la alfombra. Telli tomó coraje y se acercó lo más que pudo a la reja para verlo bien. Se quedó observando durante largo rato. -¡Levantá un poco la luz!- dijo y Enzo, satisfecho, obedeció al pedido de su compañero. Era evidente que algo le había llamado poderosamente la atención. -Es una mujer...- dijo. -¿Qué? -¿No te habías dado cuenta de que es una mina? Enzo afiló la vista para confirmarlo. Sin dudas se trataba de un zombie-hembra. 4
Su cuerpo era extremadamente delgado, piel y huesos, y en su cabeza quedaban solo algunos débiles mechones de cabello. La piel era grisácea como la de una rata de campo, y a través de ella se traslucían todas las ramificaciones azuladas y violetas de sus venas. Se leía claramente todo su esqueleto. El costillar se le movía al respirar. El cráneo. Las articulaciones. Los puntiagudos huesos de sus caderas. Era un ser vivo en las peores condiciones de decadencia. Telli se relajó... El miedo empezaba a ser reemplazado por una repentina sensación de pena y lástima. Sintió piedad por aquella desgraciada criatura que no era más que una víctima de las circunstancias de la impunidad y la desmedida codicia humana. Arrojó el paquete de Palmeritas abierto, dentro de la celda, pero el “bicho” no les hizo caso alguno a las galletas. Estaba agonizando y su silbante respiración sonaba carrasposa y doliente. -Se está muriendo, Enzo, tenemos que ayudarla. -¿Ayudar? ¿Ahora querés ayudar? Yo sé que se está muriendo, pero no lo traje acá para salvarlo sino para entenderlo. -Es una mujer. No hables en masculino- corrigió Telli. Se mantuvieron en silencio, pensativos, dubitativos. Ante sus ojos tenían un dilema y la situación generaba toda clase de sentimientos encontrados. -Voy a traerle agua- dijo Telli y fue en busca de una botella de agua mineral. Enzo apagó los focos y siguió a su amigo...
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-Le dejamos el agua junto a la reja y nos vamos a la Madriguera. Mañana pensamos que hacer con él. -¡Ella! ¡Es una mujer! Podría ser tu madre o tu hermana. Se miraron de frente. -No te entiendo, Telli, hace un rato tenías miedo de subir a ver al bicho y ahora te agarró un repentino ataque de compasión. No vas a entrar a esa celda a darle agua ni nada... Estoy adivinando tus intenciones y no me gusta lo que sospecho que querés hacer. -Vos la trajiste... ¿para qué? ¿para verla morir? Vas a escribir en tu cuadernito de bitácora: “traje un ser humano malherido y lo encerré en una celda para ver como se muere... No moví un dedo para evitarlo...” Enzo, nervioso, interceptó el paso de su compañero apoyando el brazo contra la pared y lo enfocó directamente a los ojos con su linterna... -Esa cosa que está ahí me lastimó la pierna... Ahora mismo puede ser que yo tenga la sangre tan sucia como la suya. Si ella me infectó tengo el derecho de... -¡Ahhh! ¡Es una venganza! Vos querés ver como se muere y con eso vos te vas a morir tranquilo....- ironizó Telli-. Voy a preguntarte algo, Gordi... Si hubiese visto a esa zombie deambulando por la calle, sola, un día cualquiera... ¿no la hubieses matado sin que ella te atacara? Enzo se mantuvo pensativo... -La respuesta es “sí”...- continuó Telli-. La hubieses atacado sin pestañear porque estamos en un mundo donde humanos atacan a humanos sin preguntar, por miedo, “por las dudas”... Ella te rasguñó... te atacó por el mismo 6
principio que te hubiese llevado a vos a atacarla si la hubiese visto primero... ¿Qué forma de extermino es esta? ¿En qué mundo estamos metidos? ¿Nos volvimos tan irracionales y perversos que no sentimos piedad por alguien que está en total inferioridad de condiciones? Enzo retiró el brazo que obstaculizaba el paso a su compañero. Telli buscó agua y una esponja, y la ató al extremo de un palo de escoba. Para ingresar a la habitación de Lucy tuvieron que desencajar la reja del improvisado quicio que fabricó Enzo la noche anterior. Entraron y se movieron cautelosos. Telli empapó la esponja con agua y se la acercó al “bicho” que se mantenía en la misma postura de antes, acurrucado de dolor, con el cuello doblado hacia arriba y la cara apoyada contra la pared. Por detrás, Enzo, sujetaba el reflector y la pistola en alto, con el tembloroso dedo apoyado en el gatillo. Estaba dispuesto a disparar ante cualquier movimiento extraño. -Agoniza- disertó Telli-. La infección del brazo va a matarla. En un rapto de lucidez, al percibir la presencia de los dos hombres, el “bicho” humano emitió un débil gruñido. Un segundo gruñido sonó lastimoso y agudo, como con dolor. Telli, con la linterna, le iluminó la cara. La mujer zombie mostró los dientes podridos y afilados, como un perro rabioso, pero su advertencia no causaba miedo porque su cuerpo no acompañaba esa actitud. -¡Tranquila! Vine a traerte agua- dijo Telli. La mujer zombie lanzó un mordisco al aire en cámara lenta. 7
Telli se levantó la máscara para enseñarle su rostro y al instante tuvo un arcada, y volvió a cubrirse la cara. -¡Puja! Huele como un caballo muerto... -Se tira pedos...- comentó Enzo desde atrás- ...cuando la traje esta mañana se tiraba pedos todo el tiempo. Olían como pólvora quemada. Telli volvió a humedecer la esponja y pretendió acercársela a la boca, pero ella la rechazó e intentó morder el palo. -No quiere agua. Quiere que la dejemos morir en pazdijo Enzo. Telli, que llevaba las manos cubiertas por el guante de protección de alambre, apoyó la mano sobre su hombro, pero la instante la piel se deslizó y se desprendió putrefacta. -¡Dios! Se está pudriendo en vida- dijo Telli. Ya no era la infección del brazo ni los síntomas característicos del SSD, su estado general era de descomposición acelerada. Pero lo que más les llamaba la atención era que aquel esqueleto sin estómago, continuaba con vida a pesar de todo. -Telli, tenemos que apagar la luz... ¡Vamos! Los dos hombres salieron de la habitación y volvieron a calzar la reja. -Deberíamos rematarla- sugirió Telli. -¡Ni loco! Con lo que me costó traerla hasta acá. Además... no sabemos fehacientemente si se está muriendo... Capaz que son así naturalmente. Nunca tuvimos a uno de estos bichos tan de cerca. 8
Se metieron en el Matapulgas y entraron en la Madriguera. Tomaron mate en silencio. Sus pensamientos se batían a duelo entre lo humanamente piadoso y la curiosidad “científica”. Enzo no sabía bien porqué, pero no quería matarla. -Esta noche tengamos jornada de reflexión. Mañana decidiremos que hacer- propuso Enzo. Quitó las balas de la pistola y se las guardó en el bolsillo para evitar cualquier arranque moral de parte de su colega. Sabía perfectamente que Telli no iba a matarla a palos. -Si. Y mientras tanto ahí arriba hay una criatura viviente sufriendo una agonía espantosa. Nosotros reflexionemos... Supongo que el mundo siempre funcionó así...- concluyó Telli.
Fin del Episodio 6
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“El Resto” por Gustavo Gall (Relato de ciencia ficción futurista, por entregas en episodios cortos) -Cuarta Entrega: Episodio 6 - (total: 9 páginas) Codigo de Registro 1212194222680 A.R.Ress Int. Copyright- Gustavo Gall Febrero de 2013.
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