Gustavo Gall. "El resto" Episodio 9

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“El resto” –un relato de Gustavo Gall Episodio 9 La entrada de Pablina en la casa natal de Enzo fue todo un acontecimiento lleno de dudas e incomodidades. Era la primera vez que un extraño iba a ingresar a la Madriguera. Antes de doblar por el pasillo que los llevaba al sótano secreto, indefectiblemente, tuvieron que pasar frente a la antigua habitación de Luciana donde se hallaba cautiva la mujer zombie. El olor dentro de la casa era pestilente, y Telli tuvo que volver a salir al jardín delantero para calmar las arcadas que estuvieron a punto de hacerlo vomitar. -¡Se está pudriendo viva!- exclamó Enzo. -Abrime la reja, yo me ocupo de esto- dijo la chica. Se calzó los guantes de carnicero y le quitó el seguro a la pistola que llevaba cruzada bajo el cinturón. Los dos hombres desmontaron la reja. Por la ventana entraba el mezquino reflejo de la luz del día que empezaba a decaer con la aparición de las primeras nubes cenicientas. Pablina avanzó con decisión, iluminándose con la luz de la linterna, y, la mujer zombie, como intuyendo la presencia de su verdugo, torció un poco la cabeza, miró hacia la luz, y gruñó como un animal acorralado. Pablina se puso en cuclillas a su lado y, con el dedo pulgar, le levantó un poco el labio superior para mirarle las encías y los dientes. 1


-¿Qué hace?- preguntó Telli a su compañero. Enzo se encogió de hombros. El zombie pretendió morder sin fuerzas la mano que lo invadía. Pablina agarró el paquete de Palmeritas que estaba a un costado, en el suelo, y volteó para mirar a los otros dos como diciendo: “¿Y esto?” -Era por si quería comer algo- explicó Telli. La chica sonrió y moviendo la cabeza murmuró: -Ingenuos. Pidió una toalla o una manta. -¿Para qué? Pero ella no respondió. Se levantó y buscó algo por sí misma. Descolgó de un tirón la cortina que cubría la ventana y la arrojó por encima de la mujer zombie cubriéndola. Apoyó el caño de su arma en el bulto de su cabeza y, sin demorarse, disparó. El cuerpo inerte se desplomó al instante como una bolsa de papas cayendo de costado. -¡Listo!- exclamó-. Ayuden a sacarla fuera. Tenemos que quemarla. Telli y Enzo permanecieron atónitos mirándose entre ellos. La fría ejecución había sido tan rápida e inapelable que no les dio tiempo a reaccionar. La actitud de la muchacha era lo que más les sorprendía. Era una chica muy decidida. Arrastraron el cadáver envuelto en la cortina, por el comedor hasta el porche. Pablina determinó que la quemarían en medio de la calle. -No podemos quemarla acá. Nosotros no hacemos fogatas cerca de la casa- explicó Enzo-. Son nuestras 2


normas. No queremos que nadie descubra nuestro escondite. Ya sabes lo que pasa con los saqueadores. Pablina lo miró y permaneció en silencio por un rato. Había cierta tensión de batallita de liderazgo en los ojos de ambos. Finalmente aceptó. -Esteban, necesito que traigas una carretilla- dijo ella. -¿Una qué? No tenemos una carretilla... ¿no?- dijo Telli mirando a su compañero. -¿Quieren que termine con esto o no? Conseguime una carretilla de donde sea- insistió ella con la severidad de un sargento en la voz. -En el galpón de Peralta hay una- intervino Enzo, señalando la casa del vecino. Telli corrió hacia allá. Pablina continuó... -Vos conseguime algo de combustible, cualquier cosa que prenda fuego, y un encendedor o fósforos. ¿Dónde está el cacho de brazo que le falta? ¿No lo tendrás ahí dentro, no? Enzo negó con la cabeza. No le gustaba el tono de mandona de la chica, y esas licencias de líder que se estaba tomando. Pero ella no se daba por enterada. -Hay que desinfectar toda la habitación. ¿Tenés ácidos o...? -“Relics”- se apresuró a responder Enzo. “Relics” era un preparado de polvillo tan volátil que al soltarlo parecía humo. Se comercializó cuando se descubrió la toxicidad de las cenizas, unos dos años antes del toque de queda y la primer cuarentena. Se usaba para las duchas que desinfectaban la ropa de calle. Era con lo que se 3


pulverizaban en ese cubículo al que ellos llamaban el “Matapulgas”, antes de entrar a la Madriguera. -Bueno, creo que eso puede servir...- dijo ella con fingido convencimiento. Al cabo de un rato Telli reapareció empujando una especie de carro de cartonero. A pesar de que llevaba la máscara puesta, Enzo, advirtió el susto en sus ojos. -¿Para qué usarían este carro los Peralta?- preguntó Telli disimulando. -¿Telli, está todo bien?- consultó su amigo. -Si, si... todo en orden. Se hizo un breve silencio. Telli evitó el contacto directo con su mirada. Parecía intranquilo. -¿Seguro que estás bien?- insistió. Telli asintió con la cabeza y levantó el dedo pulgar. Cargaron el cadáver en el carro y de inmediato, la muchacha, dispuso que Telli la acompañaría y que Enzo se quedaría a desinfectar la habitación. Pero Enzo ya no estaba dispuesto a recibir órdenes de la forastera, aunque tuviera cierta lógica en sus disposiciones. Sentía que tenía que rebelarse y mostrar un poco los dientes porque sino se les subiría a la cabeza. Después de todo ella era la que se acoplaba, la recién admitida. -Telli se queda a desinfectar y yo voy con vos- dijo, replicando. -Esteban ¿sabés manipular polvo Relics?- le preguntó Pablina. -¿Eh?- exclamó Telli, que no tenía idea de nada. 4


-Lo supuse- se jactó Pablina. -No importa. Yo voy con vos. Yo traje el bicho a la casa y yo me deshago del bicho- insitió Enzo, con absurda terquedad. -Es ridículo... pero... como quieras. Telli se quedó en la casa, limpiando los restos y suciedades de la antigua habitación de Luciana, donde estuvo la cautiva. Los otros dos se dieron prisa para transportar el cadáver al centro de la plaza donde le prendieron fuego. La nubes de ceniza ya encapotaron casi todo el cielo y la oscuridad los sorprendió en el trayecto de regreso. En ese lapso, Pablina y Enzo, tuvieron una breve pero intensa conversación...

Fin del Episodio 9

“El Resto” por Gustavo Gall (Relato de ciencia ficción futurista, por entregas en episodios cortos) -Séptima Entrega: Episodio 9 - (total: 5 páginas) Codigo de Registro 1212194222680 A.R.Ress Int. Copyright- Gustavo Gall Febrero de 2013.

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