Series
44 Las mejores del año de aventura 46 Hora y Un show más Famoso, 48 de Martín Garabal 49 Discos 50 Eventos
Balance 2014
Éxitos y fracasos 08 en la taquilla Estrenos internacionales 12 Estrenos fuera 15 de las salas Estrenos nacionales 16
novia de Shanghai, 42 Una de Mauro Andrizzi
Corrección Micaela Berguer
En rodaje
ASISTENTE DE REDACCIÓN Daniel Alaniz
François Truffaut: 38 La exposición
edición Micaela Berguer micaela@haciendocine.com.ar
Homenajes
DIRECTORES Hernán Guerschuny hernang@haciendocine.com.ar Pablo Udenio pablou@haciendocine.com.ar
The Babadook, 36 de Jennifer Kent Madres e hijos 37 en el cine
staff
Haciendo Cine es una publicación de Haciendo Cine de Udenio Pablo y Guerschuny Hernán SH. Derechos Reservados. Efectuados los Registros de ley. (c). Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización. Las notas firmadas representan la opinión de los autores y no necesariamente la de la revista.
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IMPRENTA: Latingráfica Rocamora 4161 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Tel: 5411 4867 4777 www.latingrafica.com.ar / latinos@latingrafica.com.ar
06 07 EVA 2014
Distribución en Capital Vaccaro, Sánchez y Cía. S.A. Distribución en el interior Distribuidora Austral de Publicaciones S.A.
Propietarios Hernán Ariel Guerschuny y Pablo Udenio EDITORES responsables Hernán Ariel Guerschuny y Pablo Udenio
Monty Pyhton y el siglo XXI
haciendocine@haciendocine.com.ar
Tendencias
REDACCIÓN Bonpland 1343 Piso 7° Depto ¨C¨ C1414CMM
04 Panorama
Maquilladora Eugenia Fanna
20 23 La factoría Disney 24 Otros estudios 26 de animación
Asistente Johnny Rubio
Entrevista con Julieta Zylberberg Entrevista con Matías Mosteirin
Foto de tapa Camila Miyazono
SUMARIO
HC#154 ESCRIBIERON EN ESTE NÚMERO Daniel Alaniz / Juan Pablo Álvarez / Mauro Andrizzi / Eduardo D. Benítez / Luciana Calcagno / Maia Debowicz / Martín Fernández Cruz / Amadeo Gandolfo / Juan Pablo Martínez / Diego Maté / Andrés Nazarala R. / Mariano Oliveros / Hernán Panessi / Hernán Siseles
Estrenos
COMERCIAL (54-11) 4857-2597 comercial@haciendocine.com.ar
Shawn Levy y Hasta que la muerte los juntó
CURSOS cursos@haciendocine.com.ar
Peter Jackson 30 y El hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos
SUSCRIPCIONES suscripciones@haciendocine.com.ar
28
COORDINACIÓN Florencia Freis florencia@haciendocine.com.ar
Ridley Scott y Éxodo: Dioses y reyes
DIRECCIÓN DE ARTE Julio Ferrand
PANORAMA
Las ligas menores
Las predicciones de Indiewire para los Oscar Como todos los años, el sitio web Indiewire publicó sus predicciones para las nominaciones a los premios Oscar, las cuales serán dadas a conocer en enero por la Academia de Cine. Según el sitio, Birdman (Alejandro González Iñárritu) y Boyhood (Richard Linklater) son dos de las que más opciones tienen para llevarse la nominación a Mejor Largometraje, junto con Selma (Ava Du Vernay) y The Imitation Game (Morten Tyldum). En su segunda categoría de posibles nominadas entran Perdida (David Fincher), Unbroken (Angelina Jolie), Foxcatcher (Bennett Miller), Into the Woods (Rob Marshall) y el nuevo film de Clint Eastwood, American Sniper. Más atrás, y como dice el título de la sección (“Caballos oscuros que pueden llegar a competir”), se acercan con alguna chance Interestelar (Chris Nolan), El gran Hotel Budapest (Wes Anderson) y la esperada adaptación de la novela de Thomas Pynchon, Inherent Vice, dirigida por Paul Thomas Anderson.
Porque de algo tiene que vivir el cineasta independiente, se dieron a conocer las películas más taquilleras de la escena indie americana de 2014, es decir, los estrenos con menos de quinientas pantallas que más recaudaron. Por fuera de las primeras quince, en apenas el puesto dieciséis, se ubicó Snowpiercer, la gran película de ciencia ficción congelada del coreano Bong Joon-ho. En el puesto quince entraron a las corridas Kristen Wiig y Bill Hader con The Skeleton Twins (Craig Johnson). Meet the Mormons (Blair Treu), Cantinflas (Sebastian del Amo), Bad Words (Jason Bateman) y The Theory of Everything (James Marsh) ocuparon desde el puesto catorce hasta el once, y le dejaron el décimo lugar a Magia a la luz de la luna (Woody Allen), que recaudó una suma de US$10.539.326. Hasta el puesto seis, reservado para Birdman, les dio la nafta a Belle (Amma Asante), America (Dinesh D’Souza y John Sullivan) y ¿Puede una canción de amor salvar tu vida? (John Carney). El quinto lugar fue para El hombre más buscado (Anton Corbijn) y el cuarto para Boyhood, que recaudó US$24.008.200. Chef (Jon Favreau, US$31.424.003) y St. Vincent (Theodore Melfi, US$39.260.086) reescoltaron a la ganadora, El gran Hotel Budapest, que logró recaudar US$59.076.019.
Al infinito y más allá: taquilla mundial Al igual que el año pasado, Disney estuvo bien arriba en la tabla de las películas más vistas a escala mundial, esta vez con Guardianes de la Galaxia y Maléfica, pero no logró quedarse con el primer puesto, que, como podía esperarse, se lo quedaron los metaleros transformers de Michael Bay. Un año
a puro tanque, cargado de los superhéroes de X-Men: Días del futuro pasado, El sorprendente Hombre Araña 2 y Capitán América: El soldado de invierno, el regreso espacial de Christopher Nolan y la única película de animación, Cómo entrenar a tu dragón 2.
TÍTULO
DIRECTOR
RECAUDACIÓN
1
Transformers: La era de la extinción
Michael Bay
$1,087.4
2
Guardianes de la Galaxia
James Gunn
$771.5
3
Maléfica
Robert Stromberg
$757.7
4
X-Men: Días del futuro pasado
Bryan Singer
$746.0
5
Capitán América: El soldado de invierno
Anthony Russo y Joe Russo
$714.1
6
El sorprendente Hombre Araña 2
Marc Webb
$709.0
7
El planeta de los simios: Confrontación
Matt Reeves
$708.3
8
Cómo entrenar a tu dragón 2
Dean DeBlois
$618.9
9
Interestelar
Christopher Nolan
$544.1
10
Godzilla
Gareth Edwards
$525.0
(en millones)
Fuente: Box Office Mojo
4 PANORAMA
Monty Python y el siglo XXI
Nueva vida para Monty Python Los Monty Python volvieron en 2013 después de 30 años de inactividad, pero este es el año de la renovación. Nuevo sitio web, aplicaciones, videojuegos y un F5 permanente para ese humor siempre actualizado. Por Hernán Siseles
E
ntre los datos más increíbles que recorren las distintas biografías del grupo humorístico Monty Python, está el de haber dado origen a uno de los términos más utilizados dentro de ese lenguaje informático que desde hace algunos años todos compartimos gracias a la masificación de Internet. La historia nos remite a un sketch de 1970 –disponible para ver en YouTube– en el que los humoristas Eric Idle y Graham Chapman aterrizan en una cafetería atestada de vikingos e intentan encontrar un desayuno apropiado dentro de un menú en el cual todos los platos incluyen “spam”, un tipo de carne enlatada que solía enviarse a los soldados durante la Segunda Guerra Mundial. La repetición compulsiva de dicho ingrediente durante aquel segmento popularizó el término “spam” al punto de que, años más tarde, fue tomado por algún cerebro de la computación para denominar el correo basura que ocasionalmente colapsa nuestras casillas de mail. Al margen de esta anécdota nerd, no existían mayores vínculos entre Monty Python y los modos de vida y comunicación propios del siglo XXI. El grupo, que se popularizó en el programa de TV Monty Python’s Flying Circus pero también ha desplegado su particular humor en algunas películas clásicas como La vida de Brian, abandonó la actividad allá por
6 TENDENCIAS
el año 1983, dejando crecer su leyenda a tal punto que en 2013 no quedó más alternativa que emprender el operativo retorno con los cinco integrantes originales. Por supuesto, no faltaron las ediciones en DVD, los especiales de televisión y las presentaciones en vivo para que estas auténticas leyendas de la comedia volvieran a sentir el calor del público y lograran sus merecidos dividendos. Pero, para mostrarse renovados y no ser solo un ejercicio de nostalgia, el grupo comenzó lentamente un proceso de adaptación hacia las múltiples pantallas que caracterizan la actual industria del entretenimiento. Así se llegó a una plataforma digital que permite abordar el universo del grupo con una doble mirada, y les saca brillo a los tesoros del pasado pero también fogonea un presente cargado de actividad. Desde el flamante sitio montypython.com, ilustrado bajo la supervisión de Terry Gilliam (probablemente el integrante más conocido de MP, por su trayectoria como director de cine), cualquier nuevo o viejo fan del grupo puede acceder a todo el contenido disponible de manera organizada y con la certeza de que no está incurriendo en ninguna forma de consumo ilegal. A través de esta web, se establece un vínculo directo con los perfiles de Monty Python en esos espacios que hoy parecen ser de presencia obli-
gatoria como Twitter, Facebook y YouTube. Y para los usuarios más clásicos y coleccionistas tampoco faltan las opciones de venta de productos, desde documentales y compilados en DVD hasta teteras (un clásico inglés) con la leyenda “make tea not love”. Seguramente para muchos esta apertura oficial de los archivos del grupo –con un irreprochable afán comercial– pueda constituir un atentado contra la etiqueta de culto que supieron llevar durante décadas. Pero si la idea es tener una presencia real en el actual mapa de la comedia mundial, y si se atreven a utilizar estos nuevos medios en su amplio margen de posibilidades, este puede ser un primer gran paso para el grupo. Hasta hace unos pocos meses, la más arriesgada adaptación del clásico humor inglés de Monty Python a los nuevos formatos había sido el desarrollo del videojuego para tablets y smartphones The Ministry of Silly Walks, basado en uno de los sketches más populares del show de televisión, en el que se puede ver a todos sus integrantes caminando de las formas más estrafalarias. Con el nuevo sitio y la entrada a todas las nuevas plataformas de comunicación, se verá el poder real de actualización de estos caballeros ingleses que llevan más de 50 años en la ruta del humor.
EVA 2014
Game on Jornadas a cargo de las estrellas locales más importantes, visitas internacionales y novedades en el mercado conformaron la Exposición de Videojuegos Argentina en el Gaumont. El evento, que reúne lo más importante de la cultura gamer nacional, es toda una aventura gráfica en sí. Por Diego Maté
E
l viernes 7 y sábado 8 de noviembre tuvo lugar la última edición de la Exposición de Videojuegos Argentina, el encuentro más importante de la escena gamer local que, desde hace doce años, viene organizando la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos Argentina (ADVA). Por segunda vez consecutiva, el cine Gaumont le abrió sus puertas al evento y vio nuevamente a dos de sus salas llenarse con discusiones sobre mercado, mesas debate, exposiciones, ponencias, workshops y un largo etcétera acerca de la cultura del videojuego. La cuota de comercialización y modelo de negocios estuvo cubierta con las charlas que dieron, entre otros, Máximo Cavazzani, CEO de Etermax (el estudio responsable del súper éxito Preguntados), y el dúo compuesto por Lucas Gondolo y Santiago Villa, integrantes de Okam Studio. El caso de Okam fue uno de los que más sonaron en el año: siendo apenas otro estudio independiente argentino, pasaron a desarrollar Último carnaval en colaboración con la sede latinoamericana del gigante japonés Square Enix, uno de los estudios más importantes del mundo. Gondolo y Villa, satisfechos con el producto final, relataron los sinsabores de trabajar con un cliente de esas características: a pesar de que contaron con libertad creativa (según ellos, excesiva por momentos), tuvieron que ajustarse a deadlines estrictos y seguir requerimientos técnicos y de seguridad que cambiaban caóticamente de un momento a otro.
Una rápida pero didáctica introducción a Godot Engine, el motor gráfico creado por Okam Studio, fue uno de los momentos tecnológicos más altos de esta EVA 2014. Desarrollado para su uso interno, Godot fue liberado en Internet y compartido de manera gratuita por Okam con la ambiciosa aspiración de salir a competir con motores como Unity. Tampoco se quedó atrás la charla de Ariel Arias, creador de The Hum, que se encuentra desarrollando el juego para Oculus Rift, el casco de realidad virtual que, tras décadas de proyectos fallidos, promete ser el primer experimento comercial exitoso con esa tecnología. Arias mostró registros impresionantes de su work in progress mientras explicaba las ventajas y los problemas que supone diseñar para VR, y se sumó al coro de voces que auguran que en poco tiempo Oculus Rift operará un giro copernicano en la forma en la que se experimentan los videojuegos. Bajo el paraguas terminológico del art game, Agustín Perez Fernández y María Luján Oulton presentaron una mesa que reunía a especialistas provenientes de la teoría del arte y los medios, la animación, el desarrollo independiente en Twine (un software que facilita la creación de relatos interactivos) y el multimedia. La diversidad del encuentro fue notable: el discurso articulado y sobrio de Alejandro Schianchi acerca de los intercambios disciplinares entre el cine y el videojuego pudo convivir sin problemas con el testimonio de los dos integrantes
del grupo Proyecto 032, responsables de algunos de los pocos cruces locales entre videojuegos y arte. Los platos fuertes llegaron el sábado a la tarde. Primero estuvo la mesa de Daniel Benmergui (quizás el desarrollador más original y reconocido del país) sobre comunicación no verbal en game design, que finalmente resultó ser un largo adelanto de Ernesto, su último juego, en el que mezcla inesperadamente el género de rol con el de puzzle (ingenio), un poco a lo Jonathan Blow, la estrella indie de Estados Unidos que se transformó en una especie de mentor del argentino. La mala noticia fue que Benmergui decidió posponer hasta nuevo aviso el desarrollo de Storyteller, su esperadísimo juego que tuvo en vilo a buena parte de la comunidad gamer. El cierre estuvo a cargo de Josh Mandel, el invitado internacional de esta edición. Mandel, además de exhibir sus curiosas dotes de comediante y orador, contó cómo fueron los años dorados de Sierra Online, el estudio fundado por Ken y Roberta Williams que en los ochenta se convirtió en la más grande fábrica de juegos de aventura gráfica. Así, entre anécdotas de trabajo, el recuerdo de sus compañeros y un poco de melancolía, con la sala 1 del Gaumont llena, la duodécima edición de EVA tuvo un final inmejorable. A la salida, NAVE, el space shooter de Videogamo, despedía a los visitantes con sus inconfundibles sonidos de arcade y destellos en blanco y negro.
TENDENCIAS 7
Éxitos y fracasos en la taquilla
Un año para recordar Este fue un año fuerte para los números cinematográficos, tanto para los de afuera como para los de adentro. Éxitos y fracasos, números y análisis, todo al detalle, en un informe tan cargado como este 2014.
¿
Por Mariano Oliveros
Hay alguien que ponga en dudas que Relatos salvajes fue la película del año y que casi todo un semestre giró alrededor de ella? Perfecto: empecemos, entonces. Relatos salvajes fue un tornado que arrasó con todo: récord para el cine nacional de las últimas décadas (y quizás de la historia, dependiendo de cómo tomemos las cifras reportadas de los títulos de los cincuenta y setenta), récord de ventas para una película apuntada al público adulto (solo superada por Titanic), y unos cuantos
etcéteras más. Pero, amén de Szifron, el cine nacional alcanzó las mejores cifras de ventas en décadas y una cuota de pantalla muy por encima de lo que se venía consiguiendo año tras año. A nivel general, las ventas en cines estuvieron por debajo del récord de 2013, pero de todas maneras se superó ampliamente la barrera de los 42 millones de espectadores. Este es un logro importantísimo para el negocio cinematográfico por varias razones. Primero, el Mundial ocasionó un bajón importante de ventas a lo largo de junio, uno
de los meses de mejor rendimiento anual. Previendo esto, la industria de Hollywood desarrolló un cronograma bastante pobre en cuanto a la producción de megatanques, y muchos de ellos fueron continuaciones de sagas que venían con los cartuchos algo gastados. Aun así, el bajón interanual fue de solo un 10%. El año que viene no habrá interrupciones a la vista, y 2015 ya se perfila como el año con mayor cantidad de bombas comerciales de la década: con el cierre de la trilogía de El hobbit arrancando el año, con un
TOP 10: LAS Películas MÁS VISTAS DEL AÑO
INTERNACIONALES
TOP
Frozen: Una aventura congelada (Disney)
1
Relatos salvajes (Warner)
3.378.776
1.883.375
Maléfica (Disney)
2
Bañeros 4: los rompeolas (Disney)
926.631
1.706.272
Río 2 (Fox)
3
El misterio de la felicidad (Disney)
600.188
1.545.513
Transformers 4 (UIP)
4
Socios por accidente (Energía)
558.849
Cómo entrenar a tu dragón 2 (Fox) El planeta de los simios: Confrontación (Fox) X-Men: Días del futuro pasado (Fox) Capitán América y el soldado del invierno (Disney)
5
Muerte en Buenos Aires
6
El inventor de juegos (Disney)
281.538
7
Betibú (Warner)
273.882
8
Violetta en concierto (Disney)
117.358
775.629
El Sorprendente Hombre Araña 2 3D (UIP)
9
Las insoladas (Disney)
103.537
770.932
Guardianes de la Galaxia (Disney)
Delirium (UIP)
93.815
1.943.239
1.093.778 967.915 828.183 806.437
10
NACIONALES
464.622
(Distribution Company)
Fuente: Ultracine. Cifras al 01/12/2014.
8 BALANCE 2014
Relatos salvajes.
enero cargado de tanques familiares como Los pingüinos de Madagascar, Grandes héroes y Una noche en el museo 3, y con una mitad de año que traerá Rápidos y furiosos 7, Los vengadores 2 y Los Minions (spin-off de Mi villano favorito que seguro arrasará en las vacaciones de invierno), entre muchas más, hay serias posibilidades de que, por primera vez en décadas, se cruce la barrera de las 50 millones de entradas vendidas. Pero no todo fue color de rosa para el cine. Como suele suceder en casi todas partes (excepto en algunos países que poseen un muy buen mercado interno para su producción local), buena parte de las ventas estuvieron concentradas en unos diez títulos muy fuertes: más de la mitad de las ventas totales corresponden a las veinte películas más convocantes del año, ya sean argentinas o norteamericanas. En un país con más de 400 estrenos, es una porción de torta demasiado grande para unos pocos comensales. Las cinco películas más vistas cortaron más de 10 millones de tickets, nada menos que un cuarto del total. Otro elemento que ya es determinante en el mundo cinematográfico es el poder de convocatoria de las familias y los adolescentes. Estos dos grupos son, hoy por hoy, las fuerzas motoras del aumento de ventas en relación con las cifras de hace una década. De
las diez películas más vistas, cinco fueron infantiles o familiares (Frozen, Maléfica, Río 2, Cómo entrenar a tu dragón 2 y Bañeros 4). De las otras cinco, tres fueron películas cuyo fuerte fue el público adolescente y joven (Transformers 4, X Men: Días del futuro pasado y Capitán América 2). Solo Relatos salvajes y El planeta de los simios: Confrontación tuvieron un público más amplio.
El año del cine argentino Es más que obvio que el significativo repunte en la cuota de mercado para el cine nacional de 2014 tiene mucho que ver con el estreno de Relatos salvajes. Pero este año que nos deja fue muy positivo para buena parte del cine nacional en su conjunto. Si sacamos del medio a la película de Damián Szifron, las películas locales vendieron más de 4,1 millones de entradas. Esta sería, de todas maneras, una de las cifras más altas de la década pasada (en la que, exceptuando los años 2004, 2009, 2012 y 2013, las ventas para las películas argentinas se encontraban entre las 3 y las 4 millones de localidades). Esto se consiguió gracias a muy buenas cifras de casi una decena de títulos como Bañeros 4, El misterio de la felicidad, Socios por accidente, Muerte en Buenos Aires,
El inventor de juegos y Betibú, entre otras. También se recuperó el término medio, en el que se encuentran films con ventas de entre 30.000 y 100.000 localidades. Este grupo estuvo integrado por nueve películas, desde Refugiado y Amapola (35.000) hasta Delirium (92.000). El año pasado ese grupo tuvo solo tres integrantes. Entre los datos que merecen ser destacados se encuentra el hecho de que el 73% del total de las ventas corresponden a títulos que han tenido a Telefe como participante en la comercialización y la producción. Si a ese rango le sumamos a Violetta en concierto (coproducida y apoyada por Disney Channel), Las insoladas (que también contó con publicidad televisiva), Gato negro (con apoyo de C5N, Canal 13 y Canal 9), Arrebato (con participación de la Televisión Pública en la producción y difusión) y Amapola, tenemos que casi el 90% de las ventas del cine argentino corresponden a títulos que, en mayor o menor medida, tuvieron promoción televisiva de importancia. La lucha del cine nacional para poder sostener estas cifras generales (y, en lo posible, crecer) está totalmente supeditada a realizar películas de calidad técnica y narrativa, que sean atractivas para el público y que, sin lugar a dudas, puedan acceder a las pantallas televisivas para su comercialización.
BALANCE 2014 9
INTERNACIONALES Éxitos Frozen
Obviamente se esperaba un éxito de lo nuevo de Disney a principios de año, pero Elsa, Anna y compañía superaron las expectativas de todos tanto a nivel artístico como comercial. El film se convirtió en el mayor éxito animado de Disney en solitario (sin vinculación con Pixar) en años.
NACIONALES Fracasos
Perdida
Uno de los estrenos norteamericanos con mejores comentarios entre la crítica y el público vendió mucho menos de lo esperado. Arrancó con 50.000 espectadores en sus primeros cuatro días y se despidió de la cartelera con 130.000, lo que lo convirtió en el film de David Fincher que menos convoca desde Zodíaco.
Comando especial 2
El planeta de los simios: Confrontación En 2011, el reboot de El planeta de los simios se convirtió en un sorpresivo éxito comercial y recibió excelentes comentarios por parte de los espectadores. En los cines argentinos, fue visto por 470.000 personas. Tres años después, las expectativas por la secuela eran altas, pero probablemente nadie esperaba que el rendimiento se multiplicara por más del doble y la película quedara al borde del millón de espectadores.
Otro caso de excelentes críticas para un género popular que no pudo traducirse en buenas ventas. Estrenada a fines de septiembre, la secuela de la adaptación de la serie de televisión duró menos de tres semanas entre las veinte más vistas y quedó lejos de los 100.000 espectadores, pese a que contó con más de setenta pantallas a disposición.
Jersey Boys
Los que vieron lo nuevo de Clint Eastwood detrás de cámaras quedaron fascinados por la propuesta de este grande del cine clásico. Pero no fueron muchos los que participaron de este musical en la oscuridad de la sala. Con 50 copias el día de su estreno, Jersey Boys no llegó a los 8000 espectadores en su primer fin de semana, y rápidamente desapareció de la cartelera.
7 cajas
El éxito del cine independiente de 2014 fue este intenso thriller de origen paraguayo. Esto no sorprende si tenemos en cuenta la calidad del film, pero el público argentino no es muy amigable con las propuestas latinoamericanas y, para colmo, 7 cajas se estrenó en solo tres cines dedicados al cine de autor. Pero poco a poco fue convirtiéndose en un boom: fue aumentando sus cifras de ventas semana a semana y permaneció en cartel por varios meses.
10 BALANCE 2014
Socios por accidente La película protagonizada por José María Listorti y Pedro Alfonso la tenía difícil en el mercado de las vacaciones de invierno: debutó en el quinto lugar de la taquilla. Pero, al final de su recorrido comercial, había sextuplicado los datos de su primera semana, y terminó con casi 560.000 espectadores. La combinación entre directores de culto y propuesta familiar de acción y aventuras llegó a buen puerto, y el público respondió.
Relatos salvajes
Sin dudas, es más que evidente por qué esta película está en esta lista. Si bien se esperaban cifras millonarias, es probable que ni las expectativas más optimistas hayan pensado a Relatos salvajes como una de las películas con mayor cantidad de entradas vendidas en la historia del cine argentino.
Seré millones
Annabelle
El género de terror es uno de los más populares en estos lares, y El conjuro logró convertirse, en 2013, en la primera película de miedo que superó el millón de espectadores en cines. La precuela, infinitamente inferior a la original, está centrada en la figura de la muñeca maldita Annabelle. Se esperaba que fuera exitosa, pero no que bordeara el millón de entradas y retuviera casi el total de la audiencia de su antecesora.
Éxitos
Polvo de estrellas Las ventas para el cine de autor vienen en picada estos últimos años, y ni siquiera se salvan aquellos realizadores que cuentan con un público más fiel. En 2013, Almodóvar consiguió sus cifras más bajas en años con Los amantes pasajeros, y este año no se salvaron ni Eastwood ni Cronenberg. Un método peligroso había vendido 120.000 entradas en 2012, pero Polvo de estrellas repitió la taquilla del opus anterior del director, Cosmópolis, y vendió unas 16.000 localidades a pesar de que contó con más de treinta salas a su disposición.
Del total de estrenos nacionales, solo una porción vende más de 10.000 tickets. Y muy pocas veces ocurre que uno de esos títulos sea un documental; menos aún, que convoque a esa cantidad de espectadores con una sola copia en cartel. Ese fue el atípico caso de Seré millones, la cual se mantuvo en el Gaumont por más de dos meses.
Muerte en Buenos Aires
Este es un verdadero caso de estudio: una película que, en cierta manera, hubiese sido casi intrascendente si no hubiera sido por su pantagruélica campaña publicitaria. ¿Cuál hubiera sido la suerte de esta película –sin nombres demasiado fuertes delante ni detrás de cámara, y con tibios comentarios entre la crítica y en el boca en boca– sin esos carteles enormes en plena 9 de Julio y sin esos avances en casi todos los canales y programas de televisión? Probablemente, la misma que corre el 80% del cine nacional que no puede acceder a los medios de comunicación masivos al momento de comenzar su difusión.
El fenómeno 7 cajas
Fracasos El ardor
El tercer largometraje de Pablo Fendrik es una coproducción internacional que cuenta con Gael García Bernal a la cabeza del elenco, y plantea una propuesta autoral que mezcla el cine de aventuras clásico con el western. El ardor contó con una salida en 50 cines y publicidad en los principales medios de comunicación; pudo haber funcionado bien, pero el boca en boca no alcanzó y, tras llevar 10.000 espectadores en su primer fin de semana, desapareció rápidamente de cartel.
Delirium
Hasta la llegada de Delirium a las salas, uno podía hacerse la siguiente pregunta: ¿es Ricardo Darín realmente un Midas que puede sentarse frente a cámara durante dos horas a leer la guía telefónica, y aun así tener un piso de medio millón de espectadores? La respuesta quedó clara cuando se estrenó Delirium, que arrancó con 50.000 espectadores en su primer fin de semana y no llegó a los 100.000 en todo su recorrido comercial. Esto habla de un muy pobre boca en boca que desinfló por completo el rendimiento del film. A su favor, se puede argumentar que la difusión de la película estuvo a años luz de las megacampañas que suelen acompañar los estrenos de los tanques protagonizados por el actor.
Agarrando pueblo Una sorpresa paraguaya se apoderó de pocas salas y muchos espectadores. 7 cajas fue todo un evento en cuanto a expectativas de público. ¿Lo habrá sido también cinematográficamente? Por Diego Maté
Amapola El debut en la dirección del ganador del Oscar Eugenio Zanetti venía precedido por un diseño de producción y de imagen realmente deslumbrante. Apoyada por la Fox y con una salida en más de 50 salas, Amapola fue lanzada la misma semana en que inició el Mundial. Quizás alguien habrá pensado que esta era una propuesta pensada para el público femenino; sin embargo, sería poco acertado pensar que las mujeres no estuvieron siguiendo los entretelones del torneo principal de fútbol.
Maravilla, un luchador
El documental basado en la figura del boxeador más querido y mediático de las últimas décadas, que contó con una salida en cines con más de 30 copias, fue uno de los más grandes fracasos del cine argentino de la temporada: menos de 3000 personas fueron a verlo a los cines.
En Revista de Cine, Juan Villegas imagina un diálogo entre realizadores en el que uno de los personajes le reclama al otro “una mirada global que abarque todos los aspectos: los estéticos, los políticos, el público, la crítica, la posibilidad de generar trabajo...”. La respuesta llega contundente: “Esa mirada no existe. No se puede abarcar todo. A todo el mundo le interesa algo distinto del cine. A mí me interesa que se hagan buenas películas”. Resulta que el consenso que logró 7 cajas reveló un fenómeno curioso: críticos y público, como pocas veces reunidos, daban argumentos industriales para defender la película. El más recurrente fue el que subrayaba la importancia del éxito para un país que casi no hace cine como Paraguay: que los beneficios económicos, que la oportunidad para los jóvenes directores… Todos hablaban como si fueran productores o distribuidores. El otro argumento más utilizado fue uno de corte latinoamericanista: 7 cajas
transcurre en el Mercado 4 de Asunción y, por ende, es fiel a nosotros, refleja “nuestra cultura”, y nosotros tendríamos más en común con la película que con cualquier estreno estadounidense de la semana. Pero lo cierto es que 7 cajas no hace nada que no hayan hecho antes el cine de Iñárritu, Slumdog Millionaire, Ciudad de Dios y otras películas que apuestan a explotar la miseria y transformarla en espectáculo por la vía del estereotipo, el trazo grueso, una imaginería cool y una moralina rancia (oh, ¡los celulares, la televisión, el consumismo!). Antes que regional, 7 cajas exhibe una estética netamente internacionalista: salvo por el guaraní, que funciona apenas como un recurso exótico, la película borra sus huellas de pertenencia y construye una Asunción pintoresca de película coral con ínfulas hollywoodenses pero mal filmada; la historia podría transcurrir en cualquier lugar y, por eso mismo, no pertenece a ninguna parte.
BALANCE 2014 11
Estrenos internacionales
Mapamundi Dominado por el cine de Hollywood, el campo cinematográfico de puertas afuera tuvo un poco de todo: cine de animación, tanques galácticos y viejos autores que regresaron en plena forma. Pero también hubo espacio para la periferia y el viejo continente. Un recorrido, con rayitas imaginarias como las de Casablanca e Indiana Jones incluidas, por el mapa de los estrenos internacionales. Por Eduardo D. BENÍTEZ
Boyhood, de Richard Linklater.
12 BALANCE 2014
A
lo largo del año, los estrenos de cada jueves fueron gestando una cantera esencialmente variada –que decidimos jerarquizar por sobre el resto de las novedades–, que condensó en su argamasa cinéfila la animación, ciertos tanques hollywoodenses, viejos autores que renuevan sus créditos, expresiones de cinematografías regionales, etcétera. El mayor caudal de películas que elegimos destacar entre lo exhibido este año proviene de la gran factoría audiovisual que es Estados Unidos. Dos pesos pesados de la realización como Scorsese e Eastwood les devolvieron a sus filmografías una vitalidad que parecía en descenso. Por un lado, después de ese traspié con sabor a artificio nostálgico que significó Hugo (2011), llegó el regreso feliz de Martin Scorsese con El lobo de Wall Street, en la que el director exploró el mundo de las finanzas de manera socarrona, apuntalando una película falopera y etílica en la piel de un exagerado Leonardo DiCaprio. Este relato intenso hace uso del género de la comedia negra para extenuarla y, tal vez su mayor virtud, avanza sin prejuicios confiando en su propia voracidad y, por ende (ay, tratándose de estafadores), no pretende embaucar a los espectadores cayendo en la enseñanza moral, o en la queja solapada sobre el dinero como vehículo de la perversión (como sí lo hacía Oliver Stone con Wall Street). El octogenario Clint Eastwood también apareció con buenas nuevas: con Jersey Boys, la sorpresa vino indudablemente por el hecho de ahondar en el musical y en la comedia. El director de Gran Torino (2008) transita con una fuerza más atenuada y con menos vigor que Scorsese su melomanía, para contar el auge y el derrumbe de los Four Seasons. El tono algo acartonado con que cuenta su historia no eclipsa la voluntad de Eastwood por entregar una obra sentida, que emana cierto estado de algarabía en cada plano. De avatares musicales también habla la última película de los hermanos Coen, Balada de un hombre común, que tiene una mirada profundamente pesimista sobre el mundillo del folk. A partir de los embates existenciales de Llewyn Davis, un personaje que encarna todos los deseos de los jóvenes cantautores en torno a la escena cultural surgida en el Greenwich Village en los sesenta, los directores de Sin lugar para los débiles (2007) gestan la crónica de un fracaso generacional. Persiguiendo el objetivo de poder vivir de su música, Llewyn decide emprender un viaje hacia Chicago para presentarle su trabajo al magnate de una discográfica, mientras duerme de prestado en departamentos mugrosos, padece las inclemencias de un duro invierno y sortea las penurias del viaje. De hecho, ese termina siendo el hilo fundamental del film. En el transcurrir, en el rigor del trayecto, los Coen emplazan su progresiva emotividad. La focalización en el recorrido rutero, en la sinuosidad de la road movie, también es casi omnipresente en Nebraska, aunque, en este caso, está más bien al servicio de describir la relación de un padre con su hijo. La última película de Alexander Payne es el retrato de un hombre gris, circunspecto, hermético, y muestra la mirada compasiva que su hijo esboza sobre él en el crepúsculo de su vida, cuando ambos emprenden un viaje por la Norteamérica profunda para cobrar un premio inexistente de esos folletos publicitarios que prometen “un millón de dólares” al desprevenido transeúnte. En ese recorrido de autoconocimiento se revelan algunos de los comentarios más lúcidos sobre la paternidad, la vejez, la posibilidad de la aventura en un mundo derrotado, cansino y triste. Un halo ciertamente melancólico también sobrevuela el último opus de Richard Linklater. Si Payne filma la melancolía según el ocaso de una vida, Boyhood capta los afectos en la salida de la infancia y el umbral de la adolescencia de su protagonista. Es sabido: el film vino acompañado del mito acerca de la monumentalidad de su rodaje, y así se convirtió en una summa estilística de su sello autoral y en el ejemplo perfecto de una de las potencialidades específicas del dispositivo cinematográfico: la captación del paso del tiempo. Habiendo filmado durante doce años con el mismo equipo de actores, el director de Antes del anochecer (2013) trasciende su propia capacidad por elaborar intensos diálogos a partir de una escritura cinematográfica diáfana, y de un trabajo naturalista con sus actores. Por su lado, luego de probar su versatilidad capitaneando la serie House of Cards, David Fincher volvió a la pantalla grande con Perdida, un thriller protagonizado por Ben Affleck en el que el director se luce en su virtuosismo a la hora de narrar la historia de
El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese.
Jersey Boys, de Clint Eas twood.
Balada de un hombre común, de Joel y Ethan Coen.
Nebraska, de Alexander Payne.
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Nick, un hombre desesperado por la enigmática desaparición de su esposa. Cercana a Zodíaco (2007) en su forma de esbozar una multiplicidad de puntos de vista y una compleja estructura temporal, Perdida genera un clima inquietante en el que el rol de los familiares, el entorno laboral y los medios de comunicación comienzan a coaccionar jaqueando la credibilidad del protagonista y convirtiéndolo en el principal sospechoso. Vale subrayar el rigor compositivo de los últimos trabajos de Fincher, de la mano del director de fotografía Jeff Cronenweth. Y si se trata de la obsesión por el detalle, de las propiedades plásticas del plano, es imposible no destacar el trabajo de Wes Anderson en El gran Hotel Budapest, puzzle de pequeñas historias entrelazadas que evidencian una vez más al director de Rushmore (1998) como un maniático de la dirección de arte. Esta vez Anderson recala en cierta remisión histórica y cuenta el arribo del nazismo con la mirada de un niño que juega con sus chiches nazi-fascistas en clave art decó. Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan y Willem Dafoe se lucen en las simetrías de una escenografía de tonalidades pastel. En el carril de los superhéroes y la animación se recortan dos películas sobre el resto. Por un lado, el Disney más complejo y osado apareció con Frozen, en parte un film musical, en parte una comedia, en parte un relato escabroso y oscuro. Esta adaptación libre de La reina de las nieves, de Hans Christian Andersen, emula la tradición de los populares cuentos infantiles en los que el destino de los personajes está signado por el terror, el dolor y la truculencia. En este caso, se describe el paso de un personaje que pasa de ser una niña dichosa y feliz a ser una joven recluida sobre sí misma por la incapacidad para lidiar con sus habilidades de índole mágicas. Por su parte, Guardianes de la Galaxia presenta uno de los capítulos más felices de la factoría Marvel; el menos previsible de todos, con los superhéroes más extraños y revulsivos que se vieron en mucho tiempo. Desparpajo, reciclaje, humor sardónico y mucha acción es lo que ofrece Marvel en una película que no cae ni en la mera parodia del género ni en la autoconciencia desmedida. Del otro lado del océano también hubo sucesos importantes. La obra del director iraní Jafar Panahi y su ayudante Mojtaba Mirtahmasb es imposible de soslayar. Esto no es un film se erige no solo como una clase magistral del quehacer cinematográfico, sino también como una lección moral acerca de los condicionamientos que el gobierno iraní ejerce sobre la dimensión cultural de su propia sociedad. Impedido de filmar por las autoridades de su país, mientras espera sentencia, Panahi recibe en su casa a Mirtahmasb y, provistos con dos cámaras, ensayan y reflexionan sobre guiones a medio realizar y proyectos inconclusos. Barroca y excesivamente virtuosa es la italiana La grande bellezza: anclado en el presente de “pizza con champagne” de la era berlusconiana, Paolo Sorrentino filma a la élite romana en decadencia, según la evocación del Fellini de La dolce vita (1960) y Ocho y medio (1963). La estructura narrativa en forma de viñetas, la elegancia de los extensos planos secuencia (con una de las más memorables escenas de fiestas que se hayan visto) y unos diálogos elocuentes –y por momentos exagerados– le dan al cine italiano una necesaria cuota de vigor. Vehemencia, emotividad a flor de piel, actuaciones marcadamente naturalistas, vértigo narrativo: todo eso es La vida de Adèle (Palma de Oro en Cannes). En una de las historias de amor más arrebatadas e intensas de la historia del cine, el realizador franco-tunecino Abdellatif Kechiche, de la mano de un dueto actoral que se evidencia en una entrega incondicional (Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux), delinea el despertar sexual de la manera más física que se haya filmado alguna vez. Trepidando con la cámara entre los cuerpos, entre llantos histerizados, entre fiestas y comilonas interminables, Kechiche fraguó la textura de una nueva afectividad, en su manera de figurar la superficie porosa de la sexualidad en trance. Una nueva educación sentimental, que quedará forjada en la memoria de varias generaciones de cinéfilos.
Perdida, de David Fincher.
Gran Hotel Budape st, de Wes Anders on.
Guardianes de la Galaxia, de James
Gunn.
La grande bellezza, de Paolo Sorrentino.
tif Kechiche. La vida de Adèle, de Abdella
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Estrenos fuera de las salas
El otro lado Cada vez hay pantallas más grandes para contrarrestar los límites con los que nos podemos encontrar en una sala de cine. Sea por problemas de exhibición o de tolerancia reducida, el living nos proporciona la solución, la diversidad y la comodidad para disfrutar de películas que nos atraen en el término más literal de la palabra. Snowpiercer, Coherence, Frank y mucho más para buscar esa verdad que está ahí adentro. Por Juan Pablo Álvarez
C
omo todo año, hay un lado oscuro que debemos iluminar en esta página, y es el de las películas no estrenadas durante 2014. Por supuesto, no vamos a comentar todas las películas no estrenadas (ya que exceden largamente a las que sí lo fueron), sino aquellas que, por mérito y/o por nombre y/o por mero capricho, nos hubiese gustado ver en pantalla grande. Para comenzar este repaso elegimos Snowpiercer, la primera película en inglés del gran director surcoreano Bong Joon-ho. Ya el año pasado, durante la retrospectiva que le dedicó el Festival de Mar del Plata con visita incluida, nos habíamos quedado con las ganas de verla. Sabemos que los caminos de la distribución en Argentina son inescrutables y solo nos restó agachar la cabeza, pero la distribución en Estados Unidos tampoco estuvo carente de problemas: Harvey Weinstein, quien compró los derechos para EE.UU., presionó para que la película se estrenara con veinte minutos menos y con un monólogo al comienzo y al final. Bong se opuso, y fue solo tras varios meses de tire y afloje que el director ganó la batalla y la película se estrenó con su corte original. Snowpiercer, basada en el cómic francés Le Transperceneige, transcurre a bordo de un tren de movimiento continuo, que funciona como una especie de arca de Noé en el que viajan los sobrevivientes de una catástrofe ambiental que devino en una nueva era glacial. En el tren se reproduce, de manera no muy sutil, un sistema de clases organizado por ubicación: adelante están los ricos, y atrás los pobres. Lo que se prepara, claro, es una revolución, que en este caso es de atrás hacia adelante, en linealidad, como un videojuego. Tal como en el resto de las películas de Bong, hay espacio para el humor absurdo –particularmente concentrado en Mason, el personaje de Tilda Swinton–, pero sobre todo para una acción que no se rige por la recarga o por la hiperestimulación sonora y visual, sino por un criterio que puede valerse de artificios como la cámara lenta pero también del silencio o la oscuridad (la escena de las antorchas es extraordinaria). La creatividad en Bong no está puesta al servicio de un exhibicionismo canchero, sino de encontrar el tono ade-
mente de su personaje, Frank Sidebottom, y su extravagante show de música y humor. Se dice que el personaje principal, el enigmático Frank (interpretado por Michael Fassbender), no solo está basado en el personaje de Sievey, sino que además tiene toques de Daniel Johnston y Captain Beefheart. Es probable. No obstante, ojo, Frank es mucho más que una comedia sobre excéntricos y genios malditos. De hecho, no sé si es una comedia. Es, más que Snowpiercer, de Bong Joon-ho. nada, una hermosa fábula sobre una banda con grandes ambiciones artísticas y sobre los peligros que surgen con la necesidad de ser amados y retuiteados. Además de todo, está Maggie Gyllenhall haciendo de loca que toca un theremin. ¿Qué más se puede pedir? Otra que se esperaba en las salas pero pasó directamente a DVD (o eso dicen, ¿cómo comprobarlo?) es la muy digna continuación de Anchorman, Al diablo con las noticias. La película tiene, además de a Will Ferrell y su clásica desmesura, un valioso esmero en la elaboración del absurdo, especialmente a Frank, de Lenny Abrahamson. partir de Brick (Steve Carell), cuya infinita estupidez puede dar lugar a cualquier malentendido y disparate posible. Dentro de las comedias, también es una pena no haber contado con The Skeleton Twins, que, con una pareja como Bill Hader y Kristen Wiig, genera inevitablemente muchas expectativas. En el párrafo de las enumeraciones sin desarrollar con el que terminan este tipo de artículos, mencionamos más películas que hubiera sido bonito ver en grande, como el thriller de ciencia ficción Coherence; la revenge movie Blue Ruin; Rudderless, de William Anchorman 2: Al diablo con las notic ias, de Adam McKay. H. Macy, sobre un padre que decide armar la banda que su hijo muerto no pudo tener; Bad cuado, desde lo poético y desde lo narrativo, para Words, de Jason Bateman, sobre un frustrado cada escena. Pero procuremos no contar mucho competidor de concursos de deletreo; y algumás de esta gran odisea apocalíptico-marxis- nas que solo pudieron aparecer en festivales, ta (con una estética que recuerda fuertemente a como Mommy, de Xavier Dolan; What We Do Brazil, y por eso quizás no sea raro que uno de los in the Shadows (“del alto de Flight of the Conpersonajes se llame Gilliam) con la esperanza de chords”); God Help the Girl (“la película del que puedan verla de una manera u otra. de Belle and Sebastian”); y la tierna aventura Otra que nos hubiese gustado ver en las salas es adolescente We Are the Best!, de Lukas MoodFrank, de Lenny Abrahamson, cuyo guion fue yson. La lista es interminable, y cada uno escrito por Jon Ronson a partir de su experiencia tendrá su película pendiente. Les deseamos a como tecladista de Chris Sievey, más precisa- todas una pronta reparación histórica.
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Estrenos nacionales
Elefantes y termitas 2014 fue un año intenso en cuanto a récords, regresos y diversidad de propuestas y calidades, pero contó con los mismos problemas de siempre: las películas grandes son cada vez menos y se quedan con una gran porción de la torta, mientras que otras propuestas no encuentran siquiera espacios desde donde empezar a buscar su público. Por Diego Maté
El crítico, de Hernán Guerschuny.
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asan los años y, desde este espacio, insistimos con lo mismo: hablamos de las películas argentinas estrenadas desde enero, decimos cuáles son sus méritos, por qué nos parece importante que existan, en qué sentido enriquecen el paisaje cinematográfico nacional. Y sucede que las películas que nos gustan, las que señalamos, reconocemos y defendemos desde este balance, son poco o nada vistas, y que las otras, las que convocan a la mayor cantidad de público, son cada vez menos y se llevan una porción más grande de la torta. El cine argentino cuenta con una producción descomunal que, ya sea por el desinterés de los espectadores, los problemas de distribución, la mezquindad de los grandes complejos o la falta de reacción del INCAA, se pierde rápidamente y sin dejar rastros en la cartelera de los jueves. Huelga decirlo: no hay una industria, solo un montón de películas, la mayoría pequeñas e indefensas, que se filman gracias al financiamiento del Estado y que de un momento a otro tienen que salir a competir en las peores condiciones con tanques y, esto es lo más grave, entre ellas mismas. Si este panorama parece desesperanzador en la primera mitad del año, conforme se entra en la segunda parte la cuestión empeora sensiblemente: la cantidad de lanzamientos argentinos aumenta de forma desmesurada porque el solo hecho de estrenar garantiza el cobro del subsidio del INCAA. Más cerca de fin de año, la imagen se repite semana a semana: cinco o seis estrenos nacionales se lanzan al mismo tiempo, sin difusión y repartiéndose como pueden las tres salas del Gaumont y alguna que otra de las cadenas. Ningún espectador, ni el más informado y atento a la agenda del cine argentino, puede seguir semejante ritmo; los críticos tampoco. No estamos diciendo nada nuevo ni que el lector de esta revista desconozca, pero un balance del cine argentino no puede obviar ese estado de las cosas; dejemos el tema en manos de Manuel García y Mariano Oliveros, que vienen escribiendo sobre todas estas cuestiones desde hace tiempo. Nosotros vamos a hablar de las películas. Las dos películas argentinas que resultaron ser las favoritas en la redacción de HC dejan ver enseguida los polos entre los que oscila la producción local: la primera es Dos disparos, y la segunda Relatos salvajes. No podría haber dos películas más distintas. Dos disparos fue el gran estreno argentino del año porque marcó el regreso de Martín Rejtman al largo de ficción. Uno dice “Rejtman” y rápidamente se agolpan en el cerebro algunos títulos honoríficos: el director más original y personal de las últimas décadas, el responsable de una estética única e irrepetible, el realizador respetado que hace comedias que hablan de los objetos. Dos disparos lo mostró en su mejor forma, con su habitual timing para el humor lunar que es la marca de fábrica de sus películas (y de sus libros, también). Por su parte, Relatos salvajes también suponía un regreso esperado, el de Damián Szifron, que supo hacer las películas (y las series de televisión) más populares y, además, las más vistas. No es este el lugar para discutir Relatos salvajes, su tan mentada eficacia narrativa, el fresco áspero que hace del país o las lecturas diversas, pasionales y muchas veces enfrentadas e insólitas que produjo. Solo digamos que, más allá de sus logros y debilidades, es una película importante, capaz de mover el amperímetro de la crítica y el público (y hasta de los medios y la política) como ninguna otra producción argentina pudo hacerlo en años. ¿Hay otras películas que tengan la vocación popular de Relatos salvajes? Sí, algunas que, como la de Szifron, también bucean en los géneros y las formas narrativas más conocidas. Hubo al menos tres policiales, aunque sería más correcto llamarlos thrillers, ya que solo una del trío habla en verdad de la fuerza policial: Betibú, sobre una novela de Claudia Piñeiro; Arrebato, de Sandra Gugliotta; y la inesperada Muerte en Buenos Aires. Del grupo, la última fue la más arriesgada y, también, la más incomprendida: lejos de la corrección que buscaron las otras dos, la película dirigida por Natalia Meta parece dialogar con el policial argentino de los ochenta, es decir, no les teme a los excesos ni al retrato de la marginalidad que signaba el submundo gay de la época. Esa ausencia total de prejuicios, sumada a una narración libre y desatada, hizo que la crítica no supiera cómo acercarse a ella, con qué herramientas pensarla. El ardor fue otra película de largo aliento, con grandes aspiraciones. El tercer opus de Pablo Fendrik es un western que muda su iconografía y convenciones a la selva misionera, y que cuenta con una galería de personajes pocas veces vistos en los últimos años. Especialmente los villanos resultan inolvidables, algunos de ellos compuestos de manera impecable por actores totalmente fuera de su registro habitual, como Claudio Tolcachir, que acá hace de un malo tan despiadado como respetuoso de los códigos. El tortuoso rodaje en medio de la naturaleza más hostil parece haber dejado su huella en los rostros hoscos y curtidos de los intérpretes. A su vez, de géneros habla El crítico, primera película de esta casa y debut de Hernán Guerschuny como director. Habla de géneros, decíamos, pero lo hace sobre uno en particular, la comedia romántica, y de cómo la detesta el crítico del título, encarnado en sorna pero con más corazón que odio por Rafael Spregelburd. La película sigue el aprendizaje emocional de su protagonista y, a través del personaje de Dolores Fonzi, lo sumerge en un curso avanzado de educación sentimental que incluye, claro, el hecho de convertir su vida en una serie de encuentros y desencuentros amorosos,
Dos disparos, de Martín
Rejtman.
Relatos salvajes, de Damián Szifron.
Jauja, de Lisandro Alonso .
El ardor, de Pablo Fendrik.
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tal como ocurriría en la más convencional de las comedias románticas. Un poco más lejos de los géneros, y también del circuito mainstream, hubo una enorme, gigantesca cantidad de películas que, en silencio y a la sombra de los estrenos más grandes, moldearon los contornos de lo que es (y de lo que podría llegar a ser) el cine argentino. De esa gran masa de películas, tres se animaron a pensar lo social, cada una desde un lugar único. Se trata de tres óperas primas que, a su modo, parecen tomar la posta de aquel primer Nuevo Cine Argentino de fines de los noventa. Los dueños, de los tucumanos Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, es quizás la película local que mejor se acercó al tan gastado tema del conflicto de clases. La cámara sabe cómo registrar las tensiones más fugaces que se construyen alrededor de una casa de campo con sus patrones y empleados, y el guion esquiva cualquier clase de comentario sociológico o bajada de línea. Al menos en eso, Los dueños se parece a Historia del miedo, que narra una suerte de locura colectiva que azota a los habitantes de una pequeña ciudad ficticia del conurbano. Dirigida por Benjamín Naishtat, la película adopta decididamente un look internacional y apuesta a un enrarecimiento del relato y de la imagen pocas veces visto en el cine argentino. Finalmente, Mauro, de Hernán Rosselli, que sigue a un pasador de billetes falsos a lo largo de una historia de ascenso y caída, puede mirar de cerca el oficio y el mundo de su protagonista y extraer de ahí una textura visual única, una verdadera estética hecha a golpes de trabajo manual, paredes descascaradas y viejas habitaciones mal iluminadas. Junto con estos debuts, el 2014 fue un año de continuaciones, de obras que se prolongan en el tiempo. Algunos cineastas que siguieron desarrollando búsquedas personales fueron Anahí Berneri con Aire libre, Santiago Loza con La Paz, Celina Murga con La tercera orilla, Sergio Wolf con El color que cayó del cielo, el gran Edgardo Cozarinsky con Carta a un padre, el dúo compuesto por Daniel Casabé y Edgardo Dieleke con La forma exacta de las islas (uno de los grandes documentales del año, que no recibió la atención que se merecía), José Campusano con Fango, Iván Fund con AB, Mariano Blanco con Los tentados, entre muchos otros. En particular, Tres D confirmó a Rosendo Ruiz, justo cuando el pujante cine cordobés (después del estallido que supuso De caravana) parece haber dejado de visitar las carteleras porteñas. Pero Tres D y su retrato entre festivo y juguetón de un festival de cine no tienen nada que ver con la ópera prima de Ruiz, sino que son una reinvención total e impensada del fenómeno de De caravana (¿cuántos directores del mundo pueden darle una vuelta de tuerca tan grande a su obra en apenas una segunda película?). Eso sí, el cine de Ruiz deja entrever una constante, algo así como una línea recta que promete atravesar cualquier cosa que haga el hombre: la alegría, las ganas de festejar el cine, de celebrar las películas y ese universo que crece alrededor de ellas, un universo de realizadores, fans, charlas, críticos, largas discusiones, hoteles, trabajo, encuentros, bares, amores. El escarabajo de oro, por su parte, también celebró a su manera, solo que se trató de una especie de fiesta en construcción, de festejo que se vive sobre la marcha a medida que avanza un rodaje disparatado. Nuevamente, Alejo Moguillansky arma un dispositivo altamente autoconsciente, capaz de convocar géneros del pasado (como el relato de aventuras) e inscribirlos en el presente desde las coordenadas modernas que suelen ser el campo de operaciones de las creaciones salidas de la factoría FUC. La historia cuenta la empresa de unos amigos que, entre otras cosas, incluye la búsqueda de un tesoro, y que no parece distanciarse mucho de las condiciones reales de producción: Moguillansky, Spregelburd, Llinás y Jakob, los personajes, discuten por la repartición de roles y tareas, mientras que Moguillansky, Spregelburd, Llinás y Jakob, actuando de ellos mismos, se aprietan y se empujan dentro del encuadre para no quedar afuera de un plano superpoblado, como si el cine fuera algo que se acaba y que hay que acometer ya mismo, con lo que hay, antes de que sea tarde. Por último queda Jauja, la esperadísima película de Lisandro Alonso, quizás el director más rabiosamente personal surgido al calor del NCA (Rejtman, recordemos, ya filmaba desde antes). Con su estreno y su paso por el Festival de Mar del Plata en simultáneo, de Jauja se escribió mucho, pero probablemente todavía no se ha comprendido del todo el cambio de escala que supone (y lo que representa la filmografía de Alonso en general) para el cine argentino. Con un equipo conformado por profesionales de muchos países, además de la presencia de Viggo Mortensen, Alonso se reinventa (como Ruiz) y viene a decir que su cine no tiene límites, que puede abarcar desde la rutina cotidiana de un hachero hasta las peripecias de un militar danés que pierde a su hija en plena Conquista del Desierto. Y que se atreve a filmar lo fantástico de la manera más prosaica y naturalista posible, como demuestra en su enigmático, increíble final. Podría decirse que Jauja cierra un año argentino desparejo, con muchas buenas películas, unas pocas excelentes, alguna obra maestra, y que todas buscan (necesitan) espacios y un público que las vea, las comente, las discuta. Mientras tanto, el cine argentino habla solo, y difícilmente dialogue con algo distinto de sí mismo.
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Mauro, de Hernán Rosselli.
El color que cayó
del cielo, de Serg io
Wolf.
Tres D, de Rosendo Ruiz.
El escarabajo de oro, de Alejo Moguillansky.
Natalia Meta. Muerte en Buenos Aires, de
Foto: Camila Miyazono.
Entrevista con Julieta Zylberberg
Corte fino Este año el afilador pasó por lo de Julieta Zylberberg. Además de haber sido parte de ese evento cinematográfico llamado Relatos salvajes, la espera el estreno de la última película de Ana Katz y el rodaje de El rey del Once, de Daniel Burman. El 5 de Talleres, la tele y ese dream team que formó con Esteban Lamothe y su hijo Luis Ernesto. Por Hernán Panessi
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ijo Hollywood Reporter: “Una de las actrices que pueden explotar”. Y ella rio. Es que Julieta Zylberberg no tiene reverso: es lo que es. Así, sencilla y campeona. La muestra cabal de que no se necesitan aires para tener luces. La rompió en Relatos salvajes, una de las películas más taquilleras en la historia del cine nacional. Tanto que la reconocen por la calle. Cosas del rating. Y ella, tranquila. “Me parece patético creérsela”, dice, y le creemos. Julieta Zylberberg, la protagonista de este número de balance, tiene una relación desde hace siete años con el actor Esteban Lamothe, otro que anda por esta vía. Juntos forman una familia sencilla, y ese vínculo –que fue laboral y luego amoroso: cuenta la leyenda que se conocieron en el Instituto Goethe, que los dos andaban de novios, que se reencontraron al tiempo y ¡pum!– anda atravesando un gran momento, fruto, entre otras cosas, de Luis Ernesto, su pequeño hijo. En las últimas notas de la pareja, la novedad de ser padres se coló fuerte: no hay, no hubo ni habrá un sentimiento parecido. Los entendemos, y por eso los queremos. Aun siendo una pareja muy activa laboralmente, no renuncian a la magia del amor: “Somos padres todo el tiempo”. Julieta comenzó de muy joven en Magazine For Fai y no paró. Trabajó con todos (Norma Aleandro, Mercedes Morán, Guillermo Francella, Oscar Martínez), hizo teatro (con Ana Katz, Sergio Renán, Claudio Tolcachir), televisión (de aire, de cable, telenovelas y ficciones de alto perfil), ganó premios (Cóndor de Plata, Clarín, Premios Sur) y, actualmente, siendo una actriz muy joven –tiene 31 años: la gracia es que siempre parecerá menor–, goza de un CV musculoso. Y, aunque lo pongan en discusión como una posibilidad, es puro presente y mucho más futuro: ya explotó y, ¡pum!, va a seguir explotando. ¿Qué pasó con Relatos salvajes? Lo que pasó con la película fue bastante espectacular. No sé si estaba en la mente de los que la hicimos… Aunque, bueno, un poco sí. No sé si esperábamos esta cantidad de espectadores, pero sí, fue un delirio. Como actriz siempre estás un poco afuera del rating. Haciéndola la pasé re bien, fue una experiencia muy linda. Fui a Baradero a filmar cuatro noches, y me llevé a mi hijo, que era muy chiquito: tenía tres meses. La verdad es que yo tenía muchas ganas de trabajar con Damián Szifron. ¿Cómo llegaste a él? Me llamó. Leí el guion y dije: “Esto es una bomba, va a ser espectacular”. Mucha gente estaba esperando su retorno al cine. El guion me lo leí en cinco minutos, es impresionante cómo te captura. El formato me parecía muy seductor, también. Se dio algo medio televisivo; la gente me ve y me dice: “Vos estás en Relatos salvajes”.
¿Cómo te pega el hecho de que te haya visto todo el mundo? Bien, ja. No sé, no me pega. Si viene con buena onda y a la gente le gusta, está buenísimo. Me llegan buenas impresiones. ¿Cómo les escapás a las mañas para no creértela? Creo que tiene que ver con la crianza. Me daría vergüenza ajena verlo desde afuera. Me parece muy mediocre y triste que la cabeza de alguien cambie por algo como esto, un papelón. ¿Y recibiste muchos llamados luego del éxito de Relatos salvajes? No, no que yo sepa, por el momento. En una nota de Hollywood Reporter, pusieron que soy una de las actrices que podrían explotar en Cannes. Sí me llegan buenos comentarios de mi trabajo, pero no sé si hay algo en concreto. Ahora, no sé si la película irá a los Oscar o a los Goya; yo creo que sí. ¿Te interesaría trabajar en Hollywood? Me gustaría, claro, pero no es algo que esté esperando. ¿Qué onda El 5 de Talleres, tu próxima película? Es un comedión, está buenísima. Fue re lindo hacerla porque trabajamos juntos por primera vez con Esteban Lamothe, mi pareja. Fue una experiencia divina, que llegó después de Relatos salvajes. Fue como hacer una película familiar. Nos íbamos todos para Remedios de Escalada, ahí en Lanús; en el barrio están todos excitados. ¿De qué se trata? Es la historia de un jugador de fútbol de Remedios de Escalada, de la Primera C, que se va a retirar. Ahí empieza a ver, junto con su mujer, qué hacer, a qué dedicarse. No tienen plata. No hay mucho conflicto en la película. Se toma muy en cuenta a la pareja, pero en una instancia muy linda. ¿Viste que siempre en las películas se muestra a las parejas cuando se conocen o cuando están en una crisis? Bueno, acá es una que está hace mucho tiempo. Una pareja que la pasa bien, que coge, que hace de todo. La película muestra una instancia de la pareja que es una meseta. Pero una meseta buena. Muestra el interior de la pareja, el boludeo. Y, mientras tanto, se muestra la historia de él mientras va dejando el club. Es muy graciosa; el director es adorable, y su película es muy genuina. Ya estuvo dando vueltas por festivales: pasó por Venecia, Mar del Plata y Gijón. Todavía no tiene fecha de estreno, pero irá el año que viene.
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¿Tenés alguna otra película por estrenar? Sí, otra película para el año que viene, la nueva de Ana Katz, que no tiene fecha de estreno aún. Se llama Mi amiga del parque. Es un protagónico; es hermosa la película. Yo soy muy amiga de Ana y amo lo que hace. Es la historia de una chica que tiene un bebé de dos meses y su marido está de viaje. Ella está como en un momento de locura y novedad absoluta siendo madre. En un parque se encuentra con su amiga Ana, que es muy distinta, y juntas comprenden una aventura que, después de muchas vueltas, se afirma en un nuevo lugar.
temporalidad, el ritmo frenético. Me siento bien. Ahora estoy haciendo una serie: una adaptación de Los siete locos de 30 episodios dirigidos por Fernando Spiner. No había trabajado con él, pero lo conocía. Dirigen él y Ana Piterberg, la directora de Todos tenemos un plan, que es lo más. Ahí hago de Hipólita, la mujer del farmacéutico. Sale con todos, se la van pasando. Están Diego Velázquez, Carlos Belloso, Pablo Cedrón, Daniel Fanego, Belén Blanco, Moro Anghileri, muchos actores. La armaron muy bien, la ambientaron en el año 30. En Canal Siete se están haciendo cosas que antes no tenían lugar. Filmamos mucho en Temperley; no sabés lo que era la casa: una mansión impresionante.
¿De qué género es?
¿El año que viene qué vas a hacer?
Del de Ana (risas). Tiene mucho humor y, a la vez, es re emocionante; tiene una profundidad muy particular. Esta también es para el año que viene. Participó del Work in Progress en el Festival de San Sebastián.
Ahora empiezo a filmar con Daniel Burman una película que se llama El rey del Once; es la vuelta de Burman a la temática judía. Es una película con Alan Sabbagh, que empezamos a filmar ahora a mediados de enero. Es una combinación de pura sepa judía (risas). Me estoy interiorizando en el judaísmo; si bien soy Zylberberg, no tengo una educación para nada religiosa. Soy judía de comer knishes. Me junté con una psicopedagoga para que me instruyera en el judaísmo ortodoxo.
Siempre andás con un montón de proyectos. ¿Tenés alguno más? Ahora ando con una miniserie. Y siendo mamá; todo el tiempo soy mamá. Igual, este año no trabajé tanto. Esteban tenía una tira diaria. Yo hice la película de Ana, hice un par de cosas, pero fue más tranquilo. El año pasado sí, hice dos películas y Farsantes, pero Luis era muy bebé y me lo llevaba a todos lados. ¿Te gusta la tele diaria?
¿Y te encontraste o no? ¡No! No es lo mío, digamos. La psicopedagoga no es ortodoxa, pero está en contacto con mucha gente que lo es. Yo le pregunto de todo. Mi personaje es ortodoxo, pero tiene una gran duda: abandonar o no. No como el personaje de Alan; ambos tienen un encuentro espiritual que decidirá su camino. Ya está el guion, todo. Ahora voy a ir a una cena de shabat. Esto es lo espectacular de ser actriz: te da la oportunidad de conocer culturas únicas.
Yo tuve buenas experiencias, aunque es un poco enajenante. Es mucho tiempo, pero bueno, todo el mundo trabaja todo el día. También lo pienso así. Me cambió un poco desde que tuve a Luis, me agarra como una desesperación, aunque este año pude organizarlo bien. Como trabajo, he tenido ¿Pensaron en hacer algo con Esteban? muy buenas experiencias con las tiras. Es mucha convivencia, un trabajo muy social. A veces llegás a la noche y decís: “Estuve haciendo esceni- Sí, escribimos un guion con él y dos amigos más. Estamos buscando tas, ¿qué me tiene tan cansada?”. Y producción; estaría bueno arrancar sí, después te das cuenta de que son el año que viene. Es una película muchas horas de interacción permaque se llama La fiesta, que cuenta nente. Que es lindo, pero a veces, la historia de una madre (Graciela “Leí el guion de Relatos salvajes y todos los días, diez horas, te agota. Borges) que tiene tres hijos y está dije: ‘Esto es una bomba, va a ser al borde de la muerte, e invita a toespectacular’”. ¿Y cómo manejás tus malos días dos a pasar las fiestas a una quinta delante de cámara? familiar. Todos acceden por distintas cuestiones. Es una madre con Y bueno, salís con una cara de ojete relaciones conflictivas en las que impresionante. El año pasado estusaltan cosas del pasado y del preve sin dormir, me levantaba cada 40 sente. La película tiene un lenguaminutos. Con Esteban estábamos je bastante propio, un humor con el muy limados los dos. Lo llevaba a que jodemos nosotros, y está bueLuis a todos los rodajes; ahora lo nísima. Veremos qué onda la propienso y toda la movida me da un ducción. Queremos hacerla bien, y poco de fiaca. Este año mi hijo tienecesitamos plata para eso, porque ne una vida más activa, no puedo hay que pagarle a Graciela Borllevarlo ni adosarlo a mi vida. Él ges (risas). No, además, ¿a quién quiere ir a la plaza, dormir la siesta, conseguís que admires y venga a hacer sus cosas. laburar sin plata? No va a ser una película con un gran presupuesto, ¿Creés que se podría hacer un Mapero queremos tener lo mínimo gazine For Fai hoy? para que funcione. No, me parece que no. Lo veo y tiene otra temporalidad. No hay tiempo para eso. Yo lo veo y me muero de la risa, me parece recontra actual. Pero lo que no es de ahora son los sketches largos que duraban 25 minutos. Ahora la televisión es muy videoclip. ¿Preferís hacer cine? Es donde me siento más cómoda. Por los tiempos, la preparación, esa
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¿Cómo te llevás con Esteban, en la pareja? Muy bien, somos una sociedad, un equipo. Estamos hace ocho años juntos. Es una relación hermosa, crecimos un montón juntos. Además pasamos distintas instancias de la vida laboral: éramos muy distintos cuando nos conocimos. Me da bronca que parezca más joven que yo, ¡y hasta me lleva unos años!
Entrevista con Matías Mosteirin
La clave del éxito Relatos salvajes superó con creces todo tipo de expectativa y se convirtió rápidamente en una de las películas argentinas más vistas de la historia. ¿Puede preverse un fenómeno de tales dimensiones? ¿Existe una fórmula para el éxito? Matías Mosteirín, uno de los productores de la película y gerente general de K&S Films, responde a estas y otras inquietudes y nos cuenta cómo fue trabajar en tan rotundo éxito.
¿Por qué pensás que Relatos salvajes fue tan exitosa? Creo que, desde nuestro lugar como productores, podemos distinguir algunos de los factores y condiciones necesarios para que se produjeran estos resultados, empezando por la capacidad de Damián para realizar una gran película. Pero no me siento cómodo siendo conclusivo en un análisis de por qué la película fue exitosa. Damián es un director excepcionalmente talentoso que trabajó seriamente hasta lograr un guion extraordinario, poblado por personajes increíbles y pleno de buenas ideas. Se trata de un director que piensa sus proyectos con el objetivo de que puedan ser disfrutados por el público, que se plantea de un modo muy natural el objetivo de que sus historias lleguen a la mayor cantidad de gente posible. Es un amante del cine y un espectador apasionado. Es extremadamente exigente consigo mismo, protege sus ideas, sabe transmitirlas y disfrutar del trabajo en equipo. El guion fue una plataforma de trabajo inigualable, y con Damián éramos muy conscientes de que debíamos lograr que la película fuese cinematográficamente valiosa. Todos pusimos un gran empeño y trabajamos duro; para que esta película fuese posible, resultaba indispensable contar con un elenco excepcional. La generosidad y el talento de cada uno de los actores que decidieron sumarse a este proyecto resultaron una condición esencial y una fuente de inspiración y de seguridad para todos, y además se trató de un elenco muy convocante. ¿Cómo fue el trabajo de coproducción? Tuvimos un socio coproductor inigualable en El Deseo que aportó experiencia, seguridad, compromiso, visión, y nos acompañó en la tarea cotidiana de pensar y llevar a cabo Relatos salvajes. Como socios productores nos ayudaron a pensar la película con ambición y a alcanzar objetivos que resultaron fundamentales, entre
ellos la participación en el Festival de Cannes. Warner Bros, como distribuidor de la película en Argentina y en Latinoamérica, hizo un trabajo excepcional, se involucró en el proyecto desde el inicio, desarrolló un plan de trabajo muy claro y ambicioso y fue riguroso en lograr su cumplimiento. El equipo de distribución trabajó con niveles de excelencia y fue muy exigente en todas las áreas: estrategia, marketing, prensa y programación. Creo que en la etapa de comercialización se tomaron las decisiones correctas, y también Telefe desempeñó un rol clave a lo largo de todo el proceso. El equipo de prensa que lideró Raquel Flotta también hizo un gran trabajo. La película logró cautivar espectadores muy diversos e hizo que distintos segmentos y perfiles de público se identificasen con los distintos rasgos y aspectos que la componen. Relatos impactó muy bien desde un principio, y se generó un fenómeno de recomendación que fue recogido y amplificado por los medios de comunicación. ¿Qué tipo de película pensaban que tenían entre manos? ¿Cuáles eran sus expectativas? Nuestras expectativas eran muy altas; el proyecto demandó mucho trabajo, tiempo e inversión, y no hubiese sido responsable ni sensato no tenerlas. Felizmente, Relatos salvajes las superó. La respuesta del público alcanzó niveles que no imaginábamos. ¿Cómo fue tu experiencia personal como productor de la película? En K&S Films disfrutamos muchísimo el proceso de hacer Relatos salvajes, y fue y sigue siendo una experiencia muy gratificante. Es un proceso que vivimos con mucha felicidad. Luego de la experiencia de Tiempo de valientes, realizar una nueva película con Damián constituía para nuestra productora un anhelo genuino y un objetivo prioritario. Por lo tanto, desde un
inicio trabajamos con la alegría de estar haciendo lo que verdaderamente queríamos. Además nos gusta hacer cine y filmar, y esta película nos ofrecía la oportunidad de trabajar distintos géneros y universos; eso resultó muy motivador para nosotros y para todo el equipo. ¿Cómo influye el fenómeno de Relatos salvajes en la industria nacional? ¿Cómo ves el momento actual del cine argentino al nivel de la producción? Creemos que influye muy positivamente, y que de algún modo va a dinamizar muchos nuevos proyectos. Es muy importante volver a comprobar que existe todo este público potencial para el cine argentino. El momento del cine nacional está muy bien; una película exitosa como esta no es un hecho aislado, ni un fenómeno que puede recortarse de su entorno. Es el resultado y la expresión de una cinematografía en su conjunto. Relatos salvajes da cuenta de la salud de nuestro cine, de las herramientas que tenemos a disposición –incluidas, de un modo fundamental, las políticas públicas– y de los objetivos que podemos alcanzar. ¿Cuáles son los próximos proyectos de K&S? En este momento estamos produciendo El clan, de Pablo Trapero, protagonizada por Guillermo Francella y Peter Lanzani, y también 100 años de perdón, con Rodrigo de la Serna, Luis Tosar, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres. También acompañamos a DB Cine en Truman, de Cesc Gay. Las tres películas están en etapa de rodaje.
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La factoría Disney
Frozen.
Sueños compartidos Desde sus inicios hasta el presente, Disney ha sabido, como ninguna otra compañía, adaptarse a los tiempos que le tocó vivir. Superador de todas sus crisis, el pulpo desarrolló su propia fórmula de supervivencia, basada en estrategias comerciales y adaptaciones políticas y estéticas. Y, al mismo tiempo, nunca dejó de hacer lo que mejor le sale: contar historias que interpreten y den forma a nuestros sueños. Por Amadeo Gandolfo
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n agosto de 2009, Disney compró Marvel Comics y Marvel Studios por un poco más de 4000 millones de dólares. En su momento este evento fue interpretado, de manera correcta, como un hecho significativo en el panorama de la industria cultural mundial, y muchos fanáticos se rasgaron las vestiduras imaginando lo que les podría llegar a pasar a sus héroes favoritos al momento de ser “disneyficados”. La mayoría de las interpretaciones giraban alrededor del hecho de que Disney estaba adquiriendo una compañía tradicionalmente identificada con la producción de entretenimiento para hombres, lo cual fue captado como la solución que los hombres del ratón habían pergeñado para fortalecer su penetración en un mercado que jamás le había sido particularmente favorable y en el cual había perdido aún más pie durante la primera mitad de los dos mil al convertir a sus princesas en una marca. Esto es verdad, pero es solo una parte de la historia. Disney es una de las corporaciones más brillantemente despiadadas y comprometidas con su propia subsistencia. A lo largo de su historia, ha sobrevivido a varias oleadas que clamaban por su final. Primero estuvo la competencia del estudio de los hermanos Fleischer en los años 30, y el buen y viejo Walt logró neutralizarla y destruirlos cuando, al producir la primera película animada de la historia, los Fleischer quisieron copiarlo e hicieron películas peores y fracasos, lo que provocó que se endeudaran
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espantosamente y finalmente vendieran su estudio a gente que no sabía cómo manejarlo. Luego vino la época, entre fines de los setenta y fines de los ochenta, en la cual el estudio Disney parecía acabado: Walt había muerto hacía mucho, los “nueve hombres sabios de Disney” se habían retirado o muerto, y jóvenes estrellas como Don Bluth –en el territorio de la animación para niños– y Ralph Bakshi –en el mundo de los adultos– estaban a punto de arrebatarles la corona. Todo eso terminó, como sabemos, con La sirenita, que dio vuelta las tablas e inició la segunda época dorada de películas animadas de Disney. Finalmente, estuvo ese momento a principios de los dos mil en el cual el estudio no sabía cómo hacer un largometraje decente, parecía no entender la animación por computadora, Pixar les daba vueltas con las ideas e historias, siempre amenazando con transformarse en un estudio independiente, y, encima, Dreamworks comenzaba a tener sus primeros éxitos. El cambio tecnológico parecía ser el momento para arrebatarle la corona. Y de pronto, hacia fines de esa década, Disney no solo resolvió el problema Pixar mediante la simple absorción, sino que compró Marvel, redefinió su propio estudio de animación para cines al colocar a John Lasseter a la cabeza y lograr una definitiva mejora en calidad y propósito (cuyo producto final es el megahit Frozen), y adquirió Lucasfilms en 2012, haciéndose cargo de una segunda rama especializada en fantasía y ciencia
ficción “para hombres” que viene con su propia mitología y universo in- glaron con la familia de Jack Kirby, el dibujante que, junto con Stan Lee cluidos. De pronto Disney, una vez más, está en una fase imperial en la y Steve Ditko, creó casi por completo y de la nada el universo Marvel. que parece dispuesto a conquistarlo todo y, encima, lo está haciendo con Le dieron una suma no publicitada de dinero (se rumorea que entre 30 y material creativo más que decente y respetando la autonomía e idiosin- 50 millones de dólares, una pitanza) y un crédito en todas las películas, crasia de cada una de sus líneas o universos. ¿Cómo sucedió esto? series y otros productos que usen sus creaciones. Por un lado esto sigAtrás quedaron los días en los que Disney era visto como un imperio del nifica que su nombre va a aparecer, que va a quedar indisolublemente mal. Hubo una época no muy lejana (los setenta, aunque parezcan de asociado a sus personajes, al fin. Es un acto de justicia. Por otro lado, otro planeta) en que Disney era el epítome de la dominación cultural, y parece la limosna de una corporación gigante que hace cualquier cosa el Pato Donald era empleado para colonizar las mentes de nuestros niños con tal de que un mosquito deje de molestarla, sabiendo que la explocon visiones de capitalismo y libre empresa. Ese tipo de críticas ya no tación de esas ideas va a permitir beneficios mucho más grandes en el parecerían aplicarse más. Ahora Disney se trata de diversidad, calidad futuro. Y lo peor de todo es que narrativa y fábulas de amamos a Disney. Amaempoderamiento. Desde mos las canciones estúpila lectura feminista de Ahora Disney se trata de diversidad, calidad narrativa damente conmovedoras Frozen hasta un Capitán y fábulas de empoderamiento. Desde la lectura de Frozen y los chistes América negro, pasando feminista de Frozen hasta un Capitán América negro, tontos de Guardianes de por la negativa a seguir Disney parece ser el imperio del progresismo y es la Galaxia. Anticipamos vendiendo juguetes asociados a sus películas en la próxima genialidad de elogiado por los mismos intelectuales de izquierda McDonald’s para protePixar. Algunos incluso que antes lo consideraban un demonio. ger a los niños de la obepiensan que hacer más sidad, Disney parece ser películas de Star Wars es el imperio del progresismo y es elogiado por los mismos intelectuales de una buena idea. Disney posee una buena parte de nuestros sueños porque son buenos en eso. No falta mucho tiempo para que todos seamos izquierda que antes lo consideraban un demonio. ¿Cómo sucedió esto? El guionista de cómics Grant Morrison tiene la idea –tan loca que po- fanáticos de algo que sea producido por el megapulpo del pato y el ratón. dría ser verdad– de que existen entidades culturales y ficcionales tan Porque, además, su expansión se acopla a una producción incansable. De detalladas que adquieren conciencia de sí mismas y se preocupan por acá al 2020 nos esperan algo así como cinco películas de Star Wars, once su propia supervivencia. El ejemplo típico que menciona es el universo películas de Marvel, seis de Pixar y (al menos) cuatro de Walt Disney DC, lleno de detalles acumulados a lo largo de los años que componen Studios. Veintiséis “eventos cinematográficos” con su correspondiente algo más grande y rico. La idea de Disney como corporación también merchandising en cinco años. podría pertenecer a este grupo de sujetos. La reconversión en una em- Eso nos lleva a un escenario distópico digno de una novela de William presa diversa, considerada e inteligente no es más que el siguiente paso Gibson. ¿Qué pasaría si en el futuro Disney se volviera la protectora de en lo que Disney hace mejor, que es preservar su caché cultural y su es- enormes porciones de la memoria y del pasado de la cultura popular pacio dentro de la imaginación mundial. No por nada en 1998 logró una simplemente porque las compró y porque a los estados les resulta más extensión inusitada de la ley de copyright en Estados Unidos, la cual fácil tercerizarle las instalaciones a una corporación millonaria? Uno básicamente le da una tendría que acceder a licencia ad infinitum archivos protegidos para imprimir dinero. en el interior de lotes Es que atacar a Disney de filmación californianos. Las fotograpor el mensaje capitalista de sus productos es fías estarían prohibidas, y el texto final confundir la forma por debería ser aprobado el contenido. Para ellos por una comisión de es lo más fácil del mundo transformar el tipo veedores acreditados de historias que cuenpor la compañía para tan y el tipo de protagomantener la visión de nista que tienen y amla historia acorde a pliar la paleta étnica sin Disney. Nadie sería dejar de ser el mismo capaz de realizar parodias ni comentarios tipo de corporación. Lo ni deconstrucciones alarmante, asombroso e artísticas de sus perhipnótico de Disney es sonajes, a menos que la forma despiadada en nos arriesguemos a un que adquiere, incorpoLa sirenita. ra y digiere conceptos, juicio y a enfrentarnos con matones con ideas y creaciones. Lo que realmente le preocupa es la formación y protección de propiedad in- caretas de Goofy destrozando nuestras posesiones. Cada año deberíatelectual que pueda ser explotada en perpetuidad. mos ir a nuestras citas en el cine, no porque nos obliguen, sino porque De allí la adquisición de Marvel. Marvel es una granja de ideas que han sería la única forma de adoración posible para esos personajes cuyas probado ser capaces de ser explotadas durante un largo, largo tiempo. vidas están completamente fuera de nuestro poder. Pueden ser relanzadas y rediseñadas para siempre. No importa que to- No, sería demasiado obvio, demasiado totalitarista. Algo similar va das provengan de una legión de creadores a quienes usualmente no se a suceder, pero más sutil y con el empleo del trabajo creativo de las reconoce y que a veces llegan a su vejez sin siquiera un seguro médico. mejores mentes de cada generación. Que son, después de todo, la verUna bendición mezclada de la compra de Disney fue que Marvel se dadera oveja sacrificial de este proceso. Disney no necesita campos de ha visto obligada a llegar a acuerdos en juicios de larga data sobre la trabajo ni fascismo cuando simplemente puede colonizar los sueños propiedad de muchos de sus personajes más famosos. Hace poco arre- de la generación siguiente.
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Otros estudios animados
Los boxtrolls.
La ilusión de la vida Se va un año en que varios de los mayores éxitos han tenido que ver con la animación. Pero, más allá del mainstream, hay todo un mundo de trazos, píxeles y paletas de colores, tanto en dos como en tres dimensiones, que merece ser descubierto. Porque no solo de Frozen vive el hombre, esta nota es la puerta secreta que da a los males y las bendiciones del cine de animación, tanto de los grandes estudios como de los locos bajitos. Por Maia Debowicz
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l 2014 fue un año repleto de estrenos de cine de animación: hubo películas de distintas partes del mundo, producidas por estudios de gran trayectoria, por estudios en pleno crecimiento y por pequeños estudios que comienzan a asomar en este competitivo mercado. Además de las producidas por Pixar y Disney, llegaron a los cines otras quince películas. Lo interesantes es que, a pesar de que provienen de diferentes países y de que varían los directores y los equipos de animadores, todas comparten una misma propuesta narrativa: el camino del héroe. Desde esa premisa, cada director construyó su mundo animado demostrando las falencias y aciertos del cine de animación contemporáneo. A continuación, un balance sobre las alegrías y decepciones que nos dieron los estrenos animados más relevantes del año.
Algunos males del cine de animación actual
“En Hollywood piensan que la animación dibujada no funciona más, que las computadoras son
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la manera. Pero se olvidan de que la razón de que las computadoras sean tan importantes es que Pixar hace buenas películas. Entonces todo el mundo trata de copiar a Pixar. Se confía demasiado en la tecnología y no lo suficiente en los artistas”, declaró Tim Burton alguna vez. El director de Frankenweenie, una de las mejores películas de animación de los últimos años, tiene razón en su planteo excepto porque el problema va mucho más allá de Hollywood. Uno de los mayores problemas del cine de animación actual es la falta de identidad en la estética de las películas debido a las malas direcciones de arte, a veces por una búsqueda inmadura y otras veces porque se busca copiar fórmulas ajenas, más que nada de Pixar y Disney. Y en esa intención no solo copian sus virtudes, sino también sus errores. De esta manera nace la invasión de las películas genéricas. Lamentablemente, hay una lista extensa de todos los defectos que arrastran los proyectos de animación de los últimos años. El primero, y más común en casi todas las películas, reside en la elección errónea de la banda sonora; sobre todo en el hecho de uti-
lizarla en la totalidad del relato, aturdiéndonos con ruido innecesario. Las bandas sonoras invasivas rechazan la presencia de esos pequeños silencios que permiten valorar la sonoridad, y la falta de contrastes termina generando un estado neutral que inhabilita la creación de climas. Pero la nulidad climática no es responsabilidad únicamente del egocentrismo de la banda sonora; también gana fuerza cuando la narración se apoya únicamente en el gag y reduce el relato a un encadenado infinito de chistes. Existen películas que, desde el inicio hasta el desenlace, mantienen un ritmo eléctrico, tan vertiginoso que agota. El carácter homogéneo del relato logra resultados negativos, como la imposibilidad de transmitir emociones; emociones que muten en distintas formas y colores dentro de la cabeza del espectador. Y, dentro de la comedia, abunda la falta de timing; tal inexactitud arruina la propuesta tonal. Otro gran conflicto es que muchos directores tienden a olvidar las incontables posibilidades que brinda la animación. Los recientes estrenos dejan entrever que el cine de animación
está perdiendo personalidad porque cada vez metraje producido por Laika, el estudio donde ta secreta (Karen J. Lloyd), una película debe asemejarse más al cine de acción en vivo. se crearon Coraline y la puerta secreta (2009) que, con recursos humildes, ofrece un relaEntonces, me pregunto: ¿por qué hacer cine de y Paranorman (2012). Con un presupuesto de to sólido con una banda sonora brillante. Lo animación y no cine de acción en vivo? Una US$60.000.000, Annable y Stacchi adaptaron más interesante del largometraje, además cosa es buscar la ilusión de la vida, y otra muy la novela Here Be Monsters!, de Alan Snow, del creativo diseño de la villana, es que las distinta es exigirle a la animación la imitación con la técnica stop motion, al igual que los otros muñecas nunca dejan de ser muñecas. La de la vida. Esa tendencia trae como conse- largometrajes del estudio. Los tres proyectos directora entiende que los personajes deben cuencia cierta pobreza en el diseño de perso- celebran las rarezas y excentricidades de los expresarse con gestos mínimos, y refleja las najes: pesa más la exigencia de acercarse al personajes, y rechazan con convicción la ten- posibilidades y limitaciones de un sujeto de realismo que la capacidad creativa para inven- dencia de acercarse al cine de acción en vivo. plástico que, gracias a una excelente directarles características exageradas a las criaturas Todo en la película está tan bien construido y ción de arte, puede cobrar vida. animadas. “El Coyote es limitado, como Bugs equilibrado que nos provoca ganas de vestirnos Bunny es limitado, por su anatomía. Para darle con una caja de cartón. Expectativas y desilusiones al Coyote un look de delicia anticipada, dibu- Con un presupuesto mucho menor Una de mis grandes decepciones del año es jo todo hacia arriba, los ojos hacia arriba, las (US$19.700.000), los franceses Giraud y Szabo La gran aventura Lego. Más allá del éxito de orejas hacia arriba, hasta la nariz hacia arriba. mudaron su serie televisiva sobre pequeños in- taquilla y de crítica, el tercer largometraje de Cuando él es derrotado, por otro la dupla Miller-Lord representa muchos de los defectos del cine de anilado, todo va para abajo. Vos no mación actual: el relato dependiente podés hacer eso tan dramáticaToda esa magia que origina la síntesis mente con seres humanos, aun del gag constante que imposibilita en la animación pierde protagonismo cuando las emociones expresala creación de climas, y el diseño de cuando los directores pretenden que das sean totalmente humanas”, fondos con exceso de información los personajes respondan como un explicó hace mucho tiempo el que genera un ruido visual que satura maravilloso Chuck Jones. Toda al ojo. Los mismos problemas tiene actor de acción en vivo. esa magia que origina la síntesis El libro de la vida (Jorge R. Gutiérrez), la película sobre el Día de los en la animación pierde protagonismo cuando los directores pretenden que los sectos por primera vez a la pantalla grande. Lo Muertos que produjo Guillermo Del Toro. El personajes respondan como un actor de acción cierto es que las hormigas y las mariquitas no mismo estudio, Reel FX Creative Studios, esen vivo. solo crecieron por las dimensiones de la panta- trenó Dos pavos en apuros (Jimmy Hayward), Pero hay dos conflictos más en el diseño de lla de cine, sino también porque Minúsculos, el un largometraje que, más allá de un par de personajes de la animación actual: el pri- valle de las hormigas toma caminos valiosos y buenas ideas, demuestra que el alto presumero es que los personajes masculinos son arriesgados. Si bien la película tiene algunas fa- puesto (US$55.000.000) no implica buenos mucho más ricos y extremos que los feme- llas, los directores consiguen que estas se vuel- resultados. Con un presupuesto mucho menor, ninos, quienes casi siempre responden a las van chiquitas cuando deciden con valentía que Rodencia y el diente de la princesa (David mismas pautas estéticas. El hombre puede los insectos no hablen ni se comporten como Bisbano), una coproducción entre Perú y Artener puños gigantes, mientras que el di- seres humanos, y que seamos nosotros quienes gentina, intenta construir una épica con raíces seño de la mujer nunca se corre de la línea tengamos que adaptarnos a su forma de vida, a autóctonas, empresa meritoria que no logra de lo cercano. El segundo conflicto es que, su manera de comunicarse. redondearse del todo. Por su parte, Río 2 (Caren la mayoría de los casos, los los Saldanha, el mismo director de la personajes secundarios tienen primera entrega), a pesar de tener una el mismo nivel de detalle que muy buena factura y un presupuesto los principales, y se genera una millonario de US$103.000.000, no competencia visual entre ellos. puede, una vez más, hallar un estilo La competencia también puede de animación personal y un relato ocurrir entre fondo y figura, ya que resulte atractivo. que son muchos los animadores También hubo otras películas que que adornan el espacio donde podrían haber sido interesantes pero ocurre la historia de forma tal que se quedaron a mitad de camino, que el personaje quede desdicomo Khumba (Anthony Silversbujado y se pierda en el exceso ton), el segundo largometraje prode información que posee el ducido por la compañía sudafricana Las aventuras de Peabody y Sherman. fondo. Por último, uno de los Triggerfish Animation Studios, y descuidos más relevantes de la Caminando con dinosaurios 3D (Baanimación proviene de las sombras, ya que Las dos apuestas de Dreamworks, Cómo entre- rry Cook y Neil Nightingale), producido por es frecuente ver cómo ciertos animadores las nar a tu dragón 2 (Dean DeBlois) y Las aven- la BBC. Khumba presenta un estilo de anipintan todas de negro. La sombra también es turas de Peabody y Sherman (dirigida por Rob mación cálido, ajustado a la narración, pero color, por eso no todos los colores ni todas Minkoff, uno de los creadores de El rey león), le falta tomar riesgos. Caminando con dinolas texturas deben virar a negro. Ese exceso con un presupuesto altísimo (US$145.000.000), saurios 3D, por otro lado, tiene un excelente de mancha negra vuelve a las composiciones son de lo mejor que ha producido el estudio en diseño de personajes con la firma de David confusas y provoca que no se vean bien los los últimos años. La primera película nos de- Krentz, y las texturas y los movimientos de vuelve a esos personajes inolvidables de 2010 los dinosaurios logran un naturalismo imprepersonajes. con la misma prolijidad narrativa y formal. La sionante que, en este caso, se justifica. Pero Sorpresas y regalos segunda recicla la vieja serie de los años 60 sin los directores toman una decisión que opaca La buena noticia es que varias películas logra- traicionar la esencia de ese gran dibujo anima- las otras virtudes: les ponen voz a las criaturon que este sea un año para recordar con una do, y alcanza una negociación justa entre lo ras animadas, provocando una contradicción sonrisa. Una de las mejores películas de anima- viejo y lo nuevo. enorme entre la fidelidad al realismo y el dición de 2014 es Los Boxtrolls, el tercer largo- Pero la sorpresa mayor es Barbie y la puer- dactismo forzado.
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Sobre Ridley Scott
Luces y sombras Con el estreno de Éxodo: Dioses y reyes, Ridley Scott vuelve al cine épico que caracterizó una de sus etapas. Sin embargo, el director pasó por la ciencia ficción y el neo noir, y también les imprimió identidad a esos géneros. Esta nota es un repaso por su filmografía, siempre con el acento puesto en el denominador común de esa búsqueda cinematográfica: el tratamiento de la luz. Por Diego Maté
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ada nueva película de Ridley Scott interés que acabará por transformarse en uno de lículas como Los asesinos, de Robert Siodmak, funciona como una actualización de un los pilares del cine del director, quizás la única son todavía hoy verdaderos ensayos acerca de la mismo y eterno conflicto: ¿cómo hace invención estética con la que pudo imprimirle a capacidad expresiva de la fotografía en el cine. un director para imponer una visión personal del su filmografía un sello personal a pesar de la va- Recuperando el peso de lo lumínico propio del mundo dentro de una máquina de producción or- riedad de temas, historias y formas: la luz. Las noir, el director realizó una de las películas más ganizadísima como la de Hollywood? La cues- dos películas recurren a espectros cromáticos y recordadas de las últimas décadas y dejó ver tión parece una versión aggiornada de lo que pa- acentuaciones visuales muy distintas, pero las que, además del cuidado puesto en la fotograsaba en la época de oro del cine estadounidense, une la importancia que le otorga el director: en fía, el escenario y la ambientación, una de las en la que también había directores que jugaban ambos casos, la fotografía da forma y moldea constantes de su cine sería la incapacidad para el juego de la industria al tiempo que encontra- el mundo de las historias, tanto a través de los producir historias consistentes y guiones más o ban maneras de traficar una marca de estilo. El colores apagados y oscuros de Los duelistas (que menos sólidos que no dependan únicamente de cine americano de los ochenta no era el mismo la acercan al realismo de una manera mucho estereotipos o de frases altisonantes, o para imaque el de la era clásica, pero esa tensión entre la más interesante que en Barry Lyndon) como me- ginar personajes tridimensionales y no lineales búsqueda estilística y el respeto de la norma to- diante la paleta más bien contrastada que ape- como el detective Deckard o los replicantes a davía regía. Ridley Scott saltó bastante rápido de la a grandes masas de negro para construir el los que persigue. En este sentido, la filmograla zona de la realización independiente a la indus- peligro de Alien (la iluminación de los lúgubres fía de Scott representa como pocas el espíritu trial: después de un corto y de su debut con Los pasillos de la nave Nostromos fue tan necesaria de la época, en especial el del cine industrial duelistas, el director se instalaría rápidamente en a la hora de producir una imaginería propia de post setenta que surgió tanto en Estados Unidos Estados Unidos para como en Francia con desarrollar proyectos el cinéma du look, al de gran envergadura. que suele achacársele Éxodo escenifica espléndidamente la ira divina a través Los duelistas, sobre un un abuso en el tratade las plagas que asolan Egipto y, por un rato, deja de lado miento y retoque de la cuento de Joseph Conrad, ganó el premio a imagen en detrimento sus obligaciones narrativas y se deleita observando la Mejor Ópera Prima en de las construcciones destrucción y la escasez a las que un Dios cruel y vengativo Cannes en 1977, y es del mundo, cada vez somete a sus enemigos. apenas una pequeña más pobres y frágiles. muestra de lo que poEn Leyenda, su única dría haber sido el cine incursión en el cine de Scott de haber permanecido en Europa: casi la serie como los diseños de H.R. Giger). De ahí fantástico (la cual habría de dejar sentada una no hay retrato de época, ni una narración cohe- en más, la luz será la arcilla fundamental con forma de representar el género hasta El Señor de siva, ni explicaciones psicológicas; solo la fu- la que el director levantará todos y cada uno de los Anillos), la luz y los muchos filtros que conria ciega de un militar que acosa sin descanso a sus universos, siempre trabajando con fotógra- tiene la imagen, desde el plano inicial del bosotro por una afrenta inexistente durante más de fos distintos. Alien fue el primer paso de Scott que surcado por reflejos azules, resultan los verdiez años con el telón de fondo de las Guerras en la industria, pero eso no le impidió estampar daderos protagonistas. Las películas siguientes, Napoleónicas. Una película como Los duelistas una huella lo suficientemente reconocible como Peligro en la noche y Lluvia negra, son, antes habría sido difícil de imaginar por esos años para que las tres películas siguientes a cargo de que policiales que narran un triángulo amoroso en Estados Unidos, cuando el New Hollywood Cameron, Fincher y Jeunet, seguramente bus- y la corrupción de los integrantes de la fuerza, estaba a punto de extinguirse y la industria se cando imponer algo del propio estilo, trataran películas de clima más preocupadas en captar reconfiguraba en torno de la mezcla de géneros de separarse por todos los medios de lo hecho destellos visuales y en construir una atmósfera estéticamente por la primera. fuertes y de los grandes relatos. que en la consistencia de sus historias (la ToAlien, el octavo pasajero señala el precoz giro No por nada la siguiente película de Scott se- kio de Lluvia negra, futurista y cool, parece una industrial de Scott, que ya en su segunda pelí- ría Blade Runner, una cruza de ciencia ficción reedición de la distópica Los Ángeles de Blade cula consiguió hacer un blockbuster con el voto con film noir. El cine negro de los cuarenta y Runner). favorable del público y la crítica. No hay dos cincuenta, se sabe, fue la zona franca para que En los noventa, habiendo agotado toda clase de películas menos parecidas entre sí que Los due- directores y fotógrafos emigrados de Europa géneros y relatos, Scott necesitó de nuevos holistas y Alien, pero de la primera permanece un experimentaran con la luz, y el comienzo de pe- rizontes para continuar su programa de experi-
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mentación con la luz, y salió a buscarlos a los confines más distantes posibles para convertirse en un especialista en películas épicas. Pero no se trata de la épica como la forma narrativa que describen Aristóteles u otros autores modernos, sino de lo épico como un cambio de escala que solo el cine puede proporcionar. En 1492: La conquista del paraíso, el tamaño del encuadre, que en Scott siempre fue amplio, exhibe mejor que nunca todas sus posibilidades: los planos anchísimos capturan perfectamente la inmensidad que subyace a la expedición de Colón y su plan de fundar una nueva sociedad; la sensación embriagadora de lo nuevo y la necesidad de explorar un mundo desconocido surgen, antes (y mejor) que en los diálogos, en el formato de la pantalla. Gladiador, por su parte, fue un arriesgado y difícil intento de revivir un género desaparecido como el peplum: más allá de los anacronismos de la historia y de la debilidad del guion, las casi tres horas de película funcionan gracias a la presencia de Russell Crowe (en su mejor actuación) y al hecho de que Scott ofrece un fresco de toda una civilización con sus guerras, tramas políticas y, sobre todo, con su fascinación por el espectáculo. Cruzada, que comparte con Gladiador tanto su vocación pantagruélica como el tono dorado que domina la paleta de colores, estará preocupada casi únicamente por el tamaño de los castillos y las ciudades, del desierto, de las batallas. Tras el fiasco de Robin Hood, una relectura en clave realista que ni Russell Crowe
pudo sacar a flote, el director finalmente logró la mejor película del grupo con Éxodo: Dioses y reyes. Echando mano a un triángulo familiar idéntico al de Gladiador, compuesto por un rey moribundo, un hijo celoso e incapacitado para sucederlo y un hermano adoptivo al que hay que eliminar, Scott es capaz de acercarse a la historia bíblica sin rehuir de lo fantástico: la película escenifica espléndidamente la ira divina a través de las plagas que asolan Egipto y, por un rato, deja de lado sus obligaciones narrativas y se deleita observando la destrucción y la escasez a las que un Dios cruel y vengativo somete a sus enemigos. Poco después de 1492…, a la par de las incursiones en lo épico, Scott se interesó por las historias que transcurren en entornos militares. La olvidada Tormenta blanca, bautismo de la productora Scott Free que Ridley fundó junto con su hermano Tony y con la que habría de llevar adelante el resto de sus proyectos, es en realidad una película de juicio, pero ya anuncia el interés por la vida y los códigos militares que aparecerían de lleno en Hasta el límite y Red de mentiras, pero sobre todo en La caída del Halcón Negro. Fiel a la tradición hollywoodense de cine de crítica que disimula sus intenciones adoptando un tono pseudopatriótico, La caída… debe ser una de las películas más duras sobre el ejército que jamás se hayan hecho: el relato cuenta cómo, a partir de un error mínimo, se desencadenan una serie de fracasos cada vez más estrepitosos que dejan en eviden-
cia una operación secreta en África. El espíritu de camaradería y los valores que los soldados dicen defender son una mera excusa que Scott explota para filmar sin concesiones un desastre militar real ocurrido en Somalia. Curiosamente, la película fue acusada de promilitarista y de estar financiada por el Pentágono; no es novedad que el cine bélico norteamericano, aun el menos concesivo, suele nublar el entendimiento de una buena parte del periodismo y del público. Años después, Red de mentiras fue un nuevo acercamiento al tema de la presencia estadounidense en Medio Oriente, solo que esta vez el género convocado es el de espionaje, y la crítica resultó lo suficientemente grosera como para que ni al más despistado de los espectadores se le escapara el mensaje. Tanto La caída del Halcón Negro como Red de mentiras quiebran la tendencia hacia el azul que signa una buena parte de la filmografía de Scott, e instalan un espectro cromático que decanta hacia el amarillo, el naranja y los tonos ocres; de ahí en adelante, esos serán los colores casi institucionales con los que se representa el desierto y la guerra. El día en que se escriba una historia únicamente acerca del color y la luz en cine, seguramente el cine de Ridley Scott tendrá un capítulo para él solo. Éxodo: Dioses y reyes Ridley Scott Estreno: 4 de diciembre 2014 / Estados Unidos - Reino Unido - España / 150 minutos Fox
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Peter Jackson se despide de Tolkien
La venganza del nerd El neozelandés pasó del DIY splatter más clase B a comandar algunos de los proyectos más caros y espectaculares de la historia del cine. Ahora estrena El hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos, un paso más de una carrera marcada por el ingenio y la libertad que aquí revisamos entera, una vez más en esta revista, porque así lo merece quien tan bien ha hecho la tarea. Por Andrés Nazarala R.
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ay otro sueño americano, uno que involucra a cineastas. Y Peter Jackson vio cómo se hizo realidad: pasó de ser un nerd neozelandés obsesionado con filmar a encargarse del titánico, millonario y “oscarizable” trabajo de adaptar a J.R.R. Tolkien para Hollywood. De inventar trucos caseros en beneficio de la magia del cine saltó a manejar tecnología de punta, coreografiar batallas masivas diseñadas en CGI, darles vida a seres de fantasía y, principalmente, comprimir universos complejos dentro de las convenciones de duración. Todo esto bajo la amenazante posibilidad de traicionar la fuente original. Pero todos dicen que Jackson superó las expectativas con creces y que, si Tolkien estuviese vivo, aprobaría la trilogía de El Señor de los Anillos (La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey), y probablemente también la de El hobbit (Un viaje inesperado, La desolación de Smaug), cuyo cierre está programado para el 1 de enero de 2015 con La batalla de los Cinco Ejércitos. Son solo especulaciones fantásticas, por supuesto. Nuestra viciosa tendencia a jugar con los muertos.
Filmar solo Si de juegos y muertos se trata, Jackson tiene mucho para decir. Obsesionado con la técnica del stop motion (especialmente con King Kong y la obra de Ray Harryhausen), aprendió de cine gracias a los experimentos en 8 mm que realizaba junto a sus amigos de la infancia. De esos años de ensayo y error salieron los cortos The Dwarf Patrol, Coldfinger y The Valley, ejercicios que fueron cimentando el camino para la realización de su primer largometraje: Mal gusto (1987). Jackson demoró cuatro años en terminarlo, ya que grababa los fines de semana y tenía que lidiar con la falta de presupuesto y la soledad. “Interpreté dos de los papeles porque me quedé sin amigos”, confesaría más tarde. Terminó encargándose de la dirección, la producción, la fotografía, el montaje, el maquillaje y los efectos especiales. Así y todo, logró llegar al Festival de Cannes. Como una lección de cine amateur en 91 minutos, Mal gusto bebe del cine de George A. Romero pero lleva aún más lejos los mecanismos del splatter. El cuerpo humano nunca pareció tan frágil en lo que funciona como un cóctel de vísceras, mutilaciones y cerebros triturados; recursos asombrosos que no están reducidos al mero exhibicionismo porque Jackson demuestra que es un hábil y ácido narrador, preocupado aquí por los pormenores de una invasión extraterrestre cuyo fin es convertir a los humanos en comida rápida. En definitiva, ironía, cinefilia e ingenio en beneficio de la ultra independencia. El sueño de la película propia hecho realidad.
La pesadilla de Jim Henson Mal gusto no fue el pasaporte de Jackson hacia la gran industria, pero sí le dio cierta figuración en las catacumbas subterráneas del cine low budget. Su siguiente proyecto fue una sátira de Los Muppets pensada inicialmente como un segmento televisivo, hasta que aparecieron unos inversionistas japoneses que le permitieron transformarlo en largometraje. Pese a todo, Meet the Feebles (1989) se vio castigada por el bajo presupuesto, y Jackson tuvo que recolectar dinero directamente de los bolsillos de los miembros de su equipo. Los problemas de financiamiento no son de extrañar si tomamos en cuenta las ambiciones del proyecto. Escogiendo el camino más empedrado, Jackson construyó un mundo satírico protagonizado exclusivamente por marionetas. Si los Muppets estaban marcados por el optimismo y las buenas intenciones, los Feebles se caracterizan por su tendencia a los excesos; los códigos del entretenimien-
to infantil son desacralizados a fuerza de incorrecciones, humor negro y asuntos como el suicidio, la pornografía, la violencia y la drogadicción. “¡Fue completamente ignorada por la Academia!”, denunció el cineasta frente a los votantes en el año 2004 cuando subió a recibir el Oscar a Mejor Película por El Señor de los Anillos: El retorno del rey. La revancha del nerd.
La película más sangrienta de todos los tiempos Retomando la comedia gore, Peter Jackson consiguió a continuación 3 millones de dólares para realizar Braindead (1992), la película más sangrienta de todos los tiempos de acuerdo con los litros de líquido empleados (solamente para la última escena se necesitaron más de 300). Un ejemplar rarísimo de mono-rata descubierto en una isla y trasladado a Nueva Zelanda para un estudio será el punto de partida de una comedia disparatada, tan extrema y gráfica en su violencia que termina siendo poética. Braindead fue la primera aproximación del cineasta a los beneficios de la taquilla feliz. En su país, superó en salas a Batman vuelve, de Tim Burton.
El director serio Torciendo las expectativas, y burlando a una fanaticada que gozaba con sus excesos, Peter Jackson dio un giro radical en su siguiente película, la bella y nostálgica Criaturas celestiales (1994), basada en un caso policial que estremeció a Nueva Zelanda en 1954. El director obvió todos los pormenores legales para centrar su mirada en las homicidas, dos adolescentes (Melanie Lynskey y una debutante Kate Winslet) que terminan asesinando a la madre de una de ellas, y la estrecha relación que mantenían. A diferencia de sus trabajos anteriores, Jackson demuestra aquí una gran sensibilidad que le permitió ingresar en el mundo de los festivales: se llevó reconocimientos de Venecia y Toronto y logró llamar la atención de la Academia. Fue nominado a Mejor Guion pero perdió frente a Pulp Fiction, la película de moda por esos días.
Ingresando a Hollywood por la puerta ancha Acaso para sacudirse de las solemnidades acumuladas con Criaturas celestiales, Jackson se embarcó a continuación en un falso documental (mockumentary, como lo llaman) sobre un malogrado cineasta que se adelanta a su época pero sucumbe ante la locura y la pobreza. La verdadera historia del cine (1995), realizada para el canal TV One en conjunto con Costa Botes, es una divertida cinta de transición que generó controversias en Nueva Zelanda luego de que el público creyera que la historia era verdadera. Cuando se anunció que todo era una broma, la estación recibió cientos de reclamos. Como una suerte de nuevo Orson Welles (recordar el escándalo mediático de su transmisión de La guerra de los mundos), Peter Jackson se imponía a estas alturas como uno de los realizadores más ingeniosos y versátiles del panorama; es por eso que Robert Zemeckis produjo The Frighteners (1996) a través de Universal Pictures. Esta fue oficialmente su primera incursión en Hollywood. Protagonizada por un Michael J. Fox que pronto comenzaría a despedirse del cine, la película sigue las andanzas paranormales de un arquitecto viudo que puede comunicarse con fantasmas. No es su mejor obra, sin duda, pero le sirvió para poner a prueba las bondades de la tecnología digital.
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Tiempo de blockbusters Hasta que se encontró con Tolkien. Curiosamente, el cineasta llegó a la saga de El Señor de los Anillos a través de un artista underground con el que compartía el gusto por la incorrección y el humor negro: Ralph Bakshi, polémico en los setenta por dibujos animados para adultos como Fritz the Cat y Heavy Traffic. En 1978, el dibujante logró concretar su gran sueño de llevar la obra del escritor inglés a la gran pantalla, lo que no fue fácil. Primero, tuvo que sacarse de encima una adaptación libre escrita por John Boorman y Stanley Kubrick, quienes nunca leyeron los libros. Luego debió enfrentar las complejidades del rotoscoping, técnica que consiste en filmar escenas para luego colorearlas cuadro por cuadro. Aunque fue un éxito de taquilla cuando se estrenó, la saga de Bakshi no contó con el apoyo que necesitaba de la industria. Pero fue la puerta de entrada de Jackson al universo de Tolkien. “Nunca me llamaron, me agradecieron o me pidieron permiso para hacer la película”, denunció el dibujante. “Ni siquiera me enviaron una botella de vino para celebrar el éxito”. Lo cierto es que lo del neozelandés se trataba de una proeza mayor: la concreción de uno de los proyectos fílmicos más ambiciosos y caros de la historia (costó alrededor de 300 millones de dólares). Jackson demoró ocho años en llevarlo a cabo. El rodaje –del que se desprendieron tres partes– se realizó entre el 11 de octubre de 1999 y el 22 de diciembre del año 2000, en un total de 438 días. A pesar de los innumerables obstáculos y de las libertades que se tomó el
Peter Jackson en la taquilla El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo 1.511.150 2001 / Warner / El Señor de los Anillos: Las dos torres 1.635.232 2002 / Warner / El Señor de los Anillos: El retorno del rey 2003 / Warner / 1.949.137 King Kong 804.824 2005 / Warner / Desde mi cielo 54.157 2009 / UIP / El hobbit: Un viaje inesperado 2012 / Warner / 1.052.354 El hobbit: La desolación de Smaug 738.917 2013 / Warner / Fuente: Ultracine
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director en la adaptación, la trilogía refleja el espíritu épico, místico y metafórico de la obra de Tolkien. El cineasta supo cómo contar una historia compleja en tres entregas, alrededor del viaje de Frodo para eliminar el Anillo Único mientras se liberan multitudinarias batallas en la Tierra Media. Como no suele ocurrir, la crítica especializada y la audiencia cayeron rendidas. También la Academia, que les dio a Jackson y a su equipo 16 estatuillas.
El tío de Frodo Con la especialización en Tolkien que significó realizar El Señor de los Anillos, Peter Jackson parecía ser el cineasta ideal para adaptar El hobbit, pero el proyecto estaba en manos de Guillermo Del Toro. El neozelandés además estaba ocupado en la adaptación de su película favorita de todos los tiempos, King Kong (2005), y luego en la atípica Desde mi cielo (2009), centrada en una adolescente asesinada que narra su historia desde la muerte. Con la renuncia de Guillermo Del Toro como director (permanecería como coguionista), Jackson fue llamado para llevar al cine una obra que fue escrita por el autor inglés con el simple fin de entretener a sus hijos, hasta que la editorial George Allen & Unwin vio en ella un gran potencial comercial. El libro de El hobbit se publicó con éxito en el año 1937, y fue el punto de partida de toda la saga. Tras introducir a Bilbo Bolsón, el tío de Frodo, en Un viaje inesperado (2012) y potenciar la aventura junto a Gandalf y trece enanos liderados por Thorín II Escudo de Roble en La desolación de Smaug (2013), Jackson cerrará ahora la oferta con La batalla de los Cinco Ejércitos. Esta recoge ideas de distintas fuentes de Tolkien con el fin de enlazar El hobbit con El Señor de los Anillos, una coda armada por el neozelandés que, sin embargo, cuenta con el apoyo de la Tolkien Society. La idea es despedir la fase centrada en el autor británico con cierta espectacularidad; específicamente a través de la épica Batalla de los Cinco Ejércitos. Según la información que se ha filtrado, esta durará más de 45 minutos ininterrumpidos. Será un cierre triunfal, el fin de la devoción por Tolkien que Jackson ha plasmado a fuerza de sacrificios y correctas decisiones cinematográficas. A veces, conquistar el mundo puede comenzar con una cámara casera y un pequeño truco de ilusiones. El hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos Peter Jackson Estreno: 1 de enero 2014 / Nueva Zelanda - Estados Unidos / 144 minutos Warner
Hasta que la muerte los juntó, de Shawn Levy
Laberinto de bajones La nueva película de Shawn Levy confirma las sospechas maliciosas que sobre él se tienen: el director, hábil para acumular estrellas de la comedia, no tiene idea de qué hacer con ellas. Hasta que la muerte los juntó es una máquina de sumar líneas narrativas pero, cuando se le saca un poco de ropa, se descubre fácilmente que no hay nada para ver. Por Maia Debowicz
“C
omplicar una receta es la mejor forma de disfrazar la falta de talento de un cocinero”, es una de las inteligentes enseñanzas del gran chef Michel Bras. Shawn Levy es esa clase de cocinero cinematográfico: necesita fabricar miles de conflictos enormes para que avance la narración. Los clavos, que se multiplican en el camino como conejos, existen para disimular que los huesos del relato son débiles. Hasta que la muerte los juntó es la película que mejor expone su peor defecto: tirar cáscaras de banana caprichosamente para que los personajes se resbalen sin cesar hasta el último minuto de metraje. Su decimosegunda película, adaptación de la novela de Jonathan Tropper, trata sobre el duelo y la incomodidad de la despedida. Luego de descubrir que su esposa lo engaña con su jefe, Judd (Jason Bateman) recibe la penosa
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noticia de que su padre ha muerto. El evento fatal es la excusa argumental para que el protagonista de la historia vuelva a su pueblo y se reencuentre con su familia pero, sobre todo, con su pasado. Los cuatro hermanos y sus respectivas parejas deben vivir durante siete días bajo el mismo techo junto a Hillary (Jane Fonda), la madre que estrena viudez, para cumplir el último deseo del difunto. En Hasta que la muerte los juntó hay olor a muerte por todos lados, pero no sale solamente del humano que ya no respira, sino también del relato, que sufre de falta de vitalidad. Como sucedía en Agosto (John Wells, 2013), la convivencia indeseada provocará que los trapitos salgan al sol hasta que los personajes se conviertan en polvo como el vampiro de Murnau en Nosferatu. Los integrantes de la familia escupen sus secretos en la sobremesa eterna dejando el corazón sangrante sobre el mantel. El entierro
de ese padre y esposo es la piedra que cae al hormiguero para que los insectos del malestar invadan los cuerpos vivientes, obligándolos a enfrentarse con todo aquello que les hace daño y no quieren ver. Si bien el relato alcanza, por pocos momentos, escenas conmovedoras (las charlas entre hermanos, por ejemplo), cae continuamente sobre una idea demasiado cómoda: la vida es complicada. Con ese pretexto, el director teje y teje trajes de antihéroes para vestir y sobreabrigar a sus personajes, quienes tienen una agenda completa de sufrimiento. Pero ese sufrimiento ajeno no emociona, porque cada paso y cada tropiezo de los personajes son forzados. “Exijo que una película exprese la alegría de hacer cine o la agonía de hacer cine. No estoy interesado en nada intermedio”, afirmaba François Truffaut. Hasta que la muerte los juntó se aferra a esa tibieza que el director y
crítico de cine francés tanto odiaba. La inverosimilitud de los acontecimientos que ocurren secuencia a secuencia expulsan al espectador del relato, y el director es tan consciente de eso que necesita adornar todo con volados, flecos y lentejuelas para disimularlo. Una muerte es lo suficientemente amarga como para sentir que estamos masticando ravioles de bilis; la
o extremadamente tarde. Hasta que la muerte los juntó no es una comedia, sino un drama con chistes. Con chistes impuntuales. Una de las grandes diferencias que la separa de Gigantes de acero es que los personajes tienen los contornos borrosos: la tinta que les da forma parece estar fresca y se corre de aquí para allá desdibujando las figuras. Y es que
Los protagonistas no alcanzan el brillo necesario para generar empatía en el espectador, y se reducen a manchas difusas que flotan en el plano. sumatoria injustificada de tragedias (pequeñas, medianas y gigantes), al igual que en Agosto, banaliza la pérdida y anestesia, de un solo golpe, la complicidad del espectador. Shawn Levy es un director de comedias que solo logró realizar una muy buena película cuando filmó una “no comedia”: Gigantes de acero (2011). La clave de la comedia reside en el ritmo: los chistes deben caer en el lugar y momento justos, como una lluvia de paracaídas que arriban sobre nuestra cabeza para hacernos cosquillas. Cuando los chistes aterrizan antes o después, funcionan como aviones desorientados que se hunden en el mar. Las comedias del cineasta canadiense están repletas de tragedias aéreas porque los gags nunca usan reloj: llegan demasiado temprano
esos personajes están anclados a la etapa del boceto porque no terminan de nacer, de adaptarse a las condiciones del relato. Uno de los motivos de la falencia es que la película tiene demasiados personajes, y el director pretende otorgarles la misma importancia a los actores secundarios que a los protagonistas de la historia. Entonces, ninguno de ellos alcanza el brillo necesario para generar empatía en el espectador, y se reducen a manchas difusas que flotan en el plano. De nada sirve contratar a maravillosos actores en una película si el propio director no sabe cómo exhibir cada una de sus capacidades. Ni los objetos ni las personas poseen belleza; uno, como espectador, es quien se las otorga. Por tal motivo, un actor puede tener una fotogenia sublime en la
película de un director y estar apagado, casi invisible, bajo la mirada de otro. James Gandolfini nunca fue tan atractivo como en Una segunda oportunidad (2013), porque la cámara traducía la dulce mirada de Nicole Holofcener hacia el actor. Los ojos de Shawn Levy cubren a sus actores con un velo oscuro que impide apreciar la preciosidad de los intérpretes: Tina Fey emana una imagen tan extraña que es difícil reconocerla. La comediante pareciera estar atada de pies y manos, presa de su libertad creativa. La segunda gran diferencia con la obra maestra de Shawn Levy es que Hasta que la muerte los juntó construye el drama desde el abuso de la música, una melodía constante compuesta por Michael Giacchino que exprime el relato para que largue un par de lágrimas. La emoción extorsiva nunca triunfa, y este caso no es una excepción a la regla. El paso del tiempo demuestra que la solidez de Gigantes de acero es responsabilidad de sus guionistas, John Gatins, Leslie Bohem y Jeremy Leven, y no de su director. Shawn Levy nunca se casa con los guionistas (los cambia de película en película), pero quizás es tiempo de volver con ese viejo amor, el único importante en su carrera cinematográfica.
Hasta que la muerte los juntó Shawn Levy Estreno: 11 de diciembre 2014 / Estados Unidos / 103 minutos Warner
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The Babadook, de Jennifer Kent
La madre de la lágrima A base de decisión, coraje y una mirada femenina descarnada, The Babadook se convirtió en la película de terror del año. La ópera prima de la australiana Jennifer Kent se mete en el pesadillesco mundo de la culpa maternal, y asusta y angustia al meterse con uno de los miedos más primitivos. Por Daniel Alaniz
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l cine de terror, allá en su período clásico, contuvo dos vertientes. La primera fue la de filmar la deformidad: Browning y sus freaks de circo, y la Universal y sus monstruos clásicos. El género se construía a base de pura exterioridad feísta, y así encontró rápidamente su propio star system (Lon Chaney, Bela Lugosi, Boris Karloff, etcétera). Y de convertir al hombre lobo en figurita, la autoparodia se encuentra ahí a la vuelta. La segunda vino de la mano de la productora RKO, de Val Lewton. Cuando las estrellas del terror pasaron a ser más queridas que temidas, hubo que buscar el miedo adentro. La mujer pantera, de Jaques Tourneur, no fue una obra maestra únicamente por su trabajo con el fuera de campo, algo que marcaría el cine de terror por siempre (en esos extremos también se mueve el género: ese en el que todo se ve, el gore, y ese en el que todo se imagina), sino también porque funcionaba como una metáfora sobre la represión sexual. Decir esas cosas hoy en día puede sonar hasta naif, porque a alguien se le ocurrió decir en el modernismo que las metáforas están mal. Pero la verdad es que una de las ventajas del cine de género es que se puede recurrir tanto a la metáfora como a la alegoría directa, mientras se sepa combinar planos, crear climas, fotografiar, hacer cine. Es decir, un montón de cosas que mucho cine arte no tiene idea de cómo hacer. Decíamos que con La mujer pantera se inauguró una forma de filmar para el género, pero también se estableció dónde enfocar el miedo, aunque este esté fuera de campo. Lo monstruoso no podía verse por una razón muy sencilla: estaba adentro nuestro. Más adelante, Wes Craven conjugaría todos los miedos internos, combinaría todos los lugares comunes del psicoanálisis y los haría es-
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tallar en mil pedazos, haciendo visible lo oculto, dándole una cara quemada y unas garras chirriantes a la represión sexual adolescente de Nancy Allen. Freddy Krueger venía del mundo íntimo de los sueños, pero su sexualidad horrendamente pop traspasaría cualquier barrera y sería lo que tiene que ser: carne. En fin, que toda esta introducción histórica básica y súper incompleta sobre el género viene a cuento primero por la vocación de servicio, y segundo para decir que lo que hace The Babadook (aparente nueva obra maestra del terror, según los exagerados) no es nuevo, aunque sí poderoso. Con enorme honestidad, el principio de The Babadook enfrenta al espectador a unos de esos miedos tan incorrectos y reales que todavía cuesta ver en pantalla. Una señora está teniendo una pesadilla con algo así como un choque, algo que sabemos que le cambió la vida, un golpe de algún tipo. De repente llega su hijo a despertarla, pero no porque esté preocupado por ella, sino para decirle que también está teniendo otra vez su propia pesadilla. La madre lo ayuda a ver que no hay ningún monstruo debajo de la cama, ni en el ropero, pero el “otra vez” del nene se queda sonando como eco de altillo en nuestros oídos, porque funciona, precisamente, como reflejo de la pesadilla de la madre. Si él sueña todo el tiempo con lo mismo, ¿por qué no también su madre? Lo que se muestra es una cotidianeidad pesadillesca, un vínculo oscuro, aislado, en un contexto desolador. Pero lo que sigue es mucho peor: el nene se queda a dormir en la cama de su madre, y el director, en un montaje molesto, nos da cuenta de todos sus tics de chico traumado, mostrándolos exasperantes y no como algo de lo que nos gustaría sentir piedad. El nene abraza a su madre en cucharita, y ella se saca la mano de encima y toma
distancia. Se imprime el título. El miedo que provoca The Babadook no es tanto como la angustia que genera. Como una mezcla de Alicia ya no vive aquí y The Will and Testament of Rosalind Leigh (las dos desarrolladas acá al lado), la película de la australiana Jennifer Kent, basada en su corto Monster –que juega con llamar así al Babadook que vemos en la película, una especie de leyenda urbana de libro infantil, pero también al nene, que está todo el tiempo rompiendo todo por la casa, y a la madre, que empieza a sentir que crece su instinto homicida–, recorre la línea entre la responsabilidad materna, el aislamiento social y la culpa. A diferencia de la película de Scorsese, en la que Ellen Burstyn tiene que salir, como en una road movie maternal, a enfrentar su responsabilidad a la calle contra hombres y trabajos violentos, la Essie Davis de The Babadook elige recluirse. En Alicia ya no vive aquí pueden verse los restos de los sueños frustrados de Ellen Burstyn, mientras que en The Babadook solo hay lugar para esa relación simbiótica, tediosa y demandante entre madre e hijo. El escenario solo puede ser el interior de una casa, porque puede funcionar como pretensión de hogar y resguardo, pero en realidad es el lugar donde pueden desatarse, sin ser vistos, los desahogos de una madre harta. The Babadook es una película clara en sus metáforas porque no podría abordar el miedo, quizás el más terrible de todos (el de no ser querido por la propia madre), con tibieza. Y mucho menos el que está del otro lado, el que seguramente es el más condenado: no soportar más al propio hijo. The Babadook Jennifer Kent 2014 / Australia / 93 minutos
Madres e hijos en el cine
Que lo parió The Babadook nos dio ganas de escribir sobre esa relación controversial entre madres e hijos en el cine. Son muchas las películas que trataron el tema, y lo hicieron de distintas maneras, pero aquí les traemos una selección de cinco películas filio-maternales que no pueden perderse. Por D. A.
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l cine trató la relación entre madres e hijos de las maneras más diversas. Sin ir más lejos, pronto se viene la nueva película de Asia Argento, y con solo pensar en ella podemos recordar su segunda película, El corazón es engañoso por sobre todas las cosas, en la que interpreta a una madre díscola que recupera a su hijo. Pero también se nos puede venir a la mente Mother of Tears, en la que Asia actúa dirigida por su padre, que a su vez fue autor de la Trilogía de las Madres. Uno de los clásicos más grandes de la historia del cine es Psicosis, de la que no hace falta decir nada; otro es Martes 13, casi una remake de la anterior. Y también podemos pensar en comedias como Serial Mom, de John Waters, o en grandes momentos como la fellatio que Divine le aplica a su hijo en Pink Flamingos, del mismo director. Clásicos y modernos quedarán afuera de esta selección, armada con el capricho de un hijo único. Esperemos que la disfruten, que ya bastante con que les prestemos nuestros juguetes.
Alicia ya no vive aquí Martin Scorsese (1974) De las películas que plasmaron la relación entre madres e hijos, sin dudas la de Scorsese es la que más vuelve a la memoria. Primero porque Alicia ya no vive aquí trata específicamente sobre ese vínculo, mientras que otras lo hacen de manera lateral. Y segundo, por el simple hecho de que es una de las películas más bellas del director. La secuencia inicial de cuento de hadas (que refiere a la Alicia de fantasía y a El mago de Oz), toda dorada y roja, orquestada con la artificialidad de un mundo de sueños añorados, se distingue formalmente de lo que vendría después. Pueblos arrasados, deprimidos, en crisis, en una época cinematográfica incierta y en un país cansado que perdía la guerra de Vietnam: otra road movie de un hippismo que no fue y que terminó sirviendo refills de café para camioneros. Alicia, ya grande, deposita sus sueños en su hijo, apostando a ese futuro contra toda la violencia masculina, económica y moral de ese otro sueño frustrado: el americano.
The Last Will and Testament of Rosalind Leigh Rodrigo Gudiño (2012) El cine de terror tiene una larga data filio-maternal entre sus fotogramas. En The Last Will and Testament of Rosalind Leigh, un joven adulto llega a la casa donde su madre murió para habitarla, heredarla o venderla, y se encuentra con una colección de antigüedades extrañísimas. La cámara, en larguísimos planos secuencia, sobrevuela como un fantasma estas obras milenarias y demenciales, y hace de la dirección de arte el verdadero camino hacia el horror. El final, con madre fantasma incluida, es de una tristeza infinita y, por suerte, también demuestra cierta piedad.
Angustia Bigas Luna (1987) La mejor película del director español es mucho menos un tratado sobre el vínculo que nos trae que sobre la cinefilia como perversión voyeur. Una madre controladora, interpretada por ese fenómeno de la fotogenia de género que es Zelda Rubinstein (la médium enana de Poltergeist), manda a su hijo a matar personas a través de la telepatía. Pero un rato largo después nos damos cuenta, al mejor estilo De Palma, de que lo que estábamos viendo era una ficción dentro de una ficción. El resto del film tratará acerca de cómo una chica mira esa película en la sala. Un cine de pura fascinación, que va de lo experimental al slasher, sin una sola imagen que cause indiferencia.
Tira a mamá del tren Danny DeVito (1987) Si la angustia en The Babadook se genera por hacerse cargo de un sentimiento de filicidio, la dirección que recorre el tren de la película de DeVito es inversa. Acá, un escritor de policiales frustrado, interpretado por el mismo DeVito, quiere matar a su insoportable (y genial) madre, y todo genera, en lugar de angustia, una hilaridad desencajante. La forma de llevar a cabo el crimen no es otra que la de Extraños en un tren, de Hitchcock, de la que TAMDT es una remake cómica. El intercambio de homicidios, que genera una dupla perfecta entre Danny DeVito y Billy Crystal, es también una reflexión sobre la ficción, la literatura de género y ese otro robo que es el mundo de las letras.
Eclipse total Taylor Hackford (1995) Eclipse total es uno de los grandes melodramas de la historia, y ni hablar de los modernos. La adaptación de Dolores Claiborne (la novela de Stephen King), dirigida por Taylor Hackford, nace en un hipotético crimen a cargo de Dolores, interpretada por la gran Kathy Bates. La supuestamente asesinada es su patrona de toda la vida. Con la noticia llegará la hija de Bates, una hermosa Jennifer Jason Leigh que ahora vive en Nueva York, pero que parece que en su interior todavía no pudo escapar de ese infierno grande de pueblo chico. Secretos y confesiones de mujeres bellas y fuertes sometidas por sus hombres; misterios que se develan en el brillo oscuro de un eclipse, a la vez que los sentimientos solidarios entre madre e hija se afianzan con cada imagen desaforada de una película que es puro desborde visual y sentimental.
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François Truffaut: La exposición
Retrato de una pasión Se cumplieron 30 años de la muerte de François Truffaut, uno de esos directores que hicieron de la captura del tiempo una obra inmortal. En forma de paseo amable y sentimental, un recorrido por la exposición que la Cinemateca Francesa le rindió como homenaje. Por Luciana Calcagno
Truffaut con Claire Maurier y Jean-Pierre Léaud en el Festival de Cannes en 1959.
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o primero que se descubre al entrar en François Truffaut: La exposición es que el archivo que existe sobre Truffaut es enorme. Según su curador, Serge Toubiana –quien además es director general de la Cinemateca–, cuentan con más de 345 cajas de archivos en papel, una biblioteca de películas, viejas reseñas, fotografías, afiches, accesorios y hasta muebles. A través de una división por las etapas más importantes de la vida del artista, estos objetos acompañan y son los verdaderos guías de este viaje al corazón de la cinefilia.
Infancia y adolescencia Como es sabido, la infancia de Truffaut no fue sencilla, y él no la recuerda con demasiado cariño: “Soy de esa gente que no añora nada de su
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infancia y que está contenta de ser adulta. No tengo ninguna nostalgia de la niñez porque, si me acuerdo, no veo más que angustias, temores o situaciones en las que estaba en falta o tenía miedo de ser castigado. Me alegra haber salido de esa situación”. Sin embargo, la sección dedicada a esta etapa es una de las más emotivas de la muestra. El director pudo haber sido muchas cosas: cinéfilo, crítico, periodista, director, actor, escritor, amante de las mujeres y de la música. Pero también fue, principalmente, un coleccionista. O como él mismo se definió: “Un poco maniático en cuestión de archivos”. Y gracias a que Truffaut conservaba todo, anotaba todo y hacía fichas para todo es que esta exposición es tan exhaustiva. Para los fanáticos del director, es difícil no emocionarse ante la libreta en la cual Truffaut anotó los nombres de las películas que vio entre 1943 y 1944, con sus
respectivos puntajes y la aclaración de cuánto había pagado para verlas (“Ceux du rivage: 8/10, pagué 10 francos; Le Corbeau: 8/10, pagué 20 francos”). Una costumbre que lo acompañó durante toda su infancia, como bien muestra Los 400 golpes, de 1959 –primer largometraje del director con varios tintes autobiográficos–, fue hacerse la rata con su amigo Robert Lachenay, colarse en el cine y quedarse allí por horas. Para ilustrar este hábito, hay avisos de ausencia escolar firmados por los padres de su amigo Lachenay con el agregado de notas como: “Creo que este alumno se fue de paseo con su amigo François Truffaut. Se ruega castigar”. También hay diversas cartas destinadas a Robert, en las que François le cuenta lo que hizo durante el día, cuánta plata gastó y cómo se siente anímicamente. La mayoría de estas cartas suelen terminar con una invitación a la Cinemateca a ver cualquier película que estuviera programada, por supuesto. También se pueden ver pósters de su primer proyecto, el cineclub Le Cercle Cinémane, que tenía funciones los domingos a la mañana. Su fracaso le terminó costando una detención, debido a deudas que no pudo solventar. Truffaut fue denunciado por su propio padre, quien logró que el menor pasara dos noches en una prisión de adultos, en una situación similar a la de Antoine Doinel en Los 400 golpes. Luego fue llevado a un centro de detención de menores, del cual lo sacó el crítico André Bazin. La relación con Bazin empezó gracias al cineclub, ya que el crítico también tenía uno cuyas funciones se realizaban en el mismo horario, y el joven Truffaut se quiso encontrar con él para pedirle si podían ponerse de acuerdo en ese aspecto. También gracias a Le Cercle Cinémane entró en contacto con Henri Langlois, director de la Cinemateca Francesa. En la muestra se puede ver una carta de respuesta de Henri Langlois al pedido de Truffaut de las copias de los films Un perro andaluz y Entreacto, las cuales pretendía proyectar en su cineclub. En esta carta, Langlois le enseña con mucha elegancia algunas cosas respecto de los derechos de las películas, y también lamenta informarle que del otro film solicitado (La sangre de un poeta, de Cocteau) la Cinemateca no posee copia. Abajo, con la letra manuscrita de Truffaut, se puede leer lo único que le interesaba en ese momento: dos de las tres películas que solicitaba podía tenerlas en 35 mm y de forma gratuita para el domingo de la proyección. Todos los contactos que Truffaut adquirió gracias al cineclub fueron aquellos que terminarían siendo las verdaderas figuras paternas para él (Jean Genet, André Bazin, Henri Langlois) y que le permitieron iniciar una carrera en el cine, a la vez que sirvieron como tutores y sostenes psicológicos y económicos durante su juventud.
Truffaut crítico André Bazin lo salvó; no en vano el cineasta le dedicó Los 400 golpes. Fue quien lo sacó de la cárcel, le consiguió su primer trabajo (en la asociación de izquierda Trabajo y Cultura, donde dirigía la sección de cine) y lo alentó para que empezara a escribir. La parte de la exposición dedicada a su trabajo crítico incluye un salón decorado íntegramente con números de Cahiers du Cinéma (cofundada y editada por Bazin), revista que vio nacer la Nouvelle Vague gracias a ensayos y manifiestos, muchos de los cuales llevaban la firma de Truffaut. El más famoso de todos estos textos tal vez sea el que destruye con elegancia a los “viejos” cineastas de su tiempo, titulado “Una cierta tendencia del cine francés” y publicado en enero de 1954 en los Cahiers. En la exposición pueden verse las notas de trabajo de este artículo, con las marcas y aclaraciones de Truffaut, y se deja al descubierto el título original del ensayo: “Los tiempos del desprecio. Notas sobre una cierta tendencia del cine francés”. Truffaut mismo reconoció que el artículo era tan violento que fue publicado solo parcialmente, y años después explicó su postura de aquel entonces del siguiente modo: “Yo había resumido esta filosofía con un ejemplo, que Jean Delannoy jamás me ha perdonado: ‘El mejor film de Delannoy no igualará jamás al peor film de Renoir’. Y eso era lo que yo entendía por ‘política de los autores’”.
Cuaderno de un amigo de la infancia de Truffaut, en el que están anotadas las películas y obras de teatro vistas entre 1943 y 1944.
Los 4 golpes El archivo fotográfico y fílmico de (y sobre) el cineasta es impresionante. Entre videos de Truffaut presentando a Hitchcock cuando recibía el premio honorífico del American Film Institute (AFI) y fotos de rodaje, en un rincón casi olvidado y marginal, se esconde un increíble cortometraje, inédito hasta la fecha, llamado Los 4 golpes. Es mudo, dura cuatro minutos y fue filmado en 1962, aparentemente en 16 mm, nada más y nada menos que en el Hermitage, en ocasión de la visita de Truffaut al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Truffaut dirige y además actúa de director, en una escena de un drama romántico (por decirlo de algún modo) en la que termina acogotando a la escritora franco-argentina Gloria Alcorta con una bufanda. Lamentablemente, por ahora, no tenemos mucho más que los siguientes créditos: el asesino: François Truffaut; la víctima: Gloria Alcorta; cómplice n°1: Christiane Rochefort; complice n°2: Marie Laforêt; argumento de Jorge De Angeli sobre una idea de Gloria Alcorta. Pero por algo se empieza.
Truffaut cineasta Es posible que el Truffaut crítico haya sido solamente un pasaje hacia nuestro Truffaut favorito, que no es otro que el director. Cuando llega a este
Carta para Robert Lachenay, 1949: "He trabajado, un poco, he vagueado, nada mal, he comido, bastante".
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Ficha de casting de Jean-Pierre Leaúd, con comentarios de Truffaut.
Exposición virtual Cada vez que la Cinemateca Francesa presenta una exposición, la acompaña con otra virtual, que la mayoría de las veces comparte material pero otras no, y además es muy rica en cantidad de archivos audiovisuales (¡que pueden verse desde todo el mundo!) y fotografías en buena calidad. En este caso, Truffaut par Truffaut es una especie de diario que se renueva todos los lunes (arrancó el 6 de octubre y durará hasta el 5 de enero) y que toca los puntos más importantes de la vida del cineasta organizados en capítulos. El orden es muy parecido al de la exposición aquí reseñada, pero tiene material muy interesante, como todas las entrevistas que ha realizado el director y que pertenecen al INA (Instituto Audiovisual Francés), en las que cuenta puntos de su infancia y de su trabajo como director, además de su entrañable relación con André Bazin. Si entienden francés, es un material imperdible. Y si no, al menos se puede disfrutar de las fotos y los dibujos que allí se exponen. La web es: www.cinematheque.fr/expositions-virtuelles/truffaut-par-truffaut
Afiche de Le Cercle Cinémane, cineclub que Truffaut fundó junto con su gran amigo Robert Lachenay.
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punto, la exposición cambia el tono, y donde antes había un archivo más íntimo, más personal, más rabioso y adolescente, ahora hay un material de trabajo un poco más ordenado y maduro. Por eso a partir de Les Mistons (1958), su primer –y hermoso– cortometraje, todo el recorrido se vuelve más vital, porque entramos en la sintonía de lo que aún está vivo: sus películas. No es que sus textos no lo estén, pero creemos que ya no son tan actuales como sus films, que hoy respiran la misma frescura que 50 años atrás. Siguiendo un orden cronológico, uno de los primeros materiales que se presentan es la proyección del casting de Los 400 golpes (que, afortunadamente, también puede verse en YouTube); la ficha de casting del propio Truffaut, que abajo del nombre de Jean-Pierre Léaud anotó “inteligente”; la carta que le escribió el actor para que lo tuviera en cuenta para el papel; el primer afiche de la película; dibujos de cómo Truffaut pensó, por ejemplo, las escenas dentro de la clase; y la emotiva carta que le escribió Jean Cocteau luego de haber visto la película y que, entre dibujos, dice: “Mi François: tu film es una obra maestra”. La muestra también recrea el despacho de Truffaut en su productora Les Films du Carrosse, la cual fundó al inicio de su carrera gracias a Ignace Morgenstern, padre de su primera mujer, Madeleine. Esto le permitió al cineasta mantener la independencia desde su primera película. Truffaut tenía un gran cariño por su productora y, a diferencia de la escuela, de donde se rateaba constantemente, en 20 años no faltó ni un solo día a la oficina. El nombre de la productora es un homenaje a La carroza de oro, de Jean Renoir, que era, según Truffaut, “el film más noble y refinado jamás realizado”.
La educación sentimental Que Jean-Pierre Léaud (en realidad, Antoine Doinel) fue el doble o álter ego de Truffaut es algo que se ha dicho infinidad de veces. Es que Truffaut fue el único director (aunque ahora Linklater estuvo cerca con Boyhood) que filmó a un actor haciendo el mismo papel a lo largo de 20 años (Los 400 golpes, 1959; Antoine y Colette, 1962; Besos robados, 1968; Domicilio conyugal, 1970; y El amor en fuga, 1979). La excelente relación entre ambos hizo que Léaud trabajara en otras películas de Truffaut (Las dos inglesas y el amor, 1971; y La noche americana, 1972), además de convertirse en figurita repetida en varios films de esa época, dirigidos por sus colegas de la Nouvelle Vague. A través de la saga de Antoine Doinel (aunque principalmente en El hombre que amaba a las mujeres, que se encuentra fuera de ella y no fue protagonizada por Léaud), Truffaut mostró una creciente fijación con las mujeres que, según Serge Toubiana, no era más que una respuesta a su falta de amor maternal. Todas las mujeres parecen pocas cuando se trata de amor, y ninguna parece alcanzarle. Todos sus pensamientos sobre el amor pueden resumirse en una frase: “Ni avec toi ni sans toi” (“Ni contigo ni sin ti”), la cual aparece entre sus papeles de trabajo para ese drama maduro que es La mujer de la próxima puerta (1981), protagonizado por Fanny Ardant, su última mujer, con quien tuvo a Josephine en 1983. Al ser consultado sobre esta película, Truffaut respondió: “¿De qué se trata La mujer de la próxima puerta? De amor. Y, por supuesto, de amor contrariado, sin el cual no habría historia”. Su obsesión por las mujeres solo puede ser comparada con su obsesión por la literatura. La película más representativa en este aspecto tal vez sea la menos lograda (Fahrenheit 451, 1966), pero es la que, según Toubiana, “mejor representa la metáfora del proyecto novelesco del cineasta, ya que los libros aquí se hacen cuerpo con los personajes y con la imagen, en una alianza absoluta. Se puede decir, de una manera más general, que el cine de Truffaut está ‘tatuado’ por la escritura”. Las ediciones de trabajo de Jules y Jim y Las dos inglesas y el amor (ambas novelas de su amigo Henri-Pierre Roché, que Truffaut convirtió en dos memorables películas) también están presentes en la muestra.
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Rodaje en Shanghai
Un cuento chino Una novia de Shanghai fue filmada, justamente, en Shanghai. Mauro Andrizzi, su director, narra su anecdotario de viaje ambientado en una ciudad expansiva, y cuenta las diferencias de producción entre Argentina y China, tanto en presupuestos como en cantidad de faroles que se usan para un rodaje. Y todo durante el Mundial que casi ganamos. Por Mauro Andrizzi
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ude filmar una película en China. Un grupo suizo-chino me dio la posibilidad de desarrollar un proyecto en Shanghai, y me invitó allá por seis meses a un hotel histórico en el corazón de la ciudad. El proyecto que yo había presentado era filmar un largo de ficción hablado en chino mandarín y trabajar con técnicos y actores chinos. Si bien había ido a Shanghai previamente, ya había pasado mucho tiempo, y la ciudad cambia muy rápido. Entonces, el desafío era filmar en una megaciudad que apenas conocía, en un idioma que no hablo, y armar equipo sorteando la barrera del idioma. En seis meses tenía que buscar las locaciones, los actores, los técnicos, presupuestar una y otra vez, reescribir el guion todo el tiempo, y finalmente filmarlo. Y volver a Buenos Aires para hacer la post. Viajé a Shanghai el 1º de mayo con un guion bajo el brazo, y con el apoyo de un grupo de productores argentinos que se la jugaron por el proyecto desde el inicio: Pablo Salomón, Juan Solanas, Gustavo Burochowicz y Carlos Abboud. La película se llama Una novia de Shanghai, y es una comedia un poco melancólica, un tono con el que tenía ganas de trabajar. Muestro la China híper moderna y potencia del siglo XXI, cruzada por algunas tradiciones que están aún muy presentes en la sociedad china. Dentro de todo lo que pasa en la película, hay dos personajes centrales que tienen que cargar un ataúd por diferentes lugares de la ciudad, para reunir a dos amantes más allá de la muerte. Es una película muy callejera, porque no quería perderme la oportunidad de filmar esos exteriores, contar una historia ahí, en esa ciudad que no para de crecer hacia arriba. Las diferencias culturales existen, aunque ninguna representa un problema para la adaptación… salvo el idioma, claro. La barrera idiomática con el chino
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mandarín es una auténtica cordillera. Hice un curso intensivo antes de irme, para entender los fundamentos más básicos del idioma, pero allá realmente me sirvió muy poco. Así que la comunicación a veces era en inglés. Pero como la gran mayoría de chinos que conocí no hablaba otro idioma que no fuese chino (mandarín y diversos dialectos), ya en la etapa de producción me comunicaba a través de una traductora. Y, si no, señalando y haciendo gestos también me hacía entender. El resto, la comida, los horarios, las costumbres y hasta la polución ambiental, todo es tolerable y se asimila rápidamente. Los presupuestos del cine chino están muy inflados. Se filman cortos por medio millón de dólares (o tres millones de yuanes, la relación es de seis a uno con el dólar) y óperas primas por tres millones. Los técnicos de cine ganan más que sus homólogos en Francia o Alemania. Se producen unas 180 películas chinas por año, y consiguen licencia de estreno comercial unas 80, que son para consumo fronteras adentro. Cuando le conté a la primera productora con la que trabaje allá cuánto tenía de cash real para hacer la película, pensó que había un problema de traducción en los números. Y así me fue pasando con varias personas que conocí: pasé a ser el loquito que quería filmar una película con una suma que para el estándar argentino estaba bien, pero para el chino era poquísimo. Así que un poco por cariño, por compasión, o porque les gustaba el proyecto genuinamente, algunas personas se fueron sumando y aceptaron trabajar de una forma diferente de la que es usual allá. Por ejemplo, me contaron que era común que en los rodajes en ciudades gigantes como Shanghai todo el equipo durmieran en un mismo hotel. Aunque todos vivan y tengan su casa en la ciudad donde se filma, de todas formas conviven durante el rodaje en un hotel para evitar los larguí-
simos traslados y embotellamientos constantes. Nosotros no convivimos, y tuvimos pocos problemas de traslado. El azar en general nos favoreció, salvo por algunos días del rodaje en los que hubo un tifón. Y filmamos igual. En Shanghai en todas las estaciones cae una lluvia finita muy agradable, pero que complica un poco la filmación. Tampoco filmamos, como suelen hacer en China, con muchos asistentes. Trabajan con el asistente del asistente del asistente. Así que en este proyecto los cabeza de equipo tuvieron que trabajar bastante más de lo usual. También usan muchas luces. Les encanta meter faroles. En este caso, como nos teníamos que mover mucho y rápido de un lugar a otro para cubrir la mayor cantidad de locaciones posibles, no había mucho tiempo para llenar todo de luces. Los actores tenían que ser graciosos y empáticos, por el tono que yo buscaba. Conocí a varios, incluso participantes del American Idol de allá: Chinese Idol. Hasta que finalmente conocí a Hugo (ese es su nombre para cuando interactúa con personas no chinas), y trabajé con él. Y a Johnny (ese también es su nombre para interactuar con personas no chinas), el actor que hace de su compañero de aventuras en la película, lo conocí a través de Hugo. Hacía diez años que no se veían, y Hugo lo convenció de viajar a Shanghai desde su casa, que quedaba en una ciudad a 500 km, para filmar el proyecto del loquito argentino. Preparando una escena, le dije a Johnny que, como su personaje amaba el dinero, iba a tener una fantasía con que le llueve plata del cielo. Había que bañarlo en billetes. Era fácil de solucionar porque en China tienen los billetes de mentira que queman en rituales para que los muertos tengan dinero y prosperidad en la vida después de la muerte. Entonces mi plan era comprar muchos de esos billetes para tirarle por la cabeza a Johnny, pero para mi sorpresa él no quería hacerlo. Me dijo que ese dinero era dinero de los muertos, y que él tenía la creencia de que si tocaba esos billetes como mínimo le iba a ir mal en los negocios, y como castigo máximo se podía llegar a morir. Así que había que hacerlo con billetes de verdad, con yuanes. Y con muchos yuanes. Entonces Johnny me preguntó cuántos necesitábamos para hacer la escena, y qué monto teníamos que tirar al aire para que cayera sobre él como lluvia de billetes. Calculé a ojo unos cien mil yuanes. Me dijo que, el día de esa escena, él iba a ir al banco, sacaría todos esos billetes, los usaríamos para filmar y después al final del día volvería a depositarlos en su cuenta.
Y así fue: le llovieron sus cien mil yuanes sobre su cuerpo, en un cuartito mínimo de un hotel de trabajadores migrantes. La muerte es tabú en todo el mundo, y en China el tabú está muy presente en la gente más tradicionalista. Y como nosotros andábamos cargando un ataúd por toda la ciudad, nos pasaban cosas como que nos paraban por la calle para decirnos que era de mala suerte andar cargando un muerto de un lado a otro. Y en una locación hotel necesitábamos que un recepcionista dijera que un viejito se había muerto en una de las habitaciones, y no hubo forma de que mencionara la palabra “muerto” porque no le gustaba la idea que alguien se muriera en su hotel, ni siquiera en la ficción. Así que terminamos negociando que dijera una palabra que significa algo así como “nos dejó”, una metáfora no muy indirecta de la muerte. Junto a Hugo y Johnny, brillaron las chicas Lorena Damonte, otra pata argentina del proyecto, y Yuki, una actriz china con nombre japonés. Zhu Ye, una pintora china, hizo de novia con vestido blanco en una situación en la que fingimos que se casaba para poder filmar en una locación donde, si no, no se podía filmar. También nos colamos en el puerto más grande del mundo, que es el puerto de Shanghai. Para pasar un primer puesto de control, un conductor de un camión con acoplado nos dejó subirnos y pasar con él a cambio de unos paquetes de cigarrillos. Son todas cosas que normalmente se hacen acá en Argentina o en muchos países a la hora de hacer una película; pero en China, al no existir otro cine que no sea el de los presupuestos millonarios que paga fortunas para entrar a cualquier locación, meterse en algunos lugares con cámaras y gente sin el permiso correspondiente puede ser un problema. Nada demasiado grave, pero quizás se pierde esa jornada de rodaje entre explicaciones, tramites, etcétera. Y así pasaron seis meses de aventura pura. Volví a Buenos Aires, y ya empecé a editar. Con suerte y viento a favor, en marzo Una novia de Shanghai estará terminada. Ahora, mientras edito, miro esas imágenes con un poco de incredulidad, todavía meditando en todos los buenos azares que me ayudaron a filmar una película en Shanghai. Y miré todo el mundial en China, de madrugada, porque hay 12 horas de diferencia con Buenos Aires. Los chinos son bastante futboleros, muy fans de Messi y también de Agüero. Todavía fantaseo con un recuerdo falso en el que Argentina sale campeón y yo festejo por las calles de Shanghai.
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Las series del año
TV Party Se despide el año, y el balance televisivo es ineludible. Sherlock, True Detective, The Leftovers, Silicon Valley, Tke Knick y mucho más en un repaso por lo mejor de este 2014, otro gran año de esta edad televisiva que, más que dorada, parece platinum. Por Martín Fernández Cruz
Porque el público se renueva… Ante todo, hay que mencionar cinco series obligatorias sobre las cuales no nos vamos a explayar, principalmente porque ya hubo notas de ellas en otras Haciendo Cine a lo largo del año. La primera es Sherlock, la serie inglesa protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman. La tercera temporada, emitida en enero de este año, confirmó que Sherlock es en la actualidad una de las series más importantes e influyentes que se emiten por televisión, y que, a partir de temporadas breves pero minuciosamente elaboradas, tiene vida para rato. Sin irnos de Inglaterra, otra serie que vale la pena volver a destacar es Dr. Who, que estrenó un nuevo doctor que despertó tanto voces a favor como en contra, pero, más allá de eso, no deja de ser una de las grandes series actuales. La última de las mejores series de 2014 que ya tuvo su espacio en las páginas de esta revista es, obviamente, The Strain, quizás el experimento de género más perfecto que dio la televisión en mucho tiempo. La épica vampírica producida por Guillermo Del Toro es una serie áspera, gore, que no le teme a nada y que, con apenas trece episodios, se transformó en una pieza de culto; esperemos que en el futuro no termine yéndose a la banquina. Otra serie que es necesario seguir pregonando es Silicon Valley: la historia de los geeks que dominan nuestras vidas desde sus computadoras es una gran apuesta de HBO, señal que sigue siendo pionera en términos de lanzar series imposibles de encasillar. Vean Silicon Valley, que es una de las grandes tapadas del año. La última del grupo de las imprescindibles que ya aparecieron en HC es True Detective, serie que verdaderamente cambió la manera de entender la televisión y que significó un crack no solo en 2014, sino en lo que fue (y es) la tele de esta década.
HBO da cátedra A lo largo de 2014, hubo un nutrido puñado de series televisivas que regalaron temporadas perfectas. La primera de ellas es, como no podía ser de otra manera, Game of Thrones. La historia política de George R.R. Martin continúa pisando firme y sin presentar huecos de calidad de ningún tipo. Junto a varios de las mencionadas en el primer párrafo, Game of Thrones sigue siendo una serie que no muestra señales de fatiga, y que mantiene un público fiel y totalmente expectante. Los problemas, se intuye, llegarán más adelante, cuando los productores apuren un final que quizá no termine de entusiasmar a los fans, pero esa ya es otra historia. Sin alejarnos de HBO, otras series que presentaron nuevas temporadas de una calidad notable fueron Girls y Veep. La primera cuenta la historia
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de cuatro chicas de veintitantos años en Nueva York; lejos del estereotipo berreta de Sex and the City, la ficción escrita por Lena Dunham se presenta mucho más incómoda, con más ganas de sacudir al televidente que de abrazarlo. Dunham, aunque muchos la consideren una estrella one hit wonder cuya gracia murió hace rato, sigue siendo para muchos una de las autoras televisivas más atractivas de nuestra época. Veep, por otra parte, es la comedia que (después de Seinfeld) mejor enmarca a este monstruo del humor que es Julia Louis-Dreyfus, y se perfila como una de las grandes comedias de todos los tiempos producidas por HBO (junto a la mencionada Silicon Valley y a otras dos joyas poco difundidas como Flight of the Conchords y Eastbound and Down).
Arrancaron en 2014 y rompieron todo De las series que comenzaron en 2014, hay dos que merecen ser destacadas. La primera es The Leftovers, la nueva ficción escrita por Damon Lindelof, antiguo gurú televisivo que, luego de su paso por Lost, cayó en una relativa desgracia a través de esta nueva creación. Basada en el libro de Tom Perrota, la propuesta en The Leftovers es la siguiente: ¿qué pasaría en el mundo si de golpe y porrazo, sin ninguna explicación lógica mediante, desapareciera el 2% de la población mundial? Pues bien, la respuesta, al menos según Lindelof y Perrota, es que el mundo se quebraría psicológicamente. The Leftovers se trata de cómo seguir adelante cuando todos parecen haber perdido la razón, cuando la gente intenta encontrar en la fe la respuesta definitiva, y se pregunta cómo se puede vivir en una realidad que perdió para siempre el límite de la lógica para entrar en un campo casi místico. Pero, ante todo, The Leftovers es una serie que trata sobre la desesperanza, y ese tono marcadamente depresivo fue quizá el motivo por el cual la gente decidió darle la espalda prematuramente a un programa tan fabuloso. Los estoicos, los que aguantaron ese trago amargo inicial, encontraron una serie casi perfecta, que se alejaba de los trucos con sorpresa tan propios de Lost para encontrar a un Lindelof mucho más maduro, que apuesta más a la angustia de sus héroes que al cliffhanger televisivo. La presencia de esta serie es otra señal inequívoca de que la tele maduró mucho en poco tiempo. La contracara de ese crecimiento es que el hecho de que muchos hayan decidido atacarla tan rápido y con tanta saña es señal de que el público, lamentablemente, a veces queda regazado con respecto a ese crecimiento. La otra gran serie debut de 2014 fue The Knick, a la que muchos describieron como una combinación entre Dr. House y Downton Abbey. The Knick, protagonizada por Clive Owen y dirigida en su totalidad (al me-
Tke Knick.
nos los diez episodios de la primera temporada) por Steven Soderbergh, trata sobre un jefe de cirujanos en la Nueva York de comienzos del siglo XX. Esa descripción, aunque simplista, al menos sirve para describir brevemente el espíritu de la serie. El error quizás está en que The Knick por momentos se pierde en el espectáculo gore del quirófano cuando, en realidad, lo más emocionante sucede en los pasillos de ese hospital. Si bien la serie es una de las mejores del año, a veces peca al entusiasmarse demasiado con el efecto sorpresa, o sea, al mostrar tratamientos que hoy en día parecen insólitos. Pero, más allá de esto, la enormidad de Clive Owen es indiscutible, y la serie, cuando empieza a adentrarse en las miserias de esta época y en la compleja cabeza de su protagonista, gana muchísimos puntos. La primera temporada es excelente, pero The Knick corre el riesgo de agotarse con el tiempo. Ojalá que no suceda.
Superhéroes hasta en la sopa El 2014 fue también el año en que los superhéroes llegaron en manada. Con este género pisando fuerte desde hace años en el cine, se caía de maduro que la migración superheroica no tardaría en concretar una invasión televisiva a gran escala. A la tercera temporada de Arrow y la segunda de Agents of SHIELD se sumaron tres series nuevas: Gotham, The Flash y Constantine (aunque este último no es un superhéroe, sí es hijo directo de las historietas). De estas cuatro ficciones, ninguna es decididamente mala, pero a todas les falta mucho para ser consagradas, lo que deja claro que la intención es sumarse a una moda que en este momento es de una enorme popularidad (“robemos mientras podamos”, dirán muchos). Todas cuentan con la materia prima necesaria para concretar el gol, pero también les falta cinco para el peso. Quizás, de todas ellas, la que mejor resultados puede dar es The Flash porque, lejos de la oscuridad y del héroe sombrío –un recurso que ya nos tie-
ne a todos agotadísimos (gracias, Nolan)–, apuesta por una aventura mucho más tradicional y naif, elementos que suman muchísimo a la hora de hacer el balance total. Y, con vistas hacia el futuro, esta moda promete ser cada vez mayor, ya que en 2015 podrían llegar otras ficciones adaptadas de las historietas: Powers, Global Frequency, IZombie y Agent Carter. Veremos si alguna de ellas realmente logra dar el batacazo y convertirse en la Breaking Bad de la historieta en la tele (por acá apostamos por IZombie).
Las grandes que se fueron Este fue el año en que dos grandes series llegaron a su final. Primero le tocó a How I Met Your Mother: la historia romántica de Ted Mosby se extendió a lo largo de nueve temporadas y, si bien tuvo sus altos y bajos, supo mantener un piso de calidad bastante digno. Lejos de otras sitcoms que terminaron quedándose por el camino, How I Met Your Mother tuvo un gran cierre, y dejó vacante el puesto a la mejor de las sitcoms actuales (a pesar de la insistencia de muchos por coronar a The Big Bang Theory, una ficción cuya esencia fue violada hace ya varios años). La otra gran serie que terminó en 2014, y que deja un hueco enorme en la televisión, es Sons of Anarchy. Centrada en un club de motociclistas que tiene su sede principal en el pueblo de Charming, Sons of Anarchy es una serie perfecta, cuya estructura se mantuvo siempre en movimiento y cuya elaboración de personajes y conflictos poco tiene que envidiarles a series del nivel de The Wire o Battlestar Galactica. Sons of Anarchy culminó luego de siete temporadas perfectas, centradas en una familia criminal que, lejos del glamour, intenta ganarse el mango del día en un entorno hostil que constantemente pretende hacerlos desaparecer. Que esta serie no sea una de las más populares es una de las grandes deudas que el público aún mantiene con la televisión.
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Hora de aventura y Un show más
Quedar dibujado La animación es uno de los campos más propicios para la experimentación. Hora de aventura y Un show más hacen de esa posibilidad un superpoder y traspasan los límites de los géneros (en todo sentido), la narración y los rangos etarios de sus televidentes, sin dejar en el camino ni una pincelada de libertad. Por Juan Pablo Martínez
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os dos mejores programas que pueden verse en TV hoy en día (sin duda superiores a cualquier serie actual con mayor hype) tienen muchísimos puntos en común: ambas son series animadas (y están animadas de forma tradicional), sus episodios tienen la misma duración (alrededor de 11 minutos), comparten sensibilidades, pueden ser disfrutadas tanto por niños como por adolescentes y adultos, van por el mismo canal (Cartoon Network), comenzaron el mismo año (2010) y fueron creadas por gente salida de CalArts. De hecho, los autores de ambas fueron compañeros en la universidad, se hicieron amigos y trabajaron juntos en la serie The Marvelous Misadventures of Flapjack. Las series son Hora de aventura (Adventure Time) y Un show más (Regular Show), y sus creadores son Pendleton Ward y J.G. Quintel, respectivamente.
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Un chico y su perro Cada episodio de Hora de aventura comienza con un recorrido en imágenes por la Tierra de Ooo, el mundo post apocalíptico donde transcurre la serie, mientras vemos a varios de los personajes secundarios. Finalmente, “la cámara” entra por la ventana de la casa donde viven Finn el humano y su hermano adoptivo Jake el Perro. Ambos chocan sus puños, la imagen se congela y empieza una canción que, en castellano (aunque se trata de una versión literal de la original en inglés), dice: “Hora de aventura. / Llama a tus amigos, / vamos a tierras muy lejanas. / Con Jake el perro / y Finn el humano. / Y diversión siempre tendrás. / ¡Hora de aventura!”. En la versión original en inglés, la canción está interpretada por el mismo Pendleton Ward, acompañado por un ukelele. Y es un demo. Resulta que Ward ha-
bía grabado ese demo en la oficina en la que se realizaban los animatics, y luego, cuando realizó la serie, la idea era, obviamente, regrabar ese demo en un estudio. Pero a Ward no llegaban a conformarlo las tomas hechas en estudio, por lo cual decidió utilizar ese demo como cortina de la serie. De hecho, en un momento de la canción se puede escuchar a uno de los dibujantes tipeando en su computadora. Este dato en apariencia anecdótico resulta una buena muestra del carácter artesanal de la serie, en la que Ward (al igual que Quintel con Un show más) contrató artistas del mundo del cómic que supieran dibujar y escribir, y en la que además, desde hace tiempo, no figura una placa de “director” en los episodios, lo que enfatiza el trabajo en equipo. Y de este trabajo artesanal nace una serie de una belleza increíble, repleta de ideas, que puede ser desopilante, desgarradora, emotiva y macabra al mismo tiempo.
Pendleton Ward y sus dibujantes crearon un mundo inabarcable con personajes hermosos e infinitos en cantidad (hay montones y montones de “especies” en cada episodio). En la tierra de Ooo puede pasar cualquier cosa, y Ward y sus amigos aprovechan esta libertad para crear las criaturas más excéntricas –unos limones antropomórficos cuyos inodoros son ¡exprimidores!, unos aparentes hombres lobo que son en realidad “doctores lobo” (“criaturas poseídas por el espíritu de la investigación y… ¡deseo de sangre!”, dice uno de ellos), una princesa vampiro/demonio/bajista–, e incluso animarse a invertir los géneros de los personajes en un episodio de la tercera temporada en el que Finn y Jake se transforman en “Fionna y Cake” (y Cake pasa a ser una gata). Pero lo mejor de Hora de aventura es que no hace ningún tipo de concesión para su target principal, que son los niños (si bien somos muchísimos los grandulones que amamos esta serie): Hora de aventura es toda colorinche y puede ser absolutamente tierna (se habla mucho de dar “abachos” y “bechos”), pero no escatima en situaciones violentas, muertes ni sustos, e integra todo esto a la perfección. Y tampoco escapa a los momentos de locura lyncheana (Ward ha citado a David Lynch como una de sus principales influencias), como en aquel inolvidable final de la cuarta temporada (y comienzo de la quinta luego de un cliffhanger demencial) que empieza con una de las secuencias oníricas más extrañas que hayamos visto jamás, y contiene realidades paralelas y alteraciones del espacio-tiempo que harían sonrojar al Nolan de Interestelar si este se “rebajara” a ver una serie como Hora de aventura.
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Slacker Si bien los universos y las sensibilidades de ambas series están marcadamente hermanados, Un show más tiene un tono algo diferente del de Hora de aventura. Su planteo principal es más cercano al de una sitcom: Mordecai y Rigby (un arrendajo azul y un mapache) son dos amigos de 23 años que trabajan (es un decir) en un parque. Sus jefes son Benson, una máquina expendedora de chicles que amenaza todo el tiempo con dejarlos en la calle, y, supuestamente, Papaleta, un viejito pelado adorable con forma de, bueno, chupetín paleta, aunque este último oficia más de compinche que de jefe. En el parque también trabajan Musculoso (un gigantón verde con tetas), su secuaz Fantasmano (sí, un fantasma con una mano arriba de la cabeza) y un yeti llamado Skips (cuya voz, en la versión original, la hace Mark Hamill). La mayoría de los episodios consisten en las millones de maneras en que Mordecai y Rigby se meten en problemas, y en cómo salen de esos problemas que, en la mayoría de los casos, terminan adquiriendo proporciones bíblicas, todo esto musicalizado mediante sintes desaforados por Mark Mothersbaugh de Devo. Un show más –título que se revela engañoso ya desde su subtítulo, que reza “Es todo menos eso” (“It’s anything but”)– tiene como principal referencia aquella genial e inolvidable serie de Nickelodeon llamada La vida moderna de Rocko, que Joe Murray creó en 1993, pero esta no es la única: Un show más está llena de referencias pop y, de hecho, transcurre en una
época que nunca llegamos a saber bien cuál es. O, más bien, está ambientada en un amalgama perfecto de los últimos treinta años de cultura popular: en “The Last Laserdisc Player”, tal vez el mejor episodio de toda la serie, Mordecai y Rigby necesitan conseguir un aparato para reproducir un Laserdisc que incluye el director’s cut de una película de culto. Primero van a una tienda de electrónica a la que vemos llena de televisores de LCD, pero luego se nos dice que “la Orden Antigua del VHS” hizo desaparecer todos los reproductores de Laserdisc del mundo (salvo uno, que se encuentra en una biblioteca), y que esto sucedió “hace dos años”. Y sí, este episodio literaliza de forma genial la llamada guerra de los formatos, y se revela que Mordecai, Rigby y sus amigos son los elegidos de una antigua profecía para salvar el Laserdisc. Así, este episodio se convierte en una especie de minipelícula de aventuras al estilo Indiana Jones, con jeroglíficos, puertas que hay que abrir poniendo el Laserdisc en una estatua –y, en un chiste perfecto, con la estatua pidiendo que los personajes den vuelta el Laserdisc, riéndose así de la escasa capacidad de almacenamiento por lado que tenían estos discos (60’ 12”, para ser más exactos)–. Más adelante, el Guardián del Laserdisc liquida al Robot del VHS al grito de “44.100 Kilohertz sample rate!” y, de esta manera, nos queda más que claro que esta gente entendió absolutamente todo. Hora de aventuras Pendleton Ward Estados Unidos
Un show más J.G. Quintel Estados Unidos
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Segunda temporada de Famoso
A vos no te importa nadie El pretendidamente inexperto Martín Garabal lleva adelante las mejores antientrevistas de la televisión criolla. Regresa Famoso, la serie más incómoda y graciosa del planeta. Por Hernán Panessi
A
Martín Garabal se lo ve cómodo en la incomodidad. O al menos esa es la cara que más explota en Famoso, serie que lo volvió ídem y en la que, a fuerza de carisma –que es torpeza, pero carisma mucho más–, entrevista a lo más hitero de la farándula argentina. Pensada originalmente para Internet, y emitida y producida por I.Sat Channel, Famoso vuelve recargada con una segunda temporada repleta de fallidos, molestias y momentos tensos y, casi siempre, inolvidables. Y Martín Garabal, el de verdad –vale la aclaración: el de Famoso es una versión pornográfica de su existencia–, tiene 31 años, es egresado en Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires, estudió dibujo durante cinco años y teatro otros tantos. A su vez, publicó Grandes éxitos, una antología de dibujos inéditos, y piensa lanzar Historias felices, su segundo libro, para el año entrante. Garabal es un pibe bien de Barrio Norte que vive junto con su perra Francisca y ocupa su tiempo entre conducir Estreno mundial, su programa en Radio Colmena –programón, por cierto–, ser la voz masculina de UN3.TV, y algunas cositas de producción artística para ESPN Radio. Pero a Martín le gusta Famoso y, un poquito, la fama: hasta fue la cara de Like Star, aquella campaña publicitaria de Fibertel (2013) en la que un goma la rompía en Facebook a fuerza de megustas. “Siempre reflexiono sobre la fama, si me interesa como fin o como medio. La verdad es que me interesa como medio para conseguir otras cosas”, dice, mientras acaricia a su perra y ofrece un té.
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Viste una remera blanca de I.Sat, lleva el jopo negro como soplado por un secador de pelo, y aquella invitación al té no va a poder ser aceptada: la nota es por Skype. “A los 20 o 22 años me flasheaba ser notero de CQC. Ahora ya no es una inspiración, más bien todo lo contrario”. Antes de Famoso, Martín era un pibe que trabajaba haciendo animaciones. “No estaba en mi cabeza la posibilidad de hacer un programa. Siempre la veía pasar”, comenta este lungo de casi dos metros de altura. En su segunda temporada, Famoso engorda la propuesta de ir al límite con situaciones imposibles y personajes reconocidos del cine y la TV. Esta vez, tras haberlo hecho con Martín Piroyansky, Inés Efrón, Malena Pichot, Clemente Cancela y más, pudo entrevistar a Ricardo y el Chino Darín, Julieta Cardinali, Vicentico, Sebastián Wainraich, Lali Espósito y otros tantos. “Quería salirme de las caritas hipsters que podrían ser tapa de Haciendo Cine”, desliza risueño. Ni bien salió, Famoso contó con una muy buena recepción en las redes sociales. Tanto que hasta cautivó a popes de la televisión abierta como Jorge Rial, quien se mostró fanatizado con la serie. Y, en esta segunda etapa, Famoso indaga más en la vida del personaje, ese Garabal de treinta y pico que vive con sus padres, que “trabaja” en la inmobiliaria de su papá, que sueña con ser periodista, y al que no le importa casi nada ni nadie excepto su propio ombligo. De su boca: “Se pensó que la serie recorriera más la vida emocional del personaje, que arruina una entrevista con Darín,
es despedido de I.Sat y reemplazado por Liniers”. Lo cierto es que Famoso es una suerte de docu-reality que se mueve cómodo entre Arrested Development y The Office, e incluso forma parte de un instante luminoso de la ficción independiente: por ahí andan, también, Eléctrica y Tiempo libre. “Trato de que todo sea realista. Voy con una idea de lo que quiero. Me interesa contar una historia sin que se vea el artificio”, agrega Garabal. Y si bien ya entrevistó a pesos pesados, sueña con ir por Marcelo Tinelli y Susana Giménez. Asimismo, pese a no que habla inglés, fantasea con entrevistar a gente de Hollywood. “Igual, no deliro con lo que quiero. A todos los que conseguí, lo hice porque me tenía algún tipo de fe. Pero, ojo, no es que no me haya costado. La agenda de tipos como Darín o Vicentico es muy complicada. Imaginate que lo que menos quieren es que un boludo vaya a su casa”, arremete, consciente pero victorioso. Ese (que se hace el) boludo, finalmente, logró ir a sus casas. Para los advenedizos, una de las mejores entrevistas para entrarle a esta segunda temporada es la que Garabal le hizo a Julieta Zylberberg en el living de su casa. Mientras ambos están dándole besos a su perro, llega Esteban Lamothe, marido de Julieta. La situación se enrarece con un tono sexual: ellos piden “tripiqui”. ¿Eh? Tripiqui: pico de a tres. Toman alcohol de la mamadera del hijo de la pareja, y la invitación es a garchar. En sus intersticios, la cara de Garabal se devela entre desencajada y estática. Por ahí anda Famoso, una de las nuevas religiones del cable local.
Taylor Swift 1989 Big Machine Records Hace poco, Tom Ewing, en su blog Popular, mencionaba que hablar de artistas femeninas de pop siempre es riesgoso. ¿Por qué? Porque en general se tiende a negarles agencia ya sea a través de la horrible proposición rockista de “no escribe su propio material” o a través de la bien intencionada reconstrucción de los orígenes de sus canciones, que terminan brindándoles la varita del genio a un grupo de productores inmaculados frente a los cuales la “cara” es intercambiable. Por otro lado, la narrativa de la joven cantante pop esconde el doblez misógino de querer ver su implosión. Britney Spears pelada o Miley Cyrus cuestionada por sus recientes aventuras ingresan en la narrativa como otra forma de decir: “¿Viste? Te dije que era una estúpida sin talento”. Creo que es por eso que Taylor Swift produce tanta incomodidad y odio: porque ninguno de los ataques usuales a una estrella de pop se aplican a ella, ya que no solamente escribe o coescribe sus canciones, sino que además es condenadamente inteligente y tiene en su poder su propia narrativa pública. Cada pelea, cada ataque, cada crítica es empleada por Taylor en su siguiente disco para hacer otra canción que funcione como una fuerza de la
naturaleza que la coloca aún más en el centro de la cultura pop. De ese modo, 1989 se propone como el corte de Swift con el pasado, con sus orígenes country, con su cercanía al sonido Disney. Es su gran disco de sintetizadores, su gran declaración pop a la antigua usanza. No por nada el título remite a la última década en que las estrellas de pop eran estrellas mundiales; y, a la vez, demarca el nacimiento de Swift como una especie de año cero. Nada de esto funcionaría, por supuesto, si las canciones fuesen malas. Pero, una vez más, Taylor despliega un bello oído para la rima sardónica, un entendimiento sobrehumano de lo que constituye un gancho y una voz que transmite multitudes: tristeza, ansiedad, vértigo (“Welcome to New York”), arrepentimiento, alegría pura e ironía, todo pertenece a su registro. El nuevo sonido parece ser la manera de decir “me he mudado sola a una nueva ciudad y estoy dispuesta a aprovecharlo”. Es un espacio sonoro reconocible en el cual ella inyecta su estilo avasallador de cantautora. De esa forma, “Shake It Off”, el primer single, es a la vez una fulgurante contestación a sus haters, una hedonista celebración del baile, un duelo magnífico entre vientos, percusión y voz, y la canción con más confianza en su propia capacidad para inventar un nuevo paso de baile desde “Hey Ya”. Por supuesto que va a ser un hit monstruoso. Mi admiración hacia esta mujer no tiene límites. ▀ AMADEO GANDOLFO
Patricio García Dios me ha dicho que ponga la bomba Pingoleón Discos / Anarcovisión
Larga historia corta: Patricio, cantante de la mítica banda tucumana Los Chicles, decidió grabar un disco en algún momento de 2006. Registró todo entre ese año y 2009, y luego las cintas durmieron en un disco duro hasta el mes pasado, cuando colgó el disco terminado en Bandcamp. La música de Patricio se caracteriza por un manejo obsesivo de los efectos de la canción; es difícil que haga un tema que no se te pegue en la memoria. Y aquí, en el que quizás sea su último disco, emprende una operación camaleónica. Cada canción parece estar dedicada a una de sus obsesiones. Están los océanos de sonido de “Europa”, que remiten a My Bloody Valentine; los sintetizadores ultra artificiales y gay de “Siamés”, dignos de Erasure;
la engañosa simpleza rock & roll de “Anarquía”, con su letra de naive-punk que proclama que “si nadie mandara, seríamos libres”. A lo largo de 26 minutos demasiado escasos, Patricio disecciona las maneras en que se puede hacer una melodía pegajosa. Sin embargo, debajo de eso, la historia que está contando es una de ambivalencia, como reemplazar la fantasía que sobreimponen las canciones en nosotros por la vida tal cual es, por la materialidad de los días, por las caras que van a trabajar y “sienten cosas y son libres”, como canta en “Edificios”. Este es, en definitiva, un disco de refrescante domesticidad y de absoluta honestidad que debería ser escuchado por infinidad de personas. ▀ A. G.
Luluc Passerby SubPop Hay algo irresistible en las canciones de Luluc y no es difícil adivinar qué es. Quizás por momentos uno pueda sentirse un poco manipulado y sospechar que ha caído en una trampa emocional. Parece haber un artificio medio obvio y previsible en ese folk tan sentimental, en esos arreglos tan delicados, en esas letras sobre lo efímero, en la voz a lo Nico de Zoe Randall. Hay algo un poco chanta, un poco efectista en lo que hacen estos australianos, ¿pero cómo no dejarse atrapar por temazos como “Star”, “Small Window” o “Reverie on Norfolk Street”? Es como esas películas con
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mascotas que sufren, con viejos con Alzheimer, con niños perdidos. Es fácil darte cuenta de que te están engatusando, ¿pero para qué luchar contra eso? De caer bajo sus garras, sepa, amigo lector, que no es el único. Lo mismo le ha pasado a la leyenda de la americana Lucinda Williams, a Joe Boyd, el productor de Nick Drake, a Aaron Dessner, de The National (quien terminó produciendo el disco), y a los jefes del sello SubPop. Y quizás lo mejor sea no preguntarse sobre cuál es la belleza de Passerby y solo disfrutarla. Pero ojo: solo quizás. ▀ Juan pablo álvarez
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Era una fiesta Del 1 al 7 de diciembre, en el Cine Gaumont se realizó la Semana del Cine del Festival de Cannes, con una muestra de largometrajes programada por Thierry Frémaux, el director del festival, quien también dio una masterclass junto a Michel Hazanavicius, ganador del Oscar por El artista. El ciclo se realizó en el marco de Ventana Sur, mercado organizado por el INCAA y el Marché du Film del Festival de Cannes. Los largometrajes que se proyectaron fueron Adiós al lenguaje (Jean Luc Godard), Winter Sleep (Nuri Bilge Ceylan), Mommy (Xavier Dolan), Jimmy’s Haal (Ken Loach) y The Search (Michel Hazanavicius).
Szifronazo El martes 2 de diciembre, en la Usina del Arte, se entregaron los Premios Sur de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, en reconocimiento a lo mejor del cine nacional. Con la conducción de Ronnie Arias, la ceremonia de premiación tuvo a Relatos salvajes como gran ganadora, ya que se quedó con diez de los quince galardones. La siguió El inventor de juegos, de Juan Pablo Buscarini, que se llevó tres premios.
Ciclo contra la trata En el marco de la Campaña Nacional contra la Trata de Personas, y por el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, el Programa Cine Inclusión –que depende de la Vicepresidencia del INCAA– lanzó el martes 2 de diciembre, en la sala Artecinema, un ciclo de cine que aborda dicha temática. Durante el mes de diciembre, las películas del ciclo serán presentadas en todos los espacios INCAA. Las cuatro películas que podrán verse son La mosca en la ceniza (Gabriela David), Nina (Sofía Vaccaro), La guayaba (Maximiliano González) y La cáscara rota (Florencia Mugica).
¡Santos premios enlatados, Batman! Con Uma Thurman como la anfitriona del evento, se realizó la entrega de Premios Gotham, casi a modo de inauguración de la temporada larga de premios al cine americano que se viene. En este caso, los Gotham premian el cine independiente: Birdman, la sátira superheroica de Alejandro González Iñárritu, se llevó el galardón a Mejor Película, y su protagonista, Michael Keaton, hizo lo propio por su interpretación. El premio, votado por guionistas y críticos, fue entregado también a Julianne Moore como Mejor Actriz por su trabajo en Still Alice (Wash Westmoreland, Richard Glatzer) y al elenco de Foxcatcher (Bennett Miller). Boyhood, de Richard Linklater, fue seleccionada como Mejor Película por el público.
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