HC #155

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Haciendo Cine es una publicación de Haciendo Cine de Udenio Pablo y Guerschuny Hernán SH. Derechos Reservados. Efectuados los Registros de ley. (c). Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización. Las notas firmadas representan la opinión de los autores y no necesariamente la de la revista.

Tiburón, de Steven Spielberg.

Series

47 Looking 48 Libros 49 Discos 50 Eventos Disfruten del verano con responsabilidad.

IMPRENTA: Latingráfica Rocamora 4161 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Tel: 5411 4867 4777 www.latingrafica.com.ar / latinos@latingrafica.com.ar

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Distribución en Capital Vaccaro, Sánchez y Cía. S.A. Distribución en el interior Distribuidora Austral de Publicaciones S.A.

INCAA TV: Entrevista con Vanessa Ragone y Nicolás Prividera

Propietarios Hernán Ariel Guerschuny y Pablo Udenio EDITORES responsables Hernán Ariel Guerschuny y Pablo Udenio

Industria

haciendocine@haciendocine.com.ar

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REDACCIÓN Bonpland 1343 Piso 7° Depto ¨C¨ C1414CMM

Los videos más vistos de YouTube

Agradecimientos Altura Crucero

Tendencias

Foto de tapa PH: Camila Miyazono Maquillaje, peinado y arte: Eugenia Fanna Asistente de PH: Santiago Salazar Back: 4 Ojos Fotografía / Cámara: Christian Ale / Edición: Gabriel Maldonado

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HC#155 ESCRIBIERON EN ESTE NÚMERO Daniel Alaniz / Marcelo Alderete / Juan Pablo Álvarez / Eduardo D. Benítez / Carolina Darman / Maia Debowicz / Martín Fernández Cruz / Amadeo Gandolfo / Josefina García Pullés / Juan Pablo Martínez / Diego Maté / Andrés Nazarala R. / Hernán Panessi / Hernán Siseles / Griselda Soriano / Pablo Udenio

Colonia Dignidad, de Florian Gallenberger

COMERCIAL (54-11) 4857-2597 comercial@haciendocine.com.ar

En rodaje

CURSOS cursos@haciendocine.com.ar

06 Mónica Lairana

SUSCRIPCIONES suscripciones@haciendocine.com.ar

COORDINACIÓN Florencia Freis florencia@haciendocine.com.ar

¿Quién es esa chica?

DIRECCIÓN DE ARTE Julio Ferrand

04 Jamón del medio

Corrección Micaela Berguer

Entrevista con Jazmín Stuart

ASISTENTE DE REDACCIÓN Daniel Alaniz

Nota de tapa

edición Micaela Berguer micaela@haciendocine.com.ar

SUMARIO

DIRECTORES Hernán Guerschuny hernang@haciendocine.com.ar Pablo Udenio pablou@haciendocine.com.ar

Foxcatcher, de Bennet Miller Naturaleza muerta, 24 34 + Biopics con deportes de Gabriel Grieco 12 Birdman, El vals de los inútiles, 26 de Alejandro González Iñárritu, 35 de Edison Cajás y Whiplash, Estrenos En el bosque, de Damien Chazelle 36 de Rob Marshall Estrenos veraniegos St. Vincent, de Theodore Melfi 16 28 + Sobre Bill Murray Informe Papeles en el viento, De tal padre, tal hijo Las películas argentinas 18 de Juan Taratuto 30 + Sobre Hirokazu Koreeda 38 más esperadas de 2015 + Entrevista con Eduardo Sacheris El destino de Júpiter 32 + Sobre Andy Festivales Una loca entrevista, y Lana Wachowski 22 de Seth Rogen y Evan Goldberg 44 Roma

staff


JAMÓN DEL MEDIO En su momento, Pee-wee’s Big Adventure y Beetlejuice han sido premiadas como peores películas del año. Pero si les preguntás a esos críticos ahora dicen que no he hecho nada mejor, y eso es algo que da miedo”. En una entrevista que le brindó a Rolling Stone de España para promocionar Big Eyes, Tim Burton habló de la recepción que tienen sus películas en la crítica: como era de esperarse con el atormentado tío Tim, dejó en claro que no la escucha.

Creo que nadie sabía que Thomas Pynchon estaba en el set. Vino como el tipo de iconoclasta recluido que es y se quedó en una esquina”. Josh Brolin intentó echar luz sobre el supuesto cameo del escritor en la adaptación cinematográfica de Paul Thomas Anderson, Vicio propio. Al enigmático autor no se le conoce la cara, y solo apareció en un episodio de Los Simpson con una bolsa de papel en su cabeza.

En Perdida trabajamos con el concepto de eso que se expresa como ideal frente al mundo exterior pero que por dentro no es así, y sobre las fachadas que intentan sostener un matrimonio mientras por detrás se empieza a generar un proceso de descomposición. Y dijimos: ¿qué tal si hacemos música que te haga sentir como que todo está bien, pero de una manera muy engañosa?”. Trent Reznor, quien junto a Atticus Ross se convirtió en el creador musical de las películas de David Fincher, explicó en un Q&A organizado por la Film Society of Lincoln Center de dónde vino la idea de hacer para Perdida esa especie de música de spa, pero de un spa del infierno.

Se lanzaron contra Obama tanto como contra nosotros. Porque piensan que Obama realmente produjo la película”. Luego de toda la controversia que generó Una loca entrevista, James Franco y Seth Rogen le contaron a The New York Times sus opiniones sobre el escándalo, cómo los afectó a ellos y cuál era su idea principal. Entre otras cosas, contaron: “Hubo un momento en que nos dijeron: ‘Han amenazado con la guerra por esto y ustedes van a matar a Kin Jong Un en el film. ¿Considerarían no matarlo?’, y nosotros dijimos: ‘Nop’”.

"Así fue, es y será siempre". Fiel a su estilo, Raúl Perrone compartió su filosofía cinematográfica en su cuenta de Facebook subiendo sus apuntes de rodaje. Para la próxima, esperamos una selfie.

4 JAMÓN DEL MEDIO



¿Quién es esa chica?

Foto: Paulo Pécora

Mónica Lairana encarna la figura de la actriz multifacética; indie o mainstream, le da lo mismo. Hace cine y teatro. Actúa y dirige. Mientras prepara su primer largo en dirección, está por estrenar la visceral El patrón, anatomía de un crimen, de Sebastián Schindel. Y, después de muchos sí, ya se anima a decir que no. Por Hernán Panessi

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urante muchos años, los roles que transitó Mónica Lairana fueron de mujer sufrida, campestre y convaleciente. Pero ya no más. Llegó Mujer lobo, y finalmente Mónica dio en la tecla: hizo de una mujer fuerte, urbana y para nada convaleciente. En la película, Mónica coge, rompe y desgarra. “Me encanta hacer papeles relacionados con el cuerpo; lo que más me gustaría es hacer de loca”, dice después de haber terminado el rodaje de El aprendiz, de Tomás De Leone, también en la gama de personajes que anda buscando. Y aclara: “No loca de las que ven pajaritos; loca de las que te matan el gato y te lo cuelgan en la puerta”. De piba, a Mónica le pintaba por la actuación. Nació en Olivos en 1973 y fue criada en un ambiente de familia trabajadora. Y, claro, como suele pasar en este tipo de casos, nadie creía que esa chica podía llegar a convertirse en actriz. En el colegio se reían de ella por eso, y ahora es ella quien se ríe: filmó más de una docena de películas y una veintena de cortos, dirigió otro par, participó de un puñado de obras de teatro, ganó premios y ahora está por dirigir su primer largo. Alguna vez, una vecina le llevó un recorte de la escuela de Irma Roy. Se anotó, cursó y se cebó. Así las cosas, fraguó su edad y se sumó a la escuela de Raúl Serrano. “Sé que mentiste, pero resultaste mejor que los que tenían edad para cursar”, le dijo él. Y ella no paró. Arrancó en TV como la novia del hijo de Luis Landriscina en La estación de Landriscina y, por supuesto, como buena actriz todoterreno, hizo tira diaria: en Amigos son los amigos interpretaba a la novia de Marcelo Piraino, y ambos formaban la pareja de “rubiecitos”

(muestra su pelo: es negro, en ese momento lo tenía teñido de rubio). “Mi mayor deseo era hacer cine”, recuerda sobre su adolescencia. Y ese debut soñado llegó de una manera rimbombante: al lado de Madonna y dirigida por Alan Parker. Un besito a los compañeros del colegio. “Hacíamos entrenamiento del playback de las cantantes profesionales. Se manejó todo de una forma muy hermética. Compartí camarín con Vera Fogwill, y todo era como muy, muy industrial”, rememora sobre el rodaje de Evita, su primera película. “Si te ocupás, leés y te lo proponés, las puertas se abren”, reflexiona hoy después de haber transitado por numerosas experiencias, incluidas las de empleos satélites para resolver la cuestión económica. En su viaje, Mónica fue camarera (porque no hay actriz que no haya sido camarera), promotora y subencargada en un local en Alto Palermo. Hoy es solo actriz. Siempre fue solo actriz. Protagonizó El cielito, largometraje que –cree– le abrió un camino en el cine. “Fue una vidriera muy interesante. Ahí cotejé que mi deseo se había vuelto realidad”, comenta. También estuvo en Cruzaron el disco, con el debut en cine del cantante Sergio Pángaro. Y en 2006 le tocó volver al corto y encontrar el amor: junto a Paulo Pécora, periodista, realizador y su pareja, realizaron el corto 8ocho. Más tarde vendría una participación en El niño de barro, otra en la hipnótica El desierto negro y otra más en la incomprendida Mentiras piadosas. “Se la acusó de no renovar las formas, pero últimamente se la reivindicó”. De su boca: “Mi personaje aireaba la película. Dejaba la melancolía y metía algo más sexual. Es parecido a lo que me pasó con Mujer lobo”, agrega, dejando

6 ¿QUIÉN ES ESA CHICA?

colar la importancia de esa obra en su vida. Por eso, la lucha por tratar de instalarse llegó a su fin: “Hoy les digo que no a los papeles sumisos”. Y desde allí se desafía: estuvo dos años sin hacer cine, pero hizo teatro. Vino Agosto, de Claudio Tolcachir, con Mercedes Morán, Norma Aleandro y un elenco de actores notables. “Hacer teatro es una decisión”. Ganó el premio ACE en la categoría Mejor Actriz Revelación, con un personaje que nunca se iba de escena. ¿La duración de la obra? Tres horas y media con un intervalo de media hora. Más tarde llegaría A la deriva y, luego, su “desafío esperado”: Mujer lobo, el film que la puso en órbita. “La propuesta de Tamae Garateguy fue una bendición”. Mujer lobo es piel sobre piel. Lo que Mónica quería. Por lo demás, está por estrenar El patrón, anatomía de un crimen, en la que comparte elenco con Joaquín Furriel y Luis Ziembrowski. En la ópera prima en ficción de Sebastián Schindel se muestra la explotación del hombre por el hombre: la esclavitud. Y se la acompaña haciendo visible cierto negocio macabro con la carne. Y ahora, después de un raid que la hizo volver a la televisión (“con la Ley de Medios se generó mucho laburo, ¿viste?”), su siguiente paso es dirigir un largo: prepara La cama, su primera película como directora. Y, ya lo sabemos, su próximo sí será como una mujer fuerte, urbana y para nada convaleciente. El patrón, anatomía de un crimen Sebastián Schindel Estreno: 26 de febrero 2014 / Argentina - Venezuela / 98 minutos Distribution Company


Colonia Dignidad

Luces de las ciudades Una historia que incluye a un nazi arrestado en Argentina que se convirtió en un torturador del pinochetismo es el punto de partida de Colonia Dignidad, film de Florian Gallenberger que fue comentado principalmente por la visita de Emma Watson al país para su rodaje. Quien nos cuenta lo que fueron estos días intensos de tan cosmopolita empresa es nada más y nada menos que la doble de luz de la joven actriz. Por Carolina Darman

“¿

Colonia Dignidad? Me suena…” es la frase que más oí en las últimas semanas. El nombre rondaba en los periódicos locales allá por 2005, cuando Paul Schäfer fue arrestado en Argentina, a los 84 años. Ex cabo y médico en el Ejército Nazi, se escapó a Chile en los años 60 y fundó una colonia autosuficiente en las montañas del sur. Rodeada de alambre de púas y cercas eléctricas, y en gran parte poblada por alemanes, la secta permaneció aislada del resto de Chile, y en la época de Pinochet se convirtió en un centro de tortura de presos políticos, de tráfico de armas y de inteligencia secreta. Y, por si fuera poco, funcionó como una red meticulosamente calibrada destinada a alimentar la pedofilia de Shäfer. Así nomás. ¿No sorprende un poco que un tema tan candente no haya atraído antes a los realizadores de ficción chilenos, argentinos, latinoamericanos…? Del otro lado del charco, una década más tarde, alguien intenta contar un poco de esta historia. Se trata del alemán Florian Gallenberger –ganador de un Oscar en 2001 por su cortometraje Quiero ser–, quien aterrizó junto a su equipo en Buenos Aires para grabar algunas escenas de su tercer largometraje. Gallenberger suele verse seducido por las historias situadas en el extranjero: habiendo recorrido México, India y China, ahora se dispone a indagar en los anales de la historia chilena. Colonia Dignidad relata las peripecias de una joven alemana (Emma Watson) que decide rescatar a su enamorado (Daniel Brühl), también alemán, secuestrado en Chile por la DINA tras la caída de Allende, y llevado a Colonia Dignidad. ¿Qué me toca a mí? La sensacional hazaña de ser la doble de luz de la protagonista, ese híbrido entre el delante y el detrás de cámara, que me desvía por un rato de mi camino actoral. Llegué el primer día al set con la emoción descomunal de las aventuras que palpitaba. Pronto me daría cuenta de que me encontraba en un set cuatrilingüe: español, inglés, alemán y luxeburgués rebotaban al unísono en diferentes rincones de las calles de San Telmo. A veces se sumaba el francés, y ocasionalmente el sueco, cuando Mikael Nyqvist –aquel periodista de la saga Millenium– se hiciera presente. Cuando llegué al tráiler de vestuario, donde me envolvieron en un vestido amarillo setentoso, quedé fascinada con el equipo cosmopolita. Conocí a algunos de mis compañeros y me encaminé hacia el set. Cientos de extras se agitaban bajo el sol, encarnando a los revolucionarios chilenos. El equipo técnico, predominantemente argentino, alemán y luxem-

burgués, parecía igual de numeroso. Después del almuerzo, mientras conversaba con un ayudante de dirección, se acercó un hombre de porte imponente a preguntar en un español con acento catalán cómo iba el partido del Barça… ¿Daniel Brühl? Pensé en Good Bye, Lenin y en el actor que tenía definitivamente rotulado bajo la etiqueta de germano y, entre la confusión y los 35 grados centígrados del verano porteño, mi memoria entró en cortocircuito. Tiempo más tarde, tuve la oportunidad de charlar con él: me contó que su padre era alemán y su madre española, y que se crió hablando los dos idiomas (y también francés, inglés y catalán, se comenta). Mientras tanto, al caer la tarde, decenas o quizás cientos de adolescentes se amontonaban contra una reja que indicaba el final del set. Estaban esperando ver un poquito de Emma Watson. Yo estaba vestida con la misma ropa que ella, y eso pareció confundir al público polizón, que me gritó desesperadamente frases que no llegué a descifrar. En alguna oportunidad, en uno de esos tiempos muertos tan frecuentes en rodaje, terminé sentada al lado de Mikael Nyqvist, que encarna a Schäfer. Me explicó desesperadamente que casi todas sus escenas fueron grabadas en Europa, y me pidió que le diera charla porque se aburre cuando no está haciendo nada. Es originalmente un hombre de teatro, me contó, de Strindberg y de Ibsen, y cuando se enteró de que soy actriz me regaló consejos maravillosos. Mencionó también que se encontraba en medio de una maratón de rodajes, y que acto seguido se iría a filmar otra película a Las Vegas. Al final del día, una actriz se asomó con unas cuantas cervezas y nos invitó a todos a brindar por la exitosa jornada cumplida. Restaban solo diez días, pero la mayor parte de estos cineastas trotamundos anhelaban volver a sus hogares para pasar las fiestas con sus familias. “Tengo un hijo de un año que no conoce a su padre”, me contó un gaffer portugués-alemán, y me mostró una foto de un bebé bellísimo. Estábamos ante el fenómeno de fin de año, y la ansiedad por las vacaciones se vivía fuerte. Pero para la mayor parte de esta muchachada el recreo no sería largo. “¿Te veo en la Berlinale en febrero?”, le pregunté a un grip oriundo de Francia. “No, voy a estar trabajando. Nunca puedo ir a los festivales. Siempre me invitan a Cannes, me muero de ganas de ir, pero siempre estoy trabajando”.

EN RODAJE 7


Lo más visto en Youtube

Mutant Giant Spider Dog

Una ventana abierta al mundo Ese monstruo que es Youtube multiplica sus tentáculos cada vez más. El soporte ya no es solo una diversión hogareña, sino que pueden usarlo las grandes empresas para llegar a más usuarios o los pequeños productores para ganar dinero por fuera de la industria mainstream. Publicidades del Mundial, besos robados, nuevos talentos audiovisuales y perros araña en lo más visto del año que se fue. Por Hernán Siseles

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esde hace ya varias temporadas, llegando a la época de Navidad, Youtube publica su ranking con los videos que más visualizaciones recibieron a lo largo del año. Se configura un top ten global y se informa también cuáles fueron los videos más vistos y compartidos en los diferentes países donde el sitio tiene operaciones. Pero este listado, que años atrás apenas podía servir para pasar una tarde disfrutando de videos graciosos de bebés y mascotas, hoy ha tomado un carácter totalmente diferente. El crecimiento de Youtube, a la par de los cambios en nuestros hábitos de consumo audiovisual, pone este ranking en el centro de las miradas en la industria del entretenimiento. Si bien algunos de los videos que aparecen en este ranking siguen siendo simples extractos de programas de televisión o publicidades, cada vez ganan mayor espacio en este conteo los contenidos generados exclusivamente para esta plataforma, cuyo fin específico es sumar visualizaciones, hoy fácilmente convertibles en dinero para sus creadores. Con sus propias ideas, personajes y recursos, los productores de videos de Youtube muestran que pueden imponerse al viejo orden del entretenimiento en que mandaban las grandes corporaciones del cine y la televisión, con su star system asociado. Sin ir más lejos, en la cima del ranking global se ubica un video que no es más que una cámara

8 TENDENCIAS

oculta en la cual una suerte de perro-araña sale de un ascensor para aterrorizar a los desprevenidos. Desde ya, es una cámara oculta con mucha creatividad y una lograda producción, pero no deja de sorprender que una idea tan simple se haya convertido en lo más visto del año en Youtube, y que

haya contabilizado para los últimos días de diciembre más de 120 millones de visualizaciones. Generado por un realizador independiente polaco llamado Sylwester Wardęga, este video es un claro exponente del tipo de contenidos que está ganando la batalla en estas plataformas de videos.

LOS 10 VIDEOS MÁS VISTOS

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Mutant Giant Spider Dog

2

Winner Stays. ft. Ronaldo, Neymar Jr., Rooney, Ibrahimovic, Iniesta & more

3

First Kiss

4

The Voice IT | Serie 2 | Blind 2 | Suor Cristina Scuccia - #TEAMJ-AX

5

iPhone 6 Plus Bend Test

6

Bars & Melody - Simon Cowell’s Golden Buzzer Act

7

Budweiser Super Bowl XLVIII Commercial: Puppy Love

8

Devil Baby Attack

9

Goku vs. Superman. Epic Rap Battles of History Season 3

10

(SA Wardega) (Nike Football) (Tatia Pilieva)

(The Voice of Italy) (Unbox Therapy) (Britain’s Got Talent) (Budweiser) (Devil’s Due NYC) (ERB)

10 Hours of Walking in NYC as a Woman (Street Harassment Video)


Inmediatamente después, en el segundo puesto de este ranking, casi como un reverso de este fenómeno aparece, con todas sus armas, un producto del marketing y la publicidad: un comercial de Nike para las semanas previas al Mundial, cuya versión de cuatro minutos solo encuentra salida en un espacio como Youtube. Así se van acomodando en el ranking algunos videos que no son más que highlights de la gran industria del entretenimiento (desde las performances épicas de concursos televisivos como The Voice o Britain’s Got Talent hasta un comercial de Budweiser estrenado en el entretiempo del Superbowl) mezclados con estos otros videos en cierto sentido más novedosos que tienen en Youtube su primera y principal pantalla. En el tercer puesto del ranking aparece uno de los casos más interesantes que dejó 2014 en términos de viralidad. El video “First Kiss”, en el que se podía ver a distintas parejas de desconocidos besarse frente a cámara (con más risas nerviosas que erotismo), empezó a recorrer las computadoras de todo el mundo como un novedoso experimento audiovisual, con cierta mirada autoral, para luego develar su carácter publicitario. Si bien esto le valió algunas críticas a la iniciativa, la existencia de una marca de ropa detrás de esta acción de ninguna forma le resta mérito al video ni a sus creadores. En el final del ranking se amontonan más cámaras ocultas –como la de la joven que contabiliza cuántas miradas recibe su trasero en un paseo por Nueva York–, un video que demuestra algunas fallas de fábrica del nuevo modelo de iPhone y un clip musical en el que Superman y Goku (Dragon

Ball) enfrentan sus hazañas en un duelo de rap. Un panorama bien variado que permite ver en qué cosas pone la atención el usuario promedio de Internet en el mundo.

Lo que mira Argentina Cuando enfocamos la mirada en nuestro país, la lista de videos más vistos en Youtube se vuelve algo más extraña. Si bien la araña-perro creada en Polonia tiene su lugar en la lista, como así también lo tienen las grandes interpretaciones de los talent shows musicales, el primer puesto del ranking argentino está relacionado con la épica mundialista que nos asaltó desde comienzos del año hasta que perdimos la final con Alemania. El comercial de Coca Cola en el que se recrea la historia de “El abrazo del alma” (la tapa de El Gráfico de 1978 en la cual se ve al Conejo Tarantini y al Pato Fillol junto a un hombre sin brazos que intenta sumarse al festejo) fue el video que más veces miraron y compartieron los argentinos. Si bien este comercial apareció también en televisión y en los cines, esta versión de dos minutos fue creada especialmente para plataformas de videos como Youtube. Una decisión más que acertada de algún gerente de marketing que seguramente habrá festejado al ver a su comercial en lo más alto de este ranking. Recién unos puestos más abajo aparece el video de “Brasil, decime qué se siente” que popularizaron los hinchas argentinos que viajaron a la Copa del Mundo. El segundo puesto del ranking de Argentina extrañamente se lo lleva un chileno. El autor y protagonista de este video que explica el fe-

nómeno zombie es conocido dentro de Youtube como “Soy Germán”. Su trabajo audiovisual es un fiel exponente del movimiento youtubero a través del cual una camada de jóvenes histriónicos está ganando popularidad y también dinero sin necesidad de pisar ni por un segundo los medios tradicionales. Con su webcam, algunas herramientas básicas de edición y algo de ingenio, Germán se convirtió en una súper estrella y en la punta de lanza de un fenómeno que no tardará en encontrar sus representantes en nuestro país. Y en el tercer lugar vuelven a destacarse los profesionales del marketing con un video firmado por la empresa de cosméticos Dove, en el que no se promociona ningún producto sino que se invita a las mujeres a sentirse siempre bellas consigo mismas. Pero, sin lugar a duda, la gran sorpresa en el ranking argentino es la cantidad de videos infantiles que aparecen. En la mayoría de los casos, son videos orientados a chicos en edad preescolar que terminan dando cuenta de dos fenómenos al mismo tiempo. Por un lado, la funcionalidad que ofrece Youtube a los padres, que pueden dejar que sus hijos lo miren mientras se toman un rato para realizar cualquier otra actividad. Es lo mismo que antes pasaba con la televisión, pero con la seguridad de que el contenido que van a ver es el apropiado y no dejará lugar a sorpresas. Y, finalmente, nos termina de quedar claro que esta generación de niños está creciendo con Youtube como primera pantalla, y que sus elecciones en el futuro van a tener una enorme influencia en el modo en que se producen y distribuyen los contenidos audiovisuales.

TENDENCIAS 9


Entrevista con Vanessa Ragone y Nicolás Prividera

Movimiento de las montañas Cambios en INCAA TV: sale Raspo, entra Ragone. Charlamos con la flamante directora y con Nicolás Prividera, nuevo programador, sobre un canal que trae cambios. Producciones propias, Televisión Digital Abierta, ciclos nuevos, VOD y mucho más. Por Hernán Panessi

“P

ara mí, mientras más popular, mejor”, dice Vanessa Ragone, y no se sonroja. Ella, una histórica del mundo de la producción industrial (El secreto de sus ojos, Las viudas de los jueves, Sin retorno, Todos tenemos un plan, Tesis sobre un homicidio, Betibú y otra veintena de largos), es la nueva directora del canal INCAA TV. Y ahí anda, pensando en la forma más efectiva de tejer lazos en función de un solo objetivo: que las películas lleguen al público. O, de la porción de torta, al máximo posible. Para su gestión, que comenzó hace apenas dos meses, y en vías de pintarla con su identidad, sumó al cineasta Nicolás Prividera en el rol de programador. “Pienso en el cine argentino como patrimonio cultural”, agrega el responsable de Tierra de los padres y M. Entretanto, INCAA TV renueva su cara, profundiza su perfil federal, apuesta a la producción propia y, como gran novedad, salta a la búsqueda de buena parte del cine argentino que no está bajo la tutela pública.

prime-time. Ahí encontramos un lugar para contenido que no tenía pantalla. Nicolás Prividera: A mí me llamó Vanessa. Sin ella no hubiera llegado acá en ningún sentido: nadie me hubiera llamado ni yo hubiera aceptado. Creo que un canal como este tiene que tener una idea, entender que el cine argentino es un patrimonio. Por un lado está el INCAA, que ayuda a producir. Por el otro, está la construcción de una cinemateca. Y hay una tercera pata que es la pantalla, que

¿Cómo llegaron a INCAA TV? Vanessa Ragone: Me llamó Lucrecia Cardoso, la directora del INCAA. Había una intención de meter un cambio, y Eduardo Raspo, que estaba acá, pasó a ocuparse de un desarrollo nuevo (el de la plataforma VOD). Entiendo que buscaban un perfil más de productor, alguien que tuviera un vínculo con la industria, y evidentemente lo tengo. La idea es activar las cuestiones interinstitucionales, y abrir un poco la pantalla a otros contenidos. La verdad es que no me pidieron mucho, salvo que la pantalla sea un poco más dinámica; vamos a hacer un cambio de branding. Pero, básicamente, nuestra pantalla tiene un solo contenido: películas. Por eso arrancamos con algunas producciones propias, como el noticiero que tuvimos durante el Festival de Mar del Plata. Para lo que el canal produce, que es poquito, ese noticiero necesitaba de mucha producción: salía todos los días. Algunos segmentos más vamos a producir, y también vamos a incluir series de la TDA. Armamos un ciclo que se llama Televisión por cineastas, que irá los domingos en

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“El canal tiene la obligación de conservar y difundir, además de estimular la relación del público con el cine local”. muestra todo eso; es como un gran cineclub. En este caso, el canal tiene la obligación de conservar y difundir, además de estimular la relación del público con el cine local. Debe llevar a todo el país la historia del cine argentino. Es un lugar maravilloso y, de alguna manera, estar circunstancialmente ahí, para hacer lo que se pueda, es interesante.

Vanessa, ¿por qué creés que te llamó Lucrecia Cardoso? VR: No tengo ni la más remota idea. Supongo que necesitaba a una persona con cierta trayectoria, que tuviera un vínculo más o menos fluido con la actividad industrial, que pudiera conversar y que tuviera buenos vínculos en general. ¿Te resultó fácil decir que sí? VR: Estaba en un año sabático, haciendo otra cosa, escribiendo un guion para un largo que voy a dirigir. Ya había terminado de hacer Betibú. Mis empresas productoras siguen su vida sin mí, digamos. Pensaba en dirigir, el año que viene y el otro. La propuesta me pareció atractiva: es un desafío, un reconocimiento a mi trabajo. Y me pareció una oportunidad de colaborar con un proyecto político y cultural en el que creo. No formo parte de ningún grupo ni nada: soy una persona independiente. No vengo de ninguna corriente política, y me pareció que podía dejar un granito de arena, en ese sentido. Yo tengo una visión integradora; como hago producción, siempre pienso en juntar una cosa con la otra. Entonces quizás esa visión integradora pueda serle de utilidad al canal. Acabamos de juntarnos con Cynthia Ottaviano, de la Defensoría del Pueblo, para que hagamos algo juntos: las famosas sinergias, que es una palabra medio pava pero define bien la situación. Nos gustaría formar acuerdos con la Televisión Pública para contar con cierta programación. Bueno, en fin, hubo un montón de líneas tiradas en este poquito tiempo que llevamos. El canal forma parte de la familia TDA pero también forma parte de todos los canales de cine y series que uno puede ver. Está bien que el canal vaya encontrando su personalidad. Estamos en una instancia particular porque, si bien el canal lleva cuatro años en el aire, se vencen derechos, hay que renegociar o recomprar; en este momento suele ser el cambio de branding y empieza a haber producción (que no era la tesitura del canal). Las ideas van un poco por ahí. Vamos a sumar un programa educativo, y Fernando Martín Peña va a


hacer un programa sobre la importancia de la recuperación de material histórico. ¿Quedan muchas películas con derechos comprados por empresas privadas?

por cable operadores; si contás TDA, son como 20 millones, prácticamente. Es un número extraordinario que viene del trabajo previo. El canal implica tener una pantalla del Instituto todo el día. Soy productora de películas y nada me gusta más que

NP: El canal Volver tiene buena parte del cine argentino. Es material que fue comprado en los años noventa, a perpetuidad. VR: Por el momento, ese material es de Volver. Hay que ver, en una siguiente etapa, si tratamos de hacer una gestión de buena voluntad, que tendría que ver con que no sean exclusivos los derechos, aunque sea para que los podamos pasar. Otra opción es reclamarlo por la vía jurídica. Pero bueno, los contratos existen, están firmados: alguien los firmó. Ese es un trabajo de largo aliento.

¿Cuál es la situación con el cine independiente? NP: Hay muchas películas: están las de FARSA Producciones, las de Pampero… No es que INCAA TV tenga solo lo que está producido por el INCAA, digamos. Me parece que ese también es un concepto ampliado para que el espectador entienda que todo es cine argentino: lo grande, lo pequeño; lo industrial, lo independiente. De algún modo, todo tiene que tener su espacio, su lugar.

¿Qué cine hay ahí? NP: Todo el cine de entre los cincuenta y los ochenta, digamos. Si ponés Volver, lo que vas a ver es eso. A esta altura, esas películas son parte del patrimonio nacional. Son nuestra historia. VR: Mi primer plan es ese: conversar en buenos términos. Proponérselo. Aunque sea para compartir la programación, si es posible. También hay que ver el estado de ese material. Es una propuesta que requiere que haya conversaciones de por medio, pero tengo todas las ganas de hacerlo. ¿Cuáles son las líneas principales que va a seguir su proyecto de gestión? VR: INCAA TV llega a 10 millones de familias

devolverle algo que está perdido (en algunos lugares es difícil acceder al cine argentino). Este sería como nuestro cineclub, y además está la generación de nuestros propios contenidos. Eso valoriza el canal para todo el mundo. Todo aquello que podamos recuperar, todo aquello que los tenedores de derechos puedan vender. A veces nos escriben tipo videoclub: “¿Por qué no pasan tal o cual película?”. Y… porque no las tenemos. Yo respondo esas cuestiones personalmente. La línea es difundir, preservar y educar.

“La idea es activar las cuestiones interinstitucionales y abrir un poco la pantalla a otros contenidos”. el hecho de que nuestro país mire nuestro cine, así que, si querés, la línea es esa: toda tarea que el canal pueda realizar para acercarse al público y

¿Tienen algún Santo Grial que pretendan alcanzar? NP: El Santo Grial es uno solo: el concepto. Queremos lograr que este canal tenga la mayor cantidad de cine argentino pensado como patrimonio. Queremos darle al espectador acceso a ese cine, acercar esa historia y ponerla en relación con lo que se sigue haciendo. Queremos que estén los viejos maestros, las nuevas corrientes, y poner todo eso en una relación dinámica. Que las obras dialoguen, tanto entre ellas como con los espectadores.

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Entrevista con Jazmín Stuart

Divino tesoro El segundo largometraje de Jazmín Stuart es en realidad su segunda ópera prima, o su primera película como solista. Como sea, Pistas para volver a casa es un comienzo en su cinematografía; un arrojo, ya sin salvavidas, a las aguas de la dirección. Y ahí quedaron atrás los miedos de poder ser o no una cineasta. Por Daniel Alaniz

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n su casa de Colegiales, Jazmín Stuart recibe las preguntas sumergida entre los alaridos de sus hijos jugando a la pelota y a lo que se les venga a la cabeza como centro para unir en su propia aventura. En Pistas para volver a casa hay mucho de esto, mucha influencia de películas de aventuras con niños y la idea de que el destino puede ser aleatorio, al menos por el tiempo que dure este metraje que saca de la rutina a Dinah y Pascual, los hermanos que interpretan Juan Minujín y Érica Rivas. El juego, además, funciona como entrenamiento para esa vida que se supone más seria en la adultez. El compañerismo, el amor, las frustraciones, la violencia, los miedos, todos son partícipes de esas contiendas lúdicas que libran los chicos una y otra vez. Y la curiosidad y la imaginación, las hélices que hacen posible la hazaña. Por su parte Jazmín, por lo que cuenta, parece haberse entrenado bastante (de chica probablemente, de grande seguro). Ahora estrena su primera película como solista, pero antes ya había dirigido Desmadre junto a Juan Pablo Martínez, experiencia que le sirvió como entrenamiento para la que ahora considera su nueva ópera prima y para palear algunas inseguridades. No es raro entonces que su película tenga que ver con salir de casa, a la intemperie, a vivir aventuras y a enfrentarse con los miedos, con lo que se creía que ya no podía resolverse. Y tampoco lo es que el presente la encuentre con tantos proyectos compartidos, porque jugar será hermoso, pero lo más importante es tener con quién: que a los monstruos no se los mata solo, y en el lomo del caballo siempre hay lugar para uno más. ¿Cómo fue dirigir por primera vez sola? ¿Es como una falsa ópera prima? Es bien distinto de la experiencia anterior, porque Desmadre no solo fue una codirección, sino que también fue una adaptación de un material ajeno: la novela de Guillermo Fadanelli, un escritor mexicano. Más allá de que me lo apropié bastante, era algo ajeno, y la película estaba dirigida por dos miradas en paralelo. Incluso desde la producción yo me sentía invitada. El codirector quiso filmar eso, me trajo la propuesta, y para mí estaba bueno para

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probar, animarme, romper el hielo y superar algunos miedos. Y esta la siento como una ópera prima, porque el guion es mío, dirigí sola, y porque es una historia que siento propia. Me reconozco más en la película cuando la veo. Fue muy buena la experiencia; yo estoy muy contenta. Aprendí mucho, y yo tiendo a evaluar las experiencias según lo que puedo aprender. Me gustó el intercambio con el público; mostrarla en Mar del Plata estuvo bueno en ese sentido, para testear. Tuve un muy buen feedback. ¿Por qué tenías miedo de dirigir? Tu papá es director publicitario desde hace mucho, estudiaste cine también hace bastante, y sos una actriz de mucho oficio. Como que estuviste toda tu vida en un set… No sé de dónde viene ese miedo, pero creo que tiene que ver con que, cuando terminé la FUC, en ese momento empecé a trabajar como actriz. Y fueron muchos años de estar frente a cámara, mientras que mis compañeros y amigos empezaban a hacer su primero, segundo y tercer largo, y para mí era como ir viendo un desfasaje muy claro, porque ellos eran mi referencia. Anita Katz, Llinás, Medina, Szifron, todos mis amigos estaban filmando y yo no. Era un tren que veía pasar, y me preocupaba la pérdida de ciertas herramientas que si no usás se te van de la cabeza: no las usás y no las hacés crecer. Es como no andar en bici durante quince años; supongo que cuando volvés un poco te cuesta. Y además los veía a los chicos ya no solo haciendo películas, sino refinando su estilo. Creo que me mataba esa referencia, me atemorizaba. También había algo del lenguaje cinematográfico que me asustaba, porque yo toda la vida escribí y actué. Había algo de la interpretación teatral que tenía muy incorporado; al haberme entrenado ocho años con Julio Chávez, por ejemplo, la cuestión autoral y de puesta en escena la tenía súper aceitada, pero usar cámaras como vínculo entre lo que uno quiere contar y su punto de vista me daba miedo; sobre todo tener que lidiar con la cuestión técnica. No sé por qué, pero había perdido la familiaridad con las herramientas. Pasaba eso, por eso fue muy importante hacer Desmadre, porque me entrenó y porque al no ser material original mío no había tanto riesgo.


Fotos: Camila Miyazono.

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El material original no era tuyo, pero en Pistas para volver a casa está el tema de la madre ausente otra vez. Sí, pero sin querer. Muy loco, porque además el tratamiento de PPVAC es de 2003, 2004. Es una idea muy vieja, incluso previa a que yo leyera el material de Fadanelli para hacer el guion de Desmadre. Pero sí, evidentemente aparece esto de las madres, de la relación madre-hijo. Cuando se ve la película, parece un tema personal. ¿Tiene algo que ver con tu experiencia? No, no. En realidad es un tema que me interesa muchísimo. Tengo algo con las madres, los hijos. La figura de la madre que se desliga de la tarea, que desaparece, a mí me mata, desde hace mucho. Y

seguramente vuelva a aparecer. Ahora terminé la primera versión de mi guion nuevo y también hay algo parecido. La maternidad aparece todo el tiempo. La posibilidad, la imposibilidad de ser madre, eso aparece. Supongo que en Desmadre adapté todo el guion, pero esa era la trama que más me interesaba. Lo demás estuvo porque había que respetar la novela, pero si no me hubiese quedado con eso. ¿La adaptación la hiciste vos? La hicimos entre los dos, pero al final a mí me dio un ataque, lo agarré y ahí cambiaron varias cosas; aparecieron personajes secundarios, metí bastante mano. ¿Cómo fue trabajar con tantos géneros en Pistas para volver a casa? ¿Tenías referencias concretas? Se me aparecían muchas referencias de la infancia, películas que veía cuando era chica. Yo quería que fuese una especie de fábula, un Hansel y Gretel a los cuarenta años. Se aparecía eso, y quería que ellos volvieran a ser chicos, que se asustaran, que fantasearan con historias extrañas, que jugaran, que se pelearan como nenes. Y creo que les armé un recorrido que tiene algo de random, como son los juegos de los chicos: de golpe estamos en la jungla y de repente es el espacio y de golpe vino una tormenta y nos tenemos que refugiar pero aparece un malo. Hay algo que va en ese sentido, supongo, que me llamó la atención, y es justamente cuando aparecen los malos en el bosque. Aparecen, representan un peligro, pero se van solos, sin que Dinah y Pascual hagan nada. Sí, claro. Algo sale mal y se van. Mi montajista dice que esos malos son como los de Mi pobre angelito: todo les sale mal, son torpes, son malos pero casi buenos. Hay mucho de eso, de elementos de películas infantiles, que tienen mucho de género pero que al mismo tiempo no tienen la intención de aterrorizar porque justamente están destinadas a un público infantil. Y hay cosas que se abren y se transforman en otras, y así. No hay demasiada lógica, la idea es que en esos mundos el escenario puede cambiar. ¿El caballo tiene que ver con eso? Lo del caballo ni yo me lo puedo explicar. Ahí sí encuentro algo un poco encriptado que para mí tiene

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que ver con cierta teología, o está relacionado con ser mujer. Ver monstruos, ver peligro en todos lados, fantasmas en todos lados. Y después resulta que eso a lo que te enfrentabas era algo que estaba bueno y que era muy puro. Me parece que eso era un poco lo que le pasa al personaje de Dinah. Le pasa con respecto a los hombres y a ella misma como mina. Pero sí, más allá de la simbología de esa escena, sigue dentro de la lógica de la fantasía. ¿Será Artax (el caballo de La historia sin fin)? Jaja, sí, o medio Laberinto. Me agarró algo muy de los ochenta. Leí que en el caso de Hugo Arana y Beatriz Spelzini tenías muy en claro desde antes que tenían que ser ellos. Sí, totalmente. Nunca pensé en otro padre ni en otra madre. La madre tenía que ser llamativamente pura; cuando apareciera tenía que parecer de otra familia, despegarse de todo, incluso físicamente. Beatriz tiene un physique du role muy despegado de los otros personajes. Lo que me gusta mucho de ella es el acceso directo emocional a lo dramático: nunca vi a una actriz cuya cara se descomponga de esa forma cuando entra en una zona de angustia. Y es una mina que aparenta la edad que tiene, algo que no es fácil de encontrar hoy en día. Es muy natural, tiene algo muy sensible y de dureza; tiene cierta distancia, también. Y Hugo era perfecto, porque tiene eso de niño muy delirante y muy querible y cálido. Fue un placer ensayar, hicimos unos ensayos con los cuatro y eso fue muy importante, porque diseñamos más información entre todos. La escena del casino, cuando bailan, me hizo acordar bastante al final de Los paranoicos. ¿Pensaste en eso? Me encantan las escenas de baile; en mi nueva película hay mucho baile. No me había dado cuenta de la unión con Los paranoicos, pero sí. Es un momento de catarsis. Hay veces que querés que algo explote o se descomprima y nunca lo vas a lograr a través del diálogo. Ver a alguien bailar ya te transmite algo que no podés transmitir de otra manera. Hay algo de ese soltar y de ese goce que es contagioso. Me parecía importante; cae en un momento de la película en el que no tiene sentido que vayan a bailar. Para mí sí, pero para mucha gente es raro: acaban de ver un dramón y de repente se van a bailar. Yo necesitaba eso cuando escribí el guion, y también que todo ese ámbito funcionara para conectar con lo que viene después. Toda la secuencia del casino es muda y dura bastante, solo hay música. Y amo la escena de Los paranoicos: ese final es una especie de loop histórico, ya. ¿Qué estás escribiendo? Terminé la primera versión de una película que por ahora se llama La bestia. Otra vez los protagonistas son un hombre y una mujer de cuarenta, y el protagónico lo lleva más la mujer. Son dos desconocidos que están en un sinsentido, en una encrucijada de la vida, y se encuentran y desarrollan un plan bastante incorrecto para revivir: seis misiones que son como electroshocks para volver a conectar con el impulso vital, incluso con procedimientos ilegales. ¿Como El club de la pelea? Tiene algo de ese espíritu. Pero representan seis motores distintos para revitalizar que tienen que ver con áreas muy diferentes de la vida. Así que seguramente va a ser otra película multigénero.

“Se me aparecían muchas referencias de la infancia, películas que veía cuando era chica. Quería que fuese una especie de fábula, un Hansel y Gretel a los cuarenta años”.

¿Y como actriz? Como actriz estoy esperando una miniserie de trece capítulos dirigida por Gabriel Nesci, que hizo Todos contra Juan y Días de vinilo. Tiene un código tipo The Office; salió algo muy divertido y muy sarpado. Están viendo a qué canal va. Después estoy con un proyecto de Diego Fried, que hizo una película que se llama Vino. Tiene un guion buenísimo, escrito con Nicolás Gueilburt, de Los paranoicos. Está bueno, es muy de género, muy difícil de actuar y es re heavy, así que tengo muchas ganas de hacerla. Con Gabriel Medina estamos empezando a escribir una película que se llama El cuerpo, y con Hernán Guerschuny estamos en un proyecto que escribimos entre los dos y en el que yo actuaría. Así que estoy haciendo cosas con un montón de gente. Pistas para volver a casa Jazmín Stuart Estreno: 5 de marzo 2014 / Argentina / 89 minutos Diamond Films Podrá verse en 45 salas.

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Estrenos veraniegos

Mi verano de cine Se sabe: el refugio preferido para las víctimas del calor es la sala de cine. No importa qué se vea; la excusa para estar a menos de 25 grados supera cualquier pretensión cinéfila. Pero, ya que estamos, y mientras no haya cines con pileta, nos conviene aprovechar y ver lo mejor que tenemos a disponibilidad. Candidatas al Oscar, autores respetados y hits del verano. Una guía altísima para una temporada que quema. Por Juan Pablo Álvarez

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omo cada año, la bestia estival prolonga sus pegajosas garras contra los pobres hombres y mujeres de bien que intentan evadir su monstruosidad como pueden. Algunos buscan el alivio en escapadas a balnearios, otros se hacen amigos de gente desagradable pero con pileta, algunos otros se guarecen en las iglesias, siempre frescas. Los más sabios, sin embargo, recurren al mejor refugio posible: las salas de cine. En esta época, ellas nos proveen no solo del preciado aire acondicionado (a veces de forma un poco extrema, no está de más decirlo) sino también de una jugosa oferta de películas que incluye firmes candidatas al Oscar, débiles candidatas al Oscar, películas olvidadas por el Oscar, muchas biopics, esperados regresos de algún director estimado, regresos mirados con sospecha de un director venido a menos y, especialmente, más biopics. Un poco a ciegas, con más ilusión que certezas, les ofrecemos un vistazo de la oferta cinematográfica veraniega de 2015.

Francotirador (Clint Eastwood) Pocos meses después de haber estrenado Jersey Boys, la historia de la banda The Four Seasons durante los años sesenta, Eastwood regresa con otra biopic pero esta vez bélica, basada en la historia de Chris Kyle (interpretado, muy elogiadamente, por Bradley Cooper), el francotirador más certero de la historia del ejército norteamericano y responsable de más de 200 bajas (es decir, muertes) durante sus años de servicio en Irak y Afganistán. La película, lógicamente, no se concentra en esas muertes sino en la figura de Kyle, y especialmente en la guerra personal que comienza tras la guerra misma. Como su casi homónima (según las traducciones hispanoamericanas) de Michael Cimino de 1978, Francotirador se concentra en el combate contra los fantasmas interiores, contra los terrores existenciales que emergen una vez acabada la experiencia bélica. No faltarán quienes teman ante ciertos detalles por un mero relato celebratorio del ejército norteamericano. Pues bien, ante ello no podemos asegurar nada, pero sí damos dos buenas razones para ir a verla: la primera no importa, y es que las reseñas hablan de una película seria y compleja; la segunda, la que importa, es que se trata de Clint Eastwood. Francotirador, que no obtuvo nominaciones a los Globos de Oro y tiene bajas posibilidades de colarse en la carrera por el Oscar, se estrenará el 22 de enero.

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Big Eyes (Tim Burton) Desde hace bastante tiempo, Tim Burton nos acostumbró a ver películas malas (suyas). Sin embargo, su nueva película, que es también una biopic, trae la promisoria reincorporación como escritores de Larry Karaszewski y Scott Alexander, los guionistas de Ed Wood (1994), una de las últimas buenas películas de Burton. Big Eyes narra el célebre fraude de los Big Eyes, unos cuadros que representaban muchachitos y muchachitas escuálidos y de ojos extremadamente saltones (sí, bien burtonianos). En la década de los 50 y 60, Walter Keane (aquí interpretado por Christoph Waltz) decidió comercializarlos como propios, aunque en realidad eran obra de su esposa Margaret (aquí en la carne de Amy Adams), alegando, no sin cierta y triste razón, que nadie iba a comprar obras pintadas por una señora. Los comentarios sobre la película son variados: van desde algunas reseñas positivas que describen una vuelta de Burton a su mejor forma hasta otras que no ven más que la misma insulsa y trillada galería de artificios de su última filmografía. Más allá de esto, la pareja actoral fue nominada en los Globos de Oro y pide pista para el Oscar, al igual que Lana del Rey y su composición especial para el film. El resto de la banda sonora está a cargo, como siempre, de Danny Elfman. Se estrena el 19 de febrero.

Vicio propio (Paul Thomas Anderson) La mayoría de las reseñas de Vicio propio advierten desde el inicio a sus potenciales espectadores que es importante “no esperar entenderlo todo”. No es extraño un aviso de este tipo, considerando que esta es la primera adaptación al cine de un libro de Thomas Pynchon (que, dicho sea de paso, aprobó la película) y que, por si fuera poco, está dirigida por Paul Thomas Anderson. Vicio propio está ambientada en los setenta y presenta un ex hippie devenido en detective privado llamado Doc Sportello (Joaquim Phoenix), una ex novia que no encuentra


a su marido, un millonario con crisis de conciencia que escapó con ciclistas arios, cultos new age, paranoia, traficantes de drogas asiáticos y más. Todo parece ser un terrible quilombo, y no hay mucho consenso sobre si se trata de una comedia o de todo lo contrario. ¿Quieren más? Owen Wilson hace de ex saxofonista de una banda de surfrock presuntamente muerto, Martin Short interpreta a un dentista de libido incontrolable, Benicio del Toro es un abogado llamado Sancho Smilax con reminiscencias del doctor Gonzo de Pánico y locura en Las Vegas, Michael Williams (el gran Omar Little de The Wire) es un militante por los derechos de los negros, y Joanna Newsom, la arpista indie de voz aniñada, se encarga de la narración. Ah, además dicen que el enigmático autor hace un pequeño cameo. Se estrena el 19 de febrero.

Blackhat (Michael Mann) Las agencias de seguridad chinas y estadounidenses unen fuerzas en la nueva de Michael Mann para perseguir a un cibercriminal desde Chicago hasta Hong Kong (“black hats”, en la jerga informática, se refiere a los hackers que delinquen, y se oponen a los “white hats”, aquellos hackers cuyo mero propósito es la mejora del código por amor al arte). Nunca ha sido fácil para el cine convertir la invisible violencia de los códigos de programación en algo cinematográficamente atractivo, pero esta vez el que se hace cargo del desafío es Michael Mann, el hombre detrás de Heat o The Insider, y eso ilusiona. Además, si es que esto es importante para alguien, la película se mete con una temática que está más en boga que nunca en el mundo del cine tras el revuelo causado por el hackeo a Sony (dicho sea de paso, quien distribuye la cinta es un fiel competidor, Universal Pictures). Lo cierto es que, para la cultura del miedo americana, el hacking se ha convertido en una amenaza muy atractiva. Viene de la nada, es incomprensible, incontenible, no hay fuerza que pueda controlarla con absoluta eficacia, y amenaza a ricos, famosos y grandes poderes por igual. La sola idea de estar a merced de unos geeks que desde un sótano podrido de la periferia de la periferia pueden poner en riesgo las vidas y la privacidad de los seres civilizados es tan tenebrosa como fascinante, y el cine a tientas intenta usufructuar esta inmaterialidad. Veremos si Michael Mann, con la ayuda de Chris Hemsworth y Viola Davis, logra darle al terror hacker los minutos de acción que necesita. Se estrena el 19 de febrero.

El código enigma (Morten Tyldum) Para quienes conocían la historia del matemático inglés Alan Turing, resultaba llamativo que no hubiese una buena película sobre su apasionante biografía (solo algunos telefilms como Breaking the Code, de 1996, y Codebreaker, de 2011). Alan Turing

fue un científico excepcional, padre de la computación moderna, responsable de avances extraordinarios en el campo de la inteligencia artificial y especialmente famoso por haber descifrado el código enigma de los nazis en la Segunda Guerra Mundial (Winston Churchill declaró alguna vez que Turing fue la persona que más contribuyó a ganar la guerra). Alrededor de este hecho y de los sufrimientos y humillaciones a los que fue sometido por el gobierno británico tras conocerse públicamente su homosexualidad gira la película de Morten Tyldum, director noruego que hace su debut en las grandes ligas. El papel de Turing lo lleva a cabo el inefable Benedict Cumberbatch, reconocido obseso por la vida del matemático y firme candidato a ser nominado como Mejor Actor en los próximos premios de la Academia, mientras que Keira Knightley interpreta a Joan Clarke, una matemática que aportó al desciframiento (algunos dicen que incluso más que Turing). Candidata casi segura al Oscar a la Mejor Película, El código enigma se estrena en nuestro país el próximo 5 de febrero. Nota especial: Recomendamos acompañar este estreno con el fascinante disco del dúo catalán Hidrogenesse sobre la vida de Turing, titulado Un dígito binario dudoso: Recital para Alan Turing.

Selma (Ava DuVernay) Una de esas películas que nacieron para competir por el Oscar. Selma trae a la pantalla grande una representación de las tres marchas de Selma a Montgomery encabezadas por los líderes del Movimiento de los Derechos Civiles Martin Luther King, James Bevel, Hosea Williams y John Williams, que culminaron con el derecho al voto para los americanos negros pero que, lógicamente, no estuvieron exentas de mucha pena y sacrificio. Los responsables del film aguardan confiados una buena cantidad de nominaciones al Oscar. Se estrena el próximo 5 de febrero.

Kingsman: Servicio secreto (Matthew Vaughn) El director de Kick-Ass, Matthew Vaughn, vuelve a la dirección con una historia que tiene varios puntos en común con aquella película, por lo menos el hecho de presentar héroes impensados. En este caso se trata de un joven delincuente y bueno para nada llamado Gary Unwin (interpretado por Taron Egerton), que se mueve por los peores lugares de Londres hasta ser reclutado por su tío, un veterano agente secreto inglés (Colin Firth) que le pide ayuda en su lucha contra el mal desde la agencia de espionaje para la que presta sus servicios. Esta adaptación del cómic de Mark Millar y Dave Gibbons se estrena en las salas el 19 de febrero.

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Papeles en el viento, de Juan Taratuto

Hay equipo Desde hace un tiempo empezó a haber películas sobre fútbol o con ese deporte como telón de fondo. En este caso, Juan Taratuto encontró en el balompié un vehículo para contar esa historia de amistad, pérdida y paso del tiempo que es Papeles en el viento. Nos dimos el lujo de hablar con cada uno de sus protagonistas: Pablo Rago, Diego Peretti, Pablo Echarri y Diego Torres. Los Pablos y los Diegos, tocando de primera. Por Diego Maté

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ntrevista con Diego Peretti. Estamos en el primer piso de un edificio en el que se encuentran los demás protagonistas de Papeles en el viento. Peretti habla de los roles de cada personaje dentro del grupo: cómo se comportan, qué representan, cómo se vinculan unos con otros. Un grito lo interrumpe desde abajo; es Diego Torres que, desde el jardín, mientras da una nota a otro medio, le espeta: “¡Eso ya lo dijiste, abuelo!”. El actor, agraviado, no tarda en replicar a su vez, pero ya es tarde: la cargada inicial fue certera y le impide seguir el hilo de la respuesta: “¡Callate la boca, dejame hablar tranquilo! Después, el personaje… ¡Ya me cagó, ya me cagó! ¡Vení acá a hacerte cargo!”. El simpático incidente revela lo que parece ser el corazón de toda Papeles en el viento: la camaradería y el espíritu de grupo son tanto el tema de la historia como la condición de existencia de la película. En su quinto opus, y después del volantazo que supuso La reconstrucción dentro de su filmografía, Juan Taratuto adapta una novela de Eduardo Sacheri, con quien además escribió el guion. El relato sigue a tres amigos de la infancia que tratan de lidiar con la muerte del Mono, pieza central del rompecabezas que para ellos era la amistad. El Mono se muere apenas empieza la película, y con él parece irse una pequeña partecita de cada uno de sus amigos, como si quedaran incompletos. Su ex mujer (Cecilia Dopazo) prácticamente se adueña de la hija y amenaza con reducir todavía más el régimen de visitas de Fernando (hermano del Mono) y de su madre. Fernando tiene un plan disparatado que es el puntapié inicial de la historia: cuando el trío descubre que el Mono había invertido toda la plata de su indemnización en la compra de un jugador de fútbol, se embarcan en la ridícula empresa de venderlo por trescientos mil dólares para así recuperar el dinero y usarlo para la educación de Guadalupe. Pero, ni bien empieza la aventura, lo primero que se nota

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es que al grupo le falta una pata, que la amistad ya no es esa idea nítida e indestructible que supo guiarlos desde su infancia en Castelar. Así, la venta imposible de un delantero venido a menos que juega en un clubcito de Santiago del Estero y el reaseguro económico de Guadalupe son, en el fondo, las excusas que el relato pone sobre la mesa para enfrentar a los tres personajes entre sí y, ahora que Alejandro ya no está, obligarlos a medirse con lo que queda de ellos. Pablo Rago le pone el cuerpo al Ruso, el eterno inmaduro y empresario accidentado que mata los días jugando torneos de Winning Eleven en la Playstation con los empleados de su desvencijado lavadero de autos. Rago confirma que el peso del grupo no es un atributo únicamente de la ficción: “La verdad es que yo acepté hacer la película por

“Para mí, por supuesto, el Ruso es el mejor personaje, ¡lejos!”.

Echarri, Peretti y Taratuto, en ese orden. Con Echarri ya habíamos trabajado juntos y sé que es uno de esos compañeros que realmente te suman. A Peretti lo admiro, siempre me pareció un actorazo. Y de Taratuto había visto sus películas y quería conocerlo: nos habíamos cruzado un par de veces con él y con Cecilia (que para mí es Julieta, de Clave de Sol), y me interesaba trabajar con él. Pero la posta es que, sin leer el guion, yo ya había aceptado la película por Echarri y por Peretti”. El Ruso es el personaje más caracterizado físicamente del trío: lleva barba, rulos, lentes, usa siempre el mismo conjunto deportivo y carga a todas partes una riñonera enorme y molesta. Incondicional del Mono, el Ruso es el que parece sentir más su ausencia, y quizás por eso resulta el más cálido del grupo. Acorralado por deudas, las quejas justificadas de su esposa y por otros lavaderos que se instalan cerca del suyo, el Ruso parece el personaje menos apto del mundo para encarar cualquier clase de proyecto; sin embargo, es el encargado de reencauzar al grupo cuando todas las esperanzas parecen perdidas. “Para mí, por supuesto (esto no se lo digas a los demás actores), el Ruso es el mejor personaje, ¡lejos! Es el más querible, sensible, el más bohemio, y es con el que me siento más identificado. Soy de esas personas que se suman a proyectos delirantes, ridículos, o que aceptan películas sin leer el guion (se ríe). Además, después de conocerlo a Taratuto me di cuenta de que iba a poder divertirme actuando. Hace cuarenta años que actúo, y si no me divierto actuando mejor me quedo en mi casa. Tengo otras cosas mejores que hacer, como jugar a la Play”. Por su parte, Diego Peretti tuvo la difícil tarea de hacer a un personaje del que no se sabe prácticamente nada: no se le conoce novia o romance alguno, su madre permanece en el off, al igual que su trabajo como profesor de secundaria, y su único hobby, el fútbol, lo comparte con el resto de los protagonistas. Fernando se construye en pre-


sente, en cada escena, con cada gesto un poco torpe, cada mirada de cansancio o cada puteada proferida en medio de una frase formal. Sobre qué le implicó componer a un personaje así, Peretti dice: “Tuve que llenar esa historia de contenido con Sacheri y con Juan, porque es un personaje solo: vive solo, es profesor de secundaria, y casi te diría que no tiene ningún dato más, salvo que es hermano del que fallece y que es hincha de Independiente. Desde dónde agarrar al personaje para construirlo fue un tema que tuvimos con Juan. Él me decía que era un personaje que se iba a ir viendo en relación con lo que me pasaba a mí”. Al igual que el Ruso, Fernando también está muy definido desde el vestuario, en especial con la campera grande, aparatosa y fuera de estación que no parece sacarse nunca. ¿Qué hacía con el cuerpo Peretti cuando se ponía en la piel de Fernando? “Lo copié a Sacheri. Sacheri un día me dijo: ‘Mirá, yo voy a la escuela así, con esto y esto’. Se pone una gorra blanca, pero eso me pareció demasiado… Una gorra blanca; una boina, medio radical. Si yo estoy en el secundario y el profesor llega así, le tiro un manzanazo. Pero él debe tener un ascendente de mucho respeto, porque va así”. Sobré qué le interesa de su personaje, Peretti sos-

“Fernando posee una fuerza emocional para que el legado del hermano no quede en la nada, y eso es lo que lo hace accionar; así se manda cagadas importantes”.

tiene: “Lo atractivo de Fernando es que no tiene una estrategia inteligente, o no tiene directamente una estrategia. Posee una fuerza emocional para que el legado del hermano no quede en la nada, y eso es lo que lo hace accionar; así se manda cagadas importantes. Pero ese movimiento, histérico, sin ton ni son, hace que los demás amigos empiecen a escuchar. Lo que nosotros queríamos activar era una pulsión, no estratégica o racional, sino algo emocional, y lo emocional no tiene concepto, estrategia, lógica, semántica: explota. Eso queríamos lograr, por eso alcanza con solo saber que es el hermano”. Justamente, de Sacheri empieza hablando Pablo Echarri, que lo leía desde antes de que le ofrecieran el papel de Mauricio. “Compré el libro apenas tuve la oportunidad. Venía de haber leído la novela anterior de Eduardo y me había encantado, se transformó en un autor deseado por mí. Sobre todo por la gran cercanía con Roberto Fontanarrosa: yo soy un admirador de él, y me parece que, si hay un heredero –y que en parte también ha superado al maestro–, ese es Eduardo. Creo que ha sabido tomar mucho de lo maravilloso que escribía el Negro, sobre todo los personajes tan ligados a una idiosincrasia, en ese caso a la ro-

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“Cuando Juan finalmente me ofreció a Mauricio, yo ya conocía su arco dramático, su tránsito. La verdad es que me dio mucha alegría que me haya destinado ese personaje”. sarina, pero también parecida a la porteña, y tan ligados con el fútbol”. A diferencia del personaje del Ruso, el de Mauricio lleva todas las de perder desde el comienzo: es un abogado exitoso, usa trajes caros, tiene una agenda ajustada y, a diferencia de los otros dos, parece haber dejado de pertenecer a la geografía sentimental y moral del barrio. Dentro de la película, Mauricio tiene que trabajar mucho más y durante más tiempo para robarse algo del cariño del público que monopolizan sus compañeros. Curiosamente, el personaje cuenta de todas formas con un carisma que lo vuelve interesante, más allá del recelo que puede despertar al comienzo: “Creo que es algo que tengo yo como actor. Esa cercanía, ese ‘encanto’, creo que no se fue del todo. Todavía hay algo que me arraiga a los personajes anteriores, a los nobles”, dice Echarri, después de hablar de su reciente predilección por papeles oscuros e imperfectos, distintos a los de sus comienzos. “Me parece que esa mezcla era justa para el personaje: es un tipo al que no querés tanto, pero que al final va a terminar mostrando algo que el actor ya te había mostrado antes. Hay un tránsito, una parábola, más allá del rechazo que produce originalmente. Hay una buena elección por parte de Juan: el actor no es solamente lo que puede dar, su talento, sus capacidades, también es lo que la gente conoce de él, de su vida”. Sobre el carácter antipático de Mauricio, Echarri cuenta que “Sacheri nos decía que Mauricio es un hijo de puta, que no había que ablandarlo, ni mucho menos. Y discutíamos eso, porque todos son grandes, ya pasó el tiempo, y el que mantiene una relación irreal con la vida, en todo caso, es Fernando, que obliga a Mauricio a subirse a una empresa de la que ya están muy lejos. Le pide un compromiso que… ¿en dónde se sustenta? ¿En qué piedra, en qué pergamino tallado a mano están esos valores de la amistad inalterable? Es interesante que el debate se ponga ahí”.

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El lugar que la película le destina a Mauricio es curioso: es un personaje codicioso y desvinculado de los valores simples que parecen regir la ética inquebrantable de Fernando y el Ruso. El guion gravita cada vez más en torno a él, hasta que la verdadera trasformación del relato es la suya. La película hace todo lo que está a su alcance para enderezar su trayectoria hasta la redención final: “Cuando leí la novela me di cuenta enseguida de qué personaje puedo hacer, porque Eduardo escribe con una estructura muy cinematográfica: para mí era Mauricio. El abogado garca… si había un garca, lo tenía que hacer yo. Sobre todo por los papeles que vine interpretando en los últimos tiempos. Cuando Juan finalmente me ofreció a Mauricio, yo ya conocía su arco dramático, su tránsito. La verdad es que me dio mucha alegría que me haya destinado ese personaje. Para el actor es verdaderamente material y jugoso hacer ese recorrido, el hecho de que sobre la cabeza de su personaje esté puesta esta observación moral, el gran cambio del final”. En relación con el personaje del Mono, que tiene muy pocas escenas, Echarri mantiene su teoría: “Pasa lo mismo con Diego (Torres): Juan eligió a alguien querido profundamente por el público, uno de los artistas populares más queridos. Eso ya de entrada es un cachetazo, sufrís una pérdida profunda. Valoro mucho cuando alguien logra ver más allá de las características de un actor, qué representa, cómo es visto por el público”. De los cuatro actores, Diego Torres es el que tiene el papel más complicado, y por partida doble: primero, porque hace de alguien que está enfermo y que sabe que va a morir; y segundo, porque cuenta con muchísimo menos tiempo en la pantalla que sus compañeros para darle vida al personaje más importante de todos, el que tiene que hacer sentir su falta desde el fuera de campo en cada una de las escenas siguientes. El trío se lanza a una aventura inverosímil que los pone a prueba como grupo, y el motivo que los empuja siempre es el de recuperar algo así como el legado del amigo perdido. “Entrar y salir en diferentes momentos de la vida del Mono era un desafío, pero con los demás nos ensamblamos como si nos conociéramos de toda la vida (si bien a Pablo Rago lo conocía de antes, hacía mucho que no nos veíamos). Tenés que estar concentrado para saber cómo entrás en cada momento. Tuvimos que hacer una cronología, una línea de tiempo.

“Entrar y salir en diferentes momentos de la vida del Mono era un desafío, pero con los demás nos ensamblamos como si nos conociéramos de toda la vida”. Desgraciadamente, el cáncer es una enfermedad que han tenido amigos míos, y con la que yo he convivido. Eso me ayudó a ponerme el traje de ese personaje”, cuenta Torres, quien también perdió a un amigo al que llamaban “el Mono”. Después de haber visto la película terminada, y en relación con la forma de actuar la enfermedad, Torres dice: “Juan fue muy detallista en cuanto a no pasarse del límite. Creo que los personajes hablan por sí solos: acá lo menos es más. Eso es parte del lenguaje de la película, que de entrada te dice: ‘El Mono se murió’. Y te lleva a pasear por una comedia linda, te hace querer a los personajes, te lleva a involucrarte con ellos, y por abajo te va tejiendo una emoción a través de sus vínculos que te agarra desarmado. Eso fue lo que me pasó como espectador cuando vi la película”. Papeles en el viento Juan Taratuto Estreno: 8 de enero 2014 / Argentina / 99 minutos Disney Podrá verse en 113 salas.

Taratuto en la taquilla No sos vos, soy yo   182.194 / 15 salas 2005 / Primer Plano /  ¿Quién dice que es fácil?   412.236 / 43 salas 2007 / Primer Plano /  Un novio para mi mujer   1.405.988 / 94 salas 2008 / Disney /  La reconstrucción   98.778 / 42 salas 2013 / Disney /  Fuente: Ultracine


Entrevista con Eduardo Sacheri

Con las palabras de punta De la literatura tenía que venir la influencia del fútbol en el cine. Esa lucha que ya creíamos perdida por filmar ese deporte necesitaba de otros elementos que, como dice Eduardo Sacheri –autor de la novela en que se basa Papeles en el viento y guionista junto a Taratuto–, vienen como incógnitas de la vida antes que de la ficción. Por Maia Debowicz

Tu primer acercamiento al cine fue en 2009, junto a Juan José Campanella. ¿Cómo fue la experiencia de adaptar tu novela con él para filmar El secreto de sus ojos? Fue una experiencia muy buena porque aprendí mucho; estuvo súper interesante y enriquecedor esto de trabajar con un director de cine, sobre todo con uno de la capacidad de Juan. Al mismo tiempo fue muy trabajoso, porque los escritores no estamos acostumbrados a laburar con otros. Los que venimos del lado literario tenemos la costumbre de laburar muy solos, y en el mundo del cine no se labura solo. Entonces es un aprendizaje trabajoso el que tenemos que hacer. ¿Cómo nació la novela Papeles en el viento? Yo la escribí precisamente en simultáneo con lo que fue el suceso de El secreto de sus ojos: en 2009 y en 2010. Fue justo el año en que se estrenó la película, que ganó premios y se convirtió realmente en un éxito. Y mi vida cotidiana se vio afectada por eso: la exposición, las entrevistas, los viajes; para mí fue algo novedoso. Papeles en el viento fue el ancla para sostenerme en mi propia vida, en mi vida de siempre. Por eso es una historia que está anclada en Castelar, que es donde yo vivo y donde me crié; los tipos tienen un poco más de cuarenta años, y su modo de ver el mundo, la amistad y el dolor de la muerte se parece mucho al mío. Esa historia me sirvió para aferrarme a mi propia vida en ese vendaval que significaba el éxito de El secreto de sus ojos. Es la primera vez que trabajás con Taratuto. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Qué modifica-

ciones tuvieron que hacer para trasladar la novela al cine?

cobra protagonismo: la paternidad. ¿A qué se debe ese cambio?

La verdad es que laburamos muy bien. En ese sentido, siento que tuve el privilegio de que se interesaran por mis libros muy buenos tipos. No sé si todos los directores de cine son buena gente, pero Campanella y Taratuto lo son. Entonces con los dos estuvo bueno el trabajo de ponerse de acuerdo, de discutir, de analizar. En el caso de Papeles… lo más complicado fue sintetizar porque es una novela larga y, además, justo es una novela en la que hay una enorme cantidad de flashbacks; son sesenta capítulos en el presente y sesenta flashbacks. No había modo de conservar una estructura tan pendular en la película, entonces hubo que elegir algunos momentos para ir al pasado y para construir, sobre todo, el personaje del Mono.

Yo supongo que lo que va pasando es que todos mis libros responden a algunas preguntas. O intentan responder a preguntas mías, personales, y creo que en el fondo para eso escribo: para responderme provisoriamente esas preguntas. El fútbol me ha servido como una puerta de entrada cotidiana, y aparentemente poco compleja y poco traumática, para hablar de cosas mucho más profundas de ese mismo mundo. Lo que pasa en Papeles en el viento, y sobre todo en Ser feliz era esto, es que no necesito el fútbol, sino que entro directamente a una cuestión muy importante para mí que es la paternidad. Soy padre, me enamora ser padre, y al mismo tiempo me interpela ser padre. Me interesa esto de qué consideramos importante dejar en nuestros hijos: en el caso de Papeles en el viento tiene que ver con qué pasa si no estamos, y en Ser feliz era esto está la cuestión de cómo ser un padre tardío y urgente, como le toca ser a Lucas. Para mí escribir es una forma de contestarme preguntas que nacen en mi vida, no en mi literatura.

¿Qué relación tenés con los actores que construyen los personajes de tus novelas? A mí me gusta mucho estar en el rodaje por si puedo aportar algo en la charla con el director. Por supuesto que converso con los actores y me encanta conocerlos. Y si pinta que ellos saquen el tema de su personaje, me gusta charlar al respecto, pero también me gusta guardar mi lugar. Porque quienes tienen que charlar y ponerse de acuerdo son, sobre todo, el director y los actores, ya que es el director quien los elige y sabe qué les puede pedir y qué necesita que hagan frente a cámara. Por eso trato de pasar lo más desapercibido posible en el rodaje. El fútbol parece ser tu gran tema; sin embargo, en Papeles en el viento y, sobre todo, en Ser feliz era esto, tu última novela, un nuevo tema

Luego de tres experiencias en cine, ¿pensás dirigir películas en un futuro? No me veo dirigiendo porque no sé del asunto y me parece mejor dejárselo a los que sí saben, pero hay una historia que me encantaría poder adaptar, aunque sospecho que debe ser un embrollo conseguir los derechos. Es un cuento de Adolfo Bioy Casares que se llama “Cavar un pozo”, una historia policial que me parece excepcional. Me encantaría tener los derechos para hacer yo la adaptación, y después decirles a alguno de los Juanes, Campanella o Taratuto, que la dirijan.

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Una loca entrevista, de Seth Rogen y Evan Goldberg

Armas de hilaridad masiva La nueva película de la dupla Rogen-Goldberg llega infladísima por conflictos internacionales, amenazas terroristas, hackeos espectaculares y temores nucleares. Lo que finalmente fue es lo que nunca debería haber dejado de ser: una comedia pura, noble y desfachatada, con esas influencias del multigénero ochentero que este sector de la comedia americana hace tiempo viene explo(i)tando. Por Juan Pablo Martínez

Un mono en un bosque tropical La cantidad de problemas que Una loca entrevista, la segunda película del dúo de guionistas formado por Seth Rogen y Evan Goldberg como directores luego de la extraordinaria Este es el fin, tuvo que afrontar –y seguirá afrontando– para finalmente llegar al público bien podrían convertirla alguna vez en una película apasionante: en junio del año pasado, Sony Pictures comenzó a recibir amenazas por parte del Estado norcoreano, que prometía tomar represalias si la película, que narra la historia de dos periodistas a quienes les es asignado asesinar al Líder Supremo de Corea del Norte, llegaba a ser estrenada. Las advertencias siguieron, y esto hizo que Sony Pictures decidiera posponer el estreno de la película del 10 de octubre al 25 de diciembre y tuviera que pedirles algunos cortes a Rogen y Goldberg. El 24 de noviembre ocurrió lo que todos sabemos: un grupo llamado “Guardianes de la Paz” hackeó todas las computadoras de Sony Pictures y distribuyó todo tipo de material: mails que, en ciertos casos, dejaban muy mal parados a determinados directivos de la compañía, nombres en clave de celebridades, números de seguridad social, guiones, archivos con películas completas y unos powerpoints que parecen estar hechos por niños de ocho años en su clase de computación, entre otros terabytes de información. El FBI señaló a Corea del Norte como el principal sospechoso de este espectacular hackeo, pero también se dice que el sistema de seguridad informática de Sony Pictures era tirando a paupérrimo, por lo cual bien podría haber sido llevado a cabo por un par de quinceañeros aburridos. El hecho es que, poco antes de la premiere de la película, empezaron a llegar mensajes de los hackers asegurando que los cines que proyectaran Una loca entrevista recibirían ataques que remitirían a los del 11 de septiembre. Primero se canceló la premiere. Luego, varias cadenas

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de cine se rehusaron a proyectar la película y, finalmente, Sony canceló el estreno en todo el mundo. Esto generó un repudio generalizado por parte de montones de celebridades que consideraban esta cancelación como un ataque contra la libertad de expresión, e incluso Barack Obama dijo que hubiese deseado que hablaran con él antes de tomar semejante decisión. Por un par de días, no se supo bien cuál sería el destino de Una loca entrevista. Incluso Sony en un momento descartó que fuera a estrenarse online, a pesar de varios ofrecimientos que

“es siempre imprudente en sus palabras y sus actos, como un mono en un bosque tropical” (?). Mientras tanto, y remitiendo a ciertos hechos que suceden en la película, un ex propagandista del gobierno norcoreano que logró escapar planea hacer entrar dvds y pendrives con la película a su país mediante globos de hidrógeno. Por supuesto que hay varios escépticos que creen que todo esto fue una movida de marketing de proporciones bíblicas. Puede ser que Sony se haya aprovechado un poco de todo este escándalo, pero resulta bastante dudoso y un

La película trabaja muy bien la ambigüedad del personaje de Kim Jong Un; sabe perfectamente que, más allá de que el tipo sea un psicótico de aquellos, es alguien de apenas 30 años que tiene toda una nación a su cargo, y que está en un lugar en el que tal vez preferiría no estar. incluyeron al mismísimo Paulo Coelho, quien propuso comprar los derechos de la película y publicarla en su blog para que fuera vista de forma gratuita. Finalmente, el 24 de diciembre, la película apareció en varios sitios de streaming pago como YouTube y Google Play pero, por error, se les dio a los usuarios la posibilidad de bajar la película, lo cual hizo que en instantes apareciera en plataformas ilegales de todo tipo. Y el 25 de diciembre, o sea, en la fecha de estreno estipulada, la película se exhibió en unas trescientas salas de Estados Unidos, lo cual para nosotros sería muchísimo pero en estándares americanos constituyó un “estreno limitado”. Dos días después, la Comisión Nacional de Defensa de Corea del Norte emitió un comunicado (que bien podría ser una línea de diálogo de Una loca entrevista) en el que culpaba a Obama de haber obligado a Sony a distribuir la película y decía que el presidente de los Estados Unidos

tanto ingenuo pensar que van a humillarse de la manera en que lo hicieron cuando todo el contenido de sus computadoras salió a la luz por una comedia de Seth Rogen. Además, en sus primeros once días de circulación, la película recaudó solo 5 millones de dólares, poco más del 10% de su costo. Es claro que no estamos hablando de un batacazo de taquilla sino todo lo contrario.

Nene, sos un fuego artificial Lo que más llama la atención al ver Una loca entrevista es el hecho de que todo esto que se cuenta aquí arriba haya ocurrido por una película como esta. Con esto no quiero decir que se trate de una mala película como varios vienen diciendo –algunos con argumentos válidos, otros con disparates contenidistas conspiranoides que dejan totalmente de lado cualquier discusión sobre cine–, sino que es una película que, en buena parte


de su metraje, adopta un tono menor que es la antítesis del delirio desenfrenado que había sido Este es el fin. Sí, empieza con una niña norcoreana cantando una canción –que remite al himno de Alemania del Este de Top Secret!– en la que afirma que le llenaría su corazoncito de alegría que las mujeres estadounidenses fueran violadas por “las bestias de la selva” mientras sus hijos son obligados a mirar. Pero esto no es Team America, aquella obra maestra de Trey Parker y Matt Stone que, disfrazándose de una action romp de derecha producida por Jerry Bruckheimer y dirigida por Michael Bay, se cargaba a todo el planeta y especialmente a Kim Jong Il a fuerza de la más extrema de las parodias. Hasta su última media hora, Una loca entrevista tiene un tono más bien amable. La amistad que se forma entre Dave Skylark (James Franco) y Kim Jong Un (Randall Park) es lo mejor que tiene la película, porque trabaja montones de capas de forma brillante. Lo primero que suele decirse de Una loca entrevista es que es “una estupidez”, pero es en esta subtrama donde más demuestra que es exactamente lo contrario: la película trabaja muy bien la ambigüedad del personaje de Kim Jong Un; sabe perfectamente que, más allá de que el tipo sea un psicótico de aquellos, es alguien de apenas 30 años que tiene toda una nación a su cargo, y que está en un lugar en el que tal vez preferiría no estar. Si bien es claro que hay un alto grado de manipulación de su parte hacia Dave, también se nota lo mucho que disfruta de su compañía (y

viceversa), y cómo lo emociona el hecho de que este le diga que está todo bien con que le gusten las margaritas y la canción “Firework” de Katy Perry. Es por lo menos extraño que una película cuyo supuesto objetivo es ridiculizar a un líder lo humanice de esta manera. Rogen y Goldberg cuentan que, en un principio, la película iba a tener de villano a Kim Yong Il pero que, cuando Kim Yong Un llegó al poder, notaron que los apasionaba más el hecho de que el nuevo líder tuviera una edad más cercana a la de ellos. Esa empatía se ve en todo momento en la película; no se trata de un villano unidimensional. Claro que de ninguna manera se trata de una defensa del dictador norcoreano, pero sí se nota que Rogen y Goldberg lo entienden. Es verdad que la película tiene ciertos tropezones, ciertas escenas que no están del todo bien resueltas, y es claramente la menos redonda de las dos películas dirigidas por Rogen y Goldberg. Por alguna extraña razón, en este caso no son ellos quienes firman el guion sino Dan Sterling (quien ha escrito en programas de TV como South Park, Los reyes de la colina, The Office y The Sarah Silverman Program), a partir de una idea de los tres. Eso se ve reflejado en la película, ya que por momentos se extrañan las líneas de diálogo perfectas que suele escribir el dúo. Además, y esto también resulta extraño, esa química que tan bien funciona entre James Franco (en una actuación extraordinaria; tal vez la mejor de su carrera) y Randall Park no funciona tanto entre Franco y Rogen,

quienes habían tenido una química perfecta en la excelente Pineapple Express. Encima, aquí Rogen elige quedar en un segundo plano que por momentos no le sienta demasiado bien, y su personaje se resiente un poco. Pero toda falencia que pueda tener la película desaparece por completo en su maravilloso último acto: la escena de la entrevista está resuelta con maestría y a puro suspenso, y luego, cuando el film deviene en película de acción ochentosa con altas dosis de gore e irresponsabilidad, Rogen y Goldberg terminan de confirmar aquello que lograba verse en aquella ensalada de géneros que era Este es el fin: que no solo son grandes directores de comedia, sino que pueden con cualquier género. Los tiroteos y las persecuciones que vemos en los últimos minutos de Una loca entrevista están hermosamente filmados: se nota claramente que Rogen y Goldberg entienden los géneros y sus reglas y saben perfectamente cómo jugar con ellos. Y así, dejan completamente de lado ese tono menor que la película había tenido hasta ese momento y se desatan en una orgía de tiros, explosiones, dedos arrancados a mordiscones, muertes épicas y una felicidad de esas que solemos encontrar en las películas más “cabeza” de gente como Chuck Norris. Una loca entrevista Seth Rogen y Evan Goldberg Estreno: Sin confirmación. 2014 / Estados Unidos / 112 minutos UIP

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Foxcatcher, de Bennet Miller

Los hombres no lloran Bennet Miller, el director de Capote y El juego de la fortuna, vuelve con Foxcatcher, film con el que ganó el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes. Otra vez una película deportiva, otra vez un biopic, y otra vez la mirada reposada sobre la fragilidad de los hombres. Por Maia Debowicz

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l cine de Bennet Miller no se compone de polleras y lápices labiales sino de testosterona. Las películas del cineasta estadounidense retratan un orbe de hombres manipuladores que quieren alcanzar el éxito sin importar los medios y las consecuencias. Sus dos ficciones anteriores basadas en historias reales, Capote (2005) y El juego de la fortuna (2011), no ponen el foco en la fortaleza y la virilidad de los hombres protagonistas, sino en su inmensa fragilidad. Una fragilidad que amenaza con quebrar los huesos de los objetivos que tanto los desvelan. Foxcatcher, la película por la que Bennet Miller ganó el premio a Mejor Director en el 67º Festival de Cannes, repite esas mismas características, pero hay algo que la diferencia de sus trabajos anteriores: si bien los tres largometrajes son biopics, Foxcatcher tiene un guion original, mientras que Capote y El juego de la fortuna son adaptaciones literarias. Un artículo de un diario que relataba un hecho fatal sucedido el 26 de enero de 1996 fue el motor principal para que Miller comenzara a moldear la historia. Con un tono que chapotea en la tragedia shakespeareana, Foxcatcher narra los caprichos de un millonario, el poderoso John Du Pont (Steve Carell), y las necesidades de dos hermanos deportistas: Mark Schultz (Channing Tatum) y Dave Schultz (Mark Ruffalo). Las debilidades de los tres machos forman un triángulo de agua podrida en el que ninguno podrá hacer pie. En los primeros minutos de metraje, los más valiosos de la película, se encuentra el eje fundamental del relato: Mark sufre porque se siente inferior a su hermano mayor. La extrema luz de Dave proyecta una sombra infinita sobre el cuerpo de Mark. La relación entre ellos se refleja cuando entrenan: mientras que Dave le pregunta con preocupación y ternura cómo

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está, Dave solo quiere luchar con él. Mejor dicho, contra él; porque, a diferencia de Dave, solo puede expresar lo que siente a través de la fuerza bruta, en una competencia por una medalla de oro o en la intimidad de un cuarto de hotel. A pesar de que es una película sobre un deporte, Foxcatcher está mucho más cerca de Capote que de El juego de la fortuna. En principio, porque el guionista de la primera ficción de Miller, Dan Futterman, es uno de los dos guionistas de Foxcatcher. Ambas películas se obsesionan con la inaccesibilidad emocional de las personas retratadas, como si fueran esos juegos de alambre tan complejos de desenredar. Entonces lo que no se dice es mucho más relevante que lo que sucede en el plano. El problema es que esa búsqueda de sutileza en Foxcatcher no funciona porque no hay un personaje principal como en Capote, sino tres. Solo Dave, gracias a la excelente interpretación de Mark Ruffalo, logra tener una estructura sólida y vital; los otros dos personajes nunca terminan de cimentarse en pantalla. En parte por el constante cambio de punto de vista, que impide que terminemos de conocer a cada uno de ellos. Y es que Foxcatcher, para bien y para mal, es una película muy física, y por momentos se queda en la superficialidad de la piel que recubre los sentimientos de esos hombres, sin animarse a atravesar sus músculos para abrir los órganos y descubrir qué es lo que guardan ahí adentro. En vez de diseccionar el corazón y el cerebro de los personajes, Miller se distrae (y nos distrae) con la transformación facial de Steve Carell: kilos y kilos de goma para borrar al actor de comedia. El resultado es demasiado caricaturesco, al igual que lo que ocurre en la olvidable Hitchcock. Para interpretar a Du Pont, Carell estudió los documentales que el

mismo millonario mandaba a filmar. Una ficción basada en una ficción, porque Du Pont, la persona, crea un personaje para la cámara; el personaje que él necesita creer que es. Quizás esa sea la razón por la cual la actuación de Carell es tan pomposa e inverosímil y se queda a medio camino entre la persona y el personaje. Ruffalo y Tatum, en cambio, trabajaron junto a protagonistas reales de la dramática historia (Mark y Nancy Schultz), quienes los ayudaron a comprender a esos personajes para lograr una mejor construcción. Una de las cosas más extrañas de la película es el tagline: “Basada en la historia real”. En la conferencia de prensa del 67º Festival de Cannes, Miller agrandó ese “la” cuando aseguró que su mirada es objetiva: “No hay una parada política ni moral en Foxcatcher”, agregó el director. Ya lo decía Fernando Robles (Federico Luppi) en Lugares comunes: “Objetivos son los objetos”. Pensar la ficción como un documental de observación en el que, supuestamente, la opinión del director no interviene es uno de los mayores defectos de Miller, porque el cine siempre es representación, y en esa representación se refleja la mirada que tiene el cineasta sobre el mundo. Seguramente ese sea el motivo que lo lleva a filmar siempre biopics, un subgénero en el que la construcción de personajes es bastante delicada. Las bellísimas secuencias de lucha libre coreografiadas por Jesse Jantzen, aquellas en las que solo los cuerpos hablan, son las que vislumbran el tesoro de Foxcatcher. El único de toda la película. Foxcatcher Bennett Miller Estreno: 8 de enero 2014 / Estados Unidos / 134 minutos UIP Podrá verse en 27 salas.


Biopics con deportes

Sudar, sudar El deporte y el cine se basan sobre dos pilares que los une en su esencia: el movimiento y el tiempo. Tal vez por eso tantos exponentes de este género den la sensación de ser películas completas; sobre todo si les sumamos heroísmo, redención, compañerismo y superación. Al biopic deportivo, además, hay que sumarle historias reales. Y, como se dice, la realidad es la materia prima del cine. Por M. D.

“C

reo que las películas de deportes deben construirse de una manera visceral, que genere identificación; una cualidad épica, a todo o nada, de redención. Cuando están bien hechas, pueden ser una experiencia cinematográfica realmente conmovedora”, dijo una vez Shawn Levy, quien nos obsequió, para remediar varias películas fallidas, un hermoso largometraje de combates entre robots: Gigantes de acero. A continuación, les ofrecemos una lista con cinco películas de deporte basadas en historias reales que no solo nos emocionaron, sino que hasta nos dieron ganas de aceitar los músculos.

El estigma del arroyo Robert Wise (1956) El padre de todas las películas de boxeo de los setenta y ochenta (Rocky, Toro salvaje, etcétera) es El estigma del arroyo. Basada en la autobiografía de Rocky Graciano, el largometraje número veintidós de Wise narra cómo Rocky Barbella (Paul Newman), un joven que vacacionaba sin cesar en reformatorios y cárceles, se convierte en campeón de peso medio. El secreto del boxeador italiano para derribar a su rival no es tanto su técnica como la furia que vomita su cuerpo. “No creo que vayas a tener un gran estilo como otros chicos, pero los tumbarías a todos. Porque tienes algo dentro tuyo que los demás nunca tendrán, por mucho que les enseñe: odio”, le dice un entrenador militar para alentarlo a unirse al grupo de boxeadores. Su puño derecho lanza truenos y relámpagos, haciendo de una pelea una tormenta perfecta. Pero, cuando gana, Rocky dibuja un arco iris con colores fosforescentes en el cielo de su barrio neoyorquino, y convierte las nubes negras de su odio en poderosos rayos de sol.

Match en el infierno Zoltán Fábri (1962) Al igual que The Jericho Mile, esta película húngara une el encierro con el deporte. Para celebrar el onomástico de Hitler, un grupo de alemanes organizan en 1944, en un campo de Tavasza, un partido de fútbol entre alemanes y prisioneros de guerra con tribunas y palco. Match en el infierno, largometraje que inspiró a Houston para filmar Escape a la victoria, representa con ética y secuencias épicas el famoso “partido de la muerte”, en el que el equipo que jugó contra los alemanes fue fusilado en medio de la cancha al finalizar el segundo tiempo. A cambio de que los prisioneros pierdan, los guardias les ofrecen una mejor calidad de vida en cautiverio. Pero la posibilidad de saberse, por una sola vez, más fuertes y grandes que los nazis los envuelve para que puedan alzar la bandera del orgullo y la dignidad. Uno de los partidos más heroicos del mundo: de la ficción y de la vida real.

The Jericho Mile Michael Mann (1979) El deseo más profundo de cualquier preso es alcanzar la libertad. Sin embargo, a Larry “Rain” Murphy (Peter Strauss) el único objetivo que lo mantiene en pie es llegar a las Olimpiadas. El telefilm de Mann, coescrito con Patrick J. Nolan, nos encierra en la cárcel de Folsom con internos reales para correr dando vueltas como un trompo junto al primer personaje masculino de ficción del cineasta estadounidense. En el atletismo, el deportista debe competir contra sí mismo, ya que tiene que exigirse lo máximo posible para conseguir esa marca perfecta. La fotografía de Rexford L. Metz refleja con sutileza los estados de ánimo de este personaje condenado a cadena perpetua, quien puede derribar los barrotes cuando se transforma en el Correcaminos para escaparse del Coyote que lleva dentro.

Milagro Gavin O’Connor (2004) La ópera prima del estadounidense Gavin O’Connor, director de Código de familia (2008), disfraza a Kurt Russell de Herb Brooks para narrar cómo este ex jugador entrenó al equipo de hockey sobre hielo (interpretado por un elenco con atletas auténticos) imitando la estrategia soviética. Contra viento y marea, el entrenador lucha para traer la medalla en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980, buscando la gloria que nunca obtuvo cuando era él quien llevaba puestos los patines. Con una selección de jugadores rebeldes que desconfían de su táctica, deberá convencer a cada uno de ellos de que Estados Unidos pierde porque todos son estrellas brillantes que juegan individualmente. La fórmula para acariciar el triunfo se esconde, como explican los soviéticos en la cancha, aprendiendo a jugar en equipo.

El arte de la guerra Wong Kar-wai (2013) A diferencia de The Jericho Mile y Milagro, El arte de la guerra no busca el realismo en la construcción de la historia, sino el artificio, como la mayoría de los trabajos de Wong Kar-wai. La décima película del director hongkonés relata un período de la vida del maestro de kung fu Ip Man, del que Bruce Lee fue discípulo. El estético despliegue de las peleas de artes marciales terrenales y aéreas, en las que los personajes no solo luchan con su cuerpo sino también con su lengua, es tan hipnótico que achica totalmente los defectos del relato. Mérito del maravilloso Yuen Woo-ping, el hombre que diseñó los combates de Matrix y Kill Bill.

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Birdman, de Alejandro González Iñárritu, y Whiplash, de Damien Chazelle

Arte bah Birdman y Whiplash son dos de las películas indies que prometen llevarse varios premios esta temporada. Ambas retratan la relación del artista con su medio y con el oficio que los mueve. Y ambas parecen ser un espejo inconsciente de la superficialidad de sus directores y de un cine desesperado por obtener reconocimiento. Por Marcelo Alderete

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ás allá de que son dos de los títulos más repetidos durante la temporada de entrega de premios (el momento en que la crítica y la prensa de espectáculos de Estados Unidos se transforman en una serie de interminables eventos y triunfales anuncios), Birdman y Whiplash también comparten la idea del arte como un campo de batalla y superación personal, una idea que sus respectivos realizadores parecen tener sobre el cine. Pero vayamos por partes.

Iñárritu: el mexicano universal Desde sus comienzos con Amores perros (2000), la fama de Alejandro Iñárritu no dejó de crecer. Su “prestigio” también, pero ese es un tema muy lar-

go para discutir ahora. Dicha ópera prima le bastó para ingresar a la liga de los grandes nombres y, la carrera lo exige, transformarse en un director norteamericano, lo que hoy en día quiere decir un director universal. Un autor con mayúsculas (en todos y los peores sentidos), siempre dispuesto a dar cuenta de los males que acosan a un mundo cada vez más globalizado, y que basa su cine en la truculencia y la crueldad absoluta hacia sus personajes, la mayoría de las veces, marionetas del destino. Es decir, marionetas de Iñárritu. Birdman, hay que reconocerlo (aunque esto signifique poco), es la mejor película –y por mucho– de Iñárritu. Su trama repite una constante del cine independiente de Estados Unidos: la historia de un personaje que supo conocer tiempos mejores (un

Birdman

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has been) y su oportunidad de redimirse (la palabra “redención” parece también un invento marca USA y no solo perteneciente al mundo del cine). El mejor chiste del guion es el de haber elegido como protagonista a Michael Keaton, quien interpreta a un actor que en sus años jóvenes supo darle vida a un superhéroe –los parecidos con la realidad son tan obvios que mejor dejarlos de lado– llamado Birdman, al cual en algún momento dejó de interpretar, lo que provocó el estancamiento de su carrera. La vuelta a “las luces del centro” será de la mano de una adaptación teatral que el mismo actor se encargará de dirigir (basada en textos de Raymond Carver, ¿por qué no?; el único motivo por el cual Iñárritu no adaptó a este autor es, seguramente, porque ya lo hizo Robert Altman: Shortcuts es Iñárritu antes de Iñárritu). A partir de aquí, durante los preparativos de la obra teatral, los problemas personales se cruzarán con los profesionales, mientras se acerca la inevitable noche de estreno. La película, básicamente, se mueve en un género conocido, aquel que se encarga de mostrar el detrás de las bambalinas del teatro, y cuyos exponentes van desde Opening Night (1977) a Detrás del telón (Noises Off , 1992), por citar solo dos grandes películas. Pero Iñárritu es un autor demasiado consciente de su importancia, alguien que nunca dejaría que la trama de su película esté por encima de sus ideas, ya sean del cine o del arte. No como algo que se desprende naturalmente de la historia, sino como un remarcado constante (en este aspecto se trata de un director anti cine clásico), sus “obras” siempre tienen que hablar de otra cosa. Algo que, en el fondo, no sería tan grave si no fuera porque aquí (y en toda su carrera) el trazo es grueso y solemne. En este caso, el enfrentamiento entre el arte verdadero y el comercial. Pensar hoy en día que una película protagonizada por estrellas de Hollywood puede decir algo sobre el arte es tan inexplicable como los poderes telequinéticos (imaginarios o no) del protagonista. La ausencia de accidentes reveladores de verdades universales, muertes abyectas y demás constantes en la obra del autor, sumado a la gracia de sus actores y de algunas situaciones, transforman a Birdman en la película más disfrutable de Iñárritu, más allá de su final abierto (¿y


new age?) y la pelea de superhéroes de pacotilla filmada en cámara lenta. Me pregunto qué opinará Joss Whedon de Birdman.

Chazelle: el mejor de la clase La ópera prima de Damien Chazelle es la poco vista Guy and Madeleine on a Park Bench (2009), una pequeña película, en el mejor de los sentidos, con todo lo bueno y lo malo que suelen tener las películas de ese género llamado “cine independiente norteamericano”. Su trama contaba, en blanco y negro, la inevitable historia de amor de la pareja del título. El jazz también ocupaba un lugar de importancia. La película, en su búsqueda de trasladar los ritmos del jazz a sus imágenes, se volvía tan despareja como encantadora. Sus aciertos eran los que se desprendían del amor de su director (también responsable de la fotografía) por sus personajes y sus gustos personales. Algo de esto permanece en Whiplash, aunque es utilizado de otra manera. Si Guy and Madeleine… parecía la obra de un joven amateur y talentoso, Whiplash funciona como la carta de presentación de un profesional consumado, dispuesto a todo por lograr el éxito. Lo que sea que esto signifique cuando hablamos de cine. Whiplash es un máquina perfecta y calculada hasta el milímetro. No hay nada en su historia (ni en su forma) que parezca librado al azar; incluso su origen previo como cortometraje, pensado solo para conseguir dinero y llegar así al largometraje. Uno que triunfó en Sundance (cuna y foco de varios de los males del cine norteamericano actual) y más tarde en Cannes (en la cada vez menos prestigiosa e inentendible Quinzaine des Réalisateurs). Whiplash funciona, de una manera extraña, como una nueva versión de Karate Kid dirigida por Michel Haneke. Al terminar de ver la película, uno se encuentra con deseos de tocar la batería, hacer air drumming o, al menos, bajarse un disco de Buddy Rich. Sin embargo, aquí el coming of age

Whiplash

Sangre, sudor y lágrimas Tanto Whiplash como Birdman tienen como protagonistas a artistas. En un caso, alguien que ya conoció la gloria, y en el otro, alguien que ansía lograrla, y para eso debe transformarse en el mejor en lo suyo. En ambos casos, la consagración artística va ligada de la mano con la superación de problemas personales, siempre asociados en el cine con el crecimiento social y, de paso, el económico. Parece tratarse de artistas que no aman su arte, sino el lugar que la ejecución de ese arte les brinda

En su insistencia en mostrarse como autores, Chazelle e Iñárritu transforman sus películas en productos perfectos para ser vendidos como arte, en un mundo que solo parece consumir films predigeridos, continuaciones de éxitos previos o agotadoras franquicias que parecen no terminar nunca. y la historia de iniciación se transforman en un juego cruel en el cual los personajes se vuelven (a puro golpe de guion) más y más ruines hasta un final en el que un enérgico tour de force medirá la paciencia de los espectadores. A diferencia de lo que ocurría con la ópera prima de Chazelle, aquí todo parece responder a un guion efectista y a las actuaciones consagratorias del dúo de protagonistas (hay que reconocer que la performance de J.K. Simmons es realmente divertida y seguramente se llevará el preciado Oscar). A partir de aquí, la carrera de Chazelle en Hollywood está garantizada. Su próxima película lleva el título de La La Land, y su protagonista es la bella Emma Watson. Nada mal para un joven que inició su carrera con una película en blanco y negro filmada durante los fines de semana.

dentro de la sociedad o, al menos, dentro del grupo de artistas al que pertenecen o quieren pertenecer. En sus respectivas búsquedas por mostrarse como obras artísticas que escapan al cine comercial que domina las carteleras actuales (en todo el mundo), ambos títulos se transforman en películas tan artificiales como cualquiera de los productos salidos del universo Marvel. Nunca sabremos si el profesor de Whiplash esconde tras su actitud un verdadero deseo de que sus alumnos se superen (tampoco sobre el verdadero talento de su “protegido”) o si son simplemente las psicópatas elucubraciones dignas de un Maquiavelo, ya que el guion lo hace parecer un verdadero villano salido de la más ramplona historieta. Y algo similar ocurre con el personaje interpretado por Keaton en Birdman (¿serán buenas las películas de la saga de este héroe imaginario?),

un actor que quizás realmente se trate de un superhéroe (o superhombre; al fin de cuentas, ¿no es eso lo que piensan los actores de ellos mismos?) caído en desgracia, y de ahí su extraño poder de mover objetos. Algo que solo puede ocurrir en la cabeza de su protagonista, o no. Es una idea común confundir el “todo vale” con la ambigüedad. En su insistencia en mostrarse como autores, Chazelle e Iñárritu transforman sus películas en productos perfectos para ser vendidos como arte, en un mundo que solo parece consumir films predigeridos, continuaciones de éxitos previos o agotadoras franquicias que parecen no terminar nunca. El problema, si es que existe uno, es pensar que el éxito de estos dos títulos demuestra que este tipo de cine es uno de los caminos viables para futuros cineastas. El triunfo artístico como logro profesional y social. En otras épocas, ya olvidadas por el tiempo, el cine supo ser un trabajo realizado por empleados competentes y, en los mejores casos, enamorados y conocedores de su oficio. En ese momento el cine produjo algunas de sus mejores obras y filmografías. Pedir la vuelta a esos tiempos sería un gesto tan nostálgico como conservador y, seguramente, un camino imposible de desandar. A este callejón sin salida se enfrenta el cine de hoy: entre artistas que profesionalizaron su talento y profesionales que ejercen su arte por un sueldo. Aunque, pensándolo bien, al cine no le importa nada de esto y seguirá apareciendo por los lugares más insólitos e inesperados. En cuentagotas, quizás, pero todavía vivo. Whiplash: Música y obsesión Damien Chazelle Estreno: 22 de enero 2014 / Estados Unidos / 107 minutos UIP

Birdman Alejandro González Iñárritu Estreno: 12 de febrero 2014 / Estados Unidos / 119 minutos Fox Podrá verse en 70 salas (aprox).

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Sobre St. Vincent y Bill Murray

La leyenda del Santo Bebedor Muchas veces se lo quiere sacar a Bill Murray de su rol clásico de comediante porque se supone que el actor dramático es mejor. Sin embargo, Murray logró lo que los mejores comediantes pueden hacer: ser actores autores. Esa mezcla entre perdedor y ganador, esa soledad, ese hastío es su marca. St.Vincent es su vuelta al protagónico, y parece haber sido diseñada para él. Por Andrés Nazarala R.

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Bill Murray le quedan bien los papeles protagónicos hechos a medida, esos que parecieran haber sido escritos únicamente para su lucimiento. Como el de St. Vincent, comedia dramática que no sería lo mismo sin su presencia. Y el director Theodore Melfi (Winding Roads) lo sabe: parece fascinado con los alcances de su singular y característica inexpresividad y se da el gusto de ponerlo a cantar frente a la cámara “Shelter from the Storm”, de Bob Dylan, mientras corren los créditos finales. Porque sí. Solo porque es Bill Murray. Y es lógico preguntarse cómo habría sido esta película de estructuras probadas y buenas intenciones si hubiese contado con un intérprete menos hábil para apagar clichés con altas dosis de laconismo. Es que, al igual que Terry Zwigoff en Bad Santa (2007), Melfi juega irónicamente con los límites de la comedia familiar para

de choques (y, por supuesto, gags humorísticos que funcionan), aprenderán a aceptarse. St. Vincent se impone así como una pequeña fábula sobre la tolerancia, sazonada con un puñado de buenos personajes secundarios; entre ellos, Naomi Watts como una stripper rusa y el irlandés Chris O’Dowd haciendo de cura. Pero obviamente la estrella es aquí un Bill Murray tan parco como gracioso que se reserva las mejores líneas. Discutiendo en la barra de un bar, fumando mientras tiene sexo con una prostituta, bailando Jefferson Airplane frente a una rockola o desplazándose por las calles de Nueva York como un zombi alcoholizado, Murray nos lleva a pensar en el hosco Charles Bukowski o en la imagen que han difundido de él documentales como Born into This (John Dullaghan, 2003). Nada raro, teniendo en cuenta que el actor ya interpretó a otro ícono contracultural

En St. Vincent, Melfi instala el telón contracultural pero no está particularmente interesado en mostrar denuncias sino relaciones improbables y emociones reservadas para el acto final. narrar cómo un tipo misántropo recupera la humanidad gracias a un niño. Se trata de Vincent, un excombatiente de Vietnam borracho, endeudado y malhumorado que se convertirá en el babysitter accidental de su pequeño vecino (Jaeden Lieberher, revelación de once años que, afortunadamente, esquiva los clásicos lugares comunes de los infantes de Hollywood). Su madre –una Melissa McCarthy alejada del histrionismo exuberante al que no tiene acostumbrados– trabaja todo el día como enfermera y no tiene mucho tiempo para él. El foco estará puesto, entonces, en estos dos personajes solitarios y dejados de lado que, a fuerza

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estadounidense, Hunter S. Thompson, en Where the Buffalo Roam (Art Linson, 1980), pasando los controles de seguridad de Hollywood para infiltrar pequeñas dosis de disidencia. Lo de ahora esconde la misma clase de heroísmo combativo y desesperado. Vincent sobrevive a duras penas –y con los puños en alto– en la trastienda del sueño americano, lidiando con la gran paradoja de haber servido a su país en la guerra. Es otro white trash con saldo negativo en su cuenta corriente, un marginado más en la ciudad de los emperadores financieros. Melfi instala el telón contracultural pero no está particularmente interesado en mostrar denun-

cias sino relaciones improbables y emociones reservadas para el acto final. Porque St. Vincent es una película con el corazón bien puesto, una historia agridulce sobre soledades cruzadas y mártires anónimos que esconden su santidad detrás de un evidente desencanto.

(Don’t) Kill Bill Dejemos afuera el cameo de Bill Murray en The Rutles (1978), esa incombustible sátira a Los Beatles que reunió a integrantes de Monty Python y Saturday Night Live. O su actuación en Los Cazafantasmas (1984), parodiada por él mismo años más tarde en Tierra de zombies (2009). Descontemos los inmensos secundarios que ofreció en películas como Tootsie (Sydney Pollack, 1982), Ed Wood (Tim Burton, 1994) o Los excéntricos Tenenbaum (Wes Anderson, 2001), o su incursión en títulos olvidables como Meatballs (Ivan Reitman, 1979) y Space Jam (Joe Pytka, 1996). Y, por supuesto, su extenso trabajo para TV (especialmente Saturday Night Live) como parte de una de las generaciones más aventajadas dentro de la comedia televisiva estadounidense, junto a malogradas leyendas como John Belushi y Gilda Radner. Consideremos, entonces, solo algunas de las películas en las que ha brillado como protagonista, explotando su particular carisma y las sutiles gradaciones que puede tener el laconismo. Convengamos en que no es fácil interpretar al vicioso e impredecible periodista Hunter S. Thompson, menos cuando él mismo anda merodeando por el set con una pistola y una considerable cantidad de litros de alcohol en el cuerpo. Eso ocurrió durante el rodaje de Where the Buffalo Roam, probablemente la primera gran prueba de fuego para Murray en el mundo del cine. Una película que se debilitó con el tiempo –fue opacada por la alucinada Pánico y locura en Las Vegas (1998), de Terry Gilliam–, y que tomó inspiración de un artículo escrito para la


revista Rolling Stone que funciona como obituario de Oscar Zeta Acosta, abogado y compañero de aventuras lisérgicas de Thompson desaparecido misteriosamente en 1974. La película fue un rotundo fracaso comercial que llevó al mismísimo retratado a despotricar contra el guion (lo definió como “malo, tonto y de bajo nivel”). Murray, sin embargo, está muy bien en su réplica del periodista desde el movimiento físico, como si fuese un Buster Keaton en ácido. En El pelotón chiflado (1981) –su segunda colaboración con Reitman después de Meatballs– ya comenzaría a cocinar su gran especialidad: los perdedores con encanto que se mofan del sistema. Su John Winger es un tipo que de golpe pierde laburo, coche y novia, lo que lo lleva a enlistarse en el ejército. Y, bueno, fiel al manual de la comedia ochentera, lo que viene es una sucesión de gags humorísticos, la inevitable redención al final del metraje y la confirmación de Murray como un comediante nato. Llevando a Charles Dickens a los territorios de la risa, el gran Richard Donner lo dirigiría más tarde en Scrooged (1988). Ahí interpreta a un banal ejecutivo de televisión que es confrontado por los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras para recordarle, básicamente, que es un mal tipo. Si en esa película su personaje está atrapado por el ego y la avaricia, en la

inolvidable Hechizo del tiempo (1993) el encarcelamiento será aún mayor: Phil está condenado a vivir el mismo día una y otra vez. Una brillante parodia de la vida moderna que no ha perdido eficacia con el paso del tiempo y que figura desde entonces en todas las listas de películas de culto (lo que sea que eso signifique) que se publican de tanto en tanto. Cinco años más tarde iniciaría su fructífera relación con Wes Anderson gracias a Rushmore (1998), singular comedia en la que se deja bigotes para interpretar a un padre millonario que disputa con un adolescente (Jason Schwartzman) el amor de una atractiva profesora (Olivia Williams). Un gran paso hacia la excentricidad. Perdidos en Tokio (2003), de Sofía Coppola, marca probablemente un antes y un después en la carrera de Bill Murray. Confrontado ahora a la comezón de la mediana edad (tenía 53 años cuando la hizo), acentuó su inexpresividad –esa poker face que combinaría muy bien con el cine de Aki Kaurismäki– para, de alguna manera, interpretarse a sí mismo: un actor en crisis que, en medio de la soledad sobrepoblada de Tokio, estrecha lazos con una chica abandonada (Scarlett Johansson). Sin dejar de ser cómico, Murray ofrece el personaje más taciturno de su carrera, y nos invita a explorar la compleja geografía de su rostro, un mapa lleno de grietas y vivencias

con el que John Cassavettes o Andy Warhol (por nombrar a dos maestros del primer plano) hubiesen delirado. Murray no perdió melancolía en su siguiente papel: el oceanógrafo Steve Zissou en la curiosa La vida acuática (2004), de Wes Anderson. Un personaje moldeado a imagen y semejanza de Jacques Cousteau, ese abnegado explorador del mar que pareciera haberse hundido en las profundidades del olvido. Terminamos el recuento con una unión sospechada y acaso inevitable: la de Murray con Jim Jarmusch. Un vínculo que comenzó con uno de los cortos para Coffee and Cigarettes (2003) pero se potenció en Flores rotas (2005), road movie emocional protagonizada por un mujeriego que va en busca de sus antiguas amantes con el fin de corroborar sus sospechas de paternidad (“desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud”, decía un tango de Cadícamo). Es la soledad de Don Juan, coronada por un final en el que el actor nos dice todo sin mover un músculo de su cara. Murray aseguró en su momento que Flores rotas iba a ser su última película porque no sería capaz de superar su actuación. Afortunadamente, traicionó su palabra. Gracias, Bill. St. Vincent Theodore Melfi Estreno: 5 de febrero 2014 / Estados Unidos / 102 minutos Distribution Company

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Sobre Hirokazu Koreeda

Más acá de la vida Un tema recurrente en las películas de Hirokazu Koreeda es lo que pasa después de la muerte. Pero, más que nada, lo que pasa para los que todavía están vivos. De tal padre, tal hijo no es la excepción: otra vez la ausencia de los seres queridos y las distintas formas de convivir con eso. Por Diego Maté

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uando mueren, las personas van a dar a un edificio grande y de- riosa que conmueve la existencia de los jóvenes protagonistas. La película rruido. Llegan en contingentes variables, siempre los lunes a la puede fijarse en las reacciones físicas de los chicos y en la forma en la que mañana. Allí son recibidas y atendidas por empleados del lugar lidian con la situación sin apelar a la lástima o a los subrayados: la vida que, con paciencia y amabilidad, les explican la situación: acaban de morir, continúa a pesar de todo, entre juegos, peleas y cálculos matemáticos para y en los próximos tres días tienen que elegir un momento de su vida, cual- comprar la comida y pagar las cuentas. La actuación del cuarteto es fresca quiera, en el que hayan sido felices, para llevarse al Más Allá como única y luminosa, como si ninguno de ellos tuviera un equipo de filmación adeprenda de su paso por el mundo. Durante los días siguientes, el equipo del lante; las risas y los chistes que captura la cámara hacen acordar a Truffaut. lugar filmará el recuerdo de cada uno con la mayor fidelidad posible. El Por su parte, el título expresa a la perfección la premisa de las películas domingo todos se reunirán en el microcine y verán los cortos, para luego de Koreeda: se parte de un interrogante que funciona como guía, como una flecha que traza un recorrido, siempre sin certezas ni seguridades de desaparecer con esas imágenes como su única y eterna compañía. La historia de After Life es hermosa por muchos motivos, pero muy espe- ninguna clase. cialmente por la manera en la que entiende el cine: cada corto realizado Un día en familia señala un giro importante en el cine del director: de la es una artesanía pequeña y frágil en la que los trabajadores del lugar (una forma contemporánea y libérrima que estructuraba sus películas se pasa suerte de empleados estatales sobreexplotados) vuelcan toda su creatividad a las coordenadas del género. El director opta por la fórmula de un drama y empeño. Cada problema demanda una solución igualmente ingeniosa, ca- familiar atemperado y no exento de algunas dosis de comedia para narrar la da detalle del recuerdo es reconstruido con el mayor de los cuidados. Los reunión anual que celebra una familia que conmemora el fallecimiento de recién fallecidos son consultados acerca de cuestiones particulares como uno de sus hijos. Tanto la altura y la morosidad de los planos como el tono si se tratara de directores de cine consumados; cuando el sábado van a co- contenido y las imágenes de espacios vacíos recuerdan inmediatamente al nocer el set, cada uno explica, corrige y se asombra con lo hecho. El cine cine de Ozu. Koreeda demuestra que puede trabajar sin problemas dentro es una aventura de la gente común, el triunfo de la memoria cuando se alía del marco de un género tradicional, sin cejar en su empeño por retratar el con el oficio de la técnica. duelo. Las rivalidades, reproches y pequeños actos de solidaridad moral Es fácil imaginar que la visión del cine que tiene Hirokazu Koreeda no se que intercambian padres, hijos y hermanos vehiculizan un magma subtealeja mucho de la que se exhibe en After Life. Su filmografía fue mutando rráneo de sentimientos que la película maniobra impecablemente, siempre con el paso de los años, pero el acercamiento a sus temas y a sus personajes jugando a aprovechar los climas y las situaciones en detrimento de los consiempre resulta similar: el director, a fuerza de respeto y atención, consigue flictos narrativos. alumbrar películas de un encanto discreto en las que no faltan brillos inédi- Después vino Air Doll, una película fallida sobre una muñeca inflable que tos que solo se revelan gradualmente. cobra vida, trabaja en un videoclub y se enamora, en la que Koreeda da No es raro que el cine de Koreeda sea uno de los más aptos para abordar un rienda suelta a un lirismo atípico en él (ver la escena en la que el sexo es tema tan difícil como el duelo. Maborosi (“ilusión” en japonés), su primera sublimado mediante el acto de inflar y desinflar a la protagonista a través incursión en la ficción, ya esboza la que será una de las preocupaciones de su ombligo). Pero luego el director volvió al drama intimista con Kiseki recurrentes del director: la desaparición física de los seres queridos, y las (“milagro”), en la que dos pequeños hermanos viven en ciudades distantes estrategias que ponen en práctica los que con sus respectivos padres separados. Tras quedan en este mundo para hacer frente a muchos planes y conspiraciones, finalmente la pérdida. Pero lo de Koreeda no tiene nalos dos emprenden un viaje para encontrarCon De tal padre, tal hijo, Koreeda se en un lugar intermedio. La película va da que ver con un estudio psicológico o con demuestra que puede apropiarse cobrando la forma de una road movie en la una reflexión mística, sino con una observación rigurosa que formula preguntas en vez que se sienten perfectamente la excitación, del drama familiar y utilizarlo a de contestarlas. Yumiko, cuando todavía es el descubrimiento y el cansancio de los dos gusto, haciendo que el género una nena, ve cómo su abuela se escapa de su jóvenes protagonistas. Detrás de su factura trabaje para él. casa y se pierde sin ser nunca encontrada; de convencional, Kiseki esconde una vitalidad grande y con su primer embarazo, despide y un ojo notablemente dispuesto a capturar la a su esposo (el gran Tadanobu Asano, en su belleza de lo cotidiano, como ese momento primer papel bajo las órdenes de Koreeda) cuando este va a hacer las com- del final en el que Kohichi recuerda pequeños actos sin importancia, como pras y es atropellado por un tren en un confuso accidente. De allí en más, una flor que cae o la mano de un profesor posada en su hombro, que ahola película acompaña a la protagonista en su búsqueda de respuestas y en ra, rescatados por la memoria y resignificados, funcionan como prenda del el intento de reconstruir su vida junto a su hijo cuando se casa de nuevo y enorme talento siempre discreto, siempre susurrante de Koreeda. se muda a un pequeño pueblito costero. La trama no ofrece revelaciones o La última película del director quizás sea el pico más alto de su obra. enseñanzas de ninguna clase, solo se limita a seguir el reacomodamiento Con De tal padre, tal hijo (que podría llegar a tener una remake estadounidense a manos de Chris y Paul Weitz), Koreeda demuestra que puede físico y emocional de Yumiko. En Distancia, la magistral tercera película de Koreeda, el tema de Maborosi apropiarse del drama familiar y utilizarlo a gusto, haciendo que el género y de After Life se retoma y se expande. Esta vez, el duelo ya no es indivi- trabaje para él. Una historia sobre bebés cambiados intencionalmente por dual sino colectivo. Todo comienza cuando los miembros de una secta se una enfermera (también basada en un hecho real) se convierte en el disrecluyen en una casa en el bosque para llevar una vida alejada de las dis- positivo narrativo para indagar en la vida cotidiana de dos familias muy tracciones mundanas. Allí, buscando la esencia de la vida, deciden realizar distintas, y para ver de cerca cómo se vincula una con otra y cómo reacun acto de terrorismo y sabotean el suministro de agua de una ciudad con cionan ante la terrible noticia. Mientras los padres negocian el intercamsustancias tóxicas. Después de haber cometido el acto, y habiendo asesi- bio traumático de sus hijos biológicos, el relato se fija cada vez más en el nado a cientos de inocentes, los responsables se suicidan junto al lago. El antipático Ryota, el papá exitoso, sobreexigente y adicto al trabajo por el relato empieza con los familiares de los integrantes que viajan al lugar para que la película siente un cariño enorme con el que nos contagia. Sobre el rendirles homenaje y, tras el robo de sus vehículos, deben pasar la noche final el relato permanece abierto, y la situación de las dos familias es amcon un ex miembro de la secta en la cabaña abandonada en la que sus seres bigua: en vez de perder a un integrante cada una, las dos juntas parecen queridos vivieron sus últimos días. El guion explora el dolor y las dudas que conformar ahora un clan más grande, más fuerte, un lugar de pertenencia carcomen a cada uno de los personajes, y alterna con los recuerdos de Saka- y contención donde la felicidad vuelve a ser posible. ta (Asano), la última persona en haber visto con vida a los perpetradores. Después vendría Nadie sabe, quizás la película más enigmática de KoreeDe tal padre, tal hijo Hirokazu Koreeda da. Además de mostrarlo como un gran director de chicos, su cuarta pelíEstreno: 8 de enero cula ficcionaliza un hecho real ocurrido en Japón: cuatro hermanos, tras el 2013 / Japón / 121 minutos abandono de su madre desequilibrada, tienen que valerse por sí mismos y Distribution Company Podrá verse en 11 salas. sobrevivir por su cuenta. Acá no hay duelo pero sí una desaparición miste-

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Sobre Andy y Lana Wachowski

Ciencia ficción en la era de Acuario El destino de Júpiter es una historia sobre la valentía de la transformación, tanto la de un personaje que tiene que hacerse cargo de su nuevo rol como la de una época que cambia con él. El regreso de Andy y Lana Wachowski nos puso a reflexionar sobre su carrera y sobre una cinematografía libre en busca de una identidad que, quizás debido a su eclecticismo, no termina de ser tomada en serio. Por Amadeo Gandolfo

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ué fenómeno extraño los Wachowski dentro del mundo del cine. Ambos son directores con una visión personal, que han triunfado con películas basadas en sus propias ideas y, sin embargo, a nadie parece realmente gustarles, y todos encuentran algo grasa y absurdo en su concepción fílmica. ¿Cómo llegaron hasta aquí y qué les depara el futuro? La carrera de los hermanos Wachowski en realidad es muy corta, y está marcada desde muy temprano por el éxito, por lo que puede ser dividida nítidamente en dos porciones: antes de Matrix y después de Matrix. Esta película, que marcó a una generación e impuso una manera de filmar cine de acción, es el gran monolito. Antes de eso no hubo casi nada; solo una película llamada Bound (protagonizada por Jennifer Tilly y Gina Gershon), un policial noir sobre una relación lésbica en la cual

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los directores querían copiar el estilo de las viejas películas de Billy Wilder, pero en el marco de unos noventa todavía influidos por Bajos instintos. La película fue bien recibida por la crítica y por el público, que los alabó como estilistas distinguidos y los miró con mucha atención. Por eso la sorpresa fue mayúscula cuando salieron con una saga de ciencia ficción que tacleaba temas muy caros para la tensión milenial, como la relación entre humanos y máquinas y la posibilidad de que todo lo que estamos viviendo sea una mentira programada en nuestras mentes. Es difícil, a la distancia, recordar cuán novedosa era Matrix cuando se estrenó en 1999. Parecía una novela de Philip K. Dick que se volvía un poco atontada para dar lugar a inmensas escenas de acción muy cool en las que tipos vestidos con impermeables de cuero (qué malosos que parecían hace quince años) dete-

nían el tiempo. En parte la maldición del éxito de Matrix tiene que ver con su avasalladora influencia en el cine de acción, que hoy en día nos hace ver todos sus avances como lugares comunes, clichés pasados de moda. Pero en ese momento hacía un buen tiempo que no se veía una película de acción bien coreografiada, con un par de ideas decentes y un universo creíble por detrás. Todos sabemos lo que pasó: la ambición de los Wachowski, siempre más grande que sus medios limitados, los llevó a extender la película original a una trilogía en la que los toques agradables que resumían toda una filosofía en un personaje terminaban degenerándose en un laberinto de autorreferencias oscuras. De pronto aparecían personajes con nombres como “El Merovingio” o “El Hacedor de Llaves”, y los conceptos simples que se habían puesto en marcha en la pri-


mera película se convertían en un universo que se acercaba cada vez más a lo new age, a una especie de teología de liberación a través de los puños. Y las escenas de lucha, antes tan innovadoras, eran cada vez más largas, más imposiblemente coreografiadas, incluso hasta el punto del aburrimiento, y solo respondían a la lógica de más es mejor. Una vez más, los Wachowski eran víctimas de sus propios modestos aciertos. Si bien la segunda Matrix fue bien recibida, la tercera, hasta el día de hoy, es casi universalmente vilipendiada, con esa escena final en la que Keanu Reeves, con su cara de madera balsa, se sacrifica por toda la humanidad como un Jesucristo cibernético con muy poco carisma. Después de eso, la carrera de los Wachowski se ha desesperado por encontrar sentido. ¿Qué hacés si te dejan hacer tu magnum opus en el primer intento? La primera respuesta a esta pregunta existencial fue una de las películas más heterodoxas y divertidas de la última década: Meteoro, quizás la mejor cinta norteamericana en entender la lógica exagerada y heroica del animé hasta Titanes del Pacífico. La película, colorida, llena de caracterizaciones perfectas y con un sentido de la diversión raro de hallar, por supuesto que fue un fracaso. Esto parece haber sumergido a los Wachowski en un intenso proceso de búsqueda interior, durante el cual se retiraron a sus mansiones y compraron el libro Cloud Atlas, una novela de 2004 escrita por David Mitchell que trata sobre la posibilidad de la reencarnación y la redención del hombre a lo largo de una variedad de líneas de tiempo. La

novela es notable por su estructura, que toma la forma de historias dentro de historias: cada parte comienza, llega a la mitad y luego se corta, a veces en el medio de una frase, para dar lugar a la siguiente historia. A medida que esto sucede, se va avanzando en el tiempo: el inicio es en el siglo XIX en el Océano Pacífico, y más tarde se llega a una tierra post-apocalíptica, que ocupa el corazón del libro. Luego se retrocede y se cuentan los desenlaces. Cada una de las porciones de la novela, además, está escrita en un estilo diferente: se pasa del diario de viaje a la confesión epistolar al manifiesto político futurista con total tranquilidad. De ese libro, los Wachowski desecharon la estructura y cualquier atisbo a una mímica estilística y se quedaron con su mensaje simplista sobre la reencarnación, a lo cual le agregaron una previsible redención por el amor. Cloud Atlas fue filmada con muchas dificultades y a lo largo de muchos años, y los Wachowski, que se manejaron prácticamente como productores independientes, se referían a ella como su proyecto soñado. En la película, Cloud Atlas es un lugar donde todos encuentran su media naranja, y en el cual la tierra puede morir (una de las grandes preocupaciones del libro original), pero no importa, porque Tom Hanks va a terminar con una Halle Berry del futuro viviendo en un asteroide. Y todo esto sin hablar de las increíbles, risibles prótesis que los actores consideraban parte esencial de su personaje. A la película le fue muy mal, y se ha vuelto el blanco de infinitas bromas sobre lo aburrida que era. Ahora los Wachowski volvieron a la producción original con El destino de Júpiter, otra historia lle-

na de épica, pero en la forma de una space opera. Pareciera como si los hermanos estuvieran intentando volver a aquella trilogía que les dio todo, pero ahora con Mila Kunis como la pobre jovencita predestinada a ser una liberadora. Además, están produciendo una serie nueva para Netflix, con guion de J. Michael Straczynski, sobre personas conectadas empáticamente unas a otras. Los Wachowski no son grandes directores de cine. Apenas son una pareja muy voluntariosa, con mucha fe en el cine y una capacidad para contar historias que tratan sobre el mejoramiento de uno mismo, la tensión entre el control y la libertad, el deseo de ser otra persona, una mejor, y la creencia reversa de que alguien o algo (una supercomputadora o una raza alien) está impidiéndolo. Si estos temas suenan como un curso básico de autoayuda y creencias orientales digeridas por algún gurú de segunda, es porque básicamente lo son. Pero durante tantos años los Wachowski han sido tan consecuentes y cabeza dura en la persecución de estos tópicos en su cine que es inevitable tenerles un poco de cariño, un poco de admiración a su monomanía. No creemos que tengan en su interior una obra maestra (quizás esa haya sido Meteoro, que encontraba un marco perfecto para estos temas en el mundo del shonen), pero es muy divertido verlos intentarlo. El destino de Júpiter Andy y Lana Wachowski Estreno: 5 de febrero 2014 / Estados Unidos / 125 minutos Warner Podrá verse en 180 salas (aprox).

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Naturaleza muerta, de Gabriel Grieco

La carne al asador La productora de terror local Crepusculum vuelve con Naturaleza muerta, primer largometraje de Gabriel Grieco. La particularidad es que podría inaugurar una especie de subgénero: el terror vegano. Eso sí: por más conciencia alimenticia que la película pretenda generar, sangre no le falta. Por Griselda Soriano

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repusculum siguió un recorrido similar al de varias productoras de cine de terror/fantástico/bizarro argentino: un origen ultraindependiente en los noventa-dos mil (cuando, recordemos, todo era un poco más difícil), una progresiva profesionalización, con ramificaciones que se extienden hacia el mundo de los videoclips y la publicidad, hasta el gran salto con el primer largometraje. En el caso de Crepusculum, el salto fue a lo grande: Naturaleza muerta (2014), ópera prima de Gabriel Grieco, debutó en Blood Window, en el Marché du Film del Festival de Cannes. Lejos parecen haber quedado esas funciones de Nathan, el peluche asesino en el Buenos Aires Rojo Sangre hace ya una década, pero más bien podríamos pensar que la proyección de Naturaleza muerta de este año, en ese mismo festival, fue el regreso triunfal de Crepusculum al mundo al que en el fondo pertenece. Naturaleza muerta, como buena abanderada del género, se presenta a la vez como algo ya visto y algo nuevo. Sus ingredientes principales son un pueblito, una serie de desapariciones y asesinatos, una protagonista curiosa, una lista de sospechosos y un misterio que parece tener algo que ver con el consumo de carne (!), y que no vamos a develar por obvias razones. Una periodista recibe un encargo absurdo en vez del ascenso que esperaba, y se ve obligada a producir una nota ridícula en un pueblo remoto de la Argentina. Pero su llegada coincide con la desaparición de una de las herederas de una poderosa familia ganadera, y en ello ve la oportunidad que estaba esperando; así se convierte en una investigadora incansable. Nuestra protagonista cuenta con las dosis nece-

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sarias de inconsciencia y falta de sentido común típicas del género de terror, suficientes como para hundirse en la tragedia, pero su móvil tiene más que ver con su ambición inescrupulosa de periodista en ascenso que con el estereotipo de la estupidez de la chica linda, cosa que se agradece. La acompañamos en una investigación que, por supuesto, se va volviendo cada vez más peligrosa a medida que las víctimas se van multiplicando. ¿Los culpables serán los activistas veganos que se congregan en bizarras reuniones? ¿Acaso los crímenes tendrán algo que ver con un conflicto de intereses entre la explotación agrícola y la ganadera? ¿O será que, simplemente, la naturaleza está empezando a vengarse de los habitantes de este país tan carnívoro? Naturaleza muerta empieza como un whodunit, que construye misterio y tensión de forma más bien clásica, y privilegia el oído a la vista (aunque por momentos, hay que decirlo, se excede un poco en efectismo sonoro). Durante buena parte de su metraje, deja las fuentes del terror fuera de campo, pero tengan paciencia, fanáticos del gore, porque aunque preferimos no adelantarles mucho sí podemos decirles que Naturaleza muerta también es una película slasher encubierta, y les tiene preparada una sorpresa: una de las mejores escenas sangrientas que el cine nacional nos ha dado en mucho tiempo, que incluye algunas imágenes de archivo no aptas para estómagos ni almas sensibles. Porque, si bien en su planteo “vegano” hay más humor que bajada de línea, esto no aliviana (ni en la película ni en la realidad) el horror implicado en el proceso que nos trae a la mesa buena parte de lo que comemos.

Como decíamos, en Naturaleza muerta se conjugan lo nuevo y lo ya visto: los fans del género sabrán reconocer unas cuantas referencias, sobre todo en sus tramos finales. Pero la película es más una apropiación que un conjunto superficial de guiños; habla el idioma “universal” del cine de género clásico, pero está enraizada en un mundo genuinamente local: la Argentina del campo, del asado, de los mataderos y de las rutas desiertas, esas que tanto recuerdan a los paisajes texanos que han servido de marco a otras historias de horror. El cine de terror tiene su pequeño público cautivo en las salas porteñas, uno que responde fielmente a casi cualquier cosa con aires macabros que llegue de Hollywood, sea buena o mala (y, por desgracia, suele llegar más lo segundo que lo primero). El cine de género local también ha sabido ganarse sus espectadores, aunque el acceso al circuito comercial le está muchas veces vedado. Pero hay casos (como este) en los que esos dos mundos tienen la posibilidad de cruzarse, y siempre es interesante ver qué pasa en esos casos. Ojalá el género sea un posible puente que les permita a muchos espectadores vencer los prejuicios que todavía tienen para con el cine argentino, porque muchas veces nuestras películas mantienen un genuino amor por el terror que ciertas franquicias norteamericanas perdieron hace rato. Naturaleza muerta Gabriel Grieco Estreno: 19 de febrero 2014 / Argentina / 98 minutos Primer Plano Podrá verse en 20 salas.


El vals de los inútiles, de Edison Cajás

Clases particulares Durante 2011, estudiantes chilenos secundarios y universitarios fueron protagonistas de un movimiento que exigió una responsabilidad mayor del Estado en cuanto a su sistema educativo. El vals de los inútiles retrata esos días en que las calles de Chile se llenaron como nunca desde el regreso de la democracia. Por Josefina García Pullés

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n 2011 Chile fue testigo de fuertes movilizaciones. Los estudiantes universitarios y secundarios reclamaban un rol más activo del Estado en la educación del país. El planteo partía de que el 25% del sistema educativo chileno era financiado por el Estado, y el 75% restante dependía de los aportes de los estudiantes, quienes protestaban fervientemente contra lo que se lucraba con la educación. Entonces se reunieron, marcharon y tomaron escuelas pidiendo que se modificara la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, sancionada durante la dictadura de Pinochet, y que se pasara a una educación estatal, gratuita y de calidad. Aquellas protestas, que fueron las más masivas desde el regreso de la democracia en el país vecino (hace treinta años), dejaron cientos de heridos y presos. De ellas emergió la luego famosa, y ahora diputada, Camila Vallejo, quedaron pocos triunfos pero varias marcas en la sociedad chilena y sobre todo en el gobierno de Sebastián Piñera (recordado, en este caso, por decir que “monopolizar la educación desde el Estado” era “un atentado a la calidad, a la libertad y a la equidad de la educación”). El vals de los inútiles habla sobre aquellas protestas, sobre las calles chilenas colmadas de estudiantes, sobre la represión policial, sobre el reclamo de jóvenes y adultos. Pero este documental no es un simple racconto de toda esa situación, sino que toma como referencia la corrida de 1800 horas, aquella cuya con-

signa era dar vueltas durante todo ese tiempo alrededor de La Moneda, y que vio correr a más de 2000 personas que recordaron, cada día, los 1800 millones de dólares necesarios para cubrir la educación de 300.000 estudiantes universitarios. Esa corrida es el marco de este documental que hace foco en los estudiantes del secundario: se mete en la escuela, en las clases, en los días de examen, en las pasadas de lista y luego en las asambleas, en las discusiones, en las noches de toma. Edison Cajás, quien con esta película debuta en el largometraje, construye la parte más fuerte de este documental con escenas que tienen lugar dentro del Instituto Nacional (el colegio más prestigioso de Chile). Ahí el realizador describe desde cómo funciona curricular y burocráticamente ese colegio hasta cómo piensan varios de sus alumnos y qué deciden hacer con eso que piensan. En esas secuencias, Cajás nos muestra cómo se gesta esa “revolución” juvenil, desde las mentes y el corazón de esos chicos que no quieren rendirse frente a una realidad heredada. En la escuela los vemos convivir, charlar, votar, planificar. En esos pocos minutos (porque, lamentablemente, son muy pocos) hay oro en polvo, toda una película escondida; una película que pasa como a la sombra de este documental y se encierra en un espacio demasiado angosto, muy paralelo al relato, en el cual dan ganas de indagar y que hubiera sido muy grato ver desarrollarse. En cambio, el director prefiere ahondar en un

largo paralelismo entre un alumno del Instituto Nacional y un profesor de tenis. El adolescente, retraído, participa de los reclamos estudiantiles del momento; el adulto, más desinhibido, cuenta su pasado militante y el terrible episodio en que fue secuestrado y preso durante la dictadura de Augusto Pinochet. La película, de a ratos, asume las perspectivas de estos personajes mientras combina escenas de su vida cotidiana con escenas de las mencionadas protestas. Y entonces queda claro que la sutileza no es lo más propio de este documental de repetitivos alegatos ideológicos y música rimbombante. Sin embargo, hay algo atractivo en el trabajo más oculto que hace Cajás durante todo este relato. Es difícil detectar dónde radica esa atracción; quizás sea en la nostalgia que genera la brevedad de aquella secuencia en que nos muestra a esos adolescentes que, mientras llaman a la madre para inventar que no vuelven a casa porque duermen en lo de un amigo, establecen vínculos intelectuales y emocionales con una causa inmensa. En ellos se encarna esa lucha que los reúne mucho menos por su coetaneidad o por las aulas compartidas que por la intensidad de un compromiso con ellos mismos y sus convicciones. El vals de los inútiles Edison Cajás Estreno: 29 de enero 2013 / Chile - Argentina / 80 minutos Independiente Podrá verse en el BAMA.

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En el bosque, de Rob Marshall

Grimm Remixed Otra pieza se suma a la colección de cuentos de hadas adaptados. Desde la Alicia de Burton que los clásicos cuentos infantiles comenzaron a pasar por un filtro de revisionismo dark y posmoderno. El director encargado en este caso es Rob Marshall, quien ya había hecho algo parecido con el musical. Por Andrés Nazarala R.

“S

i quieres un final feliz, dependerá de dónde termines la historia”, dijo alguna vez Orson Welles, remeciendo indirectamente el piso de los cuentos infantiles y dinamitando el “Y vivieron felices para siempre” con explosivos de realidad. Porque después de la gloria siempre puede venir la caída, el verdadero fin. O una nueva posibilidad de cierre. Esa fue más o menos la idea del dramaturgo James Lapine a la hora de concebir En el bosque, musical realizado en colaboración con el compositor Stephen Sondheim que debutó en el Old Globe Theatre de San Diego el 4 de diciembre de 1986. Fue un triunfo redondo que rápidamente se extendió a Broadway y al West End de Londres y, por supuesto, obtuvo varios premios Tony. En otras palabras, un éxito probado en las tablas que parecía tentador para ser adaptado. Nadie mejor para hacerlo que el director teatral, coreógrafo y cineasta Rob Marshall (Chicago y Nine), cuya especialidad es hacer cantar a las estrellas, una práctica valorada por los Globos de Oro (en los que el film cuenta con tres nominaciones) y, por supuesto, los premios de la Academia. Con todo esto, no hay duda de que musicalmente es una obra menor de Sondheim, quien básicamente construye aquí canciones como variaciones de un mismo modo melódico, lo que puede volverse algo agotador. Recordemos que este compositor de 84 años es también responsable de la intensa y nebulosa Sweeney Todd, que fue adaptada para la pantalla por Tim Burton en 2007. Pese a todo, no es partidario de este tipo de experimentos. “Las adaptaciones de musicales para cine que he visto,

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sin excepción, no funcionan”, declaró alguna vez. El gran atractivo de En el bosque descansa más bien en el atrevimiento posmoderno de su propuesta, basado en desacralizar y mezclar cuentos célebres de los hermanos Grimm como Caperucita Roja, La Cenicienta, Rapunzel y Jack y las habichuelas mágicas. O, digamos, en el arrojo de estirar los relatos hasta el día después de las conocidas felicidades de clausura y transformarlos en partes esenciales de una nueva creación. El enredo es más o menos así: con el objetivo de ponerle fin a una vieja maldición y poder ser padres, un panadero bonachón (James Corden) y su mujer (Emily Blunt) deben satisfacer las peticiones de la bruja responsable del hechizo (Meryl Streep), pero eso implica asaltar no solo a la insoportable Caperucita Roja (Lilla Crawford), sino también a Cenicienta (Anna Kendrick) y Rapunzel (MacKenzie Mauzy). En definitiva, es un cóctel de enredos con los arquetipos que habitaron las enseñanzas morales de varias generaciones, puestos ahora en el contexto del individualismo contemporáneo, en el que salvar el propio pellejo pareciera ser la consigna. Al panorama hay que sumarle un lobo lujurioso (un Johnny Depp que se ha malacostumbrado a los disfraces estrafalarios), un príncipe idiota y ególatra (Chris Pine), las hermanas superficiales de Cenicienta (moldeadas a la luz de la cultura de las celebrities y la cirugía plástica) y otros secundarios que contribuyen a destrozar distintos paradigmas. Los populares personajes confluirán en la profundidad de un bosque sombrío que Marshall filma como si fuese Tim Burton; una comparación atingente no solo

por el estilo visual adoptado, sino también por el tipo de irreverencia que ambos directores proponen: pequeñas incursiones en las oscuridades de una suerte de cine macabre para todo público. Pero el asunto, por supuesto, es cantado. Y digamos que muy cantado, lo que en Hollywood siempre será recibido como un grato divertimento. Johnny Depp –un rockero frustrado devenido en actor– ya probó su habilidad para el musical en la mencionada Sweeney Todd, y Meryl Streep se rindió ante las canciones pegajosas de Abba en Mamma Mia (Phyllida Lloyd). En honor a la verdad, hay que decir que ambos están aquí un poco pasados de revoluciones en comparación con algunos talentos menos consagrados, como una dulce Anna Kendrick (recordémosla en Amor sin escalas, despechada y borracha, mientras canta “Time After Time” en un karaoke) o el pequeño y entrañable Daniel Huttlestone (Jack), quien hizo su debut en otro musical para cine: Los Miserables (Tom Hooper, 2012). Sin embargo, los desempeños desparejos son propios de una película de lucimientos histéricos y demostraciones encendidas. El gran bemol de En el bosque, indudablemente llamativa y bien armada, es estar limitada por las reglas y asperezas de un género que divide al público. Porque una cinta musical siempre fue, es y será una empresa aventurada. En el bosque Rob Marshall Estreno: 26 de febrero 2014 / Estados Unidos / 125 minutos Disney


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Los estrenos argentinos más esperados de 2015

Todo para ver A modo de lanzamiento de la temporada 2015, organizamos este desfile de las bombas argentinas que se vienen. En realidad, lo hicimos con conceptos diversos, es decir: bombas, bombuchas y bombones, o tanques, producciones intermedias y películas independientes. El lector desprevenido no debería indignarse por no encontrar en esta lista algunos títulos que considera obligatorios, ya que varios quedaron afuera por habernos referido a ellos antes, en otros números, en otras listas, en otros textos, con otras voces, siempre en este ámbito. Por este motivo, algunas de las películas más importantes de este año que quedaron afuera son las siguientes: La vida de alguien (Ezequiel Acuña), El 5 de Talleres (Adrián Biniez), Ciudadano ilustre (Cohn y Duprat), El cielo del centauro (Hugo Santiago), Brisas heladas (Gustavo Postiglione) y La princesa de Francia (Matías Piñeiro). En fin, vayan al calendario y saquen turno con el oculista, que esto recién empieza. Por Daniel Alaniz, Eduardo D. Benítez, Diego Maté y Hernán Panessi

El clan Director: Pablo Trapero Estreno: 20 de agosto (Fox)

Hace tiempo ya que Trapero dejó las historias y los personajes que le eran más cercanos para encauzar su cine hacia las narraciones fuertes. En ese movimiento, El clan es una apuesta lógica: el director de Mundo grúa parte de la historia real de los Puccio, una familia de San Isidro que en los ochenta realizó secuestros y cometió asesinatos en la misma casa en la que vivían sus integrantes. Sumado al interés que genera

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cada nueva película de Trapero, en este caso se agrega la presencia de un Guillermo Francella muy caracterizado físicamente para el papel de Arquímedes, padre y jefe del grupo. Como Trapero, Francella también le dio un giro notorio a su carrera en los últimos tiempos, y su participación en El clan representa un paso más en su distanciamiento del humor televisivo y en su búsqueda de personajes más complejos. D.M.


El rey del Once Director: Daniel Burman Estreno: Primer trimestre

El protagonista de El rey del Once es otro de los hijos pródigos que pueblan la filmografía de Daniel Burman, otro outsider que regresa para reencontrarse con el lugar que lo vio crecer, con la tradición. Y, claro, para enfrentarse con su padre, esta vez con un emprendimiento de tipo solidario como telón de fondo con el que la película instala la pregunta acerca de a quién se puede (se debe) ayudar. Las primeras películas de Burman son mayormente parábolas sobre ser judíos hoy y giran alrededor de la paternidad; por eso sus personajes adoptan un aire de criaturas siempre desorientadas con la misión nada sencilla de encabalgar mundos, costumbres y grupos humanos muy distintos. Después del éxodo iniciado con Derecho de familia, y que llegó hasta El misterio de la felicidad abarcando nada menos que cinco películas y casi diez años, el director vuelve al Once, la geografía vital que signó una buena parte (quizás la mejor) de su cine. D.M..

Testigo íntimo Director: Santiago Fernández Calvete Estreno: Marzo (Primer Plano)

El fruto obtenido a partir de años de maduración del cine de género nac&pop es tan jugoso como violento. Con Testigo íntimo, segunda incursión a lo grande de Fernández Calvete tras la festivalera La segunda muerte, afloran algunas de las peores miserias de los seres humanos: la perversión, la violencia, la venganza, la muerte y, fundamentalmente, el despecho, oscuro combustible para la acción. Hay un triángulo amoroso que se fractura, un corazón que deja de latir y, por querer evitar la crudeza en carne viva de la ley, como en una Malos pensamientos más retorcida y sin despedida de soltero, un cuerpo del que deshacerse. H.P.

Abzurdah Directora: Daniela Goggi Estreno: Mayo / Junio

Es curioso pensar que, alguna vez y no hace tanto, hubo más de 30 millones de cuentas activas en Fotolog. Y que, de aquella red social, una historia se desmarcaría por encima de la media: la de Cielo Latini y su vínculo con la anorexia. Así, Abzurdah, segunda película de HC Films, encuentra en el brillo de la China Suárez –“era ella o ninguna”, se animan a decir los productores– a la única actriz capaz de dramatizar el devenir de un amor adolescente repleto de obstáculos. Entretanto, luego del boom editorial que significó su edición en papel, el romance de la primera flogstar con un flaco diez años mayor late (ahora en cine) bajo el influjo de la violencia de un cuerpo desgarrado por la confusión. Y donde, por caso, sobrevolando el frágil imaginario de una teen de clase media-alta, las obsesiones llegan demasiado lejos. H.P.

El incendio Director: Juan Schnitman Estreno: Mayo (Obra Cine)

Juan Schnitman, uno de los que hicieron El amor (primera parte), tiene su primera vez como solista en el largometraje de ficción. El director del documental Astroboy los juntó a Juan Barberini y a Pilar Gamboa para hacer de Lucía y Marcelo, una pareja que tiene una plata guardada para comprar una casa y, cuando quiere hacerlo, el vendedor falta a la cita. Ese día frustrado en la vida de la pareja será lo que muestre El incendio, que deja al descubierto de pasos firmes que esa no es la única frustración con la que carga la pareja. A partir de esa intimidad, se generará una fuerza centrífuga de odios, violencia y una tensión incontenible. D.A.

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Mi amiga del parque Directora: Ana Katz

El registro tragicómico que Katz forjaba con admirable soltura en Una novia errante (2007) y Los Marziano (2011) parece tener su continuidad en Mi amiga del parque, film que aborda el tema de la filiación, el cuidado de los hijos, la inminente y tal vez desconcertante responsabilidad sobre la vida de otro ser humano. El hilo argumental se resume así: Liz, madre primeriza, es asidua del parque cercano a su casa, donde frecuenta a un grupo de mamás. Allí entabla una amistad especial con Rosa, “presunta” madre de Clarisa. La película juega con los humores y temblores de un vínculo intenso, de un tándem que jaquea el reino impoluto de los quehaceres domésticos. E.D.B.

Voley Director: Martín Piroyansky Estreno: 19 de marzo (Disney)

Después del corto No me ama y el largo Abril en Nueva York, todo parecía indicar que el cine de Martín Piroyansky en algún momento iba a terminar incursionando en la comedia adolescente, género sinuoso rara vez capitalizado por los directores argentinos. Voley cuenta la historia de un grupo de amigos que va a pasar fin de año a una casa en una isla de Tigre. Los desacuerdos, los conflictos y los romances no tardan en aparecer y en minar la apacible calma del paisaje. Nicolás (Piroyansky) no soporta a Manuela, la novia de su mejor amigo Nacho, pero al final se termina enamorando locamente de ella. Como reza la voz en off de Nicolás en el trailer, la película además tiene: “sexo, drogas… sexo”. D.M.

Pasaje de vida

La Salada

Director: Diego Corsini Estreno: Mediados de año

Director: Juan Martín Hsu Estreno: Primer semestre

Otra coproducción con España de esos elencos gigantes a los que ya nos acostumbramos. En su nueva película, Diego Corsini (quien dirigió Solos en la ciudad) hace uso de un cast heterogéneo: el Chino Darín, Miguel Ángel Solá, Carla Quevedo, Javier Godino, Marco Antonio Caponi, Charo López, Mario Pasik y el debut en cine de la mujer mejor conservada del mundo después de Mirtha Legrand: Andrea Frigerio. Una historia de amor (tanto de pareja como filial) durante la lucha armada y viajes entre España y Argentina con la intención de poner a dialogar épocas y latitudes. D.A.

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Luego de haber conquistado el premio de estímulo para la posproducción en Cine en Construcción 2013, en el marco del Festival de San Sebastián, y de haber batallado en la Competencia Internacional del BAFICI en 2014, esta producción de Sudestada Cine tendrá su merecido estreno en la cartelera comercial. La película de Juan Martín Hsu, director argentino de origen taiwanés, aborda el tema de la nueva inmigración en Argentina a partir de tres historias: la relación de un padre y una hija coreanos en torno a la organización de un casamiento “arreglado”; las penurias del trabajo precarizado de un joven boliviano y su tío; y la soledad como producto del desarraigo experimentada por un vendedor de DVD taiwanés. e.D.B.


Pozo de aire Directora: Milagros Mumenthaler

Milagros Mumenthaler continúa con la búsqueda de historias intimistas, en las que se condensan la vida cotidiana, las ausencias y, sobre todo, la espesura dramática de los silencios; algo que ya había explorado en la multipremiada Abrir puertas y ventanas (2011). Esta vez, en Pozo de aire –basada libremente en el libro homónimo de Guadalupe Gaona–, la protagonista es Inés, una fotógrafa recientemente separada y a la espera de un hijo, que debe terminar un libro de fotografías y poemas para presentarle a su editor. El libro, basado en álbumes familiares durante viajes al sur, disparará recuerdos en los que el paisaje de Villa La Angostura, los bosques y los lagos funcionan como un memorial para pensar la niñez y la relación con la familia. E.D.B.

Socios por accidente 2 Directores: Nicanor Loreti y Fabián Forte Estreno: 2 de julio (Disney)

Se filtra un dato contundente: Socios por accidente llevó la friolera suma de 558.849 espectadores a los cines. Es decir, el paso a la pantalla grande de la dupla televisiva de Este es el show –que bebe de las mieles producidas por ese artefacto imbatible llamado Marcelo Tinelli– resultó ser un éxito. En consecuencia, con el pecho inflado de tanto facturar, las próximas vacaciones de invierno ya palpitan la secuela de este par de James Bond imposibles. Por eso, subiendo la apuesta, en esta nueva entrega cuentan con coproducción de Disney, por lo que el resultado, se supone, será aún más categórico. Para los escépticos, otro dato: la película será dirigida, al igual que la primera, por dos directores del palo (Loreti y Forte), motivo por el cual nos aseguramos una buena cantidad de dosis de aventuras e hipervínculos frenéticos al cine de Simon Pegg y Nick Frost. ¿Le gustó o no le gustó? H.P.

Congreso Director: Luis Fontal Estreno: Primer semestre

Resulta que Voley no está sola: Congreso también encierra a un montón de chicos y chicas en una casa y les pone al alcance de la mano alcohol, música y camas. Solo que acá el punto de vista es masculino: el relato se cuenta a través del trío de amigos responsable de armar una pequeña pero memorable fiesta en la “manshon” (la casa de los padres de uno de ellos) cuyo objetivo no es otro que el sempiterno ritual de compartir el colchón con algún espécimen del sexo opuesto. Dirigida por Luis Fontal, Congreso ya pasó por el último Festival de Mar del Plata. El realizador cuenta que el cine indie estadounidense fue un verdadero modelo a la hora de filmar una película sobre la amistad joven y la falta de certezas acerca del futuro, por lo general temas poco y mal visitados por el cine argentino. D.M.

Placer y Martirio Director: José Campusano Estreno: Segundo semestre (Tren Cine)

Trabajador incansable, prolífico por definición, el director de Fango no para de filmar: desde Vil romance que nos viene regalando novedades de su obra año tras año. De hecho, mientras presentaba en Valdivia su película anterior (El Perro Molina), aprovechó para rodar algunas escenas de Placer y Martirio. La novedad más visible en este último opus es que Campusano abandona por primera vez el conurbano áspero y el ambiente de extramuros para enfocar su trama en los avatares de la clase alta. Hay una bella mujer de 45 años dueña de un estudio de diseño y de familia “respetable”, que entabla una relación oculta con un empresario de origen árabe, quien va llevándola a niveles insospechados de degradación. Un volantazo interesante para apreciar la versatilidad en la carrera de uno de los realizadores más importantes de los últimos años. E.D.B.

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Sin hijos Director: Ariel Winograd Estreno: 14 de mayo (Disney)

El cine de Ariel Winograd parece crecer biológicamente, como si cada nueva película diera cuenta de una nueva etapa de la vida. Tras el relato de maduración de Cara de queso y la consumación del matrimonio en Mi primera boda, Sin hijos cuenta la historia de Gabriel, un padre divorciado que se dedica enteramente a la crianza de Sofía, su hija de ocho años. Hasta que llega Vicky, un viejo amor imposible de la adolescencia que dice no querer mantener una relación con ningún hombre que tenga hijos; Gabriel, empalagado, le oculta por todos los medios a Vicky la existencia de Sofía. La tercera película de Winograd tiene como protagonistas a Diego Peretti y Maribel Verdú, y comenzará a filmarse en enero. D.A.

Como funcionan casi todas las cosas Director: Fernando Salem

“En definitiva, todos cruzamos un desierto cargando con nuestras pesadas enciclopedias incompletas”, dice Luis Salem, el director de Como funcionan casi todas las cosas que viene de ganar el premio al work in progress de Unasur. La enciclopedia de Celina, una chica tímida que trabaja en una estación de peaje para mantener a su padre enfermo, parece estar muy incompleta. Un día, de regreso a su casa, encontrará a su padre muerto y saldrá a buscar a su madre, a quien no conoce. El desierto sanjuanino, otro protagonista de la película junto a Rafael Spregelburd, Marilú Marini y Pilar Gamboa, es como un libro para colorear las preguntas que lleva Celina. D.A.

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Evita Director: Pablo Agüero

Un cuerpo marchito, descarnado y frío se vuelve mágico. Pero un cuerpo no es solo eso. Un cuerpo –ese cuerpo– simboliza las pasiones y odios más profundos en la historia de la República Argentina. Y su mera mención corta, filosa, un pedazo de la inacabable tela del peronismo. Entonces, Evita, de Pablo Agüero, se erige –no sin levantar polvareda– como una versión ficcional (con exhaustivo material documental) de los periplos del cadáver de Eva Perón. El protagónico estará a cargo del mexicano Gael García Bernal, quien interpretará a Emilio Eduardo Massera, y de la argentina Mía Maestro, en el rol de Evita. Así las cosas, un cuerpo –marchito, descarnado, frío y mágico– se vuelve, una vez más, 24 verdades por segundo. H.P.

Mecánica popular Director: Alejandro Agresti Estreno: Mayo / Junio (Disney)

Rodada en el Palacio Reconquista en Capital Federal, la última película del director de El acto en cuestión narra la historia de Mario Zavadikner y Silvia Beltrán. Él, editor de un sello especializado en filosofía, psicoanálisis e historia que, desencantado con el mundo cultural circundante, decide suicidarse en su editorial. Ella, una joven escritora cuya aparición en la vida de Zavadikner, con la intención de que este publique su novela, desestabiliza todo lo planeado. Alejandro Awada, Patricio Contreras y Marina Glezer nutren un elenco que completan las participaciones de Romina Ricci y Diego Peretti. Una vuelta al ruedo de un director al que siempre esperamos con sobradas expectativas. E.D.B.


La patota Director: Santiago Mitre Estreno: Mayo / Junio

El esperado regreso de Santiago Mitre al largometraje de ficción se dará nada más y nada menos que en forma de remake del clásico de 1961 de Daniel Tinayre. La patota cuenta la historia de Paulina, una abogada exitosa que decide volver a su lugar natal para trabajar dando clases en zonas carenciadas de Misiones, y que a poco de comenzado su trabajo será violada por una patota. Contra lo que todos puedan pensar, Paulina volverá a realizar sus tareas al mismo lugar. Santiago Mitre crea otro thriller de dimensiones políticas que, como El estudiante, parece sostenerse sobre los hombros de personajes potentes: “Había algo de Paulina que me abofeteó, me puso en problemas: era un personaje cuya fuerza estaba vigente cincuenta años después, y al ser reinterpretado podía ser el motor de una película nueva, en un contexto contemporáneo”. D.A.

El hijo de la guerra Directora: Julieta Ledesma Estreno: Segundo semestre

La ópera prima de Julieta Ledesma promete una particular mezcla entre el drama familiar del interior mezclado con cuentos de fantasmas y maldiciones. Entre el género y el realismo, Ledesma quiere arrojarse con valentía a la búsqueda de lo singular en su primer largometraje. Y, si no, a mirar esta sinopsis hostil: después de despertarse desnudo, aturdido y golpeado en medio del desierto, Santiago vuelve a la casa de su padre, Ernesto, quien apunta al hijo con un arma. Su perro lo defiende, y luego este es sacrificado por el padre por haberse vuelto salvaje e irreconocible. Pero el persistente canino volverá como presencia fantasmal y lo irá poniendo a Ernesto cada vez más loco y violento, mientras que su familia será la que tendrá que padecer la convivencia con él. ¿Será nuestra Cementerio de animales o no tendrá nada que ver? D.A.

Resurrección Director: Gonzalo Calzada Estreno: Agosto

En el fértil camino del cine de género argentino, hay recovecos que todavía no fueron del todo explorados. Por ejemplo, el cine gótico cercano al pulso entre claustrofóbico y alucinatorio de Roman Polansky. Algo intentó –con buen tino– Daniel de la Vega con Necrofobia, y ahora Gonzalo Calzada va hasta el hueso con Resurrección. En esta película, un joven sacerdote se cuestiona su fe. Es que alrededor solo ve muerte y desolación, producto de la fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires en 1871. Y, en sus intersticios, un beso gélido entre lo racional y lo espiritual, y un racimo de dudas que se cosen al calor de reminiscencias a El bebé de Rosemary y El quimérico inquilino. H.P.

Tuya Director: González Amer Estreno: 2 de abril (Diamond Films)

Si a Claudia Piñeiro le siguen adaptando novelas, la van a dejar acariciándole el récord en best-sellers de pantalla grande a Stephen King. En este caso la adaptación le toca a Edgardo González Amer (Familia para armar, El infinito sin estrellas), quien dirige a Andrea Pietra, Jorge Marrale, Juanita Viale, Ana Celentano y Malena Sánchez para hacer del thriller de la escritora una comedia negra que involucra infidelidades, homicidios, problemas familiares y demás tramas siniestras. Inés se da cuenta de que su marido la engaña y, cuando lo sigue a uno de sus encuentros clandestinos, se convierte en testigo de cómo mata a su amante. Inés intentará mantener la armonía familiar mientras oculta el crimen, pero su hija adolescente y nuevos secretos de su marido complicarán el asunto. Lo que se dice una comedia de enredos macabros. D.A.

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Festival de Roma

Doble Standard Uno de los directores de HC viajó al Festival de Cine de Roma en su carácter de periodista, pero también como productor de un proyecto seleccionado por el New Cinema Network. Y escribió este texto sobre la experiencia de transitar ambas trincheras. Y sobre Cinecittá, sandwiches y gatitos. Por PABLO UDENIO

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o solo mi habitación era doble standard: mi situación como productor/ periodista también lo era. Y por muy ventajosa que parezca a veces para propios y extraños, me pone también en situaciones complicadas. Reuniones de negocios que coinciden con películas que quiero ver o que –más importante– el departamento de prensa del festival espera que vea. Así que a preparar la cintura y a driblear a la mayor velocidad posible para cumplir con los compromisos y aun así dejar tiempo para mi propia, agitada agenda. O, como le gusta decir a un buen amigo, “peor es trabajar”. Así las cosas, llegué a mi cómodo hotel romano. Cuando estaba por intentar recuperarme de un fulminante jet lag (léase: siesta), llegó a mis manos una invitación que no pude rechazar. ¿O quién hubiese rehusado el convite de una visita guiada a los míticos estudios de Cinecittá? No yo, al menos. Con una reducida pero entusiasta comitiva nos subimos a una van que incluía a Carlos Zumbo, el Agregado Cultural de la Embajada Argentina Federico González Pierini y María Lucrecia Cardoso, presidenta del INCAA. Algunos pasos perdidos nos llevaron a descubrir verdaderos tesoros, como el mítico Studio 5, el más grande del predio, donde Federico Fellini rodó prácticamente toda su filmografía (incluso llegó a vivir unos años escaleras arriba, y en ese mismo estudio fueron velados sus restos). O la inmensa escenografía de la serie Roma, que te hace pensar por un momento que la ciudad (enmarcada, a su vez, por su mezcla de ruinas y autos de último modelo) se continúa por un rato en su versión de resina de vidrio (si no apoyás tus manos en alguna de las columnas, no notás ninguna diferencia). Pese a todo, mucho del acervo histórico y cultural de Cinecittá fue progresivamente desa-

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tendido y abandonado, pero se terminó de destruir cuando Martin Scorsese filmó Pandillas de Nueva York. Allí la producción clamaba que necesitaría Cinecittá completa (esto es, todos sus estudios y aún más, llegando a la friolera de las 40 hectáreas del predio completo). Pero todos sabemos que nada queda de un festival que se precie sin buenas fiestas. Esa noche y la subsiguiente se marcaron dos grandes eventos –ambos relacionados con el Mercado–. La noche del 17 de octubre concurrimos a un asado en un restaurant argentino, invitados por Guillermo Moreno, actualmente Agregado Comercial de la Embajada Argentina en Roma, porque la tan emblemática fecha es también su cumpleaños. Esta fue una cena íntima pero divertida. Hubo varios productores argentinos presentes que probaron su entusiasmo a la hora de cantar la Marcha Peronista hasta quedarse prácticamente afónicos. ¿Y yo? Yo era el chico con la cámara. La fiesta #2 fue la inauguración de la Business Street, un evento digno de La grande bellezza. Allí, divisando Roma desde una terraza, entre sanguchitos y gatitos, un grupo de cineastas, productores y críticos argentinos renovaban su vieja y ¿eterna? discusión de cineastas vs. crítica. Round número mil del que participaron, entre otros, Diego Lerer, Diego Dubcovsky, Javier Porta Fouz, Pablo Ratto, Hernán Rosselli, y seguro me olvido de alguien. Fue empate. Siempre se llega a la conclusión de que ninguno (o todos) tiene razón.

En la calle de los negocios No puede haber dos cosas más aparentemente iguales pero tan diametralmente opuestas como un festival de cine y su mercado. Lo único que los une (las películas, la presencia de gen-

te) palidece inmediatamente frente a los argumentos que arriman los porqué y los para qué. Por algo es que a los directores se los mantiene siempre alejados de las proyecciones de mercado. Ellos al comienzo no lo entienden, pero es pura protección. El constante ingreso y egreso de la sala (en cualquier momento), los teléfonos celulares iluminando la sala para un chequeo de mails que nunca puede esperar y situaciones similares podrían situar a cualquier director sensible en una depresión profunda. Aunque esto no significa que los vendedores y compradores sean personas sin sensibilidad: solo están allí haciendo su trabajo, y el tiempo nunca les sobra. Aparentemente. Asimismo, estos compradores y vendedores, si quieren tener una dimensión real de lo que el público siente sobre una película, deben verla en el marco del festival, estar atentos a las respiraciones, a las sonadas de mocos, a las risas o a su ausencia (si se trata de una comedia) y, por supuesto, a los comentarios a la salida. Pero pocas veces tienen tiempo para ambas cosas, así que suelen elegir ver las películas en el mercado, entre sus colegas, con un acceso preparado para ellos. Uno podría, además, argumentar que las proyecciones festivaleras no siempre son la medida para captar al público real. Pero aquí entraríamos en consideraciones de qué película, qué festival y una serie de largos etcéteras. Por eso, si los festivales a veces son una burbuja, las proyecciones de mercado son la burbuja den-


tro de la burbuja. Así las cosas, el mercado del Festival Internacional de Cine de Roma, conocido, simplemente, como The Business Street, queda en una punta equidistante de donde tiene lugar efectivamente el festival propiamente dicho. De hecho, esta “calle de los negocios” no es otra cosa que el lobby del elegante Hotel Bernini, localizado justo delante de la Piazza Barberini. Claro, estamos en Roma, y hay que ser un poco estúpido para quejarse de que hay que recorrer distancias. El que haya viajado a Roma sabe de la belleza que implica caminar la ciudad. Pero para los apurados –o para los que contamos los euros que suponen un taxi de Barberini al Auditorium Parco della Musica– la organización pone a disposición unos shuttles que portan de una punta a la otra de forma gratuita a todos aquellos portadores de su credencial (ya sea la del Mercado o cualquier badge del festival) con una frecuencia aproximada de cada 15 minutos. Como frutilla del postre, el shuttle en cuestión tiene muchísimas paradas intermedias, así que usarlo para hacer un poco de turismo no está fuera de la foto.

Recreo La razón “no periodística” que me traía a Roma era la selección del New Cinema Network de uno de los nuevos proyectos de nuestra productora HC FILMS, titulado ten-

tativamente Recreo, largo coescrito y a ser codirigido por mi socio Hernán Guerschuny y Jazmín Stuart. Esta selección entre un puñado de proyectos de todo el mundo implica, además de una “chapa de prestigio” para un proyecto incipiente, reuniones one to one con players de todo el mundo interesados en una posible coproducción, precompra, etcétera. La realidad es que estas reuniones son mucho menos glamorosas y mucho más complicadas de lo que alguna gente cree. Y son muchas (muchas) reuniones. En mi caso puntual, 52. En solo tres días. De las 9 de la mañana a las 7 de la tarde, sin mayor intervalo que el sonido de una campana (cada media hora puntual) para indicar que la compradora holandesa que estaba en tu mesa debía levantarse y en su lugar te saludaría e intercambiarías tarjetas y volverías a pitchear el proyecto a un productor italiano, que te preguntará si tu historia transcurre enteramente en una casa de campo del Gran Buenos Aires… ¿Acaso no es lo mismo si transcurre enteramente en la costa amalfitana? El Mercado, como en casi todos los casos, ocupa con la proverbial intensidad de “el tiempo es dinero” apenas los primeros cuatro o cinco días del Festival. Así que, liquidado un poco el asunto en la calle de los negocios, ahora sí me dispongo a disfrutar más a fondo de un festival que un poco continúa siendo un misterio para mí. Antes de conocerlo había escuchado un abanico de comentarios y

prejuicios. Que nació hace poco tiempo (año 2006, exactamente) porque, luego de años del reinado de Venecia, los romanos querían su propio festival. La competencia entre ambos (encima, están muy cercanos en el calendario) se notó enseguida; Marco Muller, director de Venecia, pasó a Roma tres años atrás, y ni bien concluyó esta edición anunció que, habiendo terminado su contrato, haría carpetazo y a aprender de las experiencias para volver a su querida actividad académica. La tensión entre él y los programadores buscando un cine de calidad, por un lado, y la exigencia de “las cúpulas romanas” para contar con una alfombra roja con un alto tránsito de estrellas (porque es “lo que el público romano quiere ver”) terminaron de hacer la tarea más difícil. Italia, aunque te amo y te llevo en la sangre, hay que admitir que tu vena conservadora se nota en cada detalle y en cada gesto. Como sea, la programación tuvo sus highlights (en la página siguiente reseño brevemente algunas favoritas personales), y el espacio donde se desarrolla el festival es sumamente vistoso y agradable. Sin duda, uno de los detalles más distinguidos del Festival. El Parco della Musica incluye bares, restaurantes, una radio integrada al espacio y una librería-disquería, todo en un predio abierto, cómodo y luminoso. Si estás queriendo un festival bien organizado, con algunas buenas películas para ver en el marco de una de las más bellas ciudades del mundo, el Festival de Roma es una apuesta segura.

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Póker de Ases Además de comida, hoteles, cocktails, relaciones públicas y glamour, un festival de cine se compone, esencialmente, de películas.Vampiros, música electrónica, billetes falsos y verdaderos, en esta selección personal de cuatro favoritas Por P. U.

A Girl Walks Home Alone at Night Ana Lily Amirpour

Edén Mia Hansen-Love

¿Me creerían si les hablara de una película de vampiros existencialista-feminista, sensual, con aires de spaguetti western y odas al primer cine de Jim Jarmusch, con algo de Kaurismaki, realizada en blanco y negro, con una banda sonora espectacular y dirigida por una joven directora iraní, en Irán? Ahh… les dieron ganas. Bueno, la película es todo eso y además es bellamente imperfecta. Ahí radica su encanto, que nos recuerda también a cierto cine independiente norteamericano de los noventa. Y es en su poder de desafío (casi de manifesto) donde respiran sus mejores, más valientes armas. Una película de género por vampírica, sí, pero también por cuasifeminista, si consideramos el contexto en el que fue realizada.

Si se mira bien, no es extraño que los biopics de músicos o movidas musicales conlleven cierta estela de melancolía. Pero Mia Hansen-Love, fiel a sí misma, lleva esto a su máxima expresión en Edén. Y la escena elegida es la del nacimiento del french touch o la destilación a la francesa de la música house, con sus detalles supuestamente elegantes. La historia está basada en el hermano de la directora, quien fue uno de esos motorizadores “en las sombras” del movimiento. Sus idas y venidas en las relaciones, sus pequeños éxitos y fracasos son el alma del relato. Y, pese a los divertidos cameos (que, naturalmente, le generaron un montón de atención extra a la película) de unos Daft Punk sin sus cascos intergalácticos y pese al frenético ritmo del bombo 4x4, en este edén tristeza nao tem fim.

Mauro Hernán Rosselli

Dólares de arena Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas

Esta película que los argentinos conocimos gracias al Bafici resultó ser uno de los mejores estrenos nacionales del año pasado. Una imagen instantánea (o lo que los críticos norteamericanos gustan llamar “slice of life”) se posa durante un brevísimo tiempo en la vida de un corredor de billetes falsos. Con el mundo suburbano del sur de Buenos Aires como un serenamente sórdido telón fondo, el Mauro del título es interpretado con tan lograda naturalidad por Mauro Martínez que el término “interpretación” casi parece sobrar. Lo mismo le cabe a Victoria Bustamante, la mujer con quien Mauro inicia una relación que bien podría (o no) hacer tambalear su simple pero bien organizado mundo. Juntos consiguen formar una de las parejas más profundamente emocionantes y creíbles de todo el cine argentino reciente.

Noeli es una morena bella y joven que intercambia intimidad con Anne, una señora mayor inglesa (Geraldine Chaplin), mientras analiza si quiere quedarse en República Dominicana o si prefiere irse con ella al extranjero. A diferencia de otras películas que tratan el comercio sexual entre tercer y primermundistas de un modo más o menos banal y/o tendencioso, Dólares de arena tiene dos aciertos fundamentales. Por un lado, está dirigida con una delicadeza que el tema agradece, y las escenas fluyen de un modo natural y poco artificial. Por el otro, evita caer en el lugar común del explotador y el explotado, dejándoles a sus personajes expresar su vulnerabilidad y sus debilidades. El deseo y el dinero son aquí dos caras de una misma moneda, sí, pero una que, cuando es arrojada al aire, nunca parece terminar de tocar el suelo. Y ahí está el rostro triste de Anne y, sobre todo, el rostro continuamente apagado de Noeli para demostrarlo.

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Looking

Three amigos Lejos de cualquier estereotipo, Looking, la nueva serie de HBO, cuenta la vida de tres jóvenes adultos de San Francisco. Pero lo más importante es la porción de esas vidas en las que el show de Michael Lannan se concentra: ese momento en que lo cotidiano cambia, o al menos debería hacerlo. Por Martín Fernández Cruz

¿

Se acuerdan del personaje gay de Sex and the City? Me refiero a Stanford, el pelado que era amigo de Carrie y que terminaba siendo un estereotipo berreta y miserable sumergido en una serie que se pretendía polémica pero que, con el paso de los años, quedó como un retrato oxidado apenas menos inocente que Los Picapiedras. Ese personaje sirve como estereotipo para comprender lo mucho que avanzó la tele en la última década, y cómo ciertas representaciones quedaron, por suerte, enterradas en el tiempo. Porque basta ver un capítulo de Looking para comprender lo añejo y agresivo que quedó el modelo gay de Sex and the City. Looking fue estrenada en HBO en enero de 2014, y ahora en 2015 iniciará su segunda temporada. Con una primera tanda compuesta por apenas ocho episodios, la serie, si bien no logró imponerse con fuerza en los ratings, se erigió como una de las ficciones más interesantes del año pasado, obtuvo prestigio y fue recomendada hasta el hartazgo en distintos sitios web dedicados a la tele. El creador de la serie es Michael Lannan, un guionista con muy poca experiencia, que tuvo la posibilidad de trabajar en producciones tan dispares como la serie Sons of Anarchy, Rubicon o la película Recuérdame, de Allen Coulter. Lannan, que en 2011 escribió y dirigió un corto titulado Lorimer, usó la base de ese trabajo para presentar un proyecto para serie de televisión. Luego de las idas y vueltas típicas en estos casos, HBO aceptó producir una primera temporada de ocho episodios. La serie narra las vivencias de un grupo de amigos en la San Francisco actual, y muestra cómo cada

uno de ellos intenta salir adelante y prosperar tanto en lo emocional como en lo profesional. Que los tres amigos sean homosexuales es una característica que, lejos de ser tomada como excusa para etiquetarlos, simplemente los enriquece, pero no los define como si fueran solo eso. Y así como sería absurdo decir que Girls es una serie sobre cuatro chicas heterosexuales, también lo sería simplificar esa descripción diciendo que Looking es una serie sobre tres hombres homosexuales. En Looking los protagonistas no están reducidos a su inclinación sexual, sino todo lo contrario, ya que sus universos están definidos por sus sentimientos y frustraciones, por sus miedos y por la eterna lucha de triunfar en el trabajo y el amor (aunque, en ese sentido, ambas series podrían describirse de la misma forma). Como se mencionó, el grupo protagónico está integrado por tres hombres: Patrick, Agustín y Dom. El primero es un diseñador de videojuegos (diseñador de niveles, precisamente) que trabaja en una gran empresa dedicada al tema, en la que constantemente intenta avanzar. Patrick es el más aniñado del grupo, el más tímido; es una especie de niño eterno que busca encontrar a su pareja ideal. Patrick vivía con Agustín, hasta que su amigo decidió irse a vivir con su novio, lo cual dejó al joven diseñador en una situación totalmente nueva. Por su parte, Agustín es un artista que trabaja para una mujer dedicada al arte pop, pero es despedido cuando le dice a su jefa que su calidad como artista está totalmente deteriorada. A partir de ese momento de conflicto, Agustín intentará buscar otras maneras de ganarse el pan. De los tres amigos, él es el único que tiene una pareja estable

y, si bien por momentos es evidente que las fisuras entre ambos existen, Agustín siempre intenta sostener esa relación. El tercero de los protagonistas, Dom, es para muchos el más interesante de todos. Dom es mayor que los otros dos, y en muchos aspectos pareciera tener su vida casi resuelta. Pero, si bien es un tipo muy seguro y confiado de sí mismo, no deja de tener puntos vulnerables que en su pasado le jugaron muy en contra. Y ahora, totalmente agotado por un trabajo mediocre que le impide alcanzar cualquier tipo de evolución, decide retomar el viejo sueño del restaurant propio. Los tres amigos están en distintas situaciones, pero lo que inequívocamente los une es la necesidad de avanzar en lo laboral, de pelear por sus vocaciones y no quedarse a mitad de camino, atascados en trabajos grises que los convierten en personas miserables. Y es en ese sentido que Looking se revela como una especie de contracara masculina de Girls: la serie de Lena Dunham está centrada en un universo con personajes de veintipocos, y Looking está protagonizada por tipos de veintimuchos y treintimuchos, y mientras que Girls pone el foco en los miedos probables de la adultez, Looking se vuelve más áspera, y pone el acento en qué es lo que pasa cuando muchas de esas insatisfacciones se vuelven cotidianas. Con seguridad, y como suele suceder con las ficciones de HBO, Looking es única en su estilo, y se ha convertido en una de las más perfectas series actuales. Looking Michael Lannan Estados Unidos

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Todo lo que necesitás saber sobre cine

D-Culto Nacional Mariano Oliveros (Fan Ediciones)

Al cine y más allá La idea de Todo lo que necesitás saber sobre cine le calza perfecto al estilo simple y didáctico de Leonardo D’Espósito. Es un libro introductorio, sí, pero siempre se puede arrojar algo más de luz cuando se escribe con gracia. POR EDUARDO D. BENÍTEZ

Todo lo que necesitás saber sobre cine Leonardo D’Espósito (Paidós) Los libros introductorios muchas veces generan sospechas. Por su modo de simplificar aquello que nos quieren invitar a conocer, por las estrategias retóricas a veces un poco “descolocadas” con que eligen narrar su objeto (aunque no es desdeñable ver a Derrida en formato cómic explicando la deconstrucción encerrado en una viñeta), por su manera de constituirse en resúmenes escolares para abreviar y explicar obras voluminosas y complejas en raquíticas extensiones de noventa páginas. El libro del crítico de cine Leonardo D’Espósito elude cualquier tipo de trampa simplista con una prosa clara, límpida, que no le roba lugar a la elocuencia, el comentario reflexivo o el entusiasmo cinéfilo. Todo lo que necesitás saber sobre cine – volumen que integra la interesante colección Todo Saber que Paidós impulsa poniendo el acento en diversas temáticas como la ciencia, el psicoanálisis, Malvinas, etcétera– recorre los puntos más importantes de la historia, la técnica y la teoría cinematográfica sin dejar de ser exhaustivo. La primera grata sorpresa tiene que ver con la elección de contar la génesis del séptimo arte de manera más tangencial al relato oficial; por eso no es

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a partir de Méliès o Lumière que se elige contar el nacimiento del cine, sino a través de la figura de Émile Reynaud, inventor del praxinoscopio. A partir de allí, se suceden varios capítulos que salen al relevo de directores, revisitan géneros específicos como el western y el porno, acuden a destacar la importancia de Walt Disney, y proponen un recorrido a través de “algunas escuelas (que quizás no existan)”. Hay algunos detalles de formato y contenido que convierten al libro en una pieza atractiva que convoca a la lectura tanto de legos como de expertos: todos los capítulos están complementados por recuadros que reponen anécdotas relacionadas con los temas trabajados en cada sección, frases destacadas y separatas con datos curiosos que vuelven más lúdica la lectura. Leonardo D’Espósito trabaja a partir de un delicado equilibrio entre el rigor expositivo sobre un saber y la transmisión calurosa de una pasión, de un universo que se ama y del cual se es fanático. Y el volumen le hace honores a ese modo de concebir al cine como forma de vida, como una manera de forjar nuestra mirada sobre el mundo, algo que el autor deja bien claro en el prólogo, cuando nos invita a conocer las avenidas de este megarrelato cinéfilo: “Conocer mejor el cine y sentir deseos de entrar en él y de adivinar sus secretos es entender metafóricamente el mundo”.

C o m o parte de la colección del Doctor Widescreen (formato apaisado, figuritas coleccionables con afiches de películas alusivas), el libro D-Culto Nacional se toma el trabajo –exhaustivo– de reponer y proponer un camino posible para idear una suerte de enciclopedia de los films de culto argentinos, además de cuestionar la pertinencia de esa noción tan automatizada que conocemos como “de culto”. ¿A qué llamamos cine de culto? ¿Es lo mismo que el cine independiente, de mirada personal? ¿Está definido por la invisibilidad de ciertas películas, se caracteriza por ser de bajo presupuesto? Estos interrogantes que pueden surgir a la hora de pensar este tema, el correligionario colaborador de estas mismas páginas Mariano Oliveros (responsable del sitio Taquilla Nacional) elige responderlos situando genealógicamente el cine de culto en los años setenta (con el primer furor provocado por Pink Flamingos, de John Waters), asociado a los movimientos de contracultura norteamericanos. En Argentina, en cambio, esta denominación fue tomando relevancia en los años ochenta y noventa con la explosión del formato VHS y la cinefilia gestionada en videoclubs. La invitación a la lectura de D- Culto Nacional es festiva y cargada de datos. No van a sobrar en el trazado de este mapa algunos gestos de nostalgia o de mitologización de la efervescencia hormonal adolescente: por ejemplo, cuando se glosan sentidas palabras sobre la saga Brigada explosiva o sobre la producción fundacional de Víctor Maytland, Las Tortugas Mutantes Pinjas. E.D.B.

OTROS TÍTULOS Al límite Thomas Pynchon (Tusquets)

Encuentros secretos Kobo Abe (Eterna Cadencia)

El inconsciente estético Jacques Ranciere (Del Estante)


D’Angelo and The Vanguard Black Messiah RCA Records A pesar de que D’Angelo inició su carrera musical en 1991, solo tiene tres discos. El debut, Brown Sugar; la continuación que “cambió la cara del soul para siempre”, Voodoo (que muchos recordarán por el video de “Untitled (How Does It Feel)” y su plano fijo del cuerpo del cantante desnudo); y el retorno con gloria después de más de una década de inactividad, Black Messiah. Agrupado con el movimiento neo soul de los noventa (Lauryn Hill, Maxwell, Erykah Badu) y caracterizado por su genio multiinstrumental y obsesivo de la producción, D’Angelo es un artista que se toma largos períodos sabáticos entre disco y disco, lo cual hace que cada uno de ellos sea vivido como un acontecimiento. Y para este último ha elegido un sonido espeso, hipnótico y denso, que busca contribuir en otro gran álbum psicodélico de música negra, en la línea de Parliament, el Stevie Wonder de Innervisions y el Marvin Gaye de What’s Going On. Un disco político, poético, futurista, clásico y lleno de colchones de sonido y detalles, que además llega casi sin anuncio en los últimos

días del año, a la manera de Beyoncé, quien el año pasado, sin previo aviso, colgó un LP que era una reflexión sobre el lugar de la mujer en la industria musical. Eso se refleja en cada una de las canciones, por ejemplo en “1000 Deaths”, que se inicia con un predicador para dar paso a la voz distorsionada de D’Angelo y a notas de guitarra y bajo que parecen cortadas, repegadas y grabadas desde atrás de una placa de gomaespuma, hasta que se disuelve en una base de batería suave y cool. O “Sugah Daddy”, que comienza como algo que un grupo de músicos de jazz sin un centavo podrían tocar en un bar de mala muerte de Harlem en los años veinte, hasta que en un momento voces y trompetas que parecen emerger del espacio profundo ascienden hasta volúmenes incomprensibles, puntuando pequeños momentos. D’Angelo se apropia de toda una tradición y realiza un álbum que es importante por los motivos que generalmente se enarbolan para estas cosas, y que muy a menudo están equivocados: primero porque da la impresión de ser algo grande, de alguien que tiene algo que decir, y segundo porque es un disco que te sigue sorprendiendo cada vez que lo escuchás y logra cambiar tu estado de ánimo dos o tres veces en la misma canción. ▀ AMADEO GANDOLFO

The Peronists Inka Haus

Terror Negro Records The Peronists (en realidad, el proyecto compositivo de Federico Sánchez Randall) nació en unas oscuras y calurosas habitaciones tucumanas, pero llegó a la conciencia pública de la mano de aquella fervorosa pero, en última instancia, efímera nueva movida de la cumbia “electrónica” que se alojó alrededor de las fiestas Zizek en Niceto. Pero Federico siempre fue mucho más mutante de lo que una sola etiqueta podía describir, y los años siguientes se dedicó a vivir en Alemania, Chile, La Plata y Tucumán, absorbiendo sonidos locales y trabajando de forma enfermiza sobre su colección de beats y sonidos de otra dimensión. Finalmente este año sacó este, el que es (creo) su primer EP oficial. En él quedan ya muy pocos rasgos de la cumbia

electrónica por la que alguna vez fue conocido; en realidad queda una imagen fantasma, un esqueleto invisible. Porque lo que ha logrado es encontrar una hermandad espiritual entre los sonidos andinos, su repetición y su búsqueda del trance, y lo más bailable del house más cerebral. En el fondo, la búsqueda es la misma: el abandono corporal en pos de algún tipo de éxtasis colectivo. Una canción se puede llamar “Inka Techno” y estar compuesta de riffs de sintetizador cortantes como acero. Esta mezcla de estilos amparada en el beat se encuentra en todo el disco, como en “Melbourne Cowboys”, que por momentos parece un dubstep aborigen fuera de su época. Un debut que en realidad es una decantación precisa. ▀ A. G.

Charli XCX Sucker Warner Music 2014 parece ser el año de Charli XCX. Tras coescribir uno de los grandes himnos de la nueva década (“I Love It”, junto con Icona Pop), editar un muy buen disco en 2013 (True Romance) que no tuvo el reconocimiento suficiente, y aportar creativamente en “Fancy” de Iggy Azalea, finalmente Charli está disfrutando del éxito propio con la edición de “Boom Clap”, un single onomatopéyico e irresistible que sumó popularidad por su aparición en la película Bajo la misma estrella, y con la edición de Sucker, su nuevo disco. Como casi todo álbum de pop, Sucker tiene sus altibajos, pero no por eso deja de ser un

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disco de gran personalidad y coherencia estética, en el que el pasado del pop es reapropiado bajo la entusiasta creatividad de Charli. Hay momentos de gran algarabía en el pop punk digital y ramoniano de “London Queen”, en las aventuras cindilauperescas de “Famous”, en los toques maddonescos de “Doing It”, y en los recuerdos de Bis (gran banda de los noventa) de “Breaking Up”. Sucker es un disco que confirma la afiebrada creatividad de una chica de 22 años que ya promete un próximo disco “de J-POP infantil y enfermizo” y que, genuina y simplemente, no puede parar. ▀ Juan pablo álvarez

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Premios bajo la luz de la lunita El 22 de diciembre, en el Antedespacho del Gobernador José Alperovich, se entregaron los premios de la 9º edición del Festival Tucumán Cine Gerardo Vallejo 2014. Las películas ganadoras fueron Dos disparos, de Martín Rejtman, en la categoría Mejor Película, y Mauro, de Hernán Roselli, como Mejor Ópera Prima. Los premios fueron de 30 mil pesos cada uno, y fueron otorgados por el Ente Cultural y la Honorable Legislatura respectivamente. El Director de Medios Audiovisuales, Rafael Vásquez Rivera, se refirió a las películas ganadoras y a la trayectoria del festival. “Es un honor para nosotros destacar estas dos películas. En este caso se trata de dos ficciones que coinciden, en cierto sentido. Los personajes principales de los films ganadores son un falsificador de billetes en el conurbano bonaerense (Mauro) y un pseudo suicida (Dos disparos). Ambos personajes

están ubicados en espacios (raramente) urbanos. La pregunta sería si dentro de nuestra cotidianeidad, al igual que los personajes de las películas, estamos esquivando la violencia urbana, o si la tenemos íntimamente asimilada. Parece como si las acciones y las reacciones nos pusieran al límite; es como si no diferenciáramos la ira de la violencia íntima, o como si no supiéramos qué es ficción

y qué es realidad. Mauro y Dos disparos son aportes valiosos y deconstrucciones sobre estos tiempos veloces y medio coléricos. Nuestro Festival siempre tendrá las puertas abiertas a estas miradas sensibles de nuestro cine argentino”. También confirmó que pronto habrá una nueva edición que puede venir con festejos: “Este año el festival cumple 10 años. Nos vemos en 2015”.

Hat trick de Boyhood El lunes 5 de enero, en el restaurante Tao del Downtown neoyorkino, el New York Film Critics Circle otorgó los premios más importantes de la crítica en su edición número ochenta. La gran ganadora fue Boyhood, de Richard Linklater, que se llevó la pelota a casa con tres galardones: Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actriz de Reparto. El productor y distribuidor Jonathan Sehring, de IFC Films, bromeó cuando le preguntaron por el rumor de que Boyhood es la preferida para el Oscar: “¡Pero Boyhood es tan del año pasado!”. Entre otros de los trece premios, Marion Cotillard se llevó el de Mejor Actriz por The Immigrant, de James Grey, y Two Days, One Night, de los hermanos Dardenne. Cuando Jake Gylenhaal la presentó, dijo ser su fan y agregó: “Wow, esta chica sí que tiene pelotas”. Jennifer Kent ganó por Mejor Ópera Prima por The Babadook.

Animaníacos El diciembre pasado, el estudio animado Pixar inauguró su temporada para 2015 y proyectó en Hoyts DOT fragmentos de los estrenos que se vendrán este año. La vela de la torta fue la presencia de Jim Morris, director de Pixar, quien presentó las novedades de la compañía. Los avances que pudieron verse fueron de Intensa-mente, de Pete Docter (18 de junio de 2015), y Un gran dinosaurio, de Peter Sohn (3 de diciembre de 2015). También se anunciaron los estrenos de Buscando a Dory, de Andrew Stanton (16 de junio de 2016), y Toy Story 4, de John Lasseter (15 de junio de 2017).

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