BILDUNG poesĂa Paulina Merino Salazar
HEBEL
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Paulina Merino Salazar BILDUNG POESÍA HEBEL
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BILDUNG poesĂa Paulina Merino Salazar
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BILDUNG. POESÍA © Paulina Merino Salazar, 2019 © HEBEL Ediciones Colección Cuadrá-Tú| Poesía Santiago de Chile, 2020 www.issuu.com/hebel.ediciones Prólogo: Matilde Belén Escobar Negri Diseño y edición: Luis Cruz-Villalobos Imagen de portada y contraportada: Hugo Doy, 2018 (oleo sobre tela). Qué es HEBEL. Es un sello editorial sin fines de lucro. Término hebreo que denota lo efímero, lo vano, lo pasajero, soplo leve que parte veloz. Así, este sello quiere ser un gesto de frágil permanencia de las palabras, en ediciones siempre preliminares, que se lanzan por el espacio y tiempo para hacer bien o simplemente para inquietar la vida, que siempre está en permanente devenir, en especial la de este "humus que mira el cielo".
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PRÓLOGO
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El título del libro, “Bildung”, hace referencia a un vocablo de origen alemán, que viaja en el tiempo desde el misticismo de la Baja Edad Media, dejando huellas a través del reformista Martín Lutero, hasta las definiciones más teóricas de Wilhelm von Humboldt, a finales del siglo XVIII. Es una palabraconcepto en la que resuena una extensa tradición espiritual, filosófica, pedagógica, estética, cultural, etc., nutrida por las obras de Herder, Hegel, Kant, Goethe, entre las personalidades más reconocidas.
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Todo esto para tentar la captación de un término que, de por sí, se muestra escurridizo a la traducción y al que cualquiera que se haya dado en la tarea, descubre como una labor inasible. En tal afán, encuentro que acceder a él a través de una suerte de danza de palabras que se conectan con esa noción, es una posibilidad para adentrarnos en el mundo de la Bildung. auto-conocimiento, educación, auto-cultivo, cuerpo-mente-alma-emoción, espiritualidadcorporalidad, Bildung
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conocimiento-experiencia, mundo interior-mundo exterior, individualidad-comunidad, Sí Mismo-Otros… Diría,
entonces,
“formación”
en
que
es
algo
concurrencia
así de
como todas
una estas
variadas y complejas facetas de la configuración de una subjetividad. En definitiva, cuando se trata de palabras que no buscan la “transparencia del concepto”, ¿qué mejor que una palabra, devenida poética, para acercarnos a su mundo de sutilidades? Esta es la invitación que nos hace Paulina Merino Salazar, en un poemario que se presenta como una serie de 11
escenas fuertemente simbólicas, transversalmente hilvanadas por una inquietud trascendental: ¿Puede lo femenino dentro de lo femenino detener su impulso disgregante, de apertura abismal?
¿Darle
forma,
obligar
a
lo
femenino a verse a sí mismo, a reconocerse, de modo que pueda decir: “soy yo”? Ese es el hilo que el yo lírico teje y desteje, minuciosamente, con habilidad analítica. De modo que se va con-formando una textualidad que recorre espacios y experiencias, en el esbozo de aspectos de un alumbramiento cuerpo-espíritu, la 12
consciencia de la fragilidad de la vida, lo sensible en vínculos con otrxs; del mundo de lo mágico y los saberes, del destino poético de la heroína…, hasta una provocadora “última cena”. Dra. Matilde Belén Escobar Negri 15 de Febrero, Mendoza, Argentina
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BILDUNG
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Para mi madre
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Mujer moneda, me llamaste desde los intersticios de tus miembros sin juntura. Cuando decidĂ escucharte, era ya parte de los juegos de agua de tu vientre. El espacio entre tu cabeza y tu pecho. Un guiĂąo travieso en tu sonrisa de diosa sin dios. El impulso de tu pierna pensante. La calavera en el flanco de tu torso suelto. Nonata, incompleta, matriz, afuera, adentro. Ser una te harĂa una con la muerte. 17
Mejor seguir jugando. Un juego a muerte y no un juego de muerte. Mujer dentro de mujer. La madre ―la esfera― y su criatura.
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La historia de los silencios infantiles empieza con un grito. Ella lo escuchó cuando la niña nació, pero la niña, poco antes, también había escuchado algo: una cesión, un detenimiento, una ausencia. Ese movimiento hecho de calor, oscuridad y agua, que era un ritmo en que ambas, cuando eran una, habían sido, se había callado. Así que lo primero que escuchó la niña fue ese silencio, y fue tan absoluto que se tragó su primer grito, igual de infinito, igual de enorme. El segundo grito, el que escuchó mamá, fue un intento, como todos los que seguirían, de restablecer el ritmo. 19
La primera palabra fue “Caqui”. Blanqui era la tía, la tía Blanca, la hermana menor de mamá. Siempre hablaría de mamá en metonimias.
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La mamá de mamá no tuvo mamá. Y aún así la mamá de mamá amó a mamá. Mamá lo supo siempre, pero el alma de su corazón siempre sería de hielo.
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Una pequeña locura El filo de seda está sucio y húmedo. ¿Cuándo dejará esta niña de chupar la cobija? Ya tiene cinco años y no se despega de su estropeada amiga. Con la boca y las manos sostiene un lado, sorbe su filo mientras camina, luego sorbe el otro filo, luego el otro, luego el otro… Repite hasta el agotamiento. Cierra al fin los ojos. 22
En la cocina blanca y vieja, todo parece quieto. Un cuchillo afilado en el mesón, platos limpios, ollas sucias. Es de día. En la cocina blanca y vieja, arde una rata y sus crías en el cajón de manteles. Me siento y miro y escucho. No hace falta encender la luz. El fuego alumbra la tarde.
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“El psicoanálisis es la reconciliación con el cuerpo”. La niña. (Muchos años después, recostada en un diván, le habla a una mujer trece años mayor.) Lloran, sus manos lloran.
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Poppette va a morir: tiene rabia. ¿Cómo es que no fue vacunado? Ha lamido las manos de la niña. Hay que salvar a la niña.
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Prescripción “Bruja primera… ¿Dónde has estado, hermana? Bruja segunda. Haciendo morir cerdos. Bruja tercera. ¿Y tú, hermana, dónde?”
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Un viaje VisitĂŠ a la mujer fragmentada. Su nombre es Coyolxauhqui. Paga con su desmembramiento un intento matricida. Decapitada y rota, habita una esfera. Esa esfera es la luna.
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El pobre Popette murió, pero salvaron a la niña. Ella había visto un cuarto verde intenso, gente en un ir y venir agitado. Preparaban algo. Cerraron la puerta, no la dejaron ver más. Pero ella sabía. La rabia, la cabeza de Popette. La cura.
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¿La madre ―la esfera― y su criatura o la criatura y la madre ―la esfera―? ¿Puede lo femenino dentro de lo femenino detener su impulso disgregante, de apertura abismal? ¿Darle forma, obligar a lo femenino a verse a sí mismo, a reconocerse, de modo que pueda decir: “soy yo”?
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Soy yo el cuchillo que reposa en la cocina blanca y vieja. Acércate y mira mi hoja, aquí mi historia, un espejo. Liberé al animal del peso de ser mujer. Liberé a la mujer de su temido animal. Cesé, implacable, el contagio. Entregué pechos sustitutos. Cercené horizontes y salvé corazones de espectáculos sangrientos. Separé a la madre de la hija. 30
Separé a la madre de sí misma y a la hija de sí misma. Mi ritual incomprendido lo ofrezco a diario a la vida y ella, desde su altar de mar y rocas, asiente, sonríe y se da.
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DESTINO
Ahora lo veo: el destino del hĂŠroe no es el destino de la heroĂna. Para ĂŠl la llamada de una voz grave conforme a la suya. Mandato surgido de un mar navegado, espacio en concordia, 33
repasar de escriba, encuentro gozoso con su propia voz. Para ella los cantos, coros, sinfonías. E igual que una llaga, la voz grave de nuevo― no como la suya, la de ella―: lago púrpura, alienígena, un bautismo mudo, inmersión milenaria: lento el pie, la pantorrilla. 34
Conspiración feliz para acallar la flama última, imposible de la sublime música animal.
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INQUIRY
¿Qué sexo tiene esta angustia? Lo he creído masculino. Pierde el pelo como Prufrock, y lo pasman las mujeres. Esta angustia mía es viril, goza deambulando sola, va borracha hacia los muelles, vive arrancada del mundo; y así sin raíz se ufana de ser pena inteligente. 36
No admite adornos, mira a los ojos a cuanto no tiene ojos, y ve que hay honor, una hermana dignidad en su porfĂa.
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PERRA
Confabulados por el miedo a lo Uno, no debo verte a los ojos, me han dicho. La mirada ha de ser siempre indirecta, pues podrías interpretarme mal. Te sientas junto a mí y me das calor. Se enciende la pequeña hoguera de la vida. Y la entiendo y la acepto como nunca: la vida es una pequeña hoguera encendida en una cabaña solitaria en el invierno noruego. 38
Un viejo atiza con cuidado este fuego modesto. No quiere ráfagas fatales ni carbones moribundos. Ejerce su arte de moderación en la salita mientras su esposa, tan vieja como él, observa la nieve que rasga el aire en trazos breves, ríspidos, pero exactos y controlados desde su tibia habitación. Y aunque amo tu pelaje, que es hogar indestructible, memoria del abrigo y del crimen 39
inexorable y limpio, fugo hacia los fríos inciertos de mi cuerpo apalabrable y me dejo observar por la muerte. (¡Que no cierre los ojos, si se duerme desapareceremos!) Tú y la muerte se miran a los ojos y no hay ningún malentendido.
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“KVARTERET”
Ignoro el frío en el ánimo de mi amigo suicida. Si le dolía el pecho en los meses finales, o si sentía, como yo, que ya no estaba el corazón sino un mercenario grito hueco. ¿Habrá llorado por verse solo? ¿Se habrá dicho: “de qué más podría hablar?” 41
¿Será que las palabras cayeron por la grieta de la carne? Tal vez fue todo más mundano, hastío, aburrimiento, asco de los esfuerzos exhibidos por los locos vivientes. ¿O sería el deseo de dormir y soñar por siempre que se es la luz tenue de los faroles encendidos demasiado temprano en la calle empedrada de “Kvarteret”. 42
Y que esa agitaciรณn oculta, muda y prรณdiga en cรกlculos de la escena completa: calle, piedra, casas blancas, faroles y el murmullo bien difuso, lejano de los jรณvenes universitarios en aquel bar, es la respuesta del mundo al reproche existencial de una mujer?
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NUNCA
No soy madre y es posible que nunca lo sea. No escribo y es muy posible que nunca lo haga. Nunca sabría cargar un pequeño, escuchar su relato de los sueños trenzados con el yo y la nada.
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Nunca podría continuar viviendo siendo ola y destino, la dadora y la liebre insensata, un arca sin suelo. Nunca tendría la palabra proteica, prosternada, errante, sardónica, de espadas y ofrendas de quien canta designios. Nunca sería la presa y la Diana implacable, esa habla ajena, mendiga y dueña que habla a un poeta. 45
Pero, de algún modo, soy más Nunca que Soy. La madre, la escriba, esperan sin tregua ese verbo que fue el comienzo.
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LA BRUMA TRAJO TU NOMBRE
La bruma trajo tu nombre. Eras tĂş otra vez con tus formas esquivas y tu voz insidiosa de mil hembras sin patria, aherrojadas, enterradas, ofidios sibilantes murmurando a la muerte con sus lenguas sanguĂneas y sus cantos de humo: danzas falsas, deprecatorias; 47
en realidad dictados de disoluciĂłn, u orden narcĂłtica de abdicar la maĂąana hasta olvidar sin desearlo todos los otros nombres.
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DESEO
Una ciudad sin nombre fue pintada por la hija. Aparición sin encargo, fue un esfuerzo de la duda. Pasada de mano en mano, deriva en el mar paterno; silente furor de ménade, madre eligió no verla. Pero de haberla visto, como Él la habría nombrado, 49
y no siete, sino un día, habría sanado su orfandad. Seamos coro de bacantes, madre, cántale al destierro. La vibración asesina de la mirada no es la obra. Llama al cielo de ceniza, la pira de miembros rotos, y a esas casas de piedra yerta la mordaza de otra voz. La llovizna sobre el asfalto di que es un ansia no lícita, 50
y la luz de ese coche viejo el paso altivo del genio yegua. Esta ciudad sin peso guarda amores en exilio, ha sido un dulce refugio de sublimes crueldades. No les temas a sus formas, no te asustes de su nombre, es aquel que tĂş me diste deseando otros tantos mĂĄs.
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LA CENA
En medio de los cuerpos incandescentes que un padre aparecido en la penumbra y elevado sin sustento ni razón ―solo por pura desolación― a la voz de mi voz, arrojó sobre mi ciudad, yo continué cortando una cebolla. Él tenía un mandato: “perecerás en la ciudad”. Pero yo no lo entendí así, 52
yo creí escucharle decir: “perecerá la ciudad”. Así que lavé unas ollas, metí en el horno un guiso y me senté a esperar. ¿Por qué habría de perecer la ciudad? A Él se le antojaba que no había justos. Dijo: “Las aguas se mueven y se contaminan. Las orillas de las playas están deformes. Todos han bebido, todos han nadado allí.” Me mesé irremediable el cabello,
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me sobé la frente para borrarme; el guiso empezó a oler. Sabía que todo era cierto respecto del agua y el contagio. ¡Pero nadie había enfermado! Sí quedó empero una pena por la revelación brutal de qué hablar es un dolor pues una palabra es siempre una caída. En el rigor del asedio escuché atenta el mandato, 54
él no me había nombrado. Su propia palabra fue su caída. Llamé a mi esposo: “Ya-ve n a comer”.
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ÍNDICE
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PRÓLOGO
15
BILDUNG
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DESTINO
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INQUIRY
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PERRA
41
“KVARTERET”
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NUNCA
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LA BRUMA TRAJO TU NOMBRE
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DESEO
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LA CENA
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Paulina Merino (Quito, 1976) cursó estudios de Literatura en la Pontifica Universidad Católica del Ecuador y en la Universidad de Bergen, Noruega. Aparte de su labor de más de quince años en la docencia, ha ejercido la crítica literaria. Su traducción del poema “Echoes” de Laura Riding fue publicada en la revista literaria “País Secreto”. En el año 2007, fue miembro del jurado del Premio de Literatura Aurelio Espinosa Pólit, edición poesía. Participó en la selección de relatos para la antología del nuevo cuento ecuatoriano “Los invisibles”, proyecto patrocinado por el Ministerio de Cultura del Ecuador.
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