Confesiones a solas

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Hugo E. Méndez U.

Confesiones a solas La vida es una hipótesis; y esto, es una certeza, por lo tanto: “la verdad es lo que dictamine El Juez”. Johann Wolfgang von Goethe.

Editorial Erato 2015

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Hugo E. Méndez U. Confesiones a solas. La vida es una hipótesis; y esto, es una certeza, por lo tanto. Primera edición. No esta permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Copyright de este número:

 Portada: Alessandro David Méndez Bravo, Cover page in white. 2015.  Hugo E. Méndez U. 2015.  Editorial Erato, Diciembre 2015. Isla Dorada, 31 de Diciembre. Maracaibo. Concepto, edición, composición y montaje: Hugo E. Méndez U. hugoemendez21@gmail.com Impreso y publicado en la República Bolivariana de Venezuela.

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El hombre es pecador y santo, por lo tanto, es la enciclopedia [biblioteca] de la vida. Y La vida es la suma de las experiencias. Vittorio Sgarbi Uno no es lo que uno “es” sino lo que uno vive. Anónimo « Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es

lo que somos». José Saramago, Ensayo Sobre la Ceguera “Lo que se recuerda y se olvida, y luego se recordará: eso es la eternidad”. Plotino y Jorge Luis Borges.

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Dedicada a las mujeres que yo mĂĄs amo: Juana y Laudelina, la gĂŠnesis, mis abuelas; Marina Luz, mi madre; Made, el amor de mi vida, mi esposa; MarĂ­a Laura Cecilia, la verdadera; y Annabella Cristina, la especial.

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In memoriam: RaĂşl A. Fonseca P. Mi amigo eterno, eternamente.

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1 Estando de frente a la Pietá de Michelangelo, en la Básilica de San Pedro en Roma, con mi madre, de repente, le pregunté: – ¿Mamá, en qué se parece tu rostro al de María? – Que voy a saber yo. Respondió ella, con su acostumbrada sencilla manera de decir las cosas. – Que tú me pariste a los quince años al igual que María a Jesús, le dije. – Estoy seguro que tenías el mismo rostro angelical de María. Le susurré con ternura infantil y la besé en la frente dulcemente. Basta simplemente observar el rostro de María y Jesús e inevitablemente percibirán la diferencia de edad entre ambos: María 15, Jesús 33. ¡Menos mal que mi papa no se llama José! Desde entonces, concebí que algún día me atrevería, osaría a escribir esa historia, mi historia.

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2 Era de noche y el cielo estaba nublado, una de esas noches llenas de soledad, como las de “las mil y una noches”, sobre todo la primera noche, donde la diafanidad del tiempo te hace ver la vida, tu vida, con sencilla pero profunda claridad, y en esa noche comprendí que ese momento había llegado y había llegado para ser narrado, contado. Esto después de haber leído esa frase lapidaria, demoledora, enceguecedora, ensordecedora y liberadora al mismo tiempo para mí, “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Gabriel García Márquez me hizo entender esa noche de manera singular, que ese momento ineludiblemente, inexorablemente había llegado. Habían pasado pues 28 años, creo, de ese primer encuentro con mi madre en Roma. Estoy dispuesto pues, a sanar mis heridas y rescatar mi verdad, mi libertad, mi amor y mi alegría, que perdí ya hace mucho tiempo. Estoy dispuesto pues, a recuperar en mis memorias, el tiempo perdido. Porque de eso se trata, de la memoria: “Nosotros estamos hechos, y la humanidad, en buena parte, de nuestra memoria”, J.L. Borges.

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3 El jueves 11 de Octubre de 1984, llego curtido, embarrado de pasado, con sentimientos encontrados a Fiumicino, Aereoporto Internazionale “Leonardo Da Vinci” di Roma, procedente del Aeropuerto Internacional “La Chinita” de Maracaibo. Estoy o me “encuentro” en la Piazza di San Pietro en Roma. Me siento como una hormiga, diminuto, ínfimo, minúsculo, microscópico, pusilánime aun cuando alguien, alguna vez, me habría aconsejado, indicado, como si fuera un celaje, que al llegar a la “Città Eterna” tuviera el complejo de la “esponja”, esto con el propósito de lograr absorber lo que el futuro me depararía. Es giovedì, jueves, entre las hojas color tabaco del otoño, siempre otoño romano, me encuentro más perdido que Adán el día de las madres, como Tonino... en el film de Paolo Sorerentino, La Gran Bellezza, así como se sentiría mi madre ocho años después, cuando vio por primera vez junto a mí la Pietà de Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, Miguel Ángel: Il Grande. Habían pasado 8 años, aproximadamente, desde que tuve que marcharme de mi ciudad natal para cursar estudios de pre y post grado, en la ciudad eterna, específicamente en la Università Pontificia Salesiana di Roma, como educador y comunicador. Desde entonces no veía a mi madre. Era 1992, creo. Y fue gracias a un regalo que Le hiciera un amigo sacerdote a mi madre, Don Dario Edoardo Viganò, compañero de estudio, pude traerla a Roma. Fueron días inolvidable, creo que las únicas fotos que conservo de mi estadía en Roma son las que me tome con mi mamá en es e estadía de ella por la ciudad imperial y papal.

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Durante la estadía de mi madre en la cuna del renacimiento que duro 45 días aproximadamente, mi madre tuvo la oportunidad de conocer media Italia: Roma, Florencia, Nápoles, Salerno, Battipagla, la Isla de Capri y por supuesto mis mejores amigos: Conoció, la Piedad y el Moisés de Michelangelo, la plaza de San Pedro con las fuentes de Bernini, la Plaza España, la Plaza Navona, la Plaza del Pueblo, la “Fontanna” de Trevi, la Plaza Vencia, el Foro Romano y el Coliseo. Pero sobre todo, conoció y amó simplemente dos cosas, la Virgen María que vio en la Basílica de San Pedro y las carnicerías romanas. Al preguntarle con curiosidad ingenua e indagadora: – mamá que fue lo que más te gusto de este viaje. – Bueno, saber que tu estas bien, lindo y bello como siempre, pero lo que más me gusto del viaje… , – respondió–, en su dialecto maracucho, esa manera dialectal de cambiar el sonido de la “r” por una “J” la pronunció de esta manera: – la vijjjne, como la vijjne, le replique yo, si mijo, la vijjne, ¡¡¡ahhh!!! La Virgen le respondí inmediatamente, como el viejjjne, –viernes– o la cajjjne, –carne–. – Si mijo, la Virgen que vi en la iglesia grande, ¡aaah! la Basílica de San Pedro, precisé yo, pero sobre todo lo que más me gustó, me dijo con una brillantez universal en sus ojos, fueron las carnicerías, esas si son bien bonitas, bien bellas que son, en verdad que son bien bonitas hijo mío, – la ética con la belleza se sintetizan extraordinariamente, maravillosamente y filosóficamente hablando. – Que molleja digo yo, –dialectalmente hablando, y lo digo sin respetar el tiempo verbal por el impacto que me causó, pareciera que me lo hubiese dicho en este momento,

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verdad lo único que te gusto fue eso: la Virgen y las Carnicerías. Tonino Guerra otra vez. Como es posible que una mujer de 41 años, aproximadamente, mi madre, que estuvo de frente a las grandes obras pictóricas, arquitectónicas de la historia del arte universal me respondiera de esa manera: – Ella, me respondió sorprendida, y me preguntó: ¿por qué? – No por nada mamá, le respondí asombrado por tanta simplicidad y convicción. Aturdido de la respuesta de mi madre, pensé: es verdad que uno ve lo que uno sabe. Pero también aprendí que uno ve lo que uno ama. He allí la verdad, creo y confieso que esta es la gran belleza de la vida. Platón decía, “la belleza es la verdad y la verdad es la belleza”.

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4 Llegaba a mi casa cansado, muy cansado de mi trabajo desde el otro lado del puente, llegaba de una cola de tráfico interminable, como siempre, en el Puente sobre el Lago de Maracaibo, venía yo de la Costa Oriental del Lago donde trabajo en la Universidad de Cabimas, la UNERMB, como comunicador social desde hace ya 8 años, aproximadamente, creo. Como de costumbre saludé cariñosamente a mi querida esposa y mis amados hijos. Cené, tome café y me fumé un cigarrillo “Astor” de los que a mí me gustan, ahora fumo Marlboro. Hablé con mi esposa sobre lo aburrido que había sido el día en mi aburrido trabajo, nada nuevo, nuevamente había sucedido, le dije nostálgicamente. Me duché, antes de acostarme, vi una película de Chaplin que me fascina “Tiempos Modernos”. Culminada la película, besé a mis hijos y a mi esposa como suelo hacerlo todas las noches antes de dormirme y luego los brazos de Morfeo se adueñaron de mi existencia. Esa noche tuve un sueño peculiar, singular, revelador, un sueño sui generis. Mientras soñaba, un sabio anciano de nombre Miguel Ángel me dijo: - Ugo si quieres ser escritor tienes que vencer el miedo e imaginarte que solo tú puedes llegar a ese acuerdo a esa convicción. Con voz evocadora y persuasiva, me replicó: - mis ancestros totelcos de la ciudad de Teotihuacan, los Guerreros del Águila, de donde yo vengo, poseen una cultura milenaria que nos enseña a conseguir el camino de la verdad.

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Y con actitud imperativa sentenció: - Lee esto y cuando nos encontremos al final del camino, hablaremos nuevamente. “Imagínate que tienes permiso para ser feliz y para disfrutar de verdad de tu vida. Imagínate que vives libre de conflictos contigo mismo y con los demás. Imagínate que vives sin miedo a ser juzgado por los demás. Ya no te dejas llevar por lo que otras personas puedan pensar de ti. Ya no eres responsable de la opinión de nadie. No sientes la necesidad de controlar a nadie y nadie te controla a ti. Imagínate que vives sin el miedo de amar y no ser correspondido. Ya no temes que te rechacen y no sientes la necesidad de que te acepten. Puedes decir: «Te quiero», sin sentir vergüenza y sin justificarte. Puedes andar por el mundo con el corazón completamente abierto y sin el temor de que te puedan herir. Imagina que vives sin miedo a tomar el riesgo de explorar la vida. No tienes nada que perder. Sin miedo a estar vivo en el mundo y sin miedo a morir. Imagina que te amas a ti mismo tal y como eres… Que amas a tu cuerpo tal y como es, y a tus sentimientos tal y como son. Saber que eres perfecto justo como eres.” Una vez concluida la lectura, ansiosamente le dije al anciano, maestro: - Pero Don Miguel no se marche todavía, necesito confesarle algo y algo a solas. - Dime que te sucede, me replicó con voz consoladora. - Le confieso Don Miguel, y no me da miedo decírselo, he vivido con y del miedo toda mi vida y posiblemente Usted al igual que yo tuvo miedo. Yo tengo miedo de amar, de pensar, de sentir, de morir, de expresar, de creer, de ser

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auténtico, de confesar, de romper las cadenas que me atan al pasado y que en las noches de insomnio, me desvanezco en el silencio eterno de la nulidad, de la vacuidad. Tengo miedo de la verdad, de la libertad, del amor, miedo de ser yo mismo. Y con sabiduría ancestral me replicó: - A veces es necesario el miedo si te ayuda a reaccionar, transformar, revelar mas no si te paraliza, congela o momifica. - Pero Don Miguel yo he estado paralizado, congelado, momificado todo este tiempo desde que llegue de Roma, estoy muerto en vida. Don Miguel sin titubeos me respondió: - Ugo, es hora de reaccionar, de revelarse, de imprimirle a la vida la energía arrasadora de la pasión. Sin pasión es difícil vivir. Desconsolado por tanta certezas en sus palabras, le manifesté mi desasosiego y a manera de reflexión le dije: - Don Miguel lo que me pasa es que yo he vivido enajenado, ajeno de mí mismo. Una cosa es lo que uno es en verdad, otra cosa es lo que uno cree que es, pero otra cosa es lo que tú crees que el otro cree que tú eres y otra cosa aún es lo que en verdad el otro cree lo que tú eres y al final uno termina siendo un coño, nada. Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. A manera de explicación filosófica Don Miguel me hizo pensar y reflexionar y exponiéndome su disertación epistemológica de la vida, me dijo:

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- Mira Ugo, en definitiva, uno ve o cree lo que sabe. Lo que no se sabe no se ve. Lo que no se ve no se desea. Lo que no se desea, no se busca. Lo que no se busca no se ama. Por eso el conocimiento, la palabra, el verbo constituye el poder de la creación. El poder de vivir. Y mientras me explicaba emocionado, me espetó: - Escucha bien lo que voy a decirte Ugo, uno no es lo que “es” sino lo que vive. La vida es la suma de las experiencias, de lo que vives, vivir es existir, lo contrario es la muerte. La muerte es la ausencia de la pasión que le imprimimos a la vida. Por esta razón hay muertos que están vivos y hay vivos que están muertos porque no le ponen pasión a la vida. Ansiosamente le pregunté: - Don Miguel y ¿dónde está la verdadera pasión de la vida? Me explicó: - La verdadera pasión de la vida Ugo, se encuentra en la belleza, es decir, en las artes. La belleza es la esencia misma, la explicación irrefutable de la existencia. Bien lo decía Platón hace tiempo: la verdad es la belleza y la belleza es la verdad. Lo que es verdad es real. Lo que no es verdad no es real. Es una ilusión, pero parece real. El amor es real. Es la expresión de la vida. Y la belleza también es real. Con voz altisonante le repliqué inmediatamente: - Entonces, ¿encontrarse con la belleza, la verdad es encontrarse consigo mismo, con la verdad? Y yo me pregunto Don Miguel ¿dónde está la vida? ¿Dónde consigo ser auténtico? ¿Dónde está la verdad?

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Sencillamente me dijo: - Ugo según palabras de Arthur Rimbaud “La vraie vie est ailleurs”, es decir. “la vida autentica está por ahí” en otro lugar, no aquí. En otras palabras, la vida es otra, no está en este mundo “real”, que la verdadera vida “la auténtica” está en la ficción, en la belleza, en las artes, en otro ¿“lugar”? Más aún te tendría que decir en palabras de José Saramago que “Sí, la vida auténtica puede estar en otro lugar, pero no solo la vida, también mi yo verdadero está en otro lugar, o, como el poeta pudiera haber dicho, aunque no lo dijo «La vraie moi est ailleurs». Fue así como Alonso Quijano, montado en su esquelética cabalgadura, grotescamente armado, comenzó a caminar, ya otro, y por tanto en busca de sí mismo. Al otro lado del horizonte le esperaba Don Quijote”. Le interrumpí bruscamente con incertidumbre: - Y, entonces, Don Miguel ¿y yo, que quiero ser un nouvelle escritor que me espera, que me deparará el futuro, quién o qué me esperará al otro lado del horizonte? Sosegado, tranquilo y amablemente me aconsejó: - No te mortifiques, no te preocupes, no te atormentes nos encontremos al final del camino y hablaremos nuevamente, te lo prometo, concluyó simplemente. Una vez finalizado el diálogo Socrático, el maestro y viejo sabio Don Miguel me enseñó, sencillamente, verdades profundas, y de improviso, se desvaneció en la nada. Las sabias palabras del anciano en el sueño premonitor de esa noche singular me dieron el coraje, la valentía, la motivación el atrevimiento de vivir sin miedo, de escribir esta novela. Y por fin he decidido tomar el riesgo de explorar mi vida sin temor.

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Así pues empieza la historia de mi vida, la historia de mi olvido, como toda historia cuando se empieza a decir, escribir y recordar, enfrentándome a mí mismo, a mis temores, a mis angustias, a mis miedos pero también a mis esperanzas, a mis sueños y anhelos, creyendo que es posible vencer el miedo. El miedo de lograr de una vez por toda el de ser escritor, que en definitiva es lo que he siempre querido y quiero ser: un Escritor.

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5 Me llamo Ugo Enrique Méndez Urdaneta y nací en una cañada de Maracaibo -camino, canal natural por donde pasa el agua de lluvia cuando llueveen un rancho hace 46 años, aproximadamente, en la Maternidad Dr. Armando Castillo Plaza de Maracaibo, el antiguo Hospital Quirúrgico y de Maternidad, un domingo 12 de diciembre, día de nuestra señora de Guadalupe, a las 5 y 30 de la mañana de 1965, de padres muy jóvenes que nunca vivieron juntos o muy poco que yo recuerde, mi madre casi 15 y mi padre casi 17, eran unos adolescentes niños. Maracaibo es una ciudad extendida a lo largo del lago que lleva su nombre, es una ciudad puerto, calurosa, calurosa que jode y también cuenta con un muelle reservado a un club náutico. El Lago de Maracaibo debería ser considerado un mar, ya que está conectado mediante un estrecho de 54 km al Golfo de Venezuela, y de allí al Mar Caribe y el Océano Atlántico. Es el único lago de agua dulce en el mundo que tiene una conexión directa, y natural, con el mar. Es curioso notar que Maracaibo según el Dr. Kurt Nagel von Jess: Tiene un fisionomía histórica, psicológica, sociológica y fenotípica singular, Maracaibo tiene Tres fundaciones tuvo; tres diferentes años que marcan su nacimiento; tres son sus fundadores; a quienes por cierto la urbe debe un monumento; tres sus nombres distintivos: Maracaibo, Ciudad Rodrigo y Nueva Zamora; tres los símbolos que la afincan a la tierra: el sol, el lago y la palmera; tres el gentilicio de sus habitantes: MARACAIBERO, que es el correcto, MARACUCHO, que, -aun cuando despectivo- no nos importa, y hemos aprendido a llevarlo con orgullo, y últimamente, producto de pseudointelectuales, el de “MARABINO”, artificial, demasiado refinado, rebuscado, estilizado, “sifrinísimo” y que para nada pega con el espíritu sencillo, sin

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“rollos”, acogedor, cordial y familiar, sin aspavientos ni “allures” de pretensiones vanidosas de nuestros coterráneos,.El rancho estaba hecho con paredes de tablas y divisiones con cartón mansonite y un techo de cinc. Allí, en la cañada, en el rancho, con mis primos y mis primas jugábamos a ser niños. Mis hijos frecuentemente me dicen, cada vez que voy a visitar a mis dos madres, mi abuela, Laudelina y mi Madre, Luz, que aún viven cerca del rancho donde nací: - “ya sabemos papi que naciste en una cañada, en esa “casa”, no nos lo vuelvas a repetir”, como queriéndome decir no sigas más con esa letanía, no lo digas más y entra de una vez por toda en el baúl de tus recuerdos olvidados, de tus miedos y enfréntalos. Todavía se conserva ese rancho, ahora una casa, sucumbida en el absoluto abandono, sumergida en el monte, aún hoy día no me atrevo a entrar en ella, no entro desde que me fui a la edad de 5 años. Sólo recuerdo que era hecho de cartón y lata de cinc, sencillo, humilde pero cálido, así como son los «ranchos» en Latinoamérica. En el rancho siempre había mucha gente, vivíamos un bojote de gente, mi siempre querida y amada abuela Juana con su rostro iluminado y sus cabellos color ceniza brillaba y resplandecía con luz propia, como si fuera un ángel bajado del cielo, ame mucho a mi abuela Juana y su muerte lejana y ausente me produjo un profundo dolor allí donde más duela en la ausencia. Ella murió y yo no estaba, me encontraba en Roma en mi universidad, era 1988, conmemorando el centenario de la muerte de Don Juan Bosco patrono de los Salesianos, supe de su muerte el mismo 31 d enero de ese triste y lúgubre año.

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Fue mi prima Judith quien me dio la fatídica noticia a través de la bocina del teléfono, en la central telefónica de la universidad recibí la llamada más larga y triste de mi vida, - me dijo en tono nervioso Huguito se murió tu abuela Juana. Y un instante eterno, un silencio sepulcral de la ultratumba retumbo en mi pecho partiéndomelo por la mitad. No supe que decir, ni que pensar, ni que sentir, es más, ni dije, ni pensé, ni sentí, se adueñó de mí un eterno silencio absoluto. No más palabras, no más sentimientos, solo la muerte, inevitablemente la muerte. Creo que la muerte no existe, hay muertos que están vivos y hay vivos que están muertos. Mi siempre amada abuela Juana es una de ella, vive en mí, vive en mis recuerdos y vive en el corazón de los miles que la conocimos y la amamos para siempre. Recuerdo con nostalgia la sopa de arvejas verdes que con voracidad comía cada vez que ella me la preparaba. Mis tíos Alejandro, Miguel, Epifanio y mi tía Lucia, además de mis primos, Alejandrito, Judith y Raquel, no sé dónde vivía la nena mi prima menor, creo que con su mamá. Solíamos jugar bajo la mata de mango y mamón que allí había sembrada muchos años atrás por mi tío Miguel.

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6 Luego de una fuerte discusión con mi padrastro, como siempre solía ocurrir, me fui al poste de la esquina del barrio a soñar lo que siempre soñaba, irme del barrio, irme lejos fuera del mundo, ya era insoportable esa situación. Sentado en ese poste vi pasar una estrella fugaz, tenía 12 años, era diciembre y la noche estaba bellamente estrellada como nunca jamás la había visto. Había leído en alguna parte no sé dónde ni me recuerdo cuándo, “que cuando un niño veía una estrella fugaz debía pedir tres deseos y que Dios te los iba a cumplir”. Bueno eso fue lo que hice, pedí mis tres deseos: el, primero fue, irme definitivamente de ese lugar, yo soñaba siempre con Europa; luego pedí, casarme y tener una familia feliz, la que nunca tuve, y por último sacarme la lotería y ser millonario. Han pasado 34 años desde entonces y se me han cumplido los dos primeros deseos, falta el tercero, tengo la fe de que más temprano que tarde ese deseo se me cumplirá. Los sueños se hacen realidad. La vida es curiosa. El ovejo, hombre de mi madre, que tanto maltrato físico me produjo en mi estadía en la casa de 1 de mayo, curiosamente ese hombre con apariencia de ovejo, de carácter tosco, áspero y casi cruel, fue quien me regalo mi primera y única motocicleta. Hay que feliz fui con ese regalo. Me pregunto ¿cómo un ser humano capaz de producir tanto maltrato físico y psicológico, es capaz también de amar y donar? Muchos años después, una vez que yo me había marchado de mi casa por un discusión que tuve con el ovejo, y había regresado de Roma, me había quedado sin trabajo ni casa donde vivir, y fue el en el momento más difícil de ese entonces quien me tendió la mano y me mantuvo durante un año en su casa. Sigo sin entender como un hombre que maltrataba a mi

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madre y nos golpeaba, años después cambió su actitud, quizás es la vejez, o es el tiempo que todo lo cura. Nosotros éramos tan pobres, pero tan pobres que mi mamá nos compró una vez una caja de Corn Flakes de Kellogg’s, el 24 de diciembre porque la caja traía un camión de volteo de plástico como juguete, y en carnaval, con el cartón de la caja hacíamos la máscara del zorro o del llanero solitario, la primera la pintábamos de negro y la segunda de plata, pero éramos felices. En el patio de la casa de mi abuela Laudelina, donde vivíamos toda la familia Urdaneta, mis tíos, mis primos y mi mamá con mi hermano José y yo, solía esconder con celos y cuidado en una busca de papel y en una bolsa de plásticos mi juguete preferido de entonces: los patines de cuatro rueda así como los que usaba el grande, Aquiles Nazoa mientras trabaja o mejor dicho mientras se divertía por siempre. Después de llegar del colegio, Dr. Adolfo Colina, donde cursé toda mi primaria junto a mi tío G., desde 1° grado hasta 6°, y que quedaba a 5 cuadra de la casa de abuela Laudelina, almorzábamos mi tío Giovany y yo, una vez culminado la comida, salíamos esmachetao, corriendo para el patio, a buscar en el lugar oculto y escondido donde guardábamos nuestro más preciado tesoro: nuestros patines. Esperaba con ansia el último timbre de mi colegio, sentado en mi pupitre y con la mente puesta en mis patines, planificaba el recorrido que iba a realizar esa tarde, pensaba, me meto por la bajadita de la casa, llego a la cañada, luego me voy a la calle del Carmen, agarro la avenida 15, cruzo en la 89 y llego a la casa nuevamente, repetidamente hacía el mismo recorrido muchas veces. Era como viajar por el espacio, por el mundo sideral, la vía Láctea y el universo entero completito, incluyendo los hoyos negros. 20


Eso sí antes de llegar nos escondíamos en una pared del taller de mecánica que cada justo al lado del casa de mi abuela y en mi busaca de papel y en la bolsa de plástico guardaba cuidadosamente mis queridos y amados patines de cuatro ruedas. Y con cautela y en son de desapercibidos llegábamos al lugar oculto y escondido a esconder celosamente nuestros patines: detrás de la mata de guanábana, que mi abuelo, Socopo, había traído años atrás del monte y sembrado en el fondo del patio. Ese lugar oculto y escondido era un hueco que el perro de la casa “Firulí” había hecho para protegerse del calor y del sol de las tardes calurosas de Maracaibo. Desde niños solíamos inventar y hacer nuestros propios juguetes, recuerdo que mi tío Asisclo nos enseñó a mi tío Giovanni y a mi hacer una patineta con rolineras de automóviles y con madera. Había de dos formas una tipo carrito de carrera y la otra tipo “L”. La de primer tipo te sentabas sobre la estructura y a través de una cuerda, que se usaba como volante, tú te lanzabas desde lo más alto de la carretera hasta llegar al final de la cañada, y con el segundo tipo te parabas sobre la patineta y conduciendo con el volante de madera tipo “T” empujabas con tus pies como si estuvieras corriendo sobre la estructura y te dejabas llevar por la inercia del movimiento hasta el final de la meta que era la famosa cañada donde nací. Era divertidísimo, mi tío Giovani y yo solíamos llegar a la casa con las piernas llenas de raspones que parecían mapas mundi una vez que se cicatrizaban. En ese ir y venir, subir y bajar con las benditas patinetas escuchábamos una voz femenina que nos retumbaba desde lejos, y que se repetía infinitas veces como una guacamaya, era la voz de mi mama: - ugueeeetttttttoooo, giovaaaaaaani vénganse pá acá que la comidad está lista, hasta cuando jurunguean con esas

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benditas patinetas, van a desgataaaaaar la carreteeeeera, ugueeeetttttttoooo, giovaaaaaaani, voy a dejar el gañote llamándolos, que molleja, la comida esta lista. Y así después de tanto trajinar con la bendita patineta, acudíamos sudados y cansados al singular y particular llamado de mi madre. En vacaciones escolares mi mamá solía ocuparnos en trabajos y que para alejarnos de los malos hábitos. Entre los trabajos que realicé durante mi infancia y que yo me recuerde desde los 7 años estos fueron: ayudante mecánico de carro, vendedor de yuca, plátanos, y perrocalientero; además de ayudar al esposo de mi mamá, el ovejo, como ayudante albañil.

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7 Escondido en un taller de mecánica entre los carros ya viejos y en desuso y la paja que rodeaba el espacio reducido donde me escondía esperando que Benita, la niña más hermosa y linda del barrio que yo jamás había conocido en mi vida, ni en película había visto tanta belleza y candidez juntas, tenía 12 años. Todos los días ella solía ir de compras al abasto que quedaba como a tres cuadras o cinco cuadras de su casa y entre el abasto y su escasa justo al lado de la casa de María Guadalupe quedaba el taller, yo con temor y miedo a la vez me escondía y esperaba que pasara y cada vez que pasaba la piropeaba y le decía, - adiós corazón de otro, Ella me decía con picardía y timidez al mismo tiempo. - Vay dejate la vaina conmigo, te voy acusar con mi mamá - Vai chica vení pá acá que quiero darte un besito. Y así pasaban todos los santos días en las tardes después que yo llegaba del liceo y almorzaba, subía a la casa de M.G. con el propósito de besar a mi amada Benita. Fueron días eternos de esperas. Hasta que finalmente un día, el menos esperado, estaba yo un sábado en la tarde escuchando las carreras de caballo con mis amigos, debo decir que nunca me gustaron las carreras de caballos, estaba con ellos por simple compañerismo. Pasa ella como cual dulcinea por enfrente de mí y me dice con voz tierna, infantil, dulce y perfumada: - hola, ¿cómo estás? - eeehh, bien ¿y tú?, titubeaba y enrojecía. - nos podemos ver más tarde, allí donde siempre me esperas 23


- si, por supuesto, le dije como quien no lo podía creer. Desde que me habló hasta que nos vimos mi corazón latía como a cientoquinientos por minutos, mi pecho se agrandaba de emoción, mi cabeza daba vueltas como la sillas voladoras del Luna Park, mi estómago estaba lleno de mariposas doradas, azules, amarillas y verdes, no lo podía creer, no lo podía creer santo dios. El momento había llegado. Ese iba a ser mi primer beso. El beso que nunca se olvida, el beso eterno, el de siempre y por siempre. En ese beso se conjuga la vida, el presente y el pasado pero sobre todo el futuro, siempre crees que será siempre así. Cuantas emociones encontradas, cuantos titubeos, cuantos temores, nerviosismos pero también ilusiones, deseos y sueños. El primer beso es como una bomba atómica del amor, te explota por dentro y te llena de emociones y sentimiento nunca antes vividos y conocidos. Por eso, en un beso la vida en un beso la muerte, como dice la canción. Nos encontramos en lugar establecido, nos miramos a los ojos, y un explosión de estrellas brillaba en su mirada y en la mía, nos tomamos de la mano eléctricamente relampagueantes como el Relámpago del Catatumbo y con una sonrisa inocente y con el mundo de la adolescencia que apenas iniciaba para nosotros, nos besamos tiernamente, suavemente, con candidez, fue simplemente maravilloso. Dedicado a mi hermano Polo, él sabe quién es y los demás también.

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8 Ana, la puta del barrio, la que llamaban “La China”, era afable, cordial, amable y sobre todo bondadosa como de costumbre solía ser la gente de mi barrio. En su casa que estaba ubicada al borde de un cañada detrás de la casa de su madre María Guadalupe, era el lugar donde hacíamos tertulias y con la sagacidad y jocosidad singular del maracucho, jugábamos cartas, dominó, dama, bingo, ludo, contábamos chistes y pare usted de contar. Lo llamábamos el Burdel de Anita la Huerfanita, porque ella de una y otra manera tenía el don de recibir, con amor y cariño en su hogar, a todos los adolescentes y jóvenes que de alguna manera éramos huérfanos de padre o madre. Por lo que a mí se refiere yo lo era de padre a pesar de que vivía con mi padrastro. Tenía 12 años. Con su tono dulce y picaresco me dice Ana: - Uguetto, ya es hora de que seas adulto. - ¿Por qué Ana?, le pregunté. - Porque ya tienes pelos en el sobaco y ya tu sabes dónde. - ¿Y dónde?, le repliqué. - Ahí mijito, donde crece el jardín del edén con el árbol de la discordia. El árbol que es capaz de producirnos a nosotras las mujeres los placeres más inimaginables que tú pudieras imaginar. - Aaah, sí, y ¿cómo es eso? - Bueno ya te digo, bueno… mejor no te digo nada, tu estas muy pequeño para entender esos intríngulis del sexo, eso es muy profundo pá vos, me dijo así mientras preparaba la mesa para jugar baraja y se colaba el cafecito.

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- Pero, entonces enséñame algo que me hago adulto, macho, hombre, le exigí con contundencia. - Bueno está bien, vos no sabéis fumar, ¿verdad? - No, no sé. - Lo que si te digo una cosa, este es un vicio muy difícil de dejar una vez que se te pega en los pulmones. Y quiero que recordéis por toda el resto de tu “puta” vida una sola cosa, que los cigarrillos son los clavos de tu ataúd, los clavos de tu muerte, me dijo sabiamente la puta del barrio Ana. Y fue así como este que está aquí aprendió a fumar. Sólo 7 años después, a la edad de 19 años, en la Semana Santa Sevillana de 1985, inicié a fumar en un pueblito de la región de Extremadura al sur de España, llamado Llerena en compañía de una sobrina de mi amigo José Donoso.

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9 Yo, llegué a Niños Cantores el lunes 11 de octubre de 1982, luego de haber superado las respectivas pruebas de oído musical y cultura general, aun cuando esa no era la primera vez que lo había intentado, quise ingresar el año anterior pero esa vez no lo logré. Y esto gracias al interés de ayudarme del Señor Octavio Oropeza y su hijo Javier, quien fuera solista del famoso Coro de Niños cantores del Zulia. Días después fui a buscar los resultados de mi prueba de admisión, recuerdo claramente que el padre Ocando, Director de NC, me dio la buena noticia: había superado satisfactoriamente todas las pruebas. La única condición para poder ingresar era que tenía que cortarme el cabello, para esa época usaba el cabello largo y los pantalones Bugy, era la moda de entonces. - Por supuesto le respondí sin titubeo. Y sin ninguna duda procedí a cortarme el cabello. Ese día fue especial para mí y creo que allí se sembró en mi corazón una nueva esperanza. Era mi primer día de clases y en NC era norma realizar lo que se llamaba el acto bolivariano bajo un estricto orden cerrado, y consistía en cantar el himno de Venezuela, el canto de la Alegría, el himno del Zulia y la oración de la Paz de San Francisco de Asís: Señor, hazme un instrumento de tu paz; donde haya odio, ponga amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya duda, fe; donde haya desesperanza, esperanza; donde haya tinieblas, luz;

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donde haya tristeza, alegría. Oh Divino Maestro, que no busque yo tanto. Ser consolado como consolar. Ser comprendido como comprender. Ser amado como amar. porque dando se recibe. Perdonando se es perdonado. Y muriendo a si mismo se nace a la vida eterna. San Francisco de Asís. Seguía luego la lectura del pensamiento bolivariano, NC fue la primera y verdadera escuela bolivariana de Venezuela, y le correspondía a un alumno por aula comentar dicho texto, desde Kínder hasta 2 de bachillerato, era un alumno por grado. Ese día me tocó justo a mí realizar la reflexión, nunca había hablado ante un micrófono en mi puta vida, y muchos menos ante un público. Yo no tengo miedo escénico yo tengo es pánico escénico, así que estaba como palo de palomar. Recuerdo que realicé una reflexión sobre la importancia de la libertad, ya lo creo yo venía de un largo, duro y tortuoso camino de olvido y de sufrimientos: mi pasado. Culminado mi primer “discurso” en público se culminada el acto con la canción de la alegría de Beethoven o la Sinfonía n. 9° y el himno del esto Zulia. Precisamente, una adaptación de la sinfonía, realizada por Herbert von Karajan es, desde 1972, el himno de la Unión Europea (UE). Una vez concluido el acto bolivariano, en estricto orden militar en una fila derechita nos dirigíamos a nuestros respectivos salones de clases, de repente me llama el director del instituto Manuel García, y me dice:

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- Méndez, el Padre Ocando quiere hablar contigo en su oficina. Pensaba yo que los curas eran ángeles, que no comían ni dormían. Entré en la oficina y vi una figura imponente, majestuosa y radiante como lo que yo precisamente pensaba que era un cura, un Ángel. El padre me refirió: - Acabo de escuchar tu intervención y déjame decirte que tu reflexión sobre la libertad me impactó, y tu tono de voz es armonioso y agradable. Quiero que sepas que en esta institución nosotros tenemos un plan de estudios en el extranjero. Creo que en tu caso podrías ser un presentador de televisión y pudiéramos enviarte a Italia, Francia e Inglaterra a estudiar los idiomas respectivamente, luego a Suiza para estudiar etiqueta y finalmente a Ciudad de México para pulirte en producción y presentador de televisión con el famoso Raúl Velasco. Yo quedé petrificado ante tanta…, que me iba a imaginar yo, que un muchachito de la cañada de 1° de mayo, podía creer que ese deseo que años atrás había pedido, luego de haber visto pasar la estrella fugaz en esa noche estrellada, en el poste de la esquina cerca de la casa en ese diciembre. Iniciaba así a hacerse realidad mi sueño. Finalmente empezaba a nacer la confianza que nunca había tenido en mí mismo. Por primera vez alguien me decía que yo podía también pensar, soñar en grande. Y así fue. Proseguí, estupefacto, anonadado, maravillado, hacia mi respectivo salón de clases, 1° año de humanidades. Éramos 15, Wilmer Nava, Wilmer Piñeiro, mis mejores amigos mis 29


compinches, mis panas; Eudo Rivera, el cura; José Luis Moro, tres tetas; Leimer Valle, cuerpo e barquilla; Mauro Rivas, el chino; Julio César Rivero, “jeta e perro”; Jorge Eliecer, bubblegum el “mojonero”; Engelberto Aguilar, el músico mexicano, hijo del profe de música; David Bohórquez, el “marido y la marida”; Daniel Carrizo, el cojo y el violinista; José Luis Mora, el matemático; Nerio Nava, el flautista; Norberto Luzardo, el morocho, el deportista, el solidario mi otro mejor amigo. Era mi primer día de clases, fue allí donde tuve mi primer encuentro con el arte. La primera clase fue de Historia del Arte y fue sobre Grecia y Roma. La profe era hermosa y dulce, la profe Gélida Castellano, nos indicó realizar un trabajo sobre el arte romano, en modo particular sobre las columnas dóricas, jónicas y corintias. Gracias a la gentileza y solidaridad de Willmer Piñeiro pude realizar y consignar dicha tarea y para mi asombro, por primera vez vi estampado mi nombre en un trabajo con una puntuación de 20 puntos, mi primer 20. Y así fue como inició mi amor por las obras de artes. Willmer Piñeiro, mi primer gran amigo, soñador insaciable y eterno poeta. Me sentí profunda e inmensamente feliz, sentí amor propio y me valoré. Años después entendí que gracias a esa experiencia yo inicié a romper las cadenas de mi pesado pasado.

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10 Hacia el norte de Roma se encuentra la vía Flaminia, opuesta a la vía Apia, famosa ambas por unir a Roma con el resto del mundo, la vía Flaminia con el norte de Europa y la vía Apia con el sur de Europa y el Oriente, por eso todos los caminos llevan a Roma. A escasos 23 km en la vía Flaminia, se encuentra una localidad que se llama “Colle delle Rose”, Colinas de las Rosas, y en la vía del Giglio N° 10 allí, precisamente allí vivimos los venezolanos, becados por la Gran Mariscal de Ayacucho, desde 1982 hasta 1989: Vinicio Semprún, Yárida Cardozo y David Semprún, Eudy González, La Negra y Claudio González, Samuel Meléndez, Elizabeth Alvarado e Isabel María Meléndez, Arnoldo Loaiza, José Guillermo Valbuena, William Palmar, Henry Soto, Robinson Luzardo, Erasto Trujillo, Jaime Otálora, José Gregorio Morales, Bernardo Galué y yo. En esa localidad se encuentra una de casa de retiro espiritual y ben sus hermosas colinas un pastor de ovejas pastoreaba sus ovejas, habían aproximadamente 17 villas, la de los Lucca, Falconi, Borsellini, Mori, Gentiluomi, Franetti y Casseroli, entre otras. Recuerdo que la Villa era una construcción típica de la campiña romana. Era de dos pisos, con dos chimeneas una abajo y la otra arriba, donde con frecuencia los fines de semanas de verano hacíamos parrilla y bebíamos buen vino con los amigos y vecinos; y de invierno nos calentábamos con el fuego y hacíamos castañas siempre acompañadas con un buen vino. Además contaba la Villa con ocho habitaciones, cuatro baños, sala comedor, sala de estar, cocina y un hermoso jardín donde cultivábamos, tomate, cebolla, pera, durazno, ciruela, “una fruta amarilla”. En el patio de arriba había una caldera y un

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terreno para disfrutar de la naturaleza, donde los niños solían jugar y divertirse. En la parte superior tenía un balcón que se “afachaba” a las colinas verdes en un cielo inmenso e infinito. Yo fui el último de los mohicanos, que vivió en la “Comunità dei Venezuelani”, así nos llamaban cariñosamente nuestros vecinos, aún existe esa Villa pero en condiciones paupérrimas, desoladoras, deprimentes y llenas de escombros. Hace pocos me enviaron unas fotos que datan de agosto 2012, inmediatamente me recordé de las Casas de los Espíritus de Isabel Allende, cuando mueren casi todos y la Casa queda triste y desconsolada, en plena soledad. Qué lástima, porque allí se guarda y atesoran gratos y hermosos recuerdos de nuestros años universitarios, de nuestros años de mozo. Una vez llegado, al aeropuerto Leonardo Da Vinci, Fiumicino, inmediatamente me trasladé a la Plaza San Pedro como había acordado con Monseñor GOY, una vez cumplido con mi promesa, me traslade a la Villa de Colle delle Rose N° 10, allí me esperaban los que en el futuro serían mis mejores amigos y compañeros de vida, tenía apenas 19 años y era Virgen. Me atendía una cena suculenta y especial, como cual emperador romano. Por primera vez tomé una bebida digestiva que se llama cent’erbe, cien hierbas, sabe a diablo pero como ayuda a la digestión. Entre saludos, y entrega de encomiendas, abrazos y risas disfrutamos la velada. - Hola hermano, y mi Maracaibo ¿cómo está? Dijo Guillermo Valbuena. – Bien, muy bien, con mucho calor, pero como siempre, bien. – Aquí te envía tu hermano, unas canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Ricardo Aguirre. 32


– Aaah que bien, gracias. – No hermano de nada, un placer. – Y de repente, Elizabeth, y no me enviaron unos platanitos, con bollitos pelones, mandiocas o harina PAN. – Claro tu mamá me dijo que te la dieras personalmente y que te quiere mucho a ti e Isabel María. – Y a mí, me replicó Jaime, a vos te enviaron fue puro ballenato del binomio de oro, y que cuando vai pá allá. – Bueno cuando el padre me dé permiso, dijo Jaime Otálora. – Ah y tú eres el famoso Ugo, me dijo Erasto. – Si yo soy, y le repliqué, y tú eres el famoso Erasto, Ah bueno y entonces porque no se dan un autógrafo y se dejan de la “guevonada”, dijo el cañadero Robinson Luzardo jodedor de profesión. – Al resto de los compañeros no les traje nada porque no me les enviaron nada, sin embargo le trajes saludos de GOY y buenas noticias respecto a la entrega de la beca, que pronto iban a depositar el dinero, cosa que me agradecieron mucho ya que tenían más de seis meses que no recibían ni un centavo. Y entre tragos, comidas y música la primera noche romana llegaba a su fin, salí al balcón y miré al cielo, nuevamente ví la estrella fugaz que hace 7 años atrás había visto en la esquina de la calle de mi barrio y recordé con las lágrimas en mi rostro que los sueños pueden hacerse realidad. Por eso esa noche bauticé esa Villa, la “Villa de Los Sueños”. Aún hoy después de casi 30 años recuerdo ese instante de mi vida.

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11 En el verano de 1985 un grupo de estudiantes venezolanos que estudiábamos en la UPS, becados por NC, fuimos ganadores de una beca de estudio por nuestros méritos académicos para estudiar alemán. La beca la ofrecía la República Alemana a estudiantes de los países en vía de desarrollo. Entre los estudiantes que partimos en el verano de ese año se encontraban: Erasto, Jaime, Bernardo, Samuel, Elizabeth, Robinson, José Guillermo, yo y la señora Gladys, esposa para ese entonces del Director de la guardia Suiza y Jefe de seguridad del Papa Juan Pablo II, el Señor Alois Estermann, pareja que por cierto murieren años después en circunstancias extrañas y aun hoy no descifradas. Fue una estadía plena de encuentros culturales y emocionales. En Alemania conocí por primera vez a una hembra, cuando a propósito le conté este episodio a mi hermano años después el muy condenao me dijo con sonrisa pícara y burlona: - que molleja hermano, haberlo sabido me hubieses dicho, te hubiese presentado a María la de la otra cuadra que a esa se la cogió medio mundo entero. Ya se acercaba el final del curso de verano de alemán, Robinson y yo decimos emprender un viaje de regreso por tren pasando por Inglaterra y Francia. En Oxford estaban dos niños cantores, estudiando inglés, Larry Arrellano y Ramón Mesa, los fuimos a visitar. Robinson me sirvió de traductor, dado que en años anteriores había estudiado ingles en Los Ángeles de California, donde cursaba curso para ser estenógrafo para el canal NC. Estuvimos una semana en Inglaterra.

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En Londres, éramos huéspedes de una señora que nos ofrecía desayuno típico londines, huevos con tocineta, que Robinson y yo nos comíamos con gusto. Recorrimos Londres y conocimos el British Museum, donde está el asalto del siglo y vi con estos ojos el primer “libro” o rotulo impreso en china en el 868; el Palacio de Buckingham; La Catedral de San Pablo; Las Torres Bridge; la Torre de Londres; la Abadía Benedictina de Westminster; el Palacio De Westminster, donde se reúnen la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, la famosa y popular plaza Picadilly Circus con sus enormes carteles luminosos, es un lugar exquisitamente pintoresco, lleno de ambiente, de luces y de vida; el Big Ben, El British Airways London Eye –el Ojo de Londres- y el parque Real Hyde. Por supuesto, no podía faltar la casa del grande, en la 27 Grafton Street, la dirección actual es 58 Grafton Way, el venezolano universal, Don Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez. Londres es una ciudad gris y lluviosa pero hermosa. Nuestro viaje en Inglaterra culmina visitando la ciudad universitaria, la ciudad intelectual y académica, la ciudad de las agujas de ensueño: Oxford. Allí nos encontramos con nuestros amigos, Larry y Ramón, y visitamos los colegios más antiguos de la Universidad de Oxford que son el University Collage, Balliol y Merton. Aprendimos a manejar bicicleta al revés, por la derecha y no por la izquierda como se hace por estos lares del mundo y tomarnos unas espumosas negras en los famosos Pub de la ciudad. Al igual que Londres, Oxford también es una ciudad gris y lluviosa, pero también hermosa. 35


Culminada nuestra gira por la ciudad, Ramón y Larry nos acompañaron, para despedirnos y nosotros seguir nuestro viaje de regreso a Roma pasando por Paris, a la estación London King's Cross, supuestamente edificada sobre el lugar de enterramiento de la reina guerrera celta Búdica. La estación pasó a formar parte de la mitología moderna cuando Harry Potter la eligió para tomar el Hogwarts Express en el andén 9 y 3/4.

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12 Una vez llegado a la parisiense Gare de Lyon con su característico reloj de torre y unos pocos francos en el bolsillo, Robinsón me dice: - bueno Ugo ahora te toca a ti hablar en francés, - ¡¡¡Qué!!! No Robinson yo no sé hablar un coño e francés de verga hablo español. - Que molleja Ugo, y tú en la casa de Colle delle Rose, no te la pasabas diciendo, todas las noches, bonjour, bonne nuit, quelle heure il est, tête a tête, Vous voulez coucher avec moi, Comment allez- vous? Y vainas por el estilo. - Noooo, Robinson yo no sé nadad de eso. Como buen cañadero, es decir, persona nacida en un pueblo al sur de Maracaibo, donde los lugareños son llanos, directos y jocosos, me dijo enfáticamente: - a no sé, vos veis que vas hacer ya yo hice lo mío. - Bueno, está bien chico, yo me asumo mi vaina. Habíamos llegado desde Londres a Paris a las seis de la mañana y a las seis de la tarde partía el tren para Roma, 24 horas de viajes nos aguardaba ese día. Por lo que teníamos 10 horas aproximadamente para recorrer la ciudad de las luces, la ciudad de Picasso, Cruz Diez, Soto, desde la estación del tren hasta la Torre Eiffel. Guardados nuestro equipaje en las cajas de seguridad nos dispusimos a salir al encuentro de la ciudad universal. - Robinson ya vas a ver cómo me defiendo yo.

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En eso pasa un señor y lo ataje y le dije en mi rudimentario, básico y arcaico francés. - Monsieur, où est la Tour Eiffel? El señor me explico pero yo no entendía nada y mucho menos Robinson. Insistí nuevamente, - ¿Monsieur, ou est la torre Eiffel? Nous voulons aller à pied pá allá. El narizudo me respondió repetidamente con cara de asombro: - Monsieur à pied, à pied. - Viste Robinson que el señor también habla español, habla español, grite con algarabía de la emoción. - Non, non, vous êtes folle. -Ustedes están locos-. À pied, est très loin d'ici, -A pie, es muy lejos de aquí-, replicó nuevamente el parisino. Desde la Gare de Lyon hasta la torre aproximadamente ocho kilómetros de distancia.

Eiffel

hay

- Qui Monsieur, a pié, a pié. Y no estamos locos, lo que estamos es pelaos y sin dinero, dije con desolación. - Sí como no, eso es que así es como se dice en francés, verga no seáis bruto, me replico burlonamente Robinson. Una vez culminada la peripecia lingüística entre el maracucho y el parisino, emprendimos la aventura de conocer Paris. Nos fuimos derechito por donde nos indicó amablemente el francés narizudo hasta llegar a la tan anhelada, hermosa e histórica Torre. Esto a sabiendas de que solo contábamos con

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pocos francos con los que finalmente pudimos comprar solamente dos canillas y una Coca-Cola de las grandes. Conocimos el Museo de las Armas, el Congreso de la República, la Plaza de la Concordia, el Arco del Triunfo, donde por cierto está grabado el nombre de Don Francisco de Miranda por haber participado directamente en la Revolución francesa y le fue otorgado el título de Héroe de la Revolución y Mariscal de Francia. Es el único americano que tiene su nombre grabado en el Arco del Triunfo. Además vistamos, Notre Dame, y recorrimos champs Élysées. Y no podía faltar el Museo de Louvre, donde vimos una joya del arte renacentista y universal, La Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci, por supuesto todo este recorrido a pie. Robinson al ver el cuadro tan diminuto de Leonardo, me dijo: - que molleja ese es la Mona Lisa - si, esa esa es. - Verga pero es muy pequeña. - Sí, Robinson, lo que mide es 77 x 53 centímetros. Pero la Gioconda guarda un misterio aun no revelado hoy. Sin embargo al ver su mirada atónita y “orbitante”, le quise explicar con palabras sencillas algunas de las interrogantes históricas de tan pequeño pero extraordinario cuadro, y le dije con una actitud de sabiondo y profesor: - Fíjate en la mirada de reojo, labios finos, sonrisa misteriosa, cejas y pestañas ausentes, manos grandes, sonrisa imposible de describir. Todos estos rasgos, unidos a un paisaje extraño, lleno de sombras y colores indefinidos, son los que han despertado el interés y el ansia interpretativa de mucha gente, desde el momento 39


que el retrato salió a la luz. Es inevitable observar o hablar de esta obra sin que aparezcan interrogantes cómo: ¿quién es esta mujer? ¿Sonríe? Y si sonríe, ¿a qué se debe? - Bueno si vos lo deciis, así será. - Te voy a dar unos datos interesantes sobre ese cuadrito: es imagen de más de 400 marcas y nombre de 61 productos, es visitada por 6 millones de personas cada año, en 1911 fue robada por el pintor italiano Vicenzo Perrrugia. Dos años más tarde apareció en Italia y fue salpicada con ácido y golpeada con una piedra en el Louvre, dónde ahora se expone tras una vitrina antibalas, en una sala especial que la protege. Y le repliqué con picardía: - Que tal como te quedó el ojo. Él me respondió: - Chico lo que uno aprende en los viajes, cuando me case voy a venir con mi familia pá acá. Eran las cinco de la tarde, y cansados del trajín del día, nos sentamos en unas de las baquetas que están ubicadas alrededor de la torre y en son de broma y guachafita, nos reíamos de lo que habíamos vivido y gozado ese día: - que molleja Robinson que vaina pá bonita lo de la torre, el arco, la Mona Lisa y todo lo que vimos. Y pensar que esta es la ciudad luz, la ciudad del iluminismo. De repente el cañadero me dice con una de esas salidas de él: - Luz, iluminismo, lo que es este que está aquí se va pal coño porque lo que soy yo no veo luz del hambre que tengo, patitas pá que te tengo.

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- No Robinson, no, no nos vamos todavía espera un momentico pá que descansemos un ratico más, con hambre y mamao te puedes imaginar. Y arrancó por la vía que lleva a Champs Élysées pasando por el Arco del Triunfo y cada vez más yo veía que se alejaba su figura escueta y delgada. Yo le gritaba: - Robinson, Robinson, esperáme, esperáme mijo. Y él zigzagueando continuaba su rumbo hacia la estación del tren. - Robinson esperáme, ve que yo no sé hablar francés, esperáme, le dije en lenguaje maracucho. Y como alma que me lleva el diablo arranque y en fracciones de segundo lo logré alcanzar. - que molleja Robinson que de bolas tenéis vos, me dejaste solo como un guevón allí, le replique. - Dejarte solo, no, vamonó, vamonó apurate lo que es, que se no hace tarde y perdemos el tren como unos pendejos, apuráte, apuráte, caminá, me dijo en buen maracucho. Y con paso acelerao pudimos llegar a tiempo a la estación del tren. A la seis en punto de la tarde arranco el tren de Paris con destino a la ciudad eterna, nos aguardaban 24 horas de viaje con una botellita de Coca-Cola y una hamburguesa partía por la mitad. Ah Paris! Paris! Je t’aime, Paris, Je t’aime que jode. Lamenté entonces, y lamento ahora no haber conocido el Centro Pompidou.

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13 04 de marzo de…, percibo una luz acogedora, tierna, inspiradora, que me hace sentir la presencia de un amigo inexorablemente entrañable, pero al mismo tiempo acompañable. Son esos momentos dónde comprendes la necesidad irrenunciable de estar contigo mismo. Esta vez es Walt Whitman. Hemos perdido el sentido de pertenencia, es necesario crear espacios propios, únicos para encontrarse consigo mismo. La sociedad postindustrial nos llevó a la soledad absoluta, inhumana, nos alejó de sí mismo, de nuestro centro, de nuestra esencia, de los seres más amados, de los seres humanos y no humanos. Siento la necesidad imperiosa de revelarme ante tanta crueldad: en contra de la creativa, en contra de la inteligente. Arthur Clark dijo una vez “algún día la humanidad entenderá que hay que dedicarle menos tiempo al trabajo esclavo y más tiempo al “tiempo” lúdico, al jugar”. La vida es un juego, decía Platón. El anciano Don Miguel, volvió así como me lo había prometido y mi dijo: - Lo que prometo lo cumplo. Y acercándoseme al oído, me susurró: - Sólo la luz nos hará ver. Como dijo el ilustre florentino: O luce etterna che sola in te sidi, ¡Oh luz eterna que sola en ti existes, sola t'intendi, e da te intelletta, sola te entiendes, y por ti entendida e intendente te ami e arridi!, y entendiente, te amas y recreas!

Y de pronto, sin pronunciar alguna palabra y entre tinieblas el sabio maestro y viejo Don Miguel se desvaneció nuevamente.

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14 El jueves 12 de Diciembre de 1996, llego al Aeropuerto Internacional “La Chinita” de Maracaibo procedente del Aereoporto de Fiumicino, “Leonardo Da Vinci” di Roma, experimentado, ilustrado del viejo Continente, con sentimientos encontrados y con curiosidad de conocer el Nuevo Continente, que desconozco nuevamente. Inicia de esta manera un nuevo capítulo de mi vida. Y te confieso a solas, apreciado lector, lo que sucederá es la vida. Por ahora, confieso, como lo hizo alguna vez, Antonio –ToninoGuerra, gran poeta, escritor, guionista romañolo italiano, quien fuera guionista de la película Amarcord, 1973, de Federico Fellini, -a m'arcòrd quiere decir literalmente, en emilianoromañolo, “yo me acuerdo” o “recuerdo”: “La parola è sempre stata salvezza, alla parola ho dedicato il mio lavoro”. “La palabra ha siempre sido salvación, a la palabra he dedicado mi trabajo”. Un berlinés después de la caída del muro, le dijo a Anthony Bourdain, que cuando uno cree en el arte y es humilde suceden cosas bonitas. Y a mí me están sucediendo. Cuando hayas perdido el miedo de ser lo que tú eres o quieras ser, entonces, y sólo entonces, entenderás lo maravilloso que es la vida, porque la vida es hermosa. Apuesta a ser feliz. P.D. Te prometo lector que con derecho a equivocarme, escribiré la próxima novela.

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-FIN-

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