Jean-Pierre Brisset
El ancestro del cuerpo
Fragmentos de La science de dieu ou la création de l'homme (Paris, Chamuel Éditeur, 1900)
La formación del sexo (...) Todo hombre dice de sí: yo nací. Todos nacimos pero en un principio hubo seres que, aunque estuviesen vivos y dotados de palabra, no nacían. Los que nacían, eran nobles, superficialmente, sólo en virtud de sus partes nobles. Hoy el hombre es el único noble porque solamente el hombre de buena voluntad que Dios ha elegido puede fortalecer su verdadera esencia y reconocer su origen previo a los más antiguos linajes, más allá de los reyes, de los emperadores, de los dioses marinos e incluso más allá de Urano, el más antiguo de los dioses. En alemán, el verbo nacer se traduce como geboren werden = devenir nacido. Los ancestros devenían nacidos, wurden geboren; hoy los hombres son nacidos, sind geboren. Geboren= nacido, emparentado en el alemán con gebohrt = perforado. En francés, perforar y nacer constituyeron, en el principio, un mismo acto: para nacer es necesario perforar. En el principio, el sexo se formaba pero no estaba perforado. Para perforar, era necesario que la abertura de la vejiga (que en las ranas se encuentra en el ano) se cerrara. Esto provocaba en el sexo una inflamación, un absceso, fiebres hasta que el agua (eso que perforaba el sexo) se escapaba por su vía natural y así se nacía. Con el nacimiento, la lengua adquiere un desarrollo considerable y podemos decir que casi todas las palabras populares se remontan a esa época. En todas las lenguas, el verbo nacer presenta la misma particularidad: los tiempos simples no se emplean más que en sentido figurado, materialmente ya no son exactos. El hombre ha nacido (el hombre ha sido, o el antiguo hombre) antes que el día: así fue el comienzo de la creación de Dios (Apocalipsis III, 14). El grito mudo o nudo valió entonces como prenda en la época de la venida del anudamiento. Con el tiempo ese orden devino horroroso y comportó el rechazo de obediencia que expresa la negación no. Nudo quiero. – No quiero, dijeron los nuevos o los débiles a los viejos, los más fuertes. El sonido no (nudo) se encuentra en la negación de la mayoría de las lenguas y la palabra que expresa el nombre. El nudo somos = tengo el nudo y que el nudo prenda.
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Ese orden crea el nombre que viene del sexo y que hizo pronunciar el no. Los ancestros sólo tomaron un nombre cuando nacieron. El niño no recibe un nombre sino hasta después de su nacimiento. La mujer que dice no rechaza el nombre del hombre. Así un mismo sonido, una misma palabra, hace nacer diferentes espíritus, sea simultáneamente o sucesivamente. Lo que es atracción para uno es repulsión para el otro. Así llegamos a rechazar con fuerza y violencia lo que nos había atraído con encanto y convicción. El nudo fue entonces el primer objeto nuevo, la primera novedad: nudo obra o abre, agua te tengo1. Así acontece la novedad del sexo expulsando el agua. Cuántos millones de años precedieron esta novedad. Podemos calcularlo por la edad de la tierra, porque las ranas parieron desde el comienzo de su formación, desde la era granítica. En cuanto a la relación del número nueve con nuevo = novedoso, la encontramos en todas las lenguas: Inglés
- nine
- new.
Alemán
- neun
- neue.
Sueco
- nio
- nia.
Italiano
- nove
- nuovo.
Español - nueve
- nuevo
Griego
- néos, néa, etc.
- énnéa
Hay entonces una relación clara, un origen común entre la novedad que fue la perfecta formación del sexo bajo el nombre de nudo y el nuevo número nueve. Esta comunidad sonora viene de lo que apareció en la misma época en la boca del ancestro y en cada mandíbula: el noveno diente, porque es con la aparición de los dientes que comenzó la enumeración. (...)
El juego homofónico intraducible aquí se produce al interior del término nouveauté que contiene las palabras ouve, ouvre, eau [T]. 1
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Los gritos de la rana (...) Un día que observábamos estos lindos animalitos, mientras repetíamos su grito (coac), uno de ellos nos respondió dos o tres veces con los ojos interrogativos y brillantes: coac. Nos quedó claro que decía: ¿qué decís? 2 Otro día vimos un macho (que había fallado tres veces en el apareamiento) darle la espalda, con una marcada decepción, a la pequeña e inquieta hembra. En la época de los amores, ellas se congregan en tropa acudiendo desde lejos a los reiterados y variados llamados con cantos incesantes aunque intercalados de silencios. Los apareamientos duran muchos días porque, aunque no tengan sexo, estos pequeños animales se acoplan uno sobre otro para lanzar simultáneamente al agua los huevos que eclosionarán en renacuajos. En esa época, el macho hace escuchar vigorosamente el grito: Que re ah, cre ah, qué re oh donde se puede ver el origen de crea y creo del verbo crear. Al mismo tiempo, los coac se redoblan. Es un verdadero júbilo. (...) Tanto el sonido de la voz cuanto la modulación del canto de la rana ya tienen cierta cosa humana. Sus ojos, su mirada, se parecen a los nuestros y ningún animal tiene una gracia corporal que se acerque tanto a la del cuerpo humano: incluso pocas personas poseen tal elegancia. Del mismo modo que el hombre, la rana vive en todos los climas, en la tierra y en el agua. Está de día y de noche, gusta de los anocheceres melodiosos pero las mañanas las pasa en su cama, el limo de la tierra. Se hace amiga rápidamente y así gusta de la vecindad de los hombres, al punto de saltar del agua para ponerse cerca de quien la observa, tranquilamente inmóvil.
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El juego homofónico intraducible aquí es entre la onomatopeya coac y la pregunta quoi que tu dis? [T].
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La venida del pulgar Hemos visto la venida del sexo, veamos ahora la del pulgar. Pulgar ≈ Pulsar. Esta relación nos dice que vimos al pulgar pulsar cuando los dedos de manos y pies ya habían sido nombrados. Es pulgar ≈ espulgar. Comenzamos a tomar las tiernas yemas de las hierbas y de los brotes cuando el pulgar, aún tierno, se formó. Con la venida del pulgar, el ancestro devino herbívoro. En todas las lenguas, el pulgar tiene un nombre particular que no se adecua al resto de los dedos. En el caso de los dedos de los pies sucede lo contrario: el pulgar en el pie es el Dedo por excelencia. Los otros le piden prestado su nombre y no tuvieron nunca una denominación diferente de la de su gordo camarada de origen. Habría sucedido lo mismo con los cinco dedos de la mano si todos hubieran sido creados al mismo tiempo; el pulgar no sería más que el dedo gordo, el dedo por excelencia, o bien los otros dedos no serían más que pulgares secundarios. Sin embargo no es así. El pulgar no es sólo un dedo y los dedos no son pulgares. Esto es así porque “los cuatro dedos y el pulgar” es una expresión de las más populares. El ancestro animal vio entonces aparecer su pulgar, enfrentado a los dedos, como un rey en medio de sus vasallos, y los dedos se inclinaron ante el pulgar y lo reconocieron como su Señor, a él, el último en llegar. El hombre es a sus antecesores lo que el pulgar es a los cuatro dedos de la mano. Los grandes ancestros animales del hombre se dan en número de cuatro: el renacuajo, la rana, el diablo y el dios. Y así es como esos cuatro ancestros se inclinan ante el hombre y lo reconocen como su señor aunque sea el último en llegar; porque los primeros son los últimos, como profetiza el Señor Jesús. Ubicamos aquí al renacuajo entre nuestros ancestros porque su creación animal no es la menos maravillosa y de hecho en la simiente humana el embrión se vuelve visible al microscopio bajo la forma del renacuajo. En cuanto al origen del pulgar, ya se atisba en la rana, de modo que los anatomistas de este animalito lo reconocieron ampliamente. Veamos el nombre del pulgar dado por los pueblos que nos rodean: The thumb, der Daumen, il pollice, el pulgar y veamos el nombre de los dedos: The finger, die Finger, i diti, los dedos. Vemos así que el nombre del pulgar difiere completamente que del resto de los dedos y que el nombre de estos últimos tiene una semejanza que prueba que fueron nombrados mucho antes que el pulgar. 8
El origen de la palabra dedo proviene de lo que mostrábamos con ese grito con el que hablábamos. Dedo, debo, eras vos.3 Mi pequeño dedo (o vos) me lo dijo, significaba entonces: mi pequeño (dedo) o vos me lo ha/s dicho. Sabemos que el niño muchas veces se sorprendía que supiéramos lo que él había contado sin darse cuenta, cuando no había dicho nada a nadie. La palabra dedo también significó medida y en esta acepción comprendía los cuatro dedos; por eso el pulgar vino a formar una segunda medida de la mano y tomó por esto el nombre de dedo. Estas dos medidas opuestas y unidas formaban dos dedos. De ahí la expresión: son como los dos dedos de la mano, es decir, como pulgar y dedo4; y la prueba la tenemos en el dicho popular inglés they are finger and thumb. Esos dos dedos o medidas de la mano formaban la pezuña partida del diablo que se arrastraba con sus cuatro patas, la antigua serpiente. En las numerosas lenguas del Antiguo y el Nuevo Mundo, decimos los cuatro dedos y la mano para designar el número cinco (Larousse cinq). De esto se sigue que contábamos hasta cinco antes de la llegada del pulgar porque es numéricamente imposible no considerar al pulgar como un quinto dedo y sustituirlo en este punto por la mano. En inglés, el índice se llama forefinger = antededo o dedo de adelante. O bien fue nombrado antes de la llegada del pulgar, o bien el pulgar no era considerado un dedo. Así queda ampliamente probado que el pulgar tiene un origen diferente al resto de los dedos, cosa que no sucede con los dedos de los pies totalmente desarrollados en las ranas. El dedo gordo está prendido a la planta del pie en la misma línea de los otros dedos. Sin embargo, el pulgar está sujeto al puño en oposición a la palma de la mano que porta los cuatro dedos en su extremo. El pulgar no está entonces matemáticamente ubicado en relación a los dedos como sí lo está el dedo gordo con los otros dedos del pie. Esta contradicción anatómica existe ya en la rana porque el indicio del pulgar está situado justo en el punto donde en efecto se desarrollará. Esta contradicción no existe en el simio: sus cuatro pulgares tienen la misma posición anatómica respecto de los dedos. La rana y el hombre son los únicos animales que tienen sus pies y sus manos ubicados de la misma
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La homofonía aquí se produce entre los siguientes términos: “Doigt, doi ou dois, c´etait toi” [T]. Aquí, la expresión equivalente en castellano sería “como carne y uña” [T].
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manera. Ciertamente, esta es una prueba irrefutable del origen común con nuestras ranas actuales, una prueba del origen del hombre cuyo creador le ocultó por un tiempo. Mientras que el pulgar se desarrolla, el dedo interior de los pies de la rana (el más pequeño), por una concordancia natural, adopta una gran extensión en relación a los otros dedos de tal modo que los pulgares del pie y de la mano se desarrollaron simultáneamente. En consecuencia, el dedo gordo del pie es también llamado pulgar del pie. Notaremos en el diseño de nuestra madre rana, donde las manos giran con la palma hacia arriba, que el penúltimo dedo o anular es el más largo. Ese dedo llegaba primero adonde el ancestro lo dirigía a voluntad. Ese dedo está en relación con el cuarto dedo del pie, igualmente largo. El primer dedo del pie es el más pequeño y el primer dedo de la mano o pulgar no llega a percibirse a simple vista. Es concebible que la fuerza que impulsara las extremidades interiores de manos y pies comportara sin embargo un debilitamiento de las otras extremidades y que el dedo anular dejara poco a poco de ser el más largo. La venida de los pulgares dio a las manos y a los pies casi su forma actual. El pulgar debe su nombre a su singularidad que es la de tomar y aplastar pulgas e insectos similares: espulgar. Francés: la pouce, la puce. Italiano: il pollice, la pulice. Español: el pulgar, la pulga. ¡Es claro y admirable su realismo y su simplicidad! Cuando el ancestro se quejó de las pulgas, el creador le otorgó el pulgar para defenderse. Como ningún parásito se agarra de los animales acuáticos, el desarrollo del pulgar indica la época del abandono parcial de las aguas. Como el ancestro no tenía aún vestimenta, se acostaba en los nidos o en las cuevas, sobre pieles, hojas o plumas y allí nuestros insectos comenzaron a estimularnos.
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La venida de los dientes La rana no tiene dientes. La palabra inscribió abundantemente su venida en su libro de vida. En el alemán: Die zähne o zähn´ = los dientes; die zehn = el diez o la decena; die zehen = los dedos en número de diez. Die zähn´, die zehn, die zehen se pronuncian igual: decena o diez cenas. Hubo entonces una relación entre los dientes y la decena como la hay entre el número diez y los dedos de los pies. En francés, la lógica quiso asimismo que los dientes fueran en número de diez. En inglés la palabra teeth = dientes se pronuncia dise o dix. Esta similitud de sonidos entre die zähne y decena fue para mí una revelación en la que apenas pude creer. Sin embargo, buscaba lo histórico de los dientes: la dentición del niño. El resultado superó ampliamente mi expectativa. Los dientes de leche, que corresponden a la dentadura del primer ancestro, son diez en cada mandíbula y así como contamos los cinco dedos de cada mano antes que los diez dedos de las dos manos, contamos durante mucho tiempo los diez dientes de cada mandíbula antes de llegar a los veinte dientes de la boca. Durante mucho tiempo la rana sólo tuvo ocho dientes en cada mandíbula. La venida del noveno diente coincidió con el perfecto desarrollo del sexo: así surgió lo nuevo en una parte y la otra. Esos que tenían veinte dientes estaban tan perfectamente sexuados cuanto eran ignorantes de sus dientes y de su desnudez. Así, con su llegada, comenzamos a contar los dientes. Todos sabemos con cuánta curiosidad y atención la madre cuenta los dientes a medida que aparecen en su hijo. El niño los contará por sí mismo aún con mayor atención, si es que su inteligencia se lo permite. Contar sus dientes era la distracción (diez tracción) de los ancestros. Todo diente llegado evocaba un sufrimiento y todo diente por venir hacía temerle al próximo. Es así como el ancestro sólo podía contar la unidad gracias a eso que le venía por unidad. Sólo contaba hasta diez. Tenía dos decenas de dientes, a los que dio el nombre de veinte porque a menudo gritaba: vente mostrando tus dientes amenazantes. Cuando mucho más tarde, el ancestro siguiente tuvo dieciséis dientes en cada mandíbula, creamos nuevos números en nuestra lengua. Después del dieciséis hubo una larga pausa y el modo de contar cambia completamente entre dieciséis [seize] y diecisiete [dix-sept]. Los italianos cuentan hasta dieciséis poniendo el número diez al final: sedici o seis-diez; en el diecisiete hay un cambio y dicen como nosotros: diciasette o diecisiete. Es entonces 11
totalmente evidente y cierto que lo primero que contaron los ancestros fueron sus dientes, sus primeras armas, su defensa, su marfil. Es así que tenían boca y uñas para defenderse. Como los ancestros frecuentemente se metían los dedos de los pies y de las manos en la boca, es natural que en alemán a los dientes se les haya dado y conservado un nombre común al número diez. Los pueblos de Nueva Guinea, en su sistema de numeración, confunden el número “cuatro” con los cuatro dedos y el “cinco” con la mano. Diez es “dos manos”, pero veinte es un “hombre”. Cuarenta, “dos hombres”. El quinto diente apareció entonces antes de la venida del pulgar pero el nombre “hombre” designó al animal con veinte dientes así como con veinte extremidades perfectas; es decir, los pulgares de las manos vinieron junto o mucho antes del vigésimo diente. Los dientes de leche que se forman en el seno de la madre, bajo las encías, corresponden a la dentición del primer ancestro, de la rana perfecta, del diablo. El diablo no era bello y sus dientes no eran de leche sino de malhechor. Los dientes de leche de los animales que amamantaban a sus crías corresponden también a los dientes del primer ancestro porque todos los seres han sido creados de una manera análoga, tanto antes como ahora. Los peces, las serpientes, los pájaros y los mamíferos comenzaron siendo renacuajos. Sin embargo, incluso antes del origen del renacuajo, cada animal poseía su ser perfecto en el espíritu del Eterno. (…) Hasta casi los siete años, los niños tienen la dentición del primer ancestro así como su misma inconsciencia acerca del bien y del mal. Ángel o demonio, el niño no actúa naturalmente más que por un impulso espontáneo. Es cruel y autoritario, destruye todo lo que cae en sus manos. La niña se diferencia por el amor irracional a su muñeca; es el amor de la primera madre por su niño. El muchachito es ajeno a ese amor porque el diablo no tenía sentimiento de paternidad y devoraba a sus hijos, así como el muchachito tenderá a hacer añicos la muñeca. De los siete a los trece años, a medida que se desarrolla la segunda dentición, el espíritu se transforma, es el carácter del joven dios, fuerza similar a la del diablo pero consciente del bien y del mal. A partir de los trece años, aparece el jovencito que se distingue en su preocupación por el futuro. Con las muelas de juicio, el hombre animal es perfecto.
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La formación del pie La parte inferior de cada pierna de la rana termina en abanico o en cola de pescado. Cada pierna se articula con el anca, la rodilla, el empeine y la raíz de los dedos unidos por una membrana. Después de cada impulso, cuando nada, las dos piernas de la rana se unen en una larga cola doble de pescado: la cola de los Tritones y de las Sirenas de la Fábula. El pie actual aún no está formado. Durante mucho tiempo, el ancestro reptil arrastraba sus piernas detrás de él. En medio de plantas, pastizales y matorrales se seguían unos a otros. Estaban continuamente sobre los talones, sobre los pies, en las piernas, sobre la espalda del que lo precedía y soportando al que lo seguía. Sé, sé-yo, decía uno; ¿seré-tú? - Sí, respondía el otro, yo seré aquí, yo te sé; yo te sé-guiaré; yo te seguiré, camina. El hombre no puede ser sino siguiendo a su ancestro: yo sigo después. (...) Marcha, camina, se le decía al de adelante pisándole el talón que es el punto más sensible de la rana la cual, tocada en el talón, no puede evitar saltar y soltar. No le gusta ser taloneada, tener a alguien sobre sus talones. Ahora bien, si hoy hay un lugar que no podemos pisar es justamente los talones del vecino. Cuando se quería parar al que estaba adelante, se le desestabilizaba la parada, yo paro. Parada te hago, parada te haré. Yo te pararé = yo te o tengo la parada. (...) Hemos visto que las palabras alemanas: zähn´, zehen, se pronuncian igual que zaine o tsaine. Un proverbio alemán dice del fuerte y del hábil: Er hat Haare auf den Zähnen, tiene pelos sobre los dientes. Queda claro que se trataba de los dedos o Zehen y sabemos que el pelo fue un indicio de superioridad y que el diablo era un pata-peluda. La lógica de la palabra quiere que en otros tiempos hayamos dado el nombre de diente a los dedos de los pies y de las manos: De = te y dientes = tiendes, tienes, prendes. Ahora bien, como se lo ofrecíamos a la boca donde están los dientes, este nombre les quedó pero se perdió para los dedos, salvo las numerosas expresiones que muestran que la palabra no ha variado desde su origen. (...) En aquel tiempo, el ancestro que tenía el brazo corto se esforzaba algunas veces para agarrar la luna con los dientes, es decir, con los dedos. A esta primera luna, la llevaba sobre 13
su cuerpo. Comer con todos sus dientes era emplear todos sus dedos así como comer con la punta de los dientes era tomar con la punta de los dedos. No podemos ver si ese que come lo hace con todos sus dientes o solamente con la punta de los dientes. De igual manera, no decimos la punta del diente pero sí la punta del dedo. Hablar entre dientes era hablar con los dedos en la boca, lo cual causaba una mala pronunciación. Solamente podemos pronunciar bien entreabriendo los dientes; siempre y a la fuerza, hablamos entre dientes. En los momentos más arduos del ataque, para agarrar una presa violenta, el ancestro se elevaba sobre la punta de los dedos de pies y manos; se erguía sobre sus espolones y se hinchaba para volverse temible. Estaba entonces con los dientes y sobre los dientes; aparecía como una esfinge sobre los dientes. La dentadura significaba entonces hincadura. Si fallaba su golpe, él quedaba ahí, sobre los dientes. De ninguna manera se puede decir que los dientes están en la boca: estar sobre los dientes es estar sobre los pies. De este modo, cuando perdido en la maleza, no sabía hacia dónde avanzar ni mirar, también se ponía sobre los dientes, erguido sobre los dedos de los pies para ver a lo lejos. Es así que comenzó a caminar sobre la punta de los pies, sobre la punta de los dedos de los pies, y esto se dio en circunstancias desagradables, cuando debió abrirse paso a dentelladas. En esta posición, para formar el pie actual, fue necesario articular la pierna con el empeine. La palabra empeine = pliegue o codo del pie. Al decir esto, el anciano daba al joven una patada sobre esa parte. La patada sobre la tierra también formó el empeine. Hoy no podemos plegar el pie porque ya está plegado o articulado para siempre: es un miembro evidentemente atrofiado. El alemán Fussbiege expresa igualmente empeine. En empeine [coude-pied], cou = culo o trasero. El cou y la cola actuales toman su nombre de la llamada a acoplarse, a co pelar se, a aparearse, a parear se, que se desarrollaba en el ancestro reptil durante la época donde la cabeza se liberaba y formaba el cuello o garganta. Cuando el ancestro comenzó a caminar, los pies tenían un largo desmesurado. Los pies son más o menos largos, nunca cortos, pero las manos y los dedos de la rana son cortos. De este modo, el pequeño pie y la mano larga fueron durante mucho tiempo indicio de su antiguo origen. Un dístico olvidado decía lo contrario: Largo pie y corta mano son la marca del villano.
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Nuestro sujeto se sienta cruzando las piernas como lo hacen los orientales. Acuclilladas, una al lado de otra, y apoyadas sobre las patas o pies delanteros, las ranas estaban codo a codo; codo acudo = apoyo del codo en la tierra, codo codo, se decía también para hacer bajar la cabeza y observar, dando un codazo, el brazo que se llamaba codo. Para bajar la cabeza inarticulada, hacía falta acodar el brazo, abrir los codos o apoyarlos en la tierra. Se ubicaban entonces, para la ocasión, acuclillados alrededor de la comida, y a menudo el maleducado metía las patas en el plato, el pie playo. Tomar he plato= tomaré el plato. Tenía aún la hierba o la planta elegida, recogida sobre sí, y le disgustaba cortar la hierba bajo los pies o quitar la planta del pie. Tomábamos con el pie lo que se analiza: tomar he = tomaré. El hombre puede todavía, cuando sea necesario, llegar a servirse del pie para tomar con la boca; se toma siempre poniendo el pie sobre eso que se quiere agarrar. Hemos ya dicho que el dedo gordo se desarrolló al mismo tiempo que el pulgar de la mano, y que la rana y el hombre son los únicos animales que tienen la misma relación entre las extremidades superiores e inferiores. El simio no tiene pies, o bien sus pies son manos: el dedo gordo está ubicado frente a los otros dedos del pie como el pulgar en la mano. El pie del hombre tiene por origen las últimas flexiones de la pierna de la rana.
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La marcha erguida Todas las palabras expresan en su idea primera una orden de erguirse, de elevarse, de enderezarse. La palabra eleva el alma. El ancestro difícilmente se decide, tanto antes como ahora, a caminar derecho. Necesitó numerosas correcciones para acceder a la cor(po)rección. Cuerpo erige-te, se le decía al reptil para corregirlo: corrige-te. Yo voy a tu cuerpo erigir, te voy a corregir. (...) La palabra recto significa derecho. El recto-estudio era el estudio de la rectitud. Aquel que sostenía el cuerpo recto era correcto. Para regir se necesita rey y derecho. Cor(po)recto = tengo el cuerpo recto, la corrección es inútil. Corpo-urdir, curtir. Se curtirá la piel del ancestro golpeándola para hacerlo caminar recto y erecto. El verbo curtir sirvió seguidamente para el curtido del cuero, lo que se hace golpeándolo; curtir comporta así la idea de enderezar. Di rige, o eríge-te mejor, dirige-te mejor. Aquel que caminaba derecho se dirigía mejor que el que reptaba. Tememos siempre a aquel que nos amenaza con hacernos caminar derecho. Sin embargo, la palabra forzará a todos a caminar derecho en sentido figurado, así como forzó al ancestro animal a hacerlo en un sentido literal, y así estuvimos bien. Del mismo modo, nuestros descendientes estarán felices de marchar derechos en todos los actos de su vida. Los ancestros que caminaban derecho estaban de pie. Estar de pie es siempre una situación deseable. No hay verbo especial que exprese la acción de transportarse erguido de un lugar a otro. Sí hay numerosos verbos para nombrar esa acción en el agua: nadar, navegar, remar, sumergirse, etc. También hay expresiones para aquellos que andan en cuatro patas: trotar, galopar, rampar, arrastrarse, saltar, trepar, etc. La acción de sostenerse sobre sus dos pies está expresada por una única palabra: pisar. Pero pisar indica una acción sobre el lugar y es esto es porque el ancestro se mantuvo durante largo tiempo erguido por un instante, en un pequeño paseo. Así el verbo deambular significa caminar derecho y también caminar como los dioses: deo-ambular. Los dioses deambulaban. Iban y venían erguidos, pero para un largo paseo, un viaje, una carrera, volvían a las cuatro patas. Los verbos: ir, caminar, correr, avanzar, recular, etc., son comunes a los animales y a los hombres. De esto se desprende que los verbos populares, el alma de las palabras, estaban ya 16
creados antes de que la marcha erguida continua se hubiera vuelto natural. La palabra alcanzó su perfección antes de que el hombre fuera creado. Asimismo, los escritos más antiguos, los primeros testimonios humanos de la palabra son, desde el punto de vista del espíritu natural y la palabra humana, tan perfectos como los más modernos. No fue sino hasta haber sido corregido durante largo tiempo que nuestro animal se decidió a caminar derecho. La bestia que portamos en nosotros está siempre dispuesta a volver sobre sus cuatro patas y a rebajarse, a degradarse, no delante de Dios ni delante del hombre sino delante de un rey, un sacerdote, un emperador, delante de un ídolo cualquiera, figura de hombre o de animal, un pedazo de pata, una cinta o un tela roja, blanca o tricolor, un fragmento de música. Todo sirve de pretexto a la bestia para hacer olvidar al espíritu del hombre que él es el hijo de Dios y que no debe honrar más que al hombre, su hermano. Tú serás corregido, ¡oh estúpido espíritu humano!, en tanto no honres y respetes lo que es honorable y respetable: la voluntad de cada hombre
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Continuidad anfibia Podemos decir que continuamos hablando como si fuéramos restos anfibios. El lenguaje figurado hace, a cada instante, alusión a los actos que solamente los seres acuáticos y rastreros, las ranas, han podido realizar. Nadar en la alegría, en su sangre. Ahogarse en las lágrimas. Sumergirse en el dolor. Caer de las nubes luego de un enorme salto. Resistir a la corriente. Vagar en el arroyo. Moverse solo con saltos y brincos. Saltar de alegría. Lo haré saltar. Se arrastra en las abyecciones, en la multitud. No hace otra cosa que arrastrarse. ¿Qué hace ahí engullendo moscas? Quite sus patas de ahí. Moverse en cuatro patas. Creer sujetar a Dios por lo pies. Tiene más intención de matar al diablo que el mismo diablo de matar. He aquí el diablo. Ser feliz como un pez en el agua. Sudar sangre y agua (perseguida la rana, no tarda en sudar sangre y agua). Meterse en el lodo, sacar a alguien del barro, etc. Estos ejemplos han sido tomados del Diccionaire de l´Académie. Veamos otros sacados de la Biblia: el Eterno me hizo salir de un pozo, que comportaba un gran ruido y un lodazal fangoso y aseguró mis pies sobre las rocas. Todas las olas y las aguas pasaron sobre mí. Me hundí en un lodazal profundo, en el que no pude hacer pie. Entré en lo más profundo de las aguas y las aguas desbordadas me arrastraron (Sal. XL, 42, 69). Llamamos la atención sobre este punto. A cada instante, escuchamos en la conversación, así como leemos en los libros, expresiones, figuras que forzosamente han nacido en la época antigua de los ancestros saltarines. No hay nada figurado que no haya sido verdad en lo físico. Los seres desaparecieron; su lenguaje y su espíritu, o sea, su alma ha quedado. Esto se remonta a los orígenes de las lenguas5: ¿La lengua dónde está? La lengua has. Dónde está tu boca. No está todo dicho, la lengua as = la lengua siempre gana. El sabor es todo = lengua, ah. Él dice, tu lengua, ah = tu lengua has = está por allá, donde está tu boca, transformada: Él dice tu lengua.
5 El autor en este punto habla de los patois o dialectos franceses que analiza homofónicamente a partir de diversos accidentes de verbos, con una perspectiva cercana a cierta historia de la lengua.
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Ahora bien, puesto que los ancestros eran acuáticos, cada valle tenía su dialecto y aún hoy el lenguaje local presenta variaciones en muchas palabras y entonaciones por el solo pasaje de un pequeño estanque a otro. Por el contrario, en la orilla derecha de un curso de agua hablamos el mismo lenguaje que en la orilla izquierda. Los pequeños ríos y las riberas no compartían más que los ancestros así como las rutas y las calles hoy no los separan. El arroyo es el origen de la ruta y el riachuelo. (...) La palabra es más dura que el diamante. Es una piedra probada, una piedra angular y preciosa (Isaías XXVIII, 16). Quien caiga sobre esta piedra, se estrellará; y aquel sobre quien ella caiga será aplastado (Mateo, XXI, 44). La palabra no se modifica, pero aquellos que la oscurecen bajo el pretexto de ciencia, no tienen sino que atender a la vergüenza y la confusión porque el Maestro los ciega. La piedra que desecharon los constructores, ésa vino a ser la piedra angular (Mateo, XXI, 42). Los que construían son los judíos y los sacerdotes del orden divino y los sabios del orden humano. Unos y otros rechazaron a Jesucristo que era la personificación de la palabra divina y de la palabra vulgar. Él era la voz de Dios y la voz del pueblo. Así es que la palabra vulgar, que menosprecian y ultrajan los sacerdotes y los sabios de las lenguas muertas, se vuelve la base de todas las ciencias divinas y humanas. Es por ella que el hombre conoce su verdadero origen: la certidumbre de la existencia de una Potencia superior omnipresente. Es por la palabra vulgar que el hombre deja de ser animal pasajero, un descendiente del simio, para devenir un hijo de Dios, un espíritu eterno que habita un cuerpo mortal que no es más que el accesorio del hombre. El hombre verdadero es un espíritu que puede recordarse, por su propio estudio, desde los primeros tiempos de la humanidad, mucho antes de que haya habido hombres sobre la tierra.
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Índice La formación del sexo …………………………………….………… Pág. 5 Los gritos de la rana ……………………………………….…...…… Pág. 7 La venida del pulgar …………………………………………....….... Pág. 8 La venida de los dientes …………………………...………….…… Pág. 11 La formación del pie ……………………………...…………….….. Pág. 13 La marcha erguida ………………………………………………… Pág. 16 Continuidad anfibia ………………………………………………... Pág. 18
Primero fue el verbo, dice Juan. Primero fue la palabra. Primero fue el nombre, escuchamos. ¿Qué habrá oído Jean-Pierre Brisset en su nombre? ¿Jean-Pierre Brissé? ¿Juan Piedra Partida? ¿Cómo habrá representado ese cuerpo la piedra recibida sobre el roce de la piedra bautismal? ¿Será el acto de ser nombrado el inicio de su cuerpo de obra? ¿Habrá sido el nombre compuesto (uno y dos) la posibilidad de su palabra anfibia? ¿Será la apoyatura en la sucesión del nombre, cortada por agencia del Ancestro (origen y fin -anfibio-), el pedernal que delimita una zona de investigación, el estanque de observación? ¿Radicará en esa unión previa del nombre (le prénom) partida (brissé) por el Nombre (le nom) de los ancestros el germen de su cosmovisión? ¿Puede la naturaleza singular, el grano del desierto, ser la piedra desde la cual otear la naturaleza del mundo? ¿Nos será dado, guijarros escindidos, acceder al silencio del Nombre? ¿Será la piedra quebrada el signo de nuestra potencia? ¿Vendrá en el nombre (des)compuesto la cifra de Todo? Entretanto balbuceamos la Nada. Horadamos la materia de la lengua, alevines venidos del cieno de la palabra, arrojados al sino de la palabra. Tengo para mí que nada de esto es delirio.
Córdoba ↔ Rosario (Argentina) Mayo de 2020.