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A MANERA DE CONCLUSIÓN
HACIA UNA IGLESIA DISCIPULADORA
Dicen que las estadísticas son como la balanza, simplemente nos mostrará cuánto pesamos. Y aunque en algunas ocasiones calculamos cuánto pesamos, no sabremos exactamente sino hasta que subamos a la balanza. A algunos no les gusta saber su realidad y, por ello, prefieren no pesarse.
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Hace algunos meses hice un estudio muy sencillo que me reveló algunas cosas que intuía como pastor, o que se decía siempre, pero que jamás pensé que serían así.
Encuestamos a 836 personas de 21 iglesias representativas del sur del Perú, entre varias preguntas, yo quería saber, en el fondo, una sola cosa: ¿por qué los adventistas no dan estudios bíblicos para llevar personas a los pies de Jesús?
Las respuestas, de este pequeño estudio, sinceramente tocaron mi corazón. No podía creer lo que estaba viendo en los números:
- El 34% de los encuestados decía que NO SABÍA dar estudios bíblicos. - El 27% de los encuestados decía que NO ERA SU DON dar estudios bíblicos. - El 18% de los encuestados decía que NO TENÍA MATERIALES para dar estudios bíblicos.
Habían otras razones más, por supuesto, pero estas tres me revelan que estaba haciendo mal las cosas. En mis pocos años como pastor y como miembro de la Iglesia, siempre creí que las personas darían más estudios bíblicos si tendrían más materiales y si habrían más cursos variados… ¡No! Esta simple encuesta me dice que esa no es la causa principal. La mayoría de hermanos no da estudios bíblicos porque NO SABEN.
¡Un momento! ¿Cómo no van a saber dar estudios bíblicos? Se supone que somos “el pueblo de la Biblia” y, por lo tanto, seguramente todos los adventistas saben testificar abriendo la Biblia. ¡Es imposible que un adventista no sepa compartir su fe!, pues, aunque no lo crean, tenemos una feligresía mayoritaria de nuevos en la fe adventista. Pero eso no es problema, el problema es que, como son nuevos en la fe, muchos de ellos pasan los años sin ser enseñados tampoco.
HACIA UNA IGLESIA DISCIPULADORA
Después de ver los datos del estudio, algunos podrían decir que la muestra no es suficiente, que debe ser más grande para concluir con más exactitud o que el estudio debe estar validado. Lo sé, y puede que tengan razón. Solo que tú y yo sabemos que la Iglesia está adolesciendo de tres cosas, básicamente, en estos últimos tiempos: (1) entrenamiento, (2) nuevas generaciones y (3) hechos y no palabras. En ese sentido, presentamos algunas reflexiones respecto a las necesidades mostradas:
1. NECESITAMOS PASTORES ENTRENADORES
Hay una gran necesidad de pastores como entrenadores, educadores y maestros. Rubén Jaimes diría que un pastor, con visión de entrenador, es “la auténtica misión bíblica del pastor, del genuino pastor maestro, del siervo fiel y ministro de Jesús”.125 Y es que cuando el pastor cumple la misión, la misión se cumple.
¿Cómo puede ser posible que le pidamos a la iglesia que cumpla la misión sin haber entrenado a los nuevos convertidos? Es como enviar a la guerra a soldados bien armados, pero sin entrenamiento.
Sábado a sábado, en reuniones y más, salen los expositores y predicadores motivando a la iglesia para salir a cumplir la misión, pero no logran mucho cambio, ¿la razón? No estamos entrenando. Estamos sermoneando mucho y entrenando poco o casi nada.
¿Cuál es la misión del pastor?
Pablo, en su epístola a los Efesios, dice: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef.4:11,12). Claramente, el pastor–maestro no es una visión moderna de coaching pastoral, sino que es bíblica. El pastor es un maestro y el maestro es un pastor.
El pastor es, entonces, llamado a ser un entrenador. Esa es la visión bíblica. Elena G. de White tiene algunas citas que pueden ampliar la misión del pastor-entrenador:
“Cada iglesia debe ser una escuela práctica de obreros cristianos. Sus miembros deberían aprender a dar estudios bíblicos, a dirigir y enseñar clases en la Escuela Sabática, a auxiliar al pobre y cuidar al enfermo, y trabajar en pro de los inconversos”.126
125 Rubén Jaimes, Guerreros del gran conflicto, 53. 126 Elena G. de White, Ministerio de curación,107.
“En toda iglesia, los miembros deben ser adiestrados de tal manera que dediquen tiempo a ganar almas para Cristo. ¿Cómo puede decirse de la iglesia: “Vosotros sois la luz del mundo”, a menos que sus miembros estén realmente impartiendo luz? Despierten y comprendan su deber los que están encargados del rebaño de Cristo, y pongan a muchas almas a trabajar”.127
“Cristo quiere que sus ministros sean educadores de la iglesia en la obra evangélica. Han de enseñar a la gente a buscar y salvar a los perdidos”.128
“Se necesita mucho menos predicación. Más tiempo debe dedicarse a educar pacientemente a los demás, dando a los oyentes la oportunidad de expresarse. Es instrucción lo que muchos necesitan, línea sobre línea, precepto sobre precepto, aquí un poco y allá otro poco”.129
Todas las citas en las que Elena G. de White destaca al pastor como entrenador, adiestrador, educador, maestro y capacitador están en el contexto misionero; eso es misión.
No tengo tiempo para entrenar
Algunos dicen que no hay tiempo para entrenar ni educar a la iglesia, por la sobrecarga de actividades en el calendario eclesiástico. Sin embargo, no tienes que inventar más reuniones, adecúa las que la iglesia ya viene usando hace años: La Clase de Maestros de Escuela Sabática.
Si tú ya estás convencido de que es necesario tener pastores entrenadores, debes tener en cuenta algo muy importante: No puedes entrenar si no eres entrenador. Recuerda que un entrenador puede llevar a su equipo a lograr el campeonato
127 Elena G. de White, Joyas de los testimonios, 3:69. 128 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, 765. 129 Elena G. de White, El evangelismo, 248.
o a llevarlo a “la baja”. De ahí que deben entrenar con intención, propósito y dirección. Un centro de entrenamiento debe tener tres elementos: Enseñanza, Entrenamiento y Evaluación.
Pagar el precio
Quizás te sientas tentado a decir. Está bien, Heyssen, vamos a entrenar a la iglesia, seré un pastor entrenador, pero no me pidas resultados. ¡Cuidado! Un pastor entrenador va a trabajar duro y va a tener resultados, mejores resultados que cuando trabajaba sin entrenar a su iglesia.
Cuando decimos “pagar el precio”, es sinónimo de trabajar más, con un enfoque claro, inplicando tener resultados, pero no implica tener menos bautismos, una iglesia que no lea la Biblia o que no tenga más Grupos Pequeños y clases bíblicas, no. Eso no es pagar el precio. Pagar el precio es estar dispuesto a trabajar más y ser feliz, entrenando y preparando a una iglesia para el encuentro con su SEÑOR.
Finalmente, si queremos tener una iglesia fuerte, en el cumplimiento de la misión, entonces vamos a entrenar más y sermonear menos.
2. NECESITAMOS NUEVAS GENERACIONES MISIONERAS
En alguna ocasión, mi hijo Ariel Heyssen me invitó a jugar fútbol. Al regresar a la casa, me dijo: “Papá, cuando sea grande quiero ser un goleador como tú”. Eso causó mucha gracia en mí, y le respondí: “No hijo, jamás. Tú sí jugarás bien al fútbol”. Quizás no entiendas bien lo que quiero decirte porque no me conoces en esas facetas. Yo no juego bien al fútbol, porque aprendí a jugar en la adolescencia.
Los mejores futbolistas como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, no empezaron a jugar de adolescentes, sino de niños. Si aprendes de grande, lo intentarás, harás tu mejor esfuerzo y quizás lo logres, pero las probabilidades son pocas.
¿Qué le estamos enseñando a los niños?
Si haces un análisis de qué cosas les estamos enseñando a los niños en la iglesia, te vas a dar cuenta que les estamos enseñando muchas cosas buenas y necesarias. Les estamos enseñando a orar, estudiar su Biblia, compartir alimentos, ayudar al prójimo, ir de campamentos y retiros, paseos etc. ¡Alabados sea Dios por eso!
Pero, ¿en qué momento le enseñamos a predicar, hablar a sus amigos, vecinos y familiares del amor de Dios a través de la Biblia? ¿A qué edad les pedimos que deben predicar y abrir la Biblia a sus amigos? ¿A qué edad les empezamos a pedir cuentas de estudiantes de la Biblia? Sí. Tienes toda la razón. Recién les hablamos de ese tema y de la misión cuando son adultos.
Es por eso que vamos a tener resistencia cuando hablamos de misión en algunos. En la iglesia, la gran mayoría siempre va a preferir campamentos y conciertos en lugar de una campaña de evangelismo o dar estudios bíblicos. ¿Saben por qué?, porque no tenemos cultura misional en las nuevas generaciones.
Nuevas generaciones
Es bien sabido que los mayores donantes fieles, en la iglesia, son la feligresía mayores de sesenta años. Y si hacemos un análisis cuidadoso de quiénes son los que están involucrados en la misión, descubriremos que pertenecen al mismo grupo de hermanos en la fe. Los que en unos veinte o treinta años descansarán de sus obras. ¿Y después? ¿Qué generación le sucederá? La
generación que hoy está en las clases de cuna, infantes, primarios, intermediarios, juveniles, jóvenes, aventureros y conquistadores. Si queremos una generación fuerte, debemos empezar a entrenarla hoy.
La Biblia dice: “instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). La importancia de la educación, en la edad temprana, lo reafirma Elena G. de White cuando se refiere categóricamente a los niños como misioneros y evangelistas:
“aun en sus tempranos años pueden ser misioneros para Dios”.130
“Por precepto y por ejemplo, los padres han de enseñar a sus hijos a trabajar por los inconversos. Los niños han de ser educados de tal manera que simpaticen con los ancianos y los afligidos, y traten de aliviar los sufrimientos de los pobres y de los desgraciados. Ha de enseñárseles a ser diligentes en la obra misionera: y, desde sus primeros años, ha de inculcárseles la abnegación y el sacrificio, por el bien de otros y para el adelanto de la causa de Cristo, a fin de que puedan ser colaboradores juntamente con Dios”. 131
“Cuando se desarrollen las escenas finales de la historia del mundo, muchos… niños y jóvenes [que hayan recibido una verdadera educación cristiana] asombrarán a la gente mediante el testimonio que den de la verdad con sencillez, aunque con vigor y poder… En un futuro cercanos muchos niños serán dotados del Espíritu de Dios; y efectuarán la obra de proclamar la verdad al mundo…”.132
130 Elena G. de White, Servicio cristiano, 40. 131 Ibíd, 255. 132 Elena G. de White, Promesas de Dios, 25.
“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán. Vuestros jóvenes verán visiones…”. Las señales que se añaden al mensaje confirman que está por cumplirse en su plenitud inmediatamente “antes que venga el día del Señor” (Hechos 2:1720). Los niños son impulsados por el Espíritu para ir y declarar el mensaje del cielo”.133
Estamos a tiempo, podemos tener una generación apasionada de niños y adolescentes evangelistas, una generación diferente. Pero está en nosotros como iglesia que, a través de padres y maestros, como líderes eduquemos a nuestros hijos y a las nuevas generaciones con ese celo y pasión por el cumplimiento de la misión.
NECESITAMOS HABLAR MENOS Y HACER MÁS Había terminado de dar uno de los seminarios más poderosos, a mi parecer, sobre cómo ganar nuevos discípulos para Jesús durante un encuentro multitudinario en una ciudad del Perú. Casi mil líderes de iglesia respondieron a mi seminario con un fuerte amén y aplausos. Sin embargo, entre toda la multitud, vi una mano que se levantaba con un poco de dificultad pidiendo la palabra. Era una mujer de canas, muy conocida en la ciudad por su amor hacia las personas.
Como todo un ponente respetuoso, le cedí la palabra. Ella formuló su pregunta después de felicitarme por “tan notable intervención” (en sus propias palabras). No obstante, finalizó con una de las preguntas más opresivas y duras para un pastor dedicado un poco más a la teoría que a la práctica: “Pastor, usted como evangelista y director de Ministerio Personal, seguramente ha bautizado a decenas y hasta cientos de personas por su trabajo en la iglesia, pero ¿a cuántas personas ha llevado al bautismo por su influencia? ¿a cuántas personas les está enseñando la Biblia o dando
133 Elena G. de White, El evangelismo, 508.
estudios bíblicos actualmente?”. Finalizó su pregunta, para luego sentarse lentamente.
Su pregunta me llevó rápidamente a sonreír para ocultar mi nerviosismo. En segundos traté de hilar fino. Hice un recorrido en mi memoria. La respuesta que iba a dar repercutiría en mi liderazgo, mi autoridad y hasta en mi reputación como líder de iglesia. ¿Había ganado almas para Cristo por mi “propia influencia”? Sí, cuando era líder en mi pequeña iglesia de la ciudad de Pucallpa. También, cuando fui colportor, había ganado a muchas personas. Pero en casi diez años, como pastor, únicamente a cuatro. Y a todos ellos, cuando fui pastor distrital, pero no como departamental ni evangelista.
La multitud calló, un silencio invadió el auditorio entre murmullos. Todos esperaban una respuesta, la respuesta del evangelista… y respondí con la verdad:
“Querida hermana, gracias por su pregunta. He llevado a varias personas al bautismo como laico, colportor y pastor; pero, desde que soy departamental, a ninguna. Actualmente no estoy dando estudios bíblicos y, si sigo así, también moriré espiritualmente. Es por ello que hoy, delante de Dios y de ustedes, le pido perdón a Dios y me comprometo a ser también un pescador de hombres y a cumplir la misión, pues ‘los pastores también podemos salvarnos’”.
La Biblia dice que la verdad nos hace libres. Y, a decir verdad, en ese momento yo me sentí libre por decir la verdad, por decir que necesitaba ser un pastor también práctico como teórico. Sin problemas, hubiera podido evadir la respuesta y hasta mentir, para no manchar mi reputación como evangelista y departamental, pero no, en ese momento sentí que no era la hermana de canas quien me había hecho esa pregunta. Sentí que era Dios mismo quien me pedía cuentas.
Es más fácil enseñar que practicar
El sermón más difícil de ser predicado es el ejemplo. En los tiempos de Jesús, las cosas eran similares. Los escribas y fariseos eran campeones hablando, pero no cumplían lo que decían. Es por eso que Jesús dijo: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23:3).
Cada sábado el pastor distrital, el anciano y el director de Ministerio Personal motivan a la iglesia para ir a predicar. Exhortan a la feligersía de la iglesia, de diversas formas, para que compartan su fe con otras personas a través de un curso bíblico, pero tristemente hay poca respuesta, casi nada.
La gente quiere oír testimonios, ejemplos reales más que palabras. Es por ello que Jesús era admirado: “Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas” (Mateo 7:28). Autoridad. ¿Eres tú un pastor, anciano, maestro o líder? Entonces, deja de hablar para hacer más. ¿Quieres que la iglesia dé estudios bíblicos y se apasione con la misión? Entonces, empieza a dar el ejemplo dando estudios bíblicos y vuélvete un apasionado por la misión.
El llamado es urgente
Cada vez que leo la historia de Jonás pienso en mí. Tenemos la verdad y tenemos la misión clara, pero somos tercos para cumplir la voluntad de Dios. Preferimos ir en dirección contraria al mandato de Dios, y lo peor de todo es que el mundo puede estar cayéndose a pedazos, pero no somos capaces de levantarnos de nuestro “sueño”. El barco está a punto de hundirse pero Jonás estaba durmiendo. Dios llamó a Jonás a hacer tres cosas: ¡Levántate! ¡Anda! y ¡Predica! La misión que Dios le dio a Jonás es la combinación de tres
verbos imperativos que denotan el carácter de la misión. No es un llamado opcional, sino urgente y pronto. Y la razón era sencilla: la maldad era mucha. La gente estaba muriendo sin esperanza y sin Salvador. Y es por eso que Dios envía a Jonás de manera urgente.134
¿Cómo trabaja Satanás?
Elena G. de White registra una visión: “Vi la rapidez con que se difundía el engaño espiritista. Se me mostró un tren de vagones que marchaban con la velocidad del rayo. El ángel me mandó que observara cuidadosamente. Fijé la vista en el tren. Parecía que en él iba el mundo entero. Después el ángel me mostró al jefe del tren, un hermoso e imponente personaje a quien todos los pasajeros admiraban y reverenciaban. Quedé perpleja y le pregunté a mi ángel acompañante quién era aquel jefe. Me respondió: “Es Satanás, disfrazado de ángel de luz. Ha cautivado al mundo. Este ha sido entregado a formidables engaños para creer en una mentira a fin de que se condene. Su agente, el que le sigue en categoría, es el maquinista, y otros agentes suyos están empleados en diversos cargos, según los va necesitando, y todos marchan con relampagueante velocidad a la perdición”.135 No hay tiempo que perder. Tenemos amigos, vecinos y familiares. ¿Ya conocen el evangelio todos ellos? El enemigo está trabajando a una velocidad impresionante, ¿y nosotros? ¿cómo estamos cumpliendo esa misión?
¡Vamos por una estrella!
Seguramente ya leíste que, en el cielo, no habrá personas que no hayan ganado ninguna persona para Cristo. Pues bien, lee las siguientes citas:
134 Heyssen J. Cordero Maraví, “El motivo de la misión en Jonás 1:1-3, Estrategias para el cumplimiento de la misión 16, no. 1 (2018), 52-54. 135 Elena G. de White, Primeros escritos, 263.
“En el mar de vidrio, los 144.000 formaban un cuadrado perfecto. Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas;
Y, sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos con su corona”.136
“Vi después un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ella. A medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las presentaban y con su propia diestra el amable Jesús las ponía en la cabeza de los santos”.137
“En el cielo no habrá ningún salvado con una corona sin estrellas. Si entráis allí, habrá algún alma en las cortes de gloria que ha entrado por vuestro intermedio”.138
Si realmente queremos ir al cielo, debemos estar trabajando por nuestros semejantes. Aquel que no quiere llevar a nadie al cielo, es porque no está pensando ir para allá.
El cumplimiento de la misión es tarea de todos
Apreciado pastor, anciano, maestro y líder hemos llegado a la parte final de este libro, y solo para decirte que el cambio debe empezar en nosotros. Somos tú y yo quienes debemos empezar este movimiento rumbo al cielo. Continuar lo que empezaron los pioneros, ¿estás preparado? ¿estás listo?
¡Vamos juntos y conecta2!
136 Elena G. de White, Primeros escritos,16. 137 Ibíd, 288. 138 Elena G. de White, Eventos de los últimos días, 308.