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Historia universal del arte y la cultura Ernesto Ballesteros Arranz
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Las luchas religiosas del siglo XVI
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HIARES 4ª Edición ISBN: 978-84-16015-14-6 Paseo de Guadalajara, 74 28700 San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Las luchas religiosas del siglo XVI
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l Renacimiento es el resultado artístico y cultural de un gigantesco cambio de creencias. El mundo occidental sufre una profunda crisis, cuyos síntomas externos pueden observarse desde el siglo XIII al XVIII. Es el paso de la Edad Media a la Moderna, del hombre medieval al hombre moderno. Este cambio se produce por fases y épocas sucesivas.
Por ejemplo, la crisis económica comienza a hacerse patente en el XII-XIII, pero cobra características definitivas en el XVI, después de los grandes descubrimientos geográficos. La crisis artística comienza en el siglo XIII en Italia, en el XIV en Flandes y algo más tarde en cada uno de los países de Europa. La crisis religiosa, aunque atraviesa muchas situaciones tensas y difíciles, no explota hasta el si-
glo XVI y, cuando lo hace, es uno de los aspectos más sangrientos y tremendos del cambio a la Edad Moderna. No nos debe extrañar que el cambio religioso vaya acompañado de sangre y destrucción y encienda la violencia de los hombres, pese a que la religión es una fábrica de moralidad en sí misma. Mucha gente se extraña de que, en nombre de la religión, los hombres sean capaces de causar muertes e incendios
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1. El Papa León X, por Rafael.
y de enfrentarse en horribles guerras. En este capítulo vamos a tener oportunidad de contemplar uno de los siglos más sangrientos de Europa, más no hemos de dar demasiada importancia al hecho ni debemos escandalizarnos en nombre de un humanismo tan falso como trasnochado. En realidad, es perfectamente normal que los hombres llegaran a la guerra más cruel y a la muerte más terrible por motivos religiosos y, sin embargo, sería ridículo pensar que podían llegar a similares desastres por un cambio pictórico o filosófico. ¿Por qué? Sencillamente porque la filosofía, lo mismo que la pintura, son
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ideas y actos de una minoría, cosas que no trascienden a la masa, que «no importan al pueblo». La religión, en cambio, reside en los sustratos más profundos del alma humana, está formada por creencias, por dogmas multiseculares grabados a fuego en nuestro espíritu sin que sepamos cómo. A la hora de arrancar estas creencias es lógico y natural que se produzcan choques y violencias. Todos permitimos desprendernos de algún objeto nuestro (arte, filosofía, técnica) si nos convencen de ello. Pero nadie permite que le arranquen la cabeza por mucho que se lo expliquen. El cambio artístico se había
producido con dificultades y resistencias. En el pequeño mundo de los pintores y escultores de cada lugar hubo violentas tensiones, pero el mundo apenas si se dio cuenta de aquellas luchas sofocadas y personales que no afectaban para nada las creencias humanas. Entiéndase que no pretendemos restar importancia al arte renacentista, porque aquel arte ya presentaba los mismos síntomas que luego iban a aparecer en la filosofía y en la religión. Pero aquellos síntomas no eran agresivos, se presentaban de una forma plástica y no molestaban a casi nadie por la sencilla razón de que casi nadie entendía de arte ni tenía cultivada su sensibilidad de un modo tal que pudiese sentir un choque entre sus creencias y las representaciones plásticas de Donatello o Massaccio. Sin embargo, los discursos de Savonarola, que estaban inspirados en el mismo espíritu de naturalismo y amor a la humanidad fueron aplastados, anatemizados y reducidos a la hoguera. Lo mismo ocurre hoy, si nos
tomamos la molestia de observarlo con detenimiento. Los países comunistas condenan la ideología capitalista y los capitalistas condenan la ideología comunista. Ahora bien, en pleno mundo capitalista se producen brotes de arte pro-comunista y no sólo no es marginado,
sino que el público capitalista compra esas obras y las contempla con fruición si son auténticamente bellas. Es decir, que mientras se produce un rechazo y algunas veces una formal persecución ideológica, se admite y aun se aplaude la representación plástica de la
ideología perseguida. En los países comunistas sucede otro tanto. El choque de distintas creencias produjo en la Europa del XVI un torbellino de matanzas y desastres sin cuento. Fue el más curioso anticipo de las guerras mundiales.
LA REFORMA El espíritu religioso había cambiado mucho durante el siglo XV, como pudo apreciarse cuando Pío II quiso convocar una Cruzada para reconquistar Constantinopla a los turcos (1453). Nadie acudió a la llamada del
Papa. La mentalidad medieval que había hecho posible las Cruzadas, había sido sustituida por una distinta. Los deseos imperiales de los Papas medievales se esfumaron
2. Sátira contra la Iglesia Católica (Grabado Por Cranach).
definitivamente en el siglo XVI. Adriano VI, apoyado por el emperador Carlos V, fue el último Pontífice que tuvo aspiraciones «europeas». Los Papas siguientes se convirtieron en príncipes italianos preocupados por los problemas internos de sus territorios como cualquier otro príncipe europeo. Alejandro VI Borgia, Julio II de la Rovere y León X Médici (1) son los ejemplos más claros de estos pontífices del XV, extraordinariamente preo(Pág. 4) cupados de la política romana y despreocupados de los problemas europeos. Los prelados romanos eran casi exclusivamente italianos y vivían una vida fastuosa (2) en (Pág. 5)
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palacios lujosísimos. La Roma del XVI ha pasado a la historia como ejemplo de vida libertina y desordenada. Siete mil cortesanas vivían por aquel entonces en la Ciudad Eterna y los prelados no tenían reparos en pasear públicamente a sus amantes. Los obispos europeos fueron poco a poco relajando la moral tal como veían hacerlo a Roma.Los cargos eclesiásticos eran un negocio productivo para los nobles europeos que procuraban conseguir algún cargo de éstos para sus hijos o familiares más cercanos. Obispados y arzobispados se daban a gente seglar, incluso a gente de armas. Entre los generales que Luis XII llevó a la guerra en Italia había dos arzobispos, tres cardenales y cinco obispos. Las Órdenes religiosas, desprestigiadas por este estado de cosas (3), perdieron la ascendencia popular que habían tenido hasta (Pág. 6) entonces. Sólo los dominicos encargados de la Inquisición, siguieron gozando de gran temor, aunque no de respeto. Los dominicos habían
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3. Cura embriagado (grabado satírico de la época).
4. El Tribunal de la Inquisición, por Goya.
empleado la Inquisición contra todas las herejías anteriores, principalmente contra los albigenses, los lollardos y los husitas. A finales del XV, no existiendo herejías que combatir, persiguieron a las brujas y hechiceros y a todo el
mundo de la brujería medieval (4), que aún (Página 6) arrastraba su existencia furtiva y subterránea por las ciudades renacentistas. En 1487 publican en Estrasburgo la obra «Malleus malleficorum», que es un tratado
sobre los terribles hechos de la brujería. El pequeño coeficiente de observación científica que estas brujerías comportaban, movieron la curiosidad humanista del XV, y muchos príncipes y eruditos renacentistas estudiaron con afán el mundo de la magia negra. Entre ellos tenemos, en España, un ejemplo excepcional el Marqués de Villena, uno de los Grandes de España. El humanismo renacentista tenía una vertiente revolucionaria y religiosa, de carácter místico. El pueblo acogía bien estas reformas místicas que pretendían una vuelta a la pureza evangélica, no sólo por lo que tenían de reforma moral, sino porque significaban un ataque a la vida aristócrata.
aumento de lectores, tanto entre la burguesía como entre la nobleza, y también en el pueblo llano. Por otro lado, el pueblo encontró en los humanistas valiosos defensores de sus críticas y su reforma moral y democrática. La tolerancia y el reformismo moral y religioso se convirtieron en un lugar común para todos los europeos y penetraron hasta la misma Roma. Erasmo de Roterdam fue el más eficaz publicista de estas ideas. Este espíritu reformista que latía en todas las conciencias tuvo forzosamente que con-
cretarse en un hombre: Martín Lutero (5). Nació en Eisleben en (Pág. 7) 1483 y su procedencia social era muy baja (su padre era minero). Pese a todo, se hizo agustino y catedrático de teología en Wittemberg. No compartía el espíritu humanista (tolerancia religiosa, libertad de interpretación de las Escrituras, etc…) y tuvo muchas diferencias con algunos humanistas de su tiempo, como Reuchlin. Era un espíritu medieval y autoritario, amigo de reformas, pero no de liberalismos; de cambios, pero no de aperturas. De joven
La imprenta, con su facilidad de difusión de la obra escrita, extendió la lectura de la Biblia y los Evangelios a todos los ámbitos. Entre 1457 y 1517 se publicaron más de cuatrocientas ediciones de los textos sagrados. Este movimiento favoreció la lectura y se experimentó un 5. Lutero, por Cranach.
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6. Alegoría de la Iglesia Protestante (estampa popular).
defendía la teoría del justo precio de Santo Tomás contra el liberalismo renacentista y que negaba el libre albedrío, proclamando el más absoluto determinismo a los designios divinos.
había apoyado los movimientos mineros de Sajonia, Bohemia y el Rin, quizá porque era un interesado directo en los acontecimientos de aquel mundo trabajador. Lutero era un hombre muy religioso y profundamente influido por San Agustín y los padres de la Iglesia tradicional. Pretendía una reforma religiosa (6), pero no quería que esta reforma tuviera relación con el racionalismo. Era (Pág. 8) un voluntarista acérrimo y despreciaba la inteligencia, llamándola la «novia del diablo». La meditación de las epístolas de San Pablo, sobre todo aquellas líneas
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que dicen que el «justo se salva por la fe», le conducen a revalorizar exclusivamente la fe, dentro del dogma cristiano, en perjuicio de todos los demás valores. El hombre no puede salvarse sino atendiendo a la voluntad divina pero, y esto es lo más importante, no tiene que hacer nada más que eso. Todo lo que haga sobre ello es inútil y nocivo. Que Lutero era un espíritu medieval resulta evidente cuando vemos que
7. El tráfico de las indulgencias (grabado de la época).
Lutero visitó Roma en 1511 y puede que hiciera más viajes de los que no tenemos noticia exacta. En 1515 León X publicó unas indulgencias especiales para recaudar fondos con el fin de concluir la construcción de San Pedro del Vaticano. Estas indulgencias (7) fueron encarga(Página 8) das a los dominicos, que en el territorio alemán comisionaron para su recaudación a los Fugger, los más importantes banqueros de Augsburgo, que garantizaron la recaudación en Alemania a cambio de una pequeña comisión. De esta forma, las indulgencias se convirtieron