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Historia universal del arte y la cultura Ernesto Ballesteros Arranz
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Vida y cultura del siglo XIX
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HIARES 4ª Edición ISBN: 978-84-16015-22-1 Paseo de Guadalajara, 74 28700 San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Vida y cultura del siglo XIX
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apoleón abdicó definitivamente en 1815, después de haber perdido la batalla de Waterloo el día 18 de junio
de ese mismo año. El último intento de coalición imperial europea había sido abortado, y los europeos habían demostrado que un Imperio, lo mismo que una nación, no es algo que pue-
da hacerse por medio de la violencia, pese a lo que nos quieran decir algunos historiadores. Europa quedaba para el futuro a merced de las naciones que componían su territorio.
LA POLÍTICA Y LA RELIGIÓN Europa se levantó contra Napoleón porque no estaba preparada para la unidad. Los pueblos de Europa no
estaban dispuestos para convertirse en uno solo. Es decir, no tenían los mismos usos religiosos y políticos. En
cuanto Napoleón fue desterrado a Santa (Página 4) Elena (1), ingleses y austriacos prepararon la
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1. Napoleón Vencido. Grabado de J. Rugendas.
fórmula política que debía dominar Europa en el futuro: el equilibrio de poderes. Esta fórmula quiere decir que Europa iba a estar bajo el mando de unas cuantas naciones poderosas, y que las demás, las más débiles, se iban a beneficiar de este equilibrio entre los poderosos. Los fuertes eran Inglaterra, Francia, Imperio Austrohúngaro, Rusia y Prusia. Los débiles, todos los demás, incluyendo a España, que había perdido su imperio y su prestigio en el siglo anterior. Inmediatamente se formó la Santa Alianza entre las potencias vencedoras. La Santa Alianza es un compromiso de respeto y defensa mutua que hacen los fuertes entre sí. ¿Defensa de quién? De ellos mismos, de cualquiera de ellos que pretendieran establecer su hegemonía sobre los demás. En 1815
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se reunió el Congreso de Viena para sentar las bases de la nueva Europa. En virtud de este Congreso, Francia quedó reducida a las fronteras que tenía antes de la Revolución. Los vencedores se repartieron los despojos, no sólo del vencido, sino de los pequeños países que habían
2. El príncipe de Metternich. (retrato Por Lawrence).
intervenido, a su pesar, en las contiendas del XVIII. Las grandes potencias europeas aprovecharon la derrota de Napoleón para apropiarse de territorios colindantes y apetecidos. Por ejemplo, Rusia adquirió Besarabia, Finlandia y parte de Polonia. Austria adquirió el norte de Italia. Prusia, Posnania y muchos territorios del valle del Rin. Inglaterra fue la más gananciosa, porque renunció a toda reclamación continental y se apropió de vastos territorios coloniales en América, Asia y Oceanía, a costa de las colonias holandesas, francesas y españolas.
No debemos perder de vista a los restantes pueblos europeos. ¿Cómo quedaron? Los nórdicos quedaron libres salvo Finlandia , con un gobierno dividido y un monarca único. Los estadillos alemanes quedaron independientes, pero sometidos a una Dieta Federal dirigida por el Imperio Austríaco. Prusia nunca aceptó este predominio, lo que dio lugar a violentas tensiones en el siglo XIX. Italia quedó dividida en estadículos sin importancia, entre los que sobresalían los Estados Pontificios bajo el Papa, y la monarquía de Piamonte Saboya en el norte de Italia. España quedó reducida a sus posesiones peninsulares y las colonias sudamericanas. Pero éstas quedaron sin guarnición y se independizaron inmediatamente, como veremos en su lugar. Portugal quedó independiente, con sus explotaciones coloniales y aliada estrechamente con Inglaterra, que se convirtió en reina de los mares. Holanda y Bélgica se unieron impositivamente bajo el príncipe de Orange. Los estados balcánicos quedaron
3. Fernando VII (retrato por Goya).
divididos y en poder del Imperio Turco, lo que daría lugar a continuas guerras a finales del XIX. Todas estas divisiones se trazaron en el Congreso de Viena, dirigido por el Príncipe de Metternich (2), el gran enemigo de (Pág. 7) Napoleón. Pero estas divisiones eran tan ficticias como el imperio que había querido establecer Napoleón, y saltaron violentamente poco más tarde.En Europa, a comienzos del XIX sólo había
un uso común, un núcleo de unidad: la religión. Todos los europeos eran cristianos, aunque divididos en varias sectas, Los alemanes eran protestantes; los ingleses, anglicanos y, en parte católicos. Los franceses, católicos y calvinistas. Los españoles, católicos. Los italianos católicos. Los rusos ortodoxos. El único vínculo de unidad era Cristo, el cristianismo, y a ello apelaron los monarcas de la Santa Alianza, que por eso denominaron Santa a esta agrupación.Tras varios
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4. Simón Bolívar (retrato oor Tito Salas).
los ministros de la religión, ya que Dios se ha revelado a los hombres por medio del Antiguo y Nuevo Testamento y de la tradición Patrística, y los únicos depositarios e intérpretes de esa Revelación son los clérigos, los ministros de Dios.
siglos de lucha sangrienta por motivos religiosos (recordemos los siglos XVI y XVII), los europeos deciden aguantar las diferencias dogmáticas de unos y otros. ¿Por qué? La respuesta es sencilla, pero doble: A) Porque estaban hartos de contiendas religiosas y habían aprendido a convivir con hombres de distintos dogmas. B) Porque veían en peligro el principio de autoridad. Esta segunda causa es preciso aclararla un poco. El principio de autoridad es fundamental en una sociedad. ¿Quién tiene derecho a mandar? La
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tradición había colocado este derecho en los reyes, en la institución monárquica, pero esto, en última instancia, sólo se apoya en una creencia religiosa del pueblo. Recordemos el lema «Rey por la gracia de Dios». ¿Por qué tiene derecho a gobernar el monarca? Porque Dios le ha concedido tal derecho. Pero eso sólo lo pueden sostener
5. Entrada en Milan de Napoleón III y Vict. Manuel II (Milan, Museo del Resurgimient.).
Pero tenemos varios hechos anteriores que ponen en peligro tal sistema de creencias. La Ilustración y la Revolución francesa son los primordiales. Los hombres del XVIII, dejándose llevar por criterios excesivamente racionalistas, habían decretado que sólo el pueblo tiene derecho a gobernarse y que delega su autoridad en el rey. Es decir, que el rey no lo es por «gracia de Dios». Por «gracia de Dios» sólo es gobernante el pueblo, y el rey recibe este derecho de ese mismo pueblo. Esa fue la idea fulminante de la Revolución. Y esa misma idea fue la que facultó a Na-
6. La reina Victoria de Inglaterra (retrato por Winterhalter).
poleón para apoderarse del gobierno. Napoleón recibió, teóricamente, su poder del pueblo, aboliendo la antigua monarquía, en un intento de crear otra nueva bajo su apellido. El ejemplo podía cundir por Europa. De hecho, Inglaterra ya era una monarquía constitucional; los españoles habían exigido otro tanto a Fernando VII; los franceses exigían lo propio al que les imponía el Congreso de Viena, etc... Ante tales conmociones de la gran creencia política que había gobernado Europa durante muchos siglos, los monarcas europeos quisieron fundar en principios religiosos (Santa Alianza) su derecho a gobernar. Pero fue inútil. La Revolución francesa había sido abortada pero las ideas que la habían hecho posible se habían extendido por Europa como un reguero de pólvora. Los europeos ya no admitían la condición sagrada e inalienable del monarca. El siglo XX es el siglo de la Monarquía Constitucional. ¿Qué significa esto? El rey ya no tiene poder absoluto, sino que debe respetar unas leyes que el
pueblo dicta. Estas leyes fundamentales, que el rey se dispone a cumplir, son la Constitución. Los europeos se pasaron todo el siglo XIX haciendo Constituciones, deshaciéndolas, transformándolas, decretándolas y aboliéndolas. Es natural. Una novedad nunca es perfecta, necesita siglos de reposo y sedimentación, de perfeccionamiento progresivo. El siglo XIX fue un siglo de grandes tensiones, porque el pueblo no se ponía de acuerdo en lo que podía y debía exigir a sus reyes. Otros pueblos decidieron abolir por completo
la monarquía e instaurar un gobierno conforme por entero a la nueva creencia de autoridad: la democracia, patrocinada por los mejores pensadores ilustrados del siglo XVIII. Por eso, en algunos países se instauró la República directamente. República y Monarquía constitucional son las dos formas de gobierno típicas del siglo XIX. Pero como hemos dicho, no se instalaron definitivamente, sino que sufrieron trastornos y sobresaltos continuos. En Francia subió al trono Luis XVIII y tuvo que soportar la
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7. Embarco para la conquista de Sicilia (Milán Museo del Resurgimiento).
oposición de los «doctrinarios», que exigían una Monarquía constitucional. A su muerte (1824), subió al trono su hermano Carlos X, que quiere instaurar una Monarquía absoluta, sin ninguna concesión a los gobernados. En 1830, se sublevan los franceses (Revolución de 1830) y lo derrocan del Poder. Sube al trono Luis Felipe de Orleáns, que es un monarca constitucional, esto es, permite una Constitución y la existencia de un Cuerpo Legislativo tal como propugnaba Montesquieu en «El Espíritu de las Leyes». Parece que la Ilustración ha vencido, un siglo después de su manifiesto. Pero no es así por completo, porque la Constitución de Luis Felipe sólo permitía el voto y, por tanto, el co gobierno, a los franceses pudientes; concretamente a los que pagaban
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más de 1.000 francos de contribución al año. La revolución de 1830 tuvo repercusiones en toda Europa. Bélgica se separó de Holanda y nombro su propio rey constitucional: Leopoldo I. Polonia se sublevó contra Rusia, pero los rusos reprimieron enérgicamente la sublevación. También hubo sublevaciones de la población intelectual en Austria, que fueron re-
primidas por Metternich, primer ministro del Imperio y factor esencial de la Santa Alianza. Los Estados italianos, impulsados por Mazzini, quisieron independizarse de la tutela austríaca, pero no lo consiguieron. También se sintieron conmociones revolucionarias en Alemania sin éxito. Y así, en toda Europa. Lo que hay que recordar de todas ellas es que, con muy diversos matices, responden a la protesta del pueblo contra la monarquía absoluta, provocada por el cambio de creencias en la autoridad que se gestó en el siglo anterior y que hemos tratado de explicar brevemente más arriba. Hay que dedicar especial atención a interpretar los acontecimientos españoles. Cuando Fernando VII (3) llegó a España, liberado por Napoleón, los españoles le impusieron (Pág. 5) una Constitución, Fernando VIl rechazó esta imposición,
8. Otto Von Bismarck (retrato por F. Von Leubach).