HIARES
Historia universal del arte y la cultura Ernesto Ballesteros Arranz
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Arquitectura del siglo XX
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HIARES 4ª Edición ISBN: 978-84-16015-26-9 Paseo de Guadalajara, 74 28700 San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Arquitectura del siglo XX
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a arquitectura tuvo una extraordinaria explosión en las primeras décadas de 1900, similar a las que había de tener la pintura y la escultura. El siglo XX, que ha sido frecuentemente definido como siglo de la violencia, etc…, tenía nuevas necesidades, sentía de manera distinta las infinitas posibilidades de convivir con las circunstancias que res-
ponden a eso que llamamos «vida». A principios del siglo XX ya se otea en el horizonte un cambio sustancial de la vida europea. Cuando se produce un cambio en la vida de una nación (mucho más de todo un Continente) surge un hombre nuevo, un tipo humano desconocido y vigoroso. Un hombre nuevo necesita un espacio nuevo, un espacio adaptado a sus posibilidades, que siempre son otras y distintas de las
del hombre anterior. La arquitectura, como creación de espacios vitales en los que el hombre debe habitar, es uno de los medios más indicados para sintomatizar un cambio en la vida humana. ¿Se produjo este cambio en el siglo XX? ¿La arquitectura del siglo XX es tan revolucionaria, tan violenta como lo han sido las manifestaciones políticas, sociales, morales, del mismo siglo?
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La arquitectura es un arte cargado de técnica y de utilitarismo, que depende mucho más de las necesidades materiales del hombre que la pintura o la escultura, pongamos por caso. Y precisamente por ser el arte social por antonomasia, es el que mejor detecta los cambios sociales. Si volvemos la vista atrás, vemos que el arte que mejor define una época es la arquitectura: las pirámides, el zigurat, el templo griego, la catedral medieval, la iglesia renacentista o el palacio italiano, la
espectacular basílica barroca etc... Si queremos hacernos una idea rápida y certera de lo que es una época desde el punto de vista de su arte y su sensibilidad, debemos volver nuestra mirada hacia las producciones arquitectónicas. Son el mejor signo, la mejor señal, de su fisonomía social.
de cualquier otro de nuestro siglo. La literatura crítica sobre la pintura y escultura del siglo XX es prácticamente inagotable. Los estudios sobre arquitectura son numerosos, pero mucho más reducidos que los de aquéllas. Sobre todo, las visiones de conjunto son especialmente escasas.
Pero en nuestra vista panorámica de la arquitectura contemporánea encontramos una seria dificultad. Hay muchos menos estudios críticos de este campo que
El primer problema que debemos plantearnos cuando nos enfrentamos con la arquitectura del siglo XX es el siguiente: ¿en qué medida han influido las transformaciones técnicas en la nueva concepción arquitectónica? La ingeniería ha limitado siempre estrechamente a la arquitectura. Es forzoso, pues, que en un siglo de tanto desarrollo de esta técnica se hayan producido cambios importantísimos en aquellos límites que encierra toda obra arquitectónica. Algunos tratadistas han afirmado que la arquitectura de este siglo es un producto genuinamente funcional, es decir, adaptado a las posibilidades técnicas que la época le brindaba y a las necesidades humanas del hombre que estaba destinado a utilizarla. Esto es reducir
1. La Torre Eiffel. Gustave Eiffel (París).
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innecesariamente la arquitectura a su ámbito puramente utilitario. Y la arquitectura, que tanta utilidad reporta, no es «meramente» utilidad. Hay en las producciones arquitectónicas de nuestro tiempo un secreto designio de ser como son, independientemente del material que empleen o de los recursos que les brinden la ingeniería y los nuevos hallazgos técnicos. Todo esto es lo que trataremos de mostrar visualmente en las siguientes imágenes. En el eterno juego de la forma y la función, de lo bello y lo útil, no podemos ni debemos inclinarnos unilateralmente por uno o por otro. Bien es cierto que existen obras que son más bellas que útiles y otras que son más funcionales que formales. Pero esto no quiere decir que no haya que considerar ambos valores en todas ellas, sobre todo cuando estamos contemplando una obra de arte. Por otro lado, esto es lo que distingue una obra artística de un producto de la artesanía. La obra artística es predominantemente bella, ingeniosa, original. El objeto artesano o industrial busca, sobre todo y ante
2. Entrada al metro de París. Hector Guimard.
todo, la utilidad, la función. La arquitectura moderna se ve en el mismo dilema que la pintura y la escultura: debe unificar el nuevo mundo de la máquina y la industria de consumo con los secretos resortes de la sensibilidad humana. En un principio, la arquitectura no supo resolver este duelo. Ni podía desdeñar las nuevas técnicas constructivas, ni se atrevía a imponer unas formas dimanadas exclusivamente de
estas posibilidades técnicas, rompiendo alegremente, bruscamente, con todo lo anterior. Por eso los edificios construidos en la primera década de 1900 conservan por fuera las características de los edificios del pasado y sólo en el interior, en el esqueleto, se atreven a imponer una concepción moderna. El gran material, llamado a revolucionar la arquitectura moderna, es el acero. Al principio sólo se utilizaba
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3. Notre Dame de Raincy. Augusto Perret.
río Severn, construido por los ingleses en 1779. Otro precedente decisivo es la armadura de la cubierta de la Halle áu Blé, de París (1802), mandada construir por Napoleón en vista de que un incendio había arrasado la cubierta anterior. Por vez primera, en la construcción de esta cubierta se asocian el ingeniero y el arquitecto.
como elemento accidental de apoyo o ayuda. Aparece siempre encubierto por los demás elementos del edificio. Pero como su eficacia no admite dudas, llega a convertirse, al hilo del tiempo, en el verdadero sostenedor del edificio, mientras que los otros elementos, antaño arquitectónicos, se convierten en elementos decorativos que revisten una estructura férrea. Es preciso esperar algún tiempo hasta que el hierro se atreva a proclamar su realidad a los cuatro vientos. El empleo del hierro no es nuevo en nuestro siglo. Los musulmanes lo emplearon en algunas construcciones a
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modo de vigas o tirantes para soportar presiones intensas. Los góticos también hicieron uso esporádico de su fortaleza. Lo que es nuevo en nuestro siglo es la sistemática asiduidad de su empleo. La primera obra que se hace enteramente de hierro es el puente de acero sobre el
4. Villa Savoye. Le Corbusier (Passy).
Situémonos, después de este planteamiento general y en vista de tan notorios precedentes, en el momento mismo del nacimiento de la nueva arquitectura. La falta de una obra general que sintetice de modo elemental y rápido toda la arquitectura occidental nos obliga a ir dando saltos de nación en nación, en búsqueda de los principales creadores de construcciones arquitectónicas modernas.
FRANCIA La arquitectura francesa se hallaba malparada a comienzos de siglo. A finales del XIX se habían presentado ciertas aspiraciones constructivas, sobre todo en lo que concierne a la aplicación de nuevos materiales, que fueron abandonadas totalmente en la Exposición de 1900.Después de la audacia de Eiffel al construir la Torre de acero que lleva su nombre (1) en la Exposición de 1887, los franceses sienten (Pág. 4) un pudor repentino ante el empleo del hierro como material arquitectónico. Por ello, la cubierta de hierro del Gran Palacio de la Exposición de 1900 se cubre con una fachada de piedra que camufla y enmascara el material empleado. En todos los pabellones de la Exposición de 1900 se renuncia de antemano a presentar el hierro como elemento al aire. Se recubre cuidadosamente de ornamentos pomposos y frágiles, que pretenden ocultar la resistencia, el vigor implacable del metal de nuestro tiempo. El 1900 estaba decidido a sepultar
todo lo que resultara nuevo y desconcertante. La generación anterior, la de Eiffel, que había sido también la de Nietzsche, había pulsado levemente el cambio que se avecinaba. La generación del 1900, horrorizada quizá por la amenaza del cambio, se apresura a dejar las cosas como estaban. Es la época del modernismo o Arte Nuevo, también conocido como estilo «1900».
Este estilo arquitectónico es desafortunado e insincero en la mayoría de los casos. Sólo existen algunas excepciones, como la de Gaudí, en España, que demuestran que cualquier estilo puede ser fecundo si responde sinceramente a la personalidad del genio creador. La obra de Gaudí no sólo acepta los retos técnicos que la época le plantea -hierro y cemento-, sino que sabe dotar a sus construcciones de un espíritu personal que
5. Unidad de habitación. Le Corbusier (Marsella).
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6. Palacio de Justicia. Le Corbusier (Chandigarth)-
expresa con toda nitidez una nueva forma de sentir y de pensar. Gaudí es el mejor arquitecto europeo de 1900 y su obra no encuentra par en las de su tiempo. Su vida y su obra han sido por menudo estudiadas en la «Historia del Arte Español», de esta misma Editorial, adonde remitimos al lector que necesite información gráfica sobre la obra del genial catalán. El modernismo produce en Francia arquitectos de pocos
quilates. Su mejor expresión se siente en el campo decorativo -muebles, objetos domésticos, etc…- y sólo algunos arquitectos se atreven a construir edificios completos alentados por el nuevo estilo. El más conocido es Héctor Guimard (1867-1942), constructor de la entrada del Metropolitano de la Plaza de la Estrella, de París (2). Tiene preocupaciones racionalistas y se decide a emplear (Pág. 5) el hierro como material constructivo, pero su obra
7. Iglesia de Ronchamp. Le Corbusier.
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no tiene gran relieve. Busca una profusión decorativa que está desencajada en la sensibilidad futura. Su nervosismo decorativo, de líneas curvilíneas, ventanas onduladas, etc…, cayó en manos de imitadores fáciles que sólo pretendían decorar superficialmente los muros y aberturas de los edificios tradicionales. Mayor importancia tiene el descubrimiento del hormigón armado, que se produce en Francia, aunque quien lo emplea antes y con más frecuencia es Alemania. Su resistencia, rapidez, economía y ligereza le acreditan como el material del futuro, pero hubo que esperar la llegada de un gran ingeniero francés -Mazas-, que planeó un cálculo de resistencias adecuado, para que el hormigón pudiera