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Imagen 1. Puntos de referencia del chabacano en Filipinas y la isla de Ternate

Imagen 1. Puntos de referencia del chabacano en Filipinas y la isla de Ternate.

El trabajo se organiza en tres partes principales: la introducción, la gramática y los anexos de materiales. En la parte introductoria a la gramática atenderemos al acercamiento teórico de la descripción, así como a la investigación anterior de las lenguas criollas y las variedades chabacanas. Asimismo familiarizaremos al lector con la historia, el estado actual del CT y las consecuencias de la situación plurilingüe del grupo de hablantes. Presentaremos también el marco metodológico utilizado en la recolección del material y en el análisis gramatical, así como la presentación del material en la gramática, con observaciones sobre la ortografía usada en la comunidad. La segunda parte, relativa a la gramática, se organizará en diez capítulos bajo cuatro partes generales: fonología y pronunciación (capítulo 2), categorías gramaticales y procesos morfológicos (capítulo 3), estructuras sintácticas (capítulos 4-10), y fórmulas discursivas y léxico (capítulo 11). Los textos de

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muestra van seguidos por los anexos de materiales, los que incluyen una presentación de los informantes y una muestra de vocabulario.

1.1.2. Marco teórico adoptado

La lengua humana tiene dos aspectos que consideramos relevantes e influyentes para la descripción: por un lado, es un sistema simbólico formal, y por otro, es una herramienta de comunicación para los hablantes. La lingüística descriptiva tiene que comprender ambas propiedades. La conceptualización y descripción de una lengua requiere analizar las propiedades formales sistemáticas e interpretarlas teniendo en cuenta el carácter esencialmente comunicativo y humano de la lengua (Payne 1997: 11-12). El trabajo de campo, es decir, la investigación de la estructura de una lengua a través de la colección de material lingüístico primario en interacción con los informantes nativos en situaciones de habla naturales (Chelliah & de Reuse 2010: 8), forma las bases para la lingüística descriptiva. El marco teórico que utilizamos es conocido como la Teoría Lingüística Básica (Basic Linguistic Theory, BLT) desarrollada, entre otros, por Dixon (1997, 2010a y 2010b) y Dryer (2006). Entendemos este marco teórico desde dos puntos de vista. Primero, como una metodología empírica y descriptiva, y segundo, como una teoría lingüística que consiste en el conocimiento acumulado sobre la gramática a través del análisis y la comparación de lenguas diferentes (Dixon 2010a: 2, Nichols 2007). En este marco se intenta evitar un formalismo abstracto, describiendo la lengua en un nivel empírico y, a la vez, desarrollando nuestro conocimiento sobre una lengua individual y los diversos mecanismos del lenguaje. Nace de la gramática tradicional y ha sido fuertemente influenciada por la tradición estructuralista pregenerativista, especialmente por el énfasis en la necesidad de describir cada lengua en sus propios términos, en vez de imponer conceptos provenientes de otras lenguas. El trabajo descriptivo es, como resultado de la doble naturaleza de la lengua, una búsqueda del equilibrio entre la abstracción teórica y la sustancia de la lengua con la que trabajamos. La abstracción ayuda a entender y ver rasgos específicos, pero cada teoría tiene sus límites y cada investigador su contexto histórico. Los desaciertos de las descripciones anteriores salen a la luz cuando intentan poner una lengua o una cultura diferente bajo el patrón de una lengua europea4 . Aunque la BLT se describe muchas veces como neutral en cuanto a corrientes teóricas, las técnicas analíticas se han tomado en gran medida de la tradición estructuralista, especialmente en las áreas de morfología y fonología, y además se han empleado conceptos de la gramática generativa temprana. Asimismo, los estudios de lingüística descriptiva publicados en las últimas décadas

4 Esto se observa, por ejemplo, en el esbozo de Maño (1963) sobre el chabacano de

Zamboanga o en varios trabajos sobre las lenguas amerindias o las lenguas pidgin y criollas ridiculizadas como versiones corruptas de las lenguas lexificadoras (para una discusión sobre la incompatibilidad de modelos véase Mithun 2005).

comparten en grado notable estos conceptos y métodos teóricos (Dryer 2006: 210).

En este estudio usamos la terminología general propia de estudios tipológicos y del estudio de las lenguas criollas. Ello porque nos permite servir a un público más amplio, aunque ocasionalmente hemos decidido emplear terminología específica proveniente, sobre todo, de la tradición hispanista o la filipina. Sin embargo, en el análisis pretendemos introducir la terminología y explicitar las razones para la elección de ciertos términos aplicados a categorías gramaticales. También aspiramos a que el trabajo sea accesible para la gente común y corriente; por cuanto una gramática puede otorgar estatus a una lengua y servir de base a materiales para el sistema educativo (véase también Payne 2005, Mithun 2005).

1.1.3. Lenguas criollas

Clasificamos el CT como una variedad criolla filipina con base léxica española, por lo que ofrecemos aquí una breve introducción a las lenguas criollas. Entendemos lengua criolla básicamente como un concepto sociohistórico (véase DeGraff 2003, Mufwene 2000, Muysken 1988). A nuestro entender, la historia social de las lenguas criollas se diferencia de una manera significativa de la de otras lenguas. Por una parte, las lenguas criollas5 se originaron mayoritariamente en el periodo de la expansión colonial de las naciones europeas a principios del siglo XVI, e incluían el desplazamiento geográfico de grupos de hablantes. Por otra parte, desde el punto de vista de las funciones sociales, una lengua criolla sirve como la lengua principal para una comunidad de habla, a diferencia de las variedades de aprendizaje o de lenguas con fines específicos. En conjunto con los factores externos, en este punto nos limitamos a afirmar que las lenguas criollas pasan por una fase de expansión estructural cuando llegan a ser usadas en la comunidad como primeras lenguas6 (véase Bartens 2000: 159, Mufwene 2001, Holm 1988: 7). Otro punto generalmente aceptado sobre las lenguas criollas es que las características propias de cada una son un compromiso entre las lenguas que participaron en su proceso de creación. El léxico proviene de la lengua con más poder sociopolítico en el periodo de formación. En el caso del CT, la lengua lexificadora (también conocida como superestrato) es el español y, en una posible época anterior, probablemente el portugués, y la lengua de sustrato y adstrato es el tagalo. De otras posibles lenguas de sustrato y adstrato, como el chino, que tenía una posición en el comercio del área, o las lenguas habladas en

5 O mejor dicho, las lenguas que hoy se clasifican como lenguas criollas en la comunidad científica lingüística, porque como menciona Singler (2008: 332), las variedades de contacto fuera de la expansión europea han recibido muy poca atención aunque podrían responder de manera igual a esta definición. 6 Independientemente de si la variedad de contacto anterior al criollo haya sido un pidgin o una interlengua en el proceso de adquisición de una segunda lengua.

las Molucas —el malayo, el bahasa Ternate, el pidgin marítimo portugués— no tenemos información suficiente, por el momento. Además, cabe destacar que en la situación actual del CT, el español ya no es la lengua con mayor prestigio social en el grupo de hablantes, sino que el poder ha sido trasladado a los hablantes del tagalo y del inglés, un fenómeno que corre en paralelo en el grupo de lenguas criollas asiáticas y pacíficas. Meyerhoff (2008: 51) une los términos “sustrato” y “adstrato” para los criollos pacíficos, definiendo el sustrato en oposición a la lengua lexificadora. Según ella, el sustrato es la lengua que anteriormente se adquiría y que hoy en día se sigue adquiriendo como primera lengua por la mayoría de los hablantes de la comunidad criolla. Esta consideración se basa tanto en motivaciones temporales como conceptuales. Primero, son las lenguas que se hablan antes. Segundo, la influencia de las lenguas de sustrato en la estructura de los criollos puede ser menos transparente que la influencia de la lengua lexificadora. El CT se aparta de esta definición, al menos, en cuanto a la temporalidad en la adquisición individual, ya que para una parte de la comunidad de hablantes el CT es generalmente la lengua de casa y de familia que se adquiere antes del tagalo. Sin embargo, como el contexto actual es muy similar a varios criollos pacíficos y nuestra intención es ofrecer un estudio sincrónico, en este trabajo no tomamos posición en cuanto a si la lengua de adstrato, el tagalo, también es la lengua de sustrato. Las propiedades estructurales típicamente criollas y la complejidad lingüística forman una unión inseparable y un tema central en la literatura de la criollística, pero hasta este momento, han fallado los intentos de formular una herramienta de complejidad o un modelo estructural para las lenguas criollas. Por lo tanto, estamos todavía lejos de lograr un acuerdo sobre la definición estructural y gramatical de estas lenguas (véase Bickerton 1981, McWhorter 2001, DeGraff 2001, Mufwene 2001)7. Además, siendo primeras lenguas en sus comunidades de hablantes, es evidente que las lenguas criollas son lo suficientemente expresivas como para responder a los requisitos comunicativos de sus hablantes, como lo son otras lenguas naturales (DeCamp 1971: 16). Por consiguiente, podemos afirmar que las lenguas criollas son gramaticalmente como cualquier lengua del mundo. Sin embargo, como grupo, las lenguas criollas son mezclas particularmente heterogéneas, debido a la variedad de los contextos históricos sociales y lingüísticos (Ansaldo & Matthews 2007: 14). Las diferentes configuraciones gramaticales y léxicas de estas lenguas se deben a las diferentes lenguas fuente, así como a las diversas situaciones de contacto en que nacieron. Estas situaciones se diferencian por su naturaleza, proporciones

7 Las lenguas pidgins y criollas se han tomado como ejemplos para explicar rasgos tanto de la evolución del lenguaje humano como del (sub)desarrollo de la evolución de la complejidad lingüística. Muchas veces han sido caracterizadas como fósiles lingüísticos (Bickerton 1990: 118), o lenguas nuevas (Comrie 1992: 195) o gramaticalmente diferentes de las lenguas que conocemos mejor, principalmente las europeas (McWhorter 2001).

demográficas, duración, etc. (Arends 2008, Singler 1996, 2008; Winford 2003: 308). Desde el punto de vista teórico, la combinación de tendencias universales, la variación dialectal de la lengua lexificadora, la influencia de las lenguas de sustrato y adstrato, y la adquisición de segundas lenguas son algunos de los procesos que han sido ofrecidos como explicaciones de los fenómenos que ocurren en la formación de las lenguas criollas. Sin embargo, los procesos que caracterizan el origen y el desarrollo de las lenguas criollas no se diferencian sustancialmente de los procesos de cambio lingüístico en otras lenguas (Heine & Kuteva 2005: 243, Mufwene 2001), y un modelo explicatorio plural parece el más adecuado hoy en día (Bartens 2009). No existe una clasificación homogénea de las lenguas criollas, ni de los procesos que funcionan en su formación, ya que se pueden encontrar excepciones a cada una de las propuestas. Por lo tanto, destacamos el hecho de que la formación de cada criollo es un proceso único, condicionado por el contexto sociohistórico de la lengua.

1.1.4. Investigación anterior

Si descontamos los comentarios históricos sobre el chabacano como lengua del parián ‘mercado’ o español quebrado, la lengua apareció estudiada lingüísticamente por primera vez en Ueber das Malaiospanische der Philippinen de Hugo Schuchardt (1883), en el numero IV de su Kreolische Studien, donde presenta fragmentos de obras literarias y comentarios sobre las formas en uso8 . La primera investigación general de las variedades criollas de Filipinas fue The Spanish Contact Vernaculars in the Philippine Islands de Keith Whinnom en 1956, más de setenta años después de la introducción de Schuchardt. La obra de Whinnom contiene cuentos escritos de tres variedades, las que Whinnom, siguiendo la tradición romanista, llama “ermitaño” de Ermita en Manila, “caviteño” de Cavite y “zamboangueño” de Zamboanga, con transcripciones fonéticas, análisis gramatical y comparación de los sistemas de sonidos del chabacano, español y tagalo. Anteriormente a la obra de Whinnom, existieron también algunos trabajos sobre variedades particulares, como son el artículo Notes on Chabacano Grammar de Howard P. McKaughan del 1954 sobre el chabacano de Zamboanga; la tesis de maestría de Alfredo B. German The Spanish dialect of Cavite de 1932 de la Universidad de Filipinas, así como dos obras de 1924 incluidas en la colección Beyer de la Biblioteca Nacional Filipina: The Caviteño Dialect de A. Santos y Gómez 9 y las colecciones de cuentos de Tomás T. Tirona en su An Account of the Ternate Dialect (of Cavite P.I.), que a su vez es el primer documento del CT.

8 Schuchardt no usa el nombre chabacano, sino Malaiospanische ‘malayoespañol’ o

Tagalospanische ‘tagaloespañol’. No consideraba la variedad de contacto como un patois completo, como el portugués de Macao o Malacca, sino como una variedad estable (1883: 113). 9 Whinnom reprodujo textos de la tesis de Santos y Gómez en su monografía.

En las últimas décadas del siglo pasado, el interés por el estudio de las lenguas criollas y pidgins resurgió en el campo de la investigación sociolingüística y los contactos lingüísticos, hasta tal punto que podemos hablar del nacimiento de una nueva rama de la lingüística, la criollística (del inglés Creolistics). Las investigaciones se han concentrado, sobre todo, en los criollos atlánticos y del Océano Índico, y de las lenguas criollas iberorrománicas se han investigado principalmente las atlánticas de sustrato africano10. Por ello, hay poca investigación del área de los sustratos asiáticos, y especialmente de los filipinos, a pesar de que la comparación de las lenguas criollas con diferentes sustratos y contextos históricos aportaría nueva información para la investigación de la historia y definición de las lenguas criollas en general (véase por ejemplo Migge 2003, Ansaldo 2009). Los trabajos de esta época introducen el nombre de “Philippine Creole Spanish” ‘criollo español filipino’ para el chabacano. Anteriormente, las variedades chabacanas habían sido nombradas generalmente como dialectos del español, aunque no aparecían en los estudios de la dialectología hispánica (Fernández 2001: v). Por todo lo anterior, la lista bibliográfica sobre el chabacano no es muy extensa11 . Entre las investigaciones sobre el chabacano a partir de la época criollística cabe mencionar dos tesis doctorales de los años setenta: la tesis Zamboangueño Text with Grammatical Analysis. A Study of Philippine Creole Spanish de Michael Forman, defendida en la Universidad de Cornell en 1972, y el diccionario A Composite Dictionary of Philippine Creole Spanish que María Isabelita Riego de Dios presentó, como su tesis doctoral, en la Universidad Ateneo de Manila en 1979, y que fue publicado en 1989 en la serie Studies in Philippine Linguistics. Estos trabajos, especialmente el primero, complementan las investigaciones anteriores sobre el chabacano con un enfoque de las lenguas filipinas. La tesis de Forman contiene una recopilación de textos y análisis gramatical, mientras que el estudio de Riego de Dios es un diccionario comparativo, con capítulos preliminares sobre la historia de las comunidades chabacanas y las estructuras básicas del chabacano. Ambas tesis, junto a la obra de Whinnom, han constituido una base valiosa para este trabajo y siguen siendo, hasta hoy, las obras de referencia mayores para cualquier estudio dedicado a las variedades chabacanas. Las investigaciones que se concentran especialmente en la modalidad ternateña se pueden dividir en cuatro grupos principales. El primer grupo consta de los artículos de Tomas Tirona (1924) y Esteban De Ocampo (2007

10 El palenquero de base léxica española; el papiamento con elementos del portugués y del español, y los criollos atlánticos de base léxica portuguesa. Cabe notar que el papiamento es también clasificado como un criollo portugués, y por el control portugués del comercio de esclavos, se ha mencionado el sustrato portugués también para el palenquero. Véase Bartens (1995) para la bibliografía general de las lenguas criollas iberorrománicas. 11 Para un listado extenso de estudios sobre las variedades chabacanas véase la Introducción de

Fernández (2001) y las referencias que presenta Lipski (2001).

[1947]). El primero incluye información histórica sobre los habitantes de Ternate, seis cuentos en el CT y una lista de palabras que Tirona llama palabras “mardicas”12 . El trabajo de Ocampo es un estudio etnohistórico con apuntes lingüísticos, escrito en 1947 y recientemente republicado por el National Historical Institute. El segundo grupo de investigaciones que conocemos es de Carol Molony (1973, 1977a, 1977b). En sus artículos Molony estudia el léxico chabacano concentrándose en cambios fonéticos y semánticos, y relexificación del portugués al español, es decir, la sustitución de elementos léxicos portugueses con los correspondientes españoles 13. El tercer grupo incluye estudios más recientes, pero no publicados, de las universidades filipinas. Magdalena Sayas de la Universidad de la Salle, Manila, comparó el español, las modalidades caviteña y ternateña del chabacano y el tagalo, en su tesis doctoral Chavacanong Caviteno: Isang komparatibong linggwistika del año 1999. Asimismo, la investigación del CT realizada en las universidades filipinas se ha presentado en congresos lingüísticos (por ejemplo, Vibar & Navarro 2006, Mamaril 2006). Por último, se han publicado dos esbozos sobre la gramática de la variedad ternateña y una comparación de la negación entre el CT y el tagalo (Sippola 2006, Sippola 2011, Steinkrüger 2007). Desde el punto de vista de la sociolingüística y el activismo local, en Ternate destacamos que Evangelino Nigoza en cooperación con Cavite Historical Society publicó el libro Bahra, en 2007. Es una edición bilingüe en chabacano e inglés sobre la historia, costumbres y tradiciones de Ternate. Contiene textos acerca de los temas mencionados, una colección de proverbios y canciones, un vocabulario y algunas observaciones sobre la gramática de la lengua. Por la cercanía lingüística y geográfica, mencionamos también que en Cavite, el chabacano se promueve hoy en día de varias maneras por hablantes nativos, lo que ha llevado a la publicación de materiales lingüísticos14 . A pesar de las publicaciones mencionadas, faltan todavía investigaciones sistemáticas de la lengua hablada en situaciones reales de todas las variedades de chabacano, como menciona Mauro Fernández en su introducción a la colección de artículos sobre el chabacano Shedding Light on

12 Sin embargo, nunca hubo una lengua llamada mardica. Las palabras son probablemente de la lengua o lenguas que hablaban los moluqueños que acompañaron a las tropas españolas en su retirada de la isla de Ternate en la actual Indonesia oriental a Filipinas. Los ternateños todavía usan este nombre cuando se refieren a sus antepasados, y esto probablemente ha causado la confusión en que incurre Tirona (véase el capítulo 1.2.2). Los tagalos usaban el nombre maharlica para los hidalgos que servían a la máxima autoridad del barangay, la unidad organizativa básica de la sociedad filipina (Prieto 1993: 330), pero la relación entre estas dos palabras no es del todo clara. 13 La relexificación en el otro sentido de la palabra, la relexificación de los rasgos gramaticales del sustrato, se ha investigado más tardíamente en otras variedades chabacanas (véase por ejemplo Fernández 2008, Rubino 2008). 14 Véase Llamado (1972), Escalante (2005, 2010), Ogiwara (2002), y Sippola (2010a) para el chabacano hablado en Cavite. La promoción se hace a través de clases de chabacano, publicación y diseño de materiales educativos, diccionarios y una misa mensual en chabacano

the Chabacano Language (2001). Nuestra intención es que este trabajo cubra en parte este vacío.

1.2. INFORMACIÓN SOBRE EL CHABACANO DE TERNATE

1.2.1. La situación lingüística en Filipinas

La República de Filipinas tiene dos idiomas oficiales15 : el inglés y el filipino, y varios idiomas locales. Ningún idioma se habla por toda la nación y el bilingüismo, así como el plurilingüismo, son muy corrientes entre los habitantes de las islas. A través de la historia, varias culturas y naciones han gobernado en Filipinas. Anteriores a la independencia de 1946 han gobernado los Estados Unidos (1898-1946) y España (1571-1898), sin olvidar la influencia de las grandes culturas asiáticas, como la china o más recientemente la japonesa. Las lenguas filipinas principales por el número de hablantes son: tagalo (21,5 millones), cebuano (15,8 millones), ilokano (6,9 millones), hiligaynon (5,8 millones), bikol (4,6 millones para todas las lenguas bikol) y waray (2,6 millón)16. La situación política de Filipinas no es muy favorable para las lenguas minoritarias. En un estado tan fragmentado geográfica y lingüísticamente, se ha elegido aplicar una política lingüística centralizadora, incluyendo el desarrollo de la lengua nacional filipino, construida a base del tagalo. El tagalo es la lengua mayoritaria en la región de Manila, se usa generalmente en los medios de comunicación y la industria de ocio locales, mientras las lenguas locales, como el chabacano, se usan para la comunicación diaria y en el ámbito familiar. El inglés se usa en la educación básica y en la educación superior de manera extendida (Gonzalez 1998: 489-503, Gonzalez 2003: 3).

1.2.2. El entorno físico

El actual pueblo de Ternate está situado en la desembocadura del río Maragondon frente a la isla de Corregidor. Los habitantes de Ternate usan el nombre “Bahra” tanto para su pueblo como para la variedad chabacana que hablan, y parece probable que el nombre venga del español barra. Según el censo del 2007, Ternate tiene una población de 20457 habitantes, distribuidos

15 Hasta el año 1987 también el español tenía posición oficial. Las secciones 6 y 7 del artículo

XIV de la Constitución de la República de Filipinas del 1987 definen como lenguas oficiales el filipino y el inglés, y como lenguas libremente promovidas el árabe y el español, y como lenguas auxiliares de administración y educación las lenguas locales. 16 Según los datos del Censo Nacional de 2000 (Ethnologue).

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