Alamadreb

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A la Madre Todo


La madre Vino mi madre a verme; estuvo sentada aquí a mi lado, y por primera vez en nuestra vida, fuimos dos hermanas que hablaron del tremendo trance. Palpó con temblor mi vientre y descubrió mi pecho. y al contacto de sus manos me pareció que se entreabrían con suavidad mis entrañas y que a mi seno subía la honda láctea. Enrojecida, llena de confusión, le hablé de mis dolores y del miedo de mi carne; caí sobre su pecho; ¡Y volví a ser de nuevo una niña pequeña que sollozó en sus brazos del terror de la vida! Gabriela Mistral

Muchas maravillas hay en el mundo; pero la obra maestra es el corazón materno. E. Bersot Ilustración de portada: Las tres edades de la mujer y El árbol de la vida de Gustav Klimt

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Las manos.

Cuando las miro observo muchos pliegues de recuerdos en ellas. Esas manos fueron las que me tomaron en brazos en mi primer llanto, en mi primer bostezo, en mi primera sonrisa, las que me abrazaron con ilusión cuando regresaba del colegio, las que se movían enérgicas en gesto en un enfado, las que limpiaban, troceaban y cocinaban los alimentos. Esas manos cogieron altura al apoyarse en mi hombro para conversar, esas manos sujetaron con fuerza las mías para transmitir confianza. Esas manos cosieron mis botones rotos, plancharon mis ropas arrugadas, frotaron aquellas intensas manchas que nunca supe como surgieron. Esas manos escribieron cartas, también las recibieron, se mostraron compasivas ante una intolerancia, se detuvieron a peinar mis cabellos y acariciaron con generosidad mi espalda cuando me hacía falta. Esas manos me cuidaron cuando estuve enferma, me arroparon cuando tenía frío y me sujetaron con decisión por los brazos cuando debía escuchar. Ahora observo tus manos, enredadas de años, deformes por el avance inevitable de esa carcomida desesperanza que avanza enferma por la savia de tus dedos y que te produce tanto dolor, tanta debilidad. Apenas son recuerdo de manos firmes, ya perdieron su tersura, su belleza, sus desgastados huesos se vuelven polvo, se ajan, ya no de distinguen dedos largos, alineados y estirados, ahora son dedos embotados, oprimidos, horadados de fortaleza, se tuercen y se retuercen por dentro, sobreviven en unas manos repletas de experiencia, de años.

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Y sin embargo… al pensar en tus manos, veo… distingo aún en ellas aquellas caricias llenas de frescura, veo con nitidez tu dedo enérgico levantado y tieso diciendo ¡no!, distingo la palma de tu mano sosteniendo mi cabeza, educando. Cuando veo tus manos veo el paso decidido de la experiencia, te veo a ti enhebrando una aguja con precisión, sujetando con fuerza el hilo que nos une como familia y cerrando a puntadas firmes y bien cosidas lo que no deseas padezca de tristezas mi corazón. Cuando veo tus manos, veo la vida en forma de caricias que no necesitan de ninguna parte del cuerpo para seguir emocionando como el primer día. Cuando veo tus manos, les siento tan cercanas, tan niñas, tan auténticas… que comprendo por qué se termina el cuerpo pero porqué no se acaba nunca… la Vida. Cristina Mena.

El padre y el hijo son dos. La madre y el hijo son uno. Lao Tse

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Solecito se me pasa medio domingo con el sol de frente con el verde en el aire, en las cosquillas... con la sonrisa abriéndose, cual sombrilla en apuro. es domingo, es tu día y hay solecito, y le robo al aire el aliento pa´ cantar un gracias gracias por tus manos siempre tibias, por tu abrazo quieto, por tu cara limpia, por tus pasos bailaditos, por tus latidos (los que me marcaban el ritmo desde antes de nacer) gracias por tu orgullo callado, por tu silencio puntual, por las ganas de volver a ser niña cuando te veo mirarme y me añoras, dando primeros pasos y primeras voces. se me pasa media vida, y sigues siendo la mayor certeza de este micromundo, de cada uno de sus días... como este domingo, con el tequiero de frente. Perla Rocío García

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Un corazón para mamá

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l pequeño Alejandro sabía que su mamá necesitaba de un nuevo corazón que le ayudara a vivir y con premura, el suyo ya no funcionaba, estaba cansado. Así se lo explicó su papá aquella noche de primavera mientras observaban la luna y las estrellas en la casa de los abuelos, al principio al pequeño le costó entender, pero su papá se lo explicó con mucha paciencia y con mucha ternura. — Papá, le conseguiré un corazón a mamá y se pondrá bien, te lo prometo. —dijo el pequeño mientas abrazaba a su papá con ternura e inocencia. Al día siguiente le pidió ayuda a su maestra para que le enseñara a hacer un corazón rojo de cartulina para regalárselo a su mamá el día de su cumpleaños, que era en los próximos días. La maestra al sentir la ternura del niño decidió ayudarlo en la hora del recreo, cuando los demás niños jugaban en el patio del colegio, el pequeño, se quedaba a solas con su maestra, entre ambos hicieron un hermoso corazón, que parecía latir entre las manos de Alejandro-pum-pum, pum-pum-, además había escrito su nombre en el centro del corazón y lo había decorado con purpurina dorada. Cuando terminaron el corazón, Alejandro, le dio un beso espontáneo a su maestra en las mejillas, agradeciendo el gesto de acompañarlo y ayudarlo. La maestra sonrió mientras observaba al pequeño correr por el pasillo al finalizar la clase en busca de su papá que lo esperaba a la

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salida. Al pequeño no le importó dejarse el abrigo en clase, tenía algo más importante que hacer. —Papá, papá, tengo un corazón para mamá y además le puse mi nombre con purpurina, me ha ayudado la profesora Angelines, mira papá, vamos a salvar a mamá. Dos lágrimas nacieron de los ojos de Raúl, el papá de Alejandro, aquel día llegaron dos corazones. Alejandro cumplió su promesa, su corazón de cartulina se hizo realidad sobre el pecho de su madre, un milagro de amor. Silvia Ochoa Ayensa

Fotografía con mamá a un lado es bueno el dolor ver tu sangre de vez en cuando recordar la buena sombra a un lado de la cama entender que nunca estuviste solo que alguien se cobijó con tu dolor que alguien lloró contigo disfrutalo y recuerda algunas cosas nunca van a repetirse Edgar Rincón Luna

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Poema a la madre Yo fui medio consentido por ser el hijo menor, y ya mi hermano el mayor Me llamaba: “El preferido”. Razones habrá tenido que cuando me perseguía detrás de ella me ponía y ya estaba protegido. Si mi padre me mandaba a la cama sin cenar, la veía aparecer haciéndose la enojada, y a escondidas me pasaba la parte mía en un plato, “Y a la próxima !Te mato!” me decía, y lagrimeaba. Aquel delantal mojado de lavar en la pileta que retorcía inquieta porque alguno había avisado que su hijo había peleado con otro chico en la esquina, y al rato yo aparecía con un ojo amoratado.

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Me acuerdo lo que sintió la vez del pantalón largo; fue un momento muy amargo: me miraba, me tocó, decía: “¡Cómo creció! Y ayer lo hacía dormir”. Y al quererse sonreír, el llanto la traicionó. Igual que muchos creí que sabía demasiado; por unos labios pintados del lado de ella me fui. Y aquel día en que volví arruinado y amargado, en vez de dejarme a un lado se puso a rezar por mí. ¡Cómo castiga la vida! ¡Cómo traiciona la gente! ¡Cómo se dobla la frente por un plato de comida…! No hay uno que no te pida su parte por un favor; y se calcula el valor que pueda tener tu herida.


Sólo ella…, ella comprende el dolor de tu mirada, porque su vista cansada desde niño nos entiende. Sólo ella te defiende porque eres su misma sangre y solo te da una madre La amistad que no se vende.

Yo quería hacerle versos como ella los merecía; ¡Los empecé tantas veces! Y no salgo del comienzo; es que a una madre, yo pienso, ¡Qué se le puede escribir! Solo se puede decir en la ternura de un beso

Hector Gagliardi

Enseñarás Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar...pero no soñarán tus sueños. Enseñarás a vivir...pero no vivirán tu vida. Enseñarás a cantar...pero no cantarán tu canción. Enseñarás a pensar...pero no pensarán como tú. Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen,vivan, canten y piensen... ¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido! Madre Teresa de Calcuta

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La despedida - ¡Hay un monstruo mami!- Grité llorando. Ella vino corriendo, como siempre, dispuesta a tranquilizarme. - ¿Dónde hija? Preguntó con una sonrisa consoladora. - En el placard, se asoma y me mira – Contesté. Y se quedó toda la noche acariciándome y diciéndome que los monstruos sólo vivían en las pesadillas y que ella se quedaría conmigo para que mis sueños fuesen lindos y el monstruo no volviese. Ahora me pregunto si estará soñando ella con algún monstruo. Ya casi no abre los ojos y es poco lo que dice. De vez en cuando, una lágrima cae por su rostro y estoy segura que algún monstruo también ella ve, pero que no es parte de una pesadilla, sino de una realidad. “Sólo es cuestión de tiempo” Dijeron los médicos. A pesar de su edad, su corazón parece resistir los embates del tiempo y no quiere detenerse. - Creo que estoy enamorada –Le dije un día. Y ella se sentó a escucharme y contarme de qué se trataba el amor. - No me quiere, mamá, sé que no me quiere –Le conté otro día llorando. Y ella se sentó a escucharme y contarme de qué se trataba el desamor. Ahora soy yo la que está sentada a su lado, tratando de entender de qué se trata la vida o mejor dicho la muerte. Ahora sostengo 9


yo su mano, como tantas otras veces ella sostuvo la mía. Pero su mano ya casi no tiene vida. No es aquella que cocinaba para mí, que cocía mis disfraces, que me peinaba cada mañana y me acariciaba con ternura. - No me siento bien, hoy no quiero ir al colegio –Vuelvo a recordar. - ¿Duele la panza o el corazón? –Preguntaba con una sonrisa cómplice. Ahora es ella la que no está bien y aunque sé que ya es anciana y está muy enferma, presumo que también le duele el corazón, aunque no sea éste el motivo de su enfermedad. Infinitas fueron las veces que trató con dulzura y paciencia de entender cómo y qué sentía. Cómo estaba y qué me pasaba. Ahora soy yo, quien intento comprender qué pasará por su mente en esta antesala de la muerte ¿Sufrirá mucho? Me pregunto, como ella debe haberse preguntado tantas veces respecto de mí. Sin embargo, a diferencia de entonces, yo no tengo el amoroso poder de sanar sus heridas, como ella sanaba las mías, o al menos las atenuaba. Dormita, a veces despierta un poco, balbucea. No quiere tomar los remedios y como ella hacía conmigo, se los doy igual. Sé que es el final y no puedo hacer nada más que tomar su mano y esperar para darle su beso de despedida que no será igual a los otros besos que le daba cuando me iba al colegio, al trabajo o de viaje. Será el último y el que más me duela darle. - Estoy aquí mamá, contigo, aquí me quedo – Le repito una y otra vez.

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Ahora los roles se han invertido y me quedo con ella para que no tenga miedo. Tomo su mano para que sepa que no está sola y que sola no partirá porque una parte de mi se irá con ella. Así como ella siempre estuvo conmigo sabiendo que algún día yo haría mi vida, ahora yo estoy con ella, sabiendo que sólo la espera la muerte. No se los días que llevo tomando su mano, tampoco sé cuántos más quedarán. Algunas veces quisiera detener el tiempo, seguramente como ella deseó más de una vez cuando yo era pequeña. Otras muchas, deseo que parta ya porque algunas son leyes de la vida y otras son leyes de la muerte y ambas son las leyes que nos rigen. No quiero que sufra, pero no puedo evitarlo. Parece extraño cómo todo se parece, como el pasado y el presente pueden tener puntos en común. Ella sostuvo mi mano toda la vida para que yo aprendiese a vivir, para que me equivoque y vuelva al camino correcto, para que jamás me sintiese sola aún cuando sola quisiera estar. Hoy estoy yo aquí con mi mano en la suya, tal vez con la esperanza de que aprenda a morir, que no tenga miedo, que sienta que no está sola, que sepa que los monstruos no existen. Cuando la muerte la alcance, cuando su corazón se canse de batallar, cuando la última lágrima corra por su rostro, quiero estar ahí dándole la mano, devolviéndole si fuese posible, una ínfima parte de lo que ella me dio y que parta en paz. Liliana Castello, Argentina

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La leyenda del ángel llamado: Mamá

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uenta una antigua leyenda que un niño antes de nacer le dijo a Dios: “Me dicen que me vas a enviar a la tierra, ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso que soy?”Dios le dijo: “Entre muchos Ángeles escogí uno para ti, que te está esperando, él te cuidará.” “Pero dime Dios, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso basta para ser feliz.” “Tú ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz.” “Y ¿cómo entender, Dios lo que la gente me hable si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?” Dios le contestó al niño: “Tú ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.” “Y ¿qué haré, Dios cuando quiera hablar contigo?” “Tú ángel te juntará las manitas y te enseñará a orar.” “He oído que en la tierra hay hombres malos ¿Quién me defenderá?” “Tú ángel te defenderá aún a costa de su propia vida”. “Pero estaré siempre triste, porque no te veré más Dios.” “Tú ángel te hablará de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia aunque yo siempre estaré contigo.” En ese instante una gran paz reinaba en el cielo, ya se oían voces terrestres y el niño presuroso repetía suavemente. “Dios mío, Dios mío, si me voy dime su nombre, ¿cómo se llama mi ángel?” Dios le contestó:”Su nombre no importa..... Tú le dirás... Mamá”

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Hace más de muchos soles Mi madre abría un libro como dos alas para el vuelo. A orillas de la noche alguien prendía fuego a los candiles. La tarde descendía hasta el patio como si oyera un llamado. Mi madre narraba la leyenda negra del que huye del espejo, caballero del polen cruzando nocturnas tempestades. Si ella cerraba un libro era como si cerrara la casa y sólo entraba al dormitorio la noche, su callada voz llegada de tierras del asombro. Mi madre cerraba el libro como una adormidera, y aún la perplejidad habitaba al niño que fui hace más de muchos soles. Cuando al sonido de cierta voz en los umbrales del libro los caballeros de la tierra daban coces al cielo, el galopero corazón recorría el río de nieve de la cama, la llanura blanca y silenciosa que ascendía a la meseta de la almohada. 13


Mi madre cerraba el libro como si cerrara la puerta de la casa. En la penumbra del cuarto, una redada de sueños me alumbraba. Juan Manuel Roca Madre mía Cuando los ojos a la vida abría, al comenzar mi terrenal carrera, la hermosa luz que vi por vez primera fue la luz de tus ojos, ¡madre mía!. Y hoy que, siguiendo mi escarpada vía, espesas sombras hallo por doquiera, la luz de tu mirada placentera ilumina mi senda todavía. Mírame, ¡oh madre!, en la postrera hora, cuando a las sombras de mi noche oscura avance ya con vacilante paso. Quiero que el sol que iluminó mi aurora sea el mismo sol que con su lumbre pura desvanezca las brumas de mi ocaso. Rafael Escobar Roa 14


MENCIÓN HONORÍFICA

Premio Fomento a la Lectura

México Lee 2012

Es una iniciativa independiente realizada por escritores y ciudadanos con el afán de difundir la literatura y fomentar la lectura en la ciudad Para mayor información sobre nuestras actividades o si desea integrarse a nuestra agrupación escríbanos al correo electrónico hojaderutajrz@hotmail.com o conri@hotmail.com Hoja de Ruta


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